Un brujo muy malvado al acecho (Privado)

por **Leonid Dobrev** Miér Jul 17, 2013 8:43 pm

Su cuerpo se balanceaba entre la muchedumbre, esquivando los charcos creados por el agua que los propios tenderos, lanzaban sobre sus verduras. Hizo una mueca de asco con sus labios, ocultándola con rapidez. Nunca dejaba que los demás descubrieran su verdadera esencia. Lo más evidente, sería que deseaba ocultar su propia naturaleza cambia forma. Pero lo cierto era, que ella sólo quería ocultar que era más pura e inocente de lo que era conveniente. Aunque por supuesto, para llegar a esa conclusión, primero debías retirar las capas de; desconfianza, orgullo y altivez. No tenía muchos amigos, para ser honesta, sólo dos. A uno le confiaría su vida, aunque era un calavera y un asesino, y al segundo.... bueno, habría de ser de piedra para odiar a Mel. Era la única vampiresa a la que no deseaba morder, o siendo honesta, desgarrar en canal.

Rió con desenvoltura, capturando algunas miradas de interés entre los varones que la rodeaban. Como siempre, se dedicó a analizar las semillas y plantas que se vendían en uno de los puestos. El hijo del tendero, siempre le guardaba las mejores flores para ella. Incluso en alguna ocasión, se atrevía a escribirle una misiva para que fuese a buscar dichas flores. Si no fuera tan mayor, podría fingir que no sabía las intenciones que tenía tras esos movimientos atentos. Aunque tenía suerte, ni ella mencionaba que sabía que él deseaba ser su pretendiente, ni él avanzaba e intentaba cortejarla. Ambos sabían qué lugar de la sociedad guardaban, y aunque ella se lo permitiese, cosa que no iba a hacer, sus padres y los demás miembros de la sociedad, le iban a recordar de por vida su error. Era mejor dejarle vivir su fantasía en silencio, mientras durase, ella obtendría sus flores tranquilamente. Pero si algún día su trato cambiaba, sólo haría lo de siempre, cambiar de mercado y tendero. Él jamás volvería a verla, ni mucho menos escuchar de ella.

Cuando el joven en cuestión la divisó, le dedicó una sonrisa abierta, con unos brillantes ojos verdes. A pesar de su posición, ella debía admitir que era apuesto. Aunque inconveniente. Suspiró mientras le dedicaba una sonrisa tímida, acorde a la muchacha de veinticinco años de alta clase que era. Caminó hacia él, manteniendo su mirada durante unos segundos, antes de desviarla hacia las flores que tenía entre sus manos. Estaba tan feliz, cuando la fragancia de los jazmines llegaron a ella, que cuando su espalda se estremeció con una advertencia de peligro, todo su cuerpo se tensó. Sin evitarlo, sus ojos volvieron a los verdes del muchacho, haciendo que perdiera su sonrisa y la mirase con preocupación. Se dio la vuelta con cuidado, mirando a su alrededor, pero sólo podía ver personas en movimiento, hablando entre los tenderos, o con conversaciones propias mientras paseaba. Aunque sus ojos no podían mostrar nada extraño, ella sabía que había algo peligroso cerca. Algo había levantado a la bestia que guardaba dentro, y ahora, su pantera arañaba sus intestinos, intentando advertirle que huyera. ¿ Qué ocurre?. ¿La habían descubierto?.

por **Benjamin D'Chagny** Miér Jul 31, 2013 9:01 am

Había estado vigilando a Arabella Ferreira hace ya apróximadamente un mes. He intentado recolectar toda la información que pude de ella, pero todo su rastro implicada en su linaje estaba destruida, literalmente. Aparentemente, solo quedaba ella de la familia puesto que el resto han sido eliminados por la mano, probablemente, de inquisidores y cazadores. Eso me daba puntos a favor puesto que podía utilizar todo ello a mi favor. Encontraría alguna manera de chantajearla o algo por el estilo.
Hoy la joven Ferreira había decidido pasear por el mercado, que mejor lugar que aquel para acercarme a ella. Tenía que ser cuidadoso, llamar la atención era lo último que podía hacer cosa que también iba con ella. Era una cambiante, debía ser discreta de seguro que por aquí pululaba más de un cazador o incluso inquisidor.
Al parecer la joven había advertido mi persistente mirada. Aquella sería mi oportunidad, debía actuar ahora o quizás no tendría otra oportunidad mejor. Paseaba por aquel mercado casi cada día y siempre pasaba por el tendero de flores, donde yo siempre la esperaba. No hacia falta ser adivino para descubrir que la jove adoraba las flores y el tendedero la adoraba a ella. Era una curiosa imagen, pero debía admitir que la joven Ferreira era hermosa y bastante exótica para París. Me preguntaba si el hombre sentía por ella amor o simple curiosidad.
La joven me buscaba, buscaba mi mirada y mi presencia, pero no la encontraría. Estaba alerta, de seguro que lo estaba. A pesar que intentaba ocultarlo, no podía ocultarlo de mi puesto que yo mismo era el causante de su preocupación. Los instintos felinos eran los más intensos y los que detectaban más rápido el peligro. Sin embargo me veía capaz de engañar su instinto.
Me acerqué a la joven. El hombre parecía preocupado, al parecer había notado la preocupación de la joven, eso podría jugar a mi favor incluso. No le presté atención a Ferreira y me dirigí al hombre.

-Disculpe, ¿tiene rosas frescas? - Pregunté amablemente con semblante tranquilo e incluso amistoso. Si no fuera porque los famosos estan en boca de todos y todos conocen su cara, podría ser un actor digno de alabanzas - Necesitaría unas blancas. Es para un regalo.

Esbocé una sonrisa para que el hombre se diera prisa y después dirigí mi mirada a la joven que aún sujetaba los jazmines. La observé con curiosidad.

-¿Jazmines? - Le pregunté a la joven Ferreira - Son de mis flores favoritas ¿Conoce la simbología de las flores? Los jazmines simbolizan muchas cosas, pero entre ellas cariño. Se lo ha regalado alguien que la quiere sin duda - Dije todo inocencia - ¿o quizás sera vos quien regale las flores?

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