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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Marianne Cromwell Vie Ago 19, 2011 6:28 pm

"... Nadie como tú para hacerme reír.
nadie como tú sabe tanto de mí.
nadie como tú es capaz de compartir
mis penas, mi tristeza, mis ganas de vivir.
tienes ese don de dar tranquilidad,
de saber escuchar, de envolverme en paz.
tienes la virtud de hacerme olvidar
el miedo que me da mirar la oscuridad.
solamente tú lo puedes entender
y solamente tú te lo podrás creer. ..."
*** Nadie como tú
La Oreja de Van Gogh


¿A dónde vas cuando las circunstancias que te rodean van encajonándote hasta que estás completamente apresada y puedes poner las manos sobre esas paredes invisibles que te oprimen, te constriñen y desquician a cada momento que pasa y no puedes ver más allá del problema; cuando sólo deseas un poco de aire mientras las barreras te obligan a hincarte y hacerte cada vez más y más pequeña, obstruyendo tu garganta, nariz y todo tu aparato respiratorio, asfixiándote lentamente?

¿Qué haces cuando tienes una enorme felicidad que no puedes compartir con cualquiera porque no todos responden de la forma en que lo deseas: alegrándose realmente por tí, riendo y celebrando intensamente, haciéndote consciente de que está contigo, de por vida, hombro con hombro, en completa sintonía, haciendo más vivaz tus días, pintándolos de color, conviviendo y dándote todo de sí?

¿A quién acudes para refugiarte cuando el trueno atraviesa tu ventana, cuando las circunstancias de la vida te entristecen y hacen ver el mundo gris o más oscuro, aunque esté el sol radiante; en el momento en que la muerte llega hasta tí y te arrebata lo más apreciado dejándote un hueco en el corazón que nadie puede ocupar o reemplazar; la ocasión en que alguien te traiciona y te hace pensar que no puedes confiar en nadie más?

¿Cómo calmas tu enojo, tus frustraciones más grandes y rabietas memorables; en el momento en que alguien hace algo que te hace estallar y debes detenerte, en riesgo de que tu ser se pierda en un abismo de locura y violencia intensa; contiene tus puños, tus palabras y acciones, evitando que después debas arrepentirte al mirar atrás y temblar ante lo que ocasionaste por un momento de fiebre craneal?

¿Por qué estás a su lado, te escondes tras ella, cuando el mal es más grande de lo que imaginas, presa de la irracionalidad, del incontrolable miedo que te hace temblar desde el más ínfimo de tus cabellos hasta la planta de tus pies; desesperada por sólo escapar, alejarte lo más pronto posible y te protege, te ayuda y brinda la mano para salir adelante, para encarar el peligro y los más profundos y desgarradores demonios de tu corazón?

Ella, a tu lado, en todo momento, en todo lugar, siempre contigo y tú con ella, dándolo todo, escuchándose mutuamente, comprendiéndose y protegiéndose; compartiendo alegrías, llanto, frustraciones, miedos y problemas. Siendo dos partes de una sola alma, hermanas, compañeras, amigas...

¿Quién?



La cabeza le dolía intensamente, tenía demasiadas ideas revoloteando como palomas perseguidas por su gato Granchester, de un lado a otro, completamente desquiciadas y enfiebradas, presionando contra las paredes de su cráneo, intentando salir, ser libres o bien, ser atrapadas por su subconsciente felino para hacerlas pedazos y lamerse los bigotes de pura satisfacción al haber encontrado una magnífica solución.

Alzó el rostro al cielo y observó el azul cristalino, rematado por algodones que parecían tan cercanos que podría extender una mano hasta alcanzarlos y lentamente, deshebrarlos hasta formar enormes bolas de estambre con el cual hacer un lienzo para dibujar todo lo que la atribulaba, la hacía sentir las punzadas en la nuca como picoteos de un carpintero, constantes, ininterrumpidos, desesperantes.

Se tapó la cara con las manos, oliendo su aroma a jazmín, levemente irritada también por eso, por haber olvidado en Madrid su perfume favorito y al mismo tiempo, reconfortándose por ello, a pesar de haber robado el frasquito de ese aroma a su tutor y vaciar un poquito en otro, para conservarlo ella y guardar el resto en donde estaba. Le alegraba porque su madre estaba así en su mente, el aroma enviaba señales a su subconsciente y la relajaba por un leve instante, pero no era suficiente. Tenía demasiadas dudas y compartir una experiencia con alguien a quien tenerle la confianza de confesárselo y saber que no iría a contarlo a absolutamente nadie y que no la criticaría a sus espaldas, si no que le aconsejara y guiara.

Ese día, había aprovechado que Juan estaba bañándose para escaparse de la casa, caminaba sola, necesitando el ejercicio, a pesar de los tacones altos de sus zapatos, acostumbrada por igual al ajetreo, hasta llegar a la Plaza y mirar alrededor, eligiendo dónde sentarse, dónde estar y relajarse. Quizá dibujar un poco o sólo mirar o... Aspiró aire profundamente y cerró los ojos por un instante, concentrándose en oler, oír, sentir.

El aire acariciaba su cuerpo vestido por un traje que ella misma había confeccionado, precioso a su parecer, en tonos cafés y beige, que combinaban armoniosamente con sus zapatos, con el lazo de su cabello, en el que había entrelazado varios rizos, dejando algunos sueltos alrededor de su rostro, para suavizar el efecto y hacerla ver igual de hermosa, pero en una forma más inocente y agradable, nada agresiva o seductora. Marianne no era así, no sabía serlo y era una de las razones por las que estaba tan atribulada.

Sebastián, en silencio, su adorado Sebastián, cada noche salía y regresaba muy tarde, según del trabajo, pero el perfume barato o en algunas ocasiones, mucho más caro, indudablemente femenino, la hacían dudar. Él estaba un día con una y otro con otra y así era su vida, constante y sonante, sin dudas ni problemas. Y ella, Marianne, se moría de celos y más desde que él llegara con semejante beso en la mejilla, todo pintarrajeado.

No sabía qué hacer, pero era uno de sus problemas más grandes. El que más le preocupaba, porque no debía sentirse así, su obligación era alejarse de él, pero era todo lo contrario, cada día se descubría pensando en él un poco más que el día anterior... No sólo eso, a veces, cuando nadie la veía, tomaba su saco y lo pasaba por su nariz, para olerlo y suspirar bobamente prendada de él.

Pecado, absoluto y mortal pecado que cualquier miembro de la Inquisición diría que era diabólico, que ameritaba el infierno y mucho más, donde ella caería para ser castigada una y otra vez, entre llamas y demonios, presa del dolor y la desesperación por dejarse llevar por su deseo, su atroz y pecaminoso anhelo. Por él, para él, de él... Y Marianne... A Marianne...

Eso le venía valiendo m...uy poco.

Abrió los ojos, mirando a su alrededor, sintiendo las quijadas tensas, con lo que el cuello y detrás de las orejas le empezaba a doler por la presión que estaba poniendo, obligándose a relajarse un poco más y buscar, de nuevo con la mirada, un lugar a donde estar. Elevó los hombros buscando liberar la tirantez de sus articulaciones, oliendo el aroma a césped recién cortado, que tanto la hacía feliz. Oyendo el trinar de los pájaros y las risas de los niños que iban y venían constantemente y fue cuando lo decidió: compraría un helado.

Minutos después y con un mantecado de fresas con crema, fue a sentarse en la orilla de la fuente, mirando el agua caer en finas gotas, cuales bailarinas, creando ondas que hipnotizaban al mismo tiempo que blanqueaban su mente, hasta que sólo su gato Granchester, su subconsciente felino, quedó lamiéndose el pelaje, esperando a las visitas...


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Mensaje por Viola de Lesseps Lun Ago 22, 2011 9:36 pm

Del diario de mi padre.

Las tardes cada vez son más amenas, Viola ya tiene suficiente edad como para contraer matrimonio pero no he notado ningún interés por parte de ella en algún hombre, su amigo Simón viene cada día, le trae regalos, se encierran hablar pero no ella es como un tempano de hielo. Ayer antes de que ella llegara del jardín hable con Simón, él me dijo que le atraía mi hija, pero que ella le había dicho que no, que no quería casarse, que le gustaría viajar conocer Paris, tener una perfumería ahí, que el amor era para los que no tenían trabajo. ¿Cómo podría pensar en aquello? Mi hija que la he criado con amor, con la libertad necesaria para que pueda lograr lo que ella desee. Yo… Antoine de Lessep, me enamore de una sola mujer y era la flor más bella de todo el jardín, Arlette. ¿Qué hare? (…)

Hoy Viola me dijo que el amor llegaría cuando ella menos lo buscara, tenía la experiencias de sus amigas y no quería pasar por lo mismo, sigo pensando que mi hija es un tempano de hielo con respecto al amor… pero algún día llegara quien derrita ese hielo en su corazón, espero estar vivo para cuando eso pase, por ahora solo la dejare ser libre, que disfrute la vida, que disfrute de las maravillas que nos rodean. (…)

Me ha dejado con la boca cerrada, hoy por la tarde vino un joven apuesto, elegante y con bastante clase, se podía ver de pies a cabeza, se quedó hipnotizado observando a Viola mientras sus Madre compraba unos perfumes, aquel jovencito le declaro su amor, entre muchas palabras empalagosas ella le había dicho que estaba comprometida con lo que más le apasiona en la vida LOS PERFUMES, no supe que hacer, nunca fue mi obligación enseñarle… y ahora me siento culpable que ame más este arte que a un hombre, ella es la única flor de mi jardín pero… sus palabras me han llegado al corazón (…)

Amor, compromiso, matrimonio, vivir para siempre con la misma persona la cual uno eligió para que así fuera, era una idea verdaderamente envidiable cada primer lunes de cada mes, a mi perfumería se acercaban un par de ancianos, una pareja los Shmithers, siempre venían de la mano como dos jóvenes quienes recién empezaban su relación; así quería llegar yo algún día, que a pesar de los años, el tiempo, las discusiones aun siga esa llama viva el amor, que esta tan sobre valorado ahora en Paris. Los Shmithers eran mis mejores clientes, siempre fieles, llevaban seis frascos de perfumes, uno para cada uno de ellos y los otros para sus nietas que según me decían eran unas niñas caprichosas pero amantes del buen gusto; típico para alguien nacido en cuna de plata. Pero había otra cara, venían hombres casados como el Duque de Le Noir, quien estaba casado con una hermosa mujer pero tenía más amante que pelos en la cabeza, compraba alrededor de veinte perfumes distintos, y no era que tuviera hijas el mismo me había contado sus aventuras con ciertas damas de la sociedad en general. A veces mi perfumería se llenaba de rumores a los cuales prefería hacerle oídos sordos. Pero el punto en cuestión era el amor, pocos sabían el verdadero significado de aquello. Seguí con mi vista en el diario de mi padre con tapas de terciopelo azul...

Del diario de mi padre.


(…) Viola ya tiene veinte un año, ya estoy viejo y esta plaga me está matando, no he visto sus ojos en días y hoy me dejo un mensaje con una de las enfermeras que había venido pero yo estaba dormido, que la perfumería andaba bien, que todos preguntaban cuando volvería… No se… varios de los que estamos hospitalizados han muerto por la plaga, las visitas están contadas… hoy le dije a la enfermera que no dejara entrar a mi hija… no quiero que se contagie ayer trajeron a una niña de dieciséis años más menos y… esta mañana la hallaron muerta, la peste avanza rápido quizás sean mis últimas palabras… siento el aroma de Arlette creo que viene Viola… por el pasillo… Ya se ha ido, vi en sus ojos cuanto dolor al verme postrado en esta cama, le dije que no volviera… que era por su bien que… ya no me quedaban más días… la vi llorar y se me partió el alma, mi hija la única flor de mi jardín… Viola es mi pequeña… Viola mi hija… Viola… un último consejo… Il imagine será el nombre de tu perfumería.

Una lágrima rodo por mi mejilla, y termine de cerrar el Diario de mi padre, aun recordaba ese día, el último que lo vi con vida. Sentí como mi corazón se estrujaba en ese momento y sacando un pañuelo de seda de mi bolso seque aquel rastro de tristeza de mi rostro y me puse a contemplar el lugar. Se me había olvidado que estaba en la plaza, que con sus encantos podría alegrar a cualquiera pero yo… me encontraba perdida en los recuerdos… no era la primera vez que leía el diario de mi padre ya que siempre buscaba en el algún consejo porque Él se había encargado de dejarme más de una receta y secretos sobre la fabricación de perfumes, acaricie el diario como si fuera una reliquia, al menos para mí sí lo era, aún conservaba la suavidad de la tela pero en algunas partes estaba completamente lisas ya que siempre lo traía conmigo. Y ahí me quede observando la fuente de aguas cristalinas en medio de la plaza, pensando en mi vida meditando en el futuro y sacando conclusiones de mi presente.


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Mensaje por Marianne Cromwell Jue Ago 25, 2011 7:47 pm

El sol reflejado en el agua daba luces y brillos dependiendo del ángulo en que se viera, iluminando incluso el rostro de Marianne que lo seguía con la mirada. Debería tomar el cuaderno de trazos y hacer algunos sobre ese sol, ver si la ropa podía reflejarlos o atraparlos de alguna forma.

Dio otra pequeña probada al helado, mirando a su alrededor con curiosidad femenina, su subconsciente gatuno estaba ahora, después de tanto febril movimiento y bufadas, aburrido. Se pasó un pañuelo por la nuca, levemente acalorada, pero sintiéndose mejor con el mantecado.

Parejas de enamorados, decorosamente sentados uno al lado del otro, entrelazadas de forma discreta las manos para no incurrir en la rabia de una sociedad mojigata, que temía mucho las demostraciones de afecto efusivas y que a nuestra modista le parecían llenas de naturalidad. Claro, siempre y cuando no fueran las que se deben ofrecer en un lecho a espaldas de todos.

Chasqueó la lengua al pensar en eso, porque sin querer, su mismo inconsciente se había mostrado tan mojigato como la opinión social. Su gato dio una vuelta sobre su panza hasta quedar boca arriba, moviendo las patitas, aún mirando qué más había. Niños corriendo, padres aleccionándolos, tutrices instruyendo.

Y ella... qué hermoso vestido lucía, los tonos y el corte eran soberbios, propios de una mujer que sabía lo que quería. Aunque su padre se riera de ella, Marianne siempre había pensado que las ropas de una persona podían decir mucho de su interior y la dama tenía clase, porte, pero también, parecía demasiado triste, algo que acongojó levemente a la joven.

¿Por qué? ¿Qué sinsabores podrían ocasionar que una persona tan hermosa y llena de todo, se sintiera desdichada? ¿Qué podría faltarle a alguien cuya riqueza podía darle lo que la vida ofrecía?

El gato bufó, en total desacuerdo, erizándose y poniéndose en pie, pelaje crispado. Sí, tenía razón, ¿Cuántas veces Marianne no había maldecido el tener tanto dinero para que su ex-prometido sólo se fijara en ello? Daría todo porque su nana regresara a su lado y la sintiera abrazándola.

Sí, eso que la dama sentía, seguramente eran dolores del corazón. El dinero no lo compraba todo, meditó mientras se ponía en pie; la salud, la justicia, el bienestar, la felicidad, todos ellos y aún más, eran grandes bienes que no podían adquirirse con bolsas de oro, plata, joyas o títulos nobiliarios. Suspiró dirigiéndose de nuevo a la heladería y compró otro helado.


- En ocasiones, Marianne, cuando todo va mal, siempre una sonrisa de alguien puede ayudarte a salir avante - le decía su madre muchas veces - pero sobre todo, alguien que realmente se preocupe por tí, te oiga y comprenda. Tienes amigas, pero ninguna que te vea como una igual, que realmente se preocupe por tí y de quien puedas preocuparte, cuando la encuentres, tendrás entonces a una hermana...

Quizá tuviera razón, ahora mismo no sabía por qué lo hacía, pero se acercó a la dama que acariciaba un viejo libro, demasiado usado o bien, leído, no podía juzgarlo aún. Obstruyó un poco el sol, de forma educada y le ofreció el helado.


- A veces, cuando me siento muy triste, como un helado. En ocasiones no funciona el comerlo, pero al menos me deja un buen sabor de boca - sonrió dulcemente - y a veces, cuando nada funciona, el saber que hay alguien más en el mundo que puede extenderme una mano, me hace consciente que no todo puede estar tan mal - dejó su propio helado en la banca y le ofreció la otra mano - Soy Marianne - quedaba con la mano izquierda con el helado extendido y la derecha, en franca posición para que la tomara - y por hoy, si usted quiere, puedo ser la persona que la oiga...

Quedaba ofrecida la invitación. ¿La aceptaría?


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Mensaje por Viola de Lesseps Lun Sep 05, 2011 5:56 pm

Cuantas veces había oído que la mejor compañía era el alguien que solo te escuchara, que llorara contigo, que te dijera tan solo una palabra para que sintieras que el mundo seguía dando vueltas. ¿Cuántas veces me sentí sola aun estando achampañada? Ya no podría contar las veces que así había sido, el único consuelo que tenía era mi rincón, mi laboratorio donde podía crear, desahogarme hablar sola en busca de alguna respuesta, leer aquel diario que tenía más consejos para una vida que recetas para un perfume, lo necesitaba, si a él, mi padre quien siempre tenía una palabra de aliento aun en sus peores días siempre se preocupó por mí, aun cuando yo era el punto negro de la sociedad él se jugó su vida por enseñarme algo que ambos amábamos más que nada en la vida. Como lo extrañaba, necesitaba ir a visitar su tumba ir a Londres y buscar su compañía en silencio. Mis dedos acariciaban la tela del diario sin darle tregua, lentamente dejándome llevar, mi mente viajaba en recuerdos de un pasado que quedaba atrás, en recuerdos de una infancia feliz, de una juventud llena de logros. Pero ahora tenía que ver lo que me rodeaba tenía que alguna vez sacarme la amargura que vivía en mí y poder vivir al fin en plenitud. ¿Podría lograr aquello? Ese era el cuestionamiento que tenía.

Aun cuando crees estar solo en el universo siempre hay alguien que se fija en ti, en tu rostro, en tus ojos o quizás en lo que la energía del cuero emanaba, centre mi atención en un par de niños que jugaban detrás de un balón lanzándolo de un lugar a otro, riéndose porque eso hacían los niños divertirse ver la vida sin preocupaciones, simplemente Vivian por que así era ser niño. Una sonrisa suavizo mi rostro al ver aquella alegría emanar de aquellos pequeños. En ese momento el sol pareció desaparecer pero nunca desapareció su luminosidad, alce la mirada y mis ojos se toparon con una dama, podría decir que parecía completa, con un alma amena, con un cuerpo fuerte, con esa energía que pocas personas tenían, le dedique una sonrisa a ella más sus palabras lograron apaciguar lo que sentía justo en ese momento. Ladee mi cabeza al ver que me tenía su mano y sin más le tome para poder levantarme y quedar a su altura – Quitar la amargura de la boca es la mejor manera para comenzar un nuevo paso, ya que si nos quedamos con ese sabor podemos dejar de sentir lo bello de esta vida – ella tenía razón, mas yo solo adorne su frase con algo que sabía muy bien, sabores y olores iban muy de la mano. Las buenas compañías siempre son bien recibidas, Soy Viola de Lesseps me presente de la forma más poco formal que lo hubiera hecho en años, cualquiera podría pensar que era una mujer sin educación, pero en esos detalles eran donde siempre crecían las buenas amistades.

Dígame usted madeimoselle, ¿Dónde crompo ese helado? – en realidad verla con aquel en su mano hizo que las ganas de sentir el frio mezclado con un sabor en particular hiciera que mis papilas gustativas desearan probar aquel bocado. Mi último comentario había sonado más educado, poniéndole un rango a su persona que tan agradable había llegado, sin importar nada. Aquellos personas eran las que valían conocer; me hacían sentir viva, cualquiera podía llorar, reír, sentir y emocionarse, y ahí estaba yo aferrándome a una historia del pasado cegándome ante lo maravilloso que me rodeaba, primero los niños jugando, luego aquella dama que seguía a mi lado y luego… cualquier cosa podía pasar, es un mundo donde uno vive día a día… y no de recuerdos que atormenten hasta lo más profundo de tu ser. Seguí con la sonrisa pegada en mi rostro, esperando la respuesta de la señorita. Ahí en medio de la plaza dos damas, desconocidas por el momento hacían que todo el paisaje se viera mejor, el hecho de lograr una sonrisa en mí ya había logrado cambiar mi perspectiva ese día.


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Mensaje por Marianne Cromwell Dom Sep 11, 2011 8:30 pm

Marianne sonrió cuando ella no sólo le tomó la mano, si no que se puso en pie y le mostró la belleza de su persona, de sus ojos llenos de sentimientos, pero también de esperanzas. Su inconsciente gatuno se lamió las patas, como anticipación de la visita que se hacía en el corazón de la española, contento y satisfecho, porque el ir por la nieve y abordar a la francesa había sido idea suya... se estiró sobre sus patas y se acomodó para dormir, mientras que Marianne ensanchaba aún más su sonrisa cuando escuchó las palabras que complementaban aún más su frase.

No sólo vestía soberbiamente, si no que parecían tener ideas parecidas o bien, complementarias la una respecto de la otra, lo cual la ponía de muy buen humor, quizá su madre por fin sonriera, cuando ella le escribiera que por fin tenía una amiga. Aunque también, pudiera ser que se adelantaba, pero no lo creía, la señorita Lesseps parecía de esas personas a las que Marianne le agradaba acercarse: amable, cortés, adorable y con un aura de seguridad en sí misma, que reflejaba no sólo su amor a la vida, si no también, la fortaleza de demostrar que también tenía sentimientos, tristes, alegres... en fin. Eso la hacía una maravillosa mujer.

- Soy Marianne Louvier - hizo una reverencia muy femenina y al mismo tiempo, con optimismo, estaba segura de que ese era el inicio de una maravillosa relación - gracias por sus palabras, pero sobre todo, por permitirme estar a su lado - porque esta mujer olía maravilloso y como tal, seguramente era indicativo de que era un ser hermoso no sólo en apariencia, en aroma, si no también en alma... le daba mucha confianza y la hacía sonreír, porque contagiaba su alegría.

Cuando Viola preguntó por el helado, Marianne negó quitándole importancia al asunto y rió divertida, ofreciéndoselo, haciéndole ver que ella tenía el suyo, bastante empezado pero a finales de cuentas, propio.

- Lo compré para usted, espero le guste la vainilla, porque si no, tendremos que regalárselo a algún niño y comprar otro acorde a sus papilas gustativas - dijo como si fuera una travesura, aunque su mirada estaba llena de curiosidad por saber si ese sabor era del gusto de Viola - con el calor que hace, creo que es más propio que un agua fría. El mantecado se come con más paciencia y el agua, con más rapidez en vista de su estado líquido, pero olvidémonos de eso - le entregó el helado y tomó el suyo, para darle una cucharada y seguir paladeándolo - Soy diseñadora de modas, debo decir que su vestido es soberbio, en cuestión de cortes, colores y los adornos que lo rodean - sonrió - le da a su figura un aire más elegante y sí, sensual. Aunque es la percha quien hace la prenda, en ocasiones he comprobado que personas sin lucir demasiado, brillan con un buen diseño... lo siento - rogó sonrojándose al notar que había monopolizado la conversación - a veces no puedo quedarme callada.

Se dedicó a mirar al frente, en total silencio, disfrutando de la brisa, los niños corriendo, el sol y sus aromas. De vez en vez, comía un poco del helado, esperando a que Viola fuera la que dominara la conversación, a finales de cuentas, sentía que era ella la que debía desahogarse. Aunque rogaba también que tuviera la confianza para contarle sus preocupaciones, lo que era difícil, siendo que no se conocían de nada. Sin embargo, pensaba que en ocasiones, el no saber nada de la otra persona ayudaba a relajarse, al pensar que por ello mismo, no volverían a verse y sus secretos o tribulaciones estarían a salvo. Un arma de doble filo, porque si se volvían a encontrar en un ambiente completamente diferente, eso podía resultar contraproducente.

No se conocían, aunque para ello, existía la confianza en la otra persona, que podía ser ganada o intuida. En el sexto sentido de Marianne, tenía la seguridad de que Viola era una persona cabal, honorable. Sin embargo, ¿Qué pensaría la francesa de ella?


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Mensaje por Viola de Lesseps Jue Sep 22, 2011 11:36 am

Habían actuaciones y actitudes que siempre las valoraba por sobre cualquier cosa que pudiera estar pasando y aquella dama que tan sonriente, con esa energía tan positiva me había sorprendido no tan solo con sus palabras si no por sus actos, no por nada decían que un acto valía mas que mil palabras. No podía quitar la vista de encima de ella, de verdad era como esos seres mágicos como un ángel guardián que te hace sentir aun más fuerte y valioso de lo que uno realmente era. Si aquella dama era un verdadero diamante, era mi ángel, el ángel de la amistad. Acomode de manera sutil mi cabellera a uno de mis costados al tiempo que escuchaba su presentación, Marianne Louvier su apellido a mi parecer era oriundo de Francia pero su acento la delataba, quizás lo mismo ocurría con el mío, mi acento ingles nunca he podido abolirlo pero en realidad era algo que me gustaba poseer como una marca personal.

Madeimoselle Louvier, gracias a usted por su calidez, pocas personas en Paris tienen el don que usted tiene, el de la palabra sonreí de manera cómplice ante ella, realmente así sin conocerla podía decir que era una persona más que agradable, una mujer que como todas quería salir adelante en este mundo tan machista, ya decía yo que aquella dama era un ángel caído del cielo, me sorprendió el hecho que se tomara la atribución de comprarme un helado, mis ojos abiertos de par en par quedaron sorprendidos ante aquel gesto, tome el helado aun antes de probarlo podía sentir ese aroma a la vaina de vainilla ambientar el lugar dando así esa armonía que pocos aromas podían conseguir. – Vainilla es más que perfecto, ya que con su aroma puede ayudar a que la armonía fluya entre dos personas, su sabor suave se mezcla con el helado y el calor dando así la temperatura precisa para que sea el sabor perfecto para una tarde como esta. – probé de aquel helado, realmente a pesar de ser cremoso estaba delicioso en un segundo se hizo agua en mi boca me dedique como lo solía hacer con casi todo a saborear, a dejar que mis sentidos se abrieran por aquel sabor, cerré los ojos como si de manjar mas exquisito se tratase y luego de tener ya el sabor y aroma grabado los volví abrir.

Me sorprendió todo lo que ella dijo en un solo segundo, diseñadora de modas, aquello si me había tomado por sorpresa es más me hacia tenerle más confianza ya que la mayoría de los diseñadores eran varones e incluso el que me había creado esta vestimenta había sido uno, me sentí orgullosa por ser mujer, por tener la gracia de conocer a otro par que al igual que yo teníamos un trabajo o quizás una pasión. Sus palabras siguientes fueron enredadas pero suponía que para ella hablar de cortes y telas era algo normal como me solía ocurrir a mí con los aromas, hierbas y fragancias. Mire mi vestido, era negro ajustado a mi figura con un escote que no mostraba nada que pudiera alborotar a algún transeúnte, pero algo me habían dicho que de alguna forma siempre había que sacar provecho a una buena escultura y aunque yo no era como tal, tenía un estilo propio para vestirme, la mayoría de las veces con colores oscuros, resaltando la palidez de mi rostro y el fuego de mi cabellera. –Madeimoselle, no se disculpe créame que yo también suelo hablar de mas Seguí probando de aquel sabroso helado de vainilla cuando hice ademan para que camináramos por la plaza de alguna forma la brisa al momento de avanzar nos ayudaría para refrescarnos, tan solo deje pasar unos pocos segundos para volver hablar, ella había hecho una muy buena presentación me sentía un poco desfavorecida pero de igual forma lo intentaría – Yo soy Perfumista, me dedico día a día a mezclar fragancias, destilar concentrados, crear nuevas técnicas de conservación para fragancias y hacer que cada uno de mis clientes no se arrepienta de entrar a mi perfumería . – esboce una sonrisa amplia mientras la brisa movía nuestros cabello como si de una danza ancestral se tratara – Mi trabajo como el de usted tienen mucho en común necesitamos, de paciencia, imaginación, intuición y pasión por lo que uno crea y hace – levante mis hombros de manera sutil casi inocente, la quede mirando de manera tierna, como si la conociera de hace muchos años, como si fuéramos amigas de mucho antes. – Creo que ambas tenemos mucho que hablar y doy por hecho no me aburriré con su compañía, desde el momento que me ha hablado hizo que toda la angustia que sentía se fuera a un lugar lejano – aquello era una mezcla entre confesión y complicidad pero me gustaba.

Dígame usted no es de Paris ¿cierto? – yo que conocía a la mayoría de los comerciantes nunca la había visto a ella, ni mucho menos había escuchado su apellido, lo más probable que fuera otra extranjera mas por las cálidas calles de Paris. Donde encontrar a un Parisino era un gran desafío, sonreí para mi ante mis pensamientos y antes de que ella pudiera darme alguna respuesta agregue – Yo vengo de Londres, Inglaterra llevo una año y algunos meses ya radicada en estas hermosas tierras – termine de hablar para no incomodarla, ya que si ese era mi real defecto cuando encontraba alguien con quien hablar no paraba, me gustaba estar en contacto con personas compartir vivencias y formar lazos.


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Mensaje por Marianne Cromwell Dom Oct 02, 2011 2:54 pm

Querida alma gemela espero que me leas,
allí donde quieras que estes lucharé contra el viento y la marea,
yo se que es asi, no espero que me creas,
busco mi otra mitad y no hay duda de que tú lo seas.


El sol iluminaba la tierra, calentándola y dando en algunos momentos mayor bochorno de lo que el cuerpo estaba acostumbrado, por lo que Marianne continuaba con el mantecado, escuchando atenta a Viola, era curioso cómo dos personas con un francés fluido, de acento marcado y diferente, parecían tener tantas cosas en común. Desde un helado, hasta el calor o bien, el no ser netamente nativas de París o de Francia. Al igual, ambas tenían la costumbre de hablar y hablar y no parar, lo cual le ganaba muchos puntos a Viola con Marianne, porque muchas veces tenía que parar, so pena de que alguien la reprendiera por monopolizar las conversaciones, pero vamos, era algo que a ella le fascinaba hacer. Opinar y dar contra opiniones.

Cuando habló de la vainilla, Marianne se quedó pensativa, nunca había meditado al respecto, pero podría ser factible que el aroma ayudara a que dos personas conectaran de una forma mucho más agradable, que ese perfume pudiera perdurar a lo largo del tiempo y cuando lo volviera a oler en esa forma tan intensa, su mente volviera a ese parque, a ese día soleado y le recordara a Viola. Eso sí le había pasado.

- Los perfumes se conservan en la mente, en formas misteriosas, dándole incluso la facultad de apretar las teclas del piano de forma perfecta, para accionar los recuerdos que considerábamos olvidados. Un día, este aroma me traerá hasta este día y la recordaré con mucha ilusión, señorita Viola - le sonrió - no lo había pensado, pero tiene usted, señorita, toda la razón.

Se puso en pie, helado en mano y caminó entre las bancas, los adoquines y las fuentes, entre risas y algarabías, novios que sólo se tomaban la mano, padres pidiendo que no se alejaran los niños, nanas corriendo tras ellos, tantas hermosas experiencias que a veces se opacaban por sentimientos tristes y por otro lado, que brillaban intensamente cuando uno se los permitía. Valores y sentimientos, contraformas encontradas y superpuestas, todas hechas por un creador en lo alto del cielo, como las formas de un rompecabezas, cuyas piezas lentamente va encontrando y encajando, dejando entonces que las personas se encontraran, se hicieran amigas y continuaran adelante entre piezas bien puestas o por el otro lado, reemplazadas por otras que mejor encajaran. Y entonces, la vida se hacía diferente y entonces, uno tenía nuevos amigos y entonces... tantas premisas y pocos los dias para estudiarlas todas.

Pero no se dijera que el Creador no quería a la raza humana, es que le amaba tanto que le daba tanta oportunidades que era cuestión de cada ser humano encontrar cuál de ellos se acoplaba mejor a su vida o quería darle el tiempo de conocerlo y entonces, hacerlo a sí. Dios no era alguien malo, sólo que su baraja era tan inmensa, que uno podía perderse en ella. Debería tener el coraje para saber cuándo estirar la mano y decir: Alto, ésto es mío, yo lo quiero para mí. Y eso mismo era lo que Marianne ahora hacía,

¿Perfumista? Ah, hermoso ángel que bajas a la tierra e iluminas la mente de los mortales. Sonaba tan hermoso, tan femenino, tan... sí, desgastante y competitivo, porque no era fácil crear un aroma único, sabía que eran muchas pruebas de acierto y error y continuar avante. En ocasiones el perfume era delicioso o en otras, tan dulce, que le daba urticaria. Sonrió y le escuchó con detalle, sonriendo orgullosa por ser quien era y Marianne sonrió con ella, asintiendo, seguramente sentía con cada triunfo lo mismo que ella con cada vestido. La satisfacción de ver nacer a una creación y que ésta encante a otra persona, lo justo para decidir hacer otra y otra más y que tenga el mismo destino. Se sentía realizada así.

- Creo que ambas tenemos mucho que hablar y doy por hecho no me aburriré con su compañía, desde el momento que me ha hablado hizo que toda la angustia que sentía se fuera a un lugar lejano.

Sonrió y se sintió a gusto con ella, porque era una mujer que no dudaba en expresar lo que pensaba, sus sentimientos, no era de esas damas que prefería cambiar de tema para evitar hablar sobre algo que la lastimaba, temerosa del qué dirán o del qué pensará de mí. No, Viola era una dama cabal, capaz de enfrentarse a todo lo que la rodeaba sin dudar un poco, aunque como toda mujer, podría tener sus dudas, pero eso era interno, porque por fuera, la perfumista era de armas tomar. Eso le encantaba también, sí, tenía Viola razón, tenían mucho de qué hablar. Quizá por fin su madre recibiera la noticia de que ya tenía una amiga y se alegrara.

- No, soy de Madrid, nací ahí, pero me eduqué en la Nueva España, un lugar muy exótico comparado con la Europa que conocemos, luego regresé a Madrid y estuve una pequeña temporada en Inglaterra - sonrió - aunque mi padre, que es escribano, sí es de París y me contaba de niña las maravillas de su ciudad - suspiró y comió un poco más del mantecado- inglesa, no lo hubiera pensado, su forma tan extrovertida y no se le nota lo que yo llamo el "estiramiento inglés" - se sonrió - no me malinterprete, pero he visto a los soldados fuera de palacio del rey y parecen tan snobs - negó - muy rectos, muy perfectos, como si nada pudiera lastimarles y me pregunto, bien, esa es la fachada, pero la cara real ¿Dónde está? Aunque usted es un magnífico ejemplo de que me equivoco completamente juzgando así a los ingleses, me da mucho gusto conocerla y espero seamos muy buenas amigas. Por mi parte, siento aquí - se tocó el corazón - que he encontrado a mi alma gemela -
lo decía completamente convencida, porque así era como lo sentía, ya no tenía que buscar o pedir una hermana, porque parecía ser que por fin la había encontrado, una pieza más en su rompecabezas que Dios acababa de acoplar. Y era feliz por eso...

Muy feliz...


Soy feliz asi, con estas pequeñas cosas que me unen a ti,
como cada pétalo a su rosa, tu perfume me despierta, pone alerta a mis sentidos.
¿Conocerte fue casualidad? O ¿Causa del destino?
Gracias cada detalle, por pequeño que parezca,
las almas separadas por el cuerpo necesitan estar cerca,
tu aura me da vida, te agarraré la mano si duermes y la dejas caída.


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Mensaje por Viola de Lesseps Lun Oct 10, 2011 5:20 pm

Cada momento en la vida venia en conjunto con un aroma en particular, desde el nacimiento nos veíamos envueltos entre aromas que nos envolvían, que nos hacían volar en nuestro mar llamado imaginación, nos traían recuerdos de momentos vividos de pasados lejanos y de otros no tanto, porque esa era el verdadero significado de un perfume perdurar en el recuerdo de los encuentro donde los aromas afloraban para que los sentimientos salieran a flote, siempre recordaría aquella frase que hasta el cansancio mi padre se encargó de dejarme grabada en mi memoria “El perfume es el recuerdo del alma” sí, claro que si, por que un perfume tenía la capacidad de mostrar el alma misma de la persona que la ocupaba, cuantos clientes me habían dicho que su perfume preferido le hacía sentirse lleno de vida, que cada vez que alguien les halagaba les decía entre palabras que el aroma jamás se olvidaría, cierto muy cierto. Pero aquello solo era una ayuda en esta vida para que las memorias de nuestra vida no pasaran en vano. Como ella había dictado el aroma a vainilla me haría recordar a una mujer que se había atrevido a sacarme del trance de la melancolía que tan solo con un gesto había devuelto mi alma, un helado sabor a vainilla que con su aroma marcaba la armonía de una tarde soleada hecha para ser disfrutada tal cual mantecado había sido creado para ser disfrutado. En paz y en equilibrio me sentía completa al menos por esa tarde donde otra vez la vida me demostraba que los recuerdos eran para ser recordados y no para lamentarse de que hubiera pasado…

Madeimoselle Louvier, claro está que cuando la próxima vez que sienta el aroma a la vainilla me traerá el recuerdo de usted y de una tarde donde la melancolía quedo atrás para dar paso a la vida y sus innumerables juegos. – La vida era un juego donde nosotros éramos los peones que entre bifurcaciones caminábamos en diferentes sentidos, pero cuando dos damas se juntaban no era por el hecho del destino sino más bien porque estaban desde antes a que fuera así tanto en la vida de ella como en la mía estaba pactado que fuéramos amigas, me tacharían de hereje con mi pensamiento pero cada uno escribía en su libro de vida, hoy perfectamente podría estar viajando a Londres, ya pronto se cumple un año más de la partida de mi padre pero había preferido aplazar el viaje unos cuantos días y ahora agradecía que mi decisión fuera así. Esto no era una casualidad era el destino que jugaba con dos damas, de diferentes mundos. - Hablar es nuestra arma, Madeimoselle si no fuera así ninguna de las dos estaríamos compartiendo de este sabroso mantecado reí en complicidad a sus palabras que las podría tomar en ese momento como mías, solo por el hecho que pensaba muy similar a ella. Las personas que me conocían sabían que me gustaba hablar, conmigo silencios incomodos no habían porque el silencio era para los momentos donde uno se encontraba solo, no para momentos donde era preciso compartir. Volví a saborear aquel helado, con gusto y gracia, dedicándome a observar la plaza en sí, un lugar hecho para que tanto parisinos como extranjeros pudieran apreciar la belleza del lugar, donde todos podíamos ser libres a nuestra manera, las sonrisas de los niños, el llanto de otros, los murmullos de personas hacían de aquel lugar un verdadero espectáculo, manteniendo vivo el espíritu de aquel espacio que se nos era ofrecido para disfrutar.

Sus palabras sobre los ingleses me causaron gracias, pero tenía mucha razón en cada una La realeza inglesa es caprichosa y egoísta, quieren que todo sea perfecto, rígido, de una sola línea creo que a veces muy pocas por cierto se fijan por el pueblo que clama por un poco más de atención, viven en un mundo, la fortaleza custodiada por los mas rígidos guardias que jamás darán su brazo a torcer. pensé en mis palabras, pero era lo cierto era mi país, mi tierra pero nada me haría cambiar de opinión aun conociendo de cerca a su propio rey seguiría con el mismo pensamiento – Pero los ingleses no todos somos así, muchos de nosotros son como yo – me atreví a decir con una perfecta sonrisa en mi rostro sintiendo el orgullo de ser lo que era y por alcanzar mis metas sin la ayuda de la realeza – Pero bueno siempre podemos ser amigas y claramente las mejores compartimos más de un ideal y eso lo respeto y respetare siempre la quede mirando, si ella tenía razón, en todo este momento había pensado lo mismo ella tenía razón y claramente seguiría pensando lo mismo, aun cuando entre pensamiento lo repita para mí era un halaga interior para ella.

Nuestras almas se habían conectado aun antes de que nos conociéramos, aun antes de que ella me hablara ya habíamos hecho ese pacto para ser dos mujeres guiadas por las palabras que no se llevaría el viento si no que perduraría por la historia, o tanto como nuestra mente nos permitiera, en mi caso sería por siempre. Sonreí agradecida con su última frase me atreví a detenerme y a mirarle a los ojos, con esa mirada sincera buscando nada más que una compañía un amiga – Nuestras almas se han conectado y han firmado un pacto una amistad que nada di nadie podrá derribar porque un amigo era la familia que uno había elegido y entre las dos nos habíamos encontrado. Dos amigas, dos flores en un jardín donde la discordia crece día a día Marianne – me atreví a llamarla por su nombre Hagamos que nuestro comienzo – porque estábamos comenzando una nueva vida, una nueva amistad – sea el mejor, yo te ofrezco mi confianza, mi hombro cuando quieras llorar, mis palabras cuando necesites un consejo, mi mano para ayudarte a levantar, porque tú me has demostrado que aun en estos tiempos puede crecer una pura amistad o mejor dicho una hermandad – ya parecía un discurso de alguien de la realeza pero no era cierto, era de una mujer que cuando lo perdió todo había encontrado que la vida aún seguía que aun existían personas puras con las cuales poder compartir, secretos, curiosidades o simplemente un helado, porque la amistad era de a dos y no de uno. Alce mi cono de helado como si fuera una copa de algún vino exótico – por la amistad – dije de manera divertida sonriendo como una niña pequeña.


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Mensaje por Marianne Cromwell Sáb Oct 22, 2011 12:53 pm

La amistad es algo que atraviesa el alma,
Es un sentimiento que no se te va
No te digo cómo, pero ocurre justo
Cuando dos personas van volando juntas
Suben a lo alto sobre la otra gente,
Como dando un salto en la inmensidad
Y no habrá distancia
No la habrá

Ni desconfianza, si te quedas en mi corazón,
Ya siempre



El cielo está abierto y los ángeles bajan para acompañar a los humanos que viven tantas experiencias negadas a los primeros, por órdenes del Todopoderoso. Ángeles de la Guarda, les dicen. Sin embargo, cuando dos de ellos ya se conocen, normalmente guían a sus protegidos hacia el otro ser celestial, para que sus propios humanos se conviertan en una extensión de esa amistad que tanta dicha les da a los alados. Cuidan así de sus pequeños y al mismo tiempo, disfrutan en la compañía del otro, sin estar extrañando tanto las beatitudes del paraíso.

Les aconsejan a sus humanos, les cuchichean al oído, les permean los pensamientos más prudentes para que sientan que se conocen de toda la vida, que debieron estar juntos desde antes, pero lo que no saben, es que entre ambos ángeles, están intercambiando secretos, detalles, pequeños aspectos que pueden utilizarse para que un humano se sienta a gusto con el otro.

¿Manipulación? Esa es una fea palabra para un ángel, pero qué mejor que ¿Colaboración? Sí, esa es una mejor idea de lo que hacen. Ayudan, fomentan, apoyan para que ambos humanos se queden juntos y los seres celestiales no vuelvan a sentirse solos. De vez en cuando los humanos se pelean, pero qué es eso comparado con los buenos momentos que pasan juntos. Sin embargo, cuando el disgusto perdura, uno de los ángeles mueve el corazón de su protegido para que se limen las asperezas. Cuando ésto no es posible, ambos seres alados bajan la cabeza y al menos se dicen el uno al otro, antes de separarse definitivamente, que el tiempo pasado junto al otro...

Fue bueno...

Sin embargo, ahora mismo, el ángel de la guarda de Marianne cuchicheaba tantas palabras, que la jovencita sonreía y asentía con vigor ante las de Viola sonriéndole mientras el felino de su inconciencia daba saltos de felicidad por encontrar alguien tan parecido a ella, seguramente tendría aspectos que diferirían del carácter de la española, pero eso no era algo que la preocupara. Sus frases taladraban el corazón de la jovencita haciéndose la inglesa un lugar en la Casa Louvier del corazón de la española, creando su propio aparador y colocando ahí un vestido que decía simplemente: "Viola".

- Las palabras reflejan los sentidos y los sentimientos de cada persona, me decía mi padre - sonrió al recordarlo - son las que dan forma a las relaciones, las que permiten en todo momento que las personas se unan y creen nuevas y mejores alianzas. Sin la palabra, todo cae en desuso y los malentendidos se elevan desintegrando todo a su alrededor, pero también me decía - le miró - que las palabras son un doble filo, porque pueden ayudar como perjudicar. Sin embargo, yo las usaré para pedirle que sea mi amiga, que este mantecado sea justamente el inicio de una gran amistad, donde ambas no sólo nos consideremos dos seres unidos por las circunstancias, si no llegar a entendernos como hermanas, no de sangre, pero sí en nuestras almas.

Volvió al mantecado y miró al cielo disfrutando de los rayos del sol, elevando el rostro hacia él suspirando y dejando que el viento agitara los inquietos cabellos que no se habían querido someter a su peinado, sonreía y sentía cómo todo a su alrededor se hacía muy plácido, con esa simple ventisca, podía soportar el sol, porque tenía una magnífica compañía, un mantecado y el viento. No podía pedir nada más agradable que todo eso.

- La realeza inglesa es exactamente eso, muy ufanos, muy egocentristas y con el ego demasiado inflado - hizo un mofletito divertido y caprichoso - de acuerdo estoy con usted en que debieran ver más afuera que dentro, nunca en el tiempo que estuve en Inglaterra supe que ayudaran realmente a alguien, la burocracia se ha instaurado para hacer los trámites o los pedimentos más lentos y complicados. Donde una persona no sabe a quién dirigirse o la forma de hacerlo, los burócratas aprovechan para aplastarlo y obligarlo a regresar. Nadie ve eso y nadie quiere ayudar en ello.

Sacudió la cabeza de una forma casi imperceptible y hasta con cierto estilo, con los ojos cerrados y los labios bien apretados, en su señal inequívoca de su total desacuerdo con ello. Abrió los ojos y volteó a verla, para sonreírle con cierto alivio y esperanza, con la misma franqueza en que ella lo hacía. Asintió con ahínco al resto de la conversación, porque lo compartía todo, no había una sola palabra que Viola dijera que estuviera en contra de los ideales, pensamientos y sentimientos de Marianne.

Era como si Dios en su sabiduría, hubiera hecho dos moldes casi iguales en esencia, pero en su inteligencia, los hubiera cambiado en los demás aspectos, para dejarlas en el mundo y esperar a que se encontraran, disfrutando entonces, ahora, en ese momento, viéndolas, sonriendo con ese sentimiento paternal de quien las ve crecer y unirse. Aplaudiendo para continuar con sus demás labores, sin olvidarse de vez en vez, en voltear hacia el tazón donde estaban los humanos y verlas de nuevo.

Las últimas palabras de Viola, caen en el corazón de Marianne, que las guarda como adornos en el vestido con el nombre de la inglesa que ya había tomado su lugar en el aparador de ese órgano tan sentimental de la española, asiente con vigor y mucho orgullo y determinación. Su sonrisa se explaya, se hace enorme y la hace sentir maravillosamente bien, porque su gato mental está dando saltos de un lado a otro, ronroneando y jugueteando, completamente de acuerdo con lo que está pasando. Y su ángel de la guarda, la arropa entre sus alas dándole unas palmaditas en la espalda para que acepte, como una madre incita a su hijo a ir hacia un lugar donde le hará bien.

- Que sea - alza su helado - que esta amistad que hoy se crea entre tantas adversidades y buenaesperanza, sea lo que nos una hoy y siempre, puesto que hoy no consigo una amiga, si no una hermana, la que siempre anhelé y esperé impaciente. Hoy, mi corazón late emocionado y... - se muerde el labio inferior - y... y qué va - la abraza fuertemente olvidándose del protocolo - Viola yo no soy de helados o de brindis, yo siento las cosas y las demuestro como tales, soy española y francesa, no dudo en decirte que soy muy feliz, gracias por ser mi amiga - la separa y besa ambas mejillas de la inglesa con ojos brillantes por incluso, una lagrimita - gracias - y la vuelve a abrazar firmemente.


Porque en cada sitio que estés,
Porque en cada sitio que esté,
En las cosas que vives, yo también viviré
Porque en cada sitio que estés,
Nos encontraremos unidas
Una en brazos de la otra, es el destino





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Mensaje por Viola de Lesseps Mar Nov 08, 2011 7:15 pm

Los ingleses, sonaba demasiado tajante, demasiado frio y generalizado pero ¿A caso no éramos así? Podía pensarlo dos veces o quizás tres mientras las palabras de la joven Louvier las escuchaba con mucha atención, lentamente mi cabeza comenzó atar cabos sueltos sobre mi propio país. Si me preguntaran como eran los ingleses comenzaría diciendo que son unas personas que ocultan todo, viven de los misterios y se llenan de murmullos, que también son egoístas y llevados de sus ideas, que cuando se les mete algo en la cabeza no hay nadie ni nada que los haga pensar lo contrario. Que en la intimidad suelen ser discretos, ocultan la verdadera pasión, no son de demostrar cariño en frente de los demás… Podría seguir dando calificativos como eran los provincianos de aquellas tierras que parecían lejanas, pero todo lo que decía era una burda mentira, cada ingles tenía un poco de todo aquello, pero habíamos muchos que necesitábamos de las muestras de cariños, de un abrazo, de un beso, de una cálida sonrisa. Sonreí no iba en mi hablar de la realeza sabia de los prejuicios existentes hacia aquella clase y en realidad, el tiempo se había encargado a que me hiciera la idea sobre ellos, frívolos, sin corazón que solo velan por sus riquezas… y como alguna vez oí decir a mi padre el rico siempre se hará más rico y el pobre más pobre, temía creer que fuera cierto pero… así era. – Dejemos a los burócratas con sus asuntos políticos… y nosotras preocupémonos de vivir lo que se nos permite sonreí ampliamente, disfrutando de lo poco que quedaba de mi mantecado, saboreando aquel sabor que poco a poco tejía un recuerdo en mi memoria.

La amistad es el primer paso para comenzar una nueva vida – sonreí y justo cuando iba a decir otra palabra el abrazo por parte de ella me tomo por gran sorpresa no pude más que devolverle con la misma energía sintiendo esa calidez que muy pocas veces había sentido con muchos abrazos sin sentimientos, pero este… demostraba la grandeza que había en el interior de aquella bella dama Realmente aunque discuta y debata… a los ingleses nos hace falta el calor en nuestros sentimientos somos fríos pero yo intento ser una persona cálida… en un país donde todo parece caerse a pedazos – no sabía por qué había dicho aquello pero en realidad a veces sentía que era un tempano de hielo ¿sería del todo cierto?, no quería pensar en aquello, no quería al menos no ese día, el sol nos abrigaba, la risa de los niños alegrando la plaza, la sonrisa de aquella que sería mi amiga, una joya de esas que no se encuentra en ningún lado y yo tenía la gracia de haberla encontrado en una plaza.

La dicha, la gloria, la plenitud y me atrevía a decir que la paz había llegado a mi vida con tan solo la calidez de la sonrisa de aquella mujer – Marianne, si te dijera que tú has derretido una de las capas que había puesto en esta sociedad ¿Me creerías? se alejó de mí y pude ver aquella lagrima que brotaba de sus ojos y sintiendo la misma emoción que ella marque un puchero notorio en mi rostro, no pude contenerme y estar echándola entre mis brazos le di un abrazo – gracias a ti, por fijar tu atención en una mujer que solo buscaba el consuelo en palabras antiguas, en recuerdos que solo traen a mi memoria un pasado diferente, ahora que por fin he encontrado a una amiga una de verdad… espero no perderte palabras leales pronuncie con delicadeza alejándome de ella sonriéndole de forma suave sincera, aquella mujer se había ganado un espacio en mi corazón, en mi vida y me seguía sorprendiendo con cada acto que hacía.

Pero bueno, esto tenemos que celebrarlo no nos podemos quedar aquí lloriqueando – la tome del brazo como si nos conociéramos de una eternidad, como si fuéramos amigas de infancia, lo más probable que hacíamos el cuadro perfecto, dos amigas que se reencontraban después de un largo tiempo sin ser vistas y aunque una parte era real nunca antes nos habíamos visto pero solo faltaba un segundo para que todo cambiara, las invitaciones estaban hechas, no me alejaría de aquella mujer que me había demostrado con creces que tenía un corazón puro.


Off: Mil disculpas por mi horrenda respuesta... a medio camino me quede sin ideas, prometo compensarte con mi próxima respuesta Smile


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Mensaje por Marianne Cromwell Dom Feb 26, 2012 11:58 am

La vida te reserva siempre las mejores oportunidades
sólo es cuestión de atraparlas antes de que se escapen.


Viola era en muchos aspectos lo que siempre había soñado de una amiga: elegante, alegre, discreta, con clase y divertida. Podía reirse de su misma vida, de sus experiencias pasadas y mirar al frente. Eso le gustaba, porque significaba que tenía la fuerza para ser optimista y reír y avanzar. Que no se caía tan fácilmente y eso era una gran virtud a los ojos de la española. Su abrazo era tan cálido, tal dulcemente agradable, que decía mucho sobre su corazón, cortándole la respiración a la misma joven, quemándole el alma en sensaciones y sentimientos tan agradables, que le hacían explotar en miles de luces cada una más brillante que la otra. No había buscado una amiga así cuando salió esta mañana, pero se alegraba muchísimo tenerla consigo, reír, compartir un mantecado, un abrazo.

Era tan maravilloso, tan increíblemente bueno, que daba las gracias al cielo y a todos los ángeles, pero era el momento de dejar atrás todas las filosofías y tomar la mano de Viola y ver al frente, cuántas aventuras no tendrían, era imposible decirlo, pero algo era seguro, podrían salir adelante si la otra le apoyaba sin dudarlo, con todo el peso de su entusiasmo. Nada las detendría, se unían con un deseo tan fuerte que era imposible se rompiera de no ser que alguna de ambas decidiera hacerlo, mientras tanto la relación s fructificaría como dos retoños se transforman en grandes árboles unidos en sus ramas o bien, entrelazados en sus troncos pareciendo a lo lejos uno.

- No tienes que agradecer - le quitó importancia a esas palabras - las amigas están para la que la necesita, para ofrecer un hombro en el cual llorar, para reír cuando la otra es feliz, para apoyar en momentos difíciles y estar siempre ahí para disfrutar simplemente de los rayos del sol - creía en ello con fiereza aunque pocas amigas si no es que ninguna había tenido, ansiaba alguien que fuera así para ella, por lo que lo ofrecía a manos llenas bien segura de lo que sentía y pensaba, de que estaba convencida de que no habría nadie que fuera tan incondicional como ella. Aunque era cierto que las circunstancias cambiaban en el transcurso del tiempo, Marianne sabía y conocía, lo que quería. Ahora mismo era mantener una amistad con esta joven, verla como una igual y no como una tutora o pupila. Eso necesitaba, eso anhelaba y si ella se lo ofrecía, lo aceptaba y actuaba en consecuencia.

Caminó con ella unos pasos, sin dirección aparente, pero aún en el parque platicando de banalidades, era tan fácil hablar con ella contarle sobre lo que le preocupaba del día o bien, de las flores que adornaban el lugar. Era una mujer inteligente, con criterio, con una experiencia que a Marianne a veces le faltaba, pero que compensaba con entusiasmo y risas y muchas ideas frescas. Tenía una magnífica cabeza para todo lo que era la moda, las costuras, el dibujo, los diseños y lo hizo más latente al mirar la ropa de una joven y decirle a Viola todo lo que le cambiaría y lo que no haría en ese vestido. Creando una imagen tal, que podía verse ante los ojos de la inglesa, de tan detallado que lo tenía en la mente la española.

Fue cuando ella se quedó en silencio, llamando la atención de su compañera, miró un tanto hacia atrás, pero negó caminando de nuevo platicándole sobre los accesorios que pondría al vestido, tres minutos después, volvió a mirar sobre su hombro para hacer una leve mueca buscando con la mirada a Juan, sin encontrarlo. Eso le preocupó peor, pero sabía que decirlo era mejor a que tuvieran una sorpresa, así que susurró bajito.

- Viola, no te asustes, disimula, pero dos hombres nos vienen siguiendo desde hace un rato, no me agrada cómo se ven, uno tiene las manos dentro de los pantalones y el otro en la casaca, como si tuvieran o sostuvieran algo, la forma se ve disimulada por las prendas, pero estoy segura de que no nos gustará que nos alcancen. ¿Entramos a algún comercio para ver si se van o qué propones? Yo no veo por ningún lado al hombre que me cuida y eso me pone más nerviosa.

Entre las dos llegarían a una buena opción, ambas eran inteligentes y aunque mujeres, no significaba que no supieran defenderse o buscar los medios para ello. Si eran asaltantes pues meterse en el comercio y pedirle a alguien que las acompañara a uno de sus carruajes, porque suponía que Viola tenía uno, era una opción. Si no, con que llamaran a la policía, tendrían más que suficiente para que esos sujetos se alejaran. Eso esperaba, claro.



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Mensaje por Viola de Lesseps Lun Mar 12, 2012 1:17 pm

Habían momentos en los que uno como mujer podía ser la flor más frágil del jardín pero lo contrario habían momentos que podíamos ser las espinas del rosal, esos momentos eran los que delineaban como uno era en realidad, no hacía falta que nos mirasen como dos mujeres mas, nuestras almas eran las que destacaba en ese momento ¿a caso el mundo no podía ponerse a nuestros pies? Sonreí mientras mis pensamientos se iban de un lugar a otro. ¿A caso esto podía ser posible? En realidad y aunque todos los que estuvieran aquí sabían que cuando dos damas se juntaban era por una razón, los cosmos y las estrellas nos habían llevado a que este encuentro fuera como lo estaba siendo hasta ahora. No era que yo tuviera un centenar de amigas, pues en Paris eran contadas con los dedos, por el contrario en Londres ahí si tenía una vida que se había desmoronado hacia ya casi dos años. Suspire no quería recordar aquello, estaba con Marianne y aquella chica sí que tenía esa chispa que te hace querer conocer mas allá de lo que su cabeza dice, por que las damas somos así un laberinto que ni nosotras mismas sabemos descifrar.

La amistad es tan misteriosa que aun sabiendo que siempre estaremos para la otra llega el momento que no podamos estar en carne, pero… - siempre tenía un pero y no me quedaría callada por más que mi cabeza me limitara a veces a serlo – Cuando estés en España te hare llegar cartas contándome mi vida, de mis amores y desamores termine aquella última frase con una enorme sonrisa, en ese momento me acorde de Tay, uno de mis mejores amigos, no nos veíamos hacía varios años pero seguíamos en contacto mediante cartas casi mensuales. Sentí como mi propia alma se puso feliz por recordar a mi querido amigo, solté un suspiro y seguí mi caminar junto a la dama de cabellos color dorado, que radiante con su belleza hacia que mi alma estuviera en un estado anímico pausado, neutral sintiendo lo que me rodeaba y lo que no.

Entre risas, conversaciones, risas de nosotras mismas, el tiempo se había hecho corto y largo a la vez, no sé en qué momento todo pareció detenerse o seria que algo mas allá de nosotras mismas era lo que estaba sucediendo en sí, escuche con un grado de atención elevado cada palabra que salió de los labios de mi amiga, no sentí nervios o mejor dicho no sentí miedo, y moviendo mi cabellera con el viento note a los tipos que ella había descrito, sin opacar la luz que iluminaba mi rostro, mi sonrisa aun se hizo más amplia cuando seguimos con nuestro caminar. Estábamos a unas cuadras de la Perfumería así que ese lugar no era una opción, mis ojos se movieron con tal lentitud que pude ver como un niño pequeño tropezaba y caía metros mas allá a la cual acudía su madre desesperada por qué había ocurrido. Marianne, la mejor opción es acudir a un lugar donde existan más personas – mire con determinación frente a nosotras unos metros y cruzando la calle se encontraba uno de los más famosos cafés en la ciudad, con total confianza le tome del brazo y apresurando mi paso – ¿Quieres tomar café? le guiñe el ojo mientras mis palabras eran silenciadas por mi pensamiento. Acercándome lo suficiente a ella susurre Los de aquel lugar me conocen, paso cada tarde a tomar un café ahí – de repente sentí esa extraña sensación de que todo parece mas difícil de lo que se ve, y sentí como mi brazo libre era tomado con gran fuerzas y mi cuerpo fue movido como si fuera una pluma en el aire. El tipo que andaba con las manos en el bolsillo me había abordado y el de la chamarra a mi amiga, supuse que ambas quedamos de espaldas, las salidas parecían nulas y escuche su voz, con un acento asqueroso y un hedor que espantaría a cualquiera – mmmh dos perras sueltas las palabras fueron directamente asquerosas, mi ceño se frunció el no tenía el derecho de tratarnos así, abrí mi boca para pronunciar frase alguna y acto seguido su mano se poso en mis labios shhh, Si habla… la matare aquí mismo – susurro en mis oído y con una de mis manos busque la mano de Marianne, necesitaba saber que estaba cerca, todo en ese momento se nublo solo podía ver aquel hombre de aspecto desganado, que me miraba de forma pervertida. Ma… Marianne – dije tartamudeando para saber que ella estaba conmigo… el reloj de la plaza marco la hora exalta y con un estruendo sentí como cada partícula de mi cuerpo tembló, con cuidado y sin perder de vista al tipejo este comenzó a moverme, entre amenazas solo permanecí en silencio una daga me apuntaba poco más arriba del ombligo al igual que Marianne.

Las personas nos seguían mirando con la mismas sonrisas, nadie sabía nada, nadie entendía que era lo que pasaba un grito de ayuda y de seguro saltarían alguien, pero las amenazas y las palabras obscenas aumentaban, solo yo podía escucharlas, en ningún momento solté la mano de Marianne y de vez en cuando le miraba de reojo mientras éramos llevada a un callejón cerca de ahí…


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Mensaje por Marianne Cromwell Dom Abr 15, 2012 9:51 am

El cielo puede oscurecerse de pronto,
mantente conmigo, yo cuidaré de tí.

La tarde se mostraba llena de expectativas nuevas que podrían disfrutar la una al lado de la otra, Marianne misma sabía que tenían tantas vertientes que quizá no se pudiera decidir por alguna más que seguir caminando y conociendo a esta mujer que tan rápido se instalara en su corazón y su vida. Sus pasos acompasados, las palabras vertidas, todo tenía un significado muy personal que ella atesoraría por el resto de su vida porque en este momento exacto obtenía no sólo una amiga, si no una hermana y eso le daba una gran felicidad. Como Viola misma decía, no importaba si los cuerpos no estaban presentes, las palabras en forma de letras o incluso de notas musicales como alguna vez la española mandara a un francés, podrían suplir esas ausencias entregando la calma y la felicidad que ahora mismo sentía sólo por desplazarse por el lugar del brazo de la inglesa.

Aunque como es la vida misma, un sinfín de claroscuros, no podría tener un día tan luminoso sin que se oscureciera de la misma manera. Marianne estaba inquieta por los sujetos que las seguían y no sólo eso, si no porque se preguntaba dónde estaría Juan, su protector normalmente siempre estaba a la vista, ¿Le habrían hecho daño? De verdad que esperaba que no, lo conocía desde que era una niña y pensar en que algo le hubiera acontecido la ponía mucho más nerviosa. Marianne era una joven acostumbrada a proteger y cuidar a todos los que amaba. Juan era una persona, Viola otra que iba haciéndose su espacio con rapidez no importando si la acababa de conocer ahora, para la española ya era parte determinante de su existencia.

Se lamió los labios y apretó el paso con Viola para llegar a donde el localito de café, rogando porque primero fueran sus figuras las que atravesaran el umbral que estos hombres las alcanzaran a ellas. La plegaria no obtuvo el resultado deseado puesto que Marianne sintió cómo jalaban a Viola del brazo, intentó expresar su descontento en un grito, cuando a ella misma le giraron el rostro con modales violentos para ver ante sí a uno de los hombres que las perseguían. Sintió miedo, pero no por ella si no por la propia inglesa. Un hueco en el estómago se hacía más grande conforme los segundos pasaban y escuchaba no sólo al sujeto que encaraba a su amiga, si no que veía cómo el otro sonreía con esa maldad en los ojos reflejada. No eran buenos hombres, porque en ocasiones los hay que roban por la necesidad de llevarse un pan a la boca. No, éstos eran de los que disfrutaban hacerle daño a las personas. Mucho más peligrosos de por sí.

Viola le estrechó la mano y por la presión, Marianne supo que pensaba lo mismo. El miedo era un catalizador fuerte para realizar cualquier actividad, pero la española aún dudaba entre hacer algo o no. Si fuera por ella misma, de inmediato habría gritado y que todo el mundo se enterara, pero el tartamudeo de Viola aunado al cambio de presión en su mano la hicieron consciente de que no sólo la rubia experimentaba la misma sensación de aprensión al ver la daga que posicionaban en el punto donde se ubicaba su hígado. Dispuestos a todo pues, los que querían de ellas... ¿Qué? El tufo a alcohol barato y a mugre podía olerse a kilómetros de distancia, el desarreglo de su persona, los dientes amarillentos cuando mostraba esa sonrisa sórdida, sin sentimientos humanos, un hombre perdido en la inmundicia eso era. No había forma de que se rescatara algo bueno de él, Marianne estaba segura.

Lento, empezaron a orillarlas hacia el callejón y Marianne decidió que no quería ir. Si en público eran capaces de eso, ¿Qué no harían protegidos en la oscuridad? Apretó firme la mano de Viola y las palabras obscenas que les prodigaran la hacían sentir indignada, sucia, fúrica. Alzó la barbilla con cierta determinación brillándole los ojos de total rebeldía. No, no iba a dar un paso más. El valiente vive hasta que el cobarde quiere, recordó que su nana Tomasa le decía. Y de que ellos llevaban mucho tiempo haciendo daño no tenía la menor duda, pero no con ella. No con Viola. Apretó los dientecitos y sus ojos se fijaron en los de ese cobarde con firmeza, una mirada que él no aguantó y que ella aprovechó. No tenía la fuerza al final, sólo era mero teatro porque en el fondo eran tan indefensos como Viola y ella.

- No, no caminaremos un paso más. Y quiero ver que nos hagan daño aquí, en este lugar público - dijo con firmeza, transmitiéndole el poco valor que tenía a su amiga por medio de un apretón de mano que lo único que buscaba era serenarla y hacerla consciente de que estaban en un lugar donde cualquiera podría acudir a ellas - No son tan valientes como para arriesgarse a llamar a toda la comunidad con sus acciones, porque tengan por seguro que gritaré tan fuerte que me oirán en la Torre Eiffel, en Notredame y todos sabrán que ustedes nos quieren hacer daño. No, basta. No haremos lo que quieren, no les daremos el gusto. Viola, díselo, mírale al rostro y díselo. No temas, estamos seguras aquí, ellos no tienen escapatoria en caso de que usen sus dagas. Serán apresados y llevados ante la autoridad y créanme cuando les digo que haré hasta lo imposible porque no salgan de ahí. Anda Viola, díselo también - el apretón intercambiado fue mucho más firme esta vez. Su amiga le daba a la española la fuerza, la fiereza para salir avante. Estaban juntas, sólo era un bache. Podían salir de ello.


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