Kiss me it heal... but it wont forget.

por **Rhett Hummels** Dom Feb 14, 2016 5:08 am

Un golpe estruendoso se escuchó a las afueras de la habitación más ningún sirviente existía en aquella casa para poder escucharlo. Desde hacia casi dos años que aquella situación era algo normal en esta casa pues, no podía evitar enfurecerme cada vez que recordaba el engaño de la mujer de la cual realmente me había enamorado tanto y siempre imaginé que sería sólo mía.

-¡Eres una zorra! -grité al tiempo en que le solté una bofetada en la cara tirándola a la cama. -Siempre supe que todas las mujeres eran iguales, ¡No se porque pensé que tú serías diferente! -grité sin poder controlar mi coraje y alimentándome de su miedo.

Desde que Amelia se había aparecido frente a mi me había dejado impresionado con tanta belleza e inocencia que sus ojos me provocaban. Supe desde ese momento que quería que sólo fuera mía y de nadie más, nadie se atrevería a tocar a mi Amelia y quien lo intentara yo me aseguraría de que no viviese para contarlo.

Cuando la había conocido y conforme la cortejaba cada vez me hechizaba más su seriedad, la limpieza con la que ejecutaba cada labor de la casa y la educación con la que estaba formada.

Amelia era la mujer perfecta... Hasta que descubrí que ella misma había permitido que otro hombre pasara sobre ella. Jamás le perdonaría habérmelo escondido.

-Deja de llorar... Sabes que no volveré a creer de ti nada. -las palabras frías salieron de mi garganta con la intención de herir directamente a su alma como si de tratara de una navaja. -¡VEN! Es hora de encargarme de que nadie más vuelva a tocarte. -me acerqué a la cama recargando un rodilla por un lado de el cuerpo tirado de ella y la atraje a mi jalandola de el brazo. Mi cara se recargó por encima de sus pechos oliendolos y fui subiendo poco hasta su cuello, pude sentir su pulso acelerado por el miedo y la sangre fluyendo rápidamente por debajo de su piel suave.

Los sollozos de Amelia tan solo hacia que mas me tentara a morderla, pues cada que una victima se asustaba su sangre se convertía en un líquido con un dulzor especial y fascinante. Era tan tentadora y casi imposible resistirse...

No pude resistir más, y nuevamente como cada día, mis colmillos terminaron agujerando su piel blanquecina.