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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Sáb Mayo 02, 2015 11:44 pm

El quiebre definitivo de la existencia y la palabra, atisbando imaginariamente en el enfrentamiento, silencio y olvido, se reconoce en esa osamenta un asesinato al objeto de odio, señales de horror ante una guerra que viste este tuerto cuervo, el trágico exceso del egoísmo le está conduciendo a este crimen imperdonable, a volver a ultrajar a su amado para que no le olvide; la ultima vez que estuvieron juntos, en aquella Laguna no termino lo que por su mente le traicionaba, cometer un crimen creando ya la escena donde la repugnancia contra el odio colapsan. (una la la guardaba ese querubín y el otro la engendraba el cuervo) Ya era demasiado tarde, es envuelto por una farola de sensaciones grotescas, ya no hay marcha atras porque la noche habia llegado.

Así, como noches vienen, noches se van, sigue empeorando las condiciones, no habia momento en que pudiera estar a solas con su querubín, aquella ciega estaba ya consumiendo lo que quedaba de ellos en su preciado compañero, pareciese que son ellos dos los amantes mientras que el cuervo es una sombra que vela sus tristes recuerdos, que a pesar de las mínimas batallas que se riñeron sigue siendo el único a este calaverico cuervo, más aún lo arrastraría junto a él a una muerte venidera, y por las veces que acaso nunca estuvieron... «¡Ay, perdóname amor mío, en la muerte y en la otra, esto que voy hacer  no tiene perdón pero prefiero hundirme conmigo que sin mi!» Un aterrador pensamiento, dedicado a la imagen presente de su amado al ser arrancado de las manos de aquellas( metafóricamente) a escondidas, le obliga a salir de la mansión, ya no tenía libertad de quedarse con el cuervo, que a veces se suponía que ya no existía Nicolás para él, fue que posesionandose de lo que es suyo, que ya faltaba poco para que fuera más suyo de la otra que de él mismo, le lleva a fuera, caminando hacia la lejanía, marcando el sendero abandonado donde ya se dejaba de escuchar las voces o murmullos expuestos, así como las presencias eran ocultas; la distancia les cubría, los mantiene protegidos de cualquier habilidad ajena.

—¿Que es lo que estás haciendo? Me pediste que no olvidará que es a mi a quien quieres, pero, ¿Quien prometerá que no seré yo quien olvide a quien quiero? — Le culpó con las palabras acompañados de un trueno que amenaza con el diluvio. —Creí soportar un poco más pero ya no puedo... — y cuando tuvo la oportunidad de tomar el rostro entre sus manos, las marcas en su cuello le sacaron de quicio, que le aventó contra el suelo, consecuencia de que se golpeara con una pierda su cabeza, acompañando con el descenso de las gotas de lluvia, representando el padecer a un llanto que no ejerce el cuervo...— No dejare que te marque, tu eres mio, ¡Entendiste! Solo yo soy dueño de tu templo, de tus pensamientos, Jaejoong solo eres mio y no te compartiré.— enfurecido se encima contra él, destrozando su abrigo, despojándole de cualquier prenda.

«¡Tomalo! ¡Tomalo! No escuches sus negativas, no te dejes llevar por su lloriqueo, es el agua que lo está limpiando» —Solo te debe gustar estar marcado por mi causa, esto no te lo perdonare — una vez aquella bebió frente a este cuervo el vino que solo era para él, estuvo a punto de matarle pero a la intervención de ese despreciable se contuvo, pero ahora, solo iba a tomar lo que ya era de su propiedad.

Así que haciendo oídos sordos a sus gritos, e ignora sus sollozos, son lagrimas falsas, a el le gusta que le toque, el quiere,¡lo jura! Que el quiere... destroza otra más de sus prendas, esta vez su camisa a pesar de que la corbata le sigue colgando del pescuezo, le hiere los labios al obligarle con un beso, capturando su carnosidad que empieza a chorrear la sangre entre ellos. — Solo soy yo el que puede probar de tus flujos...— maquiavélico a su ira, se separa de sus labios y va hacia su cuello, besando este, chupandolo, humedeciendolo...

«Hazlo sangrar, revienta su finura, que tiemble, desolla su piel blanca, que enloquezca recordando como en la primera vez, asi aprendió a amarte, así recordará amarte bajo esa bestial consumación» Ejecutaba un paranoica mente, eran la misma, una ordenando a la otra, y la otra dependiendo de su acción.

«Que tiemble, que saque gemidos de dolor, no te detengas, ¡desnudalo!». — hasta la maldita lluvia sabe lo impuro de tu cuerpo, te limpiare con tu propia sangre — baja a su pecho, opresa sus manos y lame cada segmento, mordiendo sus pezones, cada uno los retuerza y se frota contra su miembro, orillando a endurecerse quiera o no.—Véme, solo yo debo estar reflejado en tus pupilas. — le dio oportunidad de defenderse, ser correspondido aunque sea con sus reproches, los golpes o su indiferencia.

Como si lo asesinara le toma de su cuello, asfixiándolo,  removiendose mas contra este, adentrándose a todo lo que pudiese tener ese pequeño, ser dueño hasta de su temblor. — No olvidarás nunca esto... — no lo mima, es traidor, ¡domarlo! Como en el teatro, adiestrarle con el placer ajeno. «¡El es tuyo!» Lo moldea a su gusto, lo quiebra con el fulgor del deseo, «¡Destrozarlo! ¡Sangrarle! Que luzca desnudo ya el maldito! »

Y baja el rostro a su pantalón, termina por arrebatarle todas las prendas que su osamenta desnuda la tiene a disposición y con la boca captura su miembro ejecutando una felación...


“Furioso y bestial se dejará llevar hasta el asesinato, porque se hallará saturado de vino, inspirado por la ira. Es malo ignorar el placer de matar, la caridad de dar muerte como una caricia, de hacerla intervenir en juegos que son como los de las fieras distinguidas: los gatos, los tigres, abrazan a sus presas lamiéndolas al mismo tiempo que las asfixian[...] A su modo, el beso había sido un acto de asesinato.”[1].

1. ↑Nicolás, El tuerto cuervo.


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Mensaje por Invitado Dom Mayo 17, 2015 5:25 pm

“El ángel corroído pierde sus alas en la lluvia y tormenta”


La mente siempre había sido un juego para los demás, así la trataban, la moldeaban, me la destrozaban y luego ponían los pedazos donde más les pareciera. En su momento había pensado que solo tenía que acostumbrarme a la locura. Poco a poco ésta se iría relajando cuando no sintiera que intentaba alejarla de mí. Me consumiría hasta que el equilibrio volviese. Pero no era de ese modo en aquel tiempo en el cual ambos pasado, presente y futuro estaban luchando por agarrarme. ¡De tres lugares diferentes! Por un lado Sky me acorralaba a un pasado mentiroso, pues jamás la había amado con tanta devoción como lo hacía ahora. Y podía entender que algo extraño sucedía porque ella era una neófita completamente y no alcanzaba a tomar hasta el último centímetro de mis pensamientos. Por el otro lado, Nicolás rompía mis huesos y mi corazón con cada mirada. Y al final, yo me veía queriendo huir como todas aquellas veces anteriores. Correr hasta que nadie me alcanzara, fundirme en el vacío total, morir de una vez al fin. Pero era imposible, cuando observaba los ojos color cielo de la ciega todo mi mundo se venía abajo y no podía parar de acurrucarla en mis brazos aun cuando Nicolás estaba en las cercanías. ¿La razón? No parecía importarme demasiado, siquiera desviaba la mirada para ver su figura, no estaba emocionado con ésta. Y no podía explicar sus sentimientos, la empatía había escapado entre mis dedos por completo. No había nada para resolver, en realidad, no había nada dentro de mí que fuese realmente de mi propiedad y por ello tampoco podía luchar.

La noche se había hundido por completo cuando aquel cuervo negro me llamaba a su guarida, me acerqué, por supuesto que iba a él. El sentimiento perdido siempre estaba nadando contra la marea, ahogado y con los orbes secos y sin una pisca de luz. — No entiendo a qué te refieres… No, yo no sé de qué hablas. U-uhg, ¿qué haces? ¿Qué te pasa? — Me agité despavorido cuando sus manos me apretaron con tal bestialidad, me rompía la piel con una sola mirada y el temblor empezaba a subir desde las rodillas hasta mis labios. Intenté mirar a donde él e igual no supe entonces qué ocurría con mi cuello. ¿Estaba marcado? ¿Cuándo había sucedido? No pude siquiera intentar recordarlo pues me hallé contra las rocas sólidas, una de ellas se aplastaba en mi cabeza haciendo que una pequeña hebra de sangre saliera por los costados hasta mi mejilla. Creí entonces que estaba mareado o en alguna ilusión pero no. Nicolás me apretaba, estaba intentando sacar mi cabeza de lugar sin duda alguna. Incluso escuché un pequeño crack en mi columna y las lágrimas se alborotaron, haciendo que mi cuerpo se retuerza como esos pequeños gusanos que eran asesinados cuando se atrevían a comer las flores del jardín. De un lado a otro hasta que el tironeo de mis ropas terminó por tajearme. ¿En qué momento habíamos llegado a esta situación? Miré al cielo, oscuro con las nubes dispuestas a tronar en cualquier momento. El infierno estaba exactamente arriba mío. El aura del vampiro más grande estaba corroyéndome y me vi tirando manotazos a todos los lados habidos y por haber. La primera zancada de luz en lo alto del firmamento provocó que un grito chirriante se escuchara, se me estaba rompiendo la garganta. Estaba dando todo de mí para hacer escuchar mi miedo, pero las garras inmortales se hundían en mi tráquea hasta que los ojos empezaron a desorbitarse y no pude atinar a moverme mucho más. La lluvía sobre mis ojos y el descontrol de no poder hacer nada para salvarme estaban dejándose sin ganas de luchar. 

— ¡No puedo! Por… favor. Miedo. — Llegué a balbucear cuando los labios ajenos se apoyaron en los míos, una mezcla de asco y miedo fue lo que afloró, le miré fijamente, como una pequeña rata estaba temblando, me dejaba frotar y mi excitación se moría cada vez que se acercaba un poco más. Sus besos ensangrentados y el olor fuerte del elixir saliendo por mi cabeza. Era como un teatro, una novela donde yo era el que moría al final. Nada mal para ser yo, después de todo, desde siempre había tenido una vida miserable y llena de egoísmos y caprichos. Así era como tenía que pagar mis pecados, muriendo en las manos de un amante despechado. ¡Qué ironía! Aún recordaba la vez que había llegado a clavarle la estaca en la palma a Nicolás. Como me había golpeado luego de eso y al final yo siempre ganaba y había terminado enamorándolo. Sonreí con la vista perdida por tan irónico final. Jadeé cuando por unos segundos mi boca se pudo abrir y tomar una bocanada de aire que me permitía sentir que seguía existiendo. Mis pies desnudos se friccionaron contra el suelo áspero, dañándose por la fuerza que estaba haciendo. Un placer doloroso estaba empezando a subir y cuando pude notarlo era una cavidad que reconocía la que estaba intentando que mi sexualidad se levantara. Las lágrimas se detuvieron un momento y empecé a buscar alguna forma de salida, el horror me estaba atosigando. — ¡Sal de ahí! ¡Déjame! ¡Ah! ¡Ah! ¡No! — Los gritos desamparados eran quebrados por un pequeño jadeo que me avisaba con punzadas que estaba herido y por arriba los rayos nadaban rompiendo en estruendos con cada uno de mis alaridos. Mis yemas se hundieron en la tierra y de una vez me giré, que me arrancara el miembro, ya no había razón para tenerlo. Intenté gatear en busca de una escapatoria, luché en patadas contra aquel ser que se suponía que amaba. Pero nada estaba claro y lo único que quería era detener el tiempo para siempre.
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Mar Mayo 26, 2015 4:03 pm

Tenía el oscuro presentimiento de que aún no había concluido todo y de que pronto cometería de nuevo algún crimen espantoso, que borraría con su magnitud el recuerdo de su anterior delito.

Vacilando de destrucción, el amor era cruel, se apoderaba de los peores males, axfisiado se sofocó en el dolor ajeno, la maldita necesidad de poseerlo con esas reveladoras insinuaciones bizarras, desquiciado tuerto que la fuerza de arrebatarle cada evocación se iba hacia un laberinto dañino; sangre, padecer, obsesión oscura donde libera la verdadera bestia, esa que mata por amar. ¡Un acto solemne de amor es parecido a un asesinato…!

«¡Saca de su interior gemidos de dolor, que sienta, que llore, destrozalo!»  Mente desmamada, están jugando dos monstruos en esta violación, un cuervo y un inmortal rolando los papeles para que esa agonía perpetua arda y saque la locura antes de suicidarse. Esto era un terror gozoso, aclamando ese templo en cuanto la felación se presenta, no escuchaba, tratando de desaparecer el alma del que está, hombre o mujer, debajo, por eso es un homicidio, el cúa el impostor se opone a la entrega,  batalla con sus manos para que ese miembro no salga en libertad de la boca. Lo presiona entre sus labios, ejecutando vaivenes consecutivos, estirando de su cuero a la captura de su esencia aunque su carnosidad emprenda caminos a lo excelso, y debajo de las ramas rotas, entre la caída de la lluvia son coronas de espinas para el tuerto que se clavaban en las sienes que disfruta hasta del vidrio su angustia, el viento invisible alaban esa consumación, pero no logró retenerlo, aquel maldito logró girarse y sus colmillos rasgaron su tronco al querer retenerlo, motivo por el cual se pintarrajearon sus labios de carmín. —¡Te hare el amor! No te dejare sin antes tomarte...¿Te doy asco? ¿Es por eso que aun no te has endurecido? Que pena mi amor, solo asegurate de gritar mi nombre y no el de ella.

Poseído por el diablo, sus falanges se sostienen de las prendas que permanecieron en esos tobillos, le jala de estas y así en 4 le mantiene, deslizando la mano a su pelvis que le pega a él, figurando una montada al emprender un vals erotico, muy a pesar de que la tela interrumpa la penetración, estaba provocando, endureciendose que esa farola le excitaba, era el mayor placer gozado, representando esas gotas de llantos, cenizas, negras y dolorosas al ser rociadas.

Y el cielo lo sabe, es testigo de la horrorosidad que le encarcela, gruñe como los truenos hacen compás con ellos, llevando el onanismo al borde, y sin a la espera de correrse, muestra la dotación y con  brusquedad delinea en medio de sus posaderas, entrelazando los dedos entre sus cabellos y tira de estos hacia atrás, enmarcando su espalda a la hora de penetrar, tal que engrapadas en su cavidad, donde la poca razón se iba penetrando, un filo desgarrador, un sulpicio convertido en una carne putrefacta que devora su interior. —¡Dime ¿De quién eres?, dime, ¿En quien piensas?, ¡dímelo! …— Enfurecido, altivo por la sensación de estar dentro de él, «¿Tenéis miedo de mi? Pues esperad a ver y sentir que hay dentro, el origen del desde, la hipocresía de un enfermizo amor o de verdades desconocidas en los escombros que dejó la gran puta emperatriz», ya desconocía la imagen de quien está lastimando, se desbordó el delirio que le está reviviendo como a un fenix, tanto tiempo sin haber anhelado un templo, demasiado tiempo se mantuvo drogado para no hacer algún mal.

«Rompe su agujero, empuja duro, duro que te recuerde, que escupa sangre y diga tu nombre…» No logro adentrarse el segmento dotado, su carne gruesa volvió hallar el punto y de un fuerte empujón, presionando en la contraparte logró percibir el aro al cubrir un poco, estaba reseco que del esfuerzo la extremidad era bañada de linfa, engendrando un juego de malabares, ya que los dídimos se balanceaban por los empujes.  

Pudriendo ese orificio, elevando un canto condenatorio en el abismo de la risa perforada en la higuera de la lujuria, gruñidos de demencia mientras que un querubín solloza. —¡Muévete! ¡Conviertete una vez más en aquella fulana que me conquistó entre sus piernas. —El recelo, el desdén, todo se mezclaba, al igual que usó las uñas afiladas sobre su desnuda espalda, arañando en espera de sus gritos…— Devuélveme lo que un dia fuí, por tu maldita culpa…—negaba, descendiendo las manos a redondear sus posaderas, acomodandolas al ir aumentando y emprender embestidas…«¡Pégale! ¡Rompele la cara, picotea hasta que su asquerosa osamenta se destruya!» — ¿Duele? ...No, no es aún suficiente. —«¡Como si le odiaras! ¡Pero le odias, tumbalo!» —Antes llorabas porque te destrozara y ahora, solo pides que te deje…—lacera, le avienta de la espalda y sin piedad le gira.«¡Que no quede nada, llenale!» —Abre esas piernas para mi, desprende tu perfume y ofrecete, ruega por que te dé tan duro para que siempre me recuerdes.

Le mira con una indiferencia, resonando una voz de repudio, menospreciandole como nunca, así que cacheteando aquel falo «¡Usalo, utilizalo, no pares, no te detengas!» Y se toma el propio falo, dando las ultimas estocadas puesto que eyacula y ensucia el abdomen ajeno, manteniendo la mirada acuclillada sobre él, untando con lo dos dedos con el líquido blanquecino y decora sus exquisitos labios de semen. Manchando lo que pudiese tener de una estúpida inocencia. —Me estas provocando volver a matar.Tú, yo, o ella… —Convirtiéndose en la mayor emperatriz, estaba generando a un caballero solo para su disposición, uno que fornicara junto con la psicopatía del pensamiento.


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Mensaje por Invitado Lun Jun 08, 2015 12:11 am

“Y era verdad, jamás podría encarcelar aquello que no puede tocar con las manos”


Las piernas se doblaban de formas inhumanas, casi al ras de quebrarse, me retorcía hasta hundir las manos sobre la tierra, lastimando mis uñas, esperando que todo lo que estaba pasando a mi alrededor fuese un sueño, una pesadilla espeluznante. El jadeo repetitivo de mis labios era doloroso, me estaba quemando con el agua que caía del cielo, parecía ácido avivando mis penas. Mi espalda empezaba a arquearse, el dolor de la sangre saliendo desde mi miembro entristecido, el temblor que se propagaba. Me recordaba a uno de esos conejos que los humanos cazaban, los agarraban de las orejas y los degollaban lentamente. “Para que la carne sea suave” “para que el pelaje no se dañe” Esas eran las razones por las cuales el animal debía sufrir. Y lo mismo se aplicaba a esa situación en donde el violinista del diablo estaba martirizándome. Quería despellejarme y usarme como un tapado, me odiaba, detestaba lo que le había hecho así como yo mismo me repugnaba.  El intento de contestar a sus gritos se hacía difuso, mi boca estaba cerrada, atomizada del miedo. ¡Su ojo celestial me había acusado de la más baja traición! ¿Y qué podía decirle yo a cambio? Solo podía esperar compasión, rogarle una vez más que no me matara.  El aullido intentaba escapar, pero nada salía de mi garganta, solamente alaridos básicos de una bestia sin garras. Arañando el suelo, la suciedad se pegaba a mi rostro así como las quejas del hombre que sobre mi cuerpo estaba intentando tomarme.

“No, no, esto no es lo que quiero, duele, por todos lados” Mi mente estaba hecha un descontrol, mis dedos se atoraron en el cemento, la piel se arañó y cuando siguió deslizándome para apretarme contra él, un recorrido de sangre dejaron mis huellas. Estaba desesperado, tanto que el dolor no importó. Seguí rasqueteando cual rata mugrosa, negando una y otra vez. ¿Mi voz? ¿Dónde estaba mi voz? Desesperado temblaba a la par de la lluvia y los truenos que poco a poco se dejaban escuchar más altos. Me retorcía, no quería verlo, no quería saber cuál era el rostro de la maldad encarnada en aquel ser. ¿Dónde estaba Sky? Sí, eso, tenía que pensar en ella, de esa forma el sufrimiento acabaría, ¿lo haría? No. Ella era la razón por la cual aquella ave me estaba dañando. Un grito más me desgarró por dentro, tan agudo y sollozante que terminé con la cabeza apoyada por completo contra el asfalto, me estaba haciendo mal. Dolía, dolía montones y lo hizo mucho más cuando su miembro se enjuagó con mí piel, estaba dentro, caliente de sangre y humeando odio. Mi virilidad dormida poco a poco estaba reaccionando a los golpes, apenas sus brutas palabras me golpearon por tercera vez una reacción hubo que provocó un temblor catastrófico. Como si me hubiesen sacado las piernas y vuelto a ponerlas. Mis labios había acabado mordidos por todo mi interior, magullados por fuera incluso, salía sangre a borbones. — No… dije nada. — Me quejé ante su reclamo. No estaba pidiendo que me deje, eso era una mentira. Solo gritos había dejado escuchar.

Humillación, un desprecio que jamás había sentido antes. Eso fue lo que sucedió cuando el medio-giro se completó y mis ojos muertos y desalmados se encontraron con el suyo. Tan celeste y hermoso como lo recordaba. Mis orbes se entrecerraron, dejándome abrir de par en par. Había dejado de forcejear, la linfa corría por el borde de mi boca hasta mi mentón. Me había mordido la lengua tan fuerte que parte de ella había quedado hecha añicos. “Te sigo amando” Pensé y modulé, sin poder formular la oración, sintiendo como mi cabeza giraba al compás del sexo abrasivo. Mis extremidades temblaban en tanto mis lagrimales dejaban caer apenas gotas de miedo. Pero ¿miedo por qué? ¿Era porque estaba mirando de frente a la tormenta? Sí, sin duda alguna esa era la razón, pero, ¿a cuál tormenta me refería? Una sonrisa tosca se me escapó, miré su entrepierna, su miembro se franeleaba hasta correrse y allí quedaba. De repente estaba mirándome y yo no podía responder. No, no es que no podía. No quería, porque cualquier cosa que fuese a decir iba a enfurecerlo. Intenté acomodar mis brazos raspados al lado de mi cuerpo, pues en el movimiento habían quedado abajo y lentamente busqué aquel rostro. Fue cuando alcé las manos cuando me di cuenta que las diez yemas estaban en carne expuesta. Me asombré pero terminé por apoyarlas en el rostro del demente que tenía intentando cabalgarme como si una especie de caballo fuese. — […] tú quieras, -sta bien. — Asentí unas cuantas veces, "lo que tu quieras estará bien" traté de decir, dejando descansar mi ser al final. Aunque éste seguía siendo atormentado por todo el alrededor. No había podido hacer ni un movimiento, mis piernas seguían flexionadas y dispuestas a los lados, como una rana abierta de par en par, con las rodillas tocando el suelo. “Te dije que quería morirme en tus brazos.” Seguía hablando en pensamientos, escupiendo la sangre que de mi lengua rota salía, tosiendo para que esta no entrara. Busqué girarme, pero no había posibilidad alguna de llevar eso acabo, así que cerré los ojos y esperé. Quizá el sol salía y la vida me daba una ilusión. "Perdón." No había formas de hacerlo cambiar de parecer, no podía pensar y ayudar. Él ya me odiaba, lo hacía para siempre y mi alma estaba rota en pedazos.  
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Jue Jun 11, 2015 11:48 am

El trono de Mefistofeles.[1].

Apresurado a un infame deseo, el mal fuego sin lumbre que oculto entre cenizas asecha entre sus piernas, de lanzarse y ceñir con llamas su cintura, su embotado filo desperto la lujuria sin dejar de alabar el dotado falo, ese carmín purpurento desahogaba la rabia dirigida a un vacío donde no tenía salida, así como la honra y la belleza se fundieron en el semen. Esos inofensivos brazos son débiles ante el pérfido cuervo, si alguna vez hubo belleza en esa osamenta ahora desapareció por completo, el valor caduco y solo quedaba el fulgor de sus quejidos, así lo quería, deshecho, está silente guerra en su iris se aposenta el temor ajeno de ver morir sobre ese falso enemigo, porque amante dejó de ser.

«¡Así, maldito gusano, revuelcate, arrastrate vil insecto!» Ni los arañazos a la tierra pudieron contra los golpes que el enloquecido daba a su espalda,  discutiendo los males venideros, ¡Y, morid sacrílegos que manchan tan preciado acto! No debería temer conociendo ya la peor sombra, no debió confiar en el amor impuro de este violinista, así es como hace el amor contra el odio, así fornica como a su música siniestra, su estirpe es este secreto, su vacío en el templo domina, este era su manjar, que la paga a ello era perder todo en su sendero, satisfacer sus ansias es su propia ruina, como la tormenta continúa y es que esconden esos alaridos, esos sollozos de la infeliz víctima, mientras que este ladrón vela sus armas de matar.«¡NO, tu no quieres matarlo, tan solo quieres herirlo» ¿De quien era ese grito? ¡Nicolás en su mente se aferraba, pero el desdén no permite que se interponga! Lo estaban atormentando, creando a un perfecto desconocido .

Pero gritos de siameses, ¿De quienes eran esos malditos gritos? Negaba por su interior. Más fue el desprecio, la modesta túnica del amor, ¡impiedad que encarcela a sus horribles daňos! Sabe que el valor verdadero a el deberia de ser respeto más el acto es tan vil que quedara de nuevo grabado, no importaba, ya estaba esperando la muerte venidera, que si de unas embestidas le sentenciaran, haría las posibles para abrazarse al dolor que no supera esta tortura. «¡Arráncale los ojos, o tu destruye el tuyo! ¡Matalo, que ya no siga pensando en ella!» Estaba su única iris decorada de un carmín, ¿Que era aquello, tristeza o muerte? . Estimando en su uso, lo peor del deseo es su lujuria, la belleza su premio, chilla de tan solo verlo, se asusta, más no sabe que da pavor  al miedo, siendo toda la naturaleza cómplice de este crimen,«¡!Quitale los ojos, que se quede ciego en su oscura prisión, si quiere pensar en ella, que solo a ella vea!» Tal lucía la vida sobre el mapa inmortal, y la sombría muerte, sobre el último aliento. «¡Arrancale los labios, eso te esta queriendo decir!» Y tras ser mandado por la mente, mordió esos labios con fuerzas, si quieren sangrar eso haría el cuervo, lo estaba hiriendo como a la carnada en plena tortura.

—Callate, callate, no quiero escucharte— ¡No deseaba su cadáver, pero si esto seguía de esa manera, prefiere quedarse solo con él!. Ensangrentando su templo, como en los viejos tiempos cuando la sangre era la excitación en una encamada, el vino servido a la majestad de un cáliz, pero esta vez era un manantial para perpetuar la piel en su máximo esplendor. «¡Así, que gima el maldito, que enmudezca y se calle de nueva vez!» Que se destruya cualquier evocación, sino le detenían perdería la pasión de tenerle —¡Callate! No me sirven tus pensamientos, no me sirven tus palabras…¡No me toques! — Rechazó sus asquerosas manos, muy poco le importó lo desfallecido que lucía, y si en su pensamiento la muerte anhelaba, que se deshaga, así como el onanismo, escupió aquel semen como aquel su linfa.

Arrastrando los crímenes en deshonra eterna y bien disfrutada, se está quedando al fin ciego, su corazón putrefacto le anuncia que no es de nadie, que prosiga ultrajando esa cavidad y con brutalidad, en los brazos posa esas piernas al alzarlas, inclinando el falo en su osada cavidad, empotrando cúal sucubo carcomiendo en el sopor, sediento de más agonía, ansioso de despedazarlo porque se ganó las puertas al holocausto, esa es una intención demás, no despertar una virtud agonizante, superviviente encarcelado en el pasado. Como un leon furioso que juega con su presa, cuando el hambre se calme con la facil conquista asi, goza, excitan a un tumulto mayor.  La concupiscencia es impía y el llanto le endurece, envainando la espada filosa, sirviendo aquel líquido carmín como lubricante, aunque hubiese preferido que seco estuviera, así el dolor, el ardor reinarán.

¡Track, track! Los choques que desprenden esas embestidas, la mirada la enfoca en él, no hay piedad, olvido a quien le servía, ya que halagaba el pudor, no le instiga ni apremia para que se retire, batido en violencia del más loco poder. Golpeando su cavidad tan duro. Como una estrella polar son sus lascivos ojos, deliberadamente dice sí a todo, a su mente trastornada en destrozarlo y al templo que actúa sin límite alguno, «Así como has logrado que una piedra se endurezca aún con el más asqueroso deseo, forzarlo a que se rinda, a que gima tu nombre una y otra vez y desfallezca»

¡Que vil! Desprendio una sonrisa, crueles colmillos bañados del carmín, se mordió su carnosidad por la intensidad en la que bailotea, la maldad era excesiva, no le satisface más en cambio las embestidas le hacen gruñir, hastiado acrecienta el desorden, llegando el peor de los terrores, derrama en su interior la oscura esencia de repudio. disfrazando la mente turbulenta en un suicida. llegando el momento de poder devorar al memo, reventando los propios tímpanos con solo el firmamento de sus quejidos, sordo y ciego se disfrazaba. Solo existían las malditas voces poseyendo, la ira envolviendolo, acompañando la tormenta en los atroces movimientos, empujaba hasta que el cadáver cayera.

Que si el funeral de los recuerdos quedarían, le ofrecería los únicos de cuando la despedida era el llanto. Esta era la tercera vez que asesinaba su escultura, el impulso contra sus manos al apoyarse sobre la tierra y enloquecer con eróticos bramidos a la sequedad de un orgasmo fundido en una bizarra mordida a su yugular, atraído con la melodía que el cielo moribundo entona, desfalleciendo Nicolás al ser llamado para recordar un pasado en espasmos.


Así revivió el fénix entre cenizas de un odio que no había lugar dentro de él para algún otro sentimiento como el amor, la tranquilidad o la decadencia, de lo único que lamenta es de no haber podido volar cuando la libertad poseía, ahora encadenado observa lo que realmente ha sido.[2].

1. ↑Asmodeo, El creador de la sombra de Nicolás.
2. ↑Luthier, El tuerto cuervo que está despertando.


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Mensaje por Invitado Lun Jun 29, 2015 7:40 pm

Supe entonces que el fin de ese amorío estaba muy cerca, ¿habría posibilidad alguna de renacer de este terrible cáliz de fuego ardiente que él lanzaba contra mí? Sinceramente no podía decirlo, no podía explicar mi dolor siquiera en llantos laboriosos, estaba destruido y desnutrido, por dentro y por fuera me sentía pesado y moribundo, en algún momento pensé que estaba viendo el universo real y que me iría hecho cenizas de una vez por todas; pero no, tenía que sufrir. Mi deber en ese mundo era estar afligido por siempre y él era el ángel guardián de mis calvarios, el que los provocaba y acentuaba cada vez que éstos querían desaparecer. Bien sabía que no iba a matarme, no, era algo mucho peor, quería lastimarme hasta hacerme desear mi propia muerte a gritos. Y eso no estaba muy lejos, solo faltaban los ladridos, pues mi garganta se había cerrado. Aquella con la cual le había cantado dulces melodías estaba rasposa y llena de incertidumbres, incapaz de poder ser usada, quién podía saber hasta cuándo. La razón me era desconocida, mi cuerpo se retorcía en sus brazos pidiendo piedad, sollozando apenas cuando sus embestidas se promulgaban en profundidad, arqueándome con total insatisfacción en los instantes que se iba y agitándome cuando volvía. Su mirada cruel de un solo ojo me estaba juzgando, ¿¡por qué!? ¿Por qué yo tenía que ser juzgado si lo único que hacía era intentar arreglarlo? Estaba fallando, lo sabía y aun así por más triste que fuese, quería volver a él una vez más.

Sus gritos insultantes me intimidaban, tenía tanto miedo que no pude siquiera entrecerrar los párpados una sola vez. Estaba asustado, temeroso, tal como un animal a punto de ser despellejado vivo. Sus manos me zarandeaban y mi cuerpo golpeaba contra el piso en seco, crudo para que mis huesos se rompieran de una vez por todas. ¡Si quería destruirme que lo hiciera por completo! ¡Qué no dejara nada sano porque ya no lo quería! La pantalla de mi visión se hacía oscura, pesada, él se acercaba, ¿lenta o rápidamente? Imposible descubrir, solo lo sentí contra mis labios que estaban cubiertos de ninfa roja y ahora se proponían a largar más, llegando a manchar las telas de la refinada ropa que tenía puesta, ahora parecía el atuendo de un cadáver en tormenta. Gemí, bajo, tan sumisamente que parecía el aullido de un gato moribundo, busqué su orbe, pero el mínimo reflejo del carmín de aquel me alejó en un instante y el tiritar de mis extremidades se puso escandaloso y extrovertido. Varias fueron las veces que me encontré negando con la cabeza, moviéndola a ambos lados como si quisiera pensar que eso no estaba pasando, el mareo vino después y sentí un burbujeo en mi boca que expulsaba la materia roja que emanaba de mi interior. Mis dedos se habían vuelto a hundir en la tierra y un pequeño quejido somnoliento se dispuso agudamente cuando aquellas largas y finas piernas que salían desde mi cadera eran arrastradas a posarse en aquel hombre que no conocía. Fueron segundos, milésimas de ellos quizá, que pude mirarlo. Era tan hermoso, estaba recubierto en odio por mi culpa, estaba enojado porque me amaba, ¿acaso no era eso lo que yo siempre había querido? Que me deseara de forma demencial, que me tomara las veces que quisiera porque yo le pertenecía.

Pero no era ésta la manera correcta, no podía soportar el dolor y tan solo los recuerdos de aquella ciega mujer eran los que estaban dándome fuerzas para no caer inconsciente sobre la tierra mojada. Crujió uno de mis huesos cuando una estocada hizo abrir mis zancas de forma tosca y mi columna se giró al tiempo que un pequeño grito hizo una aparición repentina. La desesperación estaba volviendo y con eso mis intenciones de girarme y salir arrastrándome como un animal de la tierra. Gritoneé ante esa intromisión dificultosa y los lamentos se hicieron presentes, pero no podía vencerlo, sabía que sin importar las veces que intentara ganarle siempre tenía las de perder, ¡es que no quería morir! “Basta, basta, basta, no puedo más” Cojeé y el bramido de un trueno terminó por enloquecerme, me retorcí famélicamente raspé mis codos y palmas, busque piedras a mi alrededor para lanzarlas contra él. Mis alargados ojos negros gritaban en tanto mis manos estaban intentando golpear a aquel ser. Estaba penetrando mi cuerpo, estaba haciéndome doler casi tan horriblemente como cuando mis colmillos habían sido arrancados. ¿Qué era lo que estaba arrancándome ahora? Grité sin sentido y cuando no hubo más salida a mis instintos apoyé ambos brazos sobre mi cabeza, cubriendo mi rostro dejando salir un lagrimeo como el de un niño, lleno de lamentos y de frases inconclusas e incoherentes profesando mentiras que nunca cumpliría. “No volveré a hacerlo, no lo haré más” Y yo me preguntaba ¿hacer qué? ¿De qué estaba intentando culparme si mi mente no estaba segura de lo que estaba ocurriendo?

Un nuevo estruendo por parte del cielo no se hizo esperar y junto con él fueron unos colmillos filosos los que se acercaron, estaban metiéndose en mi garganta, se aplastaron contra ella y el bramido agudo de dolor hizo que mi cuero se despellejara, mis piernas seguían sobre sus hombros y él tan cerca de mí me hacía doblar lacerantemente. Su olor era maquiavélico, emanaba odio. Solo podía verle sus cabellos color ceniza, apenas un poco largos y despeinados. No mirarle la cara me daba más tranquilidad, una que hizo relajarme y marearme. Ah, quizá también era que mi sangre había sido filtrada por miles de huecos en mi piel. No lo sabía, pero apoyé las yemas de los dedos sobre su nuca, dejándome abrazado con todas mis extremidades y dejé entonces que el sueño me invadiera. Que mis parpados cayeran por primera vez, ardían, me habían caído muchas gotas de la tormenta y jamás me había animado a parpadear, siquiera en aquel minuto pues los cerraría para no volver a ser abiertos en varias horas. “No te lamentes por esto, siempre supimos que iba a terminar así” Fue un pensamiento remoto, y aún así no llegó a salir de mi inconsciente, me lo guardé solo para mí mismo. Y dejé que mi nuca caiga a un lado, ¿quizá me dejaría allí para que me agarrara el sol? — Nicolás. — Fue un susurro plasmado en sueños, el intento de mis reflejos por responder alguna de sus preguntas anteriores. Era mi consiente el que no estaba agarrado a él, pero mi mente interna quería quedarse para siempre con el ave negra. ¿Quizá era la respuesta a quién le pertenecía? Me era difícil saberlo, principalmente porque ya no tenía razón para recordarlo.
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Sáb Jul 11, 2015 5:19 pm

El sueño es el hermano de la muerte

El veneno esta carcomiendo el fuego, la pasión paso a ser un delirio, el suelo era soportable para tanto odio embestido, la tierra tiene miedo, no tiembla pero recibe la linfa tanto de un querube ultrajado como la de un demonio profanador, las heridas empiezan a reflejarse, las marcas se plasman en la piel, moreteada cavidad, falo destrozado, el dolor es lo único que esta asesinando al violinista, no hay nada que pueda hacer detenerse, es ahora mismo el cuervo que esta devorando su soledad, la ausencia de presas le hizo estallar. Contra su amante, contra lo que dejo de ser su compañero y paso a ser solo un banquete insaciable.

«Detente, cierra tu ojo y deja que el sentimiento te llegue, ¡Míralo!, ¿Acaso no lo estás viendo? Lo estas matando, lo estas destruyendo » ¿De dónde había escuchado aquello? Porque pareció solo un susurro mortecino en su mente, la negrura no dejaba pasar luz alguna, algo que le interrumpiera esa vileza.« ¡Duérmelo, deja que se duerma, mátalo, deja que se muera! Si cuervo, así sigue, ¡mátalo! » La pupila se fijaba en ese rostro, ni su llanto le toco el vacío, ni sus alaridos le estremecieron. Lloraba, melancólicos gemidos, pero ni uno era tan aterrador para que le detuvieran. No era suficiente tristeza, no era nada aún.

—Muere Hero, solo así quiero tenerte, muérete, porque solo tu cadáver será mío. ¡Te dije que solo eres mío, cállate, cállate...! No importa que ya no vivas, yo velare tu templo, seré el único cuervo que yazca sobre tu ataúd abierto.Estaba confundido, las voces se intercambiaban, creía que eran las de él, pero no. Su suplicio era lo que no alcanzaba a escuchar. Ni la sangre escupida le hizo tener clemencia de la aberración. « ¡No estás solo, es tu sombra, cierra ese maldito ojo! » No cierra ese ojo, continua fijo, clavándolo en el, no quiere perderse ningún gesto, ni su bailoteo como una perra deslumbrante. Que solo esta abre las piernas y entre más le empujan más quiere. Eso solo interpretaba con el tronido de huesos, una osamenta creada para este único daño.

— ¿Por qué te cubres? Quiero que me mires con esos ojos, ni un parpadeo, ¡Mírame! Así me asegurare que me estas mirando, que recuerdes este rostro, que pienses en mí. En quien te está tomando.  ¡Maldición, mírame! ¿Qué, ya no disfrutas que te penetre? …Lastima mi amor, grita, grita aún más, quiero escucharte.

No hay ruegos conocidos para él. Ese cuervo, solo sigue su instinto asesino, por amor es que esta perdido. Por poseerlo es que se está olvidando…Que la lluvia limpie esa evidencia, que caiga y lave el templo violado, la lluvia llora por los dos, el lamento de esos amantes se escuchaba con los truenos. Se vuelven locos, la demencia pudo más que el amor que se tenían, pudo haber sido amor pero quedó sepultado con sus miedos. ¿Miedo a que? A que sea abandonado, olvidado como las noches en las que se juraban devoto amor, donde soñaban con morir juntos. Todo eso paso a ser desbordado entre sus piernas, la sangre, el agua y la tierra los marco sin darse cuenta. El amor que se conserva, se caduca, el escenario fue esplendido, la miseria de ambos se les volteo, cada uno es su propia ruina, su reino para despedazar. « ¿Puedes ver su desesperación? Lo estás haciendo muy bien, está comenzando a temerte, estas y en su interior, que te golpee, deja que te lastime aún más. Está claro que es de quien te enamoraste» Lo que planeo, estaba concluyendo, está herida no sería olvidada, ni por una mente que lo desee, siempre recordara el padecer, esto fue lo que sembró, esto es lo que quiso desde el principio. Sin embargo, no espero las voces en su mente, ni el despertar de lo que algún día fue olvidado.

Ahora bebe lo doble de esa yugular, no se percata del daño que le ocasiona, sus brazos los sintió y es ahí donde cerró el ojo, y la pesadilla le dio un destello, como si el trueno sonado hubiese sido en el interior de esa vista. Lo único que ve, es una fosa, una pira de cristal y él posado en el interior, estaba dormido y recordó que de esa manera fue despertado. Se detuvo cuando una voz reconoció, no era su señor mata lobos, ni a aquel poeta que imploraba entre versos su llegada. Era aquel querubín entristecido por un beso. Era el recuerdo de cuando por primera vez le dio un beso; Ese fue el motivo que le hizo abrir el ojo, se había detenido a su bestialidad, se sentía poderoso encima de ese templo.  Aunque, ya las voces habían desaparecido. ¿Qué fue aquello? Quizás, el odio llamo a su propio interior.

H e r o — murmuro, liberándose en un llanto, podía distinguirse porque la sangre fluía en su ojo. Callo, estaba ya consciente de lo que hizo, fue mas tormentoso el tenerlo entre sus brazos ensangrentado y vuelve a murmurar su nombre. Necesita decirle que no tema, que no sufra más. ¡Era necesario! Pero, en su nuca siente un gran peso, lo observa y es que murió cualquier movimiento, lo envolvió entre sus brazos y beso su frente, posándolo lentamente sobre el suelo.

—Duerme, ya pronto se terminara esta pesadilla. Descansa, sueña con este momento. Porqué te quiero a mi lado, es que estoy haciendo esto. No espero ningún perdón, púes este amor siempre lo has conocido.

Arruinado, vuelve el tuerto, con cuidado le libera, es trágico que haya ocurrido de esa manera, es cruel que a pesar de todo le siga amando. Se unió a unas suplicas bajo esa lluvia, empapados, él agradece que sigan cayendo las gotas, manchados de sangre, es evidente que cometió alta traición. Es horrible lo que admira,  más su interno disfruta de ello.

Y con el delito anunciado, se levanta con el cadáver entre sus manos, con las marcas expuestas, con cada detalle que explicaba lo que había cometido contra el pequeño. Se digna a recorrer el mismo sendero que tomo para sacarlo de la mansión.  Va de regreso y sus presencias son percibidas. Esto es lo que anhelaba el cuervo, llegar con su ruina triunfante ante aquella que se lo quiere arrebatar.  Mostrarle que esto no era un juego.
Y tras la sospecha de que fingía su ceguedad, lo confirmo cuando ya la mujer se movía hacia ellos, no le quitan, él entrega a su querubín. Debía seguir sus planes, estaba atacándola poco a poco, le seducía combatir con los peores miedos. Y a ella, le golpeaba donde más le dolía. Fue una completa burla lo que engendro y sin más se marchó con las maldiciones que esta le gritaba. Indefensa le vio, más fue el terror que recibió con su héroe que se le olvido dañar al cuervo. Así, codiciando su pronta caída se despliega hacia la guarida de un brujo, tenía demasiadas cosas que realizar, y la principal. Terminar de una vez con Skye.  

CERRADO


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