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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Brün Rothschild Lun Oct 07, 2013 11:56 am


No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible

Las puertas de aquella grande mansión se abrieron a las 6:00pm, dos  mozos, vestidos de blanco, llegaron en caballos, para abrir aquellas dos grandes puertas de hierro, que parecían querer resguardar los distintos secretos de aquella grande y vieja mansión, que fue regalada a la joven pareja, el día de su bodas, por un viejo familiar por parte del novio, quien la había comprado, sin necesidad y al ver a la joven pareja, decidió hacer la buena obra y dárselas a ellos, estando consientes que ellos la disfrutarían mejor que él. Era una mansión, que se situaba en el medio de un gran terreno, para llegar a ella, se debía esperar que el carruaje pasara aquel grande portón y que este pasara un camino decorado por la planicie verde y perfectamente cuidada. El recorrido no duraba más de 10 minutos, le daba oportunidad a los invitados de comenzar a arreglar sus pomposos vestidos, para luego ser recibidos por una excelente  servidumbre, los cuales estaban vestidos de un blanco perfecto –damas y caballeros-

Ya no había rastro de aquel frio y terrible invierno que Francia había tenido que pasar, los arboles y la tierra en general estaba completamente verde, decorada con los más exquisitos colores que las flores podrían ofrecer, los pájaros, parecían una orquesta sinfónica, dirigida por pequeños serafines, quienes bendecían la llegada de la primavera a Francia, pero todo aquello comenzaba a apagarse poco a poco. Cambiando la tonada, ahora los músicos eran los animalillos nocturnos, que también parecían estar cantando alegres, por la llegada de la primavera y la huida de las noches frías de invierno.

Dentro de la casa, había un gran salón, decorado con los más exquisitos adornos que la dulce mujer podría haber elegido, no se podía cuestionar su buen gusto, varias mesas estaban por todo el lugar, pero dejando un espacio en donde se sentaría la parte de baile. Al abrirse las puertas de la casa, cambiaba totalmente el ambiente, aunque era casi imposible que el ambiente no se llenara con ese espíritu primaveral y que los colores parecieran más vivos y mágicos. Aquella mansión vieja de pasillos olvidados y oscuros, se había convertido en un jardín de edén, elegante, francés. Cubría todo los secretos bien guardados de los antiguos dueños. Los criados parecían hormigas organizadas, ayudando a cada persona que llegaba, yendo y viniendo, manteniendo todo en orden, mientras aun la amorosa pareja estaba en sus aposentos, en el segundo piso, donde había mas habitaciones de las que se podrían contar. Que feliz estaba Augustine Hoster con su mansión, sus hijos tendrían un lugar inmenso en donde jugar y hacer travesuras. En su mente había tantos planes para aquel hogar, que no podía evitar sentir que su mente se volvía cada vez más pesada, por las ideas que había en su cabeza. Sacudió un poco su cabeza, mientras se sentaba en aguantar la respiración, mientras sus doncellas terminaban de ponerle aquel blanco vestido, que había decidido llevar aquella noche, mientras se su esposo, más neutral, llevaba una chaqueta negra y su cabello bien recogido.

Ya pasaban los minutos, los invitados llegaban, parecía que en todo había una perfección cronológica, nadie se retrasaba en nada, no había imperfección en lo accionado, hasta los mismos invitados, recién llegados se sorprendían de la eficiencia que había en ese lugar, casi abrumadora para algunos, pero se le acoto al lugar en donde estaban, una ciudad aun más refinada que la misma Francia.



Giselle, Eris, Lissander, Ashmed, Rulsana & Aitziber
Francia
7:30PM
Primavera





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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Jue Oct 10, 2013 11:14 am

Las hojas del calendario se retiraron conforme pasaban los días, la gran espera había terminado y el día del baile llegó, justo con la princesa de las estaciones, la primavera, cambiando drásticamente el entorno con el que venía la madre naturaleza, dando a conocer a los ojos de aquellos que habitaban la tierra la hermosa estación que era. La invitación había llegado en su momento a manos de aquel caballero representante de la familia Arcalucci, para que exactamente un mes después fuese la celebración, la dirección estaba marcada allí y claramente invitaba a los hermanos Arcalucci y “compañía”, que suponía él, se referían a Gisselle Blackmelt, la joven que adoptó como ayuda para Eris en la casa y como aprendiz en las artes arcanas; sin embargo, para el instante en que aquel doctor tan perspicaz e inteligente leyese la carta entregada, su mente proporcionaría una célebre duda: ¿Quiénes eran aquellos que les invitaban?

Fueron días de investigación minuciosa y cuidadosa acerca de tal familia, y no encontró mucho, nada que les incriminara o les hiciese ver como sospechosos. Él asistiría, pues, un evento social como ese le podía dar un amplio conocimiento sobre muchas otras cosas, nombres, lugares, y cosas que prevenir o de las cuales cuidarse, en París siempre había que ser cauteloso, con todo y todos. Hablaba la desconfianza de su persona, por tanto, después de deliberarlo con su hermana y su amiga, acordarían mantenerse muy alerta a cualquier cosa que pudiese acontecer, un movimiento en falso de cualquiera y buscarían las maneras de largarse, gracias a Dios, el entrenamiento había dado frutos y contaba con dos brujas bastante aptas en defensas y ofensas solidas. Se sentía un poco más tranquilo.

Sus orbes se pasearían en la oscuridad del camino, ya estaban en la fila de carros hacia la entrada del baile y degustaría entonces de las flores que cubrían aquel campo, no podían verse todas con claridad, pero podía ver lo suficiente gracias a la iluminación de los faroles, y pudo entonces maravillarse con esa naturaleza, sencillamente se veían delicadas aquellas plantitas vistiendo de su suave vestido de pétalos de colores pasteles, en medio de sus finos cuerpos verdes, sin duda, todo estaba prestándose para una belleza real y apreciable.

Pocos minutos pasaron para cuando se detuvo el carro, el conductor se bajo y abrió la puerta del mismo, para que primero saliese aquel alto caballero, un paso tras otro bajo las escalerillas y así pudo disfrutar a través de esos ojos color cielo de todo el esplendor de aquella noche, muchas personas llegaban, ataviados de trajes costosos y de una elegancia casi celestial, mujeres con vestidos esponjados y cabelleras peinadas con gran habilidad, portando joyas que valían casas enteras y que podían pagar un año de alimentación a los pobres. La extravagancia se vestía de lujos esa noche.

Pero nada que ellos no pudiesen igualar en medio de su humildad. Sus pies calzaban unas botas de color negro azabache que llegaban hasta su rodilla, de allí nacía un pantalón en un tono blanco, totalmente pulcro que cubría hasta un poco por encima de su cadera, ya desde allí, una chaqueta dorada con detalles abstractos en un dorado con un tono más oscuro del inicial cubrían y salían a relucir debajo del negro sacó de cola que llevaba encima, al igual que los botones dorados de la chaqueta y el corte que sobre salía de ella. El saco todo negro tenía una cola que alcanzaba hasta la parte trasera de las rodillas, dejando al final un corte cuadrado, por delante del mismo, las mangas largas vestían sus muñecas y era terminado con unos botones grandes negros, estilizados por completo en hermosas hebillas figuradas y ondeadas al estilo de la familia Arcalucci, elegante sin extravagancia. El cuello recto del saco alcanzaba a cubrir su cuello y resaltaba la piel blanca y un tanto satinada que poseía, además, su cabello dorado estaba peinado de manera que la rebeldía que acostumbraba a tener fuese totalmente premeditada  y controlada. Aquel traje que una vez perteneció a su padre, ahora le hacía ver la viva imagen de él. Destacando esos ojos azules cual cielo al amanecer y esa elegancia varonil que quizás heredó de su padre, o que aprendió con los años, a través de su madre.

Afuera del carruaje extendería la mano con firmeza para ayudar a bajar a sus dos acompañantes, para luego abrir los dos brazos en forma de que cada una tomase uno y arrancarán el camino hacia el baile. - Recuerden, naturalidad, cordialidad, y siempre estén alerta, no se alejen mucho, ni se separen. - Les diría como cualquier hermano sobre protector, que a continuación soltaría los brazos de las chicas, y saludaría a los pocos que conocía y a los que le recibían con total amabilidad, siempre con aquella media sonrisa educada, y aquel caminar y actitud calmada, el joven Lissander se disponía a disfrutar de aquello, aun con la sospecha de que algo no andaba tan bien.

Todas las alhajas que adornaban el salón, toda la atención que daban los sirvientes y todos los detalles en comida y bebidas eran sencillamente grandioso, fue realmente una sorpresa para él, porque nunca había asistido a algo tan costoso y de alta clase, debía portarse a la altura de todo, debía dar una buena impresión y sobre todo, debía estar siempre activando sus sentidos, porque aun sonriendo, saludando, figurando, aquel doctor de veinticinco años no bajaba la guardia, los brujos como él, siempre tenían un hechizo en la punta de la lengua.


Off: Este es el traje, más con los tonos que ya describí:


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Mensaje por Ashmed Ishbala Vie Oct 11, 2013 7:49 pm

Con gran orden y de manera lenta pero constante avanzaban los carruajes por el cuidado camino de gris adoquinado que surcaba desde la verja principal hasta el lugar en el cual se llevaría a cabo la fiesta primaveral a la que había sido invitado él, el Dr. Ashmed Ishbala, el renombrado miembro de la universidad de parís y del consejo de ciencias de la misma o al menos así le gustaba verse a sí mismo ya que era de los pocos que ponían en práctica los conocimientos científicos de manera pública… y no tan pública algunas veces.

Por fortuna para él, o mala suerte quizá, había sido la cara pública de sus investigaciones la que había hecho que fuera invitado a tan exclusivo acontecimiento. Fue durante una charla, aún recordaba claramente aquel día, su primera charla frente a un gran auditorio en uno de los salones de la universidad de París donde dio un discurso acerca de la genealogía del hombre y su parentesco con tribus del Medio Oriente. Por supuesto, como era de esperar al abordar un tema como aquel no hubo demasiado público presente, apenas un puñado de personas que con las justas alcanzaban a llenar un quinto del salón pero eso no lo había desanimado; por el contrario, había impartido la charla como si de una clase se tratara, con gran vehemencia y orgullo en su voz tras cada palabra y al finalizar no pudo sino sentirse satisfecho por el empeño realizado. Una vez terminado y cuando se disponía a retirarse fue abordado por una curiosa pareja, grande fue su sorpresa pues no solo habían prestado atención a cada palabra, sino que además ya se encontraban discutiendo sus puntos de vista con él.

Aquél había sido su primer y único encuentro, aunque no la última vez que intercambiaron pareceres. Varias veces le habían enviado correspondencia a su despacho en la universidad sobre numerosos temas que encontraba interesantes de debatir, hasta que un día una de las cartas no era como las anteriores. Se encontraba especialmente lacrada y elaborada de una manera más que formal. Si eso le había llamado la atención, el contenido de la misma casi lo llevó a lanzarse de espaldas aún en la silla de su oficina contra el suelo. Los consideraba personas muy entendidas e inteligentes y creía que ellos lo tenían en la misma estima pero ni con su amplia imaginación habría logrado adivinar que lo invitarían a un evento como aquel.

Cerrando los ojos y agachando un poco la cabeza lanzó un suspiro corto pero fuerte. Era ese el motivo por el que se encontraba dentro de aquel amplio carruaje que lo tenía a él como único pasajero aunque eso no le molestaba, la verdad lo prefería así, al menos no tendría tiempo para admirar la belleza natural que se extendía por fuera antes de verse rodeado de los “lujos” de las clases más pudientes. Lo que de verdad le fastidiaba era el tener que prepararse para una ocasión así. Se había visto forzado a ir y comprar un conjunto para el evento puesto que no podía simplemente rechazar la invitación. No recordaba haber tratado nunca con una persona tan desesperante como el sastre al cual acudió, no paraba de quejarse que no se quedaba quieto, que no elegía buenos colores, que no tenía gusto para vestir y demás. Finalmente habían llegado a un acuerdo tras un intercambio de pareceres en el que él partió por la mitad una mesa y casi amenazó con romperle el cuello. Nunca más volvería a aquel sitio.

Por fin el carro dio por terminada su marcha directamente en la entrada de la mansión. El chofer descendió de la parte frontal y abrió la puerta, de la cual lentamente salió Ashmed. Las luces de la mansión y las farolas adyacentes permitían una casi perfecta iluminación de los alrededores, y con ello de todos los presentes, incluido él y su conjunto de zapatillas de cuero negro con medias negras y un pantalón del mismo color que llegaba hasta los tobillos y se pegaba casi a las piernas, llegando hasta la cintura, de la cual nacía una camisa blanca con numerosos botones de madera y un elevado cuello. Portaba además un saco de color negro con una cola de corte cuadrado que llegaba hasta la mitad de sus muslos, el mismo poseía dos botones apenas por sobre la parte frontal de la cintura y lo llevaba cerrado, dejando una amplia apertura en forma de V. Alrededor del cuello de la camisa se había atado un pañuelo de color que le llegaba hasta la mitad del pecho, dejando a la vista un parte de la blanca camisa que el saco no terminaba de cubrir.

Ciertamente no le gustaba vestir de aquella forma, lo hacía sentir incomodo ya que siempre había preferido las ropas más holgadas pero no podía dejar mal parado a sus anfitriones. Tendría que ajustarse, y no solo a la vestimenta. Apenas había dejado el carruaje sus sensibles oídos captaban la música que la orquesta anfitriona realizaba para dar la bienvenida pero eso no era algo por lo que perturbarse. Lo realmente molesto se dio dentro de la imponente mansión. Una vez dentro su olfato se volvió loco, captando olores demasiado intensos por todos lados que lo sobresaltaron por unos momentos. Tuvo que invocar a toda su serenidad y fuerza de voluntad para no hacer ninguna mueca en ese momento.

- “Asqueroso” -Fue lo que pensó de inmediato, los aromas eran demasiado exagerados, inmensamente penetrantes y para un ser con su capacidad olfativa, poderosamente nauseabundos. Nunca entendió como los humanos podían soportar llevar aquellos “perfumes” o “fragancias” artificiales que portaban con gran vanidad.

Con aparente calma siguió andando, caminando y saludando con una falsa sonrisa. Lo que más deseaba era encontrarse con los anfitriones, darles las gracias, quizá charlar un poco sobre algún tema y salir corriendo de aquel lugar que no era más que un ataque a sus sentidos. Realmente no entendía aún como había aceptado el estar en un lugar así.
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Mensaje por Eris Arcalucci Miér Oct 16, 2013 11:02 pm

La primavera había llegado llenando de felicidad a cierta joven y volátil bruja. En esa época especial siempre se dedicaba a dar largos paseos en el bosque para admirar la belleza de la naturaleza cuando vivía en Asís. Pero esta seria algo nuevo, porque la dedicaría a conocer París, debido a que el invierno la cohibía un poco de salir por el frío tan despiadado que se sentía noche a noche y también por sus desafortunados encuentros cercanos con la muerte durante esa época del año.  Pero ya no, la primavera reviste a la naturaleza de nuevos y cálidos colores, así como también Eris se revestía de una nueva seguridad que venia dada por el ser una bruja preparada y capaz de protegerse.

Esta noche de primavera seria especial también, tendría su primer baile formal en París, conocería a nuevas personas y disfrutaría de todo para poner en marcha su plan de descubrir las maravillas de esta ciudad, mas allá de  lo mítico y fantástico que también tiene. Poco importaba que Lissander estuviera paranoico con respecto al baile y lo que podrían encontrar o lo que podría suceder, era solo un baile de gente adinerada con deseos de presumir y darse a conocer, como muchos tantos. Ella deseaba ser solo otra joven ansiosa de disfrutar de los pequeños placeres que ofrecía la vida, este baile por ejemplo, le daría la oportunidad de socializar con alguien más aparte de su hermano y Gisselle.

Meditaba esto y observaba en silencio el camino que les conducía a la imponente mansión, deleitada por lo hermoso de los jardines del lugar, mientras imaginaba que si por fuera todo era tan bonito por dentro sería majestuoso. Eris tenía altas expectativas de esta noche, la velada, las personas, las sorpresas y otras tantas cosas, ansiosa alisaba su vaporoso vestido de esa noche, que era color rosa pálido con cintas y encajes de color negro decorando el corset, con mangas abultadas y un incomodo armador por el caían de manera natural las capaz de tela que hacían la falda. Sus zapatillas negras no dejaban de hacer sonar el piso del carruaje con un insistente zapateo involuntario.

Una vez estacionados correctamente entre tanta variedad de carruaje, se acomodo rápidamente para salir del transporte ayudada por su hermano y admiraba su alrededor si hacer caso alguno de las palabras de su hermano. Le tomo del brazo que ofrecía y le sonrió a él y a Giselle que se encontraba del otro lado. No había nacido con el don de la predicción del futuro, era un hecho, pero por alguna razón en ese momento algo en su interior, que  podría llamársele intuición, le decía que habían llegado allí por algo y que ese algo seria emocionante.

“-¿Los momentos especiales los hace uno mismo? Porque estoy dispuesta a convertir este baile en uno-”. Pensó con gracia a la par de que se ensanchaba notablemente su sonrisa para sí misma.

Aquella primavera no había solo revestido nuevo y brillantes colores a la naturaleza, también traía nuevas esperanzas y energías renovadas al corazón joven que latía con emoción en el pecho de la pequeña Arcalucci
.


Última edición por Eris Arcalucci el Dom Nov 17, 2013 10:03 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Ragna Dárkova Jue Oct 24, 2013 9:39 am

Sinceramente Giselle no quería ir, teniendo que ser obligada por la lealtad y cariño a los dos hermanos que la habían aceptado finalmente como una más. Era un baile de gente adinerada, de alta clase. ¿Qué hacia ella allí? Cuando le entregó el cartero la carta y vio que habían escrito también su nombre, se sorprendió. Muy poca gente la conocía como para ubicarla en la casa de los Arcalucci. Aquello solo la hizo sospechar y negarse mas a asistir, sumándole el que ella ni tenía vestidos de gala, ni era da alta clase y aún menos de media clase. Era de clase baja y si los pobres ilusos de la fiesta llegaban a conocer aquella verdad sobre ella, lo mas seguro que se escandalizaran y la echaran a patadas, como a los perros.

Decidida a no ir, finalmente fue a hacer participes de su negativa a los hermanos, cuando una Eris resplandeciente con un bello vestido pasó sonriendo feliz a su lado, y tomándola de las manos se la llevó a que se probara unos vestidos. Y ella ¿como iba a decirle que no, viendo su estado de felicidad? A regañadientes y tragándose sus palabras, aceptó probarse los vestidos, hasta que llegó a encontrar el vestido perfecto. Rojo intenso con unas piedrecillas brillantes en el busto, que resaltaban su figura. Era perfecto, el vestido soñado. Con él aún podría hacerse pasar como de clase alta, o por lo menos de seguro podría olvidar por una noche que si no fuera por ellos, sus acompañantes; su nueva familia, no tendría ni donde caer muerta.

Y finalmente allí estaba, en el carruaje mirando ausente a través de la ventana, las oscuras sombras de la noche.

Pensativa, seguía a ratos la conversación de los hermanos, participando con algún que otro asentimiento en el momento indicado o alguna palabra suelta. La verdad era que su mente se encontraba en el malo presentimiento de la fiesta. Aún seguía desconfiando de haber aceptado asistir, algo olía mal. Lo presentía, y tenia que decírselo a Lissander, quizás él supiera el por que de su nerviosismo y alerta. Pero cada vez que pensaba como decírselo se encontraba entupida. ¿Que le podía decir? “Lissander presiento algo, mis poderes me avisan de que no es bueno que vaya…Algo malo ocurrirá?” Ante aquello Lissander se reiría y le diría que serian los nervios y sus poderes descontrolados, que se calmara, que no pasaría nada, solo era una fiesta. Así que antes aquellas respuestas imaginarias, mejor ni decírselo, ni molestarle con sus presentimientos.

Suspirando, entelando la ventana de cristal, mas pronto de lo esperado llegaron a la fiesta. El carruaje paró, y saliendo primero un elegante Lissander, seguido por su hermana Eris, salió ella la que también tomó el brazo de Lissander, seguidamente sonriéndole, agradeciéndole el gesto. Los jóvenes que salían de sus carruajes, miraron con envidia a Lissander, quien empezó a caminar hacia la gran puerta que nos daría entrada a la alegre fiesta del interior. Ir tomado de dos jóvenes y además bellas, debía de  provocar la envidia de muchos y así parecía ser. Con una sonrisa sin que esta le llegara de verdad a los ojos, sonrió a Eris la que lucía radiante y confiada, por lo contrario de ella, que desconfiada, se agarró más fuerte a Lissander, cautelosa.

La música llenaba todo el ambiente de alegría e invitaba a bailar con solo escuchar la melodía que dentro muchos ya debían de estar bailando en medio la pista. La mansión escandalosamente grande, lucía con todo su esplendor. Los jardines decorados e iluminados, llenos de fuentes y estatuas, parecía ser toda una delicia para recorrer en una mañana fresca. Soltando un poco el agarre de Lissander, intentando no preocuparle dio los pasos que faltaban para adentrarse en la mansión. Y como bien la fiesta prometía, el interior era magnifico, abrumando hasta a una Giselle, que estuvo tentada de huir del bullicio y la riqueza que ostentaba la fiesta. Aquel no era su lugar, ella nunca debía de haber pisado aquel sagrado suelo, pero como las cosas en la vida. Todo sucede por algo y confiando en el juicio de Lissander quien se adentró arrastrándola junto a él dentro la fiesta, con una Eris sonriente a su otro lado, irremediablemente se encontró entrando en ella.



"¿Quién puede bajar los ojos como una mujer? ¿Y quién sabe alzarlos como ella?"

—Soren Kieerkergard.—
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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Vie Nov 01, 2013 4:35 pm


No es la voz que ordena la historia, es el oído.
Italo Calvino


Que bella se veía con aquel vestido de color verde suave, perfecto para el día en que el sol salía y terminaba de destruir el cruel invierno que azotaba parís, estaba muy a gusto al sentir que el frio se iba y volvía el calor. En invierno, ella extraña el otoño y ansiaba la primavera, pues el frio no era una de sus cosas favoritas. Tal vez por estar de tan buen humor fue que acepto aquella extraña invitación que rogaba su asistencia, tenía el cierto deseo de pensar, de imaginar, como niña enamorada, que Teng pudiera colarse en la fiesta para poder encontrarse de nuevo.

Estaba encantada de pode volver a utilizar uno de los vestidos que la señorita Marianne le confecciono hace unos cuantos años, siempre le había tenido cariño y eran sus favoritos para salir a aquellas fiestas que en ocasiones les invitaba, como le hubiese encantado volver a verla después de su coronación, pero la reina estaría muy ocupada, aun así estaba muy orgullosa de su vestido, pues tenía un gran valor sentimental y ahora monetario y hasta histórico por ser uno de los pocos vestidos que Marianne hubiera podido confeccionar antes de su casamiento.

¿Acaso estaba siendo muy soñadora? A lo mejor, pero al menos intentaba ser positiva, algo que le costaba mucho a una persona que veían las cosas como eran y no había opción al cambio, pero esta vez parecía estar un poco más flexible, junto con dos damas de compañía había llegado a la hermosa mansión, que parecía estar completamente adornada para la ocasión, entro sin mucho protocolo, dejando que las dos jovencitas quedaran atrás, mientras sonreían amablemente a la gente.

Echo una mirada furtiva y suspiro al no notar que aquella persona especial, a quien esperaba ver otra vez, no estaba entre los presentes, su atención fue hacia otro lado, las jóvenes parecían estar tratando de que se apresurara a tomar algún asiento o comenzara alguna conversación con algún conocido, pero la cruel realidad era otra, tenía la mente idea y esta comenzaba a divagar mucho.

Al final comenzó a caminar sin rumbo alguno, detallando a las personas que parecían estar interesadas en cualquier buen chisme, para divulgarlo aun mas rápido y lejos de lo que pensarían, las pobres victimas que habrían caído en aquel juego de víboras, que solamente buscaban manchar su alma, más de lo que ya estaban. En esos momentos estaba desanimada, preguntándose porque rayos había aceptado tal propuesta que había llegado a su tienda, tal vez era solamente para distraerse un poco, en el circulo social en el que había nacido y por desgracia ese era el mundo el que conocía


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Mensaje por Ruslana Del Mar Jue Nov 07, 2013 9:43 pm

Siempre le sorprendía recibir invitaciones a elegantes fiestas. No era el hecho de recibirlas, sino que éstas solían venir de personas a las que no conocía. Afortunadamente, su tía era quién se encargaba de seleccionar cuáles eran las de “asistencia obligatoria”. Al parecer, pertenecer a su clase social, venía con la imposición sagrada de exponerse al público. Aunque ella creía que era más un burdo intento de crear enlaces comerciales entre diferentes patriotas, o en algunos casos, matrimonios de conveniencia. De ahí que muchas veces las fiestas familiares tuviesen numerosas invitaciones a lo varones casaderos de la zona acordada. Pero esta vez no tendría a su tía para poder decirle si debía o no ir. Su muerte la había dejado completamente sola, a menos que contase a un vampiro milenario y un hermanastro desconocido como familia.

Sus dedos enguantados se pasearon por el sobre de la invitación, siguiendo con los ojos, la tarjeta que contenía los nombres de los organizadores. Sin embargo, nada acudía a su mente. Ni la más mínima pista que le indicase quiénes eran.

Una distracción primaveral no me vendrá mal - Susurró en el interior de su despacho. Su largo cabello rozaba los pies descalzos que mantenía encima de la silla. Con la barbilla sobre las rodillas, mientras jugueteaba con el sobre intentando decidir qué vestido podría ponerse para la ocasión, parecía más una niña que la mujer que era. ¿ Cuántas decisiones tendría que tomar ahora, que sólo se tenía a ella?. Sin poderlo evitar, sus pensamientos se desviaron al padre que había desaparecido antes de que ella naciera. Había conseguido averiguar que era un joven aventurero, con una sonrisa pícara y, por supuesto, un brujo que adoraba los problemas. Pero no sabía nada más aparte de que podría estar vivo en algún lugar del mundo. Las esperanzas la habían hecho vestirse de hombre para recorrer la noche parisense. Tabernas, teatros, librerías… Su búsqueda había sido infatigable, pero no había conseguido hallar nada. Parecía que el hombre había sido tragado por la tierra.

Un toque fuerte en la puerta, hizo que se sobresaltara en la silla. Löwe, un vampiro milenario vikingo y el primer Del Mar que había existido, se cernió sobre la puerta, haciendo que ésta pareciera imposiblemente pequeña. – El baño te espera. Encontrarás el vestido encima de tu cama. Tienes dos horas para vestirte, Ruslana. – Sus ojos azules le lanzaron una advertencia. Ella se había acostumbrado a aquella mirada, significaba que se jugaba un castigo si no obedecía. Aquel hombre jamás bromeaba.

- Como ordenes, capitán.- Le dijo con una sonrisa, levantándose de la silla con rapidez para ir a la puerta. Cuando él se apartó para dejarla pasar, hizo algo que aún la asustaba, olió su cuello apartando el pelo para poder apreciar mejor la fragancia que sólo él parecía captar.- No hagáis eso.- Le dije con molestia, continuando mi camino en dirección a mi cuarto. – Lo lamento, pequeña mía. Pero me encanta el aroma a salitre, sol y madera, que desprende tu cuerpo. Es algo que siempre ha acompañado a mi descendencia- Casi podía imaginarse la sonrisa orgullosa que debía lucir el vampiro, por la entonación de sus palabras.

Con una carcajada, subió las escaleras y se encaminó a cambiarse. Una fiesta la aguardaba. ¿Quién sabía qué podría aguardarla allí?

Fiesta de los Hoster.

La sacudida que dio el carruaje antes de llegar, hizo que se agarrara al pasamanos que adornaba la pared del vehículo. Casi agradecía a quién quiera que hubiese tenido la magnífica idea de instalarlos allí. De no ser así, ella y los numerosos metros de tela violeta que la cubrían, habrían sido lanzados hacia el otro extremo. Gruñó, colocándose el vestido, mientras un apurado lacayo le abría la puerta del carruaje. Los ojos del hombre quedaron prendados de la joven, sonrojándose de una forma extravagante. Pero ella aún seguía atendiendo a su vestido, rezando porque no se hubiera arrugado antes de que pudiera entrar a la Mansión.

- Merci, Monsieur. – Le dijo al lacayo con una sonrisa brillante, deslizándose por la pequeña escalera como una bailarina. En cuanto sus pies pisaron la tierra mullida por la hierba cuidada que comenzaba el camino hacia la mansión, un nudo de nerviosismos se formó en su estómago. Era la primera vez que acudía sola a un evento como este, por lo que agradecía las numerosas clases de protocolo que había tenido desde sus seis años. Para ella, el ser cortés, elegante y distante, era casi tan natural como respirar. Al fin y al cabo, era lo que debía hacer como joven educada que era.

Sus manos estiraron la tela del vestido y después se encaminó a la Mansión. Durante el largo camino, sus ojos se deleitaron con la belleza del terreno y las emociones de todos aquellos que la rodeaban, invitados que como ella, iban a la fiesta. Era mejor acostumbrarse a los sentimientos de los demás, tomándolos poco a poco, para que al llegar al interior, no se abrumase con ellos. Espero no tener que huir de ella si algo así ocurre, se dijo a sí misma mientras se mordía el labio.



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Mensaje por Brün Rothschild Dom Nov 10, 2013 5:48 pm


La moral es un estado de ánimo. Es la tenacidad, valentía y esperanza. Es la confianza y lealtad. El espíritu de equipo y la determinación.

La fiesta se había envuelto en un aura cálida para los invitados, cuando los anfitriones bajaron, para darle el inicio oficial de tal. Había mucho movimiento en el lugar, gente venía e iba, bailaba, conversaba y reía, algunos estaban pendientes de los cariñosos momentos de la joven pareja, quien se había dedicado a sonreír y Saludar a cada uno de los invitados, que se le acercaban, de manera protocolar. Otros, como los jóvenes, estaban más interesados en buscar la compañía de algún nuevo prospecto, que pudiera alejarlos de su familia y hacerlos más independientes. Había mucha diversidad en aquel baile, pero todos parecían congeniar bien en aquella celebración primaveral.

Algunas personas sensibles, hubieran podido captar algo extraño pasar cerca de ellos, humanos, simples humanos, con una capacidad mayor, pero nunca desarrolladas en su totalidad, así que solamente quedaría como una extraña sensación, que llego a ellos. ¿Qué era todo eso? Eran entes que se movían entre la gente buscando a aquellos elegidos, que ellos mismo habían traído a la fiesta, aunque estos pensaran que había sido una invitación cordial de la pareja.

Una pequeña niña movió el vestido de la señorita Eris, aferrándose a su falda, como si temiera que ella avanzara para estar junto con su hermano, quien parecía no querer dejar sola, en ningún momento a las jóvenes acompañantes — ¿Mama? — la niña miro mejor el rostro de la joven bruja, pero en vez de encontrar alivio, pareció que su mundo de derrumbaba — No, tú no eres mama — Sollozo — La he perdido, he perdido a mama… ¿podría ser tan amable de buscarla junto a mi? — suplico la nena de rizos dorados y mejillas rojitas, enguadada por lagrimas prematuras. ¿Podría negarse a tal situación si ya la pequeña, la arrastraba alejándola de su hermano? La pequeña parecía mirar a todos lados, en busca de su primogénita, comenzaban a alejarse de las personas, de la fiesta y el ruido, hasta llegar a un pasillo que parecía olvidado por los sirvientes, pues ya no se utilizaba, la niña se soltó de Eris, para correr y abrir una vieja puerta, que llevaría a un estudio abandonado.

Por otro lado, la niña había sido imprudente y había hecho pasar a Eris por un lado de alguien conocido quien parecía ser un invitado legítimo, pero entrelazado con la señorita. ¿Se atrevería a seguirla? Eso estaba a su juicio y curiosidad. A Giselle también la habían logrado separar de su trió, pero en este caso por una joven sirviente, que la había provocado cierta distracción entre ellos. — Su acompañante se fue por ese lugar, Madame — advirtió la empleada, de cabello recogido y vestido blanco, como todos los demás empleados. Otro ente realizo una ilusión óptica formando, creando un parentesco, con la espalda del acompañante Arcalucci, con intensiones de que ella fuera de tras de él, para así llevarla, por otro de los viejos y olvidados pasillos de aquella gran mansión, pero que, curiosamente llegaban a la misma habitación, que parecía ser siempre el punto de llegada.

El joven Lissander, había perdido a sus dos jovencitas, un caballero se acerco a él, haciendo una leve reverencia — su hermana se ha sentido mal y ha buscado refugio en una de las habitaciones, que cordialmente hemos dispuesto para ella, sígame y la llevare con ella — y así, sin decir nada mas, el hombre de traje blanco; que indicaba que era un empleado. Se dispuso a seguir el mismo plan que los anteriores. Así mismo, lo llevo al mismo lugar, en donde ya se debían encontrar los demás, pero antes de que pudiera resolver alguna incógnita, el servidor había desaparecido, sin dejar rastro. La bruja Aitziber fue engañada de una forma similar, siendo llamada por una de sus damas de compañía, que la invitaba a seguirla, llegando a ese estudio abandonado y olvidado por los dueños de la mansión.

Y por último, pero no menos importante, la llegada de la señorita Del Mar había sido más directo. Una empleada la había interceptado, con una pequeña sonrisa en sus labios — La estábamos esperando, por favor con discreción sigua esa dirección y abra la ultima puerta a la derecha — indico cordialmente la mujer de blanco, quien realizo una leve reverencia para luego desaparecer entre la gente del lugar.

Ahora todos estaban en el mismo lugar, cinco personas, entrelazadas entre sí, pero desconocidas al fin, unos más desconocidos que otros, todos juntos, en una oficina, llena de libros viejo, llenos de polvo, pergaminos escondidos y algunos tirados en el piso enrollados, todo con su fina capa de polvo, que indicaba que ningún ser humano había estado allí, por mucho tiempo. Había un sofá, cubierto por una tela blanca, para protegerlo del tiempo. Aquella sabana fue quitada con violencia, dejando ver el mueble con un tapiz rojo y decoraciones doradas, las velas olvidadas y algo desgastadas, comenzaron a encenderse una en una, como una ola creciente, que iluminaba el lugar, pronto todo fue aclarado, por las pequeñas llamas, que cobraban fuerzas y resplandecer al ser ya varias, hasta las de la araña, muy arriba, se encendieron y se convirtió en el sol del lugar.

Pronto una figura se comenzaba a formar en aquel asiento, una figura antropomorfa, comenzaba a aparecer con más nitidez, siendo las extremidades, lo primero que se lograba ver en su formación, hasta por fin tener la forma de un viejo, que no había sido perdonado por los años y sus arrugas eran prueba de ellos. Quedo mirando detenidamente a cada uno de ellos, mientras su mandíbula, parecía que no se podría quedar quieta, su cabello canoso, era poco, su cabellera lo había abandonado, al pasar de los años, al igual se su control motriz — Mis Disculpas, por interrumpirlos, pero este es el lugar en donde deben estar — se quedo mirando detenidamente a pasando su mirada desde joven de rasgos asiáticos, a la española hasta a la inglesa, para luego entrecerrar sus ojos pesadamente —trataremos de explicarles todo, para que no quede ninguna duda, en un futuro. — y así el viejo volvió a abrir los ojos, esperando que no fuera demasiado shock para ellos, todo esta aventura.



Giselle, Eris, Lissander, Ashmed, Rulsana & Aitziber
Francia
7:30PM
Primavera






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Mensaje por Eris Arcalucci Dom Nov 17, 2013 9:53 pm

La velada avanzaba normalmente, la gente se saludaba  a sus conocidos y  comentaba trivialidades, así como también uno que otro comentario mal intencionado sobre algún inocente. Las señoritas lucían sus hermosos vestidos  a la espera de que algún noble caballero las sacara a bailar. La menor de los Arcalucci era una de ellas, se sentía ansiosa y emocionada y ni siquiera la paranoia de su hermano y su amiga podrían evitar que ella disfrutara su primer baile, poco importaba que no conociera a nadie y que no tuviera ni idea de quien los había invitado, para preocuparse por eso ya estaban los otros dos.  Esperaba que dado el lugar y la ocasión pudiera conocer a nuevas personas y hacer nuevos amigos, Dios sabe que lo necesitaba, dado que desde que llegaron, no tenía ninguno. Como sus amigos no cuentan los amigos de su hermano y Giselle era prácticamente otra hermana.  Así que necesitaba relacionarse con gente diferente, con la que pudiera hablar de cosas que no fueran magia, hechizos, pociones, medicamentos y pacientes.


Esta seria su oportunidad, lo había planeado desde el momento que llegaron, primero insistiría a su hermano para que  bailara una pieza con ella y luego con Giselle, luego simplemente se alejaría a recorrer un poco el maravilloso salón y esperaba que simplemente las cosas se dieran. Pasado un rato y aun sin oportunidad de poner en marcha su poco trabajado plan, se dedicaba a observar fascinada mientras que ignoraba la conversación entre sus acompañantes de esta noche;  de pronto sintió un peso del lado izquierdo, era una niña de no mas de 10 años que le había confundido con su madre. Le pareció muy extraño, pues a estos eventos no era normal traer niños.  Pero todo eso quedo aun lado al oír el lamento de la pequeña al reconocer que se había equivocado, sintió que se le encogía el corazón y de sus labios broto un suave –Lo siento, linda.-

Esperaba que la pequeña rompieran en llanto, sin embargo  parecía que de algún lado saco fuerzas renovadas para continuar su búsqueda y la arrastró consigo, antes de poder reaccionar y darse cuenta de lo que hacía o a donde iba ya estaba muy lejos de Lissander y era conducida a algún pasillo algo descuidado, lleno de cuadros extraños o de gente que seguramente ya estaba muerta  o muy vieja, el tapiz se caía de a poco y parecía ser el hogar de todas las arañas de París. Intento resistirse y persuadir a la niña de salir de allí y volver al salón repleto de gente –Cariño, no creo que tu madre este aquí. Debe estar en la fiesta, con los demás adultos-  Pero la pequeña la ignoro y se soltó para correr, a pesar de lo incomodo que era su vestimenta, Eris se agarro la pesada falda y corrió tras ella para volver a tomarla de la mano y conducirla al salón. No podía dejar a la niña correr sola por el lugar, podía perderse mas y en una mansión tan grande seria una odisea para su pobre madre encontrarla después.

Se detuvo a respirar con calma frente a la puerta  de madera tallada que abría la niña, quien no parecía ni la mitad de cansada de lo ella estaba. -¿A donde nos trajiste? No creo que tu madre este aquí.- Solo hasta este punto la joven bruja empezó a desconfiar, pero igual decidió  entrar al viejo estudio, lo estudiaba con precaución. “-¡Genial! Lissander me matara  por haberme separado de ellos y de paso lo hará sin que valiera la pena. No logre conocer a nadie más que ese pequeño monstruo que me trajo aquí.  Buena esa Eris-” Su mente trabajaba rápido reprochándose su falta de cuidado y suerte  a la vez que con la vista buscaba algo que le explicara que hacía ella allí, solo habían libros, muebles viejos, polvo   y nada que le diera una idea. Se giro a la puerta y la encontró cerrada sin rastros de la niña, suspiró llena de frustración y se golpeo la frente con la palma de su mano sintiéndose tonta. Entonces se sintió observada y dio una vuelta completa, despacio y observando con cuidado para encontrar esa mirada que sentía sobre sí  -¿Hola, alguien esta aquí? ¿Eres tú, pequeña?- Pero al no recibir respuestas empezó a creer que estaba loca y se preocupo en serio.  

Si evaluaba la situación, tenia que vino a una fiesta donde no conoce a nadie, ni siquiera a quien les invito, desobedeció la orden de su hermano de no alejarse, se perdió en una mansión enorme, llego a un lugar que daba miedo y estaba sola.  Sin duda su noche había tomando una dirección muy diferente a la que ella tenia planeada. Y las sorpresas solo parecían empezar  para la joven Arcalucci. Cuando la puerta se volvió a abrir esta se paralizo a la espera de lo peor, a pesar de poder defenderse sola, no se sentía suficientemente fuerte para derrotar a alguien. El alivio llego a ella cuando diviso esa figura conocida enfundada en un elegante vestido rojo. - Que suerte que eres tú, me había asustado ¿Como me encontraste? ¿Donde esta Liss?-Se sentía verdaderamente aliviada, pensaba que allí acabaría todo y estaba por correr a abrasar a  la otra bruja cuando la sorprendió con la llegado de un tercero a la habitación, este pareció igual de confundido que ella y si se fijaba bien también lo parecía Giselle.

-Lissander, ¿como llegaste aquí?- Todo parecía muy confuso y no entendía que pasaba. Pero de lo que estaba segura es que las precauciones de su hermano y su amiga ahora tenia mas sentido. Luego se sumaron dos mujeres más, desconocidas, por su ropa eran obviamente invitadas del baile al igual que ellos. Observó a cada uno de los presentes con seriedad, incluso a los conocidos, a la espera de que alguno diera una explicación de lo que allí sucedía, estaba a punto de exigir respuestas de manera poco sutil, de ser necesario. Pero en vez de ello, termino por quedarse sorprendida en el momento que las velas empezaron a encenderse solas y el mueble rojo fue descubierto de aquella tela que lo protegía. Alguien estaba utilizando magia en ese lugar y no era ella, y casi podía jurar que tampoco eran aquellos que la acompañaron a ese baile.


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Mensaje por Ashmed Ishbala Lun Nov 18, 2013 11:32 am

¿Cuánto había paseado por aquel gran salón? ¿Minutos? ¿Segundos? Para Ashmed habían sido como largas horas de hipocresía practicada y aburrimiento de su parte frente a todo aquel que lo miraba hasta que la pareja anfitriona había decidido hacer acto de presencia. Hasta ese momento había sido objeto de las miradas inquisitivas de las mujeres, la desaprobación de algunos hombres y el cuchicheo burlesco de ambos ¿Cómo lo sabía? Porque podía oírlos hablar en susurros- “Miserables humanos…” -Pensaba molesto ante el acoso “silencioso”, no porque necesitara aprobación alguna de los reunidos, eso le importaba menos que poco; sino por el hecho de que estos se creyeran tan superiores, como si se encontraran en un nivel de existencia más elevado, como si fueran dioses que pueden juzgar a los mortales. Este pensamiento le provocaba estallar en carcajadas a momentos y golpear unos cuantos rostros en otros pero no sería muy prudente y no deseaba causar una escena desagradable … Nunca se sabía cuándo serían necesarios.

Cuando pudo alcanzar con la vista a la joven pareja suspiró de alivio y comenzó a caminar hacia ellos; solo tenía que alcanzarlos, saludarlos, quizá algún intercambio amistoso de palabras, cumplidos a la mujer del hombre y podría dar por terminar tan sufrida velada y volver al laboratorio a continuar con sus experimentos, aún tenía unos cuantos “especímenes” a los cuales viviseccionar. Sin embargo; esos planes deberían esperar pues apenas había dado unos pasos una niña pasó corriendo frente suyo, arrastrando consigo a alguien, a escasos centímetros de terminar en un aparatoso choque de personas. Ashmed estuvo a punto de perder la calma y hacer a la niña desear que su madre se encontrara cerca para evitar el castigo que este le hubiese impuesto cuando un conocido y que creía olvidado aroma penetró sus fosas nasales, haciendo que en principio la sorpresa invadiera su rostro para dar paso luego a una ligera sonrisa- “La bruja… me pregunto ¿Qué hará aquí?” -Y dejándose llevar por su innata curiosidad comenzó a seguirla tranquilamente, en silencio y muy de cerca.

No tardaron en apartarse del bullicioso grupo, llegando con ellos hasta un siniestro y penumbroso pasillo que por lo que podía apreciar no había recibido la visita de alguien en mucho tiempo. Sonrió cuando las vio correr a ambas y sin mucho esfuerzo las siguió en silencio, la polvorienta alfombra marrón a sus pies era muy útil para ayudar a amortiguar sus ya de por sí sigilosas pisadas hasta que ambas ingresaron a una habitación que curiosamente la niña había abierto. Al llegar a la entrada espió su interior con cuidado, la bruja se encontraba de espaldas en lo que aparentemente era un intento de escudriñar los alrededores por lo que era una buena oportunidad para él de ingresar a la habitación. Para su fortuna era bastante amplia, con amplios estantes de libros rebosantes de tomos antiguos que aunque le interesaban mucho tenía otras prioridades en mente.

Apenas había dado un paso dentro la puerta se cerró en un instante y casi en completo silencio; esto lo sobresaltó un momento, no tenía tiempo que perder así que valiéndose de su sigilo y mayores capacidades físicas dio un salto hacia uno de los estantes, uno que dejaba suficientemente espacio entre el techo y el tope del mobiliario para que Ashmed se pudiera ocultar tranquilamente fuera de la vista de la bruja. Una vez ubicado pudo analizar por su cuenta el lugar en el que se encontraba; la oficina se encontraba muy abandonada y por la amplia capa de polvo podía decir que nadie había leído los libros y pergaminos en mucho tiempo, cosa que él le parecía una falta de respeto ante tal cantidad de escritos. Su atención no tardo en pasar de nuevo a la puerta cuando esta se abrió e ingresaron no una, sino cuatro personas más a la estancia, dos de ellos aparentemente conocidos de la bruja. Si hasta ese momento todo le estaba pareciendo muy extraño, cuando la sábana que cubría el único sofá de la estancia fue retirada con fuerza por una fuerza invisible no pudo sino sentir una mezcla de asombro, curiosidad y susto; casi al instante las numerosas velas esparcidas por la estancia comenzaron a prenderse e iluminar el lugar, hasta las de las de la araña que se encontraba en el medio del techo y solo un poco por debajo de donde se encontraba, amenazando con exponerlo por lo que se acurrucó más en las sombras que producía la luz contra el mueble.

Volvió a asomarse con cuidado al momento que una figura comenzaba a aparecer, sentada en el sofá, hasta adquirir por completo la forma de un hombre de edad avanzada. Por sus facciones y apariencia parecía ser que no era capaz de valerse por sí mismo… sin contar el hecho de que era una ilusión de algún tipo por lo que podía ser completa ficción lo que observaba y no tratarse de la verdadera imagen de una persona- “Trataremos… eso quiere decir que hay más, no solo ese viejo… Parece que la noche acaba de ponerse realmente interesante” -Y una maniática sonrisa se dibujó en sus labios por la excitación que sentía.
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Mensaje por Ragna Dárkova Jue Nov 21, 2013 4:31 pm

Suspiró agobiada de tanta gente alrededor. No era antisocial, todo lo contrario y de haber sido otra situación lo más seguro es que hubiese disfrutado y se hubiera dejado llevar por la música y el ambiente, aceptando más de una mano de los bellos jóvenes que se encontraban en la fiesta. Aún así seguía desconfiada y tomada del brazo de Lissander no podía olvidar sus presentimientos. Observando la sonrisa ilusionada y emocionada de Eris, finalmente simuló ella también lucir una sonrisa en su rostro. No quería estropear aquel día en que Eris se encontraba tan radiante y Lissander también. Ya luego averiguaría que ocurría, porque nadie la engañaba, lo sentía y presentía. No debía de haber entrado siquiera a la mansión, pensó buscando con la mirada el tocador. Al encontrar el tocador, sonrío, allí podría calmarse y pensar con claridad. —Lissander, me voy un momento a retocarme al tocador. —Le avisó girándose a mirarle, y tras su asentimiento y sonreírle, se separó de él encaminándose hacia el tocador.

El tocador estaba lleno de jóvenes, lo que aún produjo que se alterara más. Aprovechó un momento para observar los alrededores, regresando la mirada a Lissander quien le esperaba en el mismo lugar. Se retocó un poco el cabello y tras asegurar que lo tenía como debía de estar, volvió hacia él, plantándose enfrente suyo con una sonrisa. —Están más llenos los tocadores que el salón del baile. —Comentó sonriendo mirándole, para luego buscar con la mirada a Eris. ¿Y Eris?, se preguntó al no verla. Al no encontrarla al lado de su hermano se giró un momento intentando verla entre la multitud. — Lissander y Eris? ¿Sabes donde ha… — No terminó de hablar que una joven sirviente chocó contra ella, provocando que se le cayeran unas copas al suelo. Por suerte vacías de vino o el vestido de Giselle habría sufrido las consecuencias.

Lo siento Madame. Soy una torpe, ruego que me disculpe. — Se disculpó enseguida la joven, agachándose a recoger aquel estropicio que había provocado. Giselle se agachó también a ayudarla —No se disculpe, hay mucha gente en el salón, si no se chocara con nadie, creedme que sería notablemente muy extraño. —La calmó sonriendo terminando de recoger y levantándose de nuevo. —Gracias, os lo agradezco. —Agradeció la sirvienta. Giselle volvió a sonreírle, girándose hacia Lissander encontrándose con que había desaparecido, o quizás había sido ella que se había movido de sitio al ayudar a la sirvienta y él no lo había visto. La sirvienta observando su inquietud, le tocó el brazo y le indicó donde estaba. —Vuestro acompañante se fue por ese lugar, Madame. —dijo indicándole donde Lissander iba desapareciendo.

Giselle enseguida se dispuso a seguirlo entre la multitud, intentando no perderlo de vista. Le llamaba pero entre el gentío de la gente parecía no oírle y seguía caminando, alejándose del salón de baile. ¿Estará buscando a Eris? Se preguntó al verlo desaparecer por un pasillo que parecía estar escondido entre dos estatuas. —¿Liss donde vamos? —Preguntó entrando al pasillo desconfiada, aún así no dejó de seguir a Lissander quien seguía sin contestarle. Cada vez más extrañada camino tras él en aquel pasillo que lentamente se iba haciendo cada vez más y más pequeño. Las paredes de piedra debían de ser antiguas. Tras cinco minutos caminando tras él, avistó al final del pasillo una puerta por donde él desapareció. Acelerando el ritmo corrió hacia la puerta, abriéndola, encontrándose con una gran sala y una voz conocida que la llamó.

Eris! ¿Qué haces aquí? Te andaba buscando… ¿Cómo que donde está Liss? Iba por delante de mí —Dijo frunciendo el ceño, sorprendiéndose cuando de la nada apareció otra puerta y la figura de Liss fue reconocida al acto. — ¿Dónde te habías metido? Te iba siguiendo y… — Se quedó callada al divisar otra entrada y luego otra. Las dos jóvenes vestidas elegantemente, venían de la fiesta como ellos tres. — ¿Sabéis que está pasando? —Preguntó confundida, cuando entendió algo, los cinco de la sala, eran brujos, sentía la magia latir entre ellos y en aquel lugar.

Esto no me gusta, pensó cuando la tela que cubría uno de los muebles de la sala, fue retirada  y las celas encendidas de la nada. Alguien usaba magia y no era ella, ni tampoco los demás. ¿Quién había allí? La habitación parecía haberse quedado en silencio, inconscientemente se movió ligeramente quedando más cerca de Eris, sin dejar de observar aquel escritorio rojo y las velas, cuando una figura empezó a formarse, a tomar consistencia hasta que nítidamente dejó ver a un anciano entrado en años. Giselle le miró detenidamente, coincidiendo con la mirada de aquel ente o fantasma, aún no entendía muy bien que era aquella formación. Acercándose hasta Eris, la tomó del brazo en cuanto empezó a hablarles. Había mucho misterio en su voz, ¿Cómo que era donde debían de estar? Pensó en silencio. ¿Habría sido todo aquello el motivo por el cual no había querido asistir a la fiesta? Ante aquel acontecimiento no pudo más que mirar de nuevo a Lissander y formar con sus labios un “te lo dije” silencioso. Tenían que haberle hecho caso, y no haber asistido. O aquello creía ella.



"¿Quién puede bajar los ojos como una mujer? ¿Y quién sabe alzarlos como ella?"

—Soren Kieerkergard.—
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Mensaje por Lissander C. Arcalucci Dom Nov 24, 2013 2:36 pm


Un dulce vals era tocado por los amos de la música en aquella velada, muchas parejas bailaban el clásico “un, dos, tres, cuatro…” o baile de caja, como también podían decirle, se veía muy bonito aquellas mujeres ser guiadas de las manos de algunos caballeros que con absoluto cuidado le daban giros para denotar la belleza de sus vestidos, y seguían rítmicamente con sus pies el tiempo que marcaba la melodía. Lissander ya había bailado una pieza con cada una de sus acompañantes y estaba sutilmente degustando una copa de vino tinto para descansar, se distrajo por un segundo hilarante en aquella jocosa danza, y ya no se encontraban ni Eris, ni Gisselle, ¿genial, no? Las dos hermosas damas que había traído al baile del cual no tenía un buen presentimiento se le habían perdido entre tanta gente. Sus ojos azules buscaban entre la multitud y pudieron ver a una joven de cabello castaño entrar a lo que parecía ser un tocador, bien, ya había hallado una, pero ¿Y Eris?

Camino un par de pasos al azar, pidiendo permiso, disculpas, haciendo reverencias y saludando, volviendo hacia cualquier lado y nada, no estaba por ningún lado la segunda Arcalucci, le preocupaba, en serio le preocupaba. Por gracia de Dios regresó hasta donde había visto a Gisselle, con la idea en la mente de buscarla juntos, así cubrirían más terreno, pero justo ella había chocado con una mujer de la servidumbre derramando en el suelo los fragmentos de vidrio de un par de copas rotas por el tropiezo de las dos, siempre de torpe la pequeña Blackmelt, le hizo sonreír, porque en casa no era la primera vez que sucedía algo como eso, ya estaba acostumbrado, y lo bonito de resaltar era la pena que seguramente sentía y la forma tan agraciada con que ayudaba a la señorita de la servidumbre, eso daba mucho que conocer la nobleza del corazón suyo, una mujer de clase alta habría culpado a la pobre mujer trabajadora y la habría dejado sola allí. Pero sabía que ella no era así.

Iba a agacharse a recoger fragmentos de vidrio cuando un hombre vestido de blanco le tocó, sus palabras llegaron rápido a sus oídos a pesar del bullicio que predominaba en la habitación, las palabras: “Eris, enferma, habitación” fueron procesadas de inmediato por su cerebro y asintió con seriedad ante tal afirmación. Dio un par de pasos siguiendo al caballero y volteó a ver a Gisselle, pensando por un instante en regresar a decirle lo que el caballero de blanco le había informado, pero, la verdad era que aquel que le guiaría ganaba camino y no podía perderlo, pensó en luego enviar a otro de la servidumbre a buscarla, sí, eso sería lo mejor. Por ello sus pasos apresurados por la preocupación de una posible enfermedad en su hermana menor, le hicieron caminar con toda la velocidad que podía ser permitida entre tanta gente. Iba pensando en que no fue buena idea ir al baile, no lo era, no debía ser buena idea después de todo, ¿Una invitación sorpresa de una familia que no conocía? Eso no debía ser bueno, pero al final fueron, y ahora, Eris resultó afectada por cosas que salían de las manos de cualquiera.

Entre reproches internos llegó a un pasillo que parecía muchísimo más viejo y descuidado de lo normal, cuadros rasgados sin pinturas reconocibles, papel tapiz en el suelo, madera rota, y muchas telarañas polvorientas, ¿De verdad habían dispuesto un cuarto para ella entre tanta mugre? Algo no andaba bien. Se puso alerta y camino con cuidado por aquel pasillo, volteaba de vez en vez hacia la luz que estaba detrás, de donde vino, y luego hacia adelante, el camino oscuro, en donde ya no se encontraba aquel sirviente vestido de blanco guiándole, y donde ahora estaba una puerta. La abrió, y lo siguiente que apareció en su campo visual fue un cuarto muy grande, libreros, y dos damas, que a continuación llamarón su atención al decir su nombre y con voces absolutamente familiares, una sonrisa de alivio surcó su faz, corriendo casi de inmediato a su encuentro para abrazarlas a las dos. - Un hombre me dijo que viniera, que estabas enferma, ¿Estás bien? - Le decía a Eris, visualizando su cuerpo de arriba abajo buscando alguna diferencia, se veía bien a simple vista, ¿Todo fue un engaño? - ¿Tu estas bien Gisselle? Después de dejarte con la servidumbre vine por Eris, y ahora estás aquí… - Todo era muy confuso, ¿Cómo llegó ella primero si él comenzó a caminar primero? ¿Qué pasaba allí?

Luego llegaron dos señoritas más que observo con una seria expresión facial, su desconfianza estaba activa al máximo, su percepción del aura estaba activa, y rápidamente se dispondría a analizarlas, aquellas dos no eran más que dos humanas como él, pero no dos humanas peculiares, algo en sus auras era diferente, más no sabía qué cosa con exactitud, pero no las perdería de vista. Su cabeza se giró rápidamente hacia el norte de la habitación, una tela que recubría un mueble fue retirada por una mano invisible, las velas se encendieron y una figura amorfa fue tomando forma. - Creo que ya lo descubriremos, Gisselle. Estén preparadas. - Se colocó delante de ellas sobreprotectoramente, mirando seriamente al anciano que apareció sentado, el ceño fruncido, la línea horizontal en sus labios y aquel cuerpo tensado solo denotaban lo preparado que estaba, porque ya se había percatado de que aquel viejo eran un espíritu, no poseía aura, no tenía vida, y si “allí es donde debían estar”, entonces solo debían entender una cosa: El verdadero baile, estaba por comenzar.


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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Sáb Dic 07, 2013 11:15 pm

“La mediocridad para algunos es normal, la locura es poder ver más allá.”
— Charly García


Todo se movía de una forma común, no había algo que podría diferenciar esa fiesta de muchas otras, poco a poco la bruja comenzaba a sentir aquella sensación de arrepentimiento, que invadía su cuerpo, haciendo que su energía fuera pesada, negativa. Estaba molesta, triste, muchos sentimientos juntos que no lograba controlar, no podría gritar, hastiarse e irse corriendo, pues no habría ningún príncipe azul que llegara a rescatarla para que aquella velada fuera diferente, los colores cambiarían totalmente, pero no, no era así y tristemente dejaba que aquellas ilusiones se fueran, dejando que la realidad estuviera presente, dejando todo aquel sueño como un recuerdo, comenzaba a sentir que era muy difícil vivir a bases de sueños, debía comenzar a aceptar la realidad.

¿Cuándo había quedado sola? Por eso no le gustaba las multitudes, frunció el ceño, caminando sin rumbo alguno, sus pies solamente se movían por el lugar, hasta que encontró un rostro conocido, Daria, como se llamaba una de sus damas, parecía estar llamándola, la bruja frunció el ceño un poco extrañada. ¿Acaso algo malo pasaba? Apresuro el paso, todo lo que pudo con ese pomposo vestido, el cual le hacía ser torpe, aun así, se las arreglo, sujetándolo firmemente con sus pálidas manitos. Daria había desaparecido, cuando un hombre se atravesó en su visión, parecía hacer una sombra que llegaba a visualizar, entrando a una habitación.

Los tacones de Aitziber resonaron en aquel solitario pasillo, mientras se acercaba cada vez más a la puerta, la cual abrió lentamente, esta dejo salir un leve chirrido, que hizo que sus hombros se alzaran y ella se volviera chiquita, más de lo que era — ¿Daria? — susurro, pero no la encontró, pero no estaba sola, habían, uno, dos, tres… personas en ese lugar — oh! Lo siento — dijo apenada, sintiendo que había interrumpido alguna reunión entre amigos íntimos, ya que el joven miro con un extraño semblante, de pocos amigos, igual que lo ponía ella, en unos segundos después, cuando concentro su interés en la extraña presencia que se sentía en ese lugar.

Pronto llego una última persona y todo tuvo menos sentido, eran cinco. ¿Qué se necesitaba cinco personas desconocidas en ese lugar? Aunque al parecer tres de ellos se conocían o eso parecía. El cuerpo de la bruja se exalto, cuando una potente energía comenzaba a concentrarse en uno de los viejos sillones y la iluminación se había vuelto mejor, movió su cabeza de un lado a otro, detallando las miradas de los otros, esperaba no ser la única que estuviera desconcertada, al parecer todos sentían lo que ella, eso quería decir que su sensibilidad era lo suficientemente buena, brujo, bueno, naturales.

El espectro se volvió más corpóreo, parecía que estaba esperando a cada uno de ellos, Aitziber frunció el ceño con cierto desconcierto y desconfianza, aunque la energía del ente se sentía mejor que la de ella. — ¿Trataremos? — Susurro un poco bajo, cruzando sus brazos — ¿Confusiones? Creo que esa ya las hay — se mordió su labio inferior, era mejor dejar de ser tan agresiva y dejar que este hablara con tranquilidad a lo mejor se sacaría algo bueno en todo esto.


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Mensaje por Ruslana Del Mar Jue Feb 20, 2014 9:12 pm


“Y ahora viene lo más difícil...Casi me alegro de tu llegada. Yo hago lo posible por conservar el buen sentido, pero en este país de brujas y consejeras no es fácil.”


Siguió el camino que le indicó la sirvienta, pensando que era bastante extraño que los dueños de aquella Mansión hubiesen elegido tal color para su vestimenta. El blanco era un tono demasiado complicado para aquellos que se dedicaban a las tareas de servir comida, limpiar e incluso cocinar. Era muy sencillo manchar la tela y que se arruinase para siempre. Además, con el tiempo el color solía mermar a un color más amarillento. Un sirviente mal vestido o con un uniforme que gritase falta de renovación, podría llegar a arruinar la reputación de una familia Su tía siempre había gritado a sus sirvientes para que jamás se atreviesen a mostrar ni la más mínima manchas en sus ropas. Era cruel que ella pensase eso de su tía, más cuando ni siquiera había llorado por ella, pero su crueldad en los últimos momentos de su existencia le recordaban que no debía sentir lástima por aquella mujer.


Abrió la puerta que le habían indicado y entró con paso seguro, mirando a todos los que se encontraban en el interior. Caminó hasta el grupo y miró con curiosidad e intriga todo lo que la rodeaba. El estado en que se encontraban todos los muebles de aquella habitación la preocupó. Había tanto polvo que podría jurar que esa área de la Mansión no había sido atendida por los sirvientes en mucho, mucho tiempo. ¿Qué ocurría allí?

¿ Quién...?- La pregunta quedó atrapada en su garganta cuando la habitación comenzó a llenarse de una energía tal, que todo su cuerpo reaccionó y durante unos segundos sus ojos brillaron con el poder de su familia. Un brillo azul iridiscente propio del fundador de los Del Mar, que en muy pocas ocasiones se podía vislumbrar en ella. No a menos que estuviese muy enfadada o hubiese desatado todo su poder. Pero en aquel caso, era más una reacción de reconocimiento a la gran energía que se mezclaba en un sólo lugar. El mismo lugar en el que apareció una figura humana. Un hombre de edad avanzada que desconocía, pero que la hizo poner alerta.

Sus ojos se centraron en la mujer que hablaba. Todos los sentimientos de aquellos brujos estaban comenzando a abrumarla, hacía tanto tiempo que no estaba rodeada de personas, que sin poder evitarlo tomó el control de los sentimientos de la sala. Tiró de ellos, dejando que la tranquilidad se adueñara de cada uno para que no ocurriera nada extraño. Mucho menos cuando estaba rodeada de brujos poderosos que no conocía.

Cuando se aseguró que todos estaban calmados, miró al anciano y le dio una pequeña sonrisa. - Monsieur, es más que evidente que nos ha sorprendido a todos. Pero como ha expresado la señorita ...- Miró a la mujer asiática y se sonrojó al darse cuenta que no la conocía. Ni siquiera tenía una pista de cómo se llamaba.- Discúlpeme, pero no sé su nombre.- Susurró y después miró al hombre aún mostrando parte de su rubor por su estupidez.

- Como ella ha dicho, creo que ha habido un malentendido. No conozco a nadie en esta habitación. Lo más probable es que se haya equivocado de personas. - Frunció sus labios y analizó los sentimientos del viejo, centrándose en él para saber si lo que dijese después fuese alguna mentira. Era difícil conseguir engañarla, cuando alguien sabe si su interlocutor es sincero o no, hay muy pocas opciones de que ella no sepa si miente. - Lo importante es, ¿quién es usted y por qué ha aparecido de esa forma?. No creo que ignore la existencia de personas que verían tal actuación como fruto de la brujería y por ende, del demonio. O es una acción provocada por alguien muy estúpido, o de veras está usted desesperado.- Concluyó sin darse cuenta de que había demostrado que era algo más que esa baga fachada de niña buena y amable que siempre mostraba. Maldita sea, voy a tener que callarme más a menudo, se reprendió mentalmente mirando al hombre como si no hubiese pasado nada.



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