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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Ainhoa G. Fugger Mar Ene 28, 2014 7:16 pm

“ Todo en la vida depende de las decisiones que nosotros mismos tomamos.”
— Han Shan
Era su día libre, normalmente la pasaba con su familia, pero esta vez quiso hacer algo diferente. Hace un mes había llegado de viaje, había ido a acompañar a la señorita Delacroix. Fue un viaje muy productivo, el cual pudo aprender muchas cosas que debían estar en su mente. Quería alejarse un poco de su trabajo, de la casa, de las personas que conocía, necesitaba obtener aire parisino, un movimiento diferente al que estaba acostumbrada, por tal razón acepto su loca idea de ir al circo, uno que había llegado recientemente a parís y que prometía mucha diversión, los volantes fueron la que la convencieron, animada, tomo una carroza en esa dirección, no duraron en llegar, había gente yendo de aquí y allá, felices, parejas de jóvenes, adultos con sus hijos, gente de toda clase, se mezclaban en ese lugar, le parecía muy interesante toda esa mezcla que se producía en ese lugar.

Sus pasos la llevaron a recorrer el lugar, había muchas cosas que ver antes del espectáculo, que estaba previsto a las siete de la noche y aun ni el sol se había ocultado, pero la gente se disponía a ver las bestias que estaban en grandes jaulas en un lugar del circo, otros veían a los fenómenos, como la mujer barbuda y el hombre más fuerte del mundo, ella miraba con detalle y curiosidad, pero nada parecía detenerla, solamente unos pocos minutos, hasta que terminaba caminando. Así pasaba con los juegos y las ofertas en cualquier artículo que pudiera restarle francos de su bolsillo, los cuales no eran mucho, por eso recelosamente, los mantenía bien cerquita suyo, solamente había comprado el boleto, nada más, no quería derrochar, el poco dinero que le serviría a sus padres, más que a ella, quien no tenía ninguna responsabilidad más que cuidar de una señora, algo malvada, una bruja, que le estaba tratando de enseñar sus trucos.

Hubo un mono haciendo malabares que le atrajo lo suficiente como para reír y aplaudir un poco. Todo parecía ir bien, hasta que un estruendo saco a todos de la pequeña burbuja fantasiosa y animada en la que estaban— FUEGO — grito un hombre, el humo comenzó a subir, cubriendo el cielo, que se tenía de un color rojizo, Ainhoa se paralizo, el fuego se había producido en el lugar donde los animales estaban, la paja, hacía correr el fuego más rápido, ella podía ver desde lejos, mientras la gente comenzaba a alejarse y los hombres encargados del circo buscaban apagar las llamas, que corrían rápidamente, amenazando en consumir todo, pudo percibir el calor de las llamas, desde donde estaba, entrecerró sus ojos, mientras retrocedía, debía salir de allí, pero perdería su dinero, el estúpido boleto no serviría después de eso.

Varios animales fueron sacados, pero un relinchido la congelo en donde estaba, hacia un gran estruendo, pero parecía que los demás estaban ocupados en sacar a los elefantes, a las cebras y demás, mientras que el animal, daba golpes de forma frenética en la jaula que tenia. ¿Qué podía hacer ella? Estaba ansiosa, su cuerpo parecía desear querer hacer algo imprudente y estúpido, la adrenalina que estaba alimentando cada célula de su cuerpo, la hizo correr en dirección de las llamas. El humo era denso, pero pudo lograr llegar donde estaba el animal, luchando por salir, dando patadas a la cárcel en donde estaba — Tratare de ayudarte… — dijo tosiendo un poco, mientras tapaba su rostro con su mano, noto el candado, que era el culpable de todo eso, busco entre el suelo una piedra, con la cual comenzó a darle golpes al candado, hasta que pareció ceder, pero antes de los golpes finales, la piedra cedió y se resbalo de sus manos cansadas. Ainhoa tosía demasiado, pensaba que había sido una idea estúpida, iba a morir por un estúpido animal, pero ya estaba allí, los gritos de la gente se oían lejanos.

Busco otra vez la piedra, mientras la sujetaba entre sus manos y volvía a golpear con todas sus fuerzas aquel candado, hasta que pudo librarlo, pero su cuerpo no resistió mas, había respirado demasiado humo y su cuerpo desfallecía, lo único que puso fue aferrarse a la puerta mientras la abría, para darle libertad al caballo — Fuera… — grito, antes de sentir que caía al piso. Trato de abrir sus ojos, pero todo estaba demasiado nubloso, en su mano sintió un hocico y en su cara una respiración, sin pensarlo mucho se abrazo a lo que parecía algo fuerte y movible, aferrándose a lo que podía, mientras era arrastrada lejos de ese lugar y las llamas que parecían consumir todo el circo. Ainhoa solamente sabía que no debía soltarse de lo que fuera que estuviera aferrándose, entre la mirada borrosa detallaba el humo del circo muy lejos y un camino de tierra, además el vestido que le había regalado, la señorita Delacroix, todo, desgarrado y sucio, el camino se hacía cada vez más feo, como si se tratara de un bosque, tosió varias veces, hasta que sus manos se resbalaron y cayó al suelo, completamente inconsciente.


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Mensaje por Balú Mar Mar 11, 2014 8:58 am

El hombre mulato yacía en el suelo áspero, apoyaba sus brazos sobre sus rodillas mientras intentaba hallar fatiga en sus pensamientos sobre el giro ridículo y radical que dio su vida, quizá así podría consolidar algo de sueño, el podría ser la mera ilustración de la melancolía si así cualquiera lo quisiera apreciar.  Releer la misma página lo hacía dar una apariencia traumática y desesperada, el sudor le corría a cantaros; se había acostumbrado ya a la sensación pegajosa al olor rancio e irritante. Nunca se dio cuenta del momento en el cual quedo dormido. El cuello torcido y la boca abierta, algunas moscas le molestaban sin embargo no conseguían sacarlo del trance. Mendigo hombre postrado a los pies de la miseria, su mente estaba saturada, en esos momentos tenia extrañas pesadillas en la cuales Zahir era quemado por la condena de brujería y satanismo, vestía una túnica negra más el fuego no le producía dolor, la túnica y su cuerpo no sufrían daño alguno, pero él si sentía aquel ardor, aquel fuego libre de compasiones le encandilaba el cuerpo.; quería ayudarlo –Za-Zahir…– balbuceaba en su soledad mientras el tiempo moría.

El metal de la jaula se sintió tan ardiente que lo despertó de aquella maniaca pesadilla de fuego. Se sobresalto, inmediatamente su vista se dirige hacia la luz que las rejas no podían encarcelar… para su consuelo nunca aquello había sido una pesadilla: la gente gritaba, el humo era cada vez más espeso y no había nadie para ayudarle, empezó a gritar en las distintas lenguas que pronunciaba pero todo aquello era inútil. No pensó mucho para ejecutar la misteriosa metamorfosis, se concentro tratando de seguir aquel ritual que Zahir le había enseñado, en medio de ello sus músculos no respondían a los movimientos que quería hacer, el cuerpo se le tenso y se fue encorvando poco a poco, parecía estar sufriendo o algo parecido, era como si fuera él una masa de harina y alguien le cambiara su aspecto, se engrandecía, vellos densos y oscuros como la noche sin luna le brotaba por todo el cuerpo, sus extremidades parecían haber reventado al ser sustituidas por patas, continuo así esta extraña deformación hasta que completamente era él una majestuosa bestia equina, negro en su totalidad, lo suficiente para quien lo viese dijera que era el caballo del demonio, imponente y poderoso con la simple presencia, era expresión de divinidad, era el mismo negro Balú quien dejo los trapos sucios que le cubrían  desgarrados y echados al olvido.
Ya había empezado a patalear y relinchar para hacer la mayor alarma posible, le empezaba a ser de dificultad el poder respirar, pareció escuchar una voz, aquello no desvió su afán solo de reojo vio que se trataba de una mujer blanca que insistía en golpear el candado que lo mantenía ahí adentro. Un sonido seco le hizo el ser más feliz sobre el plano, indudablemente se haría cargo de aquella hembra bondadosa, se arriesgo por él, por aquella bestia desesperada; debía huir así que se la llevaría, ciertamente no había otro opción pues el aliento se le iba.

Se inclino de forma tal que ella subiese a su lomo. Noto el esfuerzo de la mujer en intentar no caerse, por ello graduaba la velocidad al ritmo que más le conviniere (sí, debía ser rápido, pero debía cuidar de ella). Era de suponer que algunas lenguas largas se darían cuenta de lo sucedido por lógica debía alejarse… cabalgó un largo rato hasta llegar a un camino que parecía estar olvidado se hallaba lleno de vegetación y maleza, este le condujo a un pacifico bosque frondoso. La mujer parecía perder fuerzas en medio de una tos seca y desesperante, fue en más de una oportunidad que resbalaba su cuerpo y quedaba tendida del lomo equino, se arrastraba y volvía a una posición algo más cómoda; cuando menos se esperaba se escucho la no deseada melodía de su cuerpo caer completamente desplomado, Balú se vio obligado a revertir la apariencia de su cuerpo.
Nuevamente se sentía la incomoda desfiguración de los huesos, retorcerse unos con otros hasta lograr lo ordenado por su mente, como era previsto cogió a la mujer en brazos y siguió caminando. Paro su marcha cuando dio con un arroyo y ahí aprovecharía para cubrirse con algún selvático traje improvisado e intentar devolver el sagrado favor concedido, en el cual pondría todo su empeño y devoción estando siempre alerta de cualquier ojo curioso. Con sutileza la llevo a orillas del arrollo, y ahí en sus manos tomo agua y lo vertió en el rostro de la mujer, con el propósito que despertara y luego se hidratara.


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Mensaje por Ainhoa G. Fugger Dom Mar 23, 2014 8:14 am

—Despierta muchachita, que ya es tarde —  escucho la joven de cabello negro, pero aunque sabía que debía despertar sus parpados no querían abrirse, se movía entre aquellas viejas sabanas destruidas por los años, cubriéndose como podía, mientras refunfuñaba suavemente, para que la ama de llaves no escuchara sus quejas; una vieja gorda y canosa, arrugada, muy amargada y quisquillosa. Como la odiaba, bueno todos en esa casa la odiaban, pero no podían decir nada, no podían darse el lujo de perder aquel empleo. En ese tiempo tenia la edad de 14 años, comenzaba a ser una señorita, algo distraída, pero siempre decidida a mejorar y aprender lo más que fuera.

Sintió como un balde de agua fría, prácticamente congelada fue tirada a su rostro, haciéndola despertar de golpe — !!Señora Madeleine!! — exclamo, ya despierta, llevándose sus manos hacia su rostro, para quitar un poco el exceso de agua, pero cuando abrió los ojos, no se encontraba en aquella mansión años atrás, no tenia catorce años, ni estaba la vieja gorda y amargada de ese tiempo. Un hombre, de tez negra estaba en su vista  — Santo padre… — susurro sintiendo que un temor le recorría todo su cuerpo, dio un salto hacia atrás, se arrastro un poco sin importarle mucho que el hermoso vestido que le había regalado la señorita Delacroix terminara inservible.

Su avance fue detenido por un árbol, que estaba cerca de ellos, solamente había logrado una escasa distancia entre ellos — ¿Quién es usted? — pregunto con una voz temblorosa. En su mente comenzaba haber diferentes teorías de quien era aquel hombre, por su tono de piel, deducía que un esclavo que habría escapado gracias a la confusión del fuego. Era una joven de época, en la cual los blancos eran los que mandaban y los negros, simples bestias de trabajo, más económicas que los servicios de una servidumbre, como ella. Noto pronto que el hombre carecía de ropa, su rostro se tiño de un leve rojizo, mientras desvió su mirada, que se había atrevido a explorar todo el cuerpo del desconocido antes de apartarla.

— Usted no puede estar así, frente a una dama — se levanto torpemente, mientras giraba su cuerpo, para quedar de espaldas hacia él, noto que alguna rama habría rasgado su vestido, tosiendo un poco, por culpa del humo que aun habitaba en sus pulmones, comenzó a rasgar parte de su falda, esperanzada de que eso pudiera cubrir mucho mejor la virtud del hombre, no quería quitar mucho, ya que mostrar más allá del tobillo era incorrecto en la sociedad. Pero aunque trato de quitar mucha tela, de un jalón, había terminado haciendo un gran hueco en la parte de al frente, que llegaba cuatro dedos mas allá de la rodillas. Se lamento en silencio, poniendo solamente un rostro abatido por la mala suerte, pero no se detuvo y se apresuro a darle el pedazo de tela al hombre.

— ¿Acaso no sabe que está mal escapar? — dijo atreviéndose a deducir que había hecho eso; escapar de su amo. — lo cazaran y sufrirá mucho, se lo digo por experiencia, he visto como muchos negros, en las casas que he trabajados, sufren los castigos por tratar de escapar, algunos por solamente pensarlo —  giro su rostro un poco, tratando de que su mirada fuera fija hacia arriba, a su rostro — se que son gente buena, lo sé, porque he trabajado con de su raza y eso es lo que siento, pero… — iba a seguir diciendo algo, pero escucho unos alaridos y mucho ruido de gente acercándose, debían estar buscándolo.

El negro la había salvado, ella debía sacarlo de ese lugar, aunque eso significara su propia muerte; aunque deducía, que si la encontraban con él en ese lugar, sería una muerte más que segura. Tosió nuevamente, esta vez se cubrió con educación su boca, mientras le sujetaba de la mano, puesto a que no podía hablar, por el notable ataque de tos, que en esos momentos le había atacado. Comenzó  caminar con paso apresurado, tratando de alejarse aun más del peligro, los hombres parecieron irse por otra parte de aquel pequeño bosques y ella trato de guiarlo hacia el lado contrario.

Duraron unos diez minutos y se encontraron con una planicie, era la finalización del bosque, volvían nuevamente al circo, la verdad era que Ainhoa había tomado el mismo camino, pero con un sendero diferente y a otro sector del circo, muy lejos de la conmoción principal, que era aun, la parte quemada del lugar, había una carpa cerca, le indico al hombre seguir a ese lugar, la cual se escabulleron por debajo de la carpa. Ainhoa se sentía como toda una aventurera, pero también tenía mucho miedo, no conocía al tipo que trataba de proteger, mucho menos porque podrían estar buscándolo — podríamos encontrar algo de ropa para ponerle — sugirió ella, luego de ver que no había nadie — ¿A dónde quiere ir? — Pregunto — es decir, podría sacarlo del circo, pero un hombre negro como usted, seria fácilmente detectado en cualquier lugar de parís, las autoridades irán a buscarlo apenas sus dueños pongan la denuncia — explico tranquilamente — Tal vez… podría llevarlo con la señorita Delacroix — pensó en voz alta, con cierta esperanza de que pudiera ser la solución, pero luego de unos segundo los pensó bien — No, es mejor que no, podría querer utilizarte para alguno de sus experimentos… — termino chasqueando su lengua, para seguir buscando algo que pudiera cubrir su desnudez.

Encontró entre unos baúles, una camisa, sin botones, y unos pantalones rasgados por las rodillas, además de una túnica con capucha, además para su alivio había una falda gitana, decente, la que podría cambiar por su falda toda destrozada, se vería como toda demente, con un corsé arriba y una falda sin armador abajo, pero prefería eso, antes de mostrar de mas a la sociedad. Le entrego al negro las vestimentas para él, junto con la túnica — vístase usted primero — ordeno suavemente. Sintió un pequeño mareo, que casi la hizo ir al piso, si no fuera porque se había aferrado a el, la tos volvió nuevamente, haciéndose molesta, aquel agarre le recordó al bello caballo negro que le había hecho meter en todo este lio, cuando la tos ceso, miro detenidamente al hombre, con cierta extrañeza. ¿Por qué en ese momento le parecía ciertamente familiar? Sacudió levemente su cabeza, tratando de demostrarle que estaba bien, pero aun se preguntaba sobre el animal.


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Mensaje por Balú Sáb Mayo 17, 2014 4:03 pm

“Si no vives peligrosamente, no vives. La vida sólo florece en el peligro. La vida nunca florece en la seguridad. (... ) Cuando todo está yendo a la perfección, fíjate, te estás muriendo y no pasa nada.” Osho

Esa mujer era un poco extraña, se expresaba, miraba e incluso hablaba muy distinto de las mujeres que había conocido anteriormente. Parecía un tanto mayor. Y sin querer había dado de su parte un comportamiento algo burlón, humor negro para ser precisos, la mujer le pregunto por su identidad, con una sonrisa le contesto –No sé...- Quizá todo era por lo apenada que estaba esa fría mujer, ¿en su vida habría visto algún lujoso ejemplar de macho humano sin tapicería frente a ella? Lo dudaba mucho, quería ponerse presumido y posiblemente así olvidar los problemas que tenia encima… Y no solo él, ambos estaban involucrados. Pasos se acercaban, algo no andaba bien, confió en aquella mujer por aparentar ser baquiana de estos extraños senderos.

Realmente nunca debió dejarse guiar, empezaba a desconfiar de ella. ¿Quién era realmente y por que querría salvarlo?, podría ser una de las empleadas del circo o puede que no fuese una simple empleada, ciertamente era el miedo que ella tenía lo que aun le permitía estar junto a ella y no abandonarla para así no abandonarse así mismo. Si le fuese querido hacer mal no saldría de sus entrañas ese acido olor a miedo. Ella parecía hablar mucho para su gusto, las ansias le comían el rostro, pero ella dijo una palabra mágica -¿Enserio puede sacarme de acá?, Yo nunca he conocido de amos, aunque se a que está destinado un negro como yo.- Suspiro – Solo quiero irme de este sitio, no quiero que me encierren en jaulas. No sé ni que quiero- decía mientras obedecía a la mujer.

Un pantalón marrón oscuro y una camisa gris de mangas, por un rincón encontró los restos de un par de calzado de cuero. Salió de la carpa mirando a ver cómo le quedaba todo aquello, la ropa no tenía un olor agradable, por lo contrario aun estaba impregnada del sudor pestilente de su antiguo usuario, no le agradaba pero bien lo podía soportar, mientras seguía viéndose observo que la mujer lo detallaba le sonrió y pregunto –Me veo guapo!, ¿cierto?- concluyendo en una débil carcajada. Luego entro ella para vestirse, afuera la esperaba mientras la tristeza atacaba su memoria como cual bestia incrustase sus fauces en lo más sensible de su ser, se sentía débil, abatido y no veía esperanzas por alguna lado, ya sabía que le ocasionaría problemas, pero asomo su mirada por la carpa –Usted me ayudar ¿verdad?- viendo ahí el intento desesperado de cubrir las blancas piernas y quizá algo más.

No exigía mucho después de todo… tarde o temprano terminaría como esclavo de algún blanco adinerado, fue un miedo que estuvo mucho tiempo presente, pues algún día se quebraría la vida de fantasía que una vez vivió o creyó a haber vivido


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Mensaje por Ainhoa G. Fugger Miér Mayo 21, 2014 2:13 pm

“ Si hay luz en el alma, habrá belleza en la persona; si hay belleza en la persona, habrá armonía en el hogar; si hay armonía en el hogar, habrá orden en la nación; si hay orden en la nación, habrá paz en el mundo.”
— Proverbio Chino

Era algo extraño estar allí, era algo que estaba fuera de sus límites, Ainhoa no se trataba de una salvadora de los más necesitados, siempre se había caracterizado por seguir las normas de la sociedad de época, aun así allí estaba tratando de sacar a un hombre alto y negro del circo. Lo vio vestido y al menos fue un problema menos, el humor del negro la hizo dibujar una leve sonrisa en su rostro, mientras salía un leve bufido burlón, siguió ella para vestirse y quitarse esas ropas desgarradas, aun sentía lastima por su fino traje dañado, pero luego dejo de importarle, las cosas materiales deberían ser menos importantes.

— Lo intentare, creo… — dijo sin saber bien como llegaría a terminar esta aventura. En su mente llegaban mil y una probabilidades y opciones; podría venderlo para ganar algo de dinero. No sabía qué hacer, solo sabía que debía moverse o sería muy tarde. Termino de vestirse, se veía como toda una gitana, se acerco al hombre con un pedazo de tela entre sus manos. — venga, cúbrase con esto un poco más la cabeza y parte del rostro — alzo sus manos, pero él era muy alto, así que dejo que el negro lo hiciera. — Ahora pase lo que pase siga caminando detrás de mí, no podemos estar al lado del otro; se vería raro. Pero sígame de cerca — sonrió levemente, intentaba de cierta forma calmarlo, estaba segura que todo saldría bien, la gente aun estaba alborotada con el incendio, esa sería su oportunidad.

Salió ella primero de la carpa, le dio una señal al negro para que la siguiera, su paso era apresurado pero intentaba que no se notara mucho lo ansiosa que estaba por llegar a la salida. Había mucha gente, que iba y venía de todos lados haciendo que aina tropezara muchas veces con la multitud, era algo frustrante, parecía ser una marea que no estaba a su favor, pero ella seguía adelante, sin importarle que podría conseguirse al frente de ella.

— Dios mío… — susurro al ver  hacia atrás y notar que nadie la estaba siguiendo, el negro se había perdido entre una multitud totalmente alterada y desordenada, lo peor es que no sabía cómo llamarlo, solo tocaba buscarlo con la mirada y rezar que se pudiera cruzar pronto con ella. Allí estaba el, parecía desorientado, no lo culpaba, la joven mujer sintió una alegría al verlo tan cerca, solamente estaba a unos metros de ella, pudo caminar mientras esquivaba a unos cuantos, el aun parecía que no la había visto, Ainhoa sujeto su mano y lo jalo levemente para que atendiera — Hey! — Saludo, se sintió muy aliviada de haberlo encontrado — ven, ya casi llegamos— lo guio sujetada de la mano, al parecer la gente no atendía a esa extrañeza, estaban aun muy ocupados con el acontecimiento especial.

Terminaron de llegar a la entrada del circo, en donde algunos cocheros esperaban por clientes para llevarlos a diferentes lugares de parís, para suerte de ella el cochero siempre estaba afuera del carruaje y pocas veces prestaban atención quien se montaba, empujo al negro dentro de aquella caja negra — No es una jaula, aun lo parezca — dijo mientras cerraba la puerta, debía primero hablar con el cochero — Le pagare cinco francos, solamente por mi compañero y yo — el cochero acepto, no iba a montar a nadie más.

— ¿A dónde los llevo señorita? — eso no lo sabía.

— Estamos cansados, quisiéramos ir a una posada, resulta que no somos de aquí — respondió ella con cierta tranquilidad — Si nos puede llevar a algún hostal que no sean muy estrictos —  el hombre asintió y Ainhoa se puso subir al carruaje, cerró la puerta y se puso en marcha. — Iremos a un lugar para que se resguarde por este día…. Luego creo que… no se…. Deberemos esperar hasta mañana — suspiro largamente, tosió un poco, estaba cansada, ese día había sido una aventura completa.
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