Cry To Heaven ● Privado

por **Patrice Lesauvage** Lun Nov 03, 2014 3:03 pm

Sobre los pliegues de un lienzo blanco ambas siluetas aún se encontraban sofocadas. El instante previo había sido un encuentro fortuito, una batalla carnal que ambos habían construido con cada caricia de los dedos del joven y cada gesto en el rostro de aquel desconocido. El varón le doblaba la edad fácilmente y a pesar de esto poseía un físico muy bien cuidado y una energía desbordante al momento de cada uno de sus embates. Bastian se mantuvo recostado por un par de minutos, alejado apenas un par de centímetros del cuerpo de su cliente en turno, este se levantó de inmediato y lavó su cuerpo con un poco de agua contenida en un recipiente que yacía en el piso.

El chico en cambio pasó su diestra por el dorso y por su frente intentando quitarse el sudor. Cuando el hombre se vistió nuevamente regresó a la cama para tomarlo entre sus brazos, el beso fue corto pero intenso. No era la primera vez que pasaban tiempo juntos, sin embargo para Bastian el pago correspondiente a su servicio nunca había sido prioridad, necesitaba los recursos únicamente para encontrar a su hermano y estaba dispuesto a llevar a la cama a los hombres necesarios para lograrlo. La regla era sencilla, entregar el cuerpo a disposición sin involucrar los sentimientos, no había cabida para estos, no en este negocio. Se encontraba semidesnudo aún, solo la ropa interior le cubría.

El sujeto preguntó si podría verle una vez más en un par de horas pero el joven necesitaba alejarlo, se estaba volviendo algo peligroso el hecho de recurrir a él cada vez que se encontraba en aprietos. Bastian negó con la cabeza y abrió la puerta para que este saliera, pues estaba cansado por ahora. El hombre gruñó y soltó un golpe contra un espejo que colgaba de la pared desnuda y violácea. Salió hecho una furia de ahí. Bastian suspiró desganado y en cuclillas recogió los fragmentos de vidrio que alfombraban el piso. Un reflejo destruido y en cada pedazo de cristal un reflejo imperfecto que al momento de unirse nuevamente como si se tratase de un rompecabezas, construía la fachada actual del germano.

Sonrió de mala gana sintiéndose culpable. Terminó de acumular las piezas y colocándolas bajo una pequeña alfombra terminó de vestirse, con el sudor aun sobre su piel y el aroma de su amante flotando sobre él. Se calzó y echó un poco de agua sobre su rostro para salir del trance. Los ecos de aquellos amándose en las habitaciones contiguas laceraban sus oídos y sin voltear cerró la puerta saliendo del burdel. Apenas había dado un paso fuera cuando de manera imprevista un golpe en seco le recibió, Bastian cayó de espaldas tratando de reconocer al sujeto, era el mismo quien había abandonado la habitación apenas hace unos instantes, un par de patadas cayeron sobre su cuerpo al tiempo que su instinto le decía a gritos cubrirse la cabeza para evitar un daño irreversible.

por **Castiglione** Jue Nov 20, 2014 10:33 am

-Si, como digas, no vine hoy a discutir, simplemente a poner las cartas sobre la mesa. -Me crucé de brazos harto de tener que repetir lo mismo durante las últimas dos semanas. La madrota del burdel había querido reclutarme para su casa, pero por obvias razones, siempre me negué. Aunque le he dejado muy en claro que trabajo por mi cuenta, por placer y por diversión, se ha empecinado en hacerme la vida imposible. -Tienes buen "material" como para no necesitar de mis servicios. Repito, el dinero no me hace falta, simplemente... Tengo una sexualidad descontrolada. ¡Amo follar! amo sentir una polla gruesa y dura en mi trasero, amo sentir una cavidad húmeda y pegajosa apretando mi pene - Guiño un ojo de manera cómplice -. ¿Lo notas?

-Es precisamente por esa sexualidad desbordada que te necesito Castiglione. Ambos ganaríamos mucho dinero, más de lo que te puedas imaginar-. - La señora se levantó de la cama, digiriendo sus pasos hacia mí, aplicando un masaje sobre los hombros-. No me des una respuesta definitiva, piénsalo. Con tu galanura, el éxito está garantizado. Tendrías una amplia habitación con todas las comodidades -. Mordió mi mejilla, yo me aparté un poco-. Será inútil, pero para que te quedes tranquila, te diré que podría pensarlo. Tengo un par de viejos conocidos trabajando para ti, la compañía laboral no sería tan mala. Ahora ofréceme un trago que estoy sediento.

-Tendré compañía en cinco minutos, puedes servirte a placer, tú sabes dónde encontrarlo. La casa invita -. Apretando mi trasero, me encaminó a la puerta-. Nos veremos muy pronto, querido.- Cerró la puerta tras de mí. Suspiré. En verdad ella creía que pondría mi trasero a su disposición. ¡Cuán equivocada estaba! Me convenía tener su "amistad" por razones que sólo yo sabía. Era yo todo un sátiro, pero al sexo no nublaba mi mente.

Caminé por los corredores alfombrados color rojo, escuchando los gemidos provenientes de las habitaciones apostadas a ambos lados. De aquello precisamente es de lo que quería huir. Mis gemidos y los de mis amantes de turno, me pertenecían.

-¡Eso te pasa por rechazarme, ¿eres mío escuchaste? ¡Mío!

Un hombre robusto gritaba por delante de mí. Al juzgar por los hechos estaba golpeando a... Un momento. Ese rostro me era conocido. ¡Bastian! corrí tan rápido como fue posible, sujetando al hombre por la espalda pasando mis brazos por su pecho, alejándolo de él. El hombre era muy fuerte y la ira le volvía sumamente escurridizo y violento. Por más que traté de someterlo caímos al piso. Su enorme anatomía robusta me sacó el aire. Le solté y ahora fui yo quien recibió un puño en la mandíbula. El primero y el último porque varios prostitutos y prostitutas corrieron en nuestro auxilio.

-Estoy bien, estoy bien - Me levanté sin hacer mucho caso a los murmullos. Lo que me importaba era que Bastian estuviera completo. -Ven acá, te ayudaré. -Le sujeté por la cintura. -Te llevaré a tu habitación, y ustedes... ¡Échenlo a patadas como el perro que es! - Me refería al idiota que nos había golpeado. Llevé a mi amigo hasta su habitación, depositándole sobre su cama con sumo cuidado.

-Necesitas un médico. Puedo traerlo, sabes que puedo. -Bastian y yo nos habíamos conocido meses atrás en una situación muy distinta. Hicimos click casi de inmediato, era fácil entablar una conversación con él. Me daba pena su situación, porque... prostituirse para poder localizar a su hermano, no cualquiera lo hacía. Podría ofrecerle ayuda económica, pero la situación con mis padres no era la mejor; me habían recortado la mesada casi a la mitad por rebelde. Además... Nadie sabía que tenía una doble vida. Atado de manos estaba. -Dime qué quieres que haga y lo haré...

por **Patrice Lesauvage** Dom Ene 25, 2015 1:30 pm

No supo en que momento los golpes dejaron de doler. Sus ojos estaban cerrados ciertamente, pero sus sentidos se mantenían alerta, tan solo esperaba a quedar inconsciente de una vez, las palabras altisonantes se clavaron en sus oídos como agujas pero era lo que menos importaba. El ardor de las mismas laceraba los sentimientos más pueriles del joven rubio, aunado a su culpabilidad por eventos pasados le hicieron bajar la guardia por unos instantes a lo inevitable, morir quizás sería lo mejor ahora. Fue repentinamente que la voz de un viejo conocido resonó derrumbando ese muro de sufrimiento. Bastian se mantuvo con la mirada abajo. Los golpes continuaron, esta vez en contra de alguien más, gritos y pasos acelerados. ¿Qué estaba pasando?

Un par de brazos rodearon la cintura del chico y fue de inmediato encaminado hacia el interior de los cuartos contiguos, las vociferaciones de su verdugo hacían eco a lo lejos mientras era echado del lugar. Bastian estaba pasando por un mal momento y cada paso que daba hacia el lecho pesaba un poco más que el anterior. Apenas de reojo distinguió a su semejante, pero no se molestó en centrar sus ojos en él hasta que estuvieron a solas en su habitación. El rechinar del viejo catre cuando el peso de ambos cayó encima, era lo único que se escuchó antes de pudiera articular palabra alguna.

-Cas….Castiglione eres tú- dijo mientras se llevaba la mano hacia el abdomen haciendo presión sobre la piel mallugada. -No esperaba verte por aquí, no estas circunstancias.-

El semblante un poco más sereno y relajado ahora mostraba un Bastian ligeramente risueño.
Negó con la cabeza y depositó su mano sobre el hombro de su compañero.

-No, no es necesario, estaré bien, un poco de descanso me vendrá bien y tu compañía basta para mí, aunque tampoco quiero ser egoísta quizás tengas, tu sabes, trabajo que hacer.-
Soltó una risa burlona.

En todo este tiempo, desde que había llegado a la capital no había encontrado mejor confidente que Castiglione, con él podía reír y llorar, charlar sin tabúes sobre cualquier tema, no hacía falta nada más, tan solo requería de un amigo con quien charlar. La capital iniciaba un día más de labores y cotidianeidad, con su redundante bullicio y platicas casuales, mientras en el corazón del rubio era urgente hacer una pausa, detenerse a mitad de la vía para pensar a donde lo llevaría todo esto ¿Valdría la pena realmente resistir tanto? ¿Qué pasaría entonces si André no siguiera con vida? ¿Qué pasaría si André le hubiera olvidado ya? Su mirada se perdió en el vacío por unos segundos.

Ausente. Esa era la realidad de Bastian de un tiempo para acá, un cuerpo que tan solo se dejaba manipular a los caprichos de sus amantes en turno. ¿Qué seguía ahora?

-Bueno amigo ¿dime cómo has estado? Hace un tiempo que no te había visto por aquí.-mencionó en voz baja tratando de no forzar mucho su cuerpo, respiraba pausadamente en un intento por lograr que el dolor físico sobrepasara al dolor anímico.

por **Castiglione** Miér Feb 04, 2015 11:12 am

Podía verme a mí mismo reflejado en Bastian, un par de años atrás era como él: Calmado, sumiso, tranquilo… Pero la vida daba muchas vueltas, y cuando el “llamado acude a ti” no puedes hacer otra cosa más que abrirle la puerta y dejarle pasar. Me dejé envolver por las alas del placer, volando hacia donde el instinto y las ganas quieran llevarme.

-No tengo cliente, no hoy. Te recuerdo que estoy fuera de mi área de trabajo-Dije esto observándome en el espejo de la habitación de cuerpo completo. La mandíbula comenzaba a tornarse rojiza; esto representaba malas. Muy malas noticias para mi ego, la vanidad me podía, sumado a que yo debía tener una apariencia impecable. ¿Cómo explicaría el morado si un miembro de mi adorada familia llega a presentarse sin avisar?

-Maldición…

Más nada podía hacer, lo hecho, hecho estaba, no ganábamos nada con lamentarnos. Encaminé mis pasos hacia la puerta, la abrí buscando con la mirada a Gaspar, aquel singular personaje y “mandadero” oficial del reino más no se encontraba a simple vista, rondando por los pasillos como tenía acostumbrado. Como mensajero real, podía conseguir casi cualquier cosa que le pidieras por unos cuántos francos.

-¡Gaspar! -grité un par de veces, hasta que le escuché salir de otra habitación del piso de abajo-. -¡Ven aquí, bueno para nada! Sube ya, que te necesito. -dejé entre abierta la puerta, mientras buscaba algunas monedas en mis bolsillos.

-¿Qué cómo he estado? Perfectamente bien, yo siempre estoy bien- respondí y sonreí a medias a Bastian. El golpe comenzaba a molestarme al hablar. -¡Maldito cerdo! Éste golpe me va a durar algunos días-. Gruñí abriendo y cerrando la boca, al momento en que unos breves toquidos en la puerta se presentaban. Se trataba de Gaspar.

-¡Entra! - azoté la puerta una vez estuvo dentro; la verdad es que estaba furioso.

El chico no rebasaba los dieciséis. Era un debilucho como nadie. Alto y espigado. A pesar de que la vida no había sido generosa con él, si del físico hablamos, le había premiado con una mente privilegiada, brillante. Era demasiado bueno para aprenderse grandes y extensos recados de memoria y ni hablar de los números. Conocía París como la palma de su mano. No había rincón que se escapara de su escrutinio.

-¿Qué se le ofrece ésta vez señor?-Recorrió su vista de hacia Bastian-. -¡Oh! ¡Oh! Creo que ya sé de qué va todo esto. Sé de un lugar donde puedo encontrar fragancias y aceites exóticos.

Gaspar era muy inteligente, pero demasiado boquiflojo.

-No seas imbécil-Refunfuñé- -Necesito que compres dos filetes grandes y gordos ¿Entendiste? Grandes gordos, pero sobre todo, frescos. Los necesito a la voz de ¡ya! -Entregué diez monedas en su mano-.-Cinco francos por cada uno es más que suficiente.
-Enseguida señor, pero… He de decirle que tardaré un poco más allá de una hora. El rastro quedo un poco retirado de aquí y…

-Ya sé, ya sé, ahorra saliva. Y ahora ¡largo de aquí!. –Le sujeté del brazo y lo saqué a trompicones de la habitación de Bastian-. -Muy eficiente pero demasiado casquivano. –Puse el cerrojo a la puerta. -Ahora…-. Me senté a su lado, observándolo. Podía sentir su dolor. La cicatriz en la espalda era un recordatorio constante de que aquella noche funesta, no debió haber pasado nunca. Coloqué mi mano sobre su frente. No presentaba signos de temperatura aún. Después de una paliza como aquella, seguro se pondría peor conforme pasaran los minutos.

Di un golpecito a manera de juego en su hombro. Así éramos los prostitutos. Debíamos cuidarnos los unos a los otros, pues lo que hacíamos era sumamente penado por la ley-. ¿Hasta cuándo vas a permitir esto, ¿ah? Hasta cuando…

No me parecía nada correcto que Bastian tuviera que prostituirse para ayudar a su hermano, y mucho menos si no tenía la certeza de encontrarlo algún día. Era caminar con los ojos vendados, caminando por rumbos inciertos. Me enojaba con su proceder, pero a su vez lo admiraba. Yo no podría hacer algo así, era demasiado orgulloso y solitario como para hacer tal sacrificio. No, definitivamente era una oveja negra. Solo podía ver por mí y para mí. Bastian, bueno… Era como el hermano que nunca tuve, él era un caso especial, fuera de él, nadie representaba el suficiente interés para mí.

por **Patrice Lesauvage** Dom Feb 22, 2015 1:24 pm

Una tenue sonrisa apareció en las comisuras de Bastian, el dolor provocado por la lluvia de golpes desaparecía momentáneamente cuando escuchaba hablar a su amigo, él sabía cómo arrancar una sonrisa natural en el alemán. Miró con cautela la forma en que se tocaba la mandíbula por el golpe recibido previamente, encogió los hombros apenas y fue inevitable no sentirse culpable por haber causado indirectamente dicho estrago, nadie más se habría arriesgado a ayudarle en dicha situación, nadie excepto Castiglione y aunque quizás no era muy cercano a su compañero, sabía que la vanidad era parte de su personalidad, algo con lo que simplemente había nacido y conservaría a toda costa. Sin embargo se mantuvo callado, sabía que si se disculpaba sería reprimido nuevamente. No tenía mejor forma de pagar dicho acto más que con una charla sincera y un par de bromas para olvidar el mal sabor de boca.

-Descuida, aún con ese golpe en el rostro sigues luciendo igual de atractivo– rió libremente.

Las sonrisas de ambas siluetas aminoraron el ambiente frío del burdel. Acogidos por la calidez de los escasos rayos matutinos que se colaban por las ranuras de un maltrecho portón de madera y la sonoridad de un par de golpes en el mismo. No esperaba visitas o clientes a esta hora ¿Quién podrá ser? Si había algo que Bastian admiraba en su amigo era esa seguridad abrumadora, esa forma de ordenar y tener a las cosas a su modo y en el tiempo que demandaba. Cuando vio perfectamente la fisonomía de aquel muchacho advirtió de quien se trataba. Los orbes sosegados de Bastian bailaban de un lado a otro escuchando las órdenes inquiridas el jovencito. Apenas sonrió disimuladamente durante la peculiar charla. ¿Fragancias y aceites? Quizás la palabra prostituto pesaba demasiado sobre él al notar la mirada inquisidora del extraño.

Le miró marcharse y volviendo la mirada a Castiglione parpadeó debido al roce en su frente. Era una sensación extraña, pues nadie se había tomado la molestia de saber cómo se encontraba anímicamente.

-Gracias, no tenías que hacer eso por mí– dejó escapar un ligero suspiro, pues a pesar de la negativa llevaba un par de días sin comer adecuadamente, el poco dinero reunido se mantenía intacto, habían sido días difíciles sin muchos ingresos. Pero así era Bastian, demasiado orgulloso para aceptar la ayuda o pedirla.

La pregunta llegó abruptamente a sus oídos. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo seguiría en el mismo sendero? Hasta morir de un golpe o quizás o cuando nadie más se interesara por su cuerpo. Cada palabra significó un peso terrible en él, pues aunque en su cuerpo se marcara un rotundo ¡Basta! No más de esta vida, su corazón le dictaminaba continuar hasta el final.

-De antemano conoces la respuesta ¿Cierto?– apartó su mirada hacia otro lado para evitar derrumbarse -Hasta ese entonces dejaré de soportar todo esto, porque sin él nada valdría la pena, las humillaciones y el dolor desaparecerán hasta ese entonces– se detuvo unos segundos para hallar fuerzas y continuar.

-Pero no hablemos de eso, dime ¿Cómo has estado? ¿Dónde te habías metido todo este tiempo eh? Sabes que me has privado de tu compañía– volvió a reír sin más.

Bastian conocía muy poco sobre él, no obstante era el único lazo afectuoso que había logrado construir durante su estancia en la capital y estaba dispuesto a continuar del mismo modo si Castiglione se lo permitía.

por **Castiglione** Miér Oct 21, 2015 7:36 pm

Podría acabar con su sufrimiento con el simple hecho de tronar los dedos, pero eso sería evidenciarme y eso no me convenía, porque nadie en aquel burdel sabía de mi doble vida y que ostentaba otra posición económica muy favorable. Prostitutos y prostitutas pensaban que yo era un sujeto que vendía su cuerpo para poder sobrevivir - como todos allí - pero la verdad era otra, yo solamente follaba por placer.

Ahora bien, podría hacer uso de mis múltiples amistades y hacerle llegar el recurso del dinero por medio de otra persona, pero ya tendrìa oportunidad de pensar con detenimiento el plan y llegar a un arreglo favorable tanto para mi amigo, como para el mensajero y para mi. No podía darme el lujo de dar un paso en falso o se descubriría mi verdad y todos mis planes se vendrían abajo, como una muralla de arena. La vida de lujos y de comodidades a los que estaba acostumbrado podrían escurrirse como agua entre los dedos.

-Me encanta tu manera sutíl de cambiar el tema-. Gruñi, pero si era lo que deseaba para pasar el trago amargo, le daría gusto. Me aproximé hacia la cama y ahí me recosté como si fuera dueño y señor, apropiándome de una almohadón de plumas. Lo estrujé y medité bien lo que le contaría. Una mentira desde luego, pero que no sonara como tal, sino que la creyera yo mismo:

-Sabes que no trabajo en burdeles, también sabes que trabajo por mi cuenta pero...Uh, digamos que he pasado las últimas noches en la cama de un viejo empresario que para su edad, tiene "el paquete" en su sitio. Buena comida y buena paga. Nada mal, estoy pensando seriamente en repetir la aventura. -sonreí sin mirarle a la cara- Perdona si te privé de mi compañia, pero desaprovechar ésta oportunidad...Tú sabes, no siempre se consiguen clientes de tal envergadura - con ambas manos le mostré el tamaño del miembro del supuesto hombre-. Pero dejemos de hablar sobre mis aventuras amorosas, mejor hablemos de cualquier estupidez que nos venga a la mente-. Arrojaba el almohadón arriba y abajo. - Es tu turno.

por **Patrice Lesauvage** Miér Nov 04, 2015 12:20 pm

El berlinés centro sus ojos en los rasgos de Castiglione. Sin lugar a dudas era un joven bien parecido, aunque no terminaba de comprender del todo, las razones por las cuales se mantenía aún atado a las eventualidades de dicho lugar. Por otro lado, se mostró agradecido por haber encontrado a un joven como él, que desde el primer instante, había tendido su mano, expresándole su solidaridad y compañerismo, hecho que raramente se veía en ese tipo de lugares donde la gran mayoría velaba por intereses propios. Si Bastian pudiese, saldría huyendo sin pensarlo dos veces. Suspiró con un dejo de desgano apartando dichas conjeturas para aterrizar su atención en la galantería que su compañero usaba para expresarse. En ese sentido eran bastante diferentes, pues mientras él trataba de ir con tacto en algunos temas, Castiglione carecía de pudor, soltando sus pensamientos a la menor provocación. El rubio sonrió llevando su diestra a la nuca.

–Es una de tantas cualidades que poseo– guiñó un ojo.

Observó con detenimiento la naturalidad con la cual tomaba posesión del lugar y decidido a reposar un par de minutos más a lado de su amigo hizo lo mismo posicionándose frente a él. Con detenimiento, se convirtió en su escucha admirado por lo que le otro relataba. Un par de risas fueron inevitables dados los detalles que Catiglione revelaba.

–Eres simplemente incorregible– susurró para no irrumpir del todo su relato.

Existían muchos riesgos al verse envueltos en ese tipo de eventos. Faenas como esas, le habían costado caras a un par de jovencitos que trabajaban ahí mismo. La sociedad se había encargado de colocar una lápida sobre sus hombros y en ocasiones con la finalidad de hacerles pasar un mal rato llegaban a ser maltratados, secuestrados o asesinados. Por dichas razones al cabo de un par de minutos Bastian arqueó una ceja. ¿Si en realidad Castiglione se viese envuelto en ese tipo de tragedias? Era la única persona hasta hoy día que había confiado parte de sus secretos y sus memorias dolientes. Y con el riesgo de mostrarse atrevido podría decir que era el único a quien defendería si las circunstancias lo obligaran a ello. Así que fue inevitable no sentirse preocupado.

–Entiendo, aunque debes ser más precavido ¿Sabes? Nunca se llega a conocer del todo a los clientes, sería muy desagradable enterarme que alguien te lastimara y sólo por un par de francos y un…buen rato– una línea apenas se esbozaba en sus labios aminorando la preocupación.

Llevó sus orbes cristalinos a un lado apartado de la habitación. Nunca había hecho del conocimiento de Castiglione lo ocurrido años atrás con aquel joven. Sintió un ligero remordimiento por ello y decidido a estar a la altura de su sinceridad se levantó para llevar hasta él la caja de madera donde ocultaba aquellos obsequios.

–Veamos, esto en realidad no es una estupidez, sin embargo creo que sería interesante contártelo–

Abrió la caja dejando al descubierto un par de prendas de etiqueta que seguramente Castiglione reconocería apenas las viese y el lustrado violín negro.

–Ocurrió un par de años atrás, antes de que yo llegara a la capital, no siempre fui así de testarudo e inseguro ¿Sabes? En algún momento me sentí atraído por alguien más–

por **Castiglione** Miér Dic 02, 2015 12:28 pm

-Puedes apostar a que soy incorregible... No he conocido a nadie - y tal vez no lo conozca - capaz de meterme en cintura. Incluso mi padre no puede conmigo... -Permaneció en silencio un rato, puesto que no hablaba a cerca de su familia con nadie. No es que desconfiara de Bastian, pero absolutamente nadie sabía de su doble vida, así que trató de aparentar tranquilidad e indiferencia ante su propio comentario-. Soy un hombre de carácter difícil, al que le gustan las emociones fuertes, ¿qué te puedo decir? - chasqueó la lengua- Aunque voy a confesarte algo. -Se levantó y se sacó la camisa azul que llevaba encima- Mira, ¿Puedes ver la cicatriz? - acercó sus pasos un poco más para que su amigo observara aún mejor esa "marca de guerra" en su espalda-. Pensarás que me la hizo un cliente estúpido. Un hombre. Pues no. -volvió a vestirse rebuscando en su mente, aquella noche fatídica de un mes de Junio-.Me la hizo una mujer - gruñó un instante, puesto que aquella horrenda cicatriz le recordaba todos los días que su piel no era perfecta-. Si amigo mío, como lo oyes - volvió a echarse sobre la cama- Una mujer extraña si me permites utilizar la palabra. Era como si quisiera echarse encima y... comerme. -Frunció el ceño; aún no podía encontrar las razón lógica del comportamiento salvaje de la mujer antes mencionada-.Gruñía y jadeaba. como si fuera un animal rabioso, ni más ni menos. -soltó un largo y pronunciado suspiro-. Es la única vez que he tenido miedo y escapé por pura suerte. Cuando sentí pavor de ella, quise salir de la cama y... Simplemente hundió sus uñas en mi carne. Recuerdo que solté un grito y luego... En fin, no tengo claros mis recuerdos, pero ya no importa. Estoy vivo y es lo que cuenta-.dolía reconocer en el fondo, que no era un súper hombre; un Dios, como el mismo se decía frente al espejo todos los días.

Agradeció internamente que Bastian cambiara el tema hacia otros rumbos no menos escabrosos. Al parecer contaría una parte oculta de su vida y no sabía si era la persona merecedora de tal honor, sobre todo porque el no era sincero con Bastian. Quería serlo, pero la vanidad y el egoísmo le ganaban la partida.

-Bien, te escucho-. Le miró con atención, esperando que el chico mandadero no tardara demasiado en llegar.

por **Patrice Lesauvage** Vie Dic 04, 2015 5:11 pm

Una ligera mueca se remarcó en los labios del berlinés. Cada experiencia vivida no se comparaba ni por error a las narradas por su amigo. Pero entonces ¿Por qué continuaba arriesgando de tal forma su integridad? Si bien aquella idea no le agradaba del todo, tampoco se atrevía a cuestionarle, no le gustaba ahondar en temas de semejante naturaleza.

–Es exactamente a lo que me refiero– respondió ligeramente negando con la cabeza expresando su reprobación.

Sus orbes cristalinos se posaron sobre aquella marca. Debió haber sido una razón de peso para soportar tal castigo, nadie en su sano juicio le gustaría sufrir dichas vicisitudes por mero goce o diversión.

–Sólo evita que se vuelva a repetir, por favor– dijo con la mirada centrada en un punto de la habitación –No me gustaría enterarme que has sufrido un evento similar nuevamente ¿De acuerdo?–

Suspiró al verse atrapado en esa encrucijada. Bastian hablaba de no exponerse de tal manera con aquellos extraños, cuando el mismo casi perdía la vida molido a golpes un par de minutos atrás. Daba igual. Si su hermano no aparecía nadie le echaría de menos, pero en cambio su escucha tenía una familia. Y si en las manos del rubio estaba tenderle la mano, no dudaría en hacerlo, por menos había invertido parte de sus ahorros. El silencio acaeció unos segundos antes que Castiglione diera apertura al otro joven a iniciar su confesión.

–De acuerdo–

¿Cuánto tiempo había pasado desde aquel evento? No estaba seguro. Lo cierto es que la herida que marcó su memoria a lado de aquel joven seguía aun hiriente, causando estragos en las noches donde difícilmente conciliaba el sueño y prefería regresar a los brazos de algún otro hombre para no ahondar en ello, como si ese hecho significara una distracción para no sacudir su interior y querer buscarle o al menos saber que había sucedido con él. Sus dedos largos recorrieron con minuciosidad el instrumento, tan solo deteniéndose en los botones de una de las camisas, tocando los bordes de estos.

–Cuando mi madre nos abandonó y mi hermano desapareció pensé que todo había terminado para mí. Aquella noche yo caí rendido pues no había comido nada durante el día. Al abrir nuevamente mis ojos desperté en un lugar completamente diferente. Una mansión enorme, colorida y limpia. Y entonces ahí apareció aquel joven, que posteriormente significaría algo más para mí, charlábamos, reíamos y sonará estúpido pero me enamoré Castiglione, su madre no tardó en sospechar y le envió lejos. Lo único que me queda de él es esta valija, un par de prendas y el violín. Nunca supe que ocurrió con él pero ¿Sabes? Creo que fue lo mejor –

Suspiró nuevamente y pudo verle a los ojos.

–Es por eso amigo, que no me gustaría perder una vez más a una persona importante en mi vida–

El sonido de la puerta derrumbó la penumbra, enseguida la voz del joven que había enviado Castiglione irrumpió aquel momento de confesión.

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