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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Haytham Cross Vie Jul 01, 2016 8:57 pm

 No aparté la mirada, solo esbocé una fría sonrisa. Era capaz de hacerlo, quitarse la vida pues si descubría su pasado fuese cual fuese y no le quedaba nada, solo su cargo, yo. Reí con ganas cuando se marchó, mi risa pudo oírla hasta que llegó a su dormitorio. ¿Intentaba descolocarme? No iba a conseguirlo. Haytham era un cobarde en ciertos aspectos y aún quedaba mucho camino por trazar como para terminar de ese modo tan triste y sin sentido. 

Cuando Anna acudió a mi llamada y apreció lo ocurrido, pude sentir su mirada de desconcierto y algo más que no me atreví a descifrar pero era reproche. Todos en la casa me habían oído gritar su nombre, esa noche me había pertenecido. En cierto modo hablaba con un hombre muerto pues su otro yo murió en cuanto fue rescatado de las aguas. 

Los dolores apenas me habían dejado dormir pero no me importaba. Por la mañana iba a saborear mi victoria, por fin todo pasaría a mi persona y después de marcarlo con mis iniciales, él también. Se acabaron las historias, por fin mis esfuerzos y todo el trabajo hasta llegar allí daría sus frutos. Sonreí ampliamente al verle pasar y noté las miradas de desconcierto de los presentes. Mi madre no dijo nada pero por cómo me miró, de esa forma acusadora… supe que para ella no estuvo bien en absoluto pero ¿desde cuándo me importaba lo que ella pensase? Mis orbes fijas en él, mirándole intensamente. Ya podía saborearlo y después…ya hablarían a solas de ciertas cosas. Sin perderle de vista, incliné un tanto la cabeza, mi madre me comentó algo insignificante y entonces aprecié algo, fruncí el ceño y entreabrí los labios por el descaro silencioso de aquella muerta de hambre. ¿Acababa de dedicarle ciertas atenciones a Haytham? Y lo hizo, encima en mi presencia. Apretó tanto los labios como las manos, esa mujercita me las iba a pagar ¿cómo se atrevía? En cuanto oyese las palabras de aquel papel, la buscaría y le dejaría las cosas claras. NADIE, tocaba lo que era suyo pero ahora… estaba deseando , ansiosa y desesperada por llegar a la parte esencial, las palabras mágicas…unas que no esperé en absoluto. 

¿En qué momento todo el mundo se había vuelto loco? ¿Quién era esa al…Abbey Appleby? Mascullé por lo bajo, a mi madre se le escapó una risa que yo acallé con un rugido en desacuerdo con su inoportuno ¿qué le hacía tanta gracia? Porque a ella ninguna. Le arrebaté al notario el dichoso papel, ¿cómo pudo mi padre hacerme eso? ¿mi hermana? Era hija única, ni siquiera tenía el mismo apellido. Reí negando con la cabeza , eso no podía estar pasando. Ya estaba más que enfadada con el gesto que tuvo Anna con Haytham como ahora alcanzar el enfado supremo por culpa de aquellas malditas palabras escritas.

Leí en efecto que éramos dos en la herencia, tenía que compartir mis bienes y posesiones con esa maldita mujer. ¿Por qué no supe nunca de su existencia? No la conocía y ya la odiaba con toda mi alma. ¿Cómo podía ser? No estuvo jamás en la casa, al lado de padre, siempre lo estuve yo, todo me pertenecía a mí.

-¿Y quién demonios es Abbey Appleby? ¿Es que todos lo sabeis menos yo? Es un error, yo soy la única heredera. -mi madre, me tomó del brazo para que volviese a tomar asiento, sus palabras me confirmarían de que ese papel no erraba -Valeria, hija, tienes una hermana pero…vive con otra familia, sus deseos fueron ocultarlo . No le odies por ello, te dio todo lo que pudo y más, algo que tu otra hermana… -No le dejé acabar, siseé porque en vez de oír las tonterías que tenía que decir mi madre, la lista era mucho más interesante. Conocía a la mayoría de los candidatos pero el último me hizo olvidar a mi supuesta hermana y al porcentaje de mi herencia -“Me gustaría se tomase en cuenta, los candidatos para mis hijas… “-fui leyendo sus nombres hasta que…llegué al final -“Haytham Cross, mi mano derecha y de confianza.” Y lo señala, varias veces. Eres el candidato estrella, señor Cross ¿te lo leo otra vez? eres uno  de ellos. -no pude ocultar mi risa hiriente, fría y calculadora, tiré el papel a la mesa y con paso decidido me acerqué a él, lo que tenía que decirle lo haría en privado -Ven. Ahora. -salí fuera al pasillo en donde le esperaba, nada más cerrar la puerta, le tomé de la muñeca para que pudiésemos hablar alejados de la habitación.

-Lo sabías, sabías lo de mi hermana, el porcentaje y esas condiciones…pero dudo que supieses que tú serías uno de los candidatos. ¿Y qué pasaría si quiero que tú seas mi esposo? ¿te imaginas? Tú y yo casado -mi risa, volvió a hacerse eco en cada rincón de la casa, lo miraba intensamente, paseando la mirada de arriba abajo por su persona -La señora de Haytham Cross…suena demasiado bien -murmuré deslizando mi mano por su pecho, siseando hasta dejarla de nuevo sobre aquel lugar que necesitaba recordarle que estaba delante de una mujer -Los demás me dan exactamente igual. Te elijo a ti, quieras o no quieras. Es un hecho. Y sobre mi hermana, quiero que la encuentres y que parezca un accidente 

Una bandeja impactó contra el suelo, la criada Anna los observaba con sus orbes abiertas de par en par, la había oído y … eso no le beneficiaba , menos después de lo que aprecié, su interés en él. Sonreí como esa niña buena que fui y me acerqué más al musculoso cuerpo del que sería por siempre mi títere.

-Recoge eso antes de que tan siquiera pestañee y por cierto, Anna -mi tono tan suave, mi cuerpo pegado totalmente al de él -Vuelve a tener detallitos con mi prometido y no vuelves a ver la luz del sol. ¿Te gusta mucho tu pelo largo? Bien. -sonreí maliciosa, me reí como una hiena… me relamí incluso -Haytham, córtale el pelo, a cero, así comprenderá que no debe tocar lo que no es suyo. Hazlo. -busqué la mirada de él y dejé un fugaz beso en sus labios, sonriendo por cómo me miraba -Sé lo que has hecho con la florecita… -deslicé mis dedos por su bolsillo y la atrapé, tirándola al suelo y pisarla…dejarla pegada en el suelo hecha cenizas -Estoy mu cabreada, demasiado. Y … después de cortarle el pelo a esta mendiga, encuéntrala, tengo que pensar cómo deshacerme de ella. Nadie, toca lo que es mío-me separé de él y caminé hacia mi cuarto, pasando por el lado de Anna , reí de lo más divertida -Y como no le cortes el pelo, se lo cortaré yo …y sabes de sobra que no seré tan cuidadosa -y desaparecí, pasillo arriba…
 
 



 
Aun seguía con su sonrisa de satisfacción indirecta cuando pronto se vio borrada cuando su nombre formaba parte de aquella lista. No maldijo por poco.
Ahora entendía la insistencia del Señor Cavey por que se casara, si no era con alguien él eligiese le obligaría de otro modo.
En su mente volvía a maldecirlo, incluso muerto le traía obstáculos y complicaciones.
 
Por una parte el pensamiento sobre las ventajas que le supondría casarse con aquella niña consentida, parte del legado pasaría a sus manos y poder, se convertiría en el Señor de la casa y las propiedad y puede que con ello tuviese acceso libre a todos sus recuerdos. ¿Pero sería así? Él ya estaba casado, y la Iglesia no permitía que un hombre casado volviese a hacerlo, "hasta que la muerte nos separe", así citaba. Así que, si se casaba, no era un matrimonio válido realmente. 
 
¡Eso era! Pediría a la diócesis los papeles de su matrimonio, aquellos documentos solían estar registrados, eso suponiendo que él se había caso por un rito religiosos. Podría tardar años en conseguirlo, pero así sabría la verdad.
 
Muchos pensamientos confusos se pasaban por su cabeza, y posibilidades... ¿Qué iba a hacer para salir de aquello?
 
La voz de Valeria le saco del ensueño, casi de un salto se levantó de la silla y la siguió al pasillo, ¿qué querría ahora?
De nuevo allí acercándose demasiado, con esa ilusión y fantasías que solo su mente le regalaba.
Haytham le puso la mano sobre la propia mano que estaba sobre el pecho, mostrándole el anillo.
 
-Yo ya estoy casado señorita Cavey. -Le afirmó, quitándole la mano de encima. -Y necesita de mi afirmación, para que el compromiso sea válido. Lo lógico, es que sopese lo que mejor le conviene, ¿no cree?
 
La bandeja ruidosa cayó al suelo. Pudo ver el rostro asustadizo de la diminuta y joven sirvienta. Encima y como una leona enfurecida la Señorita Cavey se le echó encima. Sintió pena por la muchacha, y sobre las órdenes que le mandaba.
 

-Señorita Anna, retírese a las cocinas. Recoja sus cosas, esta despedida, luego hablaremos de una buena carta de recomendación para marchase a otra casa. -Intervino enseguida Haytham para evitar más humillaciones de su Señora. Con aquel tono cortante, no estaba dispuesto a desgraciar a la chica, por un enfado infantil de la señora de la casa, pero la tentativa de un asesinato, aquello era más complicado, los había escuchado, era una testigo y todo había sido muy en serio. Por mucho que la amenazará, niñas de ese estilo eran capaces de cerrar la boca, era un riesgo real, por lástima que sintiese. En sus trabajos no había cabos sueltos…
 
Así que, por desgracia para la chica, y por culpa de Valeria, y su indiscreción y poco cuidado a la hora de hablar, la había condenado. Aquella mañana la casa de los Cavey amanecería con una prematura muerte, indolora, de una de sus sirvientas. Un accidente, donde esta se había roto el cuello por una mala caída.
 
Haytham pasando al lado de la sirvienta que recogía las cosas en el suelo, siguió a Valeria que sonreía triunfante. Un giro de pasillo, una parte de la casa más solitaria. Le tomó por la muñeca con fuerza y la empotró contra la pared con demasiada fuerza.
                     
-No pienso cortarle el cabello a nadie, por infantiles celos.  -Su gesto era amenazante, no pensaba cumplir sus órdenes en aquel aspecto. -Así que, si le molesta cada vez que trato con otra mujer o ellas conmigo, replantéese en cambiar todo el servicio, porque empezará a ver fantasmas donde no los ve. Pero repito, ni lo haré ni nadie lo hará, ¿me ha entendido?
 
Antes de que dijera algo, le dio lo que ella quería. Solo quería que lo dejase tranquilo, que le diese un margen de paz en todo el día, y no era necio.
Sus labios chocaron con los de ella con rabia e imprevisibles. La besó con cierta rudeza y apresurado. Le dio lo que se diría una pequeña golosina, aprendía rápido, sabía lo que ella deseaba, siempre había algo a cambio de algo, y él se lo ofrecía.
 

-Y ahora sea responsable, encárguese de ponerse al día con el nuevo aspecto de su vida, los negocios, los candidatos… Y déjeme tranquilo hacer mi trabajo. -Sus labios se había retirado, él mismo la había soltado dando un paso atrás. -Tengo que ocuparme de la Señorita Appley, y para ello necesitaré saber más de ella, así que tengo que marcharme.


Última edición por Haytham Cross el Dom Jul 03, 2016 12:21 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Valeria Cavey Sáb Jul 02, 2016 4:01 am

No iba a tolerar que nadie se metiese en mis asuntos y menos una doncella que no tenía donde caerse muerta. Esperaba que no tuviese que intervenir y en su contra , no deseaba aquello. Reí por sus palabras, como si no me importase. Ya me encargaría de ello, ¿qué estaba casado? Aunque tuviese que matar con mis propias manos a esa mujer, encontrarla si estuviese muerta, anularlo…por cualquier motivo. Haría lo que fuese para que él quedase libre y por fin fuese mío , con todas las consecuencias ¿es que aún no se había dado cuenta? Le pertenecía, lo hizo desde que entró por aquella puerta.

Al día siguiente, madrugué más de lo habitual. Tenía que ocuparme de ciertos asuntos, uno en especial aunque ya se lo hubiese encomendado a Haytham. Mi hermana. Abbey Appleby. Sonreí frente la hoja del testamento, así que esa joven en la sombra se había quedado con la mitad de lo que me pertenecía y ¿realmente todos pensaban que me iba a quedar de brazos cruzados? No. Salí de mi alcoba, los murmullos fueron indiferentes hasta que vi el cuerpo en el suelo. Aquella mata de pelo castaño la reconocí y enarqué una ceja, buscando respuestas que pronto llegaron a mis oídos: Anna muerta. ¿Podía empezar mejor el día?

-Vaya, al final va a ser verdad eso de “con el tiempo todo vuelve a su lugar” -me mordí el labio por el agarre de Haytham, el golpe de mi espalda contra la pared me excitó por imaginar lo que podría pasar. No vacilé, le atraje hacia sí por la nuca, alargando aquel beso rudo, maravilloso. Sonreí, mi sonrisa había cambiado a una menos maliciosa, se la dedicaba a él -Buen chico -murmuré perdiéndome en su imagen, mirándole fijamente y asentí, así que quería espacio y ocuparse de mi hermana. No le dije lo que tenía pensado…bueno,no todo -Ah sí, mi hermana. Desconocida

No me aparté de la pared, acaricié mis cabellos con los dedos, aún tenía algo importante que comunicarle. El tema en sí me atormentaba, debía de actuar con cautela. Si él la encontraba y se encargaba de ella a su modo, sería sospechoso y toda culpa terminaría apuntando a su persona. Imaginó que eso quería, terminase condenada por su avaricia y no, era mucho más lista que eso.

-Haytham, tendrás tu tiempo en encontrarla pero tengo un plan. Mi casa no puede permanecer a la sombra eternamente por la muerte de mi padre así que, organizaré un evento. ¿Qué mejor que invitar a todas las familias francesas? Sé que está aquí, en Paris, me lo ha dicho mi madre pero no donde se encuentra así que… tenemos esa oportunidad. Me encantan los bailes de máscaras ¿a ti no? -sonreí apartándome de la pared y esquivarlo, antes de nada, de partir, le tomé del mentón para que me mirase -La fiesta se organizará en breve, solo localízala, no hagas nada que te condene o mejor dicho, me condene, si la encuentran muerta y sale a la luz lo de la herencia, será demasiado obvio. Ahora bien, cumple con tu trabajo. Te encargaré tu vestimenta, irás a la fiesta. Descubrirás quién es…

Sonreí, acariciando su mentón y me aparté, volviendo a mis quehaceres. La fiesta ocuparía todo mi tiempo, me alejaría de los pensamientos de aquella maldita mujer que se había condenado solo por ser parte de mi familia. Mi hermana. Abbey Appleby, no sabes cuánto te odio, lo que te espera a partir de ahora.

-Buenos días, señor Cross -murmuré perdiendo los pasos hacia el pasillo, pensando en cada detalle que deseaba para la fiesta, debían de hablar durante décadas sobre ella, mi primera fiesta siendo la señora de la casa.


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Mensaje por Haytham Cross Dom Jul 03, 2016 12:18 pm


De buen grado y como esperaba acepto su pequeño detalle, para nada él era estúpido, todo tenía su sentido, su objeto. Pudo ver asomado el buen humor de su Ama, era lo que deseaba, así le daría libertad, tenerla contenta, era no tenerla encima. Él también sabía jugar a aquel juego, de la argucia y la manipulación, ¿por qué acaso su padre había confiado en él con tanta profundidad para solucionar esos problemas que ni su familia sabían que existían?

“Buenos días”, contesto casi en un susurro, y la vio marcharse. Estaría tan ocupada con sus quehaceres y la mascarada, que no repararía apenas en su presencia. Suspiró, tranquilo, pero a la vez había algo que le enervaba. Llevaba muchas semanas sin dormir tranquilo, aquella noche necesitaría de su “personal bálsamo”,

(Noche avanzada…)

Aquello se había convertido en una placentera costumbre, un momento de paz que podía dedicarse.
La primera vez que la había visto, había sido una casualidad. Su físico, su manera de moverse le recordaban tanto a… No pudo quitársela de la cabeza, era como volver a ver una especie de fantasma, sintió una extraña curiosidad, así que con paciencia espero para volver a verla, movió cielo y tierra para descubrir más sobre aquella mujer, y todo lo que tenía que saber estaba en el burdel que ella se alojaba. Una cortesana.

Se lo pensó demasiado, pero no dejaba de pensar en esa posibilidad, hasta que por fin se decidió. El dinero en sus manos carecía de valor, pago demasiado por que la trajeran discretamente a su domicilio. La primera vez se sintió incómodo, y enervado, pero como siempre era un témpano, para sorpresa de la cortesana los servicios no se basaban en favores sexuales como seguramente estaba habituada.

La rutina siempre había sido la misma: un tocador preparado solo para ella, ropa femenina para dormir; el perfume con olor al azahar, el recuerdo del aroma de la piel de su esposa; cada noche que ella llegaba le pedía que se perfumará y peinase frente al espejo aquellos rizos de ébano; le gustaba mirarla acicalarse, le producía cierta familiaridad, era como volver a sentirse seguro y en paz, como volver a un pasado feliz y que no conseguía evocar.

Luego le pedía que se desnudase, que se tumbase a su lado en el lecho, a veces le dedicaba alguna inocente caricia a aquella piel dulce y morena, luego le pedía que durmiese a su lado. Las primeras noches, apenas la rozó, las siguientes que vinieron ya fue tomando una cierta confianza, y a veces dormía aferrándose a su cuerpo, hasta que llegaba el día siguiente y discretamente ella se marchaba sin hacer pregunta.

Apenas cruzaba palabras con él, no había una conversación pronunciada por labios, todo veía por el lenguaje corporal. Él sabía su nombre, ella no sabía el suyo.
Las pesadillas que cada noche le atormentaban se disipaban, el sueño se hacía plácido y ligero, sentir su aroma femenino, el calor de su piel junto al de él, su respiración regular en el sueño, le calmaban, era su bálsamo personal, era su sueño reparador.

Aquella noche volvió a contratar sus servicios. La casa estaba en total calma, había cierto aire lúgubre y de pena, a causa de la prematura muerte de Anna. Estaba todo en calma. Y seguramente Valeria estaría cansada de rebanarse los sesos con la organización de aquella mascarada.
Llevaba meses haciéndolo, y nadie de la casa se había enterado de aquella discreta y secreta visita que Haytham a veces recibía.

Hacía pasado demasiado tiempo desde la última vez que la solicito, no pasaba mucho tiempo en la casa, siempre estaba fuera trabajando con el señor, era la primera vez que permanecía demasiado tiempo allí.

De nuevo la espero en la habitación, el tocador preparado. El perfume, el peine y el batín nuevo de seda, dibujados en motivos vegetales y alguna grulla voladora, el pago como siempre en un sobre, la luz tenue… La rutina, lo que no sabía la chica es que aquella noche iba a ser muy distinta a las anteriores, ya que alguien había decidido sin quererlo abrir un apetito en Haytham que en años había tenido.



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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Jul 04, 2016 3:19 pm

La primera vez que había pasado aquella noche en aquella casa me había sentido… rara, y extraña. Aún podía recordar cómo unos hombres me habían casi “abordado” con la intención de ofrecerme una oferta que, en cuanto la oí, me sonó de lo más rara y extraña. No solía hacer aquel tipo de trabajos y mucho menos fuera del burdel… debía de reconocer que había tenido quizás a un par de hombres que no habían buscado colarse entre mis piernas para su satisfacción personal… y había pasado todo el rato hablando o haciendo cualquier otra cosa. Pero una cosa era que me pasara en el burdel, y otra muy diferente, que fuera en un lugar que no era aquel… y en una casa ajena.

Al principio me vi tentada de negarme pero si acepté fue, únicamente, porque aquello me podría aportar más beneficios y la deuda podría ser pagada con mayor celeridad. Por lo que acepté pese a que había tenido mis dudas en un principio. Los hombres, de una forma muy discreta, me condujeron hacia una casa y sentí que estaba haciendo algo que no debería de hacer, ¿y si aquel hombre tenía esposa e hijos? Negué con la cabeza, ¿qué estaba diciendo? Muchos de los hombres que iban al burdel estaban casados, tenían hijos, o estaban prometidos… y ese no era un impedimento.

Me colaron en la casa sin hacer el más mínimo ruido y procurando que nadie me viera por lo que pensé que aquel hombre, que me había solicitado, debía de ser alguien conocido o importante para que no quisiera que nadie supiera lo que iba a pasar. Cuando llegué a la estancia me lo encontré, parado en la habitación y sus ojos fue lo primero que llamaron mí atención; unos ojos penetrantes que parecían que escudriñaban más allá de lo normal, de un color azul turquesa que me cautivaron. Llevaba una barba de unos días y su pelo lo llevaba corto… apenas cruzó palabras conmigo, ni siquiera me dijo su nombre y yo no se lo pregunté. Esperé indicaciones hasta que me las dijo y… me quedé sorprendida, lejos de ser un cliente que me pagaba por mantener relaciones sexuales, lo único que quería, era que me pusiera un perfume, me vistiera con una bata que había allí, y peinara mi cabello mientras él observaba todo.

Podía notar por su mirada que aquello le estaba recordando a algo, a algo pasado y que ahora en el presente en el que vivía no lo tenía… porque conocía demasiado esa mirada, y porque era una experta en leer el lenguaje del cuerpo, y aquel hombre, sin siquiera decirme nada me expresaba mucho más de lo que quizás él quisiera contarme. Una vez terminado nos acostamos en la cama… y ni siquiera me rozó, ni siquiera hizo nada… simplemente se tumbó a mí lado y se quedó durmiendo. Esa fue la primera vez que lo había visto, y en los meses sucesivos, fue más de lo mismo.

Con el paso de las noches se atrevió a rozar algo más mí cuerpo, a buscar acariciarlo aunque de una forma muy sutil, no me decía nada, simplemente parecía envolverse a mí alrededor prendado de mí esencia y cautivado por los recuerdos que le traían. Poco a poco la confianza fue aumentando y, algunas noches, me despertaba tras oírle hablar en sueños… palabras inteligibles que no podía comprender, pero que acariciaba su rostro y su brazo y parecía que aquello le calmaba. Me quedaba observándolo de forma detenida, y sentía que me producía ternura y algo de tristeza… para estar haciendo todo esto debía de echar mucho de menos a la persona que yo estaba imitando. Porque no hacía falta que él me lo dijera, y yo no era tonta.

Había pasado ya un tiempo desde la última vez que había contratado mis servicios, y a pesar de que era una mujer muy curiosa, no podía seguir haciendo aquello sin conocer un poco a aquel hombre con el que pasaba mis noches, con el que me acariciaba como si fuera el mayor tesoro que había en su vida, y se aferraba a mí por las noches como si fuera a perderme cuando abriera lo ojos. Tenía que saber algo más de él, no podía evitarlo, había aguantado mucho porque podía leer que era algo que le costaba… pero ya no podía más, y aquella noche, iba a ser la indicada.

Como siempre esperé a que vinieran a buscarme para que me llevaran a aquella inmensa casa que, de las veces que había estado ya, casi hasta me la sabía… al menos lo que había podido ver. Me movía con cierta libertad por ella por las noches hasta que llegaba la mañana y debía de salir para que nadie me viera. Cuando llegué ante él aquella noche, como la primera vez, sus ojos fueron lo primero que miré de aquel hombre. Unos ojos que me recordaban a otros que había conocido hacía también unos meses… unos ojos que me traían un dolor amargo y agudo cuando los recordaba. Hacía unos días que había pasado aquella pelea con Gael, y el dolor era intenso que aquello me iba a servir para olvidarme un poco de él… o era lo que quería pensar.

Miré el tocador donde siempre me sentaba a peinarme el pelo, junto con el perfume que siempre me ponía y que olía francamente bien, y una bata nueva que había dejado para que me pusiera. Recorrí la habitación un segundo antes de, con un suspiro, acercarme hasta él dejando una distancia prudente… no quería intimidarlo ni incomodarlo, pero no podía más.


-Antes de empezar como todas las noches, necesito saber algo –clavé mis ojos en los suyos y por unos segundos me perdí en ellos dejándome llevar también por los recuerdos- Llevamos varios meses con esto pero necesito algo más –me mordí el labio- no te pediré nada que no quieras, tranquilo, solamente… me gustaría saber el nombre del hombre del cual comparto mis noches de sueño con él. Soy una mujer muy curiosa y he aguantado lo que he podido, pero no puedo más –acorté la distancia y acaricié su rostro de forma suave, como hacía cuando tenía pesadillas y yo estaba despierta- No te voy a pedir que me cuentes tú historia, ni por qué haces esto… no me incomoda, no me importa hacerlo. Pero al menos, saber tú nombre y no parecer unos completos desconocidos cuando dormidos juntos –bajé mí mirada hacia sus labios y dejé la otra mano en su pecho. Era un hombre muy atractivo que me llamaba mucho la atención… y sus labios, cuando los miraba, me pedían a gritos que los besara… pero quizás sería demasiado. Subí mí vista de nuevo a la suya y sonreí, sincera, cercana… no queriendo que pensara lo contrario- ¿Podrías hacerlo por mí?
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Mensaje por Valeria Cavey Lun Jul 04, 2016 6:46 pm

La fiesta de máscaras era lo único que abarcaba mi mente. No podía faltar detalle. Me llevaba todo el día planear la perfección. Esa mascarada debía ser la más comentada en años, coronarme como una de las mejores anfitrionas. Iba a dejar el apellido Cavey donde debía y merecía, cosa que mi padre no consiguió. Aún podía saborear aquel beso, rudo e imprevisible que me regaló Haytham. Reí porque sí, un regalo que sin duda me llevaría a darle algo a cambio y fue intimidad durante cierto tiempo.

Aún me dolía horrores mi zona íntima, aquel maldito hombre me había desgarrado preso de la rabia y la impotencia. Me gustó mucho, demasiado ¿cómo sería si lo hiciese con infinita dedicación? Lo iba a descubrir tarde o temprano, terminaría deseándome y viéndome como única mujer en su mundo…tal como lo fue su esposa. Casado, solo de pensar que aquel anillo le dio la pista hacia su esposa me llevaba los demonios. Mi padre no me advirtió de ello, solo que utilizase ciertos objetos con cabeza y no lo pensé. Extasiada por él, me tenía completamente atrapada sin hacer gran cosa.

Hacía mucho tiempo de aquel encuentro en el que grité infinidad de veces su nombre. Ninguna mujer de la casa se atrevería tan siquiera a mirarlo y menos, pensar cosas que no debían. Para él tenía muchas más cosas preparadas, era mi mano derecha, mi hombre de total confianza pero eso no quería decir que fuese haciendo lo que le viniese en gana y menos en mi casa. Quería tenerlo vigilado, saber lo que hacía en todo momento… no quería perderlo de vista, menos ahora que era suyo, de su propiedad.

-Solo me queda un par de cosas más y…listo. Mañana iremos a comprar lo que falta. Y… -caminaba hablando sola, hasta que llegué al pasillo y la última puerta cerrada… la habitación de él. Me imaginaba qué estaría haciendo, si dormía plácidamente, si pensaba en mí…¿por qué no? era su ama y terminaría ganándomelo costase lo que me costase. Fruncí ligeramente el ceño, me lo ponía difícil, mucho y eso me enervaba como me gustaba , me encantaba desde el mismo momento que me miró fijamente a los ojos ¿qué podía hacer con ello? Todo, lo terminaría encandilando, ser mío en todos los sentidos.

Los murmullos, se hicieron notables en el silencio de la noche. ¿Murmullos? Era tarde y todos dormían. ¿Las dos de la madrugada? Me fijé atentamente en el filo de la puerta, la luz de su alcoba lucía ¿acaso…? No, no podía ser, me hubiese enterado. Vacilé, pensé en acercarme o no hasta que… me decidí en el último segundo en donde me fui acercado sigilosa, como un gato que teme ser pillado. Agudicé el oído, ¿acompañado? ¿hablaba en sueños? Bien sabía que me ocuparía de todas sus sueños lejos de querer ser una pesadilla….

-Haytham..-susurré sin darme cuenta le eché en falta esos días… tenía a personal del servicio que me complaciese pero no eran él. Apoyé la mano en la puerta, acariciándola con infinita suavidad y me aparté en el último segundo… era mejor , esa noche… no atormentarle más de lo que él inconscientemente hacía conmigo.



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Mensaje por Haytham Cross Miér Jul 06, 2016 1:27 pm

Noche que caía, la había vuelto a esperar. Lámparas de gas apagadas, pero la luz tintineaste de las velas presente en aquel claroscuro de la habitación. Le gustaba mirarla entre aquellas sombras, en la tenuidad. Sus formas de mujer.

Iba a sentarse en la cama para observarla en aquella rutina que ambos habían creado, el tocador la esperaba, sus ojos también para rememorar una vez más aquella visión que le regalaba tranquilidad. Pero su monotonía no iba a ser la misma de siempre, la joven prostituta se acercó a él y habló. Era raro escuchar su voz, apenas había intercambiado palabras u órdenes más bien venidas por su parte.

Sus ojos del color de la miel se clavaron en los suyos verdes, atrapándolo, habitualmente nadie era capaz de fijarle la mirada por su manera de intimidar a todos. Parecía indecisa, incluso cauta a la hora de comportarse con respecto a él. Distancia precavida, su suave mano rozó su rostro, sus músculos se tensaron.

Habitualmente no le gustaba que otra persona le tocase, había una animadversión con respecto al contacto humano, ya que le era hiriente para él. Era como si aquel accidente le hubiese dejado demasiadas heridas o traumas, por ello su actitud solía ser arisca, pero esta vez se dejó hacer.

Su otra mano se apoyó en su pecho. Tragó saliva. Solo le había hecho una sencilla petición.
Con su enorme mano tomó la de ella, ojos fijos que notaban lo que ella le pedía sin quererlo, beso la palma de su mano con suavidad sin dejar de mirarla. Luego la soltó, para de un modo entretenido acariciar sus cabellos, mudo, luego deslizar su mano por su espalda con quietud y empujarla por la cintura para atraerla a su cuerpo. Qué pequeña y frágil parecía al lado de aquel gigante.

Rostro gacho que apoyó su frente junto a la de ella, con ojos cerrados, su presencia era un bálsamo tortuoso.

-
Haytham. -Solo dijo aceptándola. Dedo índice que le obligaba a alzar el rostro a la ella, la miró como si la amase en una falsa ilusión, acarició sus labios justo antes de que sus propios labios lo hicieran, primero con una caricia tímida y superficial, como si estuviese aprendiendo el sentido de lo que era un beso.

Era detenido, inseguro en su lentitud. Por un momento retiró de sus labios, su respiración era ciertamente agitada, se sentía enervado y sus ojos se había desviado levemente. El contacto era doloroso. Tomó aire y por un atisbo de tiempo no pasó nada.

De repente sus labios impactaron contra los de ellas, con ansiedad y frustración, el beso terminó convirtiéndose en un contacto apasionado, una necesidad por la que se dejó llevar, olvidando todo el mundo que le rodeaba, olvidando incluso cualquier intento de recordar, cualquier fantasma al que aferrarse. Era un aquí y ahora, sin importar quién era ella o quién él había sido en otra vida.
El beso como el sediento que busca al agua refrescante, como si llevase demasiado tiempo sin probar un trago, y sus labios solo fuesen los capaces de saciar esa sed.

Su cuerpo se había aferrado a ella en abrazo, y sus manos inseguras buscaron crear formas en el diminuto cuerpo de la fémina, despertando un deseo que se había muerto de sueño. Sintió una tremenda lujuria, sintió deseos de perderse en su cuerpo como antes nunca lo había hecho… ¿O sí? No quería pensar en ello. Sintió el anhelo de que ella le marcase los pasos regalando una seguridad que en aquel aspecto no poseía.


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Mensaje por Naitiri Zahir Jue Jul 07, 2016 12:09 pm

Aún no podía comprender como había podido aguantar tanto tiempo sin preguntarle nada acerca de él, con lo curiosa que yo era, sentía que me carcomía por dentro ni siquiera saber su nombre, o su pasado… o por qué estaba haciendo aquello. Aunque lo respetaba, sabía que debía de ser doloroso para él si tenía que requerir de mis servicios para hacer todo aquello, aunque no hubiera sexo de por medio, sabía que la pérdida de la persona a la que estaba imitando le había sido un palo muy difícil y duro, de lo contrario, yo no estaría aquí.

Aunque me moría de la curiosidad sentía que era algo que no debía de preguntar, que de saberlo, tendría que ser por que él mismo decidiera contármelo y no tener que responderme a mis preguntas. Pero lo que sí necesitaba, sin duda alguna, era al menos saber su nombre. Con eso por el momento me conformaba, ¿y por qué no le preguntaba más? Porque simplemente veía su rostro, la forma en la que me miraba… veía en ellos el trasfondo de todo aquello, el dolor por los recuerdos y no quería ser la causante de ese dolor. No quería tener que hacerle recordar un pasado que quizás había olvidado, o estaba intentando olvidar.

Así que aquella noche me decidí a saber al menos cómo se llamaba aquel hombre, al menos saberlo para saber yo también con quién era que dormía por las noches. Noches que muchas veces me había quedado despierta durante un largo tiempo, sobre todo cuando las pesadillas acudían en su sueño y lo atormentaban, con palabras inteligibles que no podía distinguir. Acariciaba su rostro de forma pausada, y su brazo, y parecía que aquello conseguía calmarlo porque poco a poco se iba relajando hasta que volvía a dormir plácidamente.

Otras noches ni siquiera lo había oído en ningún momento o siquiera moverse, al principio había dudado, pero con el paso del tiempo había tomado más confianza e incluso se había aferrado a mí como si no quisiera dejarme escapar, muchas veces me había despertado por la mañana con su cuerpo rodeando el mío y con su nariz perdida entre mí pelo mientras sentía su respiración tranquila y calmada. Me hacía sentir que era como un bálsamo para él, que aunque no me lo dijera con palabras, no hacía falta porque era exactamente lo que estaba haciendo.

Cuando dejé mí mano en su rostro lo sentí tensarse bajo mí toque, por eso había sido cuidadosa y había ido despacio, acariciando su rostro como hacía cuando tenía pesadillas… de forma tranquila, calmada, como una sutil caricia. Lo sentí tragar saliva cuando dejé la otra sobre su pecho y no aparté mis ojos de los suyos. Verde contra miel, me gustaba mirarlo a los ojos, tenía un color precioso y sentía que intimidaba con cada mirada… pero a mí no lo hacía, no después de ver lo que mí tacto producía en él,  y el bálsamo que le causaba.

Cogió mí mano con la suya y dejó un beso que fue gentil y dulce sin apartar su mirada de la mía, perdiéndome en sus ojos. Comenzó a acariciar mí pelo con suavidad recreándose en algunos mechones y me mordí el labio dejándome hacer mientras dudaba si me diría o no su nombre. Bajó de forma lenta por mí espalda hasta que llegó a mí cintura y me pegó a su cuerpo haciendo que soltara un leve jadeo ante la sorpresa de aquel gesto. Apoyó su frente contra la mía, cerró los ojos y por fin me dijo su nombre.

Levantó mí rostro mientras su nombre resonaba en mí cabeza, alzándome la barbilla con sus dedos hasta que nuestros rostros quedaron a la misma altura. Podía notar su respiración chocar contra mis labios y lo miré, perdiéndome de nuevo en sus ojos. Su mirada eran tan gentil y transmitía tanto que, aunque sabía que las emociones que estaba sintiendo en su mirada no eran hacia mí persona, no pude evitar sentirme abrumada por el amor y el cariño que desprendía. Por un momento me evadí de donde estaba, y con quién, y pensé en que me habría gustado ver esa misma mirada en unos ojos azules como el cielo… pero ya no podría ser, y me dolía, demasiado. Habría sido tan bonito sentir esa mirada, que me estaba dando Haytham, de verdad hacía mí que no pude evitar dejarme llevar por lo que sus ojos me transmitían.

Entreabrí mis labios cuando noté que él pasaba los suyos de forma superficial por los míos y por un momento deseé que me besara, que juntara sus labios con los míos como había querido hacer hacía tiempo, pero nunca me había atrevido. Los rozó durante unos segundos pero se apartó, haciendo que lanzara un suspiro al aire al haberlos tenido tan cerca. Se separó y cuando iba a hacerlo yo, pensando que no era el momento adecuado… sentí sus labios contra los míos sintiendo algo de anhelo por su parte.

Le correspondí al beso dejándome llevar por el momento notando como el beso se tornaba más apasionado por ambas partes, me di la licencia de recorrer su boca al completo dejando que fuera él quien marcara el ritmo, olvidándome de todo por completo; de donde estaba, de quién era él, y de lo que estaba haciendo. Solo podía pensar en sus labios y en el deseo que me provocaba. Arqueé mí cuerpo contra el suyo en el beso mientras él me abrazaba y la mano que él había besado la llevé a su pelo, enredando mis dedos en el mientras me dejaba llevar y abrumar por las sensaciones que me despertaba.

Su toque era gentil y suave mientras que su beso, y sus labios, me hablaban de lujuria y de pasión, sintiendo en su beso una desesperación que yo traté de aliviar y de paliar, como si intentara ser el bálsamo que él necesitaba en todos los sentidos. Me separé solamente unos centímetros de sus labios, lo justo para que mí aliento los acariciara, y le mordí el labio inferior sintiendo como podía sentir en mí propio cuerpo como la pasión crecía por momentos.


-Haytham –pronuncié su nombre en un susurro justo sobre sus labios elevando mis ojos para dar con los suyos, tomando aire de nuevo, antes de seguir con lo que estábamos haciendo. Yo lo quería y si él no me lo impedía… acabaría teniendo a aquel hombre mientras algo en mí interior me decía que debería de tratarlo con cuidarlo. Aquella noche no me peinaría, no me pondría perfume… aquella noche iba a hacer mucho más que dormir abrazada a aquel hombre, porque podía notar también lo que su cuerpo transmitía. Me incliné de nuevo para besar sus labios, esa vez, llevando yo el control del beso mientras mis manos se afanaban en desabrochar la camisa que llevaba, dejando al descubierto su pecho, colé mis manos por sus hombros y le quité la camisa dejándolo desnudo de cintura para arriba.

Me separé de sus labios y contemplé su pecho, y lo que vi… me dejó sorprendida. Aquel hombre llevaba múltiples marcas que recorrían su piel; quemaduras que surcaban su piel, cicatrices repartidas por su piel al descubierto, incluso tenía hasta una herida de bala. Subí mí vista para mirarlo, ¿cuánto había sufrido aquel hombre? No podía ni imaginármelo. Seguramente no fuera lo único que llevara en su cuerpo, y sentí lástima de que le hubieran hecho todo aquello. Le miré de forma fija dándole a entender que no me iba a apartar por aquello, y recorrí con uno de mis dedos una de las cicatrices que tenía en uno de sus hombros de forma lenta.



-¿Cuánto habéis sufrido, Haytham?
–la curiosidad me embargaba pero sabía que no debía de preguntar, que éramos unos completos desconocidos que habíamos cruzado apenas un par de frases, y que quizás el no quisiera contármelo. Así que lo respeté, no le iba a preguntar nada al respecto por mucho que quisiera saberlo. Recorrí un camino ascendente con mis manos desde su cintura hasta sus hombros, notando cada herida y cada marca que tenía en el cuerpo acariciándolas de forma suave, cogí una de sus manos y sin apartar la mirada de la suya… la dejé justo sobre uno de mis pechos, lanzando un suspiro, mientras rodeaba su cuello y volvía a apoderarme de sus labios que tantas veces me habían llamado la atención.
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Mensaje por Haytham Cross Mar Jul 12, 2016 6:02 pm

Ella se dejo hacer con delicadeza y cierta precaución, consciente de que bajo su tacto la piel de aquella mole se estremecía dolorosa y con temor.

Ritmo del corazón acelerado ante un acto que para él era prohibido, un simple beso que empezó con timidez y pausa. fue suficiente llave para abrir las puertas a aquellas llamas que le pedía perder con apasionada lujuria, en el cuerpo femenino.

Pronto la piel dañada quedo a la vista, por aquellas cicatrices y quemaduras que contaban una traumática historia, de un hombre que había muerto. Y si, Haytham había muerto de algún modo, coma profundo del que despertó, cubierto de vendas que no dejaban ver ni un ápice del horror; mudo en capacidades, como un niño había aprendido a caminar y hablar de cero,  a veces incluso cuando pronunciaba palabras un se notaba aquel defecto por culpa del accidente. Trabas que supo superar.

Su nombre pronunciado en sus suculentos labios, se atrevieron a besarle con consuelo y ardor. Pregunta lanzada al aire que nunca se vería contestada.

Sus grande manos acabaron con la poca ropa que ella llevaba encima, volviéndola a desnudar como en alguna que otra de sus noches, solo para contemplar aquella falsa ilusión, pero aquella noche iba a ser más atrevido y dar un paso más.

Cerró los ojos y un leve jadeo se pronunció, contenida la respiración al sentir la caricia de ella.

Gesto violento y rápido, la tomó por el cuello con firmeza mientras apretaba su propia mandíbula, y los ojos verdes miraron con atisbo de frialdad para luego fundirse brillantes y fascinados en el color miel.

La obligó a girar su cuerpo mientras sus enormes manos pasaron a deslizarse de su cuello a sus pechos donde se detuvieron un momento sintiendo su punta en las manos  y sus dedos delinearon la forma redondeada del fruto.

Sus labios se apoyaron en su nuca. Un beso.
Su rostro hundido entre los cabellos rizados. Su perfume.

Con rostro busco su cuello, el cual, olbigó a mover a un lado para acariciarlo con su nariz lentamente.

Su mano dejaba atrás excitante escalofríos en sus frutos, ahora viajaban a de su vientre a su sexo.

Caricias que recordaba experiencias pasadas, incitaban a la humedad y excitación placentera del cuerpo femenino. Sentía la piel de ella erizarse ante sus calmas caricias, la piel suave, el objetivo otorgarle el nirvana ante la provocación.


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Mensaje por Naitiri Zahir Dom Jul 17, 2016 10:32 am

Aquel hombre transmitía tantas cosas que seguramente ni él mismo se diera cuenta de lo que estaba haciendo, no sería consciente de que en sus mudas palabras, en ese silencio que muchas veces reinaba en el lugar decía mucho más de lo que jamás llegara a pensar. Su cuerpo me hablaba sin siquiera tener que decir nada y eso, para una mujer como yo que leía sin problema alguno el cuerpo ajeno, era como si él fuera un libro abierto para mí. Todos aquellos meses que había estado durmiendo a su lado había hecho mucho más que simplemente dormir, había visto cómo era aquel hombre.

Su porte cada vez que estaba despierto daba la sensación de que siempre estaba alerta, de que parecía que un muro lo rodeaba por completo y no permitía que nada que él no quisiera lo franqueara. Solamente cuando estaba durmiendo, cuando las pesadillas sacudían sus sueños, era cuando se mostraba como realmente era. En sueños su rostro siempre estaba en calma, tranquilo, mientras buscaba mí cuerpo y hundía la nariz en mí pelo… como si mí cuerpo y mí olor fueran lo que él necesitase para poder conciliarlo. Cuando las pesadillas lo acechaban y lograba calmarlo, de costumbre, se aferraba más a mí cuerpo y era cuando más podía recorrerlo con la mirada.

Sus ojos también hablaban por sí solos, me había dicho pocas cosas en todo el tiempo que lo conocía, pero las miradas que tenía eran suficientes. Sus ojos y la forma que tenía de mirar me decía mucho más que todas las palabras juntas que me habían dicho, era como un libro abierto que se expresaba mediante acciones, gestos, posturas y miradas… y yo las sabía interpretar todas. Sabía que su forma de mirar era intimidatoria, se notaba, pero a mí no me intimidaba, a mí no me producía ni me daba esa sensación… no lo hacía cuando yo había notado el cambio que su cuerpo producía ante mí toque y ante mí cercanía.

Y justamente era eso mismo lo que estaba pasando, aquel hombre que siempre había mantenido hasta cierta rectitud cuando había pasado las noches con él, ahora, estaba mostrando otra cara y otro lado que jamás llegué a pensar que podría descubrir en él. Sus labios por fin estaban besando los míos y yo me dejaba hacer sintiendo sus manos por mí espalda para luego ser yo quien dominara el beso, enredando una de mis manos por su pelo y perdiéndome en él.

Sabía que no iba a contestarme a la pregunta que había hecho, era algo que tenía asumido, pero que sin embargo no pude evitar hacer. ¿Qué le habría pasado a aquel hombre? ¿Por qué se afanaba en aferrarse al pasado de esa forma, siendo yo el recuerdo que lo anclara? Porque no era tonta y una mujer sabía perfectamente lo que estaba pasando, no hacía falta que él me lo dijera. La forma en que tenía de mirarme muchas veces, con ese amor en su mirada, hacía que me produjera un escalofrío y al mismo tiempo algo de tristeza, porque yo quería que alguien me mirara como él lo hacía conmigo, aunque sabía que en su recuerdo no estaba yo y que no fuera por quien miraba así.

Sus manos comenzaron de nuevo a cobrar vida y esta vez comenzaron a desatar los nudos de mí espalda del vestido que llevaba. Bajo solamente llevaba puesto la ropa interior pero únicamente la que cubría mí sexo, sabía que siempre me tenía que quitar la ropa y ponerme lo que él me hubiera traído, o quedarme desnuda para dormir junto a él, por lo que veía un sinsentido llevar demasiada ropa encima. La prenda cayó al suelo dejándome desnuda solamente con aquella prenda que cubría mí sexo, pero que él igualmente la bajó con rapidez mientras mis manos intentaban recorrer su pecho y su espalda.

Su mirada me recorrió como había hecho otras veces y me mordí el labio, en su mirada notaba un brillo diferente, algo había cambiado de las veces que solía mirarme y sabía perfectamente lo que era; deseo. Por primera vez desde que había pasado las noches junto a él veía ese brillo de deseo, de pasión, de querer perderse en el cuerpo ajeno en sus ojos. Y jadeé cuando me cogió del cuello mirándome como si intentara intimidarme, a lo que me reí entre dientes ante su intento, mirándole de forma fija dándole a entender que no lo iba a lograr. Luego su mirada pasó a una mucho más brillante, más llena de deseo, de pasión y de lujuria… y me perdí en aquel mar azul llena de deseo, por él.

Me giró haciendo que mí espalda quedara contra su pecho y sus manos comenzaron a bajar desde mí cuello hasta llegar a mí pecho, abarcando ambos con sus manos, haciendo que un jadeo saliera de mis labios y cerrara los ojos dejándome llevar por sus caricias, redondeando el contorno, acariciándolos, rozando los pezones con sus palmas. Sentí sus labios en mí nuca donde dejó un beso, y pude escuchar como inhalaba el aroma que desprendía mí pelo… un gesto que solía hacer muchas veces.

Eché mí cabeza hacia atrás apoyándola contra su hombre y me dejé hacer mientras sus caricias eran gentiles, lentas, y llenas de sensualidad. No era brusco en sus movimientos y se lo estaba tomando con calma, como si quisiera disfrutar y grabar en su mente cada trozo de mí piel, como si estuviera explorándola por completo. Gemí al notar que apartaba mí cabeza y su nariz acariciaba mí cuello, haciendo que me mordiera el labio inferior. Llevé una de mis manos a su pelo y lo aferré con fuerza dejándome hacer por él en todo momento.

Sus manos continuaron su descenso y esta vez llegaron justo a mí sexo haciendo que arqueara mí cadera cuando su dedo recorrió mí sexo de forma lenta, pausada, arrancándome un gemido mientras notaba que comenzaba a humedecerme más y más mientras él seguía acariciando y recorriendo aquella zona. Mi respiración cada vez era más rápida, los latidos de mí corazón más fuertes, giré mí rostro y mordí el lóbulo de su oreja completamente encendida por aquello mientras el deseo y el placer se arremolinaban en mí interior. Jadeé justo sobre su oreja, aferré su pelo con más fuerza, y la mano libre la llevé justo a la muñeca de la mano que recorría mí sexo, apretándola, dándole a entender que como siguiera… iba a hacer que terminara. Y no. No era lo que quería mientras mi cuerpo se arqueaba en respuesta a lo que él me estaba haciendo.

Finalmente terminé por girarme quitando su mano de mí sexo y lo miré pegando mí cuerpo al de él, con los ojos encendidos por la pasión y abrumados por el deseo. Al final acabaría teniéndolo, pero esa vez, iba a tenerlo a mí manera. Si me tenía no iba a ser con el recuerdo de la persona que quisiera conservar… me iba a tener a mí, a Naitiri, y era algo que iba a dejarle totalmente claro. No quería que su mente pensara en otra mujer mientras era yo quien le otorgaba placer, no quería que pensara en ella mientras me recorría el cuerpo y se hundía en mí interior… si quería tenerme, sería a mí. No a ella. Cogí la mano que había estado jugando con mí sexo y lamí los dedos dejando un beso en la punta, sin apartar mí mirada de él. La otra mano comenzó a desabrochar el pantalón dejando que cayera al suelo y, una vez sin el pantalón, empujé su pecho haciendo que cayera sobre la cama tumbado y me subí sobre él, como una felina que acecha a su presa hasta quedar a la altura de su rostro, con la cascada de mí pelo cayendo por un lado y tocando su pecho y parte de su brazo extendiéndose como un manto oscuro sobre la cama.



-Si vais a tenerme, Haytham, me vais a tener con todas las consecuencias. Pero, por esta noche, no pienso dejar que los recuerdos acudan a vuestra mente –le miré de forma fija y mordí su labio inferior con deseo- No voy a permitir que penséis en otra mientras soy yo quien recorre vuestro cuerpo y os da placer, no voy a dejar que te hundas en los recuerdos mientras es a mí a quien poseéis –negué con la cabeza y una de mis manos bajó de forma lenta por su pecho- Me vas a tener a mí, a Naitiri, aunque solo sea por esta noche. Y yo os tendré como hace tiempo que deseé hacerlo y nunca me atreví –acaricié su mejilla y me mordí el labio mientras mí cuerpo se pegaba al suyo, encendida por el deseo- Dejadme hacer, Haytham, y saciaré el deseo que vuestro cuerpo me trasmite, por esta noche solo yo ocuparé vuestros pensamientos, e incluso haré que no penséis en nada y en dejaros llevar por el placer –dejé un beso en sus labios justo cuando mí mano que había bajado por su pecho llegó a su miembro, acariciando este sobre la tela, y pasé a dejar un mordisco en su cuello para luego volver a besarlo. Esperaba que el mensaje le hubiera quedado bastante claro.
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Mensaje por Haytham Cross Mar Ago 09, 2016 12:13 pm

Bajo sus manos y sus caricias sintió como su cuerpo se estremecía respondiendo a los primeros signos de placer y excitación. En un trance se había sumado, un trance que por empatía él parecí compartir como acto más psicológico que físico. El mero hecho de sentir sus leves jadeos sobre su oído y que su cuerpo le pidiese más, creaba una un fuego en su interior, un deseo y placer que le llenaba de satisfacción.

Creía tenerla cercana al culmen, se conformaba con aquello, tampoco tenía intención de llegar a más. Aun el roce ajeno de otra persona, su tacto, le era hiriente en una piel dañada y traumatizaba por un grave accidente. Muchos no comprendían su manera arisca de actuar ante la gente, incluso era capaz de crear temor. El contacto humano era algo que evitaba incesantemente, había aprendido a vivir sin el en aquello años, no lo necesitaba. Pero desde que Valeria había abierto a la fuerza aquella puerta, era como si hubiese despertado una virilidad olvidada y casi perdida.

Cuando estaba a punto de conseguirlo, ella le detuvo. Sin quererlo los ojos verdes brillantes por la excitación le miraron con sorpresa, por cortar aquella sensación.
Mejillas teñidas, y la miel derretida en sus ojos, gestos provocadores, todo en ella era el deseo y la lujuria personificada. Ya no era la visión, ni el espejismo de una mujer del pasado. Aquella mujer que le hablaba era otra… Otra que le hacía despertar sensaciones, que le buscaba y marcaba cada uno de los pasos que debía de seguir, al principio tímidos y temerosos, como un primerizo, que no lo era y demostrado estaba cuando Valeria se había atrevido a pedirle, o más bien obligarle a hacer aquello… Realmente y aunque costase admitirlo, había disfrutado destrozando a aquella pequeña cosita, que tenía miras demasiadas altas en su relación… Algo que nunca sucedería, él solo podría proporcionarle rechazo y odio. No le había roto el cuello en su momento, porque aun la necesitaba, necesitaba saber… Y por así decirlo, aquella niña consentida lo tenía agarrado por los huevos.

¿Qué ocurriría si descubría sus encuentros secretos con Naitiri? Había tenido que acabar con la vida de la joven sirvienta por su culpa, por un descuido. Una vida inocente. ¿Qué haría él? Haytham era especialista en secretos, en discreción. No sucedería nada, ni cedería en poner en peligro a la joven cortesana.

Igual de condiciones ante la desnudez, él se había dejado hacer mudo y se había deshecho de lo que quedaba de su ropa. Sus cabellos junto con su perfume eran embriagadores acariciando su piel dolorida, sus caricias lo extasiaban, ella poco tenía que hacer, ya que llevaba rato preparado, y sin quererlo se había hecho dueña de su cuerpo, cayendo en su hechizo. Era una experta.

-Llevo demasiado tiempo perdido, así que espero que sea capaz de encontrarme, Naitiri. -Fue lo único que dijo aquella mole, reafirmando que no iba a mirar a otra, sino que la miraba a ella a Naitiri.

La mano sobre su nuca, atrayéndola en un feroz beso, usualmente le gustaba ser el que mandaba en la situación, tenerla completamente medida y controlada, pero por una vez le iba a dejar a ella ser la dueña de todo, ser la que marcase sus pasos, la que mandase.



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Mensaje por Naitiri Zahir Jue Ago 11, 2016 11:42 am

Sentir su mano en mí sexo estaba haciendo que mí cadera se arqueara buscando más de aquel roce, que jadeara sobre su oreja en la que dejaba algún que otro mordisco encendida por el momento, que mi corazón martilleara con prisa y mi respiración fuera errática. Sus dedos se movían por mí sexo de forma lenta y pausada, sin tener prisa alguna por recorrerlo, arrancándome jadeos y pequeños gemidos que acababan en su oreja, mientras mí mano se aferraba a su pelo como si de un ancla se tratara, como si sintiera que fuera a desfallecer si no tenía algo a lo que agarrarme. Cuando llegaba a cierto punto y pasaba sobre el de forma lenta hacía que temblaran mis piernas y una sacudida recorriera mí cuerpo, como un rayo que lo atravesaba y lo encendía aún más.

Aunque uno de sus brazos estaba rodeando mí cintura como si él también pensara que iba a caerme y no fuera capaz de sostenerme, se lo agradecí mentalmente mientras me dejaba hacer a lo que él quisiera. Sentía su respiración justo sobre mí pelo ya que había apoyado en parte su cabeza ahí y en parte de mí cuello, y supe que él estaba en las mismas condiciones que yo. Notaba su miembro cada vez más duro mientras me tenía pegado a su cuerpo y me mordí el labio. Al final decidí terminar con aquello porque, si dejaba que siguiera de aquella forma, iba a terminar por llegar al orgasmo y yo ni siquiera le había tocado.

No era algo que me gustara hacer, en cuestiones de cama, me gustaba que me otorgaran placer pero también me gustaba otorgarlo. Era partidaria del placer mutuo y con Haytham la única que estaba disfrutando, en aquel momento, era yo. Y era algo que no podía consentir ni permitir. Ya no por mí trabajo, este había quedado relegado en el olvido en el momento en que él fue más allá de la relación que siempre habíamos mantenido. Había visto en sus ojos ese deseo propio de una persona que quería perderse en el cuerpo ajeno, al igual que yo había deseado lo mismo desde hacía mucho tiempo. Podía haberme tenido en todo este tiempo que había estado con él, y sin embargo, jamás había pasado de pegarme a su cuerpo cuando tenía pesadillas, aunque estuviera desnuda. Ni siquiera un simple beso. Nada

Algo había cambiado en todo aquel tiempo que no nos habíamos visto, algo que en cuanto puse mis ojos en los suyos supe que iba a ser demostrado aquella noche. Y ahí tenía aquel cambio que había notado. Jamás me había tocado más allá, jamás me había besado ni siquiera rozado sus labios… y ahora había probado sus labios, le había recorrido el cuerpo que nunca había visto y ahora entendía más por qué, y me estaba llevando al límite del placer.

En cuanto detuve su mano sobre mí sexo y me giré pude ver la expresión de asombro en aquellos ojos verdes, que me miraban sin saber por qué había parado de forma tan repentina, justo cuando ya me tenía al borde del orgasmo. Sonreí de lado con su cuerpo pegado al mío todavía y lamí aquellos dedos que me habían otorgado tal placer, dejando un mordisco al final. Le desabroché el pantalón y lo empujé divertida sobre la cama y él, en todo momento, se dejó hacer sin apartar sus ojos de los míos. Verde contra miel, ambos brillantes y algo abrumados por el placer. Sabía que él había disfrutado cuando me tenía bajo su toque, su miembro era una notoria y palpable indicación de que así había sido.

Repté por su cuerpo hasta quedar a la altura de su rostro dejando que mí pelo cayera en forma de cascada, y le dije aquello queriendo que le quedara claro, mientras mí mano se afanaba en bajar por su pecho lentamente en dirección a su miembro. Lo miré de forma fija, con una pequeña sonrisa, cuando dijo aquellas palabras. Era, quizá, la tercera vez que pronunciaba mí nombre en todo el tiempo que nos habíamos encontrado y me mordí el labio, su voz ronca y llena de un pesar me transmitió algo que nunca había sentido, y que quise de alguna forma aliviar. Él decía que llevaba mucho tiempo perdido, sumido en un mar de recuerdos que había anclado a mí persona, pero sin embargo, esta noche parecía que me estaba viendo a mí, no a la ilusión que siempre había perseguido.


-Entonces yo os encontraré, Haytham –acaricié su mejilla teniendo su rostro cerca del mío, notando en mí otra mano su miembro ya duro y listo- Por esta vez yo será esa ancla que te ate a mí, aquí y ahora –y no me refería nada más que al hecho de que quería que supiera lo que estaba haciendo, que se centrara en mí, disfrutara, y se olvidara de todo lo demás. Solo estábamos él y yo en aquella habitación, y todo lo demás carecía de importancia alguna. Sentí su mano sobre mi nuca acercándome a él y comenzó a besarme, en un beso feroz y pasional. Aquel hombre pedía a gritos consumirse en deseo y, aunque sabía que quizás incluso le gusta más lo duro y salvaje… había algo, en la forma en la que reaccionaba su cuerpo, que me decía que debía de ir con cuidado.

No porque reaccionara mal, sino porque había estado quizá tanto tiempo sin que nadie le tocara de aquella forma, que era lo que más estaba pidiendo y necesitando. Mis labios se separaron de los suyos, dejando un mordisco en el inferior, y besé su cuello para comenzar a besar y a acariciar aquel torso lleno de cicatrices, de forma lenta y pausada, como si fuera una bestia que necesitaba ser domada. Pese a su cambio de actitud no dejé de llevar cuidado y mis labios y mis manos recorrieron todo su torso, cada herida, cada cicatriz expuesta en su piel… heridas y cicatrices que hicieron que mi pecho se encogiera no queriendo pensar qué le habría pasado, ni lo mucho que le habrían dolido.

Dolor que, en parte, quise subsanar de aquella manera bajando lentamente hasta llegar a su cintura antes de llegar a su miembro. Quizás podría haber actuado de otra manera y haber sido mucho más salvaje y pasional, pero algo en mí interior me decía que aquella vez no debía de hacerlo, algo en él me despertaba esa… sensación, por llamarlo de alguna manera. Bajé algo más mí rostro y lamí su miembro que ya estaba más que listo y duro, alzándose de forma gloriosa, preparado para la acción. Dejé un leve mordisco en la punta y subí de nuevo hasta su rostro. Él estaba más preparado y yo estaba más que lista para empezar con aquello. Al final, iba a ser mío aquel hombre aunque fuera aquella noche.


-Esta vez sí, esta noche –mis ojos estaban fijos en los suyos y jadeé cuando comencé a introducirme su miembro en mí interior, notando como centímetro a centímetro cedía, llenándome por completo. Gemí al tenerlo finalmente dentro de mí y cerré los ojos unos segundos acostumbrándome a su grosor. Los abrí para mirarle de nuevo- Voy a ser completamente tuya, Haytham –me incliné para besarlo mientras comenzaba a moverme sobre él, subiendo y bajando de forma lenta, disfrutando del momento sin tener ninguna prisa.
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Mensaje por Haytham Cross Dom Ago 28, 2016 7:21 am

Provocadora en cada uno de sus pasos y ademanes, creaba pequeñas llamas con su toque en su piel y su cuerpo, y él simplemente se dejó hacer sin apenas pronunciar nada, era hombre de pocas palabras ciertamente. Solo hablaba lo justo y necesario.
Sus cabellos oscuros le acariciaban deliciosamente, estremeciendo cada centímetro de su piel.

Un leve quejido se dejó escapar entre sus labios al sentir el calor de su vientre al penetrarla, un mecer de las olas del mar en su cuerpo, con parsimonia placentera, su cuerpo dejo llevarse con aquel ritmo que poco a poco hizo conocer al cuerpo ajeno y hacerse en él, pero el fuego que a él le quemaba le llevo a que aquello se fuese convirtiendo en una tortuosa consumición.

Él no estaba acostumbrado a la suavidad, a la calma, o tranquilidad. Él era un huracán, un caos interno, que solo conocía lo doloroso y la violencia del mundo, y también era demasiado controlador, así que no pudo evitar romper con la monotonía.
Le había dejado que le acariciase, que lo tocase cuando aquello le era hiriente y lo hacía sentirse indefenso.

Sus manos en sus caderas, aferro sus muslos y la levantó cambiando tornas y siendo su enorme cuerpo quien la encerrase al ponerse encima. El ritmo aumento salvajemente, haciendo cada embestida más profunda y dolorosa por su parte. Uniendo ambas muñecas atrapadas con una de sus enormes manos sobre su cabeza, le prohibió que le tocase por el momento, quería ser quien llevase el control mientras su lengua jugaba con la punta de sus pechos y los devoraba con hambre.

Sus ojos verdes estaban perdidos en aquel éxtasis que aquella profesional le brindaba, hacia demasiado tiempo que no tocaba una mujer de aquel modo, hacía demasiado tiempo que no disfrutaba del sexo voluntariamente.

Enredados en sus piernas, sus manos se perdían entre sus curvas y el color canela de su piel. Agarrándola por la nuca, el bruto volvió a alzarla con aquella fuerza descomunal y obligándola a colocarse a cuatro patas, quería contemplarla desnuda con todas sus perspectivas y aquella espalda hermosa le perdía en forma de mujer, apretaba sus pechos, y mientras la penetraba rozaba su sexo para intensificar el placer ajeno.

Cuerpo que se perlaba de sudor, respiración agitada en aquel frenético ritmo que le hacía arder, embestidas de sus caderas incontroladas que se amortiguaba por los glúteos de ella. Sintió su corazón desbocado en su propia garganta, automoridiendose para no pronunciar palabra. Hasta que llego al límite, a un placentero clímax, invadiendo el vientre ajeno y sin saber si había allegado a complacerla en algún momento.


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Mensaje por Naitiri Zahir Miér Ago 31, 2016 11:50 am

Después de todo aquel tiempo que habíamos pasado durmiendo juntos en el que apenas me había hecho algo más que abrazarme y pegarse a mí cuerpo, por aquella vez, no era la única que estaba completamente desnuda. Y lo que es más, me había dejado tumbarlo sobre la cama y que me colocara sobre él mientras mis manos recorrían su cuerpo y por fin lo sentía dentro de mí. Jamás llegué a pensar que aquello pudiera pasar realmente, siempre tenía la sensación de que aquel hombre debía de terminar de torturarse con un recuerdo falso creado y alimentado por mí, aunque hubiera sido él quien lo quisiera.

Por primera vez había sentido que realmente se daba cuenta de con quien estaba y que yo no era aquel fantasma que pretendía seguir recordando, pro primera vez sentí que me miraba a mí y se dejaba llevar. Nunca pude imaginar que aquella noche acabaría con él debajo de mí cuerpo, desnudo, mientras sentía que me penetraba y me invadía por completo. Jadeé al sentirlo por completo dentro de mí y mis caderas poco a poco comenzaron a moverse sobre él, subiendo y bajando de forma lenta.

Podía sentir como me llenaba por completo cada vez que bajaba y me quedaba sentada sobre él, invadiendo cada rincón de mí interior, haciendo que un jadeo se escapara cada vez que me sentía llena, con mis manos apoyadas en su pecho y mis ojos puestos en los suyos verdes. Poco a poco el ritmo se fue intensificando aumentando de forma paulatina y haciendo que el placer comenzara de nuevo a crecer y a arremolinarse en mí interior.

El fuego comenzó a expandirse con lentitud por mí cuerpo avivando las llamas que yo misma había parado hacía un rato cuando casi me llevaba al orgasmo solamente con el toque de sus manos en mí sexo, ahora era yo quien se estaba encargando de llevarnos a los dos hacia ese punto. Pero como bien había sabido, Haytham no era un hombre que le gustara aquello pese a que algo me había dicho en mi interior que debía de ir sin prisa, el ritmo que estaba marcando era uno rápido cuando sentí sus manos aferrando con fuerza mis caderas, me levantó como si apenas pesara nada para él y fue él quien se colocó encima de mí.

Me penetró en cuanto estuvo bien colocado sobre mí y no pude evitar el gemido que escapó de mis labios ante aquel embiste, certero, rápido y profundo. Me mordí el labio echando hacia atrás la cabeza, arqueé mí cuerpo hacia el suyo mientras él marcaba un ritmo casi salvaje que me estaba volviendo loca. Antes de que siquiera pudiera hacer nada aferró mis muñecas en una de sus manos y las dejó sobre mí cabeza, dándome a entender que las quería ahí quietas.

Mí mirada se centró en la suya y fruncí el ceño ante aquello, no quería que dejara mis manos apresadas con una de las suyas para que no pudiera tocarle, sabía de sobra que lo había hecho por eso… nada más que había que ver cómo reaccionaba cada vez que lo tocaba, como si todavía fuera reacio a que lo hicieran. Él parecía que no iba a ceder en eso y siguió moviéndose en mí interior con velocidad y de forma dura, casi salvaje, arrancándome jadeos sin poder evitarlo y una sonrisa se formaba en mí rostro.


-Haytham –susurré como pude entre embestida y embestida y moví mis manos, pero sabía que no iba a soltarme, así que llevé mis piernas y rodeé su cintura con ellas apresándolo de alguna forma en un agarre, pegándolo más a mí mientras me dejaba llevar por el calor que se extendía como fuego por mí cuerpo y haciendo lo único que podía hacer; ir al encuentro de su cadera con la mía, sintiendo su boca en mis pechos y la sensación cuando los mordía arrancándome más jadeos y gemidos que acallé como pude mordiéndome el labio.

Mí corazón bombeaba con fuerza y parecía querer salirse de mí pecho mientras sus manos recorrían mí cuerpo y se perdían entre caricias, por fin me soltó del agarre de su mano y estas no perdieron tiempo, una aferró su pelo y la otra bajó hasta su cadera hasta llegar a una de sus nalgas y apretarla con fuerza sintiendo cómo se movía en cada embestida. Poco duró aquello ya que, de nuevo, volvió a cogerme de la nuca esta vez para girarme y dejarme de espaldas a él volviendo a penetrarme.

Una de mis manos la llevé al cabecero de la cama y me agarré con fuerza para mantener el equilibrio ante la fuerza de sus embistes, una de sus manos jugó con mis pechos arrancándome jadeos y la otra la dejó en mí sexo aumentando aún más el placer. Mí espalda se arqueó por ello y sentí como comenzaba a acercarme al orgasmo, mí corazón latía desbocado, mí respiración era errática y sentía el placer extenderse por mí cuerpo concentrándose en una zona, como si estuviera a punto de estallar.



-Haytham –lo llamé como pude apresando su muñeca y apretando con fuerza dándole a entender que estaba próxima al orgasmo, me incliné hacia atrás pegando mí espalda a su pecho y dejé recostada mí cabeza en su hombro sintiendo como alcanzaba el orgasmo entre olas de placer. No pude evitar soltar un gemido cuando aquello pasó notando que él también había alcanzado el clímax, cerré mis ojos y disfruté de la sensación recorriendo mí cuerpo de forma placentera. Había sido un orgasmo potente que arrasó por mí cuerpo y me dejó laxa recostada contra su cuerpo, mientras luchaba por recuperar mí respiración y controlar los latidos de mí corazón. Me separé de él como pude y me recosté boca arriba un momento en la cama apartando el pelo de mí rostro que llevaba pegado por el sudor y busqué sus ojos, sonriéndole de forma sincera- Al final te he encontrado –reí divertida entre dientes y me incorporé para perfilar su rostro y dejar un beso en su frente, mirándolo luego a los ojos- Espero haberte ayudado, de verdad –cogí una de su manos con una sonrisa, no sabía muy bien lo que debía de hacer ahora. ¿Me iba, me quedaba…? Siempre había ido allí con la intención de dormir, no de acabar de aquella manera.
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Mensaje por Valeria Cavey Jue Sep 01, 2016 3:41 am

No encontraba respuesta de porqué no podía dormir. Solo podía dar vueltas y vueltas en la cama. No quería admitirlo abiertamente pero desde que él fue mío, no tenía otra cosa en la cabeza. Le di espacio, tiempo para averiguar cosas, un respiro a su patética y vida sin sentido. Y no, me equivoqué porque…le echaba de menos más de lo que llegué a imaginarme. Me gustaba demasiado que él me siguiese como un perro leal, acatase mis órdenes …tampoco tenía más remedio porque ahora solo de mí dependía su existencia, lo que fue y es…será.

Deslicé la bata de seda sobre mis hombros, aún no había amanecido. La casa Cavey estaba en absoluto silencio y armonía, qué iba a imaginarme que en cuestión de minutos, esa paz se disiparía en cuanto se percatase de la situación, de lo que esa noche había ocurrido y en su propio techo. Me dirigí pasillo arriba, al final de éste estaba la habitación de Haytham. No le agradaría mi visita pero ¿Acaso eso importaba? Ya me había cansado de esperar tanto, lo quería para mí e iba a dármelo todo.

Si estaba la puerta cerraba con llave, ya me encargaría de abrirla. Tengo llaves de toda la casa y una cerradura no me va a impedir nuestro encuentro. Por fin llego a mi destino y sonrío de medio lado, sonrisa que se congela. Antes de abrir, agudizo mi oído y no solo oigo murmullos, también gemidos y no, ese no es Haytham  ¿acompañado? No podía ser, le prohibí terminantemente que nadie debía de entrar en mi casa. ¿Se había atrevido a tan siquiera desobedecerle? Quizás fuese su mente, pensamientos que no fuesen ciertos y solo… imaginaciones mías, solo había una forma de saberlo.

No lo pensé, giré la llave en la cerradura y entré como un huracán en la habitación. Mis orbes se clavaron en las dos figuras tumbadas en la cama. Primero, en él, estaba desnudo, boca arriba y no, no estaba solo… una joven estaba a su lado, desnuda igualmente. No pude creérmelo, no reaccioné en un primer momento pero a cada segundo mi expresión se iba tornando a una ira, una rabia y enfado soberano. No dije nada al pronto, quise deleitarme con aquella imagen, ver si era verdad… ¡se había atrevido! Aquel maldito hombre me estaba desafiando y esa, esa maldita mujerzuela en su casa, desnuda y a su lado.

-¿Qué es esto? No, no me lo digas es obvio. ¿Quién es esta mujerzuela y por qué está en mi casa desnuda? Le doy un minuto para que coja sus pertenencias y se marche, o mejor…-fui mucho más rápida que aquella mujer, tomé la ropa esparcida por el suelo y no tardé en tomar una de las velas que iluminaban la habitación -Mejor te vas así como estás, es mejor creeme porque podía echarte yo y no, quizás no llegues viva a tu casita. -lancé la ropa a mis pies y tiré la vela,  pronto se prendió y mi sonrisa crecía a cada segundo… era lo de menos -Y tú…-miré de reojo a Haytham, con desagrado, asco-Date un baño, tu castigo será infinitamente más que esto… -

No soportaba la idea de verla a su lado, de imaginar lo que había ocurrido, fue tal mi enfado, estaba fuera de sí y ni él ni nadie iba a impedirme sacarla de mi casa.

-Quiero que se vaya y no vuelva, si la vuelvo a ver aquí, la mataré. Hablo en serio, y tú, ni se te ocurra acercarte a mí. Por favor, que asco, a saber lo que te contagie esa maldita mujerzuela, se nota lo que es, se le ve a leguas…me das asco, los dos -abrí la puerta, esperando que saliese aquella mujer , si se le ocurría decir o hacerme algo, las consecuencias serían …mejor ni pensarlo. Acababan de desatar un huracán, y Haytham lo pagaría caro -Y tú como se te ocurra cualquier cosa, impedir nada… tu pasado se enterrará como enterraré a esta zorra ¿lo has entendido? -


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Mensaje por Haytham Cross Vie Sep 09, 2016 4:53 am

Temblar su cuerpo, resquebrajarse y desvanecer en el suyo. Es lo que pudo sentir cuando ella termino junto a él.
Era una profesional.

Él había cambiado sus tornas casi sin quererlo, dejando la suavidad atrás y tornándose en el sentir más primigenio. Dominante, de nuevo había retrocedido unos pasos, impidiéndole que le volviese a tocar e incluso mirarle al volverla de espaldas.

Todo terminó y tuvo unos minutos de paz. Donde podía sentir el aliento recuperarse y el cuerpo relajado templarse. Y luego hizo lo que habitualmente hacía cuando estaba con ella, pero en este caso en estado de desnudez. Sus grandes brazos la envolvieron contra su cuerpo, refugiándose su rostro en aquellos oscuros y perfumados rizos, embriagado y buscando el sueño y descanso temporal. Distraído su mano acariciaba suavemente la cadera de ella, ofreciéndole aquel agradable cosquilleo que sus dedos eran capaces de regalarle.

La volvió a besar suave y profundamente los labios, detenido, agradecido. Por primera vez le dedico lo que fue parecido a una sonrisa de satisfacción. Felicidad efímera.
Seguro, calmado, pacífico y silencioso, así podía sentir su mundo presente lejos de lo que había sido el tormento o el sufrimiento. Solo ella. El calor de su cuerpo, su apaciguadora, ella.

Pero pronto la paz se vio truncada. El giro de la llave en la puerta, y allí estaba echando mil demonios por aquella boca que una vez fue dulce e inocente.
Su ama, su dueña, incrédula por la escena que encontró inesperada.

Aquella no era una nueva costumbre, antes de que muriese el Señor Cavey ya metía a escondidas a Naitiri en la casa, el padre de la joven no era tan ignorante, es más, parecía haberle dado ciertas referencias. Siempre le había dicho que la verdad era dolorosa, y que la vida debía de continuar, de un modo u de otro. Lo que no sabía la más joven de la casa, es de aquello y él sabía perfectamente que, si tal día como ese llegaba, abriría la caja del demonio y no sabría cómo reaccionaría, o sí.

Llevaba tiempo rondando de si cortar o no aquella extraña relación de sueño y consuelo con la joven prostituta, con los cambios de pocas semanas en aquella casa, era ponerla en peligro. Pero sus pesadillas y miedos nocturnos habían aumentado, y se veía necesitaba de aquel bálsamo y esta de vez de más.

No se exalto, con su semblante de piedra, puso remedio a su desnudez colocándose el pantalón con toda la tranquilidad del mundo, era como si aquellos gritos no fuesen con él. De repente pequeñas llamitas surgieron con aquella vela, pasos rápidos y ademán de duda y cierto temor. Haytham temía el fuego, aquel doloroso danzarín brillante, era provocador de pesadillas. Tomó aire abundante y valor, y con su propia camisa esparcida en el suelo, apago las llamitas.

-Márchate. -Dijo a Naitiri con seriedad, mientras le lanzaba parte de su ropa no dañaba. En la calle cercana le esperaría aquella persona encargada de meter y sacarla, aquella persona contratada de la misma calle, no se fiaba de los sirvientes de la casa. -Ya hablaremos. -Susurró manteniendo toda la calma del mundo. No iba a renunciar a ella, no tan fácilmente, prefería mil castigos.

Luego se acercó a Valeria, mientras cerraba de nuevo la puerta para que aquel alboroto no inundase los pasillos. A pesar de todo era una persona discreta.
Plantado frente a su Ama, tuvo que agachar un tanto el rostro, era mucho más baja que él. Ojos verdes que se clavaban en los suyos con calma y frialdad, imponía con aquel gesto y su gran tamaño.

-Nadie va a matar a nadie, a no ser que venga de mi mano. -Dijo con rotundidad, sus ojos seguían clavados en los de ella, una amenaza verdadera, si su pasado hundido, su frágil memoria incompleta, y todo por la mano de aquella niña consentida. -Le recuerdo que aún tiene competencia, y no es la única en el poder, y me necesita. Inflija todos los castigos que desee, sabe que lo soportaré.


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