You Win or You Die | Privado

por **Ethan Montagne** Miér Nov 25, 2015 3:17 am

– ¡Esta noche pasará a la historia, Zeth! ¿Puedes sentir el poder? ¡Mis nuevos vástagos están despertando! – La excitación en la voz del macedonio, era cruel y perversa. Aquél juego era uno de sus favoritos. La inspiración lo había golpeado cuando convirtió a los primeros cinco humanos para unirse a su familia, y se vio en la necesidad de probar quién valía la pena conservar. Cinco más, se hallaban metidos en diferentes celdas en las mazmorras de su castillo. No los había elegido al azar. Tres de ellos eran inquisidores y los dos restantes, simples cazadores. Ethan los había capturado personalmente. Cada uno había caído en su propia trampa. Solo había tenido que buscar en sus mentes aquello que más temían para darle vida. La ilusión era la mejor habilidad que poseía. Una vez la desarrolló, el vampiro había tenido que perfeccionarla para hacer uso de ésta para cubrir sus marcas y a la par, crear escenarios para aturdir a sus enemigos. – ¡Apresúrate y libéralos! ¡Aún tienen que ganarse un lugar en mis filas! – Su compañero de juegos asintió y se marchó, yendo por sus nuevos reclutas. Mientras esperaba, sentado en la cabecera del comedor, abrió el cofre que una de sus esclavas de sangre había dispuesto frente a él. En el interior, había un medallón con un árbol enramado, tan antiguo como su dueño. Simbolizaba las nuevas vidas que se entrelazaban a la suya. Cada uno de sus hijos había tenido que conseguirlo, robándolo a sus hermanos en una sangrienta batalla. El juego era sencillo. Ethan elegía a uno de ellos para protegerlo y lo enviaba afuera, dándole cierta ventaja antes de soltar a los otros. Quien volviese con el objeto y con las cabezas de los demás antes de que el alba llegara, no solo salvaría su nueva vida, también evitaría la destrucción de aquéllos a quienes amaban. Si no tenían nada que perder, entonces tendrían mucho que ganar a su servicio. Las riquezas que poseía, eran incalculables. Les proporcionaría una existencia rica en placeres. Tras acariciar el trofeo con una falsa paciencia, lo cogió justo cuando el griego volvía. Tras él, con un odio centelleando en los orbes, se hallaban sus creaciones.

– No hay peor castigo que convertirse en aquello que tan fielmente odian. – Sus palabras estaban cargadas de locura, el mismo fulgor se podía ver en su mirada. Alrededor de la mesa, en evidente estado de putrefacción, se encontraban al menos tres cuerpos y medio. Ethan había estado aburrido hacía un par de noches atrás, razón por la cual, había invitado a un par de humanos a quedarse en su castillo. Obligado, por supuesto, era una descripción más cercana a lo que había pasado. – Cuando cada uno de ustedes eligió luchar contra los nuestros, ¿imaginó esta noche en sus tórridos sueños? – Una carcajada brotó de sus fauces, haciéndose eco en las paredes; de modo que parecía que los fantasmas de ese lugar, se unían a la celebración. No esperó a que nadie le respondiera. Le gustaba dar monólogos. Hacer cuestiones y responderse, era su manera de hablar con sus propios demonios. – ¡Lo sé! Ni yo habría fantaseado con algo tan maravilloso. Ustedes, tienen una maldita suerte. – Señalando teatralmente a los invitados, murmuró. – Tendrán que disculparlos, hoy están escalofriantemente callados. Uno me hizo perder la cabeza. – Agregó con un gruñido. Él había retribuido el castigo al causante. Esa era la mitad que aún quedaba sentada. La otra, había caído más allá del comedor. – Para el que aún no recuerda cómo llegó aquí, refrescaré sus memorias. Mi nombre es Thanos y soy su Sire, pero prefiero que se dirijan a mí como Ethan. Mi verdadero nombre solo es para los que se han ganado un lugar en mis filas. – El medallón que colgaba de su muñeca, giraba hipnóticamente. Se los mostró. – Aunque me gustaría poder conservarlos a todos, es imposible. – Mintió. Su sonrisa destilaba descaro. – Solo elijo al mejor de entre lo mejor. Si están aquí, es porque vi una cualidad en ustedes que servirá para hacer victorioso a mi ejército. – Uno a uno, vampiros suyos cogieron a sus neófitos. Ethan eliminó cualquier rastro de rebeldía manipulando sus mentes. Los quería enfrentándose por la supervivencia. Lo último que deseaba era que se aliaran. Cuando llegó al último, no solo robó parte de sus recuerdos, también le entregó el colgante. – Ésta será una batalla a muerte. El que traiga a mí el objeto, junto con las cabezas de sus hermanos, será conocido como mi nuevo vástago. – El vampiro lo hacía ver como un regalo, y lo era, una vez que pasaban la prueba.