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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Shedain Lun Ago 13, 2018 1:16 pm

El puerto de la capital lordana estaba a rebosar de gente venida de todos los rincones de la isla para contemplar el espectáculo marítimo. Todas las atarazanas estaban engalanadas con guirnaldas, multitud de antorchas y fanales marcaban un camino desde la parte alta del puerto hasta la playa. La multitud se congregaba a ambos lados, respetando el pasillo por el que habrían de pasar las ofrendas al mar. Los barcos se habían situado a lo largo de la playa: todos los marineros, solemnes en las cubiertas, portaban un fanal encendido. Parecía que el mar estaba cubierto de luciérnagas.

Comenzó un ritmo lento y medido de tambores, y la multitud calló. Unas figuras vestidas de azul, con máscaras deformes bajaron hasta la playa, portando redes cortadas y trozos de madera que simbolizaban los naufragios y las tormentas. A los tambores se sumaron los violines y los caramillos, haciendo flotar  en el aire una melodía que encogía el corazón. Tras ellas, los marineros arrastraban barriles de pólvora que colocaron en la playa, a punto para ser prendidos. Desfilaron también los altos cargos navales , marineros jubilados o incapacitados portando velas y los representantes del culto al dios del Sol, con sus vestiduras blancas con el sol bordado en el pecho, características de los adeptos de aquella religión pagana pacífica. Cerraba la comitiva un grupo de muchachas vestidas de blanco que llevaban flores, pan y vino como ofrenda al dios para que les diese sustento y seguridad en el mar.

Cuando finalizó la ofrenda, desde uno de los barcos dispararon un cañonazo, y desde la playa, los barriles estallaron iluminando las caras de todos cuantos cuantos miraban al cielo. La multitud prorrumpió en vítores y palmas, y la música se transformó en festiva, dando salida a la fiesta popular. Finalizado el acto cada cual volvió a donde venía, pero el puerto rebosaba de gente, jolgorio, mercadillos improvisados, verbenas populares en cada esquina y trajín de personas. Los niños corrían y jugaban, los adultos reían, chocaban manos o jarras, por todas partes olía a asado y alcohol, y la gente bailaba en corros al ritmo de tambores, violines, acordeones o gaitas.

Shedain estaba apoyada en el marco de la puerta de la Sirena Varada. Habían sacado un par de bancos a la calle, como la mayoria de establecimientos, y hoy la fiesta estaba en el exterior. Llevaban ya varios dias de celebraciones y los negocios como aquel iban viento en popa.El viejo O'Flanagan, el cliente más asiduo de la taberna, estaba allí, marcando el compás con un pie. Todos parecían divertirse, bailar, reir y disfrutar de la velada. La adem no bailaba. Faltaría más. Sólo escuchaba la música y observaba los traspiés de algunos parroquianos y su embriaguez. Malditos bárbaros adictos a los excesos. Al menos nadie había osado sacarla a bailar, y menos mal o habría tenido que partir algunos huesos.

(mientras tanto en otro lugar…)


Dracheon se incorporó tras haber pasado la noche entera de rodillas en vela, cumpliendo con su sagrado deber como sumo sacerdote de la orden de los Angeles Sangrientos, de permanecer vigilante para que Naaga, su deidad, la diosa de la sangre, tenga ojos y oídos en este mundo. La Noche de la Ordalía habia llegado. Desde que su culto oscuro desembarcase en las tierras lordanas, habian permanecido invisibles, a la espera de las condiciones propicias para que pudiese celebrarse El Gran Sacrificio, el ritual que le daria el poder de abrir el portal donde Naaga permanecia incorpórea, el poder para anegar al Dios del Sol y sus subditos en oscuridad teñida de rojo. La cuadratura estelar, las mareas, los ciclos de las cosechas y los migratorios de los pobladores de la isla, se daban encuentro en aquella semana de fiestas de Lordania. No podía haberse planificado mejor. El mundo iba a degustar la expiación, la justicia oscura y la belleza del caos. Se situó en el centro del pentáculo ritual a la espera de las fuerzas ocuras que estaban por llegar cuando los demás cumplieran con su cometido. La Gran Ordalía, la purificación sangrienta, estaba en marcha.

(de nuevo en Lordania….)

La plaza de Neptuno era grande y casi cuadrada, flanqueada por infinidad de calles y callejas que se entrecruzaban en ella. En su centro había una bonita fuente con el dios del mar armado con tridente, sobre unos tritones que arrojaban agua a la fuente circular. No cabía ni un alma, danzando, bebiendo y riendo. Eran sin duda unas fiestas que serían recordadas durante años.

De pronto sonó un grito agudo en un extremo de la plaza. Un chillido de mujer que hizo que varias cabezas se girasen hacia allí. Los músicos aminoraron el ritmo de la melodía. Cuando varios parroquianos fueron a ver lo que sucedía, otro grito a otro extremo de la plaza acuchilló el aire festivo. La música paró en seco. Y otro más en la calle alta... Y otro.... Por todos los dioses!!!! Que estaba pasando allí??!!

Shedain separó la espalda de la pared y prestó atención. Gritos. Pánico. Mal asunto. Recibió un empujón en el hombro derecho por parte de alguien que salió corriendo a ver lo que sucedía. Los gritos habían salido de distintos extremos de la plaza. El más cercano estaba en la calle que apuntaba más al norte. La tenía a unos quince metros y la gente parecía arremolinarse allí.

Cundió el pánico y la gente se arremolinó cerca de donde habían salido los gritos: una de las chicas vestidas de blanco, una de las portadoras de ofrendas, estaba en el suelo completamente ensangrentada, con el cuello rajado y el pecho abierto en canal. Y lo mismo se repetía en todos los extremos de la plaza.  La muchedumbre comenzó a gritar y a mirar al rededor en busca de sus hijos y mujeres. Entre el clamor histérico, los gritos desgarradores de más gente siendo asesinada, inundaron los callejones, retumbaron en todas partes, por encima incluso del ruido de la estampida humana. Entre tanto tumulto no se podía distinguir a los asesinos. el caos, la muerte, la confusión y el dolor se adueñó de la plaza y las calles adyacentes. Sálvese quien pueda. Alguien había pronunciado esas palabras mágicas de "liberad al kraken." Y había liberado los más bajos instintos fructificados en la maldad y el fanatismo.


Última edición por Shedain el Vie Sep 21, 2018 4:00 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Marcel Dom Ago 26, 2018 8:26 am

Lordana, el puerto marítimo donde según la anciana ciega podría ver los estragos del tiempo, las penas del hombre y el fin de los protectores. Las oraculos no siempre eran claras en sus predicciones, pero mi viaje no podría terminar si no conseguía devolver a mi reino la piedra. Cubierto con la capucha que ocultaba mis rostro observaba una ciudad en-galardonada para la fiesta. Arrugué la nariz ante la inmensidad de olores que inundaron mis fosas nasales, el salitre, olor a pesados y especies, el del fuego y como no ..apestaba a alcohol.

Me habían dado una dirección, la taberna “Sirena varada” según la anciana allí podría dar con un guia capaz de adentrarse en los confines de la tierra sin vacilar. Iba preguntando a unos y otros por dicha ubicación cuando a mis espaldas escuché un ruido sordo, mi diestra fue directa a la empuñadura de la espada, sobresaltado tensé el gesto, mas pronto por los aplausos de los presentes me percaté que nada tenía que ver con un ataque si no ms bien con una de esas celebraciones.
Alce la mirada centrándome en los fuegos que surcaban el cielo, nunca me acostumbraría a este lugar tan ruidoso, incluso la música de violines que inundaban las calles sonaba burda, plagada de matices caóticos, nada que ver con el silencio que reinaba en la orden.

Caminé entre la multitud algo mareado por los olores de “tabaco” y opio, atrás dejaba unos hombres enmascarados que ofrecían redes a sus dioses, no sabia bien por que motivo necesitaban creer en tantos cuando solo uno era verdadero. Preguntando alcancé la taberna.
Sobre el dintel de la puerta el nombre tallado en madera, ladeé la sonrisa, había llegado a mi destino, esperaba que la bruja no se hubiera equivocado.
Iba a poner el pié en la taberna cuando los gritos desgarradores de pánico a mis espaldas me forzaron a detenerme. Cerré los ojos dándome cuenta de inmediato que su matiz era distinto, nada que ver con el jubilo antes escuchado, debía ayudar aunque esta guerra no fuera conmigo, mas de no hacerlo ¿en que me convertiría eso?

Viré sobre mis talones descolgando el arco de mi espalda con presteza y salí corriendo de forma apresurada hacía donde el gentío aullaba.
Una mujer vestida de blanco yacía en el suelo ensangrentada, al llegar a ella, posé mis dedos sobre su garganta, nada que hacer por ella, había sido degollada. Dos de mis dedos cerraron sus parpados.
-Que Dios te acoja en su seno -susurré antes de volver a ponerme en pie.

Centré mi mirada en uno de los asesinos, dispersos entre la multitud eran difíciles de identificar, peor no había duda, acaricié las plumas de la flecha que saque del carcaj colocandola en la cuerda que tensé con premura.
La soga acaricio mis labios antes de ser soltada de inmediato la saeta voló voraz entre los cuerpos y como un halcón de presa impactó en la espalda del adversario.
Corrí hacia allí, no estaba muerto mas si malherido, no podía dejarle escapar, seguramente a esa gente le serviría tener a alguien a quien interrogar para poder llegar a hacer pagar a su orden la autoría de dichos crímenes.


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Mensaje por Shedain Jue Ago 30, 2018 3:53 pm

Las figuras vestidas con ropas de sacerdotes del culto al Sol, se multiplicaban en todas partes, eran un centenar y habían cercado el barrio. Los Angeles Sangrientos disfrazados de sacerdotes blancos, blandían espadas cortas, cuchillos, dagas y hasta una guadaña. A todos aquellos tomados por sorpresa les cortaban el cuello y los desangraban como ganado. Yacían los cadáveres en las calles, dejando escapar su liquido vital en rios rojos que corrian hacia la playa.

Marcel pudo observar a tres de ellos a no más de quince pies de distancia. Habían agarrado a una mujer gruesa y la habían apuñalado, pero su volumen no dejaba llegar hasta los órganos vitales, y se revolvía como una fiera, a dentelladas y manotazos. Shedain tenía a uno de ellos a su espalda que salió de la nada, entre la oscuridad de un callejón de bajada a la playa, y frente a él, dos más que remataban a otra chica en el suelo, cortándole el pescuezo.

La adem no lo dudó, como un gato panza arriba se revolvió cuando el tipo puso la mano sobre ella y lo lanzó al suelo con una llave perfecta hundiendo el cuchillo que portaba el asesino en su propia garganta. Sin detenerse lanzó una patada al que estaba a su derecha impactándole en el pecho y dando medio giro veloz clavó el cuchillo en el corazón del tercero. La chica a sus pies no tenía remedio, a su lado el caído por la patada se movió y sin dedicarle ni una mirada agarró su cráneo con una mano y lo golpeó contra el pavimento dejándolo aturdido, sacó el cuchillo del corazón del muerto y se lo clavó al otro, su lema era “mata y remata”. Esos no se levantarían. Sus ojos entraron en modo pelea y detectó rápidamente dónde estaban los puntos calientes de aquella reyerta, cundía el caos, el pánico y había mucha gente.*

El caído hizo ademan de ponerse en pie, sangraba en abundancia con la saeta hundida en la espalda, bastó una patada en la mandíbula para tumbarlo de nuevo sobre el pavimento, necesitaríamos uno con vida para poder sacarle la información que esta gente merecía.Tres tipos corrieron en su auxilio, los encapuchados avanzaron raudos, casi invisibles entre la multitud con un objetivo fijo, yo y posiblemente dar muerte al único que podía descubrirlos.

Solté el arco que cayó al suelo a la par que desenvainaba la espada larga del cinto, la luna plata se reflejó en la hoja deslumbrando al primero que lazó su espada corta para asestar el primer estoque, mi cuerpo se curvó hacia atrás esquivando el filo que pasó raudo sobre mi pecho, recuperé la posición cuando el tipo me dio el costado y sobre el mismo sajé sus costillas hundiendo el arma hasta lo mas profundo, de una patada empuje el pesado cuerpo contra un segundo que alcanzaba la posición de mele y que se frenó en seco aturdido.

Me elevé por el aire apoyando el pie izquierdo sobre el hombre inconsciente y en nombre de Dios deje caer mi acero desde su hombro hasta su ombligo partiéndolo, por la espalda el tercero mas avispado que el resto rasgó mi omoplato. Viré sobre el pie derecho dispuesto a enfrentarlo, apreté los dientes, doble los codos y tomando impulso enterré la espada en su cuello separando así cabeza de hombros.

Un muchacho con excelente puntería estaba subido sobre un barril en la puerta de la Sirena Varada y abatía objetivos con dagas, piedras y hasta una vio volar una botella pero uno de los asesinos se encaminó hacia él por un flanco, el chaval no lo veía pero la adem sí. Corrió hacia él empujando a varios aldeanos que corrían como pollos sin cabeza y cuando estaba a su altura lo detuvo agarrándolo de la mano donde portaba una espada corta, golpeando con la cabeza su nariz y asestándole varios golpes más hasta que lo ensartó por la barbilla con su propia arma. Shedain no desenvainaba su espada si no era para usarla, seguramente lo acabaría haciendo, pero el primer choque solía pararlo cuerpo a cuerpo. El chico estaba a salvo, pero le aparecieron dos más por un callejón. Retorcer, doblar y partir. El cuerpo a cuerpo más eficaz con el mínimo desgaste. Pero los sacerdotes falsos la habían pillado a contra pie y uno de ellos fue detenido por el agarre de la rubia mientras el otro sin más ni más le asestó un mordisco.

El inmundo bárbaro había clavado sus hediondos dientes en su antebrazo… sería lo último que haría en esta vida en cuanto acabase con el que tenía agarrado.*
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Mensaje por Marcel Jue Ago 30, 2018 3:55 pm


La multitud corría hacía las callejuelas que se alejaban de aquella plaza, nadie quería morir y aquel lugar tenia hedor a muerte. Los sacerdotes de blanco blandieron el acero creando caos a us alrededor, sin distinción mataban, hombre,s mujeres y niños llevados por la ira de satanas. Sin alejarme de mi presa combatí a aquellas almas perdidas, filo contra filo, sonidos metálicos y una montaña de cuerpos que empujé a los lados para abrirme paso. Rugí con el rostro ensangrentado, abriendo los brazos en cruz para animar a los que todavía no aceptaban el baile de mascaras que tenía preparado y en cuanto se decidían a atacar, mi espada hablaba en honor de la verdad.
La gesta se prolongó en el tiempo, entre bramidos y jadeos la callé termino desierta y pronto los que quedaron en pie hicieron recuento de heridos y muertos.
Los falsos sacerdotes eran como sombras en la noche, ahora con la plaza mas desierta se ocultaban en la oscuridad para emerger de las cenizas con raudos ataques letales que hicieron caer a varios de los guerreros mercenarios que aun seguían sobre el tablero de juego.

Uno corrió hacia mi posición sintiendo que con sus dos filos podría desplomar a la mole, pero al llegar le esperó mi espada que se hundió desde abajo de su mentón atravesándole el craneo con saña. Mi pie sobre su amigo, evitaría que se levantara y mis ojos en los que a mi alrededor aun bailaban, que me atacaran.*


Shedain le hizo un gesto al muchacho para que se refugiase en el tejado, allí podría seguir lanzando cosas, era bueno con la puntería. El chico le dirigió una sonrisa y se encaramó al tejado de la taberna. La rubia se deshizo del que tenía agarrado con varios golpes certeros haciéndolo caer de culo y se giró para agarrar al que la había mordido…la sangre goteaba de sus manos resbalando por los codos, ese hijo del mal había matado justo detrás de él a una mujer y a su bebé. Las gotas de sangre caían al suelo como a cámara lenta, casi podía escuchar su sonido cuando impactaban en el suelo de adoquines. Cualquiera hubiera perdido la cordura y se hubiera dejado llevar por la rabia al ver a las víctimas detrás, pero ella estaba entrenada para abstraerse del entorno y fijarse en los puntos débiles del enemigo: no tenía armas, por eso la había mordido, seguramente fueran drogados con algo para aumentar su salvajismo. Bien, pasto de gusanos, eso era ya. Lo agarró de un brazo, pivotó y le hizo una llave lanzándolo al suelo, cuando lo tuvo allí lo agarró del pelo y colocó su cabeza en el bordillo de la acera donde le asestó un pisotón que hizo que sus dientes se rompieran todos contra el bordillo, rompiéndole también la mandíbula. Se giró porque el otro no estaba muerto, sólo neutralizado y resolvió que no necesitaba desenvainar. Otra tanda de golpes y un trozo de madera puntiaguda que encontró en el suelo, se la clavó en el ojo atravesando su cabeza. ¿Florituras? Para qué, no estaba entrenando, estaba salvando el pellejo.

Levantó la cabeza cuando vio que quedaba una especie de caballero en mitad de la plaza aguantando el tirón. Dudó si intervenir, tenía que rematar al que había perdido los dientes, pero el chico del tejado se le adelantó y ella le asintió con la cabeza a modo de agradecimiento. Ladeó el rostro, inexpresivo, calibrando la magnitud del problema. El hombre parecía manejar bien la espada, y los sacerdotes no estaban muy entrenados e iban a lo loco. Tomó aire y se acercó a Marcel abatiendo a uno por el camino. Quedaban ellos defendiendo la plaza.*

Como una jauría de perros sus dagas mordían y desgarraban, pero mi arma mas larga lograba mantenerlos lo suficiente a raya como paran desfallecer ni perder la vida en el intento.
Desafiante blandí el acero llevándome a dos de ellos por delante, gruñí al un tercero alzando el acero cuando una joven de dorados cabellos le asesto desde atrás el golpe de gracia que lo dejo convulsionando en el suelo.
Espalda contra espalda continuamos con la defensa de una plaza vacía, seguramente porque lo que ansiaban era hacerse con el hombre que aun vivo serviría de testigo.

Luchamos hasta la extenuación en un intercambio de golpes rápidos, en el que su numero mermo y ahora con las fuerzas unidas por parte de los dos y cubriendo el flanco del otro les imposibilitábamos que mordieran carnaza.
Cuando el ultimo sucumbió ante nuestra fuerza bajé la cabeza apoyando mi barbilla sobre el mango de la espada, mis ojos se cerraron mientras una oración silenciosa por los caídos manaba de mis labios como un cántico.


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Mensaje por Shedain Dom Sep 23, 2018 3:24 pm

El aire vibró imperceptiblemente. El suelo también pareció quejarse cuando el sonido de unas pisadas anormalmente grandes y pesadas emprendieron el sendero de la aniquilación. El chapoteo entre la sangre las hacía si cabe, más macabras. La adem levantó la mirada, con la rodilla hincada en tierra y la sangre se le detuvo en las venas un segundo. Tras Marcel una figura enorme, de unos tres metros y envergadura de armario, cubierto con la túnica blanca y encapuchado, resopla sacando vaho en la noche. Un gigante. Los malditos furiosos tenían un gigante. Tan pesado y grande que podría parecer torpe pero nada más lejos. Portaba una hoz enorme y curva, que rezumaba líquido vital. Y en la otra una guadaña segadora de hoja de metro y medio. La adem tragó saliva.

Se irguió y por primera vez en años su rostro se arrugó de preocupación. Debería huir, nadie le iba a pagar ni una moneda por arriesgar el pellejo de esa forma. Un adem muerto es un adem improductivo. Observó a Marcel avanzar, vacilando pero plantando cara. Y escuchó los gemidos de alguien debajo de la mesa, una cría de no más de seis años con la cara cubierta de la sangre de un destripado sobre el tablero. De pronto el olor a hierro le inundó las fosas nasales y el sonido de la desesperación golpeó como mil tambores en sus oidos. Corrió, como un gamo, saltó sobre las túnicas blancas y sorteó muertos, amigos o enemigos desapareciendo del campo visual del caballero.

Corrió y esquivó a varias personas que apaleaban a un sacerdote sangriento, giró en seco al llegar a la fuente y se quedó mirando la ancha espalda del enorme engendro. Era ahora o nunca. Uno solo no podía contra aquella mole. Si quería darle la oportunidad al bárbaro de la espada tendría que facilitarle las cosas. Cogió carrerilla desde allí y saltó apoyando solo un pie sobre el muro de dicha fuente, encaramándose a la chepa del gigante. Era liviana y flexible. Clavó el cuchillo robado del cuerpo de un muerto, para aferrarse bien y una vez allí, se impulsó hacia arriba tirando de la capucha para atrás y dejando a la vista la cara deforme del bicho. El gigante se retorció al notar el pinchazo y sacudió los brazos y la cabeza tratando de sacarse de encima aquella pulga que le  picaba. Era el momento para Marcel. Si fuera listo no hundiría la espada en el pecho o las partes donde había más músculo. Los tendones, los pies, los puntos de apoyo eran lo más sensato. Pero bueno, era un bárbaro igual había que decírselo.

Taja los tendones!!! derríbalo!!!
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Mensaje por Marcel Dom Sep 23, 2018 3:25 pm

La rubia era rápida, apostaría que una asesina de las miles de ordenes que abundaban de mercenarios, de normal trabajaban a cambio de unas monedas, peor esta al parecer se había visto inmersa en la contienda y lejos de huir había decidido sacar su acero y servir a los hombres que no podían por si mismo hacerlos. No era nadie para juzgar, Dios sería quien nos sentara en el banquillo sin abogado ni parte, solo con las obras de una vida de servidumbre.

Corrí hacía el diablo, porque Lilith toma muchas formas y tiene muchos hijos y sin duda este engendro era una de ellas.La rubia me pidió que sajara sus tendones, francamente la idea me parecio perfecta, contra mas grande mayor será la caída y mientras ella lo distraía picándole en el pescuezo yo me colé entre sus piernas esquivando un manotazo para desenvainar los dos aceros del carcaj y al unísono cortar los tobillos con saña.

La mole se tambaleo, rugió de dolor pero incapaz de sustentar su peso su piel se resquebrajo abriendo la carnaza y llevando de bruces contra el suelo al engendro. Me giré sintiendo su sangre bañar mi rostro, relamí mis labios resecos y de una pirueta me alcé dispuesto a darle la ultima estocada.*

Cuando la mole sintió el aguijón del cuchillo trató de sacudirse a la avispa que era la rubia y ésta recibió un costalazo, un buen golpe en las costillas que detuvo su respiración por unos instantes. Cuando el guerrero cortó los tendones de Aquiles de la bestia éste se tambaleó y con él el arma que portaba en la inmensa mano, la guadaña describió un arco en el aire que a punto estuvo de cortar al caballero por la mitad, pero éste la esquivó rodando por el suelo a tiempo. Shedain recuperó el aire por un segundo y trepó hasta su hombro que ahora se proyectaba hacia delante intentando parar la caída inminente, se equilibró y cuando el gigante cayó a plomo en el suelo, la adem caminó por su brazo unos pasos rodando en una voltereta al tocar el suelo. La guadaña seguía en su mano y no estaba muerto, sólo caído, aún podía hacer mucho daño alrededor, así que la rubia esquivó con rapidez y saltó blandiendo su hoja robada e incrustándola en el ojo del gigante. Quizás llegase al cerebro o quizás no, era una cabeza muy grande y mucho tejido interponiéndose entre su mano y la muerte. Tenían que rematarlo.*

De un salto trepé por su espalda, era una hormiga afanada en serpentear los salvajes movimientos de la mole, que andaba distraído en quitarse de encima a la rubia araña.
Fue así como alcancé la parte trasera de su cabeza, la tenía medio alzada porque enfrentaba a la doncella.
Desde atrás hundí por el cogote mi acero emitiendo un gruñido al sentir la dureza del craneo para abrirlo, mas solo cuando mi empuñadura quedó rozando sus sesos me detuve. Elevé la mirada, la joven guerrera había hundido su acero desde el otro extremo y ahora ambas hojas bailaban dentro del monstruo que exhalaba sus ultimas plegarias junto al ultimo aliento.
Nos miramos por unos instantes, breves y entre jadeos al tiempo que de un tirón sacamos al unísono nuestras espadas para abandonar ese peligro y enfrentar otros si es que los había en esos momentos en los que la gente enmudecía y no gritaba.*


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Mensaje por Shedain Miér Oct 17, 2018 3:18 pm

El silencio se apoderó de la plaza, tan sólo escuchaba la respiración agitada del caballero y la suya propia, un perro ladrar a lo lejos y los gemidos de alguien que lloraba arrodillado al lado del cuerpo de algún ser querido. Aquello había sido una verdadera masacre, la adem le hizo un leve gesto con la cabeza, esa era su aprobación, su reconocimiento para quien había luchado bien. Era sólo un bárbaro y lo cierto es que había hecho un buen papel.

Un llanto infantil rasgó el aire, en medio del caos y el dolor sucedió lo impensable: una mujer que había quedado tirada en un portal, estaba dando a luz. En medio de la desesperación y la muerte, nacía una nueva vida. Mala noche para nacer, sin duda. Pero la Ordalía estaba en marcha, el ataque de los Ángeles Sangrientos se había llevado a cabo y tal y como su líder lo había planeado durante años.

Dracheon, el hechicero oscuro que había sembrado tal caos, recitó las palabras en el centro de su pentáculo ritual, en los sótanos del viejo castillo donde había establecido la base. La sangre derramada en Lordania regaba el suelo de tal forma que la sangre de reptil vertida en los surcos del suelo se conectaba a ella y empezaba a bullir.

Todo parecía ir a pedir de boca, pero tras empezar a hervir se apagó y el brujo frunció el ceño. ¿Qué cojones estaba pasando? Todo iba bien. El ritual se detuvo y el brujo rugió, algo había sucedido para que no se abriese el portal a donde su diosa Naaga la que traería la Oscuridad, descansaba. Alguien le había impedido terminarlo…y pagarían con su vida y terribles sufrimientos.*

Vida, eso que siempre renace entre la muerte. Una mujer daba a luz en un portal ante el inminente caos. La gracia de Dios nos enseñaba a tener fe y esa mujer acaba de traer a un mundo cruento su pequeño milagro.
Varios hombres la ayudaron a llegar a sitio seguro, seguramente solo la madre tenía un buen susto, algo que curaría con el paso del tiempo.
Muchos se habían refugiado en la taberna de la sirena, me agaché para coger a mi hombre de la toga y lo arrastre por el pavimento hasta el interior de aquel antro de perdición.

El cuerpo cayó a plomo silenciando a los presentes que si bien estaban a sus cosas no tardaron en clavar sus miradas en mi.
-Esta vivo, interrogadlo, os dará respuestas -sentencié caminando después hacia una de las esquinas para tomar asiento en uno de los taburetes.*

Una mujer agarró del brazo a la adem y comenzó a parlotear.

Gracias por salvar a mi Henry!! Ese niño es un diablo, le dije que no se subiera al tejado pero claro, él siempre hace lo que quiere y …— El cacareo de la mujer le sonaba en su cabeza como ruido de platos roto y vasos cayendo al suelo, pero dio un respingo cuando le —… y claro que sí, se viene a casa, le prepararé una buena cena y una cama limpia, porque las de la Sirena tienen chinches y… válgame Dios…

La mujer seguía hablando mientras la adem paseaba sus ojos grises por la plaza siguiendo la estela del caballero.

¿Tiene jabón?
…¿qué…?
Jabón.
Eh… sí claro…¿quiere darse una ducha o…?
sólo jabón, tráigalo.

Revolvió el pelo del chiquillo y los dejó atrás entrando en la taberna que ahora era un inesperado refugio/hospital tras el ataque. No le interesaban los chismes, pero ese ataque no había sido fortuito y siempre estaba bien saber a qué se enfrentaba. Caminó con parsimonia, retirándose la sangre de la cara con el puño, esperaba que el crío le trajese el jabón, no soportaba ir sucia, era hediondo y asqueroso. Vislumbró al hombre sentado en una mesa y se acercó sentándose justo en la de al lado. Alguien vino con una jarra y una vaso presto a servirle cerveza, pero ella negó con la mano.

Sólo agua.— Observó detenidamente la armadura y los detalles de aquel que la había ayudado a matar al gigante, sentía las miradas de todos posadas en ellos, habían finiquitado a un enemigo muy grande, y ella sentía el golpe de las costillas como si le hubieran arrancado una parte de ellas, pero no lo reflejaba en su cara.*
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Mensaje por Marcel Miér Oct 17, 2018 3:23 pm

Con la mirada perdida en un punto fijo de la barra deslizaba las bolas del rosario entre mis dedos, me relajaba y me ayudaba a pensar. Aquel ataque no había sido fortuito, pero dudaba mucho tuviera que ver con aquel arma que buscaba, la quijada que usó Adan para eliminar de la faz de la tierra a la estirpe de Abel. Mi deber era mantener ese arma a salvo, recuperarla para los descendientes de Set, para mi señora, ella y solo ella sería capaz de custodiarla con sabiduría y usarla contra la oscuridad que de mano de los Black se avecinaba. Besé la cruz con mi ultima plegaria por los caídos y elevé entonces la mirada hasta el cantinero que me ofrecía cerveza.

-Gracias buen hombre, estoy servido.

No tardé en percatarme que todos los presentes me miraban, a mi y a la rubia que había luchado conmigo. Ladeé la cabeza esta vez si hundiendo mis pardos en sus océanos.

-Has luchado bien, deberías tratarte la herida de las costillas. -sentencié sin mas devolviendo mi atención al tipo que había traído y ahora despertaba de la inconsciencia inducida.
Esperaba que esos hombres pudieran sacarle la información necearía. Yo debía seguir mi camino, mi misión no era menso importante.
-Señor - llamé la hombre de la jarra antes de que se marchara -me han dicho que puedo encontrar aquí la información que busco, una anciana capaz de ver donde el hombre no alcanza a ver ¿sabe algo de esto?*
El mesonero se santiguó dos veces y se acercó bajando la voz.

¿la vieja bruja del bosque? Nadie sabe si está viva o muerta, quizás esto es cosa suya…— comentó el hombre, alguien llamó al dueño del local y éste se marchó apurado.

Está viva. La vi cuando llegué.— la rubia tomó un trago de agua y se palpó el costado, en ese instante el chaval le trajo el jabón que su madre le había prometido y la rubia le hizo un gesto de agradecimiento con la cabeza.— Voy al sur.

Le dijo como si eso fuera toda la información que Marcel necesitase, pero básicamente en su idioma lo era: sabía dónde estaba esa mujer, le pillaba de camino hacia donde quiera que fuese y con pocas palabras le estaba diciendo que podía llevarlo hasta allí si quería unirse a su camino por un trecho.*

Devolví mi atención a la rubia mientras devolvía el rosario a mi cuello acariciando la cruz que quedó sobre mi pecho.

-Agradezco me sirvas de guía, es importante que llegue ante la bruja -respondí con calma. La mujer parecía ser poco habladora, algo que agradecía ciertamente, ambos parecíamos tener un destino y por unos kilometros quedaba de por si unido.
-Pasaré aquí la noche -dije como si eso bastara para que supiera que sería allí y con el alba cuando podríamos volver a vernos para emprender marcha.

Me alcé del asiento y caminé hacia el posadero para acordar un precio por una de las habitaciones del piso superior, con el revuelo que había era fácil no le quedara ninguna, en ese caso seguro podría hacerme un hueco en el establo o en algún carromato con paja que sirviera de lecho. No viajaba con demasiado dinero, mis votos de obediencia, castidad y pobreza eran todo lo necesario. Dios era mi escudo y la fe mi espada y esa noche si tenía que dormir al raso esperaba que también mi lecho.*

Le hizo un gesto con la mano restándole importancia, se levantó despacio y ascendió las escaleras, ella sí tenía una habitación, pues era la segunda noche que había pagado por adelantado y como tal, iba a amortizarla. Cuando la puerta se cerró a sus espaldas, se soltó la trenza que anudaba su cabello, las correas que ceñían su uniforme de cuero rojizo y la camisa que con tanto esfuerzo se había ganado. Restregó el jabón con ahínco, de todos era bien sabido que aquellos que no eran adems portaban las veinte mil enfermedades, una lástima porque algunos tenían pinta de ser buenos para copular. Una vez limpia se tumbó en la cama y respiró pausadamente, el golpe de las costillas dolía pero todo estaba en la mente, controlaría el dolor y dormiría porque el descanso era necesario.*


La maldición de Caín será lavada con sangre.

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Mensaje por Shedain Jue Nov 08, 2018 3:07 pm



Al día siguiente los sonidos de la plaza la despertaron temprano, el amanecer la encontró en la misma maldita postura, no se había movido en toda la noche. Su autocontrol tenía memoria muscular y para evitar el dolor de costillas cuando encontró la posición más acorde, así se quedó. Se vistió, se peinó recogiendo hasta la última brizna de su cabello para que no le estorbase en ningún movimiento, se calzó las botas, las armas y bajó al comedor, tenía pensado desayunar antes de emprender la marcha y a ser posible, estirar un poco, eso siempre ayudaba a los músculos sobrecargados. Le sirvieron un desayuno bastante abundante, del que tomó sólo lo necesario, no convenía llenar la panza más de lo debido porque si luego recibías algún puñetazo podían reventarte el estómago. Finalizado el ágape salió a las caballerizas de la posada y allí se pegó a la pared estirando los brazos hacia arriba y manteniendo la postura, estirando los intercostales y flexionando las rodillas en sentadillas perfectas. Después realizó rotaciones, giros y katas, las posiciones del ketan, ese arte marcial que practicaban los adem. Se movía con fluidez, era una experta en el combate cuerpo a cuerpo y con su espada de dos hojas, y para ser la máquina perfecta de combate no se podía saltar ni una sola oportunidad de perfeccionar la técnica, no era casualidad.

Había alquilado un caballo alazán con pinta de ser tranquilo, a la adem no le gustaba tener los pies lejos del suelo y realmente montaba regular, en Karhazar la gente sólo usaba a los caballos para arrastrar arados, no tenían la necesidad de moverse a ningún lado, pues no había ciudades en cientos de millas a la redonda. Montar no era una prioridad y ahora que se encontraba en tierra de bárbaros sí suponía un buen cambio, ya que las distancias eran muy largas y el tiempo podía apremiar. Estaba cepillando al animal para tratar de ganarse su confianza cuando observó al templario salir del local en busca de su caballo. Le hizo un saludo con la cabeza. En breve se iban a dirigir a la casa de una vieja bruja, o eso le dijo Marcel que era la vieja. A la adem no le gustaba la magia, su mente racional le gritaba que eso de jugar con las cosas invisibles era perverso, extraño e impredecible. Algo le decía que tendría un coste elevado, porque si bien no creía en dioses, había visto las suficientes cosas extrañas en esos años que llevaba con los bárbaros para saber que había fuerzas desconocidas que no podía explicar. Y lo inexplicable era lo único que la hacía tambalear. Tanto como las emociones, era inexplicable, ilógico y absurdo que la gente enfermase de desamor, que el odio y la ira los llevasen a arruinar su vida y la de los otros, no podía comprenderlo y por eso prefería no abrir la puerta a nada que se le pareciese.
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Mensaje por Marcel Jue Nov 08, 2018 3:07 pm

Con los primero haces de luz me puse en pie, mi misión era importante, no iba a fallar a mi señora y era consciente de la importancia que tenía dar con aquel arma ancestral. Lavé mi rostro en la palangana de agua que había sobre la mesa baja, las gotas resbalaban por mi tupida barba hasta que mi brazo se estiró para dar caza a una toalla algo roida pero que secó mi piel en pocos segundos. Tomé la ropa que perfectamente doblada quedaba sobre la silla del escritorio, me la coloqué con calma, fuera había quedado con la joven guerrera, pero iba con tiempo y sabía que las mujeres se hacían de esperar.

Colgué el rosario alrededor de mi cuello y acaricié las bolas con la yema de mis dedos mientras entonaba un padre nuestro y un ave Maria y así salí de la estancia rumbo a las caballerizas.
La rubia me saludó con un ligero movimiento de cabeza, era grata la sorpresa de que no me hiciera esperar y mas aun que se dejara de conversaciones vanas.
De un salto subí sobre mi montura y la llevé la paso hasta al de la Adem.

-Emprendemos marcha

Mas que una petición o una orden fue un hecho, centré mis ojos en la mirada clara de la mujer que si algo sabía era batallar bien y sin mediar mas palabra le di un golpe de espuelas al caballo emprendiendo un veloz galope.
La bruja no nos esperaba, pero aun así, debíamos estar alerta, a fin de cuentas por algo a esos paganos se les conocía, no eran de fiar, la magia era peligrosa.

Así abandonamos una plaza llena de actividad donde la muchedumbre parecía olvidar el ataque que la noche anterior se había producido y la masacre que había acarreado para los conciudadanos.

La primera parada la hicimos en un llano del bosque, cerca de un rio de aguas vivas que sirvió para refrescarnos.

-¿Donde has aprendido a luchar así?

Pocas eran las mujeres que sabían enfrentar a la muerte, mirarla de cara y no temerle. Así rompí el silencio que hasta ese momento habíamos mantenido ambos.


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