Connor P. O'Laughlin | ID

Connor es un joven afable y tranquilo, de gustos sencillos y con los pies bien puestos en el suelo. Adora dar largos paseos por el campo, así como leer o hacer algún deporte, entre los cuales su preferido es la equitación. Inteligente y analítico, nunca hace nada sin darle antes muchas vueltas. El motivo es bastante simple, no puede permitirse el lujo de cometer errores, y menos, en su trabajo. Paciente, prudente y sincero, odia a las personas que hacen sentir mal a los demás a fin de sentirse superiores. Todas sus palabras siempre las dirige a los demás desde el respeto y la humildad. Retraído y callado, cuando traspasas su coraza inicial se muestra simpático y de conversación animada, su aguda inteligencia a hace que a veces su humor resulte un tanto ácido y difícil de comprender. Aún así, sus modales casi exquisitos hacen que a cualquiera le resulte sencillo excusar su comportamiento. Y tampoco es que tuviese ningún problema en pedir disculpas. Siempre ha sabido que un hombre maduro se caracteriza por reconocer y aprender de sus errores, y a eso es a lo único que aspira a convertirse.

Es muy cooperativo y solidario, por lo que le gusta a ayudar a los demás. Es muy celoso de sus amigos y familiares: siempre los protege y cuida, anteponiendo sus necesidades a las suyas propias. Leal y protector, no dudaría ni un segundo en dañar a otros por defender a los que considera sus seres queridos, y no sentirá ninguna clase de remordimiento al respecto. Se sentirá mal al principio, porque no le gusta estar enfadado, pero sus convicciones son firmes, y no dará su brazo a torcer. Valiente, orgulloso y confiado en sus propias capacidades. Considera que cualquier cosa es posible si te esfuerzas. Lleva toda su vida luchando para conseguir ser alguien en la vida, y ayudando a otros también a conseguir sus sueños. Colabora activamente en el orfanato y usualmente va a comedores benéficos a ayudar con aportaciones de dinero.

Hijo de campesinos irlandeses, desde el inicio de su vida supo que las cosas para las clases más bajas de la sociedad no eran fáciles, y que el esfuerzo de cada uno era la única manera de superarse y de ser algo más en el futuro. Así pues, se esforzó desde el principio en sus estudios, respetando siempre los grandes esfuerzos que hacían sus padres para que él pudiera acudir a la escuela. Además, solía colaborar con ellos en la recogida de la cosecha, pese a que su padre siempre le dijera que no era necesario. Le gustaba sentirse útil. En la escuela no tardaron mucho en darse cuenta de que el joven tenía un talento especial con las artes y la biología, siendo éstas, a su vez, sus materias favoritas. Así, a los quince años un reputado maestro de universidad se topó con una de sus redacciones sobre anatomía y decidió acogerlo como pupilo y pagar él sus estudios, teniendo él únicamente que trasladarse a vivir con el hombre, y ser su ayudante hasta que terminara de estudiar. Sus padres se mostraron eternamente agradecidos con el profesor, y felices por la oportunidad que su hijo, a diferencia de ellos, tenía. Para Connor fue más difícil alejarse de su familia, y de su joven hermana, Saoirse, a la que adoraba con todo su ser.

Aún así, se marchó, y nunca tuvo dudas de que aquella decisión fue la mejor que pudo tomar. Estando bajo la protección de aquel hombre, sabio y amante de los viajes, vio más mundo del que nunca había soñado poder visitar. Además, perfeccionó su destreza con los pinceles, convirtiéndose con la edad de diecisiete años en uno de los más reputados artistas de Hungría, país en el que se habían establecido por aquel entonces. Asimismo, su maestro, que también ejercía la medicina aunque de forma clandestina, le enseñó las maravillas y errores que tenía el cuerpo humano, y los organismos, algo que siempre despertó el interés del joven. Así, mezclando su innata curiosidad con sus deseos de ayudar al prójimo, lo siguiente que Connor se propuso fue convertirse en médico, y así poder ayudar a los enfermos, y también a los más necesitados. El hombre pareció complacido por lo mucho que aquel chico, antes totalmente desconocido y carente de futuro, había aprendido a su lado.

Sus caminos se separaron cuando Connor cumplió los veintiún años, momento en que decidió que regresaría a su hogar para culminar con sus estudios. Con el dinero que había ahorrado de la venta de cuadros en Hungría, convenció a la familia que se mudaran con él a Londres, donde ingresaría en una escuela de la que saldría finalmente convertido en médico. Muchos se impresionaron con su talento en la cirugía, y con su gran capacidad de reconocimiento de las dolencias, siendo nada más salir de la escuela muy disputado por los principales hospitales del país. A la edad de veinticinco años ya llevaba algunos meses trabajando en un hospital londinense, cuando su madre cayó enferma por un mal muy común de la época: la tuberculosis. Y aunque sus esfuerzos lograron que se mantuviera con vida durante muchos meses, pronto supo que no hacía más que prolongar su agonía. En la primavera de 1879 su madre fallecía, y él y su hermana se trasladaron a París, donde la joven ingresaría a una academia de danza.

Desde entonces ambos conviven en una modesta casa en el centro mismo de la ciudad. Él trabaja en el hospital más conocido de la capital, aunque la mayoría de gente lo conoce por ser un ayudante y contribuyente muy activo del orfanato. Se conforma con poco, al igual que su hermana, así que normalmente la mitad de su sueldo va destinado íntegramente a esa noble labor. El dinero que consigue vendiendo cuadros lo reparte entre un fondo de "reserva" que tiene guardado para su hermana, por si alguna vez le ocurriese algo, y la otra mitad se la envía a su padre, que tras la muerte de su madre regresó a vivir a Irlanda.


> Sabe hablar inglés, francés, alemán y húngaro.

> Desde la muerte de su madre no pinta tanto como antes, puesto que la mayoría de siluetas femeninas que acaba realizando le resultan terriblemente parecidas a ella, tan idealizada la tiene.

> Adora su trabajo, especialmente cuando le permite trabajar con niños, y darles esperanza. Para él, no hay nada más satisfactorio que el hecho de que un niño recupere la ilusión.

> Aunque es muy reservado con su vida privada, lleva varios meses "enamorado" de una joven a la que apenas ha visto dos veces.