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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Ago 22, 2016 8:51 pm

La idea que tenía últimamente en mente era algo sumamente peligroso y que me hacía pensar con detenimiento lo que estaba a punto de hacer. No era algo sencillo, no era algo fácil… dar ese paso sería como cruzar sobre un puente viejo de madera, que si dabas un mal paso… podrías caer al vacío, y arriesgarte a lo que te expones por ello. Pero era algo que debía de hacer porque la preocupación cada vez se extendía más y más y aquello, realmente, podría acabar muy mal.

No sabía a quién recurrir y mi única opción hacía tiempo que había caído en un saco roto, así que, me veía casi obligada  a tomar aquella idea tan disparatada. Aunque si lo pensaba de una forma racional, el menos algo, incluso podría tener suerte y salir aquello como esperaba. Suspiré mirando la puerta que tenía delante, en cuanto la cruzara, todo empezaría. La abrí tras soltar aquel largo suspiro y miré a la mujer que tenía enfrente de mí, ataviada como siempre con aquellas ropas lujosas que la caracterizaban y que la hacían destacar en el lugar, con las demás chicas algo ligeras de ropa.

En cuanto entré por la puerta la Madam me miró y me sonrió como siempre hacía, aquella mujer era como una madre para mí por todo lo que había hecho en mí favor, aunque esperaba que pronto tuviera que decirle adiós y salir de aquel entorno, mí libertad cada vez estaba más cerca, y podría volar de aquel nido. Me acerqué a ella y la miré de forma fija y seria, no hacía falta que le dijera que tenía que hablar con ella, ella ya lo sabía con tan sólo aquella mirada lo que significaba. Me hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera y nos adentramos por un pasillo que llevaba hasta un pequeño despacho, que era donde hacía algunos negocios.

La puerta se cerró tras de mí y me mordí el labio, ahora estábamos a solas, y ahora era cuando tenía que contarle todo lo que había averiguado. Pero primero, lo que más pavor me daba, era contarle que había seres sobrenaturales… sino, no me creería para nada lo que sabía que estaba pasando en el burdel. ¿Me creería, me tomaría por loca? Solo había una forma de averiguarlo, y era precisamente diciéndoselo.

Empecé de forma algo suave tanteando para ver sus reacciones y sus respuestas, pero no era una mujer a la que le gustase andarse con rodeos así que me dijo que le dijera lo que tenía en mente. Se lo conté con el miedo de que me tachara por loca pero albergando la esperanza de que al haber conocido a Thomas, quizás él, le avisara de los peligros que había… y no me equivoqué. Su rostro no mostró sorpresa alguna, no parecía sorprendida por lo que le estaba diciendo sino que, más bien, mantenía una expresión calmada ante todo. Sonrió de lado a lo que me dejó descolocada y me preguntó cómo era que lo sabía yo… omití los detalles del por qué y le dije, simplemente, que había conocido a un cazador y que él me lo había contado.

No me preguntó, no me dijo nada… pero la mirada que me echó me lo decía todo. Me mordí el labio de nuevo y miré para otro lado, ahora no era momento de todo eso, la vida de alguna de las chicas corría peligro y no podía andarme por las ramas. Antes de que ella pudiera abrir la boca y preguntarme, cómo sabía que iba a hacer, le dije todo lo que estaba pasando y el problema que teníamos entre mano.

¿El problema? Un vampiro que rondaba por el burdel y que, aparte de mantener relaciones con las chicas, hacía algo más que no debería de hacer; beber de su sangre. No lo había visto cómo lo hacía, pero sí había visto las marcas que algunas de las chicas llevaban y no precisamente en el cuello… lo descubrí casi de casualidad. Dejar una marca en el cuello habría sido demasiado sospechoso… por lo que no era ahí donde las mordía. Y no sólo eso, cuando hablé con una de las chicas tras ver una de las marcas de orificios de colmillos y le pregunté qué le había pasado… ni siquiera ella lo sabía. Me decía que no recordaba cómo se había hecho aquello, a lo que me resultó muy raro, y supe en parte por qué no lo sabía.

Aquel vampiro no solo las mordía sino que también les borraba la memoria, algo que le venía bastante bien para no levantar sospechas. Notaba a alguna de las chicas con las que había estado algo alicaídas, como si no tuvieran fuerza, y luego la pérdida absoluta de memoria… incluso les borraba su rostro y que habían estado con él. Y me preocupaba, ¿qué pasaba si aquel hombre me pedía a mí una noche? ¿O no lograba contenerse y… mataba a alguna de ellas? ¿O a mí? No podía dejar que eso sucediera. Por eso cuando até todos los cabos y decidí comentárselo a ella.

Ella se movía en muchos círculos y era algo que sabía de sobra, así que, ¿quién no me decía que pudiera conocer a algún cazador que nos ayudara con el problema? En cuanto le conté lo que estaba pasando su asombro fue palpable e incluso hasta palideció un poco… al parecer no se había percatado de aquello y estaba tan preocupada como yo. Me dijo que se alegraba de que se lo hubiera contado y que ella contrataría a algún cazador para que nos ayudara por el problema, y que mientras llevara todo en secreto.

A los dos días me dijo que ya tenía a alguien que pudiera ayudarnos y que esa misma noche aparecería por el burdel, por lo que sería yo quien lo hiciera de coartada como que él era otro cliente más y lo llevara cuando estuviéramos arriba donde estaba aquel vampiro, que solía pasarse la gran mayoría de las noches. Pero aquel cazador no se presentó ni tampoco avisó de que no se iba a pasar, por lo que aquella noche no pudimos hacer nada.

Al día siguiente, de nuevo, la Madame me dijo que esa noche por fin podríamos poner fin a aquel hombre, porque vetarle la entrada no solucionaría nada y seguramente se fuera a otro de los tantos burdeles. Por lo que aquella noche esperé sentada frente a la barra a que el cazador llegara, pero lo que jamás me llegué a imaginar, es que precisamente la persona que entró por la puerta… fuera un cazador. Mis ojos recorrieron con sorpresa a aquella persona y no pude evitar que el desconcierto recorriera mi rostro. ¿Qué hacía Astrid aquí?
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Mensaje por Astrid J. Bergès Lun Ago 22, 2016 8:55 pm

En otras circunstancias jamás habría aceptado aparecer por aquí. Alzo la vista hacia el cartel postrado en la entrada del burdel, la lluvia lo viste todo de misterio incluídas a las personas que se adentran en el lugar, hombres que han dejado sus rostros en casa. La capa que llevo puesta oculta mis rasgos y mi figura de miradas curiosas, tan solo soy uno más, el hecho de que al entrar nadie me sujete la puerta me lo confirma. Lo primero que hago es preguntar por la Madamme y espero paciente en una esquina del hall, quisiera poder ocultarme más de lo que ya estoy, resulta curiosa la normalidad con la que transcurre todo, las sonrisas, las bienvenidas, la tenue luminiscencia de la estancia y el aroma embriagador que lo envuelve todo. Una vez estás dentro todo lo que puedes ver está hecho para seducirte.

-¿Eres la nueva?

A mi lado ha aparecido una mujer que viste lo mínimo y calza los tacones más altos que he visto jamás, sus ojos son de tigre y me examina sin pudor. No me extraña que me haya reconocido, las mujeres y ese sexto sentido. Asiento sin más y sin pronunciar palabra se da la vuelta y comienza a contonear sus caderas, yo la sigo y de no ser por la capucha que aún permanece sobre mi cabeza todos podrían ver lo incómoda que estoy. ¿No tiene frío? No claro que no, en este lugar solo está permitido el calor. Me guía por diferentes pasillos y en todo momento procuro tener mi mirada más allá del cuerpo de la mujer o los clientes, no puedo mirarlos a la cara por temor a reconocer a alguno. El edificio es más grande de lo que habría esperado, está dividido en multitud de salas privadas y, pese a que esperaba algo más ostentoso, más… vulgar, todo parece calculado para que nadie se cruce con nadie. Intimidad y discreción. Al final de las escaleras se encuentra lo que deduzco que es el despacho de la Madamme y, sin decir palabra, mi guía toca la puerta y me presenta como “la nueva”. Ninguna de las dos habla hasta que ella se ha ido.

-Esperaba a un cazador-dice la mujer que mueve los hilos del burdel, me examina mientras avanza hacia mi con paso felino. Sí, está claro que con quien deseaba citarse era con un hombre que transmitiese confianza, un cazador imponente e intimidante. Sin embargo, aquí estoy. Aquella carta llego sin avisar, la petición proveniente del burdel no resultó extraña, no es el primero ni el último plagado de seres sobrenaturales, sin embargo éste en particular es el burdel es el foco de todas mis preocupaciones en las últimas semanas y no podía dejarlo pasar. El receptor de la carta debió de ser mi tío, él y no yo debería estar negociando en este momento con la Madamme, pero la enfermedad lo tiene postrado en el lecho. Ni siquiera sabe que han requerido sus servicios como cazador, mejor mantener este hecho en silencio a recordarle que ya no puede ejercer.

-Y yo una calurosa bienvenida-me quito la capucha y mi rostro queda al descubierto, su expresión se endurece algo más al descubrir que incluso soy más joven de lo que podría haber esperado-Cazar no entiende de género, Madamme, usted bien lo sabe.

La mujer suspira y enciende un cigarrillo, el humo la envuelve como una serpiente cuando vuelve a hablar.

-¿Está al tanto de la situación, pues? Quiero que sea limpio y discreto, si alguna de mis chicas sale herida las consecuencias serán terribles-la amenaza sale de sus labios de forma suave, su tono de voz dista mucho de parecer serio aunque está claro el mensaje. Me quito los guantes según va hablando-La están esperando en la zona de bar, no hay tiempo que perder. La reputación de este burdel lo es todo, no haga que me arrepienta señorita…

-Esta noche no tengo nombre, Madamme-hago una leve reverencia con la cabeza y salgo de la estancia sin decir nada más. Inspiro aire profundamente mientras bajo las escaleras de dos en dos, no sé qué me molesta más, el hecho de ser menospreciada como cazador por ser mujer o que haya sido una mujer quien me lo haya dicho. Me muerdo el labio mientras me guían hasta la zona de bar, el ambiente aquí también parece tranquilo y me digo que debe ser aún temprano para que el auge de clientes aparezca, sus esposas deben estar despiertas aún.

Ha llegado el momento que llevo temiendo desde que aquella carta llegó a mis manos. Cuando nuestras miradas se cruzan casi puedo palpar el desconcierto en sus pupilas. Naitiri parece sacada de uno de esos libros sobre las maravillas de egipto y, pese a que viste más ligera de lo que jamás podría haber imaginado, resulta elegante observarla. Somos un contraste llamativo ya que yo visto de pantalón y corsé de cuero, con botas de caza. Bajo la capa permanecen ocultas mis armas. Podría dar mil explicaciones para justificar este momento y ninguna estaría a la altura, en los ojos de mi amiga puedo leer la duda, el temor, un leve relámpago de traición. Tanto tiempo juntas, tanto tiempo ocultando esta realidad. Podría habérselo dicho antes, estoy segura, pero luchaba contra la idea de que ella fuese otra víctima de este mundo, el conocimiento nos puede dar poder o arrebatárnoslo todo. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que fue ella quien envió la carta, reconocería su letra en cualquier parte. Naitiri conoce el mundo sobrenatural y todos mis esfuerzos por mantenerla a salvo se vinieron abajo en cuanto me di cuenta. Si estoy esta noche aquí es solo por ella, si quiero protegerla debo saber moverme por su mundo y más ahora que neófitos la rondan.

-Naitiri-doy un paso hacia ella casi con cautela, no tengo ni idea de cómo va a reaccionar ante la verdad-Has solicitado un cazador y aquí me tienes-me muerdo el labio, todas y cada una de mis palabras pesan.


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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Ago 22, 2016 8:59 pm

Estaba comenzando a ponerme nerviosa, y no era para menos. Sabía que aquel vampiro solía frecuentar el burdel a altas hora de la noche… seguramente, después de haber logrado alimentarse para así no tener que matar a ninguna de las chicas. O al menos era lo que quería pensar. Si dejaba algún cadáver tras su paso sería demasiado sospechoso y entonces sí que tendría problemas a la hora de volver a entrar. Estaba convencida de que no era el único burdel de la ciudad que frecuentaba, aunque seguramente en los otros no se habrían dado cuenta de lo que pasaba. Y si yo no llegaba a saber que había vampiros tampoco lo habría sabido nunca. Por suerte conocía de su existencia y con mayor suerte aún había descubierto esos… orificios de colmillos tan característicos en una de las chicas.

No era la primera vez que veía aquel tipo de orificios ni estaba segura que sería la última, desde que sabía que aquel mundo oscuro existía parecía que, este, se estaba burlando de mí y hacía su aparición con incluso mucha más fuerza. O quizás, simplemente, era que antes no veía las señales que ahora sí veía y que entendía perfectamente. El caso era que por mucho que quisiera no podía librarme de ese mundo, por mucho que me pesara, y por mucho que quisiera hacer como que no existía… iba a ser imposible dadas mis circunstancias.

Me mordí el labio mirando la hora en el reloj grande que había apoyado contra la pared, ¿tardaría mucho más aquel cazador a venir? El vampiro todavía no había llegado pero estaba segura de que no tardaría. ¿Cómo sería aquel cazador? ¿Joven, viejo? No sabía cómo iba a ser su personalidad y esperaba que colaborara conmigo. Iba a ser algo difícil colar a un hombre en una habitación que ya estaba ocupada, por lo que tenía un plan sobre cómo debía de actuar él en todo momento, y esperaba que aceptara dicho plan porque tampoco era plan de entrar a saco… teníamos que mantener un orden dentro del burdel, y todo debía de llevarse con el mayor y absoluto secreto. No podíamos levantar sospechas y estaba convencida de que, en cuanto el vampiro viera al cazador, las cosas iban a complicarse. De ahí el plan que tenía en mente y que había trazado de forma cuidadosa. Por ese motivo estaba yo esperando al cazador, por eso estaba en la barra aquella noche sin atender a ningún cliente esperándolo, porque mí plan pasaba básicamente por mí.

Pero lo que jamás llegué a pensar cuando escribí aquella carta requiriendo la presencia de un cazador para poder librarnos del vampiro, era que precisamente la persona en cuestión fuera justo a quién tenía delante. Una persona de la que jamás llegué a pensar que podría ser cazadora, una persona que para mí significaba mucho en mí vida y que tampoco llegué a pensar que podría estar ocultándome algo como aquello cuando yo, sin embargo, le había contado absolutamente todo a ella. Porque sí, en cuanto nuestras miradas se cruzaron y la vi vestida de aquella forma… mis dudas se confirmaron.

¿Quién me iba a decir a mí que conocería ese oscuro secreto de Astrid, por medio de una carta, y a través de un cargo? Mis ojos se fijaron en su figura como siempre había hecho cada vez que la había visto, pero esta vez, parecieron que la miraba como realmente era quitando así de esa forma una especie de venda que llevaba en los ojos, como si el filtro por la que siempre la miraba se hubiera roto esa vez y hubiera dejado al descubierto lo que realmente era. Una cazadora. La verdad me golpeó de una forma tan dura y chocante que por un momento sentí la rabia recorrer mí cuerpo, a la par que la decepción. Me sentí incluso hasta traicionada y nada menos que por mí mejor amiga… la única que tenía realmente.

¿Por qué nunca me había contado algo como aquello? ¿Después de todo aquel tiempo, no confiaba en mí lo suficiente como para contármelo? La decepción recorrió mí cuerpo de forma veloz mientras al mismo tiempo la miraba con duda y temor, si era cazadora sabía a lo que se exponía por las noches y, pese a que estaba enfadada por el hecho de que no me lo hubiera contado, no podía dejar de preocuparme al pensar en que cada noche aquella mujer se enfrentaba a lo más oscuro y peligroso de la ciudad. ¿Cazaría a solas? Esperaba que no y fuera con alguien más, aunque aquello tampoco aliviaría mí miedo y mí temor. ¿Lo sabría Lenna? ¿Y su tío? Miles de preguntas acosaban mí mente en aquel momento, pero sabía que no debía de darles respuesta… teníamos un asunto entre manos.

La observé con aquel pantalón que hacía que resaltara más su figura, el corsé a juego con este y las botas para cazar que llevaba… era una imagen muy dispar y distante de la Astrid que siempre había conocido, con sus vestidos, con ese toque que siempre la caracterizaba. Por un momento hasta vi cierto toque igualmente en ella, parecía que viéndola de esa manera era más Astrid que nunca, como si los vestidos fueran solamente una fachada de lo que realmente era en su vida. Y no tenía duda alguna que así era, aquel estilo hasta le pegaba incluso más que cuando llevaba vestidos, parecía que era más ella en aquel momento que el resto del día.

Pronuncia mí nombre y se acerca acotando la distancia que nos separan, mis ojos viajan hasta los suyos y escucho sus palabras mientras se queda justo delante de mí. La veo morderse el labio y en sus ojos brillan la duda, seguramente, ni siquiera sabe cómo voy a reaccionar ante este descubrimiento, ¿cómo debería de hacerlo realmente? Ni yo misma lo sé. Por una parte no puedo culparla por haberlo ocultado cuando yo tampoco le había dicho que sabía de la existencia de este mundo, todo esto era demasiado de locos si ninguna nos creíamos a la otra pero… ¿por qué nunca lo había intentado? Cierto que quizás a ella le hubiera costado más pero, en todo aquel tiempo, ni siquiera había hecho el intento. Sabía que decírmelo no era nada fácil, pero ni siquiera me había tanteado un poco al respecto.



-Es cierto, solicité a un cazador y sin embargo lo que tengo ante mí es una cazadora -intento que mí tono no sea duro o recriminatorio, pero no puedo dejar de sentirme en parte hasta traicionada- ¿Por qué nunca me lo has dicho, As? Sé que esto no es algo fácil de decir pero… maldición, nunca hiciste el intento al menos –me mordí el labio apretándolo con fuerza y cerré mis manos también con fuerza. Quiero que la rabia desaparezca, quiero que el sentirme así se vaya de mí cuerpo porque no era ni el momento, ni el lugar. Estábamos allí por un motivo totalmente diferente y no podíamos dejar ni permitir que esto lo enturbiara todo. Si lo pensaba con frialdad hasta me venía bien que fuera Astrid aquella cazadora porque todo lo que había pensado se haría con mayor facilidad, y ella podría pasar por otra chica del burdel sin mayor problema. Suspiré cerrando los ojos un par de segundos y la miré notando que estaba algo más tranquila- Ya hablaremos luego de todo esto, ahora tenemos que centrarnos en la cuestión que te ha traído aquí –llevé mis manos a mis caderas, haciendo que la bata negra que usaba se abriera lo justo para dejar ver el conjunto que llevaba bajo, ligera pero elegante… siempre me había gustado ir así pese a que la ropa durara poco- No pretendía tampoco que me vieras así pero bueno, tampoco importa mucho ¿no? –ladeé un poco mí rostro con una pequeña sonrisa, siempre me había visto vestida y seguramente a pesar de que supiera a qué me dedicaba fuera un poco chocante verme tan ligera de ropa, con aquellos tacones que me hacían algo más alta- Tenemos poco tiempo para prepararnos antes de que el vampiro haga su aparición. Ya lo tengo todo hablado con la Madam y será ella quien, cuando venga, lo lleve hasta donde estamos nosotras. Sinceramente; mí plan se basaba en un cazador pero supongo que el que seas tú puede ser hasta ventajoso –me mordí el labio y llevé una de mis manos para coger una de la suyas- ¿Confías en mí? Voy a necesitar que colabores conmigo llegado cierto punto aunque, no te preocupes, el peso recaerá prácticamente en mí –porque sí, así es como iba a ser, ella era la que debía de pasar más desapercibida- Y vestida así… -la miré de arriba abajo y reí entre dientes- no me malinterpretes, te queda genial pero deduzco que el vampiro sabrá lo que eres y no podemos permitirlo –apreté el agarre de su mano- Ven conmigo –sin soltar su mano la guié escaleras arriba hacia donde estaba mí habitación. No había mucha gente por el burdel y casi nadie en el trayecto reparó en su presencia. Abrí la puerta dejando que entrara y cerré para girarme a mirarla- Aquí podemos hablar con más tranquilidad sin que nadie pueda escucharnos –me fui hacia el armario que tenía y lo abrí para girarme de nuevo y acercarme hasta Astrid- Creo que es hora de que te diga en que consiste mí plan; voy a ser tú cebo. Aunque no he estado nunca con ese cliente sé lo que le gusta, lo que le pone y cómo jugar con eso a mí favor para… distraerlo. Todo eso será mí cometido, había pensado que el cazador esperara fuera hasta que le diera cierta señal porque aquí solo hay mujeres, no tenemos a ningún hombre trabajando y eso él lo sabe –hice una pequeña pausa- pero ahora que sé que eres tú, incluso podemos hacerlo mucho mejor. Seguiré siendo el cebo, lo entretendré para que no se de cuenta de lo que realmente está pasando, pero tú estarás dentro conmigo. Tranquila él ni siquiera te va a tocar –añadí al ver la cara que puso- no pienso dejar que siquiera se acerque a ti, pero estarás presente y cuando veas el momento adecuado… bueno, tú eres la cazadora sabrás lo que tienes que hacer –hice una leve pausa y la miré dejando que recapacitara todo lo que le había dicho- Puedes añadir alguna idea, pero básicamente, es lo que vamos a hacer. Confía en mí, Astrid, juntas podemos con esto –porque juntas podíamos afrontar el problema, yo podría distraerle sin problema alguno y mientras ella esperar el momento adecuado para darle muerte- Así que vestida así no podemos hacer nada, ven, vamos a mirar qué es lo que podemos utilizar. Tendrá que ser algo lo bastante holgado como para que puedas esconder las armas que lleves encima, y lo sé, nada que sea demasiado escotado y que enseñe mucho –reí entre dientes acercándome al armario de nuevo. Había un cambio de planes, pero con Astrid me iba a sentir mucho más cómoda y segura que con cualquier otro cazador que hubiera podido presentarse.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Lun Ago 22, 2016 9:02 pm

Naitiri no puede disimular su desconcierto, el brillo en su mirada se torna opaco a medida que va asimilando lo que ocurre, quién soy en realidad. ¿Por qué no se lo había dicho antes? La respuesta es tan obvia que no pienso responderle. Este mundo ya no es para los vivos, el simple hecho de respirar puede matarnos y por encima de todo mantuve el silencio para mantenerla a salvo. Si yo hubiese podido elegir jamás habría aceptado la realidad, si aún pudiese escoger estaría en Gales compartiendo la biblioteca con mi hermano mientras esperamos a que la cena esté lista. Pero todos están muertos y yo no tengo muchas más opciones. Naitiri sí las tenía pese a su pasado, aún podía vivir un futuro lejos de la maldad sobrenatural, sin embargo la tengo ante mi más cuerda que nunca, ella ha enviado la carta y describió la situación con su puño y letra. Sabe de la existencia de vampiros y quién sabe qué más cosas conoce. La miro en silencio con expresión seria, no es momento para hablar de todo esto, de recriminarnos las palabras no dichas, he venido a cazar y esto no se trata de una de nuestras tantas tardes de té, al menos ella parece tenerlo claro también. Analizo sus gestos y la tensión en su cuerpo, su tono de voz se mantiene bajo control mientras me relata el plan. En cierto modo no resulta incómodo descubrir a mi amiga de esta manera, siempre supe de su profesión y, pese a que jamás había osado imaginarla así vestida, no encuentro nada extraño en su forma de vestir. La tela del conjunto que lleva puesto se adhiere como una segunda piel a su cuerpo y la bata deja poco espacio a la imaginación. En otras circunstancias hasta me habría apartado la vista por cortesía, pero esto es lo que es, esto es lo que somos. Ambas vestimos, en cierto modo, para la caza. La escucho hablar pacientemente, cuando se acerca a mi siento que casi parece medir mi expresión ante sus palabras. Todo el peso recaerá en ella, dice, como quien suelta una bomba esperando que no explote. Frunzo el ceño y la atravieso con la mirada.

-Confío en ti, no en la situación-acepto su mano, mi tono no admite réplica pero está claro que ella tiene un plan en mente, que yo acuerde llevarlo a cabo es otra cosa. No sé hasta qué punto mi amiga comprende que tener un plan no es lo más acertado en estos casos, jamás salen como esperas. Inspiro profundamente y me muerdo el interior de la mejilla, no quiero tratar estos asuntos en un lugar tan expuesto. Pongo los ojos en blanco ante su comentario por mi vestimenta, no esperará que me vaya de caza en tacones y enaguas, Sonrío a mi pesar, porque parece que parte de la tensión entre nosotras se ha desvanecido. Naitiri tiene una gran virtud, es paciente, sabe que las respuestas llegarán tarde o temprano, así que es cuestión de tiempo que hablemos de lo que ha ocurrido entre nosotras.

Dejo que me guíe por los pasillos del burdel, nadie repara en mi presencia pero yo los analizo a todos y para cuando llegamos a la habitación he comprendido qué clase de hombres acuden a este lugar. La observo rebuscar en su armario quién sabe qué y finalmente me dejo llevar por la curiosidad mientras me deshago de la capa de terciopelo negro, la dejo sobre una silla y quedo al descubierto, así como el látigo plateado enrollado en mi muslo. No hay muchas cosas en la estancia que hablen de la verdadera Naitiri, no hay libros pero el lugar huele a ella, hay también algún incienso encendido, y todo parece preparado para invitarte a dejarte llevar, los tonos de las sabanas, cortinas y alfombras son cálidos y ligeros, el mobiliario sencillo, madera de caoba para el cabezal de la cama. Aparto la mirada del lecho y con ello las imágenes de mi amiga con distintos hombres. Cuando reparo en lo que está diciendo la interrumpo

-¿Me estás tomando el pelo?-me giro para mirarla y se apresura a decir que no permitirá que el vampiro me toque-Eso es lo menos que me importa Nai, pero tú no serás el cebo, es un suicidio-hago un gesto exasperado con las manos, está definitivamente loca. Es cierto que no podemos dejar al vampiro entrar en su aposento y matarlo al instante, no son criaturas estúpidas, se daría cuenta al instante de que algo no marcha bien. Sin embargo no estoy dispuesta a aceptar el plan de Naitiri-Al más mínimo error te matará, si atisba en ti algo de duda o sospecha, te matará. Si no sabes controlar la situación, te matará. Son más suspicaces y veloces de lo que jamás podrás imaginar Nai, y no me digas que esto lo haces por el bien común porque este suicidio no le hace bien a nadie-niego con la cabeza incrédula de lo que pretende hacer. La miro mientras se dedica a buscar algo que ponerme, otro asunto con el que no estoy de acuerdo, que sí, no puedo dejarme ver así, pero vestirme con otra de las chicas que trabajan aqui me llena de un sabor agridulce. me muerdo el labio y cierro los ojos un momento para tranquilizarme, diga lo que diga Naitiri no se saldrá de lo que ya tiene pensado sin atener a las consecuencias, ella es así, si se le mete algo en la cabeza tiene que hacerlo. Deja sobre la cama varias prendas de lo que deduzco deben ser vestidos, sin finos y distintos a los que acostumbro a llevar, tanto que solo pesan un cuarto de los trajes comunes. Comienzo a desabrochar mi abrigo y las armas quedan a la vista, varias estacas y mis dagas. Ante la atenta mirada de mi amiga me dispongo a elegir uno de los vestidos, parecen todos tan… inusuales.

-Quiero estar cómoda, necesito poder moverme sin miedo a tropezar con el vuelo de la tela- acaricio una de las prendas y la miro-No me mires así Nai, sé lo que significa esa mirada-es por las armas, por llevarlas encima y ser yo quien las porta. Comienzo a sacarlas de sus fundas y las pongo sobre una mesita, desenrollo el látigo y me quedo desnuda en un sentido literal de desprotección-¿Mejor así?-vuelvo con ella y la tomo de la mano, tal como hizo antes conmigo-Seguiremos tu plan, pero si la cosa se tuerce harás lo que yo diga-si confiamos la una en la otra, podremos con esto. Suspiro y termino por decirle que escoja ella lo que debo ponerme, en cuestiones de seducción Naitiri manda.


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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Ago 22, 2016 9:05 pm

Sabía que no era el momento para todo aquello, sabía que no era el momento de hacer reproche alguno sobre lo que estaba pasando, de echar nada en cara de hacer aquellas preguntas por mucho que me estuviera muriendo porque me las respondiera. No era ni el momento ni el lugar, la cuestión por la que Astrid estaba allí en el burdel era una bien distinta y que tenía que centrar toda nuestra atención… no podíamos dejar, ninguna de las dos, que aquello nos desviara del verdadero motivo.

Reprocharle no daría ningún resultado, y tampoco debía de hacerlo porque en parte hasta entendía el que no hubiera dicho nada. No era fácil decir que se era una cazadora y que por las noches te dedicabas a erradicar a vampiros y licántropos que merodeaban por el mundo para que este fuera un lugar mejor, para que los humanos estuviéramos protegidos y a salvo. Pensar en aquello, en cierta manera, hasta me asustaba. No me había enfrentado nunca a un vampiro pese a que había visto a un par, y mucho menos a un licántropo del cual solamente podía imaginarme como era pero… por las nociones que tenía; era peligroso.
No quería imaginarme a Astrid saliendo de caza por la noche, vestida como la tenía frente a mí, armada hasta las cejas y matando a seres para nuestra protección. Era una imagen que quería borrar de mí mente por varios motivos. Uno; porque no era el momento de pensarlo y dos; porque la preocupación que se extendía por mí cuerpo era tan grande y tan fuerte que volví a sentir de nuevo que no iba a dormir tranquila sabiendo que ella por las noches iba a salir de caza.

Por eso intenté olvidarme de aquel tema y centrarme el que nos traíamos entre manos, jamás llegué a pensar que el cazador que yo había solicitado fuera Astrid y no me esperaba verla para nada. De hecho mí plan estaba basado en la idea de tener a un hombre como cazador, pero, que ella estuviera aquí incluso hasta me daba más confianza y seguridad. Ver a Astrid de aquel modo, conocer ese lado oscuro, había sido un golpe duro y totalmente inesperado… pero debía de aceptarlo, debía de aceptar lo que mí amiga era y sacar provecho de ello. Juntas podríamos perfectamente con lo que nos deparaba la noche; ella sabía cómo matar a ese vampiro y yo sabía como darle caza y entretenerlo. En cierta forma, si lo pensabas detenidamente, éramos un equipo letal. Unas “femme fatale” que sabían cazar y matar aunque cada una fuera de una forma distinta y diferente, pero que juntas, podía ser una combinación de lo más peligrosa y explosiva.

Su aceptación de que confiaba en mí me hizo sonreír mientras siento que aprieta su mano en la mía, y me eso hace que me quedara más tranquila. Ambas debíamos de confiar en la otra para salir con aquello adelante, yo lo sé y ella me da a entender que también lo sabe. Yo no sé mucho sobre cómo matar a un vampiro, y ella no sabe cómo estar con un hombre… por lo que ambas esa noche deberíamos de aprender de la otra. Algo que podría ser muy beneficioso y que, si éramos listas y aprovechábamos los conocimientos de la otra, cumpliríamos lo que teníamos en mente.



-Me alegro de que, en parte, seas tú quien haya respondido al encargo. Contigo me siento más segura –pese a que nunca había visto a Astrid en versión cazadora, no puedo evitar sentirme de esa forma. Confío plenamente en ella y si no fuera una cazadora capaz de llevar aquella situación no estaría allí esa noche. Su cercanía me tranquiliza y saber que voy a trabajar con ella lo hace todo mucho más fácil, que con cualquier otro cazador que hubiera respondido. Hasta parecía divertido que, en cierta manera, fuéramos dos mujeres quienes diéramos caza a aquel vampiro cuando seguramente sea una franquicia, o un trabajo, de hombres.

Aquel no era el mejor lugar para hablar de todo lo que debíamos de hacer aquella noche, y por ello, decido llevarla escaleras arriba hasta llegar a mí habitación donde estaríamos más cómodas y podríamos hablar sin ningún tipo de problema. En cuanto entra en la habitación dejo que cotillee un poco mientras yo, sin embargo, me dirijo hacia el armario y saco un par de vestidos par ella. Vestida como la cazadora que era no podría entrar en la habitación y, con el plan que tenía en mente, no daría resultado. Tendría que llevar algún vestido de los que tenía y conociendo como la conocía sabía que tenía que ser uno sencillo, que no fuera demasiado ajustado, ni demasiado escotado. A Astrid esas cosas no iban con ella y no iba a sacarle uno con el que se sintiera incómoda.

Tenía un par que eran bastante recatados y que seguramente podrían servirles, no los solía utilizar y estaban prácticamente nuevos, además, éramos muy parecidas y seguramente utilizáramos la misma talla por lo que sabía que le iban a estar bien los vestidos que había escogido para ella. Sabía también que, en cuanto le dijera y comenzara a explicarle cual era mí plan, iba a poner el grito en el cielo y no me iba a dejar llevarlo a cabo. La idea de que yo fuera el cebo sabía que no iba a gustarle, la conocía, y sabía que jamás me pondría en ese tipo de riesgo… pero era necesario.

Y ahí estaba la reacción que justo estaba temiendo que tuviera, sabía que en cuanto las palabras abandonaran mí boca iba a ver justamente la reacción que ella estaba teniendo. No iba a dejar que yo fuera el cebo, lo sabía de sobra, pero era la mejor baza que teníamos en aquel momento y lo único que podríamos aprovechar para que el vampiro ni siquiera pensara en que una de las dos no era una de las chicas, y que además, era cazadora. Me mordí el labio al verla de esa forma, que dijera que no le importaba que el vampiro la tocara me enfada un poco porque, como había dicho, no iba a dejar siquiera que se acercara lo más mínimo a ella. Mucho menos tocarla. Todo pasaría por mí, todo se centraría en mí.



-No estoy loca ni te estoy tomando el pelo, As. Piénsalo por un momento; si el vampiro entrara en la habitación y fuera a por ti en vez de a por mí, ¿no crees que se daría cuenta por tú forma de actuar que algo pasa? Créeme, llevo muchos años en esto y aparentar y disimular es algo que con el tiempo he aprendido a manejar y a dominar. El vampiro no sabrá, en ningún momento, lo que está pasando. Por ese mismo motivo soy yo el cebo; porque no pienso dejar que piense, siquiera un segundo, que algo no va bien. Sé lo que le gusta, cómo le gusta y lo que le pone… y vamos a utilizar eso en nuestro favor. –Hice una leve pausa- Sé que es difícil y duro lo que te estoy pidiendo, sé que jamás aceptarías el que fuera el cebo porque te conozco y estaba convencida de que no ibas a dejar que me arriesgara y me expusiera de esa manera… pero mejor yo que tú. Sé como utilizar mis encantos y armas de mujer Astrid, quedará tan obnubilado que ni siquiera se preguntará por qué hay dos chicas en vez de una. Y para eso también tengo un plan –esperaba que entendiera por qué era yo el cebo, era yo quien debía de hacerlo y no me importaba, lo importante es que ella estuviera libre y sin ataduras con aquel vampiro para en el momento oportuno… asestarle el golpe mortal- No dejaré que le de tiempo a darse cuenta de que algo va mal, no notará en mí ningún atisbo de duda –la miré por lo último dicho- No sólo lo hago por mí, As, sino por esas chicas que han estado con él y las ha mordido sin que ellas se acuerden de nada. ¿Y si una noche decide tenerme a mí y no se puede controlar? ¿Y si me mata, Astrid? Tengo la total y completa confianza y apoyo de la Madam, cosa que otra aquí no la tiene, y tengo que ser yo aunque sepa que es casi un suicidio. Pero para eso estás aquí, para que todo salga bien y poder acabar con ese vampiro –le sonreí esperando que entendiera por qué lo hacía, si una noche el vampiro me pedía no había nada que hacer para negarme… y nada podría hacer tampoco si decidía morderme.

Observé cómo se quitaba aquel abrigo y lo que vi que escondía bajo el hizo que mis ojos se abrieran con algo de sorpresa mientras ella dejaba el abrigo sobre la cama y procedía a quitarse todas las armas que llevaba encima. Llevaba varios tipos de dagas de diferentes tamaños y, un par de ellas, parecía incluso que eran de plata. Las estacas de madera hicieron que por un breve y corto segundo una mueca surcara mí rostro porque sabía lo que iba a hacer con ellas y por qué las llevaba encima. Lo que más me sorprendió, sin duda alguna, era ver cómo tenía enrollado un látigo en su muslo que para nada había podido notar con el abrigo. Sin duda cumplía su función de esconder bien lo que llevaba debajo porque no se notaba para nada. Alcé mí vista a ella en cuanto dijo aquello y me mordí el labio sin poder evitarlo. Ver aquello era otra vez darme contra la realidad, todavía no había asimilado que Astrid fuera cazadora pero… verla armada de aquella manera me lo confirmaba de nuevo.



-Perdona, yo… supongo que no me hago a la idea. Me ha sorprendido que llevaras todo eso oculto bajo el abrigo –sobre todo el látigo al que eché un último vistazo antes de centrarme en lo que realmente importaba escuchando sus palabras- Lo sé, por eso te he sacado estos vestidos. Son ligeros, algo holgados, y tapan bastante para un lugar como este. Con ellos te sentirás más cómoda –es ahora ella quien una vez despojada de sus armas se acerca a mí y toma mí mano- Tú eres la cazadora, acataré y te haré caso en todo lo que me digas –le di un apretón y sonreí para soltarla y dar una palmada- ¡Bien! Es hora de empezar con el cambio. ¿Puedes quitarte la ropa mientras busco el vestido adecuado? –dejé que se quitara los pantalones de cazadora y el corsé que llevaba mientras por mí parte veía cuál era el vestido que más le podía favorecer. Escogí al final un vestido largo y suelto, de manga corta, que tenía el escote en forma de “U” pero que no era demasiado pronunciada y que era el más recatado además que tenía. Era perfecto; podría guardarse las armas en las fundas porque el vestido no se iba a ceñir en ella, solamente en la zona de la cintura ya que era como un corsé pero sin ser tan apretado ajustándose más bien con lazos en la espalda, de cadera para abajo caía libre sin ceñirse al cuerpo. Además el color azul algo oscuro le quedaría bien a Astrid con su tono de piel. Me giré y sonreí mientras me acercaba con el vestido enseñándoselo- ¿Te parece adecuado? Creo que es perfecto para ti, déjame que te ayude –la ayudé a ponérselo una vez desvestida y cuando fui a atarle los lazos por detrás se lo dejé algo más sueltos para que ella tuviera mayor movilidad en los brazos y no le resultara tan oprimidos. La había puesto delante del espejo tras ponerle el vestido y desde atrás la contemplé en el reflejo del mismo y sonreí, le quedaba perfecto- ¡Te queda genial, As! –dejé mis manos en su cintura y sonreí mirándola a través del espejo- Además puedes ponerte las fundas sin problemas por la caída que tiene el vestido, nadie notará que llevas bajo un completo arsenal –me reí entre dientes y la giré para que me mirara soltando su pelo un poco, haciéndole un semi recogido para que no le molestara el pelo en el rostro y dejando solamente algunos mechones sueltos para darle otro toque diferente. Acaricié uno de los mechones sueltos y le sonreí- Quiero darte unas leves nociones básicas antes de que empecemos; primero la forma de andar… ya sabes, como si fueras balanceando las caderas de un lado a otro de una forma exagerada, eso les gusta. Tienes que parecer algo como… delicado, pero segura al mismo tiempo sin olvidarte de mover las caderas –reí entre dientes- Las miradas; que no sean muy fijas y sean más… como discretas. Una mirada leve que deje a entrever algo más. Y por si acaso ves que alguna de esas cosas falla o no puedes hacerlo… inclínate un poco hacia delante, lo justo para que desvíen su atención a tú pecho, el corsé hará el resto por sí solo –llevé mis manos hasta el corsé, justo sobre su pecho, y comprobé que no lo tuviera tampoco ceñido pero que si lo estuviera algo para que hiciera su función- Morderte el labio, morderte un dedo, “tocar” alguna parte de tú cuerpo también puede ayudarte y servirte, sólo en caso de que veas de que el vampiro tiene alguna duda, aunque intentaré que se centre todo el tiempo posible en mí –la miré e hice una leve pausa por si tenía alguna pregunta- Bien, ¿algo que yo deba de saber? ¿Algo que quieras enseñarme o decirme antes de esperar a que venga el vampiro? Que, por cierto, no lo vamos a atender aquí. La Madam ha organizado una habitación algo alejada del resto por lo que pudiera pasar. Ella nos avisará cuando haya que ir, mientras tanto, si quieres darme algún consejo o decirme algo es tú momento. Tienes tiempo también para prepararte y ponerte bien las armas que vayas a utilizar –cogí de nuevo una de sus manos- Y confía en mí, al igual que yo confío en ti, y ambas superaremos esto juntas. Vamos a cazar a ese vampiro –y lo decía, por supuesto, porque ambas íbamos a cazarlo de una forma muy diferente.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Lun Ago 22, 2016 9:08 pm

Observo mi reflejo en el espejo y hago una mueca. La figura que tengo frente a mi resulta ajena y sensual, nada en comparación con la desenfadada joven a la que suelo encontrarme. Todo en mí parece distinto salvo mi determinación. Dejo que Naitiri me acicale y prepare como ella crea necesario ya que la cuestión es resultar femenina y apetecible y no la culparé si no lo consigue. Todo habría sido más fácil si pudiera haberme escondido de los ojos del vampiro al que vamos a cazar, esperar el momento oportuno y atacar pero claro, con ellos nunca es sencillo. Son los amos del escapismo, huelen la sangre a kilómetros y pueden calcular lo que tardarás en desangrarte. Huelen el miedo. Los licántropos resultan más predecibles. Atiendo a Naitiri en sus movimientos, parece bastante concentrada en ponerle orden a mi cabello y hacer el lazo perfecto al corsé. Me reservo lo que tengo que decir ante sus indicaciones, al fin y al cabo es ella la que se dedica a esto, yo soy una mera principiante en el arte de la seducción. Por lo que dice ya tengo asimilado que terminaré recurriendo a mi escote. Suspiro cuando repite que la atención se centrará en ella, algo en mi agradece ese hecho, la otra parte la maldice, ella será el cebo y podría acabar muerta.

-Creo que no-ciertamente no tengo ninguna duda, me dedicaré a pasar desapercibida, aunque sí que tengo varias cosas que decir-No te sobrepases o adelantes a los acontecimientos, él lo sabrá. Tampoco intercambiamos miradas más de lo necesario o murmuraremos nada que nos pueda comprometer, tienen unos sentidos extraordinarios-las manos de mi amiga se encargan de colocar mi escote mientras hablo, lo que torna la situación un tanto contradictoria-Muchos de estos seres poseen dones como la persuasión y esperemos que este vampiro no sea uno de ellos- me acerco a la mesa de estar y elijo las armas que llevaré conmigo, debo ir ligera así que opto por una de mis dagas, la estaca y el látigo, el cual enrrollo de nuevo en mi muslo derecho, los otros dos instrumentos en sus fundas en el muslo contrario. Nai tene razón, no se nota que llevo nada debajo del vuelto del vestido e incluso puedo caminar con normalidad, cómoda. Y es que es cierto, si nuestra presa encuentra una leve sospecha en nosotras todo se vendrá abajo, Naitiri e incluso yo podemos morir en cuestión de segundos. Pongo todas mis fuerzas en confiar en mí misma, en mi destreza y entrenamiento, sin embargo tener a mi amiga de cómplice más que ayudar me anula. Si le pasara algo... Voy a decir algo más, quizás unas palabras de ánimo nos vengan bien a ambas ahora que Naitiri toma mi mano, es curioso encontrar en ella esta fuerza de voluntad, como siempre su afán por querer hacer del mundo un lugar mejor queda al descubierto, pero antes de que pueda pronunciar palabra la Madamme hace acto de presencia. Solo toca la puerta una vez e irrumpe en la habitación sin decir nada, con una seña nos indica que es el momento. Veo cómo su mirada me recorre en señal de aprobación, ahora soy solo una más de sus chicas y no hay ninguna clase de trato especial que nos separe a ninguna. Salimos tras ella, yo la última, y nos encaminamos hacia la habitación que se supone está lista para la acción. Una vez dentro y después de haber sorteado a clientes, me relajo. La estancia es más lujosa de lo que cabría esperar y por un momento me parece una metáfora. Las sábanas son de seda, hay champán y copas sobre la mesilla, un sofá de terciopelo carmesí a los pies de la cama y las ventanas permanecen cubiertas por tupidas cortinas. La habitación está repleta de velas e inciensos perfumados que parecen acaparar todos los sentidos, un buen punto a nuestro favor.

-Guiaré al cliente hasta vosotras-me mira y hace una seña que devuelvo, no hay falta decir nada. Antes de irse dedica otra de sus miradas a Naitiri, ésta más suave y cómplice-Suerte.

Y con esto desaparece. Nai y yo nos quedamos solas y en silencia por unos minutos conscientes de que el final está por llegar, en breve no habrá vuelta atrás. Compruebo una vez más que las armas están en su sitio y me detengo frente a la ventana para observar por un hueco de la cortina. Estamos un una de las habitaciones del tercer piso del burdel, una de sus suites, y al parecer la más apartada que ya nuestras vistas no son las más espectaculares que podrían ofrecer. La Madamme nos quiere lejos de los clientes y sus chicas pero no le servirá de mucho si todo sale mal, nadie es lo suficiente veloz cuando escapa de un vampiro. Espero que la excusa para mantenernos tan apartados sea la búsqueda de intimidad, si no podría resultar algo sospechoso. Miro a Naitiri y casi podría decir que la encuentro algo nerviosa, pero no diré nada que pueda ponerla en duda y hacer que su barrera se perturbe.

-Lo recibirás tú, debe verte a ti primero, yo seré tu aprendiz, tu sumisa o lo que sea que hacen las acompañantes en esta situación-me acerco a ella y observo sus preciosos ojos-Te seguiré el juego pero a la mínima señal debes hacer lo que diga, tu vida está por encima de los demás-sí, ha sido egoísta, pero no voy a perder a Naitiri, a ella no. Segundos después la puerta se abre y la Madamme le cede el paso al hombre que debemos matar esta noche.


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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Ago 22, 2016 9:11 pm

Ver a Astrid vestida de aquella forma por primera vez es algo que me hace pensar en la razón que tiene su tía Lenna, en referencia a que fuera algo más… femenina. Estaba preciosa, el vestido le queda perfecto como si hubiera sido diseñado para ella, el corsé estaba en su justa medida y no lo llevaba apretado para que pueda moverse con facilidad cuando la cosa se ponga peligrosa y llegue el momento. El vuelo del vestido cae a partir de su cintura y para nada nadie podría pensar que pudiera llevar armas, y espero que cuando se las ponga, parezca que así es. El semi recogido que le he hecho despeja su rostro y le confiere un aspecto algo más diferente; está sensual y elegante. Era la primera vez que la veía así y sonreí sin poder evitarlo, escondía mucho tras la capa y la barrera que siempre quiere exponer pero que, igualmente, a mi me encantaba.

La observé tras las nociones básicas que le di y estaba convencida de que ninguna le gusta, la conozco a la perfección y seguramente no quiera hacer ninguna cosa que le he dicho… pero  solamente son medidas de “seguridad” para que no sospechen de ella, si se quedara de forma demasiado rígida y no supiera cómo actuar podrían ser señales claras de que algo falla, incluso en una novata, para un hombre que no es la primera vez que pisa el burdel son signos bastantes claros. Me mordí el labio mientras observaba cómo se acerca hacia sus armas y comienza de nuevo a armarse. Tras hacerlo observé con un suspiro que no se nota para nada que bajo lleva armas, que su látigo no se ve de ninguna de las formas ni siquiera a la hora de andar.

Por eso había elegido ese vestido, el vuelo que tiene bajo su cintura hacía que las armas quedaran perfectamente escondidas. Tras verla quitándose las armas sabía que debía de escoger un vestido que no fuera ceñido, sino, no podría ir armada y entonces sí que tendríamos un problema. La observé acercándose a mí y esperé a que dijera lo que debía de saber, la escuché con atención guardando en mí memoria aquellas palabras y asentí con la cabeza. Era algo bastante simple pero que tenía bastante razón… según lo que había aprendido de los vampiros tenían un oído excelente, por lo que decirle algo fuera de lo normal quedaba descartado. Cogí su mano con una de las mías y la miré a los ojos con una sonrisa, dándole ánimo y fuerza con ello.



-No te preocupes, ¿sabes lo bueno que tiene que seas tú y no otra persona? Que sabemos lo que pensamos con una simple mirada. Nos conocemos demasiado bien y no hará falta que hablemos nada, déjalo en mis manos, no notará para nada lo que tenemos planeado –la observé y pareció que quiso decir algo pero unos golpes en la puerta llamaron nuestra atención. Distingo la figura de la Madam de entre la puerta y es la hora, debemos de ir hacia la habitación porque pronto llegará le cliente. Solté la mano de Astrid y me encaminé detrás de la Madam repasando, mentalmente, lo que sabía sobre aquel vampiro y lo que le ponía. Debía de jugar con eso a mí total favor, llevarlo a mi terreno y hacer que no pensara en que algo estaba pasando.

Eché una mirada hacia atrás mientras subíamos las escaleras y sabía hacia donde nos llevaba la Madam; las suites están arriba y es precisamente la zona más alejada que tiene del burdel. Subimos al tercer piso y nos abre la habitación para dejarnos pasar. Era la segunda, o quizá tercera vez, que estaba en aquella habitación y el lujo se podía ver por toda la estancia. Era una habitación bastante amplia lo que nos daría mucho movimiento, como siempre hay copas encima de la mesilla y distingo el champán nada más entrar. Las sábanas son de seda negra, a los pies de la cama un sofá de terciopelo carmesí, las ventanas estaban tapadas y la Madam había encendido las velas que había por el lugar. Nada más entrar podía distinguir aquel olor, yo misma había utilizado aquellas velas en alguna ocasión.

Todo está predispuesto para pasar una noche de placer, las velas y el incienso hacían que los sentidos se relajaran mucho más y crearan un ambiente más propicio para lo que, se suponía, debía de pasar. Observé a Astrid ir hacia una de las ventanas y yo repaso que todo estuviera en orden; la Madam no había dejado ningún margen a error y todo estaba en su sitio. Me mordí el labio y noté que Astrid se acercaba hacia donde yo estaba y asentí por sus palabras sabiendo lo que ello significaba; ella también confiaba en mí.



-Serás mí sumisa –le hago saber cuando termina de hablar para que sepa a qué se atiene, y a qué se enfrenta, volví a asentir con la cabeza y me mordí el labio una última vez mirándola también a los ojos dándole a entender que, al igual que ella, haré lo que me diga y confío plenamente en ella. Con ella mejor que con nadie. Con ella más cómoda que con nadie. Iba a decir algo más cuando, de pronto, la puerta comienza a abrirse y doy un paso por delante de Astrid dejando claro mí posición sobre ella, si es mí sumisa, ella tiene que estar por detrás del amo, o del ama. La Madam me hace una seña con la cabeza y sé lo que significa; el cliente está a punto de entrar. El vampiro entró por la puerta y observé que la Madam cerraba la puerta tras de sí, dejándonos a los tres a solas para comenzar con aquella… cacería.

Mí mirada recorrió al vampiro que tenía delante de mí, su porte es alto y elegante, se notaba que es un hombre que debe de hacer algo de ejercicio porque se nota incluso bajo la ropa. Su tez es igual de pálida y mortecina como la de los demás vampiros, sus ojos oscuros recorren mí figura y una sonrisa ladeado adorna su rostro. Sus facciones son duras y marcadas, su pelo negro hace contraste con la piel tan pálida que posee y mis ojos, durante unos segundos, se pierden en ese mar oscuro. Maldición, el maldito vampiro no estaba nada mal y en ese momento entendí por qué muchas chicas querían pasar una noche con él. Llamaba la atención, y no solamente por el hecho de que fuera inmortal y tuviera esa belleza tan atrayente… sino por él, en sí mismo, era bello.

Sin perder tiempo sonreí de forma coqueta y me acerqué hacia él con paso firme, moviendo mis caderas como le había dicho a Astrid hasta quedar cerca de él, a apenas unos centímetros de distancia. Era más alto que yo y me hacía elevar mí rostro para observarlo, una de sus manos no pierde el tiempo y comienza a recorrer desde mí cuello pasando por mí hombro hasta acabar en uno de mis pechos, contuve un jadeo y cerré los ojos unos segundos, de forma leve, siguiéndole el juego.



-Buenas noches señor –una de mis manos comenzó a subir por su pecho aún sobre la tela, pero mis ojos no se apartaban de los suyos- Espero que podamos pasarlo muy bien esta noche y… -me mordí el labio, de forma sensual- le pueda mostrar el paraíso –su mirada me recorrió y casi podía sentir que me estaba desnudando con la mirada, rió entre dientes y levantó mí mentón.
-Eso espero, señorita Zahir. Me ha hablado vuestra Madam muy bien de vos y, ha puesto el listón muy alto –reí, de forma leve, tras sus palabras y me alejé cuando le vi intenciones de querer besarme.
-Oh, disculpadme que no os haya atendido como merecéis, ¿queréis una copa, señor? –que me alejase lo pone algo en duda y sentí su mirada puesta en Astrid que, hasta ahora, se había quedado quieta sin moverse como en un segundo plano. Reí mientras cogía dos copas de champán y me acercaba pasando por al lado de As de nuevo hacia él- ¿Os gusta lo que veis, señor…? –le entregué la copa y di un sorbo esperando a que hablara.
-Matthew Wright, señorita Zahir –dio un trago a la copa y su mirada no se apartaba de Astrid- ¿Y ella? –enarqué una ceja, le sonreí de forma pícara y me giré andando hacia Astrid.
-Ella, señor Wright, es mí sumisa y está en… digamos en proceso de aprendizaje –me coloqué detrás de Astrid y le alcé el rostro- ¿Preciosa, no cree? La he traído porque la estoy instruyendo y aún le queda un largo recorrido pero… no podéis negarme, que no parece una muñequita adorable –reí con mí rostro pegado al de Astrid, pero sin dejar de mirar al vampiro como si estuviera realmente jugando a aquel juego- Será nuestro juguete esta noche.
-¿Nuestro juguete? –Enarcó una ceja sin creerse todavía aquello- La Madam no me dijo nada acerca de otra persona.
-Sorpresa –me separé de Astrid pasando un dedo por su cuello de forma juguetona- Quieta, sumisa –le ordené para seguir aparentando y me acerqué al vampiro- Quería que fuera una sorpresa, por supuesto, no os costará nada porque ella está en proceso de aprendizaje pero… quiero que vea a su ama en pleno juego, y créame, nada mejor que observar en directo para aprender, y nuestro juego puede ser muy divertido –mí pecho tocó el suyo y sentí la risa del vampiro en mí propio cuerpo- ¿Qué me dices, jugamos los tres? –me miró durante unos segundos, luego pasó a mirar a Astrid, y de vuelta a mis ojos.
-Juguemos los tres. ¿Vais a dominarme, señorita Zahir? –reí terminando la copa y dejándola en la mesilla, aferré su camisa con fuerza y lo moví sintiendo que si no quisiera que lo moviera no se dejaría, hasta dejarlo delante de la cama.
-Ya he comenzado, Matthew –lo empujé haciendo que cayera en la cama y me quité la bata para aplacar cualquier atisbo de duda, notando cómo recorría mí cuerpo- Ahora, mando yo.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Lun Ago 22, 2016 9:15 pm

Sumisa. La sola mención me insta a oponerme y sin embargo, mantengo el silencio ante la decisión de Naitiri. En cuanto la puerta se abre es ella quien toma las riendas de la situación, se transforma y demuestra su destreza camaleónica con solo un pestañeo, sus caderas se contonean en dirección al recién llegado y consigue hipnotizarlo. El solo hecho de estar en la misma habitación que un vampiro me tensa por completo ya que lo único que siento son mis manos arder en busca de mis armas. Detengo todos mis pensamientos, mi pulso, mi preocupación, olvido todas las cosas que me mantienen presa y respiro. Comprobar la facilidad con la que Naitiri se desenvuelve hace que todo parezca más sencillo de lo que en realidad es, sus gestos son pausados y naturales, en ella todo es sexual. Tanto que sólo ha posado una mano sobre el pecho de su cliente y éste ya se relame de deseo. Mi amiga está en su propio territorio y ya me gustaría a mí haberme cruzado con este vampiro en mi terreno, no habríamos dejado espacio para las presentaciones. Reprimo un suspiro frustrado y me dispongo a entrar en acción. Decido que lo más sencillo es jugar con mi pelo mientras contemplo lo que transcurre ante mi, cuando la mirada inquisitiva del vampiro se posa sobre mi un rayo de suspicacia lo recorre, parece sorprendido de encontrarme aunque ambos sabemos que ya se había percatado de mi presencia incluso antes de traspasar el umbral de la puerta. Mantengo la mirada lo justo y necesario, un pestañeo hacia el suelo me da el toque tímido ideal mientras sonrío traviesa, aunque no puedo evitar volver mi mirada a la suya. Es todo lo que se espera de alguien de su condición, la belleza característica en sus rostros sin vida, el aura atrayente... todo un reclamo para las jóvenes, un premio para aquellas que logren captar su atención. Naitiri hace acto de presencia y rompe el hilo que se ha entretejido entre nosotros, le ofrece una copa y se coloca tras de mi. Para mi no hay champán, la sumisa tiene que ganarse el trago. A parte de una experta en seducción mi amiga también es una embaucadora, me está vendiendo como si de una joya se tratase totalmente segura de que él picará el anzuelo, toma mi rostro entre sus manos y aprieta mis mejillas, con el gesto mis labios resultan carnosos y mi rostro más inocente, yo aparto la mirada como si ello me resultase embarazoso. Ya lo he examinado suficiente, a simple vista viene desarmado y por su vestimenta podría decir que se trata de un hombre acomodado, si no de alta burguesía quizás podría pertenecer a la nobleza y, de ser así, resultará interesante averiguar cuál es su cargo y quienes están bajo su mando. Naitiri en su infinita sutileza recorre mi cuello con un dedo y en forma de leona vuelve a acercarse a él. Las facciones del vampiro que se hace llamar Matthew Wright parecen suavizarse al asimilar la tentadora oferta, la que hace un momento era mi encantadora amiga se encarga de poner orden a los deseos no dichos de su presa. Empieza el juego.

Observar a Nai de esta manera resulta chocante, si es cierto que en nuestras infinitas tardes de visitas mutuas compartimos muchas cosas, entre nuestras conversaciones siempre hubo espacio para lo pícaro, para sus experiencias y, ya que ella no suele omitir detalles, nunca fue difícil hacerse una imagen mental de sus aventuras. Todo sea dicho, nada tiene que ver, Naitiri se ha transformado en alguien totalmente ajeno a mis ojos, su tono de voz resulta más agudo y suave que de costumbre, imperiosa en sus modos y devastadora con su semidesnudez. Me dejo llevar por la confianza que insisto en tener en ella ante esta situación y la dejo hacer, me obligo a olvidar que estoy armada y permanezco en mi lugar ya que según lo acordado solo soy una aprendiz, una sumisa sin voz ni voto. Mientras Naitiri tienta a su cliente y le regala caricias sin reparar en el decoro yo sopeso las posibilidades de huída en caso de que el plan salga peor de lo esperado. Al alzar la vista descubro al vampiro con el torso descubierto y las manos de Naitiri sobre él, sería tan sencillo acercarme ahora y clavar la estaca... Debo ser paciente. Él repara en mí, me observa lascivo esperando una respuesta por mi parte, yo miro a Naitiri dando a entender que quien manda es ella. El vampiro susurra algo y es entonces cuando ella me hace una seña para acercarme hasta el lecho, me quedo al borde de las sábanas esperando indicaciones. Los ojos de él no se apartan de mi cuerpo y sé qué ve en mi, lujuria, inocencia, sangre.


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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Ago 22, 2016 9:18 pm

Todo el plan que había elaborado estaba dando sus frutos, el vampiro se estaba centrando en mí que era lo realmente importante y estaba dejando a Astrid en un segundo plano para que él no fuera a tocarla ni a hacerle nada. Esperaba que entendiera que, por mí sumisa, quería decir exactamente eso: mía. Si él tenía la más mínima intención de tocarla no se lo iba a dejar tan fácilmente y, dado que era un hombre que le gustaba que lo dominaran, iba a usar eso en mí favor. Como le acababa de decir tras darle un leve empujón y tumbarlo en la cama la que mandaba ahora era yo, la que tenía el poder era yo. No él.

Cosa que le quedó algo clara porque me miró mordiéndose el labio inferior mientras veía también que sus ojos se dirigían hacia As que, tras un gesto mío, se había acercado al borde de la cama y se había quedado ahí; callada, quieta y observando como una buena sumisa. Sonreí de lado porque todo estaba saliendo a pedir de boca y me alegraba bastante que así fuera, de momento, no teníamos ningún problema y la situación marchaba bastante bien. Tenía al vampiro tumbado en la cama, yo delante de él y Astrid a los pies de la cama observando.
Reí entre dientes divertida por la situación metiéndome en mí papel, me subí a la cama, y comencé a reptar por su cuerpo hasta llegar a su rostro, sus manos no tardaron en posarse en mis caderas y aferrarme con fuerza mientras yo me sentaba en su estómago y enarcaba una ceja ante su descaro. Le di un manotazo a una de sus manos y le miré algo seria, como si hubiera hecho algo mal… y había hecho algo mal. Yo mandaba, yo dictaba y eso era algo que él debía de saber desde el momento en que se lo había dicho. Negué con la cabeza por ello.



-Mal, mal mal… Matthew –chasqueé la lengua- Creo haber dicho que aquí mandaba yo, y en ningún momento te he dicho que puedas tocarme ¿no es así? –Aparté sus manos de mis caderas y sonreí de forma traviesa- Chico malo, tendré que castigarte por ello –iba a hacerlo de todas formas, pero me había dado una excusa muy buena para comenzar a atarlo como tenía pensado hacer más adelante.
-Pero si apenas… -le chisté poniendo uno de mis dedos en sus labios y volví a negar con la cabeza.
-No te he dado permiso para que hables. Mí sumisa, incluso siendo una aprendiz, se comporta mejor que tú –él gruño por ello, más bien, por el hecho de haber echo esa simple comparación- ¿Has entendido cuál es tú papel? Asiente si lo has entendido –ordené metiéndome en mí papel de dominante siendo él el sumiso. Asintió sin dejar de observarme y sonreí para inclinarme- Buen chico, sigue así y nos lo pasaremos muy bien –al decir “muy bien” moví mí cadera para que se rozara con su sexo, haciendo que él soltara un jadeo, y lamí sus labios con mis manos apoyadas en su pecho. Al separar mí rostro él lo inclinó buscando mis labios y, como no le había dado esa orden, le di un leve golpe en su mejilla apartando su rostro y volviendo a imponerme sobre él- No te he dicho que puedas besarme –él siseó y por un breve segundo pensé que me había pasado, pero al arquear su cadera contra la mía, mirándome de aquella forma, supe que no era así.
-Lo siento, ama –reí cogiendo su rostro con una de mis manos y esta vez sí fui yo quien decidió besarlo durante unos segundos sintiendo su cadera volver a elevarse buscando mí sexo, mostrando sus ganas y dándome a entender que no sospechaba nada, que todo era parte de aquel juego. Me separé y lo observé unos segundos aún con mí mano cogiendo su rostro con fuerza por la barbilla.
-Ahora eres mío, tú cuerpo es mío y tú placer también. Acata mis órdenes y será la mejor noche de tú vida –mis palabras sonaban totalmente creíbles, había hecho un par de sesiones donde yo dominaba al hombre y sabía qué debía hacer en todo momento- Sumisa –la llamé para que me escuchara- Saca la cuerda que hay en ese cajón, tengo que castigar a este sumiso –mí mirada no se apartó de él en ningún momento y mí sonrisa ladeada dejaba mucho que desear. Él me miró con la mirada brillando por la anticipación de lo que iba a hacerle y volví a separarme- Camisa fuera –le ordené mientras Astrid traía las cuerdas que había pedido y yo observaba como se la quitaba y caía por algún lado, en ese momento llegó Astrid y cogí la cuerda que traía en las manos para luego darle una caricia en su rostro- Buena chica, vuelve a tú sitio –dejé la cuerda sobre el estómago del vampiro y sonreí cogiéndola en mis manos y tirando de ambos lados tensándola, como si me estuviera pensando lo que iba a hacerleManos arriba, ahora –mí orden fue imperativa y tras un segundo sus manos ya estaban sobre su cabeza, me incliné para atarle las manos a los barrotes que había en el cabezal y recorrí sus brazos con mis dedos hasta volver a su pecho, sentada de nuevo sobre él. Ya estaba desnudo de cintura para arriba así que quedaba quitarle los pantalones, me moví bajando por su cuerpo y comencé a quitarle la hebilla del cinturón para pasar a desabrocharle el botón y bajarle un poco el pantalón. Mí mano acarició de forma sutil su miembro y su respuesta no tardó al mover su cadera, hecho que me hizo sonreír, me bajé de la cama, le quité las botas y terminé por quitarle los pantalones. Ahora estaba semidesnudo y Astrid podría herirle mejor llegado el momento, subí a la cama y me senté sobre su sexo observándolo, dibujando figuras en su pecho imaginarias- Y ahora, ¿qué castigo debería de imponerte? ¿Dolor, quizás? –él se mordió el labio, ¿le iba también el dolor? Costaría infligirle dolor así por que sí a un vampiro- ¿Abstinencia, tal vez? –frunció el ceño en desacuerdo por ello y sonreí divertida… ya sabía lo que iba a hacer- Iba a dejarte jugar pero, por ser malo, te voy a prohibir poder jugar –me levanté de la cama y cogí a Astrid que estaba cerca de mí por la cintura- He visto como la mirabas y pensabas que ibas a jugar también con ella, ¿no es así, sumiso? –le hice una pregunta mirándole, sus ojos estaban fijos en Astrid y pasaban también a mirarme a mí.
-Sí, ama –sonreí por ello.
-Y quieres jugar con ella, ¿verdad? –volví a preguntar consciente de lo que iba a hacer.
-Sí, ama –volvió a repetir mordiéndose el labio y reí colocándome detrás de Astrid unos segundos, pasando mí nariz por su cuello en una caricia lenta y sentida al mismo tiempo, dejé un beso bajo su oreja y miré al vampiro.
-Pues no lo vas a tener –afirmé frustrándole todas esperanzas- La que va a jugar con ella, voy a ser yo. Observa bien, sumiso, y mira cómo juego con ella –le ordené antes de moverme colocándonos a ambas quedando de perfil a él para que lo viera con total claridad, giré a Astrid para que me mirara, le sonreí mirándola a los ojos como si quisiera decirle que confiara en mí y… la besé.

Mis manos aferraron su rostro con sutileza y mis labios se movieron sobre los suyos marcando el ritmo del beso mientras el vampiro solo podía mirarnos tal y como le había ordenado que hiciera, una de mis manos bajó por su costado hasta llegar a su cintura y la pegué a mí cuerpo sin dejar de besarla. Separé mis labios de los suyos y comencé a dejar un camino de besos y pequeños mordiscos hacia su oreja, para luego bajar por su cuello y su clavícula. La mano que quedaba en su rostro comenzó a bajar perfilando todo su costado hasta llegar a su pecho, dejándolo sobre el, y comenzar a acariciarlo sobre la tela. La mano que estaba en su cadera bajó un poco más en dirección hacia sus nalgas y aferré una con algo de fuerza entre mí mano.

La mano sobre su pecho comenzó a moverse sobre el y mis labios subieron esta vez desde donde me dejaba su escote hasta sus labios de nuevo, volviendo a poseerlos como si fueran realmente míos. Jamás habría pensado llegar a esta situación con Astrid y no quería pasarme demasiado con ella, pero mejor tocarla yo a que la tocara él. La mano que tenía bajo su espalda subió en una caricia lenta hasta llegar a los lazos del corsé que había atado hacía un rato, dejé un mordisco en su labio inferior juguetón y la giré poniéndola de espaldas a mí. Aparté su pelo hacia un lado y comencé a besar su nuca dejando un mordisco en el lugar, después fui hacia una de sus orejas y mordí su lóbulo mientras mis manos se encargaban de desatar los lazos del corsé dejando el vestido suelto. Tenía que hacer que la parte inferior siguiera puesta o el factor sorpresa se iría al traste. Volví a girarla ya con los lazos sueltos, cogí una de sus manos, lamí uno de sus dedos dejando un mordisco en la puna, e hice que hiciera un camino descendente desde mí cuello pasando por entre mis pechos y bajar continuando hasta llegar a la prenda inferior sin llegar a tocar mí sexo, quitándola antes y soltándola.

Su espalda ahora quedaba al descubierto y mis manos la acariciaron pegándola a mí y volviendo a besarla de forma leve esta vez, mis manos pasaron por sus hombros y comencé a bajar la tela de forma despacio desnudándola, dejando besos por sus hombros mientras la tela caía y dejaba a Astrid desnuda tan sólo de cintura para arriba. Mis manos bajaron una vez sin la tela de sus hombros a su pecho y los acaricié con mis manos besando y mordiendo el cuello de ella. Miré de esa forma hacia el vampiro y nos miraba mordiéndose el labio, con las manos apretadas con fuerzas y una más que evidente erección bajo su ropa interior. Sonreí y seguí masajeando sus pechos con mis manos de forma leve recorriendo su contorno, para luego pasar a sus pezones y darles un leve pellizco entre tantas caricias centrándome de nuevo en ella.

Me separé lo justo para mirarla a los ojos, coger su mano y llevarla hasta la cama donde le dije que se tumbara boca arriba, me subí sobre ella y esa vez hice un camino descendente con mis labios hasta tomar uno de sus pechos con mí boca. La otra mano se encargó del otro pecho acariciándolo mientras mí lengua recorría su pecho y su contorno, jugaba con su pezón y dejaba un leve pero sensual mordisco en este sin hacerle daño, con la única intención de que ella disfrutara aunque supiera que debía de resultarle duro y extraño. Pese a eso estaba respondiendo bastante bien a mis caricias y eso me envalentonó aún más, pasé a lamer, chupar y morder su otro pecho y la mano bajó por su costado hasta su cadera, bajó aún más y recorrió una de sus piernas que era la que tenía las fundas por encima del vestido y la subí de forma lenta hasta llegar a su sexo, acariciándolo sobre la tela. Me tomé mí tiempo en acariciar sus pechos con mí boca y mis manos como si estuviera haciendo una exploración de su cuerpo y quisiea aprendérmelo. Mí lengua se movía sobre su pezón y mí mano se encargaba de recorrer el contorno del otro pecho. Variaba el ritmo y la intensidad a mí placer, pero en todo momento, siendo consciente de sus reacciones a mis actos. Apresé su pezón entre mis dientes y di un leve tirón, mí otra mano abarcaba su pecho y la otra dejaba leves caricias sobre su sexo, no podía dejar que se notaran las armas y debía de dejarle el vestido puesto por esa misma razón.

Sus manos las quise dejar libres en todo momento confiriéndole cierta libertad en ese sentido, aunque esperaba que ella también me siguiera el juego y me tocara de la manera en la que se atreviera… seguramente el vampiro se fijaría en su cierta “torpeza” y todo quedaría más cierto de que quería enseñarla. Mí boca se encargaba de uno de sus pechos, mí mano de su sexo aún sobre la tela y la otra jugaba con el pecho libre que quedaba. No había ninguna parte de Astrid que no me encargara de recorrer con mis manos. Cuando mí boca abandonó su pecho dejé un camino descendente hasta lo que me dejaba el vestido, mordí su vientre y volví a subir deshaciendo el mismo camino hasta sus labios. Me senté sobre ella y comencé a moverme como si estuviera en pleno acto de forma lenta, sus manos las llevé a mis pechos y las mías las dejé sobre las de ella. Mí cadera se movía en movimientos círculares, lentos, sentada sobre ella y mí vista fue de nuevo al vampiro que nos miraba embelesado por ver a dos mujeres en aquella tesitura. Reí y eché mí cabeza hacia atrás soltando un gemido entre la risa, para volver a mirarle.



-Mí sumisa aprende rápido, y si eres igual de listo que ella, te dejaré hacer mucho más que solamente mirar –miré su miembro- Aunque veo que eso también te excita –sonreí de lado, cogí las manos de Astrid entre las mías y las dejé en mí cintura mientras seguía moviéndome y me incliné para besarla de nuevo con mis manos de vuelta a sus pechos.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Lun Ago 22, 2016 9:22 pm

Cuando Naitiri me besa todo pierde el sentido. Sus labios acarician los míos y transmiten la seguridad que a mi me falta, ni siquiera sabía que ésto podría pasar ya que pensé que yo me limitaría a ver, oír y callar mientras esperaba el momento adecuado para atacar. Sin embargo, me encuentro en una situación en la que jamás me habría imaginado, mi mejor amiga se ha apoderado de mi boca y crea con sus manos caminos sobre mi cuerpo. Nuestras miradas no se vuelven a cruzar y quizás es buena señal, si Naitiri posase sus ojos en los míos no sé qué encontraría, estoy tan descolocada que el papel de aprendiz me viene perfecto, casi no puedo dar crédito a lo que ocurre. Guardo silencio y reprimo un escalofrío mientras sus besos recorren mi cuello, tienta al vampiro de tal manera que todo parece muy real, por un momento nuestro plan parece lejano y me concentro para mantener la cordura. Todo habría sido más sencillo a mi manera. Siento la mirada ansiosa de él sobre nosotras y casi puede palparse la necesidad en el gemido frustrado que deja escapar, todo su ser desea tener sus labios sobre mi cuello y sus manos en mi pecho, sin embargo son las de Naitiri las que me recorren. Atado como está solo es capaz de observar y, aunque ambos sabemos que solo finge debilidad, que ese agarre no es nada, se contiene y deleita con lo que tiene delante. Por un momento tengo que sujetarme a ella para no caer, me siento mareada y confusa, mantengo mis manos sobre sus caderas y procuro respirar ya que por un instante incluso estoy a punto de hacerla parar, detener esta locura, pero ella está decidida a terminar lo que ha empezado. Colocándome de frente al vampiro, desata el corsé de mi vestido y lentamente desliza sus manos para dejar la piel de mi pecho al descubierto, la tela roza mis pezones y son sus manos lo que ocupan su lugar. Mi boca, antes cerrada por los nervios, se entreabre intentando recuperar el aire que me falta. Esto no es real. Cuando Naitiri pellizca una de mis erizados pezones un leve quejido se escapa de mis labios haciendo que él se mueva ansioso y se muerda el labio, yo solo puedo mantener la mirada en mis manos presa de la mayor de las inseguridades, siento frío y en la estancia la temperatura no hace más que subir. Me muerde el labio y el gesto se me antoja familiar, me he convertido en una marioneta y todo transcurre en tercera persona, no me siento parte de lo que ocurre y, a la vez, las caricias de Naitiri no me permiten evadirme. Sin ser consciente me encuentro en la cama con ella sobre mi, centra toda su sensualidad en mi cuerpo con tal de complacer a su cliente, Naitiri me devora, toma las partes descubiertas de mi cuerpo con su boca, lame, pellizca, muerde en un frenesí ardiente con su lengua. Siento un mordisco en el pezón y para mi desgracia un gemido profundo se atraganta en mi garganta, giro el rostro en dirección al vampiro y su ojos me devoran de otra manera, su cuerpo se debate entre el deseo y la fingida paciencia, se relame los labios y su mirada vuelve hacia las caricias que Naitiri me profesa. Una de mis manos apresa la suya sobre mi pecho, siento que voy a explotar, y esto hace que sus caricias se intensifiquen hasta que, al notar sus dedos allí donde nadie jamás me ha tocado me tenso. Él no parece ser consciente del debate en el que me encuentro de hecho parece que solo trato de contenerme cuando realmente lo que necesito es espacio. No puedo evitar gemir, lucho por controlar mis jadeos pero es un esfuerzo en vano, Naitiri se sienta sobre mi y sus caderas y todo su sexo acaricia el mío, la fina tela de mi vestido facilita el movimiento. Encuentro mis manos sobre sus pecho y como siguiendo las plegarias del vampiro tiro de la tela de su conjunto y éstos quedan al descubierto. De mujer a mujer, tiene un cuerpo precioso, todo en ella son curvas y volumen. Los movimientos se tornan más rápidos e intenso lo que me hace pensar quizás mi amiga haya olvidado para qué estamos aquí esta noche, la observo disfrutar y gemir mientras los jadeos de él se mezclan con los suyos en una plegaria.

-Mi ama-dice el vampiro en un murmuro gutural-Soltadme os lo suplico-tensa la cuerda de sus manos y el cabezal de lecho tiembla-Necesito probarla…

Los pelos se me ponen de punta con la sola idea de tenerlo sobre mi, de sentir su lengua y sus colmillos por mi cuerpo, esto se está descontrolando. Naitiri niega con la cabeza y vuelve a besarme sin apartar la mirada de él, su mano ha vuelto a bajar hacia mi sexo y los movimientos de sus caderas intensifican las caricias, me tapo la boca para evitar cualquier sonido indecente, necesito concentrarme, necesito cordura.

-Mi ama…-y es entonces cuando se suelta. Toma a Naitiri por el cuello y la obliga a tumbarse a mi lado, se coloca sobre ella y coloca sus manos sobre la cabeza. Todas mis alertas se encienden y procuro mantener la calma mientras me incorporo un tanto sobre la cama, él devora la boca de mi amiga y pronto se percata de mi mirada-Tú, bésala-tardo un segundo en reaccionar y pronto me acerco a ella, mi mirada lo dice todo y no hacen falta palabras para decirle a Naitiri que el plan se está distorsionando, comienzo a besarla mientras sigo las indicaciones del vampiro, quiere que la muerda, lama sus pezones y juegue con su pecho. En cuanto desciendo hasta su cuello no me detengo y lo muerdo en un claro reto, es entonces cuando miro a mi presa. Él comienza a besar con ansia los pechos de Naitiri y crea un recorrido descendiente con su lengua hasta el borde de su ropa interior. Me he cansado de actuar. Pellizco un pezón de Naitiri haciendo que gima de forma inesperada lo que hace que él se concentre más en lo que hay entre sus piernas, ya con la estaca en la mano y sin tiempo para más rodeos, la clavo en su espalda atravesando el corazón. O al menos, eso creo, porque el grito desgarrado que profiere hace que se arquee de dolor. Naitiri le da una patada y hace que el vampiro caiga a los pies de la capa en un golpe seco, las copas estallan en el suelo, ante esto ambas cruzamos una mirada rápida. Me incorporo y desato el enganche del látigo que se desenrolla y cae cuan largo, aprieto el mango y con un leve movimiento lo hago estallar sobre el marqué.

-Se acabó el espectáculo, será mejor que te marches-mi voz suena inesperadamente furiosa, mi pecho sube y baja fuera de control. No puedo dejar que Naitiri vea lo que va a ocurrir a continuación-Cierra la puerta con llave cuando salgas y…-lo que acontece corta mis palabras, el chupasangre gruñe y en su agonía sujeta con sus garras el tobillo de mi amiga pero, antes de que pueda arrastrarla consigo, el extremo de mi látigo se enrolla sobre su cuello y lo hace retroceder y retorcerse sobre la alfombra. La estaca aún está clavada en su espalda y estoy segura de que si tan solo pudiese terminar de incrustarla todo acabaría-¡Maldita sea! ¡Lárgate Naitiri!-creo tensión en el látigo tirando de nuevo y el grito ahogado del vampiro me indica que, al menos, está sufriendo. No sé cómo, pero consigue ponerse en pie y en vez de intentar soltarse decide avanzar hacia mi. Vampiro listo. Agito la mano creando latigazos que desembocan en su cuello, lo que hace que su avance sea más costoso, finalmente consigo hacerme con mi daga preparada para lo peor. Es entonces cuando, a menos de un metro de mi, su cuerpo se tensa gira el rostro en dirección a Naitiri. No puedo creer lo que ha hecho.


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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Ago 22, 2016 9:24 pm

Todo aquel juego estaba surtiendo su efecto con resultados claramente a la vista, mí mirada se dirigió por unos instantes al vampiro mientras mí cadera seguía moviéndose sobre la de As, creando círculos en ellas, una de mis manos había bajado de nuevo a su sexo y la otra la había dejado en uno de sus pechos. Me alegré al notar que ella también, en un acto de valentía total, había bajado la prenda que llevaba y había dejado mis pechos al descubierto, haciendo que el vampiro gimiera de forma sonora al vernos a las dos de aquella manera, semi desnudas, y tocándonos como estábamos haciendo.

Notaba que As pese a que estaba disfrutando algo de mis caricias, pues algunos gemidos y jadeos no había podido evitar contenerlos, estaba totalmente centrada en la tarea que tenía en mente y no podía culparla. Si lo pensaba bien estaba aguantando como una campeona todo aquello, quizás otra, no habría aguantado ni la mitad. Pero estaba convencida también de que ella sabía por qué lo estaba haciendo y estaba siendo todo lo sutil que podía en un entorno como en el que estábamos, ya que ella estaba aparentando algo que no era para nada.

El vampiro en cambio estaba que ya no podía contenerse más, lo había mirado de vez en cuando mientras me centraba en As para desviar totalmente su atención y que no pensara que el plan original era matarle… que se estaba volviendo casi loco por momentos. Aparte de mirarle un par de veces y ver cómo nos miraba, cómo se fijaba en todo lo que le hacía a Astrid con mis manos y con mí boca… dejaba soltar gemidos y jadeos de pura y dura desesperación. Su más que evidente erección se notaba sin tener que fijarte demasiado y estaba convencida de que no aguantaría mucho más. Me llamó de forma suplicante y lo miré mientras me movía sobre ella de forma lenta y con sus manos en mis pechos, y negué con la cabeza, viendo cómo tiraba de la cuerda que aferraba sus manos al cabezal.

Mí vista se fijó en Astrid y la contemplé por unos segundos con una sonrisa dándole algo de ánimos por lo que estaba haciendo. Tenía los labios algo más rojos por los besos que le había dado y por los mordiscos que le había proferido, sus mejillas estaban sonrosadas y su pecho subía y bajaba con algo de rapidez. La tonalidad de sus mejillas contrastaba con su piel algo más pálida, mientras su pelo suelto ya prácticamente se extendía por la cama de fundas rojas haciendo un contraste con el color oscuro de su pelo. Estaba totalmente hermosa, sensual y sexual en aquel momento, con su piel pálida y aquellos pezones rosados erectos por mis caricias que se alzaban hacia mí. Tenía alguna que otra marca rojiza a su alrededor que con el paso de los minutos se pasarían, por mis mordiscos y mis chupetones. Había procurado no dejarle ninguna marca y así iba a ser.

Pasé uno de mis dedos por sus labios entreabiertos sintiendo su respiración entrecortada por lo que estaba haciéndole, sus manos puestas en mis pechos y me incliné para besarle cuando la segunda petición agónica del vampiro vuelve de nuevo a mis oídos. Giré mi rostro para mirarle y negarle de nuevo viendo cómo As llevaba una mano a su boca para acallar un posible gemido y, cuando quiero girar mí vista hacia el vampiro… este se ha desatado y se acerca con un brillo en los ojos hacia donde estamos. Sabía que la cuerda no podía retenerle toda la noche pero había cumplido con su función bastante rato. Sentí cómo me cogía del cuello y me ponía tumbada boca arriba en paralelo a Astrid, quedándose a mí lado.

Matthew no tarda en colocarse encima de mí y pude notar con total claridad su miembro clavándose en mí encima de mí sexo, cogió mis manos entre las suyas y las colocó encima de mí cabeza dejándome en una posición completamente de inferioridad. No sólo es más fuerte que yo, sino que su cuerpo es mucho más grande y corpulento… no necesitaría de su fuerza sobrehumana para apresarme bajo su cuerpo. Enarqué una ceja no dejándome llevar por el descontrol y el giro inesperado que aquel vampiro había dado, metida todavía en mí papel de dominante.



-No te he dado permiso para que te movieras. No eres un buen esclavo sumiso –su mirada me recorre por unos leves segundos y pude distinguir el brillo abrumador del deseo y de la pura lujuria. Estaba ebrio de lujuria y quería desintoxicarse con mí cuerpo, su leve movimiento de cadera me demostró lo que realmente quería y que seguramente haría en los próximos minutos si no poníamos remedio.
-Ahora mando yo –y antes de que pudiera replicarle sus labios buscaron los míos y me besaron con ferocidad, devorando mis labios en un beso de lo más lujurioso que en otras circunstancias habría disfrutado mucho más. Con mis manos apresadas bajo las suyas poco puedo hacer más que dejarme devorar por aquel vampiro que se imponía sobre mí. Busqué en ese momento la mirada de Astrid fija en nosotros y, al parecer, el vampiro también se había percatado de que nos estaba mirando porque paró de besarme y se giró para mirarla- Tú, bésala –la orden no deja término a réplica ninguna. Astrid pareció dudar un segundo pero finalmente acabó por acercarse a donde estaba y me besó como había pedido aquel vampiro.

De nuevo sus labios sobre los míos pero esta vez siendo ella quien iniciaba el beso y quien lo controlaba en ese sentido. El vampiro no paró de decirle qué era exactamente lo que tenía que hacerle mientras una de sus manos soltó la mía y comenzó a recorrer mí costado sin detenerse hasta que llegó a mí pierna, que acarició de forma lenta para luego volver a subir por ella hasta dejar la mano en mí cadera. Astrid se separó de mis labios y comenzó a bajar por mí cuello en el que se atrevió a dejar un mordisco, en un claro reto hacia él por lo que le había pedido, haciendo que soltara un leve jadeo.

Él ya había comenzado a besar y morder mis pechos casi con ansiedad, su mano recorría uno de mis pechos mientras su boca se encargaba de morder, lamer y chupar el otro. El otro pecho corre la misma suerte que el primero y comenzó a hacer lo mismo, pero pronto lo abandonó para dejar un camino descendente por mí cuerpo hasta llegar casi a mí sexo. Una de sus manos la cuela con rapidez hacia mí sexo haciendo que levantara mí cadera por aquello mientras su boca jugaba con la tela de mí ropa interior. Sentí un pellizco en mí pecho por parte de Astrid que me hizo gemir afianzando el agarre de su mano en mí cintura y haciendo que la otra rozara mí clítoris más enfebrecido y completamente centrado en su tarea.

Y no hay tiempo para más, ahora era el momento oportuno para que Astrid moviera su ficha y la veo sacar la estaca que llevaba guardada en su muslo sin que siquiera el vampiro se diera cuenta. De un movimiento rápido y certero clavó la estaca en la espalda del vampiro que gritó de dolor, de un dolor desgarrador y atroz, que cambió y desfiguró su cara por completo haciendo que me soltara por completo y me dejara mucho más espacio. No perdí el tiempo y le propiné una patada en su pecho tirándolo de la cama y liberándonos mucho más a ambas. Al caer de la cama el vampiro golpeó la mesilla donde estaban las copas y estas estallan contra el suelo rompiéndose. Ambas nos miramos y sobran las palabras; es momento de que ahora haga lo que ella dicte. Ella manda.

La observo incorporarse de la cama y desenfundar el látigo plateado que cayó al suelo cuan largo era apresado por mí amiga por el mango, lo hace resonar contra el parqué y parece que el ambiente cambió de golpe. Verla de esa manera hizo que me mordiera el labio, era la primera vez que veía la actitud tan desafiante y amenazante de Astrid y me tiene algo descolocada pero, al mismo tiempo, la veo segura en sus movimientos y en su determinación. Ella sabe lo que tiene que hacer y yo solamente soy una mera espectadora de todo aquello.

Todavía sigo en la cama aunque ya incorporada y sus palabras iban dirigidas hacia mí, sabía que me estaba diciendo que me largara en aquel preciso momento aunque estuviera al lado de la cama, de pie. Además, ¿qué ayuda podría ofrecerle por mí parte? Ninguna, no tenía ni la más mínima idea de qué hacer en una situación como esa. Su tono es de rabia y de furia, su pecho sube y baja con rapidez y sabía que me estaba pidiendo, lo mejor que podía, que me largara y la dejara a ella sola. Pero tampoco podía hacerlo, no la iba a abandonar con aquel vampiro en aquella habitación. Fui a responderle algo por sus palabras cuando, de forma inesperada, sentí la mano del vampiro sobre mí tobillo clavando sus uñas con fuerza en mí carne, gemí por el dolor de tenerme presa, y sentí como de un simple tirón intentaba llevarme hasta él bajándome de la cama.

Me agarré de forma inútil a las sábanas pero no fue eso lo que lo paró, sino el hecho de que mí amiga de forma rápida había llevado el látigo en dirección hacia él y lo tenía preso por el cuello. Me levanté de la cama poniendo distancia entre ellos dos para que él no volviera a cogerme y pude ver como se levantó aún con el látigo enrollado a su cuello, con una mueca de dolor. Comenzó a acercarse a Astrid a paso lento porque mí amiga agitaba su látigo plateado que estallaba en su cuello haciendo más lento el avance del vampiro. Vi que tenía preparada una daga para que se acercara, y sentí un miedo horrible. Como aquel vampiro lograra pillara… ambas acabaríamos muertas.

Ni siquiera pensé en lo que estaba haciendo, ni siquiera me di cuenta de que había actuado sin pensar hasta que no me di cuenta realmente. Solté un quejido de dolor y miré cómo mí mano sangraba por el corte que tenía hecho, cayendo la sangre al suelo de forma continua. Había cogido uno de los cristales rotos de una de las copas que contenía champán y me había hecho un corte en la palma de la mano, que sangraba, y que había atraído la atención del vampiro completamente hacia mí. Su mirada se desvió de forma rápida y sus ojos se tornaron del mismo color de la sangre; rojos. Su mirada estaba puesta en mí y pasando completamente de Astrid comenzó a acercarse hacía mí, gruñendo, y mostrando sus afilados colmillos con los que pretendía acabar con mí vida. Miré a Astrid un segundo, con un lo siento en mis ojos por no haberle hecho caso, y mi atención se centró en el vampiro de nuevo. Sentía sus ganas de hincarme sus colmillos, se había puesto completamente rígido y se estaba olvidando hasta del látigo que llevaba al cuello. Solo le importaba y le movía una cosa; mí sangre.


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Mensaje por Astrid J. Bergès Lun Ago 22, 2016 9:26 pm

La sola visión de la sangre me pone enferma ya que es lo menos que necesitaba ahora. Solo deseo correr hacia Naitiri y protegerla con mi cuerpo, limpiar la sangre de su herida y sacarla de aquí. Pero la realidad es bien distinta, nos ha sentenciado.Si bien es cierto que el vampiro ya no se centra en mi, todas sus ansias se dirigen hacia ella y el goteo carmesí de su muñeca. El vampiro se ha transformado, si antes atacaba para defenderse ahora es la sed de sangre lo que lo ha poseído y nos amenaza con hacerse con todo el control. Mis ojos buscan por un instante los de Naitiri y veo en ella la súplica del perdón, ha roto nuestra promesa y lo sabe, sus intenciones claramente son buenas y sin embargo todo ha empeorado. Él comienza a arrastrarse hacia ella y yo procuro detener su avance tirando del látigo y soy muy consciente de que si mi presa estuviese en plena forma ya me habría lanzado por los aires en estas circunstancias, de no ser por la estaca clavada en su espalda a centímetros de atravesar su putrefacto corazón, ya estaríamos perdidas. Piensa rápido, piensa rápido.

Con un último movimiento tiro de nuevo del extremo del látigo y el cuello del vampiro se estira hacia atrás es gesto de dolor, sus garras arañando el colchón y las sábanas se hacen jirones, medio metro lo separa de Naitiri. Sin controlar mis actos lanzo la daga y ésta atraviesa el talón. El jadeo agudo casi rompe los cristales, aprovecho el instante para tirar de nuevo y lo desequilibro, lo arriesgo todo cuando corro hacia ellos y la tensión del látigo se pierde, antes de que pueda reaccionar me lanzo sobre él y con todas mis fuerzas golpeo el extremo saliente de la estaca haciendo que ésta atraviese su pecho machacando su corazón. Todo se detiene, es instantáneo. Las energías se escapan del cuerpo del ser en escasos segundos y su cuerpo se desploma sobre el lecho, más frío si cabe. Dentro de mi pecho tengo pirañas, no puedo respirar y me he quedado petrificada sobre él. Mis manos están impregnadas en sangre y el extremo del látigo aún está enrollado en su cuello. Miro a Naitiri comprobando que esté de una pieza y algo en sus ojos me hace querer buscarla. Está en shock y los motivos son más que obvios.

-Naitiri, di algo-mi voz suena ronca y exhausta, verla así, semidesnuda y herida me parte en dos, nada queda de la seguridad que hasta hace unos minutos poseía, las tornas han cambiado y ahora soy yo la que intenta darle ánimos. Sus ojos almendrados están perdidos y nada ni nadie podrá traerla de vuelta en este momento, solo puedo permanecer a su lado hasta que consiga la determinación para volver. Supongo que tener el cuerpo de un muerto delante de ti y a tu mejor amiga aún con la mano en el arma que lo ha matado no es una escena agradable. Suspiro más por cansancio y me incorporo, me duelen las extremidades y ahora me doy cuenta de lo tensa que he estado todo el tiempo. Tiro del látigo para apartar el cuerpo de ella y éste cae sobre el frío suelo, desenrollo la sujeción de su cuello y lanzo el arma a un lado, lejos de mi amiga. Tambien arranco la daga de su pierna- Por un momento pensé que no lo conseguiríamos-no la miro, necesita espacio. Reparo entonces en que mi pecho aún sigue descubierto y aunque podría sentirme avergonzada después de todo lo que ha pasado solo siento indiferencia. Coloco las tiras del vestido de nuevo sobre los hombros y el roce de la tela sobre mis pezones aún sonrosados me molesta, mi espalda queda al descubierto ya que no puedo atar los cordones. Todo está hecho un desastre, huele a sangre y muerte y el aroma de las velas hace que se me retuerza el estómago. Antes de proceder a deshacerme del cadáver paso por el lado de Naitiri y comienzo a envolver su mano con una tira de la sábana para parar el sangrado-Te dije que no sería fácil, siento que hayas tenido que presenciarlo- ato los extremos de la tela y poso un beso sobre su mano para infundirle fuerzas-Rompiste las reglas, pero ha sido de ayuda, gracias Nai-la cubro con la bata que llevaba cuando comenzó la treta e inspiro profundamente, me vuelvo para volver con el cuerpo de mi caza de esta noche. Aún no me puedo creer lo que ha ocurrido. Arrastro el cuerpo hasta la alfombra y lo volteo para intentar enrollarlo y al menos cubrirlo, cuando consigo taparlo en su totalidad alguien toca a la puerta. En acto reflejo recupero la daga y me pongo en pie en posición defensiva. Esperaba encontrarme con la Madamme pero jamás daré crédito a lo que ven mis ojos, todo se rompe dentro de mi sin capacidad de comprender cuando la persona que hace acto de presencia cruza su mirada con la mía.

-¿Gael?


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Mensaje por Gael Lutz Mar Ago 23, 2016 4:27 am

La conversación es agradable. Siempre lo es con Thomas cuando está lo suficientemente borracho para olvidarse de su dura y larga vida y deja de recordarme que me salvó de las fauces de la muerte y que le debo mi gratitud eterna y todo el hombre que soy ahora. El olor a alcohol inunda la habitación de la estancia de la granja y tapa el olor de la suculenta cena que nos hemos comido entre él, Xaryne, Elora y yo. Hace tiempo que nos la veía y mucho más va a hacer que no las voy a volver a ver. Se van y no me quieren decir a donde, pero no importa, hoy estoy contento. Hoy es mi cumpleaños y solo lo saben ellos.  Me hubiera gustado que aquí estuviese Jane, pero ha tenido que marchar esta noche a casa de sus tíos, no se lo he impedido, es la única familia que le queda. Dos pares de ojos se posan en mí y me abrazan y me besan antes de salir por la puerta a lomos de Zaros. Un hasta pronto es lo último que alcanzan mis labios a decir antes de verlas marchar. Miro de reojo a Thomas y le doy una palmada lo suficientemente suave como para no hacerle caer pero el viejo se tambalea.  Ruedo los ojos y vuelvo a sentarme en el sofá con el vaso de whisky, hasta que él habla y me hace conocedor de que en el burdel de Naitiri hay un vampiro y que la Madamme ha contratado a un cazador para que acabe con él esta noche y ese cazador es el tío de Jane. Hago una mueca y me termino el vaso dejándolo sobre la mesita. ¿De verdad? Tengo que ir a ver cómo van las cosas por ahí y más que todo porque estoy verdaderamente preocupado por Naitiri, no quiero que le ocurra nada pese a que ya ni siquiera nos hablamos. Y tampoco quiero que le ocurra nada al tío de Jane.

Así pues, me despido de Thomas tras coger el regalo de cumpleaños que me ha hecho, doblarlo en varias partes y guardarlo en mi abrigo, en el bolsillo interior. No puedo perderlo. Hago parar un carro y le indico la dirección del burdel, aún es pronto, tengo un buen rato de camino, para pensar y desquiciarme. ¿Habrá acabado ya el tío de Jane con el vampiro? ¿Estará Naitiri y las demás chicas bien? ¿Jane estará dormida de una vez? Espero que el tío sí que haya acabado con el vampiro, pues no llevo más armas encima que Mordekai y una de mis dagas. También espero que ninguna de las chicas haya salido herida, el tío de Jane es todo un profesional con años de experiencia, pero también es algo mayor… Muerdo mi labio y miro la lluvia golpear contra el cristal. Adaline no me ha felicitado, ni siquiera una carta, un envío de algún recadero… Nada. Treinta y un años y es el primero en el que no he estado con ella. Joder que viejo me estoy haciendo. Chasqueo la lengua cuando el cochero para en la calle del burdel, le doy el dinero requerido por sus servicios, alzo la vista a las ventanas y la puerta del burdel y suspiro. ¿Cuánto hace que no entro aquí? Juré que nunca más iba a volver, pero soy un rompe promesas como bien sabe la señorita Zahir. Cruzo la puerta y veo a la Madamme con gesto de preocupación, parece que se alegra de que sea yo el que haya venido y no Thomas, por si las moscas. ―¿Dónde está? ― Pregunto y me hace sabedor de la localización de las suites del tercer piso, la última puerta a la derecha. No sabía que hubiese un tercer piso con suites. Le guiño un ojo para darle seguridad, no quiero que monte un drama con todo esto, todo tiene que ir bien porque no se oye ningún ruido desde aquí abajo. Subo las escaleras de dos en dos para llegar antes. Enfilo el pasillo de las suites y sigo comprobando que no se oye nada, ni un gemido, ni siquiera el sonido de una mosca. ¿Qué es mejor? ¿Qué se oyese algo o que no se oiga nada?

Toco la puerta de la habitación dos veces y la abro, esperando no ser indiscreto y pillar a alguien haciendo lo que no debe en horas de trabajo, pero lo que mis ojos ven es mucho peor que lo que me hubiese imaginado. No hay ni rastro del tío de Jane, más bien tengo a la señorita Memetoenproblemasparaqueveasquevalgo con un vestido que le queda de muerte en posición de defensa, posición que quita nada más darse cuenta de que soy yo. Por otra parte tenemos a la perfecta señorita ElParaísoesalgoquenovasavolveratocarcabronmentiroso con una venda hecha con sábana en la muñeca, sangre por el suelo y el cadáver de un vampiro enrollado en una alfombra. ¿Se conocen? No sé si lo hacen o son amigas o se acaban de conocer, pero doy un paso y cierro la puerta con la espalda sin dejar de mirarlas. Jane pregunta mi nombre como si no pudiera creérselo. Miro a ambas y una sonrisa pervertida se asoma en mis labios. ―Decidme que ahora vamos a hacer un trío. Que todo esto es una broma de Thomas y la Madamme para mi cumpleaños. ― Sé que no lo es, pero prefiero seguir contento que enfadarme porque una se ha metido donde no la llamaban arriesgando su vida y la de Naitiri y la otra ha arriesgado su vida y la de Jane. Vaya pareja… Son tal para cual y por eso me gustan tanto. Soy exactamente igual que ellas.

Me quito el abrigo y lo dejo en el perchero para después acercarme a Jane primero, besarla en la frente y mirarla de arriba abajo para ver si está herida. No lo está así que todo está correcto. ―Lo has hecho bien. ― Miro al cadáver enrollado y lo pateo para cerciorarme de que está bien muerto. Me acerco después a Naitiri y lo hago expresando la preocupación y el alivio que siento al ver que está bien y que no ha sido devorada. Agarro su muñeca con firmeza para que así no se suelte y miro la venda. ―Se te va a curar, no voy a tener que apuntarte la mano. ― Quizás fuese porque he bebido alcohol antes de venir, pero no estoy para nada incómodo con ellas aquí, me siento bien y gracioso… Quizás demasiado. Si estuviera en circunstancias normales les echaría la bronca de sus vidas por no avisarme de esto, por querer jugársela así ellas dos solas, pero sé que son capaces de esto y así lo han demostrado. Ambas son fuertes, independientes y muy capaces. Me siento en la cama y sigo mirándolas a las dos, como si fuese un partido de tenis. ―No se si os habéis besado entre vosotras y ese cabrón lo ha visto y yo no. Pero si lo habéis hecho… ¿Lo podéis repetir? Quiero verlo. ― Sé que ahora mismo me van a matar y yo no dejo de reírme, me río tanto que me dejo caer en la cama y me quedo tumbado con una pierna en el suelo para no marearme por el alcohol… Pero el estar en una suite de un burdel con ellas dos, parece una de mis mejores fantasías. Quizás esto es un sueño y en realidad estoy dormido en mi cama, teniendo uno de los sueños eróticos más perfectos que uno puede llegar a tener.



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Mensaje por Naitiri Zahir Sáb Ago 27, 2016 11:18 am

En todo lo que pude pensar en aquel momento era en que aquel vampiro se acercaba hacia mí, la sangre corría del corte que me había hecho en la mano hasta acabar en un goteo continuo hasta el suelo. Su rostro había cambiado, su determinación también había cambiado… si antes lo único que estaba haciendo era defenderse; ahora iba por un objetivo en concreto. Y ese objetivo era yo, mí sangre y el beber de ella hasta dejarme seguramente seca. Era la primera vez que veía a un vampiro de aquella manera, con la mirada tan fija en mí que casi parecía que me estuviera controlando de mirarme, los colmillos completamente fuera de forma amenazante y su pose… lo decía todo. Era su presa e iba a acabar conmigo.

Poco le importaba que el látigo de Astrid estuviera en su cuello enrollado y que aquello le dificultara el poder moverse hacia mí, por mucho que Astrid tirara hacia atrás el vampiro siempre conseguía poder avanzar un poco más hacia mí. Y se acercaba, a paso lento pero cada vez ganaba un poco más de espacio que le separaba de mí. Ella intentaba por todos los medios que no me alcanzara, y por ello no fui consciente de la daga que sacó y que lanzó contra el vampiro, solamente fui consciente del grito que profirió.

Y lo que sucedió a continuación… lo presencié como si todo sucediera a cámara lenta. Ella acercándose al vampiro, corriendo hacia él, tirándose ahora que estaba boca abajo y… la vi presionar con fuerza donde había clavado antes la estaca y que no había cumplido con su cometido. Pero ahora que había hecho fuerza para empujarla más… el vampiro gritó su dolor, su cara lo decía todo mientras se deshacía entre el dolor que aquello le había provocado. Su rostro se desfiguró y a los pocos segundos cayó sin vida alguna sobre el suelo dejando de moverse.

Así que… así era como se mataba a un vampiro. Había visto cómo mataban a un vampiro pero había sido una forma muy diferente a la que había visto ahora, esta era mucho más cruel y fuerte de ver… tan fuerte, que me quedé sin moverme metida en un estado de shock al ver por primera vez como se mataba a un vampiro. En teoría yo no debería de haberlo presenciado, tendría que haber dejado sola a Astrid pero… no había podido. Ahora había visto todo y había sido demasiado para mí, las emociones eran tan fuertes y aquello había sido tan grotesco que me encontraba en un estado de shock en el que apenas fui consciente de nada.

Apenas fui consciente realmente de que ella quitaba el látigo de su cuello, quitaba también la daga y se arreglaba el vestido. Ya ni siquiera sentía el picor y el pequeño dolor en mí mano por el corte que me había hecho con el cristal… no sentía nada, no pensaba nada, tan solamente estaba en presencia en cuerpo, mí cabeza se había quedado en blanco y como si estuviera en pausa. Solo comencé a ser consciente de nuevo cuando ella se acercó y me puso una venda en la mano para parar el corte utilizando la sábana de la cama, alcé mí vista a los suyos y ni siquiera pronuncié palabra.

Parecía que ella entendía y me dejaba mí espacio cosa que agradecí enormemente porque había sido demasiado chocante para mí ver aquello, nunca me lo había imaginado y verlo había sido devastador. Quise borrar aquella imagen de mí mente aunque supe que me perseguiría en algún momento, para ese entonces Astrid había enrollado al vampiro en la alfombra y a mí me había puesto de nuevo la bata que llevaba al principio y arreglando lo que ella misma había bajado minutos atrás.

Quise decir algo, iba a decirle algo cuando la puerta sonó llamando mí atención y haciendo que Astrid se pusiera de nuevo en guardia con la daga en la mano. ¿Sería la Madam? Quizás había subido a comprobar que todo estaba en orden, quizás había oído el ruido que habíamos hecho mientras nos encarábamos con el vampiro pero, cuando la puerta se abrió, jamás llegué a pensar o a imaginar que él cruzara la puerta y se adentrara en la habitación. En cuanto entró en la habitación y cerró la puerta con la espalda las dudas me asaltaron y antes de que siquiera dijera nada… es Astrid la que pronuncia su nombre.

La miré durante unos segundos sorprendida porque lo conociera y, la forma en la que posaba sus ojos sobre él… por una parte, acallaron todas las dudas. Mí mente caviló miles de opciones de que quizás se conocieran porque ambos eran cazadores, pero sabía que había algo más en el trasfondo de todo aquello. Conocía a mí amiga demasiado bien y, aquella mirada que tenía tan descolocada decía mucho más de lo que quizá ella pudiera llegar a sospechar. En mi mente los hilos se fueron atando de forma lenta, como una sucesión de hechos. Solo se vieron interrumpidos por las palabras de Gael que me hicieron mirarlo con el ceño fruncido durante unos segundos, ¿trío? Era de locos y me mordí el labio con fuerza por lo absurdo que sonaba aquello.

Sus primeros pasos fueron hacia Astrid, quien seguía todavía en una especie de shock y bastante sorprendida y descolocada… como si le costara asimilar que Gael, precisamente él, entrara por la puerta de aquella habitación. La observó para ver que no tenía nada y el beso que dejó en su frente fue el gesto que terminó por unir todos… y me dolió. Me dolió darme cuenta de lo irónica que a veces era la vida, de todos los hombres que habían en París precisamente uno de los que ella me había hablado y por los que tenía ciertas dudas era Gael… qué ironías tenía la vida. No podía creer que tuviéramos a aquel hombre en común y menos… de aquella forma y manera.

Cierto era que ninguna de las dos habíamos dicho nombre alguno pero ahora no me hacía falta; sus gestos, la forma en la que estaba, cómo se había quedado casi en estado de shock y perpleja ante todo decía bastante. Cerré los ojos unos segundos y maldije en mí fuera interno, ¿qué probabilidades había de coincidir con el mismo hombre? Una entre un millón, y ese uno nos había tocado a nosotras. Entendí quién era también la compañera de caza de Gael… había sido difícil darme cuenta al principio cuando mencionó su segundo nombre que era Jane, con ese nombre, nunca habría pensado que se estaba refiriendo a mí mejor y única amiga.

Cuando se giró entonces para mirarme y acercarse a mí lo contemplé durante unos segundos y cuando estuvo lo suficientemente cerca quise dar un paso atrás y alejarme de él, pero fue más rápido que yo y cogió mí muñeca con fuerza para que no pudiera soltarme. Había sido listo porque su contacto me quemó y quise alejarme de él, sin embargo, sabiendo que aquello no llevaría a nada dejé que mirara mí mano con el ceño fruncido, y con la otra mano apretada con fuerza en un puño. Su comentario no me pareció para nada gracioso pese al tono que tenía. ¿Cómo no había caído en la cuenta de que la Madam le iba a pedir ayuda a Thomas? Seguramente por eso estaba él aquí… qué estúpida había sido. Un fallo que no volvería a cometer, en la vida.

Me sentí incómoda por unos momentos en aquellas circunstancias y más después de lo que acababa de descubrir. Me sentía enormemente mal al saber que ambas teníamos en común a Gael, pero no precisamente por tenerlo en común sino por lo que realmente significaba. Mis sentimientos estaban entrecortados y no quisiera ni imaginarme como debería de sentirse ella. Además, estaba el hecho de que aunque había pasado ya tiempo desde la última vez que lo había visto de nuevo volvía a encontrarlo en el burdel, esta vez por motivos muy diferentes, y verlo dolía, aunque el dolor hubiera remitido bastante algo había salido a flote.

Él sin embargo se había sentado en la cama y nos miraba pasando sus ojos de una a otra de forma constante, parecía que estaba demasiado a gusto en aquella condición cuando nosotras estábamos peor que él, y eso me enervó. ¿No le desconcertaba que nos conociéramos nosotras dos? Al parecer no, y si era consciente lo estaba pasando por alto de forma deliberada. Me estaba enervando la situación y no sabía cómo debía de actuar, probablemente Astrid no se hubiera dado cuenta de nada todavía, pero yo sí era consciente y aquello me estaba matando. Si la situación ya era… tensa, en cuanto pronunció aquellas palabras y se tumbó riéndose en la cama… terminé por estallar. La furia apareció de nuevo en mí y me recorrió por completo enervándome a más no poder, ¿qué narices se estaba creyendo? Su risa me estaba desquiciando por momentos y no aguanté más, aquello tenía que acabar de forma definitiva. Mí mano me dolió cuando la apreté para intentar calmarme y miré a Astrid por un momento, si antes estaba descolocada… tras sus palabras, lo estaba un poco más. ¿De qué iba? ¿Se pensaba que podía entrar, sentarse en la cama, soltar aquello y que me quedara callada? Ni en broma. No sabía qué iba a hacer Astrid… pero yo iba a ponerle remedio.



-¿Y por qué no? Podemos seguir lo que hemos empezado con el vampiro –mí voz había cambiado totalmente, de nuevo volví a meterme en un papel como si no me costara nada cuando por dentro ardía de la rabia. Sentí la mirada de Astrid más descolocada aún en mí, le dediqué una pequeña sonrisa y me acerqué hasta donde estaba Gael y me senté a su lado de forma coqueta, mirándolo de forma fija con una sonrisa por primera vez desde que entró en la estancia- Es tú cumpleaños, ¿no es así? Se puede hacer una excepción, adonis –mí voz es más suave y sensual, sonreí de forma provocativa y subí una mano por su pecho observando el colgante que no le había visto llevarlo puesto hasta ahora- Me alegro que lo lleves puesto y que te quede bien, tuve mis dudas cuando te lo di. Feliz cumpleaños –antes de que pudiera responderme nada me incliné para juntar mis labios a los suyos, el sabor del alcohol es lo primero que noté y evité poner alguna mueca por ello, me centré solamente en sus labios y cuando me siguió el juego con la mano del corte le quité el colgante del pecho, me alejé de él y… volví a propinarle un guantazo. Me levanté de la cama alejándome de él todavía con Mordekai en mí mano y lo miré tumbado en la cama, se iba a enfadar, pero me importaba muy poco- ¿Qué narices crees que estás haciendo? ¿Piensas que puedes jugar con nosotras como te de la real gana? No te lo pienso consentir, mucho menos con ella –me posicioné al lado de Astrid y la miré unos segundos mordiéndome el labio, maldición, todo se tornaba por completo en nuestra contra.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Jue Sep 22, 2016 5:28 pm

No puedo respirar. Tal es mi sorpresa al descubrir a Gael entrando por la puerta que me bloqueo, todos mis pensamientos vuelan de pronto y no se me ocurre qué podría decir para cerciorarme de que es real más que su nombre. Mis gesto se tuerce y la presión que ejerzo sobre el mango del látigo se hace más fuerte. ¿Qué hace aquí? Pregunta una voz en mi cabeza. ¿Vas a fingir que no lo sabes? Increpa otra. Intento mantener la calma y no explotar en una sarta de preguntas, mi pecho sube y baja descontrolado y, cuando él se acerca a mi y siento su tacto en mi frente, mantengo la respiración. ¿Y si esto no es más que una ilusión? ¿Y si el vampiro, aún desde la muerte, está jugando con mi mente? Me muerdo el labio ante sus palabras y lo veo separarse de mi, su aparente tranquilidad solo es un atisbo de la tormenta que está por estallar. Quisiera salir corriendo y evitar todo lo que esta noche voy a descubrir. La forma en la que se acerca a Naitiri, sin guardar las distancias o la cortesía, me hace dudar. Si su actitud ya resulta chocante, sus palabras rebasan mi incredulidad y espero haber oído mal porque jamás pensé que tal tonterías pudieran salir de sus labios. Frunzo el ceño mientras me giro hacia él lentamente aún con el látigo en la mano y la sangre resbalando por éste.

Mis ojos se posan en Naitiri intentando encontrar en sus pupilas las respuestas que tanto ansío conocer, unas que, por su mirada, no serán de mi agrado. Naitiri es transparente para mi y sin tener que decirme nada comprendo que ella también está sufriendo su lucha interna, quisiera correr hacia ella y refugiarme porque en este momento, con Gael entre ambas, me siento totalmente perdida. ¿Habrá comprendido mi amiga que es él el hombre del que le hablaba? Porque yo sí tengo claro que Gael es su Adonis. Una punzada me atraviesa el pecho como un dardo, la incertidumbre se mezcla con la risa ebria de Gael, un sonido que no reconozco. ¿Frecuenta este lugar cuando bebe demasiado? ¿Gael es de esa clase de hombres? Intento poner orden a mis pensamientos y, cuando voy a replicar por su comentario tan fuera de lugar, Naitiri se adelanta y toma las riendas de la situación. Como un camaleón su postura cambia y en su rostro se dibuja una sonrisa, es casi tan real que tengo que contenerme para no interponerme cuando ella se pone encima de él. Sus labios se juntan de tal forma que pondría la mano en el fuego asegurando que no es la primera vez que se rozan. Esos labios se conocen, esas pieles se adhieren a la otra, sus cuerpos reconocen al ajeno. Naitiri ha besado mil noches los labios que yo anhelo. Tengo que apartar la mirada para controlar la extraña e irreconocible sensación que me recorre, solo quiero hacer arder la habitación con ellos dentro. Me muerdo el labio tan fuerte que siento la sangre brotar, no lo comprendo, no me comprendo. ¿Por qué, de entre todas las personas de esta vida, tenían que ser ellos? Cuando mis ojos vuelven a posarse en Gael y Naitiri, el beso aún se prolonga, ella lo felicita de forma melosa y hace referencia a Mordekai, lo cual me hace pensar que mi amiga está mas enterada del mundo sobrenatural de lo que esperaba. De pronto se separa de Gael y la observo propinarle un guantazo en el rostro, Naitiri ha vuelto en sí y sus palabras no nos dejan indiferentes a ninguno, yo le habría dado mas fuerte con tal de sacar de su cabeza algo que me ayude a comprender. Se merece ese golpe. La siento a mi lado pero no me muevo, no gesticulo porque, de hacerlo, no sabría cuándo parar. Mordekai ya no cuelga del cuello de Gael y Naitiri lo sujeta con fuerza en sus manos, pero no sé si eso realmente sirve de algo, sea como sea ahora mismo me siento más indefensa que nunca. Contemplo a la persona que tengo ante mi, al hombre que se frota el pómulo ante el golpe que, estoy segura, solo habrá sido un cosquilleo. ¿Por qué me duele tanto ser quien soy ahora mismo? Ojalá los tres fuésemos desconocidos.

-¿Os conocéis?-murmuro, pese a que la pregunta iba a ser otra completamente distinta, quisiera preguntarle qué hace aquí o por qué está borracho, pero lo único en lo que puedo pensar es en que necesito una confirmación de lo que desgraciadamente ya sé. Que él esté aquí, que ambos sepan de la identidad del otro solo puede significar una cosa. Miro a Gael como tantas otras veces sin reconocerle, siento que me va a estallar el pecho y, con Naitiri a mi lado pese a su intento, no encuentro las fuerzas. Esto ha sobrepasado mi límite por esta noche.


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Mensaje por Gael Lutz Lun Sep 26, 2016 12:35 pm

La habitación da vueltas, igual que daba vueltas la noria en la que montamos Naitiri yo hace mucho tiempo. No se porque me ha venido ese recuerdo a la mente, pero ahí puedo verme, girando con ella, viendo todo París desde lo más alto y dándonos un beso nuevo, un beso que significaba otra cosa que todos los que nos habíamos dado con anterioridad. ¿Así se habrá besado con Jane? Hago una mueca, espero que solo se estuvieran divirtiendo, engañando al vampiro que Jane más tarde tenía que matar. ¿Qué hace Jane aquí? No debería de estar aquí, debería de estar en su cama durmiendo. Y Naitiri… Bueno, Naitiri estábien colocada, en su trabajo. Mi pie se mueve en el suelo, al igual que todo esto y la voz de Naitiri me llega a los oídos. ¿Seguir lo que habían empezado? ¡Oh sí! Un escalofrío de puro nervio me recorre el cuerpo entero. Veo de reojo como se sienta a mi lado y como me llama Adonis. Sonrío mirándola, esperando a ver que es lo que va a hacer. Yo nunca he hecho cosas de estas, ella supongo que sí, así que me voy a dejar guiar por ella. ¿Jane habrá hecho estás cosas? Lo dudo.  Menciona entonces a Mordekai y me incorporo un poco en la cama para poder verlo, pero antes de que pueda decir algo, tengo sus labios chocando contra los míos.  Este beso no se parece en nada a los últimos, pero tampoco a los primeros. No me da tiempo a descifrarlo, noto como se separa de mí y su mano vuela hasta mi mejilla.

¿Por qué Mordekai no ha actuado? Llevo mi mano instintivamente a mi pecho y descubro que me lo ha quitado. Suelto un pequeño gruñido, no es la primera vez que me lo quita y me tiene harto. Yo no le quito de golpe sus pendientes o sus bragas. Yo al menos si hago eso aviso, aunque ella no tiene un arma para evitar golpes.  Comienza a acribillarme a preguntas y me incorporo del todo, quedándome sentado en la cama. ¿Qué cojones está hablando? ¿Está loca? ¿Jugando a qué? No me gusta lo que me está diciendo y entonces Jane lanza otra pregunta que me deja completamente loco. Lanzo un amargo suspiro y me levanto. ―Ahora vengo. ― Camino en dirección al lavabo, una vez allí me mojo la cara, me miro en el espejo y todo pasa. No he bebido demasiado… O eso quiero creer. Quizás estoy soñando, dormido en el sofá de Thomas y esto a pasado de ser un sueño erótico a una pesadilla. Me pellizco para confirmarlo, pero no. Estoy despierto y desgraciadamente, esas dos mujeres que están ahí, se conocen.

Salgo y me cruzo de brazos, estoy algo más despejado una vez que me he mojado la cara. Las miro a ambas y paso una mano por mi pelo, señal de que estoy histérico. ―Para empezar, Naitiri. No estoy jugando con las dos. Nunca ha sido mi intención y tampoco lo he hecho, eso que te quede claro de una vez. ― Estoy comenzando a cabrearme, esta situación me supera. ― Sí, nos conocemos Jane. Tuvimos algo que al final salió mal y hace tiempo que no nos veíamos. He sido un ingenuo al pensar que no la vería al venir aquí o que tú no estarías metida en este asunto. Pero ¿Cómo no vas a estar metida? Te encanta cazar. ― Comienzo a pasear por la sala, mirando de reojo a Mordekai en la mano vendada de Naitiri. ―No sé si quiero saber cómo os habéis conocido. Pero por favor, Jane, dime que ese vestido que llevas es un disfraz y que no quieres ser cortesana como ella. Que todo lo que hayas tenido que hacer no te ha gustado lo más mínimo, que este mundo no es para ti, y que te quedas en mí mundo, no en el de ella. Por favor dime eso. ― Si Jane me dice que ahora quiere ser cortesana y que le ha gustado que la tratasen así, se me va a caer el mundo encima… Y nunca se lo perdonaré a Naitiri.

Mantengo mi mirada clavada en Jane, intentando descubrir que es lo que está pensando, si me odia porque resulta que Naitiri es su amiga y yo he estado con ella. Parece que está perdida, esta situación es algo que seguro que los tres ni siquiera nos habíamos imaginado. Miro ahora a Naitiri, quien me mira con la misma mirada helada con la que me miró la última vez que nos vimos. Extiendo mi mano en su dirección. ―Dame a Mordekai. Yo no cojo tus cosas sin permiso. Eres una maleducada. ― Le digo serio y espero, esta situación me está cabreando cada vez más y seguramente, con lo desafiante que es la egipcia, nos peguemos toda la noche gritándonos los unos a los otros. Y por supuesto, todo esto es culpa mía claro, como todo lo demás.



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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Oct 10, 2016 8:52 am

Todavía no era consciente de lo que estaba pasando a mí alrededor, desde que Astrid mató al vampiro todo se puso del revés. No sabía qué hacía Gael allí y su sola presencia hacía que la situación se tornara de una forma muy diferente. Yo había esperado acabar con aquello, y antes de que se fuera, hablar tranquilamente con Astrid porque tras aquello no iba a quedarme esa noche en el burdel, necesitaba despejarme y aclarar mis ideas. La imagen de aquel vampiro expirando su último aliento de vida todavía me carcomía por dentro, la imagen de de mí padre se me cruzaba por la mente y aquello hacía que una mueca surcara mí rostro… era la segunda vez que veía morir a un vampiro. Y una forma totalmente diferente de la primera… esta era mucho más espeluznante, y horrible.

Sabía que aquella imagen me acompañaría durante muchos días sin poder quitarla de mí cabeza, y de la nada, justo cuando creía que todo se había terminado… aparece Gael, cambiando las tornas y ensombreciendo la noche. Ninguno de los tres estábamos preparados para aquel giro en el que se había tornado la noche, y ninguno de los tres estuvimos preparados para todo lo que aconteció desde el momento en que él traspasó esa puerta. No hacía falta ser demasiado lista para saber qué rondaba por la mente de Astrid, quizás era por el hecho de que con sólo una mirada ambas sabíamos lo que estaba pasando… y al igual que ella, yo también estaba sorprendida de la verdad que ambas habíamos descubierto pero que, en parte, habíamos dejado siempre en esa sombra.

Quizás si hubiéramos hablado de aquellos hombres ahora no estaríamos en esta situación, enterarnos de esto era un golpe fuerte para ambas porque sabía lo que significaba. Ella lo sabía, yo lo sabía… el único que parecía no darse cuenta, y el que más parecía divertido con la situación era el causante de nuestro malestar. Era duro darse cuenta de ese pequeño detalle y que fuera precisamente el mismo hombre… ninguna de las dos podríamos habernos dado cuenta si no hubiera pasado todo esto. Ella parecía tan desconcertada como yo, pero fui yo quien movió ficha y decidí dar un paso movida por la rabia de verlo tan alegre y contento mientas nosotras nos debatíamos en la duda y el desconcierto sumidas en nuestros pensamientos.

No dudé en utilizar aquello para lo que me habían enseñado ser aquellos todos años, como si de un camaleón me tratase, me metí en una “piel” y un papel diferente dejando que mí rabia no saliera a flote en aquel momento. Al parecer ni siquiera se dio cuenta de que mis intenciones iban muy dispares a seguir por donde lo habíamos dejado, ni en broma iba a hacer aquello. Por eso hice lo que mejor sabía; distraerle para en el momento oportuno quitarle a Mordekai y darle un guantazo que seguramente me hubiera hecho más daño a mí que a él, producto de la rabia que me consumía en aquel momento. Me puse al lado de Astrid mientras él se levantaba tras aquello, miraba que ya no tenía a Mordekai que lo tenía aferrado con la mano vendada en mí poder, Astrid y yo le abordamos con preguntas aunque sabía que con la pregunta de mí amiga, ella misma sabía la respuesta.

Ambas hemos hablado de ese hombre y aunque no hubiéramos dicho su nombre nos conocemos tanto que sobran las palabras. No hacía falta decirlo en voz alta porque cuando la miré, perdida de esa manera tras preguntar, sabía que ella sabía que la respuesta era un sí. Él nos dejó a solas y yo llevé una de mis manos a la cabeza arreglándome el pelo sin dejar de mirar a Astrid… todo esto me parecía una tremenda locura y deseaba que aquello no estuviera pasando, pero todo era real, y no sabía que lo peor estaba por llegar.



-Esto es de locos –murmuré de forma leve mientras él se había perdido por el aseo y yo miré a Astrid, intentando encontrarla entre todo aquello que estaba pasando. En ese momento no sabía bien qué era lo que pudiera estar pasándole por la mente, seguramente, aquella charla que habíamos tenido la última vez que nos vimos. Quise decirle algo pero Gael volvió de nuevo, diciendo que no había jugado con ninguna algo que para mí me parecía discutible y por lo que me mordí la lengua, era un ciego total y me di cuenta en cuanto habló de ello. La afirmación de lo que Astrid ya sabía me hizo mirarla de reojo y luego… ¿la había llamado Jane? Aquello me sorprendió porque con el grado en el que se conocían… era extraño que la llamara por su segundo nombre, uno el cual, no le gustaba demasiado.

Rodé los ojos cuando dijo que había sido ingenuo al pensar que yo no estaría y lo dejé pasar porque aquella discusión ya la habíamos tenido y que fue, precisamente, el motivo por el cual todo salió mal. Pero claro, yo era la que debía de tener la culpa por no poder elegir lo que quería ser y aunque eso él lo había sabido desde el principio, decidió utilizarlo tergiversando todo para de alguna forma hacerme sentir mal por aquello… cuando no podía evitarlo. Le miré con rabia cuando la acuso de que le gustaba cazar, ¿qué narices estaba diciendo? La acusaba de algo que él también hacia y que no dejaría por nada ni por nadie, ¿qué diablos estaba haciendo al acusarla así?

Pero, si hubo algo que me desconcertó totalmente… fueron sus siguientes palabras. La incredulidad por lo que estaba soltando por su boca fue tanta que no pude evitar que mí propia boca se abriera por sus palabras. No me podía creer que estuviera haciendo y diciendo todo aquello, me quedé mirándolo por unos segundos todavía dándole vueltas a sus palabras sin poder creer que hubiera dicho, e insinuado, aquello. Sin quererlo me dolieron sus palabras… me dolieron porque él sabía perfectamente el por qué estaba en aquel burdel y mí situación para abandonarlo. Sabía que no estaba por gusto y que no podría irme si así yo lo deseaba… Astrid, por el contrario, solo sabía que había perdido a mis padres y que era cortesana… no sabía los motivos por los que trabajaba, no quería contarle aquel oscuro pasado.

Le pedía que no se metiera en mí mundo, como si yo fuera a hacer tal cosa, y se quedara en su mundo… pero se olvidaba de algo muy importante: ninguno de los dos “mundos” era mejor que el otro, y la que tenía la última palabra era precisamente ella. Me dolió que utilizara aquello en mí contra y que intentara poner a Astrid entre la espada y la pared para que eligiera una cosa… se podía leer entre líneas que, en el fondo, le estaba diciendo que escogiera sobre uno de los, y aquello me pareció ruin y mezquino. Me cabreó de nuevo, toda la incredulidad que surcaba por mí cuerpo se fue transformando en ira y odio hacia él, cuando más hablaba, cuanto más lo miraba más odio le cogía. Querer separarnos de aquella forma… maldición, era un completo capullo por ello.



-¿Qué cojones estás diciendo? –si antes no había estallado por el comentario del trío, aquello fue la gota que derramó un vaso que ya estaba casi colmado. Apreté con fuerza a Mordekai con la mano y sentí que la venda se humedecía mucho más de lo que estaba, seguramente, porque estaba presionando el borde del medallón con el corte que me había hecho. Me picaba pero la rabia me nublaba por completo, quise volver a darle otro guantazo que se había ganado por aquello pero esa vez me contuve, pero no quité mis ojos que parecían arder en llamas, mirándolo de forma fija, sobre él. Había colmado mí paciencia con aquella gilipollez que había dicho- ¿Acaso crees que tú mundo es mucho mejor que el mío? No seas estúpido –me reí levemente presa de la rabia, la ira, los nervios, el dolor que sentía por todo aquello… un cúmulo de emociones que no sabía distinguir muy bien- Ella es lo suficiente madura como para decidir qué camino tomar y lo que quiere ser sin que ninguno le digamos nada. ¿Acaso estás ciego? Astrid está claro que está aquí porque es una cazadora, porque yo le pedí ayuda y porque si entraba vestida como tal el vampiro habría salido huyendo -¿le había dado el guantazo demasiado fuerte y eso le estaba haciendo efecto?- Lo que no sé es qué pintas tú aquí en todo esto –le recorrí con la mirada y tomé una breve pausa- Por suerte para mí, Astrid me conoce muchísimo mejor que tú como para saber que jamás osaría, ni siquiera pensaría, en meterla en mí mundo cuando yo soy la primera que quiere salir de él. Yo no necesito darle a elegir –espeté presa de la rabia, y sí, antes había hecho énfasis en su nombre porque todo el rato la llamaba Jane- Cosa que tú pareces obviar. Si quieres atacarme hazlo, adelante, pero no la metas a ella por medio. Lo soporté una vez, podré con una segunda –y esta vez, iba a ser muy diferente de la primera vez, de los errores se aprendía y no iba a permitir acabar como la última vez. Se me pasaron por la mente miles de cosas que decirle y que reprocharle, pero las deseché porque no iba a ser como él y porque, ¿qué sentido tendría? Miré a Astrid durante unos segundos, que por el momento había estado callada, y me dieron ganas de cogerla y largarnos de allí.

Volví a mirarlo de nuevo cuando me exigió que le devolviera a Mordekai. Por un momento se me pasó en no dárselo, en guardármelo para que no pudiera cogerlo, en lanzarlo incluso por la ventana para que tuviera que ir a por él si quería recuperarlo… alcé mí mano donde estaba el colgante y lo miré que estaba medio manchado con la sangre de mí mano. Levanté mí vista hacia él que seguía con la mano extendida, y fruncí el ceño. ¿Maleducada? Él sabía que Mordekai lo protegía, si lo llevaba encima, no habría podido darle el guantazo. Y si se lo pedía estaba claro que no me lo iba a dar, así que era la única opción que había encontrado.



-Prefiero ser una maleducada aunque me obliguen a veces a serlo, a no alguien ruin, mezquino y rastrero como lo estás siendo tú ahora -le di a Mordekai dándole un golpe en el pecho y sin esperar a que lo cogiera lo solté de mí mano, retrocediendo un par de pasos, y cruzándome de brazos. Aquello me parecía más complicado que tratar de que el vampiro no notara el plan que teníamos en mente… no sabía qué podría ocurrir a partir de aquel momento.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Jue Oct 27, 2016 9:24 am

¿Por qué sigo aquí? Ya no tengo nada que ver en este lugar y sin embargo todas sus palabras giran en torno a mi persona.Todas sus frustraciones y réplicas son cargadas sobre mis nombres. Astrid. Jane. Me pregunto cuál de las dos tiene el valor de enfrentarse al presente y cual aún vive en el pasado, una de ellas pertenece a Naitiri, la otra a Gael. Inspiro profundamente aún apretando el mango del látigo en la mano, podría hacerlos callar en cualquier momento y poner fin a la discusión pero, en el fondo, realmente quiero oír lo que tienen que decirse, no me importa hacerme daño con tal de saber la verdad. Frunzo el ceño ante la afirmación de Gael, no me encanta cazar, si lo hago es para de algún modo encontrar la redención de los míos, para proteger a lo que me queda de familia y a los que quiero. Pero sí es cierto que, de algún modo, a su lado cazar se hace más ameno, siento menos culpabilidad al matar. Observo cómo alterna su mirada entre mi persona, Naitiri y su amuleto, claramente alerta por lo que mi amiga pueda estar tramando. Rara vez que visto a Gael en desventaja en una escena tan común como la de ahora, no somos bestias, no somos vampiros, y sin embargo tiene la misma expresión que pone cuando se va a enfrentar a uno. Me pide que me quede en su mundo y la sola idea de que pueda pensar que realmente podría ejercer la prostitución me ofende en sobremanera. Y eso me produce sentimientos encontrados, un pinchazo de culpabilidad por sentirme ofendida teniendo a Nai a mi lado, cuando ella no tuvo elección y yo, en cierto modo, pude escoger mi camino. Voy a responder para hacer acto de presencia, hasta ahora no había podido escuchar siquiera mi voz por temor a no ser capaz de seguir, pero es Naitiri la que responde, estalla el primer cañón sobre Gael. Jamás pensé que la vería de esta manera, sus reproches esconden más de lo que parece y todas y cada una de las notas de su voz están heridas, hay dolor en las palabras que no dice. Los miro a ambos sin pertenecer a la escena, voy comprendiendo como a poco que, aunque me utilicen de filtro, nada tiene que ver conmigo. Me pregunto desde cuándo se conocen, qué tantas cosas habrán podido compartir, qué puso fin a su relación para que en ambos rostros haya tanto rencor, tanta frustración. No se cómo pero termino por evadirme, algo hace click en mi cabeza y ya no me importa nada. Hago resonar el látigo contra el suelo justo cuando Naitiri terminar de hablar.

-Basta-para mi sorpresa mi voz está neutra, no hay ni un ápice de sentimiento en mis palabras-Es suficiente-repito, antes de que ninguno de los dos pueda pronunciar palabra-¿Qué pasaría si tu Jane tomase este camino?-hago un gesto hacia el vestido, la sangre ha manchado la preciosa seda y ésta se adhiere a mi cuerpo-¿Qué pasaría si tu Astrid decidiese dejarte atrás?-digo mirando a Naitiri. El silencio se prolonga unos segundos que parecen eternos. Ninguno tiene la respuesta, o al menos no la han encontrado aún porque, realmente, no es eso lo que les preocupa-Nada. No pasaría nada, porque sería mi elección. ¿No os dais cuenta de que esto no tiene nada que ver conmigo? Os comportáis como niños, una encrucijada amorosa que salió mal porque ninguno pudo dejar el orgullo atrás-dejo caer el látigo en el suelo, no puedo mirarlos. ¿Por qué me siento culpable? ¿Por qué me duele tanto imaginarlos juntos, los labios de ella sobre los que yo anhelo?-Y no, no me llamo Jane, detesto ese nombre.-digo de pronto, cayendo en la cuenta de que Gael siempre me ha llamado de esa manera desde el día en que nos conocimos, cuando le di mi segundo nombre como disfraz, pensando que jamás volvería a verlo. Soy una mentirosa, solo me gustan esas cuatro letras cuando las pronuncia él. Miro a Nai y en el fondo sé que está más dolida que yo, me frustra verla así, conteniéndose para no soltar todo lo que leva dentro. Ojalá tuviera una tarde del té para poder escucharla.

Tengo que salir de aquí porque presiento que la habitación acabará en llamas. No soy nada, realmente no tengo nada que hacer porque solo ellos tienen las respuestas. De uno de los muebles saco las armas que escondí antes de que todo empezara y las enfundo en mi cadera, estoy dispuesta a marcharme y, cuando me doy la vuelta siento que cruzar la habitación será un suplicio. Tengo a las dos personas que más me importan de lado a lado, enfrentadas. Polos tan opuestos, tan contradictorios.


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Mensaje por Gael Lutz Jue Oct 27, 2016 10:43 am

Naitiri estalla, igual que estalla una botella de vidrio cuando toca el suelo y se hace añicos. Pero ella no se hace añicos, al contrario, ella se hace más grande, deja que la rabia le inunde, es un volcán y está echando toda su lava sobre mí sin que pueda evitarlo y tampoco quiero. Quiero que se desahogue, que se quede a gusto y luego, responderle a cada una de las tonterías que está diciendo. Porque eso es lo que hace, decir tonterías, podrida de rabia que está por dentro desde que la dejé… O lo dejamos. Mi mundo era mejor que el de ella. En mi mundo al menos no tenías que acostarte con gente por dinero, corrías más riesgos, podías morir en cualquier momento, pero podía ser una muerte rápida, no lenta como en su mundo, por la degradación de sus cuerpos al ser sometidos. ¿En que estaba pensando cuando me dejé enganchar por ella? Había sido bonita nuestra historia, no así su final…  Alzo la cabeza, apretando la mandíbula. Menciona a una tal Astrid. ¿Quién diablos es Astrid? Tan amigas no serán si Jane le ha mentido en el nombre. ― ¿Astrid? ― Pregunto, un tanto desconcertado y mis ojos vuelan hasta Jane, que está viendo todo esto, pero sé que solo está físicamente. Su cabeza está muy lejos. Naitiri también la mira unos segundos, hasta que le digo que me devuelva a Mordekai.

Aprieto aún más la mandíbula si es posible ¿Ruin, mezquino y rastrero? Era muchas cosas, pero no esas. Cojo a Mordekai cuando me lo da con fuerza sobre mi pecho y lo miro. Está manchado por su sangre. Lo limpio despacio con mi camiseta y me lo coloco sobre el cuello, donde debe estar. Me dispongo a contestarle a todas y cada una de las acusaciones que me ha dicho, pero Jane vuelve a la habitación tras su viaje astral y habla. Frunzo el ceño. El vestido le queda bien, pero le queda mejor la ropa de caza. Hace unas preguntas sobre su camino y paso las manos por mi pelo, que ya se ha secado un poco tras haberlo mojado en el baño. Muerdo mi labio. Todo tiene que ver con ella, siempre ha sido ella.  Hicimos un pacto, ya no puede escoger un camino en el que yo no esté. Juntos llegamos más lejos. Juntos somos mejor. Deja caer el látigo y siento que caigo con él cuando escucho que detesta el nombre de Jane. ¿Me detesta a mí también? Y estallo igual que ha estallado antes Naitiri, pero mi estallido va por dentro. El solo pensar que me detesta me hace temblar. Me tiembla la barbilla, mis ojos no pueden dejar de buscar los suyos, esta no es mi Jane… O mi Astrid o quien quiera que haya sido conmigo durante este tiempo. Muerdo mi labio para disimular el temblor en la barbilla. Esta situación me supera. ―Jane… Astrid… Quién seas… Me da igual. ¿También me detestas a mí? ¿Por eso me dijiste ese nombre? ¿Para que me detestases cada vez que lo decía? Solo respóndeme a esas preguntas . ― Me encojo de hombros y vuelvo a sentarme sobre la mullida cama.

Miro ahora a Naitiri, se merece respuestas que antes no le he dado, aunque Jane o Astrid haya dicho que basta… Para mí no basta. ― Me has preguntado que porqué estoy aquí. Astrid tiene la respuesta. Soy su maestro. Por donde ella vaya, yo iré. Thomas forma parte del consejo de cazadores, de los que mandan. Me había informado de esto y sobre a quién había mandado… Una persona que no era ella. Pero aquí estoy y aquí está ella. No hay más Naitiri. ― ¿Que no hay más? Hay mucho más detrás de mis palabras. Froto mis ojos con las manos. Estoy dolido por todo esto. ―No quiero pelear más, lo nuestro pasó. Fuimos unos ilusos al creer que iba a funcionar de verdad. Nos lo pasamos bien juntos, tuvimos buenos momentos… Pero ya. ― Evito mirarla ahora a los ojos, no quiero ver como le cambia la expresión de la cara. Todo esto es una auténtica mierda. Seguro que Thomas sabía que esto iba a pasar… Acaricio a Mordekai con el dedo pulgar mientras mantengo la mirada en mis propios zapatos. Estoy dolido con Jane por haberme mentido. ¿Todo ha sido una mentira? ¿Su amistad es una ilusión? Muerdo mi labio con fuerza, tanta que noto como me hago un poco de sangre, pero no importa. Si todo se ha acabado aquí… Jane nunca se enterará de lo que siento. Y yo no tendré que decirlo en voz alta algún día. Salimos ganando los dos.



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Mensaje por Naitiri Zahir Jue Dic 08, 2016 3:39 pm

Demasiada información. Sí, aquello era lo que estaba aconteciendo aquella noche… demasiadas cosas en las que pensar, demasiadas cosas descubiertas que me habían chocado lo suficiente como para llevarnos a aquella situación. Todo se estaba saliendo de control… mentira; ya se había salido por completo. Ninguno de los dos pudo contenerse y volvimos a estar de nuevo como quien pone una bomba de relojería con escaso margen para estallar y aquello hacía que sacara la peor parte de mí, toda esa rabia y toda esa ira que de normalidad y ni poseía ni mostraba con los demás. Siempre era una persona con unos límites y, debía de admitir, que la paciencia a veces no era mí fuerte… pero aquella noche mis límites habían sido sobrepasados de nuevo.

Y estallé. Volví a estallar como pocas veces lo había hecho y de alguna forma hasta saqué cosas que llevaba dentro, cosas que me quemaban, cosas que al decirlas no disminuía ni mí rabia, ni mí enfado ni en parte la decepción… pero que de alguna forma sí me hacía sentirme mejor, como si me hubiera liberado de alguna manera. Habíamos dejado a un margen a Astrid, como si ella no pudiera opinar por si misma y nosotros fuéramos sus portavoces, unos enfrentados de una forma encarecida y sabía de sobra que ninguno íbamos a ceder, nuestros caracteres no nos lo iban a permitir.

Como si ella misma me hubiera leído la mente el látigo estalló por la habitación haciendo que, ante aquel ruido, nos calláramos y fuera ahora ella quien tuviera que decir lo que pensaba o sentía. La miré mientras hablaba y suspiré, porque con cada palabra que decía sentía que era verdad, ella era lo bastante inteligente y mayor como para decidir qué camino quería y debía de tomar, ninguno de los dos debíamos de elegir por ella y juraba que jamás la obligaría a tomar el que yo llevaba a cargas, y aunque no me gustara que fuera cazadora y todavía no pudiera creérmelo… no tenía más opción que apoyarla, aunque ella no lo necesitara.


-Tienes razón –dije al fin pegando mis brazos a mí pecho y observándola de forma detenida, vestida de aquella forma portando aquel látigo en su mano era un contraste extraño para a cómo la solía ver siempre, pero la determinación que mostraba en su mirada bastaba para saber que su camino ya había sido tomado y no sabía hacía cuánto tiempo. ¿Cuánto llevaba siendo cazadora?- Ninguno de los dos tiene el derecho de exigirte el camino que debes de tomar, ya que está claro que tú lo has tomado hace tiempo… y, aunque no me guste al saber lo que implica, y no me quede tranquila al saber a lo que te enfrentas –mí mirada fue rápida hacia el vampiro que, desde que Astrid lo había matado, ahí seguía en mitad de todo aquel panorama para luego volver a mirarla- Lo respeto, e incluso si es lo que quieres… te apoyo –la miré de forma fija y bastaron las palabras porque, de alguna forma, era una muda comprensión al igual que la había recibido de su parte tiempo atrás al yo decirle a lo que me dedicaba, cuando supo parte de mí historia. Aquello me hacía preguntarme cuánto sabrían sus tíos de que era cazadora, de que por las noches salía a cazar a aquellos seres y del tremendo disgusto que se llevaría su tía Lenna de saberlo.

No pude evitar enarcar una ceja ante la pregunta de Gael al decirle que si a él lo detestaba y evité reírme por aquello, no de él, sino de lo ciego que estaba ante aquello. Ni yo misma sabía por qué Astrid le había dicho aquel nombre cuando sabía que lo detestaba, cuando su tía le llamaba de aquella forma ella siempre la corregía para que la llamara por su nombre, y aunque sabía que era su segundo nombre jamás la había llamado de aquella manera y mucho menos al saber que no le gustaba. Quizás hubiera una historia de fondo que yo desconocía, probablemente fuera aquello, y ahora que sabía que era cazadora quizás aquello cobrara mucho más significado. Esperé a su contestación porque incluso a mí era algo que me intrigaba, si eran conocidos, no tendría por qué haberle dicho que se llamaba Jane… o incluso haberle dicho cuál era su nombre.

Lo seguí con la mirada hasta que se sentó en la cama y la habitación parecía que se había hecho el doble de grande, entre los tres había un gran trecho que nos separaban de maneras distintas y ninguno nos dábamos cuenta de que en verdad todos estábamos conectados, todos teníamos a alguien en común y aquello hizo que riera entre dientes al darme cuenta. París era una ciudad muy grande, pero el mundo en verdad era un pañuelo demasiado pequeño y de entre todos los miles de habitantes… el destino había sido demasiado perro con aquello.

Ladeé un poco mí rostro cuando me dio sus respuestas aunque, a esas alturas, intuía porqué los dos se conocían y entendí más cosas que tiempo atrás me habían resultado extrañas. Coincidía con él en una cosa; aquello había pasado y era un punto y final. Astrid tenía razón, parecíamos dos críos que no sabíamos comportarnos frente al otro y aquello no me gustó. Ahora la cuestión era, ¿lo terminábamos bien… o lo terminábamos peor de lo que ya estaba? A peor la cosa ya no podía ir, era muy difícil que fuera a peor, y dado que seguramente nos encontraríamos más veces prefería que al menos hubiera un… entorno algo más agradable que el que ahora mismo reinaba en la habitación. No me gustaba estar enfadada ni cabreada con la gente, era un sentimiento que no me gustaba en lo más absoluto.

¿Por qué tenía la sensación de que, si quería cerrar bien aquel capítulo, tendría que dar en parte mí brazo a torcer… tener que ceder yo? Porque después de todo él no parecía dar el paso, así que cogí aire, cerré los ojos y solté el aire de forma despacio intentando relajarme un poco al menos. Iba a cerrar bien el capítulo, a darle el punto final bueno que debíamos de haberle dado. Abrí mis ojos y lo miré sentado de aquella forma, me acerqué a él de forma despacio y me mordí el labio antes de que mis palabras salieran de mis labios, intento reorganizarlas en mí mente de forma coherente.


-Gael –lo llamé para que me mirara antes de seguir, quizás no es lo que espera escuchar de mí parte, o lo que quiera, pero ya no puede detenerme- No quiero seguir discutiendo, en realidad, no me gusta y lo odio bastante –aunque en realidad no lo pareciera- fuimos unos ilusos sí, y no hace falta hablar más sobre el tema… está todo más que claro. Sin embargo -me agaché para quedar a su altura- no me gustaría irme de esta habitación con… este malestar entre los dos. Por dios, somos adultos y como tales deberíamos de poder actuar en consecuencia –por que sí, también me incluía en aquello- No más rencor ni echar nada en cara, por favor. Eres un buen hombre y, si tú quieres, mi amistad la vas a tener. Las puertas de mí casa estarán abiertas por si necesitas cualquier cosa –le sonreí de forma leve, me levanté y dejé un breve beso en su frente- Cuídate, ¿vale? –me giré entonces hacia Astrid quien ya estaba recogiendo sus armas que había dejado escondidas por el lugar y me acerqué hasta ella- As, tú ropa está bajo para que te cambies, dudo que quieras salir con ese vestido que llevas –sonreí de lado y la miré de forma fija, quería decirle muchas cosas y preguntarle muchas más, pero no era ni el momento ni el lugar- A la próxima tarde de té invito yo, Alessia estará encantada de verte y no para de preguntarme cuándo es nuestro próximo encuentro –reí levemente, pero con mí mirada le dije mucho más que ella solamente podía entender y comprender con aquellas palabras- Te espero bajo para darte el resto del arsenal, debería de limpiarme bien la herida –en realidad me picaba y escocía un poco, había sido demasiado temeraria al hacer aquello pero había sido sin pensar. Salí de allí dejando aquel caos tras de mí, con aquel cadáver que realmente no quería saber lo que iban a hacer con él mientras me quitaba la venda de la mano improvisada que me había hecho Astrid viendo que se había llenado de sangre. La herida no presentaba un mal aspecto pero era mejor limpiar y lavarla bien.
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