AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ángel mio, ¿donde estas? [Priv.Hero]
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Ángel mio, ¿donde estas? [Priv.Hero]
“¿Porque aunque estuviera cumpliendo mi sueño, me sentía tan increíblemente vació?, sueño que te arrebataran de mi lado, que al regresar no podre encontrarte… y las palabras de tu carta… “Eres mi heredero, cuando los años pasen y tenga que retirarme de estas tierras. Te dejaré todo a ti.” me hacen pensar que mi tiempo es tan corto y el tuyo tan largo. Soy mortal, demasiado frágil para pensar en una eternidad a tu lado, demasiado débil para poder protegerte y aun así regrese… para pasar mi corta vida intentando alcanzarte. Pero obviamente no me olvido de mis estudios, ya que, tengo también otro plan que cumplir”.
El maestro fue sumamente amable en oírme con tanta calma, mis días en Italia fueron una gran aventura aprendí muchas cosas y aunque me gane unos cuantos regaños por parte de mi Maestro por esconder pinceles, no hacele caso con algunas técnicas y saltarme clases para hablar de lo fascinante que era la inmortalidad, a su lado encontraba una paz que me hacia pensar que pertenecía a aquel lugar. Con el paso de los meses cada vez que dibujaba su rostro y cabellos dorados en hojas en blanco no podía evitar sonreír, pero esa felicidad se veía opacada por las constantes pesadillas y la increíble soledad que sentía al levantarme en un lapso en el cual no recordaba estar en Italia, buscaba desesperado a mi ángel en cada esquina y habitación hasta romper en llanto en algún pasillo donde mi maestro acababa por encontrarme para devolverme al cuarto hablándome por largo rato para hacerme recordar que en realidad ya no estaba en París.
Y luego de tantas pesadillas comprendí que en realidad no podía permanecer en Italia, al menos no por un tiempo. Mi maestro arreglo el viaje pero aun cuando yo deseaba partir y me sentía preparado creo haber sentido como una parte de mi se quedaba con quien había cuidado de mi por tantos meses. Sonreí en forma de agradecimiento hasta que perdí de mi vista la tierra y solo había agua a nuestro alrededor, en mi habitación coloque aquella foto que había empacado mi hermoso ángel antes de venir aquí… ahora la vería de regreso y muy pronto su hermoso rostro nuevamente… sin siquiera imaginar lo que me esperaría al llegar a París, pero con la idea de que… aun la muerte seria un hermoso destino si podía estar a su lado un minuto, hora o segundo…
“Maestro me gustaría que supieras que compensaste con tus tratos todas las lagrimas que he derramado a lo largo de mi vida, volveré en algún momento y dibujare los más hermosos paisajes para que te enorgullezcas de haber sido tu quien me enseño, mientras para no olvidar jamas tu rostro lo dibujare cada atardecer. Hasta entonces también dibujame como me recuerdas y comprueba cuanto he cambiado el día que regrese, la mortalidad, la fragilidad que represento para los inmortales, plasma todo aquello en tus perfectas creaciones”
El viaje fue tranquilo, aunque una enfermedad ataco a la tripulación a mitad del viaje ya habían 3 muertos que lanzaron al mar. Una enorme suerte fue el no enfermar también, no salia de mi habitación excepto las noches que me asomaba a ver las oscuras aguas y pensaba en como seria ser inmortal, dejar de temerle a la muerte, a la fealdad, enfermedad o vejez. Ser por primera vez completamente libre, sentirme fuerte y ser capaz de proteger a aquel ángel que parece estar encerrado en una jaula de cristal… al cual no puedo liberar sin dañar sus hermosas alas, por primera vez en mi vida la idea de ser inmortal me pareció fascinante, pero no entendía como podía llegar a serlo… muchos mitos antiguos hablaban de beber la sangre de un inmortal, pero había bebido ya la inmortalidad liquida sin ningún efecto, el sol no le dañaba, enfermaba y adolecía como cualquier persona.
Y mientras me arrimaba al borde sujetándome solo de una cuerda que estaba tensa pensaba que tal vez si estaba al borde de la muerte se le otorgaría aquel enorme regalo, por parte de su Maestro al sentirle en peligro… o mejor aun de su propio ángel, ese vinculo le uniría a él para siempre y ¿No seria eso hermoso?, no volver a sentir la soledad, ser eternamente joven aprendiendo, viviendo siendo como era él, sin tener que despedirse cada vez que regresaba el sol… era capaz de sacrificar aquellos hermosos paisajes a cambio de poder verle todos los días de su vida aun si su corazón jamas le pertenecería. Y no logro comprender hasta que sintió aquella tristeza en forma de gotas resbalando por sus mejillas que eso era lo que más le dolía… que sin importar cuanto sacrificara, su ángel estaba cautivado por aquel cuervo que le había arrancado los ojos… esa soledad no desaparecería si llevaba a cabo aquel vinculo, solo se volvería más intensa porque se alargaría para la eternidad… y con el viento jugando con sus cabellos observo el cielo con solo un pensamiento “Tal vez, desde allá arriba… te pueda cuidar por la eternidad”...
El viaje acabo con 6 personas fallecidas, lo cual había sido un numero bastante bajo. No se encontraba nadie con síntomas por lo que salieron especulaciones bastante estúpidas que no van al tema . Como mi Maestro pidió llego un carruaje a buscarme para llevarme a la mansión Jaejoong, el cielo de a poco se teñía de un color naranjo, y mi emoción creció desmedidamente…- Oh Maestro, no sabes como desearía que pudieras ver color que muestra este hermoso cielo… es como… si una gran ola de fuego amenazara con quemar todo París…. También me gustaría que sintieras la emoción que crece dentro de mi… - susurro antes de apartarse de la ventana, de pronto las casas se volvieron árboles y todo indicaba que en un par de minutos podría correr nuevamente por esos pasillos.
Pero el dulce sueño se volvió una pesadilla, la misma que había vivido por tantos meses, cuando cayó la noche y no habían rastros del mayor por ningún lado ni siquiera podía encontrar a jiji ni a yoyo. Su correr desesperado incluso tropezándose a cada vuelta le hacían desear despertar, debía ser una pesadilla otra vez, despertaría y su Maestro le devolvería a la cama diciéndole que todo estaría bien, que al llegar a París su ángel le estaría esperando con los brazos abiertos y una gran sonrisa… - Dijiste que tenias toda una eternidad para esperarme… ¿Donde estas ahora? - preguntaba a la nada en aquel oscuro corredor, abrazando sus piernas contra su cuerpo mientras se encontraba contra una mesa… las luces apagadas… un silencio enorme, que le hacia llorar como nunca antes, su pesadilla se había vuelto realidad. Su ángel había abierto sus alas y ya no sabia donde encontrarle.
Desde teatros, hasta callejones, lagunas y bosques, pero no le encontraba… y caminando por los callejones en su sexta noche de búsqueda sentía que psicologicamente ya no tenia fuerzas, ademas había caminado demasiado - Este es el perro, que preocupó a la gata, que mató a la rata, que comió la malta, que está en la casa que Jack construyó… - decía en voz alta pero quebradiza mientras avanzaba con sus piernas temblorosas, las ratas de los callejones corrían de un lado a otro si siquiera preocuparse de la presencia de aquel chico humano- esta es la vaca con el cuerno torcido, que tiró al perro, que preocupó a la gata, que mató a la rata, que comió la malta, que está en la casa que Jack construyó – continuo, aquel cuento, lo recordaba a la perfección sobre todo porque aquel ser que a sus ojos era tan perfecto parecía estar complicado con las palabras mencionadas, y aun así seguía leyendo solo para él sin importarle si cometía un error - esta es la doncella totalmente desolada, que ordeñó la vaca con el cuerno torcido, que tiró al perro, que preocupó a la gata, que mató a la rata, que comió la malta, que está en la casa que Jack construyó – pero a cada palabra, su voz se volvía más dolida, sus piernas temblaban con mayor fuerza, sus pasos se volvían más lentos y las lagrimas salían en mayor cantidad - Este es el hombre andrajoso y desgarrado, que besó a la doncella totalmente desolada, que ordeñó la vaca con el cuerno torcido, que tiró al perro, que preocupó a la gata, que mató a la rata, que comió la malta, que está en la casa que Jack construyó…emmm…. Este… es el sacerdote, afeitado y rapado – murmuro mientras se apoyaba contra la muralla, sin importarle ensuciar sus ropas finas… sin importarle que hubieran ratas y estuviera rodeado de la decadencia que escondían los callejones de Francia- que casó al hombre andrajoso y desgarrado, que besó a la doncella totalmente desolada, que ordeñó la vaca con el cuerno torcido, que tiró al perro, que preocupó a la gata, que mató a la rata, que comió la malta, que está en la casa que Jack construyó… Ves ángel… puedo memorizar muchas cosas… sobre todo si eran tus palabras… ¿Pero de que sirve si… recordando palabras, aprendiendo a leer o a pintar no puedo encontrarte? - pregunto a la nada, se quedo allí un momento hasta que se sintió incomodo al estar sentado… estaba sentado sobre algo y al revisar su pantalón encontró aquel pequeño frasco con un liquido rojizo… tenia solo la mitad – Uno…. si te sucede algo a nivel físico y el otro si sucede algo a nivel psicológico… - susurro para si mismo, antes de abrirlo y beber por completo el contenido de aquel frasco, no fue un grito desesperado lo que emitió… pero el mensaje estaba tan cargado de tristeza.. que tal vez opacaría a cualquier otro grito… -¿Ángel… porque has escapado de mi?, ¿Donde te encuentras?… por favor… te lo imploro… regresa…
Había gastado la otra mitad del frasco… cuando desobedeció a su Maestro y había usado una escalera para pintar en lo alto de la muralla durante el día, resbalo y se golpeo con tal fuerza que dijeron no podría moverse por unas semanas… pero aquella sangre le había curado, y ni siquiera ese dolor físico de sus huesos rotos podía eclipsar el dolor que sentía actualmente. Apretó el frasco en su mano y agacho la mirada, aun con esas ropas caras… volvía a parecer una pequeña rata callejera
“Para ustedes los segundos, minutos o horas no son nada, tienen todo el tiempo del mundo. Pero para mi son mi condena, mi limitación… y peor aun, la única libertad que tengo”
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Re: Ángel mio, ¿donde estas? [Priv.Hero]
“El pasado agoniza en el sueño donde los ojos perfilados ven los rayos del sol”
Casi un mes había pasado desde la muerte de Sky, aquella mujer que en humanidad me había sido de compañía en aquellos ratos libres. Aún no podía estar de todo animado, recordar que aún en el más fino de los casos, el destino seguía luchando para separarme de Nicolás. Pero una vez más habíamos conseguido destruir aquel muro. En este caso, el asesinato de aquella muchacha que convertida en vampiresa había osado querer inmiscuirse en mi mente. Podía parecer débil, o quizá realmente lo era, pero no con aquel poder. Pues lo conocía más que el dolor cuando el sol toca nuestra piel y empieza a carcomernos. El remedio había sido dado por mí mismo y actualmente nos habíamos acomodado nuevamente en nuestros cimientos, en aquella mansión de las zonas abandonadas, que parecía podrida por fuera, pero por dentro estaba en perfectas condiciones, remodelada y acomodada con mis propias manos. No iba a permitir que nadie más nos lastimara. Mis cabellos oscuros de color azabache me daban el disimulo correcto para poder pasar por los atestados mercados de cualquier lugar en la noche. Mi ropa se componía de simples trajes entallados, de tonos discretos. No eran mi estilo, pero no estaban mal. Al menos de esa forma estaba más tranquilo, más sereno a cada paso que daba en la atestada ciudad de París. Allí por donde las luces iluminaban todo aún en la más profunda noche.
Llevaba un ligero bolso colgado por mi hombro, eran las ocho de la noche, el sol se había escondido hacía no demasiado tiempo y me había dirigido a las zonas comerciales, buscando comprar para desahogar mis penas. Eso es lo que hacía “matutinamente” ahora que siquiera podía trabajar en el teatro de los vampiros. Me habían recomendado al menos tres años de implacable sigilo y aunque me costaba horrores mantenerme quieto, estaba dándolo todo de mí. Molestando a aquel vampiro al que le habían arrancado un ojo, y le habían destrozado cada hebra de su piel. Podía asegurar, que él había sufrido mucho más que yo. Luego, mi creador me había contado en secreto como había quedado su cuerpo. No se comparaba la mío, que luego de haberme cortado y lacerado, tan solo me habían arrancado los colmillos, los cuatro. Algo que había sido un desconsuelo para mi rostro, para mi dentadura que estaba bien acomodada para la época en la que nos hallábamos.
El tiempo que había tardado en buscar la manera de reemplazar aquellos huecos, la vergüenza cuando tenía que beber sangre. Nada se comparaba con la perdida de aquel cielo azul que seguramente, estaba acomodado en un frasco de los recintos de la inquisición. Había prometido que lo buscaría. Y sin duda cumpliría mi promesa, me entrenaría y cuando el tiempo pasara terminaría infiltrándome allí por donde la bendición de un Dios que no existe nos reclama nuestra subsistencia. Mordí mi labio inferior ante los pensamientos agolpados que empezaban a pasearse por mi cabeza. Siempre era lo mismo, cuando me encontraba solo, mi mente trabajaba hasta llegar a conclusiones infinitamente incoherentes. Y ahora estaba frente a un puesto donde pequeños inciensos se vendían. Gitanos, los miré y recordé aquella época en la que no podía acercarme a ellos por el miedo atroz a que leyeran mi pasado o futuro. Ahora, me dignaba a comprar con tranquilidad. Pequeñas y largas varillas, jazmín y vainilla eran mis predilectos. Los guardé y antes de poder seguir a otro puesto, el dolor en mi pecho se trasladó a mis colmillos y los ojos sumamente negros que llevaba se calentaban, dándome a entender que el halo rojo empezaría a notarse en cualquier momento. Me giré y a paso rápido, pero disimulando haber recordado algo, me dirigí a las oscuridades de las desoladas calles. Tomé mi frente, apretándola un poco y despacio el sonido de una voz me encaramó los oídos. ¿Hacía cuánto tiempo no sentía algo así? Maia había sido la última que me había llamado por medio de mi sangre y ahora nadie más poseía una pizca de ella. Excepto…
Mis orbes se abrieron y pestañeando terminé por reconocer aquel pedido dulce, como si estuviese por empezar a llover sobre mi cabeza. Quizá no era lo más prudente, no, en realidad en absoluto lo era. Por lo contrario, estaba yendo a la boca del lobo. Pues bien podía ser una ilusión de algún brujo inquisidor. Pero tenía que corroborarlo, no podía permitir que realmente fuese Amadeo aquel que me llamaba con el pequeño y sufrido aliento de quien lo ha perdido todo. — No puede ser. — Me dije en lo que trotaba hacía unas zonas más lejanas, pasando por varios callejones, estando a unas pocas veinte cuadras de mi actual hogar. Me desvié para meterme en un pasadizo igual de abandonado que los otros y pestañeando con algo de rapidez terminé por poder notar aquella aura apagada y melancólica que estaba acurrucada sobre la suciedad de un suelo pegajoso. Negué y chasqueé los dientes. ¿Qué significaba eso? ¿Realmente el destino iba a ser así de malvado conmigo? Siempre había considerado a Amadeo como un indefenso niño y hasta ahora no me había olvidado de él. Lo había enviado a Italia para que aprenda tantas cosas como pudiese y cuando tuviese la edad suficiente, iba a comenzar las transacciones para ponerle algunas pequeñas riquezas a su nombre. Pero ahora mismo, no era el momento, aquel cuervo negro que siempre había acariciado mi lomo, estaba molesto, desacatado por la sola idea de que me robaran. Y eso no iba a pasar, no al menos sin una magia malvada que estuviese entre medio. Algo que no permitiríamos que vuelva a suceder. — ¿Me ha llamado señorito? Esta zona no es adecuada para alguien de su renombre. — Sonreí apenas, con un halo notablemente preocupado. Pero ni con eso podía impedirme a mí mismo ir a socorrerlo. Pero no entendía, no había forma de que se hubiese trasladado solo. Y no entendía por qué razón aquel inmortal con el que lo había dejado no había enviado una carta antes. Ya que si bien había dejado la anterior residencia, seguía siendo mía y con regularidad mandaba a buscar los sobres que llegaran. Suspiré, algo extraño se escondía en esa situación, pero por ahora, tenía que asegurarme de que fuese él. — Levántate por favor, acércate. — Estiré la mano, buscando la suya y a su vez queriendo encontrar aquellos pequeños ojos claros.
Invitado- Invitado
Re: Ángel mio, ¿donde estas? [Priv.Hero]
“Son solo lagrimas pero duelen demasiado, donde quiera que vayas… desearía poder ir también para curar cada herida, secar cada lagrima y hablarte cada vez que te sientas solo. Pero eso jamas pasara, otra persona ya tiene ese lugar...“
Esas asquerosas calles, con ese aroma a cloaca que le parecía nauseabundo desde siempre, las ratas que iban de un lado a otro, preguntándose que hacia aquel chico nuevamente en las calles, y la luna eran los únicos testigos de aquel dolor que le perforaba el alma mientras se resignaba a regresar a casa nuevamente con las manos vaciás. Pero entre lagrimas de desesperación volvió a pensar que aquello no era más que un castigo divino, Dios aun le castigaba por ser un chico desobediente pero lo único que le hacia sentir su pequeño corazón más tranquilo… era que ya había perdido todo lo que le importaba en el mundo, ya no podían quitarle nada más excepto la vida, pero esto no parecía un castigo tan cruel como lo era vivir sintiéndose tan solo nuevamente.
¿Y si regresaba a Italia?, no, no podía presentarse frente a su Maestro luego de haber fracasado… no había regresado siendo un chico fracasado y completamente inútil debía encontrar a su ángel a como de lugar, seco sus lagrimas con la manga de su saco, sus risos que con el tiempo se pusieron cada vez más rojizos habían cubierto sus ojos por lo que los peino hacia atrás… estaba apunto de levantarse cuando escucho una voz aterciopelada que hizo a sus lagrimas congelarse en sus mejillas, la voz que podía espantar a todos sus demonios pero a su vez de quien solo le veía como una especie de hijo… una pequeña mascota mortal a la cual proteger.
“En estas asquerosas calles crecí, aun recuerdo el frío, el dolor y el temor a enfermar. Pensaba cada noche en que moriría como todos los demás, abandonado y suplicando que alguien acabara rápido con aquel sufrimiento. Alargaste mi vida, ya no le temo a quienes viven en las sombras… siempre he creído que más allá de un vampiro eres un ángel, mi hermoso ángel guardián que aquella noche me dio la oportunidad de dejar de caminar en la cuerda floja que se sostenía sobre las tinieblas en las cuales podía caer en cualquier momento. Bueno… en realidad sigo caminando allí día tras día, pero ahora al menos se que si caigo no tocare el suelo, no mientras tenga la oportunidad de volver a tu lado”
Alce la mirada, no podía creerlo… su rostro iluminado por la luna, tal como esa noche, como era obvio no había cambiado para nada, seguía igual de hermoso y joven. Las lagrimas comenzaron a correr nuevamente pero para ser las ultimas de la noche… ¿le reconocería su hermoso ángel?, sobre aquel hermoso ser no había pasado ni siquiera un día pero sobre si mismo se notaba el paso del tiempo, estaba más alto y sus rasgos ya no eran tan infantiles, no era capaz de mencionar siquiera una palabra en lo que se levantaba con lentitud sin ser capaz siquiera de mover sus manos para sacudir su ropa… luego de solo querer lanzarse a sus brazos no pudo hacer más que quedarse congelado ante su mirada y sus ultimas palabras le hicieron salir de la oscuridad para ubicarse de igual manera bajo la luz de la luna, sus cabellos bajo esa luz perdían por completo su tonalidad que se asemejaba a el atardecer pero seguían siendo aquellos cabellos traviesos y despeinados que ni siquiera Hero fue capaz de controlar en su momento.
-Ángel eres tu… - susurro con un hilo de voz que era apenas audible, su garganta estaba tan apretada que había sido un milagro que hubiera logrado pronunciar una palabra- realmente eres tu… mi ángel, ¿donde te has escondido?...te… te he buscado por todo París – dijo dando un paso torpe que fue seguido de otro hasta que llego frente al vampiro que no veía hace tantos años, tal como cuando era pequeño se aferro a su cuerpo sin intenciones de dejarle libre por un buen rato, su rostro escondido en su pecho sintiendo ese aroma a Vainilla que tanto extrañaba, ese era su ángel, estaba con vida… pero aun le tenia muchas preguntas y sin importar el tiempo que hubiera pasado seguía aun sin alcanzarle en estatura – ángel… estas tan distinto de alguna forma… - dijo mientras se separaba de a poco, no lo decía por su apariencia, pero encontraba un extraño brillo en sus ojos, ¿Acaso su ángel ya no le quería? - Soy yo… Amadeo… ¿Me recuerdas, cierto?… claro que me recuerdas… dijiste que siempre me recordarías… que tenias una eternidad para esperar mi regreso y aun así no estabas en la mansión, ¿Que ha ocurrido? - exigía saberlo, saber la razón por la que tuvo que buscarle tantas noches sin siquiera una señal que le calmara, algo que le dijera que su ángel estaba sano y salvo.
"¿Que ha ocurrido?, siento algo tan fuerte siendo solamente un humano común y corriente. Algo cambio cuando me fui, responde mis preguntas como cuando era pequeño, no me dejes con la duda sobre todo si es algo que te esta lastimando..."
Esas asquerosas calles, con ese aroma a cloaca que le parecía nauseabundo desde siempre, las ratas que iban de un lado a otro, preguntándose que hacia aquel chico nuevamente en las calles, y la luna eran los únicos testigos de aquel dolor que le perforaba el alma mientras se resignaba a regresar a casa nuevamente con las manos vaciás. Pero entre lagrimas de desesperación volvió a pensar que aquello no era más que un castigo divino, Dios aun le castigaba por ser un chico desobediente pero lo único que le hacia sentir su pequeño corazón más tranquilo… era que ya había perdido todo lo que le importaba en el mundo, ya no podían quitarle nada más excepto la vida, pero esto no parecía un castigo tan cruel como lo era vivir sintiéndose tan solo nuevamente.
¿Y si regresaba a Italia?, no, no podía presentarse frente a su Maestro luego de haber fracasado… no había regresado siendo un chico fracasado y completamente inútil debía encontrar a su ángel a como de lugar, seco sus lagrimas con la manga de su saco, sus risos que con el tiempo se pusieron cada vez más rojizos habían cubierto sus ojos por lo que los peino hacia atrás… estaba apunto de levantarse cuando escucho una voz aterciopelada que hizo a sus lagrimas congelarse en sus mejillas, la voz que podía espantar a todos sus demonios pero a su vez de quien solo le veía como una especie de hijo… una pequeña mascota mortal a la cual proteger.
“En estas asquerosas calles crecí, aun recuerdo el frío, el dolor y el temor a enfermar. Pensaba cada noche en que moriría como todos los demás, abandonado y suplicando que alguien acabara rápido con aquel sufrimiento. Alargaste mi vida, ya no le temo a quienes viven en las sombras… siempre he creído que más allá de un vampiro eres un ángel, mi hermoso ángel guardián que aquella noche me dio la oportunidad de dejar de caminar en la cuerda floja que se sostenía sobre las tinieblas en las cuales podía caer en cualquier momento. Bueno… en realidad sigo caminando allí día tras día, pero ahora al menos se que si caigo no tocare el suelo, no mientras tenga la oportunidad de volver a tu lado”
Alce la mirada, no podía creerlo… su rostro iluminado por la luna, tal como esa noche, como era obvio no había cambiado para nada, seguía igual de hermoso y joven. Las lagrimas comenzaron a correr nuevamente pero para ser las ultimas de la noche… ¿le reconocería su hermoso ángel?, sobre aquel hermoso ser no había pasado ni siquiera un día pero sobre si mismo se notaba el paso del tiempo, estaba más alto y sus rasgos ya no eran tan infantiles, no era capaz de mencionar siquiera una palabra en lo que se levantaba con lentitud sin ser capaz siquiera de mover sus manos para sacudir su ropa… luego de solo querer lanzarse a sus brazos no pudo hacer más que quedarse congelado ante su mirada y sus ultimas palabras le hicieron salir de la oscuridad para ubicarse de igual manera bajo la luz de la luna, sus cabellos bajo esa luz perdían por completo su tonalidad que se asemejaba a el atardecer pero seguían siendo aquellos cabellos traviesos y despeinados que ni siquiera Hero fue capaz de controlar en su momento.
-Ángel eres tu… - susurro con un hilo de voz que era apenas audible, su garganta estaba tan apretada que había sido un milagro que hubiera logrado pronunciar una palabra- realmente eres tu… mi ángel, ¿donde te has escondido?...te… te he buscado por todo París – dijo dando un paso torpe que fue seguido de otro hasta que llego frente al vampiro que no veía hace tantos años, tal como cuando era pequeño se aferro a su cuerpo sin intenciones de dejarle libre por un buen rato, su rostro escondido en su pecho sintiendo ese aroma a Vainilla que tanto extrañaba, ese era su ángel, estaba con vida… pero aun le tenia muchas preguntas y sin importar el tiempo que hubiera pasado seguía aun sin alcanzarle en estatura – ángel… estas tan distinto de alguna forma… - dijo mientras se separaba de a poco, no lo decía por su apariencia, pero encontraba un extraño brillo en sus ojos, ¿Acaso su ángel ya no le quería? - Soy yo… Amadeo… ¿Me recuerdas, cierto?… claro que me recuerdas… dijiste que siempre me recordarías… que tenias una eternidad para esperar mi regreso y aun así no estabas en la mansión, ¿Que ha ocurrido? - exigía saberlo, saber la razón por la que tuvo que buscarle tantas noches sin siquiera una señal que le calmara, algo que le dijera que su ángel estaba sano y salvo.
"¿Que ha ocurrido?, siento algo tan fuerte siendo solamente un humano común y corriente. Algo cambio cuando me fui, responde mis preguntas como cuando era pequeño, no me dejes con la duda sobre todo si es algo que te esta lastimando..."
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Re: Ángel mio, ¿donde estas? [Priv.Hero]
“Incluso si intento escapar de aquella ave que me lastima aunque la ame. Me moriría de tristeza en el camino”
Apenas un halo de su perfil podía llegar a ver, su nariz respingada y sus cabellos alborotados para todos los lados que podían. Tan diferente a mí, siempre había intentado aplanarlos, pero jamás había podido, por lo contrario parecían capaces de tener vida propia. Así mismo, sus ojos claros y llenos de lágrimas no eran distintos de los que había visto años atrás. Sí, sin duda era Amadeo aquel que estaba esperando por mí. Y mordí mis labios con pena, en su momento, había pensado que no lo volvería a ver, se me había hecho más fácil mudarme con ese sentimiento. Pero me había equivocado, sin duda alguna. Ahora, solo me quedaba aceptarlo. Había llegado en un momento difícil, me costaría poder protegerlo esa vez. Y fue cuando lentamente se acercó que pude verlo mejor. Estaba alto, no demasiado, pero podía mirarlo a los ojos sin agacharme tanto. Sus ropas estaban prolijas, pero el hedor de la ciudad se le había impregnado y con eso el sudor característico de los vivos. Aun así le sonreí, sabiendo perfectamente cómo serían sus siguientes pasos, como se acercaba poco a poco para rodearme con sus brazos y me acurrucaba como si fuese a hacerme daño. Para no dejarme escapar. El recuerdo me obligaba a quedarme quieto y a pasar las manos suavemente por su cabellera y su espalda, escuchándole silenciosamente. No era mi intención responderle, pero en cualquier caso, eso era peor que regañarlo.
— ¿"Distinto", lo dice el que ha crecido muchos centímetros y tiene el cabello más largo? Qué curioso. — Bromeé buscando su mirada, intentando apartarlo un poco de mi pecho, sentía su pequeño corazón latiendo sin control alguno y aunque no tenía un hambre voraz, había decidido apartarme de los allegados humanos que tuviese. Me había cerrado tanto que incluso tenerlo frente a mí, me causaba una extraña sensación que aún no podía distinguirla por completo. Quizá fuese miedo, pena, vergüenza o simplemente la barrera que antes había desarmado se había vuelto a construir. — Claro que te recuerdo, ¿Cuándo llegaste a París? ¿Por qué no me avisaron que llegarías? Hubiese ido a esperarte al puerto o mandado a alguien a recogerte. Vamos, estás todo sucio. Shhh, no gastes todas tus preguntas ahora. — Bajé la mano para agarrar la suya, con cuidado, delicadamente pasé los dedos entre los ajenos y me dediqué a empujarlo, empezando a caminar por los lugares un poco más limpios de la ciudad. Su aroma a mi propia sangre seguía allí y mirándole de reojo me pregunté si seguía teniendo de ella. ¿Le daría más si la respuesta era negativa? Me maldije cuando no supe que hacer y bajé la cabeza, negando. Nunca había tenido tanto miedo por otra persona. Nicolás ya se había encargado de Sky, obligándome a hacerlo con mis propias manos. No podía permitirme otro error o sería garrafal.
— Ocurrieron muchas cosas, gente mala vino a hacernos daño y me tuve que mudar. Pero la casa a la que fuiste sigue siendo mía. Vayamos allí por ahora. Amadeo~ ¿Haz estudiado mucho? Espero que sepas muchas cosas ahora que volviste. Aunque, pensé que era más tiempo hasta terminar la escuela de Italia. — Fruncí un poco el entrecejo. A pesar de que tenía miedos infundidos, no me había olvidado de las charlas y las quejas que con él habíamos tenido. Sabía que iba a ir a una escuela de arte, con un inmortal que tenía casi la misma edad que aquel cuervo negro. Por lo mismo, estaba seguro que no le iba a abandonar y eso era claro, se notaba que estaba viviendo bien, sus músculos estaban acorde a su edad y su piel parecía sana. Lo mismo con las ropas, que a pesar de estar algo sucias, la calidad era notoria. Pasé entonces una de mis manos por su camisa y la acomodé cuidadosamente, palmándolo por arriba, haciendo así que el polvo vaya cayendo al suelo. Sonreí de lado al verle un poco más y me encontré con su total crecimiento y su lindo rostro. Dejé ver todos mis dientes romos y cubrí al instante esos labios, penosamente apabullado. — Estás muy bonito, parece que te han alimentado bien. Deja de sufrir, ya estoy aquí. Perdón por tardar tanto, no me odies. — Apoyé mis dedos sobre su hombro y suspiré. Tanto de que hablar y tan pocas ganas de decir algo relevante. Por lo contrario, mi deseo era escuchar todo lo que tenga que decir él. Y dejarle de una vez aquella casa en medio del centro. Que la disfrutara, pues yo simplemente no podría hacerlo.
Invitado- Invitado
Re: Ángel mio, ¿donde estas? [Priv.Hero]
“Oh dulce ángel tu jamas podrás entender, como siento en mi corazón mortal. Pero posiblemente sientas como late con tanto entusiasmo contra tu cuerpo cada vez que te mantienes cerca. No puedo ofrecerte una eternidad, jamas aquel amor algo suicida que ofreces a aquel cuervo de oscura alma, pero si esto. Un corazón humano que late por ti, por verte “vivo” día a día y que se detendría si te ocurriera algo”
Todo su cuerpo se volvió de gelatina ante la sutil caricia en sus cabellos, aun cuando lo intentaba con toda su alma no podía olvidar aquella noche despidiéndose frente al buque. El mismo quería creer que sus alas estaban listas, debía comenzar a volar por su cuenta pero no se sentía listo, no de verdad… sin embargo, era el mejor regalo que podía darle a su ángel. Un problema menos en París, un pequeño niño que te pedía con desesperación lo que tu no podías darle se había ido a Italia y aunque regreso adorándote de igual manera algo había cambiado, algo en su mirada había cambiado de manera algo drástica.
-Es por eso que es extraño que estés distinto, es normal que yo cambie pero no tu… no el ángel eterno y sublime… que tengo frente a mi – alego observando los ojos de su ángel aun con más atención a cada detalle que pudiera encontrar en ellos. Luego de su tiempo en Italia aprendió muchas cosas, no solo arte y asignaturas, aprendió cosas con su Maestro que no se aprenden en un instituto común y corriente, pero que ademas lo atribuía solamente a aquel arcángel que gobernaba aquellas tierras cruzando el mar, que más que enseñarle todo lo que pudo en aquel “escaso” tiempo, logro calmar su alma inquieta lo más que pudo – L'Italia è bellisima, angelo. Il mio maestro troppo meraviglioso – le dijo con entusiasmo, su Italiano llegaba a escucharse mucho más fluido que su francés pero aun tenia sus pequeñas fallas – Mi Maestro es un inmortal excepcional… puede vivir como un mortal, pasar inadvertido entre ellos, ángel mio ¿Porque no podrías tu hacer lo mismo? - acaricio uno de los brazos de aquel ser que tenia frente a sus ojos – Llegue… hace, una semana aproximadamente, te he estado buscando desde entonces pero no había rastro de tu presencia… Fui al teatro, bares, lagunas, bosques, callejones, salones al teatro de vampiros y no encontraba rastro de ti hasta esta noche… esta maravillosa noche, mi querido serafín… No avise a nadie, quería que fuera una sorpresa, que me encontraras en mi cuarto como hace tanto tiempo atrás, esperando tu compañía. Pero por más que espere no estabas, ni siquiera estaban los gatos… -Le dijo con un semblante de frustración que no había tenido desde hace mucho tiempo.
-Pensé que te habían hecho algún daño… - Le siguió sumamente pegado a él, paso tras paso, dejaban atrás aquel aroma nauseabundo que le colmaba la nariz desde hace ya días atrás. Pero le sorprendió que de alguna manera sus sueños hubieran estado advirtiéndole sobre lo que estaba ocurriendo en París, habían atacado a su ángel, había estado en peligro y de alguna forma lo había sentido. Sus pesadillas habían cobrado cierto sentido en su mente y sus manos se aferraron con fuerza al antebrazo del mayor ante la idea de que le habían dañado – Nunca me lo dijiste en cartas… - susurro sintiendo sus ojos sumamente llorosos - ¿Te hicieron algo? - Se paro frente a Hero y tomo su rostro, le observo mientras lo tanteaba por todos lados intentando ver si eso era lo que encontraba diferente- Me… me queda más tiempo, esto… es una especie de vacaciones, luego debo regresar con mi Maestro pero… he tenido unos sueños horribles y tuve la necesidad de regresar rápidamente, no podía aguantarlo más, pensé que si te veía nuevamente dejarían de a quejarme ...pero cuando llegue fue como vivir aquel mal sueño, tu no estabas, no había nadie y temía que mi pesadilla fuera real, que realmente te hubiera perdido…
Mientras caían unas solitarias lagrimas por sus pómulos dejo que limpiaran sus ropas, luego de llegar al fin de su rostro dejaron solo aquel rastro en sus mejillas, algo se calmo en su interior al ver la sonrisa de su hermoso Serafín y aunque siempre ponía atención a todo lo que hacían aquel hermoso ser esta vez paso por alto su reacción, pensando que solo se trataba de un actuar nervioso. Tomo la mano de Hero entre las suyas y le beso suavemente antes de alzar la mirada con una tierna sonrisa- Si, estas aquí… por fin estas aquí. No temas mi odio, no temas que yo sienta algo como eso hacia ti, mis sentimientos hacia tu persona son meramente puros, mi hermoso ángel guardián, estas a mi lado como siempre debería ser… Vamonos a la mansión, estas calles me traen horribles recuerdos – comenzó a caminar frente al mayor, más bien estaba caminando de espalda para no quitarle la mirada de encima.
Un carruaje les esperaba a la salida del teatro, o mejor dicho solo esperaba a Amadeo. Y noto la mirada de impresión de quien estaba a cargo de comandar aquel transporte al ver a Hero nuevamente, eso solo le dio para pensar que hace mucho tiempo no le veían en la mansión. Sus movimientos, muecas, gestos y palabras demostraban que había regresado como un chico que ya sabia muchas cosas, pero en el fondo no dejaba de ser el mismo niño que corría con lagrimas en los ojos a los brazos de su ángel al momento de frustrarse por nimiedades, o cuando se lastimaba, suplicando por aquella sangre mágica que le curaba de todo mal. Se preguntaba donde viviría ahora su ángel, pero mucho le hacia suponer que este no se lo diría – Mmmmhhh… solo es… un advertencia pero la mansión esta hecha un caos… necesitaba pistas y busque por todos los rincones donde podía haber alguna pista – las camas estaban deshechas, la cocina completamente saqueada y ni hablar de la biblioteca, aunque procuro no romper ningún libro los había sacado todos de su lugar, sin duda había provocado un gran desastre, pero su lado infantil culpaba de aquello por completo a Hero – No rompí nada… nada aparte de unos dos o tres platos… estoy tan ansioso de mostrarte mis dibujos, los paisajes que he pintado pensando en tí, la pasaremos muy bien… al menos este tiempo que este aquí a tu lado… déjame cuidar de ti, se que jamas he sido suficiente, seguramente jamas lo seré… pero el tiempo que tenga de vida que es como un pestañeo comparado contigo… déjame cuidar de ti… - le pidió buscando su mirada. Esta vez su ángel no podía ignorarle, como lo hacia ante sus obvias demostraciones de amor años antes.
“No quiero ninguna riqueza, prefiero aceptar mi soledad, se que al momento en el que me des tus vienes sera tu eterna despedida”
-Es por eso que es extraño que estés distinto, es normal que yo cambie pero no tu… no el ángel eterno y sublime… que tengo frente a mi – alego observando los ojos de su ángel aun con más atención a cada detalle que pudiera encontrar en ellos. Luego de su tiempo en Italia aprendió muchas cosas, no solo arte y asignaturas, aprendió cosas con su Maestro que no se aprenden en un instituto común y corriente, pero que ademas lo atribuía solamente a aquel arcángel que gobernaba aquellas tierras cruzando el mar, que más que enseñarle todo lo que pudo en aquel “escaso” tiempo, logro calmar su alma inquieta lo más que pudo – L'Italia è bellisima, angelo. Il mio maestro troppo meraviglioso – le dijo con entusiasmo, su Italiano llegaba a escucharse mucho más fluido que su francés pero aun tenia sus pequeñas fallas – Mi Maestro es un inmortal excepcional… puede vivir como un mortal, pasar inadvertido entre ellos, ángel mio ¿Porque no podrías tu hacer lo mismo? - acaricio uno de los brazos de aquel ser que tenia frente a sus ojos – Llegue… hace, una semana aproximadamente, te he estado buscando desde entonces pero no había rastro de tu presencia… Fui al teatro, bares, lagunas, bosques, callejones, salones al teatro de vampiros y no encontraba rastro de ti hasta esta noche… esta maravillosa noche, mi querido serafín… No avise a nadie, quería que fuera una sorpresa, que me encontraras en mi cuarto como hace tanto tiempo atrás, esperando tu compañía. Pero por más que espere no estabas, ni siquiera estaban los gatos… -Le dijo con un semblante de frustración que no había tenido desde hace mucho tiempo.
-Pensé que te habían hecho algún daño… - Le siguió sumamente pegado a él, paso tras paso, dejaban atrás aquel aroma nauseabundo que le colmaba la nariz desde hace ya días atrás. Pero le sorprendió que de alguna manera sus sueños hubieran estado advirtiéndole sobre lo que estaba ocurriendo en París, habían atacado a su ángel, había estado en peligro y de alguna forma lo había sentido. Sus pesadillas habían cobrado cierto sentido en su mente y sus manos se aferraron con fuerza al antebrazo del mayor ante la idea de que le habían dañado – Nunca me lo dijiste en cartas… - susurro sintiendo sus ojos sumamente llorosos - ¿Te hicieron algo? - Se paro frente a Hero y tomo su rostro, le observo mientras lo tanteaba por todos lados intentando ver si eso era lo que encontraba diferente- Me… me queda más tiempo, esto… es una especie de vacaciones, luego debo regresar con mi Maestro pero… he tenido unos sueños horribles y tuve la necesidad de regresar rápidamente, no podía aguantarlo más, pensé que si te veía nuevamente dejarían de a quejarme ...pero cuando llegue fue como vivir aquel mal sueño, tu no estabas, no había nadie y temía que mi pesadilla fuera real, que realmente te hubiera perdido…
Mientras caían unas solitarias lagrimas por sus pómulos dejo que limpiaran sus ropas, luego de llegar al fin de su rostro dejaron solo aquel rastro en sus mejillas, algo se calmo en su interior al ver la sonrisa de su hermoso Serafín y aunque siempre ponía atención a todo lo que hacían aquel hermoso ser esta vez paso por alto su reacción, pensando que solo se trataba de un actuar nervioso. Tomo la mano de Hero entre las suyas y le beso suavemente antes de alzar la mirada con una tierna sonrisa- Si, estas aquí… por fin estas aquí. No temas mi odio, no temas que yo sienta algo como eso hacia ti, mis sentimientos hacia tu persona son meramente puros, mi hermoso ángel guardián, estas a mi lado como siempre debería ser… Vamonos a la mansión, estas calles me traen horribles recuerdos – comenzó a caminar frente al mayor, más bien estaba caminando de espalda para no quitarle la mirada de encima.
Un carruaje les esperaba a la salida del teatro, o mejor dicho solo esperaba a Amadeo. Y noto la mirada de impresión de quien estaba a cargo de comandar aquel transporte al ver a Hero nuevamente, eso solo le dio para pensar que hace mucho tiempo no le veían en la mansión. Sus movimientos, muecas, gestos y palabras demostraban que había regresado como un chico que ya sabia muchas cosas, pero en el fondo no dejaba de ser el mismo niño que corría con lagrimas en los ojos a los brazos de su ángel al momento de frustrarse por nimiedades, o cuando se lastimaba, suplicando por aquella sangre mágica que le curaba de todo mal. Se preguntaba donde viviría ahora su ángel, pero mucho le hacia suponer que este no se lo diría – Mmmmhhh… solo es… un advertencia pero la mansión esta hecha un caos… necesitaba pistas y busque por todos los rincones donde podía haber alguna pista – las camas estaban deshechas, la cocina completamente saqueada y ni hablar de la biblioteca, aunque procuro no romper ningún libro los había sacado todos de su lugar, sin duda había provocado un gran desastre, pero su lado infantil culpaba de aquello por completo a Hero – No rompí nada… nada aparte de unos dos o tres platos… estoy tan ansioso de mostrarte mis dibujos, los paisajes que he pintado pensando en tí, la pasaremos muy bien… al menos este tiempo que este aquí a tu lado… déjame cuidar de ti, se que jamas he sido suficiente, seguramente jamas lo seré… pero el tiempo que tenga de vida que es como un pestañeo comparado contigo… déjame cuidar de ti… - le pidió buscando su mirada. Esta vez su ángel no podía ignorarle, como lo hacia ante sus obvias demostraciones de amor años antes.
“No quiero ninguna riqueza, prefiero aceptar mi soledad, se que al momento en el que me des tus vienes sera tu eterna despedida”
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Re: Ángel mio, ¿donde estas? [Priv.Hero]
“El temor raya lo imposible, me quita el aliento, me roba el latido que alguna vez tuve”
No necesitaba mentirle, pero aun así lo hacía, buscaba maneras casi enfermas de aparentar seguir siendo el muchacho de clase alta y sonrisa elocuente. Con todas mis ansias quería proporcionarle las mismas caricias que años atrás le había dado. Pero sabía muy en el interior, que era imposible, que había cambiado mucho, al punto que mi personalidad estaba completamente distorsionada. Las lágrimas que antes nadie más que yo podía ver, ahora salían en cualquier parte y por cualquier razón. El orgullo con el que antes cabalgaba a mi lado se había destruido y esa manía de seleccionar a las personas en un sí o no había quedado en el olvido. Me había convertido poco a poco en tristeza y melancolía. No de esas que están siempre callas y atormentadas, al contrario, como los niños que no entienden y buscan una salida. Pero ver a Amadeo a los ojos me hacía forzarme a intentar agarrar un pasado que ya se había deslizado de entre mis dedos. El tiempo corría, aunque mi apariencia seguía siendo igual, con la salvedad de que no tenía colmillos. Mis pensamientos y mi forma de ser se habían dejado moldear por el dolor y las acciones humanas y de la iglesia que habían acabado con todo lo que creía verdadero. Esa era la única y verdadera razón por la cual él decía esas cosas, pero yo no podía explicarle, no había palabras para decir todo lo que estaba en mi mente.
Me sorprendí entonces al escucharle hablar y una risa sincera y calmada se escapó y me cubrí apenas los labios con una mano, ladeando la cabeza. Los idiomas realmente no se me daban, incluso el coreano de mi época me salía muy mal, el francés me resultaba tortuoso y cuando me obligaron a aprender inglés sufrí tanto que hasta el momento no lo había utilizado. Pero el italiano me parecía algo inentendible por completo. De todas maneras le acaricie los cabellos y asentí con emoción. Después de todo, me estaba mostrando los frutos de un aprendizaje correcto. Apreté su palma entonces, acomodándolo para comenzar a caminar lejos de ese callejón. Por ningún motivo quería volver a verlo sucio y lloroso. — ¿Ah sí? Debe ser un inmortal muy, muy viejo entonces. ¿Yo? No, no puedo estar frente al sol. — Sabía que no se refería exactamente a eso, pero tenía que responder de manera en la que no se notase demasiado que no quería tener nada que ver con los humanos. Realmente, quería estar solo con vampiros, quitarme el miedo que les tenía. Intentar palparme de mi verdadero mundo y dejar de mezclarme con aquellos que vivirán un momento y luego se esfumarán sin más. — Hiciste mal, no puedes pensar que las cosas no cambiaron por el simple hecho de que tú no estuviste. Tenlo en cuenta para la próxima vez. ¿Tienes vacaciones entonces? Eso es bueno, te ves relajado. Los gatos lo tiene una amiga gitana. No pude quedármelos. — Empezaba a desesperarme, sus preguntas me hostigaban, eran como pequeños clavos que estaban torturando mi pasado, quería llorar, quería descomponerme en lágrimas hasta que las horas pasaran. Pero me mantuve tan recto como pude y le miré de reojo, negando con una sonrisa que daba toda la apariencia de satisfacción.
— No ha pasado nada, fue Paris que empezó con algunos movimientos con inquisidores. Todos estamos manteniendo un perfil bajo para que no nos atrapen. No había necesidad de decirte. — Le acariciaba las hebras con cuidado, su rostro que seguía pareciendo brillante y lleno de esperanzas me daba un poco de felicidad. Como si no todo estuviese perdido, si bien Amadeo era un ser vivo, yo sentía que era parte de mi inmortalidad. Y dejé salir un suspiro a la vez que me exalté por sus toques tan centrados en mis mejillas y lo aparté antes de que pudiese tocarme demasiado. No soportaba los roces, no quería que nadie pudiese tocarme, tan solo el cuervo negro era capaz de acariciarme y que el horror y el miedo no sobresalgan de manera brusca. Tenía agarradas las muñecas del muchacho, no con demasiada fuerzas, había podido controlarme, pero mis ojos le observaron estupefacto y le solté despacito. — No. Sigo existiendo, tienen que hacer mucho más que simplemente querer atacarme para destruirme. Vamos a la casa, estar en la noche por estos callejones no es seguro de ninguna forma. No sé por qué tu maestro te dejó venir sin custodia, me parece ridículo. — Murmuré bajito, tomándole la mano, sin hacer comentario alguno sobre el toque que me había hecho, no quería pensar que estaba volviéndome loco, aunque varias veces había terminado deduciendo que eso es lo que me pasaría. Me reí para mí mismo, negando tontamente. Así eran las cosas, el pasado me hostigaría para siempre.
Caminé entonces a donde él me guiaba, estaba algo preocupado, volver a la mansión, ver a los que la cuidaban fielmente. No quería, nada de eso era hecho por mis deseos. Me sentía en una pesadilla, como si los fantasmas me estuviesen persiguiendo. Y despacito bajé la cabeza al suelo, metiéndome en el carruaje a medida que mis palabras se iban haciendo más y más silenciosas. — No tiene importancia, no te lastimaste con los platos, ¿verdad? Luego lo acomodaremos. — Asentí y el móvil empezó a moverse, el chinchineo de los caballos. La nueva era estaba llegando y con eso los autos con ruedas estaban haciendo furor, quizá sería bueno conseguir algo así. Lo tendría en cuenta para la próxima vez. Aunque sabía que lo mejor era guardar el dinero y no hacer demasiadas transacciones. Todo era demasiado complicado para mí. Suspiré por milésima vez, bufando un poco por lo bajo. — Amadeo, me quedaré contigo esta noche y durante el día, luego tendré que irme. Pero volveré a la siguiente luna, ¿de acuerdo? Me has tomado por sorpresa, tengo que organizarme con tus vacaciones. — Le sonreí jugando y pasé los dedos por sus cabellos, buscando entonces su mirada, siempre me había resultado un niño dulce y necesitado de atención. La cual no podía entregársela por completo, cuando lo había conocido, Nicolás había desaparecido y todo mi cuidado se lo había dedicado a él, para así no pensar en aquella ave que me torturaba la mente. — ¿Has hecho dibujos pensando en mí? Mmm, eso me suena a que te burlarás. — Le toqué la nariz con perspicacia y despacio me giré para mirar por la ventana. ¿Qué tan lejos estaríamos? Quería llegar, quería dejar de estar en aquel carruaje que me frustraba. Desde hacía tiempo, me manejaba solo con mis piernas, yendo de un lado a otro lo más rápido que podía. Una de las pocas habilidades en las que sobresalía.
Última edición por Hero Jaejoong el Lun Jun 29, 2015 9:52 pm, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: Ángel mio, ¿donde estas? [Priv.Hero]
“Le imploro a la noche por respuestas que jamas serán respondidas”
¿Que ocurre en tu mente?, tu dijiste que yo era tu niño y siempre lo sería, sin embargo, te siento tan lejano tan distinto aunque quiera negarme lo a mi mismo ¿Mi regreso no te hizo feliz?. Se siente como si hubieras dejado de pertenecer a mi mundo, como si solo quisieras darme la espalda luego de un momento para regresar a lo que ahora es tu vida… Temo que solo me des las cosas materiales que crees necesito, porque, en realidad, no necesito nada de eso, si regrese no fue por joyas, ropa o lujos. Se que no recuerdas lo que era ser humano, naciste el día que te volviste inmortal, ¿Acaso intentas suplir las necesidades y sueños que crees humanos?, ni un buque de oro me hará feliz si siento esta separación tan grande entre nosotros, y por primera vez siento que no puedo contártelo, temo abrir una herida causada en mis años de ausencia. Se siente como si todas las plumas que intente recomponer de tus alas hubieran sido arrancadas apenas puse un pie en Italia… y con mucho miedo recuerdo que, aun en mi negación ,se que no perteneces a mi mundo, ni a mi lado y es inútil divisarte de lejos en mis sueños porque con el tiempo y el dolor he llegado a pensar que en realidad jamas estuvimos destinados a unir nuestros caminos y que solo fue un error del universo.
Te ató a la mortalidad que no conoces y te hago cubrir mis banales caprichos mientras luchas con algo que es más grande que tu y que yo. Pero no puedo evitar desear verte nuevamente de aquí hasta el ultimo día que me quede de vida… pero aunque ese sea mi deseo… prometo esta vez dejarte ir, luego de que te marches no volveré a buscarte... pero antes dejame disfrutarte esta noche sigue jugando conmigo como si los años no hubieran pasado, cuéntame cuentos, toca el piano y cocina con esa alegría que te hacía ver como cualquier ser humano. Atesorare tu recuerdo en mi mente hasta mi ultimo día, siento que regrese para una nueva despedida.
Las cosas cambiaron demasiado desde que me marche y aunque no podía llegar a la conclusión de que hubiera sido una buena o mala idea el irme a Italia, solo sabía que ahora todo era distinto. ¿Cuando antes aquel dulce ángel me había detenido para evitar mis toques?, tal vez solo era una reacción al ahora verme más grande y no como aquel niño que corría por toda la mansión buscando sus mimos y caricias. Ante su aclaración de que volvería otra noche tan solo asentí desviando la mirada a la ventana, tome una posición erguida, me cruce de piernas y apoye mi codo en la ventana del carruaje mientras observaba el paisaje, la respuesta a sus visitas las aclararía luego… tenia mucho que pensar, pero en ese preciso instante esperaba con toda esperanza que respondiera a mis palabras, pero aquella respuesta jamas llego.
“Siempre fuiste el único lugar a donde podía regresar, el problema es que no debía hacerlo”
El silencio entre ambos estaba apoderándose de todo como nunca, ni siquiera cuando llegue a la mansión había recordado un lapso tan largo donde ninguno mencionara una palabra – Si, he dibujado mucho… también a los gatos… ¿Los tiene alguna chica del mercado?, yo recuerdo haber conocido una gitana cuando vivía en las calles… se llamaba Maia… también la dibuje mucho, me recordaba bastante a la Madre de Dios… Maria, me gustaría también mostrártelos. Mi Maestro es muy bueno enseñando, realmente pase muy buenos momentos a su lado, me gustaría poder invitarle, pero como has mencionado al parecer hay muchos problemas con los inquisidores… no me gustaría que le hicieran ningún daño – Miro al cielo y pensó en cuantas noches había dibujado con la imagen de su Maestro rondando por su mente, le atormentaba de manera extraña y mucho más ahora… la inmortalidad no es para los hombres por eso se esconden de los mortales, porque no son del mismo mundo y pensar que tampoco pertenecía al mundo de su Maestro o este al suyo le hacía sentir un nudo en la garganta y lagrimas amenazando con hacerle romperse frente a su ángel. Negó rápidamente y sonrió al divisar la mansión a la lejanía – Ya estamos llegando… de seguro te han extrañado un montón al igual que yo… ¿Hace cuanto abandonaste la mansión?, de seguro te estas quedando ahora en un lugar más pequeño… ¿No has tenido problemas?, espero que tengas todo lo necesario para que tu alergia al sol no te haga ningún daño… pero siempre que necesites compañía durante las noches puedes venir a acompañarme, tocaras el piano para que me duerma ¿Si?, y te dejare acariciar mis risos que como notaras se volvieron más salvajes en este largo periodo de tiempo lejos.
Una vez el carruaje se detuvo fue el primero en salir y apenas salio su ángel tuvo el impulso de tomarle de la muñeca pero se aparto rápidamente al recordar su reacción anterior – Lo lamento… ¿Continuamos? - pregunto dándole la espalda para caminar a la mansión. Abrió la puerta y le recibieron con la mirada atónita al ver quien le seguía – Les dije que lo lograría… - comento sin duda orgulloso de su logro, aun teniendo claro que no había ganador en esa historia, tal como no había un final feliz. Entrego su sombrero y capa en la entrada antes de caminar rápidamente- Vamos ángel mio hay mucho que quiero mostrarte! - le aviso mientras se apresuraba en subir las escaleras, sus risos rebotaban en su cabeza a medida que subía cada peldaño, acabo por chocar con la puerta de su cuarto solo para empujarla desesperado con todo su cuerpo, una vez adentro lo primero que hizo fue esquivar el desorden de libros que estaban esparcidos en el suelo para sentarse en su escritorio, tenia un pergamino ya listo para ser llenado de palabras y comenzó a escribir fugazmente- Toma asiento!, enseguida voy contigo!, puedes tirar las cosas del sofá o la cama al suelo, ponte cómodo – le dijo sin siquiera mirarle, estaba concentrado en su escritura, para informarle a su Maestro que todo estaba bien ahora… pero que regresaría en un mes… o dos. Volteo a mirar la solución que había tomado su ángel, la cama, el sofá, el suelo y las mesas estaban atiborrados de libros y hojas sin fin, algunos dibujos, otros eran solo cartas que no envió por mala redacción y lo demás eran libros donde busco pistas – ángel… -se acerco a este sumamente tímido mientras buscaba su mirada - ¿Vendrías conmigo a Italia?…
¿Que ocurre en tu mente?, tu dijiste que yo era tu niño y siempre lo sería, sin embargo, te siento tan lejano tan distinto aunque quiera negarme lo a mi mismo ¿Mi regreso no te hizo feliz?. Se siente como si hubieras dejado de pertenecer a mi mundo, como si solo quisieras darme la espalda luego de un momento para regresar a lo que ahora es tu vida… Temo que solo me des las cosas materiales que crees necesito, porque, en realidad, no necesito nada de eso, si regrese no fue por joyas, ropa o lujos. Se que no recuerdas lo que era ser humano, naciste el día que te volviste inmortal, ¿Acaso intentas suplir las necesidades y sueños que crees humanos?, ni un buque de oro me hará feliz si siento esta separación tan grande entre nosotros, y por primera vez siento que no puedo contártelo, temo abrir una herida causada en mis años de ausencia. Se siente como si todas las plumas que intente recomponer de tus alas hubieran sido arrancadas apenas puse un pie en Italia… y con mucho miedo recuerdo que, aun en mi negación ,se que no perteneces a mi mundo, ni a mi lado y es inútil divisarte de lejos en mis sueños porque con el tiempo y el dolor he llegado a pensar que en realidad jamas estuvimos destinados a unir nuestros caminos y que solo fue un error del universo.
Te ató a la mortalidad que no conoces y te hago cubrir mis banales caprichos mientras luchas con algo que es más grande que tu y que yo. Pero no puedo evitar desear verte nuevamente de aquí hasta el ultimo día que me quede de vida… pero aunque ese sea mi deseo… prometo esta vez dejarte ir, luego de que te marches no volveré a buscarte... pero antes dejame disfrutarte esta noche sigue jugando conmigo como si los años no hubieran pasado, cuéntame cuentos, toca el piano y cocina con esa alegría que te hacía ver como cualquier ser humano. Atesorare tu recuerdo en mi mente hasta mi ultimo día, siento que regrese para una nueva despedida.
Las cosas cambiaron demasiado desde que me marche y aunque no podía llegar a la conclusión de que hubiera sido una buena o mala idea el irme a Italia, solo sabía que ahora todo era distinto. ¿Cuando antes aquel dulce ángel me había detenido para evitar mis toques?, tal vez solo era una reacción al ahora verme más grande y no como aquel niño que corría por toda la mansión buscando sus mimos y caricias. Ante su aclaración de que volvería otra noche tan solo asentí desviando la mirada a la ventana, tome una posición erguida, me cruce de piernas y apoye mi codo en la ventana del carruaje mientras observaba el paisaje, la respuesta a sus visitas las aclararía luego… tenia mucho que pensar, pero en ese preciso instante esperaba con toda esperanza que respondiera a mis palabras, pero aquella respuesta jamas llego.
“Siempre fuiste el único lugar a donde podía regresar, el problema es que no debía hacerlo”
El silencio entre ambos estaba apoderándose de todo como nunca, ni siquiera cuando llegue a la mansión había recordado un lapso tan largo donde ninguno mencionara una palabra – Si, he dibujado mucho… también a los gatos… ¿Los tiene alguna chica del mercado?, yo recuerdo haber conocido una gitana cuando vivía en las calles… se llamaba Maia… también la dibuje mucho, me recordaba bastante a la Madre de Dios… Maria, me gustaría también mostrártelos. Mi Maestro es muy bueno enseñando, realmente pase muy buenos momentos a su lado, me gustaría poder invitarle, pero como has mencionado al parecer hay muchos problemas con los inquisidores… no me gustaría que le hicieran ningún daño – Miro al cielo y pensó en cuantas noches había dibujado con la imagen de su Maestro rondando por su mente, le atormentaba de manera extraña y mucho más ahora… la inmortalidad no es para los hombres por eso se esconden de los mortales, porque no son del mismo mundo y pensar que tampoco pertenecía al mundo de su Maestro o este al suyo le hacía sentir un nudo en la garganta y lagrimas amenazando con hacerle romperse frente a su ángel. Negó rápidamente y sonrió al divisar la mansión a la lejanía – Ya estamos llegando… de seguro te han extrañado un montón al igual que yo… ¿Hace cuanto abandonaste la mansión?, de seguro te estas quedando ahora en un lugar más pequeño… ¿No has tenido problemas?, espero que tengas todo lo necesario para que tu alergia al sol no te haga ningún daño… pero siempre que necesites compañía durante las noches puedes venir a acompañarme, tocaras el piano para que me duerma ¿Si?, y te dejare acariciar mis risos que como notaras se volvieron más salvajes en este largo periodo de tiempo lejos.
Una vez el carruaje se detuvo fue el primero en salir y apenas salio su ángel tuvo el impulso de tomarle de la muñeca pero se aparto rápidamente al recordar su reacción anterior – Lo lamento… ¿Continuamos? - pregunto dándole la espalda para caminar a la mansión. Abrió la puerta y le recibieron con la mirada atónita al ver quien le seguía – Les dije que lo lograría… - comento sin duda orgulloso de su logro, aun teniendo claro que no había ganador en esa historia, tal como no había un final feliz. Entrego su sombrero y capa en la entrada antes de caminar rápidamente- Vamos ángel mio hay mucho que quiero mostrarte! - le aviso mientras se apresuraba en subir las escaleras, sus risos rebotaban en su cabeza a medida que subía cada peldaño, acabo por chocar con la puerta de su cuarto solo para empujarla desesperado con todo su cuerpo, una vez adentro lo primero que hizo fue esquivar el desorden de libros que estaban esparcidos en el suelo para sentarse en su escritorio, tenia un pergamino ya listo para ser llenado de palabras y comenzó a escribir fugazmente- Toma asiento!, enseguida voy contigo!, puedes tirar las cosas del sofá o la cama al suelo, ponte cómodo – le dijo sin siquiera mirarle, estaba concentrado en su escritura, para informarle a su Maestro que todo estaba bien ahora… pero que regresaría en un mes… o dos. Volteo a mirar la solución que había tomado su ángel, la cama, el sofá, el suelo y las mesas estaban atiborrados de libros y hojas sin fin, algunos dibujos, otros eran solo cartas que no envió por mala redacción y lo demás eran libros donde busco pistas – ángel… -se acerco a este sumamente tímido mientras buscaba su mirada - ¿Vendrías conmigo a Italia?…
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Re: Ángel mio, ¿donde estas? [Priv.Hero]
Si la claustrofobia hubiese sido algo posible en mi condición sin duda alguna la hubiese sufrido. Me sentía encerrado en aquella carroza, mis manos querían temblar y mis ojos querían lagrimear sin detenerse ni un solo segundo. No había manera de que pudiese explicarle a Amadeo como me sentía. No podía darle a entender que las cosas que me habían y estaban sucediendo eran demasiado trágicas para tenerlo a él allí. Me era imposible protegerlo, esa vez más que nunca. El silencio que se hacía entre ambos era algo que no recordaba haber sufrido jamás, probablemente hacía demasiado tiempo que no charlaba con un humano, me sentía algo nervioso con los vivos rodeándome, aunque también con los muertos. Nada me caía bien desde que Sky había llegado a Paris, con un Nicolás más enfurecido que nunca, ambos habían acrecentado mi temor por el exterior, mi locura era gigante y a su vez mi mascara se había hecho de una perfecta cerámica refinada. Pero no así mi sonrisa, ni mis ojos abismalmente negros que recorrían todo lo que me pasaba por al lado como si fuese una amenaza. Los abría como un gato a punto de atacar y mi pequeña y encorvada nariz se abollonaba dando alusión a mi disgusto. Escuché entonces cada palabra de aquel pequeño hombre o intento de él. Se veía alto e incluso me daban ganas de abrazarlo y acurrucarme en su calor, pero a ese mínimo imaginar comenzaba a desesperarme y querer huir de allí. Dejé salir un jadeo cuando la cercanía a la mansión se acrecentaba, no la había pisado desde aquel día en donde había terminado de hacer todo el papelerío. De alguna forma, me había reprimido durante meses para poder dejar varias cosas a nombre de aquella ama de llaves y el hombre que la acompañaba. También algunas a nombre de Amadeo, solo por si llegaba a morir y no podía hacerlo antes. Luego de terminar, encontrar a Nicolás había sido lo más difícil e irme a vivir a escondidas con él me había torturado hasta el último aliento.
— Maia… Ya veo, es un hermoso nombre. Deberías avisarle de todos modos a aquel director, para que sepa. — El recuerdo de Maia se acentuó como una pequeña daga en mi cuerpo, la había visto por última vez en aquella casa que estaba por pisar ahora. Luego de huir, me había prometido que no la visitaría nunca más y ahora que él decía que estaba en aquella residencia, solo me daba a intuir que ella se había ido. ¿Quizá estaba casada y seguiría viviendo como una nómada yendo de país en país? Sí, eso era seguramente, es lo único que podía permitirme pensar si no quería volver a sufrir otro de esos horribles ataques de pánico que se engendraban en mi interior. Tomé un poco de aire, mordisqueando el interior de mis labios en tanto miraba al muchacho de reojo, ¿estaría aburrido? Sí, sin duda él no esperaba encontrarse con una piltrafa miedosa, tenía que darle eso que estaba buscando, pero no me salía, no podía sonreír como así lo deseaba. Las lágrimas rojas acudieron a mis ojos, bañando el blanco en rosado, no permití que se cayeran, me las volví a tragar, a la fuerza y con un orgullo que sin duda no conocía. — Se cumplirían unos siete meses en poco tiempo… Estoy cómodo, lo único que pido es seguir teniendo el mismo perfume de siempre. ¿Lo recuerdas? — De forma dulce le sonreí, acercándome para que pudiese olisquear aquel jazmín y vainilla que siempre me habían acompañado; era lo único que había permanecido intacto hasta el momento; aunque de alguna forma sabía que algo me haría dejarlo de usar, el jazmín ya no era tan agradable como antes.
Fueron pasos lentos los que repetí cuando la puerta se nos acercaba, ya que sentía que no era yo el que estaba caminando, como si una fuerza sobrenatural estuviese empujándome. Unos quejidos imperceptibles se ahogaron en mi garganta cuando ojos tristes me empezaron a bañar, miradas inquisidoras que solo me contemplaban como si se tratase de un fantasma. No pude devolverles el mirar, pues me agarré de Amadeo y me quedé observando el suelo de madera seca, dejándome arrastrar a los aposentos, mordiéndome suavemente como si con ello intentara darme ánimos para no gritar. — Sí… bueno, ¿hace cuánto que estás aquí realmente? Da la impresión de meses. — Su espada estaba frente a mí cuando aquel cuarto se abrió de par en par y los libros y pinceles se hallaron esparcidos por toda la zona. Me causó algo de gracia y decidí que sería relajante reírme de aquel desastre en lo que me disponía a agacharme y a acomodar las cosas en el sofá y la mesita pequeña que estaba escondida entre mugre, papeles y telas. Tan solo lo escuché, silencioso mientras movía sus pertenencias y las que eran de la casa misma. Si acaso él había planeado buscar mi ubicación en todas esas cosas era lamentable; no me consideraba una persona con tanto ingenio para lograr codificar el lugar. Y de todos modos, no tenía intenciones de que él o que cualquier otro pudiese descubrirlo. No era algo especial para mí. Lo material había dejado de serlo desde que mis propios caninos habían dejado mi boca. Me acerqué entonces al pequeño espacio que me había hecho en la cama, con las manos sobre las rodillas terminé por sentarme, escuchando escandalosamente el sonido de la pluma contra el papel, hasta que esto se deshizo y aquel pequeño cuerpo se acercó como un gato en pedido de cariño. — ¿Italia…? ¿Te gustaría que vaya a conocer? No estoy seguro, pero quizá en algún momento. — Casi fue un tartamudeo y mis brazos instintivamente se alzaron, abrazando la cintura ajena, atrayéndola a mí para así poder apoyar la cabeza allí. Apretándole suavemente, con miedo a ser capaz de quebrarlo. — Lo siento, lo siento mucho, jamás te olvidé y aún ahora sigues siendo mi pequeña gema, ya estás casi todo pulido. Haz crecido mucho. — Mis ojos le buscaron, negros, profundos y heridos como siempre habían estado. Había conocido a Amadeo en la tristeza y ahora estaba en la desesperación. Y siempre me las había arreglado para hacerle reír y emocionar, ahora, tenía tanto miedo por la vida misma, que ni mis propias sonrisas salían sin un halo de pena a mí alrededor. — ¿Me dejarás pensarlo? ¿No preferirías disfrutar esta noche mejor? Ah… Las cortinas. Ve a correrlas a todas, yo terminaré de acomodar esto. ¿Qué se supone que leías en los libros de la casa? Jamás te permití ser tan desordenado, ¿acaso en Venecia sí? —
Invitado- Invitado
Re: Ángel mio, ¿donde estas? [Priv.Hero]
“Supongo que luego de tanto luchar hay que aprender a decir “Adiós””
Sentía que aun intentándolo le había perdido por completo, no tenía otra forma de explicarlo, era como estar cerca de un fantasma, ¿Cómo el mundo podía ser tan cruel para dejar de esa forma a un ser celestial?. Quería pensar que podía abrazarle y así protegerle de todo mal que el mundo pudiera intentar contra él, pero era un juego de niños, nunca fue lo suficientemente fuerte como para salvarle siquiera de sí mismo, no parecía haber esperanza en su mirada, estaba sumido en la desesperación. Y deseaba aferrarse a la idea de que su ángel solo tocaría fondo para volver en gloria y majestuosidad, ¿Pero cómo se volvía a flote cuando el mundo colocaba piedras sobre tu cuerpo?.
Mi pobre e indefensa criatura de la oscuridad… ¿Qué han hecho contigo?- se preguntaba a medida que dejaba atrás su pergamino y caminaba a aquella tenue sombra que solía ser la luz brillante que guio en algún momento su camino. Sintió como se aferraba a su cuerpo, casi con la misma fuerza con la cual este lo hizo antes de partir a Italia, y quiso odiarle mientras le culpaba con tristeza en su corazón – Solo tenías que haber aceptado… con solo una palabra tuya yo hubiera abandonado todo para quedarme a tu lado, pero no lo hiciste – se lamentaba en silencio, no eran cosas que podría reprocharle jamás solo porque no quería causarle más daño. Le acaricio el cabello mientras buscaba darle aquella calma que le habían arrebatado – Los humanos solemos crecer… es la nueva moda actualmente – susurro intentando subirle el ánimo mientras acariciaba sus cabellos. Jamás podría lastimarle, porque aun cuando fuera la razón de todo su pesar fue la primera persona que le vio con amabilidad en el mundo, alguien que se quedó y aun ante la adversidad decidió hacerse cargo de él sin ser su responsabilidad, ¿Cómo podría hacer sufrir a la primera persona que le hizo sonreír? Pero no podía evitarlo.
-Tanto dolor no era necesario – negó antes de tomarle el rostro, sintió algo brusco en su realidad pero teniendo claro que no le dañaría realmente, solo quería que no escondiera su mirada al escuchar lo que tenía que decirle – Solo tenías que decir que me querías a tu lado, pero yo fui quien perdió. ¿Cómo podría competir contra Nicolás, verdad?, yo no puedo enseñarte nada que no sepas, no puedo ofrecerte absolutamente nada que no puedas conseguir por tu propia cuenta… Y aun así espere que fueras feliz con tu elección, quería confiar en que respetando tu decisión podría regresar cada cierto tiempo y ver que nada había cambiado, que estarías a salvo y mínimamente bien. Pero fue una estupidez, ya que desde un principio te estaba corrompiendo, te alimentas de ese veneno y mi papel allí es solo hacer como que no fuera consciente de eso… Él gano, tú lo elegiste. Pero no siento que tu hayas ganado demasiado… y yo aun no entiendo porque no puedo olvidarlo… porque aun tengo los mismo miedos que tenía al principio – dijo aguantando sus infantiles lagrimas no muy diferentes a las que derramo antes de abandonar París – No me queda más que ver como mi hermoso ángel se vuelve piedra, ¿verdad?... –acabo por soltarle el rostro para caminar a la ventana mientras se secaba sus lágrimas, pues… y ano servía de nada que siguiera derramando más por el mismo tema – Te perderé y lo sé, ¿Crees que no he notado lo que te han hecho?, pero ya no importa esta hecho… -murmuro mientras abría las ventanas e intentaba ver desde allí las lejanas luces – Y lo peor es que siento que aun te amo y temo que eso me atormente para la eternidad, sintiendo que en realidad no soy nada en este mundo si no estás, pues así era antes de que aparecieras…
Amadeo VanderHoeven- Vampiro Clase Alta
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Re: Ángel mio, ¿donde estas? [Priv.Hero]
La risa se escapó de mis labios casi como un fantasma corriendo por un pasillo y le miré, alzando apenas las cejas, entre asombrado y con leve reflejo de juego. Parecía que me había pasmado con eso de que los humanos crecían. Claro que lo hacían, el tiempo pasaba y solo lo podía notar con ellos, con sus arrugas y cambios de voz. Yo estaba congelado en mi propio reloj y a decir verdad, me gustaba de ese modo, tenía la ilusión de que podía estar siempre bello, inocente y pulido. Todo era una mentira que cualquiera podía refutarme, simplemente mirando mi rostro se notaba la tristeza y el dolor que había pasado. ¿Qué sentido tenía mentirme a mí mismo? Me hacía más feliz. Seguí recogiendo los libros, de alguna manera me sentía amenazado. La presencia de Amadeo no me molestaba, nunca lo había hecho. Sin embargo, sus preguntas y sus juicios hacia mi persona solo evolucionaban mi mal humor, para su suerte era imposible que me convierta en un querubín maléfico cuando se trataba de seres vivos, es decir que podían morir. Aunque era evidente el disgusto en mi rostro, en mis ojos, incluso en la curvatura de mis labios que no hacía más que apretarse para no escupir malas palabras. ¿Quién se creía que era para decirme o siquiera hablar sobre mi elección? Estaba evidentemente confundido, no sabía y como todos los que hablaban sin saber, decía estupideces. Pues, ¿qué había tenido que ver Nicolás con mi tristeza? Absolutamente nada. Las cosas que me habían pasado habían sido por mi propia estupidez, por abrirle la puerta a una mujer que consideraba amiga. Por pelear contra la inquisición que quería arrancar de raíz a los sobrenaturales. En cada una de mis acciones, Nicolás se había negado al punto de querer encerrarme para impedirme el vuelo. Pero yo me había hecho de mi egoísmo para salir y hacer lo que quisiera. Por ello fue que le miré con molestia, tanta que me paré derecho dejando caer un libro de mi mano. — No sé de qué hablas. Estás culpando a alguien inocente. Seguro que te lo enseñé, ¿no? ¿O quizá allá? No juzgues si no sabes. Te inventaste todo el cuento, ¿al menos escuchaste algún rumor en el cual respaldarte? —
Ardía mi enojo al ver sus lágrimas y yo mismo me sequé como una marchitada flor, suspirando profundamente. Intenté sacar todo mi enojo cubriéndolo con un manto de tranquilidad, no valía la pena. No importaba decirle nada, pues parecía que aún con su cuerpo cambiado, no había aprendido nada sobre madurar. Algo que a duras penas yo había hecho. Aceptando que si las personas hablaban por hablar, yo no iba a cambiarlas. — ¿Por lo menos sabes quién o cómo? ¿Por qué culpas a mi cuervo de todo? Si él fue el que me salvó de cada uno de los lugares en donde estuve. Entiendo tu molestia. Yo te quiero, siempre te quise y por eso te di muchas cosas que necesitas para tu vida. — Le sonreí de lado, escondiendo un poco la pared gigante que acababa de construir entre él y yo. Sabía que eso iba a tener consecuencias. Al final de todo, Nicolás siempre sabía lo que pasaba a mi alrededor y también sabía que no había mejor manera para castigarme que matando a los que se inmiscuían conmigo. Había hecho tanto para que mi presencia no se notara, con los ánimos de odio acumulados en mi pecho, se podía saber perfectamente dónde y cómo estaba. Me giré, apreté los bordes de mi nariz. — Lo peor de todo es que dices eso y para mí no significa nada. Menos sabiendo sobre toda tu estadía en Venencia. No me malinterpretes, pero odio las mentiras. ¡Y mucho más odio que digas cualquier cosa de mi vida! Si estoy triste es porque me obligaron a recordar toda mi vida humana que no me interesaba y porque me quitaron mis colmillos. Nada tiene que ver con Nicolás que ahora solamente es un ente triste y manchado por mi culpa. ¡Siempre es mi culpa! Y tú me vez como si fuese un pobre inocente. — Las lágrimas se derramaron inconscientemente, las sentí y las toqué. Eran rojas, semi transparentes. Las sacudí contra el suelo, mostrando todo mi rostro incendiado entre la humillación y el encierro. Cerré los ojos, separándome hasta mantener una distancia prudente, los libros seguían desacomodados, era como un presagio de que quedaría todo así, roto para siempre. — Será mejor que me vaya. Te sigo queriendo tanto Amadeo… Eres como mi pequeña gema. No obstante, el que te haya salvado no me debería quitar de todo pecado. No soy eso, no soy un ángel ni una buena persona. — Sentencié tan trágicamente que me dolió en el alma tener que decirle semejante verdad. Una que yo mismo me escondía.
Ardía mi enojo al ver sus lágrimas y yo mismo me sequé como una marchitada flor, suspirando profundamente. Intenté sacar todo mi enojo cubriéndolo con un manto de tranquilidad, no valía la pena. No importaba decirle nada, pues parecía que aún con su cuerpo cambiado, no había aprendido nada sobre madurar. Algo que a duras penas yo había hecho. Aceptando que si las personas hablaban por hablar, yo no iba a cambiarlas. — ¿Por lo menos sabes quién o cómo? ¿Por qué culpas a mi cuervo de todo? Si él fue el que me salvó de cada uno de los lugares en donde estuve. Entiendo tu molestia. Yo te quiero, siempre te quise y por eso te di muchas cosas que necesitas para tu vida. — Le sonreí de lado, escondiendo un poco la pared gigante que acababa de construir entre él y yo. Sabía que eso iba a tener consecuencias. Al final de todo, Nicolás siempre sabía lo que pasaba a mi alrededor y también sabía que no había mejor manera para castigarme que matando a los que se inmiscuían conmigo. Había hecho tanto para que mi presencia no se notara, con los ánimos de odio acumulados en mi pecho, se podía saber perfectamente dónde y cómo estaba. Me giré, apreté los bordes de mi nariz. — Lo peor de todo es que dices eso y para mí no significa nada. Menos sabiendo sobre toda tu estadía en Venencia. No me malinterpretes, pero odio las mentiras. ¡Y mucho más odio que digas cualquier cosa de mi vida! Si estoy triste es porque me obligaron a recordar toda mi vida humana que no me interesaba y porque me quitaron mis colmillos. Nada tiene que ver con Nicolás que ahora solamente es un ente triste y manchado por mi culpa. ¡Siempre es mi culpa! Y tú me vez como si fuese un pobre inocente. — Las lágrimas se derramaron inconscientemente, las sentí y las toqué. Eran rojas, semi transparentes. Las sacudí contra el suelo, mostrando todo mi rostro incendiado entre la humillación y el encierro. Cerré los ojos, separándome hasta mantener una distancia prudente, los libros seguían desacomodados, era como un presagio de que quedaría todo así, roto para siempre. — Será mejor que me vaya. Te sigo queriendo tanto Amadeo… Eres como mi pequeña gema. No obstante, el que te haya salvado no me debería quitar de todo pecado. No soy eso, no soy un ángel ni una buena persona. — Sentencié tan trágicamente que me dolió en el alma tener que decirle semejante verdad. Una que yo mismo me escondía.
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