The Circus of the Damned || Privado +18

por **Tarik Pattakie** Mar Ago 26, 2014 10:17 pm

Satisfacción. Ese era el sentimiento que embargaba al vampiro que caminaba por los pasillos de aquél recinto. Las mazmorras aún contenían a las mascotas del antiguo propietario del castillo. Los lamentos de los humanos y el olor putrefacto de quienes habían perecido durante esos últimos días, cargaban el aire sin pretensiones y resoluciones. No se había molestado en poner un pie en la Isla de If desde que la propiedad y otras más habían pasado a formar parte de sus magníficas posesiones. Llevar a cabo el primer encuentro de Los Oscuros había conferido más tiempo del previsto. Las repercusiones de la llegada de su clan a tierras francesas habían empezado a emerger por todos lados. Cualquier vampiro habría escuchado, a esas alturas, que los cazadores e inquisidores eran un mal menor que el que se cernía y emergía desde las sombras. István no buscaba esconderse. Su inestimable arrogancia jamás le permitiría ser partícipe de algo tan absurdo como el anonimato. Era el líder de La Hermandad. La mención de su nombre haría a los demás temblar. Solo alguien con su poder, autodominio e insaciable ambición; habría unificado a dos razas que llevaban años enzarzados en una estúpida batalla. Si bien era consciente de la tensión que existía entre los suyos, él era la fuerza a tomar en cuenta. Ninguna carta era imprescindible, aunque se divirtiera haciéndoles creer lo contrario. Si algo había aprendido ese año, era a manipular y perfeccionar el arte del engaño. Las paredes que se alzaban a su alrededor podrían atestiguarlo. Hacía unos meses, habían protegido a un vampiro llamado Mikhail Argeneau; pero esa noche, su lealtad quedaba comprometida a su causa.

Sin más preámbulos se detuvo en una de las celdas. Sus manos se cerraron sobre los barrotes. En el interior había dos jóvenes. Aún se podía percibir la belleza en los rasgos de la fémina, pero su cuerpo estaba muy delgado. István enarcó una ceja, percibiendo la llegada de su compañera. – Si no disfrutara con la cacería, podría acostumbrarme a tener el alimento en casa -. La calma con la que hablaba no engañaba a nadie. El peligro y la amenaza siempre iba impreso en cada una de las palabras del vampiro. Se movía como si el mundo estuviese bajo su control, como si el que él se detuviera repercutiera en el cielo y la tierra. Sus pensamientos, demasiado valiosos para los mortales e inmortales, debían apreciarse como tales. - Aunque quién de ustedes podría negarme tal placer. No es como si sus vidas no me pertenecieran. Pon a alguien a cargo de este lugar y ordena que no falten las provisiones. También asegúrate de que los alimenten y limpien. – Demandó. – Su sangre solo atraería al más famélico de los nuestros con toda esa suciedad en sus cuerpos.- Soltó su agarre, dando la espalda a la celda. Su mirada hizo un largo recorrido al vestido que cubría cada curva de Eve, antes de clavarse en sus orbes. Su boca se torció en una extremada sonrisa sarcástica. – Por supuesto. Esas peticiones pueden aguardar, ma chérie. Hay temas a tratar más urgentes. – Sumergirse en su cuerpo era una de ellas. Así como trazar un esbozo del plan para la siguiente jugada. István podía tratar al mismo tiempo con ambas. - Acompáñame. Hay habitaciones que aún no has tenido el placer de ver. –

por **Eve Trudeau** Sáb Sep 06, 2014 12:44 am

Muerte. Ese era el sentimiento que brotaba de las paredes derruidas por el tiempo, la amenaza latente de la obscuridad e incluso la promesa de las ratas que rondaban por el suelo en busca de una migaja de pan o un trozo de carne, viva o muerta ¿que mas daba?. Como cualquier otro de los fantasmas que aun merodeaban por los calabozos, Eve avanzaba en medio de las sombras, identificando con sus ojos de lechuza a las criaturas famélicas que sollozaban en los rincones.

El castillo cambio de dueño, pero oh, mis pobres huérfanos de la misericordia del creador, ¿en que cambiara eso su suerte? jajajajaj

Habían pasado dos meses desde la muerte de Mikhail Argeneau, líder de un clan que poco había hecho en socorrerlo cuando sus frías manos separaron la cabeza de los hombros. Su asesina, la misma Eve había pertenecido a ese clan durante décadas y nadie, ni los hermanos del amo, ni sus muñecas de porcelana fría, ni siquiera su reina hueca, a nadie le había importado, nadie clamaba venganza. Una realidad triste, pues el juego del tablero había terminado... sin embargo otros se barajeaban sobre la mesa. Hacia una semana desde el baile de ahorcados, una semana desde que los oscuros habían dado las instrucciones de la cacería. De solo recordar esa noche una carcajada broto del fondo de su garganta. Le divertía especialmente la sensibilidad de todos ante la idea de una matanza y le resultaba una cuestión excitante el preguntarse: ¿Quién serie el primero en caer?

Una mujer gimió contra la roca, apenas y tenía fuerzas para hacerlo, su respiración era un cantico agitado a la piedad. "En la muerte no hay dolor" prometían todos los dioses, por suerte para ella la diablesa era una emisaria de los avernos... se arrodillo junto a los barrotes y extendió su mano hasta alcanzar la cabellera de la mujer jadeante, tiro de ella arrastrándola lo suficiente para apreciar su rostro de mejillas hundidas.

--- Mírame--- Ordeno Eve, imperando en su tono el don de los malditos. --- Mírame.--- Los dedos pálidos acariciaron la garganta, bajando por la línea entre sus pechos caídos. Bajo la capa de mugre, mierda y desnutrición, probablemente debió ser una niña hermosa. ¿Lo seria también bajo la piel? Eve clavo sus garras en el vientre bajo, brotando una herida y levantando el cuero de la piel. La mujer-niña emitió un jadeo ahogado... y entonces Istvan hablo.

De reojo lo miro un par de metros más adelante, admirando los despojos de sus nuevos tesoros. ¿Quería limpiar?, ¿engordar a los cerdos para el próximo festín? Sus palabras escupían la vanidad de los dioses e Eve se limito a chasquear la lengua, sacando sus manos ensangrentadas y limpiándolas en la mejilla de la temblorosa moribunda. E István seguía hablando... y ella aferraba su otra mano en la cabellera de la victima para estampar su rostro entre los barrotes, la lengua viperina no tardo en deslizarse por el camino carmesí. La sangre tenía un sabor a tierra y sal....

--- Volveré por ti.--- La condeno, y entonces la libero para incorporarse del todo y encarar de frente la mirada lujuriosa de su creación. Le gustaba ver como el poder había corrompido hasta el ultimo centímetro de su razón, llegaba a hablarle con semejante desdén... como si no hubiese sido ella quien lo había recogido de la tierra hecho una pira de basura. Le sonrió mostrando sus colmillos ensangrentados, y entonces en un parpadeo había desaparecido de su visión para "aparecer" tras de sí. Su mano se deslizo por el cuello del vampiro hasta sujetar su mentón, su otra mano por el contrario se deslizaba por el vientre bajo, aferrandolo contra su cuerpo--- No hay nadie aquí...solo la muerte y la miseria, ¿y porque abríamos de fingir ante ella?... ¿o sera tal vez que el antifaz de amo te cautivo? --- Su voz de terciopelo acariciaba su oido, mientras que sus dedos escurridizos no habian tardado en abrir la camisa. --- Que no te sorprenda que vaya a arrancartelo...

por **Tarik Pattakie** Mar Sep 23, 2014 11:19 pm

– No es eso lo que me cautiva, ma chérie. – Agregó el vampiro, sus últimas palabras sonando más a un gruñido al escuchar cómo los botones de su camisa salían despedidos. Una sonrisa engreída curvó sus comisuras a la par que una de sus manos se sobreponía a la de su acompañante, conduciéndola con fuerza más allá de su vientre bajo. Su abultado miembro presionaba contra la fina tela que permitía perfilar sus resaltadas venas. Sus colmillos se alargaron ante el insistente ritmo guiado por su mano. István abandonó toda pretensión cuando cerró sus dedos alrededor del cuello de Eve para atraerla con fuerza contra su lóbulo, solo que esa vez, había girado su rostro. Su boca se encontró con los labios ajenos, separándoselos, para darle la bienvenida a su aliento cálido. Saqueó con su lengua, como si estuviese practicando esgrima, avanzando y retrocediendo con ímpetu. Un bramido resonaba constante en su pecho, haciéndose eco entre las paredes de las oscuras y gélidas celdas. Su boca se torció en una mueca desbordante de arrogancia sin soltarla y, mordiendo con fiereza su propia lengua, disfrutó de la sangre que se derramaba como vino añejo entre ellos. “Es el poder de traer vida o muerte.” Concluyó en su mente. Bebió y lamió hasta la última gota escarlata antes de soltarla. Sin previo aviso, la reina de corazones se vio con la espalda contra los barrotes y las piernas abiertas. Sus hábiles manos trabajaron desatando las prendas que se ceñían en torno a las suaves curvas. István había tenido una larga fila de amantes a través de los tiempos. Sus encuentros clandestinos en los jardines, palcos de ópera y teatro; lo habían hecho un experto en el arte de desnudar a una mujer. El escote del vestido rápidamente reveló unos turgentes senos. Su mano se cerró en torno a uno de ellos. Los ojos verdeazulados del vampiro se habían oscurecido ante la visión que representaban. Sustituyó sus dedos por su boca, mamando de un pezón y luego otro.

Sus manos se deslizaron por los muslos de Eve. Ella se sostenía sobre sus hombros e István no puedo evitar clavar sus colmillos en uno de sus pechos. La sangre inmortal, entre más vieja, resultaba ser el mejor de los manjares. Entre ellos, también les producía un éxtasis compartirla. Separó los pliegues sedosos entre sus piernas con sus pulgares, esparciendo sus jugos por su intimidad. Su boca subió por el lateral de su cuello, se arremolinó en su lóbulo y justo cuando separó los labios para pronunciar sus siguientes palabras; uno de sus dedos, entró con facilidad en la ardiente cueva. – Es tu antifaz el que arrancaremos esta noche, Eve. – La ira golpeaba en cada una de sus palabras como si de un látigo se tratara. Una ira que también se vio reflejada cuando dos más de sus dedos se unieron a la invasión de su cuerpo. Entraba en ella hasta los nudillos, separando sus dedos dentro y girándolos para sentir cómo sus músculos se contraían para mantenerlo prisionero; solo para abandonar por completo esa calidez y volver a empezar. – Después de lanzar las cartas sobre la mesa en el club y reclamar el botín – continuó, con esa voz que advertía que hablaban de negocios peligrosos, - toda la información vino a mí. – Sus dedos se clavaron hasta el fondo y ahí se detuvo, queriendo mirarla a los ojos cuando la comprensión se reflejara en el rostro de la fémina. - ¿Qué es lo que ganas tú, Evangeline? ¿Cuál ha sido tu propósito con esta maldita y jodida estrategia? – Vociferó las últimas palabras con odio. Lucern siempre había detestado a la realeza, pero no había podido deshacerse de su título pues era el único vínculo que quedaba con el ser humano que había sido. El bastardo que los Ralph habían humillado pero que al final, había triunfado. – Dame una sola, tan solo una buena puta razón, por la que no tenga que encerrarte en estas mazmorras hasta que te pudras. – Ellos habían visto que algunas estaban reforzadas para guardar a los suyos. Su amenaza, no era en vana.

por **Eve Trudeau** Dom Oct 19, 2014 7:48 pm

El tiempo da vueltas como un carrusel, bien lo dicen los locos. Cuando el péndulo del reloj había sonando hacia un rato anunciando la medianoche, la diablesa estaba segura de tener su hoguera de aquelarre dispuesta: los fuegos de la cacería ardían, amenazando con su humo a la decadente Paris, preparado también estaba el ciervo oscuro del sacrificio - Lucern, Istvan, el amo, cualquiera que fuera su nombre- devoraba su ultima botín de excesos, más que dispuesto a continuar con la sangrienta hechicería. Devoraba todo lo que, sin saberlo, era lo único que le quedaba jajaja

La vampireza hecho la cabeza hacia los barrotes, extendiendo sus brazos para deslizarlos entre el mental y cogerse de ellos, se elevo unos centímetros y así estiro su cuerpo de curvas voluptuosas, tirante pero dispuesto, el ciervo mamaba de su pecho buscando el aguamiel de la lujuria, le sujetaba de las piernas abriéndolas más, buscando su espacio entre ellas, los muslos de eve lo envolvieron en respuesta. Heridas se abrieron por su cuerpo, tiñendo de rojo la piel de alabastro de la estatua de la diosa. ¿Herejía o comunión? Una carcajada cínica, afectada y cruel reverbero por su boca de pecado, ella misma mordió su labio inferior tan fuerte que las cadenillas de cobre escarlata se derramaron por su mentón, un ofrecimiento pagano a su fanático acolito.

La sangre escurrió entre sus pechos, ella se relamió los labios, retorciéndose en su agarre, gozada en medio de un placer perverso que no dudaba en evidenciar con sus jadeos. Saboreaba la furia sorda y silenciosa, el odio corrosivo de los muertos, la saboreaba en la mordida a su cuello, en los besos posesivos, en la repentina invasión de sus dedos fieros que pretendían destrozarla por dentro, lo saboreaba en las palabras escupidas... se hundió entonces en la obscuridad bajo sus parpados, el odio -aunque sospechoso- solo hacia más dulce el placer.

--- Arranca mi antifaz de tajo, debajo una calavera hueca es todo lo que vas a encontrar --- Canturreo en una célebre excitación, apoyo en él para levantar y subir su cadera, incitando a los dedos cadavéricos a escurrirse más adentro, estos obedecieron, tocando un punto de voluptuosidad justo en el instante que la comprensión llegaba a sus pensamientos.
¿Un ciervo para el sacrificio? no, un cachorro de león huérfano, un lobo solitario y hambriento.

Y ahora el lobo esta furioso... ¿Que tendría que hacer caperucita?

--- Ahh, Lorraine... esa Lorraine... ¿fue ella quien te hizo recordar, no es así? ---Gimió la frase, arrugando el entrecejo al sentir la insistente masturbación. Levanto un poco mas su pierna, envolviendo la espalda baja para atraerlo hacia ella como una férrea cadena, sus pechos chocaban contra el pecho ajeno, y no daban ni un ligero espacio para que su mano siguiera maniobrando. Uno de los brazos de Eve se soltó del barrote, dejando caer su peso hacia Lucern y entonces los ojos de mares profundos, intensos, oscuros... sostuvieron los ajenos. Se enfrentaron a ellos sin miedo. Hacia unas horas ella tenía el tiempo a su favor, de una momento a otro, el mismo tiempo se le había pasado entre los dedos, había transformado a las cosas, su situación, ahora su criatura herida y furiosa emergía como el nuevo hechicero, ella misma se estaba convirtiendo en el sacrificio...

Sonrió para sí misma. Como es natural, eventualmente, todo el mundo se queda sin tiempo.

--- Te ganaba a ti. ---Sus uñas atraparon el mentón de Lucern, atrayéndolo hacia si para reclamar un beso de sangre , la ajena, y adherido a los labios vino un susurro imperativo, una orden obscura para que la cogiera allí mismo pese a sus amenazas. --- Istvan no te convirtió en ninguno despojo, ya lo eras mucho antes de que te destrozara... eras una vergüenza para los vampiros y para ti mismo. Te convirtieron en un remedo de hombre--- Susurraba, envolviendo un brazo a su cuello para mantenerlo próximo.--- Cuando regresaste a la vida sin recuerdos, los espíritus me hablaron... Lucern tenía que morir para que el ave fénix emergiera. --- Paso la lengua por sus labios, por los rastros de sangre en el mentón. --- Ahora eres un amo, pronto serás un rey, un dios entre los nuestros... y yo soy tu madre de las tinieblas, aunque te enfurezca la idea

por **Tarik Pattakie** Lun Dic 08, 2014 10:19 pm

¡Maldita sea! Su olor, lo tenía viciado. La sangre lamiendo la piel ajena, invitaba silenciosamente a su lengua a unirse a la refriega mientras que el vals que sus dedos efectuaban en la calidez de su entrepierna, se vio interrumpido por el movimiento efectuado por la fémina. Los turgentes y pesados senos, se aplastaban contra su pecho. Eve encajaba perfectamente con su cuerpo. Suavidad contra dureza. Curvas versus músculos. Sus colmillos segregaban de excitación, exigiendo marcarla y succionar más de aquélla ambrosía. Si bien sus cuerpos habían dejado de funcionar como un humano, la sangre que ingerían noche tras noche, les insuflaba vida. Lucern, podía saborear cada una de las emociones de sus víctimas. El placer, podía encontrarla de maneras infinitas. Eso era lo que había experimentado el último año. Sus ambiciones habían crecido. Antes, se había limitado a jugar una aburrida partida de ajedrez contra el tiempo, sabiendo que jamás iba a vencer. Ahora, había colocado las cartas sobre la mesa, sirviéndose de él como su más fiel aliado. Nigel Quartermane, era tan solo un neófito causando estragos. Sacarlo del poder, debería resultarle sencillo. Mientras su miembro penetraba en las fauces de la hembra, embistiendo como haría en su entrepierna, no dedicó ni un fugaz pensamiento a la condesa. Cierto era que, los recuerdos, habían explotado en su mente con fuerza tras verla. Miles de escenarios desplegándose, mostrándole su pasado turbio como humano e inmortal. Mordió el labio inferior de Eve, desgarrándolo. La sangre bañó su barbilla, tanto la suya como la de ella. La cogió por allí, levantándole la cabeza para clavar su mirada en sus orbes. La excitación del vampiro era palpable. Su miembro presionaba contra la tela, ansiando su liberación. Su mano, aún atrapada entre sus cuerpos, era férrea, abrasadora. Gruñó, empujando sus caderas. Como si fuese posible, su erección aumentó. Las palabras aduladoras de Eve le sosegaban y enfurecían.

Una parte de sí, estaba de acuerdo en que había logrado construir un imperio en menos de doce meses, muy poco comparado con sus seiscientos sesenta y siete años viviendo entre mortales e inmortales sin participar activamente. ¡Demonios! A esas alturas, París, el mundo, habría sido suyo. Pero la otra parte, se negaba a aceptar sus razones por muy certeras que éstas fueran. Odiaba la idea de que le conociera. Él lo sabía, siempre lo supo. Lo que había tenido con Lorraine tarde o temprano habría terminado. Estaba hecho para liderar, no para quedarse mirando entre las sombras. Los vampiros necesitaban un regente y, ¿quién mejor que él? Controlar y no ser controlado. Imponer normas, conductas, castigos. Su lengua serpenteó por los ríos carmesíes, como si necesitase entretenerse para controlar sus acciones. – Si fue ella o no, eso no importa. – Respondió, su mano libre cogiendo la pierna de Eve para liberar la que había aprisionado en su ardiente cavidad. Sus dedos salieron, húmedos, pegajosos. – Todo inicio tiene un fin, Evangeline. – Pronunció el nombre con un gruñido, deslizando sus yemas por el labio que ya había sanado. Su embriagador perfume flotando entre ellos. Lucern no había hecho nada para deshacer el agarre de Eve en su cuello. A sus rostros solo los separaba un aliento. Detuvo su caricia. Una mueca cargada de arrogancia curvó sus comisuras. – Te aconsejo que no apuestes contra mí. No querrás que deje de fingir que soy algo más que un monstruo. Tus pesadillas más terribles podrían volverse realidad, – señaló. Represalias, se leían en su mirada. Lucern la necesitaba. Sin ella, ¿dónde diablos estaría? ¿Jugando a ser el hombre que no era? ¿Perdiendo la paciencia mientras el tic tac se burlaba de su estadía sobre la tierra? Tenía un propósito, uno que apenas comenzaba a degustar. Siempre había sido un excelente catador de vinos. – Cuidado con lo que deseas. – Advirtió, dejando caer sus brazos. Una de sus cejas se elevó, cuestionando. – ¿Y bien? ¿Vas a terminar lo que has empezado? – Su demanda era clara, debía terminar de desnudarlo. – Por suerte para ti, puedo combinar negocios con placer. Aunque pensar, será lo último que harás. – Ya se encargaría su mente de averiguar todo lo que necesitaba saber.

por **Eve Trudeau** Dom Mar 01, 2015 2:39 am

Una escultura de hielo emerge en medio de un jardín de sombras. Inmóvil permanece; joven, mientras el mundo se hace viejo; sin pasado, sin nombre, sin vida. Una ninfa solitaria, ante la cual todas las almas en pena vierten tributos de escarcha. Algunas más osados la besan, y es el infierno de sus bocas quien le devuelve el calor dentro del pecho...

La diablesa vio sus propios labios abrirse con anticipación a la lengua ajena y viperina del antes Conde Ralph. Su propia lengua le masajea, le incita. Sus dientes le raspan, le reclaman, su aliento lujurioso le hipnotiza, guia a la mano pálida para que se enrede entre los cabellos de la nuca de su presa, tira de ellos, atrayendo el rostro para continuar reclamando con besos su voluntad. Tanta es la violencia y la necesidad que un labio partido no tarda en aparecer, la sangre mana libre una vez mas, roja y fria, permitiendo que la diablesa se relama así misma mientras su cuerpo se retuerce al son de los dedos opuestos. Estos le penetran, se curvean, le desgarran, con cada movimiento la respiracion acalorada se acelera, Eve siente chocar sus pechos contra el vientre duro, intuyendo la fuerza diabólica de Lucern. Podía matarla en ese momento, partirla en dos como a la más vulgar e inútil de sus presas... y sin embargo no lo haría. Era suyo. Suya su furia, suyo su odio, suya hasta la última de sus ambiciones...

Entre un suspiro, un jadeo y una maldicon, los ojos de hielo capturan a los masculinos, con sus dientes atrapa el par de dedos impregnados de humedad. Su propio semen le pica la punta de su lengua, y como si este fuese el trago más dulce de sangre, les acaricia con los labios, anticipa el dulce sabor. Lucern habla, como siempre hace tratando de imponerse con amenazas mientras Eve mordisquea y envuelve con la lengua al índice y al anular. De tanto en tanto un gemido ahogado se escurría en su labor... mas pronto los jadeos cambiaron por una carcajada oscura y tenebrosa.

--- ¿Quieres que termine lo que empecé? --- Cuestiona con voz rasgada y agitada --- Eres tu quien debe de tener cuidado con lo que desea...--- Un instante estaban de pie, uno frente al otro, un segundo después la morena empuja con fuerza sobrehumana a la figura de Ralph, proyectándola un par de metros mas atrás hacia el piso de concreto. La tierra se levanta en una nube de polvo, haciendo desaparecer a la morena de la vista del inmortal durante unos instantes.--- Tu que lo quieres todo... a Paris, al mundo, a mi... --- Su voz se anuncia a sus espaldas, y antes de que Lucern pudiera reincoporarse del piso la mano se Eve se adelanta para meterse entre su brazo y su axila, su otra mano -la cual empuñaba la daga del carcelero- avanza tambien, apoyandose a un costado del vientre masculino. Desnuda y de rodillas, como una aparición erotica gatea sobre Lucern exibiendose como el banquete de los delitos. Pronto la cabeza del inmortal queda aprisiona entre las rodillas femeninas y todo el largo de su cuerpo voluptuoso descansa semi-recostado en el.

Lucern no puede ver lo que hacia... pero puede sentir el filo de la daga dibujando circulos en su vientre bajo.

--- ¿Sabes que haras con nosotros una vez que nos tengas? ---- De pronto se escucha el desgarre de la tela del pantalon, despues una mano escurridiza liberando su falo.--- ¿Conmigo?, las amenazas y los golpes no me abladan, mi amor, yo me excito con la muerte - Rie con ligereza, humedeciendo con la lengua el área alrededor del prepucio - ¿Como haras para controlar lo incontrolable, mi señor? ---Y asi, antes de que pudiera contestar, Eve se lleva hasta la mitad del miembro a la boca y lo presióna entre los labios, haciendo movimientos más fuertes para succionarlo.

Como todo en la vida, romper el hechizo de la estatua tiene un precio, algunos pagan con sangre y con muerte, otros pagan con algo mucho peor... Ah, mi amor infernal. Si tan solo lo supieras.

por **Tarik Pattakie** Sáb Mayo 02, 2015 12:14 am

Sus manos se cerraron sobre los muslos de la fémina y, separándole con fuerza las piernas, expuso la tierna y cremosa carne para su deleite. Su venoso y duro falo, perdido entre los suculentos labios, aumentó su tamaño al son del frío filo del arma con que la reina jugaba. El sexo, no aportaba nada nuevo. Lo había probado absolutamente todo y, si algo había descubierto, era que le gustaba verter sangre sobre su cuerpo. Eve, parecía estar versada en sus malditos gustos y eso, solo provocó que su furia se desbordara. Al tiempo que empujaba sus caderas para meter su miembro completamente en la caliente boca de su compañera, sus manos, que actuaban de grilletes; la obligaron a descender hasta que su entrepierna le cubrió parte del rostro. El brote entre sus piernas pedía que lo torturaran y Ralph, con una siniestra determinación, lo chupó, mordió y estiró. Una y otra, y otra vez. En ningún instante, sus talones dejaron de hacer presión para mantener su larga y gruesa erección dentro de sus fauces, con sus rodillas manteniéndole presa de sus envites. Tocaba más allá de la campanilla, mientras que sus testículos, pesados, se aplastaban contra la barbilla de la hembra. Metió tres de sus dedos, hasta los nudillos, en el interior de ella; mientras que su lengua, inclemente, seguía golpeando su sensible punto. Cada vez que estaba a punto de correrse, detenía sus movimientos. – ¿Así no puedes maniobrar? – Se burló, metiendo un cuarto dedo. – Estás tan dilatada, que no tardaré en meterte el puño completo. – Gruñó, moviendo sus caderas hacia atrás solo unos centímetros, disfrutando de la saliva que se había aglomerado alrededor de su falo. Empujó de nuevo, pero esa vez, fue una de sus manos la que presionó la espalda de Eve, empujándola hacia abajo a la vez que él lo hacía hacia arriba. La hoja de la daga, había perforado su piel aunque, no sabía decir si la vampiresa lo había hecho a propósito o por accidente. El pinchazo solo provocó que le devorara con más ansia y, dejando caer su cabeza sobre el piso, hizo exactamente lo que había amenazado con hacer.

Su puño desapareció por completo en el interior de la mujer. Siseó ante el exquisito panorama que se le presentaba. Podía sentir y ver cómo su cavidad se abría para amoldarse a él. Lucern sonrió con maldad pura. Decidió que por fin, iba a responder a su pregunta. – Voy a dominarlos. A París, al mundo, a ti. Seré Señor y Amo. – La cogió sin pudor. Con saña. Eve estaba tan mojada, que sus jugos caían cuando él acercaba su puño a la entrada, solo para volver a hundirlo. – Te vas a correr cuando yo diga. No antes –, le amenazó. Inclinando su cuello para lamer entre los cachetes de su trasero. Ella le había advertido que solo se excitaba con la muerte, pues bien, estaba a punto de descubrir que él era La Muerte. Su lengua se abrió paso en su anillo fruncido, dilatándolo y, tras varios minutos, sacó su puño, dejó de profanar su boca y su ano. La empujó para sacársela de encima, sin delicadeza, aunque asegurándose que la mujer siguiera en su posición. A cuatro patas, parecía una maldita musa. Rápido como solo los de su clase podían ser, la penetró por detrás. No se dejó nada, metiéndose hasta la empuñadura. La cogió de la melena, negra como el ala de un cuervo, y la hizo doblarse hasta que espalda se pegó a su torso. Él había sacado la daga de su vientre y ahora se la mostraba a ella, con su mejilla cerca de la ajena. Su miembro salía y entraba del cuerpo de Eve. El sonido de sus testículos sobre las nalgas, no se hacían esperar. La mano de Lucern, misma que sostenía el arma blanca, aún mostraba los jugos de su excitación. Sin más preámbulos, deslizó la hoja a través del cuello de la vampiresa. La sangre no tardó en manar, manchando todo a su paso. Él la dobló aún más, clavándose – si era posible – más en su interior. Abrió su boca para beber de ella, rugiendo feroz. La besó. Con furia, con ira.

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