Victorian Vampires
Los ángeles del otoño, con un dedo en los labios, ordenan a la vida que no te despierte || Privado 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Guillermie/Mike Lanington Mar Ene 28, 2014 9:39 pm

“Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo.”
— Armando Palacio Valdés

Odiaba alejarse de Mike, pero era necesario tal acción, desde que habían estado casados, ya has más de 20 años, nunca le había comentado sobre su sobrino a quien visitaba cada vez que podía, quien podría imaginar que era familiar del mismísimo papa de ese entonces, quien estaba siendo partidario de la caza de brujas, era algo irónico, pero no quería juzgarlo, era sus métodos, no los de ella. Poca gente conocía su lazo de sangre, ella viajaba largas horas hasta Italia, con la escusa de desear visitar el lugar, Mike, ocupado en sus cuestiones reales, le dejaba satisfacer tal capricho, sin preguntar mucho, pues él sentía que podía ser todo de ella, aunque esta no le contase, lo que él no sabía, era que ella, siempre mantenía, cierta protección mágica, que impedía que alguien pudiera saber sobre su paradero exacto y sus intenciones, las cuales eran notablemente secretas, no quería perjudicar ni a ella ni a su sobrino.

Había ido con dos jóvenes, que la ayudaban en sus labores, se había hospedado en una bella mansión, cerca de la catedral, pero ese no era el lugar en donde deseaba ir. Las jóvenes hicieron su trabajo de vestirla, pero cuando se disponían a acompañarla, Guillermie negó su salida, ella ira sola, cuando abrió la puerta, habían dos hombres, con porte serio, frente a la puerta, explico tranquilamente a las jóvenes que ellos la acompañarían en esa noche, por cuestiones de seguridad, no podían venir. — Si me llego a enterar que algo salió de sus labios, las dejo mudas — advirtió, con seriedad, para luego dejar que una amplia sonrisa se dibujara en sus labios, la jóvenes temblaron, no sabía cómo lo podría hacer, pero lo haría, así que era mejor guardar silencio y hacer como si nada hubiera ocurrido.

El viaje fue algo pesado, pero no importo, se reguardaba del frio con una capa, con capucha, que ocultaba su rostro muy bien, sus manos también estaban cubiertas por unos guantes negro y el vestido que poseía, no era negro, pero se trataba de un juego de colores oscuros, como el gris y el morado, que hacía que pasara desapercibida en la noche. El papa no salir fácilmente, pero ella si podría entrar, con ayuda de aquellos dos inquisidores, allegados al papa, si el tenia confianza, entonces ella también. Con ayuda de él, lograron entrar discretamente hasta la santa sede, la carroza llego hasta una entrada escondida por arbustos. Guillermie salió y comenzó a caminar hacia donde los hombres guiaban, eran muchas escaleras, vueltas de aquí y allá, tantas que estaba segura que no podría salir sola de ese lugar.

Al final una puerta se abrió, estaba en los aposentos privados del papa, apenas vio a un hombre mayor en un asiento, lejos de ellos, su corazón acelero de alegría, verlo, era una satisfacción para él, pero mantuvo su semblante serio, mientras los inquisidores avisaban su presencia y los dejaban solos. Guillermie detallo la habitación, cuidadosamente, creo un amplio campo de fuerza, que evitaría que nada entrara, nada saliera de ese lugar, las palabras quedarían atrapadas y se desvanecerían en ese lugar, ni los espectros podrían escuchar. — Querido Jean… — susurro haciendo una reverencia, beso su mano para luego mirarle detenidamente — Los años te están asintiendo bien — rio suavemente, ella también comenzaba a sentir los años encima.

Giro su cuerpo, la capucha ya no estaba en su cabeza, se podía ver el rostro de la mujer ya mayor — Nada puede escucharnos, ya me encargue de volver a todos sordos, de nuestras palabras no podrán escuchar — sonrió suavemente. Se acerco a él nuevamente, tomando sus manos en las de ella, no lo veía como el papa, lo veía como su familia y la familia era importante para Guillermie, lo más sagrado que había en este mundo — cuéntame. ¿Cómo estás? ¿Qué te acongoja? Me preocupaba de que estas reduciendo tus cartas, ya pocas llegan a mis manos — no le importaba las cartas, nunca decían nada importante en ellas, si lo hacían, siempre estaban en clave, para que nadie más pudiera entender.


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