Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)

«Tiene una apariencia divina pero un alma podrida, deberías cuidarte de él y de su irresistible encanto
—El Conde

arís era ilustrado por los horrores del carmín, matanzas, muerte, cadáveres que eran esparcidos como adornos de la llama del fulgor que se extinguía de la dichosa ciudad de la luz. Todo comenzaba a ser idealizado de que la muerte ya era el paso de la vida resurgida, lo que se creía malo se teñía de un bienestar, aclaman ser poderosos de manera irracional, anhelan las faltas para sosegar una belleza que jamás poseerán. Y todo se desnudaba ante los orbes del Conde, caminaba por las calles, observando cómo era la humanidad; ¡Nadie sabía, de su paradero! ¡Nadie sabía, que solía caminar por las noches a mirar lo que muerto estaría! Como en ese instante, ¿Quién podría reconocer bajó el tono elegante y el ingenio del juego, la grave meditación que hace de ese sendero un plan mañoso para uno nuevo placer? Así era, así parecía un galante nocturno que solo con un as gira al mundo para regir, porque esta desnudado ante el título nobiliario, es un inmortal, uno poderoso pero que no porta la corona.

¡Muerte, decadencia, miserias! Todo a su paso vislumbra, las pisadas parecían ecos, ocultado el templo del esplendor de la luna en esa capa negra que se arrastraba conforme avanzaba, desterrando el fuego de sus deseos, siendo decorada con maldad, cual llamas alocadas meneándose al compás del intranquilo viento. ¡Alocado, desventurado! Aterrorizando la pobreza en esas frágiles y livianas callejuelas… ¿Por qué justo sobre la penuria quería pasar? Por el apoderarse de las debilidades reinadas en el paraje, transformar la mierda en una gema preciosa. Detallando que la salud es una constante guerra, hambre, padecimientos excesivos y enfermedades que embellecían los pensamientos de este monstruo por el afán de arrancar testimonios para manipular.

¿Qué se haría si a dos muertos se aproxima el Conde? De una es la certeza del dominio y la otra la amenaza total de un querer, porque tras la salida de los callejones, ahí se hallaba la plaza, siendo desalojada poco a poco, mercaderes que perdían la esperanza de ganar tan solo una moneda más; ¿Tan espléndida era la clase baja? Un vivaz sonar de un apetitoso corazón no muy lejano, demasiado cerca su vibrar se percibe, está temeroso, ya su bombardeo se fuerza y está gritando un sentir humano, es atraído, su fuerza es un imán, es conducido a esa maravilla, tan solo necesitaba adueñarse de esos alocados latidos. «Voy a ti, sigue temiendo, sigue cantando, no te detengas, estoy a punto de llegar, cautívame y déjame ser el que disfrute de tu miedo». Pensaba mientras continuaba la caminata a su encuentro, pero quería jugar, quería jugar a las escondidas por un instante, así que desapareció y de repente se situó frente a este, obligándolo a chocar frente a él, cuyo impacto le hizo caer.

Allí lo tenía, sosteniendo aquellas iris con las propias, dentonandose un carmín de deseo por devorarlo, tiembla y le seduce aquel débil cuerpo, de no ser porque está retorcida su mente, en ese instante ya se habría abalanzado contra é. Más, tenía que alargar ese temor, hacer más dulce esa linfa, por lo que negó con la cabeza, extendiendo el brazo para ofrecerle la ayuda para levantarse. —No temas, no te haré nada por el momento—. Tan descarado musito, sin permitir que le viese por completo la belleza de ese rostro, solo podían percibirse aquellas iris cuán carmín.

—Tomala, no tienes otra salida, a menos que desees terminar de una vez este encuentro. —Amenazó el muy maldito, declarando la muerte inminente ante su escapatoria, y sin demorar, aquel acepto su mano y en ese acto tiró de él con fuerza, pegandolo al propio cuerpo, arropando la frialdad con la tibieza ajena, aspirando el aroma de sus cabellos en lo que se deleita con la vida que tiene entre sus manos. —Por tu mirada puedo descifrar que no es tu primer encuentro con alguien como yo. ¿Sabes que soy? De ser así, susurralo a mi oído, que nadie te escuche—. Como le encanta seducir el miedo de los humanos, provocarlos aún más, llevarlos hasta el límite, y vaya que retorcido es, porque ante esa inminente oscuridad solo ellos se encontraban, ni un alma en pena que pudiera proteger a ese humano con un peculiar sabor.