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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Jules L. Allamand Vie Mayo 24, 2013 7:02 am

Every step you take
I'll be watching you.

The Police


Había transcurrido semana y media desde su desliz. Que llevara la cuenta exacta de los días era un indicativo bastante fiel a la verdad de que no lo había superado tan bien como le gustaría, aunque quería convencerse de que tampoco le iba mal. Es decir, seguía preocupándose por el chico, pero se cuidaba mucho de demostrar ningún cambio en su actitud y según creía había conseguido que el otro no se percatara de que algo extraño ocurría. Cualquier pensamiento que pudiera dedicarle al asunto - y eran muchos pensamientos los que terminaba enfocando en esa dirección a lo largo del día - le pertenecía en exclusividad puesto que François nada recordaba, y eso aligeraba su pesar. No era frecuente que la vida le otorgase a uno segundas oportunidades, pero con el crío todo eran segundas, terceras y cuartas; todas las que se desearan para empezar una y otra vez y para fastidiarla una y otra vez sin repercusiones. ¿No era eso fantástico? ¿No debería Jules estar contento, eh? ¿Eh? ¿POR QUÉ no estaba contento, maldita sea? No le gustaba en absoluto que algo enturbiara su aura particular de optimismo y despreocupación, no era justo, y como si fuera un infante aturullado se había pasado esa semana y media de un humor de perros, pagándolo con todo el mundo en el burdel hasta que la madame lo echó con cajas destempladas de allí. No era un cese definitivo pero sí una especie de vacaciones para que reflexionara, como cuando en el colegio enviaban a los alumnos díscolos un rato de cara a la pared. Quizá el castigo no había sido más duro por dos razones, y la primera de ellas era que esa mujer - la más santa de las mujeres pese a regentar una casa de citas - sabía cuál era el motivo de toda esa rabieta porque había presenciado la escena por sí misma, y como les tenía cariño a ambos había transigido por una vez. La segunda razón era que ya tenía que estar enterada sobradamente de que era imposible corregir a Jules, pero el rubio prefería quedarse con la primera porque le dejaba a él en mejor lugar.

Arrugó el cucurucho de papel que había contenido los cacahuetes que se había terminado ya y encestó la bola en uno de los parterres de arbustos frondosos cuando nadie miraba. No era un ciudadano modelo y no pensaba empezar a ser responsable con la basura a sus setenta años de edad, así que el civismo lo reservaba para los jóvenes que aún estaban a tiempo de convertirse en personas de provecho. A juzgar por todos los frutos secos que se había zampado debía de llevar allí más de media hora, pero François y su acompañante todavía no habían bajado de la noria. Había sido mala suerte que precisamente el día que el cambiaformas se reincoporaba al trabajo hubiese llegado un cliente tan peculiar para el muchacho: era un hombre relativamente mayor que había pedido específicamente un muchachito imberbe para llevarlo a pasear. No era tan raro que acudiera gente al burdel que buscaba algo que no fuera específicamente sexo, pero como las intenciones de aquel señor no le habían quedado nada claras al roedor se había decidido a seguirles tan pronto como salieron del lupanar agarrados del brazo como parientes. Se había preocupado de que no le vieran aunque realmente ninguno de los dos lo iba a reconocer, y de ese modo les había observado meterse en una de las cabinas de esa atracción tan popular que daba un recorrido interminable.

Se sentó en un banco de allí cerca y se puso cómodo, iba a esperar hasta que se asegurara de que el niño aparecía sano y salvo con los pies en el suelo. A lo mejor lo único que quería su cliente era charlar en las alturas, o mirarlo mientras se desnudaba o alguna otra perversión semejante, pero no eran los celos lo que hacía que Lombard se hubiera empeñado en espiarles; estaba genuinamente mosqueado por la integridad de Fran. Mientras estaban trabajando en el mismo local le bastaba con tener los oídos alerta por si chillaba, pero fuera de su jurisdicción estaba indefenso y había depravados que preferían maltratar a los cortesanos que contrataban en lugar de acostarse con ellos. Y además, se dijo a sí mismo, hacía un buen día para pasar al aire libre en un lugar agradable como aquel.
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Mensaje por François* Sáb Mayo 25, 2013 7:56 am

Que inocente resultaba ser el cambiaformas al creer que Fran iba simplemente a dejar pasar lo ocurrido. En cuanto había llegado a su casa y se había relajado un poco, había buscado el susodicho diario. Cuando dio con él comenzó a echar un vistazo, viendo las anotaciones con respecto a Jules, al que era su amigo y su compañero de trabajo. Definitivamente no podía ignorar lo que había pasado, para él era muy importante aunque no fuera capaz de recordarlo, era un momento triste y feliz al mismo tiempo, pues había conseguido disfrutar de un rato con él a pesar de que luego hubiera sido rechazado y mandado a un segundo plano.

Anotó lo que había ocurrido, con pelos y señales, como si quisiera plasmar cada mínimo detalle para que su yo futuro fuera capaz de revivirlo en su mente. En lugar de una pequeña nota, como de costumbre, ocupó casi tres páginas del diario, pero valió la pena. Al finalizar el relato suspiró, poniendo la clara nota de que eso no se repetiría y que debía fingir no haberlo leído. Con eso en su guía, los siguientes días fue un fingir total, siempre haciendo que no sabía lo que pasaba cuando volvía a conocer a Jules. Había días en los que tras leer el diario tenía enormes ganas de verlo, curiosidad por ver cómo era, pero luego no lo conocía ese día, y se sentía un poco chafado.

Así fue pasando su rutina diaria, hasta que ese hombre mayor solicitó su compañía, para algo muy diferente que tan solo tener sexo y luego darle los francos correspondientes. François no había visto ninguna nota en la que apareciera nada como la proposición que aquel hombre le hizo en lo alto de la noria, que lo dejó con los ojos muy abiertos, el rostro fuertemente enrojecido y un nerviosismo incontrolable que se le acumulaba en el vientre. ¿Realmente le estaba proponiendo algo así? ¿Qué pensarían sus padres? Quizás era la mejor opción que tenía, después de haberle explicado al señor lo de su enfermedad, él parecía haberlo encontrado hasta interesante.

El hombre bajó de la noria, dejando solamente un beso en la mejilla del rubio y diciéndole que podía quedarse un rato más. Le dejó una bolsita llena de francos al lado y se marchó con paso lento, dejando al muchacho con la mirada perdida en ninguna parte, pensando en lo que había escuchado. La noria volvió a subir y él seguía dentro. El hombre mayor pasó cerca de la posición del cambiaformas para marcharse de allí, mientras sus palabras seguían resonando en la mente del cortesano: Tendrás un hogar, dispondrás de todo lo que necesites, nunca más te faltará de nada y a tus padres les daré un buen pago por ti. Quería comprarlo, quería convertirlo en su juguete particular para tenerlo en su casa. Le daba igual que no fuera capaz de recordar nada, solo le pedía que lo llamara "papá" y que le cumpliera con los caprichos sexuales cuando lo requiriese. No sabía qué clase de extraños gustos tenía ese hombre, claramente incestuosos, pero no parecía malo o que lo fuera a maltratar.

Estaba confundido y no sabía con quién hablar, no sabía qué hacer o qué camino debería tomar. En ese momento no pudo evitar pensar en el cambiaformas, no lo había conocido ese día y sin embargo estaba rondando en su mente la idea de que si se iba con ese hombre, podía dar por perdida cualquier posibilidad con él. Pero...¿qué posibilidad? Había sido claro consigo mismo en su diario, Jules y él nunca iban a volver a estar juntos, nunca compartirían cama ni nada. Dejó escapar un suspiro cuando la noria llegó de nuevo abajo, dispuesto a bajarse.
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Mensaje por Jules L. Allamand Sáb Mayo 25, 2013 11:16 am

A menudo Jules se creía muy experimentado por tener más años que el humano promedio pero a la hora de la verdad no era más que un niño grande, y la prueba de eso era que François llevaba diez días engañándole con su aparente actitud de indiferencia sin que el cambiaformas se diera por aludido. No sería extraño pensar en que el chico habría querido conservar ese recuerdo apuntándolo en su diario, pero Lombard se ponía en su piel y se repetía a sí mismo que él no lo habría escrito. ¿Para qué? El muchacho se había sentido claramente herido en cuanto su compañero manifestó su deseo de no volver a repetir aquello, y para el roedor era impensable que alguien quisiera recordar una situación dolorosa teniendo la opción de olvidarla con solo dormir. Desde luego eso era lo que haría él. A menudo se olvidaba que no podía dar por hecho que todo el mundo tenía su misma actitud inmadura y evasiva.

Se levantó del banco en cuanto vio descender al misterioso cliente de la cabina con la certeza de que acto seguido saldría Fran, pero el chico se quedó dentro y volvió a subir. ¿Qué estaba pasando? ¿Se encontraba bien? Le faltó un pelo para agarrar de las solapas de la chaqueta al señor y zarandearlo hasta que se le salieran los ojos del sitio si hacía falta, pero entonces vio al muchacho a través de la ventanilla sentado en su asiento con la mirada perdida en el paisaje y se le ocurrió que quizá quería disfrutar un poco más de la atracción por cortesía del caballero que le había invitado. Apoyó la espalda en el tronco de un árbol y se armó de paciencia para soportar otros veinte minutos durante los cuales se le acercó un niño a pedirle que le atara los cordones de los zapatos y otro a solicitarle que le comprase una golosina. Jules los complació a ambos porque no tenía nada mejor que hacer, y además la desfachatez del segundo le recordaba un poco a la suya propia y le hizo sonreír. Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, la atracción volvió al punto de partida y el cambiaformas harto de esperar pagó lo que valía una entrada y se metió en la misma cabina que el chico, que no parecía tener muchas ganas de salir. - Hola. - Le saludó, porque seguramente aquel se preguntaría quién era ese extraño que irrumpía en su camarote con esas libertades. - Me llamo... Armand. - Improvisó. - Vengo del burdel, me envía madame para asegurarme de que todo está bien. Estabas tardando mucho. - Pero qué morro tenía cuando quería.

Antes de que el otro pudiera escabullirse cerró la portezuela y echó el seguro, acomodándose sobre uno de los asientos acolchados y fingiendo que tenía tiempo de sobra para perder en el parque de atracciones a pesar de ser supuestamente un enviado de la dueña del local. Quería que François le contara qué había pasado, o al menos hablar con él de cualquier cosa un rato. Hacía días que no lo veía porque había estado ausente del club y lo echaba de menos. Le habría gustado poder revolverle el pelo como siempre que se metía en broma con él, o abrazarlo como saludo y luego reírse juntos del cliente que acababa de marcharse. Pero no podía hacer nada de eso porque era un extraño para el chico, como siempre, y precisamente por eso su idea de que dejaran las intimidades entre ellos al margen de su relación se le antojaba la más adecuada.
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Mensaje por François* Sáb Mayo 25, 2013 11:40 am

Había dejado escapar un suspiro y agarrado la bolsa de francos, más que dispuesto a salir de la atracción aunque no tuviera ganas. Pero definitivamente parece que no iba a poder, porque un hombre se metió en la misma y además cerró la puerta, con toda confianza. Sus palabras le llegaron rápidamente y tuvo que entrecerrar los ojos, no era una mueca de confusión, más bien de desconfiaba. ¿Desconfiaba de que le fuera a hacer daño o atacar? No, en absoluto. Desconfiaba de lo que había dicho. No era una certeza, pero algo en su interior se removió al escuchar su voz, algo se agitó violentamente al escucharle decir que se llamaba Armand, y no lo creyó, en lo más mínimo. Él mentía, no era algo que supiera, era algo que intuía o simplemente que estaba muy anidado en su interior, una certeza difícil de explicar.

Ya, lo siento...me quedé unos minutos algo despistado. — murmuró con voz suave, aferrando algo más fuerte la bolsita que tenía en la mano, sin apartar la mirada de él. ¿Por qué le estaba mintiendo aquel tipo? ¿Acaso quería ocultar su identidad? De repente y por un breve instante llegó a pensar que era alguien que le había hecho daño o tratado mal, pero eso se esfumó casi tan rápido como había llegado. No tenía miedo a ese desconocido, menos aun cuando su olor comenzó a llenar la cabina en la que estaban sentados. Entrecerró los ojos, aspirando de forma muy sutil y casi relajándose como si de un bálsamo se tratase. Ese tipo de sensaciones lo confundía. Le pasaba a veces cuando llegaba al burdel, el olor del ambiente le era familiar, aunque no tuviera idea de haberlo olido antes. Al mirar a algunas personas, especialmente a un par de las cortesanas que trabajaban allí, su señal de alarma saltaba y su instinto le decía que tenía que tomar un camino distinto al que tomaban aquellos tacones. Era extraño y excitante al mismo tiempo, como si viviera en un continuo juego de adivinanzas, del quién es quién. Por el momento decidió que no le diría lo que pensaba, que lo dejaría jugar como quisiera, ¿qué tenía de malo? Sus labios formaron una sonrisa, relajada y casi juguetona — Así que te ha mandado la madame, y seguro que tú muy triste por eso, ¿eh? — se atrevió a bromear, mirando a su alrededor, evidentemente insinuando que se había metido allí para poder perder un poco más el tiempo — ¿Nos conocemos de antes, Armand? Supongo que si trabajas o frecuentas el burdel debes estar al tanto de mi pequeño problemilla, así que te agradecería que me dieras alguna pista. Aunque tienes cara de travieso, ¿no seremos enemigos?

Era raro, muy raro, pero se sentía lo suficientemente cómodo como para poder bromear con la situación. Si aquel desconocido quería mentirle tan descaradamente -al menos a Fran se le antojaba descarado, porque no se lo creía por muy bien que mintiera el cambiaformas- pues que lo hiciera. Luego podría llegar al burdel y preguntar por la verdadera identidad de aquel varón que le había sacado totalmente de su trance y sus pensamientos, como si su atención solo pudiera centrarse en él si lo tenía cerca, en él y nada más.
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Mensaje por Jules L. Allamand Sáb Mayo 25, 2013 12:22 pm

De nuevo estaba totalmente equivocado al creerse más listo que Fran, pero es que siempre le perdían su bocaza y su ego y esa ocasión no fue la excepción a la norma. No le pasó por alto la bolsa de francos que tenía el chico y que debía de haber salido del bolsillo de su generoso benefactor. - Bueno, quería aprovechar la excursión. - Se defendió divertido, mirando por la ventana. Lo cierto es que solo había subido a la noria una vez antes de aquella y había estado demasiado ocupado como para admirar el paisaje. Ahora que tenía ocasión admitía que era bastante bonito si uno no tenía miedo a las alturas. - No hablamos mucho, soy el chico de los recados, pero sé quién eres tú. - Pasó de observar el panorama a observar a Fran. Estaba muy guapo con ese aire travieso que no solía manifestar demasiado a menudo, porque el pobre con su problema de amnesia casi siempre estaba preocupado o confundido por toda la cantidad de nueva información que se le venía encima. - ¿Qué tal... te ha ido?

No estaba siendo muy discreto preguntándole directamente por su rato con el señor, pero es que de veras quería saber qué se tramaban esos dos. Habían estado un buen rato allí dentro y el muchacho parecía contento con su transacción, pero Jules había aprendido a reconocer de sobra los signos que dejaba el sexo en las personas y juraría que allí dentro no había ocurrido nada subido de tono. ¿Se habrían dedicado a hablar? Pues el pago había sido muy generoso para tratarse únicamente de eso. - No era muy mayor, ¿ha cumplido? - Enarcó varias veces las cejas en un gesto que no dejaba lugar a dudas sobre su perversa intención. Probablemente François pensaría que el chico de los recados era un entrometido, pero al cambiaformas lo que los demás opinaran sobre su persona le entraba por un oído y le salía por el otro.
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Mensaje por François* Sáb Mayo 25, 2013 2:02 pm

El chico de los recados, ¿realmente necesitaban algo así en un burdel? Sería más lógico que fuera otro cortesano con algo de tiempo libre y que entre unos y otros se fueran dando los mensajes. Seguía sin intención alguna de echarle por tierra la coartada, así que simplemente le sonrió, haciendo un gesto de asentimiento con la cabeza. Ante su pregunta dejó escapar un suspiro, agachando la mirada hacia la bolsita de dinero.

Pues bien, no ha sido tan malo como pensaba. Es mi primer cliente de hoy, así que tenía algo de miedo. — reconoció, mirándolo de nuevo. Era extraño que curioseara así, tampoco tenían tanta confianza como para tomarse esas libertades, pero bueno no se quejaría, porque en el fondo tenía ganas de hablar con alguien. Sería difícil que sus padres le dieran el visto bueno, así que le ayudaría hablar con alguien menos conocido — Pero no me puedo quejar.

Le dedicó una amplia sonrisa, subiendo las piernas a su asiento para cruzarlas como lo haría un indio, era bastante flexible, y con los años aun más. Dejó escapar un suspiro, mirando de nuevo hacia París. La vista mejoraba a medida que subían más alto y eso le gustaba, le ayudaba a pensar. Cuando escuchó su pregunta aun seguía con los ojos clavado en los edificios tantos metros bajo sus cuerpos.

Me ha hecho una oferta. — confesó, sin tratar de darle muchas vueltas al tema, como se diría, iba directamente al grano — Me ha dicho que si quiero podría ir a vivir con él, que tiene una casa grande y así no tendría que trabajar más en el burdel. Daría dinero a mis padres y solo tendría que estar con él, algo así como...que solo fuera suyo. Es raro decirlo así. — dijo casi de golpe, mirando luego al supuesto Armand, en busca de alguna reacción. Quizás le podría dar una opinión neutral, ya que no era parte de su familia ni nada de eso.
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Mensaje por Jules L. Allamand Sáb Mayo 25, 2013 2:35 pm

Ése parecía más el François que conocía, y no porque el chico fuera un cobarde sino porque cualquiera en su sano juicio estaría asustado su primer día de trabajo en un lugar como el burdel. Como Jules no estaba en su sano juicio había empezado su profesión con entusiasmo, pero admitía que no era lo más normal, aunque al menos el muchacho se sobreponía siempre rápidamente a ese temor inicial y se esforzaba para llevar todas las tardes a casa el dinero que sus padres le enviaban a recaudar. Uno de los motivos por los que el cambiaformas no tenía mucha simpatía a la familia del niño era precisamente esa: ya tenía bastante desgracia el pobre con su amnesia como para que encima lo enviaran a follar.

Cuando vio que los ojos azules del contrario se perdían en la ciudad él hizo lo mismo y dejó que el chico decidiera hasta dónde quería contarle. Estaba preparado para casi todo tipo de noticias y detalles escabrosos, pero no para lo que vino a continuación. Jules se echó a reír esperando que Fran lo secundara, pero cuando comprendió que no iba a hacerlo se detuvo en seco a media carcajada y lo miró con ojos como platos. Ahora el del susto era él. - Espera, ¿no estarás pensando en aceptar? - Se le secó la boca de repente y tomó una de las manos del muchacho entre las suyas con un gesto apremiante que parecía bastante poco apropiado para tratarse solo de Armand, el chico de los recados. - No puedes hacer eso Fran, ni se te ocurra. ¿Vas a echar a perder tu juventud atado a un viejo pervertido? - Eso querría decir que no podrían verse más, no subirían a ver encenderse las luces de la calle Pertre, no compartirían momentos como el de la azotea, cuando se convirtió en ratón solo para complacerlo. Era una desazón terrible la que le ocupaba las entrañas si pensaba que el niño no volvería nunca a rascarle las orejas, aunque eso sonara más que raro. - Dime que vas a rechazarle.
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Mensaje por François* Sáb Mayo 25, 2013 3:12 pm

No entendió en lo más mínimo por qué se había reído. ¿Qué tenía de malo? Era una oferta verdaderamente interesante y por supuesto que estaba planteándose muy en serio el aceptarla. A cada instante que pasaba le quedaba más y más claro que aquel hombre no era un Armand cualquiera, porque la forma en la que se había tomado la noticia no dejaba ver que le fuera indiferente, como a cualquier otro cortesano.

Pues lo cierto es que sí...— susurró, notando el agarre de su mano y sintiendo un intenso calor en la piel. Le dio un escalofrío que recorrió toda su columna, una sensación increíble que nunca podría explicar con palabras, pero no hizo referencia alguna a ese detalle, solo miró aquel agarre mientras escuchaba sus palabras. No pudo evitar fruncir el ceño con cierto enfado, un gesto que probablemente su amigo habría visto en poquísimas ocasiones. Así que cuando lo miró, hasta tenía cierto brillo en los ojos — ¿Qué juventud? — preguntó, retirando la mano del contacto ajeno — ¿Una en la que no recuerdo nada cada día? Porque dirás que es atarme a un viejo, pero lo mismo será si voy al burdel y en lugar de a uno me ato a veinte. — estaba enfadado, no sabía que lo estaba casi hasta que empezó a hablar. Cierto era que se lo estaba pensando, no es como que lo tuviera decidido, pero los motivos que aquel chico le había dado le hacían sentir mal, porque no le parecían coherentes — Yo no tengo juventud, Armand.

Se cruzó de brazos, en un gesto casi infantil, apretando los labios y mirando de nuevo hacia París. No quería enfadarse con él, que no tenía la culpa de nada, pero su actitud tan entregada le había resultado extraña. Que sus padres se hubieran puesto así lo entendía, que...Jules se hubiera puesto así, también lo podría entender. Pero no un chico de los recados cualquiera. Al pensar en el cambiaformas su rostro se suavizó un poco, adquiriendo una mueca algo más entristecida.

Disculpa, no tendría que hablarte así, tú no tienes la culpa de nada. Sé que suena como una locura, pero dada mi situación, ¿qué más podría pedir? — habló, susurrando ya casi, en un tono muy suave — Creo que solo habría un motivo para no aceptar esa oferta. — pero no dijo cual, simplemente se quedó así, con la vista perdida y casi pensativo.
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Mensaje por Jules L. Allamand Sáb Mayo 25, 2013 4:11 pm

No. ¡No! Aquello estaba mal, estaba horrible, ¿es que François no se daba cuenta? Estaba amnésico pero nunca había dado muestras de ser estúpido, ¿por qué de pronto se planteaba irse a vivir con un hombre que lo único que quería de él era que abriera las piernas? Una cosa era trabajar de eso y otra dedicar su vida entera a ello, nunca podría terminar la jornada e irse a su hogar a disfrutar de su vida, nunca tendría vacaciones. - No es lo mismo, ahora no estás atado a nadie. - ¿Armand? ¿Quién coño era...? Ah sí, él. Sacudió la cabeza pasando por el momento de todo ese lío del chico de los recados, ya se lo explicaría más tarde o tal vez nunca, ahora primaba otro asunto.

Se levantó con la pasión que le caracterizaba en todo lo que hacía y provocó un peligroso balanceo en la cabina, cosa que pareció no importarle en absoluto. Quería sentarse junto al chico y eso fue lo que hizo, acomodándose como pudo en el reducido espacio de la banqueta para hacerlo entrar en razón. - ¿Qué más podrías pedir? ¡Cualquier cosa! ¿Es que no estás bien como estás ahora? Por las tardes vuelves con tus padres y durante el día trabajas al lado de gente que te aprecia. Vale, no es el mejor oficio del mundo... pero a tus compañeros les importas. - A mí me importas. No soportaba que el otro estuviera mirando hacia la ventana como si el destino ya estuviera decidido y fuese inamovible. Le cogió del mentón y le hizo girar el rostro hacia él. - No me gires la cara, Fran. Sabes que es la puta peor idea del mundo, igual que lo sé yo. - Al menos el muchacho había hablado de un motivo que podía hacerle entrar en razón. - ¿Cuál?
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Mensaje por François* Sáb Mayo 25, 2013 5:34 pm

Aunque todo ese meneo le puso verdaderamente nervioso, pudo descubrir que por lo menos no sufría de vértigos, y si se sentía nervioso o mareado no era precisamente por la altura. Ahora tenía a aquel hombre tan cerca que le estaba empezando a temblar el cuerpo de forma casi imperceptible, y se odiaba por ello. Insistía con tanta fuerza en que no aceptara aquella oferta que Fran casi sentía que estuviera hablando con un hermano en lugar de con un desconocido.

No creo que ese hombre quiera estar encamado conmigo continuamente, y cuando no sea así seré libre para ir y venir. Me dijo que sería como un hijo, no como un esclavo. No creo que sea tan malo todo eso...— susurró, no muy seguro. Y entonces lo tomó del rostro de aquella manera, y las mejillas del rubio se encendieron casi como si hubieran entrado en contacto con puras llamas en lugar de con su mano. Y cuando sus ojos se clavaron en los de él, así de cerca, por un momento la pequeña chispa de reconocimiento de aquella mañana en la cama del cortesano se volvió a encender en sus ojos, pero fue algo rápido y fugaz.

No sabía si estaría bien hablar, si acaso sería una pésima idea porque aquel tal Armand podría conocer al cambiaformas, o simplemente porque se metía él solo en un agujero del que no quería saber nada, pero la sensación de que con aquel muchacho era capaz de hablar de cualquier cosa era tan fuerte que casi movía sus propios labios. Apretó un poco los dientes, pasando saliva con fuerza, de forma sonora. Sus orbes se clavaron en algún punto entre la frente y los labios contrarios, pero no en sus ojos.

Jules...— susurró, y más parecía un suspiro que se le hubiera escapado que una palabra con ningún sentido. Y eso abarcaba todo, abarcaba llenar su diario con más páginas maravillosa como las que había leído esa mañana, implicaba saberse protegido frente a todo y a todos, quería decir que aunque no fuera correspondido en el amor, tenía una de las amistades más maravillosas que podía desear. Era lo único que no quería perder, lo único que no le importaba olvidar y recuperar cada día como una nueva historia; Jules.
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Mensaje por Jules L. Allamand Dom Mayo 26, 2013 2:50 am

Jules había hecho algo muy similar a eso cuando decidió dejar tirado al abogado que le había dado oficio en su despacho para ir a buscarse la vida y acabar en un burdel. Su familia no había sabido nada de él desde entonces y así quería que siguieran - si es que aún vivían - porque no quería ni imaginar el día en que los Lombard se enterasen de que su nieto era cortesano. Lo borrarían del árbol genealógico y pasaría a ser la mayor decepción de la historia, incluso por encima de su padre, y eso que Jèrome se había esforzado bastante por conseguir el primer premio. La razón por la que al rubio seguía importándole lo que sus abuelos pensaran era que a fin de cuentas nunca había discutido con ellos ni se llevaban mal: mientras vivió bajo su techo estuvo bien cuidado y supo lo que era el amor de unos parientes entregados y abnegados a su felicidad. Sin embargo, como su abuelo no se cansaba de recordarle cada día, tenía que tener cuidado porque en su sangre llevaba la herencia de un padre díscolo y alocado, un irresponsable, un egoísta que le había transmitido a su retoño unos genes enfermos. Jules pensó que estaba destinado a ser malo desde que aprendió a hablar y a entender lo que decían sus mayores, y tener ese estigma siempre en la frente acababa por cansarle a uno. Sabiendo que sus abuelos tenían miedo del día en que se hiciera mayor y se volviera igual que Jèrome no hizo sino sentenciarlo.

Sin embargo François era diferente, era un buen chico dulce y generoso, amable con los demás, que de no ser por su pequeño problema habría podido estudiar algo de provecho y formar una familia. Tenía veinte años y a esas alturas merecía una esposa que le hiciera feliz y al menos un crío que llevase su apellido y tuviera sus ojos. Si aceptaba el empleo deshonesto que le proponía aquel hombre - que encima quería que le tratase como si fuera su padre, puaj - se alejaría del todo y para siempre de ese sueño que Jules todavía conservaba para él. - ¿Es la vida que quieres llevar? - Le preguntó soltándole el mentón y poniéndole la mano en la coronilla para revolverle un poco el cabello. - Tú te mereces algo mejor, coño. - No tenía el vocabulario de las Esclavas del Sagrado Corazón pero su tono era suave y sonaba genuinamente preocupado. Suspiró. Entendía que el muchacho no pudiera sino reírse amargamente de su desgracia en lugar de mirar hacia delante, pero ese diario que tenía era la prueba de que podía estar amnésico y a pesar de todo llevar una existencia más o menos ordenada. Tal vez algún día podría escribir entre sus páginas que amaba a una buena chica, que se había casado, que ella estaba embarazada... y solo tendría que leerlo al despertar todas las mañanas para poder seguir adelante con su vida, una vida de verdad y no esa mierda de esclavo sexual de un tipo con un trastorno mental.

Cuando Fran pronunció su nombre el roedor no lo asoció a su pregunta anterior, y creyó que por un milagro había sido reconocido. Dejó que la mano que tenía en su pelo se deslizara hasta la mejilla del chico, donde quedó posada con toda la delicadeza que ese gran bruto era capaz de reunir. - Sí, soy yo. - Lo alentó con la emoción de creer que el otro estaba un poco más cerca de curarse. - Soy yo. ¿Me reconoces? Me has conocido. - Sonrió, todavía incrédulo, y después se acercó a él haciendo balancearse de nuevo el camarote para estrecharlo entre sus brazos con una fuerza tal que no le extrañaría nada acabar asfixiándolo. - Joder, Fran... ése es mi chico. Buen chico.
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Mensaje por François* Dom Mayo 26, 2013 5:42 am

¿Que si esa era la vida que quería? ¡Claro que no! Hasta hace solo unos años había soñado con conquistar el corazón de una muchacha noble, y no era precisamente por su posición, se había enamorado de ella y juntos compartían algo hermoso, habría hecho cualquier cosa por ella, hasta intentar fugarse; literalmente esto último lo había hecho, sin saber que todo era una trampa de su padre y que precisamente por su amor hacia ella se encontraba en esa situación. No quería responder, porque comenzaba a sentirse verdaderamente mal y hasta las ganas de llorar se acumulaban en su garganta con un fuerte nudo.

Yo...yo no sé lo que me merezco...— fue todo lo que dijo, con un hilo de voz. Fue entonces cuando todo se volvió un poco loco. La mano ajena en su mejilla le quería arrancar un suspiro y sus palabras eran realmente confusas, aunque el humano no tardó en ordenarlas en su mente.

Al parecer no estaba tan equivocado al pensar que aquel no era Armand, que ocultaba algo y definitivamente no era un chico de los recados cualquiera. No habría sido capaz de decir que se trataba del propio Jules, pero seguramente si la conversación lo lo hubiera tenido tan absorto, podría haber ido sacando esa información él solo; su aspecto físico, su vocabulario, su forma de preocuparse. Se quedó completamente quieto ante ese abrazo, cerrando los ojos un segundo y poniendo las manos en el pecho ajeno para separarlo de forma suave, solo un poco, así podría mirarlo al rostro.

L-lo siento...no te he reconocido. — confesó, quizás más tarde pudieran seguir hablando, y el rubio entraría en detalles sobre las sensaciones que había despertado en su interior, pero en ese momento era otra cosa la que había que hablar, una importante y que después de todo sí afectaba a ambos — Solo estaba respondiendo a tu pregunta. — había agachado la mirada, avergonzado de tener que reconocerlo precisamente delante de él, del implicado — Pero quizás deberíamos dejar el tema, no tiene mucho sentido. — ¿Qué esperaba conseguir diciéndole aquello? No iban a tener una relación, no iban a vivir como dos tortolitos en una casita, simulando ser amigos por lo que los demás puedan pensar pero amándose, enamorándose cada día. Fran era consciente de ello y tampoco lo pretendía, simplemente había dicho por instinto lo que pensaba, sin más.
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Mensaje por Jules L. Allamand Dom Mayo 26, 2013 6:32 am

Vale, Jules no creía que Dios todopoderoso daba su merecido a las malas personas y recompensaba a los buenos, pero de ahí a que François pensara que no merecía lo mejor simplemente por ser como era... todo el mundo tenía derecho a esperar que le ocurrieran cosas agradables y a soñar a lo grande, especialmente cuando se tenían diecisiete años de edad mental. - Te lo digo yo: eso no. - Le hervía la sangre de imaginar al chico enclaustrado para siempre dentro de la casa de un hombre mayor que no tenía ni idea de la suerte que había corrido al toparse casualmente con él. Podría haber ido a cualquier burdel de París a buscar a cualquier otro muchacho... ¿Por qué? ¿Por qué había tenido que encapricharse precisamente con el suyo? Porque Fran era en cierto modo suyo, de Jules, él lo había visto antes y lo había protegido durante años y cuidado de él, y no lo había hecho para que ahora ese caballero se lo beneficiara. Lo había salvaguardado de las cosas horribles de la vida y de la gente que quería lastimarlo para darle la oportunidad de tener en el futuro una vida mejor. ¿Por qué quería meterse en ese embrollo? El cambiaformas sabía que le dolería igual perderlo en manos de otro, pero si al menos fuese alguien que lo mereciera... bueno, entonces lo dejaría marchar. ¿Porque qué otra cosa podía hacer? Desde luego convertirlo en su esposa no era una opción, hasta donde sabía Françóis seguía siendo un hombre.

Se apartó de él cuando notó que lo empujaba y se quedó otra vez sentado a su lado sin más contacto físico que el imprescindible, que tampoco era escaso dada la estrechez de la cabina donde estaban metidos los dos. La emoción previa dio paso a una decepción que aunque fue momentánea se dibujó un instante en sus ojos. Por un momento había creído... - No, hablemos de ello. - Era su única baza para conseguir que el muchacho no hiciera ninguna tontería y pensaba usarla. - Somos amigos, no quiero perderte. No lo haré. - Y ahora no le estaba preguntando nada: si el chico no entraba en razón Jules se encargaría personalmente de que no pudiera personarse en casa de ese pervertido a aceptar el empleo. Lo encadenaría a su habitación si era necesario. No sabía que tenía una faceta posesiva pero ¡hola! ahí estaba. - Deja de portarte como un niño egoísta y tonto, vamos a volver y olvidaremos este... contratiempo.
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Mensaje por François* Dom Mayo 26, 2013 3:05 pm

Era difícil tratar de concentrarse en darle una explicación coherente a Jules sobre los motivos que lo podrían llevar a negar aquella oferta. Porque no era lo mismo vivirlo que escucharlo, puede que ante las palabras del rubio su compañero mayor simplemente pensara que era una estupidez, pero solo disimularía porque era una forma de retenerlo. Después de todo lo que había leído en su diario, Fran no estaba muy seguro de los motivos que podían llevar al cambiaformas a tomarse la noticia de aquella forma, tal vez solo el hecho de que no le gustaba perder a nadie, no lo sabía ni podía entrar en su mente, así que solo suspiró.

¿Por qué me llamas egoísta? — preguntó, frunciendo un poco el ceño y mirándolo cuando dijo aquello — Yo solo trataba de pensar que esa opción era acertada, porque me sacaría de trabajar en el burdel y tener que acostarme con muchos hombres diferentes, porque ese dinero le vendría bien a mi familia y además ya no tendrían que cuidar de mi.

Alzó una mano, pasándosela por la cara mientras trataba de mantenerse calmado. No quería parecer una víctima de todo aquello, esa mañana había sido una de las fuertes, en las que se levantaba y cuando asimilaba todo decidía que su enfermedad no iba a echarlo abajo. No era un chico victimista, simplemente resignado, eso no se lo quitaba nadie. Tomó aire profundamente, dejando escapar todo de forma lenta por la boca y mirándolo, ahora dispuesto a explicarle su verdad, sus razones y a abrirse a él. Aun les quedaba trecho que bajar así que tiempo tenía.

Todo lo que veo en mi diario son pequeñas notas y aclaraciones, cosas como: "El hombre de olor fuerte lo hace en forma de perro", "La mujer de las joyas tiene una cicatriz en el vientre y no le gusta que la miren", "Jules me ha traído una magdalena, me encanta como saben"...cosas de ese estilo. — comenzó a comentar, de nuevo mirando hacia fuera, porque era más fácil observar parís que hacerlo a los ojos de aquel hombre — Sin embargo, al final, con fecha de una semana o poco más, la cosa cambia. Esta mañana lo leí, eran tres páginas, un relato detallado sobre un despertar y todos los sentimientos y sensaciones que viví. Siempre me ha gustado leer, desde que me enseñaron a hacerlo me gusta meter mi cabeza en un libro y dejar que mi imaginación viaje y me transporte a otros lugares, otras situaciones...leer aquellas páginas fue como hacerlo con un libro, podía casi sentir sobre mi piel lo que describía, aunque fuera incapaz de poner una imagen a la otra persona que compartía dicho relato. — esta ve sí que lo miró, clavó sus orbes azules sobre las contrarias, con una chispa de decisión en estas — Fue como revivirlo, como estar allí, como si pudiera casi recordarlo. Casi pude...saborear tus labios, sentir como tu corazón palpitaba contra mi pecho y como mi cuerpo temblaba bajo el tuyo. — su rostro había enrojecido inevitablemente, porque era vergonzoso contar esa historia hablándole precisamente a él, seguramente con "Armand" habría sido mucho más fácil. Pero daba igual, no era un cobarde y se iba a abrir, porque lo deseaba, tal vez porque deseaba que él lo retuviera — Poder leer más historias como esa, que me hagan vivir, sería motivo suficiente para pensarme el no aceptar esa oferta...Esa es mi razón y mi respuesta.
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Mensaje por Jules L. Allamand Lun Mayo 27, 2013 3:01 pm

Acusar a François de egoísmo era como tachar de zorra a la Virgen María, pero entre las virtudes de Jules - si es que tenía alguna - no se contaban la generosidad ni la paciencia. No tuvo en cuenta que sus palabras pudieran herir al muchacho porque solo le importaba que no aceptara para tenerlo siempre junto a él, pero no se daba cuenta y en su ceguera pensaba que únicamente le aconsejaba movido por fines altruistas. En verdad creía que no le reportaría ningún bien al chico ir a vivir con ese caballero del que no sabía nada, ¿pero acaso no buscaría defectos a cualquiera con tal de que el menor se quedara para siempre en el burdel? Sí, pero tampoco le ofrecía lo que Fran necesitaba para permanecer allí, porque de nuevo entre las virtudes - cada vez más hipotéticas - del cambiaformas no se contaban la valentía ni el sacrificio. Siempre había tenido miedo de ser como su padre, de tal palo tal astilla, y las amantes de Jeròme Lombard nunca habían salido bien paradas. Para prueba su madre a la que Jules no recordaba porque únicamente la había visto en el momento en que le parió.

Cuando el chico confesó que había escrito con pelos y señales su encuentro de hacía semana y media el roedor no supo cómo reaccionar. Lo habría cogido de los hombros y zarandeado allí mismo, o mejor aún le habría arrancado la ropa a mordiscos y hecho suyo en la noria sin importarle que pudieran verles desde fuera. Ninguna de las dos actitudes parecían ni en lo más lejano dignas de un adulto cabal, pero el rubio no era como los demás; y por eso entre otras cosas no entendía por qué alguien como François se empeñaba en creer que era especial. - ¡No puedo darte eso! No puedo hacer lo que me pides. - Se dio bruscamente la vuelta pero allí no había espacio suficiente para alejarse, tenían que compartir un metro cuadrado hasta que volvieran al suelo. - No tiene que ser así, coño. Yo cuido de ti y a cambio tú encuentras una chica que te merezca y te enamoras de ella, así funciona, tienes un montón de críos, vives en una casita con flores y todo es jodidamente cursi como en los cuentos. - Le dolía casi físicamente apartarlo de sí con esas palabras bruscas, pero no sabía qué otra cosa hacer y estaba tremendamente enfadado consigo mismo por haberse dejado llevar aquel día y haber hecho lo que no debía entre las sábanas con la única persona de toda Francia a la que jamás debería haber tocado. - Tu razón es una mierda. - Espetó. - No es lo que quiero. Tú no eres lo que quiero. - En el momento en que lo dijo se le rompió algo en medio del pecho y fue así como supo que a pesar de todo tenía un corazón.

Se giró para encarar a Fran con una expresión de estudiada aversión pero al encontrarse con los ojos del chico todo se vino abajo. Todo su teatro, sus frases falsas y por un momento hasta sus mayores miedos, que habían estado toda la vida esperando para asfixiarlo como las sombras. Acorraló al muchacho contra la pared del fondo del camarote y lo besó con desesperación, echando por tierra todos sus argumentos de hacía un segundo.
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Mensaje por François* Lun Mayo 27, 2013 7:03 pm

En cuanto escuchó las palabras ajenas quiso protestar, quiso abrir la boca para decirle que aquello no era justo, porque él no le estaba reclamando ni exigiendo nada, solo había expresado sus pensamientos en voz alta, tal y como le había pedido. Solo había sido sincero con alguien que consideraba su amigo, que era importante, y lo único que recibió fueron bofetadas silenciosas, una tras otra. Lo peor de todo era que no sabía por qué se sentía tan terriblemente mal escucharle hablar así.

François no podía amar, no era capaz de mantener una relación a largo plazo, o ese al menos era el pensamiento lógico. Sin embargo al escuchar aquellas palabras, el corazón se le había encogido de forma violenta y dolorosa, haciéndole sentir un nudo en la garganta que amenazaba con explotar en un sollozo que contuvo a duras penas. Aun así, sus ojos se inundaron en lágrimas. ¿Por qué Jules no entendía que ese cuento de hadas que imaginaba era totalmente imposible? ¿Qué mujer en su sano juicio formaría una familia con un hombre que no era capaz de mantenerla si no se dedicaba a vender su cuerpo a otras personas? Con un hombre que no la recordaría al despertar cada mañana en su lecho, que ni siquiera sería capaz de saber quienes eran sus propios hijos. NADIE iba a convivir con algo así, y Fran lo asumía cada día, lo aceptaba y lo superaba, por eso le dolía tanto que el otro le hiciera volver a replanteárselo y entender que era imposible. Y lo peor era restregarle por la cara que ni siquiera era capaz de ganarse el cariño de aquel cambiaformas. No le estaba pidiendo una relación, ni siquiera que lo amara, solo le pedía que le regalara historias diferentes cada día, que fuera él mismo y no se contuviera en dar rienda suelta a sus deseos, ¿por qué lo veía tan mal?

Por eso cuando los ojos de su amigo volvieron a encontrarse con los suyos, las lágrimas ya estaban recorriendo sus mejillas de forma silenciosa y él contenía los espasmos que el llanto quería causar, se conformaba con llevar el dolor por dentro, solo era el agua el que escapaba por sus ojos, porque eso sí que era incapaz de evitarlo.

Jul...— quería decirle que estaba equivocado, mentando su nombre de forma entrecortada y terriblemente afligida, pero no pudo siquiera terminar una palabra antes de encontrarse arrinconado y con el roedor reclamando sus labios, como si le pertenecieran, como si siempre hubieran sido suyos y nadie más tuviera derecho a llevárselos, a robárselos y alejarlos de su alcance.

Y correspondió, porque nada en la vida le había despertado tanta necesidad como aquel beso. Ansiedad, miedo, emoción, alegría, confusión...el pecho del cortesano quería explotar y apenas era consciente de dónde se encontraban y de que podrían verlos si llegaban abajo enredados de aquella forma. Sus brazos rodearon al mayor por los hombros, casi desesperado, llegando incluso a chocar dientes con dientes en la pura necesidad de hacer aquel beso más cercano e intenso. Las lágrimas no dejaron de correr por sus mejillas, las húmedas haciendo surcos sobre las que ya estaban secas, mientras su boca se llenaba de Jules y él sentía que se le escapaba todo su raciocinio.

¿Se daría cuenta acaso aquel hombre de que le estaba dando justamente lo que necesitaba? Un nuevo recuerdo cargado de sentimientos intensos, un simple beso que lo estaba mareando probablemente más que el mejor sexo que hubiera tenido con cualquier otro ser vivo. Lo rechazaba pero luego sus labios lo reclamaban de aquella forma que lo dejaba sin aliento. Eso era justo lo que necesitaba, y como si su cuerpo quisiera dárselo a entender, la bolsa con los francos que había mantenido sujeta en una de sus manos, resbaló de esta, escurriendo por la espalda del contrario hasta caer en algún lugar de la cabina, pero ni le importó. Solo podía estar pendiente de cómo su cuerpo se iba acomodando al ajeno, como si intentara decirle que estaba totalmente dispuesto a cualquier cosa, porque era suyo.
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Mensaje por Jules L. Allamand Mar Mayo 28, 2013 2:54 pm

Se odiaba por haberle hecho llorar. Eso no hacía sino darle la razón cuando pensaba que se parecía demasiado a su padre, que también había dejado siempre abandonadas entre lamentaciones a todas las mujeres que se le habían acercado y habían tenido el valor de amarlo e intentar cambiar su carácter demandante, posesivo y egocéntrico. Se abrazó a François porque era una manera de sentir más cerca esa única razón que aún le quedaba para querer ser cada día una persona mejor de la que era, porque era el ancla que lo mantenía atado a tierra cuando su mente dispersa le pedía que echara a volar sin medir las consecuencias ni concertar antes su destino. La fortuna quiso que aquella noria se demorara un tiempo interminable en dar una vuelta completa, y así pudieron pasar inadvertidos dentro de esa cabina a tantos metros del suelo donde solo importaban ellos dos y el resto del mundo estaba muy lejos. Oyó el tintineo de las monedas y supo que el chico había dejado caer la bolsa que aquel hombre la había dado como pago adelantado de unos servicios que el cambiaformas esperaba que no pudiera cobrarse nunca. Puede que no supiera ser fiel y tampoco el más entregado ni tierno de los amantes, pero sí sabía que Fran y él se pertenecían de una forma especial y diferente a la de todos los demás con los que se relacionaba, ya fuera cordialmente o de modo más íntimo por su profesión. Sabía que el muchacho también tenía clientes y los seguiría teniendo pero no le importaba, esos besos demandantes y fieros solo serían para él. ¿Le bastaría eso al niño? - Como las olas que baten contra las rocas. - Pronunció separándose apenas de su boca, hablando contra sus labios. - Intermitente pero con esa fuerza, con ganas, que viene y va pero que cuando llega siempre deja huella. - Le mordió el labio inferior y lo apretó contra él desde la cintura, donde tenía puestas las dos manos. - Así puedo estar para ti. - Le secó el rastro de lágrimas de las mejillas besándolas y pronto la lengua le supo a sal. - Solo puedo ser eso, Fran. No puedo jurarte nada porque ni siquiera yo sé dónde voy a estar mañana. No quiero perderte pero tampoco quiero atarte a mi lado porque atar significa permanecer y yo soy inconstante. - Finalmente, cansado de la batalla de sus caricias rudas, apoyó la frente contra la del chico y cerró los ojos sabiendo de antemano que eso no era lo que el otro quería, lo que le estaba pidiendo. No era lo que merecía tener pero Jules no sabía darle otra cosa. - ¿Es eso suficiente... para que seas feliz? - Rezó a todos los dioses que se le ocurrieron para que el muchacho le mintiera y le dijera que sí, que no iría a ninguna parte, que aceptaba sus condiciones tan presuntuosas y que no le importaba nada más.
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Mensaje por François* Mar Mayo 28, 2013 8:31 pm

Al principio estaba demasiado perdido como para poder prestar atención a sus palabras, pero trató de concentrarse en su voz, en el mensaje que intentaba transmitirle, porque era importante y debía atender. Cerró los ojos, dejándose consentir por su voz, por sus besos y por las caricias que le iba dando con los labios. Sus palabras dolían, aunque podrían haberlo hecho mucho más si Fran tuviera otro tipo de expectativas con el cortesano, no era el caso, cada día asumía cual era su lugar, cada día que pasaba era consciente de que no podía optar a tener a alguien solo por y para él.

Jules. — susurró, buscando poder mirarlo a los ojos, con el rostro encendido como si su piel se hubiera prendido en llamas de un momento a otro. Deslizó una mano por su nuca, por el cabello ajeno y de vuelta a la parte trasera de su cuello, observando cada detalle de su rostro, esos preciosos ojos azules en los que quería hundirse. Dos rubios de ojos celestes, era una enorme casualidad — Lo es. — confirmó con la misma voz leve, asintiendo muy despacio. Finalmente tomó sus mejillas con ambas manos, para acariciárselas con sus pulgares — Escucha, yo no puedo pedirte nada. No tengo derecho alguno a exigir que tengas sentimientos hacia mi, a suplicarte que te quedes eternamente a mi lado y vivamos una secreta y romántica historia de amor. No puedo hacerlo porque no puedo ofrecer nada a cambio. ¿Qué podría darte yo? Cada mañana estaría de nuevo a tu lado y no te reconocería, no estaría seguro de quién eres o de si realmente estoy enamorado de ti. Ni siquiera sé si lo estoy, todo lo que me guían son sensaciones. — tomó aire profundamente, soltándolo despacio y, como siempre, formando una tenue sonrisa en sus labios que buscaba aplacar un poco la desazón que sentía cuando reconocía su situación tan poco corriente — Solo puedo pedirte que, alguna vez, cuando lo desees, me busques y me regales una bonita historia. Y cada vez será una nueva, y si sale mal no lo apuntaré...¿entiendes mi petición, Jules?

Sabía que no era algo corriente, no estaba pidiendo una relación, nada que fuera normal, porque no podía corresponder. ¿Pero qué tenía de malo darle "rienda suelta" a su amigo para poder satisfacer sus deseos carnales cuando le apeteciera? El roedor disfrutaría de compañía gratuita y quería pensar que agradable, mientras Fran se sumía en su propio cuento romántico. Ambos salían ganando, y en ese momento le parecía perfecto. En ese momento al menos...porque algo como aquello, con el tiempo, no se sostendría.
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Mensaje por Jules L. Allamand Miér Mayo 29, 2013 1:40 pm

Él no pensaba a más de tres días vista, vivía siempre en el presente, y por eso le pareció maravilloso que ambos quisieran lo mismo y que se dejaran convencer tan fácilmente por las mentiras que les llenaban las bocas igual que hacía un minuto lo habían hecho sus besos. Ninguna persona sensata habría apostado ni un franco a que aquel acuerdo absurdo pudiera durar, pero Jules estaba contento porque consideraba que todo estaba resuelto. Si existía alguna sombra de duda dentro de él seguramente se debía a que aún se sentía mal por haber estado a punto de perder a François de su vida, y también a que no estaba acostumbrado a darse cuenta de las muchas carencias que tenía como persona y que al lado del muchacho resaltaban tantísimo. - Lo siento. - Le dijo. Comprendió que era el primer ser humano que le oía pronunciar esas palabras. - No llores.

Le secó las mejillas con las manos y sonrió ante la visión de su rostro infantil y límpido como un lago de aguas claras. Se preguntó qué curioso destino había llevado a dos criaturas tan distintas a reunirse. No le respondió a la pregunta de qué le aportaba porque sabía que era retórica y porque cualquier cosa que dijera el otro no la iba a creer, estaba ofuscado en su convicción de que por tener amnesia ya no podía dar nada bueno a los demás. Podría darle todos los días una oportunidad maravillosa de conquistarlo y tener que superarse para conseguirlo, ¿qué había mejor que eso? Fran le ofrecía a cualquiera todo lo contrario a la monotonía lánguida en la que acababan sumidos los aburridos matrimonios de mediana edad. Era perfecto para alguien como Jules, que aborrecía encasillarse y que temía madurar casi tanto como la misma muerte. - La entiendo. - Le aseguró, mientras pensaba que además de todo lo anterior ese chico le había regalado el mejor sexo de toda su existencia, y eso era decir mucho para alguien que se había pasado unos cincuenta años practicándolo con regularidad. Lo deseaba tanto como lo apreciaba, y en lugar de percatarse de que esa combinación era peligrosa se le antojaba el tándem ideal.

- Me has dado un susto. - Le acusó recuperando su tono jocoso habitual. Se separó de él cuando se acercaron a tierra otra vez. Por un momento he creído que te perdería.
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Mensaje por François* Vie Mayo 31, 2013 7:09 am

Se sentía tan increíblemente bien, que la idea de tener que apartarse de su compañero le quemaba en la piel, pero sabía que el viaje estaba terminando y tendrían que volver a tierra firme, donde no podían consentirse delante de cualquier persona como si fueran libres para hacerlo. Por eso cuando el cambiaformas se separó, él solo se colocó mejor, arreglándose un poco la ropa y dejando escapar un suspiro.

No era mi intención asustarte, en realidad nada de esto era mi intención...pero mentiría si dijera que no me alegro de que haya pasado. — reconoció, formando una suave sonrisa y agachándose para recuperar la bolsita con los francos, ya buscaría en qué invertirlos o qué hacer con ellos, de todas formas aquel hombre se los había dado por su compañía en la noria y por darle un rato agradable de conversación, ya se los había ganado, incluso pensándose su oferta lo había hecho — Oye Jules, solo por saberlo, ¿te resultaría molesto si yo algún día tomara la iniciativa para acercarme a ti? — quiso saber, mirándolo con ojos curiosos — Si no quieres no lo haré, por supuesto, pero no sería tampoco muy horrible si yo también pusiera de mi parte. — se mordió los labios, con algo de inseguridad.

La noria llegó abajo y les abrieron, así que salió primero, alejándose un poco de la muchedumbre con pasos perezosos mientras esperaba la respuesta de su amigo y compañero. No era nada difícil pensar que podría hacerse notas especiales en su diario, donde pudiera escribir lo que deseaba hacer con el cambiaformas y quizás algún día que se levantara algo más atrevido, decidiera ser él quién se acercase a Jules. Claro que si esto le molestaba o le cortaba el plan de no estar obligado a atenderlo cada día como si fuera una pareja, no lo haría. La idea era que ambos estuvieran cómodos con ese acuerdo que en cualquier momento les terminaría explotando en la cara. Tras la conversación, simplemente tocaría volver al burdel, a enfrentarse a una larga noche con hombres que no deseaba, pero al menos tendría en mente la sensación de los besos del cortesano en esa noria, que sin lugar a dudas ayudarían mucho.

Off: Revisa los mensajes de mi Basilecito~ ♥
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