AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Últimos temas
Gwendoline Davignon
Página 1 de 1.
Gwendoline Davignon
GWENDOLINE DAVIGNON
Edad
Dieciséis años.
Fecha de nacimiento
Trece de marzo.
Especie
Humana.
Nivel social
Clase alta.
Lugar de nacimiento
París, Francia.
Descripción física
Descripción psíquica
Gwendoline es una persona callada y observadora.
No suele hablar demasiado, puesto que prefiere guardarse pensamientos que jamás resultan ser correctos o propicios.
Sus ideas tampoco son del todo favorables, ya que se le ocurren cosas extrañas.
Es muy analítica cuando presta atención.
En eso le es fácil descubrir debilidades o ventajas que pueden ofrecer las demás personas, y en verdad no duda en aprovecharlas.
Aún así, cuando abre la boca, suele ser directa, no anda con muchos rodeos para decir las cosas. Su forma de hablar puede ser beneficiosa o no, depende del cristal con que lo mires, ya que con su delicada voz y un tono lineal, sin mucha expresión, dirá lo que piensa. Puede que no te ofendas debido a su falta de emoción o que lo hagas debido a una similitud con el carácter sarcástico.
Es pacífica, no pierde la cabeza por tonterías, sabe cómo comportarse según sus conveniencias; pero cuando logras sacarla de quicio entonces va directamente al incendio. Al golpe. A la explosión. No hay escalas, no hay límites.
Distraída, es difícil que se entere de ciertas cosas cuando lo que sucede a su alrededor no le interesa. Si le preguntas por determinada situación que fue un hecho público, con suerte te contestará.
Aquí se define el siguiente punto: no contesta.
Fácil ecuación.
No habla demasiado ni tampoco presta atención a los acontecimientos que la rodean.
Simplemente no contesta.
A veces sí escucha las preguntas o comentarios, pero hace de cuenta que no advierte lo que le dicen. Sigue con su camino y no responderá por nada del mundo.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando sí presta atención?
Hay dos caminos para eso. O bien lo toma como algo natural, cuando se trata de una cosa aburrida o común, o si en verdad se siente interesada: se obsesiona.
Para bien o para mal, se obsesiona.
A veces se conforma con mirar horas y horas a una persona que le interesa y se queda con sus sentimientos escondidos y otras, cuando no le agrada dicha persona suele ser bastante nociva si eso no la aleja de lo que cree conveniente para sí misma.
Gwendoline es inconsciente pero comprende muy bien los temas que le benefician.
Bastante realista, la princesa de nuestra historia no cree en los cuentos de hadas.
No sueña con el amor de su vida, con un futuro lleno de hijos, con una gran fortuna o algo así.
Vive el hoy según como se le presenta. Busca una solución o deja a los problemas allí durmiendo en su propia cama, ignorándolos.
Familia
Rupert & Jeanne Davignon – Padres [Fallecidos]
Gwendoline no tiene ningún recuerdo de ellos, de hecho pasaron muchos años hasta enterarse de sus verdaderos orígenes.
Sólo le resta imaginar cómo eran, puesto que nunca obtuvo mucha información.
Aún así sabe que no debe vivir de las fantasías, ya que ellos han muerto, no volverán y ella jamás sabrá nada de los dos.
Rosette Marvileoux – Tía [Fallecida]
La hermana de Jeanne.
Una mujer extremadamente religiosa que siempre odió a su hermana mayor, a su cuñado e incluso a su propia sobrina.
Nunca se arrepintió de lo que hizo ni jamás sintió culpa por tratar así a la pequeña Gwendoline.
Cuando la niña desapareció, continuó con su vida como si nada hubiese sucedido, creando historias para justificar su desaparición.
Gwendoline tampoco se arrepiente del trágico final que le dio a su tía puesto que sabe que se lo merecía y nunca predominaron buenos sentimientos en su corazón con respecto a ella.
Historia
¿Qué crees que hubiera sido de Gwendoline si no se hubiera quedado sola con menos de tres años de vida?
¿Su pasado sería acaso otro?
¿Su personalidad retrataría a otra persona?
¿Su futuro tendría otro color de tinta?
Seguramente, pero me limitaré a contar la historia original.
{El árbol genealógico}
Todo comenzó siendo bastante alentador.
La familia Davignon reinaba en las calles de París con su pequeña niña en brazos: Gwendoline.
Los tres protagonistas del comienzo de esta historia vivían con el lujo que engalanaba la gran mansión que se encontraba cerca del centro parisino.
Los adultos provenían de familias adineradas y poderosas que en el pasado solían presentarse como nobles.
Rupert había crecido como hijo único, mientras que Jeanne había compartido la infancia con su hermana menor Rosette.
La mayor de las hermanas era el sueño de cualquier padre y cualquier pretendiente, a la vez que la menor de los Marvileoux se afianzaba cada vez más al camino de Dios, separándose de toda relación social, quedando así oculta bajo el brillo de la hermosa Jeanne.
Para cuando la aspirante a monja quiso ser mujer, era demasiado tarde.
Rosette era para la sociedad una niña que escondía sus atributos y que sus sentimientos estaban claramente destinados al Señor, por lo cual, nadie se le acercaba con intenciones de cortejarla.
Y es que para ese entonces, Jeanne era ya una dama hermosa y encantadora a punto de contraer matrimonio con uno de los jóvenes más codiciados de Francia.
Por primera vez, Rosette debió pedirle perdón a Dios por un extraño sentimiento: el odio.
SENTIMIENTO
PODEROSO Y TEMIBLE
El odio a tu propia hermana logra que cometas locuras y te vuelvas pecadora.
{Triste evento}
Gwendoline contaba con dos años cuando Rosette, cansada de ver la maravillosa vida que su hermana llevaba, decidió matarla junto con su cuñado.
¿Decidió?
Mejor dicho: mató directamente, sin preámbulo, a su hermana y a su cuñado, a su hermoso y perfecto cuñado, el esposo de Jeanne, otro detalle que Rosette nunca tendría.
La niña no salió herida, al menos no en ese momento, sino que su tía optó por hacerse cargo de ella, luego de salir impune del caso de la familia Davignon.
{Dormir bajo la cruz}
Gwendoline no tenía idea de lo que había sucedido, incluso creía ser la hija de Rosette.
¿No parece terrible desconocer tu propio pasado?
¿No suena macabro, de hecho, tener un presente triste y doloroso sin poder, al menos, añorar el pasado dulce y rosado?
La pequeña no contaba con el recuerdo de sus padres, ella sólo tenía un presente: Rosette.
Y la actualidad que su tía, aparente madre, le ofrecía, no terminaba de alegrar a la niña.
El trato que la mujer le daba era estricto. Buscaba preparar a la niña para que sea madre superiora de un famoso convento.
La amenazaba diciéndole que la iba a desheredar si no obedecía.
¡Oh! Sí, a mí también me causa gracia.
¿Qué lugar ocupa el burdo dinero en la vida de una niña de menos de seis años?
La vida era bastante austera, aunque Rosette no se privaba de los lujos propios de una dama sin compromisos.
Gwendoline fue criada bajo un marco duro y difícil.
Muy complicada la vida de una niña que sólo escuchaba gritos y recibía golpes en nombre de Dios, un ser todopoderoso al que le temía por las noches debido al sanguinario símbolo que pretendía protegerla todas las noches desde la cabecera de su cama.
Lo que más le molestaba a Rosette era ver cómo crecía en Gwendoline una pequeña Jeanne, pero aún más hermosa y con un futuro realmente prometedor.
Para la austera mujer, la niña había nacido para triunfar según el modelo de vida digno de una fiel servidora del Señor.
{La rata que entra a la jaula que se le ha sido designada}
Gwendoline era una niña que solía obedecer al mandato de lo que creía, era su madre, sólo para soportarla lo menos posible, aunque cada excusa servía para terminar a los gritos y golpes.
La pequeña no merecía lo que tenía como vida.
Era callada, educada y tranquila.
Se guardaba cada pensamiento y reprimía cualquier tentativa de travesura.
La primera desobediencia fue la única, la última y la definitiva.
Tenía ocho años cuando se ató el cabello con un gran moño verde y con sus pequeños zapatitos salió de casa.
Sí. Suenan las campanas. El evento triunfal.
La niña había escapado. Sabía que habría una sola razón para volver…
Y volvió.
Por el momento, me limito a contar todo cronológicamente sin adelantarme a los hechos.
Estamos en una calle abandonada, no muy lejos del centro parisino. Una niña de moño verde se encuentra perdida. No sabe a dónde ir.
Una dama de ropas lujosas –sepa Dios qué hacía por allí- la encontró e hizo lo que creyó correcto: enviarla a un orfanato.
Llegan los momentos de rebeldía.
Casi escucho los gritos, las risas, el repiqueteo de sus pies corriendo por los pasillos, una puerta pequeña refugiando a una niña.
La etapa en el orfanato era un caos.
La niña dulce y tranquila terminó siendo el huracán del establecimiento.
No le importaban las normas, no buscaba más la paz.
Ella no quería verse obligada a ser algo que no era.
¿De qué servía?
Nunca iba a cambiar.
Tenía ocho años y un carácter complicado que había estado escondido.
No más. No existe dicho escondite para tanta angustia y dolor.
Gwendoline debía ser lo que su corazón gritaba.
Y lo fue.
Se convirtió en una pequeña traviesa que se metía en problemas constantemente.
Su cama desarmada, su cabello sin atar…
Los libros lanzados por la ventana, la fogata en el bosque, el jarrón hecho añicos.
La niña valía las horas que la buscaban cuando se escondía, pero luego de cuatro años de soportarla, lo que parecía ser un regaño en el despacho de la directora del instituto fue un pase sin escalas al convento más cercano.
{El peor castigo:
Tres ave maría y dos padre nuestro}
Entró con tan sólo doce años y los dos siguientes fueron los peores invertidos de su vida.
Lo peor es que las hermanas del convento no tenían mucha paciencia, pero sí mucha constancia.
La niña se calmó un poco allí dentro, quizás por miedo al mismo ser que la cuidaba en la casa de su tía.
De todas formas, su estadía en aquel lugar no hizo más que potenciar el carácter que se formaba dentro suyo.
La necesidad de expresarse, la búsqueda de una razón por la cual vivía de esa manera, la inconsciente intención de vengarse…
Todos los sentimientos quedaron en un estado latente que más tarde harían de Gwendoline una joven un tanto particular, y créeme, su particularidad no es nada buena.
Volviendo a su vida en el convento, por razones desconocidas para las hermanas del lugar, la niña fue adquiriendo cierta conducta que era bastante aceptable.
Lo cierto era que todo lo malo que podían considerar de ella se encontraba perfectamente oculto.
La pequeña disfrutaba cuando jugaba con las velas de la iglesia. Las llamas le hacían olvidar las imágenes sagradas que la juzgaban constantemente.
Le gustaba encender y apagar los candiles, soplar la lágrima de fuego, observarla por largos minutos e incluso a veces se atrevía a sentir el ardiente calor sobre la superficie de su mano.
Todo ello le resultaba encantador.
Era un placer insuperable, era la forma de tragarse todos sus pensamientos, ideas, creencias, recuerdos, angustias.
Le gustaba poder encontrar la manera de reprimir todo lo malo que surgía de ella, porque se odiaba a sí misma, no estaba contenta con lo que era.
Pensaba que su mera existencia era un error.
El fuego curó sus heridas.
{Cuando los santos tienen llamaradas en sus ojos…}
El día había llegado sin que ella lo supiera.
El antes y el después.
El final de la etapa.
Aquel día había amanecido como todos los anteriores.
La misma rutina.
Despertar – orar – estudiar – limpiar - la misa - el almuerzo – la confesión – los quehaceres – la misa – la cena – espacio libre dedicado a Dios.
Vaya que sí le dedicó su tiempo a Dios…
Ya la noche pesaba con su manto negro cuando Gwendoline ingresó a la capilla para volver a librarse de sus pecados con el fuego.
Ella no pudo resistirse.
¿Cómo hacerlo?
Ellos la juzgaban con la mirada.
El hombre crucificado casi levantaba la cabeza para mofarse de ella con una mirada burlona.
Ella no pudo resistirse.
En minutos, las velas cayeron casi accidentalmente sobre el manto que cubría la mesa que reinaba en la nave central de la iglesia.
Las flores se volvían mariposas cenicientas que caían al suelo, con las alas heridas.
Los ropajes de las esculturas de madera adquirieron el maravilloso color carmín ardiente.
Todos la miraban alarmados, con el fuego en sus ojos.
Nunca cerraron sus ojos.
Nunca.
El fuego los consumió y las miradas seguían sobre ella.
Apenas pudo escapar del lugar.
{Bonjour Paris}
Nuevamente en París.
Tardó y le costó llegar, pero finalmente lo había hecho.
La ropa gris vestía a una joven de quince años.
Una joven asustada, perdida.
Una joven con una obsesión.
El fuego había purgado sus males, purgaría ahora los males de los demás.
{Recuerdos ardientes}
Lo primero que hizo fue robar para poder alimentarse y proveerse de ciertos objetos necesarios y quizás algunos que no lo eran tanto.
La casa en la mira: la residencia de Rosette Marvileoux.
+Una canasta llena de alimentos.
+Otra canasta llena de productos de higiene personal.
+Ropa (la más costosa).
+Joyas.
+Documentos aún sin leer.
+Dinero.
+Cerillas.
¿Conoces el resultado de la ecuación?
Veo el reflejo de las llamas en tu mirada.
Afortunadamente para Rosette, la mujer no se encontraba cuando Gwendoline incendió la casa.
Se encontraba en Londres, haciendo negocios para aumentar su fortuna.
Cuando regresó, se alarmó porque sabía que se trataba de una amenaza, pero desconocía de quién provenía.
En cuanto a la casa, tenía otra un poco más lejos del centro.
La gente religiosa y sus lujos… es difícil de comprender.
{Alma de humo}
Gwendoline fue directo a la residencia provisoria de su tía.
Ya lo comprendía todo.
Los documentos le bastaron.
Lo sabía. Sabía el nombre de sus verdaderos padres y conocía los sentimientos de Rosette hacia su hermana.
Me pregunto: ¿qué hace una mujer adulta con un diario íntimo?
Si quieres prevenir incendios, quema aquel inútil librito, puede que alguien lo lea.
Gwendoline llegó a la casa de Rosette con una única idea.
La primera y última vez que la joven no tuvo intenciones de quemarse fueron cuando vio a su tía encendida, gritando antes de asfixiarse con el humo, con la piel ardiendo.
No valía la pena quemarse por la vida de la persona que había quitado varias vidas ajenas.
{Los hombres de blanco}
Comenzaron a perseguirla.
Habían pasado apenas unas semanas y todo le parecía ir de maravillas.
Tenía todo el dinero de su tía en su poder y se había comprado una residencia.
Pero los hombres de blanco la seguían.
Constantemente.
No la dejaban en paz.
Querían llevársela.
Encerrarla por cuarta vez.
Última parada: el sanatorio mental.
No. No lo permitiría.
Aún así la joven fue bastante inteligente y logró desviarlos de su camino, pero nada es seguro, nada sería seguro si estaba sola en la vida.
Necesitaba tiempo para aprender cosas.
Necesitaba saber cómo mantenerse, cómo hacer negocios, cómo crear sus propios partidos con los hombres más importantes de la sociedad.
Necesitaba tiempo para cambiar.
Para ser normal.
Para lograr ser lo que sus padres habían soñado.
{El encuentro con el demonio alado}
No sabía de la existencia de los vampiros, y cuando conoció lo que la ciudad escondía en la oscuridad de la noche, quedó fascinada.
Aquellos seres resultaron ser para ella una de las maravillas jamás reveladas.
Y ahora ella compartía el secreto.
Justo lo que necesitaba: invulnerabilidad.
Pero no lo obtuvo.
A veces, para ciertos seres ambiciosos, vales más cuando no tienes sed.
Una muñeca de sangre valía más que un vampiro.
Le convenía.
Claro que sí.
Protección y la posibilidad de pasar desapercibida viviendo de noche para ser la copa de sangre inagotable.
Y quizás ella encontrara la manera de favorecer a quien estuviese dispuesto de hacer un intercambio de elíxir.
La sed de sangre…
La sed de inmortalidad…
Fascinante historia.
Admito, de todas formas, que preferiría llevarme su alma dejándola tendida en el suelo.
La belleza de un vampiro sin la desventaja de la eternidad ardiente.
¡Oh!
Los adolescentes cometen cada locura…
Datos extra
*Gran obsesión con el fuego.
*Le fascinan los vampiros.
*Es virgen.
*Odia a Dios, se considera atea. Detesta a la iglesia y a la religión misma.
*Padece de hemofobia. La sangre le impresiona, pero le fascina por igual.
Le gusta ser muñeca de sangre porque tiene sentimientos contrariados: impresión, repugnancia y a la vez intriga, curiosidad y placer.
*Quiere tener un cuervo de mascota.
*Se odia a sí misma por no poder cambiar.
*Tiene un camafeo con un retrato de sus padres.
*Más allá de su trabajo, le gusta pasar tiempo en La Feé Verte para ver de cerca de los vampiros. Raramente se acerca a ellos con intenciones de entablar una conversación pero sí los observa detenidamente.
*El color de sus ojos suele ser inconstante.
*No apaga los candiles de su cuarto en toda la noche.
Edad
Dieciséis años.
Fecha de nacimiento
Trece de marzo.
Especie
Humana.
Nivel social
Clase alta.
Lugar de nacimiento
París, Francia.
Descripción física
- Spoiler:
Descripción psíquica
Gwendoline es una persona callada y observadora.
No suele hablar demasiado, puesto que prefiere guardarse pensamientos que jamás resultan ser correctos o propicios.
Sus ideas tampoco son del todo favorables, ya que se le ocurren cosas extrañas.
Es muy analítica cuando presta atención.
En eso le es fácil descubrir debilidades o ventajas que pueden ofrecer las demás personas, y en verdad no duda en aprovecharlas.
Aún así, cuando abre la boca, suele ser directa, no anda con muchos rodeos para decir las cosas. Su forma de hablar puede ser beneficiosa o no, depende del cristal con que lo mires, ya que con su delicada voz y un tono lineal, sin mucha expresión, dirá lo que piensa. Puede que no te ofendas debido a su falta de emoción o que lo hagas debido a una similitud con el carácter sarcástico.
Es pacífica, no pierde la cabeza por tonterías, sabe cómo comportarse según sus conveniencias; pero cuando logras sacarla de quicio entonces va directamente al incendio. Al golpe. A la explosión. No hay escalas, no hay límites.
Distraída, es difícil que se entere de ciertas cosas cuando lo que sucede a su alrededor no le interesa. Si le preguntas por determinada situación que fue un hecho público, con suerte te contestará.
Aquí se define el siguiente punto: no contesta.
Fácil ecuación.
No habla demasiado ni tampoco presta atención a los acontecimientos que la rodean.
Simplemente no contesta.
A veces sí escucha las preguntas o comentarios, pero hace de cuenta que no advierte lo que le dicen. Sigue con su camino y no responderá por nada del mundo.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando sí presta atención?
Hay dos caminos para eso. O bien lo toma como algo natural, cuando se trata de una cosa aburrida o común, o si en verdad se siente interesada: se obsesiona.
Para bien o para mal, se obsesiona.
A veces se conforma con mirar horas y horas a una persona que le interesa y se queda con sus sentimientos escondidos y otras, cuando no le agrada dicha persona suele ser bastante nociva si eso no la aleja de lo que cree conveniente para sí misma.
Gwendoline es inconsciente pero comprende muy bien los temas que le benefician.
Bastante realista, la princesa de nuestra historia no cree en los cuentos de hadas.
No sueña con el amor de su vida, con un futuro lleno de hijos, con una gran fortuna o algo así.
Vive el hoy según como se le presenta. Busca una solución o deja a los problemas allí durmiendo en su propia cama, ignorándolos.
Familia
Rupert & Jeanne Davignon – Padres [Fallecidos]
Gwendoline no tiene ningún recuerdo de ellos, de hecho pasaron muchos años hasta enterarse de sus verdaderos orígenes.
Sólo le resta imaginar cómo eran, puesto que nunca obtuvo mucha información.
Aún así sabe que no debe vivir de las fantasías, ya que ellos han muerto, no volverán y ella jamás sabrá nada de los dos.
Rosette Marvileoux – Tía [Fallecida]
La hermana de Jeanne.
Una mujer extremadamente religiosa que siempre odió a su hermana mayor, a su cuñado e incluso a su propia sobrina.
Nunca se arrepintió de lo que hizo ni jamás sintió culpa por tratar así a la pequeña Gwendoline.
Cuando la niña desapareció, continuó con su vida como si nada hubiese sucedido, creando historias para justificar su desaparición.
Gwendoline tampoco se arrepiente del trágico final que le dio a su tía puesto que sabe que se lo merecía y nunca predominaron buenos sentimientos en su corazón con respecto a ella.
Historia
¿Qué crees que hubiera sido de Gwendoline si no se hubiera quedado sola con menos de tres años de vida?
¿Su pasado sería acaso otro?
¿Su personalidad retrataría a otra persona?
¿Su futuro tendría otro color de tinta?
Seguramente, pero me limitaré a contar la historia original.
{El árbol genealógico}
Todo comenzó siendo bastante alentador.
La familia Davignon reinaba en las calles de París con su pequeña niña en brazos: Gwendoline.
Los tres protagonistas del comienzo de esta historia vivían con el lujo que engalanaba la gran mansión que se encontraba cerca del centro parisino.
Los adultos provenían de familias adineradas y poderosas que en el pasado solían presentarse como nobles.
Rupert había crecido como hijo único, mientras que Jeanne había compartido la infancia con su hermana menor Rosette.
La mayor de las hermanas era el sueño de cualquier padre y cualquier pretendiente, a la vez que la menor de los Marvileoux se afianzaba cada vez más al camino de Dios, separándose de toda relación social, quedando así oculta bajo el brillo de la hermosa Jeanne.
Para cuando la aspirante a monja quiso ser mujer, era demasiado tarde.
Rosette era para la sociedad una niña que escondía sus atributos y que sus sentimientos estaban claramente destinados al Señor, por lo cual, nadie se le acercaba con intenciones de cortejarla.
Y es que para ese entonces, Jeanne era ya una dama hermosa y encantadora a punto de contraer matrimonio con uno de los jóvenes más codiciados de Francia.
Por primera vez, Rosette debió pedirle perdón a Dios por un extraño sentimiento: el odio.
SENTIMIENTO
PODEROSO Y TEMIBLE
El odio a tu propia hermana logra que cometas locuras y te vuelvas pecadora.
{Triste evento}
Gwendoline contaba con dos años cuando Rosette, cansada de ver la maravillosa vida que su hermana llevaba, decidió matarla junto con su cuñado.
¿Decidió?
Mejor dicho: mató directamente, sin preámbulo, a su hermana y a su cuñado, a su hermoso y perfecto cuñado, el esposo de Jeanne, otro detalle que Rosette nunca tendría.
La niña no salió herida, al menos no en ese momento, sino que su tía optó por hacerse cargo de ella, luego de salir impune del caso de la familia Davignon.
{Dormir bajo la cruz}
Gwendoline no tenía idea de lo que había sucedido, incluso creía ser la hija de Rosette.
¿No parece terrible desconocer tu propio pasado?
¿No suena macabro, de hecho, tener un presente triste y doloroso sin poder, al menos, añorar el pasado dulce y rosado?
La pequeña no contaba con el recuerdo de sus padres, ella sólo tenía un presente: Rosette.
Y la actualidad que su tía, aparente madre, le ofrecía, no terminaba de alegrar a la niña.
El trato que la mujer le daba era estricto. Buscaba preparar a la niña para que sea madre superiora de un famoso convento.
La amenazaba diciéndole que la iba a desheredar si no obedecía.
¡Oh! Sí, a mí también me causa gracia.
¿Qué lugar ocupa el burdo dinero en la vida de una niña de menos de seis años?
La vida era bastante austera, aunque Rosette no se privaba de los lujos propios de una dama sin compromisos.
Gwendoline fue criada bajo un marco duro y difícil.
Muy complicada la vida de una niña que sólo escuchaba gritos y recibía golpes en nombre de Dios, un ser todopoderoso al que le temía por las noches debido al sanguinario símbolo que pretendía protegerla todas las noches desde la cabecera de su cama.
Lo que más le molestaba a Rosette era ver cómo crecía en Gwendoline una pequeña Jeanne, pero aún más hermosa y con un futuro realmente prometedor.
Para la austera mujer, la niña había nacido para triunfar según el modelo de vida digno de una fiel servidora del Señor.
{La rata que entra a la jaula que se le ha sido designada}
Gwendoline era una niña que solía obedecer al mandato de lo que creía, era su madre, sólo para soportarla lo menos posible, aunque cada excusa servía para terminar a los gritos y golpes.
La pequeña no merecía lo que tenía como vida.
Era callada, educada y tranquila.
Se guardaba cada pensamiento y reprimía cualquier tentativa de travesura.
La primera desobediencia fue la única, la última y la definitiva.
Tenía ocho años cuando se ató el cabello con un gran moño verde y con sus pequeños zapatitos salió de casa.
Sí. Suenan las campanas. El evento triunfal.
La niña había escapado. Sabía que habría una sola razón para volver…
Y volvió.
Por el momento, me limito a contar todo cronológicamente sin adelantarme a los hechos.
Estamos en una calle abandonada, no muy lejos del centro parisino. Una niña de moño verde se encuentra perdida. No sabe a dónde ir.
Una dama de ropas lujosas –sepa Dios qué hacía por allí- la encontró e hizo lo que creyó correcto: enviarla a un orfanato.
Llegan los momentos de rebeldía.
Casi escucho los gritos, las risas, el repiqueteo de sus pies corriendo por los pasillos, una puerta pequeña refugiando a una niña.
La etapa en el orfanato era un caos.
La niña dulce y tranquila terminó siendo el huracán del establecimiento.
No le importaban las normas, no buscaba más la paz.
Ella no quería verse obligada a ser algo que no era.
¿De qué servía?
Nunca iba a cambiar.
Tenía ocho años y un carácter complicado que había estado escondido.
No más. No existe dicho escondite para tanta angustia y dolor.
Gwendoline debía ser lo que su corazón gritaba.
Y lo fue.
Se convirtió en una pequeña traviesa que se metía en problemas constantemente.
Su cama desarmada, su cabello sin atar…
Los libros lanzados por la ventana, la fogata en el bosque, el jarrón hecho añicos.
La niña valía las horas que la buscaban cuando se escondía, pero luego de cuatro años de soportarla, lo que parecía ser un regaño en el despacho de la directora del instituto fue un pase sin escalas al convento más cercano.
{El peor castigo:
Tres ave maría y dos padre nuestro}
Entró con tan sólo doce años y los dos siguientes fueron los peores invertidos de su vida.
Lo peor es que las hermanas del convento no tenían mucha paciencia, pero sí mucha constancia.
La niña se calmó un poco allí dentro, quizás por miedo al mismo ser que la cuidaba en la casa de su tía.
De todas formas, su estadía en aquel lugar no hizo más que potenciar el carácter que se formaba dentro suyo.
La necesidad de expresarse, la búsqueda de una razón por la cual vivía de esa manera, la inconsciente intención de vengarse…
Todos los sentimientos quedaron en un estado latente que más tarde harían de Gwendoline una joven un tanto particular, y créeme, su particularidad no es nada buena.
Volviendo a su vida en el convento, por razones desconocidas para las hermanas del lugar, la niña fue adquiriendo cierta conducta que era bastante aceptable.
Lo cierto era que todo lo malo que podían considerar de ella se encontraba perfectamente oculto.
La pequeña disfrutaba cuando jugaba con las velas de la iglesia. Las llamas le hacían olvidar las imágenes sagradas que la juzgaban constantemente.
Le gustaba encender y apagar los candiles, soplar la lágrima de fuego, observarla por largos minutos e incluso a veces se atrevía a sentir el ardiente calor sobre la superficie de su mano.
Todo ello le resultaba encantador.
Era un placer insuperable, era la forma de tragarse todos sus pensamientos, ideas, creencias, recuerdos, angustias.
Le gustaba poder encontrar la manera de reprimir todo lo malo que surgía de ella, porque se odiaba a sí misma, no estaba contenta con lo que era.
Pensaba que su mera existencia era un error.
El fuego curó sus heridas.
{Cuando los santos tienen llamaradas en sus ojos…}
El día había llegado sin que ella lo supiera.
El antes y el después.
El final de la etapa.
Aquel día había amanecido como todos los anteriores.
La misma rutina.
Despertar – orar – estudiar – limpiar - la misa - el almuerzo – la confesión – los quehaceres – la misa – la cena – espacio libre dedicado a Dios.
Vaya que sí le dedicó su tiempo a Dios…
Ya la noche pesaba con su manto negro cuando Gwendoline ingresó a la capilla para volver a librarse de sus pecados con el fuego.
Ella no pudo resistirse.
¿Cómo hacerlo?
Ellos la juzgaban con la mirada.
El hombre crucificado casi levantaba la cabeza para mofarse de ella con una mirada burlona.
Ella no pudo resistirse.
En minutos, las velas cayeron casi accidentalmente sobre el manto que cubría la mesa que reinaba en la nave central de la iglesia.
Las flores se volvían mariposas cenicientas que caían al suelo, con las alas heridas.
Los ropajes de las esculturas de madera adquirieron el maravilloso color carmín ardiente.
Todos la miraban alarmados, con el fuego en sus ojos.
Nunca cerraron sus ojos.
Nunca.
El fuego los consumió y las miradas seguían sobre ella.
Apenas pudo escapar del lugar.
{Bonjour Paris}
Nuevamente en París.
Tardó y le costó llegar, pero finalmente lo había hecho.
La ropa gris vestía a una joven de quince años.
Una joven asustada, perdida.
Una joven con una obsesión.
El fuego había purgado sus males, purgaría ahora los males de los demás.
{Recuerdos ardientes}
Lo primero que hizo fue robar para poder alimentarse y proveerse de ciertos objetos necesarios y quizás algunos que no lo eran tanto.
La casa en la mira: la residencia de Rosette Marvileoux.
+Una canasta llena de alimentos.
+Otra canasta llena de productos de higiene personal.
+Ropa (la más costosa).
+Joyas.
+Documentos aún sin leer.
+Dinero.
+Cerillas.
¿Conoces el resultado de la ecuación?
Veo el reflejo de las llamas en tu mirada.
Afortunadamente para Rosette, la mujer no se encontraba cuando Gwendoline incendió la casa.
Se encontraba en Londres, haciendo negocios para aumentar su fortuna.
Cuando regresó, se alarmó porque sabía que se trataba de una amenaza, pero desconocía de quién provenía.
En cuanto a la casa, tenía otra un poco más lejos del centro.
La gente religiosa y sus lujos… es difícil de comprender.
{Alma de humo}
Gwendoline fue directo a la residencia provisoria de su tía.
Ya lo comprendía todo.
Los documentos le bastaron.
Lo sabía. Sabía el nombre de sus verdaderos padres y conocía los sentimientos de Rosette hacia su hermana.
Me pregunto: ¿qué hace una mujer adulta con un diario íntimo?
Si quieres prevenir incendios, quema aquel inútil librito, puede que alguien lo lea.
Gwendoline llegó a la casa de Rosette con una única idea.
La primera y última vez que la joven no tuvo intenciones de quemarse fueron cuando vio a su tía encendida, gritando antes de asfixiarse con el humo, con la piel ardiendo.
No valía la pena quemarse por la vida de la persona que había quitado varias vidas ajenas.
{Los hombres de blanco}
Comenzaron a perseguirla.
Habían pasado apenas unas semanas y todo le parecía ir de maravillas.
Tenía todo el dinero de su tía en su poder y se había comprado una residencia.
Pero los hombres de blanco la seguían.
Constantemente.
No la dejaban en paz.
Querían llevársela.
Encerrarla por cuarta vez.
Última parada: el sanatorio mental.
No. No lo permitiría.
Aún así la joven fue bastante inteligente y logró desviarlos de su camino, pero nada es seguro, nada sería seguro si estaba sola en la vida.
Necesitaba tiempo para aprender cosas.
Necesitaba saber cómo mantenerse, cómo hacer negocios, cómo crear sus propios partidos con los hombres más importantes de la sociedad.
Necesitaba tiempo para cambiar.
Para ser normal.
Para lograr ser lo que sus padres habían soñado.
{El encuentro con el demonio alado}
No sabía de la existencia de los vampiros, y cuando conoció lo que la ciudad escondía en la oscuridad de la noche, quedó fascinada.
Aquellos seres resultaron ser para ella una de las maravillas jamás reveladas.
Y ahora ella compartía el secreto.
Justo lo que necesitaba: invulnerabilidad.
Pero no lo obtuvo.
A veces, para ciertos seres ambiciosos, vales más cuando no tienes sed.
Una muñeca de sangre valía más que un vampiro.
Le convenía.
Claro que sí.
Protección y la posibilidad de pasar desapercibida viviendo de noche para ser la copa de sangre inagotable.
Y quizás ella encontrara la manera de favorecer a quien estuviese dispuesto de hacer un intercambio de elíxir.
La sed de sangre…
La sed de inmortalidad…
Fascinante historia.
Admito, de todas formas, que preferiría llevarme su alma dejándola tendida en el suelo.
La belleza de un vampiro sin la desventaja de la eternidad ardiente.
¡Oh!
Los adolescentes cometen cada locura…
Datos extra
*Gran obsesión con el fuego.
*Le fascinan los vampiros.
*Es virgen.
*Odia a Dios, se considera atea. Detesta a la iglesia y a la religión misma.
*Padece de hemofobia. La sangre le impresiona, pero le fascina por igual.
Le gusta ser muñeca de sangre porque tiene sentimientos contrariados: impresión, repugnancia y a la vez intriga, curiosidad y placer.
*Quiere tener un cuervo de mascota.
*Se odia a sí misma por no poder cambiar.
*Tiene un camafeo con un retrato de sus padres.
*Más allá de su trabajo, le gusta pasar tiempo en La Feé Verte para ver de cerca de los vampiros. Raramente se acerca a ellos con intenciones de entablar una conversación pero sí los observa detenidamente.
*El color de sus ojos suele ser inconstante.
*No apaga los candiles de su cuarto en toda la noche.
Invitado- Invitado
Re: Gwendoline Davignon
Ficha aceptada.
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Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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