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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Vie Jun 17, 2011 4:44 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Aquella noche no era diferente a las demás, una noche de primavera plagada por estrellas y por los sonidos lejanos de los seres que deambulan en la penumbra, nada que no sucediera en París y sus alrededores a esa hora, nada era diferente. Sus pasos habían dejado de sonar sobre el empedrado para hacer un ruido leve e insignificante sobre el suave pasto y la tierra húmeda, había caminado por horas pero no estaba cansado, o al menos no quería pensar en ello, su vista estaba fija en sus pies y no prestaba atención a otra cosa. Se sentía débil, no se había alimentado en tres días y eso comenzaba a mermar en su semblante, y no lo había hecho no porque no pudiera, sino porque no había querido, como si se estuviera imponiendo un castigo estúpido, como si todo eso fuera su culpa. Que Indro no lo acompañara a París no era su culpa, ambos era adultos y podían tomar sus decisiones y aún así cada vez que su amigo le negaba algo sentía que era porque había hecho mal; por eso no se había alimentado, porque tenía cabeza sólo para su amigo pero al paso que iba no lograría llegar muy lejos.

La llamada de atención vino de uno de sus sirvientes que le había dicho "señor, se ve más pálido que de costumbre" y eso ya era decir bastante, esos hombres y mujeres que tenía en su casa le eran fieles, y no preguntaban sobre sus extraños rituales cotidianos, pero al menos se preocupaban por él cuando lo veían así. Salió de su casa en el centro de París con una sola cosa en la cabeza, cazar para alimentarse, decidiendo ya no pensar más en su amigo u otra cosa, sólo en su meta clara, hacerse de algún animal para comer y luego regresar antes del alba.

Era una imprudencia si se detenía a pensarlo, salir así en su condición, estaba la amenaza de la que le había advertido Indro en Florencia, y estaban esos que iban tras los de su especie como buitres sobrevolando un cadáver, los cazadores eran personas de temerse, y que personalmente Daniil respetaba; quizá había salido tan negligentemente sin protección y completamente débil para añadir penitencias al castigo que inmerecidamente se estaba imponiendo. Quién sabe, lo cierto era que necesitaba alimentarse.

Vagó unos minutos tratando de aguzar el oído, tratar de escuchar un ciervo perdido o un lobo que se ha separado de la manada, miró al cielo, no era luna llena y la tercero de sus amenazas quedaba descartada al completo, no habría hombres lobo al menos. Siguió por unos segundos el rastro de lo que parecía un animal mediano, pero luego de unos momentos se dio cuenta que no se trataba de una bestia del bosque, sino de un humano quien andaba cerca y se preguntó quién estaba cazando a quién.

Se quedó quieto en un claro moviendo los ojos a donde el sonido de pisadas entre la maleza le indicaba no sólo ubicación, sino también distancia. Debía estar atento, no quería que su inmortal existencia acabara ahí.
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Mensaje por Invitado Lun Oct 31, 2011 6:45 am

Mis ojos se movieron por un momento imperceptible, se dirigieron por un segundo a la ventana, resguardada detrás del grueso terciopelo obligatorio en toda la casa. Nunca he hablado con Leslie y con el resto de los mozos sobre lo que soy, pero no se necesita ser un genio para darse cuenta. Exijo (es mi única exigencia real) que todo esté en penumbras siempre, duermo de día y salgo por las noches, jamás me han cocinado una cena como se debe, creo que no hace falta que les diga tácitamente mi naturaleza, no son tontos, a estas alturas deben de haberse dado cuenta ya. Pero también saben, porque se los he dado a entender, que no corren peligro, y eso es importante para que su lealtad se mantenga de mi lado.

El sonido de la lluvia cayendo era casi como un arrullo. Por un segundo pude escuchar la voz de mi madre entonando “Dvesti Let” (Doscientos Años), una vieja canción de cuna de mi natal Rusia, mientras la nevada golpeaba el exterior y nosotros, los cuatro nos resguardábamos en el interior de la casa. El aroma del té de canela y miel, acostumbrado en mi país desde siempre, llegó a mí, el mismo que le había ofrecido a mi invitada. Pero no era más que un recuerdo, porque ahora sólo vivo de ese modo, a base de retazos de cosas que han pasado y ya no tengo más. Regresé la vista al frente pero estaba ausente, demasiado absorto en mis propias reminiscencias.

La observé alejarse, dirigirse a la puerta que nos conduciría a la cocina pero luego girarse, aún estaba muy distraído como para notar que pasaba del otro lado. Me acerqué con paso incierto, pero cuando estuve frente a ella, cuando me tomó de aquel modo, cuando me besó de nuevo, me sentí extrañamente capaz de conquistar al mundo. Me sentí seguro, y es tan raro que dicha sensación se apodere de mí que era inevitable no notarla, sonreí cuando ella abrió la puerta. La miré buscar en los cajones y estantes, ni yo sabía dónde estaban la mayoría de las cosas, si llegaba a pararme en esta habitación era para pedirle una diligencia a Leslie, no más. Y fue ésta misma quien llegó a nuestro auxilio, le di las gracias y la observé alejarse.

-Veamos –dije una vez que estuvimos solos nuevamente, me quité el sacó y subí las mangas de la camisa blanca como si la tarea que estaba a punto de hacer fuese más que simplemente preparar té-, espero recordar cómo se hace –reí ante mis propias palabras y me giré para comenzar. Aticé el fuego para luego poner la tetera llena de agua, debíamos esperar a que hirviera, observé la llama bajo el traste, me quedé hipnotizado por su danzar y crepitar hasta que su pregunta llamó mi atención, me giré y la observé completamente perdido. Regresaba a ser el mismo de siempre, aquel momento en el que me sentí poderoso se había esfumado tan rápido como había venido.

-Llevo un par de meses en la ciudad –respondí a su pregunta, me di cuenta que había perdido la noción del tiempo desde mi llegada, mis ojos no se separaron de ella y antes de poder seguir contestando vi lo que hacía con aquella daga y asentí, tenía razón-, sí, es verdad, pero no salgo demasiado de esta casa, eso disminuye considerablemente el peligro, además… -me acerqué olvidándome de momento del agua en el fuego –sé que tú no me harías daño –no sabía de dónde sacaba tal afirmación, pero lo sentía, algo en ella me lo decía.

Me volví a girar hacia la tetera, busqué en un cajón junto al fogón, sólo había cuchillos grandes como para carne, seguí buscando hasta que encontré dos infusores de té de plata, parecidos a pequeñas cucharas como para postre, luego tocó buscar en las gavetas un par de platos y tazas de porcelana, sabía que tenía todas esas cosas porque recordaba haberlas adquirido en algún punto de mi existencia, no porque las usara a menudo. Fue una suerte que no me estuviera viendo la cara, causa de mi búsqueda, cuando me hizo la siguiente pregunta, fruncí el ceño y mi mirada, estuve seguro se ensombreció. Me quedé parado con ambos brazos a lánguidos a los costados para luego girarme y obsérvala estirando la mano haciéndome una invitación para acompañarla, di un paso o dos, pero me detuve.

-Yo… -yo no sabía qué decirle, esa era la verdad –yo tuve un… -no sabía cómo explicarle que estaba haciendo un berrinche, porque eso era lo que pasaba. Indro se negó a venir a Francia conmigo y yo, de algún modo, creí que dejarme morir era la solución. Sólo estaba molesto, aún lo estoy con toda esa situación, mi rostro era de seriedad pura-, hace poco tuve que ir a Italia a reencontrarme con un viejo amigo… mi único amigo –rectifiqué, aunque fuese un idiota, lo era, era mi único amigo, lo cual era bastante patético si considerábamos que tenía 500 años y sólo un amigo –y bueno… discutimos, supongo que ese asunto me tiene demasiado tenso y molesto como para pensar en alimentarme, creo que eso fue lo que pasó –expliqué, no quería ahondar, porque ahora visto a la distancia realmente lucía estúpido. Discutí con Indro, ¿y?, siempre lo hacía, era nuestra forma de comunicarnos. Finalmente acorté la distancia y me uní a ella en la mesa, tomé asiento junto a ella y observé la tetera, por el sonido que hacía pude adivinar que no tardaría en avisar que el agua estaba hirviendo.

-Tenemos que esperar –dije sin apartar la vista de aquel objeto inanimado, luego me giré para verla y le sonreí, los dos seguramente nos veíamos bastante curiosos subidos ahí en la mesa.
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Mensaje por Dagmar Biermann Jue Nov 03, 2011 2:00 am

Como si los besos no fueran suficientes había notado que empezaba a surgir cierta necesidad del uno con el otro, una necesidad de acortar la distancia de ambos. Debía aceptar que el poder sentir su temperatura fría me hacía recordar que este momento no era solo un maravilloso sueño sino la más pura de las realidades. Quizás el podría sentir lo mismo que yo en cuanto a esa necesidad de la cercanía, tal vez no la única manera de averiguarlo sería preguntándole pero no me sentía capaz de hacerlo. Si era cierto que podía matarlo en un abrir y cerrar de ojos pero también debía aceptar que me sentía completamente desarmada a su lado. Una sensación tan extraña, tan confusa, no sabía si era lastimera o completamente satisfactoria. "Danil Stravinsky" repetí su nombre dentro de mi cabeza varias veces más como intentando ver si desaparecía todo esto al ir obligándome a reaccionar sin embargo el permanecía a mi lado, encima de su mesa y ahora no dejaba de verme a los ojos. Estiré mi mano, la yema de mis dedos pasaron por su mejilla izquierda simplemente notando como el color rojo de sus mejillas se hacían presente cuando el calor de mi cuerpo se quedaba en la zona que tocaba. - ¿Tengo algo en el rostro? - Mi pregunta había salido de manera inocente, sin ninguna intención de querer ofenderlo por verme, se notaba por la manera en que lo estaba viendo, por la manera en que incluso mi voz había salido o porque mi mano ahora descansaba en su mejilla como si estuviera pegada, como sino pudiera separarse de su piel, con esa misma necesidad de estar con él como lo había pensado con anterioridad.

Dentro de mi estaba teniendo una de las batallas más grandes que hubiera podido tener en mi vida. Y esa batalla ni con todo el tiempo en que había pasado con mi padre en los campos entrenando la podía vencer pues no sabía nada al respecto. Mi pelea solo se trataba si era "correcto" acercarme a robarle otro beso o esperar ansiosa a que él lo hiciera. En un principio incliné mi cuerpo mordiendo mi labio inferior pero mi cuerpo se freno haciendo que diera un brinco fuera de la mesa en donde nos encontrábamos. No estaba midiendo para nada mis movimientos, mi fuerza y eso hizo que soltará un quejido ya que la herida se había estirado un poco - Parece que tendrá que estar tiempo en reposo y observación - Aquello había salido con un doble sentido, esperando a que entendiera esa indirecta de "quiero que estés más a mi lado" sin embargo no era cien por ciento seguro que ambos tuviéramos el mismo entendimiento. Pequeñas punzadas azotaron aquella zona de mi cuerpo, sin embargo mi orgullo no podía doblegarse, siempre ese orgullo, esa soberbia que me caracterizaba que no me dejaba verme menos frente a los demás, esa sensualidad en mis movimientos que dejaba en claro que "estaba bien" aunque me estuviera muriendo. Camine un poco despejando mi mente y cuerpo de esas sensaciones. Me detuve frente a la tetera y observé a mi alrededor encontrando un trapo. Giré mi cuerpo con cuidado llegando al lava manos para llenar un poco de agua el trapo y así no quemarme. Regresé tomando la tetera, observando las dos tasas y luego a Daniil -¿Tomas té? - Mis mejillas extrañamente se sonrojaron, no quería arruinar el momento pero debía preguntarle.

Ambas tazas de té se encontraban en la mesa del salón donde anteriormente había comido. Mis manos las habían dejado con cuidado de no derramar nada en el transcurso de regreso y también al colocarlas. Las había puesto una alado de otra y de manera inconsciente nuestras sillas habían sido empujadas de tal manera los descansa brazos estaban totalmente pegados. Lo observaba curiosa, nerviosa, carraspeando la garganta de vez en cuando hasta que sonreí con - Se siente bastante especial que confíes en mi después de todo, es lindo saber que confías en mis palabras, en que nada malo te pasará a mi lado. Me acomodé en la silla con cuidado, Su mirada no se apartaba de mi cuerpo era como si cuidara que incluso el viento no me hiciera daño. No puedo engañar se sentía demasiado… Demasiado hermoso.

"¿Qué es el amor?" Esa pregunta se cruzo por mi mente como si se tratase de una bomba nuclear que acababa de pegar mi interior. Había leído hace tiempo Romeo y Julieta una historia bastante trágica, un amor prohibido, una muerte, un… Rápidamente voltea a ver a Daniil con la necesidad de saber que estaría bien - Estoy confundida, mi mente me esta diciendo cosas extrañas, mi corazón palpita con desesperación, mi cuerpo tiene una temperatura elevada, estoy sudando de las manos, estoy temerosa, temo no decir o hacer lo correcto al avanzar los minutos… - Tomé un poco de aire para poder seguir hablando con claridad sin embargo me quede callada esperando a que se sentara a mi lado, esperando a poder volver a percibir su delicioso aroma. Lo hizo, en unos momentos se encontraba a mi lado. Mi pequeña mano se coló entre la suya enredando sus dedos con los míos de manera suave. Mi mano libre se estiro para tomar la taza de té. Di varios soplos para no quemarme y tome varios tragos - Simplemente delicioso, mis felicitaciones para el que lo preparo por favor - Solté una risita burlona al mismo tiempo que dejaba la taza en la mesa y voltea a ver. Varios besos recorrieron desde su hombro hasta su mejilla, a estás alturas me era inevitable poder descubrir por que esa necesidad porque tanto nerviosismo sin embargo lo disfrutaba. Mis labios se quedaron pegados a su mejilla y luego me separé soltando un poco de aire - Deberás estar pensando lo peor de mi pero - Me sentía como una niña chiquita que se estaba justificando de algo malo que estuviera haciendo sin embargo no me arrepentía y mucho menos era algo malo o bueno eso quería creer - Yo nunca había hecho esto, besar a alguien de manera tan rápida, mucho menos de un vampiro, no estoy acostumbrada a estar con algún hombre, ni siquiera he estado… - Me quede completamente callada, mis mejillas seguramente se habían encendido por completo sin embargo no dejaba de verlo.

La distancia que ambos teníamos era poca sin embargo sentía que era demasiado . El cansancio estaba invadiendo mi cuerpo, no tenía ganas de estar aguantando mi propio peso, sin medir ni pensar ni nada, me puse de pie, frote mis ojos como si de una pequeña se tratara, cuando estuve frente a él me senté de lado en sus piernas y antes de levantar la pierna que estaba en el piso sosteniendo mi cuerpo, enrolle una mano por detrás y la otra lo rodeo del lado contrario, mis brazos no eran tan largos, sin embargo si pude rodear su cuerpo en un abrazo, mi rostro se recargó en su pecho y me acurruque, como una bebé sintiéndose segura en los brazos de un ser amado, sabiendo que aunque el mundo se acabara nada podía pasarme pues estaba a su lado, porque sus brazos eran el mejor refugio que nadie habían creado para mi pero que evidentemente siempre estuvo esperando a que llegara a resguardarme. -¿Crees en el destino? ¿Crees que el nos trajo aquí? - Hice una pequeña pausa buscando la manera correcta de decirle lo siguiente - ¿Eras igual cuando eras humano? - Había conocido infinidad de vampiros sin embargo no me había importado lo que pensaran, sintieran o como habían llegado ahí sin embargo quizás si aprendía con l tiempo a conocerlo me quitaría esos paradigmas que me habían enseñado y podría cuidarlo con mayor seguridad. "Daniil" ese nombre ya se volvería parte de mis amaneceres de eso estaba segura.


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"Que bella es una persona cuando se muestra imperfecta
Y sin ninguna pretensión de ser lo que no es"
Tus mentiras son la inexistencia real de un mundo de ilusiones:
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Mensaje por Invitado Vie Nov 11, 2011 7:00 am

Había algo en ella, en esta inocencia que parecía no corresponder a su físico y que aún así, tenía mucho sentido. Era como una reina encantada como en cuento de una tierra olvidada, perfecta, inalcanzable, y entonces caí en cuenta de ello, en mi mente se formulaban puestas en escena y yo sólo me encargaba de echarlas abajo. Me sentí insignificante, indigno incluso de ser tocado por ella, pero era la propia Dagmar quien estiraba la mano para alcanzar mi rostro, ¿no?, no tenía respuestas a sus preguntas, nunca tenía respuestas a las preguntas pero ella eso no lo sabía. Por un segundo creí que me iba a besar, pero no concretó el acto, la decepción se arremolinó en mi interior pero sólo tuve a bien esbozar una sonrisa triste y mirarla como si fuese culpable de un delito atroz y ella la encargada de imponerme un castigo.

Asentí ante la referencia a su herida, eso era obvio, era bastante profunda, sólo esperaba que me dejara a mi darle seguimiento, ¿mejores doctores que yo?, muchos, estoy seguro, pero que al menos su desavenencia nos sirviera para vernos después, quién sabe, quería creer en esa posibilidad, asirme a lo que tuviera pero a final de cuentas, enfermo de desesperanza porque no puede, ni puedo ser de otro modo.

Luego todo fue una sucesión de hechos que no estuve seguro si sucedían en realidad o eran invenciones mías, cuando volví a tener los pies sobre suelo parisino, en la casa que me había servido de refugio desde que estaba aquí, me encontraba de nuevo en el salón del comedor, las tazas de té dispuestas sobre la mesa, aspiré el aroma de la canela y la miel, recordando no sólo mi país, sino mi mortalidad, lejana, una memoria guardada en un baúl al que sólo yo tenía acceso y aún así, que pocas veces abría para remover lo que ahí guardaba, por miedo o por lo que fuera, las ganas de no querer recordar cuando era un simple hombre que puede morir, no recordar lo que es sentir la luz y el calor del sol sobre mi faz, no recordar lo que es un día, la normalidad, las aves, los niños jugando, las mujeres que van temprano por la leche, un atardecer, el dolor físico, porque sí, incluso esas sensaciones netamente humanas me hacían falta.

-Todo eso que describes parecen síntomas de alguna enfermedad-, tonto, ingenuo, eso era, sonreí con nerviosismo y me encogí de hombros una vez que estuve sentado a su lado, había descrito una serie de vestigios de alguna enfermedad, o eso me lo pareció de entrada para no darle mayor importancia. Para no crearme ideas que no eran y después éstas, como todo en mi vida, se desplomaran como castillos de arena con las olas del mar. Pero entonces ella ayudaba a formular todas esas fantasías que me negaba a crear en mi cabeza, su cercanía, sus besos, su… todo, me quedé mirando al frente mientras ella esbozaba ese sendero de besos, no sabía qué hacer, cómo actuar, qué decirle, sólo giré la vista cuando volvió a hablar y reí, de todas las cosas que puede haber hecho sólo pude hacer la más estúpida, reírme y negar con la cabeza.

-Nada de eso –susurré mientras la observaba ponerse de pie, por un segundo artero mi mirada delineó congoja, ¿acaso se iba?, pero entonces se sentó en mi regazo y comprendí, la rodeé por la cintura con ambas manos para que no cayera. Sus preguntas me tomaron por sorpresa, el destino no era algo de lo cual me cuestionara a menudo, y saber que nos tenía ahí a ambos me resultaba imposible, decidí, por mi propia salud mental, responder la tercera pregunta primero-. Supongo que muy pocas cosas han cambiado en mí ahora que soy esto, aunque no te voy a mentir –no podía mentirle, no a ella –traté por todos los medios cambiar, pero al final supe que era en vano, el Daniil humano era médico, como yo, y… -dejé inconclusa la frase no queriendo ahondar, suspiré pesadamente mientras afianzaba mi agarre en su cintura.

Ahora quedaba la complicada tarea de responder acertijos sobre el destino, no sabía si había sido algo tan vago como el destino lo que nos tenía ahí y de ese modo, busqué su mirada con ahínco, esperando que entendiera por qué no le respondía, porque no sabía qué responderle, en cambio eché el cuerpo hacia el frente para atrapar su boca con la mía, el deseo de hacerlo de nuevo me estaba quemando de adentro hacia afuera y tenía que hacerlo antes de terminar inmolado. Mis manos subieron hasta sus hombros y bajaron, tocándola con cierta desesperación. Manejarla fue relativamente fácil, considerando mis habilidades, así que me puse de pie en un movimiento brusco, tomándola de la cadera a modo que sus pies no tocaran el suelo y caminé con ella de ese modo, sin dejar de besarla hasta un diván cercano.

La tuve prisionera contra mi cuerpo en aquel sofá, no era yo. Seguí besando sin observar su expresión, no hubiera podido ver en ella un gesto de repulsión u odio, por eso cerraba los ojos con fuerza mientras mi boca seguía besándola donde podía, mandíbula, cuello, hombros, todos los sitios que alcanzaba y una mano se aventuró a sus piernas, alzando un poco el vuelo del vestido.

Gracias a una fuerza superior que, para facilitarme las cosas, llamaré Dios, un momento de lucidez vino a mí y eso me hizo detenerme, me separé de ella y la observé para luego mirarme las manos, sí, yo había sido artífice de todo eso, y me arrepentía, no porque se tratara de ella, sino porque había abusado de mi posición, fuerza y poder. Peiné mi cabello con los dedos de la mano derecha.

-Lo-lo siento –dije agachando la mirada. Soy un idiota, hace tan sólo unos segundos me había dicho que jamás había estado con un hombre y yo ¿pretendía ser el primero?, qué iluso, qué idiota en creerme merecedor de tal privilegio.
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Mensaje por Dagmar Biermann Lun Nov 14, 2011 10:51 pm

¿Enferma? Por primera vez sabía que esto que sentía dentro de mi, esta cantidad de sentimientos que se revolvían en mi estomago no era nada que me llevará a una enfermedad. Como era evidente y sin poder mentir sobre como me sentía como siempre hice una mueca bastante notoría en mi rostro, mostrando claramente la desilusión al no poderle dejar en claro que esto no se trataba de enfermedades o alucinaciones sino de algo más allá de eso, algo que hasta este momento no había podido descifrar, de algo más allá de la realidad, de sentimientos, incluso de miedos por no saber como reaccionar porque siempre salgo huyendo, cuando empiezo a sentirme vulnerable encuentro el primer pretexto para salir y no volver más, pues no tengo permitido ser tan débil, no tengo permitido mostrar un punto débil, no uno tan tonto como el amor y sin embargo mi cuerpo esta acunado en sus brazos y yo no puedo ni quiero salir de aquí, es como si siempre hubiera pertenecido a sus brazos sin importar el tiempo, el espacio, sin importar nada. Sin embargo sus palabras me dejaban en claro que solo de este lado de la mesa se sentía de esta manera. ¿Una enfermedad? Bah. - No, no lo es de eso estoy segura - Susurré con la mirada baja, observando el hermoso piso bien pulido del lugar, quizás era mejor creer sus palabras a creer en mi interior y si lo volvía a repetir me lo creería, era una enfermedad. Su indiferencia era lastimera, tanto o más que la herida y yo no podía hacer nada, no podía obligarle a nada.

Mis ojos se cerraron en automático mientras me refugiaba en su pecho, escondiendo mi rostro mi mirada para no poder ser tan evidente con mis expresiones al reflejar el dolor y decepción, quizás después de dormir un poco sería mejor marchar y dejar de hacer que cargué con una humana que acababa de conocer. Su voz comenzó a inundar el ambiente, cada palabra estaba grabada en mi ser - ¿Y? ¿Y? - Repetí con insistencia queriendo saber más, pero de nuevo comprendí que saber más es cruzar una línea que no me era permitida, que él había puesto por lo visto. Solo tomó un pequeño instante para sacar mi rostro cuando sus labios reclamaron los míos. Era una sensación diferente, una especie de necesidad, de deseo, de… ¿cariño? No lo sabía simplemente era mejor dejarme llevar antes de comenzar a formular miles de preguntas. Y así lo hice. Mi cuerpo se dejo llevar sintiendo como la piel se erizaba toda por completo incluso podía llegar a sentir partes que nunca antes había sentido, mi rostro se doblo ligeramente hacía la izquierda para poder abrir los labios y seguir profundizando el beso, mi lengua se escurrió en su cavidad de manera insegura pero rápidamente se adapto y comenzó una especie de guerra con la suya, apenas podía respirar sin embargo no importaba lo disfrutaba. Inevitablemente mi cuerpo se tensó a causa de las caricias, su mano fría erizó mi cuerpo por completo, mi espalda se arqueo, mis labios se abrieron ligeramente soltando un jadeo, un gemido suave que le dejaba en claro lo bien que la estaba pasando sin embargo se separó dejándome completamente agitada, confundida, sin saber que hacer, sentir, o pensar.

Deslicé la mirada a su cuerpo, aun apenada deslicé mis manos hacía mis piernas para bajar el faldón del vestido, sentí mi cuerpo arder de vergüenza pues me había dejado llevar, ni siquiera había pensado en si eso era bueno o malo. - ¿De verdad lo sientes? - Rompí el hielo que habíamos tenido por un largo rato. Me sentí en el borde del diván y lleve mis manos a su cabello soltando el mismo, Leslie me había hecho una hermosa coleta pero al recargarme me había lastimado por lo que deje mi cabello que cayera por mis hombros en forma de ondas. Miré el suelo unos momentos para poder pensar con tranquilidad sin embargo ninguna idea se acomodaba por lo que me deje llevar por mis impulsos y me puse de pie tomando sus manos - Si de verdad lo sientes puedo... - Busque su mirada, relamí mis labios con cierta sensualidad, mordí el inferior para darme cierto valor y soltando sus manos tomé su rostro con cuidado - Si de verdad lo sientes debo irme pues no podría estar encerrada en un cuarto sin querer sentirte cerca, sin poder besarte, sin poder querer… tocarte - Sonreí ampliamente intentando darle esa seguridad que estaba teniendo al tenerlo cerca de mi, el dolor de la herida se había desvanecido, incluso podía pensar que había desaparecido, que no había estado ahí o que quizás estaba soñando - Puedo irme a descansar, le diré a Leslie que me preparé un cuarto y así no tendrás necesidad de verme hasta que pueda irme con tranquilidad y sin ayuda de nadie, no te atormentes con mi presencia… - Solté su rostro dejando que mis manos callaren a los costados y caminé hacía un lado, estaba confundida pero seguramente si le decía algo volvería a sacar el tema de "la enfermedad" y no estaba dispuesta a volver a escuchar algo así.

Recargué mi espalda en la pared mientras lo veía con una sonrisa en los labios - Yo no siento nada desde que te encontré en el bosque, tampoco de haber venido, que me vieras con poca ropa, de confiar en ti, de besarte mucho menos que creas que lo que siento en este momento por ti sea una enfermedad - Sonreí con cierta inocencia, queriendo dejarle en claro que no había cometido un error al contrario estaría deseando haber hecho lo mismo de no haberlo hecho.

Llevé ambas manos a la altura de mi vientre - Es como si te conociera de hace mucho ¿Nunca te ha pasado algo así? Es decir, tiene apenas unas pocas horas que he topado mi mirada con la tuya, que pude sentir la temperatura de tu piel y sin embargo siento que desde siempre te he conocido, como si… Una parte de mi fuera tuya… Como si deseará que no hubieras parado esos besos, esas caricias - ¿Quién lo diría? Yo misma estaba poniendo mi sentencia de muerte, yo misma me estaba poniendo la soga al cuello, no podía evitarlo, no puedo hacerlo, mentirle a él es como mentirme a mi, porque así como lo había dicho una parte de él estaba dentro de mi, lo sabía, lo sentía por eso había esa conexión tan profunda, tan fuera de la realidad. Daniil, su nombre, su temperatura, su olor, mi voz, su sonrisa, todo estaba grabado en mi cuerpo, en mi corazón, en mi mente y pasase el camino que pasase, el castigo que me dieran por estar con un vampiro, todo sería capaz de aceptar y de lograr por momentos como este. - Bésame de nuevo si no lo sientes pero si de verdad lo sientes abre la puerta que saldré sin problema - Tome un poco de aire y la solté de inmediato intentando calmar ese mar de sensaciones que sentía, intentando parecer neutra. Al final de la noche solo pasaría lo que ambos deseábamos, sin más.


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Mensaje por Invitado Mar Nov 22, 2011 2:07 pm

Como si el filo de una espada rozara mi nuez de Adán me eché para atrás cuanto pude, rompiendo aí el contacto de sus manos con mi rostro, no era capaz de mirarla a los ojos, hasta que una pared me impidió seguir retrocediendo, acobardado e inútil. Agaché la mirada y llevé ambas manos al frío muro que me había marcado un alto, escuché con atención lo que decía, sin embargo, no podía evitar sentirme como me sentía, que había tomado ventaja de la situación, que me había aprovechado de su debilidad por la herida y porque aunque no me guste, soy un vampiro y tengo ciertas habilidades.

Cada determinado tiempo la vida, que desde que recuerdo ha parecido ensañarse conmigo, se porta bien y me coloca gente en mi camino. Quizá Dagmar sea uno de esos puntos de quiebre, uno de esos momentos en mi existencia en los que las cosas pueden ir mejor, por un rato al menos, lo que dure valdrá la pena. Porque eso también lo tengo claro, por eso me da miedo ser feliz… nunca dura.

Poco a poco alcé la mirada, la distancia que yo había puesto me daba seguridad como para hacer eso y seguí escuchando sus palabras con atención. ¿Qué se suponía que debía contestarle?, no tenía idea, me sentía completamente perdido y eso me desesperaba. Eso, pero sobre todo el deseo latente de volver a besarla y tener que reprimir lo que parecía un instinto que me ganaba a ratos, ni siquiera el deseo de sangre me lograba controlar de este modo. Finalmente relajé la postura y separé la espalda de la pared, mis brazos cayeron a mis costados y la respiración se normalizaba; eso era, la distancia, estar cerca de ella me ponía mal, el deseo por ella dolía, y me refiero a un dolor físico, no podía, no debía, sin embargo, era lo que quería. Siempre, desde que tengo uso de razón, he antepuesto el deber a mis propios deseos, ¿sería tan malo que por primera vez hiciera mi santa voluntad sin pensar en las consecuencias?, camino alrededor de la gente como si estuviera hecha de porcelana china, cuidando mis pasos, mis movimientos, mis palabras para no romper a nadie, ¿tendría permitido, yo, por una vez en esta inmortalidad, actuar de acuerdo a lo que me dicta el entresijo de mi alma, si es que aún tengo una, en lugar de lo que la razón dice que debo hacer?

-No sé –negué con la cabeza, tratando de formular frases coherentes en mi cabeza, al parecer sin mucho éxito-, hay algo… no sé qué es –daba igual si hablaba o no, considerando la cantidad de inexactitudes que estaba soltando –pero creo que tienes razón, también lo siento –sin querer me llevé una mano al pecho, deseando sentir el latido de mi corazón pero al segundo dándome cuenta que eso era imposible –es decir… lo que dices, que te conozco de tiempo atrás, ¿quizá en otra vida? –reí a penas ante mi propio comentario.

Luego el silencio, ella me cuestionaba con arrebato y quería contestar del mismo modo, pero tuve que poner las cosas en la balanza antes. Había sido clara en los caminos que podíamos tomar, y tuve que estar de acuerdo, sólo existían esos. Ahora o nunca, tomarlo o dejarlo. Sí o un no que dolería hasta el final de mis días. Hice un movimiento, sólo uno y me detuve, quise encaminarme a la puerta que daba a la estancia, escoltarla hasta la salida, fingir que nada de esto había pasado, pero luego, nada. En lugar de hacer todo eso, en un par de zancadas largas estuve frente a ella, la miré a los ojos un segundo y tomé su rostro con ambas manos y la besé de nuevo.

Esa era su respuesta, pero mía también.

Me separé a los pocos segundos, tragué saliva y la solté lentamente, como no queriendo hacerlo, di un paso hacia atrás, esta vez no huía, sólo le daba espacio, y me lo daba a mí.

-Tengo que atender un asunto –hablé y mi voz sonó ronca, más de lo usual, dije esa frase como retazo de otra conversación que no venía al caso –haré que preparen una habitación, y en un momento estaré contigo –tomé su mano, acaricié su palma con mi pulgar y luego besé su dorso, finalmente sonreí, la solté y me giré, llamé a Leslie con voz firme sin gritar y en un segundo mi ama de llaves estuvo a mi lado.

Le indiqué qué era lo que quería, que condujera a la señorita Biermann a una habitación y sin esperar por más me marché dejándolas solas, esperando que ella aceptara, pero era mejor que le diera una negativa a mi mucama que a mí, yo no hubiera podido soportarlo; necesitaba pensar las cosas, necesitaba un segundo de claridad porque era evidente que esa mujer me obnubilaba el pensamiento, necesitaba un momento de calma, cosa que no había tenido desde la noche anterior en el bosque, cuando me la topé, cuando casi muero por no haberme alimentado.

Me dirigí a mi despacho que hacía las veces de consultorio, el sitio a dónde la llevé recién habíamos llegado del bosque. Me senté frente al escritorio, leí una misiva de un noble, algo así, no pude enfocar bien las letras sobre el papel y lo solté finalmente para llevarme una mano a la frente, cerrando los ojos, sólo los abrí cuando escuché un crujido y me di cuenta que con mi otra mano había apretado tanto el brazo de la silla que este se fracturó y astilló, lastimando mi mano. Saqué la astilla de mi dedo índice pensando que en un segundo estaría bien y me puse de pie. Si conocía a Leslie como lo hacía, sabía qué habitación le había asignado a mi huésped, la contigua a la mía. Me deslicé por la casa como un fantasma, tratando de no hacer ruido, había una extraña calma en toda la residencia, no es que todos los días hubiese algarabía y movimiento, los días los pasaba durmiendo y Leslie poniendo en orden las cosas, esa era la dinámica, pero hoy era distinto y se sentía, se percibía, se olía en el entorno.

Subí las escaleras y me planté frente a la puerta en la que, yo suponía, detrás estaba ella. Tenía miedo de abrir y no podía ocultarlo, si no estaba ahí significaba que se había ido, que había decidido irse, pero si estaba, qué hermosa posibilidad era si de hecho estaba al otro lado. Finalmente tomé la perilla, la giré y abrí.
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Mensaje por Dagmar Biermann Miér Nov 23, 2011 12:14 pm

El tiempo, siempre han dicho que el tiempo es nuestro mejor amigo pero ¿eso es verdad? En esta ocasión he deseado que pase tan lento que incluso mis movimientos puedan ser apreciados con detenimiento sin embargo todo iba tan rápido, besos, palabras, sentimientos, caricias todo se había pasado de demasiado rápido. Aun sentía sus labios encima de los míos, su sonrisa frente a mi rostro pero solo era una sensación que necesitaba preservar pues el ya no estaba, solo podía sentir las frías manos de la mucama tomar mi brazo con cuidado, dirigiéndome el camino a una habitación - No quiero… - Susurré pero la chica ni siquiera me había escuchado o quizás si lo había hecho pero había ignorado mis palabras, solo podía percibir nuestras respiraciones, quise estar en silencio, descifrar si Daniil hacía aunque sea un mínimo ruido y así el aceleramiento de mi corazón me dejaría en paz al saber que seguía en casa, que no había escapado. Pero el silencio era lo único que reinaba en aquella hermosa casa de campo. No puse resistencia alguna, mi cuerpo parecía una especie de pluma que podía ser trasladada de algún lugar a otro sin problema alguno. Leslie volteo a verme con preocupación, me detuvo antes de subir las escaleras, apartó el cabello de mi rostro y descubrió mis ojos llenos de ese liquido que tanto odiaba derramar. No puse atención bien a sus palabras sin embargo intento darme ánimos con respecto a su jefe. Asentí por inercia y seguimos avanzando hasta llegar a aquel cuarto. Sonreí un poco nerviosa tal parecía que sabía me quedaría en aquel lugar, la cama estaba perfectamente acomodada, incluso un pedazo de las sabanas estaba cruzado dejándome un espacio para poder recostarme sin embargo no me dejó hacerlo.

"Señorita debe ponerse cómoda para dormir ese vestido podrá lastimarla" La voz de Leslie se escuchaba como algo tan lejano. Sentí sus manos dirigirse a mi espalda, sentí pequeños tirones pues deshizo el nudo del corsé y lo aflojo supongo que para que me sintiera cómoda, ni siquiera titubeé cuando comenzó a desvestirme, un espejo se encontraba frente a nosotras y pude notar mi cuerpo, el color de mi piel y entonces la herida llamó mi atención. El rostro de la mucama no tuvo precio, por la charola de vendas que tenía estaba enterada de lo que había pasado pero creo no había imaginado la profundidad de esta. Me sentó en un sillón de lado y entonces comenzó a limpiar con cuidado la zona afectada de mi cuerpo, mi mirada estaba fija en la bandeja de agua que poco a poco comenzó a tomar ese color rojo carmín tan llamativo de la sangre. Solté una risita cuando observé la bata de dormir pues no era precisamente una bata, era una camisa de Daniil por lo visto, se disculpo por aquello pero era tan evidente, a falta de mujeres en casa, solo ella y las batas de dormir son tan intimas, no se prestan, pero ¿Era una broma? ¿Una camisa blanca? Negué ligeramente sin embargo deje que me la pusiera con cuidado. Ya en el borde de la cama comenzó a alisar mis cabellos con cuidado y tarareó una canción que me parecía conocida sin embargo no podía descifrar cual era. Al poco tiempo ya había terminado su deber, se despidió de manera bastante peculiar, dándome un fuerte abrazo y asegurándome que pasaría cada determinado tiempo para ver si se me ofrecía algo.

El sonido de la puerta cuando salió se podía seguir percibiendo, como un eco que no quería dejarme sola. Me puse de pie caminando en círculos totalmente descalza por la habitación ¿Qué hacía ahí? ¿Quién podía dejar un acto tan intimo a un lado por "cosas que hacer"?Quizás me estaba dejando en claro que aquí la única que estaba perdiendo la cabeza era yo, que lo más conveniente era descansar e irme de ahí. Puedo aceptar que soy tan terca que incluso me quiero quedar aquí, aunque sus rechazos sean constantes sin embargo no puedo dejar de lado todo lo que he sido. Suspiré profundamente, giré mi cuerpo cuando el sonido de la puerta se hizo presente de nuevo, entonces lo vi ahí con aquel par de ojos que mi mirada no quería soltar. Me llevé las manos hacía el pecho cruzando los brazos. Caminé un poco por el lugar hasta llegar a la cama y me senté en ella cubriendo de mi cintura para abajo con las sabanas, me había intimidado tanto, no entiendo porque si ya me había visto casi sin nada, o bueno quizás si lo entendía los besos del diván me habían dado a entender que ambos deseábamos un poco más pero me daba miedo ¿Estaba lista? ¿Y la herida? Moví la cabeza borrando esa imagen pues era evidente que el calor de mi cuerpo se subía a mis mejillas y me delataba con el rubor en ellas - ¿Terminaste tus labores? - Rompí el hielo de una vez por todas, ladeé el rostro para verlo sin problema alguno, mi rostro comenzó a moverse con cuidado y entonces una sonrisa se asomó de entre mis labios, una tímida sin dejar de lado esa sensualidad que no podía evitar mostrarle.

Jalé un poco las sabanas descubriendo la otra mitad de la cama, me salí de mi extremo gateando por la cama, salí de esta y me puse de pie colocándome frente a él - ¿Me acompañaras esta noche? - Repetí mis palabras en mi cabeza y entonces de nuevo ese nervio, ese rubor incrementaba - Es decir, ¿Me harás compañía hasta que me duermas? - Solté una risita nerviosa, yo no era así, no era tan tímida, tan torpe. Tal vez si lo era en cuanto a los hombres, en cuanto a verlos de otra manera que no sea profesional, no lo sabia pero Daniil me desarmaba y contra eso no podía hacer nada. Al fin tomé un poco de valor, cogí una de sus manos de entre las mías, era demasiado reconfortante su temperatura, volver a sentirla. - Prometo quedarme en silencio y no molestarte si es eso lo que deseas pero no te vayas, al menos hasta que me duerma, hazme creer que estarás a mi lado vigilando mis sueños - Mi cuerpo se estaba llenando de una extraña desesperación, ¡Basta Dagmar! Me repetí y entonces lo solté volviendo a la cama, encerrando mi cuerpo en aquellas sabanas, descanso la cabeza en la almohada y mirando el techo, intentando pensar en mil cosas a la vez. ¿Qué le diría a mi padre de la herida? ¿Cómo zafare de eso? Quizás si me escondo unos días en mi casa de campo no pase a mayores el problema, necesitaba pensar, distraerme un poco no pensar en los ojos del vampiro, en sus labios, en sus manos, en sus caricias, me estaba volviendo loca, de verdad me estaba volviendo.

Poco a poco el nervio comenzó a disminuir, giré mi cuerpo recostándome de lado, le sonreí completamente tranquila. - ¿Me acompañaras? - Susurré con voz firme, con el rostro mostrando una tranquilidad que nunca antes incluso yo había sentido. Sin duda alguna esa noche no volvería a ser la misma, me llevaba su cuidado, su cariño, incluso su confusión dentro de mi cuerpo, pero sabía, yo sabía que esto no se quedaría así, sabía que ambos buscábamos y necesitábamos un poco más del otro. Existen personas que llegan a tu vida y dejan una gran huella yo lo sabía el no solo era una huella, ahora era parte de mi historia.


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Mensaje por Invitado Lun Nov 28, 2011 9:21 pm

Abrir la puerta era abrir una caja de Pandora, y el miedo comenzó a trepar por mi espalda; el miedo de no verla al otro lado, y el miedo de verla al otro lado. El primero significaba que se había ido y que la posibilidad de volverla a ver junto con ella, que había decidido que un vampiro roto (porque eso soy) no valía la pena, el segundo significaba verla a los ojos y enfrentar los demonios de un pasado inmediato, de algo que era tan obvio que se daba por sentado, que se había escrito a base de besos impulsivos y caricias desesperadas.

Y ahí estaba ella, envuelta por una prenda mía, el olor a sangre, a su sangre me perforó el interior de la nariz como si se trataran de millones de pequeños cristales y encendió la lámpara de un recuerdo que se había formado tan sólo un par de horas atrás pero ya se sentía lejano, cuando por mi propia estupidez caí frente a ella y me revivió con aquel líquido carmesí tan vital para ella como para mí, aunque en diferentes sentidos. Quizá tenía razón, quizá nos conocíamos de más tiempo y no lo sabíamos, pues ahora así se sentía.

La observé recostarse, eso era lo que quería que hiciera, debía descansar, estaba herida y agotada, quién sabe desde cuando no había dormido, durante la madrugada, recién la acababa de curar había dormitado unos minutos, pero sé bien que no es suficiente para alguien como ella, no es que la considerara débil (es más, es de las personas más fuertes que he tenido oportunidad de conocer) sino porque aunque esté consagrada a la cacería de los mío, es una humana. Yo no importaba.

-Sí, yo sólo… –asentí a su pregunta y finalmente puse un pie dentro de la habitación, avancé un par de pasos y cerré detrás de mí, no continué mi frase porque lo que había ido a hacer no era nada de vida o muerte, aunque de cierto modo lo era para mí, debía recapitular todo lo que había pasado en busca de respuestas. No las encontré pero si pude calmarme un poco, la ansiedad es un animal carnívoro y no iba a dejar que me comiera antes de poder saber si se había quedado o no. Suspiré-, no importa –me acerqué al pie de la cama y me quedé ahí de pie, la imagen de ella de ese modo se antojaba irreal. Una hermosa mujer en la cama, en la misma habitación que yo… debía ser un sueño, pero el aroma imperceptible de su sangre en el ambiente, feroz para mí, me hacía saber y entender que por más idílico que pareciera, estaba sucediendo.

De la nada la tuve frente a mí, sí, en definitiva su cercanía me ponía mal, tan sólo saberla a mi alcance provocaba que quisiera besarla, me tomó de la mano y miré aquella unión para luego dirigir mi vista a ella y escuchar lo que decía; de haber podido me hubiese sonrojado, estoy seguro, la miré con una mezcla de susto y vergüenza, y en cuanto me soltó comencé a extrañarla, de nuevo mis ojos trazaron en el aire una línea imaginaria por la que ella avanzaba. No había respondido a ninguna de sus preguntas porque me sentí pasmado, sólo hasta que ella volvió a su lugar pude tener consciencia de mi cuerpo otra vez. Como si Dagmar tuviera una capacidad impresionante de dejarme sin armas en un segundo; eso era, frente a esa mujer yo no era absolutamente nada.

Suspiré cuando me volvió a preguntar si la acompañaría y poco a poco, con lentitud asentí para luego rodear la cama, mirarla el momento previo a acostarme, y finalmente acomodarme a su lado, así como iba vestido, así sobre las sábanas.

-No te voy a hacer creer nada –finalmente abrí la boca y la miré a mi lado. Tenerla así de cerca era un regalo inmerecido, estuve seguro de ello-, voy a quedarme cuidándote el sueño, es una promesa; necesitas descansar y yo me voy a encargar de espantar los malos sueños –reí un poco, era mi forma de decirle que sí, me mantendría a su lado, quizá a mi me ganaría el cansancio también, no lo sabía, no podía darle ninguna certeza, pero estaría a su lado, eso sí podía asegurarlo.

Deslicé mi brazo por sus hombros, me sentía intruso en una intimidad celosamente guardada, y la jalé hacia mí para abrazarla, para confirmarle con actos mi promesa de quedarme ahí a su lado, acaricié su cabello y me deleité con su aroma.

-Gracias –le susurré, si me escuchó o no, no lo supe, sólo quería decírselo y besé su cabello, dejé que comenzara a navegar por ese mundo que es sólo nuestro, dejé que se adentrara al reino de Morfeo, yo me conformaba con verla, eso me bastaba, sólo verla, su rostro, sus ojos cerrados, su respiración uniforme, no había canción de cuna más perfecta que esa.

Por ese momento iba a dejar que la tranquilidad reinara, en cuanto despertara ese ensueño se iba a venir abajo, lo sabía, pero valía la pena el castigo que me deparaba por este instante con ella.

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