AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
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Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Recuerdo del primer mensaje :
El galope incesante de mi caballo árabe contra el empedrado era todo cuanto quería oír, en eso trate de centrarme, mas sin éxito, todo a mi alrededor se escuchaba con una perfecta definición.
Aturdido escuchaba conversaciones lejanas, el sonido de los carros, mas caballos, un abanico cortando el aire, risas, el bastón de un rico golpeando el suelo, el andar de los transeúntes, me estaba volviendo loco.
Mi cuerpo, cansado, pesado, ardiendo, parecía estar muriendo por dentro. Débil y fuerte a su vez sentía como mis manos se aferraban rabiosas a las riendas de mi corcel, que como un espectro se dejaba guiar por ese cuerpo que sobre el se retorcía de dolor.
Sentía un calor impropio a la gélida noche que se acercaba, por ende mis sentidos se agudizaban trasportandome casi a otro lugar. A un bosque lejano donde los búhos ululaban, donde los depredadores cazaban y donde la sangre se hacia fiel testigo de mi vida.
Un lugar donde yo era un depredador y no un hombre, uno que me arrastraba sediento a liberarme de la carga que sentía sobre los hombros uno que me invitaba a correr libre y descalzo lejos del empedrado.
Olía con los ojos cerrados por el mareo que sentia al abrirlos las distintas especies, el olor a tabaco fumado en pipa, el olor a sudor entremezclado a perfumes caros, el del alcohol de las tabernas incluso el de las mujeres de vida alegre.
Jadeé con la respiración agitada dejando que mi aliento golpeara el cuello de mi pura sangre que embravecido corría como un demonio hacia ninguna parte.
No se el tiempo que paso, aturdido, incapaz de pensar en nada mas que en esa luna redonda, plateada, brillante que con su fiel manto parecía llamarme. Esa que como una dama blanca requería mis labios para ser sellada.
Llegué a un lugar distinto, alejado, donde el sonido de otros caballos parecían atraer al mio, allí, me deje caer, arrastrándome mientras mi cuerpo se tambaleaba y convulsionaba, como si mis huesos quisieran salirse de mi cuerpo para emprender carrera en solitario.
Aullé de dolor sin ser capaz de mas que de jadear con cada movimiento, apretando la mandíbula que cuadrada se tensaba castañeando los dientes por el frio.
Aunque mi cuerpo abrasaba, el sudor lo perlaba resbalando por mi nariz muriendo en la tierra mojada.
Los caballos se asustaban frente a mi mirada, una que al abrirse parecía ver diferente, en colores nítidos, fijándose en cosas distintas, percibiendo cada movimiento ajeno, el de las patas de los corceles que salvajes golpeaban el suelo frente a mi presencia, esa que no esperaban esa que no era bien recibida.
Entre en la caballeriza a duras penas, esperando encontrar refugio, un lugar mullido donde mis huesos dejaran de doler, donde mi cuerpo encontrara si no me equivocaba eterna sepultura, pues este dolor era insoportable, demasiado para asumirlo en vida.
Cerré los ojos de nuevo haciéndome un ovillo entre la paja, tiritando de calor y de frio mientras los caballos relinchaba.
Era irónico pensar que había pasado mi vida entera entre corceles, a su cría había dedicado mi vida, los conocía como la palma de mis manos, y podía presumir por que ellos también me querían.
Y ahora, ahora en mi lecho de muerte de fondo los oía resoplar inquietos por la presencia de lo que ellos creían una bestia y no un pobre humano moribundo que exhalaba frente a ellos su último aliento.
El galope incesante de mi caballo árabe contra el empedrado era todo cuanto quería oír, en eso trate de centrarme, mas sin éxito, todo a mi alrededor se escuchaba con una perfecta definición.
Aturdido escuchaba conversaciones lejanas, el sonido de los carros, mas caballos, un abanico cortando el aire, risas, el bastón de un rico golpeando el suelo, el andar de los transeúntes, me estaba volviendo loco.
Mi cuerpo, cansado, pesado, ardiendo, parecía estar muriendo por dentro. Débil y fuerte a su vez sentía como mis manos se aferraban rabiosas a las riendas de mi corcel, que como un espectro se dejaba guiar por ese cuerpo que sobre el se retorcía de dolor.
Sentía un calor impropio a la gélida noche que se acercaba, por ende mis sentidos se agudizaban trasportandome casi a otro lugar. A un bosque lejano donde los búhos ululaban, donde los depredadores cazaban y donde la sangre se hacia fiel testigo de mi vida.
Un lugar donde yo era un depredador y no un hombre, uno que me arrastraba sediento a liberarme de la carga que sentía sobre los hombros uno que me invitaba a correr libre y descalzo lejos del empedrado.
Olía con los ojos cerrados por el mareo que sentia al abrirlos las distintas especies, el olor a tabaco fumado en pipa, el olor a sudor entremezclado a perfumes caros, el del alcohol de las tabernas incluso el de las mujeres de vida alegre.
Jadeé con la respiración agitada dejando que mi aliento golpeara el cuello de mi pura sangre que embravecido corría como un demonio hacia ninguna parte.
No se el tiempo que paso, aturdido, incapaz de pensar en nada mas que en esa luna redonda, plateada, brillante que con su fiel manto parecía llamarme. Esa que como una dama blanca requería mis labios para ser sellada.
Llegué a un lugar distinto, alejado, donde el sonido de otros caballos parecían atraer al mio, allí, me deje caer, arrastrándome mientras mi cuerpo se tambaleaba y convulsionaba, como si mis huesos quisieran salirse de mi cuerpo para emprender carrera en solitario.
Aullé de dolor sin ser capaz de mas que de jadear con cada movimiento, apretando la mandíbula que cuadrada se tensaba castañeando los dientes por el frio.
Aunque mi cuerpo abrasaba, el sudor lo perlaba resbalando por mi nariz muriendo en la tierra mojada.
Los caballos se asustaban frente a mi mirada, una que al abrirse parecía ver diferente, en colores nítidos, fijándose en cosas distintas, percibiendo cada movimiento ajeno, el de las patas de los corceles que salvajes golpeaban el suelo frente a mi presencia, esa que no esperaban esa que no era bien recibida.
Entre en la caballeriza a duras penas, esperando encontrar refugio, un lugar mullido donde mis huesos dejaran de doler, donde mi cuerpo encontrara si no me equivocaba eterna sepultura, pues este dolor era insoportable, demasiado para asumirlo en vida.
Cerré los ojos de nuevo haciéndome un ovillo entre la paja, tiritando de calor y de frio mientras los caballos relinchaba.
Era irónico pensar que había pasado mi vida entera entre corceles, a su cría había dedicado mi vida, los conocía como la palma de mis manos, y podía presumir por que ellos también me querían.
Y ahora, ahora en mi lecho de muerte de fondo los oía resoplar inquietos por la presencia de lo que ellos creían una bestia y no un pobre humano moribundo que exhalaba frente a ellos su último aliento.
Última edición por Faris Asad el Sáb Nov 12, 2016 6:14 am, editado 1 vez
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
La dama de dorados cabellos corrió hacia la puerta situando sus brazos extendidos tocando con las palmas el marco de esta. Dispuesta a hacerme entrar en razón hundió su mirada felina en mis azules.
Yo estaba bastante alterado, la información que acababa de recibir era demasiado para asumirla sin mas, era un monstruo que había destrozado su casa, que había arrancado …
Tenia razón estaba desesperado, frente a ella, admiraba sus ojos ¿por que le importaba un monstruo? No me conocía ¿por que ayudar a alguien como yo?
-si, lo necesito, el trabajo
Mis palabras sonaban entrecortadas, sentía la sangre hervir por dentro, pose la mano en la pared, por un instante pensé que caería desplomado rente a sus ojos, todo mi cuerpo temblaba, era un monstruo.
Su voz sonaba relajada, aseguraba que algo me haba traído a ella ¿el destino? ¿Creía yo en el destino?
Sentía la necesidad de que me tocara, de sentir su calor contra mi cuerpo, que me abrazara, encontrar refugio contra su cuello.
Solo era una desconocida, pero era lo único que tenia en ese momento.
La historia que me contó era inverosímil. Ella y el lobo parecían haber conectado de algún modo, casi mas que conmigo mismo, no estaba impidiendo al humano marcharse, no ella deseaba al monstruo, lo vi en sus ojos que centelleaban al recordar como ambos se tocaron, como amos se abrazaron.
-¿mantuvimos relaciones? Quiero decir ¿el y tu? Me costaba asumir que el y yo eramos lo mismo, no podía evitar separar ambos afteregos.
Sus mejillas se ruborizaron, quizás no necesitaba una respuesta, su silencio hablaba por si solo, deseaba que el volviera, no me ofrecía trabajo de forma gratuita, era a el a quien esperaría en luna llena.
Tomó mi mano y tiró de mi para llevarme a las caballerizas.
-Si, se de caballos, llevo criandolos, domandolos y preparándolos para competir desde que me alcanza la memoria.
Soltó mi mano para acercarse a un precioso caballo, un pura sangre que se veía en muy buena forma física y con una gran genética a sus espaldas.
Deslicé mi mano por su lomo.
-Es un bonito ejemplar, puede ganar -dije clavando mis ojos en sus orbes cielo.
Ella siguió decidida a hablarme de mi nuevo trabajo, protección, cuidado, algo así como un capataz, que se ocupara de dirigir a los hombres.
-Acepto, como bien dices no tengo otra opción. Mas lo haré con una única condición, prepararemos un lugar donde cercar a la bestia en luna llena, no quiero ser ese monstruo, quiero que desaparezca de mi vida y ese es el mejor modo. No quiero que te acerques a el, solo lo quiero recluido sufriendo su trasformación en soledad. ¿estas de acuerdo?
Su mirada se hundió en la mía, sabia que no veía las cosas como yo, quizás porque para ella esa bestia y yo eramos lo mismo, peor para mi, solo era el monstruo del que pensaba huir cuando la plateada luna me destrozara.
-Solo así me quedaré.
Acorté la distancia hasta su piel, me sentía bastante movido posiblemente porque esos días la luna coronaria le cielo.
-No entiendo como prefieres acostarte con el que conmigo.
Yo estaba bastante alterado, la información que acababa de recibir era demasiado para asumirla sin mas, era un monstruo que había destrozado su casa, que había arrancado …
Tenia razón estaba desesperado, frente a ella, admiraba sus ojos ¿por que le importaba un monstruo? No me conocía ¿por que ayudar a alguien como yo?
-si, lo necesito, el trabajo
Mis palabras sonaban entrecortadas, sentía la sangre hervir por dentro, pose la mano en la pared, por un instante pensé que caería desplomado rente a sus ojos, todo mi cuerpo temblaba, era un monstruo.
Su voz sonaba relajada, aseguraba que algo me haba traído a ella ¿el destino? ¿Creía yo en el destino?
Sentía la necesidad de que me tocara, de sentir su calor contra mi cuerpo, que me abrazara, encontrar refugio contra su cuello.
Solo era una desconocida, pero era lo único que tenia en ese momento.
La historia que me contó era inverosímil. Ella y el lobo parecían haber conectado de algún modo, casi mas que conmigo mismo, no estaba impidiendo al humano marcharse, no ella deseaba al monstruo, lo vi en sus ojos que centelleaban al recordar como ambos se tocaron, como amos se abrazaron.
-¿mantuvimos relaciones? Quiero decir ¿el y tu? Me costaba asumir que el y yo eramos lo mismo, no podía evitar separar ambos afteregos.
Sus mejillas se ruborizaron, quizás no necesitaba una respuesta, su silencio hablaba por si solo, deseaba que el volviera, no me ofrecía trabajo de forma gratuita, era a el a quien esperaría en luna llena.
Tomó mi mano y tiró de mi para llevarme a las caballerizas.
-Si, se de caballos, llevo criandolos, domandolos y preparándolos para competir desde que me alcanza la memoria.
Soltó mi mano para acercarse a un precioso caballo, un pura sangre que se veía en muy buena forma física y con una gran genética a sus espaldas.
Deslicé mi mano por su lomo.
-Es un bonito ejemplar, puede ganar -dije clavando mis ojos en sus orbes cielo.
Ella siguió decidida a hablarme de mi nuevo trabajo, protección, cuidado, algo así como un capataz, que se ocupara de dirigir a los hombres.
-Acepto, como bien dices no tengo otra opción. Mas lo haré con una única condición, prepararemos un lugar donde cercar a la bestia en luna llena, no quiero ser ese monstruo, quiero que desaparezca de mi vida y ese es el mejor modo. No quiero que te acerques a el, solo lo quiero recluido sufriendo su trasformación en soledad. ¿estas de acuerdo?
Su mirada se hundió en la mía, sabia que no veía las cosas como yo, quizás porque para ella esa bestia y yo eramos lo mismo, peor para mi, solo era el monstruo del que pensaba huir cuando la plateada luna me destrozara.
-Solo así me quedaré.
Acorté la distancia hasta su piel, me sentía bastante movido posiblemente porque esos días la luna coronaria le cielo.
-No entiendo como prefieres acostarte con el que conmigo.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Contuve la respiración pensando que bien podría decidir dar la media vuelta y marcharse por donde había llegado la noche anterior por lo que los segundos se tornaron eternos, pero en su lugar se acercó a mi y a Tornado, provocando que mis labios sonrieran cuando apreció al pura sangre con la mirada y confirmó lo que yo sabía, que era un ganador. - Así es, pero hay que prepararlo, faltan algunas semanas, por lo que en el transcurso de ellas podrá demostrarme que tanto sabe sobre equinos. - Mis ojos se detuvieron en sus orbes azules, ejercían una total fascinación en mí. Él me despertaba curiosidad también, una muy grande. Sus costumbres eran obviamente distintas, el recordar que preguntó con respecto a comprarme logró que un sonrojo se presentara en mi rostro otra vez de forma imprevista.
- No crea que tomo la decisión de contratarlo sin sopesar lo que estoy haciendo, pienso que no habrá en la mansión alguien más fuerte y más ágil, por lo que también lo pondré a prueba en sus tareas. - Mi mirada continuaba danzando sobre él, de alguna manera me costaba hacer otra cosa. Procuraba imprimirle un tono grave a la conversación, pero no era tarea sencilla cuando mirarlo me distraía de lo que mis labios decían y esparcía la coherencia de mis ideas.
Aunque si adquirió un tono más grave cuando comenzó a hablar sobre el lobo. En el interior de la casa me había preguntado algo que no le contesté. Era difícil de explicar si él ignoraba que era una felina además de humana. Ponderé decírselo pero concluí que quizás por ahora ya tenía suficiente con digerir lo propio como para que le añadiera lo mío.
-¿Cercarlo?- La contrariedad se tornó implícita en mis palabras. No esperaba que propusiera algo así, aunque era lo más sensato a hacer algo muy dentro mío se inquietaba demasiado ante la idea. Aquel licántropo de pelaje brillante y aspecto salvaje que parecía conjurado por un hechizo en la noche de luna llena, completamente cercado… No lograba conciliar con la propuesta. Sin embargo, se le veía decidido, y después del todo el lobo era él.
-No sé si es la mejor opción...- Mi mirada se desvió hacia mi propiedad, era vasta y colindaba con el bosque, lo que proponía lo podíamos hacer sin llamar la atención y manteniendo la seguridad. -Pero si así lo desea así se hará. Llamaré a algunos de mis hombres para que nos ayuden. No se preocupe, son de mi entera confianza, no harán preguntas que yo no quiera contestar.-
A continuación el hombre caminó hacia mi y dijo algo que me incendió la piel, o era él quien la encendía al estar tan cerca. Mi mirada atrapó la suya, lobo y felina atrayéndose otra vez. Solté una pequeña risa recordando la noche anterior, las múltiples veces en que le insistí al licántropo en que trajera al humano de vuelta.
-Es mala idea que me hables así.- Pésima, tenía un pasado a cuestas, nuestras culturas eran diferentes, él no sabía la verdad de mi naturaleza y además iba a trabajar para mi. Pésima, pésima idea... y aún así, cuando se acercó mis sentidos se agudizaron como nunca, absorbiendo todo lo que podían. Habían tantas similitudes entre el humano y el lobo. Su aroma, su mirada, incluso el calor que me transmitió cuando nuestras manos entraron anteriormente en contacto… Mis palabras le advertían lo más sensato pero su presencia lograba que todo alrededor nuestro se desvaneciera.
-No digas luego que no te lo advertí… - Di un paso al frente acortando completamente la distancia entre los dos. Mis manos finalmente se animaron a tocarle, deslizándose por sus costados, sintiendo de esa manera la misma quemazón de la noche anterior. Atraje su cuerpo al mío, nuestras mejillas se rozaron y mis latidos se dispararon. Sentirle, eso es todo lo que quería… percatarme de como todo a nuestro alrededor se desvanecía y no importaba más que el calor que emanaba de su piel…
- No crea que tomo la decisión de contratarlo sin sopesar lo que estoy haciendo, pienso que no habrá en la mansión alguien más fuerte y más ágil, por lo que también lo pondré a prueba en sus tareas. - Mi mirada continuaba danzando sobre él, de alguna manera me costaba hacer otra cosa. Procuraba imprimirle un tono grave a la conversación, pero no era tarea sencilla cuando mirarlo me distraía de lo que mis labios decían y esparcía la coherencia de mis ideas.
Aunque si adquirió un tono más grave cuando comenzó a hablar sobre el lobo. En el interior de la casa me había preguntado algo que no le contesté. Era difícil de explicar si él ignoraba que era una felina además de humana. Ponderé decírselo pero concluí que quizás por ahora ya tenía suficiente con digerir lo propio como para que le añadiera lo mío.
-¿Cercarlo?- La contrariedad se tornó implícita en mis palabras. No esperaba que propusiera algo así, aunque era lo más sensato a hacer algo muy dentro mío se inquietaba demasiado ante la idea. Aquel licántropo de pelaje brillante y aspecto salvaje que parecía conjurado por un hechizo en la noche de luna llena, completamente cercado… No lograba conciliar con la propuesta. Sin embargo, se le veía decidido, y después del todo el lobo era él.
-No sé si es la mejor opción...- Mi mirada se desvió hacia mi propiedad, era vasta y colindaba con el bosque, lo que proponía lo podíamos hacer sin llamar la atención y manteniendo la seguridad. -Pero si así lo desea así se hará. Llamaré a algunos de mis hombres para que nos ayuden. No se preocupe, son de mi entera confianza, no harán preguntas que yo no quiera contestar.-
A continuación el hombre caminó hacia mi y dijo algo que me incendió la piel, o era él quien la encendía al estar tan cerca. Mi mirada atrapó la suya, lobo y felina atrayéndose otra vez. Solté una pequeña risa recordando la noche anterior, las múltiples veces en que le insistí al licántropo en que trajera al humano de vuelta.
-Es mala idea que me hables así.- Pésima, tenía un pasado a cuestas, nuestras culturas eran diferentes, él no sabía la verdad de mi naturaleza y además iba a trabajar para mi. Pésima, pésima idea... y aún así, cuando se acercó mis sentidos se agudizaron como nunca, absorbiendo todo lo que podían. Habían tantas similitudes entre el humano y el lobo. Su aroma, su mirada, incluso el calor que me transmitió cuando nuestras manos entraron anteriormente en contacto… Mis palabras le advertían lo más sensato pero su presencia lograba que todo alrededor nuestro se desvaneciera.
-No digas luego que no te lo advertí… - Di un paso al frente acortando completamente la distancia entre los dos. Mis manos finalmente se animaron a tocarle, deslizándose por sus costados, sintiendo de esa manera la misma quemazón de la noche anterior. Atraje su cuerpo al mío, nuestras mejillas se rozaron y mis latidos se dispararon. Sentirle, eso es todo lo que quería… percatarme de como todo a nuestro alrededor se desvanecía y no importaba más que el calor que emanaba de su piel…
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Mis ojos se perdieron en los suyos, su mirada azul intensa parecía querer convencerme sin palabras de que ese era mi lugar, o al menos mi única opción, y la verdad, así era, tenia razón.
La escuché con atención hablar de como me vigilaría de cerca, como se aseguraría de que mi trabajo fuera el mejor, creo que lo que en el fondo trataba de decirme era que no era lastima aquello que sentía por mi, que iba a ganarme hasta el ultimo bocado se me sirviera en esa mesa.
Mas yo seguía con la idea fija de que esa mujer sentía algo por el lobo que habitaba dentro de mi ¿como explicar si no, su interés por que no me fuera? ¿como entender si no, que ambos hubiéramos despertado en el bosque abrazados y desnudos?
Enarqué una ceja al escucharla resoplar, al parecer no le hacia especial ilusión la idea de cercarme con cadenas en algún lugar que no ocasionara problemas en su mansión, como si deseara ver al lobo que me poseía en todo su esplendor, como si estuviera convencida de que ella podría domarlo llegada la ocasión.
Estaba decidido a marcharme, esa era la condición indispensable si de verdad esperaba que esto funcionara, puede que ella no entendiera que me boicoteara a mi mismo, que deseara ver al lobo condenado a unas cadenas eternas que lo desesperaran y lo hicieran aullar. Mas yo había visto a esas bestias, esas en la que me había convertido, unas que me lo arrebataron todo.
No me sentía el lobo que habitaba en mi, y deseaba hacerle pagar cada noche de su vida el dolor que le me hacia sentir al ocupar mi cuerpo humano con su maldición esclava de la luna llena.
Finalmente acepto, algo que dibujo en mi rostro una sonrisa complacida, iba a hacerle pagar a ese lobo el haber entrado en mi hasta el final de sus días.
Asentí, observando sus ojos azules, no era capaz de entender que podía ver en el.
-Me encadenareis o os alejareis de mi, quiero que pase la noche solo, aullando como el monstruo que es, no volverás hasta por la mañana para aflojar esas cadenas y liberar al humano -advertí sentenciando su desdichado sino.
Mis actos, esos que movidos por una fiera interior me orillaron a ella fueron la antesala de lo que ocurrió después, nuestro ojos se retaban, depredador y presa anhelantes de un encentro.
Me advirtió que no era una buena idea pronunciar esas palabras en voz alta, mas ¿que mas daba? ¿acaso no lo había ya hecho?
Mis ojos en sus labios, deseaba cada resquicio de esa boca que no había tomado ,tenia sed, hambre también..
Acortó la distancia contra mi cuerpo, ambos quedamos pegados, admirándonos, mi mano acaparo su nuca, fuerte, la atrajo contra mi boca dejando que nuestros labios colisionaran como el mar en las rocas.
Mi lengua buscó la ajena desafiante, segura de los senderos que trazaba, desconocidos, nuevos, mientras la suya se acompañaba al frenético ritmo serpenteando por ella.
-No se si es una buena idea -jadeé necesitado de mas, mientras mi otro brazo rodeaba su cintura atrayendola contra mi endurecida virilidad.
La escuché con atención hablar de como me vigilaría de cerca, como se aseguraría de que mi trabajo fuera el mejor, creo que lo que en el fondo trataba de decirme era que no era lastima aquello que sentía por mi, que iba a ganarme hasta el ultimo bocado se me sirviera en esa mesa.
Mas yo seguía con la idea fija de que esa mujer sentía algo por el lobo que habitaba dentro de mi ¿como explicar si no, su interés por que no me fuera? ¿como entender si no, que ambos hubiéramos despertado en el bosque abrazados y desnudos?
Enarqué una ceja al escucharla resoplar, al parecer no le hacia especial ilusión la idea de cercarme con cadenas en algún lugar que no ocasionara problemas en su mansión, como si deseara ver al lobo que me poseía en todo su esplendor, como si estuviera convencida de que ella podría domarlo llegada la ocasión.
Estaba decidido a marcharme, esa era la condición indispensable si de verdad esperaba que esto funcionara, puede que ella no entendiera que me boicoteara a mi mismo, que deseara ver al lobo condenado a unas cadenas eternas que lo desesperaran y lo hicieran aullar. Mas yo había visto a esas bestias, esas en la que me había convertido, unas que me lo arrebataron todo.
No me sentía el lobo que habitaba en mi, y deseaba hacerle pagar cada noche de su vida el dolor que le me hacia sentir al ocupar mi cuerpo humano con su maldición esclava de la luna llena.
Finalmente acepto, algo que dibujo en mi rostro una sonrisa complacida, iba a hacerle pagar a ese lobo el haber entrado en mi hasta el final de sus días.
Asentí, observando sus ojos azules, no era capaz de entender que podía ver en el.
-Me encadenareis o os alejareis de mi, quiero que pase la noche solo, aullando como el monstruo que es, no volverás hasta por la mañana para aflojar esas cadenas y liberar al humano -advertí sentenciando su desdichado sino.
Mis actos, esos que movidos por una fiera interior me orillaron a ella fueron la antesala de lo que ocurrió después, nuestro ojos se retaban, depredador y presa anhelantes de un encentro.
Me advirtió que no era una buena idea pronunciar esas palabras en voz alta, mas ¿que mas daba? ¿acaso no lo había ya hecho?
Mis ojos en sus labios, deseaba cada resquicio de esa boca que no había tomado ,tenia sed, hambre también..
Acortó la distancia contra mi cuerpo, ambos quedamos pegados, admirándonos, mi mano acaparo su nuca, fuerte, la atrajo contra mi boca dejando que nuestros labios colisionaran como el mar en las rocas.
Mi lengua buscó la ajena desafiante, segura de los senderos que trazaba, desconocidos, nuevos, mientras la suya se acompañaba al frenético ritmo serpenteando por ella.
-No se si es una buena idea -jadeé necesitado de mas, mientras mi otro brazo rodeaba su cintura atrayendola contra mi endurecida virilidad.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
El mundo alrededor nuestro continuaba desaparecido. Podía estar en las caballerizas o podía perfectamente estar en cualquier otro lugar. No oía nada, no veía nada, no sentía, ni olía nada que no tuviera que ver con él. Mi cuerpo pegado al suyo, bastaba para hacerme sentir en las nubes, su cuerpo era fuerte y suave al mismo tiempo, me irradiaba calor. Mis manos se movían sobre sus costados deseosos de sentirle, no importaba su camisa, mover mis dedos despacio sobre ella era incendiarlos. Imposible pegarme más a él, acabábamos de tocarnos y todo mi cuerpo reaccionaba, mis sentidos felinos me pedían más.
Moví mi rostro con lentitud y capturé sus ojos azules inmersos en su rostro de piel oscura, sus rasgos eran diferentes, atractivos, ahora me atreví a mirarlos con detalle. Sonreí apreciándolo. Otra vez ese rubor tonto volvió sin invitación a mis mejillas. No entendía por qué, solo acudía bajo la intensidad de su mirada. Sentí un nudo en el estómago, como si quisiera todo y al mismo tiempo temiera quererlo, como si tuviera la seguridad de que me capturaría otra vez, fuera lobo, fuera humano, ¿importaba lo que fuera? Seguía siendo él, y era él quien me atraía.
Su mano alcanzó mi nuca y acercó mi rostro al suyo. Mis latidos continuaron su desbocada carrera, mis labios colisionaron contra los suyos inevitablemente, abriéndose para invitarle a él. Su lengua entró furtiva, decidida a saquear todo a su paso, sentí un mareo que amenazó con doblarme las rodillas pero mis manos se aferraron a sus costados pegándome aún más a sus caderas y afianzándose con la mano que colocó a mi alrededor. Mis instintos se despertaron, mi lengua comenzó a responder, explorando una boca que debería estar prohibida, una que nunca había probado y que me pareció salvaje y decidida, con resquicios dulces en los cuales me adentré deseando probarlo todo mientras él serpenteaba a su vez, reconociéndome, tornándose el ritmo más intenso y profundo.
Su otra mano terminó de atraerme a sus caderas. Solté un gemido entre sus labios, sentía su virilidad golpéandome, quemándome sobre la ropa. -Es una pésima idea…- murmuré entre sus labios, ya lo había prevenido sobre mi. Tenía un pasado, ya me habían besado antes, pero esto… esto era completamente diferente.
Rocé la comisura de sus labios, deteniéndome allí. Respiré y alcé mis ojos cielo hacia sus azul profundo. Caminaba en territorio desconocido, uno que no pensé que pisaría. -¿Quieres que desechemos la mala idea, nos separemos y hagamos lo correcto?- Sonreí de lado pero no me moví, no tenía ganas de separarme de él. Volví a sus labios sin esperar respuesta alguna. Bebí de su boca, incapaz de mantener esa pausa que había de separar nuestras lenguas, no cuando buscar la suya se me antojaba todo lo que necesitaba. No cuando un mareo dulce me obnubilaba las ideas y una ráfaga de fuego me recorría de la cabeza a los pies. -¿Quieres… quieres entrar en la casa?-
Moví mi rostro con lentitud y capturé sus ojos azules inmersos en su rostro de piel oscura, sus rasgos eran diferentes, atractivos, ahora me atreví a mirarlos con detalle. Sonreí apreciándolo. Otra vez ese rubor tonto volvió sin invitación a mis mejillas. No entendía por qué, solo acudía bajo la intensidad de su mirada. Sentí un nudo en el estómago, como si quisiera todo y al mismo tiempo temiera quererlo, como si tuviera la seguridad de que me capturaría otra vez, fuera lobo, fuera humano, ¿importaba lo que fuera? Seguía siendo él, y era él quien me atraía.
Su mano alcanzó mi nuca y acercó mi rostro al suyo. Mis latidos continuaron su desbocada carrera, mis labios colisionaron contra los suyos inevitablemente, abriéndose para invitarle a él. Su lengua entró furtiva, decidida a saquear todo a su paso, sentí un mareo que amenazó con doblarme las rodillas pero mis manos se aferraron a sus costados pegándome aún más a sus caderas y afianzándose con la mano que colocó a mi alrededor. Mis instintos se despertaron, mi lengua comenzó a responder, explorando una boca que debería estar prohibida, una que nunca había probado y que me pareció salvaje y decidida, con resquicios dulces en los cuales me adentré deseando probarlo todo mientras él serpenteaba a su vez, reconociéndome, tornándose el ritmo más intenso y profundo.
Su otra mano terminó de atraerme a sus caderas. Solté un gemido entre sus labios, sentía su virilidad golpéandome, quemándome sobre la ropa. -Es una pésima idea…- murmuré entre sus labios, ya lo había prevenido sobre mi. Tenía un pasado, ya me habían besado antes, pero esto… esto era completamente diferente.
Rocé la comisura de sus labios, deteniéndome allí. Respiré y alcé mis ojos cielo hacia sus azul profundo. Caminaba en territorio desconocido, uno que no pensé que pisaría. -¿Quieres que desechemos la mala idea, nos separemos y hagamos lo correcto?- Sonreí de lado pero no me moví, no tenía ganas de separarme de él. Volví a sus labios sin esperar respuesta alguna. Bebí de su boca, incapaz de mantener esa pausa que había de separar nuestras lenguas, no cuando buscar la suya se me antojaba todo lo que necesitaba. No cuando un mareo dulce me obnubilaba las ideas y una ráfaga de fuego me recorría de la cabeza a los pies. -¿Quieres… quieres entrar en la casa?-
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Sus caderas incendiaban mi razón y sus labios arrastraban lejos de mi todo resquicio de cordura que me decía que esa mala idea empezaba a convertirse en la peor de todas ellas.
Su aliento contra mi boca, reto que antepuso cuando sus orbes azules se hundieron salvajes en los míos.
-¿idea? -susurré con una medio sonrisa como si desconociera de que hablaba.
Nuestras bocas colisionaran de nuevo en un ferviente duelo en el que las lenguas echaban el pulso y nuestra respiración las jaleaba para que no pararan.
Contra mis labios me ofreció volver al interior de la mansión, estaba claro lo que iba a pasar pues nuestros cuerpos ardían como el fuego incendiando todo a su paso.
-Ya estoy en casa -susurré alzando su culo con mis manos para subirla sobre mi cintura, sus piernas apresaron mi alma. Mi boca profundizaba ese beso que erizaba cada centímetro de mi piel esclava de la suya.
Sin dejar de devorarla abrí los ojos buscando en las caballerizas el lugar donde se acumulaba el heno. Sus caderas danzaban haciéndome arder a cada paso, aquella mujer era puro fuego y yo las ascuas que prenden el resto.
Nada tenia que ver con las damas de mi tierra, infinitamente mas pulcras en el ámbito sexual, no demuestran esa pasión desmedida.
Ella parecía un potro salvaje esperando ser domada y yo, yo era experto en ese trabajo.
La dejé caer sobre el lecho de paja, su risa contagió la mía extendiéndose por las cuadras.
Llevé mi mano a la camisa, mas ella tomo la tela arrugandola entre sus dedos para hacerme caer con ella, enredando nuestros cuerpos aun vestidos en una nueva gesta en la que no existía vencedor ni vencido solo el deseo.
Esta vez ella se deshizo de mi camisa, deslizándola por mis hombro hasta perderse en el mullido suelo. Mis dedos se enredaron en las cintas de su corseé, tiré de ellas decidido, anhelando volver a ver su cuerpo desnudo, ese del que había sido testigo con la mortecina luz del amanecer.
Su boca quebraba la mía, dejando que mis dientes se deslizaran por su mandíbula, marcando cada recoveco de esta, poseyéndola. La lengua dibujo el sendero hasta las montañas de sus pechos que erguidas suplicaron ser tomadas por mis manos, acariciando sus pezones antes de sumergirlos en mi boca que los surcó entre jadeos mientras la dama se retorcía contra mi cuerpo.
-empieza a parecerme una buena idea -aullé contra su piel ebrio de deseo.
De nuevo la risa de ambos choco con las paredes azuzando a los caballos que golpeaban el suelo con los cascos algo agitados, intuía que mi presencia, la de un depredador les agitaba, aunque pronto me di cuenta de que fueron mis ojos ámbar los que los perturbaban.
Cerré los ojos venciéndome sobre su cuerpo ligeramente, aun jadeando.
-Soy una bestia
Su aliento contra mi boca, reto que antepuso cuando sus orbes azules se hundieron salvajes en los míos.
-¿idea? -susurré con una medio sonrisa como si desconociera de que hablaba.
Nuestras bocas colisionaran de nuevo en un ferviente duelo en el que las lenguas echaban el pulso y nuestra respiración las jaleaba para que no pararan.
Contra mis labios me ofreció volver al interior de la mansión, estaba claro lo que iba a pasar pues nuestros cuerpos ardían como el fuego incendiando todo a su paso.
-Ya estoy en casa -susurré alzando su culo con mis manos para subirla sobre mi cintura, sus piernas apresaron mi alma. Mi boca profundizaba ese beso que erizaba cada centímetro de mi piel esclava de la suya.
Sin dejar de devorarla abrí los ojos buscando en las caballerizas el lugar donde se acumulaba el heno. Sus caderas danzaban haciéndome arder a cada paso, aquella mujer era puro fuego y yo las ascuas que prenden el resto.
Nada tenia que ver con las damas de mi tierra, infinitamente mas pulcras en el ámbito sexual, no demuestran esa pasión desmedida.
Ella parecía un potro salvaje esperando ser domada y yo, yo era experto en ese trabajo.
La dejé caer sobre el lecho de paja, su risa contagió la mía extendiéndose por las cuadras.
Llevé mi mano a la camisa, mas ella tomo la tela arrugandola entre sus dedos para hacerme caer con ella, enredando nuestros cuerpos aun vestidos en una nueva gesta en la que no existía vencedor ni vencido solo el deseo.
Esta vez ella se deshizo de mi camisa, deslizándola por mis hombro hasta perderse en el mullido suelo. Mis dedos se enredaron en las cintas de su corseé, tiré de ellas decidido, anhelando volver a ver su cuerpo desnudo, ese del que había sido testigo con la mortecina luz del amanecer.
Su boca quebraba la mía, dejando que mis dientes se deslizaran por su mandíbula, marcando cada recoveco de esta, poseyéndola. La lengua dibujo el sendero hasta las montañas de sus pechos que erguidas suplicaron ser tomadas por mis manos, acariciando sus pezones antes de sumergirlos en mi boca que los surcó entre jadeos mientras la dama se retorcía contra mi cuerpo.
-empieza a parecerme una buena idea -aullé contra su piel ebrio de deseo.
De nuevo la risa de ambos choco con las paredes azuzando a los caballos que golpeaban el suelo con los cascos algo agitados, intuía que mi presencia, la de un depredador les agitaba, aunque pronto me di cuenta de que fueron mis ojos ámbar los que los perturbaban.
Cerré los ojos venciéndome sobre su cuerpo ligeramente, aun jadeando.
-Soy una bestia
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
- Ya estoy en casa. – Palabras que susurradas contra mi boca me supieron a verdad, sus labios tenían el sabor del hogar, uno que me impulsaba hacia él de modo que no atinaba a separarme ni siquiera unos segundos, retando incluso al aire a que se atreviera a intentar recordarme que le diera cabida en mis pulmones. Unos minutos habían sido más que suficientes para percatarme de que quería perderme en su boca, prolongar su descubrimiento, mantener aquel profundo juego de lenguas hambrientas que me arrancó suspiros ininterrumpidos. Sus manos apresaron mi trasero, mis piernas rodearon su cintura, no solo se enlazaron nuestros cuerpos si no las mismas esencias de las que ambos estábamos hechos, esas mismas que se encontraron la noche anterior varias veces, desde el momento en el que le vi en este mismo lugar hasta el momento en que lo miré tras despertar entre sus brazos y ahora otra vez.
Sonreí cuando comenzó a avanzar por la caballeriza pero no abandoné ni sus labios ni su cuerpo incendiario. Nuestras caderas chocaron al atraerse, el contacto de las suyas lanzó corrientes eléctricas por mis piernas, calentando mi intimidad, estaba enajenada de la piel de un extraño, uno que no parecía serlo, uno del que no quería despegarme.
Tomé su rostro en mis manos cuando caímos riendo sobre la paja, tocándolo suavemente con mis dedos queriendo hacerme a la idea de como eran sus rasgos, unos exóticos, hermosos, tan diferentes a los que me había acostumbrado a vislumbrar en Rusia. Su voz era diferente, grave, profunda, sus ojos eran como vastos desiertos que me hablaban de las riquezas de sus tierras, unas que apenas conocía por relatos, por libros e historias. Sus facciones perfectas, muy masculinas. Sonreí traviesamente pensando que de haber sabido que los hombres eran tan hermosos en su tierra me hubiera aventurado a conocerla hace tiempo, y sin embargo presentí que nadie me hubiera gustado como él.
Mis dedos descendieron enredándose en su camisa, impidiéndole alejarse cuando hizo amago de deshacerse de ella, la inmediación de nuestros cuerpos enredados provocó que mis sentidos percibieran el deseo que desprendía su piel, un aroma a él, a lobo, a fiera, a hombre. No pude prevenir que un temblor me recorriera, erizándome la piel. Mis dedos se encargaron de ser los que le retiraran la camisa, deseosa de ver su piel, de sentirla. Sonreí admirándolo mientras mis dedos la recorrían al dejar caer la pieza de ropa a un lado.
Sus manos viajaron hacia mi vestido, me despojaron de mi corsé, temblé como una hoja sin dejar de sonreír. Nuestras bocas volvieron a encontrarse, nuevos suspiros escaparon de mi cuando sus dientes recorrieron mi piel, sus manos se adueñaron de mis pechos, mi cuerpo le pertenecía, le anhelaba, le buscaba, era para él. Tórridas descargas me recorrieron cuando sus manos alcanzaron mis pezones y su boca se adueñó de estos. Gemí retorciéndome bajo él, pérdida en sus acciones, en el mareo placentero de un deseo que se adueñaba de cada parte de mi ser.
La risa volvió a escapar de mi garganta cuando dijo que le parecía una buena idea. -Casi me convences de que lo es.- bromeé, contemplándolo. Sus ojos se tornaron ámbar, mi respiración se aceleró, no me pareció menos hermoso, me recordó al lobo si, pero ¿no era el lobo él aunque dijera que quería apresarlo?
Negué con énfasis cuando dijo que era una bestia, nada más lejos de la realidad. -Yo solo veo a un hombre hermoso, un hechizo que me atrapa, alguien a quien me cuesta no mirar.- Mis manos le acariciaron, surcando su espalda, su cuello, su pelo… no sé por qué me importaba tanto consolarlo, traerle paz. Los caballos se habían inquietado, no estaban acostumbrados a su presencia, para ellos era algo nuevo como para mi. -Ellos ya se acostumbraran a ti. Tienen un sexto sentido que les hace comprender quien es su amigo o enemigo, solo dales tiempo.-
Sonreí de medio lado, sus ojos se encontraron con los míos, mis dedos recorrieron cada trazo firme de su cuerpo, enlazándose a este. Me incorporé para retirar con cuidado sus pantalones, la falda que me cubría, nuestra ropa interior. Nuestros cuerpos desnudos volvieron a quedar enlazados, mis brazos le rodearon, froté mi nariz por su cuello en un ronroneo cariñoso, besé su piel, la mordí despacio, deseaba liberarlo de sus inquietudes. -Déjame ayudarte, aligerar esta carga, convencerte de que eres lo más maravilloso que he visto hasta ahora.- Mi mirada felina buscó en sus ojos lupinos, mis labios mordieron los suyos, inflamada de deseo, mi lengua se coló entre sus labios. Mis piernas se abrieron lo suficiente para rozar mi intimidad contra su falo, tentándolo, acariciándolo, endureciéndolo con la entrada a mis misterios. Quería tocarlo todo de él, reconocer su alma de nuevo, creerme por un instante que estábamos inmersos en un hechizo que producíamos al estar juntos los dos…
Sonreí cuando comenzó a avanzar por la caballeriza pero no abandoné ni sus labios ni su cuerpo incendiario. Nuestras caderas chocaron al atraerse, el contacto de las suyas lanzó corrientes eléctricas por mis piernas, calentando mi intimidad, estaba enajenada de la piel de un extraño, uno que no parecía serlo, uno del que no quería despegarme.
Tomé su rostro en mis manos cuando caímos riendo sobre la paja, tocándolo suavemente con mis dedos queriendo hacerme a la idea de como eran sus rasgos, unos exóticos, hermosos, tan diferentes a los que me había acostumbrado a vislumbrar en Rusia. Su voz era diferente, grave, profunda, sus ojos eran como vastos desiertos que me hablaban de las riquezas de sus tierras, unas que apenas conocía por relatos, por libros e historias. Sus facciones perfectas, muy masculinas. Sonreí traviesamente pensando que de haber sabido que los hombres eran tan hermosos en su tierra me hubiera aventurado a conocerla hace tiempo, y sin embargo presentí que nadie me hubiera gustado como él.
Mis dedos descendieron enredándose en su camisa, impidiéndole alejarse cuando hizo amago de deshacerse de ella, la inmediación de nuestros cuerpos enredados provocó que mis sentidos percibieran el deseo que desprendía su piel, un aroma a él, a lobo, a fiera, a hombre. No pude prevenir que un temblor me recorriera, erizándome la piel. Mis dedos se encargaron de ser los que le retiraran la camisa, deseosa de ver su piel, de sentirla. Sonreí admirándolo mientras mis dedos la recorrían al dejar caer la pieza de ropa a un lado.
Sus manos viajaron hacia mi vestido, me despojaron de mi corsé, temblé como una hoja sin dejar de sonreír. Nuestras bocas volvieron a encontrarse, nuevos suspiros escaparon de mi cuando sus dientes recorrieron mi piel, sus manos se adueñaron de mis pechos, mi cuerpo le pertenecía, le anhelaba, le buscaba, era para él. Tórridas descargas me recorrieron cuando sus manos alcanzaron mis pezones y su boca se adueñó de estos. Gemí retorciéndome bajo él, pérdida en sus acciones, en el mareo placentero de un deseo que se adueñaba de cada parte de mi ser.
La risa volvió a escapar de mi garganta cuando dijo que le parecía una buena idea. -Casi me convences de que lo es.- bromeé, contemplándolo. Sus ojos se tornaron ámbar, mi respiración se aceleró, no me pareció menos hermoso, me recordó al lobo si, pero ¿no era el lobo él aunque dijera que quería apresarlo?
Negué con énfasis cuando dijo que era una bestia, nada más lejos de la realidad. -Yo solo veo a un hombre hermoso, un hechizo que me atrapa, alguien a quien me cuesta no mirar.- Mis manos le acariciaron, surcando su espalda, su cuello, su pelo… no sé por qué me importaba tanto consolarlo, traerle paz. Los caballos se habían inquietado, no estaban acostumbrados a su presencia, para ellos era algo nuevo como para mi. -Ellos ya se acostumbraran a ti. Tienen un sexto sentido que les hace comprender quien es su amigo o enemigo, solo dales tiempo.-
Sonreí de medio lado, sus ojos se encontraron con los míos, mis dedos recorrieron cada trazo firme de su cuerpo, enlazándose a este. Me incorporé para retirar con cuidado sus pantalones, la falda que me cubría, nuestra ropa interior. Nuestros cuerpos desnudos volvieron a quedar enlazados, mis brazos le rodearon, froté mi nariz por su cuello en un ronroneo cariñoso, besé su piel, la mordí despacio, deseaba liberarlo de sus inquietudes. -Déjame ayudarte, aligerar esta carga, convencerte de que eres lo más maravilloso que he visto hasta ahora.- Mi mirada felina buscó en sus ojos lupinos, mis labios mordieron los suyos, inflamada de deseo, mi lengua se coló entre sus labios. Mis piernas se abrieron lo suficiente para rozar mi intimidad contra su falo, tentándolo, acariciándolo, endureciéndolo con la entrada a mis misterios. Quería tocarlo todo de él, reconocer su alma de nuevo, creerme por un instante que estábamos inmersos en un hechizo que producíamos al estar juntos los dos…
Última edición por Danica Pavlova el Dom Feb 12, 2017 9:22 pm, editado 1 vez
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Los dedos de aquella mujer se paseaban calcinando cada jirón de mi piel, parecía decidida a demostrarme que la bestia y yo eramos el mismo y que de un modo u otro eso no me convertía en la bestia que yo creía ser, si no mas bien en todo lo contrario.
Dejé escapar el aire contra su boca, dispuesto a rebatir aquellas palabras, mas sus labios trazaron nuevos caminos que yo sentí ya explorados, sed calma en un manantial que corría con violencia serpenteando en mi boca con sus frescas aguas.
Jadeé mordiendo su labio inferior, tirando de este con cierta desesperación mientas sus caderas danzaban ansiosas contra mi falo, abriéndome la entrada a la mas absoluta perdición.
Las paredes del volcán se abrieron para acogerme mientras entraba embistiendo todo a su paso.
Su cuerpo se arqueo buscándome, sonrisa en sus labios mientras su mirada ahora oscurecida se perdía en la mía regalándome ese oasis de paz en medio de un desierto.
No quería pensar, no quería hablar, solo seguir moviéndome contra su cuerpo, mostrarle que le hombre podía ser mas excitante que el lobo, ese al que estaba mas que seguro que ya había probado antes, ese que por mucho que ella dijera ser yo, era una bestia ajena a mi y lo torturaría hasta que odiara ser lo que era.
Mi mano afianzo sus caderas, empujándolas contra mi endurecido falo, movimientos bruscos que pronto fueron acompasados por nuestras lenguas, ahora desesperadas bailaban contra el fuego de nuestras bocas echándoles mas maderos al resto de nuestros ardientes cuerpos.
Gruñí recorriendo su cuello, nunca esa parte de una mujer me había puesto tan burro, mis dientes marcaron cada trazo de ese inmaculado lienzo, dejando sobre este marcas rojizas de mis dientes, pincel de mi lengua que calmaban el quemazón producido.
-No puedo mas reconocí completamente enloquecido.
Pude escuchar su risa, buscándome, encontrándome, como si mi placer se trasformara en el suyo, como si hubiera decidido devastar mi razón con cada uno de sus incendiarios movimientos.
La empalé una y otra vez, ritmo desesperado que se volvía violento contra el heno.
Su cabello dorado esparcido sobre la paja, el mio, enredado entre sus dedos que me acercaban a su boca para después llevarme sobre la sensible zona de sus pechos.
Erguidos esperaron mi castigo, condena que no se hizo esperar cuando sus pezones acariciaron mis labios, lengua de fuego que los devoro sin pausa, arrastrando mis dientes por ellos, tirando de sus pezones con suavidad mientras la oía gemir mi nombre.
Mordí su yugular con fuerza al sentir como me iba, mi simiente se esparció en su interior mientras sus piernas me acunaban sedientas, temblando.
-Ufffff nena -susurré contra su cuello cerrando los ojos mientras ciamos rendidos sobre el lecho de heno.
Mis dedos acariciaron sus costados, dibujando un cuerpo precioso, terso, perfecto.
-Prométeme algo -le pedí – no volverás a enredar tu piel con la del lobo. Júramelo.
Dejé escapar el aire contra su boca, dispuesto a rebatir aquellas palabras, mas sus labios trazaron nuevos caminos que yo sentí ya explorados, sed calma en un manantial que corría con violencia serpenteando en mi boca con sus frescas aguas.
Jadeé mordiendo su labio inferior, tirando de este con cierta desesperación mientas sus caderas danzaban ansiosas contra mi falo, abriéndome la entrada a la mas absoluta perdición.
Las paredes del volcán se abrieron para acogerme mientras entraba embistiendo todo a su paso.
Su cuerpo se arqueo buscándome, sonrisa en sus labios mientras su mirada ahora oscurecida se perdía en la mía regalándome ese oasis de paz en medio de un desierto.
No quería pensar, no quería hablar, solo seguir moviéndome contra su cuerpo, mostrarle que le hombre podía ser mas excitante que el lobo, ese al que estaba mas que seguro que ya había probado antes, ese que por mucho que ella dijera ser yo, era una bestia ajena a mi y lo torturaría hasta que odiara ser lo que era.
Mi mano afianzo sus caderas, empujándolas contra mi endurecido falo, movimientos bruscos que pronto fueron acompasados por nuestras lenguas, ahora desesperadas bailaban contra el fuego de nuestras bocas echándoles mas maderos al resto de nuestros ardientes cuerpos.
Gruñí recorriendo su cuello, nunca esa parte de una mujer me había puesto tan burro, mis dientes marcaron cada trazo de ese inmaculado lienzo, dejando sobre este marcas rojizas de mis dientes, pincel de mi lengua que calmaban el quemazón producido.
-No puedo mas reconocí completamente enloquecido.
Pude escuchar su risa, buscándome, encontrándome, como si mi placer se trasformara en el suyo, como si hubiera decidido devastar mi razón con cada uno de sus incendiarios movimientos.
La empalé una y otra vez, ritmo desesperado que se volvía violento contra el heno.
Su cabello dorado esparcido sobre la paja, el mio, enredado entre sus dedos que me acercaban a su boca para después llevarme sobre la sensible zona de sus pechos.
Erguidos esperaron mi castigo, condena que no se hizo esperar cuando sus pezones acariciaron mis labios, lengua de fuego que los devoro sin pausa, arrastrando mis dientes por ellos, tirando de sus pezones con suavidad mientras la oía gemir mi nombre.
Mordí su yugular con fuerza al sentir como me iba, mi simiente se esparció en su interior mientras sus piernas me acunaban sedientas, temblando.
-Ufffff nena -susurré contra su cuello cerrando los ojos mientras ciamos rendidos sobre el lecho de heno.
Mis dedos acariciaron sus costados, dibujando un cuerpo precioso, terso, perfecto.
-Prométeme algo -le pedí – no volverás a enredar tu piel con la del lobo. Júramelo.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Con nuestros cuerpos enredados sobre la paja me olvidé de todo cuanto no fuera él, un extraño que había entrado a mi vida la noche anterior, al que quería sentir de todas las formas posibles, sin tener claro del todo el por qué. Mis sentidos me lo indicaban así, se embriagaban de él al tenerlo cerca, quería sosegarle, traerle paz, y también lo deseaba de una forma sorpresiva para mi, completamente inesperada. Sonreí de medio lado contemplándole, creí percibir una protesta no dicha cuando escuchó mis palabras, antes de que nuestros labios se unieran otra vez, de que su lengua húmeda se deslizara por la mía, dedicándonos a explorar nuevamente nuestras bocas, primero con lentitud luego con determinación suficiente para estremecerme de la cabeza a los pies, para exacerbar la pasión que sentí crecer.
Ya no pensé en nada, me dejé llevar por mis instintos, por mi naturaleza felina que me impulsaba hacia él. Mi cuerpo estaba completamente excitado por su cercanía, mis piernas le acogían, abiertas para él, ansiosas, mi intimidad palpitaba al sentir su falo rondando su entrada, algo que duró unos segundos apenas ya que entró en mi con la fuerza de un maremoto, uno que no se detenía ante nada, que arrasaba con cada átomo que me conformaba.
Alcé mis piernas, abrazando su cintura, jadeando con fuerza al sentir su falo introducirse más, nuestros cuerpos alinéandose perfectamente como si siempre hubiera debido ser así, como si estuvieran hechos para encontrarse. Me moví a la vez que él, mis manos ardiendo sobre su piel, gimiendo una y otra vez me sentí mareada por aquella maravillosa tensión en mi cuerpo, por sus dientes sobre mi cuello, por la forma en que me hacía temblar.
No pude evitar pensar en el lobo, en el humano, en el todo que era él. En como de una forma u otra me incendiaba. Sentí como me embestía con fuerza, una y otra vez, más fuerte, más rápido. Mi respiración se tornó jadeante, reí alegremente cuando dijo que le enloquecía. Lo disfruté, verle así, ese azul de sus ojos oscurecidos, nublados como los míos, leía el deseo en ellos, su excitación. Verlo así me incitó a mover más mis caderas, a apretar con más fuerza su erección con mis músculos, a querer hacerle perder más el control, a robarle toda cordura que le quedara, quería que su insensatez fuera mía, que la vertiera en mi, que me embistiera hasta lo más profundo, volver a sentir su alma enredada a la mía.
Escuché sus jadeos, su respiración entrecortada, mis manos se enredaron en su pelo, le atrajeron hacia mis pechos ansiosos de él. Perdí el aliento cuando se apropió de ellos, cuando chupó mis pezones y me torturó con su lengua y sus dientes. Me retorcí de placer, moviendo más mis caderas contra las suyas, sonrojada, embelesada. Me entregué a él por entero, le di todo y le exigí todo antes de que nos corriésemos y se vertiera en mi interior.
Caímos juntos sobre la paja, estaba sudorosa, extasiada. No quería moverme, solo quería saborear la sensación, las oleadas que aún me sacudían, sentir el fuego de su piel. Mis dedos dibujaron su cuerpo, sintiendo sus caricias en mis costados. Me sentía plena, a gusto, de una forma desconocida.
Observé las profundidades de sus ojos azules al pedirme que no me enredara con el lobo. Su petición me tomó por sorpresa, el lobo… era él. Suspiré, notaba lo importante que le resultaba que se lo jurara. Pero… ¿podía jurarlo? ¿O quería proteger al licántropo? ¿Acaso este no me había perseguido, no me había orillado hacia él sin dejarme más alternativa? Pero al final de la noche… no me hizo daño…
Los ojos azules que encontraba frente a mi no me permitían pensar con claridad, me estaban nublando las ideas, me sentía incapaz de resistirme a lo que me pedía y a la vez hacerlo me inquietaba. -Quizás no lo quieras considerar ahora pero… tal vez en algún momento, puedas dominar al lobo en la luna llena, que seas tú quien lleve el control y no él.- Sonreí con lentitud al verlo, me sentía cómoda a su lado, no quería que se levantara de nuestro lecho improvisado. -Si es importante para ti lo haré, me mantendré alejada del lobo.-
Acerqué mis dedos a sus labios, quería volver a ellos, sentirlos míos aunque no lo fueran. Los volví a encontrar en un beso lento y calmado, uno que pudiera rememorar después, cuando volviera mi cordura aún perdida junto a su piel. Suspiré con mi frente contra la suya, miré a nuestro alrededor y reí al notar algo. -Los caballos se han calmado, han de haber quedado exhaustos de tan solo observarnos.- bromeé.
En ese momento mis oídos felinos escucharon ruidos de pasos y voces conocidas. Llevé una mano a mis labios para indicarle silencio, no era cuestión de que los criados nos vieran acostados juntos y sin ropa. Poco a poco los pasos se acercaron alarmantemente para luego pasar de largo, alejándose de las caballerizas. -Me parece que debería presentarte con los demás… que sepan que trabajarás aquí. También enseñarte toda la propiedad, y adonde dormirás…- Volteé hacia él y lo observé en silencio, me sentía incapaz de levantarme aún, extendí una mano y lo toqué, acariciándolo despacio. -Luego…-
Ya no pensé en nada, me dejé llevar por mis instintos, por mi naturaleza felina que me impulsaba hacia él. Mi cuerpo estaba completamente excitado por su cercanía, mis piernas le acogían, abiertas para él, ansiosas, mi intimidad palpitaba al sentir su falo rondando su entrada, algo que duró unos segundos apenas ya que entró en mi con la fuerza de un maremoto, uno que no se detenía ante nada, que arrasaba con cada átomo que me conformaba.
Alcé mis piernas, abrazando su cintura, jadeando con fuerza al sentir su falo introducirse más, nuestros cuerpos alinéandose perfectamente como si siempre hubiera debido ser así, como si estuvieran hechos para encontrarse. Me moví a la vez que él, mis manos ardiendo sobre su piel, gimiendo una y otra vez me sentí mareada por aquella maravillosa tensión en mi cuerpo, por sus dientes sobre mi cuello, por la forma en que me hacía temblar.
No pude evitar pensar en el lobo, en el humano, en el todo que era él. En como de una forma u otra me incendiaba. Sentí como me embestía con fuerza, una y otra vez, más fuerte, más rápido. Mi respiración se tornó jadeante, reí alegremente cuando dijo que le enloquecía. Lo disfruté, verle así, ese azul de sus ojos oscurecidos, nublados como los míos, leía el deseo en ellos, su excitación. Verlo así me incitó a mover más mis caderas, a apretar con más fuerza su erección con mis músculos, a querer hacerle perder más el control, a robarle toda cordura que le quedara, quería que su insensatez fuera mía, que la vertiera en mi, que me embistiera hasta lo más profundo, volver a sentir su alma enredada a la mía.
Escuché sus jadeos, su respiración entrecortada, mis manos se enredaron en su pelo, le atrajeron hacia mis pechos ansiosos de él. Perdí el aliento cuando se apropió de ellos, cuando chupó mis pezones y me torturó con su lengua y sus dientes. Me retorcí de placer, moviendo más mis caderas contra las suyas, sonrojada, embelesada. Me entregué a él por entero, le di todo y le exigí todo antes de que nos corriésemos y se vertiera en mi interior.
Caímos juntos sobre la paja, estaba sudorosa, extasiada. No quería moverme, solo quería saborear la sensación, las oleadas que aún me sacudían, sentir el fuego de su piel. Mis dedos dibujaron su cuerpo, sintiendo sus caricias en mis costados. Me sentía plena, a gusto, de una forma desconocida.
Observé las profundidades de sus ojos azules al pedirme que no me enredara con el lobo. Su petición me tomó por sorpresa, el lobo… era él. Suspiré, notaba lo importante que le resultaba que se lo jurara. Pero… ¿podía jurarlo? ¿O quería proteger al licántropo? ¿Acaso este no me había perseguido, no me había orillado hacia él sin dejarme más alternativa? Pero al final de la noche… no me hizo daño…
Los ojos azules que encontraba frente a mi no me permitían pensar con claridad, me estaban nublando las ideas, me sentía incapaz de resistirme a lo que me pedía y a la vez hacerlo me inquietaba. -Quizás no lo quieras considerar ahora pero… tal vez en algún momento, puedas dominar al lobo en la luna llena, que seas tú quien lleve el control y no él.- Sonreí con lentitud al verlo, me sentía cómoda a su lado, no quería que se levantara de nuestro lecho improvisado. -Si es importante para ti lo haré, me mantendré alejada del lobo.-
Acerqué mis dedos a sus labios, quería volver a ellos, sentirlos míos aunque no lo fueran. Los volví a encontrar en un beso lento y calmado, uno que pudiera rememorar después, cuando volviera mi cordura aún perdida junto a su piel. Suspiré con mi frente contra la suya, miré a nuestro alrededor y reí al notar algo. -Los caballos se han calmado, han de haber quedado exhaustos de tan solo observarnos.- bromeé.
En ese momento mis oídos felinos escucharon ruidos de pasos y voces conocidas. Llevé una mano a mis labios para indicarle silencio, no era cuestión de que los criados nos vieran acostados juntos y sin ropa. Poco a poco los pasos se acercaron alarmantemente para luego pasar de largo, alejándose de las caballerizas. -Me parece que debería presentarte con los demás… que sepan que trabajarás aquí. También enseñarte toda la propiedad, y adonde dormirás…- Volteé hacia él y lo observé en silencio, me sentía incapaz de levantarme aún, extendí una mano y lo toqué, acariciándolo despacio. -Luego…-
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Mis dedos se pasearon lentos por sus costados, sintiendo contra la yema de mis dedos su piel erizarse.
Sonreí de medio lado, cuando sus ojos azules se fundieron en los míos, podía sentir su contrariedad, como mi petición la pillaba desprevenida y como de cierto modo, parecía dolerle que le pidiera se mantuviera alejada de esa maldita bestia de la que era esclavo en luna llena.
Enarqué una ceja al escuchar sus palabras, no quería domar a la bestia, no se que parte no entendía ese ser, no era yo, era una maldición, una a la que había sido arrastrado ajeno a mi voluntad. Mi reino había sido devastado por esas bestias ¿como esperaba que pudiera aceptarlo?
Jamas aceptaría a ese ser que compartía mi cuerpo y si estaba en mis manos su vida seria un infierno.
-No quiero que te toque -rugí furioso.
Parece que finalmente cedió a mis peticiones, tampoco le di opción a dialogo, mi mirada, ámbar por la rabia, no admitía replicas, ni suplicas, ni peticiones.
Su sonrisa se fundió con la mía, aceptando así mis deseos mas profundos.
Su dedo se paseo por mis labios, dibujando aquel sendero que ahora ya conocía. Mis ojos en su boca, embriagado por su ajetreado aliento, ambos acortamos las distancias.
Un beso lento, húmedo, largo, uno que trataba de hacernos recuperar la ausencia de cordura que en ese momento nos inundaba.
Mis dedos se enredaron en su dorado pelo, cascada que caía sobre mi rostro cuando intensifiqué aquel beso que despertaba en mi de nuevo la necesidad de perderme en su cuerpo.
Sonreí contra sus labios al escuchar sus palabras ,era cierto los caballos habían dejado de dar coces, como si mi presencia no les resultara tan desagradable en ese momento.
-Supongo que ahora soy mas humano que bestia -susurré contra su boca.
Una carcajada, la primera en mucho tiempo, denotaba no solo que yo también estaba exhausto, si no que mi humor estaba perfecto.
Ladeé la cabeza al tiempo que lo hizo ella, realmente mi sentidos estaban mas que agudizados, era capaz de percibirlo todo, mas por un instante ella pareció también captarlo.
Enarqué una ceja pensativo cuando esta cubrió mis labios con su mano para que no hiciera ruido.
Al parecer el servicio se acercaba a las caballerizas, pero después cambiaron la dirección perdiéndose por el camino que los llevaba a la residencia principal.
Mis ojos volvieron a fundirse en los ajenos, aparté su mano con suavidad buscando su boca.
-¿Que eres? -pregunté sin apartar mi mirada de la suya. -¿has oído como yo los pasos ¿que eres?
No podía engañarme, de echo ahora me daba cuenta de que podía ver un halo diferente a su alrededor, uno que no veía frente a otros seres.
Aun no entendí nada de mi naturaleza, de esa que negaba, mas ella no era una humana normal.
Me puse en pie, ofreciéndole mi mano para que se alzara, mis labios volvieron a colisionar con los suyos, efímero aquel beso que desconocía si se producirían mas después de este encuentro.
Trabajaba para ella, no sabia si esto era solo un revolcon o por el contrario el inicio de una relación. Las normas en este pais distaban tanto del mio que estaba perdido.
Tomé mi ropa y me vestí sin dejar de mirar aquel perfecto cuerpo de tez blanca, inmaculada, preciosa, perfecta.
-Me ocuparé de tu seguridad, de los caballos y de todo cuanto me pidas, quiero ganarme la comida...-aseguré.
Nunca había trabajado, pero lo haría, no quería ser un mantenido, aunque admito que lo único que sabia hacer era trabajar con los caballos.
Sonreí de medio lado, cuando sus ojos azules se fundieron en los míos, podía sentir su contrariedad, como mi petición la pillaba desprevenida y como de cierto modo, parecía dolerle que le pidiera se mantuviera alejada de esa maldita bestia de la que era esclavo en luna llena.
Enarqué una ceja al escuchar sus palabras, no quería domar a la bestia, no se que parte no entendía ese ser, no era yo, era una maldición, una a la que había sido arrastrado ajeno a mi voluntad. Mi reino había sido devastado por esas bestias ¿como esperaba que pudiera aceptarlo?
Jamas aceptaría a ese ser que compartía mi cuerpo y si estaba en mis manos su vida seria un infierno.
-No quiero que te toque -rugí furioso.
Parece que finalmente cedió a mis peticiones, tampoco le di opción a dialogo, mi mirada, ámbar por la rabia, no admitía replicas, ni suplicas, ni peticiones.
Su sonrisa se fundió con la mía, aceptando así mis deseos mas profundos.
Su dedo se paseo por mis labios, dibujando aquel sendero que ahora ya conocía. Mis ojos en su boca, embriagado por su ajetreado aliento, ambos acortamos las distancias.
Un beso lento, húmedo, largo, uno que trataba de hacernos recuperar la ausencia de cordura que en ese momento nos inundaba.
Mis dedos se enredaron en su dorado pelo, cascada que caía sobre mi rostro cuando intensifiqué aquel beso que despertaba en mi de nuevo la necesidad de perderme en su cuerpo.
Sonreí contra sus labios al escuchar sus palabras ,era cierto los caballos habían dejado de dar coces, como si mi presencia no les resultara tan desagradable en ese momento.
-Supongo que ahora soy mas humano que bestia -susurré contra su boca.
Una carcajada, la primera en mucho tiempo, denotaba no solo que yo también estaba exhausto, si no que mi humor estaba perfecto.
Ladeé la cabeza al tiempo que lo hizo ella, realmente mi sentidos estaban mas que agudizados, era capaz de percibirlo todo, mas por un instante ella pareció también captarlo.
Enarqué una ceja pensativo cuando esta cubrió mis labios con su mano para que no hiciera ruido.
Al parecer el servicio se acercaba a las caballerizas, pero después cambiaron la dirección perdiéndose por el camino que los llevaba a la residencia principal.
Mis ojos volvieron a fundirse en los ajenos, aparté su mano con suavidad buscando su boca.
-¿Que eres? -pregunté sin apartar mi mirada de la suya. -¿has oído como yo los pasos ¿que eres?
No podía engañarme, de echo ahora me daba cuenta de que podía ver un halo diferente a su alrededor, uno que no veía frente a otros seres.
Aun no entendí nada de mi naturaleza, de esa que negaba, mas ella no era una humana normal.
Me puse en pie, ofreciéndole mi mano para que se alzara, mis labios volvieron a colisionar con los suyos, efímero aquel beso que desconocía si se producirían mas después de este encuentro.
Trabajaba para ella, no sabia si esto era solo un revolcon o por el contrario el inicio de una relación. Las normas en este pais distaban tanto del mio que estaba perdido.
Tomé mi ropa y me vestí sin dejar de mirar aquel perfecto cuerpo de tez blanca, inmaculada, preciosa, perfecta.
-Me ocuparé de tu seguridad, de los caballos y de todo cuanto me pidas, quiero ganarme la comida...-aseguré.
Nunca había trabajado, pero lo haría, no quería ser un mantenido, aunque admito que lo único que sabia hacer era trabajar con los caballos.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Mi mano continuó acariciando su piel, me embriagaba hacerlo, que todos mis sentidos felinos le sintieran de tantas formas distintas, sonreí porque descubrí que me gustaba oírlo reír. Sus besos no me parecieron suficientes, en ese momento no pensaba si era él o el lobo, simplemente me contentaba con sentirlo, con la forma en que me hacía reaccionar, mis deseos de tenerlo junto a mi superaban mi raciocinio, yo no era del todo libre… aunque eso no era cierto, lo era, lo era porque así lo había decidido.
Él me hizo una pregunta que no esperaba tan pronto. -¿Qué eres?- Intuí que sus sentidos como los míos le permitían ver las diferencias entre nosotros y los seres humanos. Antes de responderle tiró de mi mano ayudándome a levantarme, un impulso al que le di la bienvenida porque me atraía de vuelta hacia él y me hacía regresar a sus labios. Me perdí en ese nuevo beso, dulce e intenso, húmedo y cálido, aunque breve. Me supo breve porque me temía que lo que había sucedido en las caballerizas fuese el resultado de un impulso que podría quedarse perdido en ellas.
Mi mirada lo recorrió despacio mientras se vestía, apreciándolo, admirándolo. Sonreí de medio lado porque me pareció un hombre demasiado atractivo, exótico, misterioso incluso, aún no lo conocía ni sabía de donde provenía pero quería hacerlo, quería conocer su historia, comprender porque estaba tan desesperado por deshacerse del lobo...
Sus pozos azules se toparon con los míos y de alguna manera me inspiraron confianza, sentía que hacía bien al contratarlo, que no me equivocaba. -Demuéstramelo entonces, vence tus demonios y quédate… quédate a cuidar mi propiedad y mis intereses, incluso a mi...- Mordí mi labio inferior al decir esto último, pensativa.
Mis ojos cielo lo contemplaron intensamente, quería saber que era yo. -¿Cómo se que puedo confiar en ti?- Me acerqué a él, le eché los brazos al cuello y me amoldé a su cuerpo otra vez, pegándome a él para sentir el dulce palpitar de su corazón, sin mayores pretensiones que sentir su abrazo, rocé suavemente mi nariz contra su cuello.
-Se que solo somos un par de desconocidos, casi extraños pero quiero confiar en ti…- Realmente lo deseaba, como no había deseado antes confiar en alguien. -Quiero que confíes en mi también.- admití, alzando la mirada hacia él, me separé despacio para poder responder su interrogante. -Nací siendo lo que soy, lo que algunos llaman un cambiaformas, soy humana pero también soy una felina…- Notaba la sorpresa en su mirada aunque no tenía manera de saber como se lo estaba tomando, estaba orgullosa de lo que era pero pocos conocían mi naturaleza.
-A veces soy un tigre… un leopardo… o incluso algo más travieso.- Sonreí de medio lado y me transformé frente a él, la humana desapareció y en su lugar una pequeña gata de hermoso pelaje dorado le observó inquisitivamente, se acercó y se lanzó a sus brazos. Él por instinto me atrapó con sus manos impidiendo que cayera. -Esta soy yo.- le dije mentalmente, mirándolo con fijeza.
Salté de sus manos y retorné a mi forma humana. -Ahora lo sabes, comprenderé si te hace cambiar de opinión con respecto a trabajar para mi.- Mentiría si dijera que no sentí temor de que saliera por la puerta para no volver, o que no me inquietaba la idea de no volver a verlo, era inexplicable porque apenas le conocía pero era real. -Pero si no lo hace, si a pesar de ello deseas quedarte, quédate no solo por el trabajo, quédate por el hechizo que siento entre nosotros desde que llegaste anoche, quédate para conocerme, quédate porque deseo conocer más de ti.-
Él me hizo una pregunta que no esperaba tan pronto. -¿Qué eres?- Intuí que sus sentidos como los míos le permitían ver las diferencias entre nosotros y los seres humanos. Antes de responderle tiró de mi mano ayudándome a levantarme, un impulso al que le di la bienvenida porque me atraía de vuelta hacia él y me hacía regresar a sus labios. Me perdí en ese nuevo beso, dulce e intenso, húmedo y cálido, aunque breve. Me supo breve porque me temía que lo que había sucedido en las caballerizas fuese el resultado de un impulso que podría quedarse perdido en ellas.
Mi mirada lo recorrió despacio mientras se vestía, apreciándolo, admirándolo. Sonreí de medio lado porque me pareció un hombre demasiado atractivo, exótico, misterioso incluso, aún no lo conocía ni sabía de donde provenía pero quería hacerlo, quería conocer su historia, comprender porque estaba tan desesperado por deshacerse del lobo...
Sus pozos azules se toparon con los míos y de alguna manera me inspiraron confianza, sentía que hacía bien al contratarlo, que no me equivocaba. -Demuéstramelo entonces, vence tus demonios y quédate… quédate a cuidar mi propiedad y mis intereses, incluso a mi...- Mordí mi labio inferior al decir esto último, pensativa.
Mis ojos cielo lo contemplaron intensamente, quería saber que era yo. -¿Cómo se que puedo confiar en ti?- Me acerqué a él, le eché los brazos al cuello y me amoldé a su cuerpo otra vez, pegándome a él para sentir el dulce palpitar de su corazón, sin mayores pretensiones que sentir su abrazo, rocé suavemente mi nariz contra su cuello.
-Se que solo somos un par de desconocidos, casi extraños pero quiero confiar en ti…- Realmente lo deseaba, como no había deseado antes confiar en alguien. -Quiero que confíes en mi también.- admití, alzando la mirada hacia él, me separé despacio para poder responder su interrogante. -Nací siendo lo que soy, lo que algunos llaman un cambiaformas, soy humana pero también soy una felina…- Notaba la sorpresa en su mirada aunque no tenía manera de saber como se lo estaba tomando, estaba orgullosa de lo que era pero pocos conocían mi naturaleza.
-A veces soy un tigre… un leopardo… o incluso algo más travieso.- Sonreí de medio lado y me transformé frente a él, la humana desapareció y en su lugar una pequeña gata de hermoso pelaje dorado le observó inquisitivamente, se acercó y se lanzó a sus brazos. Él por instinto me atrapó con sus manos impidiendo que cayera. -Esta soy yo.- le dije mentalmente, mirándolo con fijeza.
Salté de sus manos y retorné a mi forma humana. -Ahora lo sabes, comprenderé si te hace cambiar de opinión con respecto a trabajar para mi.- Mentiría si dijera que no sentí temor de que saliera por la puerta para no volver, o que no me inquietaba la idea de no volver a verlo, era inexplicable porque apenas le conocía pero era real. -Pero si no lo hace, si a pesar de ello deseas quedarte, quédate no solo por el trabajo, quédate por el hechizo que siento entre nosotros desde que llegaste anoche, quédate para conocerme, quédate porque deseo conocer más de ti.-
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Ella quería que me quedara, que cuidara de todo aquello, pero lo que me hizo sonreír fue cuando me pidió que la cuidara a ella. Solo eramos dos extraños que se habían conocido una noche de tormenta, yo también sentía la magia, sabia a que se refería cuando sus ojos se cernían azules sobre los míos para hablarme de esta.
Aquella mujer de cabellos dorados, exótica, preciosa, tan diferentes a las mujeres árabes, me miraba como si solo yo existiera.
Mi pregunta no tardo en encontrar respuesta, nuestros cuerpos fundidos en uno, como si la distancia fuera nuestro peor enemigo. Se que a ella no le importaba si era lobo o humano, mas en mi caso importaba demasiado.
Su mirada se perdía en la mía mientras confesaba que no era una humana sin mas, parte de ella era felina.
Admito que cierto morbo se despertó en mi, quizás era esa la atracción que desprendía, su parte animal llamaba a la mía.
Ladeé la cabeza al ver como se convertía frente a mis ojos en una gata rubia que de un salto se encaramo a mis brazos, para de seguido bajar recuperando su forma normal.
Acorté las distancias, ahora desnuda de nuevo mis ojos se oscurecían. La tomaría una y otra vez sobre el pajar, claro que los otros nos buscaban y no era cuestión dar que halar sobre las practicas de la dueña de la casa.
Un beso en sus labios que no sabia si seria el ultimo, observé en silencio como se vestía, trabajaría para ella, pero..yo no quería solo ser su capataz, ansiaba mucho mas.
-¿Donde dormiré? Pregunte perdiéndome nuevamente en sus felinos ojos.
Ladeé la sonrisa mirándola intensamente, como si supiera que era capaz de llegar a mis mas oscuros pensamientos, deseaba dormir cada noche en su lecho, estuviera bien o mal visto, me daba igual, quería hacerla mía sin mas.
-Me has pedido que no solo me quede por el trabajo, que me quede por aquello que se ha despertado entre nosotros. Acepto, quiero descubrir que es eso que siento al tenerte cerca, esa sensación que supera al deseo, que me arrastra una y otra vez hasta tu cuerpo.
Mas tu, has de jurarme que cumplirás con la promesa que me has hecho, si no ..me iré.
No bromeaba odiaba al licantropo con todas mis fuerzas, ella parecía asumir que el felino que habitaba en ella y ella era lo mismo, había tenido una vida para acostumbrase a ello, mas en mi caso todo era bien distinto.
-Nací en Arabia, era el hijo del príncipe, la suerte me sonreía, toda una vida plagada de lujo, no había nada que se resistiera a mi. Una noche la codicia de mi tío por subir al trono hizo que nos vendiera a un grupo de licantropos que dirigidos por este arrasaron con mi palacio, con mi vida y con la de mi gente. Ese día no solo perdí mi estatus, si no mi familia, padre, madre, abuelos. ¿entiendes? Escape de esos monstruos maldito, no puedes pedirme que acepte que soy exactamente como ellos.
Aquella mujer de cabellos dorados, exótica, preciosa, tan diferentes a las mujeres árabes, me miraba como si solo yo existiera.
Mi pregunta no tardo en encontrar respuesta, nuestros cuerpos fundidos en uno, como si la distancia fuera nuestro peor enemigo. Se que a ella no le importaba si era lobo o humano, mas en mi caso importaba demasiado.
Su mirada se perdía en la mía mientras confesaba que no era una humana sin mas, parte de ella era felina.
Admito que cierto morbo se despertó en mi, quizás era esa la atracción que desprendía, su parte animal llamaba a la mía.
Ladeé la cabeza al ver como se convertía frente a mis ojos en una gata rubia que de un salto se encaramo a mis brazos, para de seguido bajar recuperando su forma normal.
Acorté las distancias, ahora desnuda de nuevo mis ojos se oscurecían. La tomaría una y otra vez sobre el pajar, claro que los otros nos buscaban y no era cuestión dar que halar sobre las practicas de la dueña de la casa.
Un beso en sus labios que no sabia si seria el ultimo, observé en silencio como se vestía, trabajaría para ella, pero..yo no quería solo ser su capataz, ansiaba mucho mas.
-¿Donde dormiré? Pregunte perdiéndome nuevamente en sus felinos ojos.
Ladeé la sonrisa mirándola intensamente, como si supiera que era capaz de llegar a mis mas oscuros pensamientos, deseaba dormir cada noche en su lecho, estuviera bien o mal visto, me daba igual, quería hacerla mía sin mas.
-Me has pedido que no solo me quede por el trabajo, que me quede por aquello que se ha despertado entre nosotros. Acepto, quiero descubrir que es eso que siento al tenerte cerca, esa sensación que supera al deseo, que me arrastra una y otra vez hasta tu cuerpo.
Mas tu, has de jurarme que cumplirás con la promesa que me has hecho, si no ..me iré.
No bromeaba odiaba al licantropo con todas mis fuerzas, ella parecía asumir que el felino que habitaba en ella y ella era lo mismo, había tenido una vida para acostumbrase a ello, mas en mi caso todo era bien distinto.
-Nací en Arabia, era el hijo del príncipe, la suerte me sonreía, toda una vida plagada de lujo, no había nada que se resistiera a mi. Una noche la codicia de mi tío por subir al trono hizo que nos vendiera a un grupo de licantropos que dirigidos por este arrasaron con mi palacio, con mi vida y con la de mi gente. Ese día no solo perdí mi estatus, si no mi familia, padre, madre, abuelos. ¿entiendes? Escape de esos monstruos maldito, no puedes pedirme que acepte que soy exactamente como ellos.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Su vasta mirada azul se prendió de la mía. En ella no descubrí rechazo alguno ante lo que acababa de descubrir para él, parte de mi esencia era precisamente lo que acababa de mostrarle, era una felina tanto como era una mujer, no existía la una sin la otra. Sonreí lentamente porque únicamente le mostraba mis distintas caras a aquellos en quienes confiaba, por lo que para mí el haberlo hecho no había sido producto de ligereza alguna, confiaba en él, aunque apenas nos conociésemos.
Busqué cada una de mis prendas y comencé a colocármelas encima, hasta ceñir nuevamente la cintura de mi vestido con un lazo azul. Lo hacía más por un formalismo que porque realmente necesitara cubrir mi cuerpo. Como cambiante usar ropa me parecía una mera costumbre a la que no me quedaba más remedio que habituarme debido a la cercanía de los seres humanos que trabajaban para mí, aunque en ocasiones, en la soledad de mi habitación o cuando me sabía sola en ciertos lugares, me deshacía de ella y deambulaba tal y como había llegado al mundo. Quizás en algún momento mi nuevo capataz se percataría de esa costumbre mía, pensé con picardía, quizás…
Recogí mi cabello dorado en una coleta y me acerqué, lo tomé de la mano para tirar de él y que saliésemos de las caballerizas, echando a andar por el amplio jardín. Observé pensativa a mi alrededor. El jardinero, un par de doncellas, y un joven aprendiz de jardinería ya se habían encargado de levantar las macetas volcadas, de volver a podar arbustos, hacer nuevos recortes para deshacerse de las ramas y flores rotas y con entusiasmo abrían espacio en la tierra para sembrar nuevos rosales que reemplazarían a los desaparecidos.
-En Rusia a menudo teníamos crudos y crueles inviernos, tormentas de nieve que parecían no tener fin y que nos calaban hasta los huesos, algunas arrasaban con cobertizos, sepultaban nuestros sembradíos, enfermaban a los más jóvenes o los menos fuertes de neumonía…. A veces el frío nos calaba tan hondo que comenzábamos a dudar de que en algún momento llegaría la primavera y el avistar por primera vez un pequeño botón entre la nieve nos renovaba las esperanzas y nos hacía comprender que al fin habíamos alcanzado una mejor época.- Sonreí acercándome a uno de los rosales blancos y tomé uno de los pequeños botones con cuidado, apenas lo rocé con mis dedos.
Mis inviernos habían sido crudos pero mi cárcel había sido una muy distinta, en ocasiones incluso en suelo francés no podía menos que recordar esa jaula y preguntarme si en realidad me encontraba libre. Miré mi dedo anular, únicamente el área blanquecina adonde anteriormente llevaba un anillo me daba la respuesta. La respuesta era sí. Era libre y me aferraría a esa libertad sin importar ninguna consecuencia. De una forma u otro el mirar a Faris me hacía sentir más libre que nunca.
A medida que le mostraba la propiedad iba presentándolo con los miembros del personal. Ellos lo miraban con curiosidad pero aceptaban mi decisión, no tenían por qué objetarla. -Creo que tu conversión ha sido ese crudo invierno, pero no dudo que puedas seguir adelante a pesar de todo, la pregunta es, ¿tú lo crees así?- Me detuve frente a él en el salón principal de la mansión. Me había contado sobre Arabia, sobre la forma en que los licántropos le habían arrebatado todo, no solo su vida de la manera en que la conocía hasta ahora si no a sus familiares. -Lamento todo lo que perdiste.- Me acerqué a él, pasé mis brazos por su cintura para rodearlo y le abracé. Su cuerpo junto al mio entibiaba mi ser, en ese momento su cercanía me hacía aferrarme a la creencia de que los nuevos comienzos eran posibles.
Aún permanecí un rato más pegada a él antes de correr escaleras arriba y esperar a que me alcanzara. -Allí dormirás.- Señalé hacia el final del pasillo. -El resto del personal duerme abajo en el ala norte en un grupo de habitaciones destinadas a ellos, pero teniendo en cuenta que estarás a cargo de mi seguridad… cuidarás mejor de mi si estás cerca, en caso de cualquier eventualidad.- Por supuesto eso era solo una excusa…
Me acerqué al pomo de la puerta y la abrí. La habitación era amplia, perfectamente amueblada, con adornos exquisitos tanto en mesas como en las paredes, amplias ventanas y un cuarto de baño personal. Apoyé mi espalda un momento contra la pared, observándolo. -Juro que cumpliré la promesa que te hice.- Podía parecer que mi respuesta salía de la nada, pero la verdad es que la había estado meditando mientras explorábamos la propiedad. Él odiaba al licántropo y ahora comprendía el por qué. Finalmente supe lo que quería, deseaba que se quedara, le escogía a él.
Lo miré despacio antes de indicarle que me acompañara. Bastaron unos pocos pasos a lo largo del pasillo para que me detuviera de nuevo. Diagonalmente a las escaleras, a mano izquierda abrí una nueva puerta. -Esta es mi habitación…- Mi mirada deambuló por ese espacio antes de detenerse nuevamente sobre él. Me acerqué hasta detenerme muy cerca, mis ojos le leían despacio, mi cuerpo examinaba la reacción de su piel, mis labios muy cerca se entreabrían, preguntándose si en él permanecía el mismo deseo de las caballerizas o no. Sería solo mi trabajador o sería algo más… -Ya conoces la propiedad, eso te da una idea de lo que tendrás a tu cargo, oficialmente eres mi nuevo capataz.-
Busqué cada una de mis prendas y comencé a colocármelas encima, hasta ceñir nuevamente la cintura de mi vestido con un lazo azul. Lo hacía más por un formalismo que porque realmente necesitara cubrir mi cuerpo. Como cambiante usar ropa me parecía una mera costumbre a la que no me quedaba más remedio que habituarme debido a la cercanía de los seres humanos que trabajaban para mí, aunque en ocasiones, en la soledad de mi habitación o cuando me sabía sola en ciertos lugares, me deshacía de ella y deambulaba tal y como había llegado al mundo. Quizás en algún momento mi nuevo capataz se percataría de esa costumbre mía, pensé con picardía, quizás…
Recogí mi cabello dorado en una coleta y me acerqué, lo tomé de la mano para tirar de él y que saliésemos de las caballerizas, echando a andar por el amplio jardín. Observé pensativa a mi alrededor. El jardinero, un par de doncellas, y un joven aprendiz de jardinería ya se habían encargado de levantar las macetas volcadas, de volver a podar arbustos, hacer nuevos recortes para deshacerse de las ramas y flores rotas y con entusiasmo abrían espacio en la tierra para sembrar nuevos rosales que reemplazarían a los desaparecidos.
-En Rusia a menudo teníamos crudos y crueles inviernos, tormentas de nieve que parecían no tener fin y que nos calaban hasta los huesos, algunas arrasaban con cobertizos, sepultaban nuestros sembradíos, enfermaban a los más jóvenes o los menos fuertes de neumonía…. A veces el frío nos calaba tan hondo que comenzábamos a dudar de que en algún momento llegaría la primavera y el avistar por primera vez un pequeño botón entre la nieve nos renovaba las esperanzas y nos hacía comprender que al fin habíamos alcanzado una mejor época.- Sonreí acercándome a uno de los rosales blancos y tomé uno de los pequeños botones con cuidado, apenas lo rocé con mis dedos.
Mis inviernos habían sido crudos pero mi cárcel había sido una muy distinta, en ocasiones incluso en suelo francés no podía menos que recordar esa jaula y preguntarme si en realidad me encontraba libre. Miré mi dedo anular, únicamente el área blanquecina adonde anteriormente llevaba un anillo me daba la respuesta. La respuesta era sí. Era libre y me aferraría a esa libertad sin importar ninguna consecuencia. De una forma u otro el mirar a Faris me hacía sentir más libre que nunca.
A medida que le mostraba la propiedad iba presentándolo con los miembros del personal. Ellos lo miraban con curiosidad pero aceptaban mi decisión, no tenían por qué objetarla. -Creo que tu conversión ha sido ese crudo invierno, pero no dudo que puedas seguir adelante a pesar de todo, la pregunta es, ¿tú lo crees así?- Me detuve frente a él en el salón principal de la mansión. Me había contado sobre Arabia, sobre la forma en que los licántropos le habían arrebatado todo, no solo su vida de la manera en que la conocía hasta ahora si no a sus familiares. -Lamento todo lo que perdiste.- Me acerqué a él, pasé mis brazos por su cintura para rodearlo y le abracé. Su cuerpo junto al mio entibiaba mi ser, en ese momento su cercanía me hacía aferrarme a la creencia de que los nuevos comienzos eran posibles.
Aún permanecí un rato más pegada a él antes de correr escaleras arriba y esperar a que me alcanzara. -Allí dormirás.- Señalé hacia el final del pasillo. -El resto del personal duerme abajo en el ala norte en un grupo de habitaciones destinadas a ellos, pero teniendo en cuenta que estarás a cargo de mi seguridad… cuidarás mejor de mi si estás cerca, en caso de cualquier eventualidad.- Por supuesto eso era solo una excusa…
Me acerqué al pomo de la puerta y la abrí. La habitación era amplia, perfectamente amueblada, con adornos exquisitos tanto en mesas como en las paredes, amplias ventanas y un cuarto de baño personal. Apoyé mi espalda un momento contra la pared, observándolo. -Juro que cumpliré la promesa que te hice.- Podía parecer que mi respuesta salía de la nada, pero la verdad es que la había estado meditando mientras explorábamos la propiedad. Él odiaba al licántropo y ahora comprendía el por qué. Finalmente supe lo que quería, deseaba que se quedara, le escogía a él.
Lo miré despacio antes de indicarle que me acompañara. Bastaron unos pocos pasos a lo largo del pasillo para que me detuviera de nuevo. Diagonalmente a las escaleras, a mano izquierda abrí una nueva puerta. -Esta es mi habitación…- Mi mirada deambuló por ese espacio antes de detenerse nuevamente sobre él. Me acerqué hasta detenerme muy cerca, mis ojos le leían despacio, mi cuerpo examinaba la reacción de su piel, mis labios muy cerca se entreabrían, preguntándose si en él permanecía el mismo deseo de las caballerizas o no. Sería solo mi trabajador o sería algo más… -Ya conoces la propiedad, eso te da una idea de lo que tendrás a tu cargo, oficialmente eres mi nuevo capataz.-
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Su mano aferro la mía tirando de mi, la contemple. Su cabello dorado recogido con una coleta brillaba casi tanto como sus preciosos ojos azules. Era una mujer muy exótica, diferente a las que yo estaba acostumbrado a ver en mi país, desprendía seguridad, libertad y a esas alturas aun no sabia hasta que punto uno y otro podíamos cuajar, pues para mi las costumbres de las féminas eran mas dependientes de un hombre, posesión.
Empezamos a caminar por el jardín, los jardineros y algún mozo ya habían empezado a recolocar todo aquello que yo con mi trasformación había destrozado.
Ladeé la cabeza escuchando aquella historia de su país de origen. Al parecer los inviernos en Rusia devastaban todo a su paso, algo que no ocurría en mi país, el calor allí era abrasador, tan solo las tormentas del desierto representaban un peligro al ser atravesados, tormentas que como los inviernos de Rusia destrozaban todo a su paso.
Siguió mostrándome cada parte de ese gran caserón, los empleados me miraban con suma atención , muchos de ellos estaba seguro que eran consciente de mi trasformación. Dudaba que les gustara compartir casa con alguien como yo, pero su señora había tomado esa decisión y eso implicaba que yo me quedaría allí.
Ladeé la sonrisa cuando esta me dijo que yo era como sus inviernos, mas que al pasar estos la esperanza volvía a abrirse paso frente a sus ojos.
Eso creía que pasaría tras mis trasformaciones y puede que así fuera, el problema era que yo veía en ese lobo un enemigo al que batir y no encontraría paz hasta que lo sacara de mi.
-No lo se Danica, esto es complicado para mi.
Su mano aun aferraba la mía, eso me daba una sensación de paz, ella estaba a mi lado y eso me ayudaba a luchar.
Así, juntos, entramos en el caserón, su sonrisa se perdió en ese abrazo sentido que me regalo, mis dedos se pasearon por su espalda, era preciosa, dulce, cariñosa y capaz de calmar mi dolor.
-¿de verdad no te puedo comprar? -pregunté con una picara sonrisa
Su risa se perdió por la estancia separándose de mi para jugar al “pilla pilla” y así salio corriendo escaleras arriba mirando por encima del hombro sin perder la sonrisa para ver si la atrapaba.
Mi cuerpo la siguió, ambos reíamos de forma cómplice como dos niños chicos que se encuentran y se reconocen.
Así alcancé el piso superior, mi cuerpo se orillo al suyo, deseaba repetir lo de las caballerizas pero entonces abrió lo que según ella seria mi habitación, una al parecer cercana a la suya para que pudiera desempeñar bien mi papel de protector.
Ladeé la sonrisa mirándola fijamente cuando escuché sus palabras “cumpliré la promesa”
Mi mano se alargó para coger su cintura y atraerla hacia mi.
-Se que lo harás -susurré contra sus labios mientras mi boca se acercaba a la suya para que nuestros labios se acariciaran. Su aliento contra mi boca, entreabrí mis labios deseando perderme en ella.
Volvió a poner distancia esta vez para ir a la habitación contigua, su habitación, mis ojos recorrieron la estancia hasta perderse en su azulada mirada
Su cuerpo se orillo al mio, dos pasos para quedar de frente, mis labios se entreabrieron, dirigí la cabeza hacia la suya, nuestra nariz se rozo y nuestros labios se dibujaron de forma lenta.
-¿Soy solo eso? -susurré arrastrando las palabras -¿tu capataz?
Empezamos a caminar por el jardín, los jardineros y algún mozo ya habían empezado a recolocar todo aquello que yo con mi trasformación había destrozado.
Ladeé la cabeza escuchando aquella historia de su país de origen. Al parecer los inviernos en Rusia devastaban todo a su paso, algo que no ocurría en mi país, el calor allí era abrasador, tan solo las tormentas del desierto representaban un peligro al ser atravesados, tormentas que como los inviernos de Rusia destrozaban todo a su paso.
Siguió mostrándome cada parte de ese gran caserón, los empleados me miraban con suma atención , muchos de ellos estaba seguro que eran consciente de mi trasformación. Dudaba que les gustara compartir casa con alguien como yo, pero su señora había tomado esa decisión y eso implicaba que yo me quedaría allí.
Ladeé la sonrisa cuando esta me dijo que yo era como sus inviernos, mas que al pasar estos la esperanza volvía a abrirse paso frente a sus ojos.
Eso creía que pasaría tras mis trasformaciones y puede que así fuera, el problema era que yo veía en ese lobo un enemigo al que batir y no encontraría paz hasta que lo sacara de mi.
-No lo se Danica, esto es complicado para mi.
Su mano aun aferraba la mía, eso me daba una sensación de paz, ella estaba a mi lado y eso me ayudaba a luchar.
Así, juntos, entramos en el caserón, su sonrisa se perdió en ese abrazo sentido que me regalo, mis dedos se pasearon por su espalda, era preciosa, dulce, cariñosa y capaz de calmar mi dolor.
-¿de verdad no te puedo comprar? -pregunté con una picara sonrisa
Su risa se perdió por la estancia separándose de mi para jugar al “pilla pilla” y así salio corriendo escaleras arriba mirando por encima del hombro sin perder la sonrisa para ver si la atrapaba.
Mi cuerpo la siguió, ambos reíamos de forma cómplice como dos niños chicos que se encuentran y se reconocen.
Así alcancé el piso superior, mi cuerpo se orillo al suyo, deseaba repetir lo de las caballerizas pero entonces abrió lo que según ella seria mi habitación, una al parecer cercana a la suya para que pudiera desempeñar bien mi papel de protector.
Ladeé la sonrisa mirándola fijamente cuando escuché sus palabras “cumpliré la promesa”
Mi mano se alargó para coger su cintura y atraerla hacia mi.
-Se que lo harás -susurré contra sus labios mientras mi boca se acercaba a la suya para que nuestros labios se acariciaran. Su aliento contra mi boca, entreabrí mis labios deseando perderme en ella.
Volvió a poner distancia esta vez para ir a la habitación contigua, su habitación, mis ojos recorrieron la estancia hasta perderse en su azulada mirada
Su cuerpo se orillo al mio, dos pasos para quedar de frente, mis labios se entreabrieron, dirigí la cabeza hacia la suya, nuestra nariz se rozo y nuestros labios se dibujaron de forma lenta.
-¿Soy solo eso? -susurré arrastrando las palabras -¿tu capataz?
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Mis ojos felinos observaban al hombre frente a mi con interés. Por supuesto era un salto de fe el que estaba dando, contratarle cuando apenas le conocía. Sabía que el licántropo me había perseguido incansablemente, cómo saber cómo era realmente el humano. Mi mirada deambuló sobre él, estaba tan cerca que podía sentir su aliento sobre mis labios. Alcé mis manos y las paseé despacio sobre su camisa, deteniéndome en ese espacio de piel morena que dejaba al descubierto la misma, pasando mis dedos suavemente en esa zona, sentía su piel hervir bajo mi tacto.
-Me intriga una cosa, ¿qué harías conmigo si en realidad pudieras comprarme?- Sonreí de medio lado, con una ceja alzada. Él me producía mucha curiosidad, era increíblemente atractivo y si además en su tierra era un príncipe seguro había estado acostumbrado a tener a muchas mujeres a sus pies. De repente se me cruzó por la cabeza la idea de que con toda seguridad había tenido un harem y me encontré a mí misma esbozando un pequeño gesto de inconformidad con los labios.
-Pensé que ser mi capataz era el asunto primordial a tratar...- Jugué con esas palabras, su nariz se deslizaba despacio sobre la mía, sentía su cálido aliento en mi rostro envolviéndome en un hechizo. Su boca conectando con la mía me incitaba a buscar la suya, a querer perderme en sus senderos. Mis labios dibujaron los suyos despacio, deteniéndome sobre ellos sin tomarlos aún, le incitaba haciéndole ver que no era como las mujeres sumisas a las que seguramente estaba acostumbrado. A la mejor esa atracción que sentía por él tenía que ver con nuestros instintos más básicos, el hecho de que él también tuviese esa parte animal que de alguna forma me seducía, me inducía a sentir cada parte de su esencia, a provocarlo al tocar sus labios con los míos.
-¿Qué te gustaría ser Faris?- Me gustaba la manera en que se escuchaba su nombre al pronunciarlo, le sentaba bien, de hecho a ese hombre todo le sentaba bien. Era un peligro interesarme en él, bien lo sabía, dada mi historia, pero percibía que era demasiado tarde para esas ponderaciones, lo quería en mi casa, lo quería en esa habitación tan cercana a la mía. Desvié mis labios de los suyos, acercando mi boca a su oído, rozando su lóbulo con mi respiración cálida. Podía sentir sus músculos duros y bien torneados tan cerca de mi cuerpo, chispas eléctricas en el ambiente. Mordí su lóbulo y tiré de él suavemente, pasando mi nariz por su cuello, dejándome atrapar por la magia que sentía palpable entre los dos.
-Ven por las noches a mi habitación… si así lo deseas…- Posé mis manos en sus hombros, entregándome a sus brazos, contra su torso. Bajo mi vestido sentía que todo mi cuerpo le respondía y a la vez otra sensación dulce, agradable, la de su presencia. Temblé un poco, no estaba acostumbrada a confiar… lo había hecho una vez, antes de que el mundo se hiciera trizas, antes de que el invierno ruso me dejara tiritando, fría. No sabía por qué en los brazos del desconocido sentía como si regresase el sol. Sentía un nudo en mi vientre y mi cuerpo a su lado recuperaba el calor, si, quería, quería que acudiera a mi por las noches, quería perderme en sus manos y en su cuerpo mientras me tomaba en mi lecho, quería sentirme deseada por él.
-Me intriga una cosa, ¿qué harías conmigo si en realidad pudieras comprarme?- Sonreí de medio lado, con una ceja alzada. Él me producía mucha curiosidad, era increíblemente atractivo y si además en su tierra era un príncipe seguro había estado acostumbrado a tener a muchas mujeres a sus pies. De repente se me cruzó por la cabeza la idea de que con toda seguridad había tenido un harem y me encontré a mí misma esbozando un pequeño gesto de inconformidad con los labios.
-Pensé que ser mi capataz era el asunto primordial a tratar...- Jugué con esas palabras, su nariz se deslizaba despacio sobre la mía, sentía su cálido aliento en mi rostro envolviéndome en un hechizo. Su boca conectando con la mía me incitaba a buscar la suya, a querer perderme en sus senderos. Mis labios dibujaron los suyos despacio, deteniéndome sobre ellos sin tomarlos aún, le incitaba haciéndole ver que no era como las mujeres sumisas a las que seguramente estaba acostumbrado. A la mejor esa atracción que sentía por él tenía que ver con nuestros instintos más básicos, el hecho de que él también tuviese esa parte animal que de alguna forma me seducía, me inducía a sentir cada parte de su esencia, a provocarlo al tocar sus labios con los míos.
-¿Qué te gustaría ser Faris?- Me gustaba la manera en que se escuchaba su nombre al pronunciarlo, le sentaba bien, de hecho a ese hombre todo le sentaba bien. Era un peligro interesarme en él, bien lo sabía, dada mi historia, pero percibía que era demasiado tarde para esas ponderaciones, lo quería en mi casa, lo quería en esa habitación tan cercana a la mía. Desvié mis labios de los suyos, acercando mi boca a su oído, rozando su lóbulo con mi respiración cálida. Podía sentir sus músculos duros y bien torneados tan cerca de mi cuerpo, chispas eléctricas en el ambiente. Mordí su lóbulo y tiré de él suavemente, pasando mi nariz por su cuello, dejándome atrapar por la magia que sentía palpable entre los dos.
-Ven por las noches a mi habitación… si así lo deseas…- Posé mis manos en sus hombros, entregándome a sus brazos, contra su torso. Bajo mi vestido sentía que todo mi cuerpo le respondía y a la vez otra sensación dulce, agradable, la de su presencia. Temblé un poco, no estaba acostumbrada a confiar… lo había hecho una vez, antes de que el mundo se hiciera trizas, antes de que el invierno ruso me dejara tiritando, fría. No sabía por qué en los brazos del desconocido sentía como si regresase el sol. Sentía un nudo en mi vientre y mi cuerpo a su lado recuperaba el calor, si, quería, quería que acudiera a mi por las noches, quería perderme en sus manos y en su cuerpo mientras me tomaba en mi lecho, quería sentirme deseada por él.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Había pasado ya un par de semanas desde que Danica me encontró en las caballerizas empapado en sudor, preso de mi primera y no por ello última trasformación.
Aquel hecho no solo marco mi vida para siempre trasformandome en una bestia presa de la luna llena, una que no tenia razón de ser mas allá de sembrar la muerte y la destrucción por allí por donde pasaba.
La rubia había cumplido su promesa, las noches de luna llena busco un lugar apartado entre las rejas de su inmensa mansión y allí me colocó los grilletes abandonándome a mi suerte con el lobo que moraba en mi interior.
Se lo mucho que le costaba obedecer mi petición, conocía la curiosidad que su parte salvaje sentía hacia ese animal en el que me convertía cuando los rayos plata de madre luna me tocaban.
Siendo hombre, cada noche la buscaba, me perdía en sus sabanas, besos húmedos, caricias y cómplices miradas que nos habían llevado casi a una relación idílica plagada de confesiones de uno y otro.
Ya no quería comprarla, ahora quería que me amara por el hombre en el que me estaba convirtiendo a su lado, uno que se levantaba cada mañana con los primeros rayos del alba para trabajar en la finca como el capataz que era.
Nunca aquella hacienda funciono tan bien, pronto me hice con su servicio, convirtiéndome en uno mas.
Los caballos estaban perfectos, no me temían y como ella había predicho aprendieron a confiar en el hombre aunque no en la bestia de ojos ámbar.
Todo marchaba bien, mas como siempre la desgracia no llama a la puerta, si no que arrasa sin mas irrumpiendo en la vida de uno sin avisar.
No se como dieron conmigo, mas una misiva llego esa misma tarde a su hogar, mi nombre bordado en oro como destinatario y el de mi tío de remitente de aquella pesadilla que estaba por llegar.
La abrí con rapidez, perdiéndome en cada linea, yo era lo único que se interponía entre el trono y él.
El único descendiente vivo que podía usurpar su poder.
Amenaza velada en cada linea que juraba frente por Ala, que si no me presentaba en palacio para ser apresado, me mandaría buscar por un ejercito de licantropos que lo desbastarían todo, incluyendo a la preciosa mujer del cabello de oro.
Destrozado me dejé caer en el sofá mis ojos se perdieron en el crepitante fuego que ahora me parecía hablar, allí, con el sobre entre mis dedos odie no solo al licanrtropo que era, si no al hombre que fui.
Yo solo deseaba una vida con ella, allí había aprendido a ser feliz con muy poco, no quería palacios, ni coronas sobre mi cabeza, solo el cálido lecho que encontraba entre las piernas de esa mujer.
Mis agudos oídos la escucharon llegar, era rápida, silenciosa como el felino que habitaba en su interior y por mi oscurecida aura llena de matices rojos no tardó en descubrir la inquietud que recorría todo mi ser.
La carta me fue arrebatada de los dedos y en sus lineas perdí sus intensos azules buscándome poco después.
-He de ir -sentencié.
Aquel hecho no solo marco mi vida para siempre trasformandome en una bestia presa de la luna llena, una que no tenia razón de ser mas allá de sembrar la muerte y la destrucción por allí por donde pasaba.
La rubia había cumplido su promesa, las noches de luna llena busco un lugar apartado entre las rejas de su inmensa mansión y allí me colocó los grilletes abandonándome a mi suerte con el lobo que moraba en mi interior.
Se lo mucho que le costaba obedecer mi petición, conocía la curiosidad que su parte salvaje sentía hacia ese animal en el que me convertía cuando los rayos plata de madre luna me tocaban.
Siendo hombre, cada noche la buscaba, me perdía en sus sabanas, besos húmedos, caricias y cómplices miradas que nos habían llevado casi a una relación idílica plagada de confesiones de uno y otro.
Ya no quería comprarla, ahora quería que me amara por el hombre en el que me estaba convirtiendo a su lado, uno que se levantaba cada mañana con los primeros rayos del alba para trabajar en la finca como el capataz que era.
Nunca aquella hacienda funciono tan bien, pronto me hice con su servicio, convirtiéndome en uno mas.
Los caballos estaban perfectos, no me temían y como ella había predicho aprendieron a confiar en el hombre aunque no en la bestia de ojos ámbar.
Todo marchaba bien, mas como siempre la desgracia no llama a la puerta, si no que arrasa sin mas irrumpiendo en la vida de uno sin avisar.
No se como dieron conmigo, mas una misiva llego esa misma tarde a su hogar, mi nombre bordado en oro como destinatario y el de mi tío de remitente de aquella pesadilla que estaba por llegar.
La abrí con rapidez, perdiéndome en cada linea, yo era lo único que se interponía entre el trono y él.
El único descendiente vivo que podía usurpar su poder.
Amenaza velada en cada linea que juraba frente por Ala, que si no me presentaba en palacio para ser apresado, me mandaría buscar por un ejercito de licantropos que lo desbastarían todo, incluyendo a la preciosa mujer del cabello de oro.
Destrozado me dejé caer en el sofá mis ojos se perdieron en el crepitante fuego que ahora me parecía hablar, allí, con el sobre entre mis dedos odie no solo al licanrtropo que era, si no al hombre que fui.
Yo solo deseaba una vida con ella, allí había aprendido a ser feliz con muy poco, no quería palacios, ni coronas sobre mi cabeza, solo el cálido lecho que encontraba entre las piernas de esa mujer.
Mis agudos oídos la escucharon llegar, era rápida, silenciosa como el felino que habitaba en su interior y por mi oscurecida aura llena de matices rojos no tardó en descubrir la inquietud que recorría todo mi ser.
La carta me fue arrebatada de los dedos y en sus lineas perdí sus intensos azules buscándome poco después.
-He de ir -sentencié.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Dos semanas desde que el extraño de apariencia exótica y ojos de mirada vasta como océanos entró en mis caballerizas y por ende irrumpió en mi vida, ahora ya no era un extraño, con rapidez había adquirido un papel muy importante en mi hogar. Poco a poco Faris demostró su valía, lo bien que podía desenvolverse tanto con mis pura sangre como con los miembros del personal. Sabía que en un inicio estos lo habían recibido con miradas cargadas de reservas y que alguno que otro incluso le había dado un buen quebradero de cabeza pero había logrado ganarse el respeto de todos, había demostrado que podía con todo y una sonrisa aparecía en mi rostro cada vez que me percataba de que echaba a andar muy bien el lugar.
Ahora ya no sentía reservas al pensar en él, o en la posibilidad de que acudiera a mi, por el contrario, mi deseo más profundo consistía en encontrarle a él y en las noches no anhelaba otra cosa más que tenerle de nuevo bajo mis sábanas y junto a mi cuerpo. Extrañaba sus besos, anhelaba su presencia y seguía sintiéndome ligada a su esencia, aunque me costaba aún conciliar el hecho de que siguiese rechazando al lobo. En las noches de luna llena le escuchaba aullar, rugir, luchar contra las cadenas, hacerse daño a si mismo y en ocasiones... podía percibir que me llamaba. Eran en esas ocasiones en las cuales cubría mis oídos porque aunque él no lo supiera me consumía escuchar su llamado, necesitaba de todo mi autodominio para no acudir, no podía faltar al juramento que le había hecho, ni tampoco traicionar la confianza que había depositado en mi.
Sin embargo, aunque permaneciera fiel a la promesa y aunque ahora él compartía mucho más conmigo de lo que esperé, aún habían aspectos de mi pasado que no le había revelado, como tampoco le había explicado aún cual era mi procedencia o quienes eran mis padres, y por qué el apellido Pavlova involucraba tanto. Pensé esa mañana al mirar por la ventana que había llegado el momento de sincerarme del todo con él y de que supiera todo sobre mi. No quería secretos entre ambos, no ahora que él se había convertido en alguien importante para mi.
Bajé con rapidez las escaleras, buscándole con la agilidad felina que me caracterizaba, en ocasiones lo sorprendía y jugaba con eso. Me gustaba hacerlo, tal y como lo hacía ahora, una sonrisa se extendía en mis labios al sorprenderle en el salón, sobre el mismo sofá en el cual me había acorralado la noche de su llegada y que ahora había sido testigo de abrazos y besos nuestros junto a la chimenea. -Te estaba buscando.- Lo mire con intensidad en mis ojos felinos pero la sonrisa que aún curvaba mis labios se desvaneció al notar su semblante y descubrir su aura sombría.
-¿Qué ocurre?- Sentí la alarma expandirse en mi pecho irremediablemente. Tomé esa hoja que en sus manos parecía el peor de los presagios y leí las líneas con avidez. Mis manos temblaron al hacerlo y me dejé caer sobre el sofá, a un lado suyo. Mi mente daba vueltas. Su tío... el causante de su desgracia, le había encontrado y ahora amenazaba su vida. Poco me importó en ese momento percatarme de que también amenazaba la mía pero lo que si entendí fue que al haber dado con nosotros su presencia aún tan lejos se cernía sobre nosotros como la peor de las pesadillas. Ese hombre estaba dispuesto a acabar con lo que habíamos encontrado al lado del otro. -No.- respondí, tomándolo de la mano y con la otra alcé suavemente su barbilla para que me viera. -No dejaré que vayas solo.- De ninguna manera. Apreté los dientes, la rabia me invadía, no iba a permitir esto, el ser amedrentada, el que fuésemos víctimas de un chantaje.
-Ese hombre ya dio con nosotros, nada garantiza que cumpla su palabra y deje mi hogar en paz. Se ha metido contigo, conmigo y con lo que me ha costado lograr.- Mis nudillos apretados temblaban, este hogar representaba mucho más de lo que podía llegar a explicar, había sido mi oasis personal, lo había erigido yo sola, en el había reconstruído mi vida, y ahora el hombre a mi lado era parte de todo esto y no iba a permitir que alguien más lo derrumbara.
-Iré contigo, te acompañaré a tu país, juntos nos enfrentaremos a tu tío. No dejaremos que nos eche a perder la vida.- En mis palabras se podía escuchar la desesperación y también la decisión más absoluta. Mis labios se acercaron a los suyos para sellarlos mientras mis brazos le rodeaban. -Yo iré adonde tu vayas y lucharé adonde tú luches. No me pidas que me quede porque te juro que de una forma u otra te seguiré.-
Ahora ya no sentía reservas al pensar en él, o en la posibilidad de que acudiera a mi, por el contrario, mi deseo más profundo consistía en encontrarle a él y en las noches no anhelaba otra cosa más que tenerle de nuevo bajo mis sábanas y junto a mi cuerpo. Extrañaba sus besos, anhelaba su presencia y seguía sintiéndome ligada a su esencia, aunque me costaba aún conciliar el hecho de que siguiese rechazando al lobo. En las noches de luna llena le escuchaba aullar, rugir, luchar contra las cadenas, hacerse daño a si mismo y en ocasiones... podía percibir que me llamaba. Eran en esas ocasiones en las cuales cubría mis oídos porque aunque él no lo supiera me consumía escuchar su llamado, necesitaba de todo mi autodominio para no acudir, no podía faltar al juramento que le había hecho, ni tampoco traicionar la confianza que había depositado en mi.
Sin embargo, aunque permaneciera fiel a la promesa y aunque ahora él compartía mucho más conmigo de lo que esperé, aún habían aspectos de mi pasado que no le había revelado, como tampoco le había explicado aún cual era mi procedencia o quienes eran mis padres, y por qué el apellido Pavlova involucraba tanto. Pensé esa mañana al mirar por la ventana que había llegado el momento de sincerarme del todo con él y de que supiera todo sobre mi. No quería secretos entre ambos, no ahora que él se había convertido en alguien importante para mi.
Bajé con rapidez las escaleras, buscándole con la agilidad felina que me caracterizaba, en ocasiones lo sorprendía y jugaba con eso. Me gustaba hacerlo, tal y como lo hacía ahora, una sonrisa se extendía en mis labios al sorprenderle en el salón, sobre el mismo sofá en el cual me había acorralado la noche de su llegada y que ahora había sido testigo de abrazos y besos nuestros junto a la chimenea. -Te estaba buscando.- Lo mire con intensidad en mis ojos felinos pero la sonrisa que aún curvaba mis labios se desvaneció al notar su semblante y descubrir su aura sombría.
-¿Qué ocurre?- Sentí la alarma expandirse en mi pecho irremediablemente. Tomé esa hoja que en sus manos parecía el peor de los presagios y leí las líneas con avidez. Mis manos temblaron al hacerlo y me dejé caer sobre el sofá, a un lado suyo. Mi mente daba vueltas. Su tío... el causante de su desgracia, le había encontrado y ahora amenazaba su vida. Poco me importó en ese momento percatarme de que también amenazaba la mía pero lo que si entendí fue que al haber dado con nosotros su presencia aún tan lejos se cernía sobre nosotros como la peor de las pesadillas. Ese hombre estaba dispuesto a acabar con lo que habíamos encontrado al lado del otro. -No.- respondí, tomándolo de la mano y con la otra alcé suavemente su barbilla para que me viera. -No dejaré que vayas solo.- De ninguna manera. Apreté los dientes, la rabia me invadía, no iba a permitir esto, el ser amedrentada, el que fuésemos víctimas de un chantaje.
-Ese hombre ya dio con nosotros, nada garantiza que cumpla su palabra y deje mi hogar en paz. Se ha metido contigo, conmigo y con lo que me ha costado lograr.- Mis nudillos apretados temblaban, este hogar representaba mucho más de lo que podía llegar a explicar, había sido mi oasis personal, lo había erigido yo sola, en el había reconstruído mi vida, y ahora el hombre a mi lado era parte de todo esto y no iba a permitir que alguien más lo derrumbara.
-Iré contigo, te acompañaré a tu país, juntos nos enfrentaremos a tu tío. No dejaremos que nos eche a perder la vida.- En mis palabras se podía escuchar la desesperación y también la decisión más absoluta. Mis labios se acercaron a los suyos para sellarlos mientras mis brazos le rodeaban. -Yo iré adonde tu vayas y lucharé adonde tú luches. No me pidas que me quede porque te juro que de una forma u otra te seguiré.-
Última edición por Danica Pavlova el Dom Jun 11, 2017 12:47 am, editado 1 vez
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Sus pasos raudos, ágiles corrían escaleras abajo, casi podía notar como sonreía sin tan siquiera verla.
Ella se había convertido en mi día a día, mi vida, una que no pensaba pudiera disfrutar lejos de los grandes lujos que ser el príncipe me proporcionaba.
Nunca me sentí mas vivo, mas feliz que trabajando con mis manos en esa mansión. Justos estabas creando nuestro futuro, ya no quería volver, ni siquiera clamaba venganza como lo hice cuando llegue maltrecho hasta sus cuadras, ahora solo quería dormir con ella cada noche, colarme como un niño travieso cuando no me esperaba.
Cansado por el día duro de trabajo, que me dijera que olía a perro mojado, que me empujara para llevarme al baño y allí meternos en la tina, acariciarnos, hacer el amor..eso era mi única aspiración ,una vida feliz a su lado.
Ahora me debatía entre hacer caso de sus palabras, luchar, lo que implicaría que ella también lo hiciera, poner en riesgo su vida por los delirios de un loco que no dudara en destrozar todo a su paso para lograr ser el rey absoluto o por el contrario entregarme, morir, pero salvar a la mujer que amaba.
Mi egoísmo me pedía que luchara, que luchara no solo para salvar mi vida si no una en común con ella, la otra parte prefería rendirse si a cambio ella podría vivir en paz lo que le restaba de vida.
Danica buscaba mi mirada, aferraba mi rostro para que no la apartara y dejara de negar con la cabeza pues no aceptaba un no como respuesta.
Nuestros sinos habían quedado unidos y me juraba que si yo decidía ir por riesgo propio ella me seguiría hasta el fin de los días y lo peor es que la veía capaz de hacerlo.
Dejé escapar el aire contra su boca, lento, embriagador antes de fundirme en un beso necesitado, prolongado en tiempo y espacio, duelo de leguas que arrasaban con todo como la mas brutal de las tormentas.
Me separé relamiendome, con los ojos ámbar fruto del deseo, de mi instinto y de esa hembra por la que daria hasta la ultima gota de sangre que corría por mi cuerpo.
-Esta bien, lucharemos, pero sera a mi modo. Yo como hombre no tengo nada que hacer contra mi tío y su ejercito de licantropos. Te he pedido durante todo este tiempo que encadenes a mi bestia, que la abandones a su suerte porque la odio y ese odio no ha cambiado, mas..si quiere ser libre, si quier seguir morando en mi interior, tendrá que ayudarme a luchar.
Mis manos encarcelaron su rostro, mi boca acarició la ajena, palabras sosegadas aunque con un deje de cierta rabia.
-Se que te tomó en el bosque la primera vez que os encontrasteis, se que lo anhelas las noches de luna llena y se que él también te llama esperando tu presencia, ahora has de domar a la bestia, si quieres que ganemos esta guerra has de lograr que el lobo que habita en mi luche con nosotros.
Guardé silencio esperando una reacción por su parte, se que me contradecía, por sinceramente era la única baza que teníamos para ganar y sabia del poder que Danica no solo ejercía sobre mi como hombre, si no también cómo animal.
Ella se había convertido en mi día a día, mi vida, una que no pensaba pudiera disfrutar lejos de los grandes lujos que ser el príncipe me proporcionaba.
Nunca me sentí mas vivo, mas feliz que trabajando con mis manos en esa mansión. Justos estabas creando nuestro futuro, ya no quería volver, ni siquiera clamaba venganza como lo hice cuando llegue maltrecho hasta sus cuadras, ahora solo quería dormir con ella cada noche, colarme como un niño travieso cuando no me esperaba.
Cansado por el día duro de trabajo, que me dijera que olía a perro mojado, que me empujara para llevarme al baño y allí meternos en la tina, acariciarnos, hacer el amor..eso era mi única aspiración ,una vida feliz a su lado.
Ahora me debatía entre hacer caso de sus palabras, luchar, lo que implicaría que ella también lo hiciera, poner en riesgo su vida por los delirios de un loco que no dudara en destrozar todo a su paso para lograr ser el rey absoluto o por el contrario entregarme, morir, pero salvar a la mujer que amaba.
Mi egoísmo me pedía que luchara, que luchara no solo para salvar mi vida si no una en común con ella, la otra parte prefería rendirse si a cambio ella podría vivir en paz lo que le restaba de vida.
Danica buscaba mi mirada, aferraba mi rostro para que no la apartara y dejara de negar con la cabeza pues no aceptaba un no como respuesta.
Nuestros sinos habían quedado unidos y me juraba que si yo decidía ir por riesgo propio ella me seguiría hasta el fin de los días y lo peor es que la veía capaz de hacerlo.
Dejé escapar el aire contra su boca, lento, embriagador antes de fundirme en un beso necesitado, prolongado en tiempo y espacio, duelo de leguas que arrasaban con todo como la mas brutal de las tormentas.
Me separé relamiendome, con los ojos ámbar fruto del deseo, de mi instinto y de esa hembra por la que daria hasta la ultima gota de sangre que corría por mi cuerpo.
-Esta bien, lucharemos, pero sera a mi modo. Yo como hombre no tengo nada que hacer contra mi tío y su ejercito de licantropos. Te he pedido durante todo este tiempo que encadenes a mi bestia, que la abandones a su suerte porque la odio y ese odio no ha cambiado, mas..si quiere ser libre, si quier seguir morando en mi interior, tendrá que ayudarme a luchar.
Mis manos encarcelaron su rostro, mi boca acarició la ajena, palabras sosegadas aunque con un deje de cierta rabia.
-Se que te tomó en el bosque la primera vez que os encontrasteis, se que lo anhelas las noches de luna llena y se que él también te llama esperando tu presencia, ahora has de domar a la bestia, si quieres que ganemos esta guerra has de lograr que el lobo que habita en mi luche con nosotros.
Guardé silencio esperando una reacción por su parte, se que me contradecía, por sinceramente era la única baza que teníamos para ganar y sabia del poder que Danica no solo ejercía sobre mi como hombre, si no también cómo animal.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Faris no respondió en seguida y eso hizo que temiera que fuera a responder con una negativa. Era cierto que no llevábamos tanto tiempo de conocernos, apenas un par de semanas, pero también era cierto que él le había inyectado energía y brillo a mi vida de forma inusitada. A veces, después de que me visitara por las noches y antes de la llegada del alba, lo observaba dormir en mi lecho, alargaba mi mano y me cercioraba de que realmente descansaba a mi lado. Me arrimaba hacia él para olvidarme de los fríos inviernos del pasado y relajarme sintiéndome ligera y tranquila. Qué depararía el futuro, no lo sabía con certeza, pero su presencia en la mansión tenía el mayor de los sentidos, así que aún si se negara a que le acompañara, de todas formas lo haría.
Levanté los brazos y enredé mis dedos en su oscuro pelo mientras sus labios se movían contra los míos en un beso largo y profundo, uno que despertaba todos mis sentidos, empapándose de él, detenía las manecillas del reloj y suspendía el tiempo. Cuando nos separamos sus ojos habían adquirido ese tono ámbar que a menudo descubría por las noches. Lo escuché con atención, aceptaba que lucháramos juntos pero me sorprendió de tal forma que me dejó sin uso de palabras mientras asimilaba lo que había dicho.
Por un lado tenía sentido pensar que como humano enfrentando a su tío y a un ejército de licántropos estaría en desventaja, pero por el otro, no me esperaba que sugiriera que entrase de nuevo en contacto con su lobo, especialmente teniendo en cuenta lo mucho que lo aborrecía. Terminó de sorprenderme al indicarme que sabía que me llamaba en las noches de luna llena y que estaba al tanto de que le anhelaba. Pero ¿era anhelo lo que yo sentía? Ni yo misma comprendía de qué se trataba, de alguna forma el lobo y yo habíamos quedado enlazados desde la única noche en que nos vimos, pero que tipo de lazo era este, aún no lo sabía, o quizás era que aceptarlo hubiera significado de algún modo traicionar al hombre que estaba junto a mi.
Me mordí el labio después de escucharlo, me pedía que domesticara al lobo, que lo inclinara a nuestro favor en la balanza y que lograra que luchara con nosotros. Me levanté del sillón para respirar profundo y caminar por la estancia. Mis manos temblaban al hacerlo así que las cerré en un puño antes de girar nuevamente para mirarlo. -¿Estás seguro de lo que me pides? ¿Quieres que me acerque a la bestia que aborreces sabiendo… lo que pasó entre nosotros aquella noche?- Dejé escapar el aire con dificultad, era la primera vez que lo admitía frente a él. -No lo hice voluntariamente, pensé que sería mi forma de escapar de él, y luego...- Miré hacia las llamas crepitantes de la chimenea, no quería entrar en detalles porque sabía que los odiaría. -Al final de todo él parecía apaciguarse en mi presencia y yo, de alguna manera ya no sentí temor.-
Mi mirada regresó hacia él para detenerse en esos profundos pozos azules. -Esta noche habrá luna llena. Buscaré al lobo y procuraré convencerlo, encontrar la manera de apaciguarlo, porque creo que tienes razón, que le necesitamos de nuestra parte, pero cuando la noche termine recuerda que lo he hecho pensado únicamente en nosotros y que hasta ahora me mantuve fiel a mi juramento.- Me dejé caer en el sillón lateral a él, todo pasaba de golpe y me sentía confundida con mis propias reacciones.
Había algo más que cruzaba mi mente y que no pude más que preguntar. -Cuando el lobo esté de nuestro lado y venzas a tu tío ¿no querrás recuperar todo lo que debería ser tuyo por derecho? Es difícil renunciar a un legado Faris… especialmente cuando eres el único heredero…- dije pensativa mientras mi expresión se tornaba ausente unos minutos antes de que despertara de mi abstracción y mi atención retornara a él.
Levanté los brazos y enredé mis dedos en su oscuro pelo mientras sus labios se movían contra los míos en un beso largo y profundo, uno que despertaba todos mis sentidos, empapándose de él, detenía las manecillas del reloj y suspendía el tiempo. Cuando nos separamos sus ojos habían adquirido ese tono ámbar que a menudo descubría por las noches. Lo escuché con atención, aceptaba que lucháramos juntos pero me sorprendió de tal forma que me dejó sin uso de palabras mientras asimilaba lo que había dicho.
Por un lado tenía sentido pensar que como humano enfrentando a su tío y a un ejército de licántropos estaría en desventaja, pero por el otro, no me esperaba que sugiriera que entrase de nuevo en contacto con su lobo, especialmente teniendo en cuenta lo mucho que lo aborrecía. Terminó de sorprenderme al indicarme que sabía que me llamaba en las noches de luna llena y que estaba al tanto de que le anhelaba. Pero ¿era anhelo lo que yo sentía? Ni yo misma comprendía de qué se trataba, de alguna forma el lobo y yo habíamos quedado enlazados desde la única noche en que nos vimos, pero que tipo de lazo era este, aún no lo sabía, o quizás era que aceptarlo hubiera significado de algún modo traicionar al hombre que estaba junto a mi.
Me mordí el labio después de escucharlo, me pedía que domesticara al lobo, que lo inclinara a nuestro favor en la balanza y que lograra que luchara con nosotros. Me levanté del sillón para respirar profundo y caminar por la estancia. Mis manos temblaban al hacerlo así que las cerré en un puño antes de girar nuevamente para mirarlo. -¿Estás seguro de lo que me pides? ¿Quieres que me acerque a la bestia que aborreces sabiendo… lo que pasó entre nosotros aquella noche?- Dejé escapar el aire con dificultad, era la primera vez que lo admitía frente a él. -No lo hice voluntariamente, pensé que sería mi forma de escapar de él, y luego...- Miré hacia las llamas crepitantes de la chimenea, no quería entrar en detalles porque sabía que los odiaría. -Al final de todo él parecía apaciguarse en mi presencia y yo, de alguna manera ya no sentí temor.-
Mi mirada regresó hacia él para detenerse en esos profundos pozos azules. -Esta noche habrá luna llena. Buscaré al lobo y procuraré convencerlo, encontrar la manera de apaciguarlo, porque creo que tienes razón, que le necesitamos de nuestra parte, pero cuando la noche termine recuerda que lo he hecho pensado únicamente en nosotros y que hasta ahora me mantuve fiel a mi juramento.- Me dejé caer en el sillón lateral a él, todo pasaba de golpe y me sentía confundida con mis propias reacciones.
Había algo más que cruzaba mi mente y que no pude más que preguntar. -Cuando el lobo esté de nuestro lado y venzas a tu tío ¿no querrás recuperar todo lo que debería ser tuyo por derecho? Es difícil renunciar a un legado Faris… especialmente cuando eres el único heredero…- dije pensativa mientras mi expresión se tornaba ausente unos minutos antes de que despertara de mi abstracción y mi atención retornara a él.
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 14/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Podía oler el nerviosismo y a excitación en la mujer que tenia enfrente a partes iguales, como si la idea de volver a encontrarse con mi bestia la asustara pero a su vez, al darle el permiso para hacerlo anhelara ese encuentro.
Mi gesto dejaba mas que claro que no me gustaba, yo aborrecía lo que era, pues muchos como él me habían usurpado una vida, a mi familia, pero tenia que reconocer que como hombre no tenia posibilidad alguna contra una manada de licantropos.
Tenia que poner al lobo a mi favor y ese lobo, como yo ,la queríamos a ella, los dos por igual y con la misma tempestuosa fuerza habíamos convertido a esa mujer en el centro de nuestro universo, si alguien podía conseguir domar a ese lobo para que la obedeciera, era ella.
Su pregunta me hizo reír con ironía ¿si estaba seguro de lo que le pedia?
-No, no estoy seguro de lo que te pido, porque aborrezco que te toque y soy consciente de lo que pasó entre vosotros esa noche, lo elegiste antes incluso que al hombre que soy y se que solo te ha mantenido lejos de ese monstruo mi implícita amenaza, de que si alguna vez acudías a él ,seria la ultima que me vieras, pues en ese instante partiría de tu casa.
Te estoy dando permiso para que hagas con el lobo lo que haga falta y soy consciente de las consecuencias de ese acto. -aseguré con determinación -mas, no me pidas que no me moleste, lo hará, lo entenderé, pero lo hará.
Esa noche habría luna llena, los dos nos miramos sin tocarnos, estaba clara la distancia que anteponíamos, nuestra relación pasaba por que le permitiera acercarse a esa bestia sedienta de ella y por Ala que odiaba que la tocara.
-Si, aun así, encadename, trata de convencerlo -alcé la mirada hacia sus tempestades -si puede ser, por medio del dialogo.
Sabia que no iba a funcionar, pero no podía culparme por querer que así fuera.
Se dejó caer en el sofá bajo mi atenta mirada, en ese momento pronunció sus siguientes dudas.
-No quiero recuperar nada, solo que nos deje vivir en paz, he descubierto un nuevo modo de vida, me gusta ser el capataz de tu finca, trabajar con los caballos y perderme en tu lecho molido por el trabajo cuando acaba el día.
Nunca me he sentido mas pleno en mi vida.
No se que pasara cuando mi tío caiga, que lo hará, pero si se algo, tu formaras parte de mi vida.
Cenamos como de costumbre, aunque aquella noche todo era bastante mas sombrío, no hubieron tantas caricias, ni risas, ni besos plagados de pasión, mas bien cierto desazón.
Me llevó al lugar pactado por los dos, un viejo caserón de invitados que no era utilizado y que nosotros trasformamos en mi prisión con barrotes, con grilletes y fuertes cadenas. Un lugar donde mi bestia no podía escapar.
Me encadeno con suavidad, como lo hizo otras veces, su boca se perdió en la mía y yo la acogí hambriento, sediento, necesitado de ese contacto que necesitaba pues el miedo me atenazaba.
Su frente contra la mía, respiraciones erráticas y de nuevo nos sumergimos en un beso eterno.
Caí al suelo, los rayos de plata me alcanzaban y el cambio frente a sus ojos empezó a producirse con saña. Aullaba de dolor mientras los huesos se me rompían para volver a recomponerse con una forma distinta, la piel se cubrió de pelo, mis colmillos crecieron, y cuando me alcé del suelo era el monstruo voraz que acortó la distancia con Danica con los ojos ámbar fijos en ella.
-Te he llamado sin descanso y ni una sola noche de mi te has apiadado, dime humana ¿que haces aquí? -rugí quedando frente a ella ,mas sin poder alcanzarla pues las cadenas no me lo permitían.
Mi gesto dejaba mas que claro que no me gustaba, yo aborrecía lo que era, pues muchos como él me habían usurpado una vida, a mi familia, pero tenia que reconocer que como hombre no tenia posibilidad alguna contra una manada de licantropos.
Tenia que poner al lobo a mi favor y ese lobo, como yo ,la queríamos a ella, los dos por igual y con la misma tempestuosa fuerza habíamos convertido a esa mujer en el centro de nuestro universo, si alguien podía conseguir domar a ese lobo para que la obedeciera, era ella.
Su pregunta me hizo reír con ironía ¿si estaba seguro de lo que le pedia?
-No, no estoy seguro de lo que te pido, porque aborrezco que te toque y soy consciente de lo que pasó entre vosotros esa noche, lo elegiste antes incluso que al hombre que soy y se que solo te ha mantenido lejos de ese monstruo mi implícita amenaza, de que si alguna vez acudías a él ,seria la ultima que me vieras, pues en ese instante partiría de tu casa.
Te estoy dando permiso para que hagas con el lobo lo que haga falta y soy consciente de las consecuencias de ese acto. -aseguré con determinación -mas, no me pidas que no me moleste, lo hará, lo entenderé, pero lo hará.
Esa noche habría luna llena, los dos nos miramos sin tocarnos, estaba clara la distancia que anteponíamos, nuestra relación pasaba por que le permitiera acercarse a esa bestia sedienta de ella y por Ala que odiaba que la tocara.
-Si, aun así, encadename, trata de convencerlo -alcé la mirada hacia sus tempestades -si puede ser, por medio del dialogo.
Sabia que no iba a funcionar, pero no podía culparme por querer que así fuera.
Se dejó caer en el sofá bajo mi atenta mirada, en ese momento pronunció sus siguientes dudas.
-No quiero recuperar nada, solo que nos deje vivir en paz, he descubierto un nuevo modo de vida, me gusta ser el capataz de tu finca, trabajar con los caballos y perderme en tu lecho molido por el trabajo cuando acaba el día.
Nunca me he sentido mas pleno en mi vida.
No se que pasara cuando mi tío caiga, que lo hará, pero si se algo, tu formaras parte de mi vida.
Cenamos como de costumbre, aunque aquella noche todo era bastante mas sombrío, no hubieron tantas caricias, ni risas, ni besos plagados de pasión, mas bien cierto desazón.
Me llevó al lugar pactado por los dos, un viejo caserón de invitados que no era utilizado y que nosotros trasformamos en mi prisión con barrotes, con grilletes y fuertes cadenas. Un lugar donde mi bestia no podía escapar.
Me encadeno con suavidad, como lo hizo otras veces, su boca se perdió en la mía y yo la acogí hambriento, sediento, necesitado de ese contacto que necesitaba pues el miedo me atenazaba.
Su frente contra la mía, respiraciones erráticas y de nuevo nos sumergimos en un beso eterno.
Caí al suelo, los rayos de plata me alcanzaban y el cambio frente a sus ojos empezó a producirse con saña. Aullaba de dolor mientras los huesos se me rompían para volver a recomponerse con una forma distinta, la piel se cubrió de pelo, mis colmillos crecieron, y cuando me alcé del suelo era el monstruo voraz que acortó la distancia con Danica con los ojos ámbar fijos en ella.
-Te he llamado sin descanso y ni una sola noche de mi te has apiadado, dime humana ¿que haces aquí? -rugí quedando frente a ella ,mas sin poder alcanzarla pues las cadenas no me lo permitían.
Faris Asad- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 47
Fecha de inscripción : 08/09/2016
Re: Sangre, sudor ... (Danica) (+18)
Aquella cena fue distinta a las anteriores, no hubo bromas y risas, miradas cómplices, o besos compartidos. En su lugar mi mano movía el tenedor distraída, jugando con la comida. No estaba segura de haber hecho bien al aceptar un encuentro con el licántropo. ¿Qué podía hacer para convencerlo de que se convirtiera en nuestro aliado en aquella guerra? El lobo era impredecible, aún si de alguna manera, que aún no atinaba a imaginar, lograba persuadirlo. ¿Cómo saber que no nos traicionaría en la primera de cambio?
Dejé el tenedor sobre la mesa, incapaz de comer y cuando los rayos adquirieron el tono que anuncia la puesta del sol mi inquietud no había disminuido. Una nube gris demasiado ominosa lo nublaba todo. Nos dirigimos al viejo caserón, adonde le había encadenado yo misma con anterioridad en las noches de luna llena que habían llegado desde que le conocí. Coloqué grilletes en sus manos y pies, me aseguré de que estuvieran bien reforzados. Aseguré bien los cerrojos de los barrotes, solo que esta vez, en lugar de salir permanecí adentro. Solía marcharme antes de que saliera la luna llena e iniciara la transformación para evitar ver la misma, a Faris no le gustaba que lo hiciera, y yo no deseaba ver al lobo, huía de él.
Podía sentir su desazón cuando me acerqué para fundirnos en un beso largo y profundo. Uno que que sacudió con fuerza el interior de lo que yo era, como si al menos en esos instantes pudiésemos ser sólo él y yo, y nada más importara. Acaricié su rostro con mi frente junto a la suya, y fue en ese momento cuando finalmente comprendí que a pesar de habernos conocido durante un breve lapso nuestras almas estaban enlazadas más allá del tiempo. -¿Y si no tuviésemos que hacer esto? ¿Y si hubiera otra opción?-
Mi voz cargada de angustia quiso sugerir otra solución pero antes de que pudiera añadir más la luna llena se presentó cruel e implacable, mostrándonos su cara, y robándome así esa posibilidad. Frente a mis ojos se repitió la transformación de la noche de su llegada. El hombre que tanto significaba para mi quedó oculto bajo la presencia del licántropo que en su lugar se alzó majestuoso, imponente, voraz y peligroso.
Observé sus ojos color ámbar y un escalofrío me recorrió de la cabeza a los pies, pero no retrocedí. Estaba a suficiente distancia de él como para que le fuera imposible alcanzarme. Mis ojos cielo estaban clavados en él. Seguía presentándose majestuoso, impresionante, terrible y letalmente asesino. Me embargó la fascinación al mirarlo aunque no dejaba de mantener la distancia. Esta vez era yo quien tenía la ventaja sobre él, estaba encadenado, no podría liberarse.
-¿Me has llamado y no querías que me presentara frente a ti? ¿O por qué cuestionas que ahora me encuentre en tu presencia? ¿No era lo que deseabas?- Me acerqué un poco más y a mi memoria llegaron ráfagas de aquella noche. Gemidos, jadeos, fragmentos de recuerdos que prefería olvidar, como si no hubiera sido yo quien los hubiera vivido si no otra a la que no conocía.
-Estoy aquí ahora, eso es lo que importa. Se cierne un peligro sobre nosotros, sobre mi, sobre ti. De no afrontarlo todo lo que valoramos quedará hecho trizas, desvanecido en la nada. A menos… que tú luches contra nuestra amenaza e inclines la balanza en la guerra.- Gruñó salvajemente y mostró sus afiladas fauces cuando me escuchó hablar de Faris, tironeando con fuerza y furia de las cadenas. Observé las mismas, la prisión en la que se encontraba, y al hacerlo sentí dolor por verlo cautivo.
A riesgo de que me hiciera daño acorté la distancia entre ambos y hundí mis manos en su negro pelaje, acariciándolo con suavidad y maravillándome al hundir mis dedos en el. Él era Faris y Faris era él, aunque ninguno de sus alter egos lo aceptara… aunque yo por momentos lo olvidara.
Hoy me había percatado de la fuerza de mis sentimientos por el extraño que irrumpió en mi vida para pasar a ser parte de ella. ¿Y por el lobo? ¿Qué sentía exactamente? -¿Qué hubieras hecho si hubiera acudido antes a tu llamado?- pregunté con un ronroneo, rozando el pelaje de su cuello con mi nariz, para que me recordara, me oliera, y me sintiera. -¿Qué harías ahora si estuvieras libre de tus cadenas? ¿Me harías daño?-
Danica Pavlova- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 45
Fecha de inscripción : 14/09/2016
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