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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Violante Lun Feb 16, 2015 10:11 pm

1807

Nuevamente cambió, Tiare lo había obligado hacerlo, o al menos lo comprendió cuando no encontró otra salida de aquel tormento. Pese a que se trató de un par de años de permanecer recluido en la fortaleza de la hija de los milenios; la torturas que diario ejercía aquella lunática sobre su cuerpo resistente, sumando la ausencia del motor que lo mantenía con vida, hizo que parecieran esos siglos que como inmortal recorrió en el pecado, la traición y la vida hedónica que dio. No se le ocurrió pensar en la posibilidad de que Tiare arreglara todo para su escape. Lo había quebrado y lo único que deseaba, lo único que ansiaba era volver a verla, su esposa, su amada Aidara. Violante no dejó de ser el cristiano que su madre educó pese a su libertinaje y depravación, al final, siempre buscaba refugio con Dios cuando se sentía derrotado y abatido. El camino a casa fue largo, más de lo que creyó sería, y una sorpresa inmensa fue para él cuando no encontró a su bella Aidara en su palacio de los Países Bajos.

Dentro de la nobleza se hablaba de la muerte del príncipe y de la princesa que cayó en la locura y desapareció. No maldijo a Tiare, ni siquiera a él, al menos no del todo. Violante maldijo su ingenuidad, ¿por qué llegó a pensar que los actos de Tiare no repercutirían sobre Aidara? Pronto se corrió la voz del regreso del príncipe y a él llegaron las noticias de la perdida de la razón de Aidara, algunos afirmaban que se había ahorcado y de esa forma se suicido, otros que se abrió las venas y recostada en la bañera espero dos cosas: la bañera se llenara de su sangre y la muerte llegara a ella. Por supuesto, esas teorías eran ridículas, Aidara no podría morir de esas formas, ni ella ni ningún vampiro. Pero que importaban los chismes, la realidad era que no estaba por eso fue a consultar a la única persona que creía poder ayudarle. El último Van Wijs, Derek.

Derek no se sorprendió de verle, sus poderes se habían desarrollado aún más y ya los controlaba sin ningún problema aunque seguía teniendo el conflicto moral de ver más allá del futuro cercano de una persona. Aidara poseía un poder similar al de Derek, por lo que pensaron en crear un vínculo psíquico que los pudiese ayudar a localizarla ya que el último de los Van Wijs no alcanzaba a ver el futuro de su ancestro, había una cortina de niebla que obstaculizaba todo, lo que significaba que su futuro no era estable, estaba en constante cambio y claro, había un agente del caos entrometido como locura o muerte.

Muy pronto Violante cayó en la desesperación, inclusive pidió a Derek practicar la reminiscencia, tal vez en los recuerdos como prisionero de Tiare pudo haber escuchado, quizás, sí existiera una cadena que recluye sus recuerdos en la obsesiva manipulación de la memoria de Tiare, Derek pueda romper las cadenas. Así fue como juntos navegaron a través de ese tormentoso pasado lleno de torturas y dolor, tanto para él como para Derek, ver a ese maldita demonio le hacía hervir la sangre y al mismo tiempo caer en la tristeza al recordar a Crystall; pero pese a todo ese dolor, acompañó a Violante después de todo era su único pariente y Crystall lo amaba.

Llegó el invierno y escuchó hablar de una neófita enloquecida que mataba a todas sus víctimas, todos varones, de cabellos negros y una edad aproximada a los 22 años. La policia con sus recursos la buscaba sin saber lo que realmente era, la inquisición también lo hacía y además un grupo de vampiros que no estaban de acuerdo con la irresponsabilidad de aquella rubia que vaga en pena. No la relacionó con Aidara, su hermosa princesa no podría hacer eso, pero se interesó por el método salvaje que empleaba, un método que Benelope le contó llevó a cabo cuando era una neófita y lo creyó muerto, había abrazado la locura y le había gustado le dijo Benelope cuando Aidara era ya una inmortal. Tal vez aquella vampiro sea Benelope, tenía que corroborarlo pese a haber visto como Tiare la había asesinado. Por eso vagaba por las noches por todo París, al principio le ayudó a entretenerse pero no hallaba rastros de esa vampiro, era como si fuera un fantasma, una leyenda local para justificar asesinatos que podrían cometer una secta entera de vampiros.

A días de terminar el año rondó la plaza Tertre como un zombie, la vida ya le había cansado. Tenía tiempo que no iba a consultar a Derek, y mucho más de que hubo abandonado su patética búsqueda. Al principio no se lo planteó, ni siquiera llegó ahí con ese propósito. La plaza significaba mucho para él, en ese lugar Violante le propuso matrimonio a su hermosa Aidara y en ese lugar entregaría su cuerpo a las bravas llamas, si Aidara lo esperaría en algún lugar era en la vida después de la muerte y si ella aún vivía, Violante sería el que esperaría. Haría luto hasta entrada la media noche y después pondría manos a la obra.


Última edición por Violante Vilhjálmur el Dom Mar 29, 2015 12:19 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Aidara Dupont Sáb Feb 21, 2015 7:22 pm

No es un ruego, si quiera es mi voz
Solo es mi llamada para que regreseís
Tú, dulce anhelo mío,
bello ángel de la muerte,
Esteís donde esteís regresad… volved a mi cielo.
Os lo imploro;
tened piedad de mis pobres alas
y de mi enloquecida alma.  


El invierno ha dado paso a la época más fría del año en las calles Parisinas. Y ahora, en este paisaje invernal ¿Quién resquebrajara la hiel de los corazones congelados en el tiempo? La nieve, las bajas temperaturas sirven de ayuda a la hora de recubrir con su manto a los difuntos que yacen en las profundidades de la tierra. Los oxigena y por unos meses los hacer perdurar intactos a los estragos de la naturaleza. Sin embargo, ¿Quién vela por los mortales? Y aún más importante en este caso, ¿Quién vela por los inmortales cuyos corazones se congelaron por las eternidades aquí, en nuestra tierra? Esta temporada se siente por todos. Corazones latientes, corazones rotos inexistentes en el pecho de los inmortales, no importa la condición ni la clase social, el invierno es para todos. Y a pesar de que el invierno es solo una estación rotante que más tarde dará pie a la primavera, siempre habrá quien se quedara por siempre en la blanca estación de la nieve y sus copos. La que muchos definen como la estación de la melancolía, es también el tiempo más doloroso para los corazones rotos.

***


Frío. Vacío. La joven ya hacía tiempo apenas existía, sobreviviendo entre ratas y alimañas en lo más oscuro y recóndito de la sociedad. Escondida en los bajos del teatro donde se esconde desde un largo tiempo atrás, su existencia se asemeja a un eterno invierno desde hace más tiempo del que quisiera ella pensar. Dos años son ya los que lleva en esa situación… Dos años en los que jamás dejó de buscarle. Ni un solo día dejó de salir en su búsqueda, llamándolo desde su soledad, desde los silencios de sus paseos. Siempre llamándolo. Y a pesar de que no era una gran rastreadora, ahí siguió intentándolo por su príncipe. Por su amado. Y en su vinculación inmortal; su maestro y protector. El único que existía para ella y a quien necesitaba tanto.

Los primeros meses presentan ahora lagunas en la mente de la princesa. El camino jamás fue fácil y en su desesperación la locura atajo su alma enloqueciéndola. Tras la muerte de la familia y la visión de su príncipe envuelto por las llamas del sol terminando en cenizas, rápidamente huyo del castillo desesperada por encontrarle sin poder aguantar el dolor de su ausencia y muerte allí donde fueron tan felices y en donde todo comenzó para ella en la noche de bodas. Para Aidara quien jamás antes desde el beso de la muerte había salido sola al exterior, no fue tarea fácil. A pesar de ello, tras unas semanas en los Países bajos, recorrió ciudades en su búsqueda incesante deteniéndose solo para alimentarse de cuyos jóvenes se parecieran a su príncipe, pensando quizás en su enferma locura que de esa forma estaría más cerca de él… de vuelta a sus brazos, a aquel amor tan intenso que ambos inmortales se profesaban. No obstante por más jóvenes que probara, por más parecido que les encontrara con Violante, al final del beso sangriento que les otorgaba, de la fría muerte, él jamás aparecía. Ni en otros labios, ni en otra piel, ni en su mente lograba hallarlo. Solo la visión de sus cenizas permanecía en su memoria, la que al paso del tiempo fue astillándose en grietas irreparables hasta convertirla en alguien irreconocible; un bello ángel cuya sombra custodiaba la muerte. La muerte que noche a noche no únicamente se cernía sobre sus víctimas, sobre sus propias fantasías, si no la que ahora también la perseguía a ella en forma de inquisidores, otros vampiros e inclusive guardias humanos.

En los últimos meses se había ganado una mala reputación desde que la desaparición de Victoria la había sumido aún más en aquella eterna soledad, que en compañía de la otra neófita había disminuido considerablemente por los meses que estuvieron juntas. Victoria era como ella; una neófita que había encontrado una noche escondida en uno de los almacenes de un teatro y con quien desde aquel momento había pasado gran parte de su tiempo. Hasta por aquel entonces en en su compañía se controló de la sed de sangre que la acosaba normalmente y tanto como las visiones, como su tristeza pareció disminuir. En ocasiones regresó la princesa de antaño y sus remordimientos. La sonrisa de nuevo apareció en su rostro y el sonido de su risa se dejó escuchar brevemente, no obstante, una noche tras salir a cazar y regresar a su escondite no encontró rastro alguno de Victoria. Ni en esa noche, ni en las siguientes apareció para dar señales de vida y lentamente con esa ausencia permanente de su amiga, Aidara paulatinamente volvió a dejar que su mente volviera a enloquecer, ya que perdida y desconsolada, las sombras parecían ser su más y mejor aliada. A veces era más fácil dejarse llevar, que luchar por la cordura.Y ella, se había vuelto excelente en ello.

Por esa misma razón esa noche no había cavilado pensamiento alguno de por qué deseó ir a cazar a la plaza Tertre, como tampoco había tomado medidas más que la de esconderse en una oscura capa para prevenirse de aquellos que ahora la buscaban en busca de su eliminación. Solo podía pensar en la sangre que fluía del cuello de su víctima y en aquel agarre en que lo sometía contra el frío suelo de la gran plaza. Escondida entre las sombras de la plaza y las edificaciones, se encontraba en compañia de quién antes había sido un joven cuyo futuro parecía prometedor y ahora apenas era un cascaron vacío. Su voz se había extinguido hacia unos minutos y lo que antes era un intento en vano de gritar por ayuda, era ahora un gorgoteo de la sangre caer al suelo. Las manos de la princesa dejaron el cuello ajeno revelando ante sí las evidencias de su crimen. Al pobre joven le había abierto el cuello a mordiscos y no contenta con eso, perforó con sus colmillos el pecho masculino imitando a cuando Violante; su esposo, se había alimentado de ella de esa intima forma en el pasado. Pocos recuerdos tenían sentido e n su mente, solo los de ella y los de su amado tomaban forma hasta hacerla delirar en aquella búsqueda de sentir, vivir aquello que recordaba. Aquello que el fuego se había encargado de hacer desaparecer.

¿Por qué vil demonio te ocultas en estos cuerpos y me vuelves a mí, una fiel cómplice de vuestros designios?— Preguntó acariciando aquel maltrecho cuerpo bajo ella, aquel cuerpo en el que antes había contemplado a su amado. Sin embargo, en el que ahora solo había rastro de la muerte y de la decadencia. Los ojos azules de la joven fueron hacia el rostro del muriente y al encontrar otros ojos que no eran los de él, colérica apretó la mano contra el corazón inerte del joven reduciéndolo a polvo. Tras unos segundos alzó la mirada hacia el cielo oscuro que la cubría y dejó sus ojos fijos observar el relieve de aquella media luna que de nuevo parecía burlarse de ella. Ella en esas noches se había convertido en su inseparable cómplice, en la luz de sus delirios, pero tambien en su mayor enemiga. Como más lunas viesen la sangre derramada por sus manos, más noches se interpondrían entre aquel último recuerdo que mantenia de Violante. Y cómo más tiempo pasase, más aletargado en su mente se encontraria aquel momento que terminaria extraviandose en el olvido al paso de los tiempos, hasta hacer como si él jamás hubiese existido.

¿Por qué me enviáis sus réplicas? ¿Por qué insistís en profanar su memoria? ¡¡Lo quiero a él!! ¡¡Devolvedme a mi príncipe!! Solo él podrá silenciar tu voz, calmar esta sed ¿¡Por qué maldito Dios… maldito infierno, por qué no me abandonáis también vos!?—Gritó fuera de si tomando en su otra mano el cuello frío del joven muerto y reducirlo a astillas en sus propias manos. Un amasijo de huesos y sangre. — ¡Iros y dejadme que le olvide! ¡Iros y dejadme perecer en los eternos fuegos del infierno al que me habéis condenado! Jamás querré su sombra; le quiero a él. — Se lamentó bañando sus mejillas con el dulzor de su linfa. La princesa lloraba y al bajar de nueva cuenta su mirada frenó toda lágrima al descubrir ante sí el rostro de su amado. Otra vez el diablo jugaba con ella y su mente cooperaba mostrándole aquello que tanto ansiaba, más que incluso la indolora muerte. Su Violante de regreso; junto a ella.

Dulce tormento el de las llamas amor que te separaron de mí y amargo el desvelo de mi corazón al saberte muerto… Si solo pudiera morir en tus brazos, jamás moriría en vano, pero ahora… Miradme. — A medida que las palabras nacían de sus labios, se agachó al lado de aquel cuerpo en el que veía a Violante terminando por acariciar con sus labios manchados de carmín su suave mejilla. Recorrió su mandíbula con los mismos y terminó por besar sus labios, exhalando un suspiro helado contra ellos. —Estoy perdida sin tus manos y sin tu amor…  Buscándote, soñando que estas frente a mi… soñando, que estos labios que beso son esos labios de los que me diste de beber. ¿No os parece patético? —Una breve sonrisa fugaz apareció en su rostro al decir lo último y de nuevo besó aquellos labios. Porque a pesar de que una parte de sí misma sabía que aquello era otra prueba más, otro juego más de aquel diablo que la había condenado a vagar por el mundo sin más que su compañía, la otra parte no podía dejar escapar la ocasión de ver y besar la razón de su existir. —Me convertisteis en la mejor de las amantes, pero jamás me enseñasteís a sobrevivir sin el bello angel de la muerte que se llevó mi vida por siempre. Querido príncipe… si solo pudieraís oírme.


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Mensaje por Violante Mar Mar 03, 2015 8:36 pm

Comenzó a disfrutar del silencio pese a que muchos meses antes eran el mismísimo infierno dentro de los calabozos de Tiare. En un silencio que antecedía una tormenta, siempre lo hacía, ese tormento que noche a noche lo esperaba en un torbellino de crueldad y locura. Pero ahora era distinto, el viento que acariciaba esa fría y muerta piel era un canto de vida que estaba ya dispuesto a concluir. ¿Cómo había sacado así?, dentro de aquellos calabozos ansiando la vida y ahora, en libertad añorándola como un niño añora los caramelos. Posó sus codos en sus rodillas y descansó su rostro sobre las manos. —¿Dios, así es como concluye finalmente mi camino?, ¿tan grandes han sido mis ofensas que hayas tenido que cargar con las vidas de seres que me querían, que me amaban?, ¿por qué no simplemente me llevaste a mí?, Benelope, Crystall… La inocente y mártir Ainara y por último mi verdadero amor, mi dulce Aidara, ¿a todas ellas te las tenías que llevar? ¿Por qué, dime por qué antes de entregarme a la muerte, dame la respuesta que sé estoy condenado al infinito tormento del infierno? ¡No eres toda crueldad como muchos afirman, mi madre lo sabía, mi madre así me lo enseñó. Responde mi duda para tener algo que me ayude a soportar el eterno sufrimiento!, te lo imploro, no me castigues también con la duda—dijo con una sonrisa forzada, sabiendo que su fe no era lo suficiente para que Dios le escuchara y aceptara las palabras de un pecador.

Se reincorporó en el asiento que ocupaba, apoyando su espalda en la banca. Se sintió cansado y cerró sus ojos. —Quisiera verla una última vez, sólo una vez más. ¿Pero acaso lo merezco? ¡No, soy despreciable, he causado tanto daño y como egoísta podría reclamarte que si bien no lo merezco yo… Ella sí. Aidara si merece verme porque es inocente!—se levantó con los puños cerrados y mirando al cielo oscuro y casi gritó—¿pero qué digo?, si no son más que mis deseos proyectados en los deseos de ella. ¿Así es la vida no es así?, los inocentes pagan por los culpables, ¿así le sucedieron a todas mis víctimas?, todas engañadas por mi poder de seducción terminaron asesinadas a veces por sus propios maridos, o si tenían suerte, a mi paso quedaba destruido el matrimonio, ese era su castigo por haber sido víctima de mi lujuria y soberbia—al concluir bajo la vista derrotado, no había palabras, nunca las había, Dios no respondía, y aunque muchos tendrían sus propios argumentos. Para Violante era sencillo, el príncipe era tan villano que no merecía las sagradas palabras del Señor. —Mi dulce Aidara, mi gran amor— susurró y entonces vio una sombra moverse peligrosamente. Escuchó un corazón y rápidamente lo buscó y ahí, desde donde estaba vio esa sombra asesina líquida salvajemente a ese hombre.

No sintió lastima, Violante no era precisamente de los que juzgara a las personas. Realmente el bebía de los que quería no de los que lo merecieran por su maldad; de hecho esos los evitaba porque eran indignos para que sus colmillos tocaran esa repugnante piel. Lo identificó como un vampiro por como bebía y después supo que no era él sino ella y dedujo además que tenía un instinto totalmente salvaje, una neófita que debió haber perdido la razón, por lo tanto, quien sea ese hombre, tuvo mala suerte esa noche. El príncipe se sintió incómodo, aquella neófita había llegado a interrumpir su espacio, su santuario, eso era par al la plaza y ella en su invasión lo violaba, lo manchaba con esa muerte sádica e irracional. Molesto por la irrupción agudizó sus sentidos y la escuchó delirar, una patética neófita, abandonada por su creador; pero entonces escucho esas palabras… «príncipe» y sintió que le llamaba a él, mas la voz le era desconocida. Recordó entonces los rumores de la neófita enloquecida. —Pobre mujer, tal vez he hecho mucho mal pero a ti puedo ayudarte a reunirte con aquel a quien llamas príncipe—susurró para sí, creyendo que realmente le haría un favor y sin saber quien era realmente.

Caminó como mortal, la vampiro seguía ensimismada en su propia locura por lo que no previo el acercamiento, o tal vez simplemente no le interesó en lo más mínimo. Conforme se acercaba más a ella, podía ver con más detenimiento el cuerpo, sin corazón y literalmente destrozado, tan sólo el rostro permanecía casi impecable, salvo los rastros de sangre en la boca por aquellos besos de la inmortal. Violante en un rápido movimiento le cogió del brazo derecho y con brusquedad la levantó y apartó con mucha agresividad, se plantó entre el cadáver y su locura poniéndose en guardia, dispuesto a terminar con su desdicha y a su vez, conseguir que le siguieran cazando. —Es tiempo de que te detengas, ¿acaso no ves que ya está muerto?, abandona tu salvajismo y si no soportas la existencia sin tu príncipe, acompáñame que yo he perdido a mi princesa y abatido me entregaré al sol—propuso siendo absolutamente sincero, ciego por no reconocer a la mujer que estaba frente a él y que no era otra más que su princesa.

Pestañeó, y por un segundo la vio como en verdad era, su Aidara pero la imagen desapareció. Si algo había hecho Tiare por casi dos años de tormentos fue trabajar en la manipulación de la memoria, justo como lo hizo antes con Ainara. Sumido en ese control mental, el príncipe no había sido capaz de reconocerla, sin embargo, en cuanto apareció esa imagen en su cabeza retrocedió, tropezando con el cuerpo pero sin caerse. Cerró sus ojos y volvió abrirlos para ver si la veía nuevamente pero no. Arguyó que era una alucinación producto de sus deseos, mas sintió un gran temor, casi terror. –Tal vez es Tiare, maldita seas—sintió un impulso de atacarla pero se contuvo, ¿de qué serviría?, cuando luchó a lado de Benelope y Crystall no la pudo vencer y en el castillo de esa desquiciada intentó un millar de veces sin conseguir realmente hacerle daño. Siempre caía destrozado, ya no era su orgullo, éste lo había despedazado el día en que Ainara murió.

He cambiado de opinión, aléjate, salva tu vida o busca la muerte en otro lugar. Este es mi santuario, estás violando el lugar sagrado de mi princesa. Anda ve, llévate tu locura— amenazó con el cejo fruncido. Apretó sus puños pero de inmediato cambió de opinión cuando en el rostro de la vampiro vio a Tiare.


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Mensaje por Aidara Dupont Vie Mar 06, 2015 11:51 am

Amor perdido,
fantasía prohibida
Devolvedme la gloria que antaño otorgasteis a mi memoria
Y abrid mis ojos;
Abridle los ojos
Para vernos; para verme.


Perdía el rumbo, la consciencia. Lo perdía todo de vista mientras sus labios se unían a los de aquel muerto, victima de sus más sangrientos deseos. Jamás habría deseado que Violante la viera de aquel modo y de haber seguido en su palacete y él seguir con vida, habría seguido con la estricta alimentación que se imponía en la cual solo podía alimentarse de Violante y de su sangre, dejando así que fuera él quien cazara por ambos y luego le ofreciese parte de su fuerza en aquel acto íntimo que desde el primer momento compartieron. No obstante en esta vida nada terminaba saliendo como uno deseaba y tras aquellos dos años de búsqueda, de locura intermitente entre sus fantasías y sus visiones, de haberle dicho alguien que su príncipe la vería se habría reído y luego roto el cuello del desdichado mortal capaz de mentirle de aquella vil forma.

La desesperación era el mayor dolor de la neófita y lo que peor llevaba, aún tras esos dos años, seguía luchando contra aquella enfermedad que demasiado rápido se adueñaba de cada parte de ella y de sus recuerdos. Por eso al sentirse apartada de los labios de aquel Violante de sus fantasías, gruñó feroz y pataleó agarrándose firmemente al cuerpo frío de su víctima, negada a soltarlo. Negada a abandonar a su Violante. La fuerza de quien osó interrumpir su momento de privacidad la superó en creces y tras unos segundos tratando de resistir terminó siendo alejada del cuerpo, dándose el fin entonces de su macabra visión. La joven jadeó y con los colmillos sobresaliendo de sus labios, con restos de sangre en sus labios que se relamió enseguida pasó unos segundos con la mirada baja. El cabello tapando la visión de su rostro furioso y sus ojos destellantes hasta que la voz ajena la sobresaltó y resuelta a descubrir el culpable de aquella intromisión se paró inquieta, relajando notablemente sus rasgos dementes al verlo. ¿Podía ser él? Sus ojos no daban crédito y parpadeó confundida, centrándose en sus palabras esperando que así la fantasía cesara y la dejara en paz.

¿Entregarse al sol? Allí solo descubriréis dolor y cenizas… lo mismo que terminó con la vida de mi príncipe a quien veo en cada rostro de los mortales de los que me alimento.  Buscad mejor a vuestra princesa, pues quizás siga buscándoos como yo busco al… m-mío. — Su voz tembló al buscar la mirada del vampiro contra la suya y ver que aquel hombre era la misma copia exacta de su príncipe, su violante. A cada segundo la perfección de Violante se materializaba frente a ella, haciéndola dudar, enloquecer. La joven neófita frunció el ceño y en su interior gritó por aquella infamia. ¿Cómo podía querer dios seguir atormentándolo todavía más? ¿No tenía suficiente con la carga y el dolor que la consumían?

Sus ojos resiguieron el rostro del vampiro, de su Violante y adivinó en su apariencia el abatimiento, el desespero y hasta la derrota en sus facciones. ¿Podría ser que de resultar real aquella visión su príncipe se viera de esa forma? ¿Tan derrotado se encontraría por no encontrarla que sería capaz de abandonarla entregándose al sol de nuevo? Aidara negó rotundamente. No creía a su príncipe, a su maestro capaz de darla por muerta y abandonarla así a su suerte. Ella por más que reviviera cada noche al despertar la visión de su muerte, seguía buscándolo, a pesar de la tristeza ahí seguía y aquel vampiro, aquel que se presentaba ante ella como el gemelo de violante, una copia demasiado exacta se había dado por vencido. Justo lo que ella se negaba a sí misma. En el amor la huida siempre era el camino más fácil y ella no era una cobarde. Jamás se había considerado de esa forma y no sería esa noche en la que cambiaría aquel hecho.

Con decisión y desconcertada por las palabras del joven vampiro a quien creía Violante o una visión destinada a ser su perdición se acercó unos pasos hasta quedar frente a frente. Le estuvo observando y con decisión sin importarle los ojos llenos de odio con que la observaba, tomó rápidamente sus manos entre las suyas conteniéndolo de empujarla o dañarla. A pesar de que se dejaría golpear por Violante, en su mente creía remotamente imposible que aquel fuera Violante, no cuando ya lo había visto dos veces en una sola noche. Solo que en este caso sentía la llamada de su sangre, como si el demonio hubiese logrado convencer no solo a su espíritu, sino también a su propio cuerpo haciéndole ver que aquel era el portador de la sangre que la convirtió en lo que ahora era. Tras contenerle con firmeza aún con reverencia e intentando no hacerle daño, ignorando sus palabras bajó la mirada recorriendo su figura. Vio su cuello y aquel hueco intacto donde tantas noches se había alimentado y la ponzoña en su garganta ardió como lava viva.

¿Por qué Dios querría llevar ante mí la mejor y más viva ilusión de mi príncipe? Contestadme… ¿Tanto creéis que he podido pecar para que me veten y arrebaten el único consuelo que en esta eterna existencia y como mortal tuve? Creo que de existir Dios, él no dejaría que nos abordara este mal al alma, y de existir el demonio, él nos tendría hasta misericordia de este dolor que hiela la sangre… por lo que entonces supongo que Dios es solo un diablo disfrazado, como el lobo que se disfraza de cordero y alegre observa nuestra caída.— La joven aspiró su aroma y con total confianza se acercó hasta posar sus labios en la curva del cuello masculino sin intención de morder, solo de observar y resguardar la textura y tacto de su piel bajo sus labios. Era la primera vez que veía en dos años a Violante y aunque creyera todo aquello una fantasía poco a poco en su interior su mente volvía a recomponerse, sin creerse que aquella exactitud fuera producida por la maliciosa mano de Satanás. Suspiró contra su cuello y alzó de nuevo su vista, sus manos finalmente cedieron ante el agarre ajeno y dejó que él hiciera lo que deseara. Le cedió el control mientras sus orbes confundidos buscaban respuestas.

¿Quién sois? ¿Quién se esconde tras este disfraz?— Preguntó deslizando una de sus manos por la mejilla fría y blanquecina del inmortal, sonriendo en cuando pudo entrever sus colmillos asomándose entre sus labios. —Solo atisbo en vos la figura exacta de a quien busco, incluso tenéis los mismos labios y colmillos de mi maestro que me convirtió en una boda de ensueño, con la que siempre soñé y que ahora ya no recuerdo. ¿Sois también un príncipe como yo? Yo alguna vez fui una princesa y ahora me temo solo soy una pobre delirante que imagina que se encuentra frente a su esposo y amante. Llamadme loca y mordedme si queréis… con ese rostro que tanto consideré mío, no albergo miedo alguno, ni lo albergaré.


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Mensaje por Violante Dom Mar 08, 2015 2:52 am

La imagen de Tiare desapareció y frente a él reapareció aquella desdichada neófita totalmente desaliñada, perdida, en ese estado deplorable y patético. Violante recordó aquel gran capricho cuando era mortal, cuando le trajeron a todas esas vírgenes, algunas se encontraban en el estado en el que la hallaba a ella. A diferencia de Aidara, el príncipe era incapaz de reconocerla, no veía el rostro de su princesa en ella o más bien, ya no recordaba como era y cuando al final lo descubrió sintió un enorme terror. Cualquiera neófita podía ser Aidara, quizás se cruzó con ella antes y él, bajo la manipulación de Tiare no la reconoció. Comenzó a atormentarse sin saber que su princesa estaba frente a él.

Yo no te conozco, ignoro tus crímenes o los de tu príncipe. Quizás estés pagando por los de él; ¿ya te lo planteaste en esa perspectiva? ¿y por qué lo sigues buscando cuando me has mencionado que tu príncipe ha sido consumido por la luz del sol? Bien sabes entonces que es una búsqueda sin sentido, no lo encontrarás ya te ha abandonado, deberías de resignarte, más derecho tengo yo de buscar a mi princesa que quizás viva, a tú el tuyo que ya ha muerto—le espetó pero le permitió que tocara su piel, era lo más semejante a una caricia que no tuvo en años; por aunque Tiare lo acariciaba constantemente él nunca las tomó como tal.— Dios es sabio, soberbia eres al creer que no mereces en lo más mínimo un castigo, o Él te ha convertido en un mártir para dar el ejemplo al resto… Yo he visto al diablo, es como nosotros, una vampiro… Ella me lo arrebató todo y es ella que se complace al ver nuestra caída—desvió ligeramente su mirada y suspiró.

Creo que te haré daño si te digo quién soy, ¿dices ver a tu amante en mí? Y yo te digo que eres una completa desconocida y no quiero que te aferres a mí. Estoy seguro que terminarás diciendo que yo soy él. Así que…—la apartó tomándola de los hombros— no te morderé aunque me lo ruegues. No bebo de otros vampiros y menos de una neófita que ha perdido la razón, pero quédate con esto… si soy un príncipe, lo fui cuando mortal y por derecho se me fue otorgado en los Países Bajos por Dragoslav Vilhjálmur. Consigue la paz—se dio media vuelta y usando su velocidad sobrenatural se alejó de ella, de la que era el amor de su vida y él no reconocía. Regresó a la banca que había ocupado al llegar y encontró en ella a Tiare, vestía de negro y llevaba sus dorados cabellos sueltos. El viento otoñal los hacía danzar maliciosamente y aunque ella no lo volteaba a ver -aún- se veía en sus ojos una maldad que no podría ocultar jamás y en su sonrisa un dejo burlón, o más bien ese gesto de cuando un pequeño hace una travesura aunque en el caso de Tiare en un grado mortal.

¿Por qué no me sorprende verte?—le dijo sin el más mínimo tono de coraje o temor, más bien su voz se escuchaba cansada— ¿a qué has venido?, no creo que sea a matarme—concluyó. Tiare enmarcó su sonrisa en la demencia y la complacencia de disfrutar el momento, luego, se volvió a mirarlo percibiendo que Aidara se acercaba. — Ya te lo he dicho, lo hice incluso cuando Ainara vivía y frente a ella. No sientas que no puedo buscarme otro juguete… Pero dime querido príncipe, ¿que sentiste al ver a tu princesa en ese estado tan desagradable? Yo sentí repulsión—se echó a reír como una lunática mientras Violante se giraba en dirección a Aidara.— ¿Dices que estuve conversando con Aidara?, ¿qué tenía frente a mí a mi Aidara y no hice más que rechazarla?—lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos manchando de rojo su blanca piel. Tiare se levantó, caminó hasta Violante y lo abrazó por detrás. —Tu lo me lo dijiste Violante, la rechazarías ¿no?, y sí lo hacías no la tocaría. Por supuesto que sé que arrebatarle su virginidad y convertirla en inmortal no lo hiciste a propósito, el resto se produjo como producto de tus errores y bueno, no puedo negar mi participación—volvió a reír, aunque esta vez un poco más reservada cuando Violante se separó y se giró.— Te hice un favor Violante, al borrarte la imagen de su mente hizo que no te doliera rechazarla… Ves como soy misericordiosa—dijo un tanto fría. El príncipe cerró sus puños y se dio la vuelta enfurecido, pero su enojo se desvaneció cuando contempló en el rostro de la hija de los milenios una expresión que nunca contempló antes. Tiare parecía estar triste y con esa voz dijo lo que serían sus últimas palabras.— Me vine a despedir Violante, eres libre tu y Aidara—una vez que concluyó sus palabras desapareció como si se hubiera tratado de un espíritu y no ella como no-muerta.

El príncipe quedó sorprendido, no sólo por las palabras de Tiare, sino por todo lo que sucedió en ese par de minutos. Para entonces la sangre de su rostro ya se había secado y cuando se giró para dar alcance a Aidara, esta ya estaba con él. Terminó por cortar la distancia y le sonrió. —¿Quién soy?, mi nombre es Violante Vilhjálmur y soy tu esposo, tu amante y tu creador como inmortal—besó sus manos aunque aún no podía reconocerla, su rostro le era misterioso y se llegó a preguntar si así sería por el resto de la eternidad, y aunque antes de la aparición de Tiare hubiera pensado que podría ser un juego más de la hija de los milenios, que aquella que se presentaría como Aidara era una extraña y bajo su manipulación le haría creer ser otra persona. Ahora, Violante creía en las palabras de Tiare y aceptaba a la neófita como su Aidara. —Lo siento tanto amor, te he arrastrado por un camino de dolor que no te merecías… ya estoy aquí y no te abandonaré. Ven, deja besarte e intentar sanarte con mi amor—la tomó de la cintura acercándola, respiró su piel y después la besó, primero con ternura y después con pasión, una pasión que necesitaba.


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Mensaje por Aidara Dupont Lun Mar 09, 2015 7:03 am

Los cielos caen
Y destellan brillantes estrellas
¿Te acuerdas de aquella a la que pedimos en una noche helada,
Nuestro más cálido deseo?
Yo deseé que jamás te fueras,
que jamás desaparecieras
y que siempre fueran las que fueran las circunstancias
De separarnos…
Volviéramos a encontrarnos.
En esta vida, en otra o en otro universo.
Jamás el lugar importó.
Solo deseaba que me encontrases.
Y como todo lo que nos llevó a encontrarnos hacia tres años
Inequívocamente nos regresó a este momento.
Al ahora; al por siempre; al momento eterno
del reencuentro de tus labios.


De nuevo parecía que el diablo se reía de ella y Dios se vanagloriaba en su dolor. ¿Podría ser verdad que la soberbia fuera parte de su ser? ¿Qué siguiera siendo una joven caprichosa tras todo aquel pesar? Deseaba replicarle, abofetearle las palabras y gritar a los cielos que ella no se pensaba rendir. Aún muerto ella lo encontraría, aunque fuesen sus cenizas… aunque fuese solo una sombra vagando el mundo, ella le encontraría. ¡Debía hacerlo! Los príncipes siempre en los cuentos que recordaba de su infancia acudían al rescate de las princesas…. ¿Y porque no al revés? Llevaba dos años luchando contra el olvido y no iba a tirar la toalla, aún menos ahora que lo tenía frente a ella. ¿Pero desde cuando su príncipe le hablaba de esa forma? ¿Es que no se acordaba de ella? Cada gesto masculino era una copia exacta de los gestos de Violante, inclusive cuando la rechazó, recordó su noche de bodas y el rechazo inicial de él a adueñarse de su cuerpo, de disfrutar con ella la noche de los amantes y sonrío.

Sí que me conocéis… yo sé que lo hacéis. —Le replicó en un susurro demasiado ocupada en grabar en su memoria aquel momento para contestarle a cada una de sus palabras. — ¿Y si vuestra princesa os creyera muerto… veríais bien que se le dijera que dejara su búsqueda por no tener sentido alguno? ¿Veríais bien que os abandonara?

Las manos de él la apartaron y sin luchar dejó que la apartase. Ya una vez había lidiado con su rechazo y el diablo que manipulaba a su antojo los hilos del destino no la haría claudicar con aquella artimaña. De ser su príncipe lo seguiría y de ser una copia, una vil fantasía…  convocaría a sus demonios para hacerla permanecer hasta que pudiera despedirse y abandonando su cruzada se entregara a las llamas del sol.

Pero quédate con esto… si soy un príncipe, lo fui cuando mortal y por derecho se me fue otorgado en los Países Bajos por Dragoslav Vilhjálmur.

Esas palabras la dejaron petrificada y confundida vio como desapareció de su lado para regresar a la plaza unos metros más adelante donde con el permanecía una segunda sombra. ¿Países bajos? Se preguntó sintiendo aquel nombre muy conocido. Una vez fui la princesa de los Países bajos; Una Vilhjálmur, se dijo para sí mirando sin parpadear el lugar donde se encontraba Violante y donde tras unos segundos se dirigió decidida a descubrir la verdad. Ante ella cada vez más cerca estaba él y una presencia desconocida pero que heló su sangre, como si su instinto la reconociera y sintiera temor. Más no le importó y en unos segundos sus pies llegaron frente a quien era su príncipe, o quien debía de serlo.

¡Exijo saber quién sois! ¡Decidme vuestro nombre! —Habló con voz firme al presentarse ante él recordando la forma en la que había visto a Violante alguna vez lidiar con su corte cuando esta se presentaba ante él con malas nuevas y desagradables noticias que luego tenía él que arreglar por incompetencia de algunos de sus miembros. Fijó sus orbes en las de él aguantándole estoicamente su mirada como un igual y esperó hasta que él le contestó sintiendo una extraña liberación cuando sus dudas se confirmaron. Él era Violante Vilhjálmur. Su esposo, maestro y príncipe. La princesa tras su revelación se llevó una de sus manos a su pecho como quien cree que en cualquier momento su corazón pudiese detenerse aún sin tenerlo y suspiró al sentir las manos masculinas tomar las propias y besarlas. ¿Alguna vez Violante había besado sus manos? Se preguntó sin saber cómo reaccionar acudiendo entonces a su memoria la primera vez que se vieron en aquel restaurante, en el balcón. Allí también la había besado la mano y la había abrazado como si ya fuera suya, como si desde aquel primer momento ella ya le perteneciera por completo. La princesa intentó sonreír más el shock le imposibilitó la tarea. ¿Estaba allí de verdad? Se preguntó en el silencio de su mente hasta que una lágrima carmesí surcó su mejilla. Él estaba allí, lo sentía, lo podía reconocer. Entonces como el magma de un volcán sus sentimientos salieron a flote, saliendo también la vergüenza, el miedo que siempre había sentido de que se avergonzara de su estado y la repudiara. ¿Quién querría a fin de cuentas una princesa rota e inservible?

¿Seguro eres mi príncipe? —Preguntó sabiendo de antemano que desde verlo lo había reconocido y podría reconocerlo en cualquier otra parte, pasaran los siglos que pasaran, su sangre siempre cantaría para ella y sus labios reclamarían su sabor; su divina atención. —Siento si te avergüenzo, jamás quise que me vieras así… te vi morir bajo el sol. ¡Desapareciste! Y no pude quedarme en el palacete esperándote… debía buscarte y salí decidida a no creer en que pudieras haber muerto, pero fue tan real la visión… Aún algunas mañanas me despierto con el pánico en mi cuerpo al verte de aquella forma. —Dijo con voz entrecortada exponiendo así sus miedos hasta que los labios de él la acallaron y ahogando un gemido de placer por finalmente sentir sus labios sobre los de ella, avanzó un paso más hasta estar completamente rodeada por sus brazos.

Sus manos primero tímidas y luego necesitadas de su contacto, recorrieron su cuerpo por encima el traje que lucía aquella noche, en un intento de asegurarse de que realmente existía y estaba junto a ella. Le acarició el pecho, donde tantas veces ella se había dormido aquellas noches en el palacete y bajo el exigente beso sonrío extasiada al sentir que lentamente recuperaba sus recuerdos. Pasó sus manos por los hombros de él, acercándolo a ella por la nuca al momento en que el beso se intensificó y como una muerta de sed bebió de sus labios como si de ambrosia se tratasen. Él era la cura de su enfermedad; la locura de su locura.

¿Seguro que eres tú? Seguro, No es esto otro sueño más? He estado tan perdida Violante. Tan perdida…temo que seas producto de mis fantasías y muerto ahora solo seas un recuerdo de mi mente. —susurró contra sus labios sin despegarse de aquella cercanía que los había unido en besos y que deseaba mantener hasta estar convencida de que no solo era la jugada de su malevolente dios. Una de las manos se quedó en la nuca del príncipe mientras la otra fue en caricias hasta su rostro. Le acarició el cuello y la mejilla, borrando con sus dedos las señales de las lágrimas que se habían quedado secadas en su blanquecina piel y por un instante, presa de la más absoluta paz juntó su frente contra ajena, cerrando los ojos sin poder ocultar la suave sonrisa de sus labios que tras unos segundos desapareció al abrir los parpados de nuevo. —Contadme que ocurrió, como ocurrió. Necesito entender para creer que regresasteis… que lo de mi mente, todo fue un engaño. Por favor mi príncipe, necesito saber la verdad… Para recuperarme necesito saberlo, como los mortales necesitan creer en el paraíso de los cielos… Quiero saber cómo hiciste para regresar y quien nos hizo esto, a quien le debemos todo nuestro dolor; A quien le debo mi locura.


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Mensaje por Violante Lun Mar 09, 2015 7:01 pm

Violante despejaba su rostro conforme la escuchaba sosteniendo una tierna sonrisa. El beso y sus palabras le hacía sostener esa creencia de que se trataba de ella. Ambos parecían tener un problema, para Aidara que había sido abrazada por la locura se percibía en sus palabras la duda y se concretaba con lo que decía, no quería que su príncipe fuera otro delirio; en cuanto a él, el rostro e inclusive la misma voz era distinta a la que consideraría su princesa, aquella imagen de Aidara horas antes de partir a París se perdieron y ya no la recordaba, era justo lo que había hecho con Ainara. Pensó en las palabras de Tiare y la maldijo una vez más, pero entonces volvió a reflexionar. Aidara no conquistó su corazón con su apariencia, sino con la dulzura de su carácter, por lo tanto, podía amarla con ese nuevo rostro, con esa nueva voz muy alejada a la que escuchaba cuando evocaba sus memorias para obtener fortaleza dentro del castillo de Tiare, cuando era preso y no conocía otra cosa que el sufrimiento.

Soy yo, mi hermosa Aidara…—acarició su rostro y besó su frente— no me gustaría contártelo, pero si así puedo ayudarte a que se despeje ese temor de que no sea cierto lo que ven tus ojos, de que tan sólo soy una fantasía… lo haré—dijo en voz suave y la abrazó besando ahora sus cabellos desaliñados, luego simplemente le cogió la mano y la llevó a la banca, le ayudó a sentarse y él se acuclilló frente a ella. — No estoy seguro a quién debes tu locura, si acaso a mí o a la vampiro que quiso destruirnos… Su nombre es Tiare—hizo una pausa y cogió sus manos, acariciándolas con sus dedos como si le estuviera dando un masaje con el único propósito de calmarla. — Comenzó con el viaje que haría Crystall a Paris, Benelope y yo nos reunimos y temimos que no pudiera soportar la necesidad de ver a su hermano. Como miembro de la familia sabes cuales fueron los acuerdos, uno de ellos era la prohibición del contacto entre Derek y Crystall. Benelope creía que Crystall estaba experimentando una soledad con la que a penas podía vivir, así que tomándole la palabra la acompañé para buscar a Crystall y regresarla de nuevo a los Países Bajos. Seguimos su rastro hasta el cementerio Montmartre donde la encontramos, mas no estaba sola, allí se encontraba un miembro de las brujas Van Dussel y Tiare… Benelope, Crystall y yo luchamos contra ellas, murió la bruja, pero también Benelope y misteriosamente Crystall en brazos de Derek que ya había visto lo que pasaría—desvió la mirada, los recuerdos de aquella trágica noche le punzaron en el pecho, sintió esa sensación que los mortales experimentan en crisis de ansiedad, pese a no necesitar respirar, comenzó a hacerlo pero no permitió que su crisis durara mucho por lo que buscó nuevamente los ojos de ese rostro desconocido para encontrar el cobijo de la tranquilidad. —Lo último que recuerdo de aquella noche, fue a una mujer de rojos cabellos prenderle fuego al cuerpo decapitado de Benelope—el príncipe besó nuevamente sus manos y arrodillándose se echó sobre ella, descansando su cabeza en su regazo.

Por dos años viví en el castillo de Tiare, bajo tormentos y torturas que solamente pude soportar al estar pensando en ti. Tiare manipuló mi memoria, violando mis recuerdos, destruyéndolos o reemplazándolos por otros, algo que ya había hecho antes conmigo, antes de que te conociera. Tal vez ese haya sido el motivo por el que me creías muerto, porque no podías ver a través de una mente que estaba destrozada y totalmente desordenada, en ocasiones llegué a no saber quien era o creer que nada había pasado, con crueldad Tiare me hacía creer que estabas junto a mí, en el palacete, amándonos como nos habíamos jurado lo íbamos hacer. Esa fue mi vida Aidara, así viví lejos de ti, sin saber que era de ti, con temor de que Tiare te hubiera destruido como dijo haría—levantó el rostro y volvió a buscar esos ojos azules que ya no existían en ella, en reemplazó estaban esos azabaches que parecían estudiar el relato de Violante. El príncipe se levantó y dándole un jaloncito a las manos de su princesa la levantó. —Pero dime amor, ¿por qué no fuiste a buscar a Derek? Él debía saber que seguía con vida, estuvo ahí…—antes de decir algo más se apresuró a besarla, necesitaba de sus labios, lo único palpable que podía decirle que realmente era ella.

¿Recuerdas la noche en que te conocí, en aquel restaurante?—le sonrió, con una de sus manos le cogió de su cintura mientras que con la otra tomaba la mano y comenzó a bailar como en aquella ocasión. —Bailemos y pregúntame todo lo que quieras que yo te responderé, dime si ahora te sientes más segura—dijo mirándola con ternura y entonces pensó en si sería apropiado decirle que sus ojos no la reconocían, que él no la veía como ella a él; que Violante bailaba con una mujer que no lucía como su princesa. Lo pensó bastante y decidió callarse, no haría a su debido tiempo, mas ahora no era el momento, no cuando ella podía seguir creyéndolo una alucinación.


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Mensaje por Aidara Dupont Mar Mar 17, 2015 7:52 am

La memoria siempre puede fallar…
Pero jamás podrán dos almas destinadas
A olvidarse de ellas.


Todo cuanto le relataba, ella ya lo había vivido. Sentada en el banco y sin dejar de sostener las manos de Violante entre las suyas, su mente vagó hacia lo que aquella voz le contaba sin saber que también ella había estado allí y si sus ojos no se llenaron de lágrimas fue por la férrea voluntad de ser fuerte ante él. De no dejarse vencer por aquel diablo con cuerpo de mujer que únicamente había deseado el mal y la perdición; la caída de su príncipe. Tiare, la maldita Tiare.

No hizo falta cerrar los ojos, ni buscar mucho en su psiquis para que las visiones que años atrás fueron su ruina, volvieran a su mente, reviviéndolas de nuevo. En otras circunstancias no se habría permitido darse el lujo de recordar. Siempre que recordaba, o que las pesadillas regresaban en las mañanas mientras ella dormía y se escondía del sol abrasador sufría de extrañas locuras que la sumían aún más en la desesperación. Por norma al despertarse tras una de esas pesadillas, tras revivir aquella noche, salía a buscarle. Salía a buscar a su príncipe y terminaba alimentándose con una sed insaciable de cuanto joven de clase alta se le cruzara en el camino. Por eso no se permitía recordar de forma consciente aquellos hechos, sin embargo, ahora era completamente diferente y en mano de su príncipe, de regreso a él se sentía fuerte para recordar lo que intentaba tan desesperadamente olvidar.

A medida que Violante hablaba Aidara regresó al momento en que aquella lejana noche lo despidió y presintió que algo iba a suceder, sin saber qué hasta que las visiones atraparon su mente. De ahí lo vio todo, Crystall en su combate con Hadewadish, las almas oscuras y blancas rodeándolas. El poder de ambas brujas colisionando y con la caída de Hadewish la entrada de Tiare quien arrojó lejos a Crystall e intentó matar siendo intervenida por la llegada de Violante y Benelope que se arrojaron a Tiare. Por unos segundos el cementerio permaneció en un silencio expectante y justo cuando Aidara pensó que habrían terminado con Tiare, la inquisidora terminó por hacer girar la situación a favor de ella cuando consiguió decapitar a Benelope. Después de aquel momento al tiempo que Violante caía frente a Tiare, Aidara perdió el conocimiento unos segundos en los que la batalla terminó en caída para los príncipes. Al despertar en su mente siguieron viniendo visiones; Crystall muerta en brazos de Derek quien no logró llegar a tiempo de salvarla, El cuerpo de Benelope en brazos de Violante y finalmente en lo que parecía el camino de regreso a casa, el sol lo encontró y así lo último que vio la princesa en lo que los sirvientes se apresuraron a protegerla del sol, fue a su príncipe, su esposo y maestro ahogándose en llamas y desapareciendo junto al cuerpo de Benelope, a quien no soltó, no hasta ser incapaz de sostenerse a sí mismo y obligarse a si mismo a dejarla al suelo mientras su propio cuerpo se descomponía en cenizas y su propia piel ardía. Aquella había sido la última vez que lo había visto y juró ser tan real la visión que pudo imaginar el olor de su carne, el dolor en sus propios huesos y entrañas y no fueron pocas las noches en que deseó que el sol también la hubiese encontrado para así partir con él.

Lo último que recuerdo de aquella noche, fue a una mujer de rojos cabellos prenderle fuego al cuerpo decapitado de Benelope— ¿Prenderle fuego? Si aquel era su príncipe, si era Violante estaba claro que debía de haber habido una grave equivocación en su poder, o alguien los había manipulado hasta ese grado. Por qué ahora todo lo que le decía, no tenía sentido en su mente. ¡Ella lo había visto morir! —Por dos años viví en el castillo de Tiare, bajo tormentos y torturas que solamente pude soportar al estar pensando en ti. Tiare manipuló mi memoria, violando mis recuerdos, destruyéndolos o reemplazándolos por otros, algo que ya había hecho antes conmigo, antes de que te conociera. Tal vez ese haya sido el motivo por el que me creías muerto, porque no podías ver a través de una mente que estaba destrozada y totalmente desordenada, en ocasiones llegué a no saber quién era o creer que nada había pasado, con crueldad Tiare me hacía creer que estabas junto a mí, en el palacete, amándonos como nos habíamos jurado lo íbamos hacer. Esa fue mi vida Aidara, así viví lejos de ti, sin saber que era de ti, con temor de que Tiare te hubiera destruido como dijo haría.

Tras ese descubrimiento se quedó congelada, cavilando hasta que una única lágrima se creó y roja coloreó su mejilla blanquecina. El infierno que la había enloquecido, aquel infierno al que se había sometido en la búsqueda de lo único que la había hecho realmente feliz… solo había sido un infierno, uno de los avernos de Tiare y por unos instantes, al comprender lo débil que debía de ser su mente sintió lastima de Violante, que había ido a escoger la peor de las neófitas. La más débil sin duda.

Obediente se levantó en cuando las manos del príncipe la jalaron hacia él y con una pequeña sonrisa, le sonrió tras que en un último beso los cuerpos de ambos tomaran posiciones y su cuerpo encontrara aquel hueco perfecto que creaba el cuerpo masculino para ella. Asintió cuando le preguntó por el baile y acercándose a él hasta estar piel con piel, dejó que él la llevase por la plaza danzando en aquella intimidad que ahora solo compartían con la noche y su luna. Restó unos minutos apoyada en su hombro con los ojos cerrados dejándose llevar por aquella cercanía, y la presencia que tanto había necesitado, hasta que sintió que ya era hora de hablar y exponer lo que había vivido y visto. El motivo por el cual huyó tan rápido de palacio.

Todo esto que me has contado… yo ya lo sabía. —Empezó diciéndole al oído, sintiendo como de nuevo una lágrima parecía formarse escondido de los ojos ajenos. — Estuve allí con todos… Mi mente estuvo allí a través de mis visiones las que descontrolándose tomaron el control de todo cuanto veía, pero nada tiene sentido ahora. —Susurró secándose la lágrima antes de que Violante mismo lo hiciera. Sus manos se agarraron con más fuerza a las masculinas, como si necesitara agarrarse a algo sólido y real después de todo lo acontecido. Y ahora, él parecía lo más real que había en su vida. — Yo os vi a todos... La muerte de Crystall, las lagrimás de Dereck, Benelope perdiendo la vida y también vi como Tiare abandonó la lucha tras derrotarte. Luego de eso te vi recogiendo el cuerpo de Benelope y parecías decidido a regresar a palacio, cuando de pronto… ¡Ante mis ojos desapareciste! Te atrapó el sol y no pudiste resguardarte en ningún lugar seguro. Te vi morir y yo… me sentí morir contigo… Te quemaste ante mis ojos, y no pude hacer nada más que mirar. —Terminó de danzar junto a él y separándose un paso, se lo quedó viendo fijamente aún rodeada por sus brazos y respiró junto a sus labios. Recordar aquellas visiones siempre le resultaban dolorosas y normalmente solían acudir a su memoria cada noche, por lo que aún a pesar de encontrarse en sus brazos y sentir que estaba ante él, tenía miedo de que todo fuera un nuevo juego de algún macabro diablo. No obstante, en su mente y en su corazón sentía la verdad. Él, inexplicablemente estaba de regreso junto a ella. Y eso era lo que le daba fuerzas para intentar ser de nuevo la princesa que había sido. Por él, dejaria todos los demonios atrás. Podría tardar, pero siempre terminaría venciendo ante cualquier obstaculo por el amor de su principe y tenían una eternidad por delante en la que sanarse mutuamente tras esos años oscuros.

Después de eso solo me acuerdo que me desfallecí y a la noche siguiente partí en tu búsqueda. No fui con Derek, porque deseaba encontrar tus cenizas y así entregarme yo también al sol donde tu estuvieras… pero jamás las encontré y como más tiempo pasaba sin encontrar el lugar de tu muerte, más razones tenia de creerte vivo, así que te busqué desesperadamente mientras luchaba por no creer en tu muerte. Pero cuanto más tiempo pasaba sin saber de ti, más creía que podía haber sido todo real y estuvieras muerto. Ahí fue cuando me rompí… Y ya no sé si tenga algún arreglo. — Confesó eso último con dolor en su alma, exponiendo así sus miedos a Violante para que fuera él quien los desechara o la desechara a ella. Acercó su rostro y besó con suavidad los labios de su príncipe, tal y como recordaba haberle besado como humana, de una forma lenta y tierna. El besó duró minutos en los que no le importó si algún viandante los vio. Los demás con él a su lado de nuevo, dejaban de importar. Se relamió los labios con una sonrisa y tras un suspiro acarició una de sus mejillas al tiempo que ante sus ojos veía algo que por completo se le había escapado anteriormente. Aunque sus labios y su cuerpo parecían reconocerla, sus ojos lo traicionaban y en aquel instante lo estaban traicionando. No la miraba como antaño ¿Por qué? —Aún tengo algún recuerdo nuestro, también como humana en ocasiones recuerdo momentos… pero tú, no… ¿No me recuerdas, verdad?


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Sombra de muerte, venganza y amor | Privado | Flashforward | La caída del príncipe Empty Re: Sombra de muerte, venganza y amor | Privado | Flashforward | La caída del príncipe

Mensaje por Violante Miér Mar 18, 2015 1:15 am

El semblante de Violante se ensombreció, quiso sonreír pero no pudo. Responderle a Aidara le costaba más trabajo del que creyó costaría; por supuesto, sabía que no podía ocultárselo, tarde o temprano tendría que hacerlo pero no contó con que lo dedujera tan pronto; ¿pero acaso su esposa no era una mujer inteligente?, lo era y se sintió idiota al creer que podría engañarla. Así que, aún cobarde de expresarlo que Aidara ya presentía, lo único que se le ocurrió hacer fue acariciar el rostro con ambas manos, como si de un ciego se tratase y mediante sus manos intentara reconocer a una persona que dice ser cercana a él. Finalmente sonrió, era Aidara, no se podía equivocar pese a que su rostro luciera tan distinto, quizás sus ojos le engañaban y el oído también, pues la voz que escuchaba no era cálida sino se escuchaba un poco golpeada y gruesa, pero el tacto era sincero, siempre lo había sido, Tiare nunca pudo manipular de tal forma su memoria para confundir el tacto, nadie era capaz de hacer una manipulación perfecta, cambiar a una persona totalmente y eso no lo aprendió con Tiare, sino mucho antes, cuando era un auténtico bribón.

Antes de cerrar sus ojos la atrajo a su cuerpo y hundió su cabeza en esos negros cabellos que él veía, la olió consiguiendo relajarse y besó su hombro, luego, simplemente se reincorporó volviendo a marcar el vals. — Aún poseo recuerdos muy viejos, cuando era un neófito e inclusive cuando era mortal. Tengo presente el rostro de Benelope el día de nuestra boda y el día en que nació nuestro hijo. Tengo presente el rostro de mi padre cargando a su nieto y por supuesto, el rostro de mi hijo, recuerdo el rostro de Crystall, Derek, Saskia mi primer vástaga e inclusive Ainara y tengo el recuerdo de mi hermosa princesa en su vestido de novia, con sus hermosos ojos verdes y sus cabellos dorados, recuerdo la noche de bodas, dónde no solamente te hice mujer, sino también te convertí en un vampiro. Lo recuerdo Aidara—hizo una pausa cuando se dio cuenta que su cuerpo se había detenido, llevó su mano derecha a la barbilla de Aidara y sonrió.— Pero mis ojos ven a una mujer morena de negros cabellos, ojos como el azabache y labios delgados—desvió la mirada y la soltó retrocediendo un par de pasos, después volvió a encarar esos ojos oscuros.

No te fui sincero Aidara, sé que viste a Ainara por medio de mi sangre el día que te convertí en lo que ahora eres; pero no lo sabes todo. La última noche en la vida de Ainara, antes de que Tiare le arrancara la cabeza con ese salvajismo que nunca antes había presenciado; esa noche le prometí algo a Tiare a cambio de la vida de Ainara. Le prometí que te desprestigiaría, te violaría y me encargaría de que te repudiaran, luego, te convertiría en vampiro para que vivieras con esa vergüenza para toda la eternidad, así lo quería Tiare, quería que cargara con la culpa de que eras miserable por mí. Por eso nos hizo esto Aidara, aunque creí que se invalidaba el pacto tras la muerte de Ainara, no fue así y aunque no lo hice consciente, a modo de poner todo en bandeja de plata para Tiare. Me casé contigo, te hice mujer y te convertí, estaba haciendo lo que Tiare quería que hiciera, entonces me secuestró para que enloquecieras y me liberó para que te repudiara, por eso manipuló mi memoria de tal modo que mis ojos no te reconocen; ella sabía que no accedería, por eso cambió tu rostro para que no te reconociera. Ahora me doy cuenta… Pero créeme cuando te digo que ¡Te amo!, no quería que pasara todo esto, que te hiciera daño por mis errores; no debí haber hecho un pacto con el diablo, pero espero que me entiendas cuando te digo que amaba a Ainara y no iba a permitir que muriera, de algún modo iba a pensar en la forma de salvarlas a las dos, pero como te darás cuenta, fracasé—le había dolido decir todo eso, muchas veces escuchó que al liberar tus secretos sientes alivio, pero esa noche Violante comprobaba que no era cierto, eran mentiras que le dicen a otros para que confiesen.

¿Ella podía seguir con él?, Violante ahora lo dudaba, después de todo acababa de confesar que prefirió a Ainara antes que a ella, y que aunque en esa noche sólo lo dijo para que Tiare se confundiera, como lo acababa de decir no sonaba a lo que realmente era. El príncipe comprendió que seguía jugando el rol que Tiare había diseñado en su puesta en escena. ¿Acaso nunca se iba a librar de ella?, seguramente en la oscuridad se encontraba disfrutando de ese momento, aún ausente Tiare seguía haciendo daño, ya no importaba la apariencia de Aidara, para el príncipe era irrelevante, no se había casado por su físico, eso lo tenía muy claro el día en que terminó por enamorarse de Aidara. Lo que importaba era lo que acababa de decir y la reacción que tendría su princesa. Caminó en la locura y la desesperación, ¿y ahora esto?, Violante se maldijo, debió haber callado pero entonces vio a Aidara con una mirada de arrepentimiento. — Perdóname—dijo meditando en la posibilidad de que lo tomara como había sido, que no lo interpretara de otra forma. Aidara era lista y sabía que tanto la amaba Violante, ¿no es así? El príncipe empezó a dudar sobre su princesa, se dio cuenta que sus recuerdos con ella disminuían al punto de no prever la forma en la que reaccionaría, era como si no la conociera. Dentro de él seguía la raíz que le decía: Ella es Aidara, tu esposa y el amor de tu vida. Pero, los recuerdos se desvanecían.

Sus ojos volvieron a ver a la rubia de ojos verdes y labios exquisitos, volvió a ver a su princesa pero ahora, lo que podía ser el temor de Aidara se estaba cumpliendo. — ¿Quién eres?—dijo en voz ausente, ya sin memoria alguna.


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Mensaje por Aidara Dupont Lun Mar 23, 2015 8:38 am

Los amores dicen que van y vienen,
que se rompen, que se desvanecen...
Pero este amor que desvela mis noches
Jamás se irá.
Tú estás anclado en mí;
en lo más hondo, en lo superficial;
en todo de mí.


Es que acaso, jamás terminaría ese dolor? No lo recordaba todo, pero en cuanto el nombre de Ainara fue nombrado por los labios de su príncipe, a su memoria acudió su imagen. La imagen de aquella humana y también neófita que una vez fue de él y a la que amó como ninguna otra hasta su llegada. Siempre intuyó que algo le sucedía, pues la semana antes de la boda, él desapareció de la faz de la tierra apareciéndose el último día a tiempo para llevar a bien término la boda y el enlace entre ambos. Siempre supo de esa otra joven que muy parecida a ella terminó pereciendo y justo al beber tras su transformación en inmortal de la sangre de su creador —de Violante— por primera vez vio su imagen a semejanza suya y se dio cuenta realmente de que el corazón de su esposo se encontraba dividido en el pasado y en el presente en el que estaba con ella. Más jamás eso significó que dudase de su amor, jamás dudaría de lo que sentía por ella que era tan real como un bello atardecer dando paso a la noche en donde ella despertaría junto a él. Sin embargo, jamás pensó en que pudiese haber prometido al auténtico diablo que era Tiare su muerte y locura a cambio de la salvación de Ainara. ¿Entonces, a quien de ambas amaba más el príncipe? Se preguntó unos segundos en los que sintió que el mundo volvía a encontrarse del revés y perdida, no sabía cómo salirse de aquella nueva locura que se apoderaba de ella.

Entonces a su mente el recuerdo de su transformación acudió nítido y perfecto a su mente y pudo recordar aquel momento nefasto en el que por primera vez vio a Ainara y la reacción del príncipe y como ella tras unos segundos de congoja acudió a él, rodeándole con sus brazos y depositando un beso en su hombro dándole su apoyo incondicional como una esposa y amada debía de hacer a quien era la razón de su existir y por unos segundos la princesa sonrío tras que Violante dijese todo y aclarase todos los puntos. Él parecía no reconocerla, pero sus almas se reconocían. Y no necesitaba de las palabras ajenas para aceptar aquel hecho. Como tampoco necesitaba que él le dijera cuanta la amaba, cuando ya lo sabía.

Os he aceptado con todo… vuestro presente, nuestro futuro y tu pasado. No te preguntare. No necesito saber nada más, más si estás bien. Porque de no estar-lo, permaneceré siempre a tu lado y no te dejaré caer de nuevo en ese abismo, sin mí para alumbrarte el camino de regreso a casa. Pero si estáis bien, si has vuelto conmigo. Si estás aquí… entonces déjame realmente poder amarte sin limitaciones. Como el pintor ama a su musa… Como los príncipes aman a sus princesas. — Susurró acercándose de nuevo lentamente hacia él quedando frente a frente con la sonrisa en sus labios. — ¿Os acordáis de esas palabras? ¿De ese juramento que os hice? — Le preguntó —Fue nuestra primera noche y la primera vez que supe de vuestra Ainara. Y si en ese momento os perdoné, os acepté… nada cambiará ahora. No ahora que vuelves a estar aquí, que nos hemos reencontrado y cual reencuentro no parece ser un sueño. —Suspiró aligerada por sus palabras y el perdón silencioso que aceptaba con sus palabras y acariciando con un dedo los labios masculinos rozó por primera vez en dos años sus colmillos y una descarga eléctrica llegó a su cuerpo, erizándole la piel. Lo había extrañado tanto… que apenas el roce la hacía saltar como un cordero en su sacrificio.

Deseabais salvarla y estoy segura de que jamás pensasteis lo que le dijiste, jamás pensaste realmente que llegarías a hacerlo. Os conozco lo suficiente para saber que habrías buscado la forma de mantenerme a salvo de ella e inclusive de ti de llegar a esos extremos. Y como bien dices es cierto, al final fracasaste pero aún seguimos vivas; ella en tu corazón, en tus recuerdos y yo aquí, frente a ti… en tu vida. —Explicó llevando una de sus manos al pecho del príncipe en donde debería de estar el corazón palpitante de ser un mortal. — No debes culparte por el pasado, y ya si aquella vampiresa que antes estaba a tu lado es Tiare, ya se fue de nuestras vidas ¿verdad? Le oí decírtelo y ahora que entiendo que ha podido sucedernos, también sé quién es ella.

Los ojos de la neófita fueron a los de su esposo y observó con detenimiento aquel rostro en el que poco a poco apareció un signo de mejoría tras que sus palabras fueron saliendo de sus labios rosados, lo que no esperó fue que en cuanto notó un brillo de reconocimiento en los ojos de Violante estos se apagaran de pronto, súbitamente, dejándola; llenándola de una sensación fría por toda su alma. Parpadeó confundida y sin desearlo de la impresión se alejó un paso de Violante al sentir los ojos ajenos irreconocibles observándola como quien ve un extraño y lo observa por simple curiosidad.

¿Quién eres?—dijo en voz ausente Violante tras unos segundos de una extraña y cortante expectación.

¿Qué estaba ocurriendo? Se preguntó Aidara sin poder ni saber que contestarle, cuando le pareció oír una siniestra risa en su cabeza y maldiciendo en su psiquis, el color de los ojos se le volvió más intenso, del color carmesí de la sangre que minutos atrás había arrebatado del cuerpo en vida del pobre joven que se había cruzado en su camino.

¡¡TIARE!! ¡¡SALID DE DONDE SEA QUE ESTEÍS Y DEVOLVEDLE LA MEMORIA!! —Gritó intuyendo que aquello debía de tratarse de otro de los juegos retorcidos de la milenaria vampiresa que jugaba con ellos incansablemente. — MALDITA SEAÍS TU Y VUESTROS ENGENDROS, DEJADLO EN PAZ…. YA HA PAGADO CON CRECES CON NUESTRO DOLOR VUESTROS JUEGOS Y YA SOLO DESEO QUE ESTO TERMINE. ¡¡DEVOLVEDLE LA MEMORIA O JURO NO HABRÁ INFIERNO EN EL QUE ESCONDEROS!! —Quizás no era de las más fuertes y sin duda, no lo era, pero la desesperación jugaba con más fuerza cuando se trataba de luchar por amor, de proteger al ser querido y ella no iba a titubear por salvar a su príncipe aunque aún su mente estuviese enloquecida.

Tomó la mano de Violante para que no se asustara y empezó a observar a su alrededor buscando alguna señal de la inmortal, hasta que tras unos minutos de silencio y de sentir los ojos cautos de Violante puestos en ella decidió actuar por sí sola, y encontrar el modo de devolverle los recuerdos. Fuera como fuera. Y el plan en su mente empezaba en el inicio de todo, debía de volver al restaurante en el que se conocieron; a aquel jardín donde por primera vez probó el elixir de su princesa. Quizás allí podrían romper la magia oscura de la voz de Tiare.

Sé que no me reconoces, y que ahora me temeís, pero también sé que una parte de ti muy en tu interior confía en mí, por lo que por favor sígueme y prometo aclarar tus dudas… Os llamaís Violante y estáis bajo la influencia de un hechizo y yo soy Aidara, quien os ama más que nadie… y quien os promete encontrar la forma de devolveros la memoria. ¿Os sirve por el momento?


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Mensaje por Tiare Lun Mar 30, 2015 1:19 am

Lo estaba disfrutando. Dejarlo ir había sido la mejor decisión de ese año. Violante era un espécimen extraordinario, quizás su mejor juguete desde que se transformó en lo que es, una despiadada vampiro. Si ella aseguró que nunca se arrepentiría de algo, en ese momento se desmintió; pues comenzaba a aceptar que había sido una verdadera fortuna la llegada de Ainara para trastornar al príncipe. Lo que prosiguió tan sólo fue producto de las circunstancias y el toque de la hija de los milenios; después de todo la caída del príncipe fue como la gravedad, sólo se necesitó de un empujón para que se efectuara.

Como espectadora se encontraba ahí, antes hubiera considerado al príncipe un auténtico idiota al creer en sus palabras; sin embargo, sabía que tanto daño había hecho en esa mente que prefería observar otras cosas en el comportamiento que lo que pasaba por ingenuidad. Esperó con gran paciencia el momento más oportuno para aparecer, algunos considerarán a la hija de los milenios un ser impaciente, al menos la iglesia. Sin embargo, podía ser realmente paciente; después de todo la sangre ya no le causaba el placer que es para los neófitos.


El momento llegó cuando el príncipe emitió la pregunta que Tiare había implantado en su memoria, y como una psicótica repitió las palabras del que, aunque no su vástago, ya lo consideraba como uno al haber bebido de su sangre y, de alguna forma, quebrantar el lazo psíquico que tenía antes de beber su poderosa sangre. — ¿Quién eres?—soltó una risilla mientras escuchaba el llamado de Aidara; que aunque amenazándola le resultaba a ella un gusto escucharlo. La desesperación en la voz de la princesa fue como la cereza en un helado, estuvo en su punto glorioso y placentero. Tiare comenzó a caminar lentamente hacía los que se convirtieron en sus juguetes soltando una risa demente, oscura y casi demoniaca. Su locura consiguió el efecto de paralizarlos, a ella, la llena de ira Aidara y a él, el confundido príncipe.

¿De verdad se lo prometes?—dijo en un tono irónico mientras se revelaba con una sonrisa en su rostro. — ¿Crees poder cumplirlo?, ya una vez se lo prometieron y no lo cumplieron. ¿Por qué piensas que lo conseguirás?—se fue acercando más a ellos, retándola con la sonrisa segura de que Violante no intervendría. Para ese momento él era ya como una maquina, subyugado a la voluntad de Tiare. — Dime que no es por amor, porque cariño, la mujer que Violante más amaba, tanto que renunció a ti por ella. Me demostró que el amor no es capaz de vencer—sus palabras venenosas las soltó como latigazos, pudo ver el fuego en los ojos de Aidara y eso le hizo morderse los labios de un modo coqueta. Este par le resultaba un verdadero deleite que no pensaba soltar así de fácil, así que observándola como una cobra no hizo más que seguir provocándola. Ella no era Ainara, Tiare sabía que la princesa no estaba en estado realmente cuerdo, era salvaje y rozaba la locura, por eso quería empujarla al vacío, ver que tanta capacidad poseía o mejor dicho, que tanta maldad se anidaba en ese corazón que alguna vez demostró tanta bondad e inocencia, inclusive más que Ainara. — Huh, ¿acaso veo en esos ojos el infierno? Dime querida, estarías dispuesta a enfrentarte a mí, ¿no es así?; buscar el medio de destruirme—soltó una pequeña risa y después hizo un gesto sarcástico— ¿sabes? Me encantaría dejarte intentarlo, sería muy divertido. Pero verás, soy muy generosa y piadosa también. Por eso, te haré una oferta, una propuesta que me alejará de la vida de tu príncipe. ¿Quieres su memoria? Te la doy, a un costo por supuesto—sus palabras se fueron suavizando, y continuó su camino hasta detenerse frente a ellos.

La caprichosa extendió uno de sus brazos hacia Violante y con su mano acarició la frente del príncipe, luego, éste perdió la consciencia y se desplomó ante ellas. Mas antes de que Aidara buscará ayudarlo, Tiare la sujetó de uno de sus brazos con fuerza obligándola a mirarla. — Y bien niña, ¿quieres escuchar mi propuesta?—susurró en tono gentil— o intentarás una estupidez pensando que triunfarás. Porque de una vez te digo que si no me destruyes, yo si lo haré con Violante—el rostro de Tiare se dulcificó y de pronto, ella pareció ser más un ángel que un demonio con esa belleza y extrema palidez de su rostro. — Ahora escucha con atención Aidara. ¿Has escuchado hablar de la historia de Perséfone?—Tiare no dejó de mirarla con interés, soltó su brazo pero se colocó a su lado. — Me parece que te estás dando una idea de lo que quiero. Jugaremos el rol en la mitología. Yo seré Hades, Violante será Demeter y tu Perséfone; de tal modo que, pasarás conmigo la mitad del año, subyugándote a todos mis caprichos; y la otra mitad con tu esposo, en absoluta libertad y una seguridad que yo garantizaré para ustedes—la hija de los milenios le dio la espalda y regresó con Violante, se arrodilló, acarició su rostro y tomó su cuerpo acercándolo al de ella, luego le tomó la cabeza y acarició sus labios. — Violante es un gran amante, claro, ya lo sabes. No me importaría volver a llevármelo y esta vez destruir su mente para que no tenga ningún recuerdo de su vida. Pero te deseo Aidara, te has convertido en una vampiro de lo más especial—besó los labios de Violante y luego volteó a ver a Aidara. — ¿Te llamo entonces Perséfone?—.


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Mensaje por Aidara Dupont Jue Abr 16, 2015 9:30 am

El eco de su voz
Era el eco del infierno
Y en mis ojos, en mis venas
Estaba el remedio…
Sangre contra sangre
Fuego contra fuego.


La desesperación de la princesa parecía ya ser una segunda piel en aquel blanquecino cuerpo de la neófita, ya que tras esos dos años esta se había adueñado por completo de todo pensamiento y vida de Aidara. Y ahora que parecía haber recuperado a Violante y vuelto a perderlo la desesperación volvió a ser latente en su voz y en sus intentos vanos de pensar cómo lograr su cometido de volverle la memoria, de deshacer el embrujo de la vampira milenaria en la mente de su amado y de llevárselo lejos donde nadie más que ellos dos, pudiesen encontrarlos. En su mente rápidamente trazó un plan de llevarlo en el restaurante donde todo empezó lo de ambos. Aquel primer encuentro, aquel primero beso sangriento… pero de pronto y por primera vez en esos años el destino hacia caso a sus palabras, a su ruego y tras la invocación que proclamó a los cuatro vientos antes de que pudiera siquiera esperar la respuesta del príncipe a sus palabras, una sombra poderosa se acercó hacia ellos con paso seguro y firme mientras una risa escalofriante paralizaba a los enamorados.

Tiare. Ese nombre acudió a la mente de la neófita rápidamente y tal como aquel nombre tomó forma en su mente, la tensión en su cuerpo se hizo evidente al tensar la mandíbula e hincar de lleno su airada mirada de fuego en la antigua inmortal. Todo el daño, todo el sufrimiento y su locura se debía a ella. ¿Por qué regresaba ahora? ¿Desearía seguir jugando con ellos o ahora sería ella su preciada victima? Pensó Aidara conteniéndose de no chillar por la desesperación de no poder librarse de su magia y destrozar aquel impoluto cuerpo que estaba segura había seducido a reyes y dioses por igual. ¿Por qué los cuerpos de los vampiros debían de ser tan perfectos? El imaginarse a Violante entre las piernas de aquella vampira le hacía rabiar y desear seguramente por primera vez bañarse en la sangre de alguien. Y no precisamente en la sangre de su amado.

Viperina serpiente. —Masculló entre dientes en un intento de burla, aunque pareciese que cualquier comentario que pudiese hacerle le resultaría fascinante a la inmortal antigua y artífice de sus peores pesadillas. — Deshaced este encanto sobre él. ¡Hacedlo! Y quizás os diga como lo conseguiré… como conseguiré crujir vuestro cuello en mis manos. — Su voz ya no se encontraba paralizada por la sorpresa y el odio salió a raudales de su boca, como el fuego que ardía en su interior y del que era testigo sus orbes. Podía ser Aidara, pero en esos años la locura también se había hecho lugar en su cuerpo, adueñándose de todo. Y ahora se volvía a adueñar de ella con mucho más fuerza que antaño. Como una tempestiva tormenta. — No quiero destruirte, quiero matarte. —Gruñó viéndola acercarse y desesperándose por acudir a ella y despedazarla, romperle aquella ponzoñosa boca y beberla hasta no quedar sangre en su marchito cuerpo.

Al transcurso de los segundos su cuerpo se volvió más liviano y pronto aquel efecto del poder de Tiare quedó suspendido y el cuerpo de Aidara pudo moverse, pudo tensarse y como un animal en acecho observó los movimientos de su adversaria, sabiendo que por sus movimientos y los de Violante este último se encontraba aún bajo su hechizo, bajo su yugo. Demasiado tarde reaccionó cuando vio a Violante desfallecer y al sentir la mano de Tiare en su brazo deteniéndola, sin dejarle ir al rescate de su amado, como un animal salvaje se removió clavando las uñas en aquella mano que la sujetaba y clavando los ojos inyectados en carmesí contra los ajenos escuchó de nuevo sus palabras. No iba a arriesgar la vida de Violante, por lo que primero debía de ponerlo a salvo y luego terminar aquel asunto con sus propias manos volviéndose en contra de quien sintió también tener un enlace sangriento. Aidara había bebido de Violante y Violante de Tiare lo que claramente los enlazaba en una unión irrompible de sangre, aunque también corriera sangre del gran rey Dragos en sus venas.

Voy a escucharte pero dije que lo dejaras, esto ya solo es entre tú y yo. —Dijo sin apartar la mirada de la de ella, vigilando cada movimiento. Sentía la mirada de la antigua demasiado inmersa en ella y no solo parecía curiosidad por lo que al oír de Perséfone y Hades, adivinó sus oscuras intenciones y como demente se negó. No sería la esclava de nadie y ella debería morir, no la dejaría viva para que siguiera atormentándolos. En medio de sus pensamientos Tiare se alejó de su lado y besó a su príncipe, enfureciéndola, tocando lo que era suyo. Únicamente suyo. Y aquello la desató.

¡ALEJATE DE ÉL! — Ordenó yendo rápidamente en un borrón hacia ella arrebatándole a Violante de sus brazos antes de que siquiera pudiese detenerla. Acobijó a Violante contra ella y apartándolo unos metros de su alcance, tras asegurarse de encontrarse a salvo se volvió a ella, caminando sin miedo, con seguridad frente a la vampira. — Adivino tus intenciones y no voy a ser tu juguete y tampoco confío en ti. ¿Cómo podría confiar en quien juega con la vida de Violante? ¡Quien solo le buscó el mal! No merecéis ni que os escuchen, solo sois venenos para quienes os escuchan y no voy a dejarme intoxicar. ¿Queréis un trato? Bien, luchemos entonces. —Se detuvo a unos pasos de ella y sonrío tentando a la muerte que en su retorcida cabeza le agradaba. — Y quien gane, podrá desear lo que quiera y la otra deberá acatar. — Su mirada fue un momento a Violante y volviéndose de nuevo a ella se relamió el labio, aquel labio que estaba segura Tiare deseaba besar y tener para ella en sus diabólicos juegos. Solo que esta vez no pensaba caer en sus juegos. Ella no iba a caer.

Yo podría ser tu esclava, tu amante ¿No te agradaría? Y de ganar yo, deberás desaparecer de nuestras vidas para siempre, excepto cuando estemos en peligro y acudas a protegernos. Si, serás como nuestra seguridad eterna. La protectora de nuestra paz… ¿Curioso no crees? A fin de cuentas este infierno lo has creado tú y solo tú podrás borrarlo, cambiarlo de forma y para eso querré tu palabra y tu sangre. No pienso irme sin ser más fuerte y sin tu juramento, Tiare. —Perdóname mi príncipe, pero lo hago por nosotros. Por ti… pensó antes de dejar que la locura la consumiese, y la bestia acechara en su cuerpo a la espera del enlace o el inicio del fin de los infiernos. Sus ojos ya solo eran una estela de sangre antes de agregar la sentencia que deslizaron sus labios añadiendo sus últimas palabras que podrían condenarla o salvarla. Las cartas ya estaban echadas y solo se podía preparar para lo inevitable. — Si Perséfone debe caer, que sea Hades quien la tome.



PD: Siento el retraso T_T no me odien (?)


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Mensaje por Tiare Vie Mayo 01, 2015 2:10 am

Nunca, nunca, nunca se arrepentiría de haber jugado con la vida de Violante. Aidara manifestaba la perfección, los rayos de ira y locura en sus ojos excitaban cada vez más a Tiare, de ser una mortal pudiese decirse que estaba al borde de un ataque cardiaco, tenía revolucionados los sentidos y las acciones de la que pensaba acoger como su vástaga no hacían más que aderezar el momento de Tiare. Invadida de celos su Perséfone -porque así ya la consideraba- le arrancó a Violante de los brazos; para la hija de los milenios la velocidad de Aidara fue como ver a un humano caminar, por eso, cuando inició su discurso Tiare suavizó su rostro y mostró un pequeño dejo de incredulidad en lo que decía su pequeña.

Cuando Aidara terminó, Tiare llevó una de sus manos al rostro echándose a reír, pronto, cubrió con ambas manos su rostro y la risa se intensificó, no era locura, era goce; todo ese placer lo estaba dejando ir. Poco a poco la risa se fue, sus manos abandonaron su rostro y suspiró lánguidamente. — No esperaba menos de ti Perséfone, porque no te importa que te empiece a llamar de ese modo ¿o sí?—dijo en un tono suave, bastante gentil, pero su semblante se oscureció, sus ojos brillaron con locura, poniéndose al nivel de Aidara. — Lo juro, si ganas haré lo que me pides, renunciaré a la revancha y velaré por su seguridad—su voz ya era oscura y al finalizar una sonrisa maliciosa apareció en su rostro, lentamente miró de reojo a Violante asegurándose de que Aidara se diera cuenta de ello.

Pero, me parece que Violante debe de vivir para que yo pueda hacer eso ¿no crees?—soltó una malvada risa entre dientes y regresó su mirada a Aidara— mientras tu intentas hacerme lo que pretendes, yo intentaré matar a Violante, así que, tendrás que esforzarte mucho—concluyó y ni siquiera en un segundo ya tenía el cuello de Aidara entre sus blancas manos, la besó y después a la velocidad de hijo de los milenios la soltó y la golpeó, se desplazó hasta Violante, lo tomó de un hombro y lo alzó, luego, apretó su mano destrozando los huesos del brazo para después arrojarlo a su Perséfone.

Tiare rió y comenzó a moverse por toda la plaza con su velocidad, asechando a Aidara, en el momento en que dejara a Violante iría por él y volvería a arrojárselo, así hasta que comprendiera que nunca podría ganar. Como una monstruosa sombra Tiare se abalanzó de nuevo derribando a Aidara y volviéndola a golpear alejándola de Violante, Tiare regresó al cuerpo y lo pateó. Volvió a irse y apareció detrás de Aidara, la abrazó y clavó sus colmillos en su cuello bebiendo el elixir que tenía su propia sangre transmitida por Violante cuando la convirtió. No bebió mucho, la soltó dándole y empujoncito y apareció frente a ella. Le mostró una sonrisa malvada y se desplazó hasta Violante, pero éste ya estaba consciente y se abalanzó sobre su yugular.

Tiare no estaba para juegos, al menos no con él, así que de un golpe lo derribó y tocando su cabeza nuevamente quedó inconsciente.



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Mensaje por Aidara Dupont Dom Mayo 10, 2015 7:37 am

Muerde, sangra, muere...
Ahógate, revuélvete, expira lo que debe ser expirado..
Y sé aquel animal salvaje, la bestia indómita que ambos sabemos
ahora eres.


Si, la princesa no solo había enloquecido sino que ahora en la lista de los agravios cometidos se añadiría aquel breve momento en el que decidida a salvar el amor del infierno de la muerte, lucharía hasta la misma muerte o hasta ser vencida y llevada lejos de él; al castillo de cadenas en que Tiare quería encerrarla. “Si Perséfone debe caer, que sea Hades quien la tome” había dicho entregándose así al destino con los brazos abiertos. Y no se arrepentía, ni lo haría jamás. A pesar de ser esas mismas palabras su destrucción, también podrían ser su salvación; su ancla…  y anclada se prometió seguir por el bien de ambos y de todos aquellos que por el camino habían dado la vida por ellos; por la familia. Las nornas que regían el destino iban a tenerlo difícil para lograr su rendición aquella noche.

Puedes llamarme como quieras…Un nombre no cambiará tu final, ni tampoco nuestro destino.—Contestó en una réplica seca odiando mortalmente a la anciana que se pavoneaba como indestructible. Nadie era indestructible y aún menos una raza que se quemaba por el fuego o los rayos del sol. Tras esas palabras la neófita esperó el primer ataque sintiendo como la ansiedad latía en su cuerpo exaltado. Toda ella se estaba preparando y su cuerpo no era diferente. Sus músculos se tensaron, los colmillos antes escondidos se mostraron reluciendo cual rayo de la eterna luna sobre sus labios y antes de que pudiese saltar y vencer el mínimo espacio que la separaba de su mortal enemiga Tiare estuvo allí. En un borrón la agarró del cuello con firmeza, con fuerza y ante su mirada carmesí Tiare se acercó a sus labios y la besó. Su sangre ardió con fiereza bajo su fría y muerta piel blanquecina mientras le era robado aquel beso. Sintió sus labios saboreándola y la maldijo. Tensó los labios y justo cuando trató de morderle, arrancarle los labios de un voraz mordisco, sus colmillos fueron a morder aire y sus manos no pudieron agarrarse a nada mientras la fuerza de la inmortal la empujaba lejos de ella y todo cuando pudiera conllevar su cercanía.

El cuerpo de la neófita fue arrojado con fuerza contra el suelo y gruñó furiosa. No deseaba engañarse, no deseaba mentirse con poder ganar cuando la lucha estaba sentenciada desde un buen principio. A fin de cuentas, ella apenas tendría unos dos años de inmortalidad mientras que Tiare tenía siglos de experiencias y luchas, sin embargo, ella tenía la necesidad de ganar y el coraje suficiente para intentarlo. Se levantó rápidamente a tiempo de oír el crujido de los huesos de Violante y ver como el brazo le era destrozado. Violante gritó de dolor y Aidara gritó con él en su mente, agarrándolo en cuando Tiare lo lanzó hacia ella y evitando que se cayera lo sujetó con fuerza. Con suerte el brazo sanaría en unos segundos, pero el dolor latía en los ojos de su amado y aquello era más de lo que podía soportar. Aidara se movió anteponiéndose a Violante en un intento de protegerlo y acosó con la mirada a la inmortal que empezó a cercarlos como ganado, como si ella fuese el lobo y ambos enamorados; dos corderos extraviados de la mano de Dios.

Se agazapó y se preparó pero de nada sirvió su cautela a la hora de detener a Tiare de enfrentarla, pues cada vez que ella quiso la derribó como quien derriba un niño pequeño que por más que se resista, le es completamente inútil.Violante sufría los invites de Tiare y Aidara no encontraba la ocasión de dañarla, más que de forma superficial cuando llegaba a tocarla. Intentaba contraatacar, ir hacia ella cuando Tiare se le echaba encima pero era tan fácil para Tiare dejarla reducida que por más que lo intentara de nuevo, resultaba un ataque infructuoso. Por ello en cuando vio como Violante se revolvía contra la inmortal, la neófita vio su preciada ocasión. El ataque desesperado de Violante hizo que Tiare para reducirlo le diese la espalda por unos escasos segundos y la neófita lo aprovechó sabiendo que quizás aquella era la oportunidad que había estado esperando. Y la única que tendría aquella noche para coseguir su propósito.

Aidara se movió al instante con la velocidad de un rayo, pasando de su posición de ataque a arrojarse directamente contra la vampiresa milenaria. Los segundos pasaron a cámara lenta para la neófita quien al saltar y colgarse a su espalda vio como sus propios pies dejaban atrás el suelo para encontrarse encadenados al cuerpo ajeno. Se agarró con fuerza, hincó las uñas con firmeza en su carne creando surcos profundos de sangre a sus costados y justo cuando el cuerpo de Violante caía inconsciente al suelo, sus colmillos fueron a hincarse profundamente y con fiereza en su garganta deleitandose inmediatamente con el sabor de su sangre.

El agarre —abrazo— que mantenía sobre Tiare le dio unos preciados segundos en los que se dedicó a desangrarla y a beber con frenesí de la sangre que una vez la neófita probó, deseó no dejar de beber. Aquella sangre era tóxica, pero también poderosa y la locura pensó, era un precio razonable a cambio de su muerte.

Gruñó contra la carne de su garganta cuando sintió los primeros movimientos de la milenaria y rápidamente tras afianzarse contra ella, tras un recorrido sangriento por su cuello herido, encontró su carótida y la rasgó con la decisión de un lobo salvaje y hambriento que trocea los huesos de sus presas sin miedo, más que con el placer de calmar el hambre de su alma. Enseguida tras la herida provocada, un nudo de sangre salió a borbotones en cuanto destrozó aquel pedazo de carne manchando a ambas vampiresas, y a pesar de que sabía que Tiare la estaba dañando en aquel momento, solo tenía en su mente un único pensamiento; Beber hasta sus últimas fuerzas. Desgarrar aquel preciado cuello de marfil y bañarse en la venenosa sangre que la alimentaba. Hasta sus últimas fuerzas. Hasta salvar a Violante… Hasta que Perséfone cerrara a Hades para siempre en el más hondo de los avernos y lo ahogara en el mártir de los pecadores.


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Mensaje por Tiare Dom Mayo 10, 2015 10:29 am

Finalmente se presentó el momento para Aidara, en su arrogancia Tiare bajo la guardia por contener a Violante y fue apresada en un desesperado ataca de la neófita, estaba totalmente atenazada al cuerpo de la inmortal y quebrando su piel extremadamente dura comenzó a beber como si no hubiera un mañana. Tiare soltó un jadeo nada placentero, más bien era un quejido; echó su cabeza ligeramente atrás mientras mantenía su boca abierta. Retrocedió unos pasos y quiso agarrar a Aidara de cualquier parte del cuerpo para zafarla pero le fue imposible, se debilitaba. Pensó en crear una pesadilla en la mente de Aidara pero no podía concentrarse, luego, empezó a usar su tortura por medio de la mente pero ya no afectaba a su Perséfone, se estaba volviendo fuerte, tanto que ese ataque era inútil.

Noooo—susurró en casi un chillido y cayó hincada, de pronto pensó en que si enviaba un golpe de su sangre hacía Aidara la entorpecería, pero justo cuando lo hizo su rival la mordió haciendo que ese shot de sangre saliera escandalosamente por su cuello. La neófita volvió a afianzarse a su cuello y fue entonces que supo lo único que podía hacer en aquel momento era llenarse de ira. La locura y la decisión de ganar estaban venciendo a la hija de los milenios, era tiempo de jugar con otras cartas. Se puso de pie y corrió de espaldas, desplazándose a una velocidad superior a la de Aidara pese a estar ya débil.

Llegaron hasta una pared donde Tiare estrelló a la neófita, el golpe hizo que volviera a desgarrar el cuello de Tiare pero sus cabellos dorados cayeran del lado del pecho de la hija de los milenios, ésta la sujetó de los cabellos con su mano derecha y con la izquierda le tomó una pierna que también se abrió. Tiró de ella y la aventó al suelo. Antes de que reaccionara se arrojó al suelo y aprisionó el cuello de Aidara con ambas manos estrujándola sin escrúpulos. —¿Perséfone?, no, ya no más—una de sus manos abandonó el cuello de Aidara preparando la mano que como garra estaría destinada a desgarrar el cuello de Aidara. Mas el movimiento era lento y la neófita ahora lo suficientemente poderosa para encararla sin desventaja se liberó.

Tiare no permitió que se alejara, le tomó de los hombros y la obligó a hincarse destrozándole los huesos de éstos, luego, la tiró y pisó una de sus piernas destrozando también sus huesos. Mientras los huesos de Aidara se regeneraban Tiare se acercó a la puerta de una panadería del cual colgaba una tabla anunciando el nombre del negocio; arrancó la tabla dejando al descubierto la barra de hierro que usaría como estaca para colgar el cuerpo de Aidara, la clavaría dejando que el sol que ya saldría pronto la quemara.




Última edición por Tiare el Mar Jun 09, 2015 7:56 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Aidara Dupont Dom Mayo 10, 2015 6:25 pm

La destrucción no es un estilo de vida,
No es algo que podamos escoger
Normalmente la destrucción se perdona siempre a causa del fin que merezca.
Y nosotros merecíamos ese final.
Por eso espero que una vez pase, pueda encontrar este perdón.
Pues de esta bestia no me alegro,
pero jamás desistire de proteger esto nuestro.
Este corazón tan mío...
Y tan tuyo.


¿Cómo definir aquel momento en palabras? ¿Cómo detenerse cuando el frenesí era imposible de resistir? La sangre de Tiare bajaba al organismo de Aidara y con una sorprendente rapidez —a causa de los siglos de vida de la vampiresa— su sangre se filtraba a todas partes, recorriendo su cuerpo dotándolo de una fuerza, una fortaleza y resistencia que nunca antes imaginó poder poseer . Tras pasar Tiare siglos y siglos caminando entre humanos y criaturas sobrenaturales, usando sus dones; mejorándolos, era de suponer que su poder residiera de cierta forma en ella, en su interior. Y en efecto, el poder de los vampiros que se regía por la edad de los inmortales se resguardaba en la sangre y en sus conocimientos. Aidara quizás no podría adueñarse de los pensamientos ajenos y extraer los conocimientos ancestrales de su mente, pero sí podía beber de su sangre y con ella; extraer su poder y a cada gota que caía en su garganta, era una barrera más sólida contra los poderes de Tiare.

Apenas fue consciente de los intentos de apartarla, llegó un momento en el que la ceguedad producida por el frenesís de aquella sangre la alejó de los demás sentidos, incrementándose únicamente el sentido del gusto y sin duda alguna, sus papilas gustativas disfrutaron de aquel manjar. La vampiresa se removió y echando su cabeza hacía atrás solo provocó que un ligero gemido ahogado en sangre se oyera contra su piel al mismo tiempo que aprovechando esa posición, apretó más la mandíbula, hincándose más en aquel cuello de granito. Era delicioso, sublime. La sangre de Tiare tenía aquel toque que le recordó a la sangre de Violante, a aquella sangre que probó sus primeros meses en aquella eterna vida y de la que cruelmente la arrebataron por dos años en que su única amiga fue la locura y Victoria, una neófita que conoció en los teatros. Aquel sabor únicamente le hizo acordarse de lo que había perdido por culpa de ella y con la mente encendida de venganza empezó a contar los segundos para que el flujo de sangre disminuyera indicando así, la debilidad y caída de la ancestral vampiresa. No obstante, no salió como lo tenía planeado y usando sus últimos ataques la empotró contra una pared a lo que Aidara sintiéndose aturdida se soltó lo suficiente de ella como para que pudiera agarrarla y las tornas se volvieran contra ella. Ahora ella volvía a ser la presa y una Tiare debilitada, el cazador.

Fue golpeada contra el suelo en cuanto dejó de morder el cuello ajeno y aún aturdida unos segundos se revolvió como un animal salvaje bajo la mano cruel de la vampira que la mantenía inmóvil contra el suelo. Arañó, rasgó con las uñas, intentó hacer trizas los huesos de los brazos y manos que la sujetaban pero Tiare era rápida a la hora de deshacerse de sus ataques. Sin embargo no era la única rápida de las dos, y en cuanto Tiare sin quererlo se concentró por un segundo en algo que no fue únicamente ella, la neófita usó parte de la fuerza que tenía y en un movimiento rápido y contundente se separó de ella, partiéndole al salirse de su agarre uno de los brazos con que la había amarrado al suelo. Se levantó de nueva cuenta pero de igual forma terminó volviendo a comerse el suelo, solo que esta vez con los hombros y una pierna destrozados. Aidara se contuvo de gemir de dolor o de gritar, no deseaba ni quería hacerla disfrutar con aquello y el que viera cuanto le dolía estaba seguro le agradaría y en ningún aspecto deseaba agradarle, por ello se mantuvo callada solo dejó que en su rostro se adivinara el dolor de su cuerpo más tampoco duró mucho ya que en cuanto el sonido de un cartel romperse rompió el silencio, la princesa se obligó a levantarse con todas sus fuerzas.

Si hasta ahora había sobrevivido era únicamente por la sangre que ahora corría por sus venas y lo sabía, por eso cuando Tiare regresó a por ella con unos ojos inyectados en sangre y una mirada maliciosa no se amedrentó, sacó todo lo que tenía para defenderse de caer de nuevo en sus garras. Ya no era esa noche la princesa de siempre, ni tampoco la débil y asustada. Ahora era la alma que ansiaba la venganza. Una Vilhjálmir hecha un huracán sangriento de odio, del más letal veneno.— Voy a mataros Tiare, así de esta forma jamás podréis hacer daño a nadie más y podréis encontrar la paz. ¿No la queréis? Oh vamos, os lo veo en esa mirada iracunda vuestra ¿no pensáis que os pueda ganar, verdad? Pero ya os estoy ganando y aún, ni lo sabéis… ¿Qué clase de torturadora puedas ser si no ves tu propio foso? ¿Jugaste con Violante junto con tus muñecas de porcelana, querida anciana? — Intentó burlarse, provocarla mostrando su sonrisa más ancha y aquellos colmillos hirientes que la habían estado a punto de degollar de haber seguido más rato pegada a su cuello. La provocación pareció hacer efecto o quizás solo fuera que se había cansado de jugar y decidía que la acción iniciaba.

Parecían estar a la par y cuando una no golpeaba la otra si lo hacía, hasta estar ambas concentradas únicamente en su adversaria. Tiare tras algunos intentos consiguió en uno de los golpes de Aidara contra ella, agarrarla del cabello y con fuerza jalándola, la llevó hasta empujarla con fuerza contra la pared de la panadería de la cual antes había arrancado una tabla de madera con sus propias manos. Al sentir su cabeza de nuevo contra la dura pared, de los labios de la neófita se escuchó una ligera queja, un suave jadeo y tan pronto este sonido se extinguió de sus labios agarró a Tiare de los brazos y la arrollo contra la misma pared en que instantes antes había estado ocupando su figura. El sonido se escuchó por toda la plaza y agradeció que fuera tarde y aún no empezaran a salir los trabajadores aunque no creía que faltase mucho, pues en su piel adivinaba por el cosquilleo que se extendía en sus sentidos, signo de que el sol se encontraba cerca de salir.

¡TIARE, RINDETE Y JURAME TU PROTECCIÓN, AHORA!—Le gritó al golpearla de nuevo contra la pared tras haberse deshecho de un intento ajeno de golpearla para dejarla aturdida, que seguramente era lo que buscase. La respuesta de Tiare no pareció ser la de un animal rendido o asustado y Aidara gruñó con fiereza contra su cuello de nuevo, abriéndoselo en un único mordisco mientras apretaba su cuerpo contra el suyo impidiéndole zafarse de su agarre. Los minutos se estaban terminando y la sangre de Tiare ya corría a contrarreloj en las cuerdas de su vida.


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Mensaje por Tiare Mar Jun 09, 2015 11:02 pm

El cuerpo de Aidara había sanado demasiado pronto, más rápido de lo que Tiare esperaba. Aunque no se lo aceptaría a Aidara, Tiare sabía que estaba en peligro. Ya no podía detenerse a intentar calcular la fuerza con la que contaba Aidara. Después de todo bebió más de la mitad de su sangre y fue convertida por un Violante que ya tenía en sus venas la combinación de las sangres del bárbaro Dragos y Tiare. Era superior a ellos, pero no podía superarla, no debía y con ese pensamiento la hija de los milenios se aferraba y luchaba. Los golpes que le daba la aterrizaron en la realidad, en que su arrogancia había conducido a esto. Su exceso de confianza consiguió ser la principal arma de Aidara y cuando lo aceptó se reemplanteó una forma para contraatacar o más bien. Destruirla. Tiare había destruido a su maestro el único ser que hasta el momento consideraba el más poderoso rival que se enfrentó y no había sido un reto. Hasta ese momento Tiare aplastaba a vampiros como un mortal aplasta a una cucaracha, no sabía reaccionar ante una situación como aquella, nunca había sido igualada. Nadie la había alcanzado a golpear de ese modo, ni siquiera Ainara y Violante juntos o cuando lo hicieron Crystall, Benelope y Violante. Tampoco en esa emboscada significaron una gran amenaza. Anidara le estaba mostrando lo que era temer.

Rendirme… —susurró totalmente sometida al agarre de Aidara. Tiare dejó caer su cabeza y los cabellos rubios le cubrieron el rostro—, rendirme… —repitió, cerró sus ojos y en un giro se rompió su propio cuello y espalda haciendo que la presión que antes ejercía se liberara y su cuerpo cayera sin fuerza sobre las manos de Aidara que al no sentir presión casi se le zafó de las manos. En la caída el cuello se recuperó y sorprendió a Aidara arrojándose sobre su cuello. Sus poderosas manos se tensaron al grado de parecer realmente una piedra indestructible. Tiare golpeó a Aidara contra el mismo muro en el que ella fue golpeada pero la pared se vino abajo e invadieron la panadería. Tiare se dirigió rápidamente al cuello de Aidara y clavó sus colmillos en lo que aún era una piel suave. Sus brazos aprisionaron el cuerpo de su rival volviéndose más dura, totalmente enconchado bebía de Aidara pero no lo hacía rápido como lo hizo su traviesa Perséfone. No, Tiare lo hacía con calma pues entraba directamente a la mente, usando su manipulación de la memoria.

Los sentidos se estaban alterando, los recuerdos estaban siendo extraídos. Su niñez, su vida sin Violante y en el momento en el que llegó a ella. Todo era parte de Tiare; ahora, sólo era cuestión de crear un universo en Aidara. El local desapareció transportándose al Palacete de Vilhjálmur. Tiare desarrolló en la mente de su Perséfone un baile, la orquesta de Violante y los miembros más importantes de ambas familias. Pronto, todo se parecía al recuerdo de la boda de los Vilhjálmur; sí, allí estaba Aidara con su vestido de novia, recién casada y aún mortal. La hija de los milenios estimulo de tal forma el recuerdo que sacó las emociones que experimentó la princesa aquel día y las volvió a inyectar en su mente para que su manipulación se cimentara y fuera imposible para ella escapar. Los conocimientos que tenía de Violante sobre ese mismo día los usó para que éste actuara justo como lo hizo aquel día; sonreía cuando debía hacerlo, la besaba como debía hacerlo, en que tiempos y bajo que intensidad en su momento Violante ejerció.

Tiare se disfrazó de Crystall y bajo esa piel veía a los príncipes bailar, reírse, besarse. La orquesta cambió el ritmo y la hija de los milenios seguía sugestionando la memoria. Aidara raya presa de la manipulación de Tiare y ésta desde la realidad bebía de Aidara lenta y plácidamente.



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Mensaje por Aidara Dupont Vie Jun 12, 2015 6:51 am

No te diré adiós porque no deseo hacerlo
Jamás quise, ni querré.
Por eso...
Solo diré que espero encontrarte en otra vida
En otro tiempo, en otra estación más cálida
Donde nuestros besos no sepan a triste despedida
Si no a una alegre bienvenida.


La victoria era traicionera. Cuando creías tenerla, a veces por un golpe del destino esta escapaba entre tus dedos irremediablemente y entonces, te dabas cuenta de lo que debías hacer y no hiciste. La derrota y la victoria están tan cerca, tan unidas, que solo un cambio, una pequeña resistencia podía intercambiar los puestos y la princesa, creyéndose tener todo el poder, ávida de la sangre de Tiare, bajó la guardia y aquel mísero segundo fue suficiente para que en una acción de la anciana, todo se fuera al traste; para que todo terminara. Justo cuando Aidara creyó oírla rendirse, de un movimiento a otro su cuerpo cayó sin vida contra ella y  sin pensarlo disminuyó su agarre encontrándose inmediatamente atacada por Tiare que no dudó ni un instante en derribarla contra la pared. Las piedras y el hormigón dieron salvajemente contra su espalda y derribándola terminaron entrando dentro la panadería la que ahora se llenaba de polvo y de paredes derruidas por el forcejeo de ambas. El paisaje se parecía al que quedaba tras una guerra, entre una guerra y el interior de aquella panadería no había mucha diferencia. Solo la diferencia que en vez de usar armas, las vampiresas que se debatían luchaban con su propio cuerpo de granito y sus afilados colmillos.

Las manos de Aidara intentaron apartarla de ella sin éxito. La derecha buscó penetrar en la piel de su hombro y destrozarla mientras la otra buscaba distancia entre sus colmillos y su piel expuesta. Con la mano le desvió el rostro antes de que hincara su boca en su cuello, no obstante a la segunda arremetida nada pudo hacer y tras un gemido de dolor, Tiare penetró su cuello con sus dientes. La mano que tenía en el hombro ajeno lo atravesó y buscó distraerla, pero su agarre era fuerte y la tenía de tal forma que resultaba imposible zafarse, aun cuando la adrenalina corría por su cuerpo y sangre llenándola de vitalidad y fuerza. Vitalidad que poco a poco se estaba adueñando Tiare y la princesa desesperada por no saber combatir mentalmente contra la inmortal, sucumbió a su manipulación.

La música sonaba en aquel gran salón y la sonrisa de sus padres es lo primero que vio. Había vuelto a la noche de su boda donde aún como mortal se había entregado en matrimonio por siempre a Violante Vilhjálmur; príncipe de los Países bajos y ahora su esposo. La joven princesa no se había cambiado el vestido, no deseaba perderse ni un solo segundo de la festividad y bailando entre sus brazos parecía que todo finalmente tras batallar por sus sentimientos, fuera y estuviera perfecto. Quizás, pensó, que sería cierto aquel impulso que le decía que estar con él era lo que siempre debió de haber pasado. Ella no podría ser de nadie más que no fuera su príncipe y aquí bailando, con la sonrisa más dulce y enamorada viéndole danzar con ella le hacía ver que todo el riesgo que habían corrido había valido la pena. Estaban juntos y así debía de ser. Sonrío y entrelazó los dedos con los de él sintiendo aquella frialdad chocar contra su calidez de nuevo. —Gracias por hacerme tan feliz esposo. —Le susurró al oído cuando él la acercó a su cuerpo y siguieron danzando unidos, marcando los pasos al son de los latidos mortales de la joven princesa.

A su alrededor toda la familia yacía reunida viéndolos bailar. Sonreían y se les veía felices por ellos dos y aunque la familia de la joven princesa sabía que a partir de aquel momento la verían menos, sonrieron igual y aún más que los demás sabiendo que habían hecho bien. Viéndolos juntos no había forma de separarlos y así también lo creía Aidara mientras besaba a su príncipe. El beso fue como aquellos dulces y tan tiernos contactos de su boca contra la masculina y no se guardó ni uno, tampoco él en toda la noche del banquete real. Comieron y el príncipe la vio comer a su lado. Regresaron a bailar y la princesa se protegió entre sus brazos y feliz bailó con él de nuevo deseando que la noche jamás tocara a su fin. No obstante, cuando el vals de los príncipes sonó en el gran salón algo sucedió que de pronto su blanco vestido empezó a mancharse del rojo de la sangre. Ella no lo sabía pero seguía luchando contra Tiare, contra aquella visión… Aidara en un rincón de su mente presentaba batalla e intentaba tomar el control, ya que mientras parte de la sangre de la misma vampiresa siguiera en sus venas, le quedaria la fuerza necesaria en su cuerpo para resistir. De nuevo se miró el vestido y con urgencia miró a su príncipe quien seguía mirándola con amor y adoración, como si él no pudiera ver nada más que no fueran sus ojos. Confundida entre sus brazos dejó que él la reconfortara con sus dulces palabras de amor al oído y por unos segundos casi olvidó la sangre de su vestido hasta que su propio brazo apareció manchado. Algo no iba bien, se dijo la princesa al ver como tampoco los demás parecían darse cuenta.

Se separó al terminar el vals de los brazos de su amado y buscó entre los presentes alguien quien tuviera respuestas de que sucedía y la encontró. Crystall era la única que no sonreía como los demás, por lo contrario veía su vestido blanco volverse carmesí cuando ninguno de los demás, ni su propio príncipe lograba darse cuenta. Se acercó a ella y a cada paso que daba se dio cuenta de lo mucho que le costaba, de lo mucho que debía esforzarse para llegar ante ella. ¿Qué me sucede? Se preguntó a pocos metros de llegar a Crystall cuando Violante volvió a hacerla danzar en sus brazos y regresó con ella al centro de la pista de baile. —¡No, no, no! ¡Violante dejadme! Debo llegar a ella.—Exclamó en su mente sin salirle ni una palabra por sus labios. Él la acercó más y volviendo a besarla hizo lo único que ella pudo hacer, de un golpe directo a su estómago Aidara le golpeó alejándolo de ella cobrando así de nuevo la lucidez, cuando ante ella los recuerdos desaparecieron y se encontró encarcelada en los brazos de Tiare mientras su propia mano yacía atravesada en el estómago de la vampiresa. La visión, los recuerdos habían desaparecido devolviéndola a la realidad, en donde Tiare no dejaba de drenarla y toda su vida escapaba lentamente.

Profirió un gruñido de dolor al ver que toda ella se estaba manchando con su propia sangre y la de Tiare y sintiéndose torpe y lenta a causa del desangrado al que la estaba exponiendo Tiare,  la princesa reaccionó como un animal desesperado, de la única forma que supo en su situación. Con sus últimas fuerzas movió la mano con la que acababa de lograr herirla e intentó apartarla de si, sintiendo que tras su movimiento únicamente lograba que Tiare volviera a afianzarse de su cuello con más fuerza. Gruñó al sentir la mordida y la sangre que no terminaba en la boca ajena, corría por su cuello hasta su vestido, el cúal lentamente iba adquiriendo ese color pese a sus esfuerzos de escapar y no terminar desangrada. Su cuerpo tembló sintiendo que llegaba a sus últimos segundos de vida y cerrando los ojos, notando el abrazo mortal de la inmortal sobre ella, sin escapatoria, sin fuerzas, los recuerdos volvieron a llamarla alejándola de aquella realidad cada vez más fría y oscura.

Vio-olante… por favor, perdonadme. —Atinó a susurrar con su dulce voz, llamándolo, implorándole perdón antes de caer en el hechizo de Tiare.

Y tras esas palabras la mente de la princesa regresó a su memoria, volviendo a danzar con él bajo la luz de la noche de su boda. Aquella boda que supo jamás olvidaría, ni aún ahora; en lo que parecían sus últimos minutos de vida.

¿Sabeís? —Susurró contra su oído mientras feliz abrazaba el cuerpo de su amado. Ahora iba a recordar aquellas palabras, la declaración que dijo aquella noche y a la que no prestaron atención más de la debida, pero que ahora, bajo esa luz de muerte se veía diferente y esas palabras tomaron poder en sus recuerdos. Era una despedida. Su despedida... por si esta vez era ella la que no lograba volver de regreso; de su trance de sombras de muerte y amor. — No quiero que esta noche termine nunca, quiero que sea eterna en nuestra memoria y cuando algún día nos suceda algo, debemos refugiarnos en estos momentos. Donde nadie pueda dañarnos y solo nuestro amor permanezca intacto al paso del tiempo… Por qué pase lo que pasé, a partir de esta noche, yo siempre seré vuestra Violante, en la vida, en la no-vida e incluso en la muerte... Y quiero que me creas si te digo, que no habrá muerte más dulce que saber que esto que siento aquí...— Llevó su fría mano a su pecho y sonrío perdiéndose por última vez en sus ojos antes de que todo desapareciera.— jamás desaparecerá de mi corazón; de nuestros corazones, mientras uno de los dos exista.


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Mensaje por Violante Lun Jun 15, 2015 2:24 am

No alcanzaba a comprenderlo. Las torturas de Tiare habían sido de lo más atroces y aterradores, llenas de sufrimiento. En muchas ocasiones Violante dudó en que alguien torturara con más maldad y crueldad que la mismísima hija de los milenios. La rubia tenía un estilo especial que ni en la literatura o la historia de otros seres podía igualar. Pero pese a todo; Violante se recuperaba más en esta ocasión le estaba costando trabajo. Estaba muy herido, sus huesos rotos tardaban en sanar y el resto de su golpeado cuerpo. Con dificultad se puso de pie, su visión le fallaba y a lo lejos alcanzó a ver las siluetas de Tiare y Aidara. Peleaban y su hermosa princesa parecía llevar la ventaja sobre la hija de los milenios. Mas Violante sabía que por mucho que Aidara se hubiera vuelto fuerte seguramente por beber de la sangre de Tiare mientras ésta atacaba al príncipe. Éste era consciente de que no le iba a ganar, finalmente la experiencia le vencería.

Pero si Violante sabía otra cosa era que en esas condiciones él poco podía hacer, sí intervenía en ese momento lo único que conseguiría sería que uno de ellos muriera si es que no los dos. Tenía que obtener fuerzas de algún lugar o para ser más concretos de humanos. Fue así que comenzó a caminar en sentido opuesto al combate. Algunos obreros ya salían del trabajo y más lejano escuchó al patrullaje. No estaba en condiciones para usar su super velocidad, sus hombros a penas se acomodaban y sus costillas seguían desechas. Cuando los alcanzó rápidamente los contabilizó, eran veinte hombres. Uno de ellos le preguntó sobre su estado y si podían ayudarle, mas la respuesta de Violante fue: lo siento. No tenía tiempo para asegurarse de dejarlos confundidos y con vida. Los iba a matar de ser necesario.

Atacó al más cercano, de él no bebió mucho, le desgarró el cuello y se lanzó sobre el segundo, a este también lo mató. Se abalanzó sobre el tercero y el cuarto. Al quinto lo drenó rápidamente mientras los obreros regresaban por donde venían. Violante obtuvo fuerzas, dejó de beber del quinto pero le rompió el cuello. Sus costillas comenzaban a unirse y con una velocidad quizás no igual al de otro vampiro de su edad pero si con superior a la de los obreros se adelantó sobre el que llevaba la delantera entre los demás. Le clavó los colmillos hasta drenarlo, dos de ellos se abalanzaron en un tonto arrebato de valentía, Violante no perdió el tiempo y los mató desgarrándoles el cuello con sus manos ya tenía seis muertos y dos inconscientes. Dejó fuera de combate a tres más y bebió del resto hasta debilitarlos y derribarlos. —Discúlpenme —les dijo, su fuerza ya la había recobrado, su cuerpo estaba en perfectas condiciones pero lo habían visto así que usando su velocidad mató a todos y cada uno de ellos. Pero no sólo a los obreros, el patrullaje venía en camino. Así que Violante apareció frente a ellos sorprendiéndoles; cogió al primero y lo drenó rompiéndole el cuello una vez que terminó, al segundo le sacó el corazón y bebió hasta la última gota el último sacó su revolver y comenzó a dispararle pero el príncipe se movió tan rápido que se puso a su espalda y bebió hasta matarlo.

Quizás tenía prisa pero no podía dejarlos así, no para despertar sospechas así que aprovechó el coche de la patrulla para llevar a todos los cuerpos al centro de la plaza, los amontonó y les prendió fuego. Luego, miró en dirección a Tiare, estaban ya dentro de una panadería y la maldita hija de los milenios estaba usando su manipulación de la memoria. —No, no lo permitiré —dijo y usando su velocidad llegó hasta Tiare, le cogió de los hombros y la arrebató del cuerpo ausente de su esposa. Violante quiso ir a asistirla pero no podía bajar la guardia. Al parecer Tiare estaba concentrándose bastante en la manipulación, tramaba hacer una manipulación perfecta por lo que también estaba desorientada. Eso lo aprovecho Violante para lanzarse sobre ella y beber de ella. A la hija de los milenios le costó un minuto en reaccionar y fácilmente arrojó a Violante a una de las paredes. Estaba furiosa pero él no bajo la guardia volvió arrojarse hacía ella, le soltó un par de golpes que la hicieron retroceder pero entonces ocurrió algo que él no previó.

Tiare lo tomó de su chaqueta y como si volara por toda la habitación lo clavó contra una púa de metal que sobre salía de una pared como una estaca. Violante sacó sangre de su boca y comenzó a jadear mientras sus ojos se ponían blancos.

¡PUDRETE MALDITO! —gritó la hija de los milenios, ahora sólo le faltaba encargarse de Aidara.


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Mensaje por Aidara Dupont Lun Jun 29, 2015 5:04 am

No iba a dejarte morir,
Nunca te habría dejado
Prefiero mil veces ser vaciada en tu boca
Que vivir glorias y vidas infinitas
sin ti.


Su mundo se desmoronaba. No únicamente el propio, sino que también en sus recuerdos todo empezaba a fallecer. Los tentáculos de Tiare hacían sonar su tétrica música celestial en sus recuerdos y en medio de aquel baile que Aidara recordaba de pronto surgieron vampiros desde las sombras dispuestos a terminar no solo con la vida de los humanos allí presentes y no humanos, sino también dispuestos a matar al príncipe y a su nueva princesa. Violante la empujó lejos de la confrontación y asustada, escondiéndose tras una columna observó atónita como su amado luchaba por ambos. Al principio parecía que nadie pudiese derrotarle, sus golpes eran certeros y temidos, pero a la larga ellos fueron más y lentamente las tornas se volvieron hasta que de nuevo por segunda vez le vio caer. Todo era un engaño de Tiare, una manipulación perfecta pero que en cuanto los vampiros fueron a por Aidara para terminar con su vida algo sucedió que todo terminó y dolorosamente la princesa cayó al suelo.

Cuando abrió los ojos aún los tenía llenos de lágrimas oscuras. No era fácil ver morir a su amado y no una vez, sino dos eran las veces que ya había visto lo mismo y cada cual más horrible que la anterior y más real. Parpadeó fijando la mirada borrosa frente a sí misma y viendo las sombras de Tiare y Violante luchar gruñó en desafío. Ya bastante tenía con haber visto en su mente, en sus recuerdos dos horribles muertes por lo que en cuanto logró levantarse y estabilizarse no se lo pensó, fue hacia ellos en un borrón. A tiempo estuvo de ver como en un ataque sorpresa ella lo derivaba anclándolo a una pared y allí, perdió el control. Con sus orbes nublados del dolor de verlo así, se lanzó directamente hacia Tiare.

¡PUDRETE TÚ, MALDITA PERRA!— Gritó y agarrándola por la espalda la aventó lejos; Lejos de él y de ella, arrojándola al centro de la plaza donde todo había dado su inicio, donde todo había comenzado aquella noche.

Miró unos segundos a su amado y cerciorándose de que aún parecía quedarle un halito de vida se lanzó hacía Tiare con fuerzas renovadas surgidas del dolor y de la venganza por haberlos separado esos años y ahora haber intentado matarle. La inmortal ya la esperaba y el choque de ambas no tardó en darse. Aidara luchó con garras y dientes en un intento de dañarla, acercarse a ella y drenarla de nuevo, no obstante, esta vez hasta el final, hasta su último aliento. Sin embargo, Tiare no cedía y aunque debilitada por la falta de sangre que la hacía ir más lenta a la hora de atacar y protegerse, aún poseía su poder, aquel que por muchos años había cultivado.

No podía saberse donde empezaba una y acababa la otra. Los cuerpos de ambas vampiresas se encontraban enlazados como dos amantes. Los brazos de una rodeaban a la otra y mientras uno de los brazos de Tiare intentaba inmovilizar a la otra, Aidara solo tenía en mente rasgar aquel cuerpo, llegar a morderla hasta que la pérdida de sangre fuera irreversible y solo fuera cuestión de tiempo terminar aquello que ella había empezado. Por un momento la princesa terminó arrinconada y escapando del agarre mortal de la más anciana logró escapar situándose a su espalda desde donde intentó su nuevo ataque. Sujetó la figura de Tiare, inmovilizó sus brazos a su espalda y resistiendo los intentos de la vampiresa por soltarse de nuevo le mordió en el cuello bebiendo con frenesí de aquella sangre que de nuevo le devolvía las fuerzas renovadas. Cerró los ojos embargada por el placer de aquel excitante sabor y sin saber en qué momento su fuerza había menguado se encontró con Tiare deshaciéndose de ella y enfrentándola de nuevo. Únicamente que esta vez los ojos intensos y radiantes de la vampiresa hablaban por si solos, ya no quería jugar con ella, no deseaba terminar con ella de forma lenta, ahora solo quería terminar con ella; destrozarla. Y Aidara hizo de todo menos retroceder, sonriendo mostró petulante sus colmillos manchados de su sangre y esperó a que Tiare se lanzara contra ella.

Pero lo que pasó a continuación no sucedió tal cual la neófita se lo esperaba. Había infravalorado a su contrincante y podía pagarlo caro.

La seguridad de la princesa restó en su rostro lo que tardó en descubrir que por más que Tiare estuviese débil, quien de las dos tenía más experiencia en la lucha era ella y que por ende, no importaba que intentara hacer, Tiare siempre se escapaba y contratacaba aún con más fuerza. Parecía haberse desatendido completamente del estado de su cuerpo que sentía la pérdida de sangre y solo con el poder de la voluntad parecía sobreponerse incluso más rápidamente que la propia Aidara. La princesa se encontró en problemas y tras un ataque que terminó sin alcanzar a su objetivo —la carótida de Tiare— la anciana se sobrepuso y en un estallido de furia sus colmillos de nuevo se incrustaron dolorosamente en el cuello de Aidara quien por más que intentara luchar y huir de aquel contundente agarre, se encontró atrapada, con la desesperación rasgando su rostro convertida en una mueca de dolor.

El infierno en apenas unos segundos se desató en su mente y lo intentó todo, pero esta vez la voluntad ajena era más fuerte que la de ella o aquello parecía. Tiare la obligó a alzar más el cuello, a exponerlo completamente para ella y en aquel movimiento forzoso los ojos azules de la neófita dieron con la solución, la última y desesperada carta que podría usar para que todo diera un último vuelco. En la plaza, justo a las espaldas de Tiare había una farola rota. Estaba hecha de hierro y aunque la luz parecía apagada, era el instrumento perfecto para su última acción de la noche, una de las más precipitadas que emprendería y quizás, incluso; la última. La farola sería su estaca, las campanas que anunciarían el final para una de las dos y no pensaba ser ella.

Con todas sus fuerzas se concentró en separar a Tiare de su cuerpo y cuando logró que los colmillos dejaran de perforar su piel y aprovechándose de aquel medio segundo de ventaja que tenía en lo que Tiare saboreaba su sangre y se confiaba en su victoria, se abrazó a ella y se impulsó hacia la estructura mecánica con la mortal decisión de terminar con ella. Tiare le lastimó gravemente uno de los brazos, pero no importó, desconectada del dolor que sufría su cuerpo solo pensaba en llegar a aquel lugar y terminar con todo. Con el dolor y la tortura mental que ella les infligía, con el miedo y la inseguridad con que vivían y de final, con su mísera y tan larga vida.

Sus cuerpos impactaron contra la farola con mucha fuerza. La cabeza de Tiare se dio el mayor golpe ya que Aidara la usó para abollar el hierro y acercar más el extremo de la farola hacia ellas. La farola se dobló por la mitad tras el contundente golpe y uno de sus extremos bajó a la altura de ambas y la princesa al verlo ni se lo pensó. Aquella era su oportunidad; quizás la única. Sin titubear y sin saber que certeza era esta de su mente en que le decía que si podía, tomó a Tiare y pensando en llegar hasta aquella punta que haría de estaca sus pies abandonaron tierra firme levitando lo suficiente para que se impulsara a ambas contra aquel hierro y finalmente el cuerpo de Tiare fuera atravesado a la altura del pecho por él. El hierro punzante atravesó el cuerpo de Tiare y a punto estuvo de también atravesar su propio cuerpo, pero por suerte logró detenerse a tiempo para burlar aquella arma mortal mientras que Tiare sin contar con aquella suerte, había caído de lleno. De la boca de Tiare rajó sangre abundante y en el lugar donde el hierro se había atravesado, se formó una mancha oscura en sus ropajes de las que en poco tiempo también se llenó de sangre.

Debía de pararos los pies, terminar con esto. —Dijo entre su reparación ajetreada y costosa a causa toda la adrenalina que como un veneno permanecía en su cuerpo. Sus ojos examinaron minuciosamente a la vampiresa y en cuanto menos se lo esperó se encontró cayendo al suelo despidiéndose así abruptamente de aquel nuevo poder que en aquel instante de presión había aparecido sin saber cómo, ni buscarlo. En esos dos años que había estado recorriendo mundo en busca de Violante se había encontrado con otros que como ella le habían hablado de sus poderes y recordaba que uno le habló de la levitación pero tampoco prestó mucho atención y ahora enormemente se arrepentía de ello. — Espero que el sol os queme y terminéis como yo vi a Violante en mi mente, masacrado hasta ser solo cenizas. Es todo lo que alguien como tú se merece, Tiare.

Y tras esas palabras se alejó, abandonándola en la plaza mientras acudía a la ayuda de Violante. En ningún momento miró atrás de nuevo y  al llegar ante él con cuidado lo sacó de donde se encontraba teniendo cuidado de no dañarle más con aquella estaca en que Tiare lo había dejado. Depositándolo en el suelo con cuidado una vez logró sacarlo de allí, se arrodilló a su lado y mordiéndose la muñeca dejó que su sangre fluyese en el interior de la boca de su amado a la espera de que esta lo revitalizara y las graves heridas cerrasen antes de que terminase desangrada. Lo que si con ello lograba revivir a su príncipe, era partidaria de hacerlo. Porque si estos dos años de separación le habían enseñado algo, era que en un mundo sin él, sin su presencia, jamás valdría la pena vivir.

Violante, despierta. Por favor, regresa. —Lo llamó en un susurro depositando un beso en su frente. Se recostó debilitada contra él y esperó que la sangre que escapaba de su cuerpo y entraba en él, le diera toda su fuerza y su aliento. — Ya todo ha terminado, somos libres.



Ya ha terminado todo
Finalmente la magia se ha roto
Y de este sueño,
Juntos debemos despertar.


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