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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Sáb Ago 02, 2014 12:00 am

No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer.
Goethe

El liquido se arremolinaba finamente en el centro del vaso, tan exquisito que quería inmiscuirme en su mismo tormento, a veces las cosas eran más fáciles viéndolas desde un punto fantasioso, sí, no era alguien que amaba las fantasías pero habían ciertas ocasiones en que todo parecía ser más placentero estando bajo la piel de otra persona, como cuando me alimentaba de algún hombre muy bien vestido saliendo del teatro y de un restaurante a fumar un puro, una mujer elegante presa de la seducción y llevada hasta un callejón sin saber que se convertiría en el conejillo de indias de su amo, del demonio, de mis ganas de saciar la sed, una que jamás se podría saciar aunque llegase el final de los tiempos, vivía de ella y para ella, fruncí el ceño apoyando el vaso en una de sus esquinas, tentando a que se cayera e hiciera un desastre sobre mi escritorio y que Analeé apareciera como mi fiel monigote a limpiar todo esto, haciendo que disfrutara de su cercanía y de su calor, solo dejándome seducir por la presencia de aquella hermosa mujer que llevaba algunos meses trabajando para mí y la había contratado además de su eficiencia por la hermosura que desprendía la rubia de orbes verdosas, suspiré cansado y recosté mi espalda contra el cómodo respaldar de mi silla de cuero, cerrando los ojos pensando en lo que pasaba en Rohan, con la molestia por una futura guerra que podría estallar al igual que una granada en cualquier momento, otra vez volvía a estar rodeado de todos aquellos vampiros con los cuales compartía apellido, naturaleza y dos de ellos compartían mi misma sangre, sonreí de lado porque de inmediato se me vino a la cabeza mi hermanito menor, el más joven de los d’Auxerre, ese pequeño vástago del que no tenía conocimiento hasta la maldita noche en que volví a pisar París de nueva cuenta, un vampiro tan callado y con una obsesión por la limpieza, en esa segunda no lo juzgaba yo tampoco era amante del desorden, para mí era reflejo de los ideales de una persona el cómo llevaba su existencia material y si todo estaba en orden en su alrededor tampoco habría porque no estarlo dentro de su cabeza, me gustaba sacarlo de quicio aunque eso no lo había logrado como lo hubiese deseado, parecíamos dos rocas ígneas que chocaban y se lastimaban al caer de un acantilado, por más que trataba de hacerle caer en su misma rabia lo único que lograba es que se encerrara más, de cierta manera eso me encaprichaba más.

Levanté mi cuerpo de la silla y agarré el vaso con whisky yendo hacia la ventana de cristal que me daba una vista del centro de París, mientras todos los mortales pasaban tan felices y llenos de vida inundando con su olor todo el aire que me envolvía, me metí una mano al bolsillo y miré con recelo a una mujer con dos niños de la mano, por su apariencia parecía alguien de muy pocos recursos pero sus retoños se miraban tan apetecibles que no me importaba salir de la joyería y encantarla para alimentarme de los tres en algún callejón oscuro, negué a la idea porque solamente era por el hecho de querer matar, había aprendido a controlar la sed hace tanto que podían pasar noches enteras en las que mis labios no probaran ni una gota de esa linfa caliente y eterna, me llevé el vaso a los labios de nueva cuenta y de pronto visualicé cierta figura que conocía muy bien y el impacto de la energía sanguínea se manifestó en mis colmillos y cuencas oculares, el pequeño Brönte tan calmo como siempre, lo seguí con los ojos sonriendo de lado, pensando de a donde se dirigía, mi iris se torno de un bermellón que daba preludio a que jugaría ser el hermano mayor y molesto con él, me saboreé los labios y giré en mis talones dejando sobre el escritorio el vaso con whisky, mirando el reloj de pared cuyo segundero que avanzaba sin dar tregua acomodé mi corbata pensando de manera bastante perversa el juego al que sometería a ese vástago que había creado Gaél, caminé hacia el perchero y tomé el saco negro colocándolo sobre mi cuerpo y saliendo dando un portazo de mi despacho me dirigí hacia la salida sin mirar a nadie ni soltar ni una tan sola palabra, no quería esperar y no le quería perder el paso.

Agilicé el paso y lo miré entre los mortales, claramente se destacaba independientemente fuese alguien inmortal o no, éramos tan parecidos a la vez diferentes, llegando a una distancia considerable pero sin ser muy cercana mi paso se hizo lento, pasándome los dedos por el cabello sonreí cínico - ¿A dónde hermanito? - susurré y me metí las manos a los bolsillo, si no estaba tan meditabundo de su propio mundo quizás se hubiese dado cuenta de mi presencia, en caso contrario sería de mi total ventaja su falta de persuasión.
A medida que avanzábamos los humanos menguaban en su número y las calles se hacían un poco más oscuras, me quedé en una esquina recostado contra una farola con una mano guardada en el bolsillo viéndole atento que se metía a la Biblioteca, fruncí el ceño y deslicé mis ojos por la estructura tan ponderosa que se alzaba ante mí –Que aburrido Brönte muy mal, pero demasiado predecible- chasqueé la lengua y negué -Te voy a enseñar a divertirte como el hombre que debes ser esta noche- sonreí mostrando la punta de mis blancos colmillos bajo la luz de la farola, al perderlo de vista seguí su camino viendo a algunos estudiantes con mochilas y varios libros en las manos saliendo de la biblioteca, abrí la puerta para dos jóvenes que parecía en cualquier momento se les fracturaban los brazos por la cantidad de pesados libros que llevaban, me sonrieron amablemente dándome las gracias e hice una ligera reverencia de cabeza sin voltearlas a ver, solo quería llegar a mi único objetivo de esta noche.

Ya adentro todo estaba calmo, humanos en mesas leyendo empecinadamente libros, detrás de la barra los bibliotecarios que resguardaban el orden en el lugar, sonreí con algo de seducción a una mujer de edad cuyo rubor por las mejillas subió raudamente que parecía adolescente deslumbrada por un artista, alcé la barbilla y caminé totalmente erguido con las manos en puño buscando la presencia de Brönte, caminando entre pasillos miraba a los humanos deslizar sus dedos por los estantes en busca de libros, cerré los ojos y me concentré en el llamado de la sangre, se hacía cada vez más fuerte, lo sentía en las venas de mi exánime cuerpo, cuando me detuve en donde toda aquella atracción había llegado a la cumbre, giré mi cabeza hacia mi lado derecho viendo en quien había puesto mis ojos desde hace varios momentos atrás, sonreí con cierto aire de orgullo y me apoyé de hombro contra un estante y los brazos cruzados –No te bastan los libros que tienes en la casa hermanito que debes venir a estos lugares…- recorrí con mis ojos el lugar e hice una mueca despectiva –Tan ramplones y corrientes a saciar ese misterioso cerebro que posees- mi voz había salido más seria de lo que había imaginado crucé un pie detrás del otro, había lanzando la primera piedra, ahora solamente vería si eso causaba algún terremoto en el taciturno ser del vampiro –Me decepcionas hermanito,  no es lugar para que disfrutes la noche cuando afuera hay cientos de actividades que podrían divertirte mejor- tensé la mandíbula viéndole sombrío, la velada apenas comenzaba y mi humor andaba en sus mejores noches.


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Mensaje por Brönte d'Auxerre Vie Sep 26, 2014 5:20 pm

Caminó con tranquilidad por las calles parisinas, deslizándose por sus adoquines, sucios y llenos de polvo, intentando no pensar en todo lo que sus zapatos estaban tocando. Había oído que el populacho volvía a revelarse contra el poder, creando conflictos, ensuciando las preciadas calles que frecuentaba la alta clase. Aquello lo molestaba, le irritaba saber que tenía que caminar con la preocupación de llevar con él la basura que había dejado la clase baja. Normalmente no solía meterse en política, menos en temas de clasismo. Pero ahora, cuando su espalda se encontraba tan tensa que podría pensarse que su ropa había sido demasiado almidonada, sólo podía pensar que aquellas ratas deberían pudrirse en el basurero en el que vivían. Últimamente no tenía paz, ni en su casa, ni fuera de ella.

Su intranquilidad se debía a algo más que su fobia a la suciedad, aunque en realidad no era precisamente miedo lo que sentía, sino una incomodidad y asco que le devoraban el alma de tal manera, que sólo podía pensar en restregarse con cualquier esponja de hierro. Todo lo que pudiera quitarle la inmundicia de encima era bienvenido, así se le cayera la piel, él lo soportaría sólo por sentirse limpio. Nada más que él, su piel y el agua enjabonada. Esa era una buena opción. Quizás la próxima vez, en vez de huir de casa, sólo se metería en la bañera y lavaría su cuerpo a conciencia.

No, su infelicidad se debía a algo distinto a la suciedad. Con la llegada de Sebastiane, su hermano mayor y descendiente de Gael, todos los momentos de paz que vivía, se habían convertido en un infierno al que no estaba acostumbrado. Por alguna razón, tanto él como Denisse lo perseguían, disputándose el ser el torturador más eficiente en lo que se refería a incomodarlo. Cada vez que ellos tres coincidían en una habitación, sus huesos dolían, así como su cabeza, como si la energía de ambos lo taladrara con la misma eficacia que las palabras que le dedicaban. Odiaba sentirse tan débil, así que intentaba pasar el menor tiempo posible en la Mansión D’Auxerre.

Podría pensarse que era un cobarde, pero realmente quería estar lejos de ellos. Más cuando se hablaba en casa, entre el resto de los hermanos, de un posible enfrentamiento con otro clan. Hasta la fecha no había conocido a nadie de los Bordeaux, pero por todo lo que había oído de Adriel, tampoco quería hacerlo. Estaba en un punto en el que su equilibrio mental estaba al borde de un ataque de nervios, necesitaba que todos los D’Auxerre estuvieran a salvo y ello incluía, así quisiera como si no, a Sebastiane.

No era que odiase a su hermano, en realidad le gustaba bastante. Eran similares, la misma manía del orden y la limpieza, la misma obsesión por una hermana rubia y malcriada, el mismo gusto por la ropa hecha a medida con la tela más cara de la ciudad. SE arriesgaba a decir que sus víctimas podrían ser elegidas como regalo del uno para el otro, sin que en ningún momento, ambos llegaran a sentirse insatisfechos. Pero mientras él era fuego, Brönte era agua.

Durante un segundo, le pareció escucharlo, riéndose de él por algo que no entendía, sólo para después sonreírle con esa mueca terriblemente sensual y atrayente, intentando que no lo abandonaran jamás. Pero sólo ignoró esa sensación de fatalidad, el instinto que le gritaba que diera la vuelta y se marchara a casa de nuevo. No era posible que alguien lo siguiera, mucho menos Sebastiane. El maldito seguramente estaría corriendo tras las faldas de Denisse, golpeándose el pecho como un gorila en celo.

Después de varios minutos consiguió llegar a su santuario en la tierra. Un territorio construido sólo y para él, pensado para proporcionar a los humanos un área de extensa documentación de la realidad. Así fuera pasado o presente, los libros guardaban la magia de la historia humana. Si uno era lo suficientemente inteligente, podía encontrar en los relatos con el mismo tiempo de antigüedad que la Biblia, una recopilación de todo lo que se refería a seres sobrenaturales como el vampiro.

Se deslizó dentro de la Biblioteca con una expresión llena de júbilo. Sus dedos acariaron el lomo de los libros que veía, leyendo por encima todos los títulos de los libros, decidiendo cuáles de ellos tendrían la bendición de caer entre sus manos para poder aprender todo lo que pudiera delos mismos. Pero como si sus pensamientos lo hubieran comentado, su demonio personal apareció.

- Hermano mío, ya deberías saber que nada debería hablar alguien como tú sobre desperdiciar noches nocturnas. Creo recordarte persiguiendo las faldas de nuestra hermana como un perro. – Su dedo se detuvo sobre uno de los libros, dando una sonrisa a la cubierta gastada de cuero, disfrutando tanto de haber encontrado un libro que llenase su aburrimiento, como de reírse de Sebastiane. Sabía que era él no sólo por su voz y olor, lo sabía porque así como le dolía su presencia, en el fondo la ansiaba. Como si su hermano fuera una parte que le hubiera sido arrancada cuando Gael lo convirtió y sólo desease tenerla de nuevo con él, en el interior de su corazón.

- Pero si tanto te aburre, sólo ve y diviértete. Tengo demasiadas cosas que solucionar hoy, como para que quiera desperdiciar mí tiempo discutiendo contigo. – Se alejó de él, pasando con rapidez por las estanterías hasta que llegó a una mesa de consulta, fingiendo ser sólo un espectador más.


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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Miér Dic 17, 2014 11:30 am

Debes tener siempre fría la cabeza, caliente el corazón y larga la mano.
Confucio
Si que era molesto, como un maldito mosquito que anda rondando en la noche cerca de tu oído, para mí su innecesaria quietud solo representaba malestar y como yo era el ser más insistente del mundo, quizás el más narcisista también por eso seguía con mi búsqueda implacable de “Brönte el salvaje” tiré la cabeza hacia atrás y sonreí más amplio, poco a poco movía la fichas del ajedrez queriendo llegar a su reina pero el secreto de la paciencia consta de que a pesar de la molestia temporal la recompensa es eterna y gloriosa –Hoy no quiero cometer incesto hermanito- le miré de reojo mientras mi cabeza seguía apoyada contra la estantería y mis brazos cruzados a la altura del pecho –Así que Denisse tiene la noche libre- sonreí de lado y volví a enderezar mi cabeza con los ojos cerrados –Esta noche tú y yo vamos a hablar, la charla de la que te hablé cuando te miré por primera vez en Rohan ¿La recuerdas? - fruncí el ceño olisqueando el aroma de los libros –No hemos tenido tiempo a solas los dos- suspiré y me pasé los dedos por el cabello peinándome –Lo necesitamos- deslicé las palabras por mis labios con suavidad viendo el libro en sus manos –Así que no te hagas el tonto que ambos sabemos que no lo eres- me enderecé caminando lentamente hacia él –Te equivocas- mis pasos se hicieron más constantes y llegué justo frente a él viéndole con una altura similar –No estoy aburrido- deslicé mis ojos a su cuello dándole a entender que se dejara de jugarretas porque estaría encantado de penetrarlo hasta arrancarle la tráquea –Estoy ansioso- susurré con una sonrisa de medio lado –Pero tú- suspiré tomándolo de los hombros con fuerza –Pareces estarlo todo el tiempo- cerré los ojos –¿No te bastan las noches de orgias que acostumbras a tener y a la vez a negarlo? - abrí los ojos viéndole tranquilo –Porque eso hermanito tarde o temprano cansa- murmuré y le atraje un poco hacia mí –Sería mejor si te dejaras de creer superior a los demás y vinieras hacia uno de tus hermanos para sentarte en sus piernas y contarle lo que te aqueja- chasqueé la lengua un poco –Como yo, no siempre me comporto como un bastardo, cuando la situación lo requiere puedo también ser un hombre serio y honorable- entrecerré los ojos sonriendo apretado –Claro siempre y cuando se porten bien conmigo- le solté dando un paso hacia atrás y arreglándome las muñecas del saco viéndole por debajo de las cejas a aquel taciturno vampiro el cual quería ver lanzándome pérfidas piedras, claro todo figurado –Y tampoco he venido a discutir- la dureza se plasmó en mi rostro dejándole en claro que debía cuidar sus palabras porque yo no era su monigote ni mucho menos un chiquillo que podría tratar como la horma del zapato –Pero si tú quieres hacerlo, tampoco me voy a rehusar, solo que no pienso golpearte- me alcé de hombros restándole importancia –No golpeo ni mujeres ni bebés vampiros- mis ojos se fundieron en el bermellón de la diversión porque todo aquel asunto para mí era eso, diversión, diversión y más diversión.

Me giré hacia el estante de mi lado derecho y busqué algo que e entretuviese, realmente me estaba aburriendo y las ganas por tomarlo del codo y sacarlo de la biblioteca para tirarlo en medio del lodo era excelso, sabía que no lo iba a soportar sin embargo eso no era de mi menester –Hmm ¿Qué me recomiendas? - fruncí el ceño viendo un libro grueso con una cubierta café oscura de cuero –Eres tú el experto en lectura ¿no? - suspiré bromeando, yo no era ningún tonto en literatura y saqué el libro sola para ver que se trataba de historia romana –Hoy no se me apetece- murmuré torciendo los labios cuando sentí el aire invadir mi espacio personal y mirando de reojo con una sonrisa divertida noté como de nueva cuenta había huido ¿Era lo único que sabía hacer? ¿Por qué me temía? O mejor aún ¿De qué huía? Chasqueé la lengua y negué –No así- susurré y caminando tranquilo y las manos metidas en los bolsillos lo seguí, esta noche no iba a escapar de mí aunque tuviera que comportarme como un insolente que le sacaría las respuestas a golpes.

Mirándole en una mesa pareciendo un estudiante que se dispone a estudiar rigurosamente para un examen sonreí cual niño travieso y me acerqué a una mesa donde estaba un chico y una chica leyendo, tenían una silla disponible –Buenas noches- susurré y ambos alzaron la vista hacia mí –¿Podría tomar la silla? - la chica, una castaña de orbes esmeraldas sonrió mientras el sujeto me vio con total seriedad, les miré tranquilo esperando una respuesta positiva –Claro- respondió la chica a lo que sonreí un poco –Gracias- ¡qué teatro! Yo no era amable pero de vez en cuando era bueno aparentar ser una bestia dócil, agarrándola entre los dedos de mi mano la alcé y caminé con un porte elegante hasta mi hermano, mis facciones relajadas pero serias no abandonaban mi cara y coloqué la silla justo frente a él –No creo que sea educado de tu parte dejarme hablando solo- hablé suave tensando la mandíbula y abrí los botones del saco tomando asiento educadamente frente a él –No me hagas desvariar Brönte que sabes que me importa mucho menos que nada sacarte de aquí como el niño malcriado y caprichoso que eres- fruncí el ceño y crucé la pierna varonilmente –Ahora te vas quedar sentado ahí como el insulso humano que aparentas ser y vas a contestar mis preguntas- me mordí la lengua estaba siendo demasiado posesivo –O la próxima vez que me dejes con la palabra en la boca juro que te voy a arrancar la tráquea enfrente de todos aquí sin importarme las consecuencias que eso pueda tener- ¡Maldito imprudente! Tenía que dejar de ser tan impulsivo –Así que espero las palabras entren y se retengan en tu pacifica cabecita hermanito- totalmente serio demandé aquello y crucé los brazos contra mi pecho –No hemos hablado acerca de cómo conociste a nuestro sire- miré hacia un lado –Entonces soy todo oídos- alcé la ceja y balanceé la pierna -¿Cómo fue que tú y tu querido creador se toparon? - tensé la mandíbula era la misma sensación que había tenido al darme cuenta de la creación de Denisse con la peculiaridad de que no iba a soportar caprichos ni insolencia en este caso, jamás osaría con hacerle daño pero como todo animal salvaje, nada mejor que unos golpes para dejarle en claro que en territorio del diablo los ángeles no tienes voz ni voto.


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Mensaje por Brönte d'Auxerre Jue Dic 25, 2014 8:21 pm

La palabra incesto causó un estrago dentro de su mente, resonando en una zona dentro de sí mismo que no se permitía si quiera racionalizar. No deseaba pensar en ello, ni mucho menos darse la libertad de imaginarse a Denisse en los brazos de Sébastiane. La mera idea de que aquello pudiera pasar dentro de la misma casa que él compartía con ambos, ardía lo suficiente como para querer regresar a su casa para arrancarse la piel e intentar calmar la llaga que se abría siempre que aquel vampiro indeseable se encargaba de golpearlo con una realidad que luchaba por olvidar.


- Si deseas hablar de tus obscenidades con nuestra hermana, será mejor que te busques otro maldito oyente.- Le espetó con su máscara aún indemne, encargándose simplemente de pasear sus ojos por aquella línea de letras oscuras, mucho más interesante que la azulada y burlona mirada de su hermano. Odiaba eso de él, como todo parecía ser un maldito juego de azar en el que él siempre tenía que arrodillarse ante Sébastiane para que el otro pudiera ir tranquilo a la cama. Su hermano mayor parecía tener una extraña fijación en él, como si no fuera suficiente el tener que soportar el parecido entre ambos y sus perversiones. ¿Sabría acaso aquel, que el inocente y rígido Brönte tenía más de Gael de lo que todos siquiera podrían llegar a sospechar?.

Se obligó a respirar hondo para no tomar el libro y simplemente abofetearlo con él. Ahí estaba otra de las malditas manías que no soportaba de él, no sólo insistía en perseguirlo para saber qué hacía cuando se marchaba; lo que seguramente había hecho en alguna de sus salidas al burdel. No había ninguna posibilidad de que él pudiera haberse enterado de algo tan íntimo sin haberlo hecho, ya que se encargaba de borrar toda huella de sus andaduras fuera de casa. Para él era lo suficiente bochornoso como para que no quisiera que su familia se enterara. Pero era Sébastiane. ¿Un secreto vergonzoso?. Eso era algo demasiado jugoso para aquella bestia pretenciosa y avariciosa. Él lo deseaba saber todo de él y un día de estos iba a conocerlo si seguía provocándole.

- Sébastiane, entre sentarme encima de ti o hundirme en más de trece cuerpos jóvenes y hermosos, créeme.- Levantó la mirada ligeramente de su libro para fundirse en los ojos de aquel otro ser tan idéntico a él. – Siempre elegiré la segunda, porque tú no eres de mi agrado.- Sonrió con dulzura y se encogió de hombros como si eso sirviera de escusa.- Nunca me ha gustado tomar nada viejo y usado. – Levantó su libro y simplemente construyó una barrera con él entre ambos, como si el colocar el libro en el aire delante de la cara de su hermano sirviese para olvidarse por completo de que él estaba allí. Y realmente funcionaría si aquel hombre no insistiese tanto en hablar. ¿Acaso era una mujer?. ¿ Por qué no conocía el significado del silencio?.


Lo ignoró completamente, como si no fuera suficiente el tenerlo allí, junto a él, haciendo que su sangre ardiese. Su mandíbula dolía de lo fuerte que tenía sus dientes apretados para no contestar a todas sus provocaciones, podía soportar que lo llamara bebé, incluso el que le restregase que sabía de sus secretos, así como el que había estado con Denisse en la cama. Por supuesto que podía, él era alguien sosegado. Un maldito y jodido remanso de paz que no quería arrancarle la cabeza a aquel hermano parlante suyo. No, se dijo con ironía mentalmente, él no quería hacerlo. ¡ Y un maldito cuerno, claro que quería golpearlo!.

- Eres tan molesto. – Dijo con verdadera frialdad. Bajó su libro y suspiró como si estuviese tratando con un niño y dejó el libro sobre la mesa para darle una mirada cansada. - ¿ Siempre eres tan agresivo?. Debes comprenderlo de una vez, Sébastiane. – Dijo con lentitud para que así el otro entendiese que lo hacía para que él pudiera comprenderlo mejor, como si al mayor realmente le costase procesar mentalmente todo lo que decía. – Tú me sobras, es decir, que no te quiero cerca por el mero hecho de que me eres prescindible. Tu presencia me aburre, eres un niño que sólo quiere saber si aún sigue siendo el más importante para los demás.- Apoyó su rostro en una de sus manos y lo miró con fijeza, haciendo un mohín con sus labios, ya que por culpa de aquella explicación no podía hacer lo que realmente quería; leer el libro.

- Lo que Gael y yo hablamos, nos pertenece a él y a mí. – Sonrió con ligereza, una minúscula mueca de diversión. – Y no, jamás me habló de ti. Ahora, ¿ Puedo seguir leyendo o romperás a llorar para conseguir que siga hablando contigo?- Negó con la cabeza y se encogió de nuevo de hombros, como si con ello hubiera puesto punto final a la discusión.


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Mensaje por Sébastine d'Auxerre Miér Feb 18, 2015 2:08 am

Más sabe el Diablo por viejo, que por diablo

Era totalmente aburrido, mi boca se curvaba en una sonrisa pero en mi interior estaba tirando piedritas a la nada, hablaba y solo podía escuchar murmullos sin sentido, cosas que solamente me hacían bostezas así que lo hice de forma tan descarada que un sonido salió de mi boca, llevándome las manos por detrás de la nuca y estirando las piernas por debajo de la mesa me incliné hacia atrás en la silla con el cuidado que no me fuera ir de espaldas y darle una razón al  pequeño de una burla -¿Terminaste tu parloteo? - le miré y alcé una ceja –Porque si para ti soy molesto para mí eres aburrido aunque…- sonreí de lado –Me parece divertido el querer hacerte enojar, date cuenta hermanito mi acoso hacia ti solo se trata de diversión- suspiré y me levanté de la silla abotonándome el saco y caminé hacia su lado deslizando un dedo por la mesa, estaba áspera y se miraba repugnante, no entendía cómo es que él gustaba de limpieza si claramente estaba rodeado de moho, telarañas y polvo, me miré el dedo y torcí los labios con disgusto –Que asco- lo pasé por la tela de su hombro limpiándolo –Esa fachada de limpio es solo una máscara Brönte mira nada más de lo que estás rodeado- me quede justo detrás de su silla con los brazos cruzados –Tienes razón es asunto de ustedes dos, en realidad Gaél murió desde hace mucho para mí, es más ni lo recuerdo- me reí por lo bajo y centré mi vista en el techo, ahí estaban las malditas telarañas amenazándome con ensuciarme el traje, que fastidio.

Cerré los ojos y apoyé la cabeza contra la pared cruzando un pie detrás de otro mientras el silencio era desesperante, mi hermanito debía aprender que su fastidio, su molestia hacia mi persona no era en lo mínimo de desagrado para mí, si pensaba que lo iba a golpear por esas palabras tan “duras” que estaba recitando estaba en lo correcto, sin embargo aunque sintiera que los nudillos me vibraban debía controlarme, era mi sangre, el castigo por su lengua audaz y esa frialdad asquerosa no era nada más le caería en cualquier momento, ya fuera por mis manos o ajenas, sonreí de lado y negué por tan insulso pensamiento –Te dije hace un momento que cuidaras tus palabras hermanito- abrí un ojo viéndole –Porque no estás con alguien que va a soportar tus impertinencias- hablaba tranquilo casi cantado, suspiré y me acerqué a su espalda llevando ambas manos a los lados de su cuerpo apoyándome en la mesa –Tus caprichos de niño mimado- susurré y miré el libro con el ceño fruncido, estirando una mano hasta este lo tomé –Ni tus desplantes sin sentido- gruñí bajo al terminar de hablar cerca de su oído y me volví a erguir golpeando ligeramente el libro en su cabeza –Tan aburrido- lo tomé de la nuca y estampé con algo de fuerza su frente contra la mesa –Aunque te arranques la piel apestas a burdel barato- mis ojos se tornaron del color mismo de la linfa recordando la noche en que lo conocí y apestaba a humano –Me das pena- apreté los dedos en su nuca hundiendo más su frente contra la madera –A pesar que te resulto repugnante los años son sabios Brönte- masajeé su frente contra la mesa –Al menos sé muy bien de quien alimentarme, con quien rayos voy a encamarme y déjame decirte- lo jalé del cabello con fuerza tirando su cabeza hacia atrás me incliné cerca de él –No tengo tan malos gustos- susurré en su oído y lo solté bruscamente, con el libro en la mano me senté sobre la mesa y le vi de reojo -¿Te llevo a beber sangre de calidad? - alcé la ceja y tiré la cabeza hacia atrás sonriendo tan cínico aunque en mi interior solo me repetía que no debía desvariar y mucho menos podía llenarme las manos de sangre frente a tanta gente, no lo iba a dejar lo iba a obligar a hacer lo que mejor sabía, huir.


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Mensaje por Brönte d'Auxerre Mar Mar 31, 2015 8:19 pm

"Y un turbión hace cauce en nuestras venas,
y se nos cubren los ojos de raíces agrias. "




El silencio cayó entre los dos después de que su hermano hicera su último berrinche, realmente no entendía qué problema tenía con él. Ni mucho menos el interés que había tomado en provocarlo. Siempre había gozado de su paz como una manta protectora contra el frío de su locura. La necesitaba. ¿ Es que aquel demonio no podía entenderlo?.


Ignoró todo lo que decía, poco le importaba lo que su boca soltase, ya que él sabía perfectamente que Gael había sido alguien demasiado importante, lo quisiese o no Sébastiane. Los tres; Denisse, aquel estúpido y él. Eran sus hijos, portaban su sangre y estarían siempre atados por el capricho de aquel ser. Pero a diferencia de sus hermanos, él no odiaba a Gaél. Su conversión, los momentos que habían pasado juntos cuando aún seguía siendo humano, así como aquellos que pasó a su lado como vampiro, eran preciados trozos del comienzo de su nuevo ser. Cuando su padre lo dejó en la casa de los D’Auxerre, no había nada de su antiguo ser. Era una perfecta hoja en blanco preparada para ser escrita por él mismo.


Aunque eso no quería decir que sintiera deseos de seguir a su lado, es más, él sabía perfectamente dónde se encontraba. Siempre lo había sabido, ya que, al igual que sus hermanos, Gael tenía un defecto; no sabía perder. Todos tenían la misma sangre al fin y al cabo. Quizás por eso le era importante ser diferente a los demás y negarse a cuanta oferta se le extendiera por parte de sus hermanos. Él solo era el juguete que ambos usaban para sus ratos de aburrimiento, pero eso no era lo que le molestaba, sino el motivo por el que lo hacían. Era realmente doloroso.


- ¿ Mis impertinencias? – Dijo cuando sintió el cuerpo de su hermano contra su espalda, hablando por primera vez a todas aquellas frases que había soltado. Realmente le divertía comprender que Sebastiane considerase que él era el impertinente. Al fin y al cabo, él lo había seguido a la biblioteca. Había dejado todo de lado para perseguirlo. A él, al perro, al loco de los D’Auxerre.

Aquel pensamiento le hizo sonreír, así que cuando su frente golpeó la mesa, solo comenzó a reírse, sacudiéndose contra su hermano en una posición de completa docilidad. Ni siquiera pensó en el libro que había dejado a la mitad, ya que ahora tenía algo mucho más interesante en lo que poder centrarse. Su hermano mayor sabía cómo ser dulce, ¿ Comprendería aquel siquiera lo adorable que podía llegar a ser cuando mostraba su evidente preocupación al comentar sus intereses en los burdeles?.

- Tienes toda la razón, Sébastiane, hermano mío. – El tirón de su pelo, le obligo a levantar la cabeza de golpe, haciendo que sus ojos azules mostraran su característica frialdad a aquel que le obligaba a mantenerse de aquella forma. Cogió su mano y la arañó para que le soltara, apartándole así su mano del pelo.

- Voy a seguir tu ejemplo y tomaré sangre dulce, cálida y de primera. Por supuesto, sólo después de haberme acostado con mi proveedor. – Sonrió enigmáticamente y se apartó, rodando la silla de forma estridente contra el suelo, para llamar la atención de todos los humanos de la biblioteca.


Alisó su traje, pasando su mano por la chaqueta y las mangas, asegurándose no sólo de que no hubiese alguna arruga, sino de que su hermano tuviese tiempo de saborear su victoria. Siempre había sido así, altivo y demasiado volátil. Supongo que cada quien tenía su encanto, por mucho que a él le pareciera demasiado exasperante para su gusto. Quizás si le cortase la lengua, sería perfecto. Cada vez que lo miraba, no podía evitar pensar que eran físcamente similares, tanto que realmente parecían hermanos de la misma madre o padre. Con la clara diferencia de que Sebástiane carecía de aquellas características que tenía él. Tal y como debía ser, Gaél no erraba nunca en sus elecciones, y él, era sólo una versión mejorada de lo que buscaba en un hijo.

- Entonces, vayamos a casa. Aunque tendrás que explicarle a nuestra hermana, el porqué voy a adentrarme profundamente en su cuerpo, arrancándole la piel de su cuello para tomar su sangre. – Miró a Sebástiane con ese rostro inocente y distante propio de él. – Al fin y al cabo, esos son tus gustos, ¿ no Sebástiane?.




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