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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Kala Bhansali Lun Ago 13, 2018 5:30 pm

«Tu es le chant de ma sirène
Toi tu es le sang et moi la veine
T'es le jamais de mon toujours
T'es mon amour t'es mon amour»
Carla Bruni



La visita de Samuele había supuesto un antes y un después en la vida de Kala. Ella todavía no se había dado cuenta, pero desde que saliera de su carpa después de besarle en la comisura de los labios, la gitana no lo había quitado de su mente ni siquiera cuando no estaba pensando en él. Eran frecuentes los momentos en los que se encontraba a sí misma buscándolo entre el gentío del circo y, si todavía no había ido a visitarlo, era sólo porque no se había atrevido a buscar el momento. Los intentos de acercarse a la zona donde se había asentado habían sido numerosos, y sabía que, una vez allí, no sería difícil encontrar su carpa; cualquier visitante era identificado como tal por todos los que vivían allí, y Kala no era una excepción, pero lo cierto era que no se decidía a ir buscarlo. ¿Acaso tenía miedo de lo que pudiera encontrar? ¿O sería, tal vez, que no atrevía a saber si él la reconocería después de los días que habían pasado?

Aquel día era el descanso semanal de los trabajadores del circo gitano, algo muy necesario cuando comenzaban la jornada temprano por la mañana y duraba hasta altas horas de la noche. Kala respetaba esos días como si fueran sagrados, pero sabía que otros seguían ejerciendo sus labores en las plazas de la ciudad o en carpas montadas lejos del campamento. Ella tampoco podía culparlos; la mayoría eran miembros de familias muy numerosas que no podían dejar pasar ni un sólo día sin llevarse unos francos al bolsillo. Una de esas familias era justo la que vivía junto a su carreta, en una carpa que, aunque era bastante grande, a ellos les venía pequeña. Cinco hijos no podían meterse en cualquier lado, y menos cuando eran niños revoltosos que no paraban ni un segundo quietos.

El bochorno de la tarde la tenía rendida, pero Kala se esforzaba por mantener entretenida a Florina, la hija menor de Cezar e Ileana, padres de las cinco bestias que vivían en la carpa de al lado. La niña era demasiado pequeña para trabajar con ellos, así que la madre la dejó a cargo de ella durante las horas más intensas del día. En cuanto ese período pasara, la propia Ileana se acercaría a la carreta de su vecina a por la cría, y así lo hizo.

¿Se ha portado bien?
Estupendamente —contestó Kala—. Hemos estado jugando con los bloques de madera.
Gracias, Kala. No sé qué haría sin ti.

La gitana sonrió y se despidió de ambas mientras las observaba desde el umbral de su carreta. Era media tarde, con lo que aún le quedaban varias horas hasta que decidiera acostarse. Ahora que no tenía a la pequeña Florina para tener la mente ocupada, el recuerdo reincidente de Samo volvió a su mente. ¿Dónde estaría? ¿Habría partido ya, después de los días que habían pasado desde su encuentro?

Kala miró en la dirección en la que le había dicho que estaría y se mordió el labio. ¿Y si, en vez de pensar en él, se dignaba a visitarlo de una santa vez? Soltó una risita nerviosa y se acicaló las prendas, colocando la camisa y la falda de manera que quedaran agradables a la vista. El pelo, lacio y sin gracia a causa del insufrible calor, lo recogió en un moño que sujetó con un palo de bambú y salió de su carreta cerrando la puerta tras de sí. De camino buscó unas hojitas de menta entre las plantas que crecían junto a su carreta y las masticó con energía para que le dieran un aliento agradable, escupiéndolas cuando se convirtieron en una pasta.

El camino no era demasiado largo, pero fue lo suficiente para que el bochorno se hiciera más intenso, trayendo consigo una tormenta de verano. El primer trueno atrapó a Kala a la intemperie, pero no fue hasta después del segundo que empezara a llover. La gitana corrió el trecho que le faltaba —que no era mucho— y buscó la carpa que debía pertenecer a Samuele. Lo único que encontró fue una sábana atada a un par de árboles, pero realmente no pensó que pudiera referirse a eso, porque eso no era carpa, se mirase por donde se mirase. La lluvia, sin embargo, se hacía cada vez más fuerte, así que decidió acercarse puesto que era lo único nuevo que había en las inmediaciones.

¡Samo! —lo llamó cuando lo vio bajo la tela—. ¿Qué haces ahí? ¡Te vas a empapar! Eso no es una carpa ni es nada.

Entró sin pedir permiso debajo de la sábana y se sorprendió de que estuviera aguantando tan bien el aguacero. Aún así, el agua se empezaba a concentrar en el centro, y pronto vencería y de desplomaría sobre el hombre. Kala lo agarró de la muñeca y tiró de él para sacarlo de allí.

Tu invento no va a durar mucho más tiempo. Ven conmigo hasta que termine la tormenta.

Se quitó el agua de la cara antes de salir al camino, llevando a Samuele de la mano. Actuó sin pensar cuando decidió llevarlo a su carreta, y sólo se dio cuenta de lo que había hecho cuando ya estaban los dos a salvo dentro de la robusta estructura de madera. El agua sonaba en el techo con fuerza, rompiendo el silencio que imperó durante los breves segundos que tardó Kala en cerrar la puerta y limpiarse la cara de nuevo.

¿Cuánto tiempo llevas durmiendo ahí? Podía haberte pasado algo, hay animales salvajes en el bosque de aquí al lado. —Sus mejillas se sonrojaron y desvió la vista, un tanto azorada debido a su preocupación repentina por el bienestar de él—. Voy a buscar unas toallas, nos resfriaremos si no nos secamos.
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Mensaje por Samuele Liccari Miér Sep 12, 2018 11:30 pm

Nada estaba saliendo como Samuele había planificado. Tenía que reconocer que había subestimado el lugar y a los cambiantes… por lo poco que había podido entender en esos días, los sobrenaturales estaban allí porque lo deseaban, no eran cautivos sino refugiados. A la inquisición eso le daría exactamente lo mismo, la misión era hacerse con los cambiantes sin importar nada más. Pero a él sí que le interesaba saber que el circo gitano obraba de refugio para aquella especie.

Un refugio decente era lo que necesitaba él, porque ya no era joven como para dormir en el suelo y no acusar recibo al día siguiente, se levantaba con dolor de espalda y cintura comos si fuese un anciano de sesenta años. No podía hacer más, estaba en una misión de reconocimiento y había acudido con pocas cosas, después de todo tenía que pasar por un viajero que estaba de camino. Considerando eso podría decirse que su improvisada carpa no estaba tan mal, el clima era cálido y en las noches para combatir a los molestos mosquitos Samuele se prendía un fuego. Todo lo que necesitaba lo tenía.

Dormía plácidamente luego de una agotadora mañana de inspeccionar las jaulas sin ser visto, cuando se desató una tormenta de verano con truenos y rayos. Se sobresaltó con un estruendo y se sentó, rápidamente metió en el saco de viaje sus pertenencias más importantes –las armas, por ejemplo, que no debían mojarse- y cuando se giró encontró a Kala.


-¡Bienvenida a mi palacio, princesa! –se rió ante la cara de asombro de la gitana. Pero ella tenía razón, el techo del palacio no resistiría tanta cantidad de agua.

Antes de dejarse arrastrar por ella, Samuele tomó su bolsa porque no podría dejarla allí, su vida dependía de eso. Corrió tras Kala, apretando su mano, sin entender bien por qué lo había ido a buscar ni qué quería, pero estaba contento de volver a verla. Había pensado mucho en ella y algunos de esos pensamientos no eran nada decentes.


-¿Este es tu palacio? –le preguntó luego de ingresar y dejó a un lado sus pertenencias, mientras se secaba los ojos. Sentía las pestañas pesadas a causa de la lluvia-. Me gusta… gracias por rescatarme.

Se pasó las manos rápidamente por la cabeza para que el agua cayera, lo malo era que le estaba llenando de charquitos el suelo de la carreta –que no habría adivinado como tan espaciosa viéndola solo desde afuera-, no importaba porque se ofrecería a limpiar.

-¿Tienes con qué secar? Te estoy mojando todo... Duermo ahí desde hace solo unos días –levantó los hombros para restar importancia, no le convenía hablar de fechas exactas con ella, por eso cambió de tema-: Kala, yo recordaba que eras hermosa, pero mojada estás mucho más preciosa.

No quería faltarle el respeto, pero si no se quitaba la ropa le iba a dar picazón de garganta en cuestión de horas. Con un gesto pidió su permiso y se ubicó en un rincón para quitarse la camisa dejando expuestos no solo sus músculos, sino también sus cicatrices. Afortunadamente la luz en el interior era tenue… Samuele nunca había tenido pudor de mostrar su cuerpo a las mujeres, pero claro que solo lo veían las que compartirían con él unos minutos apasionados. Kala era diferente porque no iban a compartir nada de eso y, para colmo, no era inquisidora –como la mayoría de las amantes de Samuele- por eso no entendería que aquellas cicatrices eran las que podían esperarse de un soldado como él.


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Mensaje por Kala Bhansali Sáb Oct 06, 2018 7:55 am

Su palacio. A Kala no se le habría ocurrido denominar así a la carreta donde había vivido la mayor parte de su vida, pero lo cierto es que le gustó. Obviamente, el carro lejos estaba de ser un palacio, pero era el lugar que más recuerdos guardaba de su dueña. Esas paredes de madera la habían visto reír, llorar, querer, besar… Llegó siendo una niña asustada que, poco a poco, se fue convirtiendo en la mujer que ahora era: decidida, valiente y buena. Esas paredes, decoradas con las telas de colores que tanto la representaban, habían sido, y todavía eran, su refugio, el lugar donde Kala se sentía segura sin importar lo que ocurriera fuera. En definitiva, aquel palacio de madera era su hogar.

Eso creo —contestó divertida—. Bienvenido a mi palacio, caballero.

Ella también estaba empapada, y las prendas mojadas comenzaron a hacerle sentir frío. Su pelo, que seguía recogido en lo alto de su cabeza con el palito de bambú, no hacía más que gotear. Ella también estaba dejándolo todo perdido de agua, así que, para no llenar todo el suelo de charcos que tuviera que limpiar después, decidió quedarse quieta en un lugar, escurrir la mayor cantidad de agua posible e ir después en busca de las toallas de algodón.

No importa, lo secaré después. Con estas trombas de agua siempre pasa lo mismo.

Se quitó el palito de bambú y dejó que la larga melena oscura cayera, pero estaba tan apelmazada por el agua que lo hizo sin la gracia que solía tener. Escurrió el pelo sin mirar a Samuele, pero cuando escuchó el halago no pudo evitar levantar los ojos. Las mejillas se le sonrojaron y sonrió.

No es necesario que me cortejes, puedes quedarte aquí hasta que termine la tormenta —comentó—. No pensaba sacarte a patadas.

Aunque no creía que sus intenciones fueran otras que resultar simpático, la parte más coqueta de Kala intentó desenredar el cabello y acomodarlo de una forma bonita, enmarcándole el rostro, pero era difícil con esa cantidad de agua que había absorbido. Terminó acercándose hasta un arcón y sacó un par de trapos grandes de algodón, uno para ella y otro para él, y se acercó al rincón donde Samuele se estaba desvistiendo.

Se quedó asombrada al ver el cuerpo de aquel hombre: su espalda era muy ancha, al igual que sus brazos, musculosos y aparentemente duros. También se fijó en sus numerosas cicatrices, que le recordaron a las que ella tenía en la espalda, y se quedó embobada mirando las formas que hacía su piel con los movimientos de su cuerpo. Volvió en sí y se terminó de acercar para tenderle la toalla.

Creo que tengo algo de ropa de hombre que puede valerte. De mi tío —se apresuró a explicar, centrándose en sus ojos azules en vez de en sus pectorales—. No vive conmigo, pero siempre tengo alguna camisa, por si acaso. Dame la tuya y la pondré a secar.

Tomó la camisa y se alejó para colgarla en un cordón que recorría una de las paredes. Buscó una camisa y unos pantalones que poder dejarle y se volvió a acercar hasta él. La ropa era de tela fina, algo parecido al lino y muy distinta a la que se podía ver en París, pero era lo único que podía dejarle.

Puedes colgar el pantalón, así se secará más rápido. Yo también me iré a cambiar.

Dio un par de pasos hacia atrás y buscó un sitio donde cubrirse ligeramente. Se desvistió rápido y se puso un conjunto de camisa y falda de color amarillo, que resaltaba mucho más el tono tostado de su piel. Con la toalla, se secó la mayor parte del pelo, pero sabía que tardaría mucho tiempo más en estar completamente seco.

Voy a preparar té, es lo mejor para entrar en calor. Hoy sí tengo miel —comentó, mirándolo y sonriéndole.

Aunque ella no solía tomarla, se había hecho con un pequeño frasco después de la visita de Samo a la carpa. Por si acaso.
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Mensaje por Samuele Liccari Vie Nov 16, 2018 11:32 pm

Sonrió al descubrir que ella lo estaba observando con detenimiento. No podía culparla, suponía que era extraño de ver, pero igual le sorprendió. Se acercó a Kala y, sin quitar la sonrisa de su rostro, le dijo:

-Si me sigues mirando así harás que me sonroje –guiñó un ojo a continuación-. Oh, sí, si tienes algo que creas que pueda quedarme te lo agradeceré. Si no me visto me dará un resfrío.

Las ropas que ella le dio le quedarían bien, pero eran de lo más extrañas y por un momento Samuele dudó. La tela era suave y algo brillosa, el verde lima era un color que jamás había usado –mucho menos en un pantalón-, pero se lo puso y lo descubrió muy cómodo. La camisa color índigo, por el contrario, le quedaba algo apretada, por eso no se prendió los botoncitos blancos, sino que la dejó abierta.

Cuando se volteó descubrió que Kala también cambiaba su ropa en un rincón de la carreta y desvió la mirada, a pesar de que le habría gustado verla. Samuele observó la cama y tuvo muchas ganas de recostarse, pero acabó sentándose en el suelo sobre un almohadón parecido al que había usado ella al recibirlo en su carpa para adivinarle el futuro.


-Jamás creí que una carreta gitana fuese tan espaciosa –mencionó, solo por sacar conversación-. Desde afuera no lo parece. Es un poco como tú, a simple vista no pareces tan simpática como sí eres. ¿Te cuesta confiar en las personas, Kala? –preguntó, todavía sin mirarla-. Haces muy bien. Todos tenemos una vida secreta.

Olvidó que ella le había dicho que ponga el pantalón a secar, por lo que debió incorporarse para buscarlo y acabar colgándolo de la soga que cruzaba una de las paredes. ¡Eso sí que era optimizar el espacio! Qué maravilla. Justo cuando volvía a tomar su lugar en el suelo de la carreta, un trueno se hizo sentir y Samuele supo que tendría que abusar de la hospitalidad de la gitana. No le convenía salir, ni siquiera podría retomar la idea de emprender el regreso a la base, no esa tarde al menos.

-Qué bonito te queda ese color –la halagó con sinceridad-, va perfecto con tu piel, con tus ojos –observó-. Un té con miel, ¿qué puede ser mejor? ¿Quieres ayuda? –se ofreció, aunque no sabía qué podría hacer además de simplemente sostener las tazas.

Preparó otro almohadón junto a él para que cuando ella llegase con las infusiones se sentase a su lado. Era una mujer sumamente interesante y en un día como aquel Samuele no podría hacer nada más que intentar conocer de Kala todo lo que ella le permitiese.


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Mensaje por Kala Bhansali Jue Dic 06, 2018 2:48 pm

No era la primera vez que alguien se sorprendía al conocerla un poco más, de la misma manera que le había pasado a Samuele. Debía ser verdad eso que decía la gente, que Kala engañaba a simple vista, pero, ¿qué podía hacer? Desde niña había sido enseñada a no confiar plenamente en las personas, a quererlas y respetarlas pero manteniendo siempre su vida en secreto. No convenía contar cosas sensibles, porque nunca se sabía con quién se estaba hablando; además, aunque no tuvieran malas intenciones, la información tenía formas muy curiosas de viajar, y sólo se tenía pleno control de la misma si no salía de la cabeza de uno.

Estoy más acostumbrada a oír a los demás que a hablar de mí misma. —Se encogió de hombros—. No sé si eso significa que me cuesta confiar en los demás, pero puede que, quizá, un poco sí. ¿También tú tienes una vida secreta?

Le gustaba él, y no sólo por el cuerpo trabajado, sus rasgos equilibrados y sus increíbles ojos azules; le resultaba agradable y simpático, un hombre en el que se podría confiar fácilmente —ella ya lo había hecho invitándolo a su hogar— y con el que no era difícil mantener una conversación. Kala suponía que sería así con todas las personas con las que se cruzaba, pero, por un momento, se permitió fantasear con que era ella la que propiciaba ese comportamiento.

Aunque había elegido ese conjunto amarillo a propósito, no creyó que él se daría cuenta del contraste del color de la tela con su piel tostada o, si lo hacía, supuso que no haría un comentario al respecto. Pero sí lo hizo.

¿De verdad? —exclamó, coqueta y sonrojada, mirándolo un instante—. Oh, gracias. A ti también te queda bien ese color; hace que tengas los ojos más azules. No te preocupes, enseguida termino.

Sonrió y se volvió a girar para terminar de preparar las tazas de té. Oía que Samo se movía tras ella y notó que ahuecaba uno de los almohadones que ella usaba para sentarse. Por un momento, sintió la necesidad de terminar cuanto antes y acudir a su lado con las tazas, saltándose algunos de los pasos del ritual del té que siempre llevaba a cabo. Pudo controlarse y terminar como rezaba la tradición, pero no se demoró en echarle la miel a la taza de Samo. Colocó todo sobre una tabla de madera y lo llevó hasta los almohadones, dejándolo en el suelo frente a ellos.

Gracias por preparar el almohadón, justo estaba pensando en que debía hacerlo —dijo, tendiéndole una taza antes de sentarse—. Esta es la miel, puedes servirte lo que quieras.

Le acercó el pequeño frasco y una cucharilla y se relajó, acercando la bebida a su rostro. Siempre lo hacía porque le gustaba sentir el calor que desprendía sobre su piel, lo sentía relajante. Otro trueno resonó en el exterior, esta vez más fuerte que el anterior, y Kala miró por el ventanuco que quedaba sobre sus cabezas. Las nubes de tormenta habían hecho que todo se oscureciera casi como si fuera de noche, así que lo único que podían hacer era escuchar la lluvia golpear el techo de la carreta.

Parece que estaremos aquí más tiempo del que creía. Espero que no te importe —comentó—. Creo que es la primera vez que vuelvo a ver a alguien que ha visitado mi carpa fuera de ésta. Quiero decir —sonrió y le dio un trago al té, todavía caliente, antes de continuar—, los que me visitan, o bien no regresan nunca más o vienen tras haberse cumplido lo que les dije, pero jamás tengo la oportunidad de preguntarles yo misma si algo de lo que mencioné ha ocurrido.

Se mordió el labio inferior y lo miró con detenimiento, dudando si lanzar su pregunta o no.

Samo, siento curiosidad. —Se inclinó hacia delante, tomando un tono mucho más confidente con él—. Sé que no han pasado demasiados días, pero, ¿ha sucedido algo de lo que te mencioné?

En el fondo de su alma deseaba que sí, que Samuele hubiera podido experimentar alguna de sus visiones para que no la tachara de farsante. No quería que él tuviera una mala impresión sobre ella.
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Mensaje por Samuele Liccari Dom Dic 16, 2018 2:38 pm

Tutti hanno una vita segreta... a secret life...
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Samuele se sirvió dos cucharadas de miel intentando no caer en la tentación de hablarle sobre su vida secreta, esa que todos tenían. La de él incluía armas, persecuciones, misiones de riesgo, interrogatorios y hogueras. Definitivamente no era un tema muy agradable para tocar, menos con una mujer a la que quería agradarle. ¿Sí? ¿Eso le sucedía? Samuele se sorprendió al aceptar la realidad: se daba cuenta que quería agradarle a aquella gitana, deseaba que ella pasase en su compañía un momento agradable.

Tenía predilección por los dulces en general, pero a la hora de endulzar infusiones creía que la miel era mucho más deliciosa que cualquier terrón de azúcar. El té estaba caliente, pero no le importó quemarse la lengua… nada había comido en toda la tarde porque al haberse quedado más de lo previsto allí los víveres se le habían agotado. Estaba haciendo planes para ir hasta algún mercado cercano cuando la tormenta comenzó a amenazar. Por eso esa taza de té valía para el mucho más de lo que mostraba.


-Espero no ser una molestia para ti entonces, ten la libertad de decirme cuando necesites que me marche. No me ofenderé, por el contrario ya te agradezco de corazón que me hayas dado refugio.

Sonrió ante la idea de que algo de lo que le había dicho se hubiera cumplido. Si debía ser sincero, Samuele diría que no recordaba casi nada de lo que le había preguntado, tenía más presentes los gestos, los movimientos… pero no las palabras que los habían unido aquella primera vez, porque había tenido la mente concentrada en la misión.

-Somos amigos, ¿no? Eso se cumplió –le sonrió, saliendo del brete con lo único que recordaba haberle preguntado a las cartas de Kala-. Supongo que lo somos y que algo bueno has visto en mí, de otra manera no explico que hayas invitado a un desconocido a tu carreta… podría ser peligroso. Afortunadamente para ti, soy de los hombres buenos. Somos pocos pero valiosos, no me desperdicies –le guiñó el ojo en gesto cómplice.

Sonrió y se quedó observándola. Samuele estiró las piernas y volvió a beber del té, pero sin dejar de mirarla. Era una mujer hermosa, de rasgos pocos frecuentes, pero también muy interesantes. ¿De dónde sería? Francesa no parecía.


-¿Quieres que juguemos a algo? –sugirió y dejó a un lado la taza vacía ya-. Cuando era pequeño siempre jugábamos en los días de lluvia con mi hermana. Se me ocurre que juguemos a las primeras veces… ¿qué has hecho por primera vez en el último tiempo? Es mi turno, porque ya has dicho que es la primera vez que vuelves a hablar con alguien que has conocido en tu carpa gracias a las cartas… Y yo diré que es la primera vez que estoy en una carreta gitana.


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Mensaje por Kala Bhansali Mar Ene 01, 2019 1:42 pm

Aunque intentaba no mirarlo directamente, Kala no podía apartar los ojos del hombre que ahora tenía sentado a su lado. En vez de fijarse en su rostro, algo que sería demasiado llamativo, decidió que observaría la forma en la que endulzaba su taza de té. Era dueño de unas manos grandes y fuertes, y la gitana no pudo evitar preguntarse, de manera inconsciente, cómo serían acariciando la piel de su cuerpo. En cuanto se percató de la magnitud de sus pensamientos los desechó de inmediato, sonrojándose rápidamente y desviando la mirada. Por suerte, podía decir que el color de sus mejillas se debía a la bebida caliente que en ese momento bebió, intentando disimular.

Puedes quedarte el tiempo que quieras —contestó rápidamente, casi como si tuviera urgencia porque así fuera—. Me refiero a que no es una molestia que estés aquí, al contrario. Me gusta tener visitas de vez en cuando.

Estaba mejor callada, sin lugar a dudas, así que volvió a darle un sorbo a su té y dejó la taza a un lado, en el suelo de la carreta. No obstante, sonrió cuando él hizo mención sobre la reciente amistad que los había unido. Ella no sabía si amigos era un término que los definía a la perfección, pero, desde luego, era algo que se asemejaba bastante. Aunque apenas habían hablado de sus respectivas vidas —por no decir que, en realidad, nada sabían el uno del otro—, tampoco eran unos completos desconocidos.

Puede que sea una insensata que invite gente que acaba de conocer a su carreta —se encogió de hombros y tomó la taza para volver a beber—, pero me alegra saber que mi instinto no me ha engañado esta vez. Cuando estuviste en la carpa, sentí que eras un hombre bueno. Al tomarte las manos y echarte las cartas no hubo nada que me indicara lo contrario.

También estaba el hecho de que podía ver su aura con una claridad inmensa, y toda ella le decía que Samo no albergaba maldad en su interior. Quizá Kala se dejara guiar mucho por sus sentimientos y lo que la gente que la rodeaba le hacía sentir, pero, hasta entonces, nada malo le había pasado —más o menos—, así que no había dejado de seguir lo que su mente y su corazón le decían.

¿De verdad? —levantó las cejas, realmente sorprendida, y apuró lo que le quedaba de té para dejar a un lado la taza—. En ese caso, espero que haya sido grata. Supongo que es mi turno, déjame pensar qué he hecho yo por primera vez en el último tiempo.

Se mordió el labio y miró al techo de madera para hacer memoria de sus últimos días. En realidad, nada nuevo le había pasado; no era la primera vez que invitaba a alguien que acababa de conocer a su carreta y, por supuesto, tampoco era la primera vez que hacía té para otros. Miró a su alrededor, buscando algo que poder decir, hasta que la ropa tendida le dio una idea; aunque era una tontería, entraba dentro de las reglas que Samo había puesto.

Es la primera vez que le presto ropa a un hombre.

Miró al inquisidor con un gesto serio, pero en cuanto se dio cuenta de lo absurdo de su frase no pudo evitar echarse a reír. ¿Qué debía pensar él sobre su monótona vida?
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Le toi du moi {Samuele Liccari} Empty Re: Le toi du moi {Samuele Liccari}

Mensaje por Samuele Liccari Sáb Ene 12, 2019 9:15 am

El nerviosismo de la mujer le resultó evidente y eso era maravilloso. ¿Había algo más hermoso que una mujer intentando disimular su sonrojo? No para Samuele que disfrutaba de esos pequeños detalles; el rostro de la gitana era demasiado bello como para apartar la vista. Además Kala no era una muchachita, sino una mujer segura de sí. Por eso le gustó verla de ese modo, perdiendo el control a causa de él.

-¿El tiempo que quiera? ¿Lo dices en serio? No deberías hacerme esa invitación, corres el riesgo de llegar una tarde y descubrir que me he instalado. Puedes regresar después de una agitada jornada en tu carpa, adentrándote en el futuro de las personas con las cartas, para descubrir que estoy aquí, cocinando para ti y tendiendo la ropa –le sonrió con la media sonrisa que jamás le fallaba con ninguna dama.

A ella le gustaba tener visitas y a él le encantaba visitarla. Eso ya era tener algo importante en común, ¿no? Tal vez se había equivocado de juego, tendrían que estar jugando a encontrar coincidencias entre ellos. Ya tendrían tiempo, si continuaba lloviendo así la noche sería larga para ambos.


-¿Yo te parezco bueno? –dijo, sin esconder su sorpresa-. Te confieso que, como católico que soy, he meditado mucho en eso. Creo que no soy bueno, tampoco malo –le aclaró-, pero no especialmente bueno. Lo que sí hago son buenas cosas, al menos eso es lo que intento.

Era cierto que había meditado mucho en eso. No solo por Dios y por su tranquilidad cristiana, sino también porque quería sentir que sus padres estarían orgullosos de él, aunque ya no estaban vivos. A esa conclusión había llegado: era un hombre pecador que se esforzaba por hacer buenas obras. Ayudaba a las personas siempre que podía, limpiaba la tierra de los demonios que acosaban a la humanidad aunque muchas personas vivieran en la dulce ignorancia con respecto a eso. Hacía buenas obras, sin dudas, ¿pero era eso suficiente para ser considerado un hombre bueno?

Bebió un poco más del té y dejó la taza a un lado. Descubrió la mano de Kala no muy lejos y estiró disimuladamente –como si se tratase de un casual descuido- la suya para acariciar primero sus nudillos y luego sus dedos.

Se rió con ella cuando confesó que era la primera vez que prestaba ropa, solo por el placer de compartir un momento alegre. Aprovechó el instante para moverse y quedar todavía más cercano. Su mano no se olvidó de la mano de Kala y volvió a buscarla para seguir acariciándola. Lanzado como era, acabó por soltar la frase que podía implicar un antes y después entre ellos:


-Espero que no me eches de tu carreta por ser extremadamente sincero, pero tengo que decirte que es la primera vez que me gusta una gitana. Me gustas, Kala –dijo, sosteniéndole la mirada.


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Mensaje por Kala Bhansali Vie Feb 01, 2019 10:15 am

—¿Cocinar y hacer la colada para mí? —preguntó con los ojos entornados, fingiendo una suspicacia que lejos estaba de sentir—. Siendo así, no me importará encontrarte aquí después de una larga jornada en el circo. Podría acostumbrarme —aseguró.

Aunque pudo parecer una broma, en el fondo, Kala sintió un cosquilleo en el vientre al imaginárselo allí cuando ella llegara a casa. Aunque había tenido sus aventuras con distintos hombres —y éstas, si quería, no le faltaban—, nunca había comenzado una relación que se pudiera sentir como duradera. Todas las mujeres a su alrededor habían formado su propia familia. Todas menos ella. No era algo que a Kala le afectase profundamente, pero cada vez le costaba más no sentir cierta pena al ver a los niños correr por el campamento, sin que ninguno de ellos fuera suyo.

Asintió como respuesta a su pregunta. Le parecía un hombre bueno, pero era tan sólo una percepción, puesto que apenas lo conocía. Siempre podía quedarle la duda de si había sido sensata al invitarlo, claro, pero en todos aquellos años su instinto nunca le había fallado, así que, ¿por qué iba a hacerlo en ese momento?

Sintió el roce de los dedos del inquisidor sobre los suyos, pero no se dio cuenta de lo que significaba hasta que notó que la distancia entre ambos había disminuido. Su risa, sonora y amable, la había distraído lo suficiente como para que ese acercamiento la pillara por sorpresa, y ahora se encontraba con su rostro cerca del suyo y sintiendo el calor que el cuerpo de Samo desprendía.

Las palabras del inquisidor impactaron contra su piel como si fueran una fuerte ola en una tormenta. Hicieron que los cimientos de Kala se tambalearan y, por consiguiente, todo su cuerpo temblara imperceptiblemente.

Creo que se me han acabado las primeras veces —susurró.

Sus ojos estaban fijos en los de Samo, pero no pudo evitar bajar la mirada hasta llegar a sus labios, rodeados de una barba incipiente, tremendamente apetecibles. El corazón le latía deprisa, mucho, y sentía todo su pecho retumbar con cada bombeo de la sangre. No importaba la cantidad de hombres con los que se hubiera visto antes, parecía que, para Kala, cada uno de ellos significaba siempre una primera vez.

Ella acortó la distancia, quedando muy cerca de él. Seguía sin poder apartar la mirada de su boca y, aunque hizo un esfuerzo para mirarlo a los ojos, no tardó en llevarlos de nuevo hacia su mentón. Era muy masculino, al igual que todos los rasgos de su rostro.

Con la lluvia como acompañante, Kala inclinó el cuerpo hacia delante y besó a Samo. Fue un beso pequeño y dulce, corto para el gusto de la gitana, pero perfecto para ser el primero entre ellos.

Tú también me gustas, Samo —confesó—. Me gustas mucho.
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Mensaje por Samuele Liccari Jue Feb 14, 2019 3:09 pm

Fue un instante de silencio, un momento en el que la tormenta reinante en el exterior no importó para ellos dos. Samuele se percató del escudriño de ella, pero no se incomodó por eso, sino que le agradó. Estaba acostumbrado a esas miradas femeninas, no era un hombre pedante, pero tampoco podía soslayar que sus ojos azules solían enamorar algunos corazones. Sus amigos solían decirle que era un cazador de miradas, él desestimaba esos comentarios con algo de pudor, aunque sabía que algo de razón tenían.

Recibió su beso con asombro, ¡sí que esa mujer era arrojada y valiente! Tan anonadado estaba que no pudo disfrutar del contacto, aunque de inmediato su mano voló a posarse en la espalda baja de ella. Su cuerpo era tibio y, ahora que habían estado tan cerca, el perfume de su cabello le pareció maravilloso.


-Es la primera vez que me besas –le dijo, para seguir con el juego-. Siempre hay primeras veces, Kala. Pero necesito un segundo beso ahora.

Fue su momento de acercarse a los labios de ella y la besó primero con suavidad, para conocerla, pero poco a poco el contacto tomó otro cariz. Le gustaban así las mujeres, osadas, que no perdieran tiempo porque justamente eso, tiempo, era lo que nunca tenía él, tan ocupado siempre con sus misiones. La prefería con personalidad fuerte y objetivos claros, impulsivas cuando querían hacerse con algo. Así, justamente, se había mostrado Kala, la primera gitana que lo había besado.

-Algo me dice que esta será una buena noche –sonrió mientras hablaba-. Aunque siempre tendré miedo de que me saques a patadas de tu carreta. ¿Beso bien, Kala? –le preguntó, acariciándole la mejilla-. Si beso mal no me devuelvas al frío exterior, prometo que aprenderé si tú me enseñas –se rió-, haré cualquier cosa con tal de no mojarme con la tormenta. Ven –le pidió con un gesto que se acomodara a su lado.

No se pondría en la actitud de un tipo pretencioso porque creía que ella tampoco lo sería. Si solo estuvieran por compartir una noche de risas y anécdotas mientras se abrazaban, él lo aceptaría gustoso. Samuele había pasado muy solo los últimos meses y echaba de menos la compañía de alguien, poder hablar y compartir, saber que no estaba solo. Aunque, si Kala lo buscaba para algo más –para aliviarse mutuamente y compartir un poco de sana pasión, como habían hecho con Simona antes de que la transfiriesen-, él por supuesto que se mostraría dispuesto.


-Creo que ahora me gustas más de lo que me gustabas hace cinco minutos, Kala. Me gustan las mujeres valientes y sé ahora que tú lo eres.


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Mensaje por Kala Bhansali Sáb Feb 23, 2019 2:21 pm

Aquella era la primera vez que lo besaba y Kala todavía no se podía creer que lo hubiera hecho. ¡Por el amor del cielo! ¡Si apenas lo conocía! Durante el tiempo en el que Samuele se recuperaba de la sorpresa, ella temió que su gesto lo incomodara. En realidad, nada había hecho él para pensar así, pero la conciencia de la gitana era muy fuerte y no eran pocas las veces que tendía a pensar en las consecuencias después de haber llevado a cabo los actos.

Por fortuna, Samo no se ofendió, ni se enfadó, ni salió corriendo de su carreta, al contrario. Sintió la gran mano del hombre en su espalda y el cuerpo de Kala tembló. Aguantó la respiración unos segundos antes de soltar todo el aire y llenar los pulmones de nuevo. Apenas tuvo tiempo de respirar, puesto que el inquisidor volvió a buscar sus labios para darle un segundo beso.

Éste fue más largo y más intenso que el suyo. El cuerpo de la gitana lo notó, por eso se removió suavemente para pegarse más al de él. Todos sus sentidos estaban enfocados en Samuele, por eso dejó de escuchar la lluvia en el exterior y las voces de algunos gitanos que volvían a sus carretas. Tomó aire, todavía con los ojos cerrados, y sintió la mano de él sobre su mejilla. Disfrutó de la caricia y sólo abrió los ojos cuando el contacto desapareció.

No voy a echarte de la carreta, Samo —le prometió—. Espero que no seas tú el que se quiera marchar ahora.

Se acomodó a su lado, como él le pidió, pero no se quedó sentada, sino que buscó el cuerpo del inquisidor para recostarse sobre él. Se sentía tan bien estar en compañía de alguien… Kala había pedido la cuenta de los meses que hacía que no estaba así con un hombre, y lo cierto era que lo estaba empezando a echar de menos.

El calor del cuerpo de Samo era agradable, y la gitana podía haberse quedado dormida sobre su pecho de no sentirse tan alterada por la novedad de la situación.

¿De verdad te parezco valiente? —preguntó, agarrando una de las manos de él y llevándola a su vientre para poder juguetear con sus dedos—. Me halaga que pienses eso de mí, espero que dure mucho esa opinión.

Ahora que las sorpresas habían cesado y que los dos se encontraban en silencio, Kala pudo escuchar de nuevo el sonido de la lluvia y el de sus vecinos. Oyó ladrar a un perro que, probablemente, se estaría mojando con la tormenta, y deseó que esa escena se repitiera muchas otras noches, hubiera o no tormenta, tuviera él o no una carreta dónde dormir.

¿Sabes una cosa, Samo? —Se acomodó mejor a su lado, apoyando la cabeza en su hombro—. Es la primera vez que soy la primera en besar a un hombre por primera vez. —Se calló durante unos segundos—. ¿Tiene sentido lo que he dicho?

Se echó a reír, pero sin separarse de él. Estaba demasiado a gusto como para moverse.

No tienes por qué marcharte cuando termine la tormenta. Puedes quedarte, si quieres.
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Mensaje por Samuele Liccari Jue Mar 14, 2019 2:03 pm

Que agradable era volver a sentir el abrazo sincero de alguien. Aunque Kala era, por el momento, solo una conocida, Samuele sentía que sus gestos eran genuinos. Por eso cerró los ojos y disfrutó del cálido cuerpo de la mujer en contacto con el suyo, la rodeó con su brazo y con la mano que le quedaba libre le acarició el cabello.

-No quiero marcharme, a decir verdad quiero exactamente lo que me estás dando: un poco de compañía, de dulzura. Hace mucho tiempo que viajo solo, Kala, y eso se hace sentir –suspiró, cada palabra de aquellas frases era cierta. Eso era demasiado para él, acostumbrado a mentir para encubrir su rol de inquisidor.

Con caricias delicadas, demasiado para tener en cuenta que esa mano que acariciaba era la misma que había asesinado antes, Samuele le pidió que levantase el mentón para mirarlo. Con el pulgar le acarició la boca rosada y no pudo evitar inclinarse para volver a besarla, pero se detuvo a tiempo como si quisiera pedirle permiso, en cuanto sintió que no sería rechazado Samuele avanzó.


-Sí, tiene sentido y me honra –le respondió entre risas-. Y te agradezco que me permitas quedarme porque quiero hacerlo, ¿quién no querría aceptar una propuesta así de una mujer tan hermosa? –preguntó, porque no le veía la lógica.

Samuele la reacomodó entre sus brazos, disfrutando de lo bien que se sentía volver a ser un hombre cariñoso. Tenía algo para proponerle, pero necesitaba unos minutos para ordenar sus ideas, recién cuando estuvo seguro de que sus palabras no serían malinterpretadas se animó a hablar:


-Quiero proponerte algo, Kala –otra vez le pidió con caricias que lo mirase a los ojos-. ¿Quieres que seamos compañeros? Podemos pasar tiempo juntos, darnos conversación, hacernos compañía, disfrutarnos… En algún momento tendré que seguir mi camino, tengo un viaje largo por delante, pero quisiera darte los días que me quedan aquí.

Temía ser malinterpretado cuando dijo eso, pero sus temores eran infundados pues Kala entendió a la perfección el vínculo que estaba proponiéndole. Samuele se asombró cuando ella aceptó.



TEMA FINALIZADO


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