Sí, me arrepiento profundamente. Me arrepiento de no haber cometido más crímenes.

por **Thibault "Black Blood"** Miér Feb 02, 2022 1:34 am

La calavera fuera de su bandera

Algo que podemos sacar en claro del impredecible espíritu de un pirata vampírico como el capitán Black Blood, tras arduas investigaciones y la aún más ardua adicción que te acaba poseyendo al poner el primer ojo o el primer oído en atender a los relatos de sus peripecias, es que no se trata de un tipo nostálgico. Tampoco olvidadizo, a pesar de que él mismo deseche toda la información que no le resulte útil, no dejamos de hablar de un espécimen extraño y eso también se ve reflejado en sus contradicciones y en su concepto de 'interesante para que un viejo lobo de mar lo almacene en sus pensamientos de más de dos siglos en su haber'. Sea cual sea su actitud ante 'lo memorable', o mejor dicho: ante el pasado, en toda su fortaleza y en todo su dolor, hay pasajes contra los que ni su desesperante terquedad digna de un crío con la sonrisa manchada de sangre puede hacer nada. Y el de aquel hombre de su pasado —aquel primer hombre de su pasado— es, sin ninguna discusión, uno de ellos.

El principal.

¡Ah, Thibault, bravo guerrero! Él que hasta dar con aquel diario no ha sabido hasta qué punto esa afirmación está tramando algo con la cruel ironía.

El Skyfall lleva atracado en el puerto de la ciudad más repipi del mundo el tiempo suficiente para que ni las fuerzas del orden se atrevan a frenarles los pasos. Al parecer, la osadía de una vieja leyenda pesa más que el orgullo policial y un secreto a voces tiene la influencia suficiente para que una simple mirada les corte el aliento. ¡Y eso que la piratería está en sus peores momentos! Siempre y cuando no las capitanee un bárbaro inmortal, ahí la cosa cambia o si no que se lo dijeran a éste ahora que estaba a punto de vérselas con el pasaje falsamente olvidado en el que definitivamente no ha pensado ese día de entre los muchos que ha dormido en París. Por ese motivo, seguramente el grumetillo de agua dulce que se atrevió a alargar los dedos y robarle esa noche mientras paseaba distraídamente por el mercadillo sea un recién llegado.

No le cuesta nada agarrarlo de la mano que ha empleado con él y levantarlo del suelo, como si pesara lo mismo que la manzana que Thibault sostiene en su otra mano libre y que muerde al tiempo que contempla con mucha diversión y ningún interés al insensato ratoncillo. No demuestra tantas agallas como cualquiera le asociaría a quien ha tenido la osadía de tratar de birlarle a un sujeto de sus características, así que indudablemente está en lo cierto con lo de que no es de por allí, ni probablemente trabaje solo, sobre todo a juzgar por cómo le repite una y mil veces que su jefe se lo compensará —Claro que sí, camarada—. El miedo en sus grititos más bien indica que quien quiera que sea «su jefe» va a cortarle el gaznate, según se ve sólo está eligiendo entre morir ahora o en los minutos que tardarán en llegar a su barco y subir a la cubierta.

¡Pues no está mal el navío! Demasiado respetable para que la tripulación cuente con tan ridícula celebridad, pero hasta Thibault ha cometido los mismos errores con la suya y las anteriores, tampoco planea ponerse a criticarlos ahora que van a compensarle la ocurrencia… y menos al tener allí delante a la razón de que el jodido pasado sea el tema clave de esta anécdota.

«Anécdota». ¡Qué palabra tan inofensiva para describir lo que se le planta justo en los morros después de tantos siglos adormecido en su problemática cabeza de tirano marino!

por **Thibault "Black Blood"** Vie Mayo 27, 2022 10:02 am

El galeón hundido en las entrañas del dragón

Pocas veces atracaba el Skyfall lejos de la ilusión maltrecha que representaba la civilización para quienes seguían siendo juzgados por ella. Siempre que podía evitarlo, claro está, y solía ser lo habitual en una nación tan sonora como Francia, pues la tensión, el descaro y la costumbre de plantarse en los puertos sin que hubiera represalias le ayudaba a distraer su locura. Sí, como leéis, para Thibault era una distracción y no un riesgo temerario que más de una vez se había convertido en lo que vuestros mitos recrearían después con tanta sed de aventuras: persecuciones en barco, sangre en las calles, combates a cañón y espada y el villano romantizado ensartando su bandera en el ojo de la justicia.

Veíais dragones donde los había, consolaos al menos con esa inalcanzable certeza.

Sin embargo, aquella noche tuvieron que hacerlo todo lejos de allí; un descanso como nunca en muchos decenios para su capitán mientras que para sus hombres era más bien un engorro de proporciones tan inmensas como las del navío que les transportaba en sus leyendas. Abandonar el barco, para empezar, con todos los puntos flacos que ello implicaba para unos hijos bastardos del mar. Atracarlo, pues, en tierra firme donde hubiera árboles y rocas a las que sujetarlo con cuerdas. De modo que, al menor descuido de los amarres o de los caprichos del viento… Adieu!, Szia!, Zài jiàn!, Goodbye!, Dahh! Mari! y el resto de idiomas que se comprendían en aquella tripulación. Así era, algunos ponían en riesgo sus vidas sin tener que moverse del suelo, la letra pequeña de la muerte no era tan romántica como soñaban todos los que deseaban unirse a ellos en sus hipócritas fantasías.

Para la mayoría que no fuera una criatura sobrenatural acostumbrada a la oscuridad, trabajar de noche estaba descartado así que lógicamente se hablaba de una ardua y sudorosa tarea de muchas horas al sol. De ahí que escogieran una de las calas más apartadas y rocosas, no sólo para la discreción que claramente todos necesitaban sino para que el vampiro protagonista tuviera su improvisado camarote en las oscuras cuevas. Pero eso no parecía ser lo que más preocupaba a la contramaestre Anne —un poco ofensivo si considerábamos que lo otro era que su capitán muriera abrasado por la luz del día, pero así era su niña—, quien se encargaba de dirigir aquella operación y por tanto, opinaba que, quizá y sólo por esa jodida vez, podían deshacerse de 'la carpa de follar' para estar más centrados y acabar el trabajo lo antes posible. La respuesta a qué demonios era eso la portaba su mismo nombre: las prostitutas se metían en dicha carpa y los hombres que quisieran desfogarse y quitarse el estrés podían entrar a hacerles una visita. Normalmente aquello no producía altercados, incluso con la peligrosidad de tantos hombres ansiosos juntos, la gente de Thibault se caracterizaba por el código de mutuo respeto con las trabajadoras y trabajadores sexuales, por lo que inicialmente los recelos de Anne tenían otra naturaleza y a pesar de todo, tuvieron que acabar cediendo ante la libido infantil del lugar.

Por allí cuanto más contentos, más rápidos, ¡qué triste sonaría en otros escenarios!

por **Thibault "Black Blood"** Mar Jul 26, 2022 7:01 pm

El añejo destino del futuro

A pesar de todo, no dejaba de ser un jovenzuelo para la eternidad, que tampoco se consideraba un pipiolo y nunca había experimentado una sensación tan ambigua y, a la vez, tan auténtica como aquélla. Parpadeó deliberadamente al darse cuenta de que, por mucho que se devanara los sesos para situar aquel rostro en algún tiempo pasado, no encontraba nada en su acaudalado historial. ¿La memoria de los vampiros empezaba a fallar tan pronto?

Thibault siempre le había mostrado sus respetos a los icónicos dioses, pero sencillamente su camino iba por otro lado y estaba contento de que mantuvieran una relación cordial al otro lado del implacable Skyfall —y que sólo podía ser igualada por la que mantenía con la madre que le había acogido en ese grado de no-existencia al que debía la friolera de casi dos siglos—. Era como si algo dentro de su cabeza estuviera rebuscando entre sus memorias, sin pararse después a ordenar todo lo revuelto, para hallar alguna imagen clave que relacionar con aquella aparente desconocida. Y así fue cómo llegó a vislumbrar un cuerpo diminuto acompañado de una pequeña carcajada infantil sentada sobre sus hombros y asida a su cara, de forma que la mata de pelo que a él le tapaba la vista entonces se confundió con la que poseía su interlocutora del presente, hasta ser imposibles de distinguir en su extrema similitud.

En su caso, como en otras de sus muchas facetas, sacábamos en conclusión que se trataba de un cajón desastre, pero lo bastante contundente como para que sentir el repentino impacto de la nostalgia fuera un hecho extraño. Extraño y significativo, sobre todo respecto a alguien que no recordaba haber visto nunca antes. Es decir, no con ese cuerpo. La inmortalidad era, definitivamente, un juego de locos y haber decidido soltar en mitad del tablero a una pieza como Black Blood sólo podía tener consecuencias devastadoras en un millar de sentidos que la tierra y el mar llevaban presenciando desde hacía más de dos siglos. Su memoria, por otra parte, tampoco se quedaba atrás, y siempre había creído que el modo de gestionar los recuerdos hablaba de la persona que se escondía detrás de cada criatura mínimamente longeva.

No tenía bastante con detectar una doble presencia que tampoco acababa de comprender, ahora además también se añadían otras complicaciones que lo situaban en una especie de paleta oscura de visiones, no sabía si reales o no, extrañamente emborronada por otros colores un poco más chillones. Un vampiro que dedicaba su inmortalidad a la piratería, o un pirata al que el vampirismo le había salvado la carrera, no encajaban con el apego a la vida y sus múltiples facetas. De tal modo que la nostalgia no formaba parte de su organismo, a pesar de que su entorno estuviera empeñado en arrojársela a la cara de un tiempo a esa parte.

por **Thibault "Black Blood"** Lun Jun 05, 2023 12:03 pm

Segunda parte de una creación, un nacimiento

Mi creadora, me gusta pensar que con la de principios piratas que infrinjo al postrarme ante una representación de esa misma realeza sobre la que escupo con sangre y mucosidad, me he ganado tu confianza, incluso con el peligro que te supondrá tener de aliado y confidente a la pesadilla de la marina. Me considero tu cómplice en esta unión reprochable que suponemos de cara a la humanidad que tanto nos la pela (a mí, por lo menos). Has contado con mi protección desde el momento en que me hincaste el diente, por mucho que el primer protegido fuera yo entonces (y no es como si fuera a hacer hincapié en ese hecho. Culpa de mi orgullo, no mía). No voy a detenerme mucho en las obviedades del interés o la curiosidad, pero si algo te he demostrado contra viento y mareas literales desde aquella fatídica vez es que cuentas con mi asqueroso respeto y mi blasfema lealtad. Y con el secreto a voces de mi más pura admiración (no me hagas ponerme moñas, anda).

Explícame, tú que tienes el poder de resucitar a los muertos aunque te desentiendas en humildes existencialismos, por qué después de tanto tiempo, que para nosotros es aire en conserva, sigues pareciéndome una aparición de los mares. Y bien sabrás, al ser tu responsabilidad, que un pirata no le achaca sus aguas a cualquiera. Fíate de mí, como debiste de hacerlo aquella noche. ¿Lo hiciste o fue justamente por todo lo contrario?

No sé cuántas veces te he salido con las mismas, no tengo ni puta idea de por qué te vuelve a sorprender. ¿Tanta gracia te hago, que puedo arrancarte una sonrisa así de fácil? Parece la de una madre que se ha acostumbrado a las trastadas de su hijo, y créeme, nunca quise hacer con mi madre lo que hago contigo. Sé que era un criajo cuando la palmó, pero tampoco querría ahora con pelambrera en los huevos, estoy enfermo de la cabeza por muchas cosas y ninguna es ésa.

A ti puedo desearte sin cargo de conciencia. Necesito leer en ese ardor melancólico de tus ojos verdes, beber de tu sonrisa déspota. Si yo no fuera el primer amante de la libertad, tú serías la reina de mis jodidas obsesiones.

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Sí, me arrepiento profundamente. Me arrepiento de no haber cometido más crímenes.

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