Una promesa, un reencuentro ♥ Shoko A.

El frío seguía azorando todo París, con pronosticos de que nunca dejaría de titubear el lugar hasta que el sol se colocase en los más alto de la primavera -la estación que más añoraba- y calmase el clima. Mientras tanto, los que mejor tenían solucionada la vida eran los supervivientes en este clima... mientras tanto, otras familias de barrio pobre y algunas de barrio medio tenían que luchar por su supervivencia y por mantener adelante su vida y la de sus hijos.
Pensar aquello mientras caminaba por esas calles del barrio medio hacía que me estremeciese del dolor, observando como esas familias compraban en aquel mercado tan abarrotado que parecíamos una procesión llevando a los santos. Así era el mercado y, la verdad, es que me gustaba poder sentirme libre entre la burguesía y dejar tanta realeza a parte. Yo era una persona, no era como una muñeca con una corona todo el rato que pusiese mi título como barón, pero, al parecer... así es como me miraba la gente del mercado a cada paso que daba, observando los mercadillos de los dos laterales e intentando buscar alguno de herbatología o medicina. Me sentía demasiado observado, demasido mal por no poder decir nada, pero, aun así, seguí con mi paseo por el mercadillo, observando como los niños se morían de frío mientras sus padres intentaban darles refugio bajo ellos.

Una hora después el frío seguía dando con fuerza y yo ya llevaba mucha compra de todos y cada uno de los puestos, pues quería darles algo a cambio, un dinero que pudiesen gastar para sus hijos.  Me sentía mejor pues tantos francos en mi bolsillo no daban la felicidad y tal y como decía mi abuelo: "Tu felicidad debe de depender de las sonrisas que las personas te dibujen, no por el dinero que tu mantengas".
Sonreí levemente y me despedí de la ultima tienda, dispuesto a volver a casa donde Lancelot se encontraba presente mientras trabajaba con las demás sirvientas. A pesar de que aun era de día, no quería encontrarme con nadie y no es que tuviese un humor demasiado animado y estuviese tan bien desde el momento en el que me separé de su lado, de nuevo. ¿Por qué todo el mundo siempre se iba de mi lado? Era lo que siempre me preguntaba... y nadie me daba respuesta.
Di un leve suspiro, agarrando el maletín donde llevaba toda la compra que después almacenaría en la alacena y daría a las familias que más lo necesitasen, antes de que se echasen a perder estos alimentos. Mi mente se centraba en ruidos como los pasos de la gentem, su murmullo o el frío que hacía resonar en los callejones o en los árboles. Estaba como ido, queriendo llegar a mi casa y que la noche arrebatase la luz, pudiendo al fin volver a mi cama a volver a reflexionar por todo lo que pasó entre nosotros dos... hasta que un grito me arrebató de mis pensamientos.

- ¿Es qué siempre me voy a estar centrando en los gritos?-Comenté para mi en un tono humorístico, pero reaccioné.

Andé con paso rápido hacía más adelante donde me encontré una escena que, realmente, no me esperé. Pensé que sería alguien atacando a otra persona y, como siempre, debía de actuar, pero esta vez era una escena peculiar de una señora que gritaba y lloraba por su muerte y otra chica joven de tez morena y vestida con harapos mientras le predecía la mano. "¿Una gitana? Vaya... otra vez no...", pensé con pena mientras me giraba, pero, que casualidad que esa señora me conocía y, abalanzándose a mi, me abrazó con un abrazo oso que casi me desequilibraba hacía atrás; odiaba ser tan bajito y tan delgado.

- ¡Oh, barón Lumarie, protégame hoy de mi muerte! ¡Esta sucia gitana predijo que moriría y no pued dejar a mis hijos, compréndome! -Decía mientras lloraba en mi pecho y señalaba a aquella mujer predictora de manos que nos miraba un tanto inexpresiva.
- Bueno, señora, el destino es inevitable, compréndame. No se le podrá hacer nada.

Hoy estaba de tan bajón y tan cruel que ya ni me interesaba... solo le quería a mi lado.

El día había comenzado con un gran estruendo en mi cabeza, una tormenta en mi subconsciente, la tristeza y el rencor estaban poco a poco abriéndose paso como si fuese una batalla, la realidad contra la ficción qu emi mente se había creado. Una ficción en la que me gustaba vivir pero sabia que no era cierta: que todo iba bien.

Como todas las mañanas desde hacía unos meses, estaba sola ne la caravana nueva que habia conseguido por un buen precio. Mi hermano Luisandro hacía ya que había partido a Londres, para vivir una aventura junto a su esposa, y conseguir dinero para su futuro hijo. Sinceramente esperaba que les fuese todo bien.

Pero yo no comía aire, así que a pesar de ese sentimiento de inseguridad y malestar en todo mi ser tube que salir afuera a ganarme unas monedas para echarme algo a la boca. Y como un mal día que empezó, tal continuó.

No solo tube que agauntar a la clase alta con sus tonterias hacia mi ''raza'' o lo impura que era mi sangre tan roja como la de ellos y de seguro mas pura. pero el colmo de los colmos, fue cuando una mujer muy peripuesta deseó conocer su futuro. No era mentira mis lecturas, por un módico precio podría mostrar la realidad a los más curiosos. Pero esa señora se molesto al saber el tiempo de vida que le quedaba...normal, yo me molestaria pero vmaos, tampoco era el momento de insultos y discriminaciones. Pero un hombre apareció y ella se aferró a él. Iba a pasar y atender al siguiente cunado esta mencionó su nombre, el mismo que pronunciaba al despertar y dormir en mis sueños mas hermosos y mis pesadillas más macabras.
Lentamente me acerqué, observando al joven que en tanto tiempo había cambiado. Me atusé ña falda y arregle un poco el pelo, con una leve sonrisa.

-Lumarie...monseur...soy Shoko...¿me recuerdas?

Mucho revuelo se armó la mujer sola cuando la mandé a otro lado con levedad, sin interesarme nada con ella. Vamos, ¿a caso yo la podría salvar? ¿Se podría salvar alguien de la muerte? Tenía entendido que los vampiros y licántropos, como mi querido amigo Lancelot, se podrían librar de que le sacasen de la vida. Era toda una suerte... pero una desgracia ver a tus familiares y amigos morir, ¿No?
En todo caso, no tenía ganas de atender a mujeres que me dejaban sordas el oído con esos típicos morros pintados de alta clase que se creían las reinas. Ella se fue indignada y yo retomé el camino, sin acordarme de la gitana que le leyó el brazo. Mi cabeza estaba llena de dudas, de interrogaciones, y no me paraba a preguntar donde se había ido la mujer que la burgesa estaba ahora poniendo casi a morir por todas la gente que pasaba en este mercado. Ahora solo quería llegar a casa, solamente quería permanecer en tranquilidad e intentar buscar una solución a la pena de mi dolor, pero...


La reconocí al instante, pero no me giré. ¿No serían obras de mis sueños más anhelados? ¿Me estaría engañando mi ilusión y mi corazón? Aun así, me di media vuelta sobre mis talones, con un paso, y observé a aquella gitana. Ella me conocía, parecía que sabía algo de mi y su voz era idéntica a aquella mujer que tuve que dejar por ciscunstancias del tiempo. "¿Me lo habré imaginado por su 'clase social'?", volví a suponer en mi cabezam intentando darle a todo una explicación lógica.
No sabía que responder durante unos segundos que me quedé en blanco, mirando a la mujer mal nutrida y vestida con lo que podía, de arriba a abajo. Me dio pena verla así, casi se removía mi corazón para intentar ayudarle, pero no hice nada... me sentía impotente y con un estado de humor bastante decaído como para ahora ponerme filántropo.

- Si, soy yo. ¿Vos de qué me conoce, Madamoaseille? -Pregunté en un tono tembloroso mientras observaba la mirada de ilusión que la mujer lucía y que, por desgracia, no compartía al no saber su identidad.

"¿Sería Shoko? ¿Es ella? ¿O es una hermana de ella?", seguía preguntándome por mis adentros, intentando mantener la compostura de mi curiosidad y seguir firme, sujetando el maletín mientras no quebraba el contacto visual... pero estaba ansioso por saber de qué me conocía esta gitana y si mis sentidos decían que su aura era verdaderamente buena.

¿Era mi corazón el cual latía con tantísima fuerza que casi decía: sácame del pecho y déjame volver a sus manos? Si, lo era.
Una pequeña y dulce sonrisa apareció en mis labios y mis ojos lloraban su presencia. Creí que jamás lo volvería a ver, creí que estaría con otra dama, u otro barón.

Pero ahí estaba, frente a mi, tan reluciente y hermoso como siempre...y yo tan asquerosa y sucia como de costumbre.
Me alise la falda con un poco de vergüenza y me acerqué a él y quise abalanzarme pero conservé la compostura, juntando las manos y dejándolas caer sobre mi regazo. Le mire sonrojada y con una sonrisa estúpida aparté mi mirada de sus ojos.

-¿Acaso no me recuerda Lumarie mi señor? ¿El tiempo ha conseguido borrar todo atisbo de recuerdo de un nosotros y nuestro romance durante aquellas oscuras épocas? ¿Olvido las calidas noches y el frio que hacía fuera? ¿Nuestro amor?¿Mi nombre?Olvido pues supongo que le jure volver y aquí me hallo.

Mi corazón latía tan fuerte que sentí hasta pinchazos de los nervios. Mi subconsciente me acercó más a él hasta tal punto que pude notar su respiración sobre mi, mordí mis labios y observé los suyos cerrando los ojos para evitar malos pensamientos y de nuevo le devolví la mirada.

-Mi amado Luma...¡Ah!-Mi frase y voz se vieron interrumpidas por un policía el cual me tomó del brazo y me separó de él con fuerza y arrogancia, casi apaleada.

-¡Gitana!¡No tienes derecho a amenazar a las personas ni mucho menos a molestarlas! Tienes una denuncia departe de la señora, alejese de este buen hombre.-Gritó el policía a chillidos mientras tiraba mi cuerpo al suelo.

Estaba confuso, no podía ver con claridad lo que tenía delante de mi. Al principio pensé que solamente era una ilusión, que todo estaba en mi mente... que mi anhelo por aquella mujer no era más que un cápitulo lleno de dolor. Al final no acabó en un descarte y, por fin, tras tantas noches en vela ocasionadas por mis recuerdos, esos retazos de sueño que me hacían despertar, mis lágrimas... todo se fue alejando para ir quitando las nubes de dudas que sentía al ver a esa mujer. Ya no la veía como una mujer vulgar y corriente, una gitana más de la que alejarme... ahora era ella aquella razón de existencía, aquella lujuría de largos años atrás y aquel primer amor que nunca olvidaré. No podía borrar su rostro sucio pero lleno de esperanzas en un futuro, su sonrisa completa de esperanzas infantiles y sueños irreales pero no imposibles, de su nombre... su hermoso nombre:


Mi respiración casi se cortaba y quería llorar, pero a la vez sonreír y saltar de alegría. Tenía un huracán de sentimientos, pues no pensé que este momento llegaría alguna vez. ¿A caso me llegué a creer su promesa? En cierta parte si, pero el año pasaba y aun la esperaba en aquellos lugares donde nos conocimis profundamente... y nada. ¿Hoy me habría sonreído el destino o solamente me hacía ver que ella me había olvidado y seguía una vida sin mi?
A pesar de todo, me acerqué dos pasos a esta, mientras escuchaba como ella se lamentaba porque no la recordé. Me sentí tan mal en ese momento que me quería arrancar el corazón, pero seguí firme, con una sonrisa temblorosa.

- N-no, nunca la olvidé, mi bella dama. Créame que usted siempre ha estado en mi y siempre he pensado en nuestros momentos, solo que...

Me vi interrumpio por la horrible presencia de las miradas de los civiles y de la osadia de aquel guardía de la calle, el cual agarró a la mujer sin sentimiento por el sexo opuesto, tirándola al suelo de golpe mientras gritaba como un animal. Su acto me llenó de tanta rabia que me dieron ganas en ese momento de hacer que muriese lentamente, pero resistí mi tentación y me lancé al mórbido hombre a apartarlo de la bella gitana, con un empujón en su lado derecho con fuerza. Levanté a la mujer cogiéndola de la mano, con un estirón, mientras miré con fiereza al vigilante.

- A mi nunca me ha molestado esta mujer y todo ha sido un mal entendido, señor policía. Créame que ella nunca ha hecho nada malo, pues estaba yo de testigo. -Confesé con una dura voz, poniendo a la morena detrás de mis espaldas; siempre la había protegido de todo peligro y esta vez no iba a ser menos, pues ella era demasiado frágil para afrontar la vida sola, por lo menos por ahora.
- ¿Esta de broma, barón? ¡Ella es una sucia gitana y lo único que hace es acosar a las personas! ¡Esta denunciada por esa mujer! -Exclamó aquel hombre que hacía llamarse guardia, pero, a mi parecer, lo único que guardaba eran las ganas de no empezar a matarse con alguien de esos nervios que se le veían.
- Me da igual lo que diga, pero ahora mismo puedo denunciarle por el maltrato que le hizo a MI familiar, pues esta muchacha, por raro que parezca, es de mi familia y se la puede ganar usted, señor. Piense antes de actuar. -Y, con esas duras palabras, finalicé mi numerito, apuntándo antes el pecho del hombre cuando le decía lo último con una amenaza.

Agarré a Shoko y la llevé lejos de todo peligro... pues a mi lado nunca le pasaría nada malo o, por lo menos, eso intentaría mientras estuviese conmigo, aunque... ¿por cuanto tiempo se quedaría?

Me levantó como pudo, con esos brazos tan fuertes y finos como los de una mujer pero finos y seguros como los del muchacho con el que un día compartía alma, y cama. Corazón roto que poco a pedazos se arreglaba tan solo con su lado. Pedazos de corazón y sentimientos que lentamente se unían unos a otros, como magnetismo, como si retroceden en el tiempo, a aquel momento, en aquella calle, donde caí al suelo y su bondadoso corazón el cual me recogio y cuidó. Tras eso, pude ver nuestro futuro...pero lo tomaba como si fuese incierto y me habia equivocado...pero no, esto demostraba que era verdad, que mis sueños eran reales, que nuestro futuro posible, y que la realidad seguía siendo un cúmulo de posibilidades.

-Mi señor...-Susurré cuando el me protegió con aquellas palabras y aquellas formas tan suyas de tantas veces y ocasiones donde su voz era autoridad que me velaba por mi y por mi seguridad.

Fueron rápidos los movimientos, rápidos vuelcos de corazón. Rápidas dudas vinieron a mi cabeza.¿Que le diría?¿Para él que estuve haciendo este año? ¿Le confesaria la triste realidad de nuestros hijos? ¿que íbamos a hacer? ¿me seguiría amando? ¿Su corazón sentia lo mismo por mi que antes?
No fue hasta que nos paramos en un sitio,e scondidos cunado noté el grito de la señora. Yo no solia fallar ne mis prediciones y ella fue tan estupida de nno confiar ne mi palabra y salir corriendo con la mala suerte de caer encima de una tienda de agujas de sombrero...pobre mujer. Pobre final...u tanto roquefort, ya por su olor y ahora sus nuevos agujeros. Observé a mi amado desde mi posiciónn, comos iempre era muy bajito, tantoq ue yo le miraba a los ojos, cara a cara...bueno eso nunca fue problema en los besos.

-Monsier...digame solo una cosa y hara que me quede o que regrese a la calle...¿Me sigue amando? ¿Me ha esperado tal y como su promesa mostraba en aquellas cartas y aquel juramento de amor que hicimos cunado partí mi amado?

Puede que mis palabras fuesen dura s pero mi rostro calmado, y algo preocupado sobre su respuesta, con el corazón a mil y las lágrimas a flor de piel y ojos derramandose por miedo de antemano.

''Mi amado...¿Ha sido tan caballero como su nombre indica al esperarme?''

Nunca me arrepentía que el tiempo fuese tan rápido, que los segundos corriesen tan veloces que a veces se me pasaban de manera ligera que ni podía controlarlos. Agradecí realmente que el tiempo me otorgase este momento y que, ahora, nadie más nos molestaba más que el ruido y los gritos de terror de aquella predicción de mi querida Shoko, la cual dijo perfectamente que esa mujer moriría. Ella nunca se equivocaba, confiaba en su palabra, y tal y como ella sospechó por su visión... la mujer falleció de manera trágica.
Me quedé despistado de aquella sangrinta muerte con aquella orgía de líquido rojo carmesí por esa calle transitada, donde la gente gritaba de terror y corría de miedo por aquella trágica e inesparada ida al mundo de los muertos de aquella mujer. Cuando esta se apoyó en mi, notando como su pregunta se hacía quebradiza, con un tono lleno de pesar, bajé mi mirada hacía su frágil rostro. Recuerdos de nuestro pasado, de esas noches de pasión, de esas sonrisas cómplice esas mañanas en pareja... tiodo pasaba por mi mente como escenas rápidas de segundos, haciéndome sonreír al darme cuenta de que mis deseos de estar a su lado se estaba cumpliendo. ¡Estaba aquí, conmigo, al fin!

Me separé un paso de esta para verla mejor. Aun no me creía que estuviese a mi lado, por eso la echaba tanto de menos.
Sonreí de lado y algo ofendido. ¿Cómo podía dudar de mi? ¿Cómo podría irse sin más si contestaba un no? Aun no podía saber si de verdad ella se quedaría, si ella estaría a mi lado para siempre con esta, si no me traicionaría nadie más, de nuevo... pero ella era imposible que me mintiese, pues, al fin y al cabo, había vuelto, ¿No?
Pasé mi dorso de la mano por su mejilla, en silencio. A pesar del ruído de la calle... yo podía sentir su respiración agitada y sus latidos nervisos de su corazón, el cual imitaba al mío.

- Querida, yo nunca te olvidé ni dejé de amaros. Vos fuísteis mi primer amor, vos me otorgásteis fuerzas cuando mi cuerpo no podía más. Nunca cambiaré de parecer, pero es normal que no confíe en vuestra palabra cuando dijiste que volverías y tardásteis tanto que casi vuelvo a la muerte. Realmente quiero creer que estarás conmigo, que podré protegerte, pero... ¿En serio es así? Explíquemelo. -Le decía con fuerza, mientras gesticulaba con debilidad, con gestos adormilados, mientras miraba de soslayo la calle de aquel mercado, metidos en aquel callejón alejado del follón. Cuando terminé, acabé abrazado a la chica con fuerza, pues sentía que tenía que darle un abrazo... y que la necesitaba a mi lado, pues lo que le dije realmente me había sentado mal hasta a mi, como si su corazón estuviese dentro mío.

Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos cada vez con mas potencia hasta que ya no aguanté más. Todo lo que creía y lo que amaba era el...y había merecido la pena esperar con tal de tenerle de nuevo entre mis brazos. Ese abrazo, ese simple y cálido abrazo marcó la diferencia entre un todo y un nada. Entre que el amor siguiese fluyendo en el ambiente y en que saliese corriendo.
Entonces fue cuando elevé un poco la cara, lo bastante para hacer que nuestros labios se rozasen levemente, como una caricia. Mirando a sus ojos, eran hermosos y un tanto afeminados para lo que eran los hombres tan duros de ahora...pero me encantaban.
No tuve que esperar mucho para que el simple roce se cerrase en un fuego de sentimientos, un apasionado beso de añoranza y amor, como si fuese a ser el último, como si nos fuésemos a separar en cualquier momento.
Pasé mi mano por su cabello tal y como lo hacia antes de separarnos tiempo atrás, queriendo que no nos separásemos, aunque era inevitable para tomar aire.

-Te extrañé tanto...debo contarte tantísimas cosas...que...que...-Mi voz se entrecortaba por la falta de oxígeno y los nervios. Pero si, con una sonrisa en la cara. Me dolía el rostro de tanto sonreír, simplemente por el hecho de que hacia mucho que no lo hacia.

-¡LUMARIE!- Gritó una voz femenina por el fondo. Mi mirada fue directa hacia ella. Estaba muy bien vestida, con cabellos dorados y rizados cayendo por su rostro y sus hombros. Su vestido era color salmón con encajes blancos y sus zapatos a conjunto. Su sombrero era muy pequeño y encima su rostro estaba decorado con las mas selectas pinturas y colores para hacerla...irresistible. Y aparte parecía tener las para fuera, como una fulana.- ¿¡Mi amado que estas haciendo!?-Se acercó rápidamente a nosotros y nos separó, haciendo que me diese contra la pared y aferrándose ella a los labios de mi amado.

''Lo sabia...no puedo confiar en nadie, el también me ha traicionado.''

Mi corazón estaba rompiéndose a trocitos, y me llevé la mano a este, para sujetarlo. Los ojos se me abrieron de par en par cuando la señorita se dio la vuelta y me miro con asco.

-¿Quien es esta?¿ Has contratado una dama de compañía?-Entonces mi ira se sumó a la tristeza y, con los ojos llorando traición y horror, estiré la mano para golpearlos a ambos en la cara. A él por mentirme, y a ella por llamarme prostituta...aparte de hacerme robado al amor de mi vida. El tiempo pasaba muy velozmente. Tan solo le mire un segundo más a sus ojos y salí corriendo mientras las lágrimas se hacían pasar por cascadas en mi rostro. El intentaba gritarme algo desde el fondo del callejón pero no hice caso...lo odiaba. Eran todos iguales, ojala nunca me hubiese creído que el me esperaría como yo hice con el.

¿Para esto...quiere una vivir?

Como la había añorado, como había soñado con este momento, cuanto había anhelado el sabor de sus labios y la felicidad que irradiaba su sonrisa. Ella era diferente, ella era especial, pues siempre lo decía cada vez que sonreía y me besaba. Ella logró llegar a mi vacío corazón que se enfrentaba a una realidad triste y llena de pesar por la muerte de mi abuelo y la infelicidad del día a día. Ella pudo hacerme dichoso, de nuevo, y volver con mi ideología de un mundo lleno de fe, pero también lleno de momentos inesperados.

Pensé que nada podía quebrar este momento tan precioso, nuestro primer beso de este reencuentro tan preciado y delicioso, con sabor a sus labios, pero... me había equivocado.
Cuando esta comenzó a hablar con nervios, mientras yo solamente me fijaba en sus ojos y me alejaba del ambiente donde nos encontrábamos -no era un lugar en sueños tal y como alguien pensaría para una escena hermosa-, algo nos interrumpió. Una voz femenina de un timbre agudo y joven me sacó de toda esa ilusión que nos rodeaba a ella y a mi. Al principio pensé que no sería más que mis pensamientos, pero cuando volqué mi vista hacía el principio del callejón, estaba acercándose una mujer de rulos dorados con un vestido de encaje de colores claros que resaltaba una figura maquillada como una muñeca de porcelana. Era totalmente desconocida para mi, ni la conocía de pasadas. Pensé que sería solo un error, que no querría nada, pero, de pronto, como si yo fuese aquí uno de sus muñecos, apartó a mi amada hacía la pared y me besó de golpe, haciéndose pasar por una amante mía que no tenía. No supe como actuar en ese momento, me quedé en shock al ver a Shoko de esa manera, tan herida, queriendo ir a abrazarla, pero.. ella se marchó corriendo, dejándome con aquella mala mujer que me miraba con una sonrisa.

- ¡Zorra! -Le grité con rabia, mientras la empujaba hacía un lado, alejándola de mi. Nunca había sido descortés con ninguna mujer ni le había insultado, nunca lo había hecho... hasta hoy, pero ver a mi amada de esa manera y que me tendiese esa emboscada.- ¡NO SE QUIEN ERES, PERO LE JURO QUE ESTA SE LA GUARDO!

No hacía falta ni quedarme y ni quería hacerlo. No quería herir a esa mujer, hombre o lo que fuese y ni tenía ganas de hacerlo. En lo único que pensaba era en Shoko y en ese raro mal entendido entre esa enemiga furtiva que me atacó en ese momento de debilidad y en como me excusaría.
Salí corriendo hacía la calle del mercado donde a unos pasos a la derecha, volviendo a entrar a esos puestos ambulantes, estaba mi amada. A la izquierda, en cambio, fue donde ocurrió el accidente que no me importó demasiado.
La alcancé, poniéndome delante de ella y deteniendo su paso. No dudé en poner mis manos sobre sus hombros y mi mirada decidida sobre ella. No tenía nada que temer, pues había sido todo un fatal error.

- Shoko, mi amada, ¿a dónde va? Juro que no conozco a esa fulana ni sé su nombre. Además, nunca la había visto antes y sabes que conozco a mitad de los parisinos. -Le dije sin dudar un momento pero con miedo a perderla y a su rechazo por este error. No tenía miedo en ocultarme de esta muchedumbre de gente que entraba al mercado y posaba sus miradas en nosotros, pues yo solo quería estar con ella.- Créeme, querida. ¿Tanto dudas de mi?

Pensé que con esto todo se había torcido. Tenía una parte de mi que no creía que la volvería a ver con este acto y sabría que esto me quitaría la vida o, por lo menos, lo intentaría. Este momento hacía que mi corazón latiese tan rápido que sentía como todo se paraba alrededor mía, hasta la propia mujer, dejándome en un flujo de miedo y tristeza. Pero aguanté, me resistí con el poco honor que me quedaba, por mis apariencias... hasta que ella me contestó.

Salí corriendo de ese callejón. En mi mente la ira dominaba la tristeza que se había echo un hueco importante en mi alma y mi corazón, ahora partido en miles de pedacitos por un hombre del que nunca me espere ni una gota de dolor...y a cambio de esperar tan poco recibí todo el rocío y la jara del icor de sentimientos más trágicos y dolorosos.

Quería correr hasta que no hubiese mañana, olvidar con el amanecer todo el dolor que sentía ahora mismo. El corazón me daba pinchazos, el mundo vueltas y la sangre corria por mis venas como si fuese una carrera. Bajé mi mano hasta la bolsa que llevaba en la cedera, pinchandome con algo que coguí cortandoome, y sin pensarlo supe que iba a hacer.

No iba a haber un mañana, no habría un nosotros. Nunca hubo un ayer, si no una pesadilla transformada. Solo fui ciega. ¿Era todo una mentira? ¿O era real unicamente este dolor?
Llevé la cuchilla a mi muñeca mientras mis pasos eran más rapidos aun, las manos me temblaban. El tacto contra el metal era frio y duro, el recuerdo sobre mis hijos era aún más doloroso que aquel movimiento trasversal para rajar mi muñeca de lado a lado y un corte profundo.
La sangre brotó con rapidez por toda mi mano, cayendo al suelo y formando un charco. Mi marcha aminoró y ese fue el único motivo por el que Lumarie puedo pararme, detenerme, y sujetarme con sus brazos. No santía dolor, en comparación con las torturas recibidas esto era solo cosquillas...pero los ojos comenzaron a emborronarse. Pude ver su aura, no, no me mentia, pero..de todas formas...¿Por que habia ocurrido eso? ¿Mi alma estaba atada al cuerpo pero mi mente se desviaba a otro lado. Tan solo pude susurarle:

-Lumarie...¿que es lo que ocurre?


Tras eso, cerré los ojos y no pude aguantar el equilibrio un segundo más, y caí al suelo, notanod el dolor, el olor de la sangre y la suuavidad de las lagrimas en mi rostro.