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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Alexandra De Lacour Jue Ene 08, 2015 2:54 pm

Yo sueño con tu amor...
Una infinita dulzura sube del florido huerto...
¿Por qué el ensueño de una margarita, hoja tras hoja mi saudade arranca,
si en la penumbra del balcón abierto falta esta tarde tu silueta blanca?

Francisco Villaespesa


Las amapolas habían muerto. Se habían deshojado hasta morir de aquel frio invernal que las había azotado meses atrás. En mis dedos se encontraba una de ellas, seca y arrugada tan diferente a como yo las recordaba, que se me partía el corazón al ver aquel campo de antaño verde y floreciente, hecho un amasijo de hierbas secas. En mi memoria podía recordar la brisa primaveral trayéndome aquel delicioso y aromático olor a las flores que allí sin cultivarlas, ni buscarlas, tomaban desde hacía años los terrenos. Naciendo de la tierra, dejándome sin hablar ante la inmensidad de colores vivos que vestían. En algún momento este había sido un escondite de mi infancia. Un rincón secreto entre quien pensé que algún día me desposaría al crecer y el mío propio. Ahora esos felices años, junto con los de mi familia y aquel vivo lugar, se habían desecho, se habían muerto para volar lejos de mi alcance. Como mi propio corazón que por saber, no conocía si aún se encontraba conmigo o hacía tiempo había encontrado un lugar donde refugiarse lejos de mi alcance, donde no pudieran dañármelo más. Con una triste sonrisa que no llegó siquiera a mis ojos soplé aquellos pétalos marchitos de mi mano y dejé que la brisa del atardecer se los llevara lejos de aquel frío lugar. Quizás con suerte el viento llevara sus semillas a otra parte más fértil y con suerte en aquel lugar se pudiese formar otro escondite para dos jóvenes enamorados, llenos por doquier de las amapolas que ya una vez fueron testigo de un primer beso.

Un relincho me despertó de aquel ensoñamiento. Mi montura se encontraba metros atrás mía atada a uno de los árboles y por su estado de nerviosismo podía adivinar que no era la única a la que le incomodaba encontrarse en aquel lugar. Suspiré y lentamente me levanté de entre las amapolas, llevándome un último recuerdo de aquel lugar, ahora tan parecido a un cementerio, a un recuerdo muerto. — Lo sé, se nos ha hecho muy tarde, ¿Verdad? —Pregunté viendo a mi oscuro corcel acariciándole el hocico antes de desatarlo y subirme a él, decidida a dejar aquel lugar atrás. No quise ni volver mis ojos ante aquella escena de muerte y abandono. Así estaba desde hacía años mi corazón. —Vámonos, debo arreglar tu cuadra y seguro madeimoselle Sylvie se encuentra atacada de los nervios por no vernos regresar. — Al pensar en ello sonreí y dando unos toques emprendí al galope hacia mi hostal, donde actualmente residía por unos días a la espera de la celebración del baile anual del Duque de España. Tras la desaparición de Aldebarán y la muerte de sus padres era un deber de las Lacour descubrir quien iría ahora a ocupar aquel cargo, y como antaño hicieron los antiguos duque, la celebración anual de bailes se seguía celebrando entre las esferas más altas de la sociedad española.

El camino se me hizo corto y en poco tiempo me encontré ante las cuadras donde un joven mozo- el hijo de la señora de la pensión- me ayudó a bajar del caballo y a regañadientes mío, me obligó a entrar en el hostal mientras me prometía cuidar de mi caballo como si del suyo se tratara. Asentí y tras una carantoña al caballo me adentre en la calidez del hostal. Sylvie al verme me trajo un plato de caldo y una hogaza de pan, junto con un poco de pollo. Se lo agradecí y tras cenar y reunirme con ella en el salón y conversar esperamos hasta que el sueño empezó a vencernos y con una disculpa sincera me despedí de ella y de su gratificante compañía. —Alexandra, no subas. Hoy te trajeron esto y creo me dijeron venía desde Francia. ¿Esperabas algo? —Al subir los últimos escalones, regresé hasta ella y tomé la caja que adiviné sería el vestido que Georgiana me prometió para la noche de gala. Sonreí y asentí. — Es el vestido para mañana en la fiesta, Sylvie. Suerte he tenido de qué haya llegado a tiempo o no habría tenido nada apropiada que ponerme para la ocasión.— Le contesté entreabriendo la caja y descubrir que en efecto se trataba de un vestido y conociendo a mi hermana, este no debía de ser únicamente un vestido. Si no una obra de arte hecha de la nueva modista que habíamos tenido el placer de conocer semanas atrás; Alenna Donovan sin duda era una de las nuevas joyas francesas y tenía mucho talento como modista.

Entonces has tenido suerte de que llegara a tiempo. — Coincidió la señora ante mis palabras. Yo asentí sonriéndole. — Así es...mi hermana cuando quiere puede ser el ángel más bueno de todos. —comenté echándola de menos aunque apenas llevara una semana fuera de casa de Auguste. Con la caja contra mi pecho, me despedí nuevamente de Sylvie y subí las escaleras, no sin antes volviera a interrumpirme en las escaleras con una petición inesperada y cálida. — Señorita, mañana si deseas puedo subir y ayudarla a arreglarse, o enviar a alguna de las doncellas para que la ayude en lo que requiera. — Me ofreció amablemente. Se lo agradecí de todo corazón y con la sensación cálida de que existían bellísimas personas en el mundo, terminé de subir y entrar en mi habitación. Debía prepararme mentalmente para ir mañana al ducado español y soportar ver como otro joven ocupaba el lugar que tanto pertenecía a Aldebarán. O por lo menos, le había pertenecido.

¿Dónde estaís pequeño duque? Ahora más que nunca necesito tu fuerza, tu templanza y aquella seguridad que siempre depositabas a mi alrededor. Necesito que me ayudes a olvidarte y a ser capaz de ver con buenos ojos al nuevo duque que te arrebató en tu ausencia el título, tu palacio. —Susurré contra la ventana de mi habitación con la mirada perdida en las estrellas que en el cielo nos alumbraban en su luz dorada. Acaricié el frío cristal de la ventana y escribí su nombre. —Aldebarán déjame olvidarte…dame tus fuerzas y ayúdame. Las noches siempre me han sido frías sin ti.



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Mensaje por Aldebaran Ballester Lun Ene 12, 2015 4:05 pm

Un par de suelas de zapato se expanden como eco a través de un sendero que como única dirección tiene lo frontal. Algunas linternas hechas con fuego y aceite en las paredes iluminan el camino de un señor de avanzada edad, vestido como miembro de la familia Real y evidentemente sirviente de estos, aunque en su caso personal, va más allá de ser un empleado más.

En sus manos yace una bandeja de plata con algunas toallas; la seriedad de su rostro demuestra saber hacia donde va y pese a irse adentrando en las profundidades de un lugar desolado no tarda en abrirse paso hasta su destino, un especie de recámara secreta donde en sus paredes yacen distintos objetos de singular procedencia. Desde libros, pergaminos, estudios y obras. Armas, equipo, herramientas de construcción y otras que dudablemente un ser normal podría identificar. Mesas con químicos, otra con elementos de primeros auxilios y un poco más avanzado; confección, filos, materia prima... Un mundo sin duda alguna.

Ubicado en el epicentro del lugar, una maquina de madera que con distintos robles que parecen fungir como simulación de espadas permanece con huellas de uso. A sus costados distintas espadas y látigos así como dagas, cuchillas largas y hasta arcos. Sin embargo, todo eso pasa a segundo plano cuando la respiración agitada de un segundo hombre se escucha -Maestro Aldebarán, los preparativos están listos. Solo resta que deje de ser tan obstinado y mejor se dedique a descansar un poco- evidenciando la gran confianza que se tienen, el señor se dirige hacia el joven que está en un apartado especial de la mazmorra, ejercitando sus abdominales y vistiendo con solo un par de pantalones. Cabellos largos, torso desnudo y sudado que proyecta un sinfín de cicatrices producto de aventuras y así, una voz gruesa que responde -Gracias. ¿Todo está de acuerdo al plan, cierto? No quiero que se sepa que seré yo quien tome oficialmente la posición como Duque de España-

El mayordomo se acerca, otorgándole las toallas para que el muchacho se seque el sudor -No, maestro Aldebarán. Sus indicaciones fueron claras y han sido seguidas al pie de la letra, yo mismo me aseguré de ello- una sonrisa complacida sale del jovial, quien pone su mano en el hombro de su sirviente y exclama -No esperaba menos de ti, Alfredo... De nuevo, muchas gracias- bebiendo un poco de agua después para quedarse observante a una foto que yace en un escritorio, una que le trae los recuerdos más maravillosos de su vida pasada -Todo el mundo piensa que será alguien más quien tome el Ducado Español.. Con esto sabré quienes son fieles a los principios de mis padres y quienes son simples buitres- frunce luego su ceño, apretando su puño para luego ser interrumpido por Alfredo -También debo comunicarle que la familia De Lacour ha confirmado su asistencia, más no se sabe bien quienes asistirán-

La sorpresa eriza la piel de Aldebarán y al girar su rostro para ver por encima de su hombro al que es actualmente su única familia, éste simplemente musita -No vendrá, Alfredo... Mis adentros lo anhelan, la buscan desde hace tantos años... Pero por su seguridad probablemente ya ni siquiera debe tener ese apellido- su voz se adelgaza, sus ojos regresan hacia la foto y con dedicación acaricia con su pulgar la imagen de una hermosa niña de ojos color zafiro que aparece junto a él y sus padres. La razón por la que el Casanova por excelencia jamás ha podido enamorarse de verdad -Suficiente- coloca de tajo la foto en el escritorio y se dirige al pasillo -Tomaré un baño y dormiré un poco, mañana será un día que jamás olvidaremos, Alfredo...- se detiene para sonreír, regresándose a toda velocidad para abrazar con fuerza al mayordomo y susurrarle -Gracias por estar conmigo desde el día de mi nacimiento hasta ahora- con sinceridad le observa y el hombre mayor con una sonrisa le corresponde -Lo cuidaré y lo seguiré hasta el fin, Maestro Aldebarán- dándole un par de palmadas en la mejilla -¿Aun no has perdido la esperanza en mí, cierto?- cuestiona intrigado y totalmente cautivado por las palabras del mayordomo, quien con una gran sonrisa y lleno de confianza simplemente responde -¡Nunca!-

Pronto el heredero español llega hacia su habitación, hundiéndose en una tina con agua caliente que anteriormente había sido preparada y así, con el silencio y la soledad. La quietud de la noche y la emoción por reclamar lo que por derecho le pertenece no a él, sino al apellido Ballester... No puede quitarse un solo asunto de su cabeza, el cual es... -Alexandra, amor mío.. Tan lejanos, tan perdidos... Pero mi corazón y mi amor no abandona la burda esperanza de algún día volver a cuidarte, a verte, a besarte- cerrando sus ojos mientras simplemente se queda ahí en la tina, con los fantasmas de su pasado que no tardarán en hacerle una jugarreta con el destino como cómplice.


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Mensaje por Alexandra De Lacour Mar Ene 13, 2015 6:20 am

Créeme, en tu corazón brilla la estrella de tu destino.
Friedrich Schiller


Señorita Alexandra, creo que hoy ya durmió suficiente. El sol se encuentra en su cenit y pronto descenderá con el atardecer a esconderse ¿Está segura de encontrarse bien para asistir al baile? Podría enviar un mensajero y enviar vuestras disculpas por no poder asistir. — La voz de Sylvie interrumpió mi ligero sueño y adormilada, tras no haber podido dormir en toda la noche entreabrí los ojos viéndole ir de un lado a otro. Tras sus palabras de reojo fijé mi mirada en uno de los ventanales observando que por la posición del sol debía de ser tarde y que en vez de dormirme unas horas, me había dormido toda la mañana. Bostecé y me incorporé de la cama tomando en mis manos la bata que la señora me acercó y le sonreí. Podía estar un poco más blanca de lo normal pero aquello solo se trataba de nervios y del miedo de volver a aquel lugar y que los recuerdos me atormentasen de nuevo.

Estoy bien Sylvie, solo son los nervios y que pasé una noche ajetreada en la que no pude conciliar el sueño hasta muy tarde, así que tranquilizaos, no habrá que cancelar nada fuera de lo previsto. — Dije con una sonrisa dejándome guiar por su mano hasta una silla en la que tomé asiento y dejé que una doncella me peinara el cabello mientras Sylvie tras una disculpa, fue en busca de comida a la que llevarme al estómago.

Al oír la protesta de mi vientre reí por lo bajo sorprendiéndome de tener hambre cuando me sentía tan nerviosa y con tanto miedo. Aquella noche no había podido dormir por ello, porque cada vez que cerraba los ojos acudía él a mi mente. Todos los dolorosos recuerdos volvían y todos habían sucedido entre las paredes de su hogar, justo donde hoy iría para dar mi apoyo al nuevo duque. Aldebarán enseñándome esgrima, Aldebarán preparando mi montura, incapaz de dejarme que sostuviera la silla de montar, Aldebarán y su risa, jugando a las escondidas para que su maestro no lo encontrara y por ultimo aquel beso y las promesas… Aquellas falsas promesas que no dejó de repetir. Y yo ¿Cómo podría ahora ver aquellas paredes con otro dueño? ¿Cómo podría ver otro duque en aquel ducado, si aún no me deshacía de los fantasmas del pasado? ¿Cómo olvidar su nombre de mi corazón? Hasta hacia un año atrás le había esperado pacientemente, le había anhelado y buscado, hasta que había tenido que volver los pies al suelo y aceptado que él ya no volvería. Y ahora de nuevo sus recuerdos me acechaban con más fuerza.

Suspiré y viendo entrar a Sylvie con una bandeja llena de dulces, dejé de lado mis temores y me centré en comer, esperando que el chocolate me diera la fuerza necesaria para salir adelante aquella noche y darme valor para presentarme. Solo buscaba de parte de mi hermana y de nuestro apellido renovar la alianza entre ambos, ya que aunque ahora nuestra casa fuera a formar parte del linaje de nuestro primo heredero, aún sentíamos interés en mantener la cordialidad con nuestros vecinos. Tras unos minutos en que terminaban de alistarme, me volví hacia el armario de donde saque el vestido rojo que aquella noche iba a estrenar y tras la ayuda de la doncella me sonreí al espejo. Nunca antes me había visto tan bonita. El cabello caía en ondas perfectas a mi espalda, mis mejillas suavemente sonrojadas por los polvos delineaban perfectamente mis pómulos y los labios con un brillo natural resaltaban a la par que mis ojos.

Señorita Delacour… El duque al veros creerá ver un ángel caer del cielo. Estáis magnifica Alexandra. — Dijo el hijo de la dueña del hostal, quien iba a ser mi acompañante esa noche.

Solo exageráis David, y aunque así fuera solo planeo saludarle y volverme. — Me volteé a verlo y sonreí al verle con esmoquin y arreglado correctamente para la ocasión. Era unos años mayor que yo y como tal lucía como todo un joven seductor. Que tan diferente era verle así, tras acostumbrarme a verle en las cuadras y con sus ropajes más bien holgados. — Eso claro, si vuestras admiradoras nos dejan partir de la velada en algún momento. ¿Os habéis visto? Nada queda del joven que tercamente me espera en las cuadras tras mis paseos. — Dije riendo. Era imposible que las jóvenes de la fiesta no fueran a echársele encima.

Me devolvió la sonrisa y aceptando el brazo que me ofrecía amablemente bajamos las escaleras juntos hasta el carruaje que hacía tiempo se encontraba preparado delante del hostal. Nos despedimos y subiendo al carruaje dejamos atrás a Sylvie y los bosques del ducado de los Ballester empezaron a darnos la bienvenida. En silencio miré por la ventanita reconociendo el exterior con facilidad. Era doloroso volver y más sin que Aldebarán estuviera a mi lado como una vez me prometió. Solo que por entonces éramos pequeños, unos niños que soñaron despiertos. Suspiré y tras negar a las palabras de David quien al verme turbada me recomendó volver tras nuestros pasos. A partir de entonces dejé que él me distrajera contándome los chismorreos recientes de España en lo que sentía mi corazón gritaba de dolor en mi pecho al avistar por unos segundos la entrada del ducado. Aquella puerta que miles de veces se había abierto para darme la bienvenida de pequeña.

Ya hemos llegado señores. —Indicó el cochero deteniéndose en la puerta de la mansión.

Rápidamente David bajó y ayudándome a bajar tras él, por unos segundos me quedé absorta viendo la entrada y las miles de parejas que acudían al evento. Habían muchas jóvenes en edad de desposarse qué buscarían atraer al duque de tener oportunidad y muchas parejas que acudían con recelo y curiosidad por la identidad de a quien iban a abrir sus puertas en la España próspera. Yo también sentía esa curiosidad, pero a la vez agonizaba por pensar que iba a ver a otro en el lugar que habría ocupado Aldebarán. Y de nuevo pensando en su desaparición volvieron las preguntas de su muerte a mi mente. ¿De verdad podría estar muerto? Todo mi ser se rompía ante aquella duda y fuera como fuera hoy terminaría por descubrir que había pasado con él, aunque tuviera que coquetear con el nuevo duque. Debía saber que había pasado con Aldebarán y donde estaba enterrado para llevarle flores y rogarle perdón por quizás no haber hecho más en mi búsqueda. Pero y sí no estaba muerto y de verdad me había abandonado? Las dudas rompían mi corazón y con ellas respiré hondo, preparándome para lo inevitable. Debía entrar y obtener todas mis respuestas, aunque sintiera un gran miedo ahogandome el alma.

¿Entramos? —Pregunté aparentando serenidad, esperando que no se diera cuenta del temblor de mi voz.

Por suerte, no pareció darse cuenta y David quien se encontraba hablando con el cochero, asintió zanjando a continuación la conversación con él al mismo tiempo que mi mano se enroscaba en su brazo. Me sonrío dándome ánimos y nos abrimos paso a la fiesta sin saber que nos encontraríamos y aún menos sabiendo como terminaría aquella noche. Por qué jamás me habría imaginado lo que aquella noche podría cambiarlo todo y de qué forma alteraría mi camino. El reencuentro estaba cerca y  desconociendo todo aquello; el destino guardaba una de sus mejores barajas.



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Vals de Primavera |Aldebarán Empty Re: Vals de Primavera |Aldebarán

Mensaje por Aldebaran Ballester Jue Ene 15, 2015 12:43 am


La noche se fue como agua entre las manos de un español que anhelaba regresar a los días donde la felicidad y plenitud de su persona constaban de una sola mirada, una sonrisa y un par de labios que hacían de él estragos cuyos matices sublimes lo sumergieron en el sueño profundo, tan pero tan profundo que la cuna de este fue la bañera de agua tibia y fantasmas de un pasado que acecha de manera inminente el destino de dos jóvenes enamorados.



*CARTA FLASHBACK*



Alexandra De Lacour.

¿Dónde estás? La urgencia de tenerte en mis brazos y sentir tu calor me consume día a día desde el instante en el que decidí renunciar a ti para poder ofrecerte un futuro. Contradictorio y estúpido, egoísta con una cobardía de la cual hoy me lamento con una pasión increíblemente desgarrante cada que toco mis labios y me acuerdo de ti.

Pienso en ti y la culpa de mi cobardía me toma entre sus garras y me arrastra hacia lo más profundo del cinismo al anhelar tenerte conmigo, justo aquí donde no te merezco. Justo aquí, donde creí que un día ibas a estar. Justo aquí, donde mi amor por ti espera paciente ante el evidente infortunio de un destino que se ha interpuesto entre nosotros y que por amor... estoy dispuesto a apoyar.

Te recuerdo tan brillante y sonriente, con esa mirada azul que llenaba cada poro de mi piel con la emoción de vivir un día más a tu lado... Pero debo permanecer en las sombras esperando que llegue el día en el que pueda salir de estas para revelarte mis verdaderos sentimientos, demostrarte que mentiras no fueron las que te dije y así.. Conquistar de nuevo ese corazón que yo sé me pertenece, que yo sé que se pertenece con el mío. Porque yo me pertenezco a ti y solamente a ti.

Alexandra De Lacour, eres el amor de mi vida. Eres la luz de mis ojos. Eres quien ha tomado mi corazón y se lo ha quedado con el grandísimo honor de regalarme algo tan maravilloso como sentir algo tan puro, tan bueno y tan majestuoso como lo que yo siento por ti. Veo a las estrellas, a la luna, siento el viento y la noche.. A todos y cada uno les imploro que te cuiden, que te digan al oído que te amo y que pronto estaré contigo... Pero esto sería un infame engaño.

Me he alejado de ti, me he vuelto un cobarde que ha roto su promesa porque así es mejor... Porque cuando se ama uno debe darlo todo por la felicidad del ser amado, porque así debe ser y porque estarás mejor si nada te amarra a mí. Será mejor que me odies, que me malpienses sí así puedo mantenerte con vida, a salvo y si es que Dios misericordioso me permite este capricho... Dejar que me odies, que me maldigas porque el rencor hiere menos que el olvido.

Te amo, te amo con una locura y una inmensidad que ni siquiera este dolor que siento al dejarte se puede aproximar. Por eso te dejo en libertad y espero que en esta vida o en la que sigue o en la siguiente pueda ver de nuevo tus perfectos ojos, pueda abrazar tu tibio cuerpo y pueda besar tus dulces labios... Con el alma despedazada, el corazón sin latir y feliz de que estarás mejor.

Siempre tuyo.
Aldebarán.
*FIN*


Se levantó con un rostro sin emoción, muy distante y lejano a lo que él solía ser con su energía jovial y llena de pasión; tomó una toalla y secó su cuerpo desnudo cubierto por un montonal de cicatrices que no se comparan a la que tiene dentro suyo, en su alma, en su corazón.
Mudo mantuvo la calma una vez que Alfredo entró a la habitación. Le dijo algo que no escuchó, que no pudo siquiera formular... Simplemente asintió y empezó a vestirse.

Habían pasado muchísimas horas y él no podía hacer otra cosa más que pensar en esa carta que había escrito la noche que se fue de su casa años atrás y que nunca tuvo el coraje de entregarla y por supuesto que nunca lo hará.
Ese documento yace doblado y bien oculto donde sólo el hijo pródigo de España sabe su ubicación, sin embargo, ya no es eso algo de lo cual preocuparse. La noche había llegado y él estaba listo pues todos los invitados ya habían hecho su llegada expectantes al arribo del nuevo Duque de España, por eso se dirigió al pasillo... Calmado y sereno, serio como nunca se le había visto.

Un traje representativo de su patria, una coleta que sujetaba bien sus cabellos largos; una mirada de matiz marrón que esperaba junto a todo su cuerpo detrás de las cortinas con la tonalidad rojiza, ocultando su fisionomía e identidad a cada uno de los presentes. Aguardando el momento oportuno.

-Miembros honorables de La Gran y Soberana Patria de España... Invitados que brindan el apoyo incondicional hacia la maravillosa Tierra española que hoy se sumerge en regocijos. A continuación se hará el anuncio y presentación oficial del nuevo Duque que desde hoy, por orden del mismo Rey Alfonso tomará el cargo que le corresponde. Sin más que esperar, por favor, con orgullo y suma felicidad les presento al nuevo Duque Español.... ¡¡ Aldebarán Ballester !!-

Y con un paso al frente se muestra con elegancia y porte. Con un rostro serio y una mirada que analiza a los presentes pero a su vez ida por sus pensamientos internos; ha vuelto para recuperar lo que le pertenece, no a él, sino a su familia. Para limpiar a la escoria, tomar acto y justicia por aquellos menos favorecidos y así cumplir con la voluntad de sus padres que en un eterno amor juraron proteger a la gente de España, eso, es algo que su hijo único ha decidido seguir hasta el final de su vida.

Alza el brazo diestro y lo coloca en el corazón, asiente a cada una de las normas de juramento que por el simple hecho de saberlas de memoria acata sin parecer perdido, aun cuando yace hundido en sus fantasmas del pasado y es que después de que todo acaba y la multitud muestra su sinceridad o hipocresía con un fuerte aplauso, el moreno simplemente empieza a descender por las escaleras, haciendo que el asombro de todos los presentes sea algo inminente pues apoyando o sin apoyar, con gusto o sin gusto, con sorpresa y con otra aun mayor... Ahora es él quien lleva el título como Duque de España, Aldebarán Ballester.


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Vals de Primavera |Aldebarán Empty Re: Vals de Primavera |Aldebarán

Mensaje por Alexandra De Lacour Jue Ene 15, 2015 2:47 pm

Un instante de gozo del corazón vale más
que dos horas de placer de los sentidos.

August von Kotzebue


Tras cada paso que daba más cerca de mi destino, en mi pecho el corazón se me oprimía. No deseaba avanzar, porque entrar en el evento sería verle en otro rostro, ver que había sido sustituido por quien lo más seguro no estaría a la altura de lo que se esperaba y exigía. No como él. Él quien desde pequeño había sido educado para llevar algún día las riendas de todo lo que ahora mis ojos veían. Las paredes engalanadas para la ocasión, las parejas animadas subiendo los escalones y tras ellos los cocheros con sus carruajes, viniendo y yéndose en un mar de colores. Todo aquello era lo que por nacimiento debía de ser de Aldebaran. Por que no solamente se trataba de lo material, del ducado que debería mantener y administrar a cierta ciencia, también debía velar por las personas que le servían como las de la región. Sus tierras eran las más fructíferas y fértiles de los alrededores y muchas familias dependían de ellas. ¿Si ahora el ducado fuera a otras manos, que sucedería con ellas?

Suspiré y asentí distraídamente a David que admiraba las rosas que florecían en la entrada. La verdad dolorosa era que en aquel momento nada me importaban los demás. ¿Qué sería de mi cuando debiera presentar mis respetos al nuevo duque? ¿Qué sería de mí cuando verdaderamente encontrara que había sido la muerte la que te llevo de mis brazos hacia donde eras inalcanzable para mí? Me mordí el labio nerviosa y tras permanecer inmóvil en la misma entrada dejé que el brazo suave y gentil de mi acompañante me tirara hacia él, adentrándome de su brazo en la fiesta del año; La proclamación del duque.

Enseguida la melódica orquestra deleitó mis oídos con la música clásica y los valses más conocidos de nuestro pueblo natal. Pude reconocer algunos valses franceses y otros ingleses y en lo que nos dirigimos hacia los camareros con copas un grupo de bellas jóvenes nos cortó el paso. Sonreí al ver la intención de las jóvenes para con mi acompañante y en una risa suave en total complicidad tras unas palabras abandoné su cercanía dejándolo rodeado por aquellas viles muchachas que parecían dispuestas a todo. No parecían preocuparse por dejar pasar a un joven duque por un caballero llamado David y unos excelentes modales. Sonreí de nuevo y hundiéndome, mezclándome en el mar de vestidos y personajes de la alta clase española seguí mi camino hacia el camarero más cercano. Al verme frente a él muy amablemente me ofreció una copa de champan y sintiendo todavía mi cuerpo tenso y el corazón encogido esperé que la bebida apaciguara mis demonios, por aquella noche.

Sois una bella traidora bella Alexa. —Reconocí enseguida aquella voz y reí separando la copa de cristal de mis labios. — Me dejasteis con unas bellas arpías, las que con denigrante delicadeza me preguntaron por mi genealogía. ¿Os lo podéis creer? Se pusieron a instigarme hasta que preocupándome por vos, logré escapar. ¿Qué os proponíais dejándome en compañía de las damas Alexandra?

Solo esperé que prontamente descubrieran que no todos los duques relucen y que son los jóvenes de buena familia los mejor a escoger, si no es que sus padres escogen antes por ellas. — Suspiré y en un nuevo sorbo me volteé hacia él quien me observaba curioso ladeando el rostro como un cachorrillo atento a las nuevas instrucciones de su dueño. Fruncí el ceño ante su mirada y me encogí sutilmente de hombros ante su pregunta silenciosa. A veces las palabras eran obvias. — Son damas jóvenes que esperan por un príncipe, que lo más seguro que ni exista. Además  solo quería que os divirtierais y conocierais a alguien y no parecíais muy negado al principio. — Le hice reconocerlo y volviendo al reír al oír que volvería mas tarde en busca de una de esas muchachas, me alegré por él. Bastante tenía con cargar  mi propio dolor y aquel entumecimiento que me envolvía, como para que también él se preocupara en demasía por mi estado.

Tras la tercera copa y el primer vals al que me vi obligada a participar el miedo que sentía fue desapareciéndose y justo cuando empecé a disfrutar de la fiesta, la música dejó de sonar. Mis ojos fueron a los de David y viéndole centrado en algún punto arriba de nuestras cabezas seguí su mirada hasta dar con el hombre que hablaba en alto frente a todas las miradas curiosas. La hora de la verdad recién daba inicio y la incertidumbre empezó a nacer en mi desde el mismo instante que reconocí aquella voz como el mayordomo fiel de los Ballester. ¿Alfredo? Me pregunté sin saber que quería decir aquello y temiendo conocer la respuesta.

Miembros honorables de La Gran y Soberana Patria de España... Invitados que brindan el apoyo incondicional hacia la maravillosa Tierra española que hoy se sumerge en regocijos. A continuación se hará el anuncio y presentación oficial del nuevo Duque que desde hoy, por orden del mismo Rey Alfonso tomará el cargo que le corresponde. Sin más que esperar, por favor, con orgullo y suma felicidad les presento al nuevo Duque Español.... —Escuche cada palabra con recelo, finalmente el nuevo duque iba a alzarse y a proclamarse frente nosotros manchando la memoria del auténtico y amado por todos desde su cuna. ¿Cuán vil podía ser el destino en nuestra causa? Ya no solo debía sobrevivir con su muerte, su inexistencia etérea que ahora debería permitir que mi memoria fuera olvidándose de su rostro, ya inexistente menos en mis más intensos sueños. Apreté la mandíbula y sintiendo aquellos segundos de tensión en el gran salón donde me encontraba, mi corazón galopó acelerado entre un río fluyente de amapolas. — ¡¡ Aldebarán Ballester!!

La gente aplaudió y por doquier miles de manos se movían al son de aquella nueva sinfonía. A mi alrededor el sonido fue ensordecedor pero yo no oí nada. ¿Aldebarán? ¿Podía ser real? Me costó más de unos minutos poder reaccionar a su nombre y cuando entendí que todo aquello debía de suponerse de un error mi mirada vagó hacia el proclamado duque en lo alto de la escalinata y allí lo sentí. Mi corazón se detuvo y la respiración se me quebró. Agonicé unos segundos y de pronto todo ceso. ¡Era él! Podía reconocerle aún tras tantos años, sabía que mi corazón jamás seria burlados, ni aún la muerte podría con él.

Aldebarán… —Susurre con angustia de que pudiera desaparecer nuevamente. — ¿Habéis vuelto a por mí… ?

Su nombre quemó mis labios y sin detenerme a pensar con detenimiento mis acciones empecé a hacerme un hueco entre la gente para llegar a él. ¡Debía verle de cerca! ¡Por favor apártese!  La desesperación se hacía eco en mis maneras de pedir a las jóvenes que impedían que siguiera mi camino que me lo dejasen libre para llegar a él. No avanzaba con suficiente rapidez y al verle bajar por la escalinata y perderlo de mi mirada, el miedo volvió a palparse tan profundo en mi interior como un oscuro pozo del que recién ahora creí empezar a salir.

¡ALDEBARAN...DUQUE! ¡ESTOY AQUÍ! —Grité apartando a las parejas de mi camino yendo directamente hacia él.

Volví a llamarle entre la gente, no obstante la música volvió a hacer eco en la sala y mi voz quedó acallada por los instrumentos. ¡Aldebaran buscadme, estoy aquí! ¡Llevadme a los cielos, de donde sea que hayáis salido pero no volvías a dejarme aquí en tierra… por favor os lo ruego ¿No oís mis lamentos? De mis labios no salía ni una palabra de angustia más que una respiración trabajosa en aquel intento de llegar a él lo más antes posible. Volví a apartar a unas parejas y ahí estaba. Frente a mí, a unas cabezas por delante de la mía con su manto rojo y escarlata, caminando con la seguridad de un rey entre sus súbditos. Mis labios temblaron y antes de poder llamarle de nuevo, una mano me asió de la cintura deteniendo mi avance en el mismo instante que ante mis ojos se posaba la imagen de dos doncellas, una a cada lado del duque susurrándole palabras al oído y él agraciandoles con una de sus seductoras y perfectas sonrisas.

¿Alexandra que os ocurre? Estáis muy extraña, ¡Alexandra! —Oí la voz de David, sin embargo, fue como si todo se hubiera detenido y en mi retina solo pudiera ver una y otra vez aquellas jóvenes hablándoles íntimamente como dos amantes. Me llevé las manos a mi corazón que empezó a doler y gemí de angustia. ¿Así se sentiría el morir? Me pregunté consciente de cada uno de los intentos de David en hacerme volver en sí, pero sin sentir la urgencia de hacer algo y dejar de preocuparle como de estar en mis cabales habría hecho. Ahora solo deseaba desaparecer, dejar de ser el segundo centro de todas las miradas de la gente allí congregada.

Est...Estoy bien—Logré balbucear finalmente con la mirada fija aún en él y aquellas jóvenes. — Sacadme de aquí D-David, por favor. — Agregué deseando no haber jamás acudido de nuevo al palacio de mi niñez y de mis recuerdos. Aldebarán me había abandonado. Jamás hubo muerte alguna que lo alejara de mi lado.

¡Me sentía tan estúpida!

Intenté agarrarme del brazo de David para salir de allí cuando me faltó el aliento y volviéndome le miré una última vez.

Nuestras miradas coincidieron.

Y mi corazón no resistió.

Desfallecí.


...




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Mensaje por Aldebaran Ballester Jue Ene 15, 2015 5:50 pm

La noche recién habían comenzado y el español ya quería salir corriendo de ahí. Sus pasos que lo llevaron a terminar sobre el piso del Palacio Ballester no tardaron en tambalear una vez que casi en montón los testigos se le acercaron con unos cuantos cumplidos, otros más con comentarios llenos de una acidez sarcástica e irónica que pronto identificó aquellos que seguían fieles a los designios de sus padres y otros que habían ya sucumbido a la avaricia de creerse dignos de llevar un puesto tal como el que se le había entregado no solo en esa noche, sino desde el primer respiró que dio cuando llegó a la Tierra.

De pronto ambos brazos del varón se vieron sujetados por dos hermosas mujeres; preciosos ejemplos de la belleza femenina de la que es amante por excelencia el de mirada marrón, más esta vez no se trataba de sus adentros o pasiones inmaduras. Esta vez se trataba de encontrar a los asistentes con el apellido De Lacour bajo la tenue esperanza de volver a verla, de darse cuenta que aunque sea prohibido... Aun los dos están enamorados.

Entonces pasó. El momento había llegado, su cuerpo y alma se estremecieron al sentirse observados; ignorante de la música, de los diálogos de otras personas, de siquiera el momento en el cual estaba parado... Simplemente el tiempo se detuvo y congeló todo bajo un movimiento lento, sin embargo, las iris de sus orbes marrones se clavaron con el matiz de esos zafiros que pasó toda una vida anhelando volviendo apreciar. Eran perfectos, redondos y brillantes... El rostro de ella intacto, más su semblante entristecido y hasta decepcionado; entonces se dio cuenta de lo que estaba haciendo. ¿Un casanova? ¡Por Satanás, Aldebarán! has probado cientos de labios y ninguno han sido como los de ella... Amas a las mujeres, te desvives por ellas pero nadie podría compararse a tu verdadero amor, a ese que en este momento está huyendo de ti.

-¡¡ ALEXANDRA !! … ¡¡ ALEXANDRA, ESPERA POR FAVOR !!- gritó con desespero. Técnicamente empujó a todo aquel que se metió en su camino mientras que entre la multitud trataba desesperado nadar entre ese mar que servía como amarres que entorpecían la búsqueda por su amor, por ese reencuentro que de manera egoísta había puesto cómo prioridad en vez de la promesa de cuidar por ella y no arriesgarla al acercársele -¡Vuelve... VUELVE!- añade una vez que la alcanza, la toma de la mano y siente de nuevo todo lo que había olvidado desde esa noche en la que partió de su hogar.

Su piel suave, perfecta y que abrazaba la esencia de la mujer que para él había representado el verdadero significado de la palabra amor. De lo que es la felicidad y el enorme miedo de perderle algún día.
La jaló hacia él, con celo la abrazó desde su cintura para apegarla hasta quedar cuerpo con cuerpo sin importarle quien o que era el imbécil que la acompañaba... Él solo estaba hundido en ese egoísmo de querer tenerla para él por lo que todo regresó a la normalidad y el momento se reanudó justo cuando a lagrimas en sus ojos y una sonrisa sin poder ser oculta exclamó -Alexandra, amor mío...-

No podía creerlo, realmente estaba pasando. El mundo fue lanzado al olvido una vez que volvió a sentir el calor de ella, después de que por tanto tiempo estuvo alejado de su amor y esa noche se había reencontrado con quién pensó jamás volvería a ver. Un momento inédito, mágico y sublime... El resultado del clamor de un ladrón que con su alma deseaba poder vivir ese instante que estaba viviendo...

Y que nadie se lo arrebataría.


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Mensaje por Alexandra De Lacour Jue Ene 15, 2015 8:08 pm

Cada palabra era una nueva lágrima que odiar.
Anónimo


¿Cómo el destino podía reírse de mí tan cruelmente? Quien siempre he amado y esperado, inclusive aunque sintiera ya su muerte un hecho concedido había reaparecido frente de mis narices, con las dos jóvenes más de bellas de la proclamación. ¿Quién me había hecho creer que él era diferente? ¿Por qué me había cegado tanto, pensando que en aquel hombre aún seguía vivo aquel niño jovial e inocente del que me enamoré? En mis ojos de nuevo podía ver la imagen de él con aquellas dos jóvenes y de su rostro al verse descubierto. Y mi angustia, mi decepción reflejada en su mirada.

¿De verdad creía que iba a creerle que no era como cualquier hombre más en aquel salón? Al final tendría mi madre razón en lo de que todos los hombres eran iguales y que solo una pequeña porción de ellos realmente amaba sin razón a una única mujer entre miles.

Tras verle y sumergirme de nuevo en sus orbes di un paso atrás y fue justo cuando sentí el aire ahogándome que sin remedio desfallecí en medio de los asistentes, siendo tomada por el último momento por los brazos del duque, quien sostuvo mi cuerpo de caer y protegió contra el propio, arropándome como si pudiera ser valiosa para él.

Aquel duque se estaba coronado entre mentiras y añicos de mi corazón.

Alexandra, amor mío... — Le oí decirme como si el tiempo no hubiese pasado para ninguno de los dos.

¡Blasfemias! Deseé gritarle observando todavía aturdida su rostro esculpido en agonía.

¿De haberme amado como de pequeño juró a los cuatro vientos, no habría acudido a mí hace muchos años? ¿No habría vuelto a buscarme dictado por los sentimientos de su corazón? Si solo sus palabras hubiesen sido ciertas, yo ahora estaría derecha, a su lado asegurándome de que disfrutase de aquella velada que conociéndole tan poco le habría gustado. Y ahora apenas consciente me encontraba en sus brazos, contra su cuerpo y en vez de celebrar su ducado, solo deseaba no haber acudido jamás de nuevo a aquel lugar.

Y la verdad es que mientras yo lloraba su desaparición, moría al imaginármelo en el reino de los cielos ¡él solo había estado de libertinaje hasta que el peso de su apellido había recaído de nuevo en sus hombros! Me forcé de nuevo a respirar y lentamente sintiendo el cuerpo menos entumecido me moví entre sus brazos buscando esconderme de su mirada que tanto dolor ahora me producía. Entonces su perfume llegó a mí y sintiendo la esencia de la amapola una única lágrima se derramó en su impoluto traje. Los malditos recuerdos siempre regresaban. No importaba lo lejos que yo de mí los mandase. Ellos siempre terminaban tomando el control.

¿Por qué ahora habéis regresado de los muertos? ¿Deseabais atormentarme tanto que debíais disimular vuestra muerte para atormentarme con vuestros recuerdos? — Pregunté contra la tela de su traje de forma que nadie más aparte de él, pudiese haber llegado a oír mi voz rota por el dolor.

Mis manos tomaron entre ellas la tela de su hombrera agarrándome fuerte, sintiendo que de no contener mi rabia de aquella forma, esta estallaría por otros medios más polémicos. Mis piernas temblaron por unos segundos al ponerme derecha y aún con el agónico dolor de a quien ya no le queda corazón que romper le miré de una forma intensa, casi profunda. Y odié ver en lo que se había convertido.

En un auténtico mentiroso.

Ahora solo sois un fantasma de lo que antes erais. Os habéis vuelto justamente en lo que jamás deseasteis veros convertido... Me habéis decepcionado, ya no sois al duque al que de pequeña entregué mi corazón. No os reconozco. —Las palabras dolieron y lloré trazos de mi corazón en cada palabra que pronuncie, nacidas del inmenso vacío en el que ahora me veía atrapada. No existían palabras para describir cuanto dolía, cuanto de mí se había quebrado aquella noche al verle el rostro y mirar a los ojos a la mentira. — Vamos, ¡iros con vuestras doncellas a celebrar vuestra proclamación! Seguro con ellas no debéis fingir quien no sois ni jamás fuisteis.

Si, mis palabras fueron duras pero aún más mi dolor, aquel dolor que me avisaba que de seguir en aquel lugar mi corazón no lo soportaría y volvería a perder la consciencia, otra vez. Sin dejarle contestar a mis palabras tras una última breve mirada me alejé de sus brazos y mareada busqué el apoyo de David quien enseguida me abrazó protector por mi cintura y yo necesitada de alguien fuerte para sostener todo mi mundo mientras este caía precipitadamente sobre mí, dejé que él me escondiera de los demás.

Vayámonos David, ya nada tenemos que hacer más en este lugar. —Dije entrecortadamente tomando fuerzas de mi flaqueza para no sucumbir al llanto. — Ya hice honor a mi familia acudiendo a la proclamación.

David asintió y arrastrándome con él me llevó al amparo de sus brazos hasta que una mano me agarró por la espalda, impidiendo mi avance y sin pensarlo, reaccione como todo animal reaccionaria ante un enemigo; Atacándole. Solo que en mi caso fue la mano, que al voltearme impactó contra la mejilla del duque en una sonora bofetada. Ante el calor del golpe jadeé de dolor y pude asegurar que aquel movimiento habría dañado mi mano más que su rojiza mejilla, sin embargo todo se llevaba por dentro. Era de ahí de donde nacían y se creaban los auténticos demonios.

¡SOLTADME! ¡Ya no tenéis ningún derecho sobre mí! ¡NINGUNO! Y ya no os queda nada con lo que podáis debatírmelo. ¡¡Os creí muerto! Maldita sea, ¡OS LLORÉ! Y ahora simplemente aparecéis como si jamás os hubieseis ido. ¡COMO SI JAMÁS NO HUBIESEIS DESAPARECIDO!—Me deshice de su agarre y cerré la mano dañada por el bofetón contra mi pecho, aquel que latía desenfrenado. Como el veneno de mis palabras que ahora eran imposibles de contener. — Por cierto felicidades por vuestro ducado alteza, pero ¿sabéis? Desearía haber muerto con toda mi familia, al menos de ese modo habría confiado en encontraros en la otra vida y permanecer juntos, lo que no pudisteis cumplir en la tierra.

Y tras el gran golpe final, simplemente me volví dándole la espalda y corrí hacia la salida, sabiendo que David se encargaría de contenerlo, puesto desde la distancia lo oí enfrentándose contra el duque. No deseé volver para verles o asegurarme una última vez de que aquel rostro era el de él y no ninguna fantasía mía o un sueño más.

 ¡Dejadla! Desea que la dejéis en paz ¿No lo habéis oído? —Dijo David. —  ¡No os quiere ni ver!

Por unos segundos dejé que una sonrisa divertida se formase en mis labios al imaginarme la cara de Aldebaran al oír las palabras de mi acompañante, no obstante el tiempo apremiaba y simplemente salir al jardín llegue a los carruajes de donde aprovechando las ausencias de los encargados, solté un caballo de sus amarres. Lo monté tal y como el vestido me lo permitió y saliendo de allí al galope, justo de nuevo nuestras miradas colisionaron antes de perderme en la espesura del bosque.

Y entonces desaparecí.

Ya nada me quedaba más allá de las lágrimas.

Solo gritar.





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Mensaje por Aldebaran Ballester Vie Ene 16, 2015 5:32 pm

Y entonces pasó. La mano de Aldebarán junto con sus brazos y su alma entera que feliz se había reunido con Alexandra terminó por romperse en mil y ciento un pedazos cuándo ella reaccionó de tal forma que, pese a ser sorpresiva, no se le culparía a la preciosa fémina. Sus ojos llenos de lágrimas y sobre todo de enfurecimiento, esa decepción que atrapó la esencia misma de todo el marco escénico y fundió todo bajo cámara lenta una vez que decide alejarse del torero a toda prisa, quien mudo por la aflicción simplemente trató de tomarla de la cintura y regresarle a él, rehusándose a perder al amor de su vida por segunda vez.

Sin embargo, un golpe lo trae de nuevo a realidad, obligándolo a voltear su rostro por el impulso y la fuerza con la que éste asestó en su mejilla. Sus ojos abiertos a más no poder, boquiabierto ante la desagradable sorpresa que se ha llevado en ese momento y entonces todo retoma su curso normal una vez que entre gritos y confusiones él no puede hacer otra cosa más que ver como Alexandra se fue a toda velocidad, llorando y destrozada...

De pronto, su ceño se frunce una vez que el tipejo con el que ella estaba decidió tomarse la libertad de ordenarle algo que no le corresponde. Su mano se empuñó y desahogando toda su ira tiró un golpe que iba directo al rostro de éste con toda la intención de romperle la quijada, sin embargo, con un fuerte grito y una pronta reacción Alfredo tomó participación en todo el drama, frenando de golpe el acto impulso y deshonroso del español, quien sin dejar de observar la dirección en la que su amada se había marchado simplemente se giró y regresó a la mansión sin decir nada a nadie.

Su asunto con David aun no acababa, sin embargo había prioridades para el hijo de España.

Furioso, confundido, destrozado pero sin la sorpresa de aquella reacción. Las dos mujeres de antaño se acercaron a él, quien las tomó de la cintura sin decir nada, mostrando una falsa sonrisa y las llevo escaleras arriba y justo en el pináculo, éste giro con todo el cinismo posible, exclamando hacia los invitados -¡Muchísimas gracias por venir! A diferencia de las costumbres aristócratas de España y el mundo yo nos los obligaré a quedarse o a irse... Les agradezco que hayan venido a tomarse mi champagne así como mi vino, sin embargo, tengo asuntos que... atender. ¡Siéntanse cómo en casa!- y así, decidió marcharse con ambas musas hacia los pasillos de las habitaciones, donde ya alejados del ojo social les susurró -Aquí a la derecha es la habitación de huéspedes, por favor pónganse cómodas... ordenen lo que gusten, yo las alcanzo en un poco más- guiñándoles el ojo para así dirigirse él hacia otro destino.

Su fisionomía pronto arribó a la biblioteca. Tres teclas claves tocó en el piano y entonces el librero se abrió, dando paso a un sendero oscuro y secreto que pronto el caballero se dispuso a recorrer hasta llegar a una cámara secreta. Sus manos despojaron la ropa que llevaba y con prontitud se vistió de negro, tomó su capa y la implementó sobre sus hombros. Vistió su sombrero y asimismo su cinturón de herramientas; espada, dagas, cuchillas y su inseparable látigo. Cómo último detalle un antifaz negro finiquitó con la indumentaria del legendario ladrón Rosa Negra, quien se escabulló por la parte trasera, encontrándose con Alfredo por sorpresa.

-Si vienes a obligarme a entrar y cumplir con mis deberes de Duque pierdes tu tiempo... Ella vino, me vio y ahora piensa lo peor de mí... Una vez la abandoné, no sucederá una segunda- La sonrisa de su mayordomo sin embargo delató lo contrario pues con toda calma sin decir nada le otorgó las riendas de su fiel corcel nocturno. Majestuoso caballo de piel negra que funge como un aliado en su lucha contra la injusticia y que con un relincho hace que el Caballero de la Noche suba de un salto, cabalgando a toda velocidad hacia la dirección que tomó Alexandra.

Con su rostro envuelto en seriedad y sus pensamientos trayendo a él los recuerdos sobre la decepción, las lágrimas y el enfado de Alex con él. Cómo fue que rompió con todo y con justa razón, ya una vez él le abandonó a ella pero esa noche la encontró después de tantos años y no piensa dejarla escapar, no esta vez... Fuertemente galopa con Nocturno hacia los adentros del bosque, sabe que por la hora y las fechas no es una buena idea internarse, pero aventurera e impulsiva su eterno amor ha tomado, cómo siempre desde niña, las decisiones más arriesgadas

-Te encontraré, Alex... Amor mío-


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Vals de Primavera |Aldebarán Empty Re: Vals de Primavera |Aldebarán

Mensaje por Alexandra De Lacour Jue Ene 22, 2015 10:42 am

Cuando el agua te llega al cuello, no te preocupes,
tú solo sigue respirando.
Stanislaw Jerzy


Los cascos del caballo era lo único que se escuchaba mientras seguía mi carrera desesperada, como si el poner distancia entre él, su fantasma y yo pudiera servir para que el dolor dejara de encogerme el pecho. No podía parar de llorar. Sentía tanta pena, tanta desventura que creía poder desmayarme en cualquier momento. ¿Por qué las mejores personas debían sufrir tanto? ¿No podía ser él quien estuviese roto por las lágrimas de sus ojos?

No, sin duda él estaría ahora con aquellas jóvenes de su fiesta, haciéndole olvidar cualquier recuerdo mío que quedara en su mente.

¡Bastardo! Grité en mi mente enojada conmigo misma.

Todo se debía a mis propias fantasías. En vez de hacerles caso a mis padres cuando intentaron hablarlo conmigo, diciéndome que me había abandonado, yo me había abrazado a su recuerdo, confiando ciegamente en sus palabras, sabiendo que de haber sido separado de mi debía ser por una causa superior. Algo contra lo que yo no pudiera hacer nada, ni competir. Por eso la muerte había sido lo razón con más de peso en mi mente. Solo con la muerte inevitable y traicionera habría entendido su abandono y yo, fiel hasta en mis últimos momentos, le habría esperado por siempre hasta reunirme con él. ¿Pero y ahora? Mi vida se había desmoronado en unos segundos y ya nada tenía sentido. Solo huir realmente lo tenía.

Era lo único que me quedaba. Y quizás con suerte podría también salvar lo que quedase de mi corazón tras aquella ponzoñosa traición.

Una suerte con la que quizás no contaría, viendo la pésima suerte de aquellos días.

Cerré los ojos con fuerza unos segundos y respiré hondo conteniendo mis lágrimas. Era peligroso salir a cabalgar de noche y aún más por senderos desconocidos. Sin embargo lo hecho, hecho estaba. Ya no podía hacer nada más que seguir adelante hasta encontrar algún lugar en el que descansar. Por lo que animé al caballo con brío a avanzar tras tomar un segundo camino y dejé que él me llevara lejos de allí, Lejos del dolor de mi mente, lejos de mi ruina. Allí donde nadie pudiera alcanzarme hasta estar preparada para regresar al hostal y afrontar las consecuencias de aquella noche. Nadie podía abofetear a un duque y no sufrir las consecuencias derivadas del gesto. Habían encarcelado a gente por mucho menos que eso.

Tras un buen rato cabalgando por los caminos, así como mis lágrimas, el corcel fue calmándose paulatinamente hasta terminar yendo al paso. Aproveché entonces para secarme los ojos y dejando de sujetar con firmeza las riendas del caballo, dejé que el sonido de sus cascos al golpear la hierba verde y húmeda se convirtiera en una música hipnotizadora para mis sentidos y me ayudara a olvidar en lo que admiraba aquel bosque e imaginaba las criaturas que debían vivir en él.

La noche parecía calmada y aunque oscura, segura.

El caballo me llevó por fuera del sendero y travesando el bosque, llegamos a un riachuelo en el que se detuvo a beber agua. Acaricié sus crines dejándole beber hasta que inesperadamente unos gritos rompieron la calma del bosque y también la de mi caballo, que enseguida se irguió nervioso.

Shhh… Tranquilo, no pasa nada, vayámonos. Volvamos a casa. —Susurré intentando calmarlo agarrando nuevamente las riendas.

¡POR ALLÍ! ¡SE FUE EN ESA DIRECCIÓN! — Oí gritar desde lejos otra vez.

El caballo resopló angustiado y esperé tenerlo bajo control antes de alejarnos de aquel lugar, cuando del otro lado del río apareció ante nosotros un gran grupo de jóvenes a caballo, y un carruaje. Enseguida deduje que los gritos habían sido hechos por ellos y sin desear compañía de ningún tipo emprendimos marcha atrás en completo silencio.

Señorita ¿Tan pronto se marcha? — Una voz fría y en un perfecto español me sobresaltó. Miré enfrente y de la nada cuatro jinetes enfundados con un pañuelo con el qué ocultaban sus caras me cortaron el camino. — Es de mala educación dar la espalda a los desconocidos ¿No cree? — Volvió a hablar uno de ellos adelantándose unos pasos con su caballo en mi dirección.

Tragué duro y retrocediendo con mi caballo ellos simplemente me siguieron hasta que quedé al borde del riachuelo. Una breve mirada al que se encontraba más cerca de mí y a su cinto lleno de armas y poco más debía de ver para entender que aquellos jóvenes se trataban de un  peligroso grupo de bandidos

¡Miradla como retrocede! —Río uno de ellos acercándose, lo que hizo que mi caballo resoplara inquieto.— La palomita está siendo cazada y por su porte, tenemos una palomita cara y lustrosa. ¿Quién sois bella paloma? ¿Quién os ha dejado salir de vuestra jaula de oro?

Me negué a contestarle y volviendo mi vista al otro lado del río fui consciente de que también a mis espaldas me estaban esperando unos encapuchados, mientras dos se encontraban custodiando el carruaje, donde supuse que allí debían tener sus víctimas de la noche atrapadas.

¡Ramera! Os han preguntado quien sois — Dijo uno de los bandidos a mi espalda. Quien por el tono de la voz, parecía estar al mando. — ¡Contestad!

Alexandra. —Contesté a regañadientes tras unos segundos de eterno silencio. —Pero no creo que os pueda ser de mucha utilidad, señor. — Añadí soberbia, sin bajar la mirada fija de aquellos que me amenazaban. Enfrentandome con la mirada al hombre.

Sabía que me estaba jugando el cuello, pero que con la muerte de mi familia, la familia De Lacour ya no contaba con tanto apoyo como para rescatarme de las manos de aquellos bandidos sin hacer tambalear las herencias patrimoniales de sus miembros. Y muy pocos familiares, realmente pensarían en ceder a un chantaje por mi vida. Solo Georgiana, mi hermana haría tal sacrificio, pero aun así no creía que le dejasen dar una parte de la herencia a unos simples bandidos a cambio de mi vid. A fin de cuentas siempre había sido la oveja negra de la familia. La rebelde que no podía dejar de buscar problemas o por el contrario, a quien los problemas no dejaban vivir.

Baja del caballo y camina hacia nosotros, Alexandra. —Oí un clic a mi espalda y no me hizo falta saber más para descubrirme amenazada por un revolver. — ¡AHORA!

Realmente esta vez, sí que me encontraba en problemas.



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Mensaje por Aldebaran Ballester Jue Ene 22, 2015 2:50 pm


La noches se había apoderado de mí y de mis impulsos, de igual forma el camino que decidí tomar conducía evidentemente hacia el rastro que Alexandra con su secuestrado animal habían dejado para fácilmente poder seguir. Mis ojos cubiertos por el antifaz nocturno me hizo darme cuenta que esta vez no sería el cobarde de hace años que huyó pensando que sería lo mejor y por ello decidí arrojarme suicidamente a ir tras el amor de mí vida -Antes debía cuidarte de animales salvajes, quizás de accidentes... Pero Alexandra, éstas tierras han cambiado y no es seguro que vayas sola por ahí- fruncí mi ceño y con un fuerte galope incrementé la velocidad del caballo, logrando así internarme en el bosque.

Fuertemente sentí un apretón en mi pecho que indicaba evidentemente que ella estaba en peligro y por eso mismo con un brote de adrenalina y teniendo mis cabellos así como mi larga capa ondulándose por la acción de ir contra el viento decidí enfocar mi mirada en donde parecía haber varias siluetas junto a un caballo. Pésimo augurio.
-Alexandra De Lacour... Tú y tu facilidad de meterte en problemas- renegué con preocupación cuando mis orbes se dilataron y mi rostro dibujó una mueca enfurecida una vez que me percaté de un individuo que la apuntaba con un arma de fuego... Cobarde.

A toda velocidad y haciendo gala de mi alto rendimiento como jinete pude salir de entre los arbustos, haciendo que mi fiel compañero me facilitara el ángulo necesario para interrumpir el altercado. Mi mano izquierda sujetó fuertemente la rienda del corcel y mi mano diestra desenfundó rápidamente mi espada, logrando así impactar la mano del criminal para que éste soltara su arma -Parecen muy valientes a la hora de acosar a una bella mujer... Díganme, ¿Quién de ustedes tuvo la idea?- sarcásticamente sonreí, amaestrando al caballo e interponiéndome entre el carruaje y Alex -Así sabré a quien le rompo la cara primero- diciendo esto último para así explotar una bomba de humo y alzar una gruesa cortina que sirve de distracción e invisibilidad.

-Usted viene conmigo- susurra, tomando probablemente a la fuerza a la chica, subiéndola con él para así salir de entre todo el caos para internarse entre los arboles y arbustos, donde silenciosamente se baja del animal y añade -Espere aquí y por favor, no se meta en más problemas- adentrándose sigilosamente a la escena, yendo en cuclillas hasta encontrar al primer maleante, a quien toma por la espalda y haciéndole un candado con sus brazos logra quitarle el aire lo suficientemente para desmayarlo, repitiendo lo mismo con un segundo hasta que una vez que llega con el aparente líder del clan es descubierto, recibiendo un fuerte golpe en la quijada que lo devuelve al pináculo, justo al borde del riachuelo.

"Idiota, si crees que podrás venir aquí y ahogarnos la fiesta estás muy equivocado... Quizás la ramera esa se fue, pero tú sigues aquí... Y te haremos pagar caro" mostrando una sonrisa tétrica y por de más de horrenda en cuestiones de higiene -Ya veremos eso... ¡Vamos! ¿Quién viene primero?- desenfunda su espada una vez que la cortinilla de humo se esfuma, siendo lentamente rodeado por todos sus contrincantes en turno.

-Bueno Rosa Negra, creo que ésta será una noche activa- murmura para él, esbozando una sonrisa mientras sus ojos viajan entre los cinco cobardes, aparentemente esperando a atacarle al mismo tiempo.

La escena promete ser desastrosa para El Caballero de la Noche, quien simplemente reza plegarias para que su damisela en peligro no se meta de nuevo en problemas, ahora el marco escénico no pinta bien y todo empeora cuando así como él, los demás desenfundan sus filos.


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Vals de Primavera |Aldebarán Empty Re: Vals de Primavera |Aldebarán

Mensaje por Alexandra De Lacour Mar Ene 27, 2015 2:25 pm

La maldad, necesita respaldarse con inteligencia.
La bondad solo requiere el impulso del corazón
Paloma Cobollo.


¿En qué líos me había metido? ¿Por qué siempre debía de meterme en lugares que no debía y terminar así? De pequeña había estado bien las aventuras. Aldebarán siempre me rescataba si no se volvía mi cómplice de nuestras escapadas. No obstante, esto era diferente. Ya no era una niña, ni él estaba allí para salvarme. Es más, él ahora mismo debía encontrarse con sus dos preciosidades disfrutando de su velada, si no calmando los mormullos y habladurías de los invitados tras la escena que inconscientemente le monté en su fiesta de coronación.

Mis manos agarradas fuerte a las bridas de mi montura temblaron al sentir el arma apuntarme el corazón por la espalda.

Me sentí atrapada e indecisa, con el corazón tartamudeando de miedo bajo mi pecho bajé la mirada decidida lentamente a bajarme del caballo y entregarme a aquellos hombres, esperando que mi hermana pudiese pagar el precio y pudiera liberarme antes de que se atrevieran siquiera a tocarme.

Sentí el frío en mi piel y asintiendo dejé ir las riendas obligándome a hacerlo, justo cuando una sombra irrumpió entre nosotros, interponiéndose entre yo y el arma.

Tranquilo, tranquilo... —Susurré al caballo agarrándome a sus crines sintiéndolo nervioso ante aquella nueva irrupción inesperada. No era el único caballo nervioso, ya que hasta los jinetes se sorprendieron. Observé a los hombres y vi como algunos llevaban sus manos a sus cintos y me alarmé. — ¡Cuidado! —Avisé en un grito encontrándome de pronto en medio de un paisaje de humo y tomada por unos brazos fuertes.

Me dejé llevar por aquel hombre. Extrañamente me sentía segura en sus brazos, aún más contra su torso y saliéndonos del humo y de los demás, terminé agarrándome a las riendas de la oscura montura. El hombre misterioso se bajó y asentí ante sus palabras viéndole a los ojos o intentando hacerlo —ya que se encontraba muy oscuro y poco podía ver en la noche— pero aun así sentí algo familiar, lo que enseguida se me olvidó al sentir unos gritos femeninos que venían del carruaje al otro lado del campo.

Me volví hacia donde el joven había desaparecido y viéndole allí solo entre los demás bandidos, hice lo que mi hermana solía decir, un momento de heroísmo impulsivo.

Vamos ¡Corre! ¡Están en peligro! —Le dije al caballo que tercamente se mantenía en su sitio mientras oía de fondo los gritos doloridos de los bandidos y las palabras ajenos entre el gentío. Con premura volví a intentarlo y dándole fuerte sin querer con mis piernas en su lomo, logré que me hiciera caso llevándome a galope hacía el carruaje que había quedado con la interrupción del encapuchado, sin vigilancia de nadie.

Rápidamente cruzamos la distancia que me separaba del carruaje y deteniéndome frente la puerta, la abrí sin bajarme del caballo, descubriendo ante mí una pequeña niña aterrorizada, que temblando se mantenía encogida con los ojos cerrados. Al otro lado del campo se oyó un disparo y el caballo relinchó como si estuviese molesto o avisándome de que corría prisa irnos de aquel lugar. Yo me guie más por lo segundo que por lo primero.

Pequeña por favor abre los ojos. He venido a rescatarte. A sacarte de aquí… —Dije viendo como la niña titubeaba al principio hasta abrir los ojos y mirarme. Le sonreí y le acerqué una de mis manos, preparándome a subirla al caballo conmigo. — Confía en mí, te prometo que no te harán daño… Volverás con tu familia, solo ven y agarra mi mano. ¿Sabes cabalgar? Tendrás que agarrarte fuerte de las riendas… ¿Podrás?

La niña asintió y tras titubear unos pocos segundos, corrió hacia mi mano por lo que la subí y la acomodé junto a mí. Al subirla a peso me sorprendí de lo delgada y el poco peso que mostraba me preocupó. ¿Cuánto tiempo habría pasado desde que la separaron de su familia? ¿No le habían podido dar de comer a la pobre criatura? Besé su cabeza y asegurándola mandé al caballo de regreso al bosque.

Esta vez enseguida el caballo reaccionó y volviéndonos hacia el bosque cabalgó lejos de donde seguía su amo con los bandidos. Sin embargo, le hice detenerle junto a unos matorrales que pensé podrían servir para esconder a la pequeña cautiva. Yo debía ayudar a aquel hombre de los bandidos, era lo menos que podía hacer por quien me había salvado. Ahora el joven se encontraba en problemas por mi culpa.

Pequeña, mírame amor… —La llamé volteándola a verme. — Debo ir a ayudar a quien nos salvó de esos hombres malos y necesito que te escondas y estés muy callada y en silencio, hasta que me oigas llamarte. —Tomé su carita asustada entre mis manos. — ¿Me entiendes?

Sí... Prometo no decir nada y esconderme de esos hombres. Pero volved a buscarme… por favor... No me dejeís sola de nuevo. — Me suplicó con voz torturada y unos pequeños ojos llorosos.

Volveré, te lo prometo. —Le dije con una sonrisa intentando tranquilizarla. La abrace con fuerza y luego la solté con cuidado en el suelo, viendo cómo enseguida se dirigía corriendo muerta de miedo hacia el lugar que le había indicado. Su pequeño cuerpo desapareció de mi vista y con el corazón encogido pero decidida volteé al caballo y me dirigí a galope hacia el centro del claro.

Había todavía cuatro hombres en pie, contando a mi salvador. Oí más alto sus alaridos dolorosos y apareciendo tras uno de los bandidos, mi montura mordió a la ajena haciéndole saltar a dos patas, tirando al suelo a su jinete quien cayó estrepitosamente en un duro golpe contra el suelo.

Bien hecho caballo... muy bien. —Felicité a aquel oscuro corcel con una sonrisa fijando la vista en el hombre de negro.

El miedo parecía haber quedado en segundo término y enfrascada en la lucha, obligué de nuevo al caballo a acercarse a la lucha sin hacer caso a sus reservas y terquedad, hasta que un golpe me derivó de su silla e irremediablemente caí..

Gemí de dolor al caer al suelo. La respiración se me quedó trabada unos segundos en mi pecho y sintiéndome mareada abrí los ojos viendo como una sombra se acercaba hacia mí.

¿Quién sois? —Pregunté en un susurro a la sombra desconocida.

De pronto la noche se había silenciado y con ella los gritos habían cesado.

¿Estaríamos a salvo?


Última edición por Alexandra De Lacour el Mar Ene 27, 2015 4:04 pm, editado 1 vez



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Mensaje por Aldebaran Ballester Mar Ene 27, 2015 3:44 pm

Todo parecía estar en contra del Caballero de la Noche. Cinco tipos, uno al frente, dos a sus costados y otros dos más por su espalda; cinco espadas apuntándole y él simplemente estaba ahí con la sonrisa llena de confianza mientras sus ojos viajaban de un lado a otro tras poder analizar poco a poco cada elemento del marco escénico, ideando ya mismo una estrategia -Por lo visto serán cinco contra uno, debo decir que un poco injusto...- la sonrisa enormemente cínica de los villanos no esperaron aparecer al cabo de sus palabras, sin embargo, éstos cambian al instante su semblante una vez que el de antifaz añade -… Para ustedes, pedazos de imbéciles- trayendo con esto un soporte fuerte en sus piernas, dándole el impulso de saltar hacia su lado diestro, dando un fuerte zarpazo certero que logró desarmar al primer secuestrador.

Con ello logró acomodar brazo izquierdo cómo candado para aprisionarlo desde su cuello, con su otra extremidad seguía apuntando a los otros cuatro tipos que poco a poco se acercaban a él furiosos por el movimiento del español -¿Pero qué? ¿No a caso pensaban venir a por mí?- soltando una carcajada empuja con una patada al hombre que hace unos segundos tenía cómo prisionero. Su cuerpo robusto -que era el de mayor peso entre todos- terminó por tropezar debido a la fuerza con la que lo pateó y por ello se llevó junto con él a dos más de sus compinches al suelo, dejando sólo una dupla contra el moreno.

El primero de estos dio un fuerte zarpazo y con facilidad el ladrón lo cubrió, sin embargo un segundo ataque de manera vertical llegó por la espalda y con habilidad el enmascarado movió su cuerpo hacia un lado para dejarlo pasar de largo, sin embargo, con potencia despidió una patada utilizando su fuerte habilidad física, impactando de lleno el rostro del tramposo, destrozándole la nariz al instante ante la caída inminente de una fuerte corriente de sangre -Ops... Lo lamento- promulgó sarcásticamente cuando dejó caer su cuerpo para así girar sobre su propio eje con su pierna zurda extendida, logrando golpear los talones de sus dos rivales que terminaron en el suelo. Prontamente se reincorporó y de un fuerte puñetazo en el rostro le quitó la consciencia al de nariz rota.

Rápidamente los tres individuos que estaban en el suelo regresaron a atacarlo, sin embargo en una fuerte reacción Rosa Negra lanzó su espada directo al líder de estos, quien terminó con su mano atravesada y clavada contra uno de los árboles cercanos -Tú eres el último, no te muevas- impregnando una dureza en sus diálogos que dejaron al inmóvil maleante sangrando de su palma y con la furia desatada ante gritos y maldiciones.

Entonces la pelea física dio comienzo, sus piernas empezaron a moverse en una danza perfecta que le brindaba la facilidad de esquivar los ataques de los dos individuos. Poco a poco se acercó a otro roble, donde con maestría se apoyó al dar un salto y con el rebote brindándole la fuerza exacta logró despedir una patada en los aires girando, impactando las manos de estos para así desarmarlos casi al mismo tiempo -Aquí los espero, par de idiotas- retándolos sin temor alguno cuándo cae de pie. Entonces el primero de estos se le arroja suicidamente con un uppercut directo a su quijada, pero la velocidad del protagonista le supera al moverse con rapidez y así recibirlo con un rodillazo en el abdomen, arrebatándole totalmente el aliento para así mandarlo desmayado al suelo al colocarle un sonoro puñetazo en el rostro que inclusive proyectó el sonido de su quijada rompiéndose en dos.

La noche parecía apremiar al de herencia española, sin embargo, uno de los tipejos que yacía en el suelo le tomó por la espalda, dándole la facilidad al segundo que esperaba el momento oportuno para atacar colocarle un fuerte golpe en el estómago, haciéndole instantáneamente sentirse adolorido por esto -Entonces jugaremos... sucios... Compañero contra compañero- sonríe aun pese a su mueca de dolor. Sus piernas se flexionan con dificultad más logra dar un salto utilizando a uno de sus enemigos como soporte, estirando sus extremidad e impactando el pecho de uno de sus antagonistas, mandándolo lejos y dejándolo solas con su compinche, quien termina por ser derribado al caer en un movimiento de costado gracias a la fuerza del guardián nocturno.

Sus ojos luego giraron hacia dónde se supone estaba el líder del escuadrón, sin embargo para ese mismo instante el hijo pródigo de España se vio amenazado por un arma de fuego y la sonrisa diabólica del ente que en su otra mano se estaba desangrando y se mantenía ahí inmovilizado contra el árbol -No hagas algo estúpido- le advierte Rosa Negra, cuando al momento de que su antagonista preparó su arma logra desenvainar con habilidad su látigo, dirigiéndolo con velocidad y fuerza en contra del horroroso ser quien termina por quejarse al ser golpeado en su muñeca, derribando la pistola y solamente escuchándose el disparo que inútilmente termina en el suelo.

Y así, a punto de acercarse a finalizar su trabajo un último sirviente del malévolo que se reincorporó de las patadas de hace unos segundos intenta atacarlo por la espalda, más de manera milagrosa la doncella en apuros ahora es quien lo salva a él pues logró controlar la situación mandando al imbécil a dormir -Compañero contra compañero, dije- musita sonriente y con el egocentrismo de haber triunfado, dándole un guiño con su ojo diestro a la fémina después de sus palabras -Tenemos a éste pequeño ratón... Belleza, ¿me haría el honor de apagarle las luces?- cuestiona con cierta mofa hacia el líder de los criminales, quien con un rostro enfurecido y respirando agitadamente se mantiene ahí parado, con la mano inmovilizada y atrapado contra el árbol, dejando que la sangre corra por su palma así como por todo su brazo.

-Por cierto, a eso yo le llamo una entrada triunfal- acercándose a ella, extendiendo su mano para ayudarla a que se levantara.


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Vals de Primavera |Aldebarán Empty Re: Vals de Primavera |Aldebarán

Mensaje por Alexandra De Lacour Sáb Ene 31, 2015 8:14 pm

Cuánto temple en el gesto, cuánto enigma,
cuánto fuego rodeándole las manos, los ojos y la boca,
cuánta palpitación votiva.

Francisco Morales Santos



Y a eso lo llamo yo no contestar a las preguntas ajenas caballero. — Le contesté con una sonrisa tomando su mano sin dudar un momento, al saberme salvada de los bandidos murientes y heridos que gimoteaban postrados en el suelo.

El golpe me había dejado aturdida los primeros segundos después del impacto, luego mi visión volvió a la normalidad y con ella un dolor latiente en la sien. Al principio no me di ni cuenta que del golpe que había sufrido se me había formado una pequeña herida en la cabeza de la que salía un poco de sangre.

Nada importante me dije a mi misma pasando por alto el entumecimiento que sentía hasta que al ser levantada del suelo de forma abrupta, me mareé y terminé chocando contra el cuerpo masculino el cual gracias a Dios me detuvo a tiempo de cualquier otra caída.

Enseguida sentí sus brazos protectores rodeando mi cintura apoyándome en él y un perfume familiar vino a mi memoria, haciendo que de nuevo de mis ojos salieran unas pocas lagrimas que escondí a toda costa.

¿Por qué a la mínima había algo que me hacía acordarme de él?

Debo haberme dado fuerte contra el suelo. Me duele mucho la cabeza… pero estoy bien. No parece nada serio. —Dije esperando así calmar su preocupación, si se sentía mínimamente preocupado por la joven dama que había salvado. —No me esperé esa caida y me pilló por sorpresa el golpe. ¿Usted está bien? ¿Estáis herido?—Pregunté acordándome del peligro que había corrido rodeado por aquellos bandidos.

Alcé la mirada viéndole el antifaz e interponiendo una mano entre ambos cuerpos me separé de él, sosteniéndome todavía de su fuerza mientras probaba mi equilibrio en ese crucial momento. Sentía como si una manada de corceles salvajes me hubiese arrollado en su carrera. Nada comparado con la sensación que sentía al mirarle a los ojos. Aquella mirada que por unos segundos compartimos me encogió el estómago y aceleró mi respiración.

¿Quién se escondía bajo aquel oscuro disfraz?

Respiré hondo y sintiéndome sin aliento y sonrojada, sin saber si el motivo era el hombre que me había salvado o pudiese ser por la caída y el golpe, me obligué a apartar la mirada devolviéndola unos segundos al otro lado del claro, donde precisamente una pequeña cabecita parecía asomarse tímidamente y recelosa.

¿Puedo salir….? —Preguntó la pequeña niña que observaba al joven y luego a mí, sin saber por la oscuridad de la noche si aquel joven era nuestro salvador o uno de los verdugos. Sonreí y asentí.

Ya es seguro. No corremos peligro… ven pequeña, no te harán ya más daño. — le dije con la sonrisa en mis labios viendo como enseguida empezaba a moverse para llegar a nosotros. — ¿Verdad señor? — Añadí volteándome de nuevo al enmascarado esperando que él también me ayudase a quitar los miedos de la pequeña que habíamos salvado de aquellos bandidos y que debía de encontrarse horrorizada y temerosa de todo cuanto la rodeaba. De nuevo sus ojos se me hicieron conocidos y no logré ocultar mi sonrojo. Sin duda alguna, mi rostro era un libro abierto para quienes prestaran un poco más de atención en los pequeños pero tan importantes detalles.

¿Quiénes sois…? — Irremediablemente necesité preguntarlo otra vez.

Tenía que conocer la identidad del hombre que se escondía en el misterio y las sombras de la noche.



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Vals de Primavera |Aldebarán Empty Re: Vals de Primavera |Aldebarán

Mensaje por Aldebaran Ballester Vie Feb 06, 2015 11:50 pm

Su cuerpo cayó sobre mí una vez que se colocó de pie y me sentí como hacía muchísimo tiempo en mi vida no me había sentido. Esa llama que cubrió todo mi ser, esa forma en la de sentirme tan vivo que podría de un salto llegar hacia las nubes por el simple hecho de que pude tenerla una vez más entre mis brazos y sin embargo... Ella no sabía quien era yo.

-Quizás yo ignoro las preguntas ajenas pero usted si que sabe cómo meterse en problemas, señorita- Con todo cinismo me atreví a decirle eso, por Satanás... Ahí mismo podría besarla -Estoy bien, al parecer muchísimo mejor que usted- sonreí de lado burlón y entonces de pronto saqué un pañuelo negro con las iniciales R.N. bordadas en matiz dorado en su esquina, limpiando la sangre de su sien... Demonios, mataría en ese mismo momento a aquellos imbéciles y rompería mi juramento puesto que nadie... absolutamente nadie toca a la mujer que amo.

-Ya, ya... sin prisas por favor, conserve el pañuelo por si vuelve a brotar la sangre- le sugerí cuándo de pronto ella quiso caminar y de forma inminente volvió a caer en mis brazos hasta que una niña asomó la cabeza y entonces ella decidió tomar las riendas.

Alexandra... Además de mi madre, de ella también aprendí a siempre ver por los más débiles, pareciese ser ayer cuándo me hacía romperle la carga a los niños de las otras familias cada vez que ella defendía a los críos de los sirvientes.

-Ah pero parece que son dos por uno...- dije con sarcasmo, riendo mientras me acerqué un poco y añadí -Por supuesto que todo está bien, yo he venido a salvarlas... Ya puedes salir, pequeña- esbocé una sonrisa tan clara que de pronto la niña me la devolvió.

Luego giré mi rostro al de Alexandra y me encontré con sus ojos. Tan bellos, tan perfectos e idiotizantes. Con solo una mirada podía hacer que yo me arrojara del vacío o saltara al árbol más grande, tan hermosa que es ella, la dueña de mi ser y de mis pensamientos, aquella que desde niño despertó en mí la palabra amor... ¿La que ahorita mismo me ve de la misma manera?

Esto no puede quedar así. Me descubrirá.

-Bueno, mis hermosas damiselas, deben saber que fueron rescatadas esta noche por nadie más y nadie menos que el famoso ladrón Rosa Negra- Hice una reverencia para romper un poco el momento y así desviar el evidente sonrojo de Alex. ¿Molestarme? No, me gusta su cara, su pelo, su voz, todo de ella... Pero es que si ella seguía con esa mirada yo iba terminar besándola.

Tomé a la niña en brazos y la llevé al carruaje, luego la coloqué ahí e invité después a mi amada a que subiera. Amada... Si supiera que ella es más que eso.

-Señorita, suba por favor. Yo mismo conduciré, las dejaré en la ciudad. Aparentemente hay una celebración Real ahí según lo que escuché, debe haber policías que se ocuparán de llevar a la niña a donde pertenece- Tomé mi mano diestra y eché un fuerte silbido, de pronto mi fiel corcel negro llegó y lo preparé para que fuese el encargado del transporte.

Me volví hacia donde las señoritas y con una sonrisa guiñé mi ojo diestro -Pronto estarán en casa... Ambas- atrancando la puerta y subiendo de un salto al carruaje para así tomar las riendas del vehículo y emprender un camino de regreso hacia la civilización.

-Alexandra... Vi en tus ojos ese amor, ese calor, esa necesidad... Aun hay esperanza, cuándo más oscura es la noche, más pronto será el amanecer... El amanecer de una vida juntos-


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Vals de Primavera |Aldebarán Empty Re: Vals de Primavera |Aldebarán

Mensaje por Alexandra De Lacour Dom Feb 08, 2015 2:15 pm

Las ilusiones perdidas son hojas, desprendidas del árbol del corazón.
José De Espronceda


—Ese es un problema que jamás nadie ha podido remediar, señor. — ¿Pero cómo se atrevía a hablarme de aquel modo? Rechine los dientes y de no haber sido por mi estado precario y el mareo que sentía tras la herida, le habría aventado algún bajo golpe para que aprendiera que no había que ser cínico con una mujer. Aldebaran siempre había reñido a aquellos que se habían sobrepasado de confianza conmigo. Siempre se había interpuesto entre yo y los niños maleducados de la realeza. Yo siempre metiéndome en líos, defendiendo a los inocentes e indefensos y él saliendo a mi favor incansablemente.

Estaba segura que de haber estado aquí Aldebaran, por más patán, traidor que fuera, no le permitiría a nadie hablarme de ese modo.

Me alegro que esté muchísimo mejor que yo. Habría podido terminar dañado. — dije entre dientes alejándome de él para volver a caer y de nuevo. El hombre misterioso y sus brazos… Pensé irónica tomando y apretando el pañuelo en la herida, sonriéndole brevemente agradecida por su preocupación. Podía ser que el cinismo le restara puntos, pero su modo de preocuparse, de atenderme e incluso su perfume le hacía soportable, aumentando mi deseo por descubrir quien se escondía tras el antifaz que lo cubría.

Por unos breves segundos me sentí tentada a acercarme de nuevo a él, y justo cuando me acerque de nuevo a él, terminé riendo suavemente justo cuando la pequeña infante se nos acercó, quedándose a mi lado.

Volví a mirarle  y esta vez si coincidieron nuestras miradas, sonrojándome hasta que finalmente terminó descubriéndose. ¿Un ladrón? ¿Rosa negra? Hacia demasiado tiempo me había ido de España que no terminaba de acordarme de su nombre si es que alguna vez lo habían nombrado en alguna conversación. Sin embargo, la pequeña lo miró con sorpresa.

¿El famoso ladrón Rosa negra? — Preguntó yendo hacia él confiada, como si hubiese visto un héroe nacional, o el héroe perfecto de sus sueños. — ¿Es verdad que jamás han logrado encerrarte? ¿Qué pudisteís ganar contra gigantes y todo tipo de criaturas malvadas?

Al oírla intenté aguantarme la risa, mordiéndome el labio. La niña parecía fascinada y riendo empezó a corear su nombre al ser tomada por sus brazos, siguiéndolos yo en silencio tras sus pasos.

¿Podré decirles a mis amigos que te he conocido, Rosa negra?  Seguro no me creen.

Reí al oírle y rápidamente a mi mente se vino la estampa de Aldebaran. ¿Si todo hubiera ido diferente... si no me hubiese abandonado, le habría gustado tener niños? ¿Sería un buen padre? ¿Habría sido yo una buena madre? Suspiré melancólica e intentando esconder mis tristes sentimientos de mis orbes, me escondí de la mirada masculina y de la radiante niña.

-Señorita, suba por favor. Yo mismo conduciré, las dejaré en la ciudad. Aparentemente hay una celebración Real ahí según lo que escuché, debe haber policías que se ocuparán de llevar a la niña a donde pertenece- Me dijo tras subir a la pequeña y tenderme la mano, que acepté pensando en las palabras de él.

¿Y debéis dejarme con la policía? ¡Yo quiero quedarme contigo! —Protestó la pequeña.

¿Por favor no podemos acudir a la policía de algún otro modo? —No deseaba regresar a la fiesta. Y no lo decía por enfrentarme a las gentes, si no por verle de nuevo seguido por su sequito de chicas. ¿Cómo podría siquiera mirarle la cara después de todo lo que había hecho en su fiesta? Había echado a perder su presentación formal ante todas las cortes y realeza españolas. —No deseo acudir a una fiesta y justamente huía de aquella fiesta. Por favor, no me dejéis allí...— Rogué subiendo al carruaje. Apreté su mano y reacia a dejarlo ya que como antes nos fuéramos, más pronto volvería a verme con el duque, suspiré y tras verle a los ojos, me obligué a hacerlo. Asentí a sus palabras, acercando a la niña a mi lado en cuanto la puerta fue cerrada y el carruaje empezó a ponerse en movimiento al instante en que mi mente volvía a pensar en Aldebaran. Mi duque y amor y aquel sueño que desvanecido por el tiempo, ahora solo dolía. Dolía… como el hueco vació que quedaba en mi corazón.



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Mensaje por Aldebaran Ballester Dom Mar 08, 2015 12:56 am

Proseguí con la dirección de la carreta, inclusive Nocturno II mantenía un especie de humor bastante positivo, algo que no es muy común en él. Puede que sea mi fiel corcel, pero pelear con él es algo tan común así como pelear con un hermano -Querida mía, parece que no ha tomado algo en cuenta...- dije una vez que escuché a Alexandra hablarme al oído por medio de la ventanilla que daba hacia los adentros del transporte -Cómo pudo notar minutos atrás gracias a la bella criatura que viene con nosotros... Soy el Ladrón Rosa Negra, ¿cree usted posible que llegue yo cómo cualquier persona a la guardia y no pase algo más?- reí de manera sarcástica y cínica, la ingenuidad y bondad de mi amada no había cambiado con los años.

Mantuve la dirección, decidí entonces adentrarme a la ciudad donde sabría exactamente a dónde ir -Preciosa, escucha... Sobre lo de hace un rato... ¡Pero por supuesto que si!- dije con una carcajada, ¿creería Alex que le hablaba a ella? -Es más, espera un poco más y te daré prueba para que te crean cuándo les digas que me viste- mantuve la euforia y la sonrisa en mi rostro mientras que finalmente la civilización se aproximaba hacia nosotros.... ¿O nosotros al fin de un camino?

Detuve a Nocturno II una vez que un hostal acogedor y bastante decente a comparación de muchos quedaba a nuestra vista. Me bajé de un salto y abrí la puerta del carruaje, primero recibí en mis brazos a la pequeña quien de manera traviesa saltó a mi y no pude evitar quedarme riendo e inclusive dándole un par de vueltas, jugando y asegurándome que dejara atrás el mal trago.

La coloqué en el suelo y entonces extendí mi mano a Alexandra para que se bajara del transporte, a lo que me apresuré a decir -Este es el Hostal de la señora Villa, la conozco desde hace ya tiempo y sé que estarán a salvo aquí. Me parece mejor lugar que la guardia y evidentemente aun mejor que esa fiesta- y un escalofrío invadió mi cuerpo, el recuerdo vino a mi y no pude dejar de culparme... Quise morirme, sin embargo tenía a dos bellas mujeres bajo mi responsabilidad y el fantasma de aquella fiesta deberá ser enviado lejos puesto que mi prioridad es velar por la seguridad de ambas.

Me giré con la niña, me puse de rodillas y saqué una rosa de pétalos negruzcos. Se la otorgué y ella feliz me dio un beso en la mejilla, terminó por jugar con el tallo de ésta y entonces dije por último -Esta es mi firma, cuídala bien, ponle agua y sobre todo cántale... A las rosas les encanta que les hablen y sobre todo que les canten- le guiñé el ojo a la cría, me reincorporé y giré mi cuerpo hacia mi propia flor, esperando su reacción una vez que llegamos al Hostal más aun sin entrar en este.


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Mensaje por Alexandra De Lacour Sáb Mar 14, 2015 12:56 pm

Lo único que no engaña es la mirada.
En ningún lado encontré sus ojos.

“La Tregua”— Mario Benedetti


¿Ciertamente cómo podía un ladrón y de los considerados más buscados, llevarnos ante la guardia? ¿En qué momento se me ocurrió decirle aquello? Debía tener la mente en otros asuntos, lejos de esa tierra y esa noche, porque de verdad, ese comentario no fue uno de los más acertados, ni lo sería estaba segura. Así que esta vez dejé que el joven ladrón riera por mi ingenuidad y mi torpeza al hablar, de la que yo misma también me habría reído de no ser por la niña que yacía soñolienta en uno de los bancos, con su cabeza apoyada en mi regazo en un intento de ofrecerle comodidad. Aun así reí suavemente, dejando escapar el aire entre mis labios mientras admirando por la ventanilla el paisaje oscuro del bosque dejé que fueran las manos masculinas quienes nos llevaran a donde poder protegernos, o donde estar a salvos sin cuestionar ni un momento su elección.

El ladrón rosa negra… —Reí suavemente sabiendo que él estaría escuchándome— Hace demasiado tiempo me alejé de estas tierras. Muchas cosas han cambiado en estos años, pero se me hace difícil consideraros un ladrón cuando solo hicisteis el bien, salvándonos de aquellos que deberían considerarse bandidos o criminales. Es a ellos a los que deberían de atrapar no a vos, pero supongo el cariño que les estimáis y os estiman, no es mutua verdad? — Pregunté mirando por sobre mi hombro y ver así su silueta de espalda a mi centrado en llevar el carruaje y en dar órdenes a su corcel. Reí de nuevo imaginándome que en efecto seguramente aquel ladrón de alguna forma u otra les estaría haciendo la vida imposible a los guardias de la ciudad y de nuevo centré mi mirada melancólica al exterior.

Intenté no pensar en él en todo el transcurso del que se hizo silencio, más fue imposible. La impresión de verle de nuevo no se desvanecía, solo se triplicaba al paso del tiempo, haciendo que mis sentimientos se multiplicaran sin saber si debía de amarlo u odiarlo. La razón me decía que lo odiase y el corazón que lo amase. Entonces, ¿A quién hacer caso?

No me acuerdo de cuánto tiempo estuvimos viajando por los senderos del bosque hasta que finalmente el carruaje se detuvo, pero cuando eso sucedió rápidamente la niña se levantó a tiempo de arrojarse a los brazos de Rosa negra en cuanto la puerta se abrió y reí. Era dichoso el verla tan feliz cuando desconocíamos cuantos días llevaba en manos de aquellos hombres y separada de su familia. Sin embargo, verla de esa forma, con esa sonrisa y ese brillo en los ojos al ver a Rosa negra te hacia ver el cariño especial que aquella pequeña le tenía al ladrón. Y Viéndole él jugando, riendo con ella a darle vueltas era imposible verle con malos ojos.

Gracias… Rosa negra. —Sonreí y tomando su mano, bajé del carruaje mirando a nuestro alrededor. — Gracias por llevarnos hasta aquí y tomaros la molestia de escoltarnos hasta estar seguras. Os debemos la vida. —Hablé mirándolo a los ojos sintiendo como mi corazón palpitaba con fuerza bajo mi pecho. Fruncí el ceño y en la mirada que duró apenas unos segundos, pude sentirlo. Aquellos ojos… se me hacían conocidos e intenté acercarme más para poder verlos bien, hasta que la niña nos interrumpió y el joven aprovechó para tomar distancia de nuevo entre nosotros.

No pude evitar sonreír al verle entregarle una rosa negra y como la pequeña sonrojada olía la flor, prometiendo cuidarla siempre.

Prometo cantarle todas las noches y tenerla en agua. —Dijo la cándida niña— Y se hará grande y hermosa, como las grandes rosas de los jardines del duque de su mansión.

Al oír lo del duque, mi labio tembló unos segundos hasta que respiré hondo y sobrellevando el dolor que soportaba cada vez debía de acordarme de él y de su traición, tomé la mano de la niña y seguimos al joven hasta detenernos frente la puerta, donde le adelanté con rapidez. Él no podía entrar con nosotras, podrían atraparlo y entonces, yo jamás me lo perdonaría.

Por favor, no hace falta que se exponga a entrar con nosotras y que os reconozcan. — Dije deteniéndome justo quedando entre la puerta y él; nuestro salvador. Mis ojos fueron a los de él y le sonreí al mismo tiempo que mi cuerpo ligeramente bajó en una suave reverencia. —Os estamos y os estaremos por siempre agradecidas de habernos salvado y rescatado de esos maleantes. Pero por favor, como ha dicho antes, sois un hombre buscado y lo último que quisiera seria que os encontraran por culpa nuestra. Yo misma llamaré a los guardias y procederé a contarles lo que pasó y de qué forma nos salvasteis, como entregare a la pequeña a su familia. Pero iros… no dejéis que os cojan. —Dije preocupada enlazando la mano con la pequeña niña que tras mis palabras había acudido a mi lado, seguramente al oír lo de su familia. Debía de querer volver a verla, igual que ellos a ella. Hasta incluso aquel hombre llamado Rosa Negra, estaba segura tendría quien le esperase regresar y lo acobijara. Era demasiado buen hombre para permanecer solitario y no ser amado. Al contrario que mi persona, ya que a mí nadie me esperaba. Quizás solo mi hermana y mi prima a la que desde hacía años no había coincidido, ni visitado, porque la ilusión de que aquel duque que esperé estuviera esperándome con el anhelo de una enamorada… esa misma noche se había desintegrado. Desaparecido como si jamás hubiese existido.

Haría trizas corazón si así pudiera alejarlo de mí.

Y por eso mismo en aquella despedida intenté no coincidir nuevamente con los ojos masculinos. Eran demasiados parecidos y viéndole a él, me imaginaba ver a mi amor.

Era imposible, lo sé.

Pero había algo… en sus ojos, en su mirada, que me hacía pensar que todo podía ser posible.



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Mensaje por Aldebaran Ballester Lun Mar 16, 2015 10:08 am

Di un suspiro y esbocé una sonrisa ladina una vez que noté la preocupación en las palabras de Alexandra, ¿sería posible que estuviese realmente atenta por mi seguridad? Quizás y solo quizás no me odia, solo fue el momento, solo un impulso y esa mirada que me partió el alma así como seguramente partió el corazón de ella fue solo un espejismo por... Patrañas, ella está así por Rosa Negra, no por mí -Guapa, mira que no te preocupes... No me han atrapado en todo este tiempo así que duro que lo hagan pronto- le guiñé el ojo, traté de impregnar seguridad en mi voz y así solamente hice una efímera reverencia mientras que la niña terminó por abrazarme y yo me hinqué.

-Tú, mi querida y hermosa señorita... Protegerás a esta bella mujer por mí, ¿vale? Esa rosa que te di te dará todo lo que necesites no solo para eso, sino también para cumplir cualquier cosa que desees... Se buena, ayuda a los que puedas y vela siempre por lo justo, nunca pierdas el camino de la rectitud y recuerda que mientras más oscura es la noche, más pronto será el amanecer-

Promulgué, repetí y la niña asintió. Me dio un beso en la mejilla y yo la dejé ir de la mano de mi hermosa amada, le miré como imbécil hasta que pude notar cómo ella me miraba a mí, en efecto, sus ojos no podían mentirme -Entonces partiré, todo está arreglado... Solo digan que están bajo mi custodia y no habrá complicaciones, espero descansen y me encantaría verlas pronto, aunque sin estar en aprietos- reí de forma cínica, de un salto subí a Nocturno II y lo liberé del carruaje.

-Mis damiselas en apuros favoritas, las veré después- alcé en dos patas a mi fiel corcel y entonces de un relincho salí hacia el bosque, donde una vez dentro me detuve, analicé un poco la situación y con una estúpida sonrisa no pude evitar ver hacia atrás, casi incrédulo de que la había visto una vez más.

-Alexandra, mi amor... Esta noche nos hemos encontrado, me haz odiado y luego me haz vuelto a querer, creo... Pero sea con o sin antifaz, antes y ahora, hoy o mañana... Desde siempre y por siempre... Te amo, te amo y te amo... Y no lo dejaré de hacer hasta el último suspiro de mis días-

Giré mi rostro y vi una luz prendiéndose por el ventanal, entonces supe que ahí debían estar por lo que en mi curiosidad e impulsividad me bajé de Nocturno II, luego entre las sombras me escabullí hasta llegar a los pies del recinto. Con un uso firme de mi habilidad pude escalar por medio de las rejillas hasta llegar a los aposentos de mi amada cuál ladrón escalando por la torre de Rapunzel.

Esperé a que durmiera...
Quería verle dormir.


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Mensaje por Alexandra De Lacour Mar Mar 17, 2015 8:33 am

Hay que volar en este tiempo, a donde?
Sin alas, sin avión, volar sin duda:
ya los pasos pasaron sin remedio,
no elevaron los pies del pasajero.
Hay que volar a cada instante
como las águilas, las moscas y los días,
hay que vencer los ojos de Saturno
y establecer allí nuevas campanas.
Ya no bastan zapatos ni caminos,
ya no sirve la tierra a los errantes,
ya cruzaron la noche las raíces,
y tú aparecerás en otra estrella
determinadamente transitoria
convertida por fin en amapola.

“Amapola”— Pablo Neruda


Su mirada era puro fuego. Bajo aquel antifaz que le cubría podría asegurar debían encontrarse unos ojos intensos y profundos, ya que por lo menos cada vez que aguantaba su mirada algo en mi temblaba. ¿Reacción natural? Indudablemente; no. Esa reacción que sentí cuando sus ojos se quedaron trabados en los míos fue semejante a la reacción que de pequeña siempre sentí por mi gran amor y duque. Aún hasta cuando no nos hablábamos y era demasiado pequeña para atreverme a decirle algo, siempre traté de verle y que me viera solo para sentir como mi corazón galopaba en mi pequeño pecho, llenándome así de aquellos estremecimientos que jamás pude averiguar que eran hasta que nos besamos aquella primera vez ante un campo lleno de amapolas rojas.

¿Por qué cuando veía al ladrón, pensaba en el duque? Me recriminé desviando la vista de sus ojos lo suficiente para poder de nuevo recomponerme fuera de su mirada, aprovechando ahora que se encontraba con la niña y a quien igual que a ella, a mí me hizo alzar una sonrisa en mis labios al oírle.

De nuevo pensé en porque debían estar los guardias buscándolo, hasta que de nuevo la niña me sonsacó de mis pensamientos y llevándola a mi lado tras esa despedida, volví a toparme con esos ojos que lograron sonrojarme.

¿Qué me ocurría? Me pregunté de nuevo haciéndole una reverencia antes de sonreírle.

También a nosotras nos gustaría verle sin aprietos, pero creo ladrón por lo poco que sé de usted, seguro suele andar cerca de los aprietos. —Dije sonriéndole ignorando el sonrojo de mis mejillas. — Tened buena noche también vos... y gracias por salvarnos Rosa Negra. —Volví a repetir viéndole como se volvía hacia su caballo.

Suspiré y mirando a la niña que bostezaba con una sonrisa me adentré en el hostal que en cuanto dijimos que habíamos sido enviadas allí por Rosa Negra, nos atendieron rápidamente en todo lo que quisimos. Y mientras la niña permanecía dormida en la cama que compartiríamos, yo escribí una carta a los guardias que esperé poder enviar en la mañana y así entregar la pequeña a su familia los que debían de estar muy preocupados tras unos días desaparecida en manos de aquellos bandidos.

La joven del hostal fue muy amable y me dejó ropa para dormir. Por lo que al terminar de escribir, dejé la carta sobre la mesilla de la noche esperando acordarme de enviarla temprano en la mañana y tras cambiarme y dejar el vestido doblado en una de las sillas de aquella habitación fui a la cama donde me acomodé al lado de la pequeña. La pequeña al sentirme cerca se me abrazó como si buscase algún tipo de seguridad y de calma, y con una sonrisa la abrace contra mí, tapándonos a ambas y sin poderlo remediar, demasiado cansada y con los sentimientos a flor de piel el sueño fue venciendo la batalla, hasta que con la mente en Rosa negra y mi duque quedé plácidamente dormida.

Rápidamente mi mente me llevó a soñar con él.

Le vi de nuevo con esas chicas, solo que esta vez cuando yo huía de él, él me atrapaba y en vez de reclamarle y gritarle, hacía lo que tanto deseaba haber hecho y que lamenté no hacer más cuando pensé que había muerto; Le besé. Y mientras mis labios eran acariciados por los suyos, sentí su presencia rodeándome, su calor junto a mí y una fresca brisa alterando mis sentidos.

Alde… —Susurré demasiado dormida para despertarme cuando sentí una suave caricia en mi mejilla y pensando que era todo un sueño, no me desperté ni cuando una segunda caricia llegó a mi piel.

Mi mente estaba centrada en sus besos y en aquellos ojos, que tanto habia temido no poder verlos nuevamente jamás.

¿Eres tú…de verdad? Te he estado esperando tanto tiempo… Me vi diciendo en suaves susurros contra sus labios mientras en silencio él me sonreía.

Y así esa noche él volvió a mis sueños e irremediablemente a mi vida.

Las amapolas estaban renaciendo.



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Mensaje por Aldebaran Ballester Jue Abr 09, 2015 1:52 pm

La noche estaba en su punto clave y varios minutos ya habían pasado, los suficientes para no escuchar absolutamente nada saliendo de aquellos aposento. Por ende, me dispuse a sacar de mi cinturón mis fieles ganzúas, empezando así a violar la cerradura de la ventana principal para con toda prisa abrirme paso a través de esta, camuflajeando mi silueta cómo sombra debido al contra luz que mi fisionomía terminó por tener en cuestión a la Luna.

Algunos aires entraron junto conmigo, las cortinas de fino material se mecieron conforme la dirección del efecto eólico y yo mismo terminé por colocarme justo a un lado de la cama, observando a la pequeña rescatada así cómo al amor de mi vida durmiendo tan pasivamente -Alexandra... Amor mío... Tantos años en las sombras para verte ésta noche y seguir oculto en ellas, pronto... Si tu así lo deseas..-

De pronto acaricié su mejilla y entonces ella empezó a recitar algo, le pude escuchar por muy poco y sin embargo entendí bien. Sabía que ella estaba soñando conmigo, que ella sabía que yo estaba ahí y entonces en un arranque de felicidad no pude contenerme y decidí agachar mi cuerpo, depositando un efímero pero realmente deseado beso sobre sus labios, trayendo a mi mente el día de nuestro primer beso.. Ese mismo día que desaparecí.

Me separé con la voluntad que solo Dios sabe, giré mi cuerpo y salí por la ventana no sin antes dejar una rosa negra sobre el mueble al lado del ventanal. Puse un pie en el borde de este y empuñé mis manos, mi ceño se frunció y observando hacia el astro lunar promulgué...

-Esta noche hago el juramento... De luchar, de no volver a fallarle... De protegerla contra todo y contra todos, de ver por su seguridad ante todo, ante la mía si es necesario... Esta noche juro ante Dios, ante la luna... Ante la vida... Que te amo Alexandra Delacour y no descansaré hasta que el apellido Ballester sea el que prosiga de tu nombre..-

Terminando así por dejar caer mi cuerpo, cayendo sobre un Nocturno II que me esperaba ya y al final terminé por perderme entre los árboles, internándome en el bosque donde mi destino a penas comenzaba.


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