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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lorian de Bordeaux Mar Jul 01, 2014 12:40 am

“Pero que maldito, maldito pesar, que me incentiva a pecar”
Como siempre, era ilógico decirle que no a ella, me veía obligado por sus ojos, por su mente y su cuerpo que eran una especie de rito sagrado y diabólico, capaz de recomponerme aun cuando me quebraba los huesos en el mismo instante. Un dolor tan certero, tan agudo, se clavaba en los lugares exactos hasta hacerme sentir que ya no había existencia sin ella. Por los días, cuando estaba oculto en mi féretro me preguntaba ¿Cómo puede ser que haya caído nuevamente? Me respondía en la noche, cuando sus curvas escandalosas y su mirada juguetona se hacían presentes en mi manjar. Era como comida negaba, se acercaba, se alejaba y me hacía desear. El hombre que estaba detrás de la puerta seguía en pie. Pero se desvestía al pasar al cuarto. Buscaba mantener un perfecto equilibrio de forma tal, que no todos, o más bien ninguno de los de la familia sepan que estaba siendo controlado por una mente malditamente demoníaca como la de ella. Era devastador, pecaminoso, me hacía sentir humillado, pero aún y con eso, era imposible de evitar, no tenía otro camino, siempre lo había sabido. Las veces que había intentado desligarme de su mirada simplemente había terminado volviendo arrastrado a ella. Y ahora no era la excepción, pero deseaba que aquel círculo vicioso se calme, que se detenga por algunas décadas al menos.
Esa noche estábamos libres, habíamos terminado las charlas y apenas le había comentado a algunos de la familia que ya me había encontrado con una D’ Auxerre. Rebecca había sido la primera en enterarse luego de haberla encontrado en aquella licorería noches anteriores, ahora tendría que comentarle a Vibeke, puesto que habíamos quedado en aquel bar del puerto, lleno de apetitosos humanos dispuestos, o quizá no, a hacer de nuestro alimento luego de aquel falso festín. Había reservado de modo de estar afuera, con vista al hermoso río Sena que nos regalaba el Paris. La playa estaba a tan solo unos metros de nosotros y simplemente podíamos ir y venir cuando se nos antojara. Sin duda la brisa era refrescante y el frío suave de primavera era dulce y raspaba contra la piel. Llegué a la hora enmarcada, exactamente las nueve en punto, momento culminante donde estaba la larga noche esperando por nuestros viajes al pasado y a un futuro siniestro. La luna estaba redonda, lo que daba la pauta que los lycanes estarían por las fronteras del bosque. Iba a procurar no pasar por ahí, a Vibeke siempre le había gustado divertirse de formas raras, pero por lo contrario, yo era siempre una persona más tranquila, buscar el perfil bajo, era una de mis preferencias, aunque pocas veces lo lograba, quizá mi boca era demasiado turbulenta. Lo importante es que no quería ninguna batalla contra algún lobo molesto, que la gran mayoría no podía controlarse y solo estaban diseñados para romper y golpearse contra todo. Típico de perros.
Estuve allí esperándola, pedí una copa de vino y por un momento me reí de varias cosas, pensé que era obvio que llegaría tarde, no era una persona puntal, siempre le importaba todo muy poco, incluso yo. Aunque solía decir que era “un poco más” especial que los demás, obviamente no lo hacía notar siquiera con una de sus acciones. Porque obviamente yo no conocía los gemidos que le regalaba a los demás. Poco a poco sentí que el estómago se me revolvía, seguí bebiendo. La mesera volvió tras pasar otra media hora más. Obviamente disimulé perfectamente y le dije que estaba solo, que quizá luego alguien vendría, por lo que tranquilicé esos ojos curiosos y pedí una comida elaborada que esperaba que tarde al menos una hora entera en hacerse. Me quedé mirando a un costado, como las olas se golpeaban así como mi orgullo contra las rocas. Giré la copa de boca grande a un lado, el vino se oxigenaba, se endulzaba lentamente y al otro lado volteé nuevamente y para cuando lo noté, ya estaba vacío. Pasó algún tiempo más, no supe cuánto era, me había sumergido en un mar de recuerdos. Siquiera sabía por qué seguía allí esperándola. Si era evidente que cuando viniera no querría verle la cara. Porque yo sabía que iba a aparecer. Estaba completamente seguro de que vendría a burlarse, a mirarme socarronamente, a alardear de que yo seguía estando allí para ella y que nunca me iría. Saborear su victoria como siempre lo hacía, a-pincantar mi calvario.
Pues bien sabía yo, que ella tenía razón, pero no por eso lo aceptaba. Y cuando el aroma dulce y excitante de su piel entró por el lugar mi cabeza se volcó a un lado y miré hacia el horizonte. No dirigí la vista, no podía hacerlo, un olor nauseabundo entraba por mis fosas nasales, un cuerpo ultrajado y seducido de sexo estaba encaminándose a donde me encontraba. Podía sentir el maldito olor a hombre en esa piel que yo decía que era mía. El calor entre sus piernas que se apagaba a hielo lento y traumante. Mis ojos estaban oscuros, como dos pozos demasiado profundos como para ver el final. Reprimí todo y solo levanté la mirada. —Estás tarde. — Carraspeé y pensé que la garganta se me rasparía y empezaría a sangrar. Era una voz tan grave y molesta, como si me hubiese tragado un pedazo de tierra, quizá estamparla contra una pared, bañarla en mis fluidos hasta que nada de aquello quede al descubierto podría calmar todo aquello que estaba sintiendo en esos instantes. Pero no, simplemente, me sentí humillado.
“Como una maldita rata sin poder tocar el queso.”


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Jul 20, 2014 9:56 pm

"Y quiero ser lo que de verdad te duele. Serlo todo para ti, que sufras para mí..."

Incumpliría la cita, eso lo tuvo claro desde que supo que Lorian había mentido o, mejor, que había ocultado demasiada información sobre un pasado que no se había evaporado. Uno que ahora se hacía presente también en París y por partida doble.

El encuentro sería a las nueve en punto, en uno de los bares esquineros del puerto, de esos que se llenan hasta la madrugada y en los que no se repara demasiado en la particularidad de sus gentes. Cada quien va a lo suyo, con los suyos. Eso era lo más importante y lo que les había hecho elegir ese lugar como principio de lo que sería su recorrido nocturno. Pero en cuanto el sol se ocultó, Vibeke salió de la mansión de Bordeaux y se dirigió a una zona retirada del centro de París, además de bastante oculta. Su fin era satisfacer sus deseos de sangre y placer humanos con la particularidad que se le apetecía esa noche: Mujeres. La noruega tenía gustos amplios pero complejos y en esa medida tenía sus recursos sobre los cuales disponer cuando bien le viniera en gana. Sus cortesanas eran mujeres jóvenes y voluptuosas aunque no tanto como ella misma. Eran obedientes, pasionales y lo suficientemente inteligentes como para permanecer calladas cada vez que Vibeke hacía acto de presencia. La complacían, le llenaban el cuerpo de besos y caricias hasta lograr el éxtasis que sólo se complementaba con su sangre, la dejaban ir sin preguntas, sin esperas. Eso era lo planeado, visitarlas a ellas, darse un baño de al menos cuarenta minutos y luego llegar al bar sobre las nueve y cuarenta y cinco o diez. Sin embargo el destino la había mimado y de regreso se encontró con una de las cosas que más le gustaban, los brujos. Ella le sonrió a su suerte, aprovechó la ocasión y consumió lo que quiso al hombre antes de dejarlo tirado donde estaba al principio y dirigirse sin más a la cita. Para entonces ya la noche casi se había ido.

Como era de esperarse, jamás se apresuró. Se arregló las ropas, se pintó los labios y caminó con suma tranquilidad a su retardada cita. En el fondo sabía que él aún estaría allí, esperando, con el carácter ya aprisionándole la garganta pero con la voluntad todavía dudosa entre lo que él quería y lo que ella le hacía querer. Llegó al bar en unos veinte minutos más e ingresó con el rostro en alto, con el orgullo que siempre cargaba y sin el más mínimo atisbo de arrepentimiento. Avanzó un par de pasos, vio a Lorian a lo lejos y se sonrió
–Lo siento, mademoiselle, pero ya vamos a cerrar. Puede venir otro día, si gusta- intervino una gruesa voz masculina a su lado y ella apenas si le prestó atención al dueño del bar que era quien le hablaba. Hizo un gesto de disconformidad con los labios y se giró hacia el hombre. –Vas a tener abierto este lugar para mí- afirmó esbozando una de esas manipuladoras sonrisas y de entre sus ropas sacó una buena cantidad de dinero que puso en la mano del hombre. Con ello podría pagar todo el licor que tenía esa noche y todo el que pudiera tener a lo largo de esa semana –Nos iremos antes del amanecer. Llévame una botella de vino de la misma que pidió el hombre que está al fondo y luego no nos molesten- ordenó y el regordete sujeto asintió con un gesto de ambición que resultaba incluso molesto pero que para efectos prácticos, era el esperado.

Sin darle más atención al hombre, camino hacia afuera, donde permanecía Lorian sentado sin siquiera mirarle. Tenía el rostro adusto y Vibeke sonreía porque de cierto modo sabía que él sentía su presencia, que la sabía ahí, acercándose. Se paró frente a su mesa y antes de hacer o decir nada, él la miró y pareció reclamar a su modo.
–En realidad estoy a tiempo. Iban a cerrar el lugar pero ya nos quedaremos unos minutos más- afirmó sin gesticular nada. Se veía fría, parca al punto que podría decirse que no le importaba nada cuando en realidad sí que tenía motivos para hacer lo que hacía. Se sentó en la silla frente a Lorian y extendió la mano para tomar su copa, sin preguntar y bebió de ella un sorbo. –Vine por ti, al final es lo que importa- sonrió y dejó la copa sobre la mesa, observándolo, viendo sin parpadear como él la miraba, como mantenía el cuerpo en exceso firme. Ella se inclinó sobre la mesa apoyando los brazos en la misma para apenas acercarse a él –Me encanta cuando me miras así- le dijo en voz baja y vocalizando muy bien para que sus labios carnosos se pronunciaran en cada sílaba. Iba a decir algo más, pero el dueño del bar en persona fue quien llevó el vino, una copa más, les sirvió a ambos y se retiró en silencio cuando Vibeke le lanzó una mirada amenazante que le pedía de ese modo que desapareciera.

Cuando se retiró, volvió a sonreír mirando al muy serio Lorian. Era extraño que pareciera no estar molesta aunque realmente sí sentía cierto disgusto que aún no iba a manifestar
-¿Estás molesto?- preguntó con ironía, conociendo que la respuesta quizás fuera el resultado de la propia provocación que ella incluía en esa conversación. Esa que seguramente la llevaría a ella misma a manifestar de algún modo su inconformidad y, posiblemente, también al deseo de aniquilar a esa misma que ahora llevaba su sangre al haber pasado a través de Lorian.

"...Como también quiero que no me ocultes nada y que sólo seas mío"


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Jue Jul 24, 2014 8:48 am

“Sufro, aun cuando estoy llegando al placer más extraordinario de todos”
Pensé que el colmo de esa situación sería esperarla con los brazos abiertos. Pero en lo profundo de todo mi ser, sabía que cuando ella pusiera un pie en aquel bar, yo estaría dispuesto a perdonarla. Porque no podía evitarlo, desearla, adorarla, como si fuese una maldita religión. Tuve que tragarme mi orgullo tantas veces, que aún resulta extraordinario saber que sigue existiendo, eso que llamo fuerza de voluntad, quizá me habían regalado demasiado, quizá sería más fácil odiarla y no mirar atrás, seguir el camino hacia delante, sin esperar por ella. Suspiré varias veces, claro, eran los únicos sonidos que tuve para mí mismo durante todo ese tiempo. Las conversaciones ajenas fueron una completa pérdida de tiempo, leer los pensamientos del pueblo, escuchar las disputas humanas. Era tan poco interesante. En siglos, las mujeres seguían hablando de amantes, de insatisfacciones y de dinero o ropa. Y los hombres, negocios, putas, mujeres, senos y comer. Tan sencillos, tan poco profundos. Sin pensar en que la vida es un camino de ida y se les irá de las manos cualquier noche. Probablemente todo eso que junten en su caja fuerte será desperdiciado, todas las tristezas que tuvieron en sus vidas, serán en vano y nadie velará sus tumbas mientras se pudren para siempre. Jugué con mi copa una vez más. Observé el cielo, busqué su rostro en él. Y tan solo luego de mucho más de dos horas apareció su enfermiza fragancia.
Tenía en mi saco un perfume que había conseguido en aquel encuentro con Denisse, la mujer de la familia contraria. Lo estaba comprando y la muchachita apareció para pegarse a mi cuerpo, para pedir por algo imposible, confundiéndome con ese hermano gemelo que pocas personas conocían en ese mundo. Pero al final, me había sentido el vencedor, aunque me había llevado algo de dolor como regalo aparte. Al menos estaba vivo; toda la velada solitaria había pensado en cómo le contaría aquel encuentro a Vibeke, sus expresiones, intentarla poner celosa, divertirme con su sonrisa. Había deseado irremediablemente hacerla feliz. Pero eso era algo completamente opuesto a nuestros sentires habituales; parecía que si no nos lastimábamos no era legal. Pues, en parte había una razón lógica para pensar eso. Estábamos tocados por una maldición y ser felices no se supone que sea parte de ella. Así que… Así fue como al rato, ya cuando estaba pensando en levantarme e irme a esperarla a las afueras, su aroma penetrante me tumbó. Sí, me quedé esperándola, supe sus movimientos incluso ante de que los haga. Sentí el dinero corriendo de su mano para dársela al dueño y reí irónicamente, hablándole allí mismo. Escuchando en nada su respuesta sin pies ni cabeza.
— ¿Cómo sabes qué es lo que importa? Siéntate entonces, ¿traspiés en el camino? Ah... Hueles. — Maldije al final como si se tratara de un demonio, con los ojos acelerados, no solo por la incomprensión, por la falta de respeto y educación que me estaba haciendo presenciar. No. Todo eso era al marguen, mi verdadero odio y temor, es que sentía que en efecto, yo tenía la culpa. Como si ella me estuviese castigando por algún mal. Sus labios que eran un delirio se acercaban, se pronunciaban; era el maquillaje de la muerte y con plegarias hacía quién sabe qué, me mantuve derecho, firme en el lugar, con la copa de vino en la mano. Ignoré por completo a aquel tipo que entró, no era más que un ente volátil, potencialmente preparado para ser alimento si no me tranquilizaba en los próximos minutos. Claro que eso no se notaba en lo más mínimo, tenía absolutamente todo oculto en mis capas de piel detenidas en el tiempo. Tan solo mis ojos, tan distantes y semi apagados, la miraban; con claros deseos de golpearla, tirarla contra un rincón, poseerla de diferentes maneras, hacer que se olvide de todos los demás. ¿Era demasiado complicado,  pedir un milagro? — ¿Enojado? Depende, tengo  una eternidad para esperarte sentado aquí. Así que si es por el tiempo, no, no estoy enojado. Si es por la humareda de olores ajenos a ti que salen de tu cuerpo. Deseo con terrible énfasis ir a matarlos. Pero no siempre se tiene lo que se quiere. Así que solo digo ¿No tienes tú también la eternidad como para ir a complacerte justo la noche que ya tenías planes anticipados? —
Era más bien una pregunta al aire, como una filosofía incomprensible para ella. Yo no entendía como era capaz de soportar tanto, idas y vueltas y aun así seguir habilitada en su paso, ¿es que no se cansaba? Sonriendo de manera tal que su cuerpo suave y apaisado era complacido por muchos, me enfermaba. Como un objeto que manipulaba; era una perfecta muñeca maldita. Y yo era el títere que estaba a su lado. Había hecho tantas cosas para tratar de olvidarla, me había partido la cabeza con tal de que ella salga de ahí, pero esos ojos me perturbaban, lo hacían antes y aún ahora. Con suavidad le tomé el mentón y quise besarla, pero solo me acerqué un poco, mirando sus orbes, el perfume de sus labios, la esencia de su piel. — Eres como una flor venenosa. ¿Por qué estas molesta? ¿O solo te gusta molestarme? Vibeke. — Modulé su nombre con pesar, pasando la yema de los dedos por su piel, delineando sus dulces pétalos, mientras su cabello blanco caía a un lado, pareciera que buscara querer ser acariciado. Observé de momento su cuerpo, mis ojos se calaron hasta sus pies, la devota sensación de que había sido tocada, plenamente usada, el alma oscura que aún albergaba en mi interior de manera muerta, palpitaba de la ira. Que en un arrebato se calmó, solo para no sentir humillación de mí mismo, haciendo un grito al cielo. — ¿Cuántos fueron? ¿Por qué? —  Sin evitarlo, las palabras no pasaron por mi cabeza antes de salir.

“Es porque tú no eres más que la existencia entera. Y dejo de vivir sin ella” 


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Vie Ago 01, 2014 10:25 pm

“Hasta ganarte te declararía la guerra, hasta vivir en una, porque prefiero que vayamos en contra a sin el otro”

¿Cuánto tiempo sería capaz de esperarla Lorian? A Vibeke le gustaba probarlo, buscarle los límites y arañarlos hasta que desesperara poco a poco, como los gatos que van destrozando los sillones con disimulo y arreglan todo con un gesto que creemos sonrisa pero que dista mucho de ello. De un modo extraño, ella lo que buscaba era verlo molesto, incluso se puede decir que esa especie de violencia en él, le excitaba. Ese era su detonante, su modo de acabarle la paciencia para construírsela de nuevo entre sus piernas. Lo despedía de su seriedad para darle la bienvenida a su versión más rebelde y le cazaba la poca benevolencia que poseía con los labios.

-Sé lo que me importa a mí- respondió como si fuera la cosa más natural del mundo. Medio de mala gana pero pareciendo tan segura de sí misma como siempre, tan jactanciosa de cada cosa que decía o hacía. Sin embargo la verdad no era reflejada en aquellas pocas palabras porque Vibeke había actuado basada en su molestia, en su poca paciencia para esperar a que Lorian le dijera que había sido de él, de sus años y de sus frutos en ese tiempo lejos. Se había cruzado con sus manías en la búsqueda de las ajenas. Había llegado tarde y lo había encontrado impaciente pero ella lo había estado primero. Era bastante dura para cobrar lo que creía que debía, pero no le gustaba ser subestimada. No obstante él no se quedaba atrás, sabía de donde venía ella o, más bien, de hacer qué, venía ella. –No le llamaría traspiés. Digamos mejor que me entretuve un poco en el camino- dijo mientras se acomodaba, sin más, esbozando una sonrisa tranquila, cínica. De algún modo la noruega sentía que no podía confiar en alguien que la dejaba escapar con vida, que no la estrangularía con sus propias manos con el único fin que no se las pusiese encima otro. Ese era el punto de todo, lo que la inmortal buscaba sacar con esfuerzo del silencioso Lorian al que le costaba reclamar y tomar lo que se le antojara.

Vibeke tenía la rebeldía de un lazo de papel bailando bajo el viento, ligera pero firme, capaz de cortar los dedos mientras aparenta que nada sucede. Poseía una boca trazada para la malicia y a ciegas de color carmín acabada en pico por la que cualquier paralítico emocional se hubiese vuelto alpinista. Hubiese jurado que sería capaz de detonar una ciudad tan sólo con chascar los dedos. Pero no le importaba más que Lorian y su modo de cobrarle los errores. Esos mismos que él no era capaz de cobrarle a ella. Y vaya que la inmortal hacía méritos.
–Ves, no llegué tarde- mencionó soltando una risita, asumiendo que él le daba la razón. –Eres más perceptivo de lo que recordaba. Si te sirve puedes ir a matarlos- frunció los labios y se encogió ligeramente de hombros sin ponerle mucho color al asunto –Realmente no me importan- sintió deseos de sonreír más abiertamente al sentir que lograba lo que se proponía para aquella noche, pero tal vez era muy pronto para celebrar. Lorian aún podía contenerse. Extendió la mano de nuevo y bebió de la copa de vino, viendo hacia cualquier lugar, como si estuviera en la charla más tranquila y menos peligrosa del mundo. -¿Tan importante era que llegara temprano? No planeo irme de París en un buen tiempo y parece que tú tampoco ¿Qué más daba una hora más o una hora menos?- dejó la copa sobre la mesa y se reclinó en la silla, cruzando los brazos y acentuando sin ser a propósito su escote.

La mirada de Lorian la llamaba. Cuando miraba seco, cuando desviaba sus ojos iracundos, cuando se contenía. Ella no podía evitar inclinarse hacia él buscando que le reclamara al menos con ese par de orbes oscuros que no reflejaban nada bueno. Se dejó tomar por el mentón cuando se acercó a él de nuevo y le sonrió a cambio. Se dejó acariciar, su tacto le podía más que cualquiera y todo él era una mezcla de impulsos eléctricos para ella.
–Esto es de lo que quiero que bebas. Pero dime tú si tengo motivos para molestarme y para querer envenenarte ahora mismo- le susurró sin apartarle ni la mirada ni el cuerpo. Sin embargo supo que debía hacerlo con su última pregunta, esa que probablemente le permitiría ver algo de su ira. Con disimulo y muy lentamente se dejó ir hacia atrás, con un gesto más serio que el de antes. –Fueron dos. Una mujer, una cualquiera a la que llamo mía y con la que me distraigo de vez en cuando- exageró sobre su prostituta. –Y el otro…- sonrió a propósito aunque a medias –El otro fue un brujo. Uno de muchas almas y que seguro guardaba mucho poder en sí. ¿Recuerdas cómo me han gustado siempre los brujos?- finalizó con el firme propósito de provocarlo más y soltó una breve carcajada.

¿Qué haría él entonces? Si dejaba que su ira dejara de contenerse, ella lo disfrutaría como resultado de su ocurrente venganza. Desafortunado de quien quisiera interponerse, porque ella misma se libraría de la interrupción en un segundo. Se irían al ámbito que fuera. Él reconocería el enojo que le recorría a ella y quizás reaccionara abriendo los ojos a ello, a ese modo que tenía de decirle Vibeke que él sí le importaba. Allí mismo podría destrozarle la venenosa lengua y sacarle el corazón con la mano izquierda mientras el más jodido era él. Que se desgastara los dedos, que se jodieran todos con tal que se supiera la verdad. Que se muriera, pero que no se enterara ella de que lo mataban. Que se cortaran por la mitad de sus caminos porque de eso nacía una inicial que sonaba a venganza. Que todo eso no le revelara nada, pero con sus impulsos lo descubriera todo. Que se diera cuenta que no habría otro cuerpo ni otro brujo que le valiera la vida a ella, porque incluso le daría igual que los mataran. Pero él, Lorian, era otro asunto y ellas, las dos que parecían ocultas, también.
-¿En qué te afecta esto realmente? jamás llegué puntual...- acotó de nuevo restándole importancia a su modo de retrasar la cita. Evidentemente, quería escuchar más de los labios de él.

"Así que vamos... ¿no lo ves? Te estoy provocando. Quiero verte llegar, quiero que me agarres por la espalda y me lo digas al oído, dime cuanto juegan tus ganas y tus principios a encerrarme en áticos sin muebles, dime como se rifan tus sentimientos su última partida a mi manos, relátame sin prisa donde te quedaste colgado de mis cadenas...

Supérame, déjame en ridículo, baila conmigo, písame los pies, tírame al suelo y ponte justo encima... Grítalo entonces, dime si mis pasos hacia atrás son tus ganas de seguir adelante'"


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Sáb Ago 09, 2014 2:23 pm

“¿Cuándo nuestra existencia se acabe, nos volveremos polvo de estrella o la condena por la inmortalidad es quedar como volvo en el camino?”
Una maldita egoísta, eso es lo único que pasaba por mi cabeza en ese instante, pero lastimosamente, por mis ojos pasaban sus labios, su sonrisa sarcástica y sus apetitosos ojos que tan solo hacían que mi cabeza gire en la desesperación de poseerla. Por un pequeño momento miré hacía el río. El agua estaba allí tan tranquila, iba y venía por la corriente, el puente que estaba a lo lejos, dejaba entrever a los carruajes que se movilizaban hacía otras ciudades. Y yo allí, torturándome la cabeza por una rubia platinada que solo hacía que mi cerebro se entumezca. Tan caprichosa, ella solo conocía de sus necesidades, de las cosas que a ella le importaban. Siempre había sido así, no podía reprocharle nada, siquiera se me pasaba por la cabeza la sola idea de insistirle para que solo se quede conmigo. ¿Qué cosa le podía dar yo que no se la podía dar otro? Absolutamente nada. Suspiré, la observé al mismo tiempo que mantenía la mente en blanco. Escuchando sus lastimeras palabras, no apunté a responderle, de hacerlo solo terminaría humillándome un poco más. — Me imagino, te entretuviste con animales, seguramente. — Notaba su molestia, el picante de sus ojos claros, tan fuertes que quemaban mi cuello. Pero me mantuve firme, aunque ella estuviese molesta, por algo de lo cual no tenía idea, yo también lo estaba, su cuerpo que había sido tocado por manos ajenas, su dulce piel había sido tomada por alguien que no era yo. Básicamente, la sentía sucia y eso me enloquecía.
— No, no tengo derecho de hacer algo como eso. Y de igual forma […] Nada. — Negué apáticamente y miré a un lado, envolviendo mis dedos unos con otro, calmando mi tosca desesperación, enfundando mi ira en la nada misma. Su cautivo aroma me desligaba de todo y yo simplemente quería huir. Mordí mi labio inferior y ante sus blasfemas palabras subí la mirada, apreté los músculos de las piernas y me cavé más contra el suelo del local. Mis yemas estaban allí sobre su piel suave y muerta, su sonrisa mediocre hacía que mis cejas se frunzan y cuando sus hermosos senos se aplastaron unos contra otros mantuve la mirada latente en sus cielos. No le daría el placer de verme sucumbir a la tentación de sus curvas. En ese momento yo quería golpearla, hacía mucho tiempo que mi “señor” interior no enloquecía de esa manera, quizá, justamente, porque hacía mucho que no la veía a Vibeke, tanto tiempo de no verla llegar con sus miles de olores en el cuerpo, me había desacostumbrado y probablemente no podría volver a acostumbrarme jamás. Mis uñas acariciaron el contorno de su rostro, hasta que poco a poco ella se alejó y me dejó en la misma posición en la que había quedado. Y así, tan lentamente que parecía una eternidad, volví a apoyarme en la silla y la escuché. ¿Para qué pregunté? No tenía ni la más jodida idea. La maldita tormenta se desataba en mi interior, mi cara era como cemento seco y solo en la profundidad de mi mirada se podía ver que estaba cambiando mi humor horriblemente.
Asentí, con una falsa aprobación, apretando las pestañas de arriba y abajo, mis aguas eran controladas por la fuerza de mi inmortalidad, para cuando los abrí recordé su pregunta y me dije a mi mismo, que había algo en todo aquello que estaba fallando. Me quedé atónico y mi garganta carraspeó. — No tienes motivos para enojarte, a menos que sean cosas que no son de tu incumbencia. Nunca te importó lo que hacía, claro que nunca hice cosas descaradas. ¿Qué quieres saber? ¿Y por qué tengo que decirte lo que sea que quieras? No soy tuyo, así como tú no eres mía. Creo que no hay más nada para hablar hoy. — Me levanté, mi mente quería irse, mi cuerpo, por el contrario se giró en torno a la mesa. Mis malditas manos giraron la silla donde ella estaba, dejándola frente a mí. Me acerqué, le tomé los labios, el sabor amargo bajó por mi garganta y me separé. — No me importa que llegues tarde, me importa que sabes que yo te esperaré y que te diviertes con eso. Tu veneno está en mí desde que me creaste, ¿qué tanto más quieres darme? Hazlo, tan solo dame un poco más de él, quizá de esa forma termines dejándome de  importar. — Apretaba la madera de la silla, la tiraba hacía atrás, abanicándola un poco en el aire mientras la miraba, su escote, su cintura, sus piernas. Pasé la mano por ellas, acaricié con plenitud, la suciedad que estaba allí, la sentía y mis ojos enfermos de cólera se entrecerraban y terminaban por apretar hasta marcar los dedos. — ¿Estas satisfecha con esos? ¿Te ha encantado ese brujo? ¿Lo has convertido como a mí? — Subí la mano por su ropaje, apreté los costados de su cuerpo y estresado por sus perfectas curvas volví a acercarme a sus labios, pero solo la miré, tragando saliva, deseándola gradualmente, cada vez más. — ¿Qué hice para merecer este castigo? Dímelo. — Supliqué, aun manteniendo la silla hacía atrás, acercándome a su pequeño y blanco rostro, que contrastaba con el mío más bien morocho.

“Es una locura querer superar al demonio, como una sombra que engaña. No se sabe cuál es la real y cuál es la mentira.”


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Vie Ago 29, 2014 9:48 pm

“Ni el amor ni el horror son como los pintan.”

Que todo pareciera en calma era una cosa, pero que realmente lo estuviera era otra. Ellos podrían pasar años galopando sobre el otro como caballos salvajes en un carrusel, sabiendo que no llegarían a ninguna parte y, asumiendo que mientras sus cuerpos estuvieran juntos nada más importaba. Como dos leones comiéndose en los pasos de cebra, así avanzaban  y de nuevo volvían al principio, como si eso fuera regresar a casa. -¿Animales?- Vibeke soltó una carcajada, sin intentar siquiera contenerse porque no entendía el porqué de llamarlos así. –Quisiera saber porque usas ese término, pero prefiero omitirlo, al final puedes llamarles como quieras. Yo les seguiré diciendo tentempiés- la frase terminó con una nueva risita aunque esta vez más corta y con la picardía implícita en sí misma.

-Amor, los asesinos no podemos hablar de derechos. Puedes hacer lo que te venga en gana- espetó con la voz plagada de dulzura, acariciándolo con unas palabras que seguramente podrían molestarlo más. Su cuerpo funcionaba en complot con sus palabras y por ello acompañó las mismas con una de sus manos, llevándola a la mejilla de Lorian, rozando los dedos sobre su piel y retirándola pronto pero con absoluta calma. Ella estaba entre la dulzura de lo carnal y lo afilado de una pérfida ternura que rebosaba fronteras, distancias, paciencia…  –De igual forma… ¿Qué?- sus ojos se clavaron en los ajenos e incluso los entrecerró un poco, como si eso afianzara aún más su necesidad de conocerlo todo, de saber eso que se quedaba en la garganta de Lorian y que parecía dirigirse a sus dedos y aflorar en ese rabioso enredo que efectuaba sobre la mesa. La noruega no sabía cómo era que él se había contenido de marcarle el sendero de sus uñas en las mejillas cuando la hubo acariciado a medias, pudiendo haber dejado así un camino que buscara el desahogo propio causado por la injuria ajena. Pero se notaba que él sabía que aquello no era cuestión de mudar de piel. Si sólo fuera cuestión de mirar para otro lado ya se habría solucionado todo, el dolor de él, la molestia de ella…

Pero el enojo de ambos acabaría en tormenta y las palabras de Lorian le hicieron un nudo en la garganta con el que quiso ahorcarlo. Aun así, Vibeke sonrió.
–Mmm, entonces sí hay algo- susurró siendo capaz de expresarlo de otra manera. ¿Cómo decía que no era de su incumbencia? Ella hacía cosas que decían a gritos que él le importaba poco, pero sería capaz de matar con ahínco a quien se atreviera a hacerle siquiera un rasguño. Callaba muchas cosas, pero el silencio guardaba el mayor de sus tesoros. Sin embargo no recordaba otra cosa que su malestar con él para ese momento y se devanaba la cabeza para responderle con tal calma que la ira se reflejara sólo en él. –Pero en fin, no necesito que me digas nada- se encogió de hombros y cruzó de brazos dejando como siempre una mirada tranquila –Pero eres mío, aunque yo no sea tuya- fingió que estaba a punto de reír, pero más valía que él no negara nada y que ella no dijera más para que la verdad no saliera a flote, para que las mentiras no crecieran, para que la contrariedad que representaba ella no aumentara. Vibeke tenía presente la ira. Tanto como para que no la atrapara. Y la tocaba, pero sin dejarse ganar. La usaba como la única bala de su ridícula libertad, de su poder para elegir a donde disparar. Pero al final esconderse es huir hacia adentro y si él daba por terminado aquello, ella haría de cuenta que también, al menos con él. Aunque no sería igual con "ellas", sus recientes mujeres serían su tema aparte y del que tampoco daría explicación alguna.

Pensó que se iría, que su rostro parco la dejaría para convertirse en un recuerdo más de lo que le hacía ella a sus emociones, pero cambió de decisión tan pronto que casi la tomó por sorpresa cuando le giró la silla de golpe obligándola a mirarle de frente, a encontrarle los labios y a no tener tiempo de saborearlos como hubiera querido.
–Inténtalo, bébeme hasta que te hastíes y hasta que tus secretos se me olviden, hasta que me cobres lo que lamentas, los tiempos, las ausencias… pero seguirás marcado por mí, por la eternidad que te di a cambio de tu vida y de tu sangre- respondió sintiendo que hablaba de más mientras él le abanicaba la silla y le hacía sentir un aire a amenaza, a destrucción, a que la dejaría caer y se iría sin más. Eso no le lastimaría el cuerpo, si es que sucedía, pero lo que lograría sería peor de lo que Lorian pudiese imaginar. Vibeke amaba la burla, la seducción, el placer, pero provocar su ira era lo peor que podría ocurrir. Pero también era masoquista y ese malestar que emitía Lorian le recordaba que era él quien le daba alas a su abdomen y la llevaba a la metamorfosis de sus instintos. Por suerte él no podía desviar la mirada de su cuerpo, iba de sus ojos a la piel ajena. Sus manos le tomaron con firmeza las piernas y sujetaron lo suficiente para sentir la presión y la necesidad de destrucción que contenía. Ella se sintió satisfecha pero al mismo tiempo ansiosa de más. –No, no fue suficiente con él, tal vez lo busque de nuevo porque sí, me ha encantado. ¿Eso quieres escuchar?- ella se acercó a su rostro y los gestos austeros de ambos los hacían ver como un par de felinos que se enfrentan por saber quién tiene el control. Estaban a una distancia demasiado corta y Vibeke sentía el aliento helado de Lorian. –No juegues conmigo, Lorian- “porque querré destruir a todo aquello que ames más que a mí” culminó la idea en su mente y con sus dedos se afianzó al cuello ajeno, subiendo los mismos hasta enredarse en sus castaños cabellos -¿Castigarte? Puedo convertir al brujo y liberarte– susurró sobre los labios ajenos y le besó el labio inferior con tal delicadeza que pareció saborearlo –Soy yo quien decide quien lleva mi sangre- culminó susurrándole al oído y dándole a entender que se refería a ella, a su vástago del cuál había sabido. Sin embargo lo que le martillaba la cabeza era pensar si la había convertido igual que ella a él, si la había tomado primero en cuerpo y luego en la unión de sangre y, sobre todo, si se había ligado a ella tanto como la misma Vibeke a él.

"Te contemplo con la sordidez con la que se observa una catástrofe.
Pero ámame, rómpeme, desángrame y haz que parezca un accidente que yo misma provoqué."


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Lun Sep 08, 2014 9:37 pm

 “La pintura es solo un reflejo de lo que deseamos que exista”

Me preguntaba por qué tenía que sufrir esa tortura, a todas horas del día era mi pregunta principal, ¿había sido tan malo en las anteriores vidas? Seguro había tenido más de diez mujeres al mismo tiempo, porque si no fuese de ese modo, no podía entender cómo me había enamorado de aquella perra maldita que se hacía llamar mi dueña. Sus ojos se delataban solos, eso sí era claro. Ella estaba enojada, la razón estaba fuera de mi alcance, tampoco necesitaba saberla para enfadarme por ello. Sus derechos, siempre terminaban donde empezaban los míos y eso, era un camino demasiado largo, donde mi parte jamás se llegaba a ver. Pero estaba, existía de alguna manera y esa noche quería hacer acto de presencia. Más sus palabras contaminaban las mías, provocándome para no dejarme balbucear nada. Sus frases hostiles solo acentuaban su belleza, sus orbes molestos y mi mano no paraba de temblar. — No parece que pueda hacerlo, Amor. — Respondí ante su afirmación de que podía hacer lo que quisiera, mentiras, retorcidas mentiras que me decía con tal de volverme loco. Y con el peso de la ironía era hora de levantarme. Quizá estaba tomando aquello demasiado en serio, pero nunca me lo ponía a pensar. Podía estar inventando historias que me hacían daño por muchos años, la cantidad de hombres y mujeres con los que se acostaba, el amor que les podía llegar a tener, cualquier cosa, pero cuando estaba cara a cara, el cerebro no hacía siquiera una conexión. Y ni las bromas podían acercarse a mi lengua.

— Si estás aquí con este veneno en los labios es porque sabes algo que no te he dicho. No te hagas la tonta Vibeke. — Con la silla ajena tirada hacía atrás, sus labios eran carnosos, aún los seguía sintiendo sobre mi piel. Pero ahora no debía pensar en ellos, ella ya tenía ventajas sumamente poderosas sobre mí, darle una más era llevarme a la derrota rápida y al menos, pretendía darle algo de pelea. — No recuerdo cuándo fue que te pedí que me dieras la eternidad. Me obligaste a poseerla, me hiciste pensar que la pasarías conmigo todos los siglos existentes. Pero eso nunca pasó por tu mente. — El dedo corazón y el índice se acercaron a su oreja, apretándola con cuidado, acariciando lo que quedaba de ella. Seguía moviendo aquella silla de madera, lo hacía por varias razones, tirarla sería algo que la volvería loca de ira y ella estaba observando eso. Lo sabía porque su orgullo siempre estaba por arriba de todo. Y eso es lo que sería herido si la lanzaba al vacío. ¿Sería tan tonta como para pensar que podía llegar a hacerlo? No tenía una respuesta clara a eso, pero me afiancé a aquello, haciendo movimientos suaves y constantes, suspirando, molestándome más a cada segundo que pasaba. Ese tiempo se estaba haciendo eterno. Yo no quería dar mi brazo a torcer y sabía que ella ni pensaría en hacerlo. Era un tire y afloje constante.

Sentí un temblor de los pies a la cabeza cuando sus dedos fríos se colaban por mi cuello, las raíces de mis cabellos me electrocutaban y la sensación de calor por dentro provocó que apoye una rodilla en el suelo, casi como si me fuese a caer. La miraba desde allí, con el tironeo de mi cabeza que no hacía más que mantenerme quieto para lo que venía, el saboreo dulce de sus labios y la compostura cayéndose a pedazos. — ¿Y por qué tú si puedes jugar conmigo…? Nunca podrás liberarme, no tienes control sobre mis cadenas, solo puedes moverlas, pero no quitarlas. — Respondí rápido, mis dientes se apretaban unos contra otros, la molestia se hacía presente en la oscuridad de mis orbes que empezaban a destellar en un rojo molesto, la sangre se inyectaba hasta hacerme subir la adrenalina por completo. Y entonces ambas manos se apoyaron sobre sus caderas. La levanté de un tirón y sus piernas quedaron entre mi torso. Me senté en la silla desde mi posición, dejándola sobre mí, apretándola para que el aire no pudiese interferir entre nosotros. Sujetaba su cintura, la apretaba con la intención de no dejarla ir jamás. — Vibeke… ¿cómo piensas actuar al respecto? — Quería reprocharle, internamente estaba molesto por su descaro, pero en todas las otras partes, solo podía rogarle. Con euforia y aún sin tener su consentimiento, mis manos se pasearon por su espalda, por sus cabellos y mis labios desesperados por pensar en que ella podía ir y convertir a alguien más. Empezaba a perder la concentración y para no decir cosas que fuesen a perturbarla aún más me acerqué a su cuello. Allí estaba el color real de la blancura, su aura espesa la envolvía y mis labios entumecidos se apretaron. Fueron besos pausados, mordidas de papel.

— Fue un impulso, sabes que si quisiera causarte algún daño, no lo haría de esa manera. ¿Qué quieres saber? Ella no me importa, siquiera llegué a quererla lo suficiente como para usarla en la cama. — Me quejaba a medias y mi mano derecha subía a su mejilla, la giraba para poder verla a los ojos, sus cejas finas, su boca roja y palpitante. Sus pestañas tan largas que parecían tragarme. Suspiré, moví mi cintura, golpeando su cuerpo contra el mío, era una forma de defensa, una que me iba matando lentamente. Amarla más de lo que ya lo hacía, cada vez que podía llegar a hacerle algún daño, multiplicaba mi deseo eterno por ella. Y al mismo tiempo mi odio se triplicaba. — ¿Cómo te enteraste? — Cerca de sus labios lo preguntaba, en mi rostro se notaba la preocupación. Justo luego de encontrarme con ella. Si hubiese sucedido cuando estábamos separados, quizá no me hubiese alarmado tanto. Quizá, hasta lo hubiese disfrutado, que piense que la había olvidado, que me había encontrado algo mejor. Pero era una mentira, una que ella podía intuir fácilmente en esos momentos.

“Los impulsos se hacen por una razón, pero perduran para provocar el pasado.”


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Jue Sep 18, 2014 5:59 pm

"Es mío porque cuando dice mi nombre se rinde ante mí."

-Tú no quieres hacerlo…- Murmuró dando por sentado que no podría convencerlo de aquello. Se notaba a leguas que se conocían de sobra, que sabían qué significaba cada mirada y que nadaban a través de los sarcasmos. Ellos a su modo eran ventanas a sueños o pesadillas. Eran de esas ventanas que se abren cuando una puerta se cierra y te machuca los dedos. Eran el veneno y la cura del otro, la dependencia desde cualquier punto de vista aunque ni siquiera pensaran en admitirlo.

-El veneno es el de siempre, Lorian. Pero yo no he mencionado nada de forma directa, tú mismo me dices que tienes algo que ocultarme- la molestia no pudo ocultarla tampoco, su voz sonaba tan firme que parecía que podría reaccionar de cualquier modo. Aunque ella mantenía siempre la compostura y encontraba la manera de explicar que, en el fondo, la ira es como una plaga que una vez instalada, sólo hará eso: crecer. En el fondo sólo eso. La otra parte la tiene la imaginación, porque si bien Vibeke daba motivos para todo, el silencio de Lorian en este caso sólo le corroía. Él también pudo haber estado con muchas y callarlas a todas. Podría amar a otras tantas y hacerle creer a cada una que nada pasaba porque ninguna podía reclamarle. Pero mujeres muchas, su creadora sólo una y, en esa medida, la noruega consideraba que podía arrebatarle lo que una vez le dio por el capricho de mantenerlo únicamente ligado a ella o a nadie.

-No me pediste que te convirtiera, pero bien sabías que yo era un vampiro cuando te acostaste conmigo. Con esos gemidos tuyos di por hecho que necesitabas más, que querías mantenerlo por más tiempo y ¿Sabes qué? Te convertí por egoísta, porque te quería en mi cama cada vez que se me diera la maldita gana. Y te podrás quejar, pero no me arrepiento porque no he cambiado de opinión. Sin mencionar que tampoco pareces muy arrepentido y que jamás has dejado de mirarme como lo hacías entonces- replicó encarándolo, hablando bajo y abriendo bien los ojos para que le quedara muy claro como era el asunto. Al final le sonrió, pero el efecto seguía siendo el mismo. A ella en medio de sus silencios le gustaban las palabras de Lorian, sobre todo eso donde decía que pensó que la pasaría con él todos los siglos. Y también detestó su queja de tener algo que no pidió. Pero ¿Cuántos inmortales han pedido realmente lo que tienen? Menos de la mitad y eso es mucho decir. ¿La soltaría entonces ahora que decía eso? Lorian debía leerla entre líneas para notar que ella reclamaba porque quería conocerlo todo de él y para darse cuenta que, de cierto modo le confirmaba que lo quería seguir teniendo para ella, a él sólo, como siempre. Sin embargo, la verdad es que Vibeke siempre lo supo todo, porque independientemente que no estuviera siempre con él, estuvo pendiente cada año sólo para cerciorarse que seguía con vida, que nadie le había arrebatado del todo a su único inmortal creado y que no tenía porque matar a nadie por atreverse a dañarlo. Pero jamás lo admitiría, ni siquiera iba a confesarlo, eso hacía parte de sus secretos, de la extraña reserva del sumario que tenía la inmortal para con Lorian.

Pero cuando lo acarició y su rodilla se postró en tierra todo cambió. La silla dejó de abanicarse y Vibeke se inclinó a acariciar con más ahínco a quien consideraba suyo. Parecía sometido y no había mejor calmante para ella ni mejor aliciente.
–Yo puedo hacer lo que quiera, aunque no estoy jugando contigo- le susurró con maliciosa ternura al oído, rozando su mejilla con la ajena en el camino, continuando con ese modo extraño que tenía de acariciarlo luego de hacerlo enojar, como si se tratara de un felino a quien se pretende entrenar como si apenas fuese un gatito –No quieres ser libre- repitió con gusto y depositó un beso en la mejilla –Por eso me gustas tanto- continuó con cinismo mientras que casi escuchaba el rechinar de los dientes ajenos en su manera de contener la rabia ¿Podría contenerla durante más tiempo? La verdad es que la que no tuvo demasiado tiempo para pensarlo fue Vibeke, porque cuando se dio cuenta estaba sentada a horcajadas sobre él, mirando en sentido contrario y muy ceñida a Lorian que era ahora quien estaba en la silla que ocupó ella minutos antes. Una pícara carcajada brotó de sus labios y sus brazos rodearon el cuello ajeno de inmediato. Pegó la frente a la de él y rozó la punta de su respingada nariz con la suya, como si no estuvieran discutiendo y como si ella no hubiese sido recientemente acariciada por unas manos diferentes a las suyas. Las personas que habían en el bar tampoco tenían importancia aunque ocultos observaban, sin embargo bajó la voz para no verse interrumpida en su momento de gloria –La quiero muerta, amor mío, eso quiero- sus palabras eran manipuladoras, mezclaba una petición violenta con las palabras dulces que él quería escuchar e incluso pegaba más su cuerpo al de él, dejando que sus pechos casi le rozaran el mentón a él y que su entrepierna se acomodara sobre la suya a modo de provocación. Vibeke de Bordeaux sin duda era lo peor que le había podido pasar a Lorian y al mismo tiempo lo más excitante de la vida de ambos.

Pero con prontitud las palabras de Lorian sonaron a disculpa, a una explicación que la platinada no merecía pero que anhelaba escuchar
–Bien- sonrió triunfante y le reclamó los labios de nuevo pero con mayor intensidad –Dejaré entonces que conserves a tu juguete- dijo separándose apenas de sus labios. Lo que ella decía era que eso era lo que quería confirmar, que necesitaba saber que él no la amaba como a ella y que su cuerpo no había sido tocado por alguien a quien consideraba indeseado. –No importa cómo me enteré, sólo no quiero que nadie toque lo que es mío ahora que te tengo. Ni ella ni ninguna, porque entonces los de Bordeaux seremos menos- dijo suavemente y soltó una risita descarada pero tan venenosa como ella misma.

"Te prohibiré el camino que te aleja de mí;
cancelaré otros brazos que te anochezcan,
otros labios cuando estés sediento
y cerraré la puerta."


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Jue Oct 02, 2014 12:04 am

“Y también porque cuando dices su nombre, corre a tus pies”


‘Tú no sabes lo que quiero’ Era lo que resonaba en mi cabeza de manera mediocre y no salía, no por miedo, siquiera por contener una pelea; no salía porque era una mentira en donde me quería engañar a mí mismo. No decirlo, era por el simple hecho de poder seguir creyéndomelo yo y que ella no pueda refutarlo, ya que en realidad sabía exactamente qué era lo que deseaba, en cualquier sentido de la palabra. Entonces, entre medio de sus miradas sofocantes, me vi suspirando, un simple acto mundano que daba alusión a que estaba cansado. Mis dedos se hundían en su piel, entre sus cabellos, pensé que estaba en el infierno o en alguna de mis pesadillas donde siempre salgo perdiendo. —Tengo cosas para ocultarte y también cosas que nunca tuve la posibilidad de contarte. Haz la diferencia, Mon Amour. —Hice la separación de sucesos, ya que en parte cada vez que nos veíamos teníamos pocas conversaciones, la cama siempre era más importante. Seducirnos con el cuerpo, olvidarnos de las palabras. Cuando estaba con ella, todo parecía perfecto, ¿cuándo había llegado a amarla tanto? Desde hacía unos siglos, había llegado a la conclusión de que era un sentimiento platónico. ¿Se desmoronaría alguna vez aquella hipótesis? Probablemente nunca estaría seguro de nada. Tan solo de que su cuerpo era un laberinto de placeres, una locura incapaz de ser rechazada. Fueron sus reproches de niña caprichosa los que fomentaron una sonrisa en mi rostro. Siempre igual, hacía lo que le parecía mejor sin preguntar a nadie la opinión. Me había arrebatado la vida solo porque yo la había deseado como nunca a nadie más.

Pues bien, en aquel entonces, revolcarme con ella había sido lo más excitante del mundo. Su manera de moverse, la agilidad con la que habíamos hecho el amor. O al menos yo lo había hecho, me había enamorado a primera vista. La había revolcado por cada rincón, orgasmos múltiples eran los que había sufrido. Mis ojos se cerraron de solo recordar esa situación y volví a mirarla. —Si no me matabas tú, seguramente hubiese muerto de un paro cardíaco esa noche. No eres fácil de complacer. Nunca lo has sido. Te lo he dicho antes, no me arrepiento de tener esta vida, agradezco haber tenido más momentos contigo, me gustaría metértela en cada cama del mundo, probarlas todas. Pero te fuiste cuando tuviste la oportunidad. ¿Debería haberme quedado solo esperándote como un juguete en casa? Yo quería tenerte para mí. — Me carraspeaba la garganta, el sonido era áspero, que dolía y al mismo tiempo observaba sus curvas, su busto que emanaba olores ajenos, mi rostro se acercaba allí, se pasaba por los costados, las finas clavículas que tenía relucían y parecían posar para mis colmillos. Intentaba disimular, pero era en vano, me gustaba, estaba loco por esa figura y cada vez que la observaba encontraba algo nuevo en ella. Me sentí humillado, tanto que cuando estuve arrodillado frente a ella, el solo roce me provocaba querer quebrarla en dos, hasta matarla de placer. Sus dedos que viajaban por mi cuello y sus ojos abiertos me empezaban a hipnotizar.

Mi rostro parecía de mármol oscuro, mi tono de piel contrastaba con el suyo y cuando se ponía más cerca, el ambiente se congelaba. Me tensaba todo. No había razones para sentirme intimidado por su cuerpo, lo conocía, claro que sí. Sabía cómo era cada pedacito, incluso conocía el sabor de su interior, la sangre de ella estaba en mis venas. El néctar de su entrepierna había sido reclamado por mí en más de una ocasión y aun así… Cuando ella se arrimaba a mí con esa intimidad me rompía en pedazos. Su sonrisa empezaba a ser la misma de antes y en gran parte, me relajé. Sí, había pensado que ella se hartaría de mí, o que simplemente, me haría cenizas. Pero que no me deje estar en su cama nunca más, prohibirme acariciarle las heridas y la locura que ella tenía dentro, era mucho peor. — Eso es lo que dices siempre… Yo te amo y lo sabes. ¿De verdad la quieres muerta? — Pregunté y en mi mirada se notaba que si lo decía una vez más se lo daría, le podría traer el corazón de mi vástago si con ello la platinada volvía a tener su seguridad. Pero me tranquilicé cuando ella se apretó a mi cintura, haciendo alusión a que con mis palabras se conformaba. Eso era quizá, lo más extraño que me había pasado en años. ¿Pero cómo podía pensar en aquel momento? Sus pechos revotaban, como si fuesen de mentira, se acercaban a mi rostro y una mordida suave se me escapó en uno de ellos, me quedé succionando un poco el borde de esa piel, tan suave, tan malditamente lisa y movediza. Me relamí los labios y me quedé mirándola fijamente, chasqueando los dientes porque ella estaba triunfante sobre mí, como quien gana una pelea y apoya el pie sobre la cabeza del contrincante. Eso no estaba lejos de la realidad, siendo que su cuerpo se frotaba contra mi entrepierna de una manera  donde apenas podía controlarme. — Eres una bruja maldita. Entonces ¿quieres conocerla? Es hermosa… Ya sabes, tengo gustos caros. — Murmuré con ambas manos en sus caderas, por mi cara, se notaba que la quería provocar, solo un poco, para que no se lleve la completa victoria. Aunque claro, ya la tenía.

Me levanté de aquella silla con ella en mis brazos, tan pequeña y fuerte, una de mis manos le sujetaba por una nalga y la otra por la cintura, mirándola con intensidad, en mi rostro se notaba que quería hacérselo de mil maneras diferentes. — ¿Ya estás exhausta? Seguro no aguantarás ni una ronda si te llevo a la cama ahora. Vibeke, Vibeke… ¿Por qué siempre sales ganando? En verdad, eres horrible. — Ya manso y con los deseos a flor de piel, me acerqué a la mesa, apoyándola allí, besaba sus labios, los mordía despacio, succionando con un compás que no se repetía. Mis dedos se acercaban a su busto, lo apretaron por fuera de la tela, buscaron el centro y con delicadeza lo retorcieron, tan solo un poco. Quería saborearla un segundo más y al siguiente separarme. — ¿Eso es todo lo que querías hablar? ¿Para esto me tuviste esperando por tanto tiempo? — Me desgarré las neuronas, pero me separé, dejándola sola en la mesa. Acomodando en ese instante mis ropas, que tan desparramadas habían quedado.


“No te daré mil rosas por darme mil espadazos” 


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Oct 12, 2014 7:57 pm

"¿Cuándo ocurrió eso de centrarse obsesivamente en la sensación de su sexo?
Claro, el timbre de su voz le detonaba la vida completa"

Se mantenían así, respirando el aire ajeno antes del salir el sol y derramando palabras que no desaparecerían. Igual que el primer día cuando se enredaron sus cables e hicieron pacto con la electricidad del otro. Él tenía formas extrañas de pisar el mundo y romper lo que escribían otros. Vivía por encima pero se dejaba ver poco. Ella se le acercaba con cuenta gotas, a pasos de luna llena, aumentando las historias y disminuyendo las ganas. Buscaba en la expresión de Lorian, mezcla de odio y magia en los ojos, todo ese vértigo y esos secretos que no le contaba mientras le acariciaba la piel. –Me pregunto por qué tendrías que ocultarme algo ¿A qué le temes? – aguardó un momento, dándole espacio a responderle antes de buscar las respuestas que él sí quería expresar –Si has tenido posibilidad de contarme lo que has querido, es sólo que al final usas tus labios para otras cosas– emitió una inevitable risita, aquello no podía ser más cierto porque ellos siempre terminaban en lo mismo y pese a que hablaran normal o discutieran, algunos labios buscaban los ajenos y terminaban envueltos en las pasiones que bien ya conocían. –Pero, para algo estamos aquí y no en una cama ¿No? Aunque no elimino la idea de lo segundo– esa era su invitación para que hablara.

Y ahí estaba, siendo tan impredecible y logrando de Vibeke una abierta carcajada por el comentario del paro cardiaco. Le había hecho mucha gracia, de hecho le había encantado ese modo de decirlo
–Soy difícil de complacer pero tu pareces hecho a mi medida, por eso estás aquí y no deshecho a metros bajo tierra. Me fui, te deje ser lo que querías y todas esas cosas. Sin embargo los dioses son curiosos y aquí estamos, como terminaremos siempre, uno sobre el otro– "por suerte", concluía ella en su mente. –Pero ahora que lo dices, no me molestaría que me esperaras en casa. Te encontraría desnudo sobre mi cama o te desnudaría en la tuya. La cama es lo de menos, la verdad es que podría tomarte incluso aquí o en el lugar menos esperado. Pero el punto es que sí, me encanta que estés disponible para mí–. De nuevo parecía una burla que distaba de serlo. Sus manos no se detenían y de tanto en tanto lo acariciaban con propiedad y maniática dulzura. Lo consideraba suyo y cada vez que él se negara, se lo demostraría de nuevo. Pero él venía soltando cosas, poco a poco, como si la ira quitara sus filtros y permitiera desnudar sus ideas.

–Deja de ser tan desconfiado. Soy buena mentirosa pero contigo tengo mejores ideas. – Igual que él, que decía un par de cosas para provocarla del mismo modo que hacía ella. Aun así, escucharlo decir lo que sentía por ella de modo audible le fascinaba. Ella ya lo sabía, por supuesto, pero le gustaba escucharlo todo de manera explícita –Ya sé que me amas, yo también lo hago, a mi modo. Respecto a ella, que viva o muera es tu culpa o responsabilidad– dijo como si decir que lo amaba también de modo más detallado no estuviera dentro de sus planes. Pedía, pero no siempre daba. Quería fidelidad pero no era capaz de aplicar reciprocidad. Quería saberlo todo de él, pero ella misma ocultaba prácticamente su propia vida. Su idea de justicia era completamente bizarra y, como le convenía, eso sí lo callaba.

Bendecía sus pechos que podían mantener entretenido a su amante aún sin estar desnudos. Aquellos aclamaban los labios ajenos y él los complacía de a pocos, antojándolos. Él siempre sabía cómo hacerlo y cómo provocarla como ninguno.
–Eso es lo que te gusta. Si te tratara con pleitesías no me amarías– le sonrió de costado, orgullosa –Algo malo debe tener tu vástago, de lo contrario te lo hubieras encamado y al final no lo hiciste. O quizás es que tu entrepierna también me ama– Si pensaba en ponerla celosa, debió decir eso primero antes de confesar que había sido cuestión de impulso y que no había sido suficiente para llevársela a la cama –Me tiene sin cuidado cómo sea, sólo sé lo que pretendo que no haga– sus palabras parecían órdenes y a esas alturas, Lorian no debía dudar que Vibeke sería capaz de matarla con sus propias manos e incluso en su presencia sin permitir que él interfiriera en nada.

Pero aunque la conversación parecía más tranquila, Lorian parecía inquieto llevándola de un lado a otro pero poniéndola cada vez más cerca.
–Aguantaría toda la noche e incluso el día bajo las sombras ¿Estás buscando excusas para decirte a ti mismo que no me tomes ahora cuando sabemos que te mueres de ganas? Hazlo, nada te lo impide– jamás estaría agotada para él, Lorian la encendía de maneras que no podrían ser definidas y describir la sensación que él producía en Vibeke era como tratar de detallar un dibujo con la boca cocida y veinte dedos rotos.

Estando apoyada en la mesa lo besó con la pasión que le encendía, buscándole la ponzoña en la lengua acariciándola en distintos movimientos. Pegándolo a ella con sus brazos alrededor de su cuello y una pierna enredad con la ajena en busca de apoyo para la posición en la que se hallaba. Poco le importó que la tendiera sobre la botella que cayó al piso rompiéndose en mil pedazos y sobre las copas que se deshicieron bajo su espalda. Sus pechos eran atendidos nuevamente pero no de la forma que quería y de buena gana lo desnudaría allí mismo para completar su deseo de él. Sin embargo el que parecía jugar era él, la provocaba y se separaba y a ciencia cierta no se sabía si jugaba con ella o con sigo mismo. En los ojos le resplandecía la lujuria al igual que en los de ella, pero una vez él se reincorporó, ella hizo lo mismo.
–Te habías tardado en quejarte. Ya me empezaba a resultar extraño– negó con la cabeza y sonrió a pesar que estaba molesta por ese modo de él de hacer ciertas cosas –Quítame los vidrios de la espalda antes de irme– se retiró el cabello de la espalda juntándolo todo hacia adelante y le acercó bastante la espalda. Esperaba haberse manchado con algo de su propia sangre, quizás eso podría lograr algún efecto en Lorian basado en su sed. También era probable que no, pero eso unido a su casi despedida buscaban algo más.

"No quiero ofrecerte lo que cualquier mujer te puede dar.
Yo no llegué a tu vida sólo para abrir las piernas, sino para desgarrarte el alma
y llamar a ese desastre, mío."


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Dom Oct 19, 2014 1:24 pm

“La existencia es lo que se me acaba cuando el dulce néctar de tu sexo me aclama posesivamente”  


Su risa, sus labios curvos, sus dientes que resplandecían, los ojos que se achicaban un poco y las pestañas que se unían las unas a las otras cuando el sonido de su carcajada limpia se liberaba de su cuerpo… Todo eso me hizo observarla como un depredador a punto de cazar. Mis dedos se pasearon por su nuca para ese instante, con cuidado, palpando las zonas mientras ladeaba la cabeza a los lados, esperando por sus palabras. Como un estúpido minion, un esbirro que estaba a sus pies, que se regocijaba cuando ella sentía placer, como si fuese propio. —A ti te temo ¿Eso está bien, no?— Consulté casi con ironía y le dediqué una semi-sonrisa cargada con un deje de enojo. No con ella, eso ya era cosa aparte y de toda la eternidad; estaba enojado conmigo mismo, por no poder dejar de caer una y otra vez a sus piernas. Pronto me vi asintiendo, éramos de esa manera, cada vez que nos veíamos, las necedades bajas caían, las fronteras se hacían angostas y aunque quizá queríamos hablar y contarnos cosas, la situación terminaba enrollándome en sus piernas, sin posibilidad de detenerme. Era culpa de ambos, pero no me arrepentía que sucediera. — No es necesaria la cama realmente, desearía hacértelo aquí. ¿De verdad piensas que me dejaste ser lo que quería? Siempre te he esperado y por ello es que no puedo hacer nada de lo que quiero. — Murmuraba quejoso, disfrutando la piel que con arranques de propiedad ella pasaba por mis extremidades, sus uñas tan filosas se arrimaban a mis bordes y de manera armoniosa me vi abanicándome contra su cuerpo, acoplándome más a sus caderas.

Me sentía intranquilo, mis palabras parecían ser las de un ebrio adolorido y eso me extasiaba. Quise salir de allí de una vez por todas, huir como un cobarde, pero no me lo permitía, ni yo, ni ella. Así que me deleitaba moviendo su cuerpo de un lado a otro. Experimentando su flexibilidad, oliendo sus partes y el exquisito aroma del placer. — Lo único que creo que sientes por mí, es deseo. El mismo de cuando me viste como un suculento brujo, yo seguiré alimentando ese deseo por mí, Vibeke. Quizá alguna vez me canse o quizá se convierta en otra cosa. — Besé la comisura de sus labios, lenta y pausadamente, mordisqueando en un costado y luego en otro, lamiendo la comisura, como si quisiera sacar el residuo de sus anteriores víctimas. Su cuerpo era apoyado sobre la mesa, sus pechos se movían con caudal y su cintura se quebraba a un costado. Me observaba y yo a ella, enarcando levemente la ceja, mientras mis dedos se colaban por sus ropas, la masajeaba y escuchaba. Pensaba en cómo había deseado tener sexo con mi vástago, pero me había arrepentido más de una vez a segundos de hacerlo. Todo por ella, o más bien, porque no era ella. — Tus deseos son órdenes. — Mascullé, bajando la cabeza a su cuello, lamiéndolo de arriba abajo, mientras proliferaba mordidas con los colmillos, muy débiles, apenas rasguñaba su textura. Me reí con gracia cuando explicó que mi entrepierna la amaba y busqué sus ojos, tan solo por un instante hice una conexión y volví a acariciar el manjar que tenía frente a mí, asintiendo con descaro, rozando mi miembro que tanto la anhelaba con su rodilla.

Apenas salió el olor de su sangre cuando nos separamos, mis ojos se encendieron, no estaban rojos, era lo suficientemente fuerte para controlarme, pero si deseosos. Apreté mis dedos unos con otros, haciéndolos sonar, mi sexo se sentía apresado, mi cintura se retorcía por querer moverse debajo de ella hasta quebrarse. Pero mi cabeza se negaba, por lo que me quedé meditando, observando sus cabellos blancos caer contra sus pechos y su cuerpo se giraba dejándome la visión de una lechosa piel, blanca y completamente uniforme, con vidrios clavados e hilos débiles de sangre cayendo hasta esconderse entre sus nalgas. Mordí mi labio y acerqué los dedos, sin emitir palabra alguna fui retirando los pedazos, tironeaba y salía un hilo carmesí nuevo. Tres, cuatro, seis pedazos y ya nada quedaba, estuve por explicarle que ya había terminado, pero antes de que la acción de hablar llegara a mi cerebro, mi espalda estaba encorvada hasta llegar a la ajena. Mi lengua limpiaba su cuerpo y mis manos se abrazaban a su cintura. — ¿Entonces fue solo por eso? ¿A dónde vas ahora? Vamos a la casa, no vayas a otro lugar. — La punta de mi lengua subió desde un esquina hacía otra y se apoyó en su hombro, besando allí con cuidado. Quería verla a los ojos, pero estaba de espaldas a mí, su pequeña figura me ignoraba. Pasé mis manos por debajo de sus brazos, mis dedos se apoyaron en su busto y la atraje a mi pecho, dejando que sienta la dureza en la que me encontraba. Mi entrepierna se clavaba por arriba de sus nalgas y pronto mi frente se agachó para apoyarse en sus hombros. — Vamos a que te haga el amor. No necesitarás a nadie más luego de eso. — Cercioré con un habla gruesa y profunda, de frecuencia baja, suficiente para que solo ella lo pueda escuchar. Y esperé su respuesta, preparado para agarrarla y desaparecer en un salto del lugar y en dos estar contra un colchón o una pared. No me importaba demasiado donde.


“Solo deseo tenerte para mi hasta que grites desesperadamente por más.” 


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Oct 26, 2014 5:23 pm

"Pensé en ir en línea recta, avanzar sobre los vidrios rotos del deseo,
de la pasión que me reventaba las entrañas. Pero contigo era algo imposible"

Ese par de ojos ansiosos hablaban por sí mismos. Se veía un glaciar que se derretía a pasos agigantados y de cuyas gotas bebía la noruega sin preguntas ni porqués.  Pero no lo dejaría ir nunca, esa noche parecía decir más que siempre y tomar menos que nunca. El silencio lo había reemplazado con ironías y ella en cambio se disponía a él como las rosas que se abren cuando amanece, hermosa, pero con espinas, largas y tan llamativas como cada pétalo con los que lo acariciaba a él. –¿Qué es lo que temes de mí? ¿Crees que voy a matarte o algo así?– preguntó como si no hubiese sido suficiente. Estaba bien que dijera temerle, claro que así lo sentía ella, pero quería extraer cada detalle, hasta que estuviera de mente y cuerpo desnudos sin darse cuenta. –El lugar es nuestro– dijo señalando a medias aquél sitio casi vacío para entonces –Y bueno, ya estoy aquí ¿Qué es lo quieres hacer? Te dejé para que pudieras hacer lo que mejor te pareciera, entonces deja de contenerte ahora que ya no tienes que esperarme– siempre reclamaba lo mismo, el dejar de contenerse, el fluir como el caudal apasionado que era. Lo que él seguía sin saber era que ella había seguido pendiente tras cada año lejos, que su manía de utilizar las ilusiones se habían extendido lo suficiente y que a pesar de recorrer continentes no lo había sacado de su memoria ni de la sensación de su cuerpo. No había encontrado otras manos que la tomaran con amor y rabia al tiempo y en esa medida, siempre volvería.

–Suculento brujo– repitió sobre sus labios con gracia aunque él tenía razón –Sigues resultándome una delicia. No sé si amo tus cosas o a ti, pero el deseo sigue estando, con la diferencia que eres al único al que le aguanto las rabietas. – sonrió antes de darle un beso más corto que los anteriores, pero lo que decía era cierto, si alguien le reclamaba algo, lo mataba o lo dejaba tras una carcajada. Vibeke menospreciaba a todo el mundo, a cada presa, a cada amante, a cada individuo que se le cruzara por el camino. –Te conozco, sé que te enojas más contigo por ceder, que conmigo por lograr vencerte. Te destrocé la vida y lo sé, pero sabes que no hay nadie en el mundo que quiera repararla más que yo. Y te romperé otra vez, pero no dejaría que nadie más lo haga ¿Aclara eso tu duda? – había sido bastante clara y no podría ser más sincera, aunque sintiera que podía haberle dado demasiada información, ese era un “También te amo” camuflado de lo venenosa que podía ser ella. –¿En qué otra cosa se podría convertir? En el fondo también me odias un poco–.

Que la tocara era nuevo todas las veces. Era como si no pudiera acostumbrarse a sus manos por más que la hubieran tocado más que ninguno. Era como si la electricidad no se perdiera y la excitación aumentara para quien sentía hecho para ella. Y no, no quería que tocara jamás a ninguna otra.

Hablar más de su vástago no fue necesario, él parecía obediente y aunque pudiera decirle que sí a Vibeke para llevarle la corriente, se sabía que era mejor no mentirle a alguien que bien podría librarse de otro que era menor que ella con más de ochocientos años de diferencia. La noruega se mordió los labios mientras Lorian le acariciaba el cuello con la lengua en un provocador vaivén y le contaba a su rodilla que estaba excitado y listo para tomarla. Pero como siempre, ellos se provocaban, se iban, volvían al mismo ciclo y luego se tomaban con tal fiereza que para nadie que estuviera a unos metros sería un secreto lo que estaban haciendo.

Los vidrios en la espalda de la inmortal la excitaron como buena masoquista. El retirarlos hacía que tensara un poco la columna y no era precisamente porque le doliera.
–No hagas eso, sabes que no puedo resistirme y tienes muchas cosas que decirme primero– susurró cuando sintió la lengua entre los lazos de sus ropas, limpiando la piel de la poca sangre que había manado de los cortes. –No pensaba ir a otro lugar, por eso vine por ti– pero el muy terco no la soltaba. Había cambiado de lugar y le besaba por el hombro. La atraía hacia él para que sintiera su entrepierna más firme que siempre mientras la sujetaba por los pechos como si fuera a tomarla ahí con violencia. –Vamos a donde quieras, te juro que me estás volviendo loca– susurró casi en un diminuto gemido que había logrado el tacto y la voz rasposa y dominante de Lorian. Ahora ¿Quién había cedido al final? Si terminaban sobre la cama sin más información, habría ganado él.

"A veces, perder el autocontrol es otra forma de ganarse a uno mismo"


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Dom Nov 02, 2014 10:10 pm

“Incluso si existe lo imposible, me ahogaré hasta cruzar el mar de tus penas.”  


Qué ironía era la que ella emanaba, pensaba que yo temía que me matara. ¿No lo había hecho ya? Una vez, dos veces, eso no me importaba, no le temía a la muerte, porque eso era lo último que ella deseaba para mí. Y eso era lo que me desesperaba, la facilidad con la que me doblegaba, sus manos que se alabeaban y con ello mi cerebro lo hacía también. Sus labios me daban órdenes y yo las cumplía, mi alma que ya estaba casi inexistente, en alguna parte de mí, se volvía añicos, me desintegraba ante los ideales que alguna vez había tenido. No hay que temerle a la muerte, eso llega de una vez y te hace desaparecer. El proceso lento es lo doloroso, lo temerario, lo que nadie sabe ver. —El día en que me mates, quizá me liberes. Yo le temo a tus labios, Vibeke, porque tus manos, son lo último que me hace daño. — Mascullé de manera que solo ella pudiese escucharme, ni la mosca que pasaba por nuestro lado podía sentir la vibración de mi voz. Mis dedos se inmiscuían en su piel, me deleitaba con su figura, con sus labios que se acercaban para engatusarme.  Aferraba sus cabellos, movía sus hombros un poco, era una lucha interna, donde jamás ganaba ninguno de mis lados, se perdían batallas, pero la guerra era infinitamente fría y tediosa. No podía decidirme, no podía saber qué era lo que más deseaba de ella, pero tras escucharla, una sonrisa seca se formó en mis labios, con las yemas toscas y los dedos largos de mi mano fui hacía su boca, me adentré con dos dedos entonces y suavemente agarré uno de sus colmillos, provocando así que la sangre salga fluidamente de mi piel.

— Soy tu vástago y soy el único. Tu sangre corre por mis venas. Supongo que tengo ese mérito, por el cual ‘mis rabietas’ no terminan haciéndome cenizas — Era extraño, el solo sentir sus colmillos afloraba en mí una necesidad desquiciante por tomarla entre brazos, como un niño que desea arrimarse a la madre todo el tiempo, yo deseaba tenerla a ella sobre mis piernas todas las malditas horas. Verla moverse, su soltura al hacer el amor y su extraño hincapié cuando el clímax la hacía arquear de maneras sobrenaturales y hermosas. Sin duda podía recordar cada parte de su cuerpo, aun cuando pasaban años, mis dedos sentían el cosquilleo de su piel y ni mil prostitutas podían calmar el calor que mi entrepierna gritaba. Siquiera intentarlo con una virgen de cabello platinado; había buscado sustitutas, miles de mujeres que se parecían a ella de espalda, algunas habían logrado calmar la dureza de mi cuerpo en pensamientos, ninguna había podido hacerme decir su nombre, en realidad, siquiera les preguntaba los mismos. — ¿Solo en el fondo? Yo te odio, de la misma forma en la que te amo, me hiciste tu esclavo hace quinientos cuarenta y cinco años. Pero nunca es tarde para querer reparar las cosas, sigo aquí después de todo. — Quería regañarla una vez más, pero esas palabras llegaban a lo profundo de mí, me torturaba ver que se sentía molesta y en una mísera parte, dolida por mis palabras. ¿Hacerle daño? Cuantas veces me lo había planteado y había terminado lamiendo su piel de punta a punta. No podía contar la cantidad de veces que había soñado clavarle una estaca y luego tirarme al sol, porque no quería morir y dejarla para otro y tampoco deseaba matarla y seguir existiendo. Y sin embargo, la estaca la había terminado usando para darle más placer a su cuerpo y me había deleitado con sus solos jadeos sin pensar en nada más.

Así eran mis intentos por vengarme, por querer devolverle todo lo que a mí me había robado, todos intentos que terminaban derritiéndome a sus pies, que empujaban a aquel señor a un costado. Y ahora no era diferente, cuando le quitaba los vidrios intentaba dañarla un poco más, los clavaba suavemente y presionando hacía abajo terminaba por quitarlos, de esa manera es que hacía que su sangre se salga por sus poros, dulcemente me alimentaba de allí, mordiendo, escuchando sus palabras que estaban alborotando mi sistema. Mi brazo derecho la apretaba, la agarraba como si no hubiese un final, los vidrios ya habían caído todos al suelo y en ello, esa mano paseó por los bordes de su cintura, apenas se acercó a la costura de su pelvis, tanteando el terreno en una tortura que era un placer para mi tacto. Sentí mi entrepierna imperiosamente despierta, pero la obligaba a tranquilizarse, solo para poder seguir ofuscando aquel cuerpo que pocas veces tenía la oportunidad de tantear de esa manera. — Pensé que ya estabas loca… ¿Qué es lo que quieres saber Vibeke? Dime tus preguntas. — Ansioso, mi boca se apretaba en su cuello, chupaba su piel con los labios, dejando marcas apenas rosadas que iban desapareciendo a medida que pasaban los minutos. Pero el sabor me alucinaba, a tal punto que la desesperación me impidió agarrarla entre brazos para salir de allí. Sabía que en segundos podía estar destrozando el techo de la casa, para caer exactamente en la cama. Pero no quería, no deseaba moverme, el único movimiento que me interesaba hacer era con mis dedos, que bajaban a ella, se acercaban para surcar entre sus labios, el puente dulce se alzaba allí entre sus piernas y con el dedo índice podía sentirlo, palpaba entonces aquella fiereza y volvía a subir, por todos los límites, así mismo lo hacía con sus pechos, los cuales masajeaba con la otra mano, suave y circularmente. — Intentaré responderlas sin tapujos, háblame Vibeke, hazlo. — Enarcaba la ceja, pues lo estaba haciendo apropósito, tan solo su jadeo mudo hizo que mi entrepierna se disparara aún más arriba. Pero cerrando los ojos me controlé y volví a tocar su punto, allí en el medio de su cuerpo, masajeaba sobre sus ropas, buscaba sentir lo húmedo y suave que estaba escondido entre sus paredes. Pero el ruido en seco del último humano que quedaba en aquel restaurante me desconcentró, quejé entonces mi habla y apreté su vulva con dos dedos, separándome en ese instante. Tenía hambre, pero más molestia era lo que habitaba en mí, corrí, pero más bien mis pies se deslizaron hacía aquella persona, mi mano se estiró y un instante más tarde no había respiración alguna en aquel recinto. — Acomoda tu ropa, vamos a casa. — Estirando la mano, esperé por ella, como jamás había hecho, siempre había salido huyendo, si no era uno, era el otro. Esa vez me detuve, miré hacia atrás y deseé volverla a tener a mi lado, abrazarla por el hombro y caminar lentamente hasta el cuarto. — Vamos al cuarto, no creo que pueda controlarme tanto tiempo, mi hermosa Vibeke… —


“Placer, carne, deseos, es lo mundano que queda en el cuerpo sobrenatural.” 


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Nov 09, 2014 12:51 am

"Y caminarte y gastarme... como se gastan las palabras más bellas... con todo el cuerpo"

–¿Alguna vez te dije lo bien que te vendría la tragedia griega? Eres muy dramático, amor mío– se burló ella cuando él mencionó que la muerte lo liberaría. Pero si Lorian de Bordeaux moría, no sería a manos suyas. A menos que lograra una ira tal en ella que la hiciera perder los estribos hasta desear aniquilarlo. Hasta ahora, no había dado señales de hacerla poner realmente furiosa. –Pues vas a permanecer con temor, porque no pienso dejar de besarte cada vez que se me dé la gana– le murmuró sobre los labios, cerca y sin tocarlos, sencillamente así porque tenía ganas de matarlo, a besos, a disgustos, a carcajadas y a lamentos. Hasta que les ganara la prisa por tirar al otro al suelo para saciarse.

Sus dedos se acercaron a la boca de la víbora de cabellos blancos y ella sonrió. Dejó que la sangre fluyera de las yemas de sus dedos que chocaban con los colmillos de Vibeke y cerró los labios sobre ellos, lamiéndolos, limpiándolos de su sangre y manteniéndolo aún más cerca.
–El único vástago, sí, pero no el único amante– le respondió como si pretendiera destrozarle el ego con el que le hablaba. Lorian tenía razón, claro, pero ella no admitía nada que la hiciera sentir por debajo de quien fuera. Y eso lo incluía a él. –No me hagas decir cosas que no quieres escuchar. – dijo a la par que le acariciaba a él la mejilla, como si quisiera apaciguar lo que acababa de decir por más que no se sentía arrepentida. Vibeke nunca dejaba las cosas a medias y tiraba absolutamente todo por el suelo. Lorian iba detrás, recogiendo sus hojas, su ropa, sus ganas, hasta llegar a su cama y encontrarla a ella, como siempre, sonriendo, pensando en cómo iba a provocarlo la próxima vez, haciéndole chantajes a sus labios, mordiéndole de los pies al corazón. –¿Esclavo? No me convence del todo esa palabra. Pero han sido quinientos cuarenta y cinco años como bien dices y espero tenerte en mi cama el doble– ella no sabía de sutilezas ni de amar como la mayoría. Hablaba para romper y besaba de la misma manera. Vibeke no restauraba nada, destrozaba todo y luego lo unía a su cuerpo como si eso fuera suficiente. Si lo era o no, eso sólo lo podría saber Lorian. –Cuando llegaste aquí y nos vimos la primera vez y luego de tanto tiempo, supe que querías contenerte. Le llamé “Señor” a esa parte tuya que te mantenía lejos de mi puerta y lo maté con apenas quitarme la camisa. Lo haría mil veces, lo disfrutaría otras mil, así como tú, porque podrás quejarte de lo que te hago, pero nunca, Lorian de Bordeaux, jamás te has quejado luego de hacer el amor conmigo. Eres feliz así, aunque lo niegues y lo llames de otra manera– le besó tras decirle aquello, lo callaba de ese modo y en cierto modo le hacía un favor, puesto que él no encontraría forma de negar aquello que saltaba a la vista.

Para esa hora bendecía las copas que se habían destrozado bajo su cuerpo e incluso anheló más. Ese ligero punzar del vidrio la hacía sentir placer, el hecho de que su sangre fuera limpiada por la lengua de Lorian,  aún más.
–Claro que estoy loca, pero esas manos tuyas me ponen peor– si la gente miraba cómo se tocaban en un lugar público, poco le importaba. A ojos de aquella sociedad serían tildados de vulgares y, aunque no distaba mucho de la realidad, lo que sucedía era que eran extremadamente pasionales y dependientes sexual y emocionalmente del otro. –Si me sigues tocando así voy a dejar ir todas las preguntas– y las guardaría para luego, el placer de su cuerpo era algo a lo que no podía resistirse.

Vibeke crispaba los puños en un acto desesperado y ansioso. Las manos de Lorian se posaban en sus lugares favoritos a la hora del placer y ya no podía ni quería preguntar absolutamente nada. Qué diferente era su modo de excitarla, ningunas manos lograban ese efecto y ni siquiera el haber tenido sexo con un brujo hace pocos minutos, lograba que la sensación que le producía el tacto de Lorian la hiciera anhelarlo como a ningún otro.
–¿Cómo diablos quieres que te hablé así? – respondió con dificultad puesto que realmente intentaba contener sus manos para no agarrarlo con fuerza y destrozarle la ropa para contemplar cada parte antes de unir su cuerpo al de él. Había ido para obtener verdades y quizás estaba siendo distraída a propósito. Lo realmente malo era que parecía no importarle. Despertó a ello cuando hubo un ruido que hizo que Lorian se alejara de ella. Vibeke avanzó un paso hacia él, para ver lo que lograba robarle la atención. Entonces vio al humano, el curioso que pululaba aún y que había cometido el peor error de su vida. Espiarlos.

A la noruega no le importaba ser observada, pero Lorian no era ella sino justamente su polo opuesto. Uno que mató en un instante y que logró que su creadora lo amara más por eso, por el impulso de necesitar privacidad y no dudar en eliminar lo necesario. Cuando volvió dio una orden y ella en vez de enojarse lo obedeció con una sonrisa que gustaba de esos momentos airados de su amante.
–Con ese enojo voy a donde quieras– le susurró tras quedar lista en poco tiempo. Le tomó la mano sin dejar de mirarlo y asintió, no había tiempo para más charla, loados sean los dioses.

CERRADO


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