My Piece of Heaven. [Privado +18]

El atardecer apenas había llegado y Volk despertó casi de golpe, quedando sentado sobre la cama de la habitación que había rentado para la noche. ¿Qué había ocurrido para que despertase así? Recuerdos del pasado, una época tormentosa en su vida que repercutía con cada vez más fuerza. Estaba cerca de aquel lugar donde había sido transformado en lo que era ahora, por lo que no era nada para extrañarse pero si algo que le hacía recordar lo débil que seguía siendo. Aquello lo desanimaba, pero no era motivo suficiente como para no seguir firme a su causa. ¿Qué lo había traído de vuelta a su país natal? Solo su trabajo era capaz de aquello por ahora.

Sin embargo, no había venido precisamente para trabajar. El trabajo ya había sido terminado en España hace ya algunas semanas. La razón de su visita era el pago por un trabajo bien realizado. Había trabajado ya por un tiempo para un burgués que siempre hacía lo mismo. Se retrasaba a la hora de pagar y eso era algo que Volk no perdonaba. No solo eso sino el estilo de vida que llevaba su cliente y la apariencia de cerdo que tenía lo hacía enfadar bastante cada vez que recordaba al sujeto.

(…)

Ya había oscurecido y la gente se acumulaba frente al burdel. Atónitas ante la escena que veían. Si bien la gente que concurría el lugar era gente que no conocía la palabra abnegación, tampoco conocían del todo la palabra violencia. Gente adinerada que visitaba el bajo mundo de Francia para satisfacer sus deseos reprimidos por la moral de la época en que vivían.

– Volk, por favor. No es necesario armar tal escena en público. Entiende que hasta gente como yo necesita tiempo para pagar sus deudas. Tu no eres un asesino de esos, ¿sabes el problema en el que te meterás si presionas el gatillo? – Dijo el hombre que aparentaba estar sobre sus cincuenta años con voz temerosa y tartamudeando.

La mirada de Volk seguía penetrante, sería y fija en los ojos de su victima. No pretendía retroceder así de fácil y no le importaba ganarse más razones para volver a alejarse de París lo más pronto posible. –  Una flecha es todo lo que necesito. – Amenazó con voz calmada, pero con la determinación de un asesino en su mirada. Levantó la ballesta con su mano izquierda, la única que la sujetaba, unos centímetros para apuntar mejor al cerebro del temeroso hombre.

El cliente retrocedió unos pasos ante la amenaza y el miedo se podía sentir en el ambiente, algo que solo hacía enfurecer más a Volk. – Por favor... Dame hasta mañana, te pagaré... – Volvió a decir derramando una gota de sudor tras otra, preso del miedo. – ¡Con creces! Puedes pasar una noche en este burdel con cuantas mujeres quieras, todo gratis y mañana recibirás tu sueldo, tienes mi palabra.

(…)

Todo volvió a la normalidad una vez que Volk aceptó el trato y se marchó a una de las habitaciones privadas mientras esperaba a la cortesana que le haría compañía por la noche. ¿Qué lo había hecho cambiar de parecer? Simple; todos esos años que había pasado durmiendo solo. Quería tener a alguien que al menos por una noche le hiciera olvidar aquel mal trago que estaba bebiendo desde que conoció aquel sujeto.

Escondió su ballesta bajo la cama y se sumió en la oscuridad sentado en una silla. Tarea no muy difícil ya que la habitación a esas horas de la noche era iluminada tenuemente apenas por una sola vela. Y ahí estaba con una mirada ya más relajada, pero sumido en sus recuerdos de aquella noche en la que fue transformado. Una mezcla entre nostalgia, cansancio y determinación se dibujaba en su rostro mientras la oscuridad y su vestimenta lo camuflaban con la penumbra. En esos momentos vestía como acostumbraba para ir de viaje, chaqueta de cuero negro sobre una camiseta del mismo color, pantalones del mismo color y material que la chaqueta y botas de militar. Algo que también llamaba la atención para la época pero la apariencia era algo que siempre había sido de poca importancia para Volk.

¿Que sería de aquella noche? No lo sabía y tampoco pensaba mucho en ello. Una ventaja para la compañera de Volk, puesto que no iba a mostrar la típica faceta de aquel quien solo quiere estar consigo mismo y nunca responde lo que el resto espera. Así es Volk. Cuando la gente tiene más oportunidad de acercarse a él es cuando más solo quiere estar y lo esta, al menos hasta que la posible afortunada cortesana llegase.

Podía dibujarse aquella escena como algo irónico. La primera vez que un hombre iba a pasar la noche con una mujer y era lo menos que le preocupaba. A tal punto llegaba la soledad de Volk debido a su trabajo, naturaleza y ambición por acabar con la maldición que acecha a quienes portan el apellido Temen. Debía hacerse más fuerte, era lo único que pensaba, pero  hasta un hombre con la determinación de Volk necesitaba compañía de vez en cuanto.

Se acercaba la noche y con ella los clientes. Hombres (y alguna mujer) con necesidades que cubrir. Hacía tiempo que Vanesa se decía a sí misma que cumplía un servicio, un bien social. Yacer junto a una mujer es un placer, ¿no? Uno de los mayores placeres imaginables. Un placer tan bueno como un pan recién hecho, todavía calentito. ¿Y si alguien tiene hambre? ¿No debe de haber un panadero capaz de acabar con sus necesidades? ¿Y si hay alguien que no yace con una mujer? ¿No puede haber una cortesana para satisfacerle?

Eso se repetía a sí misma Vanesa mientras se terminaba de retocar delante del espejo. La catalana adoraba su trabajo. La mera idea de saber que aquella noche se acostaría con uno, dos o tres hombres la excitaba. Ya notaba el mismo calor familiar en el bajo vientre y un cosquilleo en los pezones y la espalda. Se preguntaba qué tipo de hombres la cortejarían aquella noche. ¿Qué querrían hacerle? ¿Habría alguno capaz de satisfacerla plenamente? Su corazón se aceleraba mientras imaginaba escenas a cada cuál más placentera.

Terminó de mirarse en el espejo, se sonrió a sí misma y se puso en pie. Llevaba el pelo suelto y un poco de maquillaje en el rostro para darle un poco más de color. Aquella noche sólo vestía con una falda larga y un corsé suelto, dejándole los hombres despejados y el pecho comprimido, resaltándolo un poco más. En un trabajo como aquél cuanta menos ropa llevara encima mejor.

Cuando salió del cuarto que las chicas usaban para terminar de arreglarse se encontró casi de frente con uno de los hombres del jefe. Al parecer había un problema con un cliente y le iban a pagar en carne. Concretamente con la carne de Vanesa. La prostituta sonrió coquetamente al mensajero y se puso en marcha. Después de tantos años ya sabía qué es lo que tenía que hacer.

[…]


Llamó a la puerta con delicadeza, aunque no esperó a que le dijeran nada para abrirla y entrar. La habitación estaba prácticamente a oscuras, iluminada por una solitaria vela.

-Buenas noches mi señor-dijo con dulzura mientras se adentraba en la sala-. Me llamo Vanesa, me han pedido que le atienda ésta noche-su francés era bastante correcto, pero a pesar de los años seguía arrastrando el mismo acento español-.  Puede contar conmigo para cumplir todos sus deseos, mi señor. Seré su más sumisa sierva…

Casi se tropezó con la silla, pero lo peor fue el susto que se dio al darse cuenta de que su cliente estaba allí sentado. Después del respingo se recompuso y le colocó una mano con delicadeza en el hombro.

-¿Puedo saber vuestro hombre, mi señor?-se agachó y se acercó un poco más a lo que suponía que era la cabeza del cliente. Olía a sudor, a fuerza y fiereza. Olía a hombre-. O no lo digáis si no queréis-le susurró-. Lo que pase en ésta habitación se queda en ésta habitación.

Sintió que alguien llamó a la puerta, pero no se movió de su lugar. Podía sentir el olor de Vanesa aún más fuerte una vez que entró en la habitación y pudo recordar entonces porque estaba ahí en primer lugar. Sintió el tropezón de la cortesana mientras intentaba salir del ánimo en que estaba antes de su llegada. Calmándose un poco más, la miro sonriendo muy levemente. Se tomo unos segundos para observar el rostro de la persona que le hablaba. Se sintió algo incomodo en parte por como usaba sus palabras ya que no acostumbraba a ser tratado así.

Lo que si no pudo evitar fue sentir su libido crecer un poco, tanto por la cercanía por lo que había dicho. Aunque algo en ella no le agradaba del todo o más bien algo en él. Así es, Volk era un ser libre y como tal tampoco le gustaban los esclavos, el que la cortesana se hubiese presentado como tal lo sacaba un poco de sus casillas.

No reflexionó mucho y se levantó sin mirar mucho a la mujer, lo usual en él. Luego se encamino hasta un borde de la cama en el cual se sentó y quedo contemplando a la otra persona que ocupaba ahora el cuarto. – Me llamo, Volk. – Dijo con voz seca y tono serio, aunque en esos momentos no se mostraba hostil pero era algo notable solo para gente muy sensible. Suspiró y levantó la mirada al techo. – Dudo mucho que puedas cumplir todos mis deseos, tampoco anhelo una esclava – Habló nuevamente de la misma forma, pero al pensar en sus dedos no pudo borrar la determinación en su mirada. Algo que esperaba no asustará a la mujer. –  Aunque al menos por esta noche, tu compañía será suficiente – Se pudo escuchar esta vez con un tono algo más amigable. Cualquiera que conociera a Volk lo diría, estaba bajando la guardia y mucho.

Quedo algo pensativo mientras bajaba su mirada para ver a los ojos de Vanesa. Algo le inquietaba, quizás la poca información que tenía al respecto del trabajo de una cortesana. Sabía lo que hacían y como funcionaban, pero todo el sistema detrás era algo totalmente nuevo para él. Por unos segundos supuso que la mujer podría correr peligro si no se acostaba con él, aunque tampoco le gustaba la idea de que se viera obligada. – Vale, si todo se queda en esta habitación. Seré directo, no estas obligada a hacer lo que yo quiera solo porque soy tu cliente – Dijo directo y seguro, pero su tono de voz se noto algo desconfiado después – Además... No tengo experiencia en ya sabes... Por lo que, si quieres ser quien tenga el control del asunto tienes todos los permisos –

¿Quién era ese Volk? Ni él mismo se podía creer lo cohibido que estaba por dentro. Nunca dejaba a nadie estar por encima de él, pero así era la cosa. Era su primera vez y no se sentiría bien consigo mismo si ponía a la mujer en peligro por actuar como normalmente lo haría. No sabía tampoco que esa no era manera de tratar a con quien se iba a acostar, pero siendo honestos, Volk hace mucho olvidó lo que era que la gente te tratase bien. El mundo en el que él vivía era muy distinto al que se estaba metiendo y lo estaba haciendo con una posible veterana. Razones tenía para sentirse ligeramente avergonzado después de quizás cuantos años.

Los ojos de Vanesa se fueron habituando poco a poco a una oscuridad que era combatida a duras penas por una triste vela. Y empezó a ver detalles del hombre que tenía frente a ella. Era grande. Alto y ancho de hombros, de brazos fuerte. Seguramente podría levantar a la propia Vanesa en volandas sin esfuerzo. Además olía a cuero, a metal y a… bueno, a lo que fuera que oliese no era a ciudad. ¿El campo? ¿Era quizá algún tipo de granjero?

De por allí no era, eso seguro. La meretriz llevaba el suficiente tiempo en París como para distinguir los nombres franceses y apostaría hasta el último penique de sus ahorros en que “Volk” no era un nombre muy parisino.

-Tranquilo Volk-le dijo mientras andaba hacia la cama-. No soy la esclava de nadie, simplemente se me da bien mi trabajo. De hecho me encanta…-sonrió-. Me pagan por hacer algo que me encanta. Ojalá todas las mujeres pudieran decir lo mismo.

Se sentó en la cama junto al cliente y le colocó la mano con delicadeza sobre la rodilla. El tono era agradable y conciliador, casi cariñoso. Y la voz poco menos que un susurro, por lo que pegó su rostro al del hombre para que pudiera oírla.

-Tampoco importa que seas… inexperto-lo besó en el rostro con delicadeza-. Te enseñaré todo lo que quieras cariño…-lo besó en los labios a la vez que subía poco a poco la mano de la rodilla a la entrepierna. Y cuando llegó a su destino empezó a acariciar el bulto que había allí abajo-. Y cuando quieras volver te estaré esperando para enseñarte más cosas…

Lo besó otra vez en los labios, ésta vez metiéndole la lengua y buscando la de él.

Aquello era divertido. Rarísimo, pero muy divertido. Vanesa había tenía que desvirgar a algunos chicos, claro. Adolescentes imberbes que no podían controlarse y que ni siquiera sabían en qué agujero tenían que meterla. Pero nunca se había topado con un hombre hecho y derecho que quería ser desvirgado por ella. Aunque por algún motivo que desconocía aquello le producía una sensación de cariño poco familiar para ella.

-¿Por qué no te desnudas y te tumbas en la cama? Creo que los pantalones te empiezan a sobrar…-al decirlo dejó de acariciar el bulto de Volk, que para aquél entonces había crecido exponencialmente-. Déjame a mí, seguro que consigo que pases un buen rato y vengas a ver a la buena de Vanesa todas las noches…[/color]

Lo cierto era que Volk hace mucho tiempo se podía decir que no encajaba en ningún lugar, ni si quiera entre los actuales portadores de su apellido. Además, su trabajo lo hacía moverse bastante de país en país y al juzgar por el acento de Vanesa podía asegurar casi sin temor a equivocarse que era Española. Hecho que era de poca importancia para el hombre lobo, aunque lo que venía como respuesta a sus palabras era algo que nunca se habría imaginado. Posiblemente razones para volver al país natal del cual tanto gustaba alejarse; Francia.

Los sentidos de un licántropo eran suficientes para escuchar las palabras de la cortesana en cualquier lugar de la habitación, por muy bajo que fuera su tono. Se sorprendió bastante por la situación en la que se había metido, no era algo inesperado del todo pero aquella mujer no dejaba de sorprender y había algo más que si bien había sentido un par de veces tal vez ahora lo sentía más fuerte que nunca. Aquel tono, notaba cierto consuelo en la mujer que estaba sentada al lado suyo.

Su libido comenzó a crecer en el momento que sus rostros se encontraron frente a frente, pero no era nada como cuando se encontraba con un fiero rival, mas bien... No sabía muy bien como describirlo, era algo excitante sin duda. Sin previo aviso sintió los labios de la mujer en su rostro y luego una mano suave sobre su miembro. El corazón comenzó a latir a un ritmo que no había sentido antes en cuanto los labios de ambos se juntaron. Nada para menos, era la primera vez también que una mujer se atrevía a estar tan cerca de él y este no quería apartarla de su lado. Quería responder a sus palabras, pero no se sentía capaz de hacer sonido alguno. Y casi de súbito, sintió la lengua de Vanesa buscando la suya.  

Los ojos de Volk se cerraron mientras dejaba que Vanesa hacía lo suyo con la experiencia que decía tener. Sentía por dentro que la bestia se reía de él por la falta de experiencia. Seguramente la bestia ya había probado aquello en tantas noches de luna llena, pero para Volk era la primera vez que le tocaba probar todo aquello. ¿Su compañía le era suficiente? Que iluso había sido. De haber sabido que las cosas tomarían aquel curso seguramente habría sido él quien tomara el control de la situación.

El falo preso de la abnegación solo hasta esa noche del licántropo ya había crecido como nunca lo había hecho y el corazón de Volk no paraba de latir con la misma intensidad al terminar su primer beso, quería más de aquella mujer, eso no lo iba a negar.

Desconcertado como estaba Volk por todo aquello, no podía negar las palabras de la mujer que quería desvirgarlo. Incluso de haber sido aquello una orden, Volk habría hecho lo mismo, asentir con la cabeza y comenzar a desnudarse de a poco. Lo primero que se quito fue la chaqueta y la camiseta, una vez tumbado en la cama como Vanesa le quería comenzó a quitarse los pantalones para quedar pronto desnudo para ella.

¿Ir a verla todas las noches? Aquello le parecía más una orden que él mismo se había dado a excepción de una sola noche. – ¿Estas segura de querer esto? – Dijo con algo de esfuerzo, tratando de hacer que su voz sonará firme. En el fondo parte de él sabía que había sido una pregunta en vana y a pesar de que él si quería seguir le habría gustado compartir un poco más con ella antes de.

No podía pensar con claridad en ese entonces como para decir más, lo único que podía hacer era entregarse a ella si así lo querían ambos. Volk solo podía estar seguro de una cosa, de tener que marcharse por la mañana le sería algo bastante difícil. No le gustaba atarse a la gente ni lugares, pero por primera vez sentía que era distinto y se podía ver en el deseo que había en la mirada del licántropo, ahora perdida en los ojos de la mujer que sería la primera.

¡Pero qué tierno era aquél chico! Aunque intentara disimularlo Vanesa sabía (o eso creía intuir después de tantos años ganándose la vida en el noble arte de abrirse de piernas) que el chico estaba realmente nervioso. A pesar de ser grande y fuerte como un toro. A pesar de haber sido capaz de asustar a su jefe. A pesar de que nadie tendría las pocas luces de meterse con él por temor a acabar hecho trizas.

A pesar de todo eso frente a ella había un chaval asustado. Oh, sí, Volk era un chaval. ¿Qué edad debía de tener? ¿Veinte? ¿Veintidós años? La cortesana ya estaba bordeando esa desagradable cifra que es la treintena. Con aquellos años muchas mujeres estarían casadas y habrían tenido hijos.  Una vida que le fue arrebatada con su hijo…

Pero aquello era el pasado. Tenía que vivir el presente. Tenía que atender al pobre Volk. Y tenía que dedicarle especial cariño a esa parte del cliente que tan recto y erguido se había puesto.

-Vaya…-sonrió picarona mientras se mordía el labio-. Es una pena que otras mujeres no hayan tenido ocasión de gozar contigo antes cariño. Creo que me lo pasaré especialmente bien…

Mientras hablaba llevó las manos a su espalda, tiró de algunas cuerdas con precisión y el corsé cayó al suelo, quedando sus pechos al descubierto. Ya estaban algo caídos por la edad, pero todavía tenían la suficiente firmeza y encanto para resultar atractivos. Además, sus pezones se habían puesto duros ante la inmediatez de lo que estaba por venir.

La falta de ropa también reveló (aunque no demasiado porque estaban a oscuras) algunas cicatrices viejas de cortes y quemaduras, así como marcas de golpes recientes. El regalo de un cliente especialmente atento la noche anterior.

-Por supuesto que sí mi amor…-Vanesa terminó de desnudarse y se sentó en la cama junto a Volk-.Siempre serás bienvenido con esto que tienes entre las piernas…

Y dicho aquello lo volvió a besar en los labios. Luego en el rostro. Y en el cuello. Su boca recorrió la poderosa fisonomía del hombre, deteniéndose en su vientre y ombligo. Mientras prestaba atención a la zona con la boca sus manos bajaron un poco más y empezaron a estimular el mango de la espada. Arriba y abajo. Con delicadeza y suavidad. Era una mera caricia, aunque poco a poco fue aumentando el ritmo.

-Cariño, escucha-susurró-. Si te viene una urgencia no te contengas eh. Tú deja que tu cuerpo reaccione solo…

Y tras decir aquello empezó a besar el falo de Volk. Besos esporádicos en el tallo y el capuchón. Luego sacó la lengua a pasear y lo recorrió de principio a final. Lo envolvió por completo, llenándolo de saliva. Acarició y besó el glande. Y por último se lo metió en la boca. Cada vez más profundo hasta rozar la campanilla. Y cuando notaba que no podía meterlo más lo sacaba y volvía a empezar.

Y conforme iba acelerando el ritmo de la felación el fuego interno de Vanesa se encendía. A aquellas alturas su propia intimidad estaba algo más que mojada y sus pezones podrían haber cortado el cristal. Le encantaba el olor y el sabor. Y por Dios, que a Volk no se le ocurriera correrse fuera de su boca. Oh por Dios que no.

Cuarenta años habían tenido que pasar para llegar a eso. De haber sabido Volk lo mucho que disfrutaría con Vanesa luego, habrían altas posibilidades de que no hubiese llegado a ella virgen. Sin embargo, vivió en la abnegación y ahí estaba ahora. Y mientras la esperaba tumbado ahí en la cama, ella volvió a hablar. No pudo evitar sonrojarse cuando escuchó lo último que dijo. Aunque lo cierto era que no había mujer en el pasado en la que podía pensar y por ahora solo había una en su mente. Iba a responder algo a eso, pero entonces la cortesana comenzó a desnudarse y no pudo hacer nada más que tragar saliva y contemplar aquel cuerpo, algo golpeado por la edad pero que no dejaba atrás su atractivo.

Volk pudo apreciar que aquel cuerpo no solo había sido golpeado por la edad. Podía reconocer aunque no en su totalidad las marcas que habían quedado en ella de historias pasadas. Al ver esto Volk pudo sentir algo de compasión por Vanesa, aunque aquel sentimiento estaba apenas mezclado con la excitación del momento. No era que fuese la primera vez que Volk viese a una mujer desnuda, pero la situación en la que se encontraba era totalmente distinta a todo lo que había visto.

¿Miedo en Volk? Si, probablemente las palabras de su compañera le causaban algo de miedo. Ser siempre bienvenido, era una atadura de la cual Volk no podía ni quería liberarse. No pensaba en eso entonces, pero era algo que seguro pensaría en cuanto sus ojos ya no pudieran contemplar a la mujer que más deseaba en esos momentos.

Hizo ademan de querer responder algo, pero justo ahí fue cuando los labios de ella besaron los suyos. Aquello sin duda era lo único que podía acabar con la determinación de Volk, aunque ya lo había conseguido con el primer beso. Una mujer sumisa, hacía que Volk estuviera a su total voluntad. Algo indudablemente memorable para Volk, ser que ni si quiera obedecía las ordenes de sus clientes más prestigiados y que siempre hacía las cosas a su manera. Ahora no podía hacer nada más que dejarse llevar.

Aquellos labios si sabían que hacer además de formar palabras, Volk comenzó a estremecerse desde que los sintió en su cuello y volvió a hacerlo cuando los sintió en su vientre. Lo que venía después, era algo totalmente nuevo para él. No pudo entender las palabras de Vanesa, pero conforme siguió con la masturbación con su boca, Volk supuso que sabía a lo que se refería.

La excitación antes de la masturbación ya era demasiada, pero la experta cortesana sabía como hacer que esta creciera a tal punto que apenas podía contenerse. Volk quería disfrutar más de aquel momento, su mente estaba completamente nublada y no podía hacer nada más que aferrarse a las sábanas. Empero aquello no podía seguir durando mucho gracias a la poca experiencia. – ¡Vanesa! – Fue entonces que escuchó a la bestia hablarle en su mente “Tomale la cabeza cuando salga y no la sueltes, le gustará...” Dijo y gracias a los sumiso que estaba Volk, no pudo hacer otra cosa que correrse y obedecer.

Las manos de Volk solo soltaron la cabeza de la cortesana cuando soltó todo como ella lo quería. Cuando aquello acabó Volk recostó su cabeza en la almohada, aunque su miembro estaba aún levantado, su respiración estaba algo cortada. – Lo siento... – Dijo, aunque no era del todo por lo que había dicho, sino más bien por haberse dejado influenciar por la bestia cuando el estaba bajo control. La vergüenza se dibujo un poco en el rostro suyo, pero no era por el hecho de que su primera mujer haya sido una cortesana, tampoco podía explicarle que era un hombre-lobo así como así. Solo esperaba no haber arruinado el momento, pues su cuerpo y él querían más de ella.

Vanesa fue notando esos pequeños indicios que precedían al orgasmo de un hombre. La respiración cada vez más rápida y fuerte. El temblor en la pelvis. Los movimientos esporádicos e incontrolables de manos y pies. Esos gemidos guturales tan graciosos y, por supuesto, oír pronunciar su propio nombre.

Lo que no se esperó fueron las manos grandes y fuertes de Volk en su cabeza, empujándola con fuerza hacia abajo justo cuando el hombre se corría. Le encantó.

-¡Hmpf!-exclamó presa de la sorpresa.

La simiente de Volk llenó su garganta. El olor era fuertísimo y lo inundaba todo. Cuando su primerizo cliente le soltó la cabeza Vanesa  se irguió cuan larga era, abrió la boca y le enseñó el contenido al muchacho. Lo miró a los ojos con la lascivia y la lujuria pintados en ellos, sonrió y se lo tragó. Luego se relamió los labios, saboreando un último hilillo que casi se escapaba.

-No pidas perdón mi amor. Ha sido delicioso…-Vanesa se levantó de la cama y fue hasta una tinaja con agua de la que llenó un vasito. Se aclaró la boca y volvió junto a Volk a la cama. Oh, no es que le desagradara el sabor. De hecho le había dicho la verdad, había sido simplemente delicioso. Pero a la mayoría de los hombres no le hacía mucha gracia que la boca de la mujer a la que estaban besando supiera a su propio semen-. Me ha encantado cómo me has sujetado la cabeza…

Se tendió otra vez en la cama y se estiró cuál felino. Fue a gatas hasta el hombre que con tantas ganas la esperaba y se sentó a horcajadas sobre su vientre. Notaba la hombría de Volk, aún erguida, rozar sus nalgas. La noche iba a ser muy larga.

-¿Te ha gustado?-le susurró mientras cogía la mano del hombre y la llevaba hasta uno de sus pechos-. ¿Has tocado uno alguna vez? Acarícialo si quieres… Pellízcame el pezón... Muerde el pecho...-luego cogió la otra mano e hizo que sujetara una de sus nalgas-. Tócame todo lo que quieras y explora cariño. Disfruta de la noche y de mi cuerpo… Y no tengas miedo, toda todo lo fuerte que quieras…

Se inclinó y volvió a besarle en la boca y con la lengua.

No sabía muy bien en qué momento de la noche había decidido que para cuando Volk se marchara supiera todo lo que tenía que saber sobre las mujeres. Y es que tenía la firme intención de ser ella quién disfrutara la próxima vez que se vieran.

La respiración de Volk seguía siendo entrecortada aunque no tanto como antes. Aquella había sido una experiencia increíble, llena de cosas nuevas y las sorpresas no iban a parar ahí. Algo le decía que no importaba cuantas veces disparara su semilla a la cortesana, esta seguiría exigiéndole más hasta que ella estuviese satisfecha. Si de sorpresas también se trataba, el ver a Vanesa tragarse el semen que había dejado en la boca solo lo había prendido aún más. En esos momentos Volk estaba agotado, pero lo que no sabía en realidad es que su condición física tal vez si sería capaz de satisfacerla.

Sonrió levemente al escucharla antes de que se levantase para sacarse el sabor de la boca. Se notaba que lo estaba haciendo con una experta en la profesión, pues solo con esas simples palabras lograba consolarlo como ella quizás no tenía idea. Aunque lo cierto es que no había sido él quien quiso agarrarle la cabeza, pero se decidió a no volver a escuchar a la bestia si esta volvía a decirle que hacer.

Luego de aquello sintió a su primera mujer sentarse sobré él, casi también sobre sobre su miembro qu volvía a tener las mismas ganas de antes. – Fue increíble... – Dijo en un tono mucho más relajado del que uso antes de  su primera excitación de la noche. Entonces niega con la cabeza cuando su mano es llevada sobre el pecho de Vanesa. Tragó algo de saliva y escuchó atento lo que su maestra le decía. No tuvo tiempo de responder cuando su mano ya se encontraba sobre una nalga de ella. Aquello no dejaba de prenderlo. Y antes de pensarlo ya había llegado al tercer beso.

La lengua de Volk se quedo quieta unos segundos, dejando que la invitada en su boca hiciera cuando quisiese, pero luego no pudo evitar comenzar a hacer lo que esta misma le había enseñado, tratando de corresponder el beso lo mejor que podía. No quería separarse de esos labios, pero el cuerpo de la mujer le causaba curiosidad y no quería perder el tiempo en explorarlo.

La mano que tenía en el pecho de Vanesa comenzó a moldearlo al principio con suavidad, luego venían algunas caricias para volver después a moldear con toda su mano. Eran los primeros que tocaba por lo que no se ponía caprichoso, sino que todo lo contrario, trataba de darse el tiempo para conocerlos de memoria a través del tacto. Mientras tanto, la mano que tenía en su nalga comenzaba a hacer lo mismo. Empero con esta sentía la necesidad de apretar con un poco más de fuerza y así lo iba haciendo de a poco.

Rompió entonces con el beso y su frente quedo apoyada con la de su compañera, suspirando muy cerca de sus labios. Sus manos seguían haciendo lo suyo. – ¿Segura qué quieres que venga todas las noches? – Preguntó en un susurro que a esa distancia si era audible para ella. – No quiero dejar de verte... – Confesó con total honestidad y solo podía esperar un si como respuesta mientras sus manos seguían explorando el cuerpo que tenía sobre el mismo. La que tenía en su nalga recorría de vez en cuanto su espalda y esta vez fue él quien se atrevió a dar el beso, tal y como fue el primero; en los labios y suave.

Al oír lo que Volk tenía que decirle Vanesa se sintió un poco mal consigo mismo. No era la primera vez que un cliente se encariñaba con ella. Al contrario, a los hombres, especialmente aquellos a los que estrenaba, se les solía olvidar que Vanesa estaba trabajando. Que se ganaba la vida abriéndose de piernas. ¿Le gustaba su trabajo? Por supuesto. Pero eso no quitaba que no le hiciera mucha gracia que sus clientes se enamoraran de ella. Porque luego venían los problemas.

-Claro que sí mi amor-le susurró tras el beso de Volk-. Siempre, siempre, serás bienvenido. Estaré aquí esperándote cada noche…-le mordisqueó la oreja y luego se la acarició con la lengua-. A ti y a tu amiguito…-rio pícara-. Ojalá vengas mañana también…

Tú y tu bolsa de dinero. Sí, Vanesa era una puta. Y actuaba como tal. El pobre Volk le caía simpático y le estaba cogiendo cariño, sobre todo porque era un muchacho grande y fuerte con un buen bulto entre las piernas que no sabía qué hacer con él. Aquella estampa despertaba ternura en la prostituta. Pero le interesaba aún más la bolsa con el oro, porque aquél trabajo dudaba bastante que su jefe fuera a pagárselo…

-Prueba esto ahora…

Vanesa volvió a cogerle la mano que le manoseaba el trasero y la llevó a su entrepierna. Estaba totalmente húmeda (el vientre de Volk estaba empapado) y sus labios inferiores ansiaban el contacto físico. De hecho hubieran preferido aquella virilidad tan dura que tenían justo al lado, pero de momento tendrían que conformarse.

-Mete los dedos… ¡Ah!... Ahí, sí…-mientras hablaba fue guiándole y enseñándole qué hacer…-Empieza a moverlos, ¿vale cariño? Mete uno o dos a la vez y empieza a moverlos por todos lados… mira…-la respiración de la mujer era mucho más pesada y cada vez le costaba más hablar-. Así…

Notaba el cosquilleo familiar de un orgasmo gestándose y arqueó la espalda. Al hacerlo sus pechos quedaron justo frente a la cara de Volk y no tuvo nada mejor que hacer que meterle uno en la boca.

-Chupa como si fueras un niño…-le costaba hablar mientras su de su garganta empezaban a salir gemidos-. Y muérdelo… Pero… Ah… Sí… No dejes de mover los dedos, ¿vale? Tú sigue así… Tú sigue… por favor…

Se sentía como animal siendo invitado en territorio ajeno. Nunca se llegó a imaginar que el cuerpo de una mujer podría llegar a ser tan hermoso o causar tanto deseo en él. Además de eso, estaba aprendiendo todo lo que podía hacer para que la anfitriona se sintiera satisfecha de la visita. Y, cuan espada mágica, la de Volk volvía a estar totalmente firme y lista para la batalla.

En ese entonces Volk no podía ver el veneno que habían en las primeras palabras de Vanesa, solo sentía la excitación que le provocaban. Sin embargo, en el fondo él comprendía que la cortesana estaba haciendo su trabajo y aún así, el licántropo estaba seguro de que jamás iría a ver a su maestra en la cama como una puta cualquiera. La estimaba demasiado como para eso y a pesar de no poder pensarlo con claridad en el fondo sabía que así sería.

El lobo pudo sentir entonces como su vientre estaba empapado, pero aquello no era solo sudor, de ser así no sería tanta excitación. Eran los líquidos que fluían del vientre de Vanesa, los cuales corrían traviesos hasta el arma de Volk cuan correa que intentaba reprochar al animal por no hacer caso a su dueña.

La mano sumisa del hombre llegó por primera vez a la intimidad de una mujer. Volk tragó algo de saliva mientras su otra mano apretaba con fuerza el seno que había estado manoseando.

La domadora comenzó a dar ordenes a su bestia y sin reproche esta, introdujo un dedo en la intimidad de su ama. Insatisfecha le siguió ordenando y un segundo dedo se repitió la acción del primero. Mientras tanto estos exploraban, iban abriendo con cuidado los labios inferiores al tiempo que se metían un poco más adentro y volvían a subir repitiendo el vaivén a cada segundo como ella le iba guiando.

La mano que tenía en el seno de la maestra pudo notar como se estremecía todo su cuerpo. No sabía que era la señal de un orgasmo, pero no se detuvo al oír que recibía la aprobación de quien le enseñaba.

De un instante a otro, los labios de Volk besaron un seno de Vanesa. Había sido ella quien lo llevo hasta su boca. Sumiso como estaba, comenzó a chuparlo cuan niño quería leche materna. Los oídos de Volk eran bastante sensibles gracias a su condición de hombre lobo, por lo que los gemidos de la cortesana llegaban a resonar por todo su cuerpo, haciendo que su espalda también se estremeciera cada vez que lo hacía.

Sus dedos se movían traviesos al tiempo que iba chupando el pecho y mordiendo el pezón de la fémina. Estaba totalmente excitado, quería correrse de nuevo. Su mano libre llegó hasta el otro pecho de Vanesa, apretándolo con fuerza, soltándolo y volviendo a apretar repetidas veces. – Siento que... – Dijo con la voz entrecortada aunque no supo decir que se iba a correr también. Aún lo aguantaba, pero quería irse al mismo tiempo que ella y gracias a eso sus dientes mordieron quizás con mucha fuerza el pezón de la mujer al tiempo que sus dedos llegaban hasta el fondo de la intimidad, manteniéndose ahí. Así mismo, su otra mano esta vez se quedo apretando con la misma intensidad el otro pecho.

El vientre y las caderas de Vanesa se movían solas, desbocadas ante los cuidados que le estaba prestando la mano de Volk. Poco a poco los gruñidos iban a más y se convertían en gemidos cada vez más ruidosos. ¡Y aquello eran los dedos! ¡Imagínate cuando le metiera aquella cosa tan grande que tenía entre las piernas!

-¡Cariño!-suspiró mientras le agarraba de la cabeza y la presionaba contra su pecho-. ¡Joder! ¡Sigue así! ¡Sigue… Ah… AH! ¡COÑO!-eso último lo dijo en español.

Pero Vanesa, que se conocía a sí misma y a la mayoría de sus clientes (aunque fueran nuevos) le apartó la mano de golpe. Había estado a punto de correrse allí mismo (y sospechaba que el hombretón también) pero hubiera sido desperdiciar un orgasmo y seguramente un buen empalme.

-Esto sólo han sido los preliminares...-le dijo con una sonrisa pícara. Todavía estaba recuperando el aliento y su pecho no dejaba de subir y bajar. Para aquél entonces tenía todo el vello de punta y las mejillas rojas-. Ahora vas a ver lo que es bueno…

No necesitó mucho para colocarse a horcajadas sobre Volk, dejando que su polla lo penetrara de parte a parte.

-¡Sí! ¡Joder!-para aquél entonces Vanesa ya estaba desbocada y empezó a cabalgar sobre el licántropo como si no hubiera un mañana. Lo agarró fuerte por los hombros y clavó las uñas como si fuera una gata salvaje-. ¡AH! AAAAH! ¡DIOS! VAMOS!

Las caderas de la catalana golpeaban con fuerza contra la cintura de Volk mientras se dejaba embestir.

-Muévete… por favor… por favor…-le suplicó entre susurros y gemidos-. Métela fuerte… mucho… oh dios… joder…[/color]

Estuvo a punto de eyacular por segunda vez gracias a lo que la cortesana le había enseñado, pero tuvo que contenerse con gran esfuerzo al sentir que sus dedos ya no rozaban las paredes del interior en que estaban. Cuando gritó, a penas pudo entender el español, si bien conocía el lenguaje ya que había pasado unos años en España trabajando, no era un experto en el idioma. Sin embargo, eso era lo de menos. Volk se aguantó nada más porque también quería complacer a la mujer que era suya por esa noche, quería sentir lo que era correrse con ella.

Su respiración seguía siendo entrecortada y podía apreciar como el aliento de la fémina ya estaba volviendo. Esa sonrisa no le ayudo mucho a controlar sus deseos, pero él también sonrió levemente al escucharle hablar.

No tuvo ni tiempo para responder, ahí era cuando la virginidad del hombre-lobo se iba. Ahora no eran sus dedos los que estaban dentro de ella si no que su miembro, el cual llegaba hasta el fondo de Vanesa.  Gruñó en el momento que esto ocurría. Si aquello no dolió fue porque su vida lo había preparado más que bien para ese momento. Comprendió entonces que las palabras de Vanesa no habían sido ciertas. No era una lástima que otra mujer no le hubiese hecho gozar antes puesto que ahora podía disfrutar en su totalidad lo que era penetrar por primera vez a una mujer. Había soportado antes dolores mucho más fuertes y que la cortesana ni con todas sus rarezas sexuales habría podido soportar ni habían sido algo por lo que gozar. No cuando uno esta al borde de la muerte todo duele el doble y Volk lo sabía muy bien, pero aquel no era el caso en esa situación.

Sintió como las uñas de su compañera se enterraban en sus hombros mientras esta cabalgaba sobre él cada vez más fuerte. Si antes había estado a punto de correrse, ahora no tenía idea de como lo hacía para aguantarse. Una mano suya fue a parar a la cadera de Vanesa, mientras que la otra la llevaba al cuello. Sus ojos estaban perdidos en los de ella y lo que menos quería entonces era dejar de ver a esa maravillosa mujer.

Gruñendo aún de vez en cuanto, su cintura obedeció las suplicas de la mujer comenzando a moverse al ritmo que ella iba marcando. No había sentido nada mejor que aquello en sus cuarenta años. No, no era amor, estaba consciente que para Vanesa era trabajo, pero aún así era la primera vez que lo hacía con una mujer y no podía evitar encariñarse con ella. Quería volver con ella a la noche siguiente, pero para él entonces no había otra así que hacía todo como ella le pedía. Y tal como lo había pedido, comenzó a penetrarla con más fuerza, esperando a que ella le dijera también cuando correrse, aunque no podría aguantar mucho más así.

-¡Venga Volk…! ¡Venga! ¡Así! ¡Sigue así!

Vanesa se estaba terminando de volver loca. Las acometidas del joven eran cada vez más fuertes. El placer nacía en el bajo vientre, allí donde el polla del licántropoco golpeaba contra el cuello de su útero, y se expandía por todo el cuerpo. El placer recorría cada punta de su cuerpo y la hacía vibrar y geminar y retorcerse y saltar como una loca sobre Volk.

-Oh cariño… ¡OH!-los gemidos de Vanesa se iba haciendo cada vez más fuertes y seguramente se escucharían ya en la otra habitación-. ¡Córrete cuando quieras! ¡Lléname por dentro!

Mientras Volk seguía dándole lo suyo Vanesa se inclinó sobre su amante y lo besó en los labios. Le metió la lengua hasta el fondo y le mordió el labio con fuerza. Clavó un poco más las uñas en sus hombros y se pegó todo lo que pudo contra él. No quería que hubiera ningún centímetro de distancia entre los dos…

Lo vio venir. Lo vio venir como cada orgasmo que había tenido en su vida. Su corazón terminó de acelerarse. Retorció los pies hasta cerrarlos casi del todo. Su rostro hizo una mueca difícil de describir. Arqueó todo el cuerpo hacia atrás y levantó la cabeza mientras un grito gutural nacía en lo más profundo de su garganta y llenó la habitación.

Todo el cuerpo estaba perlado en sudor. La respiración seguía siendo pesada, pero su pecho poco a poco recuperaba la normalidad. Se sentía agotada. Agotada y feliz.

Se dejó caer sobre el cuerpo de Volk, pero sin sacarse el miembro de dentro. Le gustaba notar cómo se iba desinflando dentro de él.

-¿Qué tal cariño?-dijo cuando hubo recuperado el aliento-. ¿Qué tal tu primera vez?[/color]

Las arremetidas y gemidos de ambos siguieron cada vez más fuertes. Algo le decía a Volk que Vanesa estaba también a punto de correrse y obedecía todo lo que ella le decía cuan títere. Sus manos seguían donde mismo y apenas podía controlar su fuerza mientras penetraba a la cortesana. Sentía un calor tremendo provenir de su entrepiernas.   –¡Vanesa! – Gritó fuerte, probablemente más que ella, pero esta no le dejo hacer nada más.

Sintió como la lengua de la cortesana entro toda en su boca y mientras volvía a jugar con esta ella le mordió el labio. Excitado a más no poder ambas manos pasaron a su cintura, pues tampoco quería separarse un centímetro de ella. Entonces sus entradas comenzaron poco a poco a hacerse más pausadas pero mucho más fuerte. Sentía que se venía y era mucho más que la primera vez. Ella le pidió hacerlo adentro, no veía forma ni quería hacerlo como ella no quería. Su miembro llegó al fondo de su intimidad y justo cuando ella tenía su orgasmo el semen salió todo mientras el gruñía al sentirlo.

Ya estaba hecho. Su semen se había encontrado con los líquidos de la cortesana al tiempo que el cuerpo de ambos caían por completo agotados sobre la cama. Volk entonces dejo una mano posada sobre su cadera mientras que la otra la ponía con cuidado sobre su espalda. Sentía el calor en el cuerpo de la mujer y una sonrisa se dibujaba en el rostro del hombre.

Respiraba con bastante esfuerzo en cuanto ella le preguntó como había estado su primera vez. Volk se dio un tiempo para contestar pues también disfrutaba de aquel momento en que su falo dejaba de estar erecto aún dentro de la intimidad que se había llevado su virginidad. –Valió la pena haberte esperado – Contestó con tono cansado, pero satisfecho. Vaya que había valido la pena, no veía forma de decirle lo contrario e idiota sería quien no disfrutase con aquella mujer.

Miraba hacía el techo entonces mientras la abrazaba. El cuarto aún estaba oscuro y la vela que iluminaba cuando llegó a penas resistía. Aún era de noche. ¿Cuántas horas quedarían? Volk no tenía idea de aquello, solo quería quedarse ahí acostado con Vanesa.

–¿Tienes más para enseñarme? – Preguntó mientras que la mano en su espalda comenzaba a recorrerla suavemente. Había pasado cuarenta años aguantándose, pero ahora que tenía mujer con la que ir cada vez que sintiese el deseo quería aprender cuanto pudiese para satisfacerla. –La noche aún parece joven – Agregó sabiendo que su compañía sola ya no sería suficiente sin importar que tanto le agradase estar así con ella.

Le gustaba el calor de la simiente recién derramada dentro de ella y la tranquilidad de que no podía quedarse embarazada. Le encantaba notar cómo la virilidad de Volk se iba deshinchando poco a poco. Le parecía maravilloso estar sobre aquél cuerpo joven, fuerte y vigoroso. El olor a sudor inundaba la habitación, pero no lo habría cambiado por mil perfumes elegantes.

Había tardado muchos años y palizas de su marido, pero por fin había descubierto las maravillas del sexo. Y ahora que su cuerpo empezaba a marchitarse le aterraba la idea de que ningún otro hombre quisiera yacer con ella. De hacerla sentir aquél placer indescriptible, de ayudarla a tocar el cielo.

Se dejó acariciar por Volk. En aquél momento se sentía en paz consigo mismo y con el universo. No importaba que malviviera como prostituta o que su cuerpo estuviera marcado por golpes y llagas de anteriores clientes. No importaba que hiciera frío allí fuera. Tampoco que estuvieran en una oscuridad casi completa. Ella se sentía bien.

-¿Más?-preguntó entre risas juguetonas-. Dicen que no hay más sediento que aquél que no sabe la sed que tiene…-un suave ronroneo salió de la garganta de Vanesa-. Tengo muchas más cosas que enseñarte cariño…

Volvió a besarle en la mejilla, donde le dio un pequeño mordisco.

-Pero antes voy a tener que lavarme un poco, no creo que… bueno, ahora lo entenderás-lo besó en los labios, rodó sobre la cama y se levantó-. Vengo ahora mi vida.

Vanesa fue hasta el barreño de agua, lo cogió y se lo llevó a una zona de la habitación cubierta por una mampara, lo que le daba algo de intimidad. Con el agua empezó a lavarse el vello púbico y la vagina, deshaciéndose del sudor y el semen que todavía andaba por allí.

Una vez refrescada volvió a la cama y se tumbó en ella junto al cuerpo caliente de Volk.

-¿Te acuerdas de lo que le hice a tu amiguito con la boca?-hablaba casi en susurros, con el tono meloso y agradable-. Ahora tú puedes complacerme ahí abajo con tu boca…-al hablar tomó la mano del cliente y la llevó ahí abajo-. Es como besar en la boca, pero si haces eso todas las mujeres del mundo querrán estar contigo…

Seguía acariciando suavemente la espalda de la mujer, a pesar de las marcas se sentía suave y estas no se sentían. No se atrevía a preguntar aún por lo que había tenido que pasar, le bastaba saber que él no había sido responsable por ninguna de esas marcas. Su respiración ya había vuelto a la normalidad y sentía una calma que no había tenido el lujo de sentir en su vida. Sonrió levemente al escucharle. ¿Cómo no estar sediento después de no haber bebido por cuarenta años?

Gruñó un poco como ademán juguetón al sentir el mordisco en la mejilla y asintió cuando volvió a hablar. – Vale, aquí te espero – Contestó tranquilo a la vez que deseoso por ver que le tenía para enseñarle. Suspiró un poco cuando Vanesa se levantó de la cama, se estrió y quedó ahí acostado mientras miraba hacía el techo. No pensaba en mucho entonces, lo cual solía hacer bastante cuando estaba solo. Simplemente esperaba a la mujer mientras estaba atento a los ruidos que hacía. No era que no le interesaba ver, pero algo le decía que necesitaba algo de privacidad mientras se limpiaba sus partes.

Entonces sintió de nuevo el cuerpo de la mujer a su lado, se giró para verle a los ojos. Dejó que ella llevará su mano hacía la intimidad ajena y asintió levemente a lo que decía, cuan niño escuchaba atento a su profesor. – No es como si quisiera complacer a muchas ahora – Comentó tranquilo y acercó sus labios a su mejilla para besarla. – Por ahora me basta contigo – Dijo y llevó su mano al vientre de ella acariciándolo con suavidad.

Se levantó un poco quedando con las rodillas sobre la cama mientras apreciaba su cuerpo. Llevo sus labios con los suyos y la beso jugando lentamente con su lengua. Luego le sonrió levemente y comenzó a bajar su cabeza hasta la intimidad de ella. Pudo notar que se la había limpiado y comprendió en parte lo que le había dicho. Apreciaba la intimidad de ella mientras acariciaba su vientre y llevaba su otra mano a uno de sus pechos para manosearlo suavemente.

No sabía muy bien que hacer, pero recordó lo que ella había hecho con él y comenzó a asimilarlo. Sonrió y su lengua se introdujo levemente en la intimidad ajena. Le sabía bastante bien y aquello tampoco dejaba de excitarle. Comenzó a lamer suave sobre la superficie, luego beso esta mientras su lengua se metía y seguía lamiendo el interior. El olor funcionaba casi como un afrodisíaco, pues su amiguito ya comenzaba a endurecerse y no podía dejar de mover su lengua aumentando la velocidad de vez en cuanto.