Sonnets pour minuit || Libre

por **Adrienne Ferretti** Mar Ene 22, 2019 8:52 pm

Sonetos para Media Noche
8:30 pm
En algún estanque ...

~•~

La figura femenina reposaba sin ningún tipo de gracia o modo, simplemente estaba explayada a la orilla de aquel estanque con un libro alzado sobre su cara, sus delgados brazos se mantenían tensos para poder sostenerlo con un esfuerzo notorio y aún así sus ojos no reflejaban nada. Un suspiro desganado se escapó de sus labios, no tenía mucho sentido para ella estar leyendo sobre la dama de negro, era de algun modo desperdiciar su tiempo (mientras los más asiduos poetas se retorcían en su tumba por aquel perjurio) ...no entendía las líneas y aún así continuaba con la lectura como si fuera la más fiel fanatica de Shakespeare. Porque había tomado ese libro del estante? Que la orillo a tal cosa? La respuesta era la nada, absolutamente nada influenció su lectura de esa noche ya que cual alma en pena se paseó por los enormes estantes que ofrecía su biblioteca hasta que el hartazgo le llegó y simplemente tomo lo primero que su mano alcanzó, lo único que quería era salir de esa prisión, la cual su padre se llenaba la boca diciendo que era su hogar.

Una mueca surco su pálido rostro mientras su diestra era vencida por el cansancio y le obligaba a bajar aquel libro, dejándolo reposar en el frío suelo sin la menor de las contemplaciones, dándole la libertad de llevar sus manos a su vientre dejándolas reposar un rato sobre su blanco vestido; el cielo estaba tan despejado que irritaba...ella prefería la lluvia, el olor de la tierra húmeda y los pastizales frescos, al menos eso era lo que solía traerle un poco de paz. Sus ojos se perdieron en el firmamento mientras su pecho subía y bajaba con armonía, seguro que daba una imagen tranquila, cuando la verdad era cosa de nada para que dentro de ella se desatará la tormenta, una sonrisa extraña reemplazo la mueca que había antes en su cara y con gracia simplemente repitió:

Tiránica, siendo como eres,
Eres como quienes por ser bellas son crueles,
Pues sé bien que no ignoras
Que en mi pecho eres joya muy preciada.
Y a fe que algunos dicen, al mirarte,
Que nadie gemiría por tu rostro;
Si a negar cuanto dicen no me atrevo...
W.S Fragmento de Soneto 131.

El silencio se hizo abruptamente cuando no llego a su mente el resto del soneto y río cual niña.

—Agolpandose claman...no eso no iba...—se reprendió con singular calor, Adrienne solía perder rápido la paciencia y pasar del claro al gris en cuestión de segundos, solo que extrañamente está vez no fue su olvidó causa de una rabieta. Se enderezó acomodado sus piernas con aquella posición que llamaban flor de Loto y miró hacia el estanque, en el fondo podía verse la lama acariciar las orillas, ganando terreno en la estructura, eso fue suficiente para ganar su atención pues los peces que se refugiaban parecían comer de aquel verdaje extraño. Se inclinó un poco para observar de cerca intentando con su dedo índice tocar una almohadilla de lirio dando la impresión que en cualquier momento su frágil figura acompañaría a la fauna de aquel estanque.

por **Rainero Bleier** Vie Ene 25, 2019 12:49 pm

Hacía tiempo que no tomaba un descanso, unos días, o al menos una noche, en la que poder tomar un paseo tranquilo, sin la presión de vigilar, cuidar, a uno de los importantes nobles escoceses. Su lealtad a la corona era intachable, pero por dedicarse tanto a los asuntos del reino, y su rey exiliado, no había podido comenzar una búsqueda mas exhaustiva del paradero de su hermana, y eso lo frustraba. Por esa razón, había decidido tomarse unos días, comenzando desde aquel anochecer. Tomó un par de mudas, las colocó en la alforja de su caballo y tras asegurarse llevar el metálico necesario para su viaje por el interior de Francia, decidió hacer una parada en los tranquilos parques del Jardín botánico. En verdad, eso era una excusa, ya que por medio de una nota, había recibido información de un posible informante, sobre el paradero de su hermana. Por lo que debía esperarlo a media noche, junto al estanque que engalanaba el perímetro central del jardín.

A diferencia de las calles céntricas de la ciudad, allí el alumbrado público, no era a base de gas, sino el tradicional uso de farolas que eran encendidas por los encargados del jardín. Era verdad que el predio cerraba sus puertas unas horas antes de la media noche. Pero gracias a sus contactos, había logrado escabullirse y permanecer en las sombras hasta que la hora de la reunión se acercaba. Gracias al uso de su poder de ilusión, había podido vagar por el lugar sin ser visto por los pocos visitantes que aún se encontraban en aquel jardín. Se dedicó a contemplar las plantas, los rincones mas acogedores, y caminó sin rumbo, hasta llegar a la orilla del estanque. Allí, sus ojos se posaron en la bella figura de una joven, que cual una ninfa, se mantenía quieta, recostada en el césped un poco húmedo por el roció - ¿No sentirá frío? - pensó por un instante, mientras en su interior se preguntaba ademas, si su hermana podría tener la misma edad que la joven aparentaba, - ¿20? ¿22 años? - caviló, - no, tal vez un poco mas - se dijo, mientras se acercaba a donde la joven se encontraba. La vio ponerse en posición de loto, para luego, moverse y dirigirse al borde del estanque. Aquello no le pareció peligroso, no, hasta que una luz blanquecina, surgió de las aguas, rodeó a la joven y pareció dispuesta a empujarla dentro del estanque, entonces Broehain, no tuvo mas remedio que romper su hechizo, dejarse ver y tras usar su poder de titiritero expulsando de las cercanías de la joven al espíritu errante, llamar la atención de la dama. - Disculpe... Señorita... pero... ¿no le parece arriesgado intentar nadar en la noche y a comienzos del invierno? - la reprendió, mirándola con picardía y con una sonrisa un tanto socarrona en sus labios.

por **Adrienne Ferretti** Dom Ene 27, 2019 11:37 am

La joven de rostro palido por naturaleza, se enderezó lento a sabiendas que un extraño irrumpió y por la voz lo revelaba como un hombre...con gracia giro un poco el rostro rozandolo con su hombro para que aquel detallará la sonrisa que le devolvía, juguetona estiró las piernas hacia el estanque mojando su nivea piel hasta las rodillas sin importarle echar a perder su blanco y pulcro vestido. El agua estaba helada pero a juzgar por el rostro de la rubia, aquel frío no le perturbaba al contrario parecía que le generaba placer como si se tratara del clima más cálido.—No era mi intención inicial...caballero.— le detallo sin reparo, un escutrineo rápido de arriba para abajo, le gustó, tenía buen porte y por sus prendas no era un plebeyo. Podría ser que ya tuviera algo con lo que entretenerse esa noche; solo que no podía verle bien...la distancia le impedía ver los ojos de aquel hombre y aquello para la rubia era vital, parte de sus manías, así que con una sonrisa metió todo el cuerpo al estanque, no era tan profundo, pero sus pies no alcanzaban a tocar el fondo quizás a penas lo rosaba con dificultad.

Le gustaba tener la atención, aún más la masculina, pero para su diversión debía cavilar las acciones de su contrario eso le debía esclarecer el juego a llevar. Y pensar que minutos antes moría de aburrimiento.—Su nombre...—pidio saber aún sumergida, con el agua llegándole a la barbilla. Adoraba esto, desde pequeña su actuar era despreocupado, encerrandose en su mundo para no sentir el daño de este, ahora que lo pensaba...le complacía que su niñera no estuviera cerca aunque claro con aquel golpe en la cabeza que le propinó justo antes de llegar al parque seguramente aún seguía inconsciente, por supuesto su intención no era matarla, solo deshacerse de ella temporalmente, porque de haberlo querido no lo hubiese dudado ni un segundo, para fortuna de la vieja a Adrienne le agradaba un poco, solo un poco. El frío se fue amoldando en el cuerpo de la rubia, provocándole en segundos que su cuerpo se entumeciera de apoco empezando por los dedos de sus pies, suspiró ante la sensación no era muy agradable y aún así se mantuvo dentro tocando aquella almohadilla de lirio que en un principio llamó su atención, sus labios fueron perdiendo el poco color y el hormigueo suplantó el frío, si, pareciera que cientos de hormigas caminaban por sus piernas subiendo por su abdomen, pechos, cuello hasta llegar a su rostro, qué curioso. Su aliento delató que el poco calor ya había escapado y a esta pareció hacerle la mayor de las gracias, alzó una mano viendo que el color era ya casi inexistente. Mirando fijo al desconocido, con aquella locura que no podía abandonar su ser se dejó sumergir lentamente para no salir, que intensión tendría Adrienne realmente? Espantar al hombre o atraerle a una trampa.

Maldita sea, ahora recordaba la frase faltante del soneto, quizás después revisaría si no se equivocaba de nuevo.

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