Fin de baile inesperado (Reidar Landvik) (+18)

Quien me hubiese dicho a mí que aquella noche del baile de máscaras habría terminado ensangrentada hasta el cuello después de curar a una licántropa al borde de la muerte, y que me ofrecería a cuidar de su hermano que se hallaba inconsciente a mí lado, lo hubiese tachado de loco.
Pero sí, todo aquello había ocurrido momentos antes.
Había sido una noche digna de olvidar; al menos una parte de la misma. Demasiadas emociones, demasiada adrenalina y rabia para poder asimilar en tan poco tiempo.

Apenas unos pocos invitados quedaban ya en la fiesta después de que Damon y sus acompañantes se marchasen con la hermana de éstos al hospital. Todavía estaba atónita con el descubrimiento de aquella noche; un tema que sería sin duda sería la comidilla de aquella clase alta de la que cada vez me sentía más distinta. Aquel lobo con el que había estado gran parte de la noche, escondía un secreto fraternal...Damon era su hermano.

Miré a Reidar cansada. Seguía inconsciente, en parte por mi culpa. Yo había dejado que su nivel de sangre descendiese hasta ese punto, que aunque sabía que no era mortal, si que lo debilitaría lo suficiente como para perder el sentido.
Me senté en la mesa, donde el lobo estaba tumbado. Comencé a acariciarle el brazo, a sabiendas de que no lo sentiría. ¿Cómo era posible que sin apenas conocerlo me hubiese calado tan hondo? Quizás el hecho de haber estado a punto de cruzar tantas veces la línea a la que nuestras naturalezas opuestas nos empujaban aquella noche, me había hecho conocerlo más que nadie en tan poco tiempo.

Acaricié su rostro con dulzura. Debería haber despertado ya. Aún inconsciente era capaz de sentir la fuerza e intensidad de su aura. Sus constantes eran más débiles, pero normales y su respiración había dejado de ser entrecortada.

- Reidar.- susurré mientras seguía acariciándole la mejilla.- Vamos, despierte.

Sus ojos se entreabrieron despacio, y una sonrisa cansada se dibujó en mi rostro. Adoraba esa mirada penetrante que tantas veces se había cruzado con la mía aquella noche.

-Hola, dormilón...-bromeé contenta al verlo de nuevo consciente, aunque seguramente aturdido.- ¿Cómo se encuentra?

Sabía que necesitaría respuestas, y yo me había ofrecido a ocuparme de él. Había prometido llevarlo al hostal y ocuparme de su recuperación. Una promesa que se me antojaba más una recompensa que una obligación, pues no sabía que tenía aquel lobo, pero su presencia me resultaba embriagadora.

Abrí los ojos lentamente, era como si una voz lejana me llamase dese el otro lado de una intensa luz que entraba por mis ojos, que aun abiertos no lograban centrarse en nada.
Estaba completamente mareado, mis parpados volvieron a cerrarse con suma debilidad, mientras sentía mi brazo colgar de una tabla fría que bajo mis espaldas parecía ser lo único que me mantenía sobre tierra firma, pues mi cuerpo parecía flotar bajo el lento ritmo de mi corazón, que apenas podía tener vigor para bombear la sangre de mi cuerpo.

¡Sangre! La imagen de mi hermana ensangrentada fue todo cuanto necesite para recopilando las escasas fuerzas que me quedaban levantar mi espalda de golpe.
-¿Donde esta? -pregunté a la nada, aun sin ser capaz de centrar mi mirada en nada, pues apenas veía imágenes borrosas. Podía oler a Moira, y mucha sangre, mía, de Odalyn y de Damon, todo se confundía a mi alrededor, pose mis pies en el suelo, que como si de un barco se tratase no quedaba firme bajo ellos. Pies que dando tumbos parecían encaminarse bien no se donde, pues aunque pestañeaba con fuerza las imágenes seguían difuminadas en aquella sala que a todos los efectos se me antojaba el teatro donde se había producido el baile, donde mi hermano iba a anunciar su compromiso.

Recorde como una pesadilla y a cámara lenta todo lo acontecido desde que mi hermano y yo emprendimos nuestra pelea a golpes hasta que la sangre de ambos se fundía con la de mi hermana en aquel teatro donde los Landvik pendíamos de un hilo.

Las manos de Moira atraparon mi cuerpo justo antes de que se desplomara con debilidad sobre aquel suelo que lejos de quedarse quieto seguía bailando un sarcástico vals.
-¿Donde esta mi hermana Moira? -pregunté tratando de hundir mi iris en sus ojos verdes, mas creo que podía darse cuenta de la autentica dificultad que tenia para centrarme en nada -¿que ha pasado? ¿dime que sigue viva? ¿porque ella no esta aquí y yo si?

Las preguntas se agolpaban en mi cabeza que del mismo modo que mi cuerpo parecía completamente descentrada.
-¿Y Damon? ¿que ha pasado Moira? ¿por que no sigo dando sangre a mi hermana? Te pedí que no me quitaras la maldita vía. -Gruñí notando como la adrenalina me invadía y mi iris se tornaba miel por la rabia de no saber, por el desconcierto.

Me sentía como un animal apresado por una de las trampas de cualquier cazador y como buen animal salvaje, estaba dispuesto a todo con tal de liberarme del yugo.
Forcejee con aquellas manos que sentía me apresaban y no me daban respuestas decidido a encaminarme a la puerta de entrada, por donde sin duda mi hermana pequeña tenia que haber salido, al igual que entrado, seguiría su rastro hasta el infierno, mas juro que no me quedaría allí esperando no se bien que.

Prometo que no sabía de donde sacaba las fuerzas aquel lobo que se levantó de pronto, haciendo preguntas y dando tumbos por la sala donde horas antes había estado bailando. Los pocos asistentes que quedaban se marcharon al escucharlo gruñir mientras buscaba a sus hermanos desaparecidos.
Comprendía perfectamente  su desconcierto; el último recuerdo del que Reidar podía ser consciente  era de su hermana desangrándose en el suelo, mientras él y Damon me gruñían para que no les quitase la vía por donde estaban dándole la sangre a su hermana por medio de una transfusión improvisada. Me toqué el brazo inconsciente al recordarlo; el zarpado de Damon todavía me dolía y a pesar de tenerlo vendado seguía sangrando.

Trató varias veces enfocar su mirada en mí, y verlo así me resultaba hasta doloroso. Más su pregunta no dejaba de repetirse mientras yo lo miraba preocupada.
Conseguí llegar hasta él y cogerlo de la cintura antes de que cayese al suelo mareado. Había sacado demasiada sangre de ellos, pensé.

- Cálmate, tu hermana está bien.- le susurré mientras él me gruñía pensando que le había engañado.- Siéntate en la mesa y te lo explicaré todo, por favor.

Conseguí a duras penas llevarlo hasta la mesa donde minutos antes había estado inconsciente, y le ayudé a sentarse. Me senté a su lado mientras posaba mis dedos en su muñeca para tomarle las constantes. Estaba alterado, demasiado alterado para su estado en aquellos momentos.

- Al poco de que perdieras el sentido llegó un médico y varios enfermeros, y tras comprobar el estado de tu hermana y de Damon se los llevaron a los dos al hospital.- le expliqué con la voz más tranquila que pude conseguir, mientras clavaba mis ojos en su mirada todavía ámbar.- Los dos están bien, ahora están en buenas manos y se recuperarán.

Puse mi mano sobre su brazo con suavidad. No quería que me viese como su enemiga, y el miedo al rechazo por su parte se hizo dueño de mi alma.
¿Por qué era tan importante para mí aquel lobo? No lo sabía. Pero anhelaba con todas mis fuerzas que no me sacase de su vida con  la misma  rapidez con la que había entrado.

-Me ofrecí voluntaria para quedarme contigo y asegurarme de que descansabas y comías algo antes de ir a ver a tus hermanos al hospital por la mañana.- susurré mientras me miraba las manos con timidez. Quizás esperando a que rechazase mi ayuda y me mandase a tomar viento, que era lo más lógico.

Con una paciencia infinita, pues su aspecto delataba que la noche no solo había sido dura para mi, tomo mi cuerpo con suavidad ayudándome mientras hablaba de forma tranquila a llegar a la improvisada camilla de donde me había alzado minutos antes.
Según ella mi hermano y hermana se encontraban bien, algo que me tranquilizo infinitamente, puede que cualquiera de los allí presentes, que por suerte ya eran pocos, no entendiera porque confiaba en esa mujer desconocida, que ahora con aspecto cansado seguía ocupándose de un lobo débil y completamente ido, no solo de mente si no también de espíritu.

Tome asiento mientras su mano se paseaba con suavidad por mi brazo tratando de infundirme ánimos. Ancle mis ojos a los suyos que aun con aquella tonalidad oscura, supuse por la cantidad de sangre que había tenido que ver aquella noche pasar frente a sus fauces, buscaban los míos con un brillo especial.
Afloje el gesto mientras me explicaba porque yo no había ido al hospital y como ella se había ofrecido a cuidarme hasta el amanecer donde según ella podría ir a ver a mis hermanos.
Sonreí ligeramente mas calmado, y aparte un mechón de su rostro dejándolo caer con suavidad por detrás de su oreja.
-Gracias, debía de haber sido lo primero que te dijera después de como te has portado hoy con mi familia.
Acerque mis labios a los suyos depositando un casto beso sobre ellos, no solo porque me atraía, algo evidente, solo un ciego no se hubiera sentido así frente a ella, si no porque era mi modo de agradecer que durante toda la noche hubiera permanecido a mi lado de un modo u otro.
-Moira ¿no puedo ir a verlos ahora? -pregunte buscando su mirada volviendo a recuperar mi posición inicial sobre la mesa -no estaré tranquilo hasta que compruebe por mi mismo que mi hermana esta bien, si le pasa algo no me lo perdonare, necesito sujetar su mano y que sea lo primero que ve cuando despierte ¿lo entiendes? Yo me encuentro perfectamente -mentí.

Volví a tratar de levantarme, mas de nuevo mis pies no respondían y tuve que sujetarme a esa tabla de madera que ahora se me antojaba mi único sustento.
-Quiero ir al hospital -me encabezone, aun a sabiendas que al único lugar al que debía ir era a la habitación del hostal a darme una ducha, cenar y descansar.
Sabia que en estas condiciones no seria de ayuda para nadie, mas mi ser me pedía reunirme con mi sangre y no lo contrario.

Me percaté de que su mano estaba vendada, y que aun sangraba en abundancia, algo extraño pues ella era una vampiresa, en teoría sus heridas debían cerrar con facilidad, a no ser claro que fueran hechas por uno de nosotros.
-¿Que te ha pasado? -Pregunté algo perturbado
¿Que me había perdido mientras estuve inconsciente? ¿acaso habían atacado otros licántropos en la fiesta?
Mi gesto se ensombreció buscando el rastro de otros seres, o de algún tipo de contienda distinta, mas quizás porque mi mente estaba completamente embotada no lo encontré.

Lleve mi mano a la suya y acaricie su muñeca con la yema de mis dedos con suavidad, parecía estar echa polvo y no la culpaba lidiar con tres Landvik era algo que agotaría a cualquiera.
Sonreí frente a ella.
-También creo que necesitas un buen sueño, hagamos una cosa, pasemos por el hospital, solo para asegurarme de que están bien. Después iremos a mi hostal y miraremos esa mano, nos ducharemos, te invito a cenar y...¿dormimos?

El gesto del lobo iba cambiando conforme escuchaba mi explicación de lo ocurrido mientras él estaba inconsciente. Su cuerpo se relajó y sus ojos ahora verdes buscaban los míos en una mirada cautivadora y cargada de emociones.
Me dio las gracias por mi intervención al ayudar a su hermana hasta la llegada del médico, pero fue su gesto al colocarme un mechón de pelo detrás de la oreja lo que me descolocó. Sentir su caricia sobre mi piel, en un momento en el que los dos ya no guardábamos las apariencias, en el que estaba tan cansada que era vulnerable en todos los sentidos, hizo que bajase de pronto todos mis escudos frente a él. Más no fue solo aquello lo que hizo tambalearse todo mi ser, fue un beso suyo en mis labios lo que me hizo sucumbir por completo a aquel hombre que hasta esa misma noche no conocía. ¿Dónde estaba esa vampiresa que le pagaba un tortazo en la cara al primer hombre que se acercaba a ella sin su consentimiento?
No sabía que pensar; me encontraba perdida con aquel lobo. Me desconcertaba y gustaba a partes iguales. Suspiré despacio mientras él se separaba de nuevo, colocándose como estaba antes de inclinarse sobre mí. Pero yo no quería que se alejase, quería volver a sentir el roce de sus labios sobre los míos.

Insistió de nuevo en ir al hospital, y me dolía en el alma verlo tan desesperado por ver que su hermana se encontraba bien. Entendía su necesitad de verla, la presión en el pecho que debía sentir por no poder haberse despedido de ella antes de que se la llevasen al hospital, y daría lo que fuese por cumplir su deseo, pero el hospital tenía unas normas, que en este caso debíamos cumplir.

- Te prometo que te acompañaría ahora mismo al hospital para que te quedases tranquilo, pero no permiten la visita a pacientes hasta por la mañana. Me lo explicó el médico antes de marcharse. Lo siento.- dije mientras colocaba mi mano sobre la suya, buscando de nuevo el tacto de su piel, que se estaba haciendo necesaria para mí.

Se percató de mi herida en mi muñeca, y con suavidad recorrió la misma con sus dedos mientras tomaba mi mano preguntándome por lo ocurrido. Lo cierto era que la noche había sido intensa, y tener solo aquel rasguño se me antojaba hasta un milagro.

- Damon me dio un zarpazo inconscientemente cuando traté de quitarle la vía, pero solo es un rasguño, se curará.- le expliqué tratando de quitar importancia a aquella herida que me abrasaba el brazo entero.

No pude evitar sonreír ante su propuesta de ir al hospital primero y de compartir juntos el resto de la noche entre cena, ducha y ¿dormir juntos? ¿Y ducharnos también juntos? Me empezó  a subir el rubor de golpe solo con imaginármelo...

- Ir al hospital de visita es complicado, pero acepto tu invitación de ir a cenar.- sonreí con timidez mientras me ponía en pie delante de él y le ofrecía mi mano para marcharnos juntos.- Después te acompañaré al hostal para que descanses.

Se me antojaba una locura acompañarlo incluso a cenar, pero lo cierto era que no quería despedirme de él todavía...necesitaba sentir la calidez de su piel sobre la mía, escuchar el sonido de su voz, y porqué no...sus labios de nuevo sobre los míos.

Tome su mano para salir de aquella fiesta que sin duda distaba muchísimo de como había yo imaginado que saldría todo, aquel fraternal abrazo que esperaba se había tornado golpes y el colofón final de la noche lo había puesto mi hermana pequeña, que yo creía haber dejado segura en mis tierras norteñas y sin embargo tras de mi había llegado a París donde había sido brutalmente atacada.

La noche había terminado con los tres Landvik manchados de sangre y de no haber estado aquella mujer que ahora sustentaba mi mano, hubiera terminado con mi hermana muerta.
Era de bien nacido ser agradecido, y yo pensaba recompensar sus actos, sabia bien que era estar en deuda con alguien y yo le debía a Moira la vida de lo mas importante para mi en ese mundo, mi hermana.

Camine junto a ella tratando de poner la mejor cara posible pese a las circunstancias, aun me tambaleaba mucho y su mano rodó por mi cintura, quedando ahora si nuestros cuerpos pegadas, su rostro miraba el mío, y de nuevo nuestros ojos se encontraron cómplices como durante la noche ya había pasado infinidad de veces.
Era una mujer bella, quizás no la mas deslumbrante que había conocido, mas la verdad, sus labios a esta distancia me resultaban mortalmente apetitosos, y su mirada, parecía sincera, algo que no siempre hallaba en ojos inmortales.

-No conozco París, así que decirme ¿Dónde me llevareis a cenar?
Reconozco que hacer turismo era lo que menos me apetecía, deseaba mas bien algo intimo, en la habitación del hostal donde pudiéramos comer, compartir un buen vino y quitarnos los restos de sangre y sudor en una buena ducha.
Mas la dama parecía rehacía a acudir al hostal con un extraño, y la verdad no la podía culpar por eso, demasiado había echo ya. Así que con la mejor de mis sonrisas me espere a que indicara la dirección por donde tendría que guiar a mi montura para poder degustar algo de cena decente.

Pronto caí en la idea de que yo degustaría solo de esa comida, pues la dama tenia una dieta bien distinta, supongo que la diferencia de nuestras razas siempre quedaría patente de uno u otro modo, mas eso no quería decir que no pudiéramos encontrar puntos comunes. Quizás cuando yo acabase de cenar, ella podría marchar y alimentarse, sin duda una vez recobrara las fuerza no me costaría dejándola donde ella me pidiera llegar por mi mismo al hostal.
-¿Y bien? -pregunté con una sonrisa de medio lado ¿Dónde vamos mamad?

Reidar tomó mi mano y sentí como me reconfortaba de nuevo sentir su cálido tacto sobre mi fría piel; tras ponerse en pie, ambos nos encaminamos al exterior, dejando atrás por fin de aquella sala que se me estaba empezando a antojar pequeña. Sentí como el lobo se tambaleaba a mi lado, todavía débil por la pérdida de sangre, y sin pensármelo dos veces, pasé mi mano alrededor de su cintura para servirle de apoyo mientras lo miré fijamente a los ojos buscando su aprobación a mi atrevido gesto. Me devolvió la mirada y de pronto sentí una especie de escalofrío por todo el cuerpo. Sonreí al darme cuenta de que encajaba a la perfección bajo su brazo; parecía como si estuviese hecha a su medida. Menuda locura.

El olor de su cuerpo me hizo estremecer mientras llegábamos a mi montura, a la que los mozos habían conseguido llevar hasta la puerta del teatro después de su intromisión en el baile. Sentía como mis ojos se oscurecían mientras nuestros cuerpos seguían juntos. Su cercanía, los latidos de su corazón, su voz..todo me subía a una nube de la que no quería bajar.

- Hay una taberna en la que hacen carne a la brasa justo al lado de vuestro hostal, ¿ Deseáis ir alli? Así no tendremos que estar mucho rato cabalgando, y podréis descansar antes.- dije mientras clavaba mis ojos en los suyos, juntando sin darme cuenta de nuevo nuestros rostros, notando su aliento sobre mis labios; deseando sentir otra vez el roce de su boca sobre la mía.

- ¿Vamos en la misma montura, o preferís ir por separado?- pregunté tras suspirar intentando liberar la tensión sexual que se apoderaba de mí por momentos, pero sin moverme un ápice de su cercanía.

Rogué a todos los dioses que conocía que Reidar decidiese marcharnos en el mismo caballo a la taberna, donde por cierto, solo cenaría él; más no me importaría acompañarlo al mismo infierno si eso era necesario para no separarme de su compañía aquella extraña noche donde nuestro caminos se habían unido una y otra vez. No quería dejar de sentir su calidez, aunque montar a caballo iba a ser un poco complicado en esa postura.

¿Cómo decirle que no quería que aquella noche terminase? ¿Como entender yo misma porque aquellos pensamientos venían a mi mente y me confundían?

Sentí las respiración de sus labios entreabiertos que golpeaba los míos fundiendo nuestro aroma en uno, no pude evitar que mis ojos se tornaran miel durante unos breves segundos, pues sus pechos rozaban con cada movimiento mi costado.
Podía dar gracias a los dioses que mi estado fuera tan lamentable que ni sangre me quedaba para bombear a mis bajos pues de lo contrario posiblemente el rumbo del caballo hubiera sido otro muy distinto, y no ese asador que aunque tenia que reconocer me había echo recuperar el hambre no se me antojaba ni la mitad de suculento que ella.

-Claro, vamos a comer allí, dígame después donde puedo dejarla, no permitiré que se vaya sola hasta su casa, es lo menos que puedo hacer después de como se ha comportado con mi familia esta noche.
Si bien era cierto que esa mujer no necesitaba en absoluto mi protección odiaba no quedar como el hombre que yo era, estaba acostumbrado a ser yo y no ellas quienes fueran la parte fuerte de la relación y admito que la idea de lo contrario me incomodaba ligeramente.
Supongo que era por la sangre de alfa que recorría mis venas, que en eterna competición por ser el mejor no me daba tregua para mostrar debilidad frente a nadie, ni siquiera frente a la preciosa inmortal que tenia en frente y que aunque su delicado cuerpo aparentaba cierta vulnerabilidad  bien sabia podría descuartizarme de quererlo o allí mismo.

Subí con dificultad a mi montura y desde ahí le tendí la mano para que me acompañara, no porque lo necesitara, bueno, en el fondo si, estaba demasiado mareado para no caer redondo por el camino, mas eso no se lo reconocería nunca, así que apele a una sonrisa traviesa y a la escusa de poder rozar su cuerpo durante el viaje algo que en el fondo no me resultaba para nada descabellado.

Enrede mis dedos a las crines del corcel poniendo rumbo hacia el hostal, según ella, aquel asador estaba cerca, así que esperaba que en el momento oportuno me guiara por el camino correcto.
Su pelo golpeaba mi rostro inundandolo de aquel olor a flores silvestres del que había hecho gala durante toda la noche, la verdad es que pese a todo lo ocurrido y a la sangre derramada su olor resultaba extrañamente reconfortante.

-¿sabes? Hueles muy bien -asegure con una picara sonrisa mientras sentía su espalda buscar el roce de mi pecho. -¿Estas cansada verdad? -pregunte acercando mis labios a su cuello -porque no pasamos del asador y subimos a la habitación directamente, confieso que yo también estoy agotado, y preferiría pedir algo en el hostal, aunque solo sean unos bocadillos y una botella de vino.

Deslice mis labios por su cuello desde atrás, tratando de ser lo suficientemente convincente para que aquella mujer me acompañara hasta la habitación y porque no, calentara también mi lecho, reconozco que su olor empezaba a volverme loco y posiblemente la cercanía de la luna llena no ayudaba a lo contrario

Sus ojos seguían hechizándome por dentro cuando un breve destello apareció en ellos. Sonreí pensando que no era la única a la que le costaba mantener sus instintos a raya.
Aceptó mi propuesta de ir a cenar algo a la taberna, aunque su mensaje de después me dejó un poco confundida. Se ofrecía a dejarme en mi casa a salvo, lo que me hizo que pensar que quizás ya no deseaba mi compañía en su habitación del hostal como había insinuado momentos antes; o quizás estaba demasiado cansado como para alargar la velada. De todas formas, si se empeñaba en acompañarme a casa, lo mejor sería ir al Herbolario, pues llevarlo a la cabaña con Erlend cerca podía ser como juntar a dos bombas atómicas en la misma habitación. Asentí con una sonrisa, pues aunque sabía que era innecesario que me protegiese, para un lobo alfa era importante, y a mí me llenaba por dentro que se preocupase por mí.

- Si vos queréis, después os indico la dirección de mi Herbolario. Dormiré allí durante el día, pues mi cabaña está lejos, y no tardará en amanecer.- dije con dulzura mientras clavaba mis ojos en los suyos contenta por su ofrecimiento.

Cuando subió a su caballo y me tendió la mano  sonriendo de aquella manera tan cálida que podría descongelar todo el polo norte, comprendí que quería cabalgar juntos. Me faltó poco para dar saltitos de alegría, pero debía comportarme o pensaría que estaba loca. Me acerqué a mi caballo, y tras decirle donde debía acudir a buscarme, cogí su mano y monté sobre su corcel delante de él. Cuando cogió las crines de éste para ponerlo en marcha me quedé entre sus brazos y explicar lo que sentí al verme rodeada por ellos es algo imposible. ¿Qué era aquello que sentía en la boca del estómago? ¿Y la presión en el pecho? Posé mis manos juntos a las suyas, buscando de nuevo ese roce inocente, pero premeditado.

Apoyé mi espalda en su duro pecho, y mientras el caballo continuaba su camino, me sentí por primera vez en mucho tiempo relajada y feliz. Sus brazos me hacían sentirme bien y protegida. Fue entonces cuando sus labios se posaron sobre mi cuello, deslizándose por él, perdiéndome  en aquel embrujo de sus palabras diciéndome de cambiar los planes e ir a su habitación para cenar allí. Giré un poco la cabeza para facilitarle el acceso a aquella íntima caricia que me  ponía a mil. Todas mis dudas anteriores se disiparon al instante.
¿Cómo podía negarle nada a aquel ser que me hacía volar? ¿Cómo separarnos así si yo lo deseaba tanto como él a mí? Mis ojos se oscurecieron con sus caricias, y la voz de mi razón desapareció por completo.

- Como vos prefiráis.- susurré mientras mis ojos se oscurecían más por momentos al mismo ritmo que mi cuerpo comenzaba a reaccionar ante la cercanía del lobo.- En el hostal estaremos más cómodos y así podrás descansar.

Traté de controlar mi respiración entrecortada, deseando llegar lo más rápido posible a aquel lugar, cuyo trayecto se me estaba haciendo eterno. Aunque por otra parte, no deseaba que terminara nunca; sus labios sobre mi piel provocaban una sensación maravillosa que no quería que desapareciese.

Sus ojos se tornaron noche frente a los míos, mientras sus palabras aceptaban mi proposición al tiempo que mis labios seguían impregnados de aquel olor a vainilla que posiblemente como fragancia había aplicado en su cuello.
Sonreí de medio lado consciente de lo que implicaba que la dama subiera a la habitación del hostal y mas aun por las reacciones de su cuerpo que como el mio parecían buscarse de forma apasionada sobre la montura.

No tardamos en alcanzar el hostal y tras desmontar apresuradamente deposite unas monedas en las manos del mozo para que mi montura quedara perfectamente atendida por aquella noche.
Sonreí a Moira mientras ambos nos encaminamos dispuestos a cruzar el umbral de aquella vieja puerta de madera abierta llena de muescas y un viejo picaporte de hierro.
Nos acercamos al viejo hombre que en turno de noche se entretenía leyendo un libro amarillento posiblemente por el paso del tiempo, y que al vernos se puso en pie con una sonrisa para darme la llave del cuarto alquilado.

-Podría ser tan amable de pedir a cocina que nos preparen un par de bocadillos y nos suban una botella de vino -pregunté a sabiendas de que posiblemente a estas horas esta ya estaría mas que cerrada.
Mas el hombre creo que me vio tan pálido y mareado que no dudo en aceptar y decirme que su mujer prepararía esos bocadillos y que no tardaría en subírnoslos su hija.
Agradecí su gesto con amabilidad y tras despedirnos pusimos rumbo a la habitación donde llevaba instalado desde mi llegada a París.

Aquella noche habían pasado demasiadas cosas, y admito que no solo mi cuerpo estaba destrozado, mi cabeza no dejaba de maquinar a mil por hora rememorando todo lo acontecido y sumiéndome en la angustia mas absoluta.
No solo mi hermana se debatía entre la vida y la muerte, si no que ademas, Damon parecía reacio a aceptar nuestro parentesco, parecía odiarnos no sabia bien porque, y eso sin duda dudaba le acercara a sentirse en parte responsable de la manada que en Noruega le esperaba como legitimo alfa.
No temía tomar yo el lugar para el que había sido entrenado desde niño, mas mi orgullo me decía que debía ofrecerle a mi hermano la posibilidad de elegir, aunque algo me decía que esa decisión ya había sido tomada, y que pronto abandonaría París.

La dama me miro ensimismada, y yo le dedique una picara sonrisa mientras las escaleras crujían bajo nuestros pies.
Cruzamos el corto pasillo hasta encontrar la puerta 29, allí introduje la llave que giro con cierta dificultad hasta que la puerta cedió dando paso a lo que se había convertido en mi hogar durante la ultima semana.
Con un gesto indique a la dama que entrara y tras de ella lo hice yo cerrando con suavidad la puerta a mi paso.
Nuestros ojos se clavaron los de uno en el otro como si supieran que ese portazo era el pistoletazo de salida de algo.
Camine con firmeza hacia ella rodeando su cintura con mi brazo para traerla contra mi, ya nadie nos miraba y dar rienda suelta a la pasión dejar que toda la adrenalina acumulada durante el día por la cantidad de acontecimientos vividos se me antojaba no solo una buena idea si no necesario.
Pegue mis labios a los ajenos con fuerza, entreabriendo los para dar paso a nuestras lenguas que se buscaron con avidez incluso fuera de nuestras bocas.
Jadeé frente a ella mientras mis manos aflojaban con destreza su corsee dejándolo caer al suelo y descubriendo así sus senos que hacia unos segundos asomaban pidiendo guerra por este.
Gruñi recorriendo su cuello, dibujando su mandíbula con mis dientes de forma salvaje, mientras una de mis manos se apoderaba de su pecho apretándolo y alzándolo para llevarlo a mi boca que salia a su encuentro para introducirlo en ella lamiendo su pezón endurecido.

Escuchando mis plegarias a los dioses, el caballo de Reidar no tardó en llegar a nuestro ansiado destino, donde ambos desmontamos con más premura de lo normal, dejando su montura a cargo de un mozo que nos miró sorprendido. Seguramente nuestro aspecto no era menos que llamativo.

Sonreí mientras cogía de nuevo al lobo por la cintura para servirle de apoyo, sintiendo de nuevo su calor pegado a mi cuerpo, y aquel olor que tanto me atraía y que deseaba no dejar de sentir. Lo miré de nuevo a los ojos; cruzando de nuevo esas miradas cómplices de las que habíamos hecho eco toda la noche, pero que en este caso, tendían un fin común. Ambos sabíamos lo que iba a pasar en cuanto cruzásemos el umbral de la puerta de su habitación.

Me devolvió la sonrisa de una forma tan sensual que todo mi cuerpo se estremeció por momentos, y cogidos de aquella forma nos encaminamos hacia el interior del hostal. Reidar habló con un hombre de mediana edad, seguramente dueño del establecimiento, consiguiendo que le procurasen la cena y una botella de vino. Y tras despedirnos de él, continuamos nuestro camino hacia la perdición escaleras arriba. Mientras subíamos los ojos de Reidar volvieron a clavarse en los míos, sabiendo que aquello en lo que estábamos a punto de embarcarnos era deseado por ambas partes.

Suspiré nerviosa cuando llegamos a la puerta de su habitación, que tras abrirla con un giro de llave, me cedió el paso sintiendo su presencia justo después de mí.
Una pequeña habitación se abría ante mis ojos con una débil luz que entraba por los cristales de la ventana. Una mesa y una silla, aparte de la cama que miré de soslayo para no parecer impaciente, era parte del mobiliario de aquella estancia donde daríamos rienda suelta a aquel deseo que llevábamos tiempo controlando.

Cuando escuché el sonido de la puerta al cerrarse lo supe. Supe que ya no había marcha atrás; que quizás ambos estábamos cometiendo el mayor error de nuestras vidas, pero que necesitaba hacerlo. Necesitaba que fuese mío solo una noche. Cada célula de mi ser lo deseaba con ahínco, y todo mi cuerpo reclamaba su posesión.

Me giré para buscar su mirada; mis ojos ennegrecidos indicaban lo que por mi mente pasaba, y sin dejarme más tiempo para pensar, Reidar se acercó a mí, rodeándome con su brazo y haciendo suyos mis labios, que ahora se buscaban con una pasión desmedida.
Nuestras lenguas se entrelazaban en un baile sin tregua, donde ambos nos buscábamos con necesidad. Con ambas manos me sujeté a su cintura para pegar todavía más nuestros cuerpos, y comprobar como su endurecido miembro comenzaba a hacer acto de presencia, mientras mi respiración entrecortada daba fe del desenfreno que sentía en aquellos momentos de pasión.

Nuestras bocas seguían su particular batalla, cuando con agilidad Reidar  soltó los lazos de mi corsé y éste cayó al suelo liberándome de la presión que éste ejercida. Mis pechos quedaron al antojo de aquel lobo insaciable que los miraba con voracidad, mientras hacía a su mano dueña de uno de ellos.
Gemí ante el tacto de sus hábiles dedos mientras jugueteaban y me pellizcaban en el punto más sensible de éste; más no era solo de aquella forma en la que aquel adonis pensaba hacerme enloquecer, pues de pronto su boca liberó  la mía para morder mi pecho sin compasión. Un grito ahogado salió de mi boca mientras su lengua mordía mi abultado pezón y mi cuerpo se humedecía por momentos. Pensé que el corazón se me saldría del pecho y que me desmayaría antes de culminar el acto, pues mis sentidos estaban al borde del precipicio donde estaba a punto de saltar con él.
Una de mis manos se sujetó con fuerza a sus musculados brazos, tratando de mantener el equilibrio, mientras mis rodillas comenzaban a temblar; mientras que con la otra busqué el apoyo de la pared. Y me dejé llevar por la boca de aquel maravilloso ser, a un lugar mucho más allá del cielo.
Mi respiración entrecortada se alternaba con gemidos que no conseguía acallar, y mi mano fue deslizándose desde su brazo hasta su pecho, para continuar el rastro de caricias hasta su abultado miembro, que luchaba por salir de su cautiverio. Sonreí con picardía pensando que haría que aquel lobo no olvidase aquella noche jamás.

Sus manos rozaban aun sobre la ropa mi abultada virilidad que endurecida pugnaba por salir de aquellos pantalones para meterse en el calor de sus piernas.
Gruñí contra su pezón trazando con mi lengua círculos sobre el, golpeándolo suavemente con la punta de esta para volver a succionarlo con energía mordiéndolo con mis dientes.

Alce la mirada solo una vez para observar como se afianzaba contra la pared, su cabeza tirada hacia atrás dejaba que de su boca salieran ligeros jadeos con la respiración completamente entrecortada.
Sonreí contra su piel consciente de que el baile no había echo mas que empezar, y lo sumamente excitada que estaba me resultaba perturbadoramente sexy.

Sonreí de medio lado liberando sus pechos de mis labios mientras de un tirón seco dejaba caer la falda al suelo. Ahora no solo le haría falta la tintorería a ese vestido si no mas de un arreglo, pues la tela se desgarro al pasar por aquella caderas de ensueño que entre sus piernas escondían aquello de lo que pretendía embriagarme hasta no poder mas.

Deslice mis labios por su cintura, trazando un camino hacia la perdición, mordí el hueso de su cadera sin dejar de mirarla y con mis manos deslice las bragas por sus piernas con lentitud hasta acabar arrodillado frente a ella.

Relamí mis labios observando su pubis, jadee contra su piel al posar sobre este mis labios, deslizándolos hasta la raja de un coño completamente mojado y calido, que se abrió para dejar a mi lengua deslizarse por ella una y otra vez.
Sus jadeos inundaron la estancia como su sabor mi boca, empapandola del flujo que delataba su excitación.
Mi lengua surco cada centímetro de su sexo, golpeando con suaves toques su vulva que cedía vibrante contra mi.
Sentía como sus manos aferraban mi pelo impulsándome mas dentro, jadeando con fuerza, sus piernas temblaban abriéndose mas, para dejarme hacer.

Estaba poniéndome a mil cada una de esas reacciones, cada vez estaba mas caliente y mi polla mas dura.
-Me estas poniendo muy cachondo -aseguré dándome una ligera tregua antes de llevar mi lengua a la entrada de su vagina para lamerla ascendiendo nuevamente hacia su clítoris que recorrí con rapidez haciéndola enloquecer.

Introduje dos de mis dedos en su coño sacudiéndolos primero lentamente, para acompasando sus gemidos ir tomando un frenético ritmo.
-Asi nena, correte.

Estuve a punto de quejarme cuando la boca de Reidar liberó mi pecho; quería seguir sintiendo su acoso y derribo sin perder segundos, más no me dio tiempo a rechistar, pues con un ligero tirón se deshizo de mi falda, ahora rasgada, mientras un sonrisa traviesa se instauró en mi boca.

Sabía hacia donde se dirigía el lobo, y por supuesto, no pensaba oponer resistencia. Un reguero de mordiscos y caricias fue el recorrido trazado por el lobo, que hacía que mi cuerpo se humedeciese por momentos ante el tacto de su labios, que sin tregua, recorrían mi cuerpo hasta posarse en mi cadera. Lo miré con deseo, con ese deseo imposible de contener; con una pasión desmedida que solo sería satisfecha cuando lo tuviese en mi interior. De nuevo nuestras miradas se cruzaban, más ahora sabíamos lo que deseábamos del otro.

Un brillo especial surgió en mis ojos cuando Reidar deslizó con suavidad mi lencería, arrodillándose frente a mí, mientras un jadeo profundo salió de mi boca, sabiendo lo que acontecería después.

Abrí ligeramente las piernas, mientras apoyaba ahora mi espalda en la pared, liberando mis manos, acto que el lobo tomó como una invitación, hundiendo su lengua en el centro de mi deseo; haciéndome gemir con locura, mientras con su lengua satisfacía todo aquello que había anhelado desde que subimos a su habitación.

Los jadeos que se escapan por mis labios entreabiertos fueron subiendo de intensidad a medida que Reidar me hacía enloquecer, martirizando con su lengua mi clítoris, mientras sujetando ahora su pelo con ambas manos, pedía incesante más.

Su comentario me hizo sonreír, enseñando por primera vez mis colmillos que estaban tan alterados como yo. Más aquella tregua no duró mucho, pues sin perder ni un segundo introdujo dos dedos en mi interior haciéndome gritar de placer; pidiéndome que me corriera para él.

Mi cuerpo no se hizo de rogar, con los golpes ritmicos de sus dedos en el interior de mi vagina y la incesante cercanía de su lengua en mi clitorís, alcancé el climax de una forma tan salvaje y desmesurada que mi cuerpo se arqueó ante él.
Volví a mirarlo con lascivia; era mi turno. Si cachondo era lo que estaba, me gustaría saber como definiría lo que vendría a continuación.

Me arrodillé ante él, besándole de nuevo en la boca. Haciendo mios esos labios que tanto deseaba, mientras con maestria desabrochaba los botones de su pantalón, e iba inclinándolo hasta dejarlo tumbado en el suelo.
Bajé la cremallera, mientras mis ojos se oscurecían liberando su más que bien dotado glande; sonríe mirándolo directamente a los ojos para ver su expresión, al tiempo que bajaba sus pantalones e introducía la punta de su miembro en mí boca; saboreando su piel. Sintiendo su excitación en mi lengua, que caprichosa, se hizo dueña de aquella parte de su anatomía que pensaba hacer mía de todas las formas posibles aquella noche.

Levanté la vista de nuevo, mientras mis labios recorrían sin compasión su pene, al ritmo que mi mano buscaba ahora su plena excitación. Sus jadeos acompañaban ahora mis movimientos, y mi cuerpo se humedecía sobre el suyo; deseando ser tomado de nuevo por él.

Sus jadeos dejaron de ser rítmicos, ahora abruptos y roncos escapaban de sus labios confundiendose con gruñidos, estaba a punto de explotar, lo notaba en mis dedos que quedaban atrapados entre las paredes calientes y empapadas de su vagina.

Sonreí alzando la mirada al sentir como su cuerpo vibraba y sus piernas se quebraban frente a mi boca llena de ella.
-El primero -aseveré con chulería y con la promesa de una noche llena de estos.

Pronto sus cuerpo se deslizo tomando mi boca arrodillada frente al mio, nuestras lenguas combatieron a muerte entre sonoros jadeos que no acrecentaban mas que esa noche de lujuria donde el baile y todo lo acontecido en el había dado paso a esto, a la necesidad de liberar nuestro cuerpo y nuestras mentes.
Empujo mi pecho contra el frio suelo, desabrochando con destreza mi pantalón para liberar mi falo, que duro sostuvo entre sus manos moviendo la piel con suavidad arriba y abajo, no tardo en humedecerse en su palma, mi excitación era tan evidente como la suya.
Sus labios se posaron en mi capullo deslizándose hasta alcanzar la base.
Tiré la cabeza hacia atrás abriendo mis labios para que un gruñido escapara de ellos dejando salir el aire cargado de placer.

Su boca lamia mi pene sin darle pausa, mientras su mano lo sacudía al ritmo de mis roncos jadeos, podía sentirlo completamente mojado, tanto como su coño.
Tire de sus caderas para subirla sobre mi a sabiendas de que si continuaba chupándomela no tardaría en correrme.

Sonreí frente a sus labios tomando sus caderas con mis manos empujándola hacia mi, guiaba su vagina hacia la punta de mi falo, con el que la acaricie despacio, tentándola a meterse en su interior.
Sus ojos rojos chocaban contra una mirada completamente ámbar, algo turbador dadas nuestras salvajes naturalezas.
La empotre de golpe haciéndola entrar de forma abrupta. Un gruñido escapo de mis labios mientras con mis manos empezaba a guiar el ritmo de sus cabalgadas.
-Así nena -rugí con la voz ronca y sin poder dejar de jadear.

Alce mi pecho para encontrarme con su cuello, que mordí desafiante, algo muy propio de mi naturaleza, arrastre los dientes sintiéndome su dueño. Jadeé contra su piel deslizando mi lengua hasta su pecho para volver a torturarlo entre mis dientes.
Su movimientos hacían que sus pechos golpearan mi boca excitándome, mientras sentía como su espalda volvía a arquearse rozando el éxtasis de nuevo.
Gruñí al sentir como sus paredes me atrapaban, como vibraban incitándome a mas, y como tras esa segunda explosión siguió moviéndose salvaje para mi.
-Shhhh!! -gruñí contra su piel -el segundo -jadeé triunfal saliendo de golpe de ella, necesitaba dar tregua a mi polla o se correría ya mismo, así que introduje nuevamente mis dedos mojándolos de nosotros mientras seguía masturbándola a un ritmo frenético.

Tomo mi polla con su mano, presa del momento, sacudiéndola al ritmo de mis manos
-Mas despacio pequeña, estoy a punto -aseguré tratando de que entendiera que esto lejos de terminar solo había empezado.

Los jadeos roncos de Reidar mientras mi boca devoraba con dedicación su pene, enloqueció mis sentidos, despertando en mí la parte salvaje que todavía permanecía retenida, volviendo esta vez mis ojos rojos como la sangre. Continué deslizando mis labios arriba y abajo mientras mi lengua lamía sin tregua su glande, ahora tan mojado como mi sexo, y mi mano se deslizaba totalmente mojada desde arriba hasta la base de su endurecido miembro. Levanté de nuevo la vista, sin dejar de darle placer para mirar como echaba su cabeza hacia atrás en su gesto que no podía ser más sensual y cautivador.

Como si mi cuerpo fuese una pluma, me levantó de las caderas colocándome a horcajadas sobre él, juntando ahora nuestros humedecidos sexos, mientras nuestros ojos se encontraban de nuevo; ojos ámbar y rojos que se encontraban al igual que nuestras bocas se buscaban de nuevo en aquel momento de pasión desmedida. Uniendo nuestras esencias de nuevo con aquel beso; buscando nuestras lenguas danzar en aquel baile prohibido..al tiempo que su pene rozaba la entrada a mi vagina con suavidad, de forma tentadora, como si buscase una invitación.

Moví las caderas de forma que mi clítoris buscaba el roce de su miembro, haciéndome gemir entreabriendo la boca pegada a sus labios; la invitación estaba concedida y su penetración no tardó en llegar mientras un grito ahogado salió de mi boca para morir en la suya, al tiempo que un gruñido salía de su garganta haciéndome saber de su satisfacción al hacerme suya.

Cogiéndome de las caderas con fuerza, Reidar demostraba el ritmo deseado mientras con una sonrisa lujuriosa instaurada en mis labios comencé a seguir; moviendo mi cintura al ritmo de sus embestidas, buscando el placer de ambos.

Su boca se hizo ahora dueña de mi cuello, que ladeé para darle mayor acceso mientras sus dientes paseaban con deseo por él; mordiscos que me dieron el pistoletazo de salida de aquella montaña rusa que pronto alcanzaría de nuevo cuando hizo presa mis pechos al tiempo que yo arqueaba la espalda, alcanzando mi segundo orgasmo de la noche, mientras el lobo gruñía frente a mis labios sintiendo como mi vagina envolvía su henchido miembro; hecho que me recordó él haciéndome enloquecer mientras sacaba su pene de mi interior, introduciendo en su lugar sus dedos y haciéndome gemir, buscando de nuevo mi placer y mis gritos ahogados a un ritmo enérgico.

Mis manos tomaron de nuevo su pene, acariciándolo con pasión arriba ya abajo, hasta que en un susurró me indicó que debía bajar el ritmo si no quería terminar aquello antes de lo deseado; sonreí con picardía y relajé la velocidad del roce de mis manos sobre su glande, siendo ahora más pausados, mientras sus dedos seguían jugueteando en mi interior. Busqué su boca de nuevo, recostándome un poco a su lado;  deseaba sentir sus besos mientras el calor se apoderaba de mi interior. Jadeé al sentir de nuevo que la explosión llegaba a mi  ser, mientras mis caderas acompañaban el ritmo de sus dedos, gritando de frenesí al llegar al clímax y cayendo sobre su pecho tratando de recuperar la respiración.

- El tercero.- susurré mientras fijaba mi mirada en al suya con una sonrisa de satisfacción.- ¿Vamos a por el cuarto?

Con una mirada traviesa me coloqué de nuevo sobre él, rozando mi mojado sexo con su pene, que había tenido unos minutos de tregua y esperaba que estuviese listo de nuevo.

Sentí como su ajetreada respiración chocaba contra mis labios dejándose llevar, con los ojos cerrados. Ronca gemía contra mi boca mientras mis labios la tomaban para acallarla.
Sonreí al sentir como de nuevo sus paredes vibraban contra mis dedos mojándolos mas todavía, estaba tan caliente que aun sin estar dentro mi polla no hallaba demasiado descanso.

Susurró con palabras lo que yo ya había interpretado en gestos, y pronto estuvo preparada para ese cuarto asalto.
Acerco su vagina a la punta de mi glande trazando pequeños círculos de forma traviesa, mas yo tenia mejores planes, así que la volteé sobre el suelo dejándola a cuatro patas.
Sonreí de medio lado alzándome del suelo mientras admiraba aquel cuerpo desnudo que hubiera hecho las mieles de mas de uno.

La rodeé hasta alcanzar su trasero donde pose mis manos para acariciarlo hasta que mis dedos avanzaron hasta ssu caderas para empujarla contra mi erecto falo que se adentro de golpe en ella.
Un gemido de pura excitación escapo de mis labios, mas pronto empece a montarla de forma salvaje, golpeando sus caderas contra las mías, empotrandola con cada brusco movimiento.

Sus pechos rebotaban al ritmo de los golpes que trazaban nuestros sexos de forma desesperada mientras nuestras respiraciones roncas y entrecortadas mostraban la antesala del éxtasis final.
Su cuerpo se alzo gimiendo para buscar mis labios, que mordió casi haciéndolos sangrar, podía notarla completamente fuera de si, y para que negar yo también lo estaba.

Gruñí adentrándome mas dentro, tomando sus dos pechos con mis manos sin dejar de golpear nuestras caderas.
Nuestros labios se encontraron y nuestras lenguas bailaron acallando los últimos gruñidos que sentimos cuando su vagina atrapo mi falo que a su vez se corría bruscamente en su interior.

Mi cuerpo cedió ligeramente sobre el ajeno, estaba extenuado, mis jadeos se fueron apagando al ritmo de los suyos, mas pronto nuestras miradas se enzarzaron, sonriéndonos uno al otro con picardia.
-No podía con un quinto asalto -confesé antes de dejarme caer al frio suelo saliendo así de su interior.

Cere los ojos ahora si rindiendome frente al agotamiento de aquel día, mas pronto gire el rostro para contemplarla.
-Eres preciosa ¿sabes? Creo que no he tenido la galantería de decírtelo en toda la noche, así que, espero que no sea tarde...

Con su irresistible sonrisa de medio lado, Reidar me cogió de la caderas volteándome y dejando mi cuerpo expuesto a cuatro patas frente al suyo, mientras mi mirada ardiente buscaba la suya, encontrando  esa magia que nos había envuelto toda la noche.

Con una mirada traviesa y llena de deseo, el lobo se posó tras de mí, acariciándome la espalda, bajando después a mis nalgas mientras mi cuerpo se arqueaba buscando ser penetrada de nuevo. Sentía como el lobo se deleitaba con mi cuerpo, rozando con sus manos cada centímetro de él, asiéndome la caderas para acercarme a su pene que estaba más que preparado para el cuarto asalto que yo había pedido con lujuria.

Dirigió su endurecido pene hacia mi sexo, y sujetándome de las caderas, me empaló con fuerza, mientras escuchaba sus gemidos de satisfacción y deseo,  volviendo sus embestidas más fuertes una y otra vez. Su salvajismo y su fuerza me excitaban cada vez más, los jadeos se escapaban de mis labios al tiempo que mis nalgas chocaban con su cuerpo con fuerza, en un nuevo baile en el que los dos nos hacíamos uno. Embestidas contra las que me costaba mantenerme en pie; la rudeza de sus gestos me estimulaba por momentos, y mi sexo solo quería más y más.
Levanté mis manos del suelo sabiendo que nuestro momento final estaba a punto de llegar, girando la cabeza y buscando sus labios; unos labios que anhelaba con pasión y que hice míos con fuerza. Nos besamos al ritmo de las embestidas, mientras que Reidar sujetaba mis pechos hundiendo su miembro todavía más en mí; llenando hasta el último hueco de mi ser de él. Nuestras lenguas jugaban al tiempo que un mis jadeos se hicieron más seguidos en su boca y un gruñido salió de su garganta, anunciándonos nuestro éxtasis final.

Me dejé ir al mismo tiempo que Reidar me abrazaba desde atrás, uniéndose a mi orgasmo con el suyo, gimiendo los dos al unísono como si llevásemos compartiendo aquello todas nuestras vidas, y nuestros cuerpos estuviesen acostumbrados el uno al otro.
Sentí como nuestros cuerpos se iban relajando, y nuestras miradas se buscaban de nuevo, cómplices por lo que acababa de suceder; sonriéndonos como dos chiquillos que acababan de cometer la mayor de sus travesuras.
Se dejó caer en el suelo, alegando que no podía con el quinto asalto, y reí divertida; gateé exhausta hasta él, y me acosté a su lado, colocando la cabeza en su pecho.

- Yo tampoco hubiese podido un asalto más.- susurré tras depositar un beso en su cuerpo, mientras trataba de recuperar la respiración todavía entrecortada.

Lo miré con dulzura mientras cerraba los ojos cansado. Ambos necesitábamos descansar, sobre todo él. Aún me parecía increíble la fuerza que salía de su cuerpo después de todo lo sucedido aquella noche. Sonreía al recordar como nos conocimos, cuando abrió los ojos y los posó en mí.

-Eres preciosa ¿sabes? Creo que no he tenido la galantería de decírtelo en toda la noche, así que, espero que no sea tarde....- dijo con una sonrisa que me deshizo por dentro.

Y como una tonta, derrumbé todos los muros que había dentro de mí por el lobo. ¿Cómo podía en una sola noche haberme llegado al corazón? ¿Cómo esa sonrisa había podido calarme tan hondo y hacerme olvidar por unos momentos todo lo malo que había pasado en mi vida?

- Nunca es tarde si la dicha es buena.- susurré con una tímida sonrisa, tumbándome sobre él, acercándome de nuevo a sus labios, y depositando de nuevo un beso sobre ellos. Apoyé mi cabeza sobre su torso, escuchando los fuertes latidos de su acelerado corazón.

Sabía que debía marcharme. El amanecer no tardaría en llegar y no me daría tiempo a llegar a mi cabaña; ni siquiera al herbolario. Pero no quería separarme de él; todavía no.

Pronto la vampiresa busco mi pecho mientras ambos nos prodigamos una sucesión de besos en los labios que lejos de apagar nuestra pasión la avivaban sin tregua.
Ella confesaba no poder mas, mas algo me decía que eso en ella no era del todo cierto, por ende, yo si estaba tocado y hundido, necesitaba recobrar algo de fuerza, y el piqueteo de la puerta dibujo una picara sonrisa en mi rostro.

-Estoy hambriento -susurré frente a sus labios con la ilusión de un niño que ve por primera vez la luna llena.
Me puse en pie de un salto bajo la atenta mirada de Moira que cómplice sonreía mientras me veía pelearme con el pantalón y gritar al mismo tiempo a la dama que llevaba mis bocadillos que me diera un segundo.
Olía de maravilla, carne con tomate, ummmm, la boca se me hacia agua.

Corrí hacia la puerta casi trastabillando y la abrí de golpe con una sonrisa instaurada en mi cara.
-Mil gracias, -dije tomando los bocadillos con las manos mientras me adentraba con ellos hacia la habitación para depositarlos en la mesa de madera noble que frente a la cama se encontraba.

No tardo en salir Moira del habitáculo donde al parecer se había metido para adecentarse, algo que reconozco me causo cierta gracia, pues su falda rajada no abrochaba y nuestros pelos alborotados denotaban que en esa habitación ya habíamos saciado parte del hambre que trajimos.
Tome la botella de vino con una sonrisa traviesa, mas de nuevo la vampiresa y yo nos miramos entre risas, como si ambos pudiéramos leer la mente de aquella pobre chica que sin duda se sentía frente a nosotros bastante incomoda.

Relamí mis labios antes de volver a dedicarle una sonrisa a la pobre chica.
-Voy a ponerme una camisa y te traigo una propina, no te marches por favor -le pedí con cierta cortesía adentrándome por la misma puerta que momentos antes había salido Moira.

Nuestras bocas seguían buscándose con pasión, mientras nuestras miradas se cruzaban una y otra vez hablándose entre ellas, cuando una muchacha llamó a la puerta nerviosa; podía escuchar los latidos de su joven corazón a través de la puerta. Traía la cena de Reidar, y quizás ella fuese la mía; debía cenar algo si quería llegar a la cabaña antes del amanecer. Sonreí con picardía mientras el lobo susurró lo hambriento que estaba, y eso activó mi cuerpo de nuevo.

Se levantó de un salto, vistiéndose todo lo rápido que podía mientras pedía a la muchacha que esperase a que estuviésemos decentes. Sonreí divertida mientras lo miraba dar saltos colocándose aquel rebelde pantalón que había quitado minutos antes.
Observando aquel cuerpo escultural que había sido mío aquella noche, pero sobre todo, encandilándome con su preciosa sonrisa.
Negué con la cabeza mientras recogía mi destrozado vestido del suelo y me ocultaba en el aseo para vestirme con rapidez. Me miré al espejo y sonreí, mucha lavandería iba a hacer falta para arreglarlo.

Escuché a Reidar abrir la puerta y recibir entusiasmado a la muchacha que traía su cena, y que sonrojándose ante ese adonis sin camisa miraba atónita hacia mí que en esos momentos salía del aseo con un aspecto no menos que lamentable. El aspecto que mostrábamos los dos era digno de una noche desenfrenada. Ambos reímos cuando nuestras miradas se encontraron, cómplices del secreto que guardaban aquellas cuatro paredes sobre lo sucedido minutos antes. El lobo dejó los bocadillos sobre la mesa, volviendo con rapidez hacia la chica para coger la botella de vino de sus manos, mirándonos de nuevo y sin poder evitar sonreír. ¿Qué estaba haciendo aquel lobo conmigo que cada gesto suyo me llenaba de felicidad?

Le pidió a la muchacha que no se marchase, que esperase a que terminase de vestirse y volvería a darle una propina. Vi entonces la oportunidad de alimentarme en cuanto la chica dio unos pasos hacia el interior de la habitación. Reidar se metió en el aseo donde segundos antes había estado yo, y me acerqué al bolso que estaba tirado en el suelo, para coger una pequeña botella con cloroformo que me bastaría para dejarla inconsciente unos minutos, dejando después el bolso sobre la mesa, junto a los bocadillos que había traído minutos antes.

Me acerqué a ella con una sonrisa y le dije que pasara, asegurándome al cerrar la puerta que nadie se enteraría de lo que ocurría en el interior. Con rapidez, y antes de que terminase de dar las gracias por nuestra cortesía, pasé la botella con cloroformo abierta por delante de su nariz, y me preparé para coger su cuerpo inerte antes de que cayese al suelo y se lastimase.
Reidar apareció por la puerta en ese mismo momento, mirándome rabioso y asqueado por lo que seguramente pensaba que estaba a punto de hacer. Y no lo juzgaba, comprendía en aquellos momentos perfectamente su repulsión hacia mí.

- Antes de echarme a patadas de tu habitación, déjame que te muestre algo. No le haré daño, yo no soy así.- dije mientras apoyaba la espalda de la chica inconsciente sobre la pared.

Me levanté y dejando la botella en la mesa cogí del bolso los útiles que iba a necesitar para demostrarle como era mi forma de alimentarme. Lo miré fijamente, más esta vez nuestras miradas no conectaron de la misma forma, hecho que me apenó después de haber estado tan unidos minutos antes.

Me arrodillé junto a la muchacha que dormía plácidamente, colocando todo lo que necesitaba en el suelo y quedándome tan solo con una pequeña navaja. Tomé la muñeca de la muchacha, volteando su mano para buscar sus venas; hice un pequeño corte que comenzó a sangrar. Rápidamente coloqué un botella de cristal tintado bajo su mano, para recoger aquel líquido que me alimentaba y por el que otros en mi lugar eran capaces de matar. Sentía como Reidar miraba tras de mí cada movimiento; su respiración, hace un momento alterada, parecía calmarse. Tras llenar aquella botella que me serviría de cena, puse un paño limpio sobre la muñeca de la muchacha taponándole la herida para que dejase de sangrar. Esperé unos segundos, y cogiendo un ungüento cicatrizante a base de raíz de azucena y grasa de cerdo, cubrí la pequeña herida para evitar infecciones, para cubrirla después con una venda.

Recogí todo lo disperso por el suelo, tapando bien la botella y guardándolo todo en mi bolso, fuera de la mirada de la chica que debía despertar en breve.

- No mato para alimentarme, no soy un monstruo.- susurré mientras mis ojos se clavaban en los de Reidar, que ahora parecía más confundido que enfadado.- Curo a la gente, no les hago daño.

Me arrodillé de nuevo al lado de la muchacha, esperando a que despertase y darle una explicación creíble al por qué se hallaba en el suelo. No mentiré diciendo que no me dolía ver a Reidar así conmigo con todo lo que habíamos compartido, pero era comprensible. Así que me resigné y esperé que después de pensarlo no me tirase por la ventana.

- ¿Estás bien?- le susurré a la muchacha cuando despertó aturdida.- De pronto te has desmayado y te has arañado la muñeca al caer, pero tranquila, no ha sido grave y te lo he curado.

La ayudé a levantarse mientras se tocaba la cabeza, pidiendo disculpas y diciendo que seguía encontrándose un poco mareada, dando así una explicación a la pérdida de conocimiento. Me aseguré que podía quedarse sola de pie y la solté.

- Si me disculpáis...- dije mientras me marchaba hacia el aseo cruzando de nuevo la mirada con Reidar que permanecía en silencio.

Escuché como Reidar se despedía de la muchacha, mientras yo me sentaba en el suelo alicatado,abrazando mis rodillas y tratando de recomponerme mientras apoyaba la cabeza en ellas. No tenía culpa de ser como era, ni que mi naturaleza exigiese alimentarme de sangre. Y aun así, después de dos milenios de existencia, me seguía sintiendo mal por tener que hacer aquello para alimentarme. Me sentía mal por que Reidar pensase mal de mí; por haberlo decepcionado con mis actos. Pero, era una vampiresa ¿qué esperaba?

Salí con una sustanciosa propina en mi mano mientras acababa de recolocar la camisola que aun dejaba al aire parte de mi vientre y que estire la tela para cubrirlo. Alce los ojos con una sonrisa en busca de la atenta hija del hostelero que con mucha amabilidad había abierto para mi la cocina y había preparado aquellos suculentos bocadillos que para que mentir podía oler desde allí.

Mas la sonrisa que portaba pronto cambio por un gesto molesto, reconozco que la decepción se dibujo en cada una de mis facciones.
Vale que sabia que esa mujer con la que hacia nos minutos había compartido mas que lecho, suelo, era una inmortal, por lo cual su dieta a diferencia de la mía se basaba en sangre, pero al menos esperaba tuviera el tacto suficiente como para no cazar en mi presencia y mucho menos a esa agradable joven que no merecía ser atacada.

Mi gesto se tenso al paso que apretaba los dientes convirtiendo mis ojos en ámbar al instante.
-Moira suéltala -gruñí mas que dispuesto a entablar batalla de ser necesaria.
No iba a permitir que la muerte inundara esa habitación ,no permitiría que ella matara a los humanos que yo defendía, yo era también un humano en gran parte.

Deposito a la joven con su espalda en la pared y me aseguro que ella no era como el resto, que le permitiera demostrármelo.
Mi gesto no cambio, es mas, mis ojos la buscaron con autentica desaprobación.
-Te aseguro que no me temblara el pulso si he de luchar a muerte contigo por la vida de esa joven.

Parecía dolida por mis palabras, mas maldita sea a mi me dolía su gesto, iba todo tan bien y de pronto tenia que salir con esas.
La vi trastear en su bolso, preparando una botella, una navaja, vendas, aquello parecía mas un maletín de medicina que el bolso de una dama.
Gruñí cuando clavo la navaja en la vena de aquella mujer, mas poco a poco me relaje al ver que solo recogía parte de su sangre para después vendarla y curarla.
Quizás tuviera razón, quizás la había juzgado antes de tiempo.

La joven despertó ligeramente aturdida y tras la escusa de Moira me acerque a ella para ofrecerle uno de los bocadillos que su madre había preparado.
-Tómatelo, seguro que te sientes mejor -asegure sonriente mientras la chica lo tomaba junto a la propina.
Moira se metió en el baño, de sobras sabia como se sentía...
No tarde en despedirme de aquella jovencita que ahora sonriente nos agradecía haber sido tan amables con ella.

Camine con pasos lentos hacia el baño, encontrándome a la vampiresa derrumbada en su piso, abrazando sus piernas como si de una pobre niña asustada se tratara.
Apoye mi espalda contra el marco sin saber muy bien que decir, mas mis ojos buscaron los suyos esperando que esa complicidad de la que habíamos hecho gala toda la noche resurgiera y que pronto las risas volvieran a inundar el habitáculo.
-Lo siento -dije finalmente entre susurros -pensé que ibas a matarla, entiende que aunque he trabajado con vampiros para bienes comunes yo no apruebo que maten humanos y la mayoría lo haces.

Me acerque a ella arrodillándome a su lado mientras posaba los brazos en sus rodillas y hundía mi cabeza entre sus brazos buscando sus labios.
-Bebamos un poco de vino y deja que me coma ese bocadillo antes de que se enfrié ¿te parece? Olvidemos lo sucedido, admito que me he equivocado contigo -susurre contra sus labios tras depositar en ellos un casto beso.