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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Annabeth De Louise Miér Nov 28, 2018 9:33 am

Cuando las cosas pueden salir mal,
¿Por qué siempre me estalla el Vesubio?


Recargada contra la pared, hace un recuento de todo lo que pudo salir mal y que debió evitarse. Una a una, las premisas pasan por su mente sin que haya forma de encontrar una sola. ¡Una sola! Sus planes se vieron abajo cuando descubrió que lo que habitaba el lugar, no eran cambiantes, si no fantasmas. ¡Fantasmas, por el amor del cielo! Hace una mueca con el dolor de su diestra pierna, de reojo mira la herida que podrá curarse una vez que esté en su mansión, mientras tanto, se hace más pequeñita intentando pasar desapercibida a los dos fantasmas que la están buscando. ¿Cómo llegó aquí dentro? Su cabeza hace memoria. ¡Ah sí! Algo que ver con una búsqueda de datos que podrían ser indispensables para Phoenix, la organización que ella lidera y que guarda secretos, objetos mágicos y sabiduría sobrenatural y humana desde hace casi cuatrocientos años o más. Frunce los labios pensado que de todas maneras, para lo poco que sabe de los fantasmas, más allá de lo que Celine pudo explicar, puede que el amanecer le ayude para dos cosas: para al menos ver dónde pisa (pues así se lastimó la pierna) y para nada.

Duda que los poderes de los fantasmas disminuyan con la luz. Si fueran vampiros, otro sería el cantar. Mira el reloj que por extrañas razones, sigue funcionando. Puede ser que esa pareja de etéreos seres le dé cuerda. Las once y treinta y dos minutos de la noche. Gemiría de frustración si pudiera, pero eso dejaría en claro cuál es su ubicación. Se rasca la nuca haciendo una mueca. Toma el borde de su vestido de montar para rasgarlo con cuidado. Opta por darle el jalón y que suene lo que haya que escucharse porque es más fácil que pase desapercibido un solo ruido durante un espacio corto de tiempo, que muchos por una fracción larga de minutos. Con la tela desgarrada, se hace un pequeño torniquete en el muslo deseando que ningún vampiro huela. O quizá sí, sería mejor porque tendría de esa manera una distracción para los territoriales espectros y podría huir.

Al menos tiene lo que fue a buscar. De reojo observa su portafolios de piel en cuyo interior están los pergaminos. "¿Por qué me tiene que pasar a mí, por Dios?". Desde que desapareciera Bernard, parece que los problemas hacen fila para dejarse caer. ¿Por qué? ¿Por qué, por qué, por qué? Y seguirá preguntándose una y otra vez de no ser porque un sonido la pone en alerta. Limpia su mente de pensamientos por si es un fantasma, que no la "oiga". Su labio inferior es atrapado por su colmillito izquierdo. Sí, ahí está de nuevo el sonido. Se escucha como que alguien quiere entrar a la casa. Gritaría por ayuda, pero como viene su suerte, capaz de que se arrepienten de atravesar el umbral. Se perdona por sus malos deseos porque espera que ese ruido sea el imán de los entes para ir a castigar al imprudente. Se acuclilla lento, rogando porque su pierna reaccione. Atrapa su portafolios, porque capaz de que corre y se tiene que regresar por él. Impensable olvidar semejante objeto. El sufrimiento tiene que ver su recompensa. En cuanto escucha los golpes, sale a toda velocidad -la que le permite la pierna-, hacia la puerta trasera que para su fortuna, está abierta. Sólo hay que atravesar unos cuantos objetos caídos. ¡Ja, pan comido!

Claro, hasta que resbala y ¡BROAAAAMMM! Se derrumban los objetos y con ellos, pierde el paso cayendo al piso. Gruñe de molestia, se levanta de nuevo, avanza diez pasos y nota que va ligera. ¿Ligera? ¡Maldito portafolios! ¿Alguien llamó a la mala suerte? El número que usted marcó, está disponible y listo para que entre en contacto con su interlocutor.

Casi llorando, atrapa el objeto entre palabrotas que sólo piensa porque como hable, peor le irá. Uno de los fantasmas es una mujer que odia las groserías. Sigue esforzando la pierna, el cuerpo, el aliento y cuando atraviesa el umbral, quisiera gritar de felicidad, pero un estallido dentro de la casa -quizá telequinesis fuera de control-, la obliga a seguir. Sus pasos le llevan a la calle, justo donde su caballo favorito, Thunder, le espera sujeto a un árbol. Guarda el portafolios en el bolso que en el anca tiene el corcel justo cuando un estallido de fuego se escucha dentro. Anna no sabe si es cierto u otra de las ilusiones de ese par, pero se sube al caballo y... ¿Y la cabeza de Thunder? Se queda mirando al frente cubriéndose el rostro con las manos. ¡No pudo ser tan patosa! ¡No pudo! ¿Que no? El rabo del animal se mueve de izquierda a derecha deshaciéndose de las moscas justo enfrente de las narices de la inglesa que gime con fuerza.

Está salada. ¡Está salada! Necesitará ir con Madame Violette a que le consiga una curandera y le haga una limpia. Se baja del caballo, se asegura de subirse bien en el enorme bicho. Es un pura sangre, un hermoso y bien cuidado percherón que a comparación de ella, es un gigante. Se acomoda bien, ya montada como debe, sujeta las riendas del caballo que cocea con las patas delanteras inquieto - lo sé, Thunder, lo sé, tampoco es tu día - le palmea el cuello incitándolo con un golpecito con las piernas para que avance. El corcel avanza un par de pasos lento, moviendo la cabeza en el proceso de arriba a abajo, antes de soltar tremendo relincho, elevando las patas al frente, quedándose de pie sobre las traseras en un mortal movimiento que la jinete logra aguantar. No es la primera vez que lo hace, sí la primera que ella teme por su vida. En cuanto caen las patas al piso, la cabalgadura sale corriendo a una velocidad de miedo.

Annabeth suspira de alivio cuando toma camino hacia su hogar, pero antes de siquiera avanzar hasta la última madera clavada de la pequeña verja que señaliza el término de la propiedad, una figura se adelanta haciendo que el caballo vuelva a detenerse con violento movimiento, relinchando de nueva cuenta, alzando las patas delanteras que se mueven con mortal dirección directo al enemigo de su ama. La inglesa gime sintiendo que se va de espaldas, pero logra sostener las riendas en el último momento recuperando el equilibrio. El caballo da un par de pasos atrás hasta caer de nuevo, se agita con violencia intentando escapar a toda velocidad. La mujer gruñe con molestia por todo, por nada, por lo ocurrido, por lo omitido y en su voz, resuena todo eso cuando grita: - ¡QUIETO, THUNDER! ¡BASTA! - un par de ajetreos más y el caballo se detiene exhalando por las narinas un vaho furioso. Sigue relinchando, como advertencia al entrometido de que dará de golpes con los cascos como se atreva a tocar a la mujer que está perdiendo color conforme todo ésto se acumula en su cabeza. Es una presión de sangre que la desestabiliza. - Quieto, sosegado, Thunder... Ohh, ohhh, ¡Quieto te digo! - jala las bridas con fuerza, la poca que le queda y en cuanto el animal se relaja, ella siente que todo le gira deslizándose peligrosamente a la diestra, sabiendo que esta vez se va a caer.


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Mensaje por Dimitry L. Rudakov Jue Nov 29, 2018 7:23 pm

"An hour glass we can't rewind
Holding back the life that I've been at for so long."











¿Cuántas veces no le había seguido los pasos? Y al final, siempre lo mismo ante sus ojos, y le permitía escapar, jamás cumplió las órdenes que se le encomendaron, y de eso ya eran varios años, ¿tres? ¿cuatro? Ya no era una jovencita incrédula, de seguro los cambios que habían arremetido en su vida habría sido suficiente para dar un cambio drástico a todo lo que él creía conocer de la fémina, sobretodo el tema con sus padres.
Fueron años en que la observó, mismo que no le dieron mayores detalles de que la hacía tan importante, al menos para la Inquisición, ya que lo que significaba para él, terminaba siendo un tema aparte de todo eso.

Y ahora, como si los altos mandos se esmeraran en mantenerlo de vuelta a la acción y la insistente persecución de la fémina, nuevamente su misión se enfocaba en ella, solo que ahora la orden era mucho más específica; Llevarla ante ellos, nada más y nada menos. Sin siquiera saber que tenían planeado para ella, aunque no le era difícil imaginar lo que harían, un poco de tortura, soltarle la lengua y terminaría quemada, o descuartizada, dependiendo de quien estuviera a cargo, tal vez, ambos escenarios en uno.
Y ahí estaba la gran duda del vampiro, él estuvo frente a ella, su aura jamás le reveló a una hechicera, aunque bien sabía que los contactos que mantenía con los herejes era evidentes, mas cuando fue el mismo quien los comprobó en carne propia cuando la humana terminó por desaparecer luego del fortuito encuentro que tuvieron. En ese momento ella demostró más sensatez que el mismo Inquisidor, ya que llegarían a un punto en el que reclamar su sangre no sería suficiente.

Su vigilia era distante, observó desde afuera, con paciencia a que ella terminara de hacer... Lo que fuera que estuviera haciendo ahí dentro. incluso tuvo el tiempo de fumar una de sus cigarrillos, claramente sin perder de vista el lugar y la puerta trasera, bien sabía que acostumbraba a salir por ahí.
Bingo, la figura femenina apareció, y junto con ella un dulce aroma que ya conocía perfectamente, y después de todo consiguió abrirle el apetito solo por gula; Sangre, se había lastimado. Demostrándolo en cuanto terminó en el piso por no poder desplazarse correctamente. Y ahí estaba lo que sin duda le habría llevado hasta el lugar; Un portafolio.

Los pies del inmortal se pusieron en marcha, siguiéndole a la distancia para no alertarla con su presencia, y en cuanto se montó en el caballo, que por cierto, no era el mismo que recordaba, le siguió a toda velocidad, aunque tuvo la mala suerte de alertar al equino, pasándolo hasta ubicarse frente al mismo, que aterrado se alzó, pasándolo en altura y con unas ganas evidentes de patearle lejos, y lo habría hecho si Dimitry se hubiera quedado frente a él, pero fue la figura femenina que reclamó su atención mientras se deslizaba por el costado del animal.

Una fracción de segundo bastó para que los brazos del vampiro recibieran el cuerpo femenino que terminó suspendido en ellos, a lo que solo pudo soltar un chasquido.
No esperaba hacer mi entrada de esta manera, acabas de arruinar todo con tu estilo de doncella en apuros.— comentó con fastidio, depositando el menudo cuerpo en el suelo frente a él, dejando que ella se acostumbrara a la tenue luz sobre ellos para que pudiera reconocerle. El tiempo no había sido menor, y aunque a veces se cruzaban cada un par de meses, ahora habían pasado años en que no estaban tan cerca.

La mirada del vampiro bajó sin reparos a su pierna, si bien no lograba ver que tan profundo era el daño, de seguro que debía tratarlo pronto, o comenzaría a perder más sangre, ya que su improvisado torniquete no estaba cumpliendo su función como debería.
Lamento informarte que tu intento por ocultar esa herida no está sirviendo en lo más mínimo, o quizás solo conmigo, que pude oler tu sangre a metros.— le dio el dato, y terminó por dar un paso atrás para observarle mejor, prácticamente con descaro al ver que ella se mantiene inmóvil frente a él, como si realmente hubiera visto un fantasma.

A su visión, estaba cambiada, más madura obviamente, sus rasgos habían dejado de ser delicados, ahora su expresión era mucho más serena, más recatada y bastante menos altanera.
Pero fueron sus ojos lo que más llamó su atención, aquellos claros orbes, muy similares a los suyos, que ahora tenían un destello diferente, algo que frustró al vampiro.
Cambiaste, Annabeth.— murmuró con decepción, ladeando la cabeza en un vago intento de analizar su expresión. Buscando algo que ya se había desvanecido.


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Mensaje por Annabeth De Louise Vie Nov 30, 2018 7:35 am

Everybody knows it's coming apart
Take one last look at this Sacred Heart
Before it blows.


¿Hace cuánto que hace ésto de meterse en algunos lugares para buscar información y salir a pies puntillas procurando que nadie la encuentre, la vea, la siga, la atosigue? Quizá desde sus jóvenes quince, quizá un poco menos si toma en cuenta aquélla ocasión en que teniendo sólo doce años, el propio Matthew Phyeton le pidiera a sus padres que le acompañara para rescatar a un grupo de pequeños que tenía un vampiro recluidos como alimento. Phoenix es una organización, una sociedad secreta a ojos de la humanidad, incluso de la misma ciega Inquisición, que sólo entiende una ínfima fracción de todo lo que implica, lo que es, lo que se encuentra dentro de tres bodegas y un santuario. Quien intenta descubrir algo, se encontrará con la más gruesa e impenetrable pared mental, física y mágica. Lo que más se aprecia en el interior de la organización, son los hechizos de protección. La propia Annabeth trae consigo varios a donde vaya, en donde esté. Siendo la única heredera tras el fallecimiento de sus padres, la joven carga el peso que sólo Atlas podría sostener. Los delgados hombros han amenazado con romperse en más de una ocasión y esta noche, es una de esas.

La figura ante Thunder es tan amenazante como la misma Gorgona Medusa. Las circunstancias que traen al hombre hasta ella son un misterio. El corcel relincha con fuerza, esas narinas continúan exhalando un vaho que se eleva al cielo desapareciendo en el camino. Las patas delanteras cocean con una potencia que podría destrozar cualquier cráneo de tenerlo bajo sus cascos. La jinete sobre él, percibe la debilidad de los miembros. La tensión de las últimas fechas, las búsquedas del Udyat, de los vestigios del Arca de la Alianza, están minando sus fuerzas y lo que es peor, sus ánimos. El carácter cantarino de la mujer se desgasta. Las riendas se perciben cada vez menos en tanto el cuerpo se orienta a un costado sin que los reflejos acudan a su ayuda. Caería al piso lastimándose aún más la pierna herida de no ser por él. Él.

De todos los que pudieron acudir a su ayuda, tenía que ser él. Si bien la oscuridad es mayor, haciendo casi imposible que pueda enfocar la mirada, es su nariz la que le identifica de inmediato. ¿Cómo olvidar ese aroma propio del inquisidor? Aquél que enloqueciera sus sentidos hasta obligarse a enterrarlo boca abajo con la plena intención de que como quisiera emerger, al rascar, se hundiera más. Por un momento, pegado su rostro al tórax del vampiro, aprieta la prenda que le cubre con la diestra mano recordando otro momento donde deslizara la palma contra la fría piel de acero del varón. Sujeta la camisa, lo que hubiera dado porque no se alejara y en cambio, se sorprendió cuando ella misma hizo lo imposible para que dejara de atormentar su mente, sus emociones, sus pensamientos. El tiempo fue eterno y al mismo tiempo tan corto, como el sonido de un disparo, mientras la sostuvo en brazos. Su voz, irónica, amargada, cruel, penetró sus oídos alojándose en su cerebro. ¿Por qué no le sorprende que su primera conversación esté cargada de ponzoña? Para él, Annabeth no es más que otra humana. Para Annabeth, Dimitry es el nivel a superar.

Sus plantas de los pies tocan el suelo. Se obliga a sostener el resto del peso de su cuerpo porque suficiente tenía con sus palabras para de paso, tener que soportar sus reclamos por ser tan débil. La diestra se sujeta al corcel que de inmediato se apea a su vera con la cabeza echada hacia su rostro, con uno de los enormes orbes equinos bien fijo en el vampiro haciendo una barrera entre él y ella. La mujer sujeta la crin balanceando el peso en la pierna buena. Más restregar de narices emergen de esa masculina garganta. Sus encuentros fueron quizá, un poco de ésto y un poco más de su constante empeño en demostrar que ella era sólo un insecto y la perenne sensación en la entonces joven, de que tenía que descubrir por qué iba tras sus pasos, temerosa de que Phoenix fuera el objetivo. ¿Qué hace Dimitry en París? La muerte se queda de pie al lado de la inglesa quien traga saliva más asustada que en el tiempo que estuvo dentro de la casa, con los dos fantasmas. Si confesara, preferiría seguir estando ahí dentro que acá afuera, con este recordatorio de sus fallas.

Lo único que obtiene con tantas y tantas acometidas, es una sonrisa amarga cuando le avisa que cambió, la que se transforma en una primera y corta risa. Y después, la carcajada echando la cabeza atrás, pero lo que antes hubo, hoy no está como él bien aprecia. La alegría, el optimismo, todo eso sólo son migajas en este momento donde el disimular no es necesario o imprescindible. Con Dimitry puede mostrar la debilidad emocional que estos seis años en soledad, trajeron a su ser. La tristeza se instaló en sus facciones como un incómodo visitante que se niega a ir. Se pasea la mano por el primer rizo que encuentra, en un tic que se forzara a eliminar al cumplir sus veinticinco años y que ahora, regresa con fuerza descomunal. Por un momento, en todo este silencio antes extraño para la joven Annabeth de veintiún años, es todo el recibimiento que el inquisidor puede recibir.

En sus limitaciones físicas, reconoce que no esperaba encontrarse con el recuerdo más vívido de lo que se puede hacer cuando las defensas caen. Al menos esa memoria colorea sus pálidas mejillas y hace palpitar su corazón de forma más constante. - Hola, Dimitry, buenas noches. ¿Cómo te ha ido? Es un placer volver a verte - la voz es educada, con el toque frío típico de quien se desenvuelve en las altas esferas de la sociedad, cínico y ríspido. Es una lección de educación que da como una bofetada con guante blanco. - Por supuesto, no esperaba encontrarte aquí - voltea dando la espalda al vampiro para sacar de las alforjas que cuelgan de las ancas del caballo, un lazo bien atado. Lo desenvuelve rodeando lomo y barriga de Thunder haciendo un par de buenos nudos. - Te ves muy bien, ¿Cómo van las cosas en casa?  - palmea el lomo de Thunder - abajo, Thun - el noble animal hinca las patas delanteras para quedar al alcance de la jinete que lo monta haciendo caso omiso de su herida, una pierna a cada lado. El resto de la soga sirve para rodear su cintura con la plena intención de sujetarse al caballo, sabiendo que tarde que temprano, perderá el conocimiento.

Está necesitando atención médica de inmediato, lo sabe, por eso hace lo que hace. Una vez lista, da otra palmada al equino que se levanta relinchando, agitando la cabeza con la fuerza propia del semental. - Me encantaría entrar a la casa para sentarme a tomar el té contigo y ponerme al corriente de lo que nos aconteció en estos seis años, pero como bien dijiste, tengo prisa - sujeta las riendas una vez que está bien segura de que los nudos son suficientemente fuertes para sostenerla. - Salúdame a la familia - sonríe con esa muestra tan cortés en sus facciones y actuares. El tono es tan correcto, que su madre estaría orgullosa de ella. Toma las bridas del caballo que está inquieto por emprender la carrera deseando salir de ahí de inmediato. Annabeth iguala ese anhelo. No está en condiciones de tener un encuentro más profundo e inquisitivo con el vampiro. No hoy, no esta noche. - Que pases una buena noche, si gustas, puedo agendarte una cita con mi secretaria, ¿Te parece bien el día treinta de febrero o quizá, el día treinta y dos de cualquier mes? Si no, mándame una carta, prometo contestarla. Que tengas una buena noche y hasta nunca - si es una irreverente a ojos del vampiro, le viene dando igual. Si con ésto lo aleja, entonces seguirá. Tenerlo en su vida es muestra de que el Santo Oficio -ja, ¿Qué tiene de "santo"?- vuelve a entrelazar sus caminos. Y eso significa, que quizá sean sus últimas noches. Sacudiendo de la cabeza esos pensamientos, sostiene bien las riendas.


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Mensaje por Dimitry L. Rudakov Vie Nov 30, 2018 9:45 am

"Everything was easier and made for me.
Wanting all we left behind...
Like its the answer."









Cada maldito segundo que transcurría frente a ella le daba el golpe en la nuca, arrepintiéndose - por milésima vez- de haber aceptado la misión que le encomendaron. Buscaba evitar pensar en que todo aquello era un trampa también para él, y que los altos mandos estuvieran al tanto de lo que "ocurrió" entre ellos, y como él, yendo en contra de sus órdenes, la dejó marchar. De ser así, ¿Por qué lo enviarían nuevamente? Quizás por la mínima seguridad de que esta vez cumpliría con su objetivo, sin mencionar lo sencillo que sería para él encontrarla, ¿Lo fue? Había tardado un par de meses, ya que las pistas sobre su paradero siempre terminaban siendo confusas, difusas hasta para las propias habilidades del inmortal. Sin mencionar que la Inquisición solo sabían que estaba en París, algo de lo que Dimitry ya estaba al tanto y jamás mencionó.

Retomando la atención que la fémina reclamaba, más cuando aquella carcajada más que bien forzada escapó de ella, algo que no perturbaría al Inquisidor, ya que el aumento de su frecuencia cardíaca fue lo que se posicionó por sobre todo, incluso las palabras frías y distantes que nacieron de ella. La sentía molesta, quizás con él, o seguramente con si misma, sin importar cual fuera el caso, el vampiro se dedicó a escucharla, con una paciencia mínima, ya que claramente no era uno de sus atributos.
Dejó que hiciera todos los arreglos con el caballo, mientras fruncía los labios desviando su mirada al equino.
¿Qué pasó con Hunter? — la pregunta salió tan natural que hasta para él resultó extraño, en su mente recordaba a otro corcel, y tuvo que hacerlo notar.

Sacudió su cabeza, borrando aquel recuerdo, el primer encuentro que tuvo con el otro de sus caballos, el cual definitivamente era mucho más manso que éste, ya que las ganas de pisotearle por amenzar a su jinete no fueron menores.
No te esfuerces con tus bromas baratas, no soy de los que acostumbran a pedir citas, menos si puedo encontrar a mi objetivo directamente.— su voz había retomado un tono más sereno y aunque sus intenciones eran más oscuras de lo que ella misma imaginaba, no permitiría que su semblante se viera alterado por ello.
¿Qué crees? La Inquisición reclama tu presencia para una pequeña "entrevista". Si me lo preguntas a mí, siento que nuevamente es una pérdida de tiempo, ya que podría enfocarme en situaciones que realmente necesitan mi atención.— poco y nada quiso averiguar acerca de ella, aunque dentro de la santa iglesia bien que se mencionaba, remarcando lo desesperados que estaban por atraparla. Mientras tanto él solo deseaba mantenerse lo más alejado posible de ese tema.

Revolvió su oscuro cabello con la zurda y exhaló acercándose al costado del animal, justo cuando podría haber dado marcha atrás, ir en otra dirección para luego regresar con los suyos diciendo que aún no tiene novedades acerca de la mujer, mintiendo como ya lo hizo antes. Pero era ella quien no lo haría tan sencillo, ya que el vampiro percibía los cambios en su respiración, los latidos que se volvían irregulares por segundos, estaba débil y herida, aunque ni siquiera eso le distaba de ser más atenta con su propio cuerpo.
La mano del Inquisidor se encargó de sostener las riendas de Thunder, dejando que su mirada fuera a posarse en los orbes femeninos.
Bájate.— le ordenó, y de pronto un recuerdo de si mismo realizando la misma orden hace varios años le embargó con una nostalgia que se esmeró en ocultar.
No lo hagas más complicado, sabes perfectamente que no voy a atacarte, lo habría hecho antes, cuando terminaste en el suelo tratando de escapar de la casa como una niña cobarde, o más claro aún, cuando te sostuve en mis brazos.— en otras palabras estaba dejando en claro que no tenía la más mínima intención de completar su mandato.

Su mano sobre las cuerdas se mantuvo firme, mientras la zurda buscaba desatar el nudo que ella misma había forjado en su cintura, precavida e irresponsable a la vez, ambos sabían lo que pasaría si continuaba el viaje en esas condiciones, y en lugar de utilizar eso para hacer más fácil su tarea, en su mente la idea de ayudarla tenía mucho más sentido. Sus reglas eran más fuertes que su compromiso con la Inquisición, y él no mataría a una humana, ni tampoco buscaría ser el verdugo que le llevara a la hoguera. Él no mataba humanos, sin importar el camino que éstos hubieran escogido.


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Mensaje por Annabeth De Louise Vie Nov 30, 2018 11:02 am

Everybody got this broken feeling
Like their father or their horse just died.


Cabezota, impertinente, orgullosa, son algunos de sus defectos que en eso, comparte con él. Otro recuento de dichos fallos en aquella ocasión hace años, fue justo lo que desató la locura. Al pensar en ello sacude la cabeza de nuevo, como un ilusiorio manotazo sobre los objetos de un escritorio con la intención de dejar la superficie libre para cualquier asunto diferente a los que todavía le aguardan. Como él. Algo inacabado que cortó de raíz temiendo que fuera la Inquisición a través de este vampiro, el verdugo de sus padres, de sus sirvientes y amigos. ¿Quién más podía localizarla como él? Nadie. El caballo golpea el piso con las pezuñas impaciente, como ordenando a la jinete que avance y en lugar de ello, recibe un jalón que es contestado con un relincho rebelde. Entrenado por un cambiante equino, Thunder puede ser el más consentido de todos, pero también el más irreverente y desobediente. Aquél que no duda siquiera en propinar un buen golpe con los cuartos traseros a cualquier licántropo que se ponga en su camino. El Inquisidor tuvo plena fe de las capacidades y el mal genio que el brioso animal se gasta.

La respuesta sale dura, automática, ácida. - Hunter murió con el ataque a nuestra finca en la Toscana, ¿No lo sabías? Creí que tus altos mandos te habían informado. Estuvieron tan contentos creyendo que había muerto con ello, que celebraron en todo lo alto - eso de la fiesta en Roma le sentó como una patada de mula en el estómago. Por más pesquisas que realizaron los miembros de Phoenix, poco y nada puede obtenerse del ataque de aquélla noche de hace ya casi seis años atrás. La fémina aprieta tanto las mandíbulas que siente que en cualquier momento las piezas molares podrían fracturarse. La siguiente arremetida oral le hace consciente de lo acontecido. Por inercia, se palpa el pecho para sentirlo vacío. Allí donde colgara su cadena con el Santo Cristo crucificado, está la nada. Chasquea la lengua - ¿Acaso tu agudo sentido de la oportunidad no te indicó que si me encontraste fue porque perdí lo que me ocultaba? - ahora que lo piensa. ¿Dónde fue? Su memoria viaja hasta cuando se encontró con el primer fantasma. Los pristinos ojos azules se desvían a la casona que abandonara. Justo ahora, las luces están todas encendidas, como si hubiera cientos de velas dentro.

Se pregunta quién entró, quién fue el inconsciente al pasar por la puerta delantera dio lugar a que ella escapara. Agudizando el oído, no alcanza a percibir nada fuera de lugar, pero ya sabe que el tiempo ahí dentro, con los dos fantasmas, es diametralmente opuesto a lo que se vive afuera de esas paredes. Un estremecimiento recorre toda su columna al enterarse de la nueva misión. Regresa la mirada al frente, al camino desolado por las horas de la noche, el sereno ha pasado y con él, el toque de queda fue marcado. - Entiendo. Supongo que se enteraron de que me llegaron los documentos - aquéllos que sus padres le enviaran para que supiera toda la verdad sobre su origen y su pasado rompiendo en mil pedazos su realidad, su cuento de hadas y el libro de aventuras que se creó con tanto cuidado para la joven. Una primera risa fue su respuesta. La segunda, tornó a ser de nuevo carcajada cuando él dijo que tenía mejores cosas por hacer que estarla buscando. - Siempre fui, soy y seré, una pérdida de valioso y muy sangriento tiempo, Dimitry - asiente con la cabeza, acariciando las bridas del caballo.

Se tensa cuando él acorta la distancia. ¿Sabe cuán sensible es a su aroma, su presencia y su mirada? Se pone tan inquieta como el animal bajo sus muslos. Las manos del vampiro se apoderan de las riendas como hace con todo en la vida de Annabeth cada vez que se presenta. La orden es dada y la respuesta es otra carcajada que le obliga a echar atrás la cabeza. - ¿Volveré a quitarme el vestido para que te quedes a gusto, Dimitry? Recuerda que cargo algo más abajo, así que tendrás que pelarme como cebolla quitando capa tras capa - se mofa en tanto él se decide a deshacer el nudo. Le palmea la mano con fuerza, como una madre haría con un hijo que está haciendo algo indebido. - ¿Cuántas veces discutiremos el punto de "no me toques si no lo permito". Aleja tus manos de mí, inquisidor - su tono es más duro, adusto. - ¿Y qué importa si pienso o no que me vas a atacar? ¿Crees que por eso dejaré que vuelvas a deshacer lo que forjé con tanto esfuerzo? - sacude la cabeza de nueva cuenta.

Le jala las riendas para que las suelte, es en vano. Su fuerza no se compara a la masculina y Thunder vuelve a relinchar. Resopla iracunda, llevando sus propias manos a deshacer el nudo que con tanto ahínco hiciera. Haciendo gala de destreza, se sostiene de las ancas de Thunder para pasar la pierna buena por encima del caballo cuidando de no golpear su cabeza quedando sentada sobre el equino y orientada hacia el inquisidor. ¿Por qué diantres lo obedece? Porque lo sabe, es más terco que ella, obstinado, orgulloso, falto de dos dedos de frente y por otro lado, porque espera que lo que entró en la casa, salga pitando pronto como ella lo hizo. En cuanto se acomoda, alza los brazos para que él la baje. Como dé el salto, su pierna va a resentirse y tan tonta, no es. Error. En cuanto siente el cuerpo frío del ruso, su mente vuelve a los jardines del Santo Oficio en Roma.

Y para demostrar que le detesta, que desea verlo sufrir como ella lo hizo con su decisión, le clava un puñal. Lleva una de sus manos hacia la herida de la mejilla mojándola en la sangre para pintar los labios del vampiro con ésta - ten tu pago - incluso se da el lujo de manchar la comisura del labio del sobrenatural con ésta, - ¿A gusto? - rezonga con molestia. ¿Qué le pasó que es tan distante en comportamiento a lo que fue, a lo que incluso, ahora es? La respuesta es simple: tantas verdades se reflejan en su figura, con su presencia. Con sus ojos claros, Dimitry le recuerda todo lo que perdió, las lágrimas derramadas, el dolor que apretuja su corazón y las ilusiones destrozadas cuales cristales golpeados al piso hasta hacerse añicos.


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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Dimitry L. Rudakov Vie Nov 30, 2018 3:23 pm

"And After all that we've been through,
and after all we left in pieces... Can I find my way to you?"











La voz femenina derrochaba una ira que golpeaba con mayor intensidad en el pecho del inmortal, como si tuviera frente a él a otra mujer, estaba claro que luego de tantos años no sería una jovencita, pero tal parecía que otra hubiera ocupado su lugar. Incluso en los momentos más incómodos que compartieron, en lo que fue una discusión tras otra producto de la terquedad mutua, ella jamás perdió esa chispa de debatir con él, recriminarle en medio de sarcasmo y exasperándose en ocasiones.
Los orbes que le observaban ahora eran completamente ajenos a ese resplandor, y bien podría entender cuando recibió la noticia acerca del ataque. Él no estuvo ahí, él no celebró aquello porque fue enviado a Rusia por un tiempo, a cumplir aquellas misiones que tanto disfrutaba ¿Habría sido otro plan de los altos mandos?

No comentaría nada más en voz alta, ella no tenía porqué enterarse de eso, quizás hasta lo vería como una especie de manipulación, debía mantenerse en una sola linea con ella, distante y frío, cualquier reacción ajena a eso sería un punto en contra para el varón que ahora era capaz de disfrutar de la ínfima distancia que le entregaba un deje del calor ajeno.
Con o sin documentos te quieren dentro, creo que tu lengua es más valiosa que los mismos papeles que tienes ahí.— comentó, señalando en donde debía estar el portafolio.
Y claro que lo eres, más aun en una noche como ésta.— continuó, dejando que su mirada se desviara por una fracción de segundo al cielo, manto que albergaba una luna llena brillante en medio de escasos nubarrones.

Sus manos retomaron la tarea de quitar las cuerdas que mantenían sujeto el cuerpo femenino, pero en cuento vino el golpe y de paso el regaño, se detuvo, más no soltó nada.
No, creo que si te pido ahora que te desnudez nos dará el amanecer en cuanto termines.— masculló, justo para apreciar como fueron las mismas manos ajenas las que liberaron el nudo que había forjado anteriormente.
El vampiro esperó a que terminara de acomodarse y de forma inmediata en cuanto vio los brazos extendidos, se aseguró de sostenerle con firmeza desde su cintura para traerla con suavidad al terreno junto a él.

El choque que significó volver a tenerla tan cerca, fue un recordatorio en cadena de todo lo que pasaron, hubieran sido simples encuentros que terminaron de la forma que no debían, ya estaba hecho, las sensaciones estaban instauradas con tanta fuerza que quemaban en las mismas palmas gélidas que sostenían el cuerpo de la mujer, sin importar que ya estuviera de pie en el suelo, se negó a soltarla.
Inesperado fueron las acciones bajas que realizó, el aroma de la sangre fue tan evidente, y aun así no lo vio venir, hasta que sus labios se vieron impregnados por la linfa ajena, retomaba su altanera forma de comportarse realizando una acción cruel, mas cuando se trataba de él, sabiendo de la forma que su sangre le llamaba, luego de que fuera ella quien le rogara que se alimentara de su ser.

Apeló a su propio control que al parecer le abandonó justo en el peor momento, su lengua se removió de su cavidad lamiendo su propio labios, siendo avasallado por el dulce sabor de la sangre, y ahí fue cuando todo por lo que estaba luchando esa noche se vino al suelo, siendo él mismo quien pisoteara sus propios valores.
Muy a gusto, pero siento que falta algo, algo que tú robaste hace mucho tiempo, Anna.— su voz terminó por convertirse en un susurro al mencionar su nombre. Susurro que terminó contra los pétalos femeninos que se vieron unidos a los fríos del inmortal que reclamó algo que por derecho era suyo, y así lo sentía sin importar el tiempo y las equivocaciones que cometieron.
Las manos que antes descansaban tranquilas contra la cintura de la mujer, ahora se deslizaron hasta su espalda baja, atrayéndola con más fuerza a su torso, dejando que las temperaturas hicieran de las suyas, mientras que sus labios e incluso su lengua disfrutaban de la boca femenina, una mezcla que gracias a la sangre ajena terminaba por convertirse en su mayor perdición, un deseo que ignoró, pero se instaló en él desde el segundo que comenzó a espiarle a las fueras de la casa.

Aun sin sentirse por completo satisfecho llevó su cabeza hacia atrás, dejando un espacio mínimo entre sus rostros, permitiendo a sus orbes suspenderse en los cristalinos de la mujer, reclamando en silencio tantas cosas, mismas que son resumidas en una sola frase que nació casi con rabia de los labios del inmortal.
¿Por qué desapareciste?— ahí estaba, la pregunta que había querido hacer hace muchos años, luego de que fuera él quien le pidiera que no se borrara del mapa, y ella, llevándole absolutamente la contra lo hizo, sin dejar rastros de su paradero, dejando que Dimitry solo pudiera tener vistazos de ella por todo ese tiempo, pero jamás un lugar específico, un lugar donde buscar, y fue ese el detonante para que él se desligara de todo lo que rodeaba a la fémina. Pensando solo en un mal recuerdo que debía borrar a toda costa.


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Mensaje por Annabeth De Louise Sáb Dic 01, 2018 5:56 am

Everybody knows that the war is over
Everybody knows the good guys lost
Everybody knows the fight was fixed.


Decir que todo es culpa del Mal del Ojo sería eximir de responsabilidad a la astuta Annabeth y eso dista de ser justos. Decir que todo es culpa de Dimitry que se atraviesa cuando más vulnerable está la inglesa y que la atacó justo cuando está saliendo de una vivencia que dentro de esa casa, es equiparable a revivir el infierno en que está sumida, es probablemente una de las tantas razones por las cuales la mujer se comporta de esta forma tan aberrante para su carácter ordinario. Porque sí, Annabeth es una de las almas más puras que pocos han tenido la oportunidad de ver en el mundo. Amable, voluntariosa, protectora, que tiende la mano a todo aquél que la pide y al que no, al menos le deja una indicación de dónde tiene que buscarle. Es incapaz de matar a un ratón y cuando se encuentra uno, sale corriendo a toda velocidad para gritarle a su ama de llaves que se haga cargo del visitante indeseado. Las serpientes... eso es otro cantar. Le dan repelus, eso es distante a pensar que solicitará que la maten. Gritará a toda voz en tanto saca a los caballos o a quien esté cerca del lugar para que el bicho no tenga motivos para atacar.

¿Entonces por qué se porta así con el inquisidor? Inexplicable para quien la viera desde el exterior. La única razón está metida en su corazón, bien profunda como una punta de lanza que se niega a retirarse un solo milímetro. La daña, la lastima, la enloquece y provoca estas muestras de pura agresión y hasta de tortura a un vampiro que, dentro de lo que cabe, la ayudó. Como sea que funcione la cabeza del Inquisidor, la dejó viva desoyendo los mandatos de la Inquisición para permitir que pudiera respirar hasta el día de hoy. Y a pesar de cómo se comporta con él, sigue estoico aguantando siendo que él, con su orgullo y su cabezonería, ya hubiera dado media vuelta dejándola sola con su berrinche. ¿Es un berrinche o es algo más? Cualquier ajeno a su frecuente trato aseguraría lo primero, pero ya él empieza a sospechar. Su inquisitiva mente está descubriendo qué pasa con ella. En tanto mantiene los pies en el suelo, apoyando más en la siniestra pierna que en la diestra, la herida le punza como pocas veces.

Ese sufrimiento es incomparable con el que siente en el pecho donde las espinas se clavan en los pulmones haciendo más dificultoso el respirar. Es su olor, su frialdad contrastada con la calidez de las palmas que se colocaron sobre un tórax para darse firmeza en esta posición vertical, la que la lastima. Le hace recordar un pasado que tuvo y que fue roto. Por eso la tortura, el castigo, una mancha en su boca que es el mudo testigo de lo que implica la falta perpetrada por este varón. El viento sacude los femeninos cabellos, los rizos sueltos del sencillo moño que se alza en su cabeza, el que realizara con rapidez para salir de su casa pues coqueta que es, odiaría ver su cabello suelto como el de una pordiosera. Sólo una vez él lo tuvo entre sus manos, aquélla noche, en aquél jardín, tan cerca del peligro, tan lejos de casa. Su error más colosal fue ir a buscarlo, fue permitir tanto.

Tarde debió ser. Tarde cuando recapacitó de sus propios actos. Sus manos aprietan la tela del abrigo del inquisidor queriendo que fuera su corazón, su carne, sus entrañas para infringir tanto dolor como el que él le provocó. - ¿Y qué es según tú, lo que falta, Dimitry? - otra equivocación: preguntar. Y otra más: alzar la mirada porque en cuanto levantó la barbilla para alcanzar su rostro, el del vampiro ya estaba contra el suyo, tomando sus labios, robando un beso que cuyo regusto agridulce provocó sensaciones yuxtapuestas. Por un lado, la ansiedad de perderse en este recuerdo que la ataca y la desprovee de sus defensas. Por el otro, la urgencia de lastimar, de torturar y dañar a este hombre con todas las fuerzas de su alma porque sabe que en lo físico, él lleva la mano. El corazón salta de su pecho, contenido a duras penas por los músculos de su tórax y la piel que traicionera, se eriza y estremece.

La invasión oral es total, completa al contacto de su músculo bucal buscando el femenino, exigiendo una respuesta que en una capitulación, otorga. Sus manos se vuelven blancas por la fuerza con que le sostiene. El aliento se desvanece por el impacto de las sensaciones que como un maremoto, arrasan con toda la coherencia y el raciocinio. Las manos masculinas tornaron de piel y huesos, a metal helado que podría pensar se fundiría por el ardor que se apoderó del cuerpo femenino que fue estrechado y apretado al contrario, haciendo latente esa posesión que ella reconoce como válida. Decir que no lo extrañó, sería mentir. Pensar que era prescindible, fue negarse la verdad de sus anhelos. Olvidarse de él, fue su martirio durante mucho tiempo. Su recuerdo perduró más allá que el de Valentine, su prometido. Ni siquiera Bernard pudo borrar sus besos, si tuviera que analizarlo hoy en día. Lo que siente por este bastardo es tan o más poderoso que lo que sintió en su momento por Lucciano. ¿Por qué, por qué?

Le tiemblan los pliegues de sus labios cuando es él quien abandona el calor de su aliento. Sus ojos fueron los que la dominaron en el pasado y hoy, vuelven a hacerlo. Su voz ronca, exigente, enrabietada y ruda, hace la pregunta que sólo tiene dos respuestas. La primera, es el bofetón que le golpea la piel de la mejilla siniestra del hombre, con toda la fuerza de la que es capaz de albergar esta humana cual reflejo de su ira, de su dolor y tormento. La segunda, el agarrón de los cabellos de la nuca masculina para obligarlo a acercar su rostro al de ella. - ¿Y te atreves a preguntarlo, Dimitry? ¿Cuánto tardaste en dar mi posición? ¿En entregar mi pañuelo para que los perros de la Inquisición tuvieran mi aroma y me siguieran antes de poder levantar de nuevo mis murallas? ¿Cuánto tardaste? ¡Tu maldita boca todavía estaba caliente de mis besos y mi sangre latía en tus venas cuando me entregaste! - brama iracunda, dolida, traicionada. Suelta el agarre con fuerza, agachando el cuerpo con riesgo de lastimarse peor, para golpear el tórax masculino con el hombro haciendo que dé unos pasos atrás para darse espacio, el que necesita, el que le urge tener porque de lo contrario, no dudará en usar la daga que tiene atada en el cinto de su indumentaria.

La adrenalina elimina el dolor de su pierna. Es ésta la que le permite permanecer en pie sin siquiera un trastabillo. Sacude la cabeza con el rostro empezando a enrojecer de rabia, los ojos tan azules se tornan acuosos. - ¿Qué querías demostrar? ¿Al menos te ascendieron? ¿Con la misión de hoy vas a tener el cargo de mano derecha del líder de tu facción? ¿Ah, soldado? - traga saliva intentando serenarse, parpadeando con violencia para no llorar, que ninguna lágrima se desprenda, pero es inútil. En cuanto la primera escapa, las demás la siguen en estampida, huyendo de la leona que está despertando con un rugido propio del escudo de armas de su origen inglés. - ¿Desde cuándo supiste que era una Moncrieff? ¿Desde cuándo fueron sus planes matarnos para callar nuestras bocas? ¿Crees que esos documentos que están en las alforjas de Thunder son los que necesita Francesco? Por Dios, esos están bien guardados, Dimitry. ¡No voy a soltar ninguna de las pruebas donde se descubre a Francesco y los suyos desviando los dineros de la Inquisición! Avísale de una vez. ¡Ni porque hayan logrado linchar a mi hermano mayor en Berlín, ni porque hayan matado a golpes a mi hermano Charles en Londres, podrán callar la verdad que sólo los Moncrieff sabemos! ¡Ya sé que soy la única que queda, ya sé que matándome lograrán su cometido, pero pienso vender cara mi vida! - se sonríe con cinismo.

Mira a la izquierda con el cuerpo temblando de las sensaciones que la albergan, con el rostro manchado por las lágrimas que resbalan, creando líneas por el polvo que todavía posee su rostro. - ¡NUNCA VOY A PERMITIR QUE TENGAN LOS MALDITOS DOCUMENTOS, DIMITRY! Y puedes estar seguro que los defenderé con mi vida y que van a llegar a donde tienen que llegar. ¿Vienes por mí? Perfecto, pero París será tu tumba. ¡Te lo prometo y yo seguiré viva mirando cómo te arrancan la cabeza! Mi elección de residencia no es al azar, puedo probarlo - solloza con las manos en puños, las mandíbulas tan apretadas que dejan visibles las uniones en los costados de su rostro. Los ojos refulgen con dolor y rabia. - ¡Maldita la hora en que te cruzaste en mi camino, Dimitry! ¡La maldigo! - escupe con los dientes apretados, mostrados por el rictus de ira de su rostro en tanto todo su cuerpo se mueve en consecuencia, tembloroso y frenético. - ¡Te odio, te odio, te odio, te odio! - se lanza contra él, golpeándole el tórax con los puños en un arranque de total locura y sinrazón.

- ¡Eran mis padres, Dimitry, eran mis padres! ¡Mis amigos, más que mis amigos, mi familia y me lo quitaste todo, me lo quitaste! - le espeta entre sollozos de rabia y dolor, reforzando cada palabra con otro y otro y otro golpe que en el cuerpo de un vampiro, sólo son equiparables a los de un crío.


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Mensaje por Dimitry L. Rudakov Sáb Dic 01, 2018 10:55 am

"Cause now the past can be outrun...
And I know you are the reason."










Sin importar la respuesta que podría tener de ella, no se arrepentiría de lo que acababa de hacer, si bien se jactaba de ser un maniático controlador de sus propias emociones, la humana era capaz de lanzar todos sus esfuerzos por la borda y dejarle frente a ella sin ningún tipo de armas, ni las físicas ni las barreras que tanto se apresuró a levantar para mantenerla lejos de su mente. Ahora casi podía sentirse expuesto frente a una mujer que continuaba mirándole con una rabia que traspasaba la benevolencia de sus orbes, mismos que se encontraban bravos, enceguecidos por una verdad que no podía estar más distante de verdadera realidad que envolvía al inmortal, pero, ¿Cómo podría culparla? Si jamás le explicó nada, solo se encargó de decirle que no la entregaría.

El golpe que terminó estampado contra su mejilla fue lo mínimo que esperaba y lo recibió sin siquiera hacer un movimiento frente a éste. Conocía la ley de la fémina sobre ponerle las manos encima, y aquí lo único que ella había autorizado era a que la bajara, nada más, las atribuciones se las tomó él. Se lo merecía, sin dudas.
Lo siguiente que le hizo quedar a una efímera distancia del rostro ajeno desató una algarabía en su mente, ¿Qué él hizo que cosa? No fue capaz de disimular su asombro, mismo que la contraria podría malinterpretar como la sorpresa de verse descubierto en sus bajas acciones.
Fue incluso que el empujón que recibió le sirvió para reaccionar y dar un paso atrás, recibiendo una tras otra acusación, las palabras nacían de ella con furia, reclamándole cada detalle, cada información de la que él mismo se alejó luego de lo que vivieron.

Primera pista; El pañuelo. Él lo guardó, estaba entre sus pertenencias en su mansión, ni siquiera lo dejó en la Santa iglesia, precisamente para evitar dar cualquier mínimo detalle que pudiera llevarles a ella. Si la encontraron, no fue por él, de eso podía estar seguro. Y tal vez, en cuanto él dio por fallida la misión, el mismo Francesco mandó a toda la guardia tras de ella, justo en el tiempo que ocurrió el ataque, justo en el tiempo en que él estuvo fuera, y solo recibía cartas con información. Algunas las abría, otras no.
¿Qué dices? Como puedes siquiera pensar que yo tuve algo que ver con eso, Annabeth, si hubiera querido que te calcinaran, te habría entregado esa misma noche que te me plantaste al frente en el mismísimo jardín de la inquisición.— el inmortal no salía de su asombro, tanto que por un momento llegó a sentir la falta de respirar, puesto que el pecho le ardía y la cabeza le daba vueltas.

Ese apellido, claro que lo conocía perfectamente, mucho se habló de los Moncrieff dentro de las paredes santas y de como dieron la espalda a Dios para convertirse en un par de herejes. Aquellos que lo dejaron todo por una tentación que les arrastró al mismísimo infierno, y lo pagaron caro cuando dieron con ellos, había perdido su seguridad, y como consecuencia, simple cadena de sucesos, terminarían perdiendo sus vidas. Ahora, los dichos de la fémina no tenían ni un sentido.
¿Una Moncrieff? ¿Que mierda tienes que ver tú con los Moncrieff? Ellos eran unos herejes, y escogieron solos el camino que les llevó a su destino, no podía ser de otra manera, ¡Ellos lo sabían! Y maldita sea, yo jamás he ido tras las pistas de la familia Moncrieff, ni siquiera imaginaba que existían lazos entre tú y ellos.— no sabía como más dejarle en claro, que nadie más que él se mantenía tan al margen de ese tema, que siempre sus motivaciones fueron enfocadas hacía otro lugar, muy lejos de los paganos.

¿De eso trataban los famosos documentos? Una supuesta mala práctica de los altos mandos, y que ahora irían arrasando con todo y todos con tal de borrarlos, y con ellos a quienes sabían de lo que estaba ocurriendo. Pero nadie podría comprobarle a él la veracidad de aquello, bien podría ser una trampa por parte de la misma familia de traidores.
¡Venía por ti! — rectificó en tiempo pasado, recordándole por enésima vez que no pensaba llevársela a ningún sitio, él no estaba ahí para entregársela a la Inquisición.
Lo que hagas con tus jodidos papeles no me importa en lo más mínimo, Annabeth, no es eso lo que me importa...— su paciencia estaba llegando a un límite difícil de apaciguar. La rabia por verla tan devastada golpeaba en él con unos potentes deseos de protegerla, de aliviar todo el arranque de desesperación en el que estaba sumida. Los golpes, el odio contra él, recibió todo, sin chistar, la dejaba que liberara parte de aquello, lo mínimo, lo que fuera con tal de que se quitarse ese enorme peso que traía encima.

Se sentía sola, su pérdida había sido inmensa, unos tras otros, y no tenía a quien reclamarle aquello, tal vez nunca se había desahogado de la forma en que ahora lo hacía con él, culpándole de todas sus desgracias.
¡Yo no lo hice! ¡NO LO HICE! — su voz se alzó, hasta que sus manos tomaron ambas muñecas de la humana, evitando que continuara con su tanda de golpes y rabieta.
Yo no te traicioné, la única culpa que puedes cargarme es el hecho de no buscarte antes, de no advertirte lo que venía, de eso cúlpame porque joder, como me arrepiento de aislarme en el peor momento. ¿Crees que ahora podría estar aquí, viéndote de esta forma y sentirme tan tranquilo? — y Francesco lo sabía, por eso lo usó de cebo con ella, y hasta el mismo Dimitry estaba consciente de eso, sabía que en cuanto se la volvieron a encomendar no fue uno ni dos, si no, cinco los que siguieron sus pasos, pero se encargó de perderlos, ¿Por qué? Por que ellos sabían perfectamente que si alguien podía encontrar a la humana, era él.

Sus manos aflojaron el agarre, dejando que las mismas se deslizaran ascendentes por los brazos femeninos, hasta descansar en sus hombros, solo para asegurarse que ella estuviera atenta a lo que le estaba explicando, que le creyera, que confiara en que lo único que él quiso, aún después de que ella desapareció, era mantenerla a salvo.
Por favor, Anna, termina con ésto de una vez. Dime, ¿Qué mas quieres que te diga para que confíes en mí? Yo no tuve nada que ver con el ataque en la Finca, yo no he asesinado a nadie de tu familia, yo no estoy interesado en los documentos que traes contigo... No es lo que me motivó a aceptar la misión, ¿En serio no lo ves? — frunció el ceño con frustración, liberándole de su propio contacto, para dar unos pasos lejos de ella mientras se frotaba el rostro con brusquedad.
Se encontraban en una niebla muy difícil de dispersar.


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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Annabeth De Louise Sáb Dic 01, 2018 11:52 am

I can't escape this
Shadows break the dark
And we know that it can be verified
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Esta vez, siento el estómago arder, en plena ebullición por lo que significa para mí este tema. De la rabia que me da pensar que me confié, que te confié lo que más amaba y por mis equivocaciones, me fue arrebatado. En tanto golpeo tu pecho una y otra vez, una voz, una luz quizá, ilumina mi mente cegada por la ira, por el exabrupto que me hace perder los papeles. Cada puñetazo contra tu firme pecho es una daga que quisiera encajarte para destruir tu ser, para hacerte ver de qué soy capaz por defender a mi familia. Las lágrimas me impiden ver más allá, en tanto cierro mis oídos a tus palabras. ¿Para qué escucharte? ¿Para que me mientas? Reconoces a mis padres biológicos. Hablas de ellos como si los hubieras conocido y puede que sea cierto porque al ser un vampiro, desconozco cuántos años tienes en realidad. La tensión de todo mi cuerpo sigue igual, no se descarga ni por asomo, pero son mis manos las que se resienten porque pareciera que golpeo una pared de granito imposible de romper. ¿Por qué, por qué? ¿Por qué de entre todos los que me persiguieron, tuviste que ser tú el que me alcanzara? ¿Por qué me fijé en ti? ¿Por qué me ilusioné con un momento que sólo fue eso: un instante donde perdí los estribos?

Parece que tienes una tremenda capacidad para hacer que cambie mis conductas y me enloquezca por ti. ¡Deja de hablar! ¡Deja de intentar convencerme de lo contrario! Porque si lo haces, ¿Qué me queda? ¿A dónde tengo que dirigir mis ojos para culpar a alguien? ¿Para saber quién nos ata... no, quién los atacó? En parte, toda esta ira que se refleja en cada golpe, es producto de mi propia frustración. ¡Debí estar ahí! Debí morir con ellos porque sin mi familia, no sé qué hacer. Mis sollozos son mayores cuando me detienes. Mi cuerpo se debate para soltarse con ímpetu sin lograr más que la pierna me dé un azote por impertinente. - ¡NO TE CREO! - es la primer respuesta que tienes a tu "yo no fui". Con los ojos llenos de lágrimas, me es difícil enfocar. Con la nariz llena de mucosidad, me cuesta respirar. Agreguémosle el dolor de la pierna y resulta que estoy en una pésima posición. El corazón late tan fuerte que puedo sentirlo en los oídos.

Esta vez, en tanto intento aspirar con fuerza para respirar, agitada, violentada en la parte más sensible de mi ser, sujeta por tus manos que impiden que vuelva a hacer nada, tu voz penetra mis defensas llegando al centro más importante de todos: el cerebro que registra, que analiza y maldita mi suerte, que termina recordando todas y cada una de tus palabras en tanto descubro con desaliento que te da la razón. ¡Él también me traiciona! Podría gritar mi parte sensible, pero la racional, está descartando todas las acusaciones. Lanzo un alarido de rabia, de desesperación moviendo las manos hacia abajo para obligar con el latigazo a que las sueltes sin éxito. Mis ojos no encuentran un lugar en dónde fijarse. Oigo tu voz, mi mente la atrapa y forma bien las oraciones para que me penetren. Sueltas por fin mis manos, esa caricia en mis brazos me incita a buscar más de ti, pero es imposible. ¿No siempre dices que careces del tiempo para ocuparte de asuntos humanos? ¿Qué es entonces ésto? Llevo ambas palmas a mi rostro restregando éste con fiereza. El nudo en mi garganta empieza a disolverse, la opresión en el pecho producto del arranque de llanto, me lleva a toser. Cubro mi boca con la siniestra mano.

Mi pañuelo limpia mi nariz, lo doblo para después, barrer las lágrimas que siguen saliendo, como si una vez que la presa se rompió, fuera imposible detenerlas. Paseo a mi izquierda tres pasos, los deshago avanzando tres más. Cruzo mis brazos al pecho sacudiendo mi cabeza mirando al frente, hacia la casona. La pierna está que me mata. Después del estallido, descubro que me es más fácil enfocar mis sentidos, mi mente en un enloquecedor propósito: - si no fuiste tú, ¿Quién nos traicionó? - pronuncio en voz alta. Sacudo la cabeza, nadie de Phoenix porque los hechizos se activarían. Nadie... Un momento. Un momento. Ignorando tu presencia, me quedo paralizada porque hay una manera de que ésto tenga una razón. Quizá sean suposiciones mías. Quizá es que soy una ilusa al creer que tus palabras son sinceras, más confío en mi oído, en la forma en que tu desespero se escucha. - Soy Annabeth Moncrieff, la hija menor de los Duques de Devonshire. Por derecho, me corresponde el título de nobleza porque mis padres y mis hermanos fueron muertos. Francesco lo hizo, condenó a mis padres señalándolos como herejes para que la Inquisición los dejara sin protección en Inglaterra. Al ser ellos los más activos inquisidores en la isla, les dieron cacería y muerte los enemigos que se forjaron por años. Todo gracias a Francesco quien buscaba ocultar sus malversaciones del dinero de la iglesia. Tengo los documentos que lo acreditan, tengo las cartas donde Francesco ordena a sus esbirros regar la voz de que son mis padres herejes para que los maten. ¿Todavía sigues dudando de mis palabras? - si mi tono es duro, es porque no puedo hacer más.

Sigo dolida, atormentada y mientras me llevo el pañuelo de nuevo a la nariz, un sonido me alerta de que algo va mal en tanto la casa de la que saliera, se llena de oscuridad de golpe. - De acuerdo, eso no me gusta. ¿Podemos irnos? - miro ansiosa tus facciones. - Hay dos fantasmas ahí adentro y no quiero saber qué fue lo que pasó para que apaguen las luces cuando una de ellos odia la oscuridad - me tiembla el labio inferior. Sólo un poderoso hechicero podría desterrarlos de la casa. Y si es así, ¿A favor de quién está?


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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Dimitry L. Rudakov Sáb Dic 01, 2018 12:51 pm

"Afraid to let it go...
The minutes rain like grains of sand"









El inmortal se lo dijo de todas las formas posibles, más honestidad que esa en sus palabras no encontraría. Se había abierto con ella, demotrándole que frente a ella no tenía un enemigo, aunque un "aliado" sería abarcar demasiado, la cuenta se limitaría solo a decir que se encontraba al lado de un ser que lo último que podría hacer era lastimarla. Su bienestar estuvo por sobre sus órdenes en varias ocasiones, hasta el fatídico día en que ella se desvaneció.
Le parecía ilógico que ella continuara dudando de él, cuando tras de sí existía todo un mundo, y parte de él ya le estaba pisando los talones hace un tiempo. Una simple humana que se volvió el centro de atención para un grupo considerable, eslabones que seguían las órdenes de Francesco, esas mismas órdenes que Dimitry lanzó a un lado en cuanto recibió el mandato.

Continuaría dando pasos sin dirección en el reducido espacio que mantenía, mientras escuchaba como el llanto desenfrenado de la mujer se convertía en un sollozo más acompasado, aunque cada detalle, incluso la tos ahogada que vino luego del relajo le alertó, volviendo a acercase mientras en sus orbes se vislumbraba una gota de cordura, de confianza, a la que Dimitry se aferraría con todas sus fuerzas.
No lo sé, aunque creo que no es difícil deducirlo. Tú lo sabes, en el fondo lo tienes absolutamente claro.— le acusó, para que se diera cuenta de una vez que culpó a la persona equivocada, y ahora ambos ojos estarían puestos hacia el mismo lugar. Solo con aquel pensamiento el vampiro se consideraba un traidor a la "familia" que tenía dentro de la Santa Inquisición.

La declaración a viva voz de sus raíces terminaron por dejarle en claro lo que se temía, aclarando en parte porqué la necesitaban muerta. No era cualquier "hereje", es más Dimitry lo supo desde un principio, y era más que obvio que los altos mandos también lo sabían. La estigmatizaron con aquello para saciar la sed, y darle razones de peso a sus perseguidores. Entre ellos, enlistando a Dimitry como el cabecilla de una misión que, el mismo Francesco sabía que no terminaría. Por eso se encargó de atar cabos sueltos.
No dudo de ti. Perfecto, eres una... Moncrieff, heredera, eso no puedo rebatirlo, porque lo que me dices tiene sentido si lo equiparo a la misión de terminar con tu existencia, a lo desesperados que están por atraparte... Pero no puedo creer en todo lo que dices, no me pidas que confíe a ojos cerrados en tus palabras sin pruebas. Pero sí te daré el beneficio de la duda. Conozco la forma de actuar de Francesco, y claramente topamos en muchos aspectos, por lo mismo mi comunicación con él es muy reducida. No lo sé, Annabeth.— estaba confundido, ella buscaba cambiar una historia que le ha acompañado desde siempre.

Se encontraba tan preocupado por hacerla entrar en razón, que por un momento y sintiéndose completamente ineficiente, ignoró la presencia que tenían prácticamente sobre ellos. El rostro de Dimitry se ensombreció en cuanto su mirada se enlazó con la femenina.
Nicholas.— el nombre nació en un susurro enrabiado, ¡Cómo no le detectó antes! El hechicero dentro de ahí era de sus propias filas, de aquellos que salieron tras de él, y que el mismo inmortal creyó dejar atrás por mucho, equivocado se vería, cuando el otro Inquisidor ya estaba a pocos metros de ellos.
Sus movimientos fueron acelerados y precisos en cuanto tomó un resto de tela de su abrigo y se inclinó hasta la pierna herida de la contraria para untarlo con parte de su sangre, acercándose para atar el trozo de tela a un extremo de las riendas del corcel.
Ésto nos dará unos minutos para alejarnos lo más posible, no es un vampiro, pero tienen sus técnicas para perseguir la sangre con hechizos, y considerando que encima tendrá parte de mis pertenencias, llamará su atención sin dudas.— le explicó rápidamente, tomando las riendas para voltear al caballo en dirección opuesta, a lo que él mismo comenzó a reclamar en cuanto se vio alejado por alguien que no era su dueña.
Voy a recuperarlo, te lo prometo.— dicho ésto, no esperó quejas de parte de ella, ya que sin dudas le hubiera detenido, y lanzándole un efímero golpe de dolor en cuanto los ojos del equino se posaron en los suyos, se aseguró que saliera disparado en medio de graves relinchos.

Segundos le tomó, sujetar a la humana para que no saliera tras el animal, y sosteniendo su cuerpo en vilo en sus brazos, salió disparado en la dirección que ella había escogido en primera instancia antes de encontrarse con él. Corriendo entre los finos caminos mientras escogía un lugar seguro, al menos por esa noche.
A su residencia no podía llegar, de seguro sería el primer lugar en donde le buscarían. Por ende, sus ágiles pisadas continuaron por varios minutos hasta dar con una pequeña villa que no sería la primera vez en que la usaría para ocultarse, esperando que los aromas de los otros habitantes que, a estás alturas estarían dormidos, les ocultaran.

Se adentró en una de las diminutas casas que estarían deshabitadas, dando una patada a la puerta para romper la cadena que le ofrecía la nula seguridad frente a él, por lo que no tardaron en estar dentro, y cerrando la puerta a sus espaldas, exhaló más tranquilo.
Ahora puedes reclamar todo lo que desees, pero no perderé de vista a Thunder.— le aseguró, tratando que su voz fuera lo más tranquilizadora posible, ya que sabía lo que venía ahora.
Mientras tanto su mente volvió al lugar, con el hechicero, lo veía claramente, y se sintió satisfecho de ver como el Inquisidor avanzaba en sentido contrario a ellos, y todo porque su plan con el animal dio resultado, y en tanto no dejara de observar a Nicholas, tampoco perdería el rastro al compañero de la humana.


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Mensaje por Annabeth De Louise Sáb Dic 01, 2018 2:24 pm

This is The Hunt.


Recompone el tipo en tanto él rezonga. Rueda los ojos aspirando con fuerza antes de estornudar contra el pañuelo. Sacude la cabeza ignorado sus palabras - si te culpé a ti, ¿Crees que es porque ya lo tenía todo solucionado? No, por eso te culpé, era lo más lógico y tu desaparición ayudó en nada a evadir mis dardos - hay días que Dimitry se porta brillante y momentos en los que tiene la visión de un halcón deslumbrado por el sol. Las siguientes palabras lo denotan. Es tan cabezota que no importa lo que diga, convencerlo es tarea titánica. La vieja Annabeth emerge cuando susurra a sus oídos - entonces también necesitaré pruebas de tus palabras para convencerme de que no me traicionaste, Dimitry. ¿Ves cómo todo tiene un toma y un daca? Deja de ser un impertinente, quieres que confíe en ti, en cambio, juzgas mis palabras. Si te digo que tengo las pruebas ¿Sugieres que hablo en vano? Si tan bien ubicada me tenías, reconocerías que no digo las cosas al azar - le da bofetada con guante blanco cuando culmina con un: - si quieres que confíe en tu palabra, tú que no tienes pruebas de tu dicho, más te vale creer en todas las mías, porque yo sí tengo la forma de disipar tus dudas - vuelve a toser, limpiando la garganta de todo efecto tras el episodio del llanto.

Lo siguiente que supo, aparte del hecho de que la casa se oscurecía, es que un tal Nicholas era quien estaba ahí. - Antes de escapar, alguien entró a la casa. Por eso salí por fin, pues acaparó la atención de ambos fantasmas. Incluso, hubo estallidos de telequinesis dentro. ¿Acaso los exterminó? - le da pánico, porque significa que es un nigromante y esos pueden hacer que los muertos los obedezcan. Por instinto, cuando ve que unta su sangre en la tela de su abrigo, voltea a las alforjas de Thunder para sacar su mochila buscando sus protectores. Los hechizos que funcionarán en caso de emergencia para que puedan escapar de ahí. Poco comprende lo que está planeando hacer el vampiro. En cuanto habla de hechiceros siguiendo la sangre, Annabeth abre los ojos como platos. Si sigue la sangre y Dimitry la untó en ese pedazo de tela y se la puso a Thunder, significa que... - ¡No, Thunder no! - alarga la mano con la intención de detener al hombre. Demasiado tarde. El caballo relincha de dolor, lamentándose y empezando una loca carrera llevando su cabalgar hacia el territorio de Albrecht.

¿Debería decirle a Dimitry eso? No tiene tiempo, él la carga y sale corriendo a toda velocidad en sentido contrario. En la mano de la humana, se aprieta la correa de la mochila impulsando un poco para que caiga en su regazo siendo llevada lejos de ahí, mirando a sus espaldas cómo la casa vuelve a iluminarse y al siguiente parpadeo, se oscurece quizá para siempre. La noche los cubre con su manto, resguardando sus figuras de ojos ajenos. Mientras el vampiro recorre la distancia, ella cierra los ojos intentando descansar, apoyando la cabeza en el hombro del inquisidor. La pérdida de sangre, la vivencia en esa casa con los dos fantasmas, el exabrupto con Dimitry, la tienen agotada. Dormita en tanto él se aleja, llevándola quizá a un lugar seguro. Quizá no. Abre los ojos recuperando el conocimiento cuando siente el golpe de algo duro contra su simil. Al mirar, él la introduce en un inmueble. Detrás de ellos, parece que nadie les siguiera.

Dentro, recupera la vertical. Tanto tiempo sin usar la pierna, causa efecto. Frunce los labios llegando con dificultad a un sillón para tomar asiento. Echa la cabeza atrás asintiendo con las palabras del inquisidor. - De acuerdo, pero Thunder sabe llegar solo a casa - así que ella está tranquila en ese aspecto sin contar con que el inquisidor no tocaría a un animal. Y como lo haga, Albrecht le hará pagar cara su osadía. El mal genio que se carga ese hombre es equiparable al de mil terremotos. En tanto el vampiro parece sumergirse en un profundo trance, la inglesa saca de su mochila una pomada y unas vendas. Una pequeña petaca con whiskey que debería tener mejor futuro que el que le dará, pero hay que desinfectar. Se sube las faldas hasta el inicio del muslo diestro revisando la herida con el fin de atenderla.

Mientras, la visión de Dimitry le lleva a donde el hechicero sale de la casa donde estuviera Annabeth reconociendo justo las heridas de la joven y la sangre vertida. Continúa caminando hasta notar que va hacia el norte del sitio. Sus pasos siguen, ignorante de que persigue a un equino sin jinete. Se adentra en las profundidades de un sembradío. Las enormes espigas de trigo cubren la visión a su diestra y siniestra dejando sólo un camino al frente. A diferencia de otros sobrenaturales, los hechiceros no tienen sentidos aumentados o habría detectado lo que se le venía encima. Para cuando descubre al caballo coceando contra el piso, sacudiendo la cabeza, es quizá demasiado tarde. Una sombra dantesca aparece de la nada, el acero brilla en la oscuridad bañada por la luna llena. El siguiente movimiento del inquisidor se basa en su cabeza que cae al piso con un corte perfecto. Los ojos se abrieron de par en par por la sorpresa y en tanto su mente sigue "viva", se fija en aquél que le atacó.

Un manto carmesí es el primer plano de una diminuta figura que no medirá más allá del metro sesenta y cinco, en su diestra, una espada antigua, más de la época clásica de los griegos, que de la romana. Los rubios cabellos cortos ondean con el viento, la vampiresa se sonríe mirando al hechicero. - Mejor suerte para la próxima, ilota - toma su cabeza llevándola consigo en tanto avanza por el camino dejando atrás el cuerpo del caído. Llega hasta el caballo para acariciar su frente - ¿Dónde está tu señora? - pregunta al animal como si esperara que le contestase. Encuentra el pedazo del abrigo atado a la rienda, lo desprende llevándolo a su nariz. - Inquisidor - parece escupir la palabra. Apeada al caballo acaricia su lomo con suavidad, el noble equino permanece tranquilo. - Ven, vayamos con Albrecht - le palmea el cuello avanzando por el sembradío con el caballo pegado a sus talones tan manso como un cordero.

En mitad de la nada, la vampiresa eleva un grito de guerra antiguo como el tiempo - ¡Au, Au, Au! - se queda esperando la respuesta. Un aullido a lo lejos es la primera de éstas. Thunder golpea el piso con las patas delanteras - ¡Quieto! No quiero que le des otra coz al impertinente de Zachary. No ahora - el equino sacude la cabeza. Tres enormes garous les rodean formando un triángulo. La espartana echa al frente en encéfalo resto del inquisidor - está hecho. Hay que buscar a la dueña del caballo - al frente, de entre el sembradío, las espigas de trigo se mueven hasta que un enorme licántropo de pelaje tan blanco que pareciera plateado emerge. Está manchado su hocico y pecho, así como las garras de un líquido rojizo. Entre las fauces, arroja un par de cabezas que caen frente a la espartana. Dimitry reconocerá a dos de los inquisidores que también le siguieran - faltan tres. Por el rastro, la mujer fue llevada desvanecida por uno. Ten, necesito que alguien me guíe - le echa al piso el pedazo de tela del abrigo de Dimitry.

El enorme licántropo se acerca para olfatear, gruñe y los otros tres hacen lo mismo, acercándose para oler. Uno de ellos alza la cabeza olisqueando el aire. Lo peor no es cuando sale a toda velocidad encontrando el rastro, si no que la espartana se sonríe divertida. - Juguemos al rival más débil - se sube de un salto al equino, jalando las riendas para dirigirlo en pos a donde el licántropo salió a toda velocidad - encárgate de los otros dos, deben estar cerca. Me haré cargo del que se la llevó - arrea al caballo saliendo a toda velocidad. El plateado licántropo muestra los colmillos, alza la cabeza y lanza un aullido que a la distancia, es contestado por seis o siete más. Es una manada, una real y bien constituida manada.

Mientras tanto, Annabeth pasa parte de la tela por la piel cerrando los ojos por el escozor. Impregnada en whiskey, quema así como desinfecta. La herida es bastante profunda, pero nada que no solucionen una hora de reposo y lo que tiene al lado. Abre el envase colocando una cantidad bastante abundante de lo que parecieran ser plantas medicinales con algo más que Dimitry no logra descubrir. Una vez bien distribuído el menjurge, se envuelve la pierna con el vendaje teniendo cuidado de que quede bien apretada. Su torneada pierna está por completo a la vista y su gemela, oculta entre los ropajes. Trae unas botas de montar, con un par de lazos a lo largo de éstas con dos dagas de brillante color, al parecer plata. - Bien, está listo - sonríe satisfecha tomando la petaca para dar un pequeño trago sacudiendo la cabeza con los ojos apretados de lo fuerte que es. Toma otro pedazo de tela para humedecerlo con el licor y colocarlo en su mejilla con el mismo proceso de dolencia. - ¿Ya volvimos a la tierra de los vivos? - sonríe al mirar que el inquisidor salió del trance.


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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Dimitry L. Rudakov Dom Dic 02, 2018 11:16 am

"And time is just a war that's stealing dreams from within...
So come and take them back again"









Y así como llegó, la tranquilidad que sintió al ver como su plan daba resultado, ahora se esfumaba de la manera más cruel. Su seguimiento a Nicholas y la trampa que le tendieron no pudo salir de peor forma, aunque claramente para el inmortal no era tema la vida del hechicero, y es más pudo haber celebrado en cuanto acabaron con él, pero fue la manera, algo tan sencillo, sin errores  y sin dejarle tiempo de reaccionar para hacerle frente a la vampiresa que le decapitó.
La visión se enfocó ahora en ella, quien sostenía al caballo con la evidente interrogante de en dónde estaría su jinete. Y la situación fue empeorando en cuanto encontró la tela que él había usado, ya sabía de su presencia, y por lo visto de todos los que estaban tras él.

Estaba tan concentrado en recordar rostros, que hizo gala de toda su atención en almacenar nombres, habían demasiadas presencia ahí que por momentos la visión se tornaba borrosa y debía esforzarse por no perderla.
Y fue en cuanto apareció el Lycan que en los labios del vampiro se dibujó una efímera sonrisa, el maldito tenía rastreo, los iban a encontrar de alguna u otra manera. Ya no tenía caso que siguieran con la loca carrera de escape. Y en cuanto vio como su rastro se entregaba a la bestia, supo que debía prepararse.
La vampiresa montó a Hunter y partió tras el Lycan, tras la manada que se escuchó a lo lejos, y bien sabría Dimitry que se encontraba en desventaja, pero estaba dispuesto a hacerles frente, tal vez demasiado terco y poco realista para bajar los brazos ante la situación.

La voz femenina lo trajo por completo de regreso, y su atención se concentró en ella, al parecer había tenido el tiempo suficiente para curar la herida de su pierna, aunque la misma no se veía mejor, al contrario, tendría que ser atendida, ya que posiblemente el licor no sería suficiente barrera contra una infección.
Sí, lo siento.— respondió automático, mientras se frotaba la frente con la zurda y caminaba hasta ubicarse a un lado de ella en el sofá.
Déjame ayudarte con eso.— removió el trozo de tela que sostenía la mano femenina y comenzó él a limpiar su mejilla, con la mayor delicadeza que pudo, intentando bordear la zona sin llegar a ser demasiado invasivo con la herida, aunque esa herida se veía mucho menos seria.

Terminado aquello, se quedó jugando con el lienzo entre sus manos, dejando que solo su vista analizara el vendaje de la pierna, el cual había comenzado a mancharse lentamente, no había conseguido contener del todo la hemorragia. Impertinente como es, llevó la diestra a palpar la zona y de paso asegurarse que la venda estuviera firme, aunque no fue todo, y su tacto llegó hasta la rodilla desnuda de la fémina y se retiró tan rápido como inició. Había olvidado algo importante, ella siempre siendo una jodida distracción.
Tengo buenas y malas noticias.— inició, sin siquiera preguntarle a ella cual quería saber primero, y suspiró.
Thunder está bien, y viene hacia acá, la mala es que viene con una jinete y un par de Licántropos.— le lanzó ambas con un tono absolutamente sosegado, ya estaba asumido en su mente que tendrían que recibirlos.

Se encogió de hombros, mientras su mano se dirigió hacia el borde de su bota, lugar donde guardaba una de sus dagas de plata más especiales, y la sostuvo en la zurda con recelo.
Corrección, es una manada de licántropos y la vampiresa que ya se encargó de Nicholas, se acercan a toda velocidad, asesinaron a los Inquisidores que venían tras mis pasos cuando salí de la Iglesia, y van a darle caza a quienes les faltan, y claramente soy el objetivo más importante porque te tengo conmigo aquí. Te están buscando.— buscó explicar brevemente la situación ya que debía estar alerta, y continuando con sus fugases visiones a Thunder, para asegurarse con cuento tiempo contaba. Solo minutos.

Antes que nada el vampiro mantenía temas pendientes con ella, y sentía que si no los dejaba saldados ahora, seguramente no tendría otra oportunidad, considerando que saliera "vivo" de lo que se le venía encima.
No quiero ser pesimista, pero la situación no se ve en lo absoluta beneficiosa para mí, así que escúchame con atención.— le pidió con un tono que ella reconocería, lo había usado en un pasado para dirigirse a ella con delicadeza, dejando atrás esa voz fría y distante. Permitiéndose de acercar su mano libre para enlazar la femenina.
Te creo, respecto a todo lo que me dijiste antes, respecto a tus padres y los documentos que dices tener. A mí me dijiste que querías pruebas para confiar y las tengo, solo que no las traigo conmigo por razones bastante lógicas; Tu pañuelo, está oculto en mi residencia, lejos de la Inquisición, yo no te entregué, lo único que quería era mantenerte a salvo cuando me alejé, y si lo hice fue porque los los altos mandos sabían que podría encontrarte de nuevo. Pero, puedo darte mi palabra que si salgo de ésto, ya que prefiero verlo como una... Buena forma de morir, te dejaré en paz, no volverás a saber de mí, y espero que al final logres vengar a tus padres cuando esos documentos lleguen a donde deben.— ahí estaba, no podía ser más honesto con ella, y en el fondo sentía un placentero alivio.

La sonrisa que se dibujo en los gélidos labios del Inquisidor fue de absoluta calma, y permitiendo que su mirada se enlazara con la cristalina de la mujer, levantó su mano en conjunto con la ajena para besarla, y esperaba que ella entendiera que jamás pediría su autorización para tocarla, más cuando sus intenciones al hacerlo fueran así de fluidas.
Estaba equivocado.— murmuró, cuando logró ver en sus orbes a la joven que había conocido antes, no había cambiado, solo estaba enterrada bajo la ira que mantenía en su ser.
Liberó a la fémina de su agarre, y estirando la espalda en cuanto se levantó, su visión le dio luz verde, el grupo había llegado.


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Mensaje por Annabeth De Louise Dom Dic 02, 2018 1:29 pm

Your destiny is mine.
Don't forget, don't deny.


En algún punto en particular, algo cambia en tu forma de conducirte. ¿Qué es? Lo desconozco porque te acercas con una extraña muestra de concentración que se marca en tu frente, en las arrugas que se te forman sin que lo notes. Parado enfrente mío, tomas la tela que me ayudaba a quitar la infección y la mugre de la herida de mi mejilla, el pase es suave, pero escoce. Un par de gruñidos de mi parte son la muestra de cómo a veces es complicado ser un humano tan frágil. ¿Recuerdas tu pasado? ¿Cuando tú lo eras? Pareciera que sí, mientras jugueteas con el paño, reviso tu figura. Había olvidado lo groseramente alto que eres. Casi dos metros de estatura que comparados a mi metro setenta y cinco, me siento enana. Tallo mi ojo derecho con la mano, le acompaña mi otra palma para restregar ambos párpados cerrados y luego, el resto de mi rostro quitando el cansancio que amenaza con hacerme caer pronto en el sillón para dormir. Te preocupa algo, puedo apreciarlo por la forma que sigues callado.

El pase de tu mano sobre mi muslo me transporta de nuevo a aquellos jardines. Un suspiro elongado resuena en mis oídos pensando en lo diferente que hubiera sido todo como te hubiera dado oportunidad de que supieras toda la verdad de mí. O quizá eso hubiera significado mi muerte. Algo en tu voz me preocupa. ¿Buenas y malas noticias? En cuanto retiras tu mano, puedo sentir la ausencia del calor que provocaste que mi piel produjera con tan ligero roce. Estoy loca y para castigarme, cubro mis piernas con las enaguas de mi traje de montar procurando estar presentable. Sonrío porque sí, no esperaba que Thunder estuviera mal, además, lo mandaste hacia el camino donde Albrecht tiene su territorio, pero saber que viene de regreso con una manada y una jinete, me descoloca. ¿Cómo? Mi caballo está entrenado para dejarse montar sólo por mí y algunas pequeñas excepciones.

Se me va el color del rostro. ¿Quién puede ser la jinete? Tu mano toma tu daga jugueteando con ella, por el brillo, seguro que es de plata. Una manada de licántropos y mi mente vuelve a con Albrecht. Podría ser él, quien descubriera todo porque Thunder llevaba mi aroma y además, es extraño que vaya hacia allá si no es para pedir ayuda. Tengo prohibido entrar a menos que le avise al alfa para que contenga a sus omegas y a los cachorros que no poseen el Don de Gaia. Se me escapa un ataque de tos porque creo que ya sé de qué estás hablando. Una vampiresa que es la jinete de Thunder. ¿Aglaia? ¿Rosemary? Son las únicas a las que mi caballo permitiría que lo montase. Si se encargaron de los inquisidores, son seguro ellos, tienen la mala costumbre de cuidarme los pasos y cuando algún extranjero entra a París en noche de luna llena y tiene el acostumbrado olor a inquisidor, como ellos le llaman, es cazado sin piedad. Y si estaban tras mis pasos como dices... uno más uno, siempre es dos.

Se me encoge el estómago y me pongo nerviosa. Como lleguen hasta acá y no haga nada al respecto, se van a meter en una pelea estúpida porque todos buscan mi bienestar y todos están tan locos como para matarse sólo porque la mosca zumbó. Si es Rosemary, no dudará porque odia a los inquisidores. Si fuera Aglaia, ella es más precavida, al menos pregunta antes de empezar a combatir. Me cubro el rostro con las manos restregando mi piel pensando rápido qué puedo hacer para evitar este encuentro estúpido. Y por otro lado, también pienso que puede darse el caso que no sean ellos y eso significa que estarás en problemas y de paso yo, cuando caigas. Ay bendito dios, Jesucristo, la Virgen, Odín, Hathor, Thor y todos los dioses que conozco. Presto atención porque tienes razón, como no sean ellos, entonces estamos en un gran problema. Grande, grande y si tú eres la torre a derrumbar para llegar hasta mí, llevas la peor parte.

Me concentro en tus palabras, en cada una de ellas sintiendo un hueco en el estómago que se niega a irse, el maldito. Tomas mi mano y ya sé qué me vas a decir. ¿Te vas a despedir, verdad? Irás a la batalla como toro enloquecido sin pensar en lo que dejas atrás. Cada palabra que sueltas me deja confundida. ¿Qué es lo que pretendes con todo ésto? Bajo la mirada hacia nuestras manos entrelazadas. Mi pañuelo está oculto en tu residencia, qué interesante. Por curiosidad, quisiera saber dónde. Asiento con la cabeza hinchando mi pecho de todo el aire que inspiro por nariz conteniendo el aliento. Lo suelto de golpe cuando dices que si sales con bien de ésto, te irás. ¿Qué? ¿Me vas a dejar en paz? Abro la boca después de tu monólogo, sorprendida de tu ego. De tus pensamientos, de tu aire de mártir. Peor es cuando besas mi dorso y dices que te equivocaste. ¡Por supuesto que estás equivocado de atar! - Interesante, lo único que sabe producir la Inquisición, son mártires. Y por supuesto que estás equivocado, pero eres tan ciego que no lo ves - estoy anonadada por la brutez que puede acumularse en un solo cuerpo por más enorme que seas.

¿Es que estás tonto? ¿Te caíste de pequeño y te golpeaste la cabeza que por eso no conectas las ideas? Y pensando en eso, mientras te incorporas abandonando mi mano, te lo suelto - creí que los inquisidores eran valientes, cuando en realidad, son una panda de cobardes. ¿Por qué crees que estaba tan enojada, Dimitry? ¿Cuál crees que fue el meollo del asunto del por qué me sentía tan herida? Dices que me dejarás en paz. Oh, por Dios, sí, házlo. Lárgate, corre a matarte. Es más, dame la daga y yo lo hago de una vez. Ah, me olvidaba que todavía crees que eres capaz de enfrentarte a una manada de licántropos que es acompañada, quién sabe por qué por una vampiresa. ¡Una vampiresa, Dimitry! ¿Te suena lógico? ¿No se supone que los tuyos y los licántropos están peleados a muerte? - me incorporo a la vez. No para seguirte, más bien para alejarme de tu presencia, poniéndome al lado de una ventana, recorriendo un poco la cortina bastante discreta para ser una humana con tal de ver si puedo observar algo.

No, no hay nada que mi ojo humano pueda captar. - Por instantes, pensé que eras como una rana, por eso es que hablábamos idiomas diferentes. Tú decías negro, yo blanco. Tú que te diera lo que buscaba, yo aferrada a callar la boca. Ahora veo que no eres rana, eres rata; y como las ratas, huyes de lo que no comprendes y corres a la muerte. La pregunta es, ¿Por qué te atemorizo tanto? - me acerco a ti, sin dudarlo siquiera. Si van a entrar, que lo hagan, serán bien recibidos. Si son los que sospecho, aguardarán a contactarse de alguna forma conmigo. Conozco a Aglaia y si sabe que puedo ser dañada, buscará una estrategia para evitarlo. Si es Rosemary, primero hará un reconocimiento de la zona para asegurarse de que no es una trampa. - ¿Qué hice para que entonces te largues después de mi error? ¿Eso? ¿Que me equivoqué al mal juzgarte? Bueno, pues mi madre me enseñó a que si me equivocaba, tenía que expresar una disculpa y me disculpo. Y de paso, mi padre me dijo que si quería algo, que si de verdad quería algo, fuera tras él. ¿Quieres que todas las noches que llegues a la Inquisición tengas que ver hacia el jardín para ver si no estoy? ¿Por qué guardaste mi pañuelo, Dimitry? - indago. Me aviento de cabeza porque de lo contrario, estoy segura de que tú no lo harás.

Tengo escasa confianza de que lo que hago, está bien. Si no te olvidé todos estos años, es por algo y dudo mucho que sea una masoquista o peor aún, una ilusa que se hace cuentos en la cabeza porque cuando llegaste, después de mi arranque de ira donde te mojé los labios, me besaste y en ese beso, fuiste tú el que lo empezó, pero fuimos ambos los que correspondimos. Igual que en aquella ocasión. Y si tengo que ser fuerte y valiente por los dos, lo hago. Por algo soy la líder de Phoenix. - Irte no solucionará nuestros problemas. Alejarte de mí, no lo hará, sólo acrecentará mi deseo de verte, de tocarte - reafirmo las palabras cortando la distancia entre ambos hasta que tu espalda se encuentra con la pared. ¿Ah, verdad que no lo esperabas? - Y terminaste como rata acorralada - sonríó con sorna alargando la mano para que viaje por tu abdomen, subiendo lento hasta tu cuello y más allá, disfrutando de los vellos de tu barba hasta llegar a tu boca que aún tiene algunos pequeños rastros de mi sangre. - Te gusta, te tensa todo el cuerpo de anticipación - reconozco sorprendida por lo que puede causar un solo gesto de mi mano.

Esta vez, hago algo diferente. Si son los míos, si es Aglaia, si es Albrecht, entenderán este gesto. Saco del bolsillo oculto de mis enaguas un silbato, el cual te extiendo. - Tómalo, sabes que tengo mis trucos. Cuando salgas y los veas, aspira lo suficiente para soplar como si estuvieras diciendo mi nombre. Annabeth De Louise. Si se van, no los sigas y vuelve a mí, porque eres mío por esta noche y después, puedes hacer con tu existencia lo que te plazca. Si se quedan, prometo que la ayuda vendrá y no combatirás solo - porque seguro que Thunder está siendo seguido por Albrecht. Dudo que alguno de los suyos lo haya visto en el territorio y no haya dado aviso. El silbato les indicará la posición. - Obedece y no seas terco ni orgulloso, Dimitry. No me hagas llorar tu muerte porque después, vendrán a por mí y me harán mucho daño. Recuerda que estoy herida, no podré librarme de la muerte porque estoy casi exhausta, ahora imagina si algún licántropo me muerde y sigo viva, me transformaré en uno y no quiero eso - apelo a tu sentido común, a tu instinto de protección rogando que hagas caso. Que seas orgulloso no significa que seas estúpido. Espero que no. Ruego porque no. ¡Que los dioses se apiaden de nuestras almas!


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Mensaje por Dimitry L. Rudakov Dom Dic 02, 2018 2:48 pm

"I'm never backing down
Cause tomorrow's a new day...
And everything can change"









Reacciones, el Inquisidor pudo esperar muchas, demasiadas, pero ninguna se asemejaba a la que tuvo realmente la mujer junto a él. Su voz era una mezcla de frustración y rabia, atropellaba cada palabra solo para lanzar una frase más contundente que la anterior.
Fue tanta su sorpresa que tuvo que darle nuevamente la espalda a la puerta y concentrarse en ella, sorprendido de que un cuerpo tan pequeño contenga esa fuerza, pero que bien sabía él lo fuerte que era esa humana, siempre dándole cara y con la frente en alto cuando debía decir lo que pensaba. Y ahí estaba, haciéndolo nuevamente.

Sostuvo la daga con firmeza en la zurda en todo momento, y solo cuando ella irónica como a veces acostumbraba a actuar, se la pidió para terminar más rápido con su no-vida, no se contuvo de hacer el ademán de ofrecérsela.
Existen traidores en todos lados, tú mejor que nadie debería saberlo. La vampiresa bien podría ser uno de ellos.— comentó sin siquiera darse el tiempo de rebatirle sus palabras, al contrario, disfrutaba de ver esa garra que nacía de ella en las peores situaciones. Ésta era una, porque aunque el inmortal desconocía la naturaleza de aquellos que venían tras de sí, el escenario era bastante malo, por no decir que su destino hubiera estado prácticamente cerrado.

Se hizo a un lado en cuanto la fémina pasó para asomarse a la ventana, bien sabia que no podría distinguir a nadie aún, estaban avanzando entre las casa aledañas, un par de minutos, y al menos uno con suerte, antes de que pudieran pie firme frente a la puerta, o entraran sin más.
La mano del vampiro se ubica en su propio pecho, fingiendo sentirse profundamente dolido por como le llamo, aunque una pequeña sonrisa volvió a iluminar su rostro, fue sutil, buscando no alterar más a la mujer.
¿Me llamaste rata? Siempre tan dulce. No me atemorizas, Annabeth, ¿Te comprendo? No, claro que no, jamás llegué a entender lo que querías, lo que esperabas de mí.— sus palabras mantuvieron la tranquilidad, aunque mantuvo la guardia en alto en caso de que se presentara la peor situación antes de tiempo.
Por tu seguridad, por eso lo conservo aún, si llega a manos equivocadas estarías muerta.— ¿Era cierto? Tal vez sí, al menos la última parte. Bien sabía Dimitry las razones que tenía. Si ella no era masoquista, pues él sí que lo fue.

La observó acercarse con un deje de curiosidad, sin darse cuenta que por inercia comenzó a retroceder hasta quedar entre ella y la pared más cercana. Iba a reclamarle, pero en cuanto el tacto cálido de la fémina se instaló en su torso, toda queja quedó anulada al instante.
Como le gustaba jugar sucio con él, ambos sabían lo que provocaban en el otro, a diferencia que ella, gustaba de usar sus gestos en los momentos de debilidad del vampiro.
No dijo nada, si abría la boca comenzaría a confesar demasiadas cosas que le dejarían como un idiota, ansiando, deseando más de ella, de aquella mano que había llegado a destino cerca de su boca y volvió a su lugar.

Bajó la mirada en cuanto apareció frente a sus ojos el silbato, como olvidar todas los trucos que siempre traía encima y al parecer estaba casi segura de que de alguna forma u otra, saldrían de esta mala pasada, juntos.
Acercó su mano para tomar el silbato con la diestra, ya que en su otra mano aún estaba firme su arma.
Estás manipulándome y lo sabes, porque lo último que quiero es que salgas lastimada, y mucho menos que te transformes en una de esas bestias. Haré lo que dices, esta vez, y si todo sale como esperas y esos intrusos están de tu lado, me quedaré esta noche contigo.— le aseguró, y se inclinó para besar su frente, aún sin estar tomando el peso a lo que había prometido.

Se removió para ir hasta la puerta, sin voltear a mirarla y salió cruzando el umbral. Le dieron la bienvenida dos de ellos, la vampiresa sobre Thunder y el maldito Lycan que estaba a un costado, gruñendo amenazante hacia el Inquisidor que se estaba tomando su tiempo para hacer funcionar el silbato. La rabia de ver al animal tuvo su peso, más cuando el ambiente estaba plagado por aquel nauseabundo aroma que le advertía que los demás estaban rodeando el lugar.
Sus músculos sufrieron en cuanto se contuvo de no abalanzarse contra el Lycan, y en lugar de eso, removió el silbato, provocando el sonido con el largo suficiente como le habían indicado.
El gesto de ambos fue de sorpresa inmediata, y la expresión de la vampiresa mostró una concentración tan característica de quien, o está teniendo una visión o se está comunicando mentalmente. Dimitry esperó, recordándose porqué lo hacía, porque no debía romper la fila frente a él. La humana confiaba en él, no podía dejarse llevar por su orgullo.

Los segundos fueron eternos, y contra todo pronóstico ambos seres hicieron su retirada tan rápido como aparecieron. La zurda que contenía la daga aflojó el agarre y exhaló, concentrándose en seguir la visión hasta que todos abandonaron el terreno. El silencio retornó raudo y se instaló bajo el manto nocturno.
Los pies del inmortal se pusieron en marcha y regresó a la casa, en silencio, cerró la puerta, apoyando su espalda en la madera.
Si que tienes aliados en todos lados.— aquel comentario nació en medio de una exhalación, mientras su mano terminaba por ceder, dejando que la daga cayera al piso frente a él. Y sus orbes buscaron los ajenos, y en cuanto su mirada se entrelazó, notó la tranquilidad en el rostro femenino, aunque existía algo más ahí, un aire triunfante que Dimitry no pudo reconocer, hasta que casi se le vino como balde de agua fría; Tendría que cumplir su palabra, y la noche recién estaba comenzando.


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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Annabeth De Louise Lun Dic 03, 2018 7:08 am

Y él contesta que todo irá bien,
que las flores volverán a crecer
donde ahora lloramos.


¿Que si te estoy manipulando? Oh, querido, me guardo mis palabras, me cruzo de brazos porque de lo contrario, buscaré ir detrás tuyo por más que te opongas y te hagas el macho todolopuedohacerdeuna. ¿Alguna vez vislumbrarás cómo se mueve tu mente para que puedas entender cómo te conozco en pocos días estando juntos, casi tres con hoy y la forma en que actúas y tu cuerpo se tensa? Lo noté cuando hablaste de mi pañuelo. Pudiste haberlo quemado, sería lo más propicio, pero ¿Guardarlo para que la inquisición no lo encontrara en tu residencia? ¿Me quieres ver la cara de tonta? No, aquí hay gato encerrado. ¿O acaso cuando deslicé la palma por tu tórax? Si fueras humano, estarías hiperventilando. Me doy cuenta del poder que tengo sobre ti y pienso aprovecharme de eso, lo que significa que estás en lo correcto: te manipularé todo el tiempo que quiera con tal de asegurarme de que vuelves a mí con vida.

Cierro los ojos ante el contacto de tus labios contra mi frente. Si tengo poder sobre ti, tú lo tienes sobre mis actos. Así fue desde el primer día, lo reconocí cuando llegué a lugar seguro y medité todo, por eso me empeñé a saber quién eras y vaya que fue difícil. Tres meses tardé en encontrarte de nuevo y valió la pena. Sólo que reconozco que se me fue de las manos. La puerta se cierra tras tu figura, dejando un nudo en mi garganta y un hueco en el estómago del miedo porque te pase algo. Voy a ver con cuidado despegando la cortina para observar. Nada. Me exaspero con ganas de salir tras de ti. Por un momento, flaqueo y casi abro la puerta. Casi, porque si no te muestro confianza, ¿Por qué habrías de hacerlo tú? Desisto regresando al centro de la habitación, con los brazos cruzados y caminando con la pierna que me estalla de dolor. Tengo que aguantar.

Ahí está, el silbato sonó tal cual esperaba que hiciera. Espero impaciente, volteando la cabeza hacia la puerta rogando a todos los dioses que acudan a mi llamado y que cumplan mi peticion. Juro que les haré las ofrendas necesarias, pero que me lo traigan con bien. Entrelazo los dedos de mis manos llevándolos a mi boca rezando con ahínco, esperando que sean las vampiresas que conozco y la manada de Albrecht. Hasta que la voz de Aglaia perfora mi mente. Suelto un suspiro de alivio. "¿Dónde estás? ¿Por qué un inquisidor trae tu silbato y sabe la contraseña?" trago saliva concentrándome en contestar mentalmente "Porque está protegiéndome. Es el mismo inquisidor que me diera la voz sobre que Francesco me mandó buscar. El que desestimó su misión con tal de cuidarme. Y por cierto, sus órdenes fueron las mismas, pero les siguieron inquisidores sabiendo que él me encontraría. Los desvió con Thunder y me trajo acá". Espero paciente a que ella siga o bien, comprenda la situación. "De acuerdo, no estoy tan convencida, pero si dices que todo irá bien... nos iremos, tenemos a dos más que atrapar, pero quisimos venir contigo. Me llevo a Thunder, lo voy a llevar a Phoenix. Cuídate, no quiero volver a por este bastardo y matarlo" se me encoge el estómago de pensar en ello.

Aglaia es capaz de eso y mucho más y si le agregamos que es luna llena las siguientes dos noches, ésto podría convertirse en una masacre. "Perfecto, no te preocupes, estaré bien. Y si lo necesitas, mañana pasa a la casa, verás que volveré a la normalidad" siento cómo desconecta. Echo atrás la cabeza respirando aliviada por fin. Ni idea de lo que sea la "normalidad" respecto a ti, pero eso lo investigaremos. Problema solventado, espero más tranquila a que vuelvas. Cuando lo haces y te apoyas en la puerta, sonrió con tus palabras. - Por algo elegí París de entre todas las opciones que se me dieron - está sobresaturado de mis aliados, incluso los rumores son fuertes respecto a que en las noches, hay encuentros muy frecuentes y roces violentos. Siento la alegría de ver que al parecer, todo ha pasado por fin. El tintineo de la daga cayendo me incita a ir a por ella, tomarla y juguetear hasta dejarla sobre la mesa.

- Ven, siéntate - señalo una de las sillas - vamos a hablar antes de que amanezca - voy a aprovechar esta noche, tenlo por seguro. Alcanzo la petaca con el whiskey, todavía está a la mitad y te lo dejo en la mano recorriendo con mi siniestra tus cabellos. En lugar de tomar asiento en la silla como debiera, termino entre tus piernas, necesito tu fuerza. Lo reconozco, recargo la cabeza en tu hombro jugueteando con los botones de tu abrigo en tanto la siniestra se aferra a tu espalda. - Ahora, ¿Quieres explicarme por qué guardaste mi pañuelo? Decir que fue para que la inquisición no lo encontrara es un recurso inválido porque pudiste quemarlo y nadie más lo encontraría - alzo el rostro hacia el tuyo queriendo saber todo de ti, eres arisco y te encierras en tu propio caparazón. - Verdad por verdad, ¿Te parece? ¿Tendrás el valor o seguirás siendo una rata? - se me sale antes de poder contener mi lengua.


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Mensaje por Dimitry L. Rudakov Lun Dic 03, 2018 10:48 am

"And after all we left in pieces...
I still believe our lives have just begun"










Ciertamente, luego de todo lo vivido desde que se encontraron a las afueras de la malgastada casa, éste era el momento de tranquilidad que Dimitry buscaba. Todo pudo haber seguido un curso extremadamente malo, y no solo para él, para ambos, ya que era consciente de que si aquellos del grupo hubieran venido con otras intenciones, no habría resistido lo suficiente, quizás ni siquiera para darle tiempo a la humana para escapar. Pero aún así, terco, bruto y orgulloso a muerte, habría estado dispuesto a darles cara, es más, en sus manos se mantenía el cosquilleo, las ganas de liberar su ira contra ellos, especialmente sobre el Lycan.

Volvió a exhalar en cuanto la fémina se acercó a levantar su arma, el ver que ella estaba a salvo era la mayor sensación más apacible que había tenido en años. Despegó los pies del suelo y comenzó a seguirla, sin perder la posición del arma que ahora descansaba sobre la mesa. Debía estar atento a ella, aunque esperaba no tener que utilizarla, al menos por esta noche.
Asintió a la invitación a tomar asiento, y se relajó, frotando y desordenando sus cabellos con ambas manos. Tal parecía que junto a ella, atraían los problemas. Por lo general la suerte del inmortal no era del todo malo, al contrario, pero ella... Dios, que manera de atraer la desgracia.

Como gesto inesperado, la humana tomó asiento sobre sus piernas, no sin antes entregarle la petaca que no tardó en ser utilizada, dándole un gran trago para dejarla sobre la mesa junto a ellos.
Fue todo, nuevamente la mujer acaparó toda su atención, por como se acomodaba contra él, era evidente que estaba exhausta, y muy débil, su corazón latía de forma acompasada y Dimitry no perdió la atención de él, ya que por el momento no era buena idea que ella cayera dormida.
-Ya sabía lo que se venía.- el tono que utilizó para decir vamos a hablar, fue un recordatorio de que al hacer su promesa, cavó su propia tumba, y ahora debería responder, lanzándose de cabeza a su perdición.
El pañuelo de la discordia... Bien, te contaré que ocurrió. Esa noche, cuando regresé a la Inquisición, hice presencia por unos minutos y luego me apresuré para hacer un viaje de paso a mi residencia, porque claramente, ahí dentro los vampiros abundan y sería cosa de tiempo para que detectaran el aroma. Como solo fui a eso, lo escondí en una caja entre mis ropas, y volví rápido con altos mando que solicitaban mi presencia, ni siquiera tuve tiempo de quemarlo, ya luego pasaron los días y lo olvidé. Eso es todo.— ¿Sonaría convincente? Para él sí, su tono distaba de ser forzado.

Terminó su explicación, rodeando el cuerpo de la mujer con ambos brazos, acunándola de una forma posesiva, sin saber si tendría otra oportunidad de hacerlo. Estaba preocupado por ella, y no se molestaría en ocultarlo.
La zurda viajó para acariciar su cuello, llegando hasta los cabellos que aun estaban atados cerca de la nuca. Sonrió, y removió las horquillas que traía en el peinado, dejando que la pantalla lacia se esparciera por su espalda, y parte su propio brazo que seguía sujetando el menudo cuerpo.
Imagino que así podrás relajar la tensión en tu enorme cabeza.— comentó con media sonrisa, sin contenerse de inhalar el exquisito aroma que nació de su cabello en cuanto lo acarició, flores, esencias que no lograba descifrar, ella olía como la jodida primavera.

No buscaba darle tiempo de que pensara en como embalsamarlo con preguntas que no deseaba contestar, por lo que su mente viajó a las interrogantes que él mantenía, después de todo, si no volvían a verse, bien podría olvidar -según él - éstos momentos de debilidad, tan propios de tener la presencia de la mujer sobre sus piernas.
¿Por qué fuiste a buscarme esa noche al jardín? — lanzó la pregunta con una seguridad impecable, bien sabía que averiguó muchas cosas de él en esos meses, quizás demasiadas, y no tuvo reparo alguno en ir a plantarse en la misma Inquisición para admirarse de sus averiguaciones, pero no era solo eso, ella lo estaba buscando y Dimitry consideraba justo saber el porqué.


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Mensaje por Annabeth De Louise Lun Dic 03, 2018 1:11 pm

Take yourself in your arms until I forget my name,
my past, my well-being.


Recargando la cabeza en tu hombro, la realidad fuera de estas puertas y ventanas, se esfuma. Sólo eres tú quien me puede interesar. Tu aroma está saturado por esa picazón de las velas y el incienso quemado en las iglesias. Si alguien preguntara cómo es que los sobrenaturales logran distinguir a los inquisidores, les dirán que es por eso: velas e incienso. Se les impregna en las ropas haciendo de ellos, enormes faros en medio de la oscuridad. Mi diestra sigue jugueteando con los botones de tu abrigo, la otra está descansando en tu espalda. Los párpados me pesan horrores, quizá como consecuencia de lo vivido desde que dieran las nueve de la noche, cuando llegué a la casa de los fantasmas. Debo reconocer que perdí demasiada sangre, algo que todavía sigue ese proceso porque si bien me atendí, estoy segura de que necesitará al menos algunas puntadas. Necesito un médico, en lugar de ello, me concentro en lo que me indicas, en cómo hablas de mi pañuelo y todo lo que hiciste con tal de ocultarlo. - Lamento entonces - me interrumpo con un bostezo tan grande, que necesito ambas manos para cubrir mi boca intentando cumplir con la etiqueta, - haberte acusado sin razón - termino la disculpa.


Me tallo los ojos con los puños. Desde que entraras por esa puerta, sabiendo que todo está en orden y de que nadie nos hará daño, el cuerpo se me relajó hasta atraer de nuevo al sueño y qué hablar de la pierna que sigue terca con dar punzadas de vez en vez. Tus brazos me rodean. ¿Alguna vez me sentí tan reconfortada con un gesto tan nimio? Con mis padres, fuera de ello sé que puedo dejarme llevar por el sueño y tú estarás para velar por mi seguridad. Una de tus manos me va quitando las horquillas una tras otra, - Me siento un poco mejor y no tengo tan enorme cabeza - reniego. Estaré a punto de dormir, pero soy incapaz de dejar pasar un insulto sin responder. Tus caricias sobre mi cabellera me incitan a acomodarme mejor contra tu cuerpo, - no pierdas las horquillas, detesto salir a la calle con el cabello suelto, no es de señoritas - esa frase me la dijeron tantas veces, que es parte de mi esencia. Que sea coqueta nada tiene que ver, por supuesto. Está bien, sólo un poco. Odio verme desaliñada y cada que te encuentro, parece que te encanta verme sin mis mejores galas.

- Sigue así y me dormiré. No es prudente, perdí demasiada sangre - abro los ojos cuando escucho tu pregunta. La respondo con toda la franqueza - necesitaba hacerte ver primero que dos podían jugar en el mismo tablero y con iguales oportunidades. Además, también necesitaba saber qué misión te llevó a dar conmigo. Y quién te mandó. ¿Notaste que una vez que me dijiste todo, me presenté siendo que habíamos quedado que hasta no terminar contigo, no te daría el gusto? - jugueteo con el botón de tu abrigo, alzo el rostro con algunos mechones cayendo sobre mi mejilla. - Si te tomas libertades, atente a las consecuencias - mis dedos son hábiles, abro primero tu abrigo y después, como hace casi seis años, busco la tela de su camisa, empezando a soltar botón por botón hasta que no haya ninguno por desabrochar hasta la frontera de tu pantalón para cumplir un anhelo guardado todo este tiempo.

La textura de tu piel cubierta de vello, cosquillea contra mis yemas de los dedos cuando la pongo encima de tus abdominales, en un recorrido hacia el norte. La frialdad de ésta contrasta con la tibieza de la mía. Hago pequeños círculos con los rizos de tu pecho en un intento de relajar mi mente. - Cada que apareces, descubro que me vuelvo adicta al tacto de tu piel - sacudo la cabeza un poco alzando la mirada hacia tus orbes. - A veces pienso que soy una masoquista y si ésta es la última vez que te veo, porque ansías salir corriendo en cuanto esté a punto de amanecer y estoy casi segura de que no volveré a encontrarte porque te meterás abajo de las piedras en caso de ser necesario, entonces tendré que acorralarte ahora. ¿Podrás comprenderlo? - muerdo mi labio inferior con mi colmillito, ese viejo hábito que jamás pude quitarme y que seguro, nunca desaparecerá. - Además, es probable que cuando nos volvamos a encontrar, yo tenga treinta y dos años y tú seguirás viéndote igual. Quizá ya esté casada y con hijos, entonces tendré que cumplir mis votos de fidelidad y ya no te diré nada porque eso significaría romperlos y cuando prometo algo, hago hasta lo imposible por cumplirlo - me armo de valor.

Me cuesta mucho hacer ésto, por lo que significa: desnudar mi alma. ¿Se puede hacer más? Tengo razón al pensar que ansías correr de mi lado como si tuviera lepra. Todos los momentos en que estamos al lado del otro, aparece algo que me da cierta seguridad y tus acciones al besarme y protegerme, me dan la pauta para confesar. Mi diestra abandona tu tórax, subiendo por la piel que queda al descubierto al haberme deshecho de las abotonaduras de tu camisa, probando la piel de tu firme cuello, hasta la decidida mandíbula y descansar por fin, en tu mejilla haciendo que me mires, alargando el silencio entre nosotros hasta que alguno de los dos hable o exija que mis palabras lleguen. Es mi forma de reunir todas las fuerzas que me harán valiente para susurrar: - Me gustas, Dimitry Lukyan Rudakov. Me gustas lo suficiente para confiarte mi vida, pero más me gustas como hombre para aprender contigo lo que... - me trabo un poco, mis mejillas se tornan granates, de la timidez que me embarga. ¡Soy toda una desvergonzada! - Lo que toda mujer debiera aprender con su marido. Y sé, estoy casi segura, Rudakov, que si fueras un poco valiente, reconocerías lo mismo - me sonrío con amargura.

Veo que intentas decir nada, pongo dos de mis dedos sobre tu boca negando con la cabeza, sonriendo con tristeza - y si no lo sientes, guarda silencio. No digas una crueldad o hagas un comentario que me haga pensar que elegí mal. Y tampoco te preocupes, que te lo diga, no cambia nada entre nosotros. No te pediré que me hagas la mujer más feliz del mundo, ni que estés enamorado de mí, mucho menos que me des muchos hijos porque eso es más cruel aún. Sólo... sólo calla. Sólo deja que me saque la espinita que con mis propias manos me clavé en aquella noche. ¿Quieres? Sólo quiero que estemos así los siguientes diez minutos y cuando terminen puedes irte. No te buscaré y sabes que no me encontrarás. Por supuesto, me haré cargo del asunto de la inquisición para que ya no te hagan perder tu tiempo con cuestiones de humanos - me sonrió con sorna. Mis ojos se fijan en tu manzana de Adán, la exploro con las puntas de los dedos - sólo necesito diez minutos y nada más, lo prometo - asiento con la cabeza solemne. Es abusar de ti, es ponerme en ridículo. ¡La líder de Phoenix suplicando! Lo que me impulsa, es este hueco en el pecho que amenaza con sofocarme. Y si no vuelvo a verte, al menos quiero cerrar bien este capítulo en mi vida.


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Vesubio [Dimitry L. Rudakov] Empty Re: Vesubio [Dimitry L. Rudakov]

Mensaje por Dimitry L. Rudakov Lun Dic 03, 2018 2:40 pm

"Afraid it won't come round again...
Afraid to move on".










La respuesta que recibió fue válida, y era evidente que los riesgos que día tras día corría la mujer, eran suficientes para averiguar más acerca de la misión que había detrás del Inquisidor, aunque bien que se dio más tiempo para saber de él, partiendo por su nombre y su facción, algo con lo que era muy cuidadoso, era solo un par que conocía ambos datos, ya que era bastante cuidado con eso.
Asintió, guardando las horquillas en el bolsillo de su pantalón y dejó de acariciar tanto su cabello cuando comentó que podría caer dormida en cualquier momento, no era una buena idea en ese momento.
Me gustaría llevarte con un médico ahora, no quiero que tengas más dificultades con esa pierna.— comentó, bajando la mirada, tratando de observar el vendaje que , por suerte no se veía más carmesí que la primera vez que le analizó.

¿Consecuencias? Bien podría llamarse un castigo a las acciones que realizó la fémina, el como sin tener el mínimo recato, le fue liberando de los botones de su ropa, hasta dejar su torso expuesto ante esa cálida mano que regresaba luego de tantos años.
El placer que le provocaba el tacto de la humana era imbatible, no hizo gala de sus fuerzas en cuanto el suspiro de satisfacción escapó de sus labios, sabiendo que podría pedirle que se mantuviera haciendo esos recorridos por su piel la noche entera si así lo deseaba. Y no era el único, ella se delataba por si sola, decirlo era solo una afirmación a la evidente situación.

Ese gesto, el inmortal ya conocía el detalle con su labio, mismo que llegaba a sentir falsamente como una invitación a ser él quien mordiera de su labio, pero se contuvo, estaba demasiado concentrado en escucharle, que su mente comenzó a desglosar cada palabra sin estar seguro de que estuviera escuchando correctamente.
Su mano continuaba las atenciones, incluso cuando comenzó a ascender, en conjunto con las palabras que dejaron en evidencia lo que realmente estaba pasando por la cabeza de la fémina.
Ella traía un valor encima por ambos, era capaz de lanzar sus sentimientos sobre la mesa, tal vez con pudor, ya que el vampiro notó como sus mejillas se teñían de un rojizo intenso, pero aún así lo lograba, ¿Por qué a él le costaba tanto? Por necio, por creer que todo lo que había hecho era un error, por tener firme en su mente que entre ellos jamás podría haber nada. Ahora era ella quien cambiaba el juego.
¿Solo diez minutos? ¿Qué pasa si quiero quedarme toda la noche y corresponderte como se debe? — sabía que había bajado la guardia.

La efímera sonrisa que se marcó en sus labios fue a dar contra los dedos de la mujer, mismos que terminaron con un suave beso antes de la zurda del vampiro la removiera, volviendo a entrelazarla con sus dedos.
Me gusta la forma que tienes para pronunciar mi nombre en una afirmación tan de peso como la que acabas de hacer.— aquella fue la primera frase que le vino a la mente, y la lanzó para acompasar el ambiente para lo que venía a continuación.
La zurda, liberó la mano ajena y se instaló sobre el muslo de la humana, alzando parte de la tela que traía encima, tal como cuando estuvo tan concentrada en limpiar la herida, y no se percató de lo expuesta que había quedado ante él. El tacto con su piel, le provocó más que las mismas caricias que antes le había dado.
Reconozco que mi deseo por que aprendas conmigo es más grande que mi jodido orgullo por continuar negándolo, Annabeth.— su voz fue clara, directa y así dejó en evidencia que su distancia no fue más que una careta.

Inclinó su rostro para quedar a la altura del ajeno, en donde jugaría con el mismo silencio, terminando por unir sus labios, aunque esta vez fue diferente, más cercano a aquella noche que, de nos ser porque tuvieron compañía, habrían avanzado a pasos agigantados y él no le habría perdido el rastro.
La mano del Inquisidor se dedicó a acariciar la cara interna del muslo femenino, mientras sus labios devoraban los de la contraria, quien no quedó con más opciones que sucumbir ante lo que ella misma buscó. Dimitry pudo haber controlado la situación, claro que sí, pero cuando ella se encargaba de ponerlo a prueba, era prácticamente imposible ganarle una partida. Más cuando el menudo cuerpo se encontraba tan bien posicionado sobre él, cuando sabía que no objetaría y esa frase "No me toques si no te lo permito" quedó tan obsoleta desde el momento que ella dejó en evidencia sus deseos.

Maldición, no quiero lastimarte.— era evidente a lo que se refería, la fuerza de él rebasaba mucho a lo que el cuerpo ajeno podría soportar, más aún considerando en el estado que se encontraba.
El agarre contra el muslo de la mujer se volvería más ansioso, dejando que sus labios viajaran a la curvatura de su cuello y en cuanto su nariz fue a parar directo contra su piel, el aroma de su sangre le golpeó con ímpetu, le llamaba.
Solo promete que vas a detenerme si es necesario. Por tu bien; No permitas que beba de ti.— su voz sonó rasposa producto de su casi nulo autocontrol, pero necesitaba estar seguro que ella comprendía el riesgo que corría, y si aún lo deseaba tanto como lo hacía el inmortal.


Última edición por Dimitry L. Rudakov el Mar Dic 18, 2018 1:27 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Annabeth De Louise Mar Dic 04, 2018 10:33 am

Let yourself be done,
let yourself be moved,
let yourself be loved.


Si alguna vez me preguntaran cómo es que hice para obtener todos los datos con respecto a ti, tendría que descubrir a Phoenix. Desde los vampiros que leyeron mi mente y mis recuerdos, hasta los contactos que fueron convocados para solicitar informes. Curioso fue el rumbo que tomó en un inicio, porque hubo algunos licántropos que al saber a quién me encontré, gruñeron de mala forma rezongando sobre un "bastardo", "asesino" y "chupasangres de...", ejem, algo así. Eres un inquisidor, ¿Qué esperaban? ¿A la hermana de la caridad? Entiendo que pierdo la razón cuando estás frente a mí, que hago cada cosa que en mis cinco sentidos evitaría. Me aferro a ti, me niego a perderte al menos por estos siguientes diez minutos en los que intentaré cerrar tu recuerdo en un cofre con candado y lanzaré la llave al Río Sena para no encontrarla jamás y dejar de desvelarme como hasta hiciera durante muchas noches con tu imagen o peor aún, contigo invadiendo mis sueños.

Lo reconozco, cuando Bernard apareció, creí que lo había logrado, que estabas por fin en el pasado. Tanto, que no podrías alcanzarme de nueva cuenta y sólo bastó que volvieran mis ojos a fijarme en los tuyos y sé que esta vez va a ser más difícil que la primera echarte. Tu preocupación por mi herida hace latente tu deseo por llevarme a un galeno. ¿Y qué hará? Además, ya me puse la plasta de hierbas que traigo conmigo la mayor parte del tiempo para estos eventos. De reojo miras la herida y te imito. Dejó de extenderse la hemorragia, es buena señal, en poco tiempo empezará a cicatrizar. Para mañana, al amanecer, estará completamente cubierta por una costra que protegerá la zona. Recuperar la sangre perdida, es otro cantar. Pensaré que también me quieres contigo, cuando mi mano pasea por tu cuerpo y siento cómo te estremece, escucho tu suspiro prolongado y el placer que en tus ojos se refleja. Te gusta, ¿Por qué me lo niegas entonces? ¿Por qué tu empeño en largarte de mi vida? ¿De mi lado? Si ya lo arreglamos, ¿Qué te impulsa a irte?

Y cuando mi confesión salió completa, por más que intenté que guardaras silencio para que no arruinaras lo que sentía, esperando a que aceptaras mis diez minutos, dices tres palabras que me provocan una náusea. ¿Hasta eso refutas? Voy a darte un grito cuando terminas la frase. ¿Qué pasa si te quedas toda la noche y me correspondes? Eso no lo esperé. No creí que tuvieras las agallas para responder y aceptar, ni para que besaras mi mano antes de entrelazarla con la tuya. ¿Qué pasa? Pues, pues que estoy justo en ese momento en que mi madre me gritaría: "¿Qué parte del "gordita y bonita" no entendiste, Annabeth? Mientras más callada te quedes, menos te metes en problemas, hija. ¡Aprende a cerrar la boca!" Le doy toda la razón justo ahora porque yo sólo pensé en mantenerme acurrucada entre tus brazos y quizá robarte uno o dos besos. No el... ¿Qué te dije? Rebobino todo el momento porque en ese instante, sólo abrí la boca por abrirla, sin pensar en lo que decía, sólo diciéndolo. Y justo recuerdo que te dije que "quiero aprender contigo todo lo que una mujer debería aprender con su marido". ¡Ah, qué idiota soy! Echarme para atrás es algo que nunca hago, además, lo prometí. ¿No?

Siento cómo el corazón subió de lugar quedándose en mis oídos, latiendo tan fuerte que aturde. De paso, mis sienes punzan con tantas ideas que me llegan a la mente. ¿Qué voy a hacer ahora? De momento, escondo mi cara en tu hombro, porque tu mano acaricia la piel de mi muslo en ascenso haciendo que todo estalle, que se propague una loca ansiedad desde esa parte de mi anatomía alojándose en diferentes direcciones como el centro de mi intimidad, mi columna vertebral y la cima de mis senos. Cuentan también mis manos, cuyas falanges se aprietan en puños. Tus palabras se cobran el resto del color de mi rostro. ¿Por enseñarme harás a un lado tu orgullo? Se me caen las mandíbulas porque entonces es cierto lo que vi, lo que sospeché. - ¿Por orgullo te negaste a que te llamaba la atención? - sacudo la cabeza haciendo que los rizos que soltaste, oculten mis facciones. Mi diestra los mueve acomodándolos tras mi oreja. - ¿Por qué? ¿Por qué hacerlo tan difícil, Dimitry? - quiero saber quiero comprender, la típica frase en toda mi vida aparece: "¿Por qué?" Hasta mi padre la temía como loco.

Aprendiste a callarme, tu beso lleva al precipicio todas mis preguntas para sólo concentrarme en tus labios, en tu aliento, esa frialdad que intento calentar con mi propia temperatura, apretando la camisa con la mano que está en tu espalda y la diestra, recorriendo tu tórax. Nunca te dije cuánto me gusta tocarlo, cada fibra firme, trabajada, haciendo notar que eres un guerrero y que en comparación a ti, soy un simple ratón de biblioteca. Tu grandeza corporal contra la mía se refleja cuando tu mano acaricia el interior de mi muslo, un lugar al que nadie accedió. Encajo las uñas en el lugar donde las tenía cuando esa sensación se intensifica con tus besos, en la forma en que mi cabeza se echa atrás ladeándose un poco para darte todo el espacio que necesites. Apodérate de mí. Toma lo que es tuyo, evita que piense, sólo permite que te conozca, que aprenda contigo y después, si quieres largarte, vete. Procuraré olvidarte y si no, utilizaré hechizos para que no vuelvas a mi mente.

Tu voz contra mi boca me llena de dudas y de temores. - ¿Por qué habrías de lastimarme? - trago saliva con reservas. Mi mano sale de tu espalda para ocupar lugar junto a su gemela. Las palmas se colocan sobre tu pecho, dispuestas a apretar como me vuelvas a asustar. El cuello expuesto es abordado por tu rostro, tus labios se apoderan de parte de su piel, en tanto tu mano en mis extremidades inferiores se nota más ansiosa y pasional. ¿Qué voy a hacer con ésto? Que me digas que te tengo que detener es una locura. - No tengo la fuerza para detenerte, Dimitry, ni la física, ni la emocional - llevo una de mis manos hasta tu nuca, apretando en un puño parte de tu cabellera de tan inquieta que me siento. ¿Que no permita que bebas de mí? - Estás mal, sabes que con que me muerdas una sola vez, querré más. ¿Cómo me dejas a mí la responsabilidad de ésto cuando yo lo desconozco y se supone que tú eres el experto? - jalo de tus cabellos para que alces la cabeza y me mires a los ojos.

Tengo miedo, tus palabras me ayudan menos a serenarme. - Ubica tu posición en ésto porque no seré yo quien te diga qué hacer o qué no hacer cuando desconozco qué es lo que tiene que pasar, Rudakov - si utilizo tu apellido, es una técnica para que me prestes atención o definitivamente vamos a tener un problema mayor. Como no me ponga firme, todo ésto se irá al Infierno, estoy casi segura porque tus acciones en el patio de la Inquisición tienen mucho que ver con lo que creo, tú piensas. - Si tú eres el que sabe, el que quiere enseñarme, entonces soporta el peso en tus hombros como debe ser y no te salgas por la tangente diciendo que soy yo, la que debe contenerte. Si no puedes hacerlo, bien, terminamos aquí y lo dejamos para otro momento. Me voy a mi casa y te mando una carta diciéndote cuándo me siento mejor - justo es cuando pienso algo.

No, no debería. Es una total locura, más porque dicen que causa adicción, pero podría ser la solución de todos mis males y de paso, los tuyos. - No tengo por qué sangrar, pero tú sí puedes hacerlo para mí - susurro intentando que comprendas lo que quiero decir - sé que los ghouls son creados a partir de la sangre vampírica. Sé que ésta es adictiva por las sensaciones que produce, pero también sé, que si bebo de ti, puedo recuperarme. ¿Eso ayudaría a lo que se te ocurrió conmigo para esta noche? - pongo sobre la mesa el asunto para ver qué se te ocurre - sería capaz de beber de ella. Nunca lo hice antes por miedo a esclavizarme a alguien, pero contigo sería diferente y creo que por una vez, no pasa nada ¿Verdad? - muerdo mi labio inferior con mi colmillito esperando ver qué te parece mi loca idea. - Si no te gusta, olvida que te lo dije, pero si no puedes evitar lastimarme, prefiero que pasemos ésto a otra noche y hagamos lo que quería hacer: estar abrazada contigo, acariciar un poco tu pecho y tu rostro, tu cuello y besarte de vez en vez. Eso pensaba, ¿Qué te imaginaste tú? - ladeo la cabeza esperando tu respuesta porque me causa mucha curiosidad.


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Mensaje por Dimitry L. Rudakov Mar Dic 18, 2018 1:42 pm

"I know you are the reason...
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Que facilidad tenía la mujer para hacer que Dimitry comenzara a reaccionar por mero instinto, dejando que las mismas emociones que se empeñaba tanto en ocultar bajo mil capas, brotaran sin más para revelar que bajo ese manto de frialdad y orgullo, se encontraba alguien tan confundido como ella. Expectante a lo que pudiera venir sobre ellos, más cuando fueron ilusos al creer que lo peor ya había pasado. Ellos nunca estarían tranquilos, esa vida no se asemejaba en nada a lo que realmente el destino estaba acostumbrado a ponerles en sus caminos. Más cuando ahora, existía la ilusión de que podría enlazarlos, como si todos los conflictos que por años les afectaron, ahora se desvanecían por el simple hecho de que ambos lo querían así.

Si el inmortal tenía dudas, ella era las mismísimas preguntas encarnadas. Ya que el simple hecho de pregunta el "¿Por qué?", y bien, ¿Qué más podría hacer el inmortal que empezar a responder? Ya había tenido suficiente tiempo esperando este momento, años en los que, quizás ni siquiera fue consciente cuanto anhelo el volver a encontrarla. Y como idiota que era, cuando la misión llegó nuevamente a él, comenzó a maldecirse una y mil veces. Aunque jamás se negó, podría haberlo hecho, decir que tenía otras encomiendas, que simplemente debía realizar un viaje, o que incluso le necesitaban en Rusia, excusas habría tenido miles, pero no, se puso en marcha con la clara intención de no parar hasta dar con ella. Pero eso tampoco se lo dijo a la humana. Si ella aún se empeñaba en guardar secretos con él, por su parte tendría un sin fin más, ¿Que tan sano podría ser eso?

Una risa efímera escapó de los labios del vampiro en cuanto le llegaron los reclamos, estaba claro que ella pasaba por alto muchas cosas, y solo hablaba lo que creía correcto, mientras a los oídos del varón solo llegaban vagas ideas que no tendrían el peso suficiente para la validez que ella buscaba.
¿Más difícil? ¿Realmente crees que el haberte dicho lo que conseguiste acercándote a mí habría hecho todo más sencillo? Por favor, Annabeth, debes ser realista.— el regaño fue casi cómico, porque en la mente del varón no había espacio si quiera para imaginar que lo de ellos, sus vistas a escondidas y los encuentros fortuitos, hubieran terminado de la mejor manera. Ellos ni siquiera deberían haber intercambiado palabra alguna, los encargos para el Inquisidor fueron específicos; "Tráela ante nosotros". No tenía más opciones. Lo viera Francesco ahora.

En cuanto la contraria comenzó a regañarlo, a exigir que fuera él quien tomara las riendas de la situación, la cabeza del vampiro se inclinó para observarla desde su posición, dejando que hablara mientras ese tono carmesí de sus mejillas continuaba creciendo, era evidente que ni ella misma sabía lo hermosa que se veía, aún cuando solo buscaba discutir con él.
A ver, De Louise, siento que palabreas demasiado y dices muy poco, así que vamos a empezar a solucionar eso.— masculló, acercándose nuevamente a sus labios donde presionó unos segundos los propios solo con intención de buscar el imposible silencio ajeno.
Cállate y escúchame.— le pidió, levantando el índice, esperando quizás con demasiada esperanza que ella le obedeciera por una vez.
Tomaré lo más coherente que dijiste, y sí, mi sangre puede ayudarte ahora, estás débil y tienes que recuperar fuerzas para estar lista antes del amanecer, cosa que por tu cuenta no vas a conseguir. En segundo lugar, no, por una vez que seas tú quien beba de mi sangre no vas a esclavizarte, es un mito, considerando que hoy no beberé de ti.— exhaló con una seguridad que incluso a él le sorprendió. Tomó el mentón de la mujer para que le observara, buscaba encontrar esa determinación para hacerlo.

Por más bastardo que fuera, no iba a comportarse como un egoísta con ella, dejándose llevar por sus instintos más animales, y cuando la pregunta nació como agua de la boca ajena, la sonrisa volvió a marcarse en los labios del inmortal.
Pensé tantas cosas que si las digo en voz alta podrías acusarme de ser un jodido depravado, y es por lo mismo que puedo esperar, ¿Por qué sabes algo? No pienso salir de tu vida tan fácil, no dejaré que vuelvas a hacer lo mismo.— se lo había instaurado como misión principal, si la primera vez le fue tan sencillo borrarse, también influyó el hecho de que él no se esmeró en buscarla, por orgullo, claro está. Terminó por convencerse de que mientras más lejos estuviera de ella, y de todo lo que englobaba en tema con la supuesta hereje, las cosas seguirían su curso como debían. Maestro de los errores.

Él había tomado su decisión, y en cuanto la mirada de la fémina se instaló sobre sus orbes, fue él quien acercó su propia muñeca de la zurda a sus colmillos, perforando con la profundidad necesaria para que la sangre brotara rauda, manchando de paso su antebrazo y la camisa.
Quiero que bebas lo necesario, vas a sentir como se extiende por tu cuerpo. La energía que te dará será suficiente para la molestia de tu pierna herida, ya no te causará mayor problema, y evidentemente, sanarás mucho más rápido.— bien conocía Dimitry de los beneficios que tenía la sangre de los inmortales sobre los humanos, y considerando que, la lesión que tenía en su pierna no era con un riesgo vital importante, de seguro en pocos minutos se sentiría prácticamente recuperada.
Al final, terminarás siendo mía de una forma u otra.— le aseguró, ofreciendo su muñeca y la vitae frente a los pétalos femeninos, aguardando para que ella se decidiera a beber de él.


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