Y las horas no pasan [Soren Kaarkarogf] cerrado

"¿No había otro horario mejor que darme?, no, me tocaba al atardecer, ¡casi ya de noche! y tenía que cumplir... ¿no estaría mejor lejos de todo esto?, por supuesto que si, pero Dima me tenía que convencer y prácticamente obligar a seguir estudiando... si yo fuera sorda sería mejor, así no lo escucharía, ni a él ni al que me dé las clases... ¡Agh, ya podía estar muerto!"
Los pensamientos de la pequeña Alina revoloteaban furiosos dentro de su cabeza, enfatizando aquello que tanto odiaba... Estudiar. Su primo la había traído con ella, pero a condición de que siguiera estudiando, que no se dejase llevar por el simple bienestar e hiciera frente a las obligaciones propias de una niña de su edad. Y ella le hizo caso... en parte.
Su solicitud para recibir clases privadas fue aceptada por el College de France, y estos le impusieron un tutor elegido por los mismos para que implantara clases a la niña; ahora ella se dirigía al lugar donde recibiría esas clases, pero no iba sola, desde luego, su pequeña e inanimada muñeca de trapo siempre la acompañaban fuera donde fuera, ya sea aferrada a sus brazos o escondida en su pequeño bolso de tela como era en este caso. Allí escondida entre sus plumas y carboncillos estaba la pequeña Lucy, con su natural sonrisa y sus brillantes ojos de botones negros, observando la oscuridad del bolso y acompañando a Alina a su nueva clase.
-Bonjour, me llamo Alina Nivyeska y vengo a mi clase privada... ¿Me puede decir a donde debo dirigirme?- preguntó con suma seriedad y su tosco acento francés, a una de las secretarias del lugar, tan pronto como entró al edificio, sin observar a su alrededor, ni dirigir la mirada a ninguna de las personas que se encontraban en aquel largo pasillo, ella se limitó a dirigirse a la mujer, absorta de quienes allí se encontraban.
-¡Oh!, vos debéis ser la nueva alumna del profesor Kaarkarogf, pasa por aquí...- La mujer se levantó de su silla e indicó el camino a Alina, y llamando a una de las puertas la abrió con cautela. - Profesor Kaarkarogf, traigo a vuestra nueva alumna. Pasa cariño. Os dejo, si necesitáis algo ya sabéis donde encontrarme, ¿vale?.- Dijo la amable mujer, tras levantarse las gafas y acariciar casi sin roce el hombro de la niña.
"Profesor Kaarkarogf, pensé que al menos sería francés... ¡bah, qué más da!". Pensó la pequeña Alina, mientras se acomodaba en una mesa y no apartaba sus grandes ojos azules del rostro del profesor, quien llevaba una gafas de grueso marco negro, impidiendo el contacto directo de sus miradas.
-Bonjour...- Volvió a saludar la niña con seriedad y con aquel acento tan ruso suyo, esperando a recibir alguna indicación por aquél hombre, el cual le parecía ya poco interesante e incluso de un aspecto un tanto descuidado para ser un renombrado profesor en aquella ciudad.

Si hubiera podido habría dicho que no, inclusive cuando esto iba en contra de su forma de pensar, puesto que, tiempo atrás se había propuesto que, nunca despreciaría a ninguna persona que quisiera convertirse en su alumno. Por supuesto en ese momento había estado pensando en gitanos, gentes pobres y exclavos, gentes a las que sus palabras podían alcanzar lugares inospechados de sus almas, sin embargo, cuando las órdenes llegaban de arriba (y teniéndo en cuenta el escándolo que había provocado con Eric y Anuar en esa elegante fiesta), no podía más que aceptar por miedo a perder su trabajo.

Así pues que, contra todo pronóstico, le habían asignado una alumna privada y era una refinada chiquilla extrangera, o eso era lo que le había dicho el decano de la facultad, a Soren no le gustaba para nada la idea de enseñarle a una sóla persona, de darle esa exclusividad a alguien sin saber si lo merecía o no, aunque claro, no por que considerara sus clases como lo mejor, sino porque creía que todas las personas debían tener los mismos derechos a la hora de recibir educación.

Eso le pasaba por leer tantos libros de filosofía. Suspiró largamente mientras esperaba en el aula a que la alumna en cuestión apareciera, ignoraba su edad, como también ignoraba que tipo de cosas deseaba aprender. Quizás literatura o quizás historia del arte, en cualquiera de los dos casos, había preparado libros para ambas cosas. ¡Soldado prevenido no muere en guerra! había dicho alguna vez un compatriota en las frías montañas de Suecia cuando luchaban en la guerra.

Al cabo de un rato una niña de cabellos rojizos apareció acompañada de la secretaria, cuando la mujer se fue Soren se quedó mirándola por unos instantes, notando lo bien vestida que estaba, comprobándo que en efecto, era una niña de alta cuna.

- Bienvenida Mademoiselle... Mademoiselle - Y había olvidado el apellido, con tantos alumnos le ocurría con frecuencia así que frunció el cejo ligéramente y pareció atraparlo en el aire por el movimiento con la mano que hizo - ¡Nivyeska! Mademoiselle Nivyeska - Confirmó sintiéndose algo nervioso - Mi nombre es Soren Kaarkarogf y seré su tutor a partir de este momento, siéntese por favor - Le pidió y se recostó contra su escritorio de madera - Antes de comenzar formalmente me gustaría saber un poco de usted, por ejemplo ¿Porque quieres tomar estas clases? Hablemos de su motivación -

-Bienvenida Mademoiselle... Mademoiselle - Saludó el hombre de forma dubitativa, como si ignorara el nombre de la chiquilla. - ¡Nivyeska! Mademoiselle Nivyeska - Volvió a decir, como si recordara de repente de quien se trataba o como si el apellido de Alina revoloteara sobre su cabeza y le haya costado atraparlo. - Mi nombre es Soren Kaarkarogf y seré su tutor a partir de este momento, siéntese por favor. Antes de comenzar formalmente me gustaría saber un poco de usted, por ejemplo ¿Porque quieres tomar estas clases? Hablemos de su motivación.- Se presentó formalmente el hombre, recostándose sobre su escritorio de madera y clavando fijamente la mirada sobre la niña.
"Soren Kaarkarogf... ¿Provenía tal vez del este de Europa?, ¿Dinamarca o tal vez Suecia?, ¿qué pensaba, que estaba aquí por gusto?, pues ya podía estar olvidándose de eso..."
De nuevo aquellos pocos amables pensamientos suyos pasaban tranquilamente por su cabeza, mientras clavaba su fría mirada de hielo en los ojos del profesor, demostrando su poco interés para con sus palabras. Pues si de algo deberían tener presentes las personas que trataban con Alina, era el no pretender recibir una palabra bonita, alegre o simplemente respetuosa, pues si algo era cierto, era que Alina tenía poco de amabilidad y aún menos de respeto hacia las personas que fingían ser amistosos con ella, o que simplemente denotaran poco aprecio a su persona.
-Me ha obligado mi primo, estoy a su cargo y es él quien se ha encargado de conseguirme un profesor para continuar mis estudios. Y por orden de eliminación, ha sido usted el seleccionado.- Comenzó a decir la niña, mientras posaba sus codos sobre la mesa y juntaba las manos acomodándose en su sitio. -Si no desea saber nada más de mi, podemos empezar la clase- puntualizó de nuevo la niña, observando a su alrededor, como si escrutara cada rincón del lugar en busca de alguien o algo quien le pudiera dar indicios para no desear largarse del lugar; pero para su mala suerte allí solo se encontraban ella y aquel hombre alto y pálido, que le implantaría sus clases desde aquel momento.

¿Por obligación? Soren dejó escapar un largo suspiro aliviado. Por lo menos ambos estaban en igualdad de condiciones. Ambos habían sido obligados a encontrarse en ese espacio. Si la chica hubiese mostrado más emoción y entusiasmo, se habría sentido culpable de pensar que esa clase sería aburrida y tediosa, hubiera sido más difícil mantener su máscara si en los ojos de ella descubriera una pasión por el arte o la literatura. Realmente se habría comido sus palabras.

Pero no era así. La chica estaba allí por obligación y como toda chiquilla de buena cuna era sobervia, sus palabras denotaban exceso de confianza, por su rostro aniñado, imaginaba que aun era adolescente.

- Es bueno que seas sincera - Comentó asintiéndo con la cabeza - Así no tendrás que fingir - Agregó acomodándose las gafas en la nariz que se le habían deslizado lentamente - Todavía hay algo que quisiera saber jovencita - Continuó con su mejor voz de autoridad, la de un verdadero profesor, no podía perder la compostura o lo perdería todo, ya lo había comprobado - Yo puedo impartir dos materias, literatura clásica e historia del arte, ¿En cual de las dos está interesada? Dependiéndo de eso, podremos comenzar con las clases-

Tras las palabras de la niña el pálido hombre soltó un largo suspiro, denotando su alivio por saber que la obligación ataba a ambos en aquella habitación.
- Es bueno que seas sincera -Asintió con la cabeza - Así no tendrás que fingir.Todavía hay algo que quisiera saber jovencita - Agregó el profesor con un cierto tono de autoridad, obligando a Alina a acomodarse en la silla. ¿Empezaría ahora con una actitud más severa?, eso para Alina siempre había significado diversión, pues eran pocas las personas que se atrevían a actuar con autoridad ante ella. Su personalidad caprichosa y severa siempre había obligado a las personas a bajar la cabeza ante ella, pero claro, todo eso había ocurrido en Rusia, y tal vez allí las personas serían más sumisas o simplemente ella no había conocido a muchas más personas que sus antiguos profesores y sus criados. ¿Como sería entonces ahora?, ¿tendría que asentir y aceptar?, no, Alina nunca asentía ante cualquiera, no era una niña sumisa y mucho menos obediente.- Yo puedo impartir dos materias, literatura clásica e historia del arte, ¿En cual de las dos está interesada? Dependiéndo de eso, podremos comenzar con las clases-. Finalizó el hombre, dejando la elección a la niña, quien arqueó una ceja, mientras una sonrisa burlona se asomaba a sus labios. ¿Elegir entre arte y literatura?, eso a ella le daba igual, pero bien sabía que su amor por el arte podría más que la satisfacción literaria, era Dima el que la obligaba a estudiar, pues si fuera por ella solo se dedicaría a rasgar un lienzo tras otro con sus brochas y sus pinturas, pero eso era solo suyo y no tenía por qué compartir su más preciado tesoro con un profesor al que acababa de conocer y con el que seguramente no se llevaría muy bien, como había ocurrido con los anteriores, pues todos habían desistido, abandonado o simplemente no habían vuelto a sus clases con la Alina.
-Esa... es una elección que tomará usted. ¿No es acaso el profesor?, pues empiece con la clase que desea.- Dijo ella, con un tono de voz burlón, dejando el respeto a un lado, para tomar su bolso y sacar a su pequeña muñeca de trapo para posarla en su regazo y empezar a acariciar sus rizados cabellos de hilo marrón. -Intentaré que al menos Lucy os preste atención- susurró con una sobre actuada y tierna voz de niña, sin levantar la mirada de su muñeca ni demostrar una pizca de interés al hombre que ahora intentaría llevar su educación.

Se quedó observando como la chica con total desfachates, ponía en duda su autoridad como maestro. Parecía una niña de esas malcriadas por los excesos de dinero y lujos, era una tristeza que tuviera que invertir su tiempo enseñándo a alguien que era obvio no quería aprender, mientras existían tantas pobres almas por allí y por allá deseando tan siquiera poder leer o escribir.

- Bien, entonces comenzaremos con historia del Arte, comencemos desde lo más antiguó datado hasta el momento, el arte Africano de la edad de piedra - Comentó recostándo su espalda en el escritorio.

- Las primeras manifestaciones artísticas africanas son paleolíticas, pero muy escasas: por un lado tenemos la dudosa a Venus de Tan-Tan (Marruecos), y por otro los testimonios más firmes del África austral, como la caverna de Blombos (República Sudafricana), con unos 70 000 años, donde hay bolas de ocre mineral (hematita) decoradas con incisiones paralelas, reticuladas y con motivos geométricos (algunas proceden de inhumaciones rituales). Hace tiempo que se sabe que el ocre pudo servir para pintar adornos corporales, sin embargo, es la primera vez que esta especie de lápices de pigmento conservan algún tipo de decoración intencionada. También datable en el Paleolítico es la plaqueta pintada con un zoomorfo no identificado datado en 25 000 años de antigüedad de la cueva de Apollo 11 (Namibia), donde, además, hay arte parietal muy posterior atribuido a los bosquimanos. - Dicho esto Soren buscó dentro de sus libros y papeles, una lámina que mostraba una pintura del original visto en Africa, la sacó en alto y se la mostró a la jovencita.

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/7d/Apollo-11_stone_slab.jpg

- ¿Que crees que sea? - Le preguntó con facinación en sus ojos - ¿Como crees que eran aquellos que pintaron esto y que querían expresar? -

((... valla, es la primera vez que me califican mal un post, tengo curiosidad de saber porque! ))

(Disculpa la demora, me he liado con los otros pjs. Y tampoco tengo idea del por qué te calificaron de mala forma, pero si sirve de consuelo yo no he sido =) aun que me anima un tanto el pensar que alguien lee los posts xD)

Alina siguió acariciando su muñeca, simulando estar absorta a las acciones del profesor. Su carácter malcriado y caprichoso sería un gran problema para llevar aquella clase con tranquilidad, pero bien sabía ella que aquel hombre terminaría cansándose de ella y dimitiría, como lo habían hecho todos los demás.
- Bien, entonces comenzaremos con historia del Arte, comencemos desde lo más antiguó datado hasta el momento, el arte Africano de la edad de piedra - comenzó el hombre, acomodándose en su silla, Alina en cambio ladeó un par de veces la cabeza, sin levantar la mirada de su muñeca.
- Las primeras manifestaciones artísticas africanas son paleolíticas, pero muy escasas: por un lado tenemos la dudosa a Venus de Tan-Tan (Marruecos), y por otro los testimonios más firmes del África austral, como la caverna de Blombos (República Sudafricana), con unos 70 000 años, donde hay bolas de ocre mineral (hematita) decoradas con incisiones paralelas, reticuladas y con motivos geométricos (algunas proceden de inhumaciones rituales). Hace tiempo que se sabe que el ocre pudo servir para pintar adornos corporales, sin embargo, es la primera vez que esta especie de lápices de pigmento conservan algún tipo de decoración intencionada. También datable en el Paleolítico es la plaqueta pintada con un zoomorfo no identificado datado en 25 000 años de antigüedad de la cueva de Apollo 11 (Namibia), donde, además, hay arte parietal muy posterior atribuido a los bosquimanos. - Alina frunció el ceño y levantó la mirada ligeramente, para dirigir sus azulados ojos a los del profesor. Arqueó entonces una ceja cuando el hombre le mostró una lámina con un garabato que para ella tenía forma de gato. La información dada por el buen hombre para ella era interesante, pero su rostro denotó una tajante aversión hacia él. A la niña poco le importaban las antiguas tribus y su pintura de escasos tonos, en su tiempo ya existían las técnicas, los colores y los pinceles, y eso a ella le bastaba para realizar su arte favorito, pintar.- ¿Que crees que sea? - Le preguntó a la pequeña, con un brillo en los ojos que expresaba su fascinación hacia el arte.- ¿Como crees que eran aquellos que pintaron esto y que querían expresar?.
-Es un gato.- respondió ella en un bostezo que enfatizaba su profundo aburrimiento. -Y los pintores eran mancos... eso no es arte, es aburrimiento en una tarde lluviosa, donde todos debían estar encerrados en sus cavernas y sin nada qué hacer y con el descubrimiento del fuego se dedicaron a hacer garabatos en las paredes de piedra, simulando las formas de los animales y cosas que tenían a su alrededor.- farfulló la niña dejándose llevar por su imaginación, bajando de nuevo la mirada hacia su muñeca, a la cual seguía peinando los cabellos de hilo marrón, haciendo y deshaciendo la trenza de sus coletas, como si aquello fuera más interesante que prestar su valiosa atención a la clase del profesor Kaarkarogf.

Soren se quedó mirándo la imagen que tenía entre sus manos mientras escuchaba hablar a su alumna, en realidad parecía un gato, pensó ladeándo la cabeza hacía la derecha, como si así pudiese verlo mejor y llevándose el dedo indice a los labios con expresión duditativa. - ¿Habrían ya gatos domesticos en esa época? - Pensó en voz alta, para ser sincero historia en general no era su fuerte, no sabía si los animales domesticos como perros, gatos o aves ornamentales, dataran desde la prehistoria.

Se quedó un rato más en silencio, un par de minutos para ser exácto, pensando en lo que había dicho ella - Aburrimiento si... muchos grandes pasos en la historia de la humanidad parecen haber sido fruto del aburrimiento de alguna persona - Finalmente giró su rostro hacía la chica para descubrir que no le estaba prestando atención y jugaba con su muñeca.

Aquello se le antojó bastante... tierno. ¿Cuantos años tenía como 17? y aún jugaba con muñecas, eso demostraba que tenía imaginación, era una lastima que los niños crecieran dando traspies y entrando en el mundo de los adultos tan pronto, por eso era que habían cortezanas ya expertas en las artes amatorias y con menos edad que la propia Alina. Dejó la imagen sobre el escritorio y caminó en silencio hacía el escritorio de ella agachándose para quedar a la altura.

- ¿Como se llama? - Le preguntó refiriéndose a la muñeca - Parece feliz -

(( hehe, no es que me moleste que me hallan calificado con un - , pero me daba curiosidad la razón ))

Alina seguía absorta, como si la mirada de Lucy la transportara a un mundo paralelo, en el cual podía refugiarse en la sonrisa de su inanimada muñeca de trapo, porque allí ella podía ser feliz, o imaginar serlo. Pues si algo fluía constantemente en su cabeza, era la imaginación, ese don que no todos lograban mantenerlo con sigo mismos hasta la madurez plena, y era por obra y gracia de ese pequeño don, que la joven Alina siguiera manteniendo su aire infantil y aniñado, aun que pudiera pensar y actuar como una adolescente madura, ella seguía siendo una niña, abandonada por la muerte de sus padres y criada en el más efímero lujo, pero una niña al fin y al cabo.
Perdida en sus fantasías, Alina creyó oír algo sobre el aburrimiento al profesor Kaarkarogf, pero de todo lo que pudo oír, solo sacó la conclusión de que lo verdaderamente aburrido allí era la clase y de que las horas no pasaban. ¿Cuanto llevaba ya en esa aula oscura?, ¿quince minutos?, ¿una hora?, pues sea cual fuese el tiempo pasado, para Alina era una eternidad metida en un abismo incapaz de concluir.
- ¿Como se llama? - Preguntó de repente el profesor, sacando a la joven de su trance quien no se molestó si quiera en levantar la mirada, refiriéndose a la muñeca. ¿Cuando se había acercado?, se preguntó la niña quien no se había percatado de los silenciosos pasos del hombre. - Parece feliz.
-Al menos ella lo es...- Susurró ella, afirmando aquella duda del profesor, pero lo que ella creyó ser un pensamiento, en realidad fueron palabras pronunciadas, y ese hecho la desconcertó parcialmente. Nunca hablaba de la felicidad, por que ella no la conocía, sabía lo que era sonreír, sabía lo que era estar contenta o agraciada por una situación, pero la felicidad quedaba muy lejos de sus conocimientos. ¿Qué es la felicidad?, se pregunta cada noche antes de cerrar los ojos y sumirse en un sueño caótico. Pero en un tiempo no muy lejano, ella había cosido y bordado una muñeca de trapo con ayuda de su madre, le había puesto dos brillantes botones de color azabache como ojos, y bordado una roja y perfecta sonrisa; la muñeca desbordaba felicidad y Alina quedó satisfecha con el trabajo. "Mírala, ella guarda en su brillante mirada y su perfecta sonrisa tu felicidad. Cuando te sientas triste, refúgiate en su felicidad y te contagiarás de ella." Esas palabras de su madre se habían quedado gravadas para siempre en su cabeza, y era por esa y otras simples razones, que Alina nunca se separaba de su muñeca, a la cual cariñosamente llamó Lucy, como la luz que guía su oscuridad.
Alina frunció entonces el ceño, dándose cuenta de lo que había dicho, y con esa mirada fulminante, tan típica en ella, levantó la cabeza y clavó sus furiosos ojos sobre los azules oscuros del profesor.
-No le importa.- musitó, mientras protegía entre sus brazos a la muñeca, pegándola a su pecho, como si quisiese fusionarse con ella. Alina no era una mala niña, pero su pasado y su presente lo protegía demasiado, y nunca revelaba datos curiosos ni poco curiosos a cualquier persona, y menos a un completo extraño, como era aquel hombre para ella.

Definitivamente no esperó la reacción de la joven. Su mirada parecía casi furiosa cuando se había posado en él, como si le desafiara a atreverse a cruzar una línea imaginaria que ella se había preocupado por poner, separándole de ella, para probablemente protegerse. Todas las personas ponemos lineas imaginarias para muchas cosas, especialmente con personas que no nos agradan, especialmente personas que creemos que pueden herirnos, pensó, él mismo lo hacía y valla si costaba cruzar esa línea y permitir a otros llegar hasta su zona de confort.

La muñeca era feliz. ¿Entonces no lo era ella?, Pensó y retrocedió unos pasos intimidado por la dura mirada. Quizás estaba metiéndose en un asunto que no le incumbía, debía limitarse y enseñar su cátedra como se lo habían encomendado. ¿Pero era realmente esa la verdadera esencia de su cargo? ¿Se trataba sólo de otorgar conocimientos? Enseñar era una palabra que envolvía muchas cosas y no sólo hablar sobre un tema y explicarlo.

-Lo siento – Dijo segundos después en tono cortes, pero algo nervioso y regresó hasta el escritorio olvidando en donde iba, paseó su mirada por la mesa y vio la pintura del que Alina había calificado como gato y lentamente pareció recordar por donde iba la clase. - Sólo me causó curiosidad... porque me parece muy bonita – Dijo al fin.

- También tengo una tienda de antiguedades – Continuó girándose de nuevo para observarla – He vendido algunas muñecas allí, muñecas que han pertenecido a antiguas damas, princesas de otros tiempos, la tuya tiene un estilo bastante pulido y detalles muy delicados en la costura, como si las manos que la hubiesen hecho, estuvieran llenas de amor y dedicación – Concluyó, recostándose de nuevo en el borde de la mesa – Es difícil encontrar muñecos que expresen ese tipo de cosas -

-Lo siento – ¿Por qué se disculpaba?, Alina era una niña difícil de tratar, pero nadie tenía por qué disculparse cuando no había hecho nada. Ahora se sentía como una completa rebelde, tratando mal a personas que no se lo merecían. Debería aprender a comportarme... aun que me importa poco a decir verdad. El profesor regresó hasta el escritorio, obligando a Alina a levantar la vista para seguir sus pasos.
- Sólo me causó curiosidad... porque me parece muy bonita – Dijo al fin. La mirada severa de Alina se calmó al oír esas palabras. Sí, para ella Lucy era más que bonita, para ella Lucy lo era todo, su vida, sus recuerdos y sus lágrimas reposaban eternamente en Lucy, la frágil e inanimada muñeca de trapo.
- También tengo una tienda de antiguedades – Continuó el profesor girándose de nuevo para observar a la niña que seguía mirándolo con atención. – He vendido algunas muñecas allí, muñecas que han pertenecido a antiguas damas, princesas de otros tiempos, la tuya tiene un estilo bastante pulido y detalles muy delicados en la costura, como si las manos que la hubiesen hecho, estuvieran llenas de amor y dedicación. Es difícil encontrar muñecos que expresen ese tipo de cosas. - Un intento de sonrisa amenazó por curvar los labios de Alina y la obligó a bajar la cabeza, para poder observar sus manos, que ahora sujetaban con firmeza a Lucy, como si las palabras de aquel hombre la alegrasen de alguna manera. Pues cierto era, al menos para Alina, que Lucy estaba hecha con amor y dedicación, Lucy fue lo último que hizo en compañía de su madre, a la que tanto añoraba, pero por la cual nunca derramó una sola lágrima tras su muerte.
-Y esas muñecas... ¿de donde las saca?- Preguntó la niña con timidez, como si ahora fuera lo único que le importase. Aun que Alina tuvo todo lo que quiso de pequeña, ninguna de sus muñecas fue más especial que Lucy, y cuando se vio cansada de todas ellas, las regaló y solo se quedó con la más importante. Lucy. Pero una idea hizo que levantara la mirada arqueando las cejas y apuntand con el dedo al profesor, -¿No será usted un ladrón de muñecas?... por eso le gusta tanto Lucy... ya sabía yo que no me tenía que fiar de un profesor de clase nocturna...- Alina se cruzó de brazos y resguardó en ellos a su muñeca, apretando los labios por si tuviera que empezar a ladrar o gritar cuando el hombre quisiera sacarle su muñeca. Pero en el fondo, la niña solo quería estallar de la risa... Un ladrón de muñecas.

-Pues no es simple – Comentó apoyándose en el borde de la mesa, iba a explicarle como conseguía las muñecas, cuando la chica le llamó ladrón. Los ojos de Soren se abrieron de par en par y su boca se arqueó en una 'O' muda aunque ninguna exclamación salió de su boca. - ¿Cómo me has llamado? ¿Ladrón de muñecas? -

A Soren le habían llamado de diversas maneras durante toda su vida inmortal, pero esta era definitivamente la primera vez que le llamaban ladrón. En el momento no supo que decir, la voz de la chica era tan acusadora y segura que lograba intimidarlo con facilidad.

Soren, eres un vampiro ¿lo recuerdas? No puedes sentirte intimidado de una pequeña cría humana. La mataríamos en un par de minutos si quisieramos.

Carraspeó y negó con la cabeza rápidamente, alejando dichos pensamientos y volviéndo su mirada azulosa hacía ella. - No soy un ladrón de muñecas – Aclaró aunque su voz no sonó tan firme como hubiese deseado – Soy un coleccionista, colecciono objetos preciosos, cosas que puedan tener un gran significado histórico y que puedan ser apreciadas por otras personas, así que las expongo en mi tienda y la gente puede comprarlas – Explica, pero se atrevió a agregar – Naturalmente, adquiero las muñecas a través de negocios con comerciantes, o rescatándolas directamente de las ruinas de los castillos donde sus anteriores dueños las dejaron olvidadas -

- No soy un ladrón de muñecas. Soy un coleccionista, colecciono objetos preciosos, cosas que puedan tener un gran significado histórico y que puedan ser apreciadas por otras personas, así que las expongo en mi tienda y la gente puede comprarlas – Explicó el hombre con tono serio, pero impreciso al vislumbrar los ojos acusadores de la pequeña Alina, que ahora lo miraba tajante en espera de algo más sustancioso.
– Naturalmente, adquiero las muñecas a través de negocios con comerciantes, o rescatándolas directamente de las ruinas de los castillos donde sus anteriores dueños las dejaron olvidadas - Se atrevió a agregar, mientras que la niña bajaba su mirada para observar ahora a su inanimada muñeca de trapo, cuya sonrisa siempre la esperaba, ilusionada en su tierno rostro de niña eterna.
-Hubiese preferido una historia de ladrones de muñecas... sería más interesante que hurgar casas ajenas en busca de objetos abandonados...- Respondió Alina con sequedad, mientras desviaba su atención hacia la nada, en un punto inconcreto que creía más interesante que las palabras del profesor. -Y los objetos robados... ¿Aún poseen el alma de sus antiguos dueños?- Se aventuró a preguntar, como si creyese que en verdad existía una respuesta a esa pregunta vacía de razón.
Alina solo quería creer que su madre podía estar velando su soledad a través de esa pequeña muñeca que descansaba en sus piernas, solo deseaba sentir de nuevo esa mirada llena de amor posándose sobre ella, y recordar los preciosos ojos azules, tan parecidos a los suyos, de su madre. ¿Pero en verdad podía el alma atarse a un objeto? Eso era lo que ella querría creer.
-Digo... ¿Ellos pueden atarse a algo que dejaron en la tierra por lo que en vida pudo significar para ellos?- En ese momento Alina se dio cuenta que si ella muriese allí mismo, desearía quedarse para siempre velando por Lucy, porque era todo lo que ella conocía desde hacía tiempo, y todo lo que deseaba proteger en su vida. Si Lucy no existiera, Alina sería un cuerpo vacío, sin alma y sin sentimientos. Alina sería como un vampiro: Eternamente fría y muerta en vida.

-Lamento no ser un interesante y audaz caballero que rescata muñecas o un ladrón seductor y bohemio – Comentó frunciendo el ceño y arrugando el puente de la nariz ante la respuesta de la joven. Tal parecía que nada la complacía, para empezar no tenía razón para estar allí. Si no le interesaba lo que tenía para enseñarle ¿Para que gastar su tiempo que podría bien estar invirtiendo en un alumno que si valiera la pena?.

Soren conocía muchos alumnos que si la valían, por ejemplo el joven Leroy a quien su madre no le permitía estudiar arte, pero que se metía de contrabando en sus clases. O el joven Gerard a quien secretamente apreciaba como al hijo o el hermanito menor que nunca tuvo (ni podría tener), siempre curiosos por naturaleza y amantes apasionados de la pintura.

- No lo se con exactitud... pero yo creo que un objeto puede en si mismo contener la esencia de su dueño, no se si llamarlo alma o espíritu... pero algo si es cierto: cuando la gente va a mi tienda y encuentran valiosas reliquias de antaño, cosas que quizás pertenecieron a sus abuelos o objetos que creían perdidos, sus ojos se iluminan con un sentimiento indescriptible, una sensación que si no la vives por ti mismo no sabes comprendela, y es como si el objeto contuviera la esencia de su dueño aún a través de los años, como una caricia invisible ¿Tu que crees?-