Quintus in manibus (privado)

Mis brazos seguían rodeando su cintura y mi mejilla descansaba en su espalda, se me escapaban las palabras para consolarle por lo que eran mis brazos los que en silencio se aferraban a él buscando darle cariño y consuelo. Había sido testigo de su dolor, había visto como le partía por dentro. Tantas imágenes de lo acontecido aún daban vueltas en mi mente y ahora todo lo que podía hacer era abrazarle con fuerza. Él seguía de pie junto a mí y yo lo amaba más que a nadie, más que a mi misma.

Aún en el silencio mis brazos y cada latido mío le indicaban que estaba allí para él, que podía aferrarse a mí. Tú eres todo para mí, era mi verdad más grande, la única que realmente tenía significado en mi vida.

Giró hacia mí y me abrazó, hundió su rostro en mi cuello y mis manos subieron para acariciar su pelo, comunicándole con el contacto de mis dedos todo lo que sentía, lo mucho que me importaba. Lo estreché tan fuerte como lo hacía cuando era niña, cuando tras haberme asustado por algún motivo le buscaba sabiendo que sus brazos y su corazón latiendo junto al mío podían devolverme la tranquilidad como nada.

Alzó la mirada con sus oscuras tormentas hundidas en su rostro, brillaban húmedas y mostraban su dolor. Me dijo que me necesitaba y lo estreché de nuevo atrayéndolo contra mi cuerpo. Alzando el rostro busqué el suyo, su mano empujó mi nuca suavemente y la piel de sus tibios labios se unió a la mía en una suave presión que desdibujó el tiempo y el espacio.

Como si estuviésemos dulcemente petrificados busqué darle consuelo, pasé mi mano por su mejilla y sentí que nos acariciábamos el alma. Su lengua se deslizó buscándome y le respondí con toda la adoración y el sincero amor que era capaz de albergar por él por toda una eternidad.

-Eres mi mundo entero.- Alcé la mirada y mis palabras se redujeron a sus tormentas oscuras. -Eres todo lo que necesito… Venga lo que venga, pase lo que pase, solo te necesito a ti.-

Cerré los ojos al juntar nuestras frentes y me concentré en el latido de su corazón junto al mío. Ahora que estábamos unidos frente a los dioses y más aún después de esta noche, como nunca, sabiendo a lo que había renunciado por mí, tenía la certeza firme de no permitir que nada me arrancara de su lado. -Nunca, nunca dejaré de estar a tu lado, adonde quiera que el destino nos lleve. Te lo juro.-

Permanecí en silencio un momento antes de volver a elevar la mirada hacia su rostro cuando me preguntó si debería saberse la verdad. -Siempre serás un Cannif... no puedo verte de otra manera. No puedo ser imparcial cuando me preguntas al respecto porque te celo desde niña y al quererte con nosotros nunca quise pensar que podías tener otra sangre… Puede que al revelarse la verdad ellos quieran que estés con ellos, que seas un Montoya… y yo solo quiero tenerte conmigo, construir nuestro hogar cuando volvamos a casa.-

Me puse de puntillas, besé sus labios de forma más apremiante, necesitada de él, antes de bajar por su cuello y respirar contra su piel abrazándolo de nuevo. -Si quieres que se conozca la verdad dímelo y te apoyaré… te quiero y no quiero que pierdas nada que desees.- Mi mirada titiló al contemplarle, no podía dejar de estar preocupada si repentinamente tenían otras expectativas con respecto a él pero no quería que perdiera más por mi.

En silencio aguardé una respuesta. ¿Era ilógico sentir abatimiento al saber que me odiaba? Probablemente si, según todo me lo indicaba, pero nada de lo acontecido desde que le conocí iba de la mano con lo tradicional.

Enredé más mis manos alrededor de mi cuerpo pero parecía que mi escudo invisible no me protegía lo suficiente, no cuando su rostro estaba tan cerca que con facilidad me distraía en la contemplación de sus rasgos. La tenue luz me permitía reparar en su tez clara, en el oscuro pelo que se mecía un poco con la brisa que entraba desde exterior, y en los ojos pardos que me miraban.

La cabeza me daba vueltas al escuchar su respiración y notar como los rayos nocturnos hacian brillar sus labios entreabiertos.

-¿Qué?- Un pasó suyo y se acercó otra vez, preguntando si me podía besar de nuevo. Se me aflojaron las rodillas al acortarse la distancia. Freya no te caigas ahora…

El alivio inundó cada rincón de mi ser al escucharle decir que no me odiaba. Mi respiración se iba haciendo más audible, nuestros ojos no podían dejar de contemplarse y, mientras me preguntaba porque no aceptaba que deseaba un beso, mis traicioneros ojos me delataban.

Mi mirada se desvió de regreso hacia sus ojos. -Lamento todo este enredo... que te capturáramos…- Comprendía como debía sentirse con lo sucedido esta noche y con la imposibilidad de rescatar a sus padres. ¿Por eso me besó? ¿Era una forma de escape?

-Los vikingos saqueáis ¿por que no puedo yo saquear tu boca y quedarme el botín codiciado? – Me estremecí y otra vez observé sus labios.

Mi brazo se alzó lentamente, efectuando lo inimaginable hasta tan solo días atrás. Algo que otros hacían a voluntad, pero yo no, yo no debía… dejar que mis dedos tocasen su mejilla, su pómulo, que se permitiesen el acto prohibido de saber como era su piel sin atreverse si quiera a desviarlos hacia su boca.

Su cálido aliento se acercó cada vez más dejando la nimiedad de un espacio casi imperceptible entre nuestros rostros. -¿Entre nosotros será tan solo un beso?- Rozar los suyos al hablar y que el calor me inundase me decía que no. -Quizás tú no sepas la respuesta aún, pero yo si.-

¿Qué tan fácil era desear que me arrastrase hacia él y me besara de nuevo? Seguí asomándome cauta por encima de mi escudo. -¿Y adónde nos llevará eso?-

Me preguntaba si estaba con Hakon o no y daba la impresión de que de verdad quería escuchar un no, de que ambos deseábamos lo mismo, pero no me atrevía ni a moverme aunque nuestras bocas estuvieran a un suspiro de distancia. -¿Qué diferencia haría que esté con él o no?-

Me acerqué y rocé con mis labios su mejilla, el calor se irradió del uno al otro con tan efímero contacto, mi cuerpo me traicionó como lo hicieron mis latidos que galoparon sin sentido.

Finalmente cedieron mis rodillas y perdí el equilibrio a punto de caer. Fueron sus brazos ágiles los que me atraparon y lo peor de todo es que él tenía razón, yo ansiaba otro beso.

El ligero temblor que no provocaba el aire frio de la noche me delataba, pero necesitaba saber algo. -Cuando nos conocimos, ¿te acercaste a mi y me invitaste a salir únicamente para dar con los demás?-

Su frente descansó contra la mía, cerré los ojos y me concentré en el sonido de su respiración. La mía también estaba inquieta, preocupada, pero que las yemas de mis dedos perfilasen su rostro, comprender que seguía junto a mí, que sus labios tibios abrasaran los míos al hablar, me hacía consciente de lo mucho que quería consolarle, ser su apoyo, quererle… y mi respiración se fue ralentizando junto a la suya, acoplándose las dos a un mismo ritmo, como lo que habíamos sido siempre, uno solo.

Me habló abriendo los ojos, golpéandome con la claridad de sus pardos que al mirarme me expresaron lo mismo que me decían sus labios. Siempre iba a ser un Cannif, siempre iba a ser el hermano de Ubbe, el hijo de padre y madre y mi hermano. Y solo bastaron esas palabras para apaciguar el miedo irracional que siempre se presentaba cuando pensaba en cualquier posibilidad que le alejara, caldeándose mi ser con su afirmación, con ese siempre.

-Siempre.- repetí, y era mi promesa para él. Porque sabía que éramos el uno del otro y que iba a desafiar a padre, a madre, a Ubbe y a quien fuera con tal de estar con él, porque así lo queríamos los dos, y así nos amábamos, en contra de todo. Solo en Hakon encontraba ese combustible, la gasolina que incendiaba las flamas de mi ser, solo en él podía apaciguarlas, con ningún otro podría nunca sentir lo mismo, nadie me provocaría ni una décima parte ni sería igual.

Él me pegó a su cuerpo, enredando sus dedos en mi pelo, mis esmeraldas se detuvieron en sus labios que adornó con una sonrisa. Bastó el sutil roce de nuestros cuerpos para que nuestras respiraciones adquirieran el ritmo del deseo que se manifestó en un nuevo encuentro de nuestras bocas. Y ya no sentía nada, solo a Hakon, ya no veía las paredes a nuestro alrededor, ni sentía el suelo bajo mis pies, solo existían sus labios, sus manos en mi cintura, las intensas caricias de nuestras lenguas, mis manos acariciándole el cabello y el temblor de mi cuerpo.

Nos tomamos de la mano para caminar de vuelta hacia la habitación, lo cual me hizo caminar pensativa. Él había sido el primero en reparar en el interés de nuestra prima por Wesh el pasado día y señalé hacia ellos con cierto disimulo mientras nos deteníamos a unos cuantos metros de distancia. Lucían bastante ensimismados en cualquiera que fuera el motivo de su conversación.

-Tratándose de Freya ha de ser serio.- Acaricié la mano masculina, Freya era una adulta y por ende, debía elegir cuál era su camino, pero su interés por el muchacho no le iba a resultar fácil.

-Al menos no se cuelga de tu cuello.- Le di un codazo en el costado para hacerle comprender que no había pasado por alto como lo había abrazado cuando nos encontramos todos en el puente. De no estarle viendo con otro estaría sintiendo un nudo en el vientre muy tenso al pensar que le hacía ojitos a mi hombre.

-Quiero dormir contigo.- respondí cuando me preguntó si íbamos a compartir habitación. Aproveché que no nos veían y le eché los brazos al cuello, apretándome contra él y acariciando su nariz con la mía, sin dejar de ver sus pardos. -Quiero cuidarte.- Por un instante mis esmeraldas tan solo brillaron respaldando mis palabras, nada del mundo iba a impedir que lo hiciera.

La penumbra del pasillo nos ocultaba, podíamos seguir y doblar hacia la derecha corriendo hacia las escaleras para desvanecernos hacia la habitación o podíamos tomar la izquierda para llegar a ellos. -¿Quieres hablarle primero?- Mis ojos deambularon desde él hacia aquel par. -Podemos escabullirnos sin que nos vean… a menos que prefieras hablar con él…-

Escuché sus palabras, aceptaba que no sabía hacia adonde íbamos confirmando lo que le había dicho yo misma, aunque luego añadió la siguiente frase, que sin principio no habría final.

Lo miré largamente, si me decía la verdad o no debería descubrirlo en sus ojos.

Las siguientes palabras las sentí como un baldazo de agua fría, no me dijo directamente que se había acercado nada más para seguir a mis hermanos, pero no hacía falta, ese ¿acaso importa? me lo decía. ¿Acaso importa? Importaba mucho, quería saber si me había invitado a salir con él porque le gustaba o no… hacía todo un mundo de diferencia. TODO UN MUNDO.

Solo acababa de decir ese ¿acaso importa? y sentía que se me apretujaba el corazón. Pero si quería encontrar la verdad en sus ojos la realidad era me miraba de una manera… que hizo que me flaquearan de nuevo las rodillas. -¿acaso eso le resta veracidad a esto?- preguntó. Entonces, ¿era real?

A la mejor perdía la razón… aquí estaba, sin saber adonde poner mi mirada, si mirarlo de nuevo a los ojos o descender hacia sus labios, cuando bien sabía… que debería de estar enfadada con él. Más que enfadada, furiosa, me había usado.

Pero era una boba… intentando pensar, procurando obligar a mis pies a dar un par de pasos que me alejaran pero me mantenía pegada al suelo, congelada en sus siguientes palabras, que buscaba una razón para no retroceder.

Ya se había acercado de nuevo, tanto que su nariz acariciaba la mía y me producía un mareo que se anclaba en mi cabeza, como una embriaguez que no estaba segura de querer que se disipara.

Enterró sus manos en mi pelo, cortándome toda salida posible y sus labios volvieron a alcanzar mi boca. Esta vez no pude evitar responder de forma voluntaria, volví a sentir la tibieza en mis labios provocada por los suyos y la suavidad de su lengua. Me agarré de su camisa, mareada por completo, clavándole las uñas en el pecho, le besé con más insistencia y le escuché jadear. Su lengua sabía bien, sabía dulce, creo que por primera vez me permití reparar en ello.

De repente me dirigió esa afirmación, así, nada más, me dijo que le había atraído desde un inicio, y la verdad era todo lo que necesitaba oír, lo que quería oír.

-No soy una persona libre…- Respiré profundamente, ¿por dónde empezar a decirle? Lo miré fijamente con el corazón a la carrera. -Es decir, no, no es él…- Aclaré, porque parecía que en su mente comenzaba a pensar que le hablaba de Hakon y ya no quería mantener el engaño.

-Me estás diciendo todo esto porque quieres iniciar algo conmigo?- Lo miré buscando esa respuesta, sin poder evitar que su cercanía implantara el deseo en mis entrañas.

Todo dependía realmente de lo que él me dijera, visión divina o no, malos entendidos, mentiras, engaños… reprimendas de mi diosa. Se suponía que iba a ser consagrada, tomar los votos… -No soy libre.-

Sabía bien que lo estaba repitiendo mucho, sabía bien que cualquier cosa que me llevara a él haría que me jugara el todo por el todo. - ¿Qué soy más que una chica que acabas de conocer?- ¿Qué era más que eso? Él no se jugaba nada al buscarme pero yo…

Pero yo sentía que sus labios me sabían a felicidad… Aún sin apartar mis manos de su pecho esta vez fui yo quien le buscó, le encontré los labios y deslicé mi lengua entre ellos dándole libertad al deseo que aceleraba nuestras respiraciones y generaba chispas entre nosotros.

Y allí estaba, de pie, sintiendo lo que nunca sentí. Todo incitado por quien debiera ser casi un desconocido, con nuestros labios entrelazados y nuestras lenguas afanándose en conocerse en un sinfín de húmedas caricias, respondiéndole los besos y sintiendo como, sin que él lo supiera, al retenerme lograba apoderarse no solo de mi razón si no de mucho más de lo cual no se percataba aún.

Escuché que le daba igual y me tomé la libertad de no pensar en los obstáculos, me entregué a los sentidos, a percatarme de como su cuerpo ardía debajo de mis manos a través de su camisa, en como sus dedos se hundían en mi nuca y como cada vez que volvíamos a tomar aire su aliento rozaba mis labios.

-Conocernos…- Una sola palabra que podía significar mucho y a la vez nada, pero que lograba lo suficiente como para mantenerme allí, entre sus brazos, sin atinar a moverme.

Abandoné las solapas de su camisa y subí mis manos hasta su pelo, acariciándole los mechones oscuros, deseando probar su boca otra vez, unir nuestros labios… y al hacerlo, le entregué algo más que tan solo un beso, me atreví a exponer mi vulnerabilidad... una que me hacía temblar al verme confrontada a él.

Le busqué la mirada cuando me dijo que si no deseaba esto, si no lo quería, me dejaría ir… ¿pero no seguía yo en el mismo lugar?

Las manos masculinas me alzaron impulsándome para abrazar con mis piernas su cintura, algo que no dejó de asustarme pero que a la vez logró que me olvidara de adonde estaba, incluso de quién era, o de quien creía ser.

Nuestros labios volvieron a encontrarse y me recorrió el dolor más dulce, apoderándose de todo por dentro. -Todo me lo impide...-

Bajé de su cintura lentamente, pero sin apartarme de él. No podía dejarme arrastrar por el deseo... aunque lo deseara con todas mis fuerzas.

Me esforcé en respirar, procurando encontrar algo de mi razón perdida. -¿Sabes lo que son las oráculos? ¿Has oído hablar de ellas? Doncellas que reciben el don de poder ver el futuro, poseedoras de un conocimiento que le ha sido negado a la mayoría, capaces de ver aquello que muchas veces quisieras no poder ver…-

-Durante mucho tiempo no supe por qué soy lo que soy y me sentí perdida, hasta el día en que acudí al templo de la diosa Gefjun… y allí encontré mi serenidad. No soy libre porque pronto tomaré mis votos y me consagraré completamente a lo que estoy destinada a ser.-

Respiré profundo, después de haber dicho lo que dije probablemente ya no me vería de la misma manera, pero no quería callar lo que quería que supiera. -Odio que buscaras mi compañía para encontrar a los míos y al pensar en ello quisiera abofetearte de nuevo… pero a la vez sé que no he sido una santa y tampoco fui sincera contigo, y la verdad es que… me encuentro incapaz de hacerlo… debido a lo que siento en este momento.-

Mi mirada brilló al fijarse en sus pardos y mi corazón se aceleró al extender mi mano hacia él, aguardando con ella en el aire, insegura de si la tomaría después de escuchar mi confesión. -No puedo acostarme contigo… pero quiero acompañarte, quiero estar contigo.-

Observé el perfil de Hakon aún con su mano en la mía, repasando mis dedos el dorso de su mano, muy atenta. Sus orbes oscuros estaban fijos en el muchacho, todo lo acontecido este día aún daba vueltas en mi cabeza, por un lado lo que dije era cierto, deseaba cuidarlo esta noche, más que nada en el mundo. Por otro, mis esmeraldas no pudieron más que estudiar su expresión fija en el joven al que llamó hermano más de una vez.

Sentí que el frío me recorría la espina dorsal, él preguntaba de qué manera afectaría Wesh a Freya y yo me preguntaba en silencio de qué manera conocerle afectaría al hombre que estaba a mi lado. -Freya tendrá que tomar su decisión si ha comenzado a sentir algo por él. La conozco y sé lo contenta que se sentía con respecto a iniciar su camino en el templo al servicio de los dioses. No es algo que tome a la ligera, ella siente que tomar los votos es su camino a seguir y ahora quizás este se altere.-

Acaricié sus nudillos con mi pulgar, podíamos especular, pero solo el tiempo traería las respuestas. Vamos arriba, me dijo, y no lo pensé dos veces, en mi rostro se dibujó una sonrisa y tiré de su mano con apremio. Yo también necesitaba de él y quería demostrárselo por lo que me apresuraba mientras subíamos las escaleras, pareciéndome el recorrido demasiado largo.

Encontramos la habitación sin molestarnos siquiera en iluminar la estancia, tan pronto pusimos pie adentro mi espalda chocó contra la pared. Forcejeé con su camisa, deslizándola por sus hombros, revelando su suave y firme pecho y le ayudé a abrir la mía, sintiendo mi piel erizarse por el contacto de sus dedos. El broche de mi sujetador se clavó en la pared mientras hundía mis dedos en su pelo y le mordía los labios, desesperada porque encontrásemos alivio y descanso en la piel del otro.

-Te doy mi palabra… te lo juro.… siempre te amaré.- Mascullé al sentir sus labios deslizarse sobre la piel de mi cuello, necesitaba calmar los demonios, qué él supiera que solo le veía a él, que no había nada más importante, que no había sitio ni lugar en el que pudiera encontrar calma en una vida en la que no le hubiera conocido.

-No quiero perderme una vida a tu lado, ni una sola de tus sonrisas, el sabor de tus besos, sentir tus latidos al rozar nuestras pieles.- Lo miré a los ojos y él también tenía el mismo fuego intenso al mirarme, ese ardor en sus tormentas que alimentaba la chispa en mi mirada, marcándome con las llamas que producíamos juntos.

Tiré de su rostro hacia el mío, buscando el calor del interior de su boca con exigencia y desesperación, vertiendo todas las emociones de esta noche en el roce de nuestras pieles, toda la angustia, la intranquilidad, el miedo de lo que hubiera sido mi vida si esta hubiera cambiado al no tenerle en ella. -No quiero un mundo sin ti, no lo imagino… no podría con una vida en la que tú no estés, no me dejes ir nunca.-

Por primera vez observé realmente a Wesh, no me había permitido a mi misma hacerlo por más de unos segundos ni reparar en nada que pudiera atraerme hacia a él desde que le viera por primera vez. Parte de mi antes de este momento ya sabía que no debía y por eso se había escapado de él cuando estábamos en la cantina.

Era muy atractivo, nuestras miradas se cruzaban y sus orbes oscuras resultaban tan expresivas como sus emociones reflejadas en todo lo que iba diciendo al mirarme. De pie en ese pasillo mi mente daba vueltas, estábamos tan cerca que si, ahora reparaba en sus facciones, en lo mucho que me atraía y en todo lo que veía.

Nuestros ojos no podían dejar de contemplarse y sin embargo iba notando su agitación a medida que me hacía preguntas. -No, no he visto nuestro futuro. Tampoco querría verlo…- Negué con la cabeza, tener esta habilidad, poder conocer el destino, o al menos uno posible no era algo que yo invocase con deseos de hacerlo. Demasiado a menudo veía lo que no quería… y se convertía en una carga difícil. ¿Cómo encontrarte con alguien en la plaza de Akershus y saludarlo casualmente cuando habías visto cómo y cuándo iba a morir? ¿Incluso cuando eran demasiado jóvenes y estaban llenos de vida?

-Los dioses me escogieron para ser lo que soy, me otorgaron la posibilidad de ver lo que sucederá, es algo que no le otorgan a la mayoría, a cambio de conservarlo debo permanecer casta…- Hice una pausa para tomar aire, era más difícil hablar con él de esto de lo que pudiera resultar hablarlo con cualquier otra persona. Especialmente cuando nuestros rostros se buscaban, nuestros alientos se encontraban y mis párpados se entrecerraban deseando que me besara de nuevo, que me retuviera en sus brazos... poder sentirlo... y más...

-Si fornicáramos perdería la habilidad de ver el futuro, dejaría de ser lo que soy.- Me pareció tan fría esa manera de exponerlo, si fornicáramos. Observé mi propia mano aún en alto, por supuesto él no la había tomado. ¿Cómo tomar la mano de quien te dice que no puede acostarse contigo?

Hice descender el brazo con lentitud, dejándole caer a un costado. -Con estar contigo me refería a pasar esta noche contigo…- Desvié la mirada. -para hablar… hacerte compañía.- No sabía qué más podía responder. Estaba confundida, hasta ahora tenía mi vida planeada y mi camino tan claro comenzaba a desdibujarse. ¿Qué podía decirle?

-No se suponía que te conociera...- Di la media vuelta, dado que no tomó mi mano me sentí muy tonta. Sentí un ardor en el pecho, que se me acababa el aire y que me costaba respirar y no quería que se percatara ni que viera nada de lo que se reflejaba en mi rostro.

-Necesito un trago.- Mascullé, echando a andar.

Cuando piensas que pudiste haber perdido a la persona más importante de tu vida, las palabras no parecen alcanzar para indicar todo lo que sientes al tenerle aún frente a ti. Así era como yo me sentía, ¿pensaba que hacíamos lo correcto? No precisamente, sabía que íbamos a lastimar a muchos. ¿Creía que todo iba a ser un camino de felicidad? No. ¿Creía que íbamos a alcanzarla? Por los dioses quería creer que sí. Me iba a aferrar a cada instante a su lado, iba a procurar colmar cada uno de ese amor que sentía por él y no me importaba arrancarme el alma trozo a trozo a lo largo del camino si al luchar por estar juntos conseguíamos permanecer junto al otro.

Comencé a trazar un sendero de besos sobre su pecho, yo quería más de él, necesitaba más de él esta noche, era imposible a estas alturas apagar esa mecha, la antorcha que prendía entre nosotros desde toda una vida, la que crecía al cambiar de ritmo su respiración a medida que descendía dejando un rastro de fuego hasta los músculos de su marcado abdomen.

Dibujé una línea con mi lengua desde su ombligo, rozando su piel desnuda con las yemas de mis dedos hasta alcanzar su pantalón y despojarlo de él para liberar mi objetivo que ya se erguía esperando por mí.

No dejé de mirar sus tempestades azuzadas por la ventisca del deseo, las tenía ardientes. Eliminé de nuestro camino su ropa interior, siguiendo con mis besos húmedos y excitantes sobre su carne desnuda, acariciando con mi vaho su virilidad. Sus ojos fijos en los míos sabían lo que iba a hacer, me lo pedían. Su mástil me lo confirmaba al acogerme brillante, lubricado, era sencillo humedecerle el tronco al pasar mis dedos por él y mi sexo le imitaba al mojarse de igual forma presa del deseo compartido.

Deslicé mi lengua por el tronco concentrándome en su sabor, a guerrero, a vikingo, me embriagué chupándole las gotas del glande, acariciándole los testículos y probando a jugar levemente con ellos para provocarle escalofríos que le estremecieron al recorrerle la columna vertebral.

Más gotas de su miel aparecieron de su interior atrayéndome ante su visión lasciva y erótica, por lo que me metí el glande en la boca y lo succioné arrancándole un gemido ronco al embriagarme de el. Me gustaba sentir su erección palpitante y ardiente contra la textura de mi lengua, ahuecar las mejillas, succionar de nuevo, mover mis manos y mi tibia boca exigiendo, ascendiendo y descendiendo, saber que el placer que le proporcionaba era abismal. Me gustaba sentir sus manos en mi pelo, la forma en que me guiaba para que prosiguiera, me incitaba a querer darle más, masajeándolo con mis dedos y humedeciéndolo con mi lengua para frotárselo mejor y recorrerlo una y otra vez hasta hacerle perder la razón.

Lo dejé unos segundos en que le escuché rugir y lo empujé avanzando con él hacia la cama adonde lo dejé caer boca arriba.

Mis dedos aún repasaban su verga, pero yo quería prolongar más su tortura… Se la volví a chupar volviendo mis movimientos cadenciosos hasta llevarle al punto en que le sentí retorcerse de placer, y entonces me detuve.

-Dime que aún me ansías como lo hacías cuando no podías tenerme… dime que aún me deseas como cuando no podías tener mi boca…- Me acerqué a su rostro y deslicé mi lengua entre sus labios hasta tocar la suya pero de inmediato la aparté mirándolo con mis esmeraldas encendidas.

Me elevé un poco con ambas piernas a los lados de su cuerpo dejándole observar mis pliegues húmedos, rosados y ansiosos. Con las rodillas clavadas en el colchón me acomodé a cada lado de sus caderas, mis nalgas presionaron su erección mientras le observaba con la mirada turbia. Tomé sus dedos para que los clavara en mi tierna carne y fuera testigo de como lograba mojarme. –Dime que nunca habrá otra para ti más que yo, que solo yo puedo volverte loco, hoy, siempre.-

Nos dirigimos a la taberna de la planta baja adonde nos sentamos el uno frente al otro en una mesa de madera. Wesh era de lo más desconcertante, cuando no tomó mi mano pensé que se debía al bajón que le produjeron mis palabras. Por supuesto, no podía esperar que se lo tomara de otra manera, en cuanto le expliqué que como oráculo debía ser célibe su expresión y su tono de voz cambiaron por completo. Pero ahora él me preguntaba si los dioses podrían haberle puesto en mi camino para algo.

-El dios del caos no pone su mirada en mí, no le llamo la atención, por lo que es una teoría no muy factible que él haya armado este enredo. En todo caso la diosa a la que sigo fue quien me advirtió sobre ti en el puente.-

El cantinero se acercó para poner dos vasos sobre la mesa y bajo indicación de Wesh dejó también la botella.

Esa pregunta suya me daba a entender que… ¿si quería algo conmigo? Permanecí observándolo con una mezcla de desconcierto y de lucha interna. No podía tener algo con él, no era mi camino… pero por otro lado, quería algo con él. O de lo contrario por qué habría de sentirme confundida, ansiosa, preocupada y desbordada por su presencia.

Aún no lo entendía del todo. Fruncí el ceño con expresión seria cuando preguntó si me iba a unir a la bebida y tomé un trago directamente de la botella. Sería una estupidez colosal comportarme como si nada hubiera pasado o negar lo evidente, a pesar de que sabía que actuar me iba a llevar a un precipicio y que una vez en la orilla sería él quien podría darme la mano para no caer o empujarme hacia el vacío.

Tomé un nuevo trago antes de ponerme de pie, rodear la mesa y dejarme caer en la banca de madera junto a él.

-Te equivocas si crees que lo que acaba de pasar no me importa.- Acerqué las manos despacio a su pecho para tocarle aunque la timidez me embargaba. No estaba acostumbrada a tratar de esa manera con los hombres, no estaba muy segura de cómo se hacía.

Inmediatamente sentí el calor de su cuerpo bajo mis palmas y pude jurar que se le tensaron los músculos del pecho bajo ellas. Chispas eléctricas me alcanzaron con algo tan sencillo, poner mis manos allí, se esparcieron con fuerza desde mis dedos hacia mi cuerpo mientras le sostenía la mirada.

Mis pensamientos eran una maraña, pero quería comprender al hombre que tenía frente a mi. Qué sentía, que pensaba. -No necesito conocerte más para percatarme de que podrías ser esa persona en mi vida.- No sé ni como escaparon esas palabras de mis labios, y lo loco de todo esto es que tenía esa convicción aunque lo conociera de apenas un par de días.  

¿Tenía las respuestas de lo que significaba? No. Me sentía tentada a escuchar las advertencias de Gefjjun y escapar. Sin embargo, era incapaz de moverme, estaba pegada a la banca.

-Dices que quieres conocerme, pero ¿qué es lo que te hace falta conocer de mi? ¿Y qué significa realmente? ¿Quieres decir que ahora podría gustarte pero dentro de unos días ya no?- Mis pardas orbes se abrieron enganchándose a sus iris oscuros, su aliento se anclaba en mi estómago y mi corazón golpeaba en mi pecho mientras en silencio mis labios hormigueaban, quemaban y pedían.