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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lorian de Bordeaux Vie Nov 21, 2014 8:44 am

“En las penumbras de la oscuridad existes tú y tu extraña manera de amar” 


La remota charla que había tenido con Denisse me había llevado a disfrutar la noche más de lo esperado, deleitándome con el odio que por herencia encarnaba mi piel, pensando en la ira ajena, la sonrisa se dibujaba blanca en mi rostro. Pero albergaba un leve temor en mi interior, se sentía como fuego marchito, se acercaba a mi mente y me gritaba que rápidamente tenía que despedirme del olor de mi cuerpo. Estaba sucio, enmantecado con la esencia ajena, las pequeñas marcas en mi cuerpo comenzaban a irse, pero seguirían al llegar a la mansión. Eran las marcas de un deseo no satisfecho, las uñas de una pasión descuartizada. ¿Debería pasar el día afuera? Quizá esconderme en algún hotel de mala muerte, aunque no había dudas que si lo deseaba, ella podría encontrarme. La mujer de cabellos platinados que nunca se enojaba, pero que miraba de manera felina y audaz todo lo que sucedía a su alrededor. Ella, quien no tenía derecho a reclamarme nada. Pero yo  no podía pensar en ello, solo tenía en mi mente su mirada capciosa. La idea de ir y comentarle lo de aquella De Auxerre, de reír de su rostro cuando fue engañada y explicar cómo me enteré que mi hermano gemelo estaba en aquella familia, todo eso se marchitaba, se deshacía por el temor de ver su rostro oliendo mi piel. 
Entre pensamientos no pude notar cuando estaba llegando a la casa, el cielo se destellaba, se hacía levemente rosado, pronto el sol saldría y arrasaría con todo vampiro que estuviese a la intemperie. Hice crujir mis huesos y miré mis ropas, mi piel; no había lugar a donde esconderme y no había tiempo para correr.

Sentí levemente como el calor enfundaba mi piel y rápidamente me metí en aquella mansión plagada de inmortales. En principio y para la peor sospecha, salté hacía la ventana del piso más alto. Con la fuerza y destreza inhumana que teníamos, era la ventana de mi habitación, esperaba y suponía que nadie habría adentro. Pero me preguntaba cuál sería la posibilidad de que ellos huelan la sangre enemiga. No lo creía posible, pero no era aquello lo que me preocupaba, a decir verdad, eso era lo de menos. Y pronto me dije, ¿qué cosas estás pensando? Mis ojos se oscurecieron cuando entré en aquella habitación y sumido en mis pensamientos no busqué a nadie dentro. Miraba al suelo mientras desnudaba mi cuerpo, las marcas de uñas y golpes ajetreados estaban por mi mejilla, brazos y abdomen. Su perfume asquerosamente dulce se había impregnado en mi cabello y el rubor de su maquillaje apenas se notaba en mi barbilla. Pero mi rostro estaba inmutable, me intenté sacar lo rosado con la propia camisa y mi pantalón pronto quedó abierto en la parte de arriba, dejando así que se baje levemente, quedándose aferrado a mis caderas por dos huesos que se expandían a lo largo de mi cuerpo. Alcé las manos frotándome el cabello y miré al techo. ¿Por qué cada cosa que hacía la relacionaba con sus sentimientos, aquellos que jamás me habían mostrado? Estaba tan desesperado por verla amarme, por sentirla enloqueciendo por mí, que al parecer, incluso había llegado a creerme mis propias ilusiones. 

Me reí espesa y gruesamente, suspirando mientras terminaba de cerrar la ventana para que la luz no pueda entrar a aniquilarme, mis deseos de morir aún no eran tan fuertes. Me tiré al colchón luego, de manera que la cama crujió. — Tsk… — Chasqueé los dientes, alzando los brazos, metiéndolos debajo de mi cabeza para utilizarlos como almohada. Cerré entonces los ojos y sentí que me dormiría, mi cuerpo estaba cansado, había sentido nuevamente la adrenalina de estar junto a un De Auxerre, pero no me había podido saciar, pues la había dejado viva, en mi sueño pude rememorar cuando la sangre de uno de los sires de aquella familia fue aniquilado con mis manos, el recorrido de los hilos rojos aún estaba tatuado en mis manos, había goteado y luego se había convertido en polvo, lenta y dolorosamente le habíamos quitado la existencia. En ese entonces Vibeke no estaba con nosotros, incluso seguía pensando que era solo una leyenda. Ella había ido a vivir su propia eternidad y me había abandonado por largo tiempo, ahora podía volver a verla, acariciar su piel y lamer su interior. Pero seguía sintiendo la traición, el abandono estaba tatuado. Yo amaba su estructura, lo hacía de tantas maneras, que pensar en que solo deseaba su cuerpo me aborrecía, su alma muerta, incluso sus más retorcidos deseos eran dulce en mi boca. Soñé entonces con su piel. Recostado de manera diagonal en la cama, mi mente viajó a ese mundo donde la tenía solo para mí. Mi guardia estaba baja, mi cabeza divagaba y solo hubiese deseado que el aroma femenino de la rubia se fuese por completo, para así poder sentir la excitación con mis pensamientos una vez más. 

“Así como todas las veces que tuve que desearte con la mente” 


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Dic 14, 2014 6:46 pm

"Egoísmo es amor. Claro que amor no deja de ser sólo una excusa.
Y tú otra."

Que Lorian partiera en la noche, era normal. Que tardara, que llegara justo antes del amanecer y que no fuera visto durante un par de noches a pesar de compartir el mismo techo, también. Tanto él como ella hacían su voluntad como querían y sin consultar a nadie y, muchas veces, llegaban antes del amanecer y terminaban juntos como era de esperarse.

Esa noche en particular, Vibeke tardó unas dos o tres horas apenas en regresar a la mansión de Bordeaux y el resto del tiempo lo dedicó a cambiar de lugar las cosas, a darle una visión distinta a su estadía tan sólo por evitar la rutina que tanto odiaba. La noruega necesitaba movimiento, cambios, novedades que le dieran ideas y que removieran toda esa esencia inquieta que poseía ella. Una vez finalizó, caminó sin prisas ni dudas a la habitación de Lorian, portando sobre su cuerpo una bata hecha en seda negra y se metió bajo las sábanas ajenas como si buscara calor. Cerró los ojos, pensó en muchas cosas y se rió de otras, pero se puso de pie de nuevo cuando supo que el amanecer estaba demasiado cerca ¿Acaso no aparecería esa noche? No valía la pena dormir en una cama ajena si su propietario no estaba allí para compartirla. Eso no tenía sentido para ella.

Como si nada, caminó hacia la puerta de la habitación, como quien pretende salir; pero se detuvo en cuanto lo supo cerca y olfateó en él la sangre a la poca distancia. Retrocedió sus pasos y apoyó su cuerpo en el marco de la puerta del baño y en un solo segundo tejió una ilusión que mantuviera oculta su presencia en todo sentido. Lo vio entrar por la ventana y pese a la prisa a causa del amanecer, esa fue la primera señal que tuvo ella para desconfiar de su amante. Él no reparó en nada, se desvistió ante sus ojos ocultos por la mentira y le permitió conocerlo todo sin hablar. Tenía marcas de uñas y golpes, la ropa ajada por algún encuentro violento y el asqueroso perfume y maquillaje de otra mujer pegado a sus cabellos, a sus ropas y a su propio cuerpo. Por un momento, ella lo imaginó entre las piernas de alguien más, buscando la fuerza en el sexo de otra como si buscara reemplazarla. Se sintió molesta, pero se mantuvo firme, observando antes de actuar por impulso. De buena gana lo hubiera abofeteado, mínimamente, aunque no tuviera derecho y aunque ella jugara con más hombres además de él. Desde ningún punto de vista podía reclamar, pero era una posesiva y Lorian era su principal tesoro. Así, entró en su mente, buscando de algún modo justificarlo y apagar la ira que se encendía en ella; sin embargo no pensaba en la mujer en ese momento, lo que vio en sus pensamientos fue algo que tampoco sabía: un asesinato de un d’Auxerre años atrás. Lorian siempre ocultaba cosas, pero los asuntos delicados no eran algo para esconder de ese modo. Ese asesinato, podía costarle la vida y pese a que estaba bien matar al clan enemigo, su seguridad era una de las prioridades de la inmortal.

Él era un idiota, por más que de la nada apareciera Vibeke en sus pensamientos como si la anhelara luego de su noche de aventura. Fue entonces cuando ella salió de su mente y terminó con la ilusión.
—Veo que ahora te gusta entrar a hurtadillas, como los ladrones— su voz fue un susurro, una caricia al viento que pronto se convertirá en tormenta. —O… ¿Lo haces por ocultar la vergüenza que dejó alguien más en tu cuerpo? Levántate de ahí, no voy a matarte mientras estás acostado. — decretó ocultando la molestia bajo una voz tan aterciopelada como seductora y mentirosa.

Avanzó hacia él y se quedó de pie aunque descalza a pocos centímetros de la cama, lo observaba manteniendo el rostro impávido, firme, sin encontrarle la más mínima gracia a todo aquél asunto.
—Espero que no te hayas encariñado, porque voy a matarla antes que a ti. Abre la boca y dime que demonios has hecho— ¿Se habría imaginado Lorian alguna vez que Vibeke no sería capaz de compartirlo? Ella no toleraba que nadie lo tocara y menos dejando las marcas que yacían sobre su cuerpo. Ella en su ira, no prestó demasiada atención a la sangre como para saberla enemiga. El cuerpo del que fuera su amante hablaba por sí mismo y, hasta ahora, era lo único que le bastaba a ella.


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Dom Dic 21, 2014 11:39 pm

“Retorcida la voz que me domina y mueve los hilos como un titiritero”


Seguía con los ojos cerrados, por dentro estaban levemente rojizos, mis uñas que eran afiladas pero para nada largas estaban hundidas contra la sabana y estaban desgarrando el caro tejido. Entre el placer de haber dañado a quienes eran por herencia nuestros enemigos y el pensamiento perturbante de Vibeke entre mis piernas, no supe si estaba irguiéndose mi miembro o si simplemente era cosa de mi imaginación. Como fuese estuve a punto de ir a calmar con la derecha mi posible erección, pero antes de ello las barreras de la inmortalidad cedieron y una ilusión que había sido creada sin preámbulos se partía y la verdad aparecía como un tormento en mis fosas nasales. Me sentí quebrar en ese momento, fueron sus ojos lo primero que busqué y el pequeño temor de que ella hubiese hecho más que mirarme me aterró. Yo siempre controlaba mis pensamientos cuando estaba en su frente, sabía que no solía mirarlos. Pero las cosas que realmente deseaba ocultarlas las escondía en la oscuridad de mis recuerdos. Entreabrí los labios entonces y tal como lo era, una orden de ella y ‘solo eso’. Me levanté, sin mirarla, dejando que se acercara tanto como quisiera. No me mataría, no lo haría antes de saber qué era lo que había pasado, sabía que era curiosa, desde que la había conocido tenía hambre de conocimientos y era una de las cosas que me le atraían de la albina.


— Vibeke… ¿Por qué rondas por mi habitación en mi ausencia? — Murmuré alzando una mano, acercándola apenas a su mejilla, pero supe al instante que rompería mis dedos si lo hacía. Así que me dediqué a desearla, frunciendo el entrecejo como un perro que no puede tomar el hueso frente a él. Pero no chisté, al contrario, lentamente me agaché para dejar mi cuerpo sobre las rodillas, frente a ella, justo como siempre deseaba estar. Abracé entonces su cadera y la observé desde allí como un consuelo. — No es nada, iré a bañarme ahora. Mátala si puedes, yo no pude. — Apretando sus nalgas la acerqué más a mí, olisqueé como si se tratara de un sueño y antes de recibir algún golpe, fui a llegar a la puerta del baño. Debí haberlo hecho antes siquiera de pensar en descansar. Sentía aún las uñas de aquella infernal rubia y me quemaba, era un daño que no se curaba tan rápido como el de los humanos. Eran marcas de odio, tan profundas que parecían haberse acercado a mis huesos. Y entonces me metí en el agua fría que estaba ya puesta en la bañera grande de piedra, tenía el lugar abajo para poner los carbones calientes, pero eso no sucedería, necesitaba sacar el aroma de mi cuerpo y lo necesitaba con urgencia. Miré a mi creadora desde allí, de reojo e intentando persuadirla para que no rompa cada uno de mis huesos. En parte, tenía razón, le escondía cosas, pero ¿y qué? ¿Acaso no podía?


No, no podía. Fue la respuesta que me dio mi mente automáticamente y me quedé perplejo, pasando a ignorar aquella acotación de mi cabeza. — Solo forcejearon… más de la cuenta. ¿Estás molesta? ¿Por qué? No voy a dejar que el sol me mate tan fácilmente. Por otro lado, parece que estabas esperándome. — Intentaba cambiar su molestia principal, por otras diferentes, herirle un poco aquel orgullo que tenía tan bien puesto. Pues en realidad me interesaba saber sus respuestas. No sabía qué estaba haciendo allí, no me imaginaba tampoco que la encontraría tan rápidamente. Sabía que era fuerte, que era antigua y por ende capaz de sentirme desde muy lejos. Pero eso no significaba que fuese a verme siempre que llegaba a cualquier hora, no era su estilo y me resultaba extraño, aunque encantador. Si hubiese sido en otras circunstancias, lo hubiese saboreado mucho más de lo que lo podía hacer ahora. Puesto que luego de enjuagar mi cuerpo en menos de un minuto, me vi saliendo de la tina, buscando sus ojos con algo de temor. Su pequeña figura envuelta en seda negra, marcaba su silueta y exponía sus pechos tan adiestradamente que no pude evitar recaer con mi mirada allí un par de veces. — Mi Vibeke… ¿Vas a matarme entonces? — No puse nada en mi cuerpo, así desnudo y con la marca de las uñas aún en mí, fui a su búsqueda. Había tardado un pestañeo en escapar de sus garrar para irme al baño y lo mismo había sido para sacar la sangre de mi piel, expulsándola para mezclarla con el agua y que no pudiese reconocerla. No quería decirlo, no sin tener antes instrucciones exactas de nuestro sire y reconocer quien era la integrante con exactitud. Aunque viendo que se trataba de Vibeke, poco tardaría en arrancarme las palabras de la lengua si realmente apreciaba existir o estar entero.



“Solo tu piel puede quemar mi interior”  


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Lun Dic 22, 2014 12:35 am

"Arráncame esta cara infame, oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre. Y el tuyo"

¿Qué era lo que realmente estaba sintiendo? No estaba completamente airada, porque de lo contrario hubiera atacado sin hablar, le hubiera quebrado las piernas antes de darle tiempo a notar que era ella y quizás lo hubiese hecho hablar a las malas para conocerlo todo. Pero algo de paciencia tenía, aunque deforme. Algo de amor le quedaba como para darle tiempo de salvarse a sí mismo de lo que le pasaba a ella.

Vibeke podía imaginar cualquier cosa, pero ¿Por qué entonces él buscaba destrozar las sábanas? Lo observó un rato, lo analizó como pudo, manteniendo el mentón en alto con total orgullo como si no pretendiera demostrar que en cualquier momento podía ceder. Él se levantó y ella no habló, ni siquiera parpadeó, sólo se mantuvo firme mirándolo a los ojos, demostrándole que quizás no fuera fácil volverla a su estado tan lascivo como tranquilo y a ese antojo inicial por el que había ido Vibeke a la habitación ajena.


—¿Te hace mal estar con alguien más? Es obvio que venía a dormir contigo. Si no te consulté para quitarte tu hechicera vida, menos lo voy a hacer para algo como esto, no seas idiota— respondió de mala gana y sin disimular sus verdaderas intenciones. Él quiso acariciarla, pero se detuvo a tiempo y se puso de rodillas como si supiera cómo calmar a la orgullosa y posesiva que era ella. La noruega pudo golpearlo, pero su indiferencia le dolería más que cualquier golpe y la molestia que sentía la mantenían así de rígida, así de fría pero persistente. —¿Cómo que no pudiste? — preguntó con la curiosidad que él había generado tan rápido y por lo mismo fue que bajó la mirada para observarlo con más detalle. —Y deja de tocarme como si me necesitaras, creí que te habías divertido pero parece más bien lo contrario— el ceño de Vibeke permanecía fruncido, pero no podía atacarlo si seguía comportándose así, tan obediente y sumiso que la obligaba a ella a darle tiempo de explicar lo poco que había leído ella de su mente.

Le permitió alejarse, ir a la bañera y sumergirse en el agua fría que no relaja a nadie, ni siquiera a un vampiro, o al menos en el caso de ella. Regresó al marco de la puerta del baño y lo observó con más cuidado, sin darle importancia a su desnudez como hacía siempre. Ahora necesitaba ver la clase de heridas que tenía y cuando notó la profundidad de las mismas, le asestó tal golpe al marco que se deshizo en el acto y su mano se fue de largo hasta destrozar lo que alcanzaba de pared. Sus ojos estaban bien abiertos, centrados en Lorian como si lo fuera a devorar con la mirada y en cuanto él se dispuso a salir de la bañera, ella se giró con rapidez y caminó hacia la mitad de la habitación, respirando agitada pero igual de parca.

Escuchó la voz de Lorian llamándola mía de nuevo y se mordió los labios, mermando la ira con rapidez como solía hacer en las pocas ocasiones que esta aparecía y se giró hacia él, que permanecía con el cuerpo empapado y las heridas vigentes que no sanaban rápido, como si estuvieran impregnadas de veneno. Caminó rápido hacia él, de tal modo que parecía que iba a atacarlo y puso una mano bajo la herida del cuello
—¿Acaso intentaba matarte? Esto no parece sanar pronto, pero quiero que me digas o me dejes ver en tu mente lo que pasó en realidad. Abre tu mente para mí o te juro que el único muerto para siempre aquí serás tú— amenazó en un peligroso susurro mientras en sus ojos refulgía una rabia tal que seguramente Lorian no reconocía. Jamás se había puesto así con él, nunca lo había sentido en peligro y pese a las dudas que él pudiese tener, ella no soportaba ningún atrevimiento con su cuerpo, con lo que amaba su piel y su sangre. —No quiero que me mires como lo estás haciendo. No quiero soportar esto, ni tú eres un saco de arena, ni yo un reloj. Háblame, ahora, porque sólo los idiotas mueren por creer que la opción correcta es contenerse— espetó con una calma aterradora. Aterradora porque parecía bipolar pasando de una evidente ira a una calma adormecedora. Pero la bipolaridad no existía, sus dos acciones eran caras de una misma moneda que se iba arrojando al aire entre movimientos y frases de ambos. Eran las canciones que bailaban ellos en una pista de provocaciones absurdas y faltas de comunicación de años. Eran las respuestas al peligro, a la acumulación de los silencios y al pago de sus maldiciones.


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Dom Ene 04, 2015 6:38 pm

“Los elogios te llevarán a embarcarte en una historia sin final, donde se perderá el principio”


Podría habérmelo imaginado antes, ¿cómo pretendía tener explicaciones válidas de alguien como ella? Me prendía fuego tan solo con su mirada y pensé que terminaría irguiendo mi entrepierna para ella si seguía con esa lascivia tan condenadamente diabólica. Pero con los resultados de la anterior noche había podido llegar a la bañera sin sentir excitación alguna. Había conseguido sacarme lo principal de aroma y ahora la carne ardía como mil demonios. Pero mi rostro estaba tan duro como si me hubiesen martillado en mármol. Una de mis dotas era aguantar el dolor más de lo normal, lo había heredado de Vibeke, su sangre era la que me daba todo lo que tenía, incluso la mera existencia de poder caminar entre los vivos. Solo su rostro, su flameante ser y su alma que aunque estaba muerta parecía más brillante que nunca; era quien me daba algo que podía llamarse vida. Mis ojos marrones, profundamente aterrados la observaban cuando me pasaba la esponja y casi salté del lugar cuando sus pequeñas y finas manos terminaron rompiendo todo el borde de la puerta. Podía imaginarme siendo esos polvos en el suelo en cualquier momento. Fruncí el entrecejo y antes de poder agarrarla ella estaba yendo nuevamente cerca de la cama, como una estatua de arcilla me entumecía el cuerpo y sumisamente me vi caminando hasta ella. Mirándola desde arriba, curioso, escuchando, aguantando el terror de sentir su odio en mi piel. — Me divertí, pero no de la manera en la que tú crees. — No había respondido antes a eso, pues bien sabía que hacerlo me haría ganar varios golpes que necesariamente tenía merecidos. Pero no deseaba darle tiempo a oler.

Lentamente volví a posarme sobre mis rodillas, ahora más alejada de ella, solo si estiraba mis brazos podía alcanzar a tocarla, pero pensé que era prudente no hacerlo por el momento. Dejé que husmeara la herida, torcerme para que vea mejor hizo que se abriera levemente y se podía apreciar el blanco hueso en uno de los hoyos. Era increíble, el dolor y la satisfacción que me daba. Clavar uñas o colmillos era de niños, podía considerarme victorioso siendo que no había utilizado algo tan tramposo como eso. Sin embargo allí estaba el premio que recibiría por mi testarudez. — Vibeke no deberías saberl- […] Hazlo, mátame si tanto lo deseas, sabes que puedes hacerlo cuando lo quieras. — Entrecerrando los ojos me había quedado perdido en los ajenos, el miedo fluía por mi espalda y pensé que terminaría temblando como un imbécil. Pero a cambio de eso tan solo me acerqué un poco más, alzando mi mano agarré la tela negra que caía en el borde del suelo y agachando la cabeza busqué besar sus pequeños y pálidos pies que resonaban en la madera oscura. — Métete en mi mente o en donde quieras, tan solo no te separes de mi luego. Quédate en mi regazo hasta que podamos resolver las cosas de una manera cuerda. Mi Vibeke, te deseo. — Ambas manos pesadas se alzaron en la búsqueda de su pierna, enrollándola cuidadosamente mientras me acercaba con las rodillas a lamer su fría superficie perlada, alzando la mirada, observaba sus ojos levemente bañados en rojo y pensé que no sería tan malo si terminaba muriendo en sus manos.

Al menos lo último que saborearía sería su perfecta figura. Pero no podía contenerme, no podía esperar que ella comprendiera algo como lo que yo le estaba pidiendo. Si fuese al contrario, probablemente ya hubiese roto cada cementación de la casa, aunque claramente no podía golpearla a ella, tocarla era una devoción, luchar contra el odio a su persona era algo inimaginable. Por lo que no había salidas cercanas a enmendar esa situación. A menos que ella fuese lo suficientemente prudente, aún en aquellos momentos. Eso esperaba, la albina siempre me había enseñado que su paciencia, aunque tenía límites y una línea delgada separaba aquello con el odio total; era fuerte y superaba mis expectativas, siempre lo hacía. — ¿De verdad piensas que iría a pagar mis placeres con alguien, teniéndote a ti tan cerca? Te amo Vibeke, solo a ti y te necesito ahora. De varias formas… — Expliqué cuando mis colmillos salieron y rozaron su piel, bajando a sus tobillos mordía sin profundizar, mi pecho y hombros anchos se notaban pesadamente caídos contra sus pies, mis manos recorrían su pantorrilla y aún si me pateaba o empujaba no me separaría de ella. Solo si tiraba de mí al otro lado de la habitación terminaría alejándome de su esencia. Porque era una droga, manipulaba cada centímetro de mi ser con solo mover un dedo, aunque aún sin moverse también me volvía loco. Solo podía pensar en decirle todo, que supiese cada paso que había dado, que golpease cada hueso por cada toque que le había dado a la D’Auxerre, pero que se quede a mi lado mientras agonizaba.


“Eres el maldito infierno enfrascado en un cuerpo” 


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Mar Ene 20, 2015 6:12 pm

"Conduce hacia el suicidio,
Atisbos de amor en las pupilas,
La sangre helada en sus venas,
Volverás al principio,
Caer.. Caer...!"

Hace por lo menos trecientas cincuenta y siete veces que Vibeke ha callado cosas que debería decir para hacerse entender ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que al menos pronunciara un bizarro y mal pronunciado “Te quiero”? Tenía una lista de números rojos que debía, pero aún con eso estaba ardiendo. Quizás al día siguiente lo volviera a mirar y no a ver, como esas actrices formales de teatro barato, como si de nuevo fingiera que él no le importaba en lo absoluto. Así que iba a expresar en esa página en blanco, lo que jamás haría estando serena. Aunque lo haría a tachones.

Los ojos de Lorian, más abiertos que de costumbre, relataban por sí mismos el asombro depositado en el actuar de Vibeke. En su presencia, ella jamás había quebrado nada, ni siquiera un vaso y, ahora, se llevaba incluso hasta un buen tramo de pared que le rasgó la piel de la mano hasta casi llegar al codo pero sin hacerle cosquillas. La noruega no estaba para reparar en idioteces, en cosas que sanarían pronto y que además, dada su naturaleza, no le dolían. A ella lo que le preocupaba es ver lo que Lorian había permitido sobre su piel ¿Cómo demonios se exponía de ese modo? Unos minutos más y podría no haber regresado y, eso, era precisamente lo que ella quería evitar a toda costa. Aunque debiera herirlo ella misma como si pudiera dejarle clara una lección.

Y así de rodillas lo quería, aunque con ello no denotara que estaba arrepentido. Él no veía como ella, ni ella como él. Para Vibeke él era suyo, aunque no se lo decía; y lo era al punto de no admitirle aventura alguna o siquiera una marca como la que ahora traía. Pero él era distinto, porque él sí la llamaba mía pero no le reclamaba nada, jamás. Y era por todo eso que su polo opuesto la atraía y le nublaba la ira como si ese fuese un don más en él.
—Dices que no debería saber y eso me muestra la importancia de lo que ocultas— musitó ella sin retirarle la mirada y enarcó la ceja —Deja la idiotez, si quisiera matarte sin saber nada ya lo habría hecho. Usa la razón y no las ganas de tener sexo— espetó ella mientras él le besaba los pies, como esos feligreses que posan sus labios una y otra vez sobre los pies de una estatua de la virgen María, como esperando un milagro, una respuesta. Pero aunque Vibeke no representaba a la santidad, ella y la estatua tenían algo en común: Ninguna podía salvar a nadie. Ninguna haría ocurrir milagros. Sin mencionar que la Noruega denominaba “Ganas de Sexo” a cada muestra de afecto que le ofreciera su único vástago.

Pero pese a los ruegos, ella dio un paso atrás. Un paso infructuoso porque él atrapaba sus piernas con las manos impidiéndole moverse. Parecía tan necesitado de ella que casi ni pretendió entrar en su mente. Pero era necesario, tenía que ver el rostro de quien lo había puesto así y, cobrárselo, con creces, y en efecto eso hizo, observó lo necesario, ahondó lo suficiente para memorizar con detalle el rostro de ella, la d’Auxerre que se había llevado piel y carne de Lorian entre sus uñas.
—Tu gemelo…— susurró con ansias al descubrir que vivía, al saberlo de la enemiga —Él será la paga por esta afrenta. Si ella lo quiere, voy a tomarlo para mí— declaró con la mirada casi perdida y con una sonrisa de esas que sólo podían dar miedo. Iba a llevárselo a él, desde luego, se creía capaz de atraparlo y enseñárselo a Lorian, pero él no debía saber eso, no hasta que las decisiones de la inmortal se cumplieran a raja tabla, como estaba acostumbrada.

Casi quiso reír, pero volvió a centrarse en Lorian, a esa afirmación con cara de pregunta donde le decía que no necesitaba buscar a nadie más, que la necesitaba a ella, que la amaba, como le gustaba escuchar. Su pierna izquierda se levantó un poco y con la planta del pie lo separó de sí misma. Pero tampoco lo quería lejos, porque lo que hizo fue dejar su pie en el hombro de Lorian para llevarle la espalda al suelo y luego inclinarse y sentarse a horcajadas sobre él. Sin decir nada, lo tomó del cuello y lo sentó frente a ella, mirándolo a los ojos sin mostrar atisbo alguno de sonrisa o de satisfacción
—Si alguien va a matarte algún día, voy a ser yo. No vuelvas a comportarte como un imbécil ¿Está claro? — casi le decía que no quería que saliera sólo de nuevo a una misión suicida, porque no repararía dos veces en cobrárselas si es que sobrevivía y, acto seguido y sin importar si le dolía o no, llevó su boca a la herida y mordió tanto como se lo permitió su mandíbula. Cerró la boca alrededor y no sólo bebió de él, sino que arrancó la carne que parecía envenenada, como si un ataque ajeno pudiera causar una infección que alterara el tiempo de sanación. Sin retirarse, trago la carne y la sangre infectadas y volvió su rostro a él, manteniéndose impávida aunque con la boca sucia y lo miró por minutos que parecieron eternos.

—No cuestiones lo que hice y bebe de mí, cuanto puedas. Detente cuando tu carne se reponga y la sangre fluya sin esparcirse por tu cuello y tu pecho. Bebe lo necesario sin decir no y al terminar, si sabes que has bebido demasiado, llama a cualquier criado y me repondré con él. Hazlo de una buena vez— Y así amaba ella, a las malas y de modos incomprensibles pero certeros. No necesitaba decir nada, pero sí hacer. Incluso, había bebido de Lorian pretendiendo que si algo de los d’Auxerre había quedado impregnado, se hiciera parte de ella como si, acaso, pudiera compelerlo.


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Miér Ene 28, 2015 7:06 am

“Mechones infames, puestos a prueba en el fuego azul”


El escozor en la herida era dulce, palpitante, pero casi tan agobiante como tener carbones encendidos en la planta de los pies. La incomodidad se hacía notar en los movimientos de mi cuerpo y aunque el disimulo era grande, era evidente que ella lo podía notar. Su enojo, la ira que tenía solo porque no había sido ella la dueña de aquel rasguño profundo. Pensé en sonreírle, pero para qué mentir si tenía miedo de su accionar. Mis ojos estaban fijos en los ajenos, expectantes a que su alma iracunda no se desquite con mi existencia. Ya que podía si así lo quisiera, me había dado la inmortalidad y me la sacaría cuando le placiera. Aunque me negara a dejarla sola y abrazara sus pies, aun así, el fastidio que ella estaba emanando terminaría quemándome, directa o indirectamente. — ¿Qué? No […] Haz lo que tú desees, Vibeke. — Por un momento, tan siquiera un instante me había sentido complacido con su rostro. Había aceptado que entre en mi mente y que lo sepa todo, pero eran sus palabras las que provocaron un cúmulo de celos tal, que jamás había experimentado. La picazón en mi estómago era como sentir agujas por dentro. Ella se quedaría a Dorian y entonces… ¿conseguiría un juguete nuevo para curvear? Mi rostro quedó enfocado a la alfombra del suelo por una eternidad, estaba pensando, una y otra vez me lo preguntaba y llegó el punto en el que siquiera sus palabras pudieron sacarme del trance en el que estaba. Sus pasos que se retiraban no hacían más que obligarme a apretarla, tironearla para que quede a mi orilla. Jamás había pedido su cuerpo, ni su alma; pero en un rincón de mis pensares estaba la esperanza de que ya tenía un pedazo de ella. Evidentemente, estaba equivocado.  

—Él es un D’Auxerre ahora, la única manera en la que podrás tomarlo es obligándolo y encerrándolo. En su sangre corre ese veneno. — Susurraba como si quisiera convencerla de que no debía ir por ese camino; que buscase otra forma de vengarse de Denisse, probablemente tan solo con romperle un par de vestidos y tarros de perfume se volvería loca. Se notaba que era una simple vampiresa sin nada dentro de la cabeza. Moví entonces mis manos, ambas se estiraron para seguir agarrándola, pero su diminuto pie como si fuese una montaña hacía distancia hasta empotrarme en el suelo. Tenía una expresión que probablemente no llegaría a leer, entre cansada, furiosa y adolorida. Había perdido energías y sangre. Un suspiro se coló y sus caderas como caramelo fundido me hicieron soltar un pequeño halo de excitación. Estaba vagando en desespero. Tal fue el impulso que mis manos se infiltraron en su bata hasta poder alcanzar los huesos de su cadera, finos y completamente duros, irrompibles. — Entiendo, no lo haré más. — Acepté el comentario sin siquiera una alusión a estar abrumado, deseaba sus labios, la quería a ella. Y pensar en qué es lo que haría o no haría solo provocaba que un dolor de cabeza se esparza por todos los rincones de mi ser. Más bien me dediqué a saborear el roce de su cuerpo contra el mío, su encantadora esencia y el perfume seco y fuerte que salía de su cuello.

¿Necesitaba algo más para notar el anhelo de tocarla que tenía? Su rostro estaba a centímetros angustiantes de mí y solo cuando su silencio se dejó reinar me atreví a cerrar los ojos, mis manos se alzaron a sus hombros y con fuerzas intenté retirarla de aquel agarre que estaba teniendo en mi carne. Su cuerpo era duro como un cristal y resistente como un hierro. — Sal de ahí, es solo un rasguño...Basta. ¡Es suficiente! Ugh. Jamás te he cuestionado, mi Vibeke. Pero, ¿por qué estás de este modo? Te temo más de lo habitual este día. — El jadeo se pronunció desde lo profundo de mi garganta, su libación era divina y el estirpe procuró robarme otro gemido tan grueso que mi rostro se ladeó a un lado. Y el suyo estaba a la vista, sereno y cubierto en sangre. Me acerqué a limpiarla, con labios abiertos y la lengua débilmente estirada paseé por su piel, escuchándola, horrorizándome ante sus palabras. Pero las ordenes eran hilos que me movían aunque me negara rotundamente, y proseguí a hundirme en su cuello, besarlo y lamerlo con lentitud hasta que los colmillos alzados estuviesen reventándome las entrañas. Y solo cuando hube lubricado aquella zona como si quisiera dejarla transparente; me adentré a la búsqueda de la yugular que flameantemente estaba esperándome. La succión fue lenta, acompañada por los toques en su cintura, que se elevaban a su pecho, acariciándolo negligentemente hasta descubrir su bata. La tela cedió por la gravedad y mis colmillos salieron de su carne, apenas había probado su estirpe. Mis orbes oscuros la observaron, en tanto mi rostro bajaba por su pecho, manteniendo el contacto visual, sucumbía a la redondeada matriz que pendía como una gema. Mi boca se abrió sin titubeos y engulló su frialdad. Sí ella quería que yo bebiera hasta curarme, lo haría. Pero en los lugares que anhelaba tocar. Me propuse a beber entre succiones, apretando su otra mama desde la base hasta la punta, revolviéndola con tranquilidad.

Te amo. No dejaría que nadie me mate más que tú. — Susurraba con la mirada ida, cambiando de busto en lo que pasaba a masajear la marea de sus nalgas, sus posaderas fuertes estaban al alcance de mis manos y con brusquedad las movía, amasándolas gustoso, intentando con ello llevarlas más cerca de las energías de mis piernas que se había despertado casi completamente. Maravillado con su sabor y la deliciosa piel no me figuré en la sanación de la herida. Tan solo la solté, alzándola para apoyarla en el suelo, justo a mi lado para intentar quedar sobre su cuerpo, aquel pequeño y de apariencia quebradiza. Tan blanco y fino que parecía que se podía romper por un viento. Pero era mucho más fuerte que cualquiera, mucho más fuerte que mis propios brazos. Me abalancé a sujetarla como si no hubiese un mañana, a buscar sus labios, terminando de lamer los restos de escoria que tenía en ellos. La herida estaba cerrada a medias, pero mis ganas de ella habían provocado que olvide su mandato.


“Solo podría dañarte cuando llegue al límite de mis anhelos” 


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Vie Feb 06, 2015 1:12 pm

"Yo lo que quiero es que a mi lado...te sientas invencible.."

—Siempre hago lo que quiero— espetó ella orgullosa, pero no como lo trataba siempre, sino como si fuera un tercero, un desconocido que duda de los límites que Vibeke es capaz de romper. Sin embargo no le gustaba que Lorian bajara la mirada, porque lo quería con el ego por encima hasta de su misma realidad y si le faltaba seguridad, ella le obligaría a fingirla, hasta que se acostumbrara tanto a ella que en eso se convirtiera. Detestaba verlo débil, porque él, a su modo, era suyo, una extensión de su propia sangre, una parte de ella que pretendía tuviera el mismo fulgor a los ojos de cualquiera. Él no podía ser tomado en juego por nadie, ella no quería que ni siquiera los vampiros más viejos lo menospreciaran. El ímpetu de brujo tenía que fortalecerse en el vampiro.

—Levanta la cara, Lorian— ordenó aunque en un susurro e inclinó el rostro a él, para dejarle claro y de frente lo que pretendía. Era obvio que no necesitaba levantar la voz para hacerse entender, sobre todo porque él comprendía bien todas sus señales, incluidos los silencios —No me importa lo que sea ni como tenga que tomarlo, pero te aseguro que tu gemelo caerá ante mí y se quedará bajo este techo hasta que a mí se me dé la gana— declaró ella sin retirarle la mirada y sonrió, sellando con eso lo que sería real en el plazo de unos días. Vibeke jamás dejaba pendientes y sus deseos eran obsesiones en los planes que se trazaba. No iba a cambiar a Lorian, pero tampoco planeaba aclarárselo a menos que él se mostrara más fuerte y casi lo exigiera.

Su fuerza se manifestó cuando intentó retirar a Vibeke del agarre que ejercía la mandíbula ajena en su propia piel, arrasando con carne y sangre en su intento de eliminar toda marca ajena de su cuerpo. Sin embargo ella no se inmutó y se retiró hasta que a ella misma se le dio la gana. Pero sirvió para dejarle claro que a Lorian se necesitaba provocarlo para que reaccionara así, para que saliera de su sumisión absoluta y se quejara un poco. Fue una cosa mínima, pero lo suficiente para que Vibeke aclarara un par de cosas. Así, lo miró de frente, inmutable y fría y sin la más mínima intensión de sonreír
—¿Crees que eres tú quien decide cuándo es suficiente? Jamás me cuestionas pero no lo haces por mí. Lo haces porque eres incapaz de hacerlo— dijo justo antes de suspirar y acariciarle la mejilla como quien palmea la espalda del doliente, aun sabiendo que eso no cambiará nada —Primero me amas. Luego me temes— mencionó antes que él mismo le limpiara los resquicios de sangre, como el obediente que era, pero como Vibeke deseaba que hiciera para ese instante. Era importante que anhelara beber de ella e incluso se esforzó por mantenerse firme aun cuando sintió la lengua ajena sobre el cuello justo antes de perforarle la carne y empezar a beber.

Vibeke respiraba entre suspiros a la vez que Lorian le recorría el torso con las manos y parecía hacer caso omiso de todo lo sucedido para entretenerle los pechos cuando sólo debía alimentarse. A ese punto no se negaba ella, le era imposible cuando se trataba de él, sobre todo porque no había nada en el universo donde su cercanía no produjera el antojo del sexo conocido y por experimentar. No importaba si se acariciaban, sin discutían, si se amaban y odiaban o si se estaba acabando el mundo, ellos se entrelazarían sobre las cenizas porque de un modo extraño se atraían y era como si sus cuerpos necesitaran encajar como un par de imanes de cargas distintas que se ponen cerca y se esfuerzan para unirse. Y él seguía siendo un mago de lo imposible y hechizándole los enojos para pasar a provocarla. Y era astuto, porque ella jamás mencionó de donde debía beber y él bien que lo sabía.

Su seno le otorgó su esencia, como si lo amamantara en un gesto bizarro donde no existe la leche pero sí la sangre, la unión, la necesidad de él de beber de sus pechos y la de ella por mantenerlo allí apresado y dependiente. Su cuerpo le cedía a él como a ninguno y quedó confirmado cuando en vez de apartarlo, lo rodeó con los brazos apegándolo más a sí misma, sin quejas y sin molestias.

—Maldita sea…— susurró y soltó una risita. Y él seguía acariciando lo que sus manos podían hasta incluso sujetarla y tenderla en el suelo. Y allí yacía ella, mirándolo firmemente y con sus cabellos plateados y en desorden sobre una alfombra gris, con la bata de seda deslizada por los hombros y dejándola con los senos expuestos al igual que las piernas dado el movimiento. Le permitió tenderse sobre ella y le atrapó la lengua de vez en cuando, justo cuando él terminaba de limpiar lo que ella había hecho primero. Lo entrelazó con sus brazos y una de sus piernas y suspiró de nueva cuenta, sintiendo sobre sí la dureza de su entrepierna y negando en el acto —Algo tienes para que no pueda matarte. Tú sola presencia me calcina— farfulló ella, omitiendo que su más grande prueba de la necesidad de él, era permitirle yacer sobre su cuerpo como a ninguno. Vibeke era la dominante, jamás permitía que nadie estuviera sobre ella, ni siquiera en cuestiones de sexo. Pero él era asunto aparte, fuera del mundo de sólo intereses en el que se movía ella por puro gusto. —También te voy a prohibir morirte, porque quemaría el mundo si te arrancan un cabello sin que yo lo desee. Espera mi venganza sin quejarte, será tan dulce que terminarán hastiados—.


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Sáb Feb 14, 2015 12:28 pm

“El destino solo desea que peque en ti”


Tanto sus ojos, como su odiosa actitud provocaban un temblor en mi parte interna que pensé que estallaría hacia mis huesos en cualquier instante. Muchas veces me había sentido morir en sus brazos, una en particular no había sido errada. Pero aún con ello no me podía permitir el descalibre completo de mi esencia ante ella. Vibeke, quien era una vampiresa poderosa, plagada de orgullo y un ego inquebrantable. La admiraba, sentía fuego de solo verla y casi podía decir que algo vivía en mí cuando sus labios me embelesaban. Y era innegable pensar que amaba sus colmillos en mi piel, que arrasara con la carne, incluso con toda mi sangre. Lo disfrutaba con completo placer si se trataba de ella, pero aquel veneno escurridizo estaba colándose por su interior y eso producía que mis ojos se sulfaten en un rojo enojado. Tironeándola con toda la fuerza que tenía, maldiciendo pues ambos teníamos la dote de la fortaleza y ella por su antigüedad la había desarrollado mucho más. Lo cual me dejaba imposibilitado de poder lanzarla al otro lado del cuarto. — Condenada seas Vibeke. — Entre un chasquido de lengua y un ataque de ira que se promulgó en mis manos cuando se apresaron contra mis rodillas. Ya dando por perdido que no podía sacarla de allí. Estaba exhausto, los jadeos en mi garganta se escuchaban y no tenía la más mínima intención de mirarla a los ojos. Como aquellos niños que son reprendidos por su madre. No quería escucharla un segundo más. Pero cuando sus garras se apoderaban de mi mandíbula obligándome, doblegándome, me deshacía de placer. Eran unas miradas igualmente reciprocas en sentimientos encontrados.

Como si quisiéramos hundirnos en golpes, parecía que estaba por armarse una batalla. Pero era una diferente, pues solo con tenerla entrelazada me vi decayendo. Oliendo aquella fragancia, embriagándome de su piel mientras la succión se promulgaba exótica en mi interior. — Soy incapaz de hacerlo, porque aunque lo haga, sería como quejarme con un bloque de piedra. Prefiero no perder el tiempo con ello. — Respondí a sus acidas palabras ya cuando me encontraba ocupado con su figura, tocándola, pasando los desesperados dedos por debajo de la seda, hundiéndolos en la carne de sus piernas y de sus hermosas nalgas que derrochaban placer ante el solo tacto. Que desesperante podía ser tenerla tan cerca y no poder engullirla por completo. Mis energías que habían sido agotadas por Denisse se sentían vibrantes en lo que me movía sobre su cuerpo y besaba su cuello con un halo anhelante. — Te amo y te temo al mismo tiempo. Dar un paso en falso contigo es como tirarse a un fogón. Sin embargo… — Proseguí a abanicar mis labios en su pecho derecho, mordiendo los costados, bajando por su tez hasta su ombligo, donde me deleité saboreándolo y bajando un poco más. La curvatura de su puente estaba allí esperando por mí y mis colmillos se deslizaron hasta los huesos de su cadera, los acaricié en tanto mi mano en forma de garra se iba deslizando desde la garganta y se hundía en sus nalgas en movimientos como serpenteos. — ¿Será que no puedes matar a tu propia sangre? — Pregunté con una curiosidad que hizo que incluso elevara la cabeza y con la ceja arqueada mi lengua se escapó para saborear el borde que me llevaría a la gloria. Apenas un poco más y mis manos volvieron a mi lado. La derecha se apoyó sobre aquella zona y con cuidado me subí a su rostro para besarla. Labios tan anchos que parecían todo el tiempo hinchados. Ojos que como un gato llegaban a devorarte. Me acerqué en lo que uno de mis dedos se movía circularmente en el medio de su entrepierna, cuidando la tosquedad, pues era buscar solo un excitación previa.


— Dices cosas muy hermosas hoy. Nadie va a matarme. Lo juro, no podría dejarte seguir existiendo sola en este mundo. Y ¿qué es eso de 'tu venganza'? Haz tomado esto muy personal. — Una sonrisa que provocó que se vieran mis dientes fue lo que le dediqué, apenas dulce y socarrona. Mis labios se deleitaron con su cavidad, busqué su músculo con tanta necesidad que olvidé parar a mis dedos que lentamente se estaban metiendo en su interior. En forma oblicua me había dedicado a penetrarla mientras aquel beso me envolvía en el olimpo y cuando salí para verla. Tan cerca que su piel podía ser la mía, solté un gruñido como jadeo, arrinconado por sus expresiones. — ¿Quieres ir a la cama? Te ves encantadora, como un alma pura en la alfombra blanca. Casi como un ángel. — Murmuraba en su rostro, sentía mi sexo tan duro que dolía. Mi mano trepadora se estaba cerciorando de acariciar uno de sus pezones rosados y compactos. Moviéndolo constantemente mientras mi dedo índice y medio se metían en su interior y el pulgar acariciaba con desdén su clítoris. Apretándolo hacia abajo, golpeando sus paredes que pronto me retiré con el alma encaramada de deseo. Sudaba un rosa perlado, y verla bajo mis brazos provocaba un cumulo de sensaciones que me quebraba y tensionaba al punto que un malestar iba recorriendo los dídimos de mi entrepierna. Por lo cual abracé su cintura, levantándola hacía mí, besando sus mejillas como si de una muñeca de porcelana se tratara. — Quiero estar dentro de ti. Inúndame con tu perfume, pues aún siento el de aquella rondando por mi nariz. — Fue una leve provocación y mis ojos lo dieron a entender de ese modo. Quería que usara toda su fuerza, que hiciéramos el amor tan brutal y fuertemente que siquiera quede el recuerdo de aquella situación. Que mi miembro hierva en su interior hasta querer gritar. 


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Mar 01, 2015 11:56 pm

"Siempre me demuestras que eres mío.
Pero ¿Cúando demostrarás que soy tuya?"

Vibeke consideraba que el moldear a Lorian le permitiría preservarlo, aunque tenía serias dudas acerca de su comportamiento con terceros. Cuando estuvieron juntos años atrás, eran ella y él, sin familia alrededor, sin neófitos molestos y preguntones y sin una guerra amenazando caer sobre ellos como la misma nieve. No habían riesgos adicionales aparte de los de siempre: la inquisición hipócrita, los cazadores apasionados y estúpidos, el sol, los descuidos, la venganza… Pero la época actual distaba demasiado de aquellos días. Ellos no eran los mismos, ella había tenido amantes que eran como páginas pasadas y, él, había tenido a alguien mucho más estable, una pareja que ahora vivía con ellos bajo el mismo techo y llevaba su misma sangre y maldición en las venas. Sin embargo se había tomado el tiempo de observarlo en las reuniones o en los simples cruces con otros en la mansión. Él era frío, esquivo al punto de repeler cualquier deseo de acercamiento de otros y completamente solitario y silencioso. No importaba si eran mujeres u hombres los que buscaban acercarse, Lorian no hacía acepción de personas y continuaba inmutable como si tratara de ocultar un extraño sufrimiento.

Tras las puertas, era otra cosa. Con Vibeke era sumiso, obediente tarde o temprano y completamente sensible a los influjos de la platinada que buscaba tenerlo cerca sin importar que sus actos parecían querer alejarlo. Entonces ¿Qué era de él fuera de su vista? No estaba dispuesta a arriesgarse, tenía que hacer lo que fuera para sacar la violencia en él, aunque eso no dependiera realmente de ella.
—Ya sé que eres incapaz de hacerlo, pero no sabrás nada a menos que lo intentes ¿Te da miedo quejarte? Quiero que dejes de ser tan conforme. Quiero saber quién eres afuera y lo que haces con tus manos cuando no me acaricias. Quiero saber lo que quieres, pero andas a tientas, con una venda en tus ojos que no puse yo— le respondió en una suave queja, que no por eso dejaba de serlo. Ella era incapaz de decirle lo que sentía, pero esperaba que de algún modo él lo comprendiera o al menos lo reclamara.

—Sin embargo te arrojas a mí como si anhelaras caminar sobre el fuego— aquello le sonó a suspiro, a palabras entrecortadas que anunciaban la boca de Lorian en la piel de la noruega —Y… puedo quemarte, calcinarte completo, pero no se me antoja, por si no lo has notado— alcanzó a responder antes que los labios de Lorian le apresaran los suyos, al tiempo que sus dedos le jugueteaban en la entrepierna logrando que arqueara la espalda y se olvidara de lo que estaba diciendo ¿Cómo podía pensar en matarlo si la tocaba como a ella le gustaba?

—Claro que es personal— se obligó a decir en cuanto los labios se separaron —Eres mío, por eso es personal. A veces no sé si no entiendes o si te gusta que te explique las cosas con más claridad. Mmmm— se interrumpió cuando los dedos ajenos ingresaron en su sexo. Al final era lo mismo de siempre, no podían hablar de nada, ni serio ni divertido, ni de riesgos o venganzas. El sexo primaba, la necesidad de unirse al otro en la carne era el mayor placer de ambos, la lujuria encarnada, el anhelo frecuente y la razón de continuar juntos. No así, soltó una leve carcajada cuando él le dijo que lucía como un alma pura, casi como un ángel —Un ángel no pensaría en tu entrepierna, ni en sentirla dura sobre las piernas esperando que encuentre el camino a la gloria— refutó antes de gemirle de nuevo, de retorcerse bajo su cuerpo cada vez que acariciaba con pericia cada zona de su sexo insaciable. —Ahh, basta— le susurró al oído cuando la levantó y se estremeció de sólo sentir el miembro ajeno cercano y firme, listo para complacerla e inundarla de sí mismo. Ella realmente parecía una muñeca en sus brazos fuertes. Sus manos en la espalda ajena se perdían intentando encontrarse y sólo deseaba dejar el paso de sus uñas por la piel que le pertenecía. Su intensión cuando lo viera lastimado no era terminar en la cama, pero por motivos ajenos a su mentalidad ahora estaba aferrada a él, dejando que su fuerza mermara para sentirse más frágil y dispuesta al daño en los brazos de su hombre. —Tómame como si esta fuera nuestra última noche. Hasta que no recuerdes quien eres, hasta que el bárbaro que fuiste fluya en el vampiro. Hazme el amor con fuerza, hasta que no sólo borres el olor de ella, sino el de la pasión que he buscado en otros hombres cuando te alejas— respondió a la provocación con otra más fuerte, confesando su crimen contra la fidelidad de Lorian, buscando que no sólo reaccionara su entrepierna, sino su ira fluyendo en cada embestida como si buscara destruirla entre gemidos.


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Vie Mar 06, 2015 5:50 pm

“Ni en la oscuridad más profunda eso podría pasar”


Estaba escuchándola, realmente lo hacía, pero la importancia de su frío cuerpo entre mis dedos no me dejaba tiempo a responderle. Pasar las yemas por los bordes de sus bustos y subir por su cuello para acariciar esos largos y platinados cabellos. Ella era -por todas partes- un pequeño luzbel disfrazado de ángel, blanco y puritano como si no hubiese rastros de maldad. Era una moneda impecable y a la vez la más cruel de ellas. Incluso parecía una escultura hecha a mano por la persona más meticulosa del mundo. Pero yo sabía que era de carne y hueso, sangre y venas y por sobre todo, sabía que su boca y sus pensamientos no se podían comparar con nada que no se mueva. Una serpiente con gusto a deseo. Me cargué a mirar sus ojos por unos momentos, intentando sofocar la mente para balbucear palabras que se querían fundir en escoria. — No me tortures con esas palabras Vibeke, no obtendrás ninguna mentira de mí. Y tampoco una verdad que te conforme, porque nada lo hace. ¿Quieres que te responda algo que te guste o algo que te enoje? — En principio, había contemplado hablarle lo justo y necesario para no agravar la situación, pero mi lengua cansina no paraba de doblegarme, como si fuese alguna ley suprema que me gobernaba. Pero eso no me detuvo en mis movimientos, en el suave rechinar de los dedos hundiéndose en su piel y su agitado elixir tumultuando dentro.

Mis labios se entreabrieron ante la visión de aquel cuerpo arquearse, moverse como un vil ofidio. El suculento aroma de su perfume emanaba dando golpes contra mis sentidos, ella estaba allí casi como si suplicara que le dé todo el placer que pudiese. Y por otro lado, sus palabras mal llevadas provocaban que mis colmillos se exaltaran y con desdichada venganza mis dedos se separaban unos segundos de su entrepierna, bajando y subiendo su botón, como si quisiera darle una sobrecarga y mi boca se hundía en la de ella, parando sus verdades de una vez por todas. — Será que busco quemarme. Tú eres mi único fuego. Esperaré hasta que se te antoje, porque no estoy apurado tampoco. — Pasando así la nariz por su mejilla, dedicándome unos segundos a morder el lóbulo de su oreja, con cuidado, en el borde y por detrás, oliendo como un maldito perro que aquello anhela. Era solo ella la que podía someterme de esa forma, al punto de sentirme otra persona cuando la tenía en mis brazos. Con una seriedad, un cuidado y así mismo, una agonía despampanante por dentro. — Me gusta que me expliques, pero en este caso… Tu puedes hacer lo que quieras, aún si te tiras al sol iré contigo. Así que no hay nada más que decir. — Enfundé el tema cual un corte seco con cuchillo sin filo. No quería pensar más en qué tan suyo era yo como para querer hacer alguna extraña locura. Ella no era una persona que yo podía subestimar, pero estar alerta era una de las principales cosas que había aprendido y con esa mujer, todo era peligroso. Cada paso podía hacerme caer al pozo más profundo, que era ella misma. Como un agujero negro, infinito y plagado del más escrupuloso placer.

El rebote en el colchón seguido de la dulce escaramuza de sus palabras solo provocó que mi cuerpo se irguiera más, mi sexo estaba duro al punto que dolía, pero el masoquismo era uno de los padecimientos que había firmado al enamorarme de ella. Y pronto había encontrado un cierto placer en ello. Más aún cuando sus jadeos y los flujos de su cuerpo se exponían frente a mí de esa manera. Retorciéndose, negándome por segundos e invitándome en otros. Me sentía prendido fuego y no paso tiempo alguno hasta que me dediqué a frotar el falo desde su entrada trasera hasta la delantera, cuidadosamente. Con los brazos hundidos a los lados de su rostro y disfrutando la quemazón de sus uñas en mi espalda. Y estuve a punto de meterme en su cuerpo cuando el rechinar de sus palabras me resquebrajó. Mis dedos se apretaron a las sábanas y me quedé observándola como si de una pena se tratase. Había dos opciones, dejarla allí sola o empuñar mi amargura en su cuerpo. La primera no iba a poder ser completada, ella no solía decir eso en momentos como aquellos y mi autocontrol tampoco daba para tanto. Bajé entonces mis manos a su cintura y con un escandaloso y descuidado giro dejé su cuerpo boca abajo. — Que tanto habrán husmeado los hombres y mujeres en ti. ¿Cuántos, dónde? Algunas veces me lo pregunto. — Hablaba en seco como si estuviese manufacturando algún artefacto y levanté su cuerpo, hundiéndome por detrás en su sexo, de lleno y sin contratiempos me vi apretándola contra los barandales. Los dedos se me entumecían ante el deseo de clavarlos en la carne de sus glúteos, pero tan solo las uñas marcaban las gotas de ninfa, que rodeaban su trasero y terminaban por caer en aquella ondulación. Parecía que me había desprendido de mi cuerpo, pues no pude notar la fuerza con la que estaba escarbando en su interior, golpeando al punto de rozar el dolor. Desde afuera sentí el jadeo grave y rasposo de mi garganta cuando mi falo friccionaba dentro. — Podría tardar mil años para borrar eso. — El murmullo se completó cuando una de mis manos se alargó, tomando sus cabellos blancos, arrastrándola hasta mí, buscando que se levantara y sentara. Gruñírselo en la oreja y con ello desgarrar su carne era lo que quería y lo que pretendía hacer.— Y quizá nunca me cansaría... —


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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Vie Mar 13, 2015 4:59 pm

"Hierve la sangre, se eriza cada unos de los vellos de tu cuerpo, sabes que debes morder, y solo lames."

—Eso quisieras, que te torturara. Pero no le des la vuelta a lo que te digo, porque quiero la verdad y que te enoje más a ti que a mí. Me gusta que ocupes tu lengua para hacer que te desee, pero de vez en cuando se me antoja conocerte de otro modo— espetó ella sabiendo lo de siempre, que Lorian le ponía arandelas a sus palabras y al final jamás confesaba nada.

En cambio de sus palabras, la tocaba, en el punto exacto donde su entrepierna reaccionaba. Y parecía hacerlo a propósito, como si buscara silenciar sus palabras para provocar sus gritos. Lorian era consciente de eso porque conocía tan bien su cuerpo que podía extasiarlo sin piedad hasta que se le olvidara lo que preguntaba antes del primer gemido.
—Ajam, ya sé que me amas y que me seguirás hasta la muerte y es eso lo que quiero— respondió entre los jadeos que le provocaban los dedos de Lorian recorriéndole el sexo. Era una egoísta y lo demostraba de nuevo, pero no podía pensar en su propia muerte mientras él seguía su vida como si nada, como si lo esperara una nueva cama con un par de piernas más dispuestas para él que las de ella misma. No lo quería dentro de nadie y eso lo tenía más que claro.

Un colchón mullido recibió sus cuerpos cuando el mismo Lorian los llevó hasta allí. Esa cama no llevaba mucho tiempo, puesto que de tanto en tanto, solían desbaratar las cosas en su búsqueda de placer. Y lo obtenían, y era por lo mismo que no se acostumbraban a ningún objeto sobre el que pudieran yacer una noche cualquiera.

La confesión de Vibeke parecía no detener su erección ni su deseo de ella. Al contrario, parecía más enojado, con el deseo de tomarla con tanta fuerza que le cobrara cada palabra en cada embestida. Justo ahí era donde lo quería ella. La miró en algún momento como si sufriera, pero su sentimiento más fuerte tomó control y la giró sin misericordia dejándola boca abajo sobre la cama. Vibeke deslizó los brazos como si acariciara la sábana y los cruzó bajó su rostro para apoyarse en ellos, como si fuera a descansar en vez de a tener sexo
— ¿De verdad quieres saberlo? Yo puedo responder lo que me preguntes, a diferencia de ti— murmuró burlona, al tiempo que acomodaba las piernas para apoyarse en las rodillas, con las mismas abiertas, a los lados de él y con la cadera y los glúteos lo suficientemente elevados como para otorgar una tentadora vista de su sexo que pronto él rozó con el suyo propio. Su “conversación” no era un asunto fácil, pero no podía evitar querer tentarlo para encenderlo más y de todos los modos posibles. Sin embargo el giro que le dio Lorian y el modo de acomodarse de Vibeke fueron lo suficientemente rápidos como para estar en segundos casi contra los barandales de la cama a causa de una embestida. Vibeke gimió fuerte, lo suficientemente alto como para que por lo menos se escuchara en aquél piso que ya debía deducir como siempre lo que pasaba. La noruega aferró las manos a los barandales y disfrutó de esa fuerza, de esa especie de salvajismo y declaración de propiedad que ejecutaba Lorian en aquél preciso momento. Él la sujetaba por los glúteos, con tal fuerza que sus uñas se clavaban con fuerza y ella sentía la sangre manar mientras él no dejaba de penetrarla cada vez con más fuerza. Cada embestida era un gemido, uno alto como la misma potencia que usaba Lorian que parecía querer destruirla mientras se satisfacía y la odiaba al tiempo ¿Estaba realmente molesto o era necesario provocarlo más? Por algún motivo, Vibeke disfrutaba lo que sucedía, ese modo de excitarse mientras él quería lastimarla e incluso, por alguna extraña razón, lo que la noruega deseaba esa noche era que el sexo rayara en el sadismo, en lo brutal.

—¡Claro que no vas a cansarte! — dijo entre jadeos ella justo cuando él la tomó con fuerza de los cabellos. Ella se giró de nuevo, hacia él como si los papeles cambiaran y ella debiera quedar sentada sobre él, mirándolo desde arriba mientras le declaraba las verdades que él parecía reclamar sin ser capaz de expresarlo mejor. Lo tumbó con fuerza, casi al punto de tirarlo de la cama y se sentó sobre él, lo miró con ira fingida y le propinó tal bofetada que su rostro quedaría impávido por unos segundos —Eres tan masoquista como yo y a veces creo que disfrutas esto, que me acueste con hombres diferentes a ti, con mujeres, con brujos como los que me gustan— farfulló entre dientes, acariciando con su sexo al miembro ajeno pero impidiéndole estar dentro de ella por haber interrumpido la maravillosa posición en la que se encontraba segundos antes. Le tomó la mandíbula con la mano para obligarlo a mirarla e inclinó su rostro hacia él —Voy a seguirlo haciendo, hasta que dejes de parecer tan conforme conmigo mientras te callas todo lo que odias. Deja de ser débil, Lorian, porque voy a dejarte de nuevo si sigues callando cada maldita cosa— amenazó como si realmente estuviera enojada, pero sabiendo que quizás, era la única manera de conocer lo que habían hecho los años en la vida de su amante. Con él, casi todo era una mera cuestión de fuerza.


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Mensaje por Lorian de Bordeaux Mar Mar 24, 2015 10:54 pm

“El calor de la angustia inundará tus sueños”


Era su claro egoísmo lo que me hacía flaquear en mis respuestas, estar entre medio del sí y el no. Decirlo, intentarlo o simplemente tomarlo. Ninguna de las tres sucedía, el miedo me estrangulaba antes de poder tratar que Vibeke sea solo mía. Durante siglos, había descubierto que sus alas me habían enamorado en primera instancia y quizá cortárselas haría que mis sueños se hicieran pedazos. Pero en aquel último tiempo, cuando por fin nos habíamos reunido enteramente por más de un mes seguido. Debía admitir que consideré la posibilidad, aquel pequeño halo de deseo se propagaba y mis manos querían acorralarla para no dejarla ir jamás, que su cuerpo no rozara con otro. Apuntarla como lo que realmente era, mi única mujer. Pero también buscar el título de su único hombre y vástago. Lamentablemente para mí, no podría hacerlo nunca. O al menos, en ese momento estaba muy lejos de pensar en eso. Más era su formación lo que estaba hundiéndome y ahogándome. Siquiera me tomé el trabajo de responderle a sus frases, no podía pensar y cuando no lo hacía, mis palabras se escondían en el silencio. Siempre era igual, mi manera de proteger mis sentimientos y su libertad era a base de estudiar las posibilidades y reflexionar las posibles acciones. En ese caso, lo único que se estaba dando era el odio y coraje que rayaba lo sobrehumano y las ganas de golpear y estrangular su pequeño ser estaban encaramadas en mí. Su risa y sonrisa, su manera de estirarse como un vil gato faldero, no eran más que pequeñas gotitas que ella apoyaba en su vaso que estaba rebalsando desde hacía años.

Mi mano derecha se deslizaba por su sexo, apretaba cuidadosamente aquel puente que se elevaba por la coyuntura y mientras mis brazos la rodeaban por la cintura, mi miembro se destripaba dentro suyo, se agolpeaba contra las paredes blandas y de un sacudón salía y volvía a entrar con la misma brutalidad que al principio. Mi ritmo era imposible de bajar, principalmente porque sus acciones no llevaban a buscar la manera de arreglar mi humor, por lo contrario, ella añadía más leña, soplaba el fuego para hacerlo enardecer y se movía como una serpiente en busca de placer a un lado y al otro, jadeando y picando mis neuronas, las cuales estaban ya temblando, incluso mis extremidades sentían palpaciones, mis colmillos estaban estrangulados hacía afuera y el gemido constante y agonizante de mi cuerpo me rogaba calma en plegarias que no escuchaba. No me importaba si me sacaba un pedazo de piel, no detendría mis estocadas. Seguiría sujetando sus cabellos, tironeándola hacía atrás, buscando incomodarla, sacarla de la posición tan adulterada que me regalaba. Pues era como si ella hubiese buscado eso, ¡¿siempre me ganaría en todo?! Mi garganta crujía con odio, mientras que mis testículos se aprensaban los unos con los otros, la erección empezaba a torturarme y el gruñido constante parecía haberme robado la voz. Aunque el suave disfrute de ella girándose y mirándome con odio me daba un pequeño placer. Parecía que en esa relación hacernos daño era lo único que nos motivaba a seguir.


— ¿Así que tú también eres masoquista? Y dime, ¿quién te hace daño? — El halo de palabras salía ácido desde mi garganta, su movimiento fue visto lentamente, como levantaba la mano, como la iba bajando y como la estrellaba hasta hacer que me mandíbula quisiera desquebrajarse. Un ligero temblor y mi entrepierna estaba colapsando, mis caderas se movían estrepitosamente hacía ella, buscaban adentrarse una nueva vez a su Edén y con fuerzas el retorcijón hizo salir un pequeño grito grave y profundo, me retorcía bajo su menudo cuerpo y sus ojos terminaban de quemarme por completo. Allí estaban unos orbes exuberantemente celestes, destruyendo mi hombría con sus palabras. Alentando a mis ganas de acerrarla. Y aun así sabía que eso no sucedería, porque en mi mente estaba la idea de que ella se cansaría de un solo hombre. La semilla de que no la iba a cansar estaba recién plantada y sus raíces siquiera intentaban hacerse notar. Fue por ello mismo que no pude responderle. Por lo contrario, tomé su cintura y terminé por usar mi fuerza de voluntad para bajarla a mis caderas, sentándola, desgarrando su interior para empezar a moverme con fuerzas, alzando los colmillos, hundiéndolos en la carne de sus brazos que era la única que tenía al alcance de mi vista. — Te amo Vibeke. Deja de torturarme. — Apenas un balbuceo se escuchó, pues estaba empinado en su figura. Dejando que el tiempo me estrangulara mientras la poseía, soñando que era solo mía y que no necesitaba decírselo. Dejando que me destruya si era necesario, pero a sabiendas de que sus labios eran para mi sabor. Mis movimientos eran seguidos en su interior y era el cúmulo de sentimientos y pensamientos fueron los que me hicieron flaquear hasta que al fin aquella tensión se empezaba a desmoronar con el clímax de mi miembro derramándose en aquella mujer. Intentaba llenarla, apresarla con tantas fuerzas que temía romperle un hueso. Estaba sepultándome allí hasta caer rendido al sueño. El cansancio me ganaría y aunque sus golpes y sus manos intentaran despertarme, la sangre perdida y ganada no habían sido suficientes para mantenerme sin dormir, necesitaba descansar. Mis energías habían terminado en aquel forcejeo. Tan solo seguí hasta buscar los gemidos ajenos, eran como una canción de cuna, sus jadeos constantes y su deseo liberado hacía mí. Y su blanquecina piel apoyada contra mí. — Incluso si me dejas seguiría estando siempre para ti. — El susurro se fomentó en sus labios, tomándolos con los propios en lo que me acomodaba. Quizá otra noche, quizá no fuese necesario esperar mil siglos para intentarlo. 

[CERRADO]


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