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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Lun Feb 15, 2016 12:50 am


“Who shall crucify the last prophets
and have them wilt on splintered stems?”
― Behemoth, Messe Noire


Desde que había decidido regresar, azorar a los mortales, dejar caer su furia como el rayo y el trueno que restalla y cruza el firmamento, su cosecha de almas había resultado ser la más provechosa en años. La discreción como arma, de ese modo y hasta el momento, no tenía inquisidores detrás de él como los que alguna vez intentaron desterrarlo de la misma ciudad donde siglos antes, su abuelo había obrado milagros que ni siquiera podían imaginarse.

Estaba disfrutando de los triunfos, pero no cantaba victoria. Cuando alcanzaba una meta —cuando lograba destruir a alguien— entonces ya tenía fijada la siguiente. Su única carrera era contra sí mismo, superarse en sus atrocidades. En sus minuciosas, pulcras obras de muerte. Por un lado, Vesper… su esposa, ¿quién lo hubiera imaginado? Para ella tenía planes, claro estaba. Y por otro, Kyla, la bruja envuelta en sombras. El espejo negro que lograba reflejarlo con mejor fidelidad. La había encerrado en una casa de campo que al fin resultaba provechosa. Tenía grandes jardines para darle la sensación de libertad, pero también, muros altos y hombres apostados en cada posible salida, vigilándola a cada instante, día y noche. También había dispuesto para ella doncellas y sirvientes. Estuvo seguro que la mugrosa niña ni siquiera sabía qué papel fungían esas personas.

Tras algunas noches después de su primer encuentro, Aleksandr regresó para ver cómo estaba. Para hacer uso de ella, instrumento en su escalera maldita. Las puertas principales se abrieron de par en par para dejar pasar su carruaje, negro sobre negro, de caballos azabaches que parecían jamelgos infernales. Al descender, un mozo ya lo esperaba para recibir su capa.

¿Dónde está ella? —exigió saber, la primera cosa tan pronto puso un pie dentro de la casa. Más pequeña que su mansión en la ciudad, y de aire más sencillo, aunque en cada rincón se podía sentir la lobreguez inherente al vampiro. El mayordomo trató también de quitarle la maleta de cuero negro que llevaba, pero Aleksandr la quitó de su alcance con pasmosa rapidez y fulminó con la mirada al muchacho por su atrevimiento, quien agachó el rostro.

Iré por ella —dijo y se marchó.

Aleksandr avanzó resuelto por su propiedad hasta llegar a un salón de techos altos y muros de piedra. Aquel sitio, se notaba, databa de mucho antes que su otra casa; era más antigua y se respiraba un ambiente más herético. Observó la oscuridad de los jardines a través de las ventanas y se giró al sentirla acercarse. Dejó en el suelo el beliz que lo acompañaba y la recibió a mitad del camino.

Kyla. Me alegra tanto… verlos —porque le hablaba a ella y a esas presencias sin cuerpo que siempre la acompañaban. En ese instante, el sirviente los dejó solos y hasta que estuvo seguro de ello, volvió a hablar—: ¿cómo te han tratado, pequeña? —Le dijo con un tono casi paternal y la tomó de la mano para acercarla a unos sofás que estaban ahí dispuesto, así como a la valija que llevaba—. Hoy tengo una tarea para ti. Pero no te preocupes, te voy a ayudar —y le sonrió. Qué terrible resultaba su sonrisa que profetizaba cosas horribles. Zozobra indecible. Miseria y terror.


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Mensaje por Kyla Stoica Dom Feb 28, 2016 9:06 pm

It seems so futile, forgiveness, your freedom
The present state of veniality
Bewail the truth, the face of fate,
and conquer all the past
Search for the light, and then
you'll find your own peace of mind

― Epica, Veniality






Los pasos que sus pies marcaban no eran los mismo que su mente llevaba, allí lejana, absorta, ensimismada, de apoco se fue alejando del lugar seguro que había conseguido y de a poco se adentro en lugares que poco bien le hubieran hecho, si se tratase de alguien mas, de alguien común. No le dio mucha importancia a los ruidos que la noche traía consigo, al barullo de las voces ni a los pasos ajenos que resonaban a lo lejos, no, ella solo los siguió a ellos quienes se reían tan divertidos señalándole un nuevo camino.

Sus ojos curiosos veían asombrados las pequeñas luces que tintineaban sobre las hojas de los arbustos, aquellas llamas que bailoteaban y sin duda la invitaban, estiró de apoco la mano y ellas solo huyeron de su toque, tan lejanas, tan furtivas, tan mimadas ellas; refunfuño por lo bajo cuando escuchó los reclamos que le hacían al desviarse del camino.

De pronto, sus pies dejaron de moverse, a pesar de que aquellas pequeñas figuras la jalaban de la ropa, arañaban su piel y hacían rabietas por haber perdido su atención; sintió un nudo en el estómago y un escalofrío recorrió su nuca, él había llegado. Sin mas, giró sobre sus talones y atravesó el jardín corriendo, su melena roja quemada bailaba al aire nocturno, ahora cepillada, sedosa, brillante, pasó de largo al sirviente que, distraído, salía de la casa para llevarla frente al vampiro.

Ahora, lo único que cubría a la tez durazno, era el color rojizo de su nariz y mejillas por el viento frío que rozó su piel, la habían bañado -muy en su contra- vestido, alimentado, incluso una de las damiselas -la única a la que Kyla parecía permitir acercarse- se había sentado durante mas de una hora a cepillar y desenredar la maraña que llevaba por cabellera, ahora se veía diferente, pero seguía siendo la misma persona ―¿Por que? - no hubo un hola ni una sonrisa efusiva, solo una interrogante que encerraba todo, él se había ido y aunque quizás Kyla no era consciente del tiempo, si lo era de las ausencias.

Sin embargo, aquello pareció quedar de lado, sintió la mano fría tomar la propia y los vio a ellos alejarse, darles espacio y aun así, abrazarlos a ambos. Ladeó la cabeza un poco y lo miro con aquella complejidad tan característica, asintió.


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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Mar Mar 22, 2016 11:17 pm


“Who shall churn hells across the earth
and reascend to seat himself…
At the left hand ov Satan
be gaoler ov the living
…And ov the dead
as it was in the beginning.
Now and shall ever be
…World without end.
Amen.”
— Behemoth, Messe Noire


Lucía tan distinta. Pero si mirabas sus ojos, aún podías ahogarte en la más pura, en la más deliciosa de las locuras. Lo único que Aleksandr verdaderamente apreciaba, al fin y al cabo. Había dejado órdenes estrictas de que, aunque la bañaran, la vistieran y la cepillaran, dejaran la sencillez de su origen impregnado. Porque había algo dulce, dulcísimo en ver su semblante quebrado, agrietado como los muros de una vieja y olvidada catedral. Y podía verlo. Kyla podía estar limpia y mejor alimentada, pero no era más que una niña sin casa y con las sombras como séquito. No era más que una pieza en su juego, que ha de mover a voluntad. Pero con la hechicera todo era más complicado, y debía actuar de manera más inteligente.

Sonrió ante la pregunta pero no respondió de inmediato. Cuando ambos hubieron tomado asiento, abrió al fin el beliz que lo acompañaba. Dentro sólo había viejos libros sin título visible. Todos del mismo tamaño y del mismo color. El aroma a pergamino viejo apolillado inundó el lugar tan pronto los mostró. Tomó uno y acarició la frágil pasta que pendía ya de unos pocos hilos. La sacudió y abrió el cuaderno en la primera página. En cirílico muy antiguo, se leía un nombre: Ilya Mussorgsky; su abuelo. Un poderoso hechicero de una época lejana, olvidada, enterrada en cruces y lápidas. Un hombre tan obsesionado como él. Un monstruo, quizá, consumido por sus propias ambiciones.

Mira. Esto lo escribió un hechicero, como tú. Era el más poderoso, era el mejor —constantemente su madre le había dicho lo mucho que se parecía a él, ¿cómo no iba a considerarlo el mejor entonces? —Como tú, controlaba las sombras y dejó aquí vertidos sus secretos. ¿Te interesa conocerlos? Lo escribió en un idioma que ni siquiera conocemos ya, pero yo puedo ayudarte a traducirlo —pocas veces Aleksandr demostraba algo más que cinismo o crueldad, pero en esta ocasión, sonó ávido.

Sabía que no podía obligarla a nada, que ella tenía que interesarse. Él había perdido sus poderes al renunciar a su mortalidad, y le gustaba la eternidad porque así tenía mayor dominio de los demás, sin embargo, si quería continuar el trabajo que su abuelo había dejado inconcluso, debía contar con la ayuda de alguien con poderes similares a los de Ilya. Y Kyla resultaba la persona indicada.

No sólo porque, como el extinto hechicero, ella también podía obrar milagros que resultan inauditos par las mentes más pequeñas, sino porque la chica, en su desapego total de la realidad, era un monstruo de oscuridad, como él, como lo había sido Ilya.

Te voy a contar una historia —continuó en tono cómplice—. Una de sus hijas murió por error —Milena, la menor, había sido muerta a manos de Miroslava, su madre. Y lo sabía porque había sido ella misma quien se lo había contado como lección de jamás avergonzarse de sus poderes y jamás rebajarse ante nadie—. Pero él, tan grandioso era su poder, logró traerla a la vida, con ayuda de las sombras que todos los días y todas las noches le susurraban oscuros secretos —le sonrió.

Por supuesto que Ilya había conseguido tal cosa, no obstante el costo había sido muy alto. Sin embargo, aunque Aleksandr apreciaba a su modo a la chiquilla frente a él, no le importaba tener que sacrificarla, con tal de desentrañar los misterios más antiguos de su estirpe.

¿Qué dices? Puedo leerte algo de lo que dice, y tú puedes intentar hacerlo. Las sombras son las mismas ahora que hace cinco mil años, ellos deben conocer los mismos caminos y los mismos conjuros —estiró una de sus largas manos de pianista y acarició la mejilla de la chica de una manera casi tierna, tratando de persuadirla.


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Mensaje por Kyla Stoica Sáb Abr 02, 2016 8:15 pm

“Minds that have withered into psychosis
are far more terrifying than any character of fiction.”
― Christian Baloga







Se dejó llevar, así como cuando estaba sola y dejaba que esos entes que miraban por ella decidieran el camino que debía recorrer, así ahora que la mano fría del vampiro la guiaba con una calidez inesperada y fantasiosa. Se sentó en el sillón, ese que apenas si notaba estando en la casa -porque pasaba mas tiempo afuera que adentro- Asomó la cabeza curiosa, expectante, intentando descifrar desde antes de lo que se trataba; no tenía que esforzarse, los murmullos se hicieron cada vez mas fuertes, la envolvieron, la embriagaron.

La mirada de la bruja se centró en aquel manuscrito, podía ver las marcas del pasado, los arañazos y desgarros sobre la cubierta lisa y sin defectos, vieja y empolvada, conservada y misteriosa. Sus propias sombras parecieron curiosas, alegres, expectantes, atreviéndose de apoco a recortar la distancia y mezclarse con el pasado que se apresuraba a escapar cada que el vampiro alejaba su mano.

Ahora no escuchaba a Aleksandr, la voz de su verdugo traspasaba sus oídos, la impregnaba y abandonaba al mismo tiempo. Kyla estaba ensimismada, el velo se levantaba de a poco, la tenue luz brindada por los candelabros de la sala pareció apagarse , el libro irradiaba luz propia, roja y naranja en matices. Kyla alargó despacio el brazo, los dedos temblorosos rozaron el brazo del vampiro en un fan de acercarse a su cometido.

―Ilya - a penas si movió los labios, estaba en una especie de trance; la yema de sus dedos acarició la portada. Regresó a si misma, a él, cuando por fin pudo ponerse en contacto con aquel eslabón del pasado ―¿Donde esta ella? ellos no regresan nada ni a nadie, si no obtienen algo a cambio, son caprichosos, como tú - un breve momento de lucidez, la mirada perdida ahora era centrada, los ojos olivo se fijaron en el eterno espejo vacío que eran los ojos de Aleksandr; sus labios se curvaron en una sonrisa obscura.

―No puedes pretender obtener algo de ellos, quitan y dan a su antojo, si le place, puedes ser tu o puede ser alguien mas, no hablan con todos, se esconden y retuercen lejos de donde los vean - volvió nuevamente la vista al libro ―Cuando dan, siempre quitan, lo que mas te duela, y... ¡ellos bien! se divierten, lo disfrutan ¿lo haces tú? - nuevamente hablaba con acertijos, con una verborrea impresionante, pero no parecía importarle, nunca lo hacía.


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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Dom Mayo 01, 2016 1:22 am


“The angels in your palm sing gentle worried songs.”
— A Silver Mt. Zion, Mountains Made of Steam


Su atención fue arrebatada con una facilidad apabullante cuando la bruja, delirante de por sí, pareció entrar en esa especie de trance. Como si conectara con su propio abuelo muerto, devorado por las llamas, hace milenios. Él no lo vio, pero Miroslava, su madre, se encargó de describirle la escena con lujo de detalles, aunque entonces, Aleksandr sólo fuera un niño. Las intenciones de la bruja convertida en vampiro eran las de forjar a su hijo como un ser de oscuridad y crueldad, que no se doblegara ante nadie. Y vaya que lo consiguió.

Sonrió luego, satisfecho al escucharla. A su modo, Kyla lo estaba entendiendo y se sintió profundamente complacido. Con su elección y con el hecho de que, después de las centurias, de su peregrinar eterno, de las muchas, muchas ciudades que arrasó y de todos los hombre que subyugó, por fin encontrara a alguien como ella. Era la persona indicada, estuvo tan seguro de ello que su obsesión con el hecho parecía desproporcionada, incluso viniendo de él.

A él, y a su hija que trajo a la vida cuando murió tragicamente, los quemaron las personas temerosas de su poder —habló con la terrible verdad. Porque alguien que sabía tanto de crueldad, bien sabía que esa era la mayor de todas: la realidad tirana sin adornos. La brutalidad humana en estado puro—. Hablas con las sombras y con los diablos, y ellos se alimentan de la miseria y la atrocidad, sin embargo, aprende esto bien, pequeña… los seres más terribles que encontrarás, son los morales —sonaba horrible, era cierto, sin embargo, no estaba nada lejos de la verdad.

Sé que no hablan con cualquiera. Ellos hablaban antes conmigo —giró el rostro, oteando el salón. Sabía que los eternos compañeros de la frágil Kyla presenciaban esa conversación—. Puedes decirles que los extraño, extraño sus voces y sus consejos —quiso reír, pero se contuvo. Extrañar era una palabra fuerte, y ajena para Aleksandr, sin embargo, era la que más se acercaba a lo que sentía.

No se arrepentía de ser un vampiro. Pero no podía negar que extrañaba muchas cosas de sus años como hechicero.

¿Qué precio vamos a pagar si seguimos? —Preguntó entonces, curioso, pero jamás reticente a dar el monto que ellos le exigieran. Sacrificios mayores y sin retribución ya había hecho, ¿qué más daba ahora? Su meta, desde hace centurias, era desentrañar los secretos de Ilya Mussorgsky y por los mil demonios que lo conseguiría. Tenía al fin la pieza que le faltaba. La hechicera, rota y dañada, era perfecta.

Era un trofeo.

¿Qué haces tú? —Regresó la misma pregunta. Se dio cuenta que con las manos de finos dedos estaba apretando de más el viejo diario. Sin duda Aleksandr no era alguien sentimental, pero ese legado familiar era lo más preciado que tenía. No porque fuera sangre de su sangre, sino porque era poder en potencia. Poder contenido que, bien usado, sería imparable.

Desde pequeño, la idea de su grandeza le fue inculcada, y se grabó a fuego dentro de él. Y jamás olvidaba de dónde venía. No en un acto de constricción, sino en uno de soberbia. Él venía del sitio más oscuro del infierno. Y su abuelo y su madre también. Eran tronos de un reino congelado. En esos libros, estaba su proclama real.


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Mensaje por Kyla Stoica Vie Mayo 06, 2016 9:42 pm

“Whoever fights monsters
should see to it that in the process
he does not become a monster.
And if you gaze long enough into an abyss,
the abyss will gaze back into you.”
― Friedrich Nietzsche








La mano que con delicadeza y excitación acarició la portada del manuscrito, de a poco se fue deslizando hasta quedar encima de la mano del vampiro, el cambio de temperatura no la inmutó, a decir verdad, la tranquilizó, le otorgó mas calidez que la misma chimenea encendida cerca de ellos.

Su atención estaba fija en las facciones del vampiro, la perfección de estas era algo claro para ella, a pesar de su estado, de la poca concentración que a veces demostraba, se fijaba demasiado en los detalles. Para ella era demasiada información, la sacaban de su realidad solo para demostrarle una que no le agradaba, pero en ese momento, solo estaban ellos dos, Aleksandr y ella, y el pasado que revivía con los fantasmas que invocaba, mismos que de a poco tomaban forma cerca de ambos.

Sus ojos demostraban conocimiento sobre lo que Aleksandr acababa de decir, él era un ser eterno, había presenciado millones de muertes -muchas de las cuales él mismo efectuó, pero era parte de su naturaleza, debía matar para sobrevivir. Aquel relato sobre la muerte a lo desconocido la hizo recordar, aquello no le agradaba.

―Ellos solo tomaron lo que les pertenecía - ¿sobre quien hablaba? su mirada se perdió detrás del vampiro, lo atravesó, le sonreían y ella simplemente no respondió, lo pensaba, le asimilaba ―¿Mortales? - esa palabra llamó su atención, sus orejas parecieron aguzarse de la misma manera en como hace las de un animal, si hubiera podido, las hubiera echado hacia atrás.

―Solo ellos existen, tu y yo, ellos, nada mas, ilusiones que juegan, que se crean y desaparecen, eso es lo que te dan, lo sigues viendo, ellos te siguen hablando, pero ya no sabes hacia donde mirar que debes escuchar - su mano presionó la piel inmaculada del vampiro, subió los pies al sofá para quedar sentada sobre ellos, en cuclillas, como el animal que era.

Ladeó la cabeza, notó la lucha interna al pronunciar aquello, pero ellos le dijeron que no reparara mucho en ello.

―El precio depende en cuanto estés dispuesto a sacrificar, ellos aceptan, en silencio esperan... pero todo tiene fecha de caducidad - siguió sin responder a su pregunta, ella misma desconocía el precio hasta que ellos se lo hacían saber, lo señalaban, lo exigían en silencio y con rabietas.

Una sonrisa apareció en su rostro, ahora casi puro y angelical, sin la maraña de cabello ni la tierra que la hiciera verse demoniaca, sin embargo, el aura que emanaba de ella seguía siéndolo, mezclada, extraña. De un pequeño brinco se paró quedando delante el él, alargando la mano hasta tocar su rostro, temerosa de que fuera a romperse como en algún momento ellos le dijeron, pero siguió allí, eterno y perfecto, aquello la reconforto ―Yo les obedezco... - se alejó de él para acercarse a la chimenea, las llamas refulgían en sus pupilas ―Ellos ya saben lo que quieren... - metió la mano al fuego, y este solo pareció querer acariciarla.


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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Lun Jul 11, 2016 9:25 pm


“Bow your head before your king, as I’m the bringer of light.”
— Fleshgod Apocalypse, In Aeternum


Parecía que habían pasado eras completas desde la última vez que temió a la muerte, desde la última vez que fue víctima, y no un mensajero. Desde que la magia era su lenguaje, y no el de la sangre. Lo sintió así, porque así era; porque había pasado demasiado tiempo y en su gran, gran soberbia, quería creer que nada de eso le había afectado, que los años y la demencia pasaron de largo, sin embargo, no era así, ahí estaba, sin recordar con claridad cómo era ser como ella. Sus palabras vinieron para confirmarlo, las voces y las presencias seguían a su lado, no obstante, él era incapaz de verlos o escucharlos. Estrechó la mirada, intrigado.

Sabía que la magia más poderosa tenía un precio, el no conocerlo lo frustraba, no sabía si era treta de la chica, de las voces, o del poder primigenio que les confería tales potestades. No lo sabía y no le importaba, comenzaba a desesperarse. Sin embargo, su meta mayor, la de descifrar lo que su abuelo en su momento descubrió, requería de su paciencia. Y ahí estaba, poniendo toda su fuerza de voluntad para conservarla. No dijo nada por un rato, el tacto de la bruja pareció quemarle como las llamas que se llevaron a Ilya y a su hija. Se puso de pie en cuanto la chica se volteó.

Ellos bien saben que no importa el precio, estoy dispuesto a pagarlo… lo saben, ¿no es así? —Se giró levemente, como si retara a los seres infinitos que susurraban en el oído de la chica—. ¿Qué es lo que quieren? —Caminó hasta la chica que jugaba con el fuego. Se paró detrás, alto y pálido como La Parca hecha hombre.

Dime qué es lo que quieren, qué es lo que están pidiendo, y se los daré —se inclinó y le habló cerca del oído, tan cerca que sus labios rozaron con el cartílago de su oreja. De ese modo, Aleksandr casi pudo oler la locura que emanaba de ella y lo embriagó. Si no la necesitara como lo hacía, no dudaría en tomarla, hacerla suya, morderla, vaciarla, observar cómo daba su último suspiro.

Kyla poseía todo lo que podía atraer a Aleksandr. Poder y demencia.

La tomó de los hombros con delicadeza. Como un perverso cura que atrae a los niños para hacerles lo indecible. Acarició sus brazos con algo parecido a la ternura y al final, colocó ambas manos en la cintura ajena. De ese modo, le pareció que era más pequeña de lo que en realidad era.

Vamos, Kyla… sé que tú también lo deseas. Ver y poseer un poder más allá de tu imaginación —la invitó como el mismísimo Satanás que emerge del infierno y te ofrece aquello que más deseas. Claro, sabía el vampiro que las consecuencias para el frágil cuerpo mortal de la chica podían ser terribles. Claro, también, era que no le importaba sacrificarla.

La giró y la miró a los ojos. Las llamas en la chimenea reflejándose en sus ojos verdes, como los de Ilya y los de Miroslava. Se acercó y depositó dos besos en cada una de las mejillas ajenas. Luego la abrazó con fuerza, acarició su cabello y la arrulló.


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Mensaje por Kyla Stoica Jue Jul 21, 2016 9:33 pm

“Sometimes human places,
create inhuman monsters.”
― Stephen King, The Shining









Las palabras siempre fueron algo efímero para Kyla, voces que el viento distorsionaba y que pocas veces entendía, pero la voz de Aleksandr, oh, esa voz llegaba clara a sus oídos, a pesar de las muchas oraciones que ellos decía, a pesar de parecer distraída… simplemente lo ignoraba ¿lo hacía? Había cosas que era mejor no saber.

El roce de ,os labios ajenos sobre su oreja, el aliento que acariciaba su piel expuesta, realmente no lograron sacarla de su concentración, estaba tan acostumbrada a ignorar el mundo externo que no sabía como reaccionar cuando interactuaban con ella.

―Prometer no es lo mismo que cumplir, eso lo sabes, ellos te prometen pero hasta que tú no cumplas… ellos tampoco lo harán - el significado de lo que decía estaba detrás de la maraña de palabras que acababa de pronunciar, entonces ellos decidieron captar su atención hacerla reaccionar, las llamas que gentilmente acariciaban su blanca piel, le provocaron dolor, frunció el ceño y alejó la mano la sostuvo delante de ella, ni una sola marca; entonces lo sintió fue consciente de la cercanía del vampiro, de sus caricias, de su aroma.

Cerró los ojos y tembló levemente cuando las masculinas manos se ciñeron a su cintura, sostuvo la respiración y espero.

Ellos comenzaron a reír, otros tantos a llorar, pero la reacción de los que estaban mas cerca fue lo que la asustó realmente. Él la giró la obligó a verse reflejada en aquellos ojos que simulaban el infierno a causa de las llamas que se reflejaban en ellos.

―¿De que serías capaz? - le sostuvo la mirada, sus manos pegadas a su propio pecho, la boca entreabierta ¿qué tipo de respuesta esperaba? Ni siquiera estaba segura de haber entendido su propia pregunta.

Ladeó la cabeza, cerró los ojos y frunció el ceño, casi como si alguien se acercara a su oído para sentenciar hecho que ella no quería creer ―No es verdad, no lo haría - murmuró, y aquellos besos fueron un bálsamo en aquellas heridas provocadas por quienes en teoría la cuidaban.

Pegó la cabeza al pecho frío de quien le otorgaba cierta protección, aspiró el aroma que emanaba de aquel cuerpo que no emitía ningún tipo de sonido, sin ecos de respiraciones, sin latidos rítmicos, solo paz. Sonrió, sonrió por encontrar tal lugar.

―Yo se de lo que serías capaz, por que yo también lo haría… - alzó la mirada, ese abrazo le otorgo una realidad que ellos ya habían mencionado, lo supo, lo descifró y simplemente, lo aceptó ―Pero me necesitas - se separó un poco de él colocando sus delicadas manos entre la línea divisoria e invisible entre el pecho y el abdomen ―Pero llegado el momento, si decides hacerlo, ellos te arrebataran lo que te han dado - esa era su garantía; alzó nuevamente la mirada, un brillo peculiar en los ojos verdes de la bruja, uno que reflejaba una cordura desconocida, un conocimiento de la situación que lejos de hacerla huir, la ataban mas a él.

Subió la diestra con lentitud, hasta posarla en la mejilla de Aleksandr Ella no lo ha olvidado, pero lo entiende, lo lamenta… - ahora, cierto dejo de ternura inundaba su mirada. Se coloco de puntillas, besó la mejilla de su salvador y sus labios se deslizaron hasta su oído ―Shura… - susurró.



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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Vie Ago 12, 2016 10:53 pm


“Behold! I rise from primal silence
as a storm crushing dismal shores ov Acheron.
My weapon is violence
from the mud ov the earth
back to the womb ov Babalon!”
— Behemoth, The Seed Ov I


El vampiro solía tener un error fatal, que hasta el momento y para su fortuna, no le había pasado factura todavía, pero si no se cuidaba, si seguía cometiéndolo, iba a significar su caída. Y ese era subestimaba a las personas; creyéndolos inferiores por antonomasia, ¿por qué tendría que cuidarse de ellos? Y si un día la humanidad quisiera finalmente deshacerse de este leviatán, esa era su mejor arma. Por años, los inquisidores rusos trataron de derrotarlo y no fue hasta que su madre se inmoló que los dejó en paz, porque aquellos guerreros no lograron ver el punto flaco en el zar infernal. No es como si Aleksandr mismo lo dejara al descubierto, en ese afán de derrotar a todos, no mostraba emociones; y no las tenía, tampoco. No como las conocen los mortales, al menos. Quizá por eso mismo, ahora su gran plan no estaba resultando con la facilidad que él había augurado.

La hechicera estaba demostrando más cordura de la que había imaginado. Una parte de él se sentía sorprendido y fascinado, pero otra, la más preponderante, comenzaba a fastidiarse. ¿No sería más fácil matarla? En ese mismo momento, en ese mismo lugar. No, se dijo, debía ser ella. La idea fue más una obsesión que algo sustentado en hechos concretos. Quería dominarla, pero las voces y las sombras, como si lo supieran de antemano, oponían resistencia. Sin embargo, la parte donde Aleksandr podía jugar con más ventaja era en el hecho de que tanto los guardianes de Kyla como él, estaban del mismo lado: el de la oscuridad.

Rio nada más y cuando se separó, fijó sus ojos en ella. Tan perdida y la vez, tan clara, como ningún mortal iba a lograr serlo. La vio como un eco de su propio pasado. No se arrepentía de lo que era, pero en ese instante, ante las palabras de «me necesitas» deseó tener su magia de vuelta, porque odiaba depender de alguien más. Abrió la boca para decir algo, no obstante, no pudo, ella continuó y lo único que hizo fue fruncir el ceño, ¿a dónde quería llegar? Algo lo mantuvo anclado a ese sitio, le impidió moverse y la chica entonces soltó aquello, rematado con ese mote que hace tanto no escuchaba: Shura.

Él había sido el pequeño Shura de Miroslava.

Se hizo para atrás abruptamente e incluso empujó un poco a la joven, aunque no con violencia. Era la primera vez que se veía confusión en el semblante de Aleksandr. Ni siquiera pudo seguir viéndola de frente, tuvo que girar el rostro a un lado y hacia abajo. ¿Qué demonios era esto? Apretó los puños y al volver a levantar el rostro, el talante había cambiado; estaba furioso.

Dile que no lo lamente —salvó la distancia que había impuesto tan sólo hace unos segundos—. Me dio el mejor regalo de todos —hace unos instantes se afligía haber perdido sus poderes de hechicero, pero en ese momento le quedó claro que no cambiaría la inmortalidad por nada—. Ella sabe lo que siento, ¿qué quiere ahora? ¡Sólo estoy tratando de completar el trabajo de Ilya, y el de ella! —Por una vez en su eternidad, Aleksandr elevaba la voz. Porque para él no era necesario, con sólo siniestros susurros era capaz de conquistarlo todo.

Ella sabe lo que siento: que la extraño. Pero eso no podía ser dicho en voz alta. El vampiro tragó grueso y se acercó aún más a Kyla, aunque ya no quedaba distancia entre ambos. La tomó por los hombros.

¿Qué más te dice? Ella sabe que esto es importante, ¿no te dice eso acaso? Kyla, pequeña… hazle caso a una madre que ha perdido a su hijo«una madre que ha perdido a su hijo» porque eso fue en un principio. Miroslava perdió a Aleksandr cuando le entregó la inmortalidad. ¿Acaso la búsqueda de Ilya era la maldición de los Mussorgsky? Si era así, quería llegar a las últimas consecuencias, pues maldito ya estaba.


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Mensaje por Kyla Stoica Mar Ago 23, 2016 10:29 pm

“People who claim that they're evil
are usually no worse than the rest of us...
It's people who claim that they're good,
or any way better than the rest of us,
that you have to be wary of.”
― Gregory Maguire, Wicked: The Life and Times of the Wicked Witch of the West










Se tambaleó cuando Aleksandr la alejó de su lado mas no perdió el equilibrio era algo que ellos nunca permitirían, dejarla caer para regocijo de un ajeno. Una sonrisa maliciosa, torcida y obscura apareció en los labios de Kyla, tenía la cabeza gacha, la melena cobriza cubriendo su rostro, el diminuto cuerpo tembló en pequeñas convulsiones a causa de la risa sin sentido contenida aún, estaba loca si, pero no tanto como para humillar al vampiro de esa manera.

Se contuvo, lo mas que pudo, alzó el rostro y se topó con la espalda de aquel demonio y ellos revoloteando a su alrededor, sin calma, sin curiosidad, mas bien atraídos por el aura pesada, melancólica e iracunda que el inmortal emanaba.

Ladeó la cabeza en cuanto el vampiro estuvo nuevamente a milímetros de ella ¿que esperaba? ¿intimidarla? ¿asustarla? llegaba tarde para ello. Se mantuvo en silencio, apenas sonriendo y asintiendo, con la mirada traspasando a su interlocutor, no lo estaba viendo a él, ni siquiera le estaba escuchando, su atención estaba puesta en alguien mas, en alguien distinto a todo aquel que normalmente la acompañaba.

Con lentitud, dirigió su mirada al abismo de mirada frente a ella, la sonrisa desapareció y solo quedo una expresión vacía y atemorizante para los mortales que la habían visto ―Lamenta lo lamenta, llora y solloza, rompe en gritos de alegría y después de desesperación - ladeó nuevamente el rostro, esta vez al lado contrario, sonrió y cerró los ojos, como si alguien estuviera repartiendo caricias en su rostro ―No, no, esta bien... - abrió nuevamente los ojos, y lo que vio, ciertamente no fue lo que esperaba.

Aún bajo su agarre, buscó en la habitación, se había ido.

―Miedo, a eso estas acostumbrado, te rodea, te alimenta, y aún así, finges que no te afecta - alzó las manos y tomó el rostro del vampiro entre ellas ―Lo viste, la usaste... lamenta no haber sido ella - le daba retazos, ni siquiera ella sabía lo que había descifrado, ni siquiera era completamente consciente de lo que tenía en frente, aún así, continuó como peon en aquel tablero.

―¿Lo comprendes ahora Aleksandr? - era la primera vez que lo llamaba por su nombre, los ojos de la bruja refulgieron como chispas en la noche ―Solo ellos quedarán, no podrás evitarlo... no, no, ¡baila! eso es ¡baila! a su ritmo, con su compás y quizá... quizá... - agitó la cabeza ―¡No! no ahora, no quiero - ellos sabían como arrancar su cordura, se alimentaban de ella, Miroslava le había dado demasiado.



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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Miér Sep 21, 2016 12:19 am


“I cast my halo from perdition’s clay,
behold my bliss profane,
born ov a lie,
condemned to lurk,
live in denial,
yet coiled aflame…”
— Behemoth, The Satanist


Una madre cuervo que crio al hijo que le sacó los ojos. La historia de Miroslava y Aleksandr había sido esa, la de la tragedia y el amor más puro (el de una madre por su hijo). Él era producto de las obsesiones de la mujer, de la sed insaciable de su abuelo, heredada como plaga. Su terrible, brutal deseo de acabar con todo, echaba raigones más profundos de lo que le gustaba admitir. Porque decir en voz alta que maldad surgía de un sitio roto dentro de él lo humanizaba, y por los siente infiernos que no quería ninguna conexión con los mortales.

Pero ahí estaba Kyla ahora. Hablaba, pero ¿sabría lo que sus palabras significaban? Algo más lo hacía a través de ella, Miroslava o alguien que quería hacerse pasar por su difunta madre, a quien él mismo, con sus propias manos, le dio muerte. Y no podía negar que se sentía intrigado, sin embargo, era suficiente.

Cuando ella lo tomó del rostro, él también subió sus manos y la agarró con fuerza de los antebrazos. De a poco apretó como si una desesperación gigantesca se apoderara de él, de todo su cuerpo, no obstante, aún así, logró controlar su fuerza, pues un poco más y hubiera logrado romperla como se rompen las ramas secas de los árboles. La miró a los ojos, ardían como fuego esmeralda, infernal y eterno.

Si bien era ella la que entonaba himnos de demencia, era en el semblante de él que la locura comenzó a notarse en serio. Ahí, en esa habitación, con sólo la bruja loca como testigo, Aleksandr estaba siendo más honesto que nunca, eso no quería decir nada bueno, al contrario. Desnudaba su ser sólo para dejar en claro que dentro no había corazón, ni alma, que era oscuridad insondable. Un abismo.

Concéntrate, Kyla —entonces la sacudió. Fue violento y no hizo nada para evitarlo—. ¿Ella quiere decirte algo? ¿Una advertencia? ¿O son ellos los que te advierten de mí? No voy a tolerar más vueltas en círculo —la empujó y él mismo giró sobre su eje como un maldito desquiciado—. ¡¿Me escucharon?! ¡No quiero más juegos! Hablen o la vida de su amiga puede acabar aquí mismo —y no era una amenaza vacía.

Se detuvo en su frenético andar y se peinó el cabello negro con la mano. En dos largas zancadas estuvo frente a ella una vez más. La contempló con curiosidad, como si fuera la primera vez que la veía y luego comenzó a reírse de tal modo, que echó el cuerpo hacia atrás y miró al techo.

¿Acaso Miroslava no quiere cooperar? ¿O es que tus amigos le tapan la boca? Quizá ellos saben del desenlace de esta historia si me hago con los secretos de Ilya, pero también deben saber que no hay otro camino, ¿verdad?«Miroslava», «Ilya»… hablaba de ellos como si no fueran su madre y su abuelo, como si fueran dos piezas más en su juego. Se imaginó a la primera con ojos desorbitados, siendo envuelta por manos cadavéricas, evitándole que hablara. Una mirada de pavor que había visto antes, cuando fue a matarla. ¡Pero fue su error! Quiso ayudar a esos mortales para acabar con él. Quizá ahora, siglos más tarde, la lección estaba aprendida: él era eterno como eterno es el Hades.

Kyla, ven… —extendió su mano—, tal vez esto te ha resultado muy agotador, ¿quieres descansar? —Y después de la psicosis, Aleksandr como si nada, regresaba a ese semblante de emperador luciferino. Tan tranquilo y tan frío que helaba la sangre.


Última edición por Aleksandr Mussorgsky el Miér Oct 19, 2016 9:41 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Kyla Stoica Vie Sep 23, 2016 6:48 pm

“Now this is the point. You fancy me a mad.
Madmen know nothing. But you should have seen me.
You should have seen how wisely I proceeded...”
― Edgar Allan Poe, The Tell-Tale Heart and Other Writings











Aquel zarandeo la tomó por sorpresa, bajo cualquier otra circunstancia, habría gritado, fuerte, agudo, hasta que el sonido perforara los oídos de quien se atrevía a tocarla, hasta que las sombras lo engulleran y no dejaran rastro alguno. Pero quien lo hizo no era cualquier persona, así que la única respuesta que obtuvo fueron los lamentos y sollozos, gritos ahogados de esos seres que la rondaban y que solo ella fue capaz de escuchar. Se agazapó como solía hacerlo, le gruñó y enseñó los dientes como animal herido, porque así estaba.

―¡Basta! - en cuclillas, se llevó ambas manos a los oídos cubriéndolos con las palmas, el cabello arreglado se enredó en sus dedos y cubrió su rostro dándole aspecto de alma desquiciada ―¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! - cerró los ojos con fuerza, sus voz era ahogada a la par que Aleksandr emanaba locura en sus palabras, vociferando y haciendo que aquello solo fuera un intercambio inteligible de voces despotricando.

Lo miró cuando el vampiro guardó silencio, lo sintió acercarse y con rapidez, como estaba acostumbrada, se arrastró hacia atrás haciendo un sonido similar al de un gato enfadado ―¡Hablas del pecado como si fueras un santo! - le reprochó por fin ―La madre que acuna en sus brazos, el lobo que espera feliz, si cuida es malo y si descuida es peor ¿que fue lo que ella hizo? no soy yo quien debe de responder, porque tienes miedo de que lo vea reflejado en tus ojos - despacio, se puso de pie, el volumen de su voz fue disminuyendo ―Pero olvidas que el abismo es grande y se abre a quienes imploran, se refleja en el alma y la tuya... - abrió la palma de su mano, una llama azulada apareció bailando, tomó la forma de hombre, con el mismo porte y elegancia del eterno ―... ya la he conocido - con la otra mano aplastó la llama haciendo desaparecer aquella imagen.

Lo miró retadora, con ese salvajismo que encerraba una mente desquiciada y tocada por aquellos que solo arrastran a la locura, sabía muchísimas cosas, conocía secretos que no debían salir de su boca, por eso ellos la eligieron, por eso retorcían su mente para que todo fuera un acertijo, distorsionaban su realidad para que no confiara en nadie mas que en ellos. Pero Aleksandr era diferente, él resaltaba porque hubo un tiempo que sintió la misma locura que ella vivía, solo que no sucumbió ante sus caricias y por eso ellos le negaban todo lo que deseaba.

Ladeó la cabeza, aún dolida y desconfiada, se quedó de pie donde estaba, se abrazó a si misma y le miró de soslayo ―No - pronunció con firmeza, Aleksandr estuvo a punto de quebrar toda confianza que ella le tuviera, pero porque aún existía, es que se quedaba justo donde estaba.



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Mensaje por Aleksandr Mussorgsky Miér Oct 19, 2016 10:18 pm


“I decompose in rapture ov hells,
dissolve divide disintegrate,
I am yours
in euphoria below.”
— Behemoth, The Satanist


No era momento para perder la calma, ni de titubear, se dijo. Pero es que estaba tan cerca de su cometido, de desentrañar los secretos que significaron la caída de Ilya y que serían su triunfo, que no podía controlarlo, ni controlarse como usualmente lo hacía. Siempre supo que no iba a ser fácil, que se trataba de un trabajo minucioso, que le iba a requerir mucha paciencia y, aunque pareciera que era capaz de ella, acechando a sus presas, delicadamente conduciéndolas a la locura, la realidad era que Aleksandr era un hombre caprichoso, que sólo busca sus metas sin importar nada más, y que era irascible cuando la frustración lo alcanzaba.

No dijo nada. Trató de desmenuzar con cautela las palabras de Kyla, que probablemente no eran enteramente suyas. O lo eran, pero estaban influenciadas por un poder externo, que hasta el momento, ninguno de los dos comprendía del todo. No podía querer con tanta fuerza lo que quería, su cruzada eterna y no asumir las consecuencias. Más cuando la eligió a ella para la tarea; era poderosa, sí, pero peligrosa, volátil. Estaba loca. Alzó el mentón cuando ella produjo aquel fuego azul, mismo que se reflejó en su pálido rostro y en sus ojos encendidos. Dio un paso hacia atrás, y luego de estar viendo las manos ajenas, dirigió su atención a la chica, la miró a los ojos.

¿No lo has visto aún? Lo que ella hizo. Lo que ella hizo es el peor de los pecados. Me hizo a mí —la arrogancia usual quedó atrás. Habló como si profetizara el fin de los tiempo. Él, un leviatán imparable, que se anuncia, dándole tiempo a la gente para que huya, aunque al final… nada ha de cambiar. El mundo ha de arder en llamas para después dar paso a un invierno boreal.

¿Dónde? —Salvó la distancia que los separaba y la tomó de los hombros, pero esta vez no fue brusco—. ¿Dónde me conociste? ¿O fue a él? A Ilya Mussorgsky… —la soltó y le dio la espalda. Se masajeó el tabique nasal con los dedos índice y pulgar derechos, la otra mano la descansó en la cintura.

Yo sí… yo sí estoy cansado, Kyla. Hemos progresado mucho, vamos a dejarlo para otra noche —anunció y sonó casi preocupado. La verdad era que la situación lo había drenado de energía más de lo que había previsto. No fue una sesión sin logros, al contrario, sabía entonces ahora que iba por el camino correcto.

Aunque ella dijera que no estaba cansada, tampoco podía forzarla. No podía quebrarla, no aún, todavía la necesitaba. Y aunque poderosa, era frágil. No sólo por ser mortal, sino por su estado mental también. Se giró y se acercó de nuevo. Posó sus largos dedos de pianista debajo del mentón de la joven. ¡Qué hermosa era y qué desquiciada estaba! La miró para luego juntar sus labios con los de ella. Un beso lleno de veneno. Una condena. Un pacto que se cierra y que los maldice a ambos.


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