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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Guiomar Sacro Lun Dic 05, 2016 6:54 pm

Toda la vida siempre preparada para aquel momento, y ahora no quería ni salir de su habitación. Un deseo de retrasar lo inevitable, se sentía insegura y enervada.

El sonido de los cascos de caballo, y las carrozas llegando se sumaron con el murmullo que en la planta baja de la casa empezaba a acontecer.
Decorada como era debido para aquella celebración, todos vestían con sus mejores galas, y se dejaban llevar por el ritmo de la música.

En cambio, Guiomar aún permanecía arriba en aquella habitación solitaria, mirando su reflejo frente al espejo.
Su imagen no tenía que ver con la de la niña que había entrado hacía un par de día por aquella casa. Cabellos atrapados en un complicado recogido, labios gruesos pintados de oscuro escarlata, y vestido en conjunto con aquel color con piezas esmeraldas que contrastaban en la tela. Ajustado a su cuerpo, con apretado corsé, marcaba su figura y le daba voluptuosidad a sus formas.
Parecía toda una mujer de sociedad, se alejaba a la dulzura de su imagen, ya que aquellos arreglos al estilo de la moda del lugar, le daba un cierto toque madurez y sensualidad que aún no había llegado a florecer en su inocente naturaleza.

Pendientes de esmeraldas pesados y largos colocados en el fino rostro. Ya había pegado al menos dos veces en su puerta para que se apresurará en bajar, y allí continuaba fija en su reflejo.
No sé sentía feliz, ni triste, más bien había temor. Aquella noche celebraban su mayoría de edad, y de paso se anunciaba la próxima boda con Lucio Sacro.

Había que admitirlo, le había gustado demasiado, y en cierto modo ahí empezó a florecer su sentir por él. Pero era un desconocido ante sus ojos, provocador, que de repente le había hecho sentirse impaciente ante la boda al despertar sentimientos de la carne, pero en cuanto la razón, su conciencia le hablaba de prudencia y de cómo empezaba a penetrar en la boca del lobo.

Escaleras bajadas, en silencio se sumó entre los invitados un tanto perdida. Dominaba la lengua francesa, el problema residía en una escucha que no llegaba a comprender captar tantos acentos, haciéndola sentir insegura y un tanto necia. No era capaz de sumarse a ninguna conversación. No conseguía fundirse entre sus invitados, a pesar de que su presencia se había llamativa. Más intentaba, a pesar de los saludos cortes, hacerse invisible entre ellos, con poco éxito y para aumentar más su incomodidad.

De repente echo de menos su tierra, su familia y sus costumbres. A pesar de ser una mujer de bien, aquel mundo refinado y lustroso no estaba hecho para ella. Lo había tenido todo, pero en su naturaleza estaba la sencillez. Siempre se había conformado con poco.


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Conducida a la boca del lobo...:

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Mensaje por Lucio Sacro Miér Dic 07, 2016 7:07 am

Aquel día la casa había quedado perfectamente engalardonada para la ocasión, el servicio perfectamente vestido, ultimado hasta le ultimo detalle y el catering dispuesto para los mejores paladares de la sociedad parisiense.
Quería que todos supieran de mi poder, mi posición y no había mejor modo de darme a conocer en París que con la escusa de esta celebración que si bien era cierta, e importante, no despertaba en mi ningún tipo de sentimiento, ni alegría, ni desazón, ni nerviosismo, nada.
Claro que eso a estas alturas, tampoco era novedad alguna.

Frente al espejo coloqué mi mejor traje que encajo sobre mis hombros como un guante.
Observé de soslayo a la gata que se desperezaba sobre mi lecho, afilando las garras en el.
-Muestra un poco de entusiasmo gatita, tu dueño se promete hoy de forma oficial.
Sonreí de medio lado mientras anudada el nudo de mi corbata hasta que conseguí dejarlo perfecto.
-Pobre niña, no sabe en la que se ha metido -dije con cierta frialdad antes de a mis espaldas oír cerrarse la puerta del baño.
Intuí que por fin Kaira había decidido adecentarse para la ocasión, no parecía extremadamente feliz con el acto, claro que a ella es que le iban otras cosas mas, como decirlo ...sádicas.
No haberla dejado ocuparse de la cocina la había francamente molestado, pero claro, yo quería comer comida y no a seres humanos.

No pude evitar reír frente a su frustración antes de salir de la cámara escaleras abajo. Eche un rápido vistazo hacia la habitación de mi prometida, cerrada a cal y canto, parecía decidida ha hacerme esperar. No solo para tomar su virginidad, algo que confieso anhelaba desde que la vi si no a esperar en todos y cada uno de los sentidos que esa palabra encerraba.

Los primeros invitados fueron llegando, el día era soleado, maravillosos para una fiesta al aire libre. La clase alta parecía estupefacta por el derroche de majestuosidad que le había otorgado al lugar, por allí donde pasaba las felicitaciones me llegaban con un buen apretón de manos por parte de los caballeros o con sonrisas de las damas que me alargaban la mano para ser cortésmente besadas.

¿Donde se había metido mi prometida? Pensé sin perder en ningún momento el gesto complaciente, aunque por dentro tenia ganas de subir a su cámara, darle unos azotes y bajarla sin bragas..quiero decir.. .sacudí la cabeza, tratando de apartar de mi todo lascivo pensamiento para con ella. Quiero decir bien vestida y enjoyada.

Como si hubiera leído mis oscuros pensamientos la preciosa mujer que pronto se convertir en mi esposa apareció en el plano acaparando todas las atenciones y para que mentir, también la mía.
Estaba bellisima, muy mujer, dudaba ninguna otra le hiciera parangon en hermosura aquella noche que era nuestra.
Me orillé a su cuerpo para depositar un casto beso en su mejilla.
-Estáis maravillosa -susurré en su oído cediéndole mi brazo para que lo tomara y andar entre los invitados.
-Parecéis triste mi señora.

Aquello me llamaba la atención ,quizás porque no era capaz de entender que era la tristeza, tampoco la felicidad, mi vida se basaba en todo aquello que fueran reacciones químicas, no puros sentimientos.
Deslicé la yema de mi dedo por su rostro apartando un bucle de pelo castaño que moría sobre el.
-Trataré de haceros feliz, se que tenemos mucho de lo que hablar...-apunté hundiendo mi mirada en la ajena.


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Mensaje por Jean D. Lachance Jue Dic 08, 2016 6:28 am

Colocándome la mano sobre los ojos a modo de visera, desciendo del carruaje con elegancia. Los rayos de sol me deslumbran pese a mis precauciones, haciéndome entrecerrar la mirada para poder apreciar el entorno. Estoy en la mansión perteneciente a monsieur Sacro, que celebra hoy sus esponsales con una joven extranjera. Debido a su condición de aristócrata, toda la nobleza ha sido invitada al gran acontecimiento. Condes, barones, propietarios rurales... incluso los Lachance y otros conocidos indianos hemos acudido a la fiesta. Y todo a nuestro alrededor, desde el jardín hasta la fachada, muestra una preparación acorde a ello.

Nada más llegar, un pequeño ejército de mayordomos y criadas aguarda para dar la bienvenida a los invitados de la boda. El cochero de mi familia sólo ha tenido que detenerse junto a las verjas, ya que antes de poder bajarse para atendernos, un criado con librea ya se le había adelantado. A mi derecha, es uno de los sirvientes de Sacro quien mantiene la lacada puerta negra abierta para que baje. Está encogido sobre sí mismo, en una reverencia que pretende mostrar deferencia a mi condición. Un simple vistazo a mis espaldas revela que Varek está en la misma situación; una esbelta muchacha con cofia está atendiendo al heredero de los Lachance, para silencioso deleite del mismo. Parece que Lucio sabe cómo tratar a sus invitados, pienso mientras desciendo a la empedrada entrada de la mansión. Las puertas se cierran tras nosotros, y nuestro cochero azuza a los caballos para volver de nuevo a nuestro hogar. Volverá a una hora prudencialmente correcta, para cargar a lo que quede de nosotros tras varias horas de alcohol y fiesta.

Dedicándole una media sonrisa a Varek, camino en dirección a la casa atravesando el jardín. Una ligera brisa otoñal nos acaricia el rostro, suave y cálida como el beso de un amante. Los setos y flores han sido podados a conciencia, para mostrar su aspecto más elegante a la élite visitante. Alguien ha colgado incluso cintas doradas en lugares estratégicos, que relucen bajo el efecto del sol como cascadas de oro fundido. Saludando a los conocidos con los que nos vamos cruzando, Varek y yo entramos a la sala principal de la mansión. Y es allí donde, rodeados de personalidades, encontramos a los novios. Tanto Lucio como mademoiselle Damnare se encuentran radiantes; él, con su habitual aspecto misterioso, y ella, como una pálida flor adornada con oropeles. Apartando a los invitados, consigo hacerme un hueco para llegar hasta ellos. Que no se diga que los Lachance no tenemos educación.

- Felicidades, monsieur Sacro - Le digo al joven moreno, tendiéndole mi enguantada mano para que la estreche. - Y a usted también, mademoiselle Damnare. Aunque pronto será madame Sacro; seguro que está deseando que llegue el momento. - Dedico una deslumbrante sonrisa de dientes blancos a la joven, que parece algo incómoda por alguna razón. Estará nerviosa por la noche de bodas, imagino; para una doncella, no debe de ser fácil afrontarla. Y menos en los matrimonios de conveniencia. Cambiando a un tono más amistoso, guiño un ojo a Sacro antes de añadir - Había oído que tu futura esposa era hermosa, Lucio, pero los rumores no hacen justicia a su belleza. Tomad, os hemos traído unos regalos de novios; traídos expresamente de Nueva Francia. Un barril de los mejores puros cubanos para ti, amigo mío, junto con una botella de licor que lleva madurando desde los tiempos de mi abuelo. Y para tu esposa, una capa de terciopelo índigo con el forro de seda plateada. No es tan bella como ella, pero pocos regalos podía encontrar a su altura, ahora que he visto su rostro. Que los disfrutéis.


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Mensaje por Nessanië Dom Dic 11, 2016 1:27 am

Básicamente me había olvidado de la presencia de Lucio en Paris, así como me había olvidado de revisar mi correspondencia. Durante un par de días la pequeña nota garabateada con letra fina y elegante (que dudaba fuera de él, inclinándome a creer que era la letra de su prometida) a manera de invitación a la fiesta del señor Sacro y la señorita Guiomar Damnare pasó inadvertida para mi.

Los días pasados no habían sido infructuosos, el barco que había pretendido hacer frente al mío había terminado hundiéndose en las aguas abismales y llevándose consigo a los prepotentes tripulantes que habían pretendido impedir mi llegada a la capital. La paciencia nunca había sido mi fuerte pero sabía de antemano que estaba muy cerca de encontrar a aquel al que buscaba y al leer la invitación una sonrisa se había asomado a mis labios. Lucio era un hechicero con la suficiente efectividad como para considerarse un recurso que pudiera asistirme en mi cometido y por otro lado, lo suficientemente divertido gracias a su carencia de sentimientos como para que ameritase ataviar su hogar con mi presencia.

Escogí un vestido color gris perla que ciñó mi cuerpo de forma perfecta y adorné mi cabello oscuro con un peinado en alto. Mi atavío hacia resaltar la profundidad de mis azules ojos y mis rizos oscuros que enmarcaban mis delicados rasgos me conferían el aspecto de un hermoso ángel. Uno que distaba mucho de serlo, pero a quien le divertía parecerlo. Uno que miró de soslayo a Cronos cuando descendimos del carruaje y que se detuvo frente a él un segundo para enderezarle el corbatín que él se empeñaba en aflojar aduciendo que se sentía a punto de sofocarse.

-Tonterías, te ves como deberías.- Intercambié una mirada con él un momento. Esperaba que se portara bien, a veces podía ser un troglodita, y más aún en las reuniones de esta índole. -Recuerda a que venimos. Lucio es un hechicero que quizás pueda ayudarme a dar más rápido con el paradero de Agarwaen.- Caminé con mi mano afirmada en su brazo y comencé a saludar con algunos movimientos de cabeza y unas cuantas sonrisas a los anodinos invitados de la fiesta que en nada despertaban mi interés.

Mi mirada apenas reparaba en las decoraciones o demás adornos que se vislumbraban en el jardín, las cuales me hacían rodar los ojos. Prometidos, novios, futuras bodas, amor eterno. No entendía en que estaba pensando Lucio cuando decidió ponerse la soga al cuello.

-Pretende que te interesas en los invitados.- Sonreí de medio lado, aún vestido de etiqueta Cronos no dejaba de atraer las miradas de las mujeres. -Nada más no prendas demasiado tu mirada de los escotes.- le reconvine, dando un firme golpe con mi palma en su pecho.

Unos pasos más y habíamos entrado en el salón principal. La música nos envolvió, el gentío me impedía vislumbrar de momento al novio por lo que me detuve un momento antes de lograrlo finalmente. Tironeé de Cronos y me fui abriendo paso, diversos ojos masculinos me miraban con admiración. Solté su brazo y me acerqué al hechicero, que en ese momento se encontraba de pie con una jovencita de aspecto sencillo y bastante virginal. El descubrimiento me pareció de lo más entretenido y muy canalla por parte del novio.

-Lucio, es un gusto volver a verte.- Saludé acercándome para tomarlo de la mano a manera de saludo. -Gracias por la invitación. Espero en determinado momento me regales de tu tiempo para intercambiar impresiones y actualizarnos.- Sostuve su mirada un momento, hundiendo mis ojos en los suyos antes de sonreir ladeadamente y desviar mi mirada de vuelta a la joven que estaba a su lado. -Preséntame a tu hermosa novia. Me ha sorprendido enterarme de que te comprometías pero un solo vistazo me permite darme cuenta del por qué.- Palabras que con mi dulce voz salían de mi boca aterciopeladas y que ocultaban el hecho de que por dentro la chica en realidad me parecía bastante insípida.
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Mensaje por Cronos Dom Dic 11, 2016 4:43 am

Allí estaba ella espectacular con ese vestido gris perla que acapararía las miradas de propios y extraños, mientras yo me enfundaba en un traje que me oprimía cada musculo convirtiéndome en un payaso de feria.
Introduje el dedo por el nudo de la corbata que Nessanie había acomodado en mi cuello tratando de aflojarlo, craso error, por mi parte, al parecer a mi señora le gustaba tener la soga bien apretada.

Mis ojos la recorrieron con lujuria y cierta rabia, si, era consciente de a que habíamos venido, a buscar a ese mequetrefe llamado Agarwaen, ese que obsesionaba a mi dueña y que por ende me hacia odiar su vida y desear su muerte.

Era ella la que no conocía mis planes ocultos, esos que darían sepultura a su príncipe contra mis manos, eliminado el rival yo ocuparía su lugar, como siempre debió haber sido.
¿acaso no le había demostrado mi fuerza? ¿mi lealtad?
Esa mujer estaba loca, me regalaba las migajas de sus piernas mientras en su mente la idea del cazador y de poseerlo la atormentaba.

La fiesta, como todas, mucha gente, demasiada, lo único bueno la bebida a la que empecé a darle n buen tiento desde la entrada.
Miré de soslayo a varios idiotas que osaron mirar lo que era mio, por suerte para ellos, entendieron que tras ese traje de mono había una bestia sedienta de odio y no se entrometieron en mi camino.

Sonrisa pérfida al escuchar a mi hechicera prohibirme mirar escotes, acaso no se daba cuenta de que el suyo era el único que miraba.
La música nos envolvía en aquel gran salón engalardonado para la ocasión.
Su mano tiro de mi brazo guiándome hacia el anfitrión, Lucio.

Lo había visto en un par de ocasiones, no podía decir mucho sobre el, mas allá de que parecía ser dueño de una maldición y que con Nessania parecía unirle una “amistad” si es que esos dos tenían de eso.
Mi mente estaba un poco alejada de esa realidad, pensaba en la cambiante que en el barco insinuó conocerme, ella parecía saber algo de mi pasado, y yo, yo necesitaba recuperar mi identidad.
Nessanie no parecía a darme ningún retal mas de mi historia, era como si la guardara para si para seguir teniendo ese perro fiel que no mordiera la mano que le da de comer.

Salude a Lucio tras mi dueña con un ligero movimiento de cabeza, no había ido allí para hacer amigos, y desde luego aquella celebración me parecía un sin sentido, para que anunciar algo con tanta parafernalia, si luego sera como todos los demás matrimonios insulsos de la comarca.

Tomé la mano de la dama para besar su dorso con cierto pasotismo, ni una palabra bonita salio de mis labios, era un salvaje pero no un mentiroso y aunque la mujer era bella, lo suficiente como para calentar el lecho de cualquier hombre, no tenia nada que acaparar mi atención, aunque por como Lucio me miró al tocarla, parecía que la atención de ese hechicero la tenia ganada.


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Mensaje por Höor Cannif Dom Dic 11, 2016 6:23 am

Me mire frente al espejo de la habitación de Valeria, la corbata siempre se me resistía, y mis manos danzaban torpes entre los dos cabos de la soga intentando hacer un nudo decente.
Por suerte y tras escuchar una suave risa tras de mi, Valeria cedió a dejar de mirar como me desesperaba para afianzar ella aquel maldito nudo.
Mis orbes se fundieron en los suyos, demasiado cerca, demasiado preciosa para no ser admirada.
Mis labios se entreabrieron antes de tomar los suyos robandole el carmín para explorar cada centímetro de su boca, manantial de aguas claras del que jamas me cansaba de beber, mientras los peces de nuestras lenguas saltaban enredándose una y otra vez.
-Va a ser una noche muy larga -musite contra su boca -aun no he salido y ya quiero volver para quitarte el vestido.

Sonrisa picara en nuestros labios mientras sus dedos limpiaban los restos de carmín que grabados a fuego habían quedado sobre mi.
Promesas en nuestras miradas de una noche distinta, claro que entre nosotros ¿había alguna que no lo fuera?

Así abandonamos la mansión Cavey en el carruaje, ella insistió en que ese era el modo correcto en el que Dama y caballero debían acudir a un evento y no montando un corcel como un salvaje.
Enarqué una ceja antes de reír. Que en mi veía un salvaje era una evidencia, es mas, estaba en lo correcto, era indómito, impulsivo y complicado y ella no distaba mucho de ser lo mismo, aunque de un modo bien distinto.
Terca, obstinada, orgullosa y mía, quizás eso último aun no lo sabia, pero de no ser mía, el fin estaba cerca.

La majestuosa casa de Lucio hoy lucia mas de lo normal, se notaba que mi amigo no había escatimado en gastos, mas bien todo lo contrario, había decidido hacerse notar y lo había hecho a lo grande.
Tendí mi brazo para que Valeria lo tomara y así nos adentramos hacia le interior hasta alcanzar el gran salón.

Las miradas de los hombres la recorrían y mis celos infinitos hicieron que en un momento dado empujara a uno de ellos que la parecer la conocía de algún otro evento.
Me faltaban modales, pero eso ella bien lo sabia, sabia muchas cosas de mi y no creía necesario tener que convertirme en otra persona frente a sus ojos.

Llegamos frente Lucio y su preciosa prometida, me acerque a ambos con una sonrisa de medio lado.
-Vaya Lucio, ¿como has conseguido que una mujer así te diga que si? -bromeé mientras ambos nos abrazábamos dándonos un para de golpes en la espalda.
Eramos amigos desde niños.
Sabíamos prácticamente todo el uno del otro, el castillo había servido de refugio a mi madre durante mucho tiempo en el que la reflexión y alejarme del patio de armas era su única misión.
El padre de Lucio siempre le tuvo especial afecto y ella se lo devolvía ayudandole en ciertos asuntos importantes para la familia Sacro.

Miré a la dama tomando el dorso de su mano para depositar un casto beso.
-Tened paciencia mi señora con Lucio, no es tan malo como parece -apunté casi en un susurro.
Volví mi atención sobre Valeria para hacer las presentaciones.
-Ella es Valeria, una amiga especial, mi anfitriona, pues desde que llegué a París vivo en su casa.

Los ojos de Lucio se deslizaron hasta el anillo que esta portaba en el dedo, la reliquia familiar mas importante de mi familia. Noté el desconcierto en sus ojos mas pronto disimulo tomando la mano de la señorita Cavey para besadla.
No eran los únicos ojos centrados en esa joya. También los de una mujer que había llegado antes acompañada de un hombre corpulento, con cara de pocos amigos y que miraba la situación dispuesto a saltar en cualquier momento.
No tarde en ver a Jean, mi amigo de correrías en París y del mismo modo me acerqué a saludarlo, desconocía que Lucio y el fueran amigos, mas si era así ,teníamos una noche que salir los tres.



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Mensaje por Valeria Cavey Mar Dic 13, 2016 3:21 am

Las fiestas le encantaban y más si eran de esa índole. Siempre imaginó cómo sería la suya, seguramente su salón principal repleta de personas que no conocía pero sí su padre. Y todos atentos al anfitrión al señor Cavey en vez de la que se supone sería la protagonista. Esos pensamientos ya se difuminaron, desaparecieron para siempre porque ella era la dueña de su propia vida y destino, solo tenía que rendirse cuentas a sí misma. Cuando llegase el día anunciado, será muy distinto a aquel que cuando era pequeña pintaba tan negro.

Siempre perfecta, desde que se levantaba hasta que se acostaba. Hoör estaba más familiarizado a verla de ese modo pero ella a él no. Siempre andaba en el patio de armas, cabalgando con su ropa de montura pero pocas veces, por no decir nunca… así. Rió divertida, sin poder creer que el traje escogido le quedase tan bien. Se le quedó mirando fijamente, apoyada en el quicio de la puerta. No le sorprendió en absoluto que no atinase a ponerse bien el corbatín. Y el maldito, destrozó el carmín de sus labios, maquillándose a sí mismo de una forma más torpe, si no llegasen a ir a ningún sitio le hubiese dejado marcado.

- Volveremos a hacer una excursión en el corcel si tanto te gusta cabalgar pero hoy no, estás en Paris no en Noruega con los tuyos… ¿tengo que ser yo quien te dé clases de protocolo como a un niño? -intentó sonar lo más intimidante posible pero terminó riendo de lo más divertida. El cabello rebelde lo había al menos podido amansar un tanto. Sonrió al tomarle del brazo, esa noche lucían diferente, ambos elegantes. Ella con uno de sus vestidos que dejaban mucho que desear a los que supuestamente, debía llevar dada la época. Siempre insinuante, deslumbrante y perfecta.

Cuando llegaron, ya había suficiente gente como para perderse. Se afianzó mejor a su brazo y esperó a que por fin, conociese a ese Lucio…el novio en este caso. Valeria , clavo sus orbes en él, dedicándole una elegante reverencia sin soltar del brazo a Hoör. Cuantas miradas indiscretas a ambos, cargas de deseo escondido entre murmullos. Lo que arrancó una risa a la peligrosa Valeria, en otro momento ya hubiese captado la persona que pasaría ese rato “agradable” pero esa noche… no.

-Un placer. ¿Dónde se encuentra la novia para darle mi pesar? Oh vamos, el matrimonio no puede ser otra cosa… pobre de usted, señor Cannif si consigue que me case. Se arrepentirá todos los días de su existencia -bromeó con una sonrisa, sentía la mirada de muchas personas en su persona, esta vez de forma distinta… como si no quisiesen que estuviesen en el mismo lugar… que toda aquella gente.





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Mensaje por Kaira Lecter Mar Dic 13, 2016 9:50 pm

A Kaira le gustaban este tipo de eventos, pero solo hasta cierto punto pero aquél era uno muy importante para quien era su dueño: Lucio Sacro. Y ahí estuvo cuando él se preparó horas antes en compañía de la gata. Kaira movía su cola de un lado a otro debido a que Lucio le había negado el placer de ser la chef del evento, además de que la estaba obligando a que volviera a su forma humana para acudir a esa fiesta. De todas maneras, Kaira siempre tenía un as bajo la manga, y en el congelador había dejado algunas piezas únicas de algunas víctimas de días anteriores. Cocinó un omelette sencillo para picar, con carne de hígados y pulmones. La carne no le venía mal a ningún comensal de vez en cuando, los coció hasta dorarlos un pocos y añadirles salsas vegetarianas, sin duda una perfecta mezcla entre lo oscuro de la carne y la naturaleza, en su porción más mínima…

Luego de haber cocinado aquellos “snacks”, que crujientes y sabrosos se veían los llevó dentro de una caja que podría mantenerlos durante el trayecto hasta la cocina. Cómo Lucio dejó expresamente claro que Kaira no se acercara a la cocina, ésta se los encargó al chef en turno pagándole una suma de dinero, a la cuenta de Lucio y le explicó al chef que “estos se debían comer estrictamente, junto a un buen vino”. El chef siguió las instrucciones, y envió a los garzones de la fiesta a ofrecer el extraño snack que había cobrado. Y fue entonces que Kaira hizo su aparición humana, vistiendo dentro de un vestido negro y ajustado, que realzaba sus curvas junto con una bufanda hecha de piel de zorro adornándole a su alrededor.
-Muy buenas noches a los novios…- pronunció Kaira saludando a Lucio y a su prometida Guiomar, entregando a Lucio, una copa de vino, rozando sus dedos entre el cristal y la piel de su dueño con suavidad y discreción.

Los “snacks” hechos por Kaira, fueron entregados a los comensales y en ese momento ella esbozó una media sonrisa, algo pícara y divertida hacia Lucio mientras ella tomaba su pequeño snack y una copa de vino probando sus creaciones. Y estaba más que claro, de que Lucio sabría de qué se trataba la ligera sonrisa de Kaira, que da a conocer muy pocas veces. Luego de esto, y de haber disfrutado de su snack se acercó a Guiomar y le tocó el hombro suavemente, declarando así su sínica simpatía hacia la mujer, que parecía una joven bastante poco agraciada y algo debilucha ante los ojos de la cambiante, pero que más se podía pedir si era una simple humana… por lo que, seguramente así como los demás invitados, ella tampoco entendía la razón del por qué Lucio se fijaría en una chica como ella. De todas formas a Kaira no le importaba mucho eso, puesto a que con Lucio siempre han tenido una relación en dónde se respetan su espacio, pero que cuando se juntan hacen un equipo indomable.

-Mis felicitaciones mademoiselle Damnare, futura señora Sacro… se les desea un matrimonio lleno de alegría y abundancia… y por favor, sírvase de esta comida elegida exquisitamente para su noche, las energías siempre son necesarias.- dijo a Guiomar con una sonrisa leve y añadió antes de retirarse a adentrarse en la fiesta: -Bon appetit.-

Y entonces la cambiante se alejó de la pareja, haciendo siempre de vigía dentro de los perímetros de Lucio, siempre alerta siempre siendo la sombra de su dueño. Su porte firme frente a los demás invitados, se hacía notar y comenzó a observar con pulcra discreción a todos los invitados… "¡Ah… pero qué deleite y qué poderosas carnes, se encontraban dentro del evento…!-" pensó Kaira en el silencio de su presencia.

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Mensaje por Guiomar Sacro Miér Dic 14, 2016 11:31 am

Gesto amable de su prometido y de nuevo aquellos ojos de lobos que la devoraban, un respingo a su pequeño corazón, y de nuevo perdida en ellos sin poder evitar sonrojarse.

- Gracias, signore. Estáis también fantástico. -Una sonrisa dedicada de aquellos labios gruesos e inocentes. -No sé preocupe, todo es nuevo y me incomoda, pero acostumbraré.

Muchas caras nuevas, amigos de Lucio, lógico. Nadie de su familia ni sus amigos iba a estar allí, ni iba a viajar al lugar. El trato era aquel con aquel hechicero y por así decirlo, quedaba vendido cual, ganado, desde que predijeron el su nacimiento en una familia donde los varones abundaban y la creencia de que la Señora Damnare diese a luz a una niña, era imposible.

Un pensamiento oscuro cruzó por su mente, y eso hizo que por un momento se distrajese y no se enterase de lo que le estaban diciendo. Ahora estaba muerta para todos la que la amaban, y solo había sido una moneda de cambio. ¿Por qué nunca había meditado sobre ello? Había vivido su día a día, convencida que aquel era su destino, desde que tenía memoria, y lo había tomado como inevitable, nunca se opuso, nunca rechisto. Y ahora se veía con la tesitura y cuestión de si estaba o no de acuerdo con lo que iba a acontecer. Ella no había elegido.

Sonrisas amables que a veces sentía como verdaderas y otras por simple cortesía. Un idioma que le costaba entender, y ella respondía intentando todo el tiempo ser resolutiva con su mejor francés.

Un suspiro por parte de Guiomar, a pesar de estar criada en clase alta, la sociedad francesa y sus fiestas eran muy distintas a las que ella conocía. Demasiada frivolidad, poco ruido, y… Si, un ambiente demasiado estirado para su gusto. Si esta iba a ser la manera de divertirse en aquel país, esperaba encontrar otras alternativas, aquello era aburridísimo y superficial.

Otro presente ofrecido, esta vez unos “aperitivos”. Había notado su mirada inquisidora, y altiva. Y aquello le molesto, sintió calor en su piel y apretó aquella mano recogida en el brazo de Lucio con demasiada fuerza, incluso le clavo las uñas, si le hizo algo de daño había sido sin querer. Su instinto le decía dos cosas: aquella mujer no le gustaba, y debía de tener cuidado con ella.

Desvió su mirada por un momento antes de que ella se marchará, solo pronunció un débil “merci” con los dientes bien apretados, y su nariz se hincho levemente. Ese carácter fuerte que su abuela le advertía que debía de contener, le estaba hirviendo por dentro. Sería una niña, pero tampoco era tonta, y era demasiado observadora.

Luego y al darse cuenta de su gesto, aflojo sus dedos y le miró con disculpas.

No probo bocado, es más, en todo lo que llevaba de noche no tocó la comida, y apenas el alcohol. Sentía el apetito perdido, cuando solía ser, muy al contrario, debía de ser los nervios.

-Signore, ¿su cabeza esta mejor? -Realmente estaba preocupada, le había dado un golpe bastante fuerte, tendría un aspecto frágil, pero tenía demasiada fuerza y cuando quería podía ser muy bruta.

También seguía preocupada porque recordase él su gesto, aparentemente no parecía recordar nada, no sabía si se enfadaría o como se lo tomaría.


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Conducida a la boca del lobo...:

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Mensaje por Lucio Sacro Jue Dic 15, 2016 10:50 am

Los invitados comenzaron a llegar. Sin aflojar ni por un instante la mano de mi futura esposa que reposaba sobre mi brazo serena, empezamos a recibir a los invitados.
El primero Jean, un muchacho de clase alta, que no conocía demasiado bien pero que piropeo a mi preciosa prometida lo que despertó en mi el orgullo de lucir la mujer mas bella de la fiesta.

Tras el, llego Nessanie, junto a su cambiante. El tiempo no parecía haber pasado para ellos, ella tan bella como siempre,con su mirada peligrosa que hundió en mis ojos. No necesite mucho para saber que esa conversación que me pedía era importante, es mas, apostaría que algo tramaba. Su gorila, o mejor dicho, su oso, parecía un animal salvaje dispuesto a arrancarle la cabeza a cualquiera que diera un paso en falso hacia su señora.

Höor apareció con una mujer de su brazo, eso era toda una novedad. En lo que lo conocía, y era mucho, nunca lo había visto acudir acompañado a evento alguno.
Nos fundimos en un abrazo golpeando nuestras espaldas entre risas, no tarde en presentarle a mi prometida. Sinceramente quería presumir de ella, y el hizo lo propio con la suya, que con la lengua afilada como la de una serpiente quería dar el pésame y no la enhorabuena a mi prometida.

Su mordaz humor me hizo reír, ahora entendida que era lo que había visto mi amigo en ella. Lo que me pillo de improvisto fue esa alianza que lucia en us dedo, al parecer su relación iba mucho mas allá de lo que ambos estaban dispuestos a hacernos creer.
Pues aunque Höor la presentó como una amiga, dudaba mucho que fuera tan inconsciente de dar a una “amiga” de una reliquia tan valiosa.

Los ojos de Nessanie sobre el mismo, anillo, joya que tenia mucho mas poder del que pudiera verse a simple vista. El anillo de los oráculos de la familia de Höor, que paso de madres a hijas, hasta que este nació despojado de fémina.
Con ese anillo los viajes en el tiempo eran posibles, doblegar la voluntad, dominar algunos elementos y esa era solo una de sus incalculables posibilidades.

Tomé la mano de la señorita Cavey para besadla mientras Höor hacia lo propio con mi impoluta prometida.
-Deberíais ir con cuidado, ese anillo no es lo que parece -advertí antes de que Höor volviese.
Esperaba sembrar cierta duda en esa mujer, la suficiente para que a lo largo de la noche pudiéramos conversar a solas.

La aparición estelar la hizo mi gatita, como no, con ese semblante altivo que logro tensar cada musculo de mi prometida.
No era tonta, creo que le bastó mirarnos para saber que algo se había entre ambos y sus uñas se hundieron en mi piel fruto del desencanto.
Bese su cuello para tranquilizarla, mientras mis dedos dibujaban caricias en su mano.

No me costo demasiado saber que era esa carne que nos habían traído para degustar, la sonrisa de la gata era inconfundible.
Me la comí, no era la primera vez, tampoco seria la ultima, mas mi preciosa esposa ni siquiera lo probó, tampoco el alcohol.
-Guiomar, si deseáis en algún momento que estemos a solas, podemos pasear. Sobre el golpe estoy mucho mejor, aun no se exactamente que pasó -enarque una ceja mirándola con una sonrisa de medio lado, algo me decía que ella callaba mas de lo que me decía.





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Mensaje por Jean D. Lachance Lun Dic 19, 2016 1:49 pm

Una figura conocida se acerca a mi entre la multitud, acompañado por una hermosa dama de cabellos dorados. Ambos visten las que deben ser sus mejores galas; de una calidad excelentísima, acorde con su clase y posición social. Se detienen un instante para felicitar al futuro matrimonio, e intercambian un par de comentarios sobre las alhajas de la rubia. Pero no tardan demasiado en dejar paso a otra pareja de invitados, deseosos de hacer llegar también sus mejores deseos a los futuros novios. Henchido por la curiosidad, espero a que la pareja llegue hasta mi. Resulta más sencillo que atravesar yo también la marea de invitados. Además, aquí estoy justo al lado de la mesa de comida; puedo acceder al alcohol y las viandas estirando solamente una mano, en lugar de tener que enfrentarme a la muchedumbre cada vez que quiera comer algo.

Tomando una copa de champagne de la mesa, observo a Höor para hacerme una primera impresión de la pareja. Él camina con incluso mayor ligereza de la habitual, como si se sintiera muy orgulloso por algo. Además, sus ojos brillan con satisfacción cada vez que alguien dedica una mirada a la mujer. Su gesto no es muy difícil de interpretar; se sentirá feliz por exhibir semejante mujer en público, y sentirse observado por ello. Ella también parece sentirse cómoda con las miradas ajenas. Cogida del brazo del noruego, se mueve contoneándose de una manera muy femenina y sugerente. Sabe que es hermosa, y aprovecha cada uno de los detalles de su vestimenta para resaltar su belleza. Físicamente hacen una buena pareja; él, oscuro como la noche; ella, pálida y rubia como el sol. Queda ver si son igual de compatibles en lo que a carácter se refiere.

- ¡Höor! ¡Qué alegría verte aquí! Y tan bien acompañado - Le digo al moreno, adelantándome un par de pasos para saludar a la pareja. Los camareros aprovechan ese momento para servir una especie de asado en las mesas, que los invitados no tardan en atacar con fruición. Haciéndome a un lado para dejarles sitio, dedico una pequeña reverencia a la rubia, tomando su diestra para rozar el dorso con mis labios - Encantado, mademoiselle. Soy Jean Lachance, un amigo de Höor. Nos dedicamos a cazar cerveza y puros durante las noches más aburridas de París. Tal vez a usted le apetezca venir algún día con estos dos caballeros. Le aseguro que no le faltarán emociones fuertes si lo hace.


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Mensaje por Nessanië Dom Dic 25, 2016 11:15 pm

Presentaciones bastante anodinas fueron las que se sucedieron en los siguientes minutos. Nada interesante, gente que frente a mi se acercaba a Lucio. Una pareja bastante aburrida de ver hizo acto de aparición, destilaban felicidad. Tuve una sensación extraña, una presencia mágica. Fuerte, distinta. Me provocó un hormigueo en todo el cuerpo. Mi mirada deambuló hasta toparse con un anillo en el dedo de la rubia.

Observé fijamente la piedra engarzada en el anillo, distaba mucho de ser una joya ordinaria. ¿Pero qué hacia esa mujer con un objeto mágico? Tomé una copa de una bandeja y bebí algo de vino. Esa joya era poderosa, en las manos correctas podría ser de mucha utilidad. Pensaba en ello cuando otro descubrimiento llamó mi atención. El hombre de pie al lado de la rubia movió su mano, permitiéndome ver parte de una marca debajo de su manga. No vi mucho pero si lo suficiente para hacerme entrecerrar los ojos. Apuré el resto del vino y tomé a Cronos del codo.

-Anda ven. Baila conmigo.- Sonreí mientras caminaba, usando una máscara de simpatía frente los presentes. Me detuve junto a las parejas danzantes, coloqué las manos en los hombros de mi acompañante y comencé a moverme siguiendo la música de la orquesta. Yo misma había enseñado a bailar a Cronos, aunque no podría asegurar que lo disfrutara. –Créelo o no. El traje te sienta bien.- Pasé un dedo verticalmente por encima de su camisa meditando.

-Creo que no te he recompensado aún por el éxito del otro día.- Cronos se había desenvuelto bien el día en que les borramos las risitas del rostro al pequeño séquito de Agarwaen por lo que me había encargado de curar con magia la herida de espada en su costado, y ahora lucía tan perfecto como antes. Pero esa era una opinión que no saldría de mi  boca.

Desvié la mirada hacia la pareja del anillo. -Esa rubia de allá tiene una joya bastante interesante, no me importaría apoderarme de ella. Es una pena que ese tipo de artefactos se desperdicien cuando pueden estar mejor conmigo, ¿no crees? En cuanto a su pareja…- hice una pausa. -Nada, él es de lo más simple.- La música se detuvo y me incliné hacia el cambiante, rozando su mejilla con mis labios.

-Creo que ya va siendo tiempo de recompensarte.- susurre en su oido, y sonreí de medio lado, dejando que mi aliento lo alcanzase. Desvié mi rostro deteniendo mis labios a escasos centímetros de los suyos. Podía sentir su excitación, las ganas contenidas que no habían sido apaciguadas desde que abandonáramos nuestro reino. Me gustaba hacerlo reaccionar así. Me gustaba tenerlo enredado en un pequeño hilo del que únicamente yo podía tirar.

Puse distancia entre los dos, desviando mi atención de él hacia la rubia y el joven que le acompañaba. La pareja ahora hablaba con un hombre bastante escandaloso. Me acerqué a ellos y fingí tropezarme con el tal... Höor creo que se llamaba. ¿Qué tipo de padres del averno tendría para que le hubieran llamado así? Para recuperar el equilibrio atajé su muñeca. -Ah caballero, disculpe mi torpeza.- Ahora lo veía con claridad, la marca en el dorso de su muñeca se evidenciaba frente a mi. Mis ojos brillaron como el fuego del mismo tártaro, estaba observando un imposible.
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Mensaje por Cronos Mar Dic 27, 2016 10:57 am

Nessanie tomó mi codo, para como no, sacarme a aquella pista de baile donde otras parejas hacían el idiota fingiendo felicidad.
Ella desprendía la mejor de sus sonrisas, radiante, perfecta, mi rostro ni se inmutó. Ella sabia lo mucho que odiaba bailar, al menos bailar de aquel modo. Por el contrario danzar en su lecho era mi pasatiempo preferido y hacia demasiado tiempo que no me permitía hacerlo.

Sus brazos rodearon mis hombros y un gruñido tosco escapó de mis labios para mostrarle mi descontento.
Como podía compararme con esos hombrecillos de tres al cuarto, esos que no habían empuñado el acero en su maldita vida, normal que danzaran vestidos de pingüinos, pero yo, yo era guerra, sangre y filo, el baile no era lo mio.

Escuché mirando con atención aquellos labios de los que era esclavo eterno. Lo peor es que ella era consciente de que por mas que dejara que el látigo golpeara mi piel, yo siempre seria su prisionero.
Sin pasado al que volver, solo podía mirar hacia el futuro y sus ojos me embriagaban mas que el buen vino.

Al parecer esa rubia que prendía del brazo como un vulgar objeto de ese paleto, potaba un anillo que mi preciosa dueña deseaba poseer.
La conocía, ella me instigaba a conseguirlo para ella, su dedo desfilaba por mi pecho sacudiendo mi cuerpo.
Ella quería, la joya y yo costara lo que costara se la conseguiría.
Enarqué la ceja cuando habló de ese maldito humano que la acompañaba, mis ojos se oscurecieron presos del cabreo que suponía para mi que otro acaparara su atención ,mas ponto lo arreglo hablándome de su vulgaridad y eso dibujo en mi rostro una sonrisa de satisfacción.

Una promesa contra mis labios, el premio que esperaba desde hace demasiado tiempo, nuestro aliento se fundió en uno, un jadeo ronco contra sus labios y se fue dejándome ardiendo por dentro.
Camino hacia la pareja que le había llamado la atención, esos dos inútiles que hablaban con un hombre que no dejaba de hablar como si la vida se le fuera por la boca para poder congeniar.

Mi señora tropezó deliberadamente con el muchacho, ardí de celos, de rabia y de desprecio.
¿porque osaba mi señora cegarme de esa manera?
La sonrisa de ambos se fundió en una, el sujetándola para que no cayera y ella mirándolo como si fuera el único que existía en esa maldita  fiesta

Me acerqué a ambos interponiendome entre sus cuerpos, mis ojos oscurecidos por el odio se enfrentaron al estúpido muchacho, que oso desafiarme mirándome de frente.
La mayoría solía achantarse dada mi envergadura, pero al parecer, ese niñato era tan estúpido como engreído.
Mis manos aferraron su camisa alzándolo por los aires para empotrarlo contra la mesa donde el parlanchin bebía observándonos esta vez en silencio.
-No vuelvas a tocar lo que es mio -rugí sin aflojar un ápice el agarre mientras alzaba el puño dispuesto a romperle esa sonrisa de medio lado.


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Mensaje por Höor Cannif Mar Dic 27, 2016 3:50 pm

La sorpresa de la presencia de Jean fue de lo mas grata, le había hablado innumerables veces de esa mujer que hoy pendía de mi brazo. Fuego era ella, y yo, me sentía, mas que complacido de arder en su infierno aquella noche que esperaba se extendiese en un eterno para siempre.
Mi amigo, no dudó en presentarse él mismo, besando el dorso de su mano para después invitarla a lo que seria sin duda otra de nuestras correrías.

Sonreí de medio lado admirando sus esmeraldas que centellearon al hundirse ne mis pardos.
-seguro te diviertes en una de nuestras visitas por los barrios bajos -puntualiza acercando mis labios al lóbulo de su oreja -la última vez, nos unimos a los gitanos para beber cerveza negra y bailar al ritmo del fuego junto a las carpas de estos.

Valeria y yo, congeniábamos bien, no tenia secretos para con ella, no lo necesitaba, pues sabia que siempre entendería el caos que habitaba en mi, quizás porque ambos eramos igual de oscuros, almas a la deriva, en demasiadas ocasiones sin rumbo.

Conversábamos la mas de entretenidos, mientras Lucio y su futura esposa parecían haberse alejado ligeramente del bullicio para prestarse un poco de atenciones. Imaginé que la dama necesitaba alguna muestra de afectividad.
Lucio no era experto en eso, pero algo me decía que ella podía ser la salvación que el hechicero pedía a gritos y no reconocía.

Absorto en el demonio de labios rojos, sentí un cuerpo chocar por descuido con el mio, por suerte mis reflejos lograron tomar su cintura y evitar así el golpe contra el suelo.
-Tenga cuidado Señorita -apunté con una picara sonrisa.
Hoy era feliz y disimularlo me resultaba complicado, aquella noche prometía, y no solo por la fiesta, o la buena compañía, si no porque el infierno me esperaba al volver al lecho.

Sin mediar palabra una moles se interpuso entre mi cuerpo y el de la dama, apenas me dio tiempo a reaccionar, cuando mi cuerpo voló por los aires para impactar con la espalda sobre la mesa de madera noche cargada de deliciosos canapés y buen vino.
Su puño se alzó preso de la ira, mientras una sonrisa de medio lado se dibujo en mi rostro por su osadía.
Es lo malo de las bestias, a veces no comprenden que la fuerza, no es lo único que forja a un hombre.

Un ligero movimiento basto para que su puño golpeara el madero, cuarteandolo por el medio.
Sonrisa sibilina en mi rostro al quebrar su brazo con dos movimientos, forzándole a soltar mi camisa de inmediato.

El pecho al descubierto cuando los botones cayeron al marmoleo suelo. Mas el oso no saciado, se preparaba para seguir atacando.
Me incorporé asestándole una patada en el rostro que lo empujó los metros suficientes para permitirme enfrentarlo de frente.
Su puño contra mi rostro, calor de la sangre en mis labios que oscureció mi mirada al completo.
Perdí la razón entre las llamas de un combate que había vivido demasiadas veces en el norte.
El valhalla se abría, los cuervos graznaban y mi odio crecía. Podía ver los cuerpos desmembrados de mis hermanos, la lluvia de flechas, los alaridos, los llantos, choques de espadas, chispas,acero despojado de vainas, hombres ofreciendo su ultimo aliento.


Lo tomé por el cuello, casi sentía la sangre de Lakme fluir por mis venas, le alcé unos centímetros del suelo estampandolo contra la pared mientras con la otra mano destrocé su rostro una y otra vez.
Sangre en mis nudillos, en su rostro, en las camisas, en el suelo, esta era la gesta de dos guerreros.
Ambos eramos dos bestias, y de su chaque, sacó con rapidez un cuchillo con el que atravesó mi costados sin darme tregua.
No sentí el dolor, solo calor, estaba demasiado ido en esa guerra que viva con el filo del cuchillo.









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Mensaje por Valeria Cavey Lun Ene 02, 2017 5:10 am

La gente no paraba de llegar, el salón iba quedándose pequeño, las distancias se iban acortando entre los invitados. Sin soltar el brazo del noruego, su mirada esmeralda se fijó en cada asistente, muchas miradas se cruzaron con la esmeralda y una sonrisa como simple respuesta, una sonrisa de autosuficiencia, resplandeciente. Una leve reverencia al amigo, Lucio. Sus palabras no supusieron para ella nada en especial, ¿qué iba a pensar? Su anillo de prometida, resplandecía brillante… como burlándose aquel que se perdía en él.
 
-Gracias por su advertencia pero ya ir con la persona que me lo ha regalado… es más que tener cuidado -Sonrió, dedicándole una elegante reverencia a la codiciada novia. No era ningún secreto que allí, el novio al menos, tenía ojos para otras que no fuesen ella. Si por un casual, a ella le ocurriese lo mismo…Paris se quedaba corto para que Hoör huyese. Hoör acababa de llegar a Paris pero por lo visto conocía a mucha gente, el joven que se acercó a ambos parecía ser un amigo de “salida” -Señor Lachance, es lo mejor que he oído durante toda la noche. Será un placer que acompañaros y seguro que no os arrepentiréis si soy yo la que os lleva a otros lugares escondidos de Paris. Estoy seguro que ninguno de los dos conoce
 
Buscó algo que beber, estaba sedienta. Apenas fueron unos segundos en las que tomó la copa cuando al girarse y buscar con la mirada al noruego, un hombre enorme…más alto que él, dudaba que hubiese podido entrar por una de las puertas. Apenas le dio tiempo a reaccionar, sus ojos verdes se clavaron en la escena la que no pudo entender con claridad ¿qué acababa de ocurrir? Ese hombre no podía tener ninguna fiesta en paz. Se dirigió presta a la escena, sin poder evitar que aquel maldito hombre se vengase, el cuerpo herido cayó al suelo y no, no era de aquel gigante.
 
-Maldita mole. Guarda tu cuchillo si no quieres que sea yo quien lo clave en tu piel, no una vez… será un total gozo como te desangras y mis zapatos se manchan de su sangre -lo miró desafiante, rabiosa… esos ojos verdes se oscurecían pudiendo hacer temblar al ser más frío. Una mujer, podía infundir tal temor… -Lárgate con tu mujerzuela.-su mirada se centró en esa mujer a la que había defendido -Hoör -de rodillas, lo incorporó para que juntos se fuesen a un lugar de la fiesta menos concurrido.
 
Pasó el brazo por sus hombros, a la atenta mirada de todos. No, no se avergonzaba de nada… sí de la gente que cuchicheaba, no eran una pareja normal…siempre se terminarían encontrando momentos como ese. Lo dejó apoyado en una de las paredes del pasillo y volvió a arrodillarse, ante sus ojos.
 
-¿No podemos tener una velada normal? -no pudo controlarse, tenía tal rabia acumulada que le cruzó la cara de un tortazo, ambas miradas volvieron a encontrarse.


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Mensaje por Guiomar Sacro Sáb Ene 14, 2017 12:10 pm

Por lo que pudo apreciar Lucio era muy apreciado por muchos de sus amigos, algunos incluso lo trataban como un hermano.
Sintió que su prejuicio por la anterior noche tal vez fuese inequívoco, o que los rumores y cuchicheos que el servicio iba formulando fuesen una mentira, que hablaban de su prometido como un ser desmedido, desenfrenado y despreciable.
Todo había sido rostros amables desde que había pisado aquella casa, pero podía notar cierta hipocresía o incluso lástima por aquellos que vivían aquel hogar tan de cerca. A cara del servicio, Lucio era el mismo diablo, pero luego entre aquella sociedad distinguida, era objeto de cariño y camarería.

¿Con cuál debía de quedarse ella? Por ahora había conocido un poco de los dos, aunque más del diablo, y su disculpa. Tenía claro que iba a hacer con ella lo que quería, y ella debía de obedecer como si nada, el problema residía que ella tenía límites, y a cabezonería y tenerlos bien puesto nadie le ganaba. Al menos en su casa, ni su padre, ni sus hermanos… Ninguno, bueno, solo había una persona que le ganaba, su abuela.

Sus ojos pardos y gruesos labios apretados, seguía lanzando mirada envenenada a la mujer que ahora se alejaba de ellos y que le había traído aquella comida. Tal vez la hubiese probado, pero por su parte y dentro de la cortesía fue más gesto de desprecio que otra cosa.

Un beso en su cuello que no esperaba, eso hizo que su piel enseguida se erizase y el rubor tiñese sus mejillas. Rápidamente sus ojos miraron a todos lados por alguien había reparado en ello, pero todo el mundo se divertía a su gusto y manera. Cuando él le habló, sus dedos se suavizaron, y ella volvió a tranquilizarse.

Al parecer él había notado su gesto, más ella simplemente negó con la cabeza. Aun debía de seguir siendo amable con los invitados, aunque aquello le cansaba y aburría soberanamente. Su manera de celebrar en su familia era muy distinta a esta, era natural y no máscaras altivas.

Y ahí había salido el tema, Guiomar desvió la mirada con disimulo, no se le daba bien mentir, y el golpe con el jarrón le pesaba en su delicada conciencia, y más no decirle la verdad a su futuro marido.

-Puede que bebiese demasiado esa noche, y… y… Por eso no recuerda, signore. -Ella carraspeo, y se apartó un mechón rebelde que le gustaba pasearse por su rostro. Su mano se dispuso en su pecho, este subía y bajaba con nerviosismo apretado por aquel incómodo y del que poco estaba acostumbrada corsé. -Y puede que subiese a mi habitación… -Miro hacia abajo y se encontró con sus pequeños pechos bien alzados y apretados, ya entendía porque las mujeres francesas le gustaban llevar aquellas odiosas torturas. -Luego subiese por el balcón, y le cayese un jarrón… Sin querer.

Ya lo había dicho antes, a Guiomar se le daba fatal. Su brazo se desató rompiendo el contacto con su prometido. De repente se sintió apresurada, estaba hablando más de la cuenta y ahora empezaba tener miedo de su enfado.

-Espero que pueda excusarme, creo que me retiraré signore. -Se apresuró en morder la lengua en aquel momento, y la incomodad creada por la pequeña trifulca creada en la sala era perfecta excusa para marcharse.


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Mensaje por Nessanië Miér Ene 25, 2017 12:33 am

El descubrimiento no solo me desconcertó, provocó que me hirviera la sangre, de forma tan desmedida que en un principio no presté atención a la impetuosa ráfaga de aire que me arrebató de los brazos del muchacho. No entendía por qué o como era posible que fuera poseedor de esa marca. Algo único, especial, no se puede compartir así como así al azar.

Alargué la mano para tomar una copa de una bandeja y calmar mis ánimos con el vino. Mis ojos siguieron a Cronos. Se había abalanzado sobre el muchacho. Apreté los labios al ver el caos. Un simple movimiento de mis manos y hubiese llovido sangre entre los presentes. Podía arrancarles a todos hasta su último soplo de vida, ver sus cuerpos caer como muñecos de trapo sobre el suelo del salón, no eran más que ovejas errantes, bastante despreciables. Había degollado a muchos antes, pero ninguno de los espectadores merecía mi atención.  

Usualmente no me preocupaba ver a Cronos en una pelea, se manejaba bastante bien. Irritada por todo el asunto me dirigí hacia él. Vi sangre en el suelo, producto de unas heridas que cerraron bastante rápido. Nadie me prestaba atención cuando saqué mi pañuelo y lo pasé por allí, la sangre del muchacho me serviría.

Mi mirada se detuvo unos segundos en el susodicho antes de cargarse de desdén al desviarse hacia su acompañante, la mujer esa, ambos se habían alejado del salón. En ese momento mi atención la acaparó el cambiante así que me acerqué a él. -Anda vamos.- Antes de que pensara ni tan siquiera en negarse lo miré rotunda decisión en los ojos, de esa que no da lugar a protestas. Lo llevé conmigo hacia una habitación de la mansión, poco me importaba si me daban permiso de usarla o no.

Tras entrar en ella lo dejé caer sobre la cama y me levanté, salí al pasillo y vi a uno de los invitados caminando por él. -¡Tú ven aquí, no digas una palabra!- Usé mi habilidad de dominación, no estaba de humor para perder el tiempo. Pasé el cerrojo de la puerta detrás nuestro y me acerqué de nuevo a Cronos. -Después de esto mereces varios latigazos.- Me senté a su lado, limpiando su rostro ensangrentado con un pañuelo, sus ojos estaban hinchados y casi cerrados, su cuerpo magullado por los golpes. -Tú me perteneces Cronos, a veces lo olvidas y piensas que es al revés.-

Volví a ver al hombre que estaba de pie en la habitación. -¡Acercáte y quédate quieto!- Lo tomé de la muñeca, coloqué la mano libre sobre el cuerpo del cambiante, cerré los ojos y recité las siguientes palabras una y otra vez, apelando a los poderes oscuros. -Spiritus vitae vis illorum inferi, cum sánadle.- La magia me atravesó desde enviador a receptor. Los huesos del brazo del cambiante regresaron a su lugar, las heridas menores sanaron, presioné la muñeca del humano con mayor fuerza ignorando su expresión de terror, los golpes en el rostro de Cronos se desvanecieron poco a poco.  

Al terminar el hechizo después de unos minutos miré brevemente al sujeto que seguía con nosotros. Había envejecido en aspecto unos veinte años, cabellos grises se entremezclaban con su anterior pelo negro y numerosas arrugas habían aparecido en su rostro. La sanación de Cronos había cobrado su precio. -Ve al cuarto de baño y córtate las venas.- le ordené antes de olvidarme de él.

-Así está mejor.- Fijé mi mirada en los ojos oscuros del cambiante, había vuelto a la normalidad. Detestaba verlo herido, en todo caso yo era la única que podía causarle dolor cuando llegaba el momento de disciplinarle. -¿Cuántas veces crees que voy a sanarte por causa de tus impulsos de macho?- Tentaba su suerte con arrebatos como este que no sé de dónde salían. -Escúchame, te prohíbo que le toques un pelo a ese muchacho de nuevo.- Antes de que se le ocurriera replicar enredé mis dedos en su pelo y tiré de él hacia mi, su aliento se mezcló con el mío, un gruñido de protesta ante mi orden escapó de su garganta. -Para tu tranquilidad no siento ninguna atracción hacia él, en cambio hacia ti...- deje el resto de la frase en el aire, permitiendo que adivinara el resto en esa tensión sexual que se palpaba entre ambos.
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Hasta que la muerte nos separe [Privado para varios] Empty Re: Hasta que la muerte nos separe [Privado para varios]

Mensaje por Cronos Jue Ene 26, 2017 7:27 am

La zorra rubia que lo acompañaba desafiante como el mismo muchacho, recrimino mi actitud, llevándose al guerrero.
Algo tenia ese humano ajeno a lo normal, no lo decía solo por la fuerza descomunal que ostentaba, una muy parecida a la mía, si no por como sus heridas parecían sanar de forma casi mágica.
Me desconcertaba no encontrar en él ningún tipo de aura, a todos los efectos, era un humano sin mas ¿entonces? ¿que magia era esa?

No estaba dispuesto a dejar que una pelea terminara así, no, yo era una bestia y no había visto de mi lo peor. mi respiración se aceleró, sentí los colmillos crecer apresando mi lengua entre ellos, garras que sustituyeron uñas, hasta que Nessanie clavo su mirada en la mía.
Su mirada era un reproche, un “vamonos” que no acepta replica, orden directa la humano que deseaba trasformarse en le oso que era y desquebrajar la piel de su enemigo sin darle tregua.

La seguí gruñendo a sus espaldas, pero su mirada inquisidora me hizo enmudecer, eso si, mi gesto no cambio. Quería matarlo, quería desmembrarlo, sacarle las entrañas...
Nessanie me empujo contra la cama, siseo para que guardara silencio, bien sabia que lo haría pues ella me controlaba como si yo fuera su vulgar prisionero.
Mi gesto tenso la observo salir de la estancia para volver con rapidez con un pobre desgraciado que parecía mirar la escena desubicado.

Mis ojos buscaron los ajenos, preciosa, como siempre, aquella mujer era capaz de volverme loco. Su mano con un paño se paseo por mi rostro, no pude evitar sonreír de medio lado al escuchar sus palabras, era cierto, le pertenecía, mas en algo se equivocaba, ella también me pertenecía, solo que no lo sabia.
-¿que demonios has visto en él? -pregunte dolido, celoso. Si no tenia ya bastante con la obsesión de esa mujer por el maldito príncipe Agarwaen, ahora parecía haber centrado su atención en ese hombre al que la rubia se había llevado del gran salón.

No me había pasado desapercibido el gesto de coger sangre del suelo de ese tipo, algo se llevaba entre manso la bruja, la conocía.
Hizo al muchacho acercarse y como si se tratara de un frasco vació absorbió su vida para sanar todas y cada una de mis heridas.
Pronto quedé impoluto ,excepto por las manchas de sangre del traje, algo que a decir verdad me importaba bien poco.

No le basto con la reprimenda, pues me hizo arder en cólera cuando me advirtió que no le tocara, que no se me ocurriera ponerle la mano encima. Sus dedos se enredaron en mi pelo, tirón brusco para que nuestros labios se acercaran hasta que nuestros alientos se trasformaron en uno.
Juraba no sentir atracción por él, mas si interés y eso era mas que motivo para mi para quererlo muerto.

La volteé sobre el lecho trepando por su piel, miradas desafiantes en un duelo a muerte, en el que la cercanía incendiaba a ambos.
-No te equivoques bruja, eres mía -gruñí colisionando contra su boca, dos volcanes en erupción dispuestos a arrasar todo a su paso hasta que solo quedaran las cenizas.


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