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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Vie Jun 17, 2011 4:44 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Aquella noche no era diferente a las demás, una noche de primavera plagada por estrellas y por los sonidos lejanos de los seres que deambulan en la penumbra, nada que no sucediera en París y sus alrededores a esa hora, nada era diferente. Sus pasos habían dejado de sonar sobre el empedrado para hacer un ruido leve e insignificante sobre el suave pasto y la tierra húmeda, había caminado por horas pero no estaba cansado, o al menos no quería pensar en ello, su vista estaba fija en sus pies y no prestaba atención a otra cosa. Se sentía débil, no se había alimentado en tres días y eso comenzaba a mermar en su semblante, y no lo había hecho no porque no pudiera, sino porque no había querido, como si se estuviera imponiendo un castigo estúpido, como si todo eso fuera su culpa. Que Indro no lo acompañara a París no era su culpa, ambos era adultos y podían tomar sus decisiones y aún así cada vez que su amigo le negaba algo sentía que era porque había hecho mal; por eso no se había alimentado, porque tenía cabeza sólo para su amigo pero al paso que iba no lograría llegar muy lejos.

La llamada de atención vino de uno de sus sirvientes que le había dicho "señor, se ve más pálido que de costumbre" y eso ya era decir bastante, esos hombres y mujeres que tenía en su casa le eran fieles, y no preguntaban sobre sus extraños rituales cotidianos, pero al menos se preocupaban por él cuando lo veían así. Salió de su casa en el centro de París con una sola cosa en la cabeza, cazar para alimentarse, decidiendo ya no pensar más en su amigo u otra cosa, sólo en su meta clara, hacerse de algún animal para comer y luego regresar antes del alba.

Era una imprudencia si se detenía a pensarlo, salir así en su condición, estaba la amenaza de la que le había advertido Indro en Florencia, y estaban esos que iban tras los de su especie como buitres sobrevolando un cadáver, los cazadores eran personas de temerse, y que personalmente Daniil respetaba; quizá había salido tan negligentemente sin protección y completamente débil para añadir penitencias al castigo que inmerecidamente se estaba imponiendo. Quién sabe, lo cierto era que necesitaba alimentarse.

Vagó unos minutos tratando de aguzar el oído, tratar de escuchar un ciervo perdido o un lobo que se ha separado de la manada, miró al cielo, no era luna llena y la tercero de sus amenazas quedaba descartada al completo, no habría hombres lobo al menos. Siguió por unos segundos el rastro de lo que parecía un animal mediano, pero luego de unos momentos se dio cuenta que no se trataba de una bestia del bosque, sino de un humano quien andaba cerca y se preguntó quién estaba cazando a quién.

Se quedó quieto en un claro moviendo los ojos a donde el sonido de pisadas entre la maleza le indicaba no sólo ubicación, sino también distancia. Debía estar atento, no quería que su inmortal existencia acabara ahí.
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Mensaje por Invitado Miér Ago 24, 2011 4:51 am

Sus últimas palabras antes de caer en aquel profundo sueño me estaban volviendo condenadamente loco. ¿Tomar su sangre?, jamás, no podría mancillar aquella piel tan delicada y perfecta por la simple negligencia de no querer alimentarme por días, como un niño berrinchudo que no obtiene lo que quiere y amenaza con aguantarse la respiración, así me estaba comportando y era vergonzoso por decir lo menos. Sacudí la cabeza mientras avanzaba por los pasillos de aquella propiedad de la que me había hecho en suelo parisino, no demasiado grande u ostentosa, suficiente para mí y aquellos que me servían, no llamaba mucho la atención, eso sí, un jardín y una biblioteca más grandes que los que la mayoría podía pensar o acceder, son mis sitios favoritos en una casa, tal vez, siendo niño, pasé demasiado tiempo en el jardín de nuestra casa en Nóvgorod, en compañía de mi hermana y de ahí esa fascinación mía por los prados y las flores, mi fijación con las grandes bibliotecas quizá nació cuando me convertí en esto que soy ahora, pues me recluí en ellas en pos de mi nueva meta, lance que aún no abandono, el de obtener la mayor cantidad de conocimientos posibles.

Era mejor pensar en esas trivialidades que en el hambre que me azoraba esa mañana, aunque poco me duraba el gusto, en cuanto intenté subir las escaleras me tuve que recargar en la pared y aguardar unos momentos para poder juntar fuerza suficiente para subir el siguiente escalón. Su ofrecimiento me trepanaba la cabeza, cada vez que lo repetía en mi mente, que repasaba sus palabras, éstas cobraban nuevos significados, sonaban más a una opción. Pero no, toda mi miserable vida y no vida había sido débil, por una vez debía anteponerme, luchar y vencer, no podía hacerle daño, ella había confiado en mí y no podía traicionar de aquel modo tan trapero ese frágil lazo que ahora nos unía.

Nunca antes subir aquellas escaleras me había parecido una tarea tan complicada, pero como pude, como un ascenso al Gólgota, tres caídas incluidas, pude conseguirlo y llegar hasta mi habitación. Si bien todas las habitaciones de la casa tenían las gruesas cortinas de terciopelo azul para no permitir que los rayos del astro rey se colaran y pudieran hacerme daño, era mi cuarto el más obscuro todo el tiempo, podía desenvolverme a placer ahí dentro, podía ver bien en la penumbra y conocía la distribución de los objetos dispuestos cada uno en su sitio.

Cuando entré y cerré la puerta detrás de mí de inmediato posé ambas manos sobre un escritorio de nogal con muchos documentos regados, cartas de pacientes agradecidos, recetas para hacer remedios, libros abiertos al azar, ahí me recargué y mi respiración se estaba haciendo pesada, iba a desfallecer, podía sentirlo, pero tenía que sobreponerme, tenía que regresar a mi despacho, oficina, consultorio, lo que fuera (jugaba el papel de todo) para revisar a Dagmar y que estuviera bien.

Un “ouch” llamó mi atención y giré la vista, pude verla por la luz del pasillo que se colaba por la puerta abierta y porque simplemente pude verla, definitivamente mis sentidos estaban mal, atrofiados, no había escuchado cuando se había puesto de pie, acercado a mi dormitorio y abierto la puerta, fue hasta que se golpeó el pie que me percaté que no estaba solo.

-Aquí estoy –dije con voz exánime, aunque quisiera aparentarlo, me estaba muriendo ahí mismo, me acerqué a ella y pude verla mejor, llevaba una camisa mía puesta y sonreí, a pesar de todo, de un lugar que ni yo mismo conocía, saqué energía para sonreírle de aquel modo-, ¿qué haces despierta?, deberías descansar –estoy seguro que no podía ver mi rostro, y me alegraba, no quería que me viera en aquel estado tan deplorable, me avergonzaba pensarlo si quiera-, ¿acaso te sientes mal? –y a pesar de todo, mi preocupación en aquel momento era ella y solo ella.

Traté de acercarme más pero fue como si me dieran con un mazo en las rodillas, mis piernas fallaron y sentí como si todo lo hiciera, caí como un gladiador en el Coliseo romano, alcé los ojos para mirarla antes de que mi cabeza se estampara contra el suelo y luego nada. Finalmente había perdido el conocimiento.

Una paz que hacía mucho no sentía se apoderó de mí, la misma cálida sensación que experimenté el día que morí se repetía, y mi cuerpo se relajó, por segunda vez en mi existencia (difícilmente podía decirle vida) tenía esa emoción que inunda el pecho y que te llena tanto los pulmones que parece que van a estallar, una en donde el dolor y la preocupación no tienen cabida, ni nombre, no existen simplemente, y en mi desmayo, sonreí mientras afuera las aves cantaban al tiempo que estiraban las alas al primer destello del sol. Siempre creí que moriría, que dejaría mis días eternos al alba, no imaginé que fuera de este modo.


Última edición por Daniil Stravinsky el Jue Ago 25, 2011 4:35 am, editado 1 vez
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Mensaje por Dagmar Biermann Jue Ago 25, 2011 1:17 am

La suerte estaba de mi parte, había adivinado su ubicación cosa que me sorprendió por completo, Daniil se encontraba en alguna parte de la oscuridad, lo pude escuchar. incluso pude captar su pesada respiración traicionar su cuerpo. ¿Los vampiros necesitaban respirar? Aquello era raro y nuevo para mi, en realidad todo esto lo era. - No quiero descansar si tu estas mal - Confesé apenas con un hilo de voz, me estaba dando de topes con mi comportamiento, estaba siendo demasiado dulce, demasiado tímida. Me preocupaba más por el que por mi y eso era demasiado raro. - ¿Tienes velas aquí? - Antes de que me respondiera me bombardeo con otra pregunta, lo cierto era que me estaba viniendo muy bien lo que me había hecho pero no podía mentirle, no a él que había salvado mi vida y es que lo cierto era que no me sentía para nada bien. - Un poco mal, solo un poco - Indiqué mientras con las manos buscaba alguna mesa, por lo regular siempre hay velas para iluminar las estancias. Pero mi atención volví a ser toda de él cuando dos sonidos fuertes llegaron a mis oídos - ¿Daniil? - Y el silencio era solo mi acompañante en ese momento, Daniil no reaccionaba, no decía nada. Una presión en el pecho fue lo que llegue a sentir después de que la soledad invadía el cuarto mostrando un silencio abrumador. - Basta de bromas Daniil - Indique con desesperación caminando sin importar el dolor o el peligro con rapidez hasta donde anteriormente me encofraba e incluso unos pasos más enfrente. Choque contra algo duro, pero no era una mesa, no era el mueble de la cama, era diferente y sabía bien que su cuerpo había obstruido mi búsqueda de él.

Giré de nuevo con brusquedad soltando un sollozo por el dolor, la falta de luz me iba a impedir que pudiera hacer algo por él si es que podía hacer algo, el dolor y la desesperación me impedían pensar con claridad. Volví rápidamente a la mesa. Como lo había imaginado con anterioridad había una vela, unos cerillos, los tomé para encender aquel objeto que en este momento me servia en demasía. Llegué incluso a pensar en abrir las cortinas pero eso habría sido atroz y seguramente nunca me lo perdonaría en mi vida, la tenue luz que llevaba en la mano me mostraba el camino de regreso, en poca distancia ya pude captar su cuerpo, tirado en el suelo, aquellos ojos que tanto me habían atrapado estaban cerrados. Llevé una mano a mis labios tapando un sollozo nuevo por verlo de aquella manera - ¿Por que me haces esto cuando estoy débil vampiro? ¿Por qué? - Le reproche de manera inútil puesto que el no me escucharía. Me senté a su lado. ¿Cómo saber que un no vivo seguía vivo? Vaya ironía que me estaba volviendo loca, definitivamente si librábamos esa noche juntos nunca más volvería a ser la misma.

¿Que pasaba con el tiempo que estaba dándome malas jugadas? Estaba pasando demasiado lento. No despertaba, me desesperaba. Me atrevía a jalar su cuerpo inmóvil hasta mis piernas. Sonreí un poco al poder verlo con claridad. Vaya momento para sonreír. Extrañamente, Daniil se veía tranquilo, de nuevo me dejaba sentir aquella paz que en sus ojos encontraba, era como si fuera inofensivo, como si no necesitara de sangre para sobrevivir. Pase la yema de los dedos sobre su rostro, tan frío, tan suave, tan atractivo - Tan perfecto- Susurré con fuerza sin importar nada. Claro en esos momentos no había quien escuchara, no había quien pudiera decirme algo, y aunque mis mejillas se tornaran carmín era imposible que alguien pudiera notar ese gesto delatador - Dime que hacer vampiro - Susurré inclinando mi rostro un poco para dejar un beso tembloroso en su mejilla, había cerrado los ojos para poder hacer ese contacto entre piel y piel. Debo reconocer que es el momento en el que más me he acercado a un hombre a demostrar este tipo de gestos, y era gracioso que el primer hombre fuera un vampiro.

Al irme separando abrí los ojos. Pude notar como a pesar de tener el semblante normal y los labios cerrados sus colmillos sobresaliendo de manera insinuante. Hice una mueca y sentí miedo pero no puedo negar que eso me dio la idea que a continuación iba a hacer. Sería una locura lo sé pero era mi única carta de salvación. Pase los dedos por sus labios con delicadeza, dejando al aire esos colmillos, tragué un poco de saliva jalándolo para que al estar recostado estuviera recargado en mi pecho y también estuviera un poco sentado. Pase mi muñeca por aquel afilado colmillo haciendo un corte un poco profundo pero no tanto, lo suficiente. Aquello había dolido, pero si el me daba la vida yo le daría a él la suya. Mi cuerpo se tenso y mi piel se erizo y fue entonces cuando una cantidad considerable de sangre comenzó a salir de mi muñeca, dirigiéndose a sus labios - Confió en ti Daniil, confió en ti - Mi voz salía apenas, las lagrimas comenzaron a salir de manera automática, me invadía el miedo, la desesperación y la duda ¿Aquello iba a funcionar?. Aquel liquido comenzó a entrar por sus labios, había sido una buena idea sentarlo un poco pues la sangre no salía de sus labios al contrario, más y más comenzaba a entrar. Pero Daniil no reaccionaba, mi vampiro no despertaba - Daniil por favor reacciona… - Y pegué mi rostro contra el de él sin apartar mi muñeca de sus labios, si toda mi sangre era la que necesitaba, toda se la daría.


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Mensaje por Invitado Jue Ago 25, 2011 6:48 am

Era gracioso, más de lo que el sentido común me decía que debía ser, pero en medio de mi inconsciencia en lo único que pude pensar fue en la posibilidad de volverlos a ver, sin embargo todo era obscuro y sórdido, nada había de esa visión que aquel que asegura ha visitado el otro mundo describe en sus relatos, ni la luz, muchos menos mis seres queridos. Pero claro, era evidente que para mí el llamado Cielo estaba vetado, si es que existía, volverlos a ver era una posibilidad que jamás se presentaría y de pronto la tristeza me estrujó el corazón, como quien toma una hoja de papel y la hace bolita para tirarla al cesto de basura. Repasé en un segundo mi vida, y vaya que no ha sido corta, y pude ver todos los errores marcados con cruces rojas, una sinuosa línea que cada vez era tachada con más frecuencia, como si en lugar de aprender y no cometer equivocaciones, las cometiera más reiteradamente conforme avanzaba mi existencia.

Qué tontería, ni en la muerte encontraba paz. Incluso en aquel sitio obscuro y silente los múltiples fracasos de mi existencia terrenal me carcomían las entrañas como el nervioso se carcome las uñas.

El poderoso sabor a hierro y sal llenó mi paladar, un sabor que conocía tan bien como desconocía no sentirme miserable, y al tocar mi lengua aquella esencia fue como si el alma me regresara al cuerpo, esto claro, si fuera poseedor aún de una. Sin embargo, el perfume que acompañaba aquel gusto era distinto, único, dulce, suave, como un regazo cálido que te estrecha y expía todas tus culpas, no obstante, conocido.

Tragué aire como quien bebe de un sorbo un vaso entero de coñac, y empecé a sentir frío, empecé a sentir de nuevo dolor y rabia y angustia y todas esas sensaciones a las que a base de palos y desazones me he acostumbrado, empecé a sentir de nuevo, sus brazos delicados sosteniéndome como una piedad dolorosa y su fragancia inocente, su piel suave y cálida contra la mía de hielo permanente. Era como armar un rompecabezas, poco a poco las piezas embonaban y poco a poco la comprensión llegaba a mí, construyéndose con minuciosa y desesperante calma. Mantuve los ojos cerrados unos momentos, pero su voz terminó de jalarme, como una mano que estrecha la ajena del suicida que tienta a la muerte al bailar a orillas de un acantilado.

Sin abrir los ojos llevé mi mano a su antebrazo del que me estaba dando de beber y apreté, tratando de no lastimarla, me atreví a moverme sólo hasta que estuve completamente consciente de qué había pasado y me sentía completamente avergonzado de haber dado tan deplorable espectáculo frente a ella, cayéndome de hambre, siendo rescatado cuando se suponía yo debía rescatarla a ella. Alejé su brazo de mí, era suficiente lo que me había dado aunque ahora ese sabor se quedaría impregnado en mi memoria, invadiéndola como la humedad invade las paredes, de una forma rapaz y descontrolada.

-Es suficiente –mi voz salió más débil de lo que me hubiera gustado, pero estaba débil y no podía ser de otro modo, mas mi tono fue casi de orden, pues me enojaba pensar que estaba tomando su sangre cuando con tanta obstinación me había negado tan sólo un par de horas atrás. Abrí los ojos de un golpe violento y me encontré con su rostro a tan sólo un palmo de distancia, mi ceño estaba tan fruncido que comenzaba a dolerme la frente, y mis ojos, no lo sé a ciencia cierta, pero estoy casi seguro que reflejaban una extraña mezcla de miedo y agradecimiento-, gracias… otra vez –porque sí, era la segunda vez que me salvaba y estaba empezando a dudar de mi capacidad de cuidarme a mí mismo, después de todo, a lo largo de mi vida he tenido que sobrevivir a base de la ayuda de terceros, ¿qué tan patético es eso?. Traté de incorporarme, ubicarme en el tiempo y el espacio del universo en miniatura que esa madrugada era mi habitación, pero no pude, aturdido y a penas recuperando fuerza, no pude.

La solté y llevé mi mano a la boca, limpiando la sangre que pudo haber escurrido con el puño de la camisa blanca. Blanca para colmo, para que más se distinguiera su sangre preciosa en ella, para que más culpable me sintiera, para que fuera un recordatorio de mi necedad de aquella noche y mi declive de la mañana.

Pero ella no tenía la culpa de nada, y esbocé una sonrisa que pretendí fingida pero salió sincera, había regresado de aquel estupor sólo por ella, gracias a ella.

-Te golpeaste el pie, ¿no te rompiste un dedo? –pregunté y un segundo después comencé a reír en medio de una tos, porque después de todo lo que había pasado, eso era lo único que se me ocurría preguntarle.
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Mensaje por Dagmar Biermann Dom Ago 28, 2011 3:05 am

Cuando era pequeña mi padre siempre me contaba una historia en especial: El nacimiento de los cazadores. Según en tiempos muy remotos un enviado de Dios observó como una mujer de una sensualidad arrebatadora, de un porte misterioso y un rostro puramente angelical entraba a la explana de la iglesia, la mujer tomaba a un hombre de la camisa arrastrándolo como sino pesará nada. Frente a la iglesia sin poder entrar en terreno sagrado y profanando el nombre de Dios bebió la sangre del hombre dejándolo sin color. Dentro de la iglesia se encontraban un grupo de nuevos sacerdotes viendo aquel incidente y jurando que pondrían fin al respecto, fue cuando empezaron los primeros. Sus leyes e ideologías siempre tan marcadas. Matar a una criatura de la noche es estar más cerca del cielo estando en la tierra, matar a un ser así es tener el pase directo al cielo, poder dar amor y defender el mundo de ellos te hace bueno, te hace poderoso, te hace un ser divino.

La casa de Dios que es la iglesia siempre ha dicho "ama a tu prójimo como a ti mismo" ¿Quiero saber entonces que es amar a tu prójimo? Ellos inventaron esa regla, humanos inventaron que las criaturas de la noche no debían ser amadas, la gran mayoría de ellos son seres atroces que solo piensan en sus sed. Pero en este momento ¿cómo puedo definirlo a él? No puedo culparlo de estar tirado ahí en el suelo perdiendo la razón por necesitar sangre, no puedo porque así como el bebé sangre humana nosotros nos alimentamos de animales ¿no es entonces lo mismo? ¿El mismo pecado matar una vida para consumir de ella y seguir adelante? Mis creencias, mi confusión, mi vida todo se estaba yendo al caño al haberlo conocido.

Mi cuerpo, mi sagrado cuerpo que había jurado proteger pues Dios nos los prestaba y debíamos devolverlo con la mayor protección posible ahora estaba siendo dañado por mi misma dándole sangre a una criatura de la noche. Encima me volvería una pecadora mayor mintiendo a mi padre de mi localización, de mi estado y que aun tenía fe de todas esas creencias que me habían inculcado. A estas alturas todo daba igual, las lagrimas no dejaban de resbalar por mi rostro, mi corazón estaba tan acelerado como nunca lo imaginaba, el miedo se apoderaba de mi cuerpo y una suplica en mi mi interior al hombre de los cielos por el endemoniado que tenía en brazos "Déjalo vivir, por favor, dejado vivir, el es… bueno" Había obedecido al pie de la letra todo lo que se me había mandado y enseñado, un error podía ser perdonado, y el también. Puede ser que existan los milagros que si le suplico con el corazón a ese Dios que nunca me ha dejado que le aleje de su condición puede que el milagro exista y que el vuelva a ser de los nuestros.

Negué soltando una risa llena de lastimaba a mi misma por mis pensamientos, por mi desesperación, de pronto tomo mi brazo y succionó, y sentí que aquello había sido una señal en la que Dios, mi Dios no me dejaba sin importar el pecado que cometía. - Oh mi querido vampiro, toma de mi lo que necesites, pues yo estoy dispuesta a darte cada gota de mi ser - Y si, le estaba diciendo la verdad, mi corazón quería quedarse a su lado para poder protegerlo para alejar esa aura del demonio de él para que no lo vieran como alguien endemoniado sino como un enviado especial a la tierra para darnos una lección de vida, para dejarnos saber que la convivencia entre aquellas criaturas y las nuestras podía ser pacifica pero… No todos eran así y no todos pactarían y de querer aquello podría existir una guerra donde ambas especies saldrían tan dañadas que podrían desaparecer.

Un suspiro de aliento fue lo que me basto para desviar mi rostro y evitar que notará las lagrimas, lo primero que hice fue limpiarlas con la mano suelta, toa su cuerpo estaba casi encima mío, después volteé a verlo y sonreír al ver el rechazo de su parte por más sangre. Como pude corte un poco de la camisa para enrollarla en la muñeca y así evitarme una muerte por perdida de sangre. Ya había sido demasiada la perdida, ya era suficiente. Y sin imaginarme su risa me hizo indignarme ante tal pregunta - Tonto - susurré sin poder evitarlo mi pie no importaba, lo que importaba era él. Acerqué mis labios a su frente, presionando esa, como queriendo pasarle las pocas fuerzas que tenía, ¿cómo sería Daniil sin sed? ¿Sin esa cara de enfermedad? Quería verlo bien, pleno pero bien dicen que querer no es suficiente.

Y ahora la cercanía era más que evidente, tener el cuerpo frío del vampiro me hacía recordar constante mente que aun seguía con vida pues el roce de ambas pieles me hacía sentir un escalofrío y mantenerme despierta. Ambos estábamos tan débiles y adolorados que era inútil a estas alturas querer fingir estar fuerte por el otro, ambos habíamos hecho nuestro máximo esfuerzo al respecto era momento de reconocer que sin el otro no hubiéramos salido con vida tal vez a estas alturas Daniil había estado calcino por el sol en medio del bosque ya que su debilidad no le hubiera permitido cazar lo mínimo y yo… Habría sido devorada por alguna criatura por no poder defenderme - ¿Alguna vez pensaste en ser una especie de ángel? - Susurre dejando mi cuerpo caer a un lado del suyo, ambos veíamos el techo de su cuarto pues la vela yacía encendida alado de nosotros - Nunca antes había estado en este estado y agradezco haber llegado con el indicado - Ladeé el cuerpo un poco para poder tener su rostro a mi altura pero invertido, mis ojos quedaban a la altura de sus labios y mis labios a la altura de sus ojos, seguramente una escena muy graciosa. Estiré mi mano para acariciar su rostro frío y pálido - No vuelvas a hacerte esto… Prometelo… Prometelo o seré yo misma quien acabe con tu tortura propia y te mate - Mi voz era un fino hilo que tal vez se rompería en cualquier momento pero que salía de manera firme dejando en claro las cosas. Baje mi rostro un poco para poder captar sus ojos - No soy esa cazadora firme que habías encontrado en el bosque, soy más que eso pero me habían enseñado a que ustedes… eran todos malos y estoy arrepentida, espero… de verdad espero a que llegues a perdonarme - Y si de nuevo la cara de vergüenza al verme de aquella manera, tan débil y frágil. - ¿Quieres más… más sangre?


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Mensaje por Invitado Mar Ago 30, 2011 2:39 am

“Tonto”. Aquella palabra me había perseguido por mucho tiempo, porque a final de cuentas es lo que soy, un tonto, no puedo negarlo, de nada me serviría intentar ocultarlo. De ser más brillante no hubiera permitido llegar a esas consecuencias, me hubiera alimentado como se debe y nada de esto hubiera pasado, de ser más inteligente no permitiría que un solo aspecto de esta existencia maldita que llevo, afectara el resto al grado de casi morir. Tonto… sonreí ante el calificativo porque en una sola palabra Dagmar me había descrito, eso soy y no lo niego.

La observé moverse muy atento, un gesto de intriga delineado en mi rostro y cuando la sentí, estaba a mi lado, ambos como flechas que apuntan a flancos opuestos, como una rosa de los vientos a medias, que sólo se dirige al norte y al sur. Aunque no estaba seguro si nuestros pies apuntaban precisamente al norte y al sur. Puse mis manos entrelazadas sobre mi estómago y observé el techo porque de girar la vista y observarla a ella estoy seguro me sonrojaría al sentirla tan próxima a mi cuerpo. Miré con detenimiento los ángulos de las vigas del techo, y el patrón que seguía en sencillos rombos. Mi espalda completamente pegada al suelo, demasiado frío como para sentirlo, aunque de todos modos yo no podría distinguir entre la frialdad del piso y la mía.

La escuché hablarme y tuve que voltear a verla, más como un reflejo que otra cosa, con ambas cejas levantadas y los ojos bien abiertos, no creía lo que me estaba diciendo. Yo soy un demonio, un ser maldito y de pronto alguien llegaba a mi vida sin previo aviso a decirme aquello. Me quedé callado algunos segundos, quizá minutos porque no estaba preparado para responder una pregunta de aquella índole.

-Yo sólo soy… -traté de articular una respuesta coherente pero era tarea difícil, estaba demasiado descolocado como para hacerlo, la frase podía terminar de cualquier modo, y cualquiera que fuera esa terminación, podía caer en la categoría de lo correcto, porque soy muchas cosas, tantas que termino por ser nada-, yo sólo soy un tipo común –esa, sin embargo, me pareció la mejor finalización, cerré le boca de modo que esta formara una línea recta sobre mi rostro, me quedé pensativo y regresé la mirada al techo –un vampiro, sí… pero no tengo nada que me destaque del resto, ¿un ángel? –pregunté socarronamente –nada más alejado de la verdad, ¿cómo alguien como yo podría ser un ángel? –cerré los ojos y sentí como mi estómago subía y bajaba conforme el aire entraba en mi cuerpo, puse atención más a fondo y pude escuchar la respiración de Dagmar, una melodía menos desasosegada que la mía.

-Yo no sé si soy capaz de prometerlo –abrí los ojos y volví a mirarla, su expresión de congoja al pedirme que forjáramos juntos aquella promesa me hizo desear poder hacerlo, pero no podía, más terrible resultaría después romperla que simplemente ahora no poder fraguar la alianza que ella pedía –pero me cuidaré, trataré de hacerlo –sonreí de lado aunque no estuve seguro que eso resultara suficiente. Muy probablemente no lo era, pero era en definitiva lo único que podía ofrecer con certeza en mis palabras.

-Te enseñaron bien –esta vez no aparté mi mirada de ella, de su rostro esculpido por la luz de las velas porque en mi habitación la noche reina incluso cuando afuera el día transcurre sin miedo-, no tengo nada que perdonarte, mi estirpe no habla bien por mí, todos son… -pausé para corregirme –somos malvados, quitamos la vida de otros para subsistir, y no sólo eso, nos enfermamos de poder y soberbia, lo que te dijeron no es otra cosa más que la verdad, carecemos de alma, somos una plaga que necesita ser erradicada –hasta ese punto me di cuenta que mis voz se iba endureciendo conforme mis palabras lo hacían también. De nada me sirve pretender tener aún los residuos de un alma en el contenedor de mi cuerpo, no dejo de ser lo que soy, lo que decidí ser porque la tristeza me dejó ciego.

Sin apartar el rostro cerré los ojos con una expresión de inaudita calma, como si estuviera durmiendo aunque en realidad seguía atento a todo lo que sucedía. Pensando en mi naturaleza, en la cazadora y en sus palabras, todo se arremolinaba en mi interior como una vorágine que terminaría por llevarme, hundirme, desaparecerme.

-No… -mi voz salió suave, pero firme, como un árbol que se mece con el aire violento pero sin despegarse de la tierra de la que se alimenta-, suficiente has hecho por mí –abrí los ojos muy lento para volverme a topar con su rostro que era como una visión hermosa, no morí porque ella no lo permitió, pero no contenta con haberme salvado, me dejaba observar el Paraíso en su rostro y su figura.

-Con lo que he bebido subsistiré bien, además, no dejaré que vuelva a pasar, comeré como se debe –dije como un niño que es regañado por no acabarse las verduras que son servidas como guarnición a un trozo de filete. Suspiré y aguardé en silencio, el sigilo entre ambos no era incómodo o extraño, era un remanso de paz después de la desquiciada cruzada de la que ambos habíamos sido protagonistas. El silencio era confortable, un bálsamo para nuestras heridas, y en silencio me sentía menos un tonto, lo cual apaciguaba mi interior eternamente azorado por los demonios que yo mismo había fabricado.
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Mensaje por Dagmar Biermann Miér Ago 31, 2011 3:23 am

Y el silencio se había apoderado de la habitación cómplice de aquella noche, dejando a un lado aquel encuentro tan acechador entre una cazadora y un vampiro, dejando a un lado ese llamado al ángel de muerte en un principio mío y después de él, como si todos los sentimientos oscuros se albergaran a nuestro alrededor, desapareciendo aquel odio enseñando desde el inicio de mi existencia hacía los seres de la noche, mostrando una bondad y autenticidad por parte del caballero y dejando a un lado ese carácter amazónico que me caracterizaba para volverlo de una frágil señorita necesitando la protección del caballero que caía pero se levantaba tomando mi mano. Todo aquello había pasado en tan poco tiempo que ahora el silencio reinaba aquella habitación dejándonos que ambos sintiéramos esa tranquilidad y paz que habíamos estado buscando y que probablemente no hubiéremos encontrado con nadie más.

Observaba al vampiro sin perder detalle de las firmes expresiones de su rostro. Suspiré y sintiendo un poco de fuerza en el cuerpo me estire y arrastre un poco en el piso para recargar mi rostro en su hombro y esconderlo en su cuello dejando que mi cálido aliento retumbara sobre aquella zona de su cuerpo - ¿Subsistirás cuanto tiempo? ¿Unas horas? ¿Un día? - Resople sin poder aguantarme la molestia por que aquel orgullo no se le baja y seguramente no se el bajaría con respecto a la sangre y por su puesto mi sangre - ¿Tan mal sabe? - intente hacer aquella pregunta con el pretexto de que pudiera suavizar el rostro, necesitaba ver una sonrisa radiante proveniente de su rostro pero tal parecería que tal privilegio no podría pasar, o al menos una sonrisa grande y amplía, cerré los ojos unos instantes, o al menos creía que unos instantes ya que no supe si me había quedado dormida por unos momentos o solo fue un parpadeo.

De manera automática mi cuerpo me pidió levantarme. No lo dude ni dos veces pero el levantarme me fue algo dificultoso por el hecho de las punzadas y claramente pude escuchar un cuidado o tal vez había sido mi imaginación, todo era probable más estando en ese estado. - ¿Dónde está el baño? - Pregunté con cierta inocencia, de cierta manera mi cuerpo comenzaba a sentirse incomodo, bastante incomodo. No espere la indicación sin embargo me agache soltando un sollozo para tomar la vela que se encontraba alado de nosotros. Observé con atención el cuarto y al fondo pude observar una pequeña puerta, comencé a caminar en esa dirección, giré la perilla por unos momentos para voltear a verlo - Perdón por abusar… - Y antes de que pudiera contestar algo cerré la puerta con fuerza detrás de mi. Observé el pequeño baño bastante bonito. Arranqué una sonrisa de los labios y deje la mesa en lo que figuraba un estante. Habían varias toallas colocadas de manera ordenada. Y otras velas, comencé a encenderlas una por una y de pronto todo estaba perfectamente iluminado. Hice una mueca al ver mi expresión en el rostro, blanco, ojeroso, lloroso, que mal me veía.

Sin pensarlo dos veces deslice la cortina de la regadera y encendí la llave de la misma mientras con cuidado desabotonaba la prenda de él. Lamentablemente no había nada más que ponerme por lo que la deje a un lado. con cuidado y observe mi cuerpo, lastimado, aquellos puntos perfectamente realizados, la sangre que se había quedado seca e impregnada en mi cuerpo. Todo era una obra de arte bastante abstracta y confusa que seguramente nadie pagaría por ver. Solté un suspiro y entre a la regadera sintiendo como el agua cálida recorría mi cuerpo. Con cuidado comience a limpiar las zonas más dañadas de mi cuerpo, uno que otro quejido salía de mis labios pero aquello era mínimo a comparación de los sollozos y gritos que había efectuado con anterioridad cuando el estaba ayudándome. Pase el jabón con delicadeza por cada parte de mi piel. Hasta después de unos minutos quedar completamente limpia. Si lo acepto soy bastante quisquillosa en la limpieza a pesar de estar en entrenamientos y bosques. Después de un tiempo y el silencio reinando al pagar la regadera. Tome una toalla para poder secar el cuerpo. - Gracias vampiro… - Alce la voz enrollando el cuerpo para volver a verme en el espejo. Al menos me veía más "viva". Quite la toalla de mi cuerpo y volví a ponerme su camisa, antes de que el agua hiciera de las suyas con la ropa y mi cuerpo, suficiente ya había pasado con que me curara y viera demás enrolle la toalla en mi cabello. Apague algunas velas y volví a tomar la misma con la que había entrado en las manos. Abrí la puerta asomando el rostro dejando ver el rubor de las mejillas. - Necesitaba tomar el baño, si crees que ya es mucho puedo marcharme - Indique saliendo del baño y tomando asiento en el borde de la cama.

Me levante por unos momentos para sacar la sabana del colchón y acomodar la cama para que se recostara, me giré y avance hasta él. Tome su rostro para que alzara la vista y pudiera quedar a la altura de la mía - Demasiadas emociones fuertes en poco tiempo es hora de poder descansar - Tome ambas manos y lo jale invitando a que se recostara en la cama, cuando este lo hizo acomode las sabanas y sonreí con nerviosismo, mordiendo mi labio inferior, me separe y me senté en uno de las sillas frente a la cama soltando varios bostezos - Descansa, lo mereces - Sonreí de manera encantadora, encogiendo de hombros y ladeando el rostro sin dejar de verlo.


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Mensaje por Invitado Miér Ago 31, 2011 9:07 pm

Cuando ella adoptó esa posición, descansando su cabeza en la curvatura de mi cuello, un sentimiento de paz me invadió, como si por fin, después de la ajetreada noche pudiera relajarme. Cerré los ojos unos momentos midiendo en segundos mi respiración, que era más como un reflejo que algo necesario; después de todo estoy técnicamente muerto, ¿no?, pero también la suya, el acompasado arrullo de meter y sacar aire, porque para ella sí significa un movimiento de vida o muerte. Mi tranquilidad se vio rota por su voz, y por su aliento que jugó a querer hacerme cosquillas. Suspiré pensando bien mi respuesta.

-Subsistiré –repetí –que es lo importante, y poco o nada tiene que ver el sabor de su sangre, no quiero volver a hacerle daño, no importa de todos modos, me las arreglaré –siempre lo hago, pensé pero ya no agregué ese remate a mi frase. Mis ojos para entonces estaban abiertos de nuevo y miraban un punto perdido en los estantes de libros y frascos con remedios para muchas enfermedades menores, el olor de todos esos matraces llegó a mí y lo mismo era amargo que dulce, fuerte o suave. Demasiado concentrado en esa tontería fui tomado por sorpresa cuando ella hizo el movimiento para ponerse de pie, dije un “cuidado” apenas audible mientras intenté ponerme de pie yo también sin mucho éxito, sólo pude levantar la cabeza y seguir su trayecto con la mirada. No me dio tiempo de responder si quiera, cuando traté de decir algo ella había desaparecido detrás de la puerta de mi baño privado.

Mantuve la cabeza en aquella posición tan incómoda hasta que escuché el agua correr, supe lo que estaba haciendo y me volví a relajar, ahí mismo en el suelo, a la mitad de mi habitación, completamente recto y con las manos sobre el estómago. El sonido del agua me indicaba, de algún u otro modo, que todo estaba bien y pude cerrar los ojos de nuevo. No sé si me dormí o fue sólo un segundo, como fuera era arriesgado mantener esa posición con una cazadora en el mismo cuarto, ella, sin embargo, me daba confianza y no le di importancia a esa voz que nombramos sentido común que me decía que era un peligro que no debía tomar. Su voz nuevamente era la que me hacía prestar atención a mí alrededor.

Esta vez sí traté de ponerme en pie y sólo quedé sentado, recargado con las manos echadas hacia atrás como quien toma sol en la playa, aunque claro, eso nunca lo sabré, pero nunca conocí una playa estando vivo y ahora sólo podía visitar el litoral siendo noche.

-No –negué con la cabeza –siéntase en su casa –dije cuando ella dijo que estaba abusando, nada sería suficiente para ella que salvó mi vida, al verla, sin embargo, tuve que desviar a mirada, sonrojado aunque no sé si soy capaz de aún hacerlo, fue hasta que salió del baño que llegó a mí la imagen de ella tomando una ducha a tan sólo unos metros de donde yo estaba. Tenía la mirada hacia abajo y hacia el lado opuesto de donde ella estaba pero pronto, sus manos tomaron mi rostro obligándome a verla.

Me puse de pie ayudado por la cazadora y sin saber a ciencia cierta qué estaba haciendo, me dejé guiar como un niño. Después de todos los adultos somos niños con pesadillas, esa es la única diferencia. Reí para mi mismo cuando finalmente estuve en la cama, con ropa y todo, mi risa se convirtió en una sonrisa y la observé.

-Gracias –dije sincero –la verdad no estoy cansado –mentí, pero no quería cerrar los ojos y dejar de verla, esa era la verdad aunque no se lo diría-, la que debería descansar es usted –hice el intento de levantarme pero sólo alcancé a quitar las sábanas de algodón que me cubrían, me deslicé para quedar recargado en la cabecera de la cama y observarla –si quiere puedo hacer que preparen una habitación para que descanse, no recibo muchas visitas pero… -dejé la frase inconclusa, en realidad nunca recibía visitas y acentué esa expresión de tonto que nunca me abandona, miré la punta de mis pies sin zapatos y luego, finalmente me puse de pie –o si tiene que regresar, lo entenderé –no supe por qué dije aquello, y mucho menos con aquel tono lastimero, como esperando que dijera que no, que deseaba quedarse y yo lo aceptaría bajo el pretexto de tener que cuidar su herida y los puntos que yo mismo zurcí. Porque en eso sí soy experto, en dar pretextos para ocultar la verdad, cualquier cosa que eso significara aquella mañana.
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Mensaje por Dagmar Biermann Miér Ago 31, 2011 11:18 pm

Me quede sentada por unos momentos, observándolo bastante curiosa con una sonrisa amplia en el rostro. Recogí mis dos piernas abrazándolas con fuerza mientras mi rostro se ladeaba por completo sin dejar de observarlo, solo me recargaba para estar más cómoda y porque el cansancio me estaba jugando malas pasadas. Bostezaba de vez en cuando pero eso no impedía que sonriera para ir, porque lo cierto es que las sonrisas eran para él. Pero así como el momento turbulento que habíamos pasado se había esfumado, así mismo se esfumo mi sonrisa haciendo que me pusiera de pie de un brinco. -¿Quieres que me vaya ya? - La voz me sonó como una especie de susurró, entrecortada un poco, con ese tono de amargura y nostalgia que pocas veces sentía, lo cierto era que me había dolido en el alma y seguramente estaba siendo una gran carga para él, sin dejar de lado que tal vez en vez de ayudarlo mi sangre lo estaba molestando.

- No pensé... - Y apenas pude terminar la frase cuando tome la vela que desde que puse el pie en la habitación me había acompañado para que me iluminara a mi alrededor. Busque mis zapatos por toda la habitación. Por un momento recordé que los había dejado en el baño, negué varias veces con la cabeza. Que tonta seguro mi falta de modales también lo habían molestado. Me adentré al pequeño baño para sacar estos. Me agache haciendo caso omiso a la herida. Tome los zapatos entre mis dedos. Apenas quería voltear a verlo, me sentía tan avergonzada, como una cazadora sería capaz de permanecer con alguien, había estado dispuesta a pasar el día con él con tal de poder verlo irse a cazar sin ningún problema, para después tomar camino a mi casa pero por lo visto aquello había sido una idea absurda. Mi padre siempre me había dicho que cuando mi carácter se ponía tan sumiso estaba perdida y eso era cierto en ese momento me había perdido de mi misma.

Abrí la puerta de la habitación con fuerza mirando su rostro apenas de reojo. Parecía confundido pero sus palabras me habían confundido más. Primero casi disponiendo de un cuarto para mí y luego diciendo si tenía que regresar. ¿Acaso no era clara mi manera en que quería protegerlo aquella noche. Tal vez el simple hecho de estar alado de una cazadora le intimidaba, o tal vez mi presencia no era de su agrado. Salí de la habitación caminando lentamente hasta toparme con las escaleras, fue bajando de una en una hasta por fin poder llegar con lentitud pero segura a la parte baja de la casa. Un grito sordo fue el que solté cuando una mujer se intercepto en mi camino tomando mi cuerpo con cuidado entre sus brazos, pude escuchar como me pedía que me quedará que aquel vampiro no era para nada malo. Me miro con unos ojos esperanzados como si el verme con él hubiera sido una especie de señal que alegraba a la muchacha que con amor servia a aquel hombre. Negué con la cabeza varias veces y la solté con fuerza. Adentrándome al primer cuarto donde había estado. Tome mis ropas rotas y ensangrentadas y la rabia de haber sedado y sentido confianza por aquella criatura maligna se apodero de mi cuerpo. Poco a poco la mujer volvió a acercarme y me invitó a que por lo menos me pusiera alguna de sus ropas para poder salir bien de aquel lugar. Asentí sin poder tener otra alternativa.

Caminé con ella con la mirada baja su cuarto se encontraba detrás de la cocina y ciertamente al entrar ahí y sentir aquellos olores de comida mi estomago gruño, lleve mis manos a esa parte ejerciendo cierta presión y sintiendo un poco de pena por aquel acto. Era bonita la habitación tan bonita como la del vampiro pero no llegando a tanto. Sin lugar a duda los trataba como personas y no como simples sirvientes. La mujer busco emocionada aquel vestido que hasta el fondo de su armario se encontraba. Un hermoso vestido verde entallado fue lo que saco. Al acercarme pude notar lo fino que era y que seguramente aun no se había puesto, en un principio me negué a utilizar tan hermosa prenda pero ella me invitaba a hacerlo. Dentro de mi prometí traerle una docena de vestidos hermosos solo para ella. Lo mandaría con algún sirviente para no volver a aquel lugar. Magicámente el vestido me quedaba bastante bien, pude observar mi figura en el espejo y lo mejor de todo es que no lastimaba mi herida. Salí de la habitación acompañada con la mujer, el cabello me caía por los hombros dando un efecto bonito. Me sentía bien, presentable, incluso hermosa en medio de tanta confusión y la verdad era que deseaba que me viera de esa manera.

Antes de salir de la casa pude sentirlo, sentir como se aproximaba y yo no pude hacer ni decir nada - Es hora que me marche, conozco el bosque como la palma de mi mano así que podrás descansar bien vampiro - Lo mire de reojo y pude captar el rostro de desilusión de aquella mujer arrancando de mi rostro una mueca - Fue buena la noche Daniil - Me acerque para enredar las manos en su cuello y poder verlo a los ojos directamente. Solo una noche me había bastado para entregarle mi confianza y mi vida en sus manos, un día había bastado para que existiera esa conexión que no conocía que existiera de esa manera. - Gracias por todo - Me acerque de manera insinuante y casi peligrosa dejando un beso en su frente, luego en su mejilla en su mentón y el último lo deje cerca de sus labios al mismo tiempo que me separa de su cuerpo.


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Mensaje por Invitado Vie Sep 02, 2011 4:08 am

Lo que había dicho, lo había dicho incentivado por mi sincera preocupación por ella, además, una mujer tan joven y hermosa seguro tendría algo mejor que hacer que gastar su tiempo al lado de un viejo y aburrido vampiro, sin embargo su reacción me dejó desorientado, tanto que no alcancé a decir absolutamente nada, alcancé a medio incorporarme en cama y sólo la seguí con la mirada mientras se ponía de pie en un movimiento violento (no pude evitar pensar que eso no era bueno para su herida), entrar al baño a recoger cualquier cosa que se le haya olvidado ahí y salir. Sólo hasta que cerró la puerta detrás de sí pude reaccionar, me puse de pie, me calcé los zapatos de cuero y me encaminé a la puerta, a tan sólo unos centímetros de agarrar la perilla escuché la voz de Leslie, la joven mujer que me ayuda desde que estoy en París, misma que hace las veces de ama de llaves y cocinera. Sonreí de lado, a menudo reniego de mi condición de vampiro, pero indudablemente atesoro las habilidades que dejar de ser mortal trajo consigo, una de ellas, esta capacidad tan valiosa de poder escuchar sonidos que otros no pueden, en este caso, la conversación que se estaba llevando a cabo en el piso inferior de la casa.

La voz de Leslie había sonado preocupada, constantemente me decía me dice que me ve demasiado solo y alienado del exterior, y yo sólo le contesto que así estaba bien, que así estoy bien, supongo que ver que tenía visita la alegró por la rareza de dicho evento y por su insistencia en ese aspecto, luego se me escapó una risita avergonzada, seguro se la había topado con mi camisa por toda prenda y… quién sabe qué habrá pensando. Escuché con atención cuántas puertas abrían y supe que habían ingresado a la habitación de mi mucama, entonces entendí que era momento de salir de mi habitación.

Cuando lo hice me paré al filo de las escaleras, ella se encaminaba a la puerta con un vestido verde, uno que reconocí como el que le había regalado no hacía mucho tiempo a Leslie cuando me dijo que quería ir a un baile, que ahí se encontraría con el hombre del que estaba enamorada. Aquello me sonó tan idílico que sin pensarlo mandé a hacer esa prenda a su medida, pero por lo que podía ver, por cómo la fina tela se ceñía al cuerpo de la cazadora, supe que era su medida también, nunca supe si Leslie asistió al baile o no, supongo que no porque nunca me pidió permiso aunque cabía la posibilidad de que aún no se hubiera llevado a cabo. Suspiré y sostenido del pasamano bajé, no era necesario ya que me apoyara de algo, había recuperado fuerza, me sentía mejor y más entero, pero aún así deslicé mi mano por la caoba barnizada para que su suave textura tranquilizara mis ansias.

-Pero si tiene hambre, debería quedarse a comer –Leslie dijo el momento justo que yo me planté en la misma habitación para observar la escena. Dagmar dijo esa especie de despedida y creí que todo estaba perdido para ese punto, pero luego se encaminó a mí y me besó de aquel modo. Estoy seguro que mi expresión era una mezcla de sorpresa y vergüenza en ese momento, escuché la falda de Leslie ondear al moverse, supe que se había ido ante la escena y yo sólo pude agradecerle por ello, suficiente bochorno ya sentía como para tener un espectador. La tomé por la cintura, impidiendo que se separara y tratara de irse.

-Debería hacerle caso a Leslie –dije muy cerca de su rostro con un tono divertido –quédese a comer, estoy seguro que preparará algo delicioso para usted –yo que iba a saber, no probaba nunca su comida aunque cuando cocinaba el aroma ascendía hasta mi habitación y sin duda lo disfrutaba, por el puro olor podía adivinar que era una cocinera hábil, aquellas esencias que se escapaban de la cocina me recordaban lo que se sentía tener un hogar, cocinaba para el resto de los sirvientes, que no eran demasiados, pues no me gustaba sentirme así de ostentoso.

-Además –continué separándome y tomándola por ambas manos para verla con su nuevo atuendo, era increíble como en una sola noche había cambiado de la vulnerabilidad de verla ensangrentada a esta nueva visión, de una dama hecha y derecha que es capaz de robarle el aliento a cualquier caballero a su paso –déjeme agradecerle por todo lo que ha hecho por mí –continué, alzando ambas cejas expectante, sintiendo que era un desperdicio que ella ahora se viera así de elegante y no yo no tuviera oportunidad de contemplarla-. ¿Qué dice? –apuré por una respuesta con una sonrisa en mi rostro.
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Mensaje por Dagmar Biermann Vie Sep 09, 2011 1:51 pm

Apenas mis manos se habían desprendido de mi cuello cuando su brazo se deslizó por mi cintura teniendo un agarre firme, impidiendo gracias a mi debilidad el querer refutarle algo y salir del lugar. Observé el rostro de sorpresa del vampiro antes aquel camino de besos que había trazado en su rostro lo cierto es que hasta yo misma me había sorprendido de tan inesperada reacción pero me había nacido aquello de manera tan natural que a estas alturas con lo poco o mucho vivido en una sola noche y lo poco o mucho que mi piel había sido expuesta ante el ya no me importaba que paso seguía. Eran tan raro todo esto, Mi único contacto masculino se había reducido a mi padre y a todos esos hombres que entrenaban a mi lado, pero no de esta manera. No había una academia para tratar a un hombre al cual estuviera agradecida, mucho menos para saber como comportarse cuando sentías esa especie de deseo por permanecer con un hombre que hasta cierto punto y con lo poco visto en él te gustara aunque pensar en gustos era fuerte y no había tales academias para eso y aunque las hubieran lo más probable es que no entraría porque ni en sueños me imaginé una situación tan bochornosa y a la vez comprometedora, y encima si le sumamos que es vampiro las cosas eran un poquito más complicadas.

Enredé mis dedos con cuidado en una de sus manos avanzando un poco hacía la sala, viéndolo con más claridad y de manera más tranquila el escenario que habíamos hecho hace horas atrás seguramente había sido bastante perturban, agradecía que la señorita que me había dado el vestido no lo hubiera presenciado pues ¿qué explicaciones les podemos dar a las personas que no saben de este mundo con tan semejante herida que me cargaba. Apreté la mano de Daniil en un intento por dejar mi calidez gravada en su piel un intento imposible pero bastante deseado, y aunque su piel era fría extrañamente no me molestaba al contrario era suave, y reconfortante porque sabía que lo tenía a mi lado.

Mi estomago volvió a gruñir y mi mano automáticamente intentó silenciarlo, acto algo gracioso que me hizo sentir un rumor grande en mis mejillas. La joven doncella que estaba al servicio del doctor salió sonriéndonos de una manera bastante cómplice que incluso me sentí invadida pero no de una manera molesta. Articulo unas palabras que apenas pude entender cuando el caballero jaló mi mano y me llevó por el pasillo que acababa de pasar pero tomando otra dirección directo al comedor. Abrí los ojos con sorpresa, las velas estaban puestas de manera estratégica dando una iluminación un tanto "romántica". El espacio, el lugar, los muebles todo estaba hermoso - Si que sabes tratar bien a tus invitados - Sonreí apenas soltando su mano y deslizando los dedos por encima de un mueble donde encima de este habían algunos jarrones y otras piezas, pude sentir una capa fina de polvo cuando separé los dedos de aquel objeto - ¿Hace cuanto tiempo no entra nadie aquí? - Meneé el cabello un poco para poder buscar su mirada y sonreírle con cierta complicidad y dulzura. Se veía tan bien, tan tranquilo, tan ¿feliz? que incluso me arrancó una sonrisa más grande, quería abrazarlo por largo rato, sin prejuicios ni ataduras ni nada, simplemente hacerlo y probar esos labios.

La joven entro colocando unas velas en la esquina del fondo de la mesa, pero solo piso un plato, cubiertos y dos copas, fruncí el ceño por unos momentos pero recordé que mi acompañante tenía una dieta especial de la cual ya me había olvidado. Suspiré varias veces y me acerqué a él de nuevo tomando ambas manos para invitarlo a sentarse conmigo. Antes de sentarme me quede mirando la mesa y recargue mi rostro en su pecho - Que rápido cambió el panorama ¿No lo crees? - Sonreí sin volver a verlo, solo estando así recargada en el, sonriendo un poco sintiendo incluso la sangre hervir en mi cuerpo y unos enormes deseos de saber que pensaba de esto, de mi, de la noche.

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Mensaje por Invitado Mar Sep 13, 2011 10:11 pm

De un momento a otro el panorama había cambiado, mentiría si dijera que no me agradaba lo que ahora parecía depararme, y depararle a ella, a ambos. Ambos, qué extraño suena incluso si lo digo sólo en la intimidad de mi mente. Conmigo no hay “ambos” ni “nosotros”, siempre soy yo, solo, abandonado, al desamparo de una vida que difícilmente puede ser llamada vida. Trataba de no verla, estaba apenado, pero al mismo tiempo el deseo feroz de quedarme con su imagen de por vida me obligaba a no despegar mis ojos de ella, tratar de memorizarla porque el tiempo es un enemigo que no perdona, ni siquiera deja intactas las imágenes que trato de conservar como recuerdos. Son sólo combustible para la fogata del olvido.

Tengo la mala costumbre de perderme en mis pensamientos, perderme o asfixiarme, a veces parecen sinónimos, y cuando eso pasa no me doy cuenta de lo que sucede a mí alrededor. Pues bien, una vez más había sucedido, pensando en ella y la abulia de mi existir no me di cuenta que pronto íbamos de la mano por los pasillos de esta casa que aunque no es ostentosa me parece demasiado para mí solo. Pude percatarme de la realidad que me rodeaba sólo hasta que escuché aquel sonido peculiar que hace un estómago cuando exige comida, sonreí pero no volteé a ver a Dagmar, supongo que suficiente vergüenza ya sentía como para yo maximizarla con mi mirada de escrutinio, luego Leslie nos habló. Pude formular dos o tres frases coherentes, que pusiera la mesa para dos, aunque sabía que cuando yo era uno de esos dos, sólo debía poner una copa. Por eso me gustaba Leslie, por eso la mantenía conmigo desde que había pisado suelo parisino, sabía que yo era un amo peculiar, a falta de una mejor palabra, y no dudo que sospechara de mi naturaleza aunque ninguno de los dos lo había dicho tácitamente, pero no hacía preguntas y se mantenía fiel a mí, sin duda uno de mis primeros hallazgos en Francia.

No sabía quién dirigía a quién, por antonomasia se podría decir que yo, era mi casa y mi terreno, pero parecía que ella tomaba la iniciativa, no me enojaba aquello, una mujer fuerte sin duda como se lo había dicho antes en la penumbra del bosque. Arribamos al comedor la solté apresurando el paso para separar la silla de su lugar y darle espacio para que pudiera sentar aunque no lo hizo de inmediato, sonreí ante su comentario.

-Me alegra saber que mis habilidades con los invitados no se han oxidado –respondí con una sonrisa tonta sobre mi rostro y la vi acercarse-, el comedor no es la más popular de las habitaciones de una casa cuyo propietario es un… es alguien como yo –expliqué llanamente, de nada me servía decirle que Leslie y los demás comían en la cocina porque ellos mismos habían insistido, atados por las convenciones de esta sociedad que marca claramente los límites entre clases. Aunque la idea de que hubiera una capa de polvo me molestó, me gustaba mantener toda la casa, aunque no se ocuparan ciertas habitaciones, completamente inmaculada.

La observé, sus movimientos suaves hasta estar junto a mí, posando su cabeza en mi pecho, si aún mi corazón bombeara sangre estoy seguro que hubiera escuchado sus latidos, pero por un lado me alegró que no lo hiciera, su cercanía aumentaba mis ritmos, aunque muchos de ellos ya no se podían medir como se suponía debían medirse. Deslicé una mano por su cintura, no quise parecer invasivo, mucho menos posesivo así que el toque fue suave, sólo como si quisiera que supiera que estaba ahí, ya que mi corazón y sus latidos no podían decírselo.

-Ya lo creo –suspiré mirando el salón donde estábamos, de pronto me pareció gigantesco, demasiado como para poder soportarlo, y luego la miré a ella aunque ella no lo hacía de regreso, sólo veía su cabeza y algunos rasgos de su cara.

-¡Lo siento! –Leslie venía con el vino que compartiríamos, tinto e italiano, la miré con ojos bien abiertos de presa descubierta por su cazador y traté de separarme de Dagmar, pero otra cosa, una fuerza forastera me detuvo, pobre de mí mucama, qué iba a empezar a creer de mi.

-No lo sientas –respondí y me separé lento y suave de Dagmar-, toma asiento, por favor –le dije a mi invitada señalando la silla que ya había acomodado para ese fin, sacudiéndome el bochorno que en ese momento pudiera estar acosándome.
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Mensaje por Dagmar Biermann Mar Sep 27, 2011 2:19 am

Poco a poco la cercanía entre ambos se estaba formando de una manera tan natural que incluso podía sentir ganas de no querer separarme de él. Si agarre me hizo sentir nerviosa y llego el punto en el que temblé entre sus brazos esperando a que no lo notara. Pero lo que si fue notorio fue el brinco que di cuando escuché la voz de Leslie retumbar la sala. Mire a Daniil de reojo mordiendo mi labio inferior. ¿Qué estaría pensando la mujer de nosotros? Seguramente por la falta de ropa que había tenido que seríamos unos amantes que acababan de disfrutar de una noche llena de pasión. La simple ida me hizo sentir bochornos grandes que inundaron mi cuerpo. Poco a poco nos separamos y carraspee notablemente - Bueno… creo que la has espantado - Bromeé un poco para poder suavizar el ambiente mientras me aproximaba a la silla donde esté esperaba detrás de ella. Tomé asiento y me acomodó de manera caballerosa y amable. Antes que pudiera alejarse tome su mano y mirando sus ojos por fin solté palabras llenas de un sentimiento bastante extraño en mi, que no quería descubrir - Gracias Daniil - Sonreí de manera más amplía soltándolo lentamente, sin querer hacer aquello pero teniendo que hacerlo. Me quise adelantar a servir el vino pero era demasiado tarde, era demasiada su caballerosidad que no podía atenderlo como era debido. Mi padre siempre me había enseñado que inclusive en una casa extraña debía ser agradecida, sin embargo y no por ser pretexto pero mi debilidad me tenía expuesta, me tenía débil, me tenía lenta- Sonreí nerviosa, solo por inercia.

Tome la copa de vino, moví ligeramente esta y la acerqué a mi nariz para poder disfrutar de la esencia de la uva. Ladeé un poco esta y bebí relamiendo mis labios, por unos momentos cerré los ojos disfrutando del sabor, la verdad es que después de tanto tormento un poco de bebida y alimento me hacía sentir bastante bien. - ¿Por qué vive tan solo caballero? - Pregunté carraspeando, dejando la copa en la mesa. Llevé la mano a mi estomago sintiendo como el dolor por el hambre estaba aumentando. El gruñido de este mismo me hizo volver a volver a ver a mi acompañante apenada - Creo que me a delatado de mal gusto - Sonreí nerviosa aspirando el aire proveniente de la cocina. Lo cierto es que olía demasiado bien.

Dos personas desconocidas entraron al comedor con una cara de curiosidad que pude distinguir, traían platos de comida. Me sentí en una cena elegante. Ambos me miraban con una sonrisa en el rostro y no pude hacer más que sonreír. Sin embargo de manera automática lleve la mano hasta tomar la del vampiro. Me sentía tan expuesta y esas miradas cómplices que tenían todos me hacían sentir como el nuevo descubrimiento del día. Lo esperado. Cuando se fueron hice una mueca - ¿Por que me miran así? - Baje la vista hasta los platos de comida - ¿Creerán que soy una cortesana - Solté al final, y en seguida me arrepentí de mis palabras - No digo que sea un hombre que frecuente a esas mujeres pero… Por la manera en que me veían fue algo raro - Apreté su mano - Además recuerde que Leslie me encontró con poca ropa - Jalé la silla un poco para tenerlo más cerca, aunque fuera raro, el tenerlo a mi lado, cerca me daba la protección que necesitaba esa noche - Lamento si lo ofendí - ¿Qué pasaba conmigo? ¿Qué pasaba con ese carácter firme y decidido de la cazadora que era? Maldito sea el vampiro que ha hecho que poco a poco me dulcificara ¿O es que cuando algo me interesaba así era? Tantas vueltas daba mi cabeza.

Poco a poco me tranquilice, mi estomago volvía a reclamar ese alimento que tanto necesitaba no solo para estar tranquilo, sino para poder mantenerme con vida. Solté su mano - ¿Puedo empezar? - Tal vez lo mejor sería comenzar a cerrar mi boca con algo de alimento. Tomé unos trozos de verdura, papa, pollo y lo acomodé todo perfectamente en el plato. A pesar de llevar entrenamientos tan rigurosos, y tener buena figura, era una persona de buen comer. No podía verlo ya a la cara, no cuando había soltado aquello como si nada, pero en realidad él no debería ofenderse, no porque la que se había sentido incomoda por las miradas era yo. Con delicadeza tome la servilleta y la acomode en mi regazo. Llevé las manos a la mesa juntando las palmas, cerré los ojos pegando mi frente a ellas, susurré una pequeña oración y me dispuse a dar el primer bocado. Eso estaba delicioso. Sonríe disfrutando de los sabores en el paladar. Mirándolo de vez en vez de reojo, de manera casi cómplice.


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Mensaje por Invitado Dom Oct 02, 2011 6:31 am

A pesar de las pocas visitas que recibo, en esta casa y en cualquiera en la que me haya asentado alguna vez al pasar los siglos, mis habilidades de anfitrión no estaban del todo oxidadas, aún recordaba que tenía qué hacer y cómo hacerlo. En este caso disponer la silla para ella, una vez que Leslie nos volvió a encontrar en una situación embarazosa, pero lo dicho, por eso me agradaba mi mucama, era discreta en todo momento, era evidente que estaba sorprendida por una presencia nueva en la casa, cosa no sucedía a menudo, pero estaba seguro que no haría conjeturas apresuradas hasta que hablara conmigo, porque también es curiosa en extremo. Me moví para dirigirme a mi sitio y servir las dos copas de vino, cosa que no pude hacer al sentir su mano asirse a la mía, de haber sido de otro modo, me hubiese sonrojado, estoy seguro, la miré algo sorprendido ante el atrevimiento, sorprendido nada más, no molesto.

-Gracias a ti –respondí con una sonrisa y finalmente pude tomar mi lugar, soltándola aunque no quería, serví las dos copas de vino y tomé la mía para olerla y luego darle un sorbo, guardado brevemente el líquido en mi paladar y luego engulléndolo y saboreando el dejo frutal de éste. La escuché preguntar, e iba a responder pero su estómago se interpuso en mi camino al gruñir de aquel modo, sonreí, creo que hasta solté una leve risa divertida. Antes de poder hacer otra cosa, dos de los mayordomos traían por fin la comida y dispusieron sólo un plato delante de ella, sabían que conmigo no hacía falta.

Los observé frunciendo el ceño y siguiendo todos sus movimientos, exasperado un poco por su curiosidad desmedida, era evidente que pondrían incómoda a Dagmar y yo no quería que ella creyera cosas que no eran. No sé por qué, es decir, normalmente no me gusta que crean cosas de mi que no son, pero especialmente me interesaba que esta mujer me conociera por lo que era y no por lo decían de mí, al sentir su mano tomando la mía un ramalazo de adrenalina me tomó desprevenido y sólo tuve a bien apretar su mano, entendía que ella se sentía segura de ese modo, lo que no entendía era por qué yo también, sacudí la cabeza cuando nos dejaron solos otra vez y ella parecía muy nerviosa, la observé con detenimiento, era encantadora y más de aquel modo tan vulnerable y vaya, tierno también. Con un ademán de la mano le dije que podía empezar a comer, no respondí a propósito ninguna de sus preguntas.

Guardé silencio, aunque no pude mirarla, cuando pronunció aquella breve oración, desvié la mirada porque aún me siento culpable de haber abandonado a Dios para tomar este camino que es herético y que conduce sólo al infierno, de existir uno. Cuando hubo terminado poco a poco volví a mirarla, la contemplé mientras saboreaba la risa comida de Leslie, no puedo comerla ya, o da igual en todo caso, pero eso no quita que no disfrute del aroma que desprende cuando está cocinando.

-Te miran así porque nunca nadie me visita –finalmente empecé a responder sus dudas-, y vivo solo porque esa es la existencia de un vampiro, nada más… -sonreí con tristeza, lo sabía de antemano pero ponerlo en palabras aún me ponía mal –ellos no van a creer nada, ni que eres cortesana, ni nada de eso, si acaso pensarán que soy muy afortunado al contar con la presencia de una mujer tan bella –me llevé la mano al pecho acentuando lo que estaba diciendo y luego dándole un sorbo más a la copa entre mis dedos-. No me has ofendido en ningún momento –finalmente concluí buscando con ahínco su mirada.

Dejé la copa ahora vacía a un lado y me acerqué un poco, sólo un poco a ella para hablarle al oído, no sé por qué, pero me estaba cansando de preguntarme muchas cosas desde que me la había topado en el bosque.

-Espero que la comida sea de tu agrado –dije pero no me separé de inmediato, esperé a que girara el rostro y nos viéramos, tenía la imperiosa necesidad de verla así, de cerca, de sentir su aliento, de mirar directo a ese par de orbes claras que tan sólo un par de horas atrás buscaban mi cabeza porque soy el motivo de su cacería y que ahora me parecían el único sitio para estar a salvo.


Última edición por Daniil Stravinsky el Lun Oct 10, 2011 12:20 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Dagmar Biermann Mar Oct 04, 2011 2:32 am

Estaba disfrutando de cada uno de los trozos de comida que me llevaba a la boca, mi hambre era demasiada, bastante grande lo cual no entendí en un principio porque tanta exageración al comer pero después de pensarlo había sido la sangre que había estado perdiendo momentos atrás. La sangre que le había dado para que ahora pudiera estarme viendo a los ojos. Mientras avanzaba comiendo un poco de esto y aquello sentía un poco de nerviosismo por su forma de verme. Por un momento me cruzo por la cabeza que esa sonrisa suya era ni más ni menos por saber en que momento atacar y por fin dejarme sin vida, pero cuando sus ojos se posaron de manera demandante sobre los míos no tuve ni la menor duda que, simplemente estaba disfrutando mi presencia tanto como yo estaba disfrutando la suya. Tomé la servilleta limpiando los labios, di un sorbo más el vino y sentí como se estaba acercando lo cual me dio un poco de alegría, la confianza entre ambos estaba teniendo frutos después de una noche tan caótica. Su aliento golpeando mi oreja hizo que temblara por unos momentos. Giré mi rostro pensando que se había alejado sin embargo ahí estaba él. Cerca de mi, observando con detalle cada parte de mi rostro. Guarde por unos momentos la respiración nerviosa. Parpadeé varias veces y sentí el impulso de acercarme a probar sus labios sin embargo me detuve a medio camino, un camino muy corto en realidad. Pude sentir el roce de mis labios con los suyos - Es deliciosa - Susurré lentamente sintiendo como el roce se había vuelto más pronunciado pero no lo suficientemente demandante.

Incliné mi cuerpo ligeramente recargando mi rostro sobre su hombro. Me oculté en su cuello con un poco de gracia en realidad. Sin embargo ninguno de los dos se había movido más de lo no deseado. Alce mi otra mano descansándola en su hombro por no tener el valor de acariciar su rostro. - ¿Los vampiros pueden estar tan cerca de muchachitas sin el deseo de querer morderlas? - Sonreí de manera burlona, sin lugar a duda que hiciera broma de su condición era que ya no me sentía incomoda que al contrario era como jugar con fuego, tan excitante, tan perturbador como adictivo. Sin duda alguna era un vampiro especial. Incluso el momento era bastante especial. Mis escasos 21 años me hacía una inexperta en materia "hombres" es decir. Todos mis años de vida me la había pasado entrenando con caballero de manera dura por ordenes de mi padre. Muchos de ellos me habían visto crecer y algunos me habían hecho invitaciones a cenas o lugares privados que no se tratara de golpes y armas sin embargo siempre había tomado una distancia pues siempre había deseado que todo lo que hiciera fuera meramente profesional. Eso no quería decir que no sintiera atracción por caballeros sin embargo no sabía como reaccionar con ellos. ¿Raro no? Sabiendo que podía levantar suspiros a varios y mi coquetería decía que era experta en el tema la verdad era que no era así, estar cerca de Daniil, un hombre, un caballero y sumando un vampiro me hacía sentir rara, incluso mis labios deseaban… Deseaban toparse con los suyos.

Solté un suspiro para poder sonreírle. - ¿Ellos saben de tu condición? - Me refería de sus sirvientes. Se notaba que conocían bien la forma de alimentación del vampiro, lo cual me dejo bastante curiosa. ¿Entonces los humanos lo veían bien? ¿Lo aceptaban? Vaya líos, si que era un ser especial. Mordí mi labio inferior - Que te acepte a ti no quiere decir que acepte a los demás… Hay criaturas de su especie que es demasiado cruel, que no se tientan el corazón para matar y beber de los de mi especie por eso no dejaré de hacer esto sin embargo… A ti te cuidaré hasta que sea el final de mis días - Cerré los ojos sin dejar de sonreír, acercándome un poco más para esconder por completo mi rostro en su cuello, sintiendo como mi respiración rebotaba en su piel, como mis labios estaban sobre esta. Mi mano sobre su hombro se aferró con fuerza, nerviosa, pero sin duda encantada con él. ¿Qué estaría pensando? ¿Que pensaría de mi? Había tanto que quería saber de él.


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Mensaje por Invitado Lun Oct 10, 2011 1:10 pm

Dijo algo, estuve seguro, pero no supe qué, el roce que apenas tuvieron nuestros labios me aturdió más que un millón de golpes directo en la cabeza. En un plano consciente me sentí avergonzado, por lo que había pasado y por perder la concentración tan fácilmente, pero dentro, en el subconsciente estaba deseando que ese no fuese nuestro único contacto aquel día. Día que corría afuera de la casa, aunque dentro pareciera de noche por las cortinas gruesas que eran obligatorias en todas las ventanas. Cerré los ojos cuando ella se recargó en mí y me atreví a deslizar mi mano por su cintura, de manera firme pero sin parecer insolente. La sensación de tenerla cerca me parecía de carácter permanente, podía estar así por el resto de mis días, y vaya que eso es mucho tiempo. Relajé el cuerpo, por primera vez desde que nuestros caminos se habían cruzado, pude relajarme, sabía que ya no tomaría mi cabeza como trofeo, pero hasta entonces, hasta que la sentí de aquel modo me quedó claro, no hubo lugar a dudas y eso sí que era raro. Siempre estoy lleno de dudas.

Salí de mi estupor gracias a su voz que me jaló de aquel mundo de posibles imaginarios, y digo gracias porque de no haber sido de aquel modo, hubiera seguido navegando por un archipiélago de escenarios, uno más esperanzador que el anterior y eso… yo lo tengo prohibido. Soy un enfermo de desesperanza, no tengo derecho a imaginarme algo mejor, porque esto es lo que elegí y merezco mi suplicio.

Reí ante su siguiente pregunta y como acto reflejo moví la mano que la sostenía de la cintura, un movimiento incierto, que lo mismo soltaba el agarre que lo afianzaba, como si sólo la hubiese movido porque se me estaba entumiendo, aunque no era así, me volví a girar para hablarle al oído, aunque tuve que cerrar los ojos ante los nervios, cualquiera pensaría que un hombre con mis años tendría cierta experiencia con las mujeres, y sí, así debería de ser, pero no es mi caso, aún me sigo poniendo intranquilo en su presencia, sobre todo si son tan hermosas como Dagmar. Siento que desde ya, por ser ella lo que es, por ser tan bella, tan fuerte, tan… todo, estoy condenado al rechazo.

-No sabes el esfuerzo que estoy haciendo –le dije muy quedo, después de haber probado su sangre, incluso antes, tenía que hacer acopio de toda mi fuerza, que no es mucha, y mi voluntad para no atacarla, el sabor de aquel líquido vital que emanó de ella aún estaba en mi paladar y probar más desde luego que lucía como una idea muy atrayente, sin embargo, ya había hecho suficiente, ya había mancillado su perfección, su piel nívea y suave, no podría volver a cometer el mismo delito, aunque las ganas me quemaban subían desde los pies hasta el último cabello en mi cabeza.

-Si lo saben o no, es irrelevante –contesté con voz calmada, no supe de dónde saqué entereza para calmarme cuando no podía negar ni ocultar que la cercanía me tenía nervioso. Pero de esos nervios que hace mucho no sentía, como si el estómago se comiera a sí mismo ante la anticipación, lo que no supe era anticipación ¿a qué?, ¿qué esperaba que sucediera como para sentirme así?-, tienen órdenes claras y las siguen, no dudo que lo intuyan o lo den por hecho pero es algo de lo que no se habla en esta casa –eso era verdad, en parte porque ellos sabían que los necesitaba, que no iba a atacarlos, porque nunca habían visto algo sórdido en esta casa, jamás había llevado alguien vivo y había salido muerto, pero sobre todo porque no hablarlo me hacía sentir más normal. Lo normal es aburrido, suelen decir, pero cuando has pasado tantos años en la periferia, deseas un poco de eso, tan sólo una mirada a hurtadillas a la normalidad, que es a lo único que tengo derecho.

Iba a responderle que la admiraba por su labor. Siempre lo he dicho, si mi vida hubiera tomado un giro diferente, yo mismo me dedicaría a cazar a los vampiros, pero ahora qué me queda, sólo observar, sólo esperar que alguien no vea que soy el eslabón débil y sin importancia de una cadena y ese alguien finalmente me mate. Pero no pude decírselo, tuve que voltear a verla sorprendido ante su declaración, esta vez sí, mi mano se afianzó a su cuerpo, la atraje un poco más y mi corazón, o lo que sea que haya en mi pecho, dio un vuelco.

-Es… halagador –me reprendí un segundo después de decir aquello, ¿"halagador"?, por Dios Daniil, podrías mostrar un poco más de emoción, no era sólo halagador, era más que eso, incluso mi gesto cambió, pues mi elección de palabras había sido por demás desventurada, carraspeé-. Yo también lo haré, me salvaste y… -traté de componer las cosas pero no había mucho por hacer, las palabras no eran suficientes ni adecuadas, no parecían ser mi aliadas esta vez, así que la observé a los ojos, me separé unos centímetros obligándola a erguir la cabeza después de que estaba sobre mi hombro, sonreí con aire cándido y luego la besé, porque si no lo hacía no lo iba a hacer nunca, porque si no lo hacía sentía que me moría y eso, eso es demasiado por soportar considerando que en realidad, no puedo morir.
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Mensaje por Dagmar Biermann Mar Oct 11, 2011 8:45 pm

"¡No te muevas, no te separes! ¡No lo hagas!" Dentro de mi cabeza mi propia voz comenzó a retumbar. ¿Dónde demonios me he metido? Por un momento me di cuenta que toda creencia había quedado en el olvido. Había desechado todo aprendizaje. Imaginé por escasos tres segundos el rostro frío, decepcionado y doloroso de mi padre, sin embargo su firme agarré hizo que esa imagen se desvaneciera como si… Como si no me importara ni un poco lo que él pudiera pensar y sentir. Lentamente baje una de mis manos para colocarla encima de la suya, la que sostenía mi cintura, empujé un poco sus dedos para que se abrieran, así pude enredar los míos entre los suyos. Aquel acto solo le dejaba en claro que estaba de acuerdo, que deseaba sentirlo. ¿Qué eran en realidad los vampiros? No podían ser todos crueles, tenía frente a mi el vivo ejemplo de uno que era más ser humano que incluso yo misma. Porque debía aceptarlo siempre solía ser indiferente incluso con el dolor de mi especie. Una lección de vida me estaba dejando. No juzgues solo por lo que te dicen, es mejor aprender por caídas propias, hacerte un juicio propio d ella realidad.

¿Cómo serían entonces los labios del vampiro? ¿Duros y fríos? Temblé por unos momentos, sin embargo deseaba aquello por lo que cerré los ojos recibiendo aquellos labios sobre los míos. Por unos momentos ambos nos quedamos quietos, sin separar ni un poco aquella unión, al contrario moví ligeramente mi cuerpo y me acerqué a él, entonces mi pecho se pegó al suyo y sentí como su respiración estaba tan acelerada como la mía. Que irónico ¿Necesitaba él acaso respirar? ¡Basta de pensar Dagmar! De pronto sus labios comenzaron a moverse, con un ritmo suave, era bastante delicado, sus labios eran suaves, si están fríos pero aquello se perdía cuando se unían a los míos que obviamente estaban cálidos. Llevé mi mano libre hasta su mejilla, sosteniendo con cuidado su rostro, mientras el mío se ladeaba un poco, de manera lenta, aquello era demasiado perfecto, mis labios embonaban tan bien en los suyos que incluso sentí un extraño escalofrío por el cuerpo. Me detuve por escasos momentos. - Daniil… - En realidad no sabía que decirle, como reaccionar. Estaba volviendo a pensar demasiado, no era correcto. Esta vez yo me deje llevar por esos deseos que mi cuerpo sintió despertar cuando no los conocía aun a la perfección. Abrí los labios con delicadeza, poco a poco, solté una risita traviesa cuando en un movimiento brusco me di con uno de sus dientes - Ouch, lo siento - Escasas palabras cómplices, y algo en mi pecho comenzando a moverse. ¿Existía el amor a primera vista? No, no era posible, en el primer momento que lo había visto había deseado arrancar su cabeza. Entonces sería amor a… un amor a verlo bien, si poder ver bien lo que Daniil tenía dentro. Después de esa torpeza adentré mi lengua con cuidado en su cavidad, su sabor era delicioso, reconfortante, su lengua se unió con la mía aquel baile tan perfecto, así estuvimos unos momentos hasta que pude volver a la realidad, me separé no sin antes dar un pequeño mordisco cómplice a su labio inferior.

Carraspeé por unos momentos. Aclaré mi garganta ¿Qué debía decir? No sabía que decir, sin embargo mi cuerpo delataba mi estado de emoción pues el calor de este estaba por completo en mi rostro, seguramente estaba sonrojada. ¡Un vampiro te ha hecho sonrojar Dagmar! Volví a decirme, que raro era eso de hablar consigo mismo. Pero era cierto, los sonrojos no eran los míos, mi primer sonrojo - Me deje llevar - Por fin solté para después sonreírle. - No lo espere… No lo imaginaba… Pero… lo disfruté - Bajé la mirada sintiendo vergüenza por mis palabras pero si de algo podía sentirme orgullosa es que no me guardaba para nada lo que sentía o pensaba. Giré mi cuerpo y mi rostro, seguramente podía ver perfectamente mi perfil. Tomé el vaso de limonada que me habían traído sus sirvientes para poder tomar e intentar bajarme el nervio y el calor - ¿Por qué lo hiciste vampiro? - Susurré muy bajo como si algo muy malo hubiera hecho y no quería que fuera descubierta sin embargo esa sonrisa en mi rostro no se borraba pues lo cierto era que volvería a cometer cualquier infracción y delito para que eso volviera a ocurrir.

El silencio invadió aquel lugar. incluso podía escuchar los murmullos sorprendidos de los sirvientes. ¿Acaso habían visto aquello? Sentí el sonrojo volver a apoderarse de mi cuerpo. Estiré mi mano para poder alcanzar la suya - Dios… ¿Que he hecho? Nos besamos - Alce mi voz bastante nerviosa, apreté su mano poniéndome de pie. Alterada sin embargo no lo soltaba, no podía, necesitaba su contacto ¿Lo necesitaba? Si, si lo necesitaba porque me mantenía tranquila. Giré mi cuerpo para poder verlo bien - Daniil, ¿qué me has hecho? ¡Dime! Me siento tan vulnerable… - Mordí mi labio inferior, no podía dejar escapar la mirada que tenía frente a mi. Caminé dos pasos hacía él, mi mano descanso en uno de sus hombros, no podía avanzar más aunque quisiera. ¿Qué estaría pensando? ¿Y si todo eso era una trampa? Negué cerrando los ojos, necesitaba escucharlo porque apartar de este día su voz sería esa escapatoria que necesitaba de la vida tan exigente que sola me había dado, porque merecía un poco de paz, porque merecía un paraíso en la tierra, mi interior me lo gritaba que tal vez, solo tal vez podría alcanzarla entre sus brazos.


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Mensaje por Invitado Miér Oct 12, 2011 9:39 pm

Escuché el ligero y leve rechinido de la pata de una silla al desplazarse sobre la superficie del piso, fue lo último que recuerdo de esa realidad, pues luego lo único que podía sentir y lo único que importaba era ella, sus labios, sus movimientos, su aliento. Había cometido una imprudencia, una que podía conducir a un millón de escenarios posibles, siendo una bofetada el más probable y este, el que ahora ambos vivíamos el más remoto. Pero ahí estábamos, me moví con torpeza, era como si estuviera desentumiendo cada parte de mi cuerpo que era requerida para aquel ejercicio, la mano que no la sostenía de la cintura se posó en el borde de la mesa como si aquello impidiese dejarme caer, pero en cuanto sentí que me tomaba del rostro de aquel modo la imité, sólo que yo la sostuve de la nuca para profundizar el acto.

La escuché decir mi nombre, fue tan raro, era algo completamente ajeno a mí, escuchar a alguien decir mi nombre con aquella evocación, falta de aliento causa de lo que yo había provocado, y para qué me miento, lo había hecho preparado para lo peor, pero esperando lo mejor. Porque antes me había dicho, en forma de promesa implícita que me protegería y aquello, eso que dijo, era una señal, lo importante ahora era saber si se trataba de una señal caída del cielo o venida del infierno. Aunque tan sólo bastaba verla para saber que lo que decía lo decía de verdad.

Reí cuando chocó con uno de mis dientes, reí y me acomodé en la silla sin soltarla, apretando su mano y con la otra hundiendo los dedos en su cabello, después de aquel preludio que se sintió interminable, finalmente pudimos hacerlo, como si al principio nos hubiéramos reconocido y ahora nos sintiéramos cómodos. Si mi corazón latiera seguro se sentiría como un montón de caballos fuera de control, mustangs en estampida que se repite en una incesante secuencia en la pradera de mi pecho. Fue una curva perfecta, en la cúspide me sentí seguro, me sentí correspondido, me sentí completo. Qué raro era eso, qué raro era sentir aquello cuando sólo un par de veces a lo largo de mis 500 años lo había experimentado, y luego descendí, me hundí hasta el mismo Hades cuando todo hubo terminado. Me sentí el más idiota de los hombres, o vampiros, en este instante no importaba. Tan sólo nos separamos me sentí desolado, perdido. Me hice hacia atrás y la observé, observé cada uno de sus movimientos, su sonrojo que la hacía lucir adorable, aún aturdido por el sabor de su boca, familiar porque ya había bebido de su sangre pero excitante a la vez.

-No, fue mi… -me detuve, ¿cómo debía continuar esa frase? –culpa –de nuevo la elección de palabras había sido terrible, no era “culpa”, “impulso” hubiese quedado mejor, cualquier cosa hubiese quedado mejor, pero de toda la lista infinita de palabras escogí la peor para completar mi frase, porque no me sentía culpable, no me arrepentía, desvié la mirada para que no viera lo mal que estaba, lo tonto que era. Pero cuando continuó la miré con sorpresa, mis ojos se dirigieron a ella como imán y sonreí, sonreí sin tratar de ocultarlo –yo también –yo también lo disfruté, pero algo me impedía decir las cosas como las estaba sintiendo, quizá la impresión de, de pronto y casi de la nada, sentirme avasallado por todos esos sentimientos. Yo no debía depositar afecto en nadie, mi vida era una lista interminable de personas diciendo adiós, y sin embargo ahí estaba, tomándola de la mano, queriendo volver a besarla, no queriendo dar marcha atrás.

De nuevo me quedé atento a sus movimientos, la delicadeza de su mano al tomar el vaso y beber de él, todo me parecía increíblemente fascinante como si me acabaran de decir el máximo secreto médico. ¿Por qué lo hice?, esa era una buena pregunta, y hubiera dado todo lo que tenía, incluso lo que no, para poder darle una respuesta que sonara factible. No tenía nada, todo era agua que se me escurría de las manos, no podía asirme a absolutamente nada y la frustración me raptó. Si las palabras antes decidieron darme la espalda, ahora ni siquiera podía divisarlas, me habían abandonado a la deriva, se había ido como una jauría nómada. Agaché el rostro como si pudiera encontrar la respuesta en el filo de la mesa.

No importó luego, ella se puso de pie y la observé, mis ojos, mi expresión, mi gesto debía ser de una súplica atroz, patético como siempre era, pero no me importó, sólo quería que supiera que si se iba, en ese instante mi muerte daría comienzo, y la muerte dentro de la muerte debía ser la peor de las agonías, sin embargo no me soltó y la esperanza me golpeó de frente, me noqueo, quedé tirado en el suelo desangrándome de fe y posibilidades.

-Yo… yo no sé –definitivamente no era mi día en cuanto a responderle se trataba, cada vez que abría la boca me volvía a desplomar abatido, alzando una nube de polvo como gladiador al que le han enterrado una espada en la yugular y cae sin vida en medio del coliseo, sin embargo, logré actuar, me puse de pie, de nuevo el sonido de las patas de una silla rechinando sobre el suelo, no la solté, soltarla significaba que pudiera irse y por todos los cielos, la necesitaba a mi lado. Llevé a mis labios esa misma mano que estaba unida a la mía y la besé para luego mirarla a los ojos-. No sé qué pasó, de lo que estoy seguro es que no me arrepiento, si ahora te quieres ir lo comprenderé, lo siento –el alma, el saldo de alma que aún quedaba en mi cuerpo se partió en dos como un cielo dividido, pero tuve que hacerlo, decirle aquello, mi atrevimiento debía ser castigado.

Me quedé parado, pasmado e impávido, pero era como si nuestras manos hubiesen sido fabricadas para entrelazarse de ese modo, no podía soltarla. No quería soltarla.


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Mensaje por Dagmar Biermann Jue Oct 13, 2011 3:44 am

"Los ojos son las ventanas del alma" Mucho tiempo atrás mi madre me había dicho esa frase cuando lloraba la perdida de una persona que amaba, recuerdo bien que aquella mañana había intentado simular aun mi dolor, no quería que mi madre supiera el pesar que tenía en mi interior, ella era más fuerte que yo cuando se trataba de personas que amábamos, y es que pocas personas podían entrar a mi corazón y cuando entraban todas esas armas, murallas y barreras que ponía se derrumbaban. Había entendido bien gracias a eso que aunque no tuviera ese lagrimeo, o incluso el rojo que delataba tanto llanto, los ojos podían incluso gritar el animo de la persona dentro de su cuerpo. Con el paso del tiempo aprendí a manejar mis emociones y no mostrarlas con nadie, incluso mis ojos solían no tener esas emociones. Fue entonces cuando los ojos de Daniil me hicieron ver que no estaba mal poder dejar a los demás entrar al alma, incluso poder permitir aquello nos ahorraría de demasiados malos entendidos.

Giré mi cuerpo un poco cuando él se puso de pie. De manera inconsciente di dos pasos hacía atrás hasta que mi cuerpo choco contra la mesa. Me seguía como si de verdad temiera que saldría corriendo si me separaba. No podía dejar de mirar sus ojos, estos suplicaban algo pero en realidad no podía descifrar bien las cosas. Por fin había hablado, había roto el silencio tan incomodo que se apoderaba de nosotros. Sonreí nerviosa con sus primeras palabras torpes. - ¿Tiene miedo? ¿Acaso tiene miedo a que me vaya? - Pregunté con cierta emoción, esperando a que su respuesta fuera positiva. Siempre había pensado que estás criaturas si les dabas la confianza llegaban a embrujarte, podía jurar que él lo estaba haciendo conmigo pues me sentía bastante… Bastante encandilada por él. Aquel beso delicado en mi mano hizo que las cosas se pusieran un tanto más relajadas pues estaba demostrando que comenzaba a tenerme confianza. Seguramente así como yo pensaba que podría beber de mi en cualquier momento, el pensaría que lo atacaría.

Lo siguiente que salió de sus labios hizo que bajara la mirada lo bastante dolida. - ¿No se arrepiente dice y no le importa que marche? - No podía volver a levantar el rostro. Sin duda sentía una especie de ardor recorrer mi cuerpo. Quizás mi beso no había sido bueno, quizás había todo la magia del momento con mi atrevimiento. Quizás estaba pensando que era una atrevida que no valía la pena que estuviera ante su presencia. Me sentí tan poco digna que por escasos momentos de verdad quise salir corriendo. A pesar de sentir toda esa debilidad frente a él no podía moverme, mi cuerpo no quería salir de ese encierro que tenía entre sus brazos. Solté su mano con bastante dificultad, con renuencia pero era lo correcto. Sus dedos no querían soltar mi mano sin embargo un movimiento brusco hizo que pudiera liberarme. Se notaba lo dolida que estaba por sus palabras. Con la mirada aun abajo ambas manos comenzaban a juguetear entre si delatando mi tristeza y nerviosismo. Que tic tan malo el mío.

Por primera vez yo. Dagmar Biermann hija de uno de los cazadores más importantes en el mundo, una cazadora nata, firme, fuerte se había quebrado dejando entrar a su mundo a una criatura que no tenía el derecho por ser un ser "maldito" y sin embargo él me tenía en sus manos. No podía negar que era demasiado raro sentirse más débil que otro, sin embargo sabiendo que era él se sentía bien. Mi pequeña figura estaba siendo tapada del paso por la de él, me llevaba de diferencia una cabeza y media, si que era alto. Su cuerpo era fornido. Sus manos, podía observarlas desde aquella postura eran grandes, varoniles. Después de un tiempo en silencio coloqué ambas manos sobre las suyas y por fin subí lentamente mi rostro para captar el suyo - ¿Y si no deseo irme? ¿Y si deseo que usted me cuide esta noche? - Carraspeé dándome cuenta que de nuevo estaba cayendo ante él.

Escuché el sonido del viento golpear con fuerza las ventanas del lugar. De repente gotas de lluvia comenzaron a golpearlas también podía identificar ese sonido a la perfecto pues el tiempo que permanecía en aldeas me había hecho aprender a apreciar a la lluvia al no tener un techo firme, era raro, seguramente por mi delicadeza nadie creería las cosas que podía llegar a hacer. Lo empujé ligeramente para abrir la cortina cercana, el cielo era demasiado grisáceo me mire para verlo con una cara fingida de pesar - No puedo irme pues la lluvia podría hacerme daño… - Sin poder evitarlo sonreír, volvía a cerrar la ventana - Acércate - Pedí en un susurró ligero - Acércate y dime si deseas que marche de tu lado, acércate y dime que tu corazón no se volcó cuando nuestros labios se unión, dime caballero por favor que desea tu corazón - Así como el se acercaba yo hice lo propio, llevé ambas manos a sus mejillas para tomar su rostro y acercarlo al mío, nuestros labios rozaron ligeramente - Solo… dime que deseas…- Cerré los ojos temblorosa, de nuevo descubriendo que aunque no lo aceptara ahora, necesitaba estar con él para poder estar bien.


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Mensaje por Invitado Miér Oct 19, 2011 9:09 pm

A veces creo que el colapso me vendría mejor. Llevar todo al límite, al punto de despedazar todo. Todo lo que soy, fui, seré. Terminar con esto de una manera decorosa, recoger la poca dignidad y decencia que me queda y desaparecer. A veces creo que sería un mejor fantasma, porque un buen vampiro no soy. Pero luego hay momentos en los que parezco menos desventurado, en los que después de tanta noche y negritud, hay luz por estúpido que suene. Hace unas horas creí que, causa de estarme autoflagelando como es mi costumbre, estarme propinando un suplicio y no haberme alimentado en días, iba a terminar todo, y de algún modo he estado preparado para ese momento por mucho tiempo, y si iba a dejar de vivir esta vida que difícilmente puede ser llamada así, me parecía un regalo inmerecido hacerlo a manos de ella, de Dagmar, porque al menos abandonaría la tortura que es mi existencia contemplando un rostro que no parece terrenal por la belleza que lo esculpe.

Pero heme aquí, tras haber probado su sangre, tras haberla besado (¡porque soy un tonto!), tras habernos salvado la vida mutuamente. Noto entusiasmo en sus palabras y mirada, entusiasmo que me contagia, o tal vez fue viceversa, porque no puedo dejar de ser el pobre diablo que siempre he sido y que piensa que un beso puede retener a alguien como ella, y luego miro su decepción, cambia tan rápido que no lo entiendo, porque no la entiendo, las mujeres me parecen el más grande misterio de la vida, pero por ahora no lucharé en vano por entenderla, por ahora no me provocaré jaqueca tratando de comprender qué demonios pasa.

Qué demonios pasa.

Es una muy buena pregunta, pero no importa, por ahora la dejaré de lado, en el tintero de las miles de preguntas que todas las mañanas, cuando termino mi rutina nocturna, me atacan en hordas de insectos que me pican las palmas de las manos. No digo nada porque ahora creo que erré en mis palabras y no quiero volver a hacerlo, sólo la observo, embebido por su belleza, y no sólo es una belleza física, la cual es más que evidente, sino que parece poseedora de un alma preciosa.

Nos separamos y la observo dirigirse a la ventana, estoy a punto de gritar que no lo haga, pero me contengo, doy un paso hacia atrás como instinto de preservación. El sonido de la lluvia siempre me ha parecido tranquilizador, entre más fuerte mejor, es una sinfonía que la naturaleza de vez en cuando se atreve a soltar, ya sea en compases delicados o con furia, como hoy. Parece que esta vez ha decidido jugar a mi favor, pues la tormenta exterior impide que ella se vaya, y no, no quiero que se vaya. Obedezco y me acerco, no la toco, aunque la distancia entre ambos es poca.

-Puede quedarse el tiempo que desee, no habría cosa que pudiera hacerme más feliz –claro que la felicidad era un término relativo, y más tratándose de mí, cuya incapacidad por sentirla es el pan de cada día, pero no me iba a poner a aclararle todo eso. A pesar de mi comentario tan parcial, y de mi semblante tan impasible, había dicho eso con completa sinceridad. Me gusta pensar que “menos miserable” es el equivalente a felicidad en mí, y sí, su compañía me haría menos miserable, por un par de horas, el tiempo que ella quisiera quedarse, al menos.

Pero luego fue como si ella se empeñara en destruir todo en lo que creía, y lo hacía tan sencillo que parecía ser poseedora de un poder más allá de mi entendimiento. Tan sólo al sentirla tocándome de ese modo ya me mareaba, me ponía nervioso, me acobardaba, ya ni qué decir de cuando sus labios tocaron los míos. Y para qué voy a mentir, desde que nos besamos, tan sólo un par de minutos atrás, había estado deseando repetirlo pero no sabía cómo. Soy un completo fracaso cuando lidiar con hermosas damas se trata, siempre digo algo mal, actúo de forma incorrecta, me intimidan y no puedo negarlo.

Mi rostro, lo sé bien, era de estupidez llana, de un tipo qué no sabe qué hacer o qué decir. Aún no entiendo como 500 años después me siento tan inútil la mayoría del tiempo. Cerré los ojos y bufé, cansado de mi propia debilidad y las limitantes que solo me impongo.

¿Qué deseaba?, oh… tantas cosas. Pero esa tarde de lluvia deseaba su compañía, aunque fuese solo charlando, aunque fuese sólo mirándola, tan patético soy que con eso me conformo. Abrí los ojos de nuevo y tragué saliva para luego posar una de mis frías manos sobre su mejilla y contemplarla, tocarla para saber que es real porque no me lo parece. Es increíble que frente a mi esté ella, con su fuerza y su gracia, quiero comprobar que no se trata de un sueño. Daba igual si respondía o no. Las palabras son pasajeras, las acciones se quedan, y siguiendo esa filosofía me volví a acercar a ella, de algún modo sabía que si la primera vez no me había abofeteado, no lo haría ahora y por eso me atreví. Deposité un beso breve, brevísimo en la comisura de sus labios, me separé a penas para poder hablar, así sin soltarla.

-Deseo su compañía –de nuevo ahí estaba esa formalidad innecesaria-, deseo tomar el té con usted –esta vez estaba abusando, estaba hablando con educación desmedida, me separé y la tomé de la mano mientras sonreía-, ¿qué dice? –sin embargo esa era la intención, una simple taza de té ruso, con miel y canela, justo como lo preparaba mi madre, podía ser el parte aguas de algo más. No sé qué, no sé a ciencia cierta qué podría desatar eso, pero quería averiguarlo.
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Mensaje por Dagmar Biermann Dom Oct 23, 2011 5:45 am

Tan complicada podía ser toda esta situación. He conocido a demasiadas personas en mi vida. Puedo jurar que el 98 por cierto de las personas con los que convivo son hombres. De hecho siempre he pensado que es un error que hubiera nacido pues mi padre siempre había deseado un varoncito al cual poder entrenar sin remordimientos, sin temer a lastimarlo, y sobre todo para dejarle su imperio. Era cierto que conmigo no tuvo ese vació por tener un hijo, de hecho para él era un privilegio tener una hija que fuera en su totalidad una cazadora que pudiera moverse incluso en algunas ocasiones de mejor manera que los varones mismos pero mi padre temía a perderme pues se acostumbró con el paso de los años a que fuera una chica y sobre todo me llegó a amar de esa manera.

Su miedo era el que me decía que odiaba que fuera una cazadora, temía mucho a que perdiera la vida en medio del bosque a manos de una criatura de la noche. Su sueño quizás sería verme de esta manera, enganchada en algún hombre que pudiera hacer que me perdiera en sus ojos de tal manera que la cacería no me llegara a importar más. Un tiempo atrás había pensado que me había enamorado, pero tan solo sentí como mis nombre inundaba mis sueños, mi mente, y mi corazón salí huyendo por no saber controlar todo eso que tenía dentro de mi. En ocasiones pensaba que de haberme quedado quizás en este momento estuviera en un hogar, quizás sin hacer esto que me gustaba, quizás sin sentir la piel fría del vampiro, sin conocer ese par de ojos, sin rozar esos labios, sin tener este deseo de sentir mi cuerpo junto al suyo. Todo era tan confuso, nadie podía enamorarse tan rápido. No, no estaba enamorada, quizás solo era mi debilidad la que me estaba jugando este mal rato, quizás era la falta de sueño, quizás solo era verdad y me daba miedo aceptarlo. Mi padre deseaba que me enamorara, deseaba que me mantuviera en casa pero ¿Enamorarme de un vampiro era valido?

Su corto beso fue el que me hizo salir de tanto pensamiento absurdo de estos momentos. - ¿Una taza de té? - Sonreí separándome por completo de él. - ¿No le gustaría salir a la lluvia? - Rápidamente negué con la cabeza, el agua podría ser no tan propicio después de tanta perdida de sangre. Tomé su mano con delicadeza para comenzar a caminar por el salón hasta dirigirme a la puerta donde habían entrado y salido los sirvientes de la casa. - Me enseñaras a hacer el té con tus propias manos quiero ver que tan anfitrión eres - Sonreí por unos momentos mirándolo con cierta coquetería natural por sobre el hombro. Coloqué una mano en la perilla de la puerta y escuché como algunos pasos corrían de manera "sigilosa" por detrás de la puerta. Giré mi cuerpo pegando la espalda en la puerta y con la mano que había tocado la perilla la coloqué sobre su pecho mordiendo por escasos momentos mi labio inferior - Demos un poco de tiempo para que huyan dejándonos solos - Me coloqué de puntas para atraer después su rostro con mi mano que se deslizó a su nuca y ahora era mi turno. Junté nuestros labios de manera ciertamente "agresiva" abriendo los labios y adentrando mi lengua de manera posesiva, pero antes de que pudiera hacer algo me separé y abrí la puerta dejándolo con esa sensación para después adentrarnos a la cocina.

La cocina al igual que la casa era demasiado bonita, sencilla pero con un toque hogareño que seguro su sirvientes le daban, miré su rostro por unos momentos, parecía demasiado confundido, como explorando un lugar que no había conocido antes y comencé a reír - ¿Hace cuanto no entrabas a este lugar? - Solté su mano y comencé a mover algunos de los estantes intentando buscar una tetera y el té - no encuentro nada - Antes de seguir buscando Leslie había llegado a nuestro rescate, la observe con una sonrisa nerviosa, sintiéndome completamente tímida. Esta dejo las hiervas y la tetera llena de agua alado de nosotros. Se despidió rápidamente volviéndonos a dar esa privacidad que tanto anhelaba y mire de reojo al vampiro - ¿A que hora empiezas a hacer el té? - Pregunté con un tono de voz ronco y completamente seductor mientras recargaba ambos codos en la mesa y luego en una de mis manos mi rostro, no podía dejar de verlo, me tenía hipnotizada, encantada, encandilada y por más que quería quitar la mirada de él algo me atraía de nuevo a quedarme encerrada en el cuadro de sus ojos.

El hermoso vestido que la mujer me abría prestado se me acomodaba perfectamente en el cuerpo. Por un momento quise sentarme por lo que di un salto en la mesa y me senté cruzando las piernas y mirándolo a mi lado. - ¿Hace cuanto tiempo estás en Paris? - Tenía curiosidad de saber más de él, no solo quería saber su nombre y que claro era un vampiro. - Debes tener poco… ¿O como has sobrevivido con tanto cazador? Debes tener cuidado de quien menos lo esperes puede llegar y… atacarte - Las armas, claro, a pesar de las curaciones a pesar del baño aun las cargaba conmigo, deslice los bordes del vestido hasta dejar que viera mis piernas, no por completo pero si mis piernas, deslice una mano por mi pierna y antes de hacer algo que pareciera un poco más indebido saqué una navaja clavándola en la mesa de manera - ¿Ves? Hasta una inocente señorita como yo puede ser peligrosa - Le guiñé un ojo sonriendo y sacando la navaja de la mesa para luego volverla a guardar y colocar el vestido de manera correcta. Aunque bueno a esas alturas él ya había visto mi cuerpo casi desnudo, que importaba.

La gotas de lluvia seguían golpeando con fuerza las ventanas, el sonido seguía relajando mi cuerpo, el calor de la tetera comenzó también a surgir su efecto y mi cuerpo empezó ciertamente a temblar, no de frío más bien de cansancio. Llevé una mano a mi boca para cubrir el siguiente bosquejo y sonreí apenada - Mi mortalidad esta molestando - Estiré mi mano para poder pedirle la suya y que se acercara - Ven Daniil - Observé su rostro pálido frente a mi, hice una mueca, sabía bien de la alimentación de los vampiros, debía leer un poco para poder estar familiarizada y saber cuando es el momento correcto para saber que se habían alimentado o no y eso me ayudaba a saber si eran más fuertes o no antes de atacarlos - Dime ¿Por qué no te habías alimentado? Perdiste el conocimiento ¿Por qué pasaste tanto sin beber sangre? - No sabía si era correcto meterme en esos temas pero ahora que al menos unos besos "castos" habíamos compartido, después de todo lo ocurrido aquella noche era imposible no preocuparme, era imposible no querer su bien, porque por extraña razón su bien era el mío.


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