Lo que la noche ha traído a mi vida (privado)

Definitivamente, estos meses habían sido muy difíciles para Giulia, sola, abandonada de cierta forma por su familia, ya que cada uno de sus hermanos estaba metido en sus propios problemas. Su hermano Girolamo, distanciado de su mujer y ésta en cinta, ella lo había descubierto cuando la vio comprando unas cosas en la zona comercial. Su hermana también esperando el nacimiento de sus hijos y ella como siempre aislada de todo, como si ni siquiera existiera, al final de cuentas solo la lucha de la alianza y el entrenamiento llenaban un poco su vida.

Decidió comer apenas una fruta y salir a caminar por el jardín, a lo lejos diviso las caballerizas y al acercarse Demonio resopló como llamándola, - dime pequeño, ¿me extrañas o solo quieres las zanahorias que te doy? – Dijo acariciando el cuello poderoso del animal, éste asintió con la cabeza como si le diera una respuesta – lo sabía pícaro caradura – apuntó riendo y dándole el premio por hacerla sentir feliz un instante.

Estaba vestida con un bello traje de montar, pollera de genero grueso y ajustado a la altura de la cintura con bastante vuelo; una faja azul oscuro y una blusa blanca con justillo bordado en diferentes tonos de azul, tenía además una torerita que le ocultaba un poco sus pechos generosos y en su cuello una gargantilla de terciopelo con un dije de marfil; el cabello recogido en un peinado alto con un trenzado que parecía sacado de una de esas esculturas griegas que estaban resguardadas en el museo del Louvre. Sus manos cuidadas con guantes de montar y sus botas de media caña debajo de la falda. Por supuesto nunca dejaba de cargar algunas armas, su inseparable revolver con balas de plata, y dagas del mismo material para combatir si era necesario, pero esperaba que esta noche no fuera muy movida, - no en ese sentido – se dijo – ¿y en cual sentido entonces? - se reprendió, suspiró, la verdad solo quería que algo bueno e interesante le pasara a ella también.

Ensilló en silencio a su caballo y tomándolo por las riendas lo sacó de las caballerizas, se escabulló entre la noche oscura, saliendo de la protección de la mansión Di Moncalieri, se encaminó a paso lento a un lugar más oculto de la vista de los moradores de la casa para poder escapar sin ser reprendida, no le cabía duda que el viejo Cosimo la estaría buscando, pero aquel fiel siervo, sabía que ella era así, libre al igual que el viento, indomable como algunas bestias y que tenía su corazón herido desde el mismo momento de su nacimiento.

Montó de un salto y se lanzó en una carrera sin destino, dejando que el viento helado de la noche coloreara sus mejilla y las lágrimas que su corazón vertía se escaparan perdiéndose en la noche, no estaba satisfecha con su vida, no tenía por quien vivir y temía estar respirando en vano – no sirve una vida que no tiene un porque – se dijo apesadumbrada. Dejó que Demonio, tomara el ritmo y la dirección que quisiera y la fue alejando de la ciudad, llevándola por una zona que nunca había explorado. Cuando puso su atención en lo que la rodeaba, se dio cuenta que era campo abierto, algunos manchones de arboledas, casuchas en medio de la nada y la luna señoreándose del cielo con su corte de estrellas.

Entonces lo vio, a lo lejos un jinete intentaba llevar de las riendas un caballo que estaba algo encabritado y cojeaba, - no es conveniente que lo azuce así – pensó mientras apresuraba el paso para llegar donde se encontraba, cuando se puso a la par del hombre le dijo – Buenas Noches – el hombre siguió caminando, sin mirarla - me parece que tiene algo en la pata, si me permite – la luna, era tan luminosa que se podía ver perfectamente a pesar de no existir una fuente de luz cercana, sonrió esperando a que el hombre hablara, bajo el saquito se escondía el arma, presta para que en un movimiento limpio quedara expuesta y lista para usarse.