Una promesa, un reencuentro (Parte II) ♥ Shoko A.

Se viene de aquí

En aquel momento me sentí impotente, débil. Quería ser yo aquel cuchillo de metal que la mujer tenía para poder impedir aquel trágico accidente que se cometió por un simple error de interpretación. Nunca llegué a pensar que una mujer podría ser la mayor vívora y, a la vez, otra mujer llegarse a morir si no tenía el amor de su vida. Nunca pensaría que tendría en mis brazos a aquella fémina que tanto amaba, pero el destino y las locuras por la pasión y en anhelo a ese sentimiento tan preciado para un humano. ¿Habría merecido la pena su sacrificio?
Pensé que lo hizo solamente para dejar de pensar en mí, en ese falso desamor que había ocurrido en un momento, pero fui yo el culpable de todo. Mis pies no corrieron don la suficiente velocidad y yo no actué deprisa en ese instante del mal entendido. En esa escena solo pensaba en matar a aquella persona que estuviese detrás de ese aura demoníaca y mágica, pero tuve que salir corriendo... para encontrarme con el peor final de todos: el cuerpo de mi chica descansando entre mis brazos que le agarraban y su dulce voz sonando.

"- Lumarie...¿qué es lo que ocurre?"

Mi casa estaba bastante cerca del lugar y no tardé en salir corriendo, mientras taponaba la herida de la gitana con mi agarre, intentando no tropezarme ni que me fallase mis fuerzas al estar llevando a la muchacha y el maletín donde llevaba las compras que hice en ese mercado. No dejé de correr en ningún momento aunque a veces hacía paradas para coger aire y algo de resistencia, pero no podía estar detenido mucho tiempo, pues su vida corría peligro.
No tardé en llegar a mi mansión, en las entradas de la zona residencial, donde estaba cerca el barrio de clase media. Unos veinte minutos sin dejar casi de correr, con toa la gente mirándome y judgando a la persona que llevaba en mis brazos, sorprendidos por mi pavor en ese momento. No me importó nada, realmente ni me giré ante las personas que me nombraban ni que me saludaban. No me detení hasta no cruzar la puerta de mi casa, donde ya estaba esperándome una de mis sirvientas que rondaba los jardines, tratando mis hermosas flores.
Entré a mi masión y, subiendo las escaleras con paso rápido, empecé a llamar la atención de todo el personal -unas dos mujeres más la jardinera- que había rondando la casa.

- ¡Traiganme el kit de primeros auxilios y las pomadas que estan en mi habitación, rápido! -Grité mientars corría por el pasillo, entrando a una de las habitaciones libres donde anteriormente dormía mi padre.

Tumbé a la muchacha en la cama y, aun haciendo tapón en su herida, sintiendo como que ya no sangraba más, me senté al lado de esta, con el corazón en mi garganta... y mis lágrimas como un puño, sintiendo la rabia y la impotencia de no hacer nada.

- No, por favor, no te vayas otra vez. Me prometiste que volverías y... y... -Mi voz temblaba, casi no podía hablar de tanto llorar, notando como temblaba, pero no dejé de estar con ella, dándole mi cariño mientras me apoyaba con suavidad en su hermoso pecho, notando como aun la respiración seguía permanente y constante.- Por favor, lucha un poco más.

Todo estaba oscuro. Me sentía flotando dentro de la nada, como si todo fuese un sueño.
Miraba a mi alrededor y estaba todo oscuro, alzaba la mano para llegar a tocar algo, peor no habia nada. Nada mas que recuerdos. Aquella sonrisa al levantarnos, una mirada complice al haber echo algo que no debiamos. El dolor y la tristeza de la separación los cualeshacian mella en mi corazón como si una bala los atravesase y por completo lo aprtiese en dos. Pude ver a mis hijos, seguro a a Lumarie le hubiese encantado conocerlos, eran tan...él. Pero ellos tambien se marcharon de mi lado dejandome sola por completo. ¿Por que todos se alejaban de mi? ¿Es por lo que soy?
Solo una pobre gitana que nor sirve para nada más que molestar a las personas con su vida. No se hacer anda bueno, nisiquiera cumplir las promesas de regreso a casa como la que le hice a mi amado. NO servia para nada, no iba a serle de utilidad a nadie...


Si eso es así...¿Por que siento tanta calidez ahora mismo?

Abrí los ojos con cuidado. Me pesaban muchisimo. Me sentía agotada y no podía moverme. No tenia control sobr emi cuerpo. Y ano estaba en aquella oscuridad que em poseia, estaba en un lugar que me resultaba levemente conocido. Lumaria ami lado llorando, suguetando mi mano. Mis labios se abrieron sin pronunciar palabra alguna, tan solo un simple gadeo mezclado con un suspiro de desesperación. Mi cuerpo no respondía a ningun movimiento de los que le pedia, ni moveer la muñeca la cual me dolia con una intensidad que tan solo el recuerdo de la agresion qu eyo misma me habia echo podía explicar aquel sufrimiento.
Consegui mover un dedo de la mano que Lumarie tenia cogida y mover los ojos para mirarle. El sudor frio pegaba mi cabello al rostro y la respiracion iba muy lenta.

-Lumarie...¿Por que me ayudas? -Consegui decir a pequeños susurros.-Yo no te sirvo para nada...deberias dejarme morir en la calle como es mi destino.

No podía dejarla ir, no podía quedarme de nuevo en soledad. No quería que muriese en mi propia casa, pero no podía hacer más que esperar a que alguien nos ayudase, a que un milagro pasase. Odiaba esperar, detestaba ver como ella sufría en sueños, como estaba entre el pasaje de la vida y la muerte.
Sueños rasgados y recuerdos emborronados pasaron por mi mente. Hacía tiempo que no recordaba con claridad todos aquellos momentos con la gitana, pues los había guardado para que no me volviesen a hacer daño. Eramos felices, quizá demasiado, y mi corazón hacía que todos mis pensamientos se tornasen en son de la buena vida y el optimismo. Ahora... ahora no veía más que la pobreza y la vida misma en su razón.

Las lágrimas no dejaban de salir, no podía hacer más que temblar. Me sentía impotente, estaba muy enfadado porque no venían con el kit y la sirvienta que sabía de heridas. Me estaba empezando a cabrear, pero apoyé mi espalda en una silla que nme levanté a cogerla para sentarme a su lado sin soltarle la mano buena. Di un largo suspiro mientras me mordía el labio para no empezar a enfadarme más, pero, al instante, noté un leve movimiento vago, doloroso. Mis ojos se pusieron en contacto con su figura y segundos depués volvió a la vida. Mi corazón revento.. ¡de felicidad!

- Shoko... ¡Shoko! -Pude exclamar su nombre, sobresaltado de alegría.- ¿Estas bien? ¿Te ha pasado algo? ¿Quieres algo? -Preguntaba del tirón sin darme cuenta de que esta me nombró en un susurro. Cuando escuché que lo había hecho, yo me callé... y sus palabras me dejaron atolondrado.- Oh... -No sabía que contestarle en esos segundos, pero después sonreí ampliamente y besé su mano.- Shoko, la amo, no la voy a dejar en la calle porque ese sea su hogar. No. El hogar que vos tenéis es el que os dicte vuestro corazón y vuestra razón. Nunca vea a las personas inferiores como perros, pues vos no lo es. Vos es un ángel que cayó a mis brazos y que yo protegeré, porque os amo con todo mi corazón. ¿Me entiende? -Le volví a besar la mano, sentándome en la cama a su lado.- Ahora descanse, por favor, pero no desfallezca, que enseguida vendrá una señorita de mi servicio que sabe medicina. -Le intintenté relajar mientras besaba el dorso de su mano repetidas veces y la acariciaba cuando empecé a hablar, lentamente.

Tenía que protegerla, tenía que amarla, tenía que comprenderla... pues ahora que estaba aquí, nunca me volvería a dejar solo mi corazón si la cuidaba y perseveraba.