Sorpresa inesperada [Aldebaran y Danna]

por **Ishbel de Dianceht** Mar Nov 03, 2015 9:18 am

La vida es una constante sorpresa ante los ojos de los niños.
—Rabindranath Tagore.

Hacía tres días la duquesa Dianceht y su hija, habían llegado a la capital francesa de París. Tras el desembarco en el puerto y un casual encuentro con quien Danna habría jurado no tener que verle más, aún menos que pudiese descubrir su secreto, habían terminado siendo escoltadas por el inquisidor hacía el Hotel Des Arenes, donde solían hospedarse. La duquesa había mantenido la conversación lejos de los oídos de su hija, que por delante de ellos o en compañía de su doncella siempre había permanecido con ojos brillante mirando la ciudad por entonces, desconocida para la pequeña. Al llegar al hotel y despedirse, Diana había permanecido en silencio ante Astor, a quien finalmente se despidió con la mano y un beso. A Danna le extrañó ese comportamiento, desde encontrárselo había actuado de una forma muy extraña, muy diferente a cuando se encontraba con Scott o incluso en la compañía de sus queridos tíos, si así podía llamarles sobre todo a Gerarld, quien hacía más de tutor en ocasiones que de “familiar”. Aldebarán desde antes de su nacimiento ya había sido proclamado su tío, y así iba a ser, con él no había dudas posibles para Danna, ni tampoco para la pequeña que al oír que irían a visitarle restó días enteros preguntando por él y buscándole. Aquel cambio en Diana relajó los ánimos y con una sonrisa se acordó que irían a visitarle lo más pronto posible, una vez le confirmaran que en efecto el duque se encontraba en París.

Hicieron falta dos días para que todo estuviese listo para aquella visita inesperada que iban a darle a Aldebarán. Aquellos días los ocuparon en visitar la ciudad, el jardín botánico y a asistir a una obra en que fueron invitadas de ballet. La pequeña encandilada por todo lo nuevo que sus ojos veían, no perdía atención a nada, pero tampoco a lo que perdía atención era a los días que pasaban y los días que quedaban para ir y ver finalmente a su tío. Su madre no sabía si se acordaba o no de él, ya que apenas se habían visto más que cuando tenía apenas unos meses y un año y de eso hacía ya dos años atrás o más, no obstante, el duque siempre les enviaba cartas en las que aparte de tratar futuros negocios o la amistad que tenía con Danna, también procuraba conservar alguna línea de las misivas para enviarle recuerdos a Diana y prometerle que iban a verse pronto. Sin embargo, aquel “pronto” no sería sino después de navidades de aquel año, así que la duquesa con aquella visita a París se había prometido que se verían, incluso mucho antes de lo esperado y así parecía ser. Diana llevaba mucho tiempo preguntando por él, y por Gerarld y finalmente también Danna quería verlo, ya que la noticia de su compromiso con el líder de los Nottinghams, quería que lo supiera por sus propios labios y no por las habladurías.

— ¿Mamá, ya llegamos? —preguntó Diana por quinceava vez mirando por la ventanita del carruaje.— ¿Queda mucho?

Danna negó y sonriendo atrajo su hija a su regazo donde empezó a jugar con ella con los muñecos que Scott meses atrás le había regalado al conocerla. Ya hacía media hora habían salido del hotel hacía la mansión del duque a las afueras de París. El caballo de madera cabalgaba por el aire al son de la mano de Diana mientras, la muñeca también regalo de Scott restaba sentada en los otros asientos del carruaje. Debía aprender a comportarse, le había contestado la pequeña a su madre cuando esta la preguntó el motivo de que se encontrase sentada al otro lado del carruaje y no jugara con ella. Como siempre su pequeña hija la sorprendía como a todos y besándole la frente la sentó a su lado empezando a ver de lejos como la mansión Ballester se encontraba cada vez más cerca de ellos. Diana completamente inmersa en sus juegos, en que el caballo volaba por el cielo, no fue consciente de la cercanía con la casa de su tío, hasta que los caballos detuvieron su marcha frente a la puerta principal de la mansión y oyó que el chofer bajaba.

Entonces, fue imposible detener todo lo que pasó a continuación.

La pequeña era como su madre y cuando se le cruzaba algo en su cabeza, no había quien pudiera detenerla o hacerla recapacitar. Y así pasó, cuando la alegría de ver a su tío la superó y salió del carruaje veloz a su encuentro. En aquel momento, ni las palabras de su madre, aún menos las manos del chofer la detuvieron cuando tras que abriesen la puerta equivocada, saliera disparada hacia abajo. Por suerte, tuvo la precaución y el cuidado pertinente para no darse de morros al bajar del carruaje, pero en cuanto sus pies dieron contra el suelo fue corriendo hacia la puerta. Su risa reverberó en aquel pequeño oasis de jardín que mostraba la elegante entrada y en cuanto las puertas se abrieron con energía y sorpresa de quien no esperaba una visita como aquella, Diana trastabilló con la suerte de que unas manos masculinas detuvieron el golpe de la pequeña antes de que fuese tarde y fuera a dar contra el suelo. Aún con aquel susto no soltó en ningún momento el caballo de madera que tenía sujeto en una de sus manos. Antes muerta que soltar su caballo volador y con las mismas, al ser levantada en brazos sonrío al par de ojos que la miraba reconociéndola. Quizás porque los ojos de aquella pequeña hechicera, eran los mismos a los de su hermosa madre. O quizás porque hacia tanto esperaba aquella visita, que ahora solo quería disfrutar de aquella niña y de aquella tan agradable sorpresa que le habían dado.

— ¡Tío! —Exclamó con alegría al verle rodeando su cuello con sus bracitos.

por **Aldebaran Ballester** Miér Nov 04, 2015 12:41 pm

La noche había sido bastante extraña por no decir poco amable con El Caballero de la Noche, quien pensativo yace sobre una silla en aquella guarida que solo él, Alfredo y su querida Danna conocían, ni siquiera Alexandra –por ahora- sabia de aquel lugar y eso mismo le obliga irse hacia susodicho recinto cada que necesita reflexionar.

–Cuáles son sus intenciones? Por qué venir aquí? A mí? Nada de esto parece lógico pero a la vez si… Maldición Aldebarán- susurra con cierta desesperación una vez que con un hondo suspiro ahoga todo dialogo.

Descansando con solo un pantalón y su torso desnudo, mostrando sus abdominales bien marcados, sus pectorales y brazos trabajados pero con cicatrices colocadas sobre toda su piel como si fuese un lienzo para la pintura. En su iris una angustia y un estrés dominan hasta que escucha la entrada de Alfredo, quien con una toalla blanca y ropa limpia sobre una bandeja se acerca a otorgársela.

-Ahorita no, Alfredo… Te lo agradezco pero debo resolver esto primero… Cancelaste todos mis compromisos? Este caso es algo más complicado que los que usualmente resuelvo-

Su mayordomo no dijo nada, simplemente sonrió y caviló –Maestro Aldebarán, exactamente hace un año me pidió eso y yo le respondí con una sorpresa… Esta vez me tomaron a mí como tal, por ello vine a no sugerirle sino obligarle a que se limpie y se vista correctamente… Los sirvientes vieron llegar un carruaje a lo lejos sin insignias ni alguna clase de identificación- No paso mucho tiempo antes que el español interrumpiera –Te he dicho que no estoy para nadie- por lo que con prontitud recibió respuesta –Lo sé bien, Maestro Aldebarán… Sin embargo… Me han dicho que en dicho transporte viene una mujer de bellos ojos acompañada… Por una pequeña de igual belleza…- y antes de siquiera acabar aquella frase, el de ojos cafés se colocó de pie y salió corriendo.

Sin olvidar tomar una camisa blanca así como la toalla que entre carreras usa para limpiar su sudor, aquel de piel morena cambió radicalmente su semblante. Una sonrisa de oreja a oreja se postró en su cara, sus ojos se abrieron con esperanza y fueron solo segundos los que tardó en subir hasta la mansión donde en seguida se dirigió a la puerta… Eran ellas.

Uno de los sirvientes abrió el carruaje y casi como un rayo una hermosa niña salió corriendo por lo que él no tardó en abrir la puerta justo en el momento ideal para salvarla de un tropiezo… La tomó en brazos, la observó bien y con un gran grito exclamó –DIANA!!- abrazándola a él con tanta fuerza como es posible, recibiendo el mismo cariño por parte del ladrón quien con ilusión beso la frente, las mejillas y todo el rostro de la infante para luego aun con ella en brazos correr hacia el carruaje donde Danna le esperaba.

-Conté los días… las horas… Y ambas están aquí, sanas y salvas… Danna, te he extrañado tanto- musita sin darle la oportunidad de reaccionar pues con su otro brazo y de forma poco educada, este toma de la cintura a la Lycan, impidiéndole que toque el suelo, teniendo a la pequeña en un lado y a la preciosa madre en el otro bajo el manto de una gran y expresiva sonrisa.

por **Danna Dianceht** Jue Dic 10, 2015 2:35 pm

Aquella mañana había sido la joven más nerviosa, incluso más que su hija, por iniciar el viaje hasta el ducado de los Ballester y finalmente ver el reencuentro de su hija con su tío. Sí, no le había faltado tiempo apenas para una vez dio a luz y estuvo recuperada enviar una misiva urgente a Aldebaran anunciándole el parto de su hija, su estado sano y saludable, de ambos y por último la noticia seguramente más esperada por el moreno español; el ser proclamado el tío de la pequeña Diana. Ahora ya aún sin sangre familiar enlazándolos, sería parte fundamental de la familia y para Diana era tan importante, como para llevar los días que había llevado preparar aquella inesperada visita sin dejar de molestar y preguntar a cada momento, cuando volvería a verle. Cuando su tío iría a verla o ella, le daría la sorpresa. Por eso, por aquella alegría de su pequeña, era que la licantropa se encontraba nerviosa. ¿Qué haría al verle? ¿Llegarían en buen momento? ¿Podría Aldebarán recibirlas y suceder todo como su hija esperaba? Esperaba de todo corazón que así fuese, pues no sabría cómo decirle a su hija que de llegar en mal momento o de no encontrarse Aldebarán, debieran de volver al hotel, sin verle antes.

Su hija miraba por la ventanitas del carruaje inquieta y curiosa con aquellos ojos vivos que observaban siempre todo lo que sucedía a su alrededor, viendo cosas en la mayoría de veces, que escapaba incluso a los ojos de los demás. Algunas veces hasta era más observadora de Danna y eso la alegraba, por el momento la hija parecía tener un sentido de la protección, cuidado y de la cautela más desarrollada que el de la licántropa, y eso en un futuro podría salvarla de muchas problemas. Por lo mínimo, ya la aseguraba tener menos problemas que los que Danna en su juventud tuvo. Con una sonrisa, tomó a su hija en brazos aprovechando un movimiento que hizo desestabilizar a Diana frente a ella y subiéndosela a su regazo jugó con ella mientras hacían camino al ducado y donde estaba segura que de encontrarse allí Aldebarán, sería una agradable velada pues lo conocía lo bastante como para saber que no estimaría en detalles, y hasta podía imaginarse tanto Aldebarán como su pequeña hija compinchados para quedarse a comer con él y pasar también la tarde allí en su compañía. Realmente Danna ya sabía que de suceder encantada cedería a sus ruegos y se quedarían. No veía mejor plan que aquel, quería que su hija pasara tiempo con él y debido a la distancia, hacía mucho tiempo no se veían. Además debía de contarle de Scott, se recordó al ver el anillo de compromiso fugazmente en su dedo y sonreír incapaz de guardar su sonrisa.

Pasó el tiempo, apenas una media hora y cuando menos se lo esperaba, ya habían llegado y ya su hija apenas era un borrón en su vista, yéndose corriendo en búsqueda de su tío. Alarmada al verla correr tan rápido y sin nadie a su lado, inmediatamente se levantó y procedió a bajarse del carruaje, no obstante, al final quedó a medio camino pues antes de que su hija pudiese aterrizar en el suelo, unos brazos la alzaron y la sostuvieron con suma alegría. Susurró su nombre con una gran sonrisa al verlos a ambos abrazados y dichosa contempló la escena. Su hija besó las mejillas del español e inmediatamente se colgó de su cuello, riendo sin parar de la alegría de verlo nuevamente. Viendo aquella alegre estampa del reencuentro, no supo decir quien parecía ser más niño si uno o si el otro, pero en cuanto el moreno llegó hacia el carruaje y la tomó de la cintura levantándola del suelo, creyó incluso sentir la risa de algún que otro sirviente o de Alfredo.

— Si no fuera porque sé que entrenas cada día, habría jurado que te notaba cambiado, incluso diría que pareces un lobo con toda esta fuerza.—Sonrío y olfateando disimuladamente, río abrazada a él viendo a su hija también reírse. — Por suerte para mí, la única loba aquí sigo siendo yo. —terminó de decir tras sentir su perfume tal cual lo conocía. Le miró y radiante se acercó y depositó un beso en su mejilla. —Espero te haya agradado la sorpresa, ya no podía contener más a esta pequeña de asaltar tu hogar. —Diana se escondió vergonzosa en el abrazo de Aldebarán tras sus palabras y susurró algo en el oído ajeno, suscitando aún más la sonrisa de ambos. —No sé quién le habrá enseñado o de quien habrá aprendido eso de “asaltar casas”, pero llevaba tiempo pensando en cómo entrar en la tuya, — Río sabiendo que aquello se parecía más a una enseñanza del ladrón Rosa negra que de nadie más y soltándose finalmente del abrazo que la mantenía alzada, sus pies tocaron el suelo y besó su hija aún en brazos de Aldebarán. — Vuestra sobrina duque, es una pequeña sinvergüenza, deberíais de saberlo.