AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Come back to you [Priv. Hero]
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Come back to you [Priv. Hero]
-Final de la temporada de Invierno-
Las épocas navideñas transcurrieron con un extraño magnetismo que la gitana frente a la chimenea sólo podía describir como destinadas. De principio a fin, hubo cierta importancia en sus acontecimientos. Llegar a casa de Hero le hizo comprender que las residencias sedentarias no eran tan malas; de hecho, encontraba calor y compañía ahí. Virtudes que careció mucho tiempo rondando las calles de París sin más hogar que el circo gitano y los callejones oscuros. Se le hizo incomodo al principio, pues era una orgullosa y testaruda respecto a las normas de comportamiento, poniendo tanto esfuerzo en ser la invitada perfecta, que a veces recibía sermones de su anfitrión. A las pocas semanas tuvo que admitir que desplazar las formalidades era el mejor modo de estar en contacto con el asiático, al que intentaba sorprender cada día con una nueva lectura en la biblioteca.
No pasaban todo el tiempo juntos, por supuesto, pero fueron aquellos primeros días los que aprendió a vivir con otra persona después de tantos años. Con el tiempo acumuló en el armario varios vestidos a medida que mezclaban la moda parisina con rasgos gitanos. Siempre le rogaba a la modista que fueran vestidos prácticos, lo que le daba ciertos disgustos a la pobre y anticuada mujer. Al final, podía seguir trepando árboles y correr por los jardines, pero corría peligro de llegar a la cena con el dobladillo de la falda manchado de tierra. Fue por ese tiempo, cuando Diciembre traía los primeros copos de nieve, que tuvo un reencuentro con el pasado.
Melalo Minué se convirtió en algo más que un recuerdo para la joven mujer. De hecho, el intrépido checo se infiltró tan inesperadamente en su vida, que apenas tuvo tiempo de comunicárselo a Hero. Bebiendo el chocolate caliente, con los pies al fuego, sintió que volvía a encogerse tal y como lo hizo aquella vez. Requirió de todo su valor para soltar las primeras frente a los dulces pero astutos ojos rasgados. Él la conocía bien, no podía ocultarlo. "Me casaré con un hombre al que apenas conozco", se sinceró, quizás usando las palabras equivocadas. La reacción del vampiro no la sorprendió en lo más mínimo, pero la hizo reconsiderar el plan de confesarlo durante el día, por si acaso necesitaba escapar hacia un lugar donde él no pudiera estrangularla. Él estaba impactado, quizás incluso molesto. No, él estaba verdaderamente escéptico, y ella sabía por qué. ¿Cómo dos personas podían comprometerse tan rápido? Y la castaña tuvo que responder a una de sus preguntas más importantes. No, no lo amaba. El matrimonio no sería por amor, tampoco por conveniencia. Se trataba de una razón más egoísta. Quería tener todo lo que su padre hubiese querido para ella, mantener el vínculo que alguna vez los unió. Al mismo tiempo, quería explorar el mundo de su madre, aquel que vislumbró gracias a Hero.
Las cosas no fueron tan mal como ella pensó. Era evidente que su querido amigo no estaba de acuerdo con aquella unión, pero parecía resignado siempre y cuando ella así lo quisiera. Incluso había aceptado acompañarla la primera noche de la celebración. En el fondo ella sabía que no sería capaz de decir "acepto" si él no se epncontraba presente. En medio de sus reflexiones, en paseos por jardines o fuera de la mansión; acompañada por una recién conocida gitana en Noche buena, o sólo por el silencio, sospechaba algo. Su corazón estaba cambiando.
¿Y ahora? Estaba sola; no completamente si tomaba en cuenta al ama de llaves que poco a poco se acostumbró a su presencia, pero Hero se había ido. El vampiro sabía algo acerca de estos sentimientos que, peligrosamente, aumentaba en el pecho de la gitana. Pero su opinión era limitada, si bien, no menos cálida. Ahora debía estar sin él, preguntándose qué ocurría. Todo el tiempo estaba preocupada por la condición de su amigo, que evidentemente no era la misma de cuando lo conoció.
-Primavera-
La nieve se retiraba de París como un viejo recuerdo, igual que las pobres almas que marcharon a algún lado por la crudeza del invierno. La gente retomaba sus rutinas, desde la más pobre hasta la más adinerada. A Maia, la mujer a la que el tiempo atosigaba, no le quedaba más remedio que hacer lo mismo. Seguía una rutina tan simple y fofa que su rostro había perdido el brillo que la caracterizaba.
Cuando caía el sol, y el sonido de las cigarras comparecía con la luz de la luna, miró por la ventana de su habitación. Ahora su cabello castaño estaba más largo, y su cuerpo se veía completamente sano bajo la bata de seda bordada color menta. La ciudad se notaba distante, pero bulliciosa. Ahora todos salían de noche, disfrutando el fresco y tolerable clima primaveral.
― Phral, ¿cuándo vas a volver?... ―Susurró, dejando que el viento se llevara sus palabras. Y cuando no hubo un aspiste de luz, el sonido de unos caballos en el camino principal frente a la mansión llamaron su atención. Curiosa, miró en dirección a la entrada y descubrió algunas sombras. Su corazón dio un vuelco nervioso, antes de que sus pies la impulsaran a correr por los pasillos. Bajaba las escaleras de dos en dos cuando lo vio. Hero.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Come back to you [Priv. Hero]
“Eres una cosa molesta y desordenada”
La risa y la iluminación eran más fuertes en la casa desde hacía ya algunos meses, la gitana había provocado tantas cosas que no podía pensar realmente si había más buenas que malas. Comía como una glotona y todo el tiempo hacía ruidos, tan solo las primeras semanas era algo extraño, una paz incómoda que ni yo ni ella podía soportar. Tenía que regañarla, es decir, si iba a vivir en mi hogar debía haber un ambiente menos tenso, quizá eran esas situaciones extrañas, donde yo me iba a bañar, me iba a dormir y cosas tan cotidianas e íntimas que sofocaban un poco. Pero fue cuestión de tiempo y las cosas empezaron a aflojarse tanto que ya no había mucho freno para poner. Siempre aprendiendo a leer cosas nuevas, cuando me lo mostraba no hacía más que hacerme reír. Simplemente era una cosa extraña y obviamente muy inteligente. Lo había logrado en tan poco tiempo que ya parecía simplemente una dama rebelde y no una gitana traída de la calle, tal como los perros falderos. Me gustaba beber y cocinar para ella, todos los días y noches eran como tesoros hermosos. Había aprendido como hacer cosas de romanís, había averiguado y me había esforzado hasta poder recrear una comida perfecta. También pudimos ir a mis conciertos y la verdad es que todo andaba muy bien. Pero pronto llegaría esa noche especial.
¿Ella se iba a casar? No lo podía creer, mis cálculos estaban mal hechos, ¿no tenía que presentármelo antes? Quería enojarme, gritar y hasta llorar como un niño al cual le quitan un juguete. Pero no, me controlé y pregunté el por qué. Nunca me hubiese podido imaginar su respuesta, me sentí casi herido, pero recordé que así era el mundo, uno que nunca había entendido. Yo había vivido encerrado, sin ninguna costumbre exacta, mi humanidad no existía en mi cabeza y por ello tampoco la idea de un matrimonio arreglado o por conveniencia. Pero los había estudiado y se daba en gran parte del mundo, era lógico, un rico no debía casarse con un pobre, la balanza estaba desequilibrada, así como un vampiro no debía enamorarse de una humana. En el último caso, eran los tiempos terrenales los que variaban. Y así un sinfín de cualidades que dentro de todo se entendían, pero la parte de mi cerebro que albergaba el instinto comenzó a hacer preguntas, ella las respondía con la mayor sinceridad que podía, lo notaba, pero aun así no me conformaba. “Hero, tengo mis razones para hacer esto. Sé que no parece correcto. Pero... eres muy importante para mí, quisiera que fueras la primera noche.” Que molestia, ¡Que maldita molestia!
Mis ojos se incendiaron ante esas palabras, me explicó que las bodas gitanas duraban días y días y que en la primera daban la ceremonia principal. Yo tuve que decir que sí, no porque realmente quisiera, en realidad quería ir y enterrarme por unos años, pero no debía, si ella se casaba yo tenía que estar allí. Y estaría, le haría hacer un hermoso vestido, la ayudaría en todo, porque al fin y al cabo, aunque me molestara mucho, no podía dejarme guiar por mi instinto egoísta. Al final terminé abrazándola, bufando por aquella extrema tristeza. Luego de ello pasó un tiempo, había comprado otra mansión, casi igual que la actual. Estaba empezando a organizar las cosas y el dinero, tenía que dejarle para que pudiese darse todos los gustos, después de todo, yo nunca iba a poder casarme de esa manera, por varias razones, la humana y la sexual. Al menos quería presenciar una de esas. Pero un viaje se avecinaba, el cuervo negro había estado esperando el momento hacía ya bastante. Le avisé a Maia, pero sin muchos detalles, no quería que supiera, no quería que se enoje ni que me regañe, pero nunca esperé que pasara aquello que pasó.
El inicio de la primavera era lo que marcaba mi regreso. Sin colmillos, con un dolor devastador, pero con la idea de que estaba vivo y que aún faltaban muchas cosas por presenciar. Me dirigí en primera instancia a aquella casa que había comprado tiempo atrás, sabía que Maia estaría en la habitual y no podía dejar que me viera así como así. Cubierto en sangre y con un hambre tan grande que sería capaz de intentar desgarrarla a ella misma. Tan solo dos días y una noche pasé en aquel lugar. Para mi desgracia, había tenido la visita de Deiran, al que le había dado la dirección de aquella casa, ya que no quería que supiese que estaba viviendo con una humana. Pero había sido para mejor, ya que había notado que él había investigado mi desaparición. Pero no había mucho por hacer. Luego de una pelea y palabras dulces, había subido mi ánimo y era hora de enfrentar a la verdadera bestia. Sentado en el carruaje, aún delgado y con la piel pálida, el trote de los caballos hacía la presencia del lugar. La mansión estaba en perfectas condiciones, el ama de llaves que había allí me estaba esperando como tiempo atrás, en la puerta con una sonrisa. Yo no me dejaba ver, las cortinas cubrían mi presencia. Me golpeé con las palmas de las manos en mis mejillas, tomé aire y salí del carruaje a paso firme, abrí la puerta, no sin antes saludar amorosamente a la mujer y el señor que me esperaban con una reverencia y traspasé el umbral.
―Te he dicho que no corras en las escaleras. Algún día vas a quitarte el alma… Estoy en casa. ― Le sonreí a la mujercita de cabellos largos y rostro hermoso que corría y daba saltos por la escalera, en un rincón de mi corazón había sentido miedo, miedo de llegar y que ella no esté, de pensar que se había ido para siempre, muerta o que se había casado antes, que me había dejado, tantas cosas habían cruzado por mi cabeza, pero allí estaba, con la misma energía fluyendo por su aura, quizá un poco más perezosa, eso estaba bien. No esperé tanto y me adelanté para esperarla bajo aquel sin fin de escalones y abrí mis brazos para acurrucarla en mi pecho, mis lágrimas que habían estado saliendo durante mucho tiempo no se hostigaron y salieron con extrema suavidad. ― Me alegro tanto estar de vuelta aquí, pensé que no podría volver a ver tu hermosa sonrisa nunca más. ― Murmure quebrado, mientras la giraba lentamente sobre mi eje y la apoyaba en el suelo, olía tal como siempre quería. Mantenía esa esencia que me había seducido al punto de que había compartido hasta el mismo techo con ella. ― Te has dejado largo el cabello, te queda hermoso. ¿Estás más vieja? ― Con la yema del dedo acaricié debajo de sus ojos y le sonreí, había estado esperando cansinamente ese momento.
“No sabes cuánto anhelé volver a verte.”
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Re: Come back to you [Priv. Hero]
Los viejos hábitos no desaparecían del todo, especialmente aquellos que resguardaban la inocencia y la dejaban fluir en momentos de inmensa felicidad como ese. Sí, durante el tiempo que Hero y la desgarbada gitanilla compartieron techo, ella solía bajar las extensas escaleras de dos en dos, y a veces, cuando se sentía muy valiente, saltaba cinco o seis para caer a sus brazos. Él solía reprenderla mucho pues parecía estar muy consciente de las vulnerabilidades humanas; Maia entendió esta faceta del vampiro en poco tiempo. ¿Cómo no darse cuenta de sus peculiaridades cuando le contaba acerca de la época que pasó viajando de un lado a otro sin echar raíces? ¿Cómo pasar por alto sus renuencias a cosas tan sencillas como las bromas pesadas y las excentricidades verbales? No es que fuera un "niño rico", aunque literalmente lo era. Se trataba de su naturaleza vampírica y la forma en como se crió, hablando también de su formación como inmortal. A la castaña le producía curiosidad, pero nunca se atrevió a pedirle que le diera la mano para leerla otra vez. Ya la primera experiencia fue bastante intensa, sin mencionar las visiones.
Así pues... ¿Por qué tendría que bajar cada peldaño de las escaleras como si no estuviera desesperada por ver al elegante hombre de ojos rasgados? ¡Por supuesto que iba a correr y saltar! Y lo hizo con lágrimas en los ojos cuando pudo vislumbrarlo en la entrada de la mansión. Estaba ya tan cerca...
— ¡¡Hero!! —Sollozó de puro gozo, encajando a la perfección en su cuerpo cuando éste le rodeó con los brazos. Como era común en ella, permitió que todas las emociones acumuladas se desbordaran entre risas y lágrimas, y algunas palabras en romaní que simplemente no podía controlar. Encontró la curva preciosa en su pecho que siempre estaba ahí para que ella pudiera descansar o llorar, o quizás sólo fingir que podía escuchar algún latido. ¿Por qué no? Hero tenía mucho más corazón que cientos y miles de hombres en el mundo. Escuchó muy atenta sus palabras, bañándose con su voz y sonriendo por lo bien que se sentía. En cierto momento, levantó la mirada y contuvo las ganas de besarle las mejillas.— Te estuve esperando. —Le confesó.— Me dijeron que volvías pronto, pero el pronto nunca llegaba. ¿Por qué demoraste tanto? Estaba preocupada. —En su voz no había reproche o enfado, sino un sincero afecto que producía posesión.
Sintió con deleite la forma en como él le acariciaba. Siempre terminaba por sentirse como una niña a su lado, aunque en realidad no se llevaran tantos años de diferencia. Recordaba lo mucho que el vampiro detestaba sentirse solo en la mansión, y peor aún, el que Maia llegara ignorarlo por algún motivo. La parte buena de esto es que a ella le encantaba su compañía, incluso cuando otras personas habrían optado por la privacidad. De cierto modo, su relación con el asiático era como la de un par de hermanos; quizás sólo un poco más intensa dadas las circunstancias de sus encuentros. Se tocó el cabello con cierto aire de timidez, pues no había estado segura de si dejarlo crecer era la mejor opción.
— Una vez dijiste que largo se vería bonito. —Le recordó, pero antes de poder seguir vagando en los recuerdos, notó algo extraño. Se trataba de un detalle insignificante, pero seguía siendo inquietante. Tocó el rostro de Hero y delineó las ojeras que no recordaba haber visto antes de su partida; descendió por las mejillas y tocó directamente los labios. Nunca lo había tocado de ese modo, pero no esperaba que él malinterpretara sus caricias. Su rostro no era la de una mujer deseosa.— Hero... ¿Qué ocurrió? —De hecho, sus ojos eran inquisitivos, sólo un poco pacientes. Algo había cambiado en el vampiro que no podía definir con palabras, porque no se trataba sólo de un cambio físico. Desesperada por encontrar una respuesta y también una solución, retrocedió un paso para subir un escalón y estar un poco más accesible a la altura del hombre, al cual abrazó contra su pecho y acarició su cabello.— Sea lo que sea... estoy aquí contigo, ¿vale? No me me iré de ti, phral.
Así pues... ¿Por qué tendría que bajar cada peldaño de las escaleras como si no estuviera desesperada por ver al elegante hombre de ojos rasgados? ¡Por supuesto que iba a correr y saltar! Y lo hizo con lágrimas en los ojos cuando pudo vislumbrarlo en la entrada de la mansión. Estaba ya tan cerca...
— ¡¡Hero!! —Sollozó de puro gozo, encajando a la perfección en su cuerpo cuando éste le rodeó con los brazos. Como era común en ella, permitió que todas las emociones acumuladas se desbordaran entre risas y lágrimas, y algunas palabras en romaní que simplemente no podía controlar. Encontró la curva preciosa en su pecho que siempre estaba ahí para que ella pudiera descansar o llorar, o quizás sólo fingir que podía escuchar algún latido. ¿Por qué no? Hero tenía mucho más corazón que cientos y miles de hombres en el mundo. Escuchó muy atenta sus palabras, bañándose con su voz y sonriendo por lo bien que se sentía. En cierto momento, levantó la mirada y contuvo las ganas de besarle las mejillas.— Te estuve esperando. —Le confesó.— Me dijeron que volvías pronto, pero el pronto nunca llegaba. ¿Por qué demoraste tanto? Estaba preocupada. —En su voz no había reproche o enfado, sino un sincero afecto que producía posesión.
Sintió con deleite la forma en como él le acariciaba. Siempre terminaba por sentirse como una niña a su lado, aunque en realidad no se llevaran tantos años de diferencia. Recordaba lo mucho que el vampiro detestaba sentirse solo en la mansión, y peor aún, el que Maia llegara ignorarlo por algún motivo. La parte buena de esto es que a ella le encantaba su compañía, incluso cuando otras personas habrían optado por la privacidad. De cierto modo, su relación con el asiático era como la de un par de hermanos; quizás sólo un poco más intensa dadas las circunstancias de sus encuentros. Se tocó el cabello con cierto aire de timidez, pues no había estado segura de si dejarlo crecer era la mejor opción.
— Una vez dijiste que largo se vería bonito. —Le recordó, pero antes de poder seguir vagando en los recuerdos, notó algo extraño. Se trataba de un detalle insignificante, pero seguía siendo inquietante. Tocó el rostro de Hero y delineó las ojeras que no recordaba haber visto antes de su partida; descendió por las mejillas y tocó directamente los labios. Nunca lo había tocado de ese modo, pero no esperaba que él malinterpretara sus caricias. Su rostro no era la de una mujer deseosa.— Hero... ¿Qué ocurrió? —De hecho, sus ojos eran inquisitivos, sólo un poco pacientes. Algo había cambiado en el vampiro que no podía definir con palabras, porque no se trataba sólo de un cambio físico. Desesperada por encontrar una respuesta y también una solución, retrocedió un paso para subir un escalón y estar un poco más accesible a la altura del hombre, al cual abrazó contra su pecho y acarició su cabello.— Sea lo que sea... estoy aquí contigo, ¿vale? No me me iré de ti, phral.
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Re: Come back to you [Priv. Hero]
“Quiero probar que no solo se necesitan latidos para sentir correctamente”
Era el sonido de estar en casa, tan suave, mortífero y tranquilo que me daba un poco de miedo. Jamás había pensado que sentiría algo como aquello, principalmente porque aunque tenía el vago recuerdo de haber sentido eso anteriormente, en todos los años en los que estuve con mi padre, con mi creador, como humano y como inmortal, jamás me había sentido tan cálido. Y había pensado que perdería todo aquello, pero allí estaba la joven gitana, que saltaba y me decía que seguía allí, esperando por mí, como pocos lo hacían. Pensé que daría un vuelco y terminaría sufriendo por esos pensamientos que estaban en marcha, pero que tan ignorante podía ser. Cuando aquel cuerpo delgado viajó por el aire y se incrustó sobre mi cuerpo, no pude hacer más que sentir felicidad, calor, el calor humano que tanto me agradaba. — ¿De verdad lo hiciste? Lo siento, las cosas no fueron como lo planeaba… — Murmuré y mi mano derecha subía para tocar su nuca, enredaba los cabellos con mis dedos, apretaba suavemente, mientras bajaba la cabeza y me acercaba a su cuello, con la tranquilidad de que solo quería olfatearla recordarla, como si fuese un tesoro que había perdido por años. No podía pensar que en algún momento de nuestra existencia, ella desaparecería y me dejaría para siempre, el solo pensamiento me hizo desear convertirla, para tenerla por siempre a mi lado.
— Claro que tenía razón, ¿dudabas de mis gustos? — Bromeé mostrando cada uno de mis dientes, absolutamente todos romos y alineados. No había colmillos alargados, ni un aura latente de amenaza. Pero había decidido que no guardaría mi sonrisa, aún si en ella se mostraba mi dolor y mi humillación. Porque siempre había escondido allí el dolor de años de encarcelamiento, ahora tenía un significado aún más profundo. Moví mi cabeza, para que los cabellos cayeran a un lado y miré más fijamente a la gitana que ahora tenía su cabellera larga. Mordí mi labio inferior y sentí miedo ante esa mirada acusadora, tampoco es que fuese a ocultarle nada, tarde o temprano se enteraría y no quería que fuese de otra forma que saliendo de mí. — Ummm… No me mires así. —Me quejé suave y paciente y cerré los ojos cuando sus dedos se pasearon por mi rostro, sentí las yemas de sus dedos, la textura, las líneas que dividían su piel y como lentamente se iba acercando a donde ya nada raro había. Tocaba y sentía su aura atravesando la mía. Casi gemí de la angustia y cuando escuché que se separaba mis ojos volvieron a abrirse, para encontrarla un poco más arriba, apenas una cabeza por encima de mí. Estaba por reír, siempre me había parecido graciosa la estatura pequeña de ella. Pero no pude llegar a eso.
Sus brazos delgados y apasionados me agarraron, se aferraron hasta acurrucarme en su pecho, sentí el boom, boom de su corazón y mis ojos se dilataron de manera que una delgada capa roja de lágrimas se encontró en mis ojos. Odiaba sufrir de esa manera. Subí mis manos a su ropa, en la espalda me apresé de los retazos de bata que ella tenía y mi espalda se irguió buscando esconderme en ella. Se escuchó el característico sonido y movimiento de un llanto reprimido. Y tomé un aire que no necesitaba, para así intentar silenciar mi cosmos. —No te vayas nunca, ¿sí? Tuve mucho miedo, me acordé de ti cada instante y recordé cuando te atraparon y tu sufrimiento se incrementó en mi dolor. — El sonido corroía en mi garganta y la apretaba suavemente, pero estaba tan incómodo allí. A sabiendas que podrían oírme los demás, que aunque solo estaban personas de mi confianza, no quería que me vean mostrando toda aquella humillación de la que había sido víctima. Y por eso bajé una mano de forma que pudiese tomar una de sus piernas y comencé a caminar por las escaleras, manteniendo su cuerpo pegado al mío. Quería ir a mi habitación, bañarme en mis sabanas con ella. Siquiera pedí su opinión sobre ello.
—Vamos arriba, no quiero estar aquí abajo. — Me quejé levantando la mirada, dejando que ella pudiese ver las lágrimas suaves que impregnadas de rojo se sacaban en mis mejillas. No tardé mucho en llegar allí. Ella era como una pluma entre mis dedos. La puerta se abrió prácticamente sola y me tiré en la cama, esperé a que nos hundiéramos allí entre las plumas sin punta. La sujeté un poco más por arriba y la apreté a mí, de forma que pudiese obtener más de su calor. — Estuve en los calabozos de la inquisición… Durante casi todo este tiempo… No pude venir apenas salí de allí, no quería asustarte. Pero ya estoy aquí. — Apenas pude sonreír, pero fue un dolor austero el que se sintió por el aire. ¿Qué tanto se molestaría ella con lo que le estaba diciendo? Obviamente tenía derecho a patearme hasta matarme, pero no había alternativa, no había posibilidad de que me aparezca en la casa con trapos en mi cuerpo, barro en mi piel, sangre en mi rostro y unos ojos que habían querido ser apagados. Las llamas ahora estaban vivas, aunque no potentes como podían sentirse en otro tiempo. En la negrura de mis ojos se podía seguir viendo un suave resplandor, que quizá hubiese parecido vidrio opaco cuando apenas pude ser liberado y mi caparazón estaba roto. Tomé aire y lentamente busqué sus ojos.
“Fue como pedir un milagro y ser escuchado.”
Invitado- Invitado
Re: Come back to you [Priv. Hero]
Aunque el principio de aquel nuevo reencuentro fue apasionante por el afecto y la fraternidad, por la nostalgia de un abrazo cálido que recuerda a los días más alegres de un alma melancólica, poco a poco, fluyeron las malas noticias. Al menos la tristeza que pudo surgir a través de las desaventuras del vampiro, de lo que fuera que le hubiese pasado lejos de su hogar. Ella quería saber cada detalle, quería ser protectora de sus ojos distantes, y provocar (directa o indirectamente) más de aquellas sonrisas resplandecientes que a veces le robaba a su amor platónico. Apenas tensó los labios en una línea recta, pues no podía devolverle la sonrisa con la misma facilidad. Fue consciente de que algo faltaba ahí, y sus dedos quisieron buscar hasta encontrarlo. Pero fue en vano, sus ojos castaños comenzaban a empañarse, aunque su orgullo le impidiera echar a llorar. ¿Qué le habían hecho? La pregunta era como el grito más intenso en la habitación más vacía. No había respuesta, aún. Él se lo diría, no había duda, pero no estaba tan segura de si quería saberlo.
Así pues, continuó acariciando su rostro, disfrutando el tacto que era como la seda más fina. Al abrazarle, al oírle con aquella voz que extrañaba como pocas cosas en la vida, sintió que podía poner un pie en la realidad. Él estaba ahí con ella. Por un instante, tal vez, por un día completo, podría volver a dormir en su regazo y quedarse con esa sensación el resto de sus días. Le escuchó llorar, sintió la respuesta a su abrazo y quiso decirle que no iba a soltarlo. Enterró las manos en su cabello y se dedicó a masajearlo, tal como su primo (Merripen) alguna vez le enseñó que podía hacer para relajar la tristeza. "Ya está, ya está", parecían decir sus movimientos. Pero parecía, y no podía culparle o sorprenderse, que Hero necesitaba más que aquella mínima muestra de desahogo. Lo que sea que le hubiese pasado, había sido muy, muy serio.
— No te preocupes. —Le susurró al oído cuando sintió que la cargaba. Tal vez era un capricho inapropiado, pero esa forma de verse en sus brazos le sentaba como el mejor ritual para encontrar la calma, y algo en el andar de Hero le decía que él podía estar sintiendo lo mismo. No pasó mucho tiempo antes de que ambos encontraran la privacidad y el silencio que tanto necesitaban para, de verdad, volver a encontrarse. Como pocas personas en esa época que se consideraran decentes, ellos solían encontrar la paz y la felicidad en caricias constantes, pero no por eso, menos inocentes. Maia, que estaba comprometida y conocía las pasiones de una vida adulta, era como una niña al lado de Hero. Regó algunos besos por donde podía. En cuanto lo oyó de nuevo, los besos cesaron. Su garganta se cerró como la llave de un grifo, y por su mente transcitaron todo tipo de imágenes desgarradoras. El fuego que provocaba la Inquisición, sus ordenes presuntuosas y arrogantes, el filo de sus armas manchadas de sangre, la lejanía de sus ojos inhumanos. Y lo que dejaban atrás sólo eran cuerpos. Lo que había hecho de ellos personas, se había marchado.
Cuando recordó dónde y con quién estaba, cayó en cuenta que estaba llorando. No hipaba ni tampoco moqueaba; tan sólo dejaba que las lágrimas fluyeran y empaparan el traje masculino del vampiro. Frunció el ceño con molestia, porque no esperaba tal reacción de su parte. Quería detener las imágenes y los sonidos, y la desgarradora idea de que Hero pudo acabar como todos ellos. Pero, ¿qué era peor? ¿Morir y pasar de todo ese dolor o sobrevivir y tener que contarlo? Él hacía lo último, y aunque en sus ojos estaba el reflejo del dolor que debió sentir en manos de la inquisición, seguía siendo él mismo. La gitana se agitó entre sus brazos, un poco nerviosa, y tomó su rostro con cierta dificultad. Lo miró fijamente, lo apreció y deseó des hacerlo y recomponerlo. Volvió a tocar sus labios, en esta ocasión, deslizándolos hacia afuera para poder comprobar lo inevitable. Sus colmillos.
Soltó un grito ahogado, retrocedió y por poco cayó de la cama. Estaba aterrada, y de no ser porque no había desayunado aún, esa ligera arqueada que le dio se habría transformado en un vómito seguro. ¡Simplemente no podía creerlo! La "Tortura" es una palabra fácil nada más pronunciarla, pero experimentarla...
— Esos... esos malditos... ¿qué te hicieron? —Vociferaba en medio del llanto. Debió controlar la historia un segundo después de que ésta amenazó con aparecer. No quería ser consolada por el hombre que había sufrido todo aquello. No podía ni imaginar que sus manos le tocaran con la misma paternidad de siempre. Por un momento, cuando hizo una pausa para respirar profundo, su rostro se transformó al de una mujer molesta y herida, pero al fin y al cabo, al de una mujer. Se retiró las lágrimas con brusquedad y volvió al lado del vampiro.— Estás aquí. Has dejado ese lugar y ahora estás aquí, ¿de acuerdo? Sobreviviste. Yo... no quiero verte partir de nuevo. —Dicho esto, su voz volvió a quebrarse, pero evitó llorar a toda costa. Lo miró con seriedad, tomando sus hombros y apegando su frente a la ajena.— Por favor, Hero... por favor dime que no volverás a enfrentarte a ellos. Dime que te quedarás aquí, a salvo.
Así pues, continuó acariciando su rostro, disfrutando el tacto que era como la seda más fina. Al abrazarle, al oírle con aquella voz que extrañaba como pocas cosas en la vida, sintió que podía poner un pie en la realidad. Él estaba ahí con ella. Por un instante, tal vez, por un día completo, podría volver a dormir en su regazo y quedarse con esa sensación el resto de sus días. Le escuchó llorar, sintió la respuesta a su abrazo y quiso decirle que no iba a soltarlo. Enterró las manos en su cabello y se dedicó a masajearlo, tal como su primo (Merripen) alguna vez le enseñó que podía hacer para relajar la tristeza. "Ya está, ya está", parecían decir sus movimientos. Pero parecía, y no podía culparle o sorprenderse, que Hero necesitaba más que aquella mínima muestra de desahogo. Lo que sea que le hubiese pasado, había sido muy, muy serio.
— No te preocupes. —Le susurró al oído cuando sintió que la cargaba. Tal vez era un capricho inapropiado, pero esa forma de verse en sus brazos le sentaba como el mejor ritual para encontrar la calma, y algo en el andar de Hero le decía que él podía estar sintiendo lo mismo. No pasó mucho tiempo antes de que ambos encontraran la privacidad y el silencio que tanto necesitaban para, de verdad, volver a encontrarse. Como pocas personas en esa época que se consideraran decentes, ellos solían encontrar la paz y la felicidad en caricias constantes, pero no por eso, menos inocentes. Maia, que estaba comprometida y conocía las pasiones de una vida adulta, era como una niña al lado de Hero. Regó algunos besos por donde podía. En cuanto lo oyó de nuevo, los besos cesaron. Su garganta se cerró como la llave de un grifo, y por su mente transcitaron todo tipo de imágenes desgarradoras. El fuego que provocaba la Inquisición, sus ordenes presuntuosas y arrogantes, el filo de sus armas manchadas de sangre, la lejanía de sus ojos inhumanos. Y lo que dejaban atrás sólo eran cuerpos. Lo que había hecho de ellos personas, se había marchado.
Cuando recordó dónde y con quién estaba, cayó en cuenta que estaba llorando. No hipaba ni tampoco moqueaba; tan sólo dejaba que las lágrimas fluyeran y empaparan el traje masculino del vampiro. Frunció el ceño con molestia, porque no esperaba tal reacción de su parte. Quería detener las imágenes y los sonidos, y la desgarradora idea de que Hero pudo acabar como todos ellos. Pero, ¿qué era peor? ¿Morir y pasar de todo ese dolor o sobrevivir y tener que contarlo? Él hacía lo último, y aunque en sus ojos estaba el reflejo del dolor que debió sentir en manos de la inquisición, seguía siendo él mismo. La gitana se agitó entre sus brazos, un poco nerviosa, y tomó su rostro con cierta dificultad. Lo miró fijamente, lo apreció y deseó des hacerlo y recomponerlo. Volvió a tocar sus labios, en esta ocasión, deslizándolos hacia afuera para poder comprobar lo inevitable. Sus colmillos.
Soltó un grito ahogado, retrocedió y por poco cayó de la cama. Estaba aterrada, y de no ser porque no había desayunado aún, esa ligera arqueada que le dio se habría transformado en un vómito seguro. ¡Simplemente no podía creerlo! La "Tortura" es una palabra fácil nada más pronunciarla, pero experimentarla...
— Esos... esos malditos... ¿qué te hicieron? —Vociferaba en medio del llanto. Debió controlar la historia un segundo después de que ésta amenazó con aparecer. No quería ser consolada por el hombre que había sufrido todo aquello. No podía ni imaginar que sus manos le tocaran con la misma paternidad de siempre. Por un momento, cuando hizo una pausa para respirar profundo, su rostro se transformó al de una mujer molesta y herida, pero al fin y al cabo, al de una mujer. Se retiró las lágrimas con brusquedad y volvió al lado del vampiro.— Estás aquí. Has dejado ese lugar y ahora estás aquí, ¿de acuerdo? Sobreviviste. Yo... no quiero verte partir de nuevo. —Dicho esto, su voz volvió a quebrarse, pero evitó llorar a toda costa. Lo miró con seriedad, tomando sus hombros y apegando su frente a la ajena.— Por favor, Hero... por favor dime que no volverás a enfrentarte a ellos. Dime que te quedarás aquí, a salvo.
Yuna Rutledge- Gitano
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Re: Come back to you [Priv. Hero]
“Quiero poder mirar hacia atrás con cordura, para recordar que no debe volver a sucederme”
¡Qué sensación tan extraña era la que estaba frente a mí! Me había imaginado miles de veces el encuentro con ella, recompuesto, había actuado frente al espejo para no llorar, para no caer en desesperación, pero aún con todo aquel “entrenamiento” me veía simplemente aniquilado por su mirada. Estaba vestida como una dama, estaba reluciente, había crecido, su cabello era otro. Simplemente era otra Maia, pero en el fondo estaba la misma de siempre, tan dulce, tan esperanzadora y a la vez fácil de quebrar. Quise gruñir, golpear las paredes hasta machucarlas a todas porque me habían quitado el tiempo donde ella había madurado, me lo habían robado y nunca podrían devolvérmelo, sin embargo solo atiné a sujetarla. Lo hice con cuidado y sentí su rostro apoyándose en mi hombro, tan dulcemente como si fuese una niña, a pesar de que yo tan solo le llevaba unos años, que técnicamente se podían dejar nulos puesto que no recordaba absolutamente nada de aquellas épocas de humanidad. El crujir de mis pasos se hizo certero y para cuando llegamos al colchón la suavidad de sus manos y el revuelco de nuestros cuerpos me hizo reír de manera que mis dientes quedaban al descubierto por tan solo segundos y volvían a esconderse de forma rápida. Suspiré y seguí con la historia con un simple tono de voz, no quería que fuese peor.
Mis dedos se deslizaron un poco más por sus cabellos, mi cabeza estaba hundida entre almohadones y no supe cuando su manito curiosa se acercó a mí. Mi corazón que estaba muerto empezó a temblar y estaba a punto de salirme de su agarre cuando sentí como levantaban mi labio superior, tendría que haber previsto que una gitana tenía instintos, tenía sensaciones que le dejaban saber cuál era el problema. Hasta tenía entendido de que podía ver el futuro. Pero me asusté cuando ella también lo hizo. Di el mismo salto hacia atrás y me cubrí los labios con ambas manos, pestañeando sumamente sorprendido. — ¡Ah! ¿Estás bien? Maia, Maia… — Me tiré sobre su parte de la cama cuando la vi en el suelo y me acerqué a ayudarla, era triste, era doloroso y me perturbaba hablar de ello, pero simplemente su accionar me había herido y cuando terminé de notar que no se había lastimado físicamente le di la espalda y me cubrí con los acolchados para que no pudiese verme, me apenaba que llorase, pero me sentía humillado. — Haz sido muy grosera… — Vociferé y dejé salir apenas un tono en forma de quejido suave. Sentí el peso de la gitana sobre el colchón y como intentaba reconfortarme, era entendible, para quien me conocía, no ver los colmillos largos y afilados que antes tenía era simplemente algo inexplicable y de puro temor, pero él… A él le habían quitado un ojo, eso, sin duda era mil veces peor que cualquier otra cosa.
— ¿Qué te parece que me han hecho? Me los quitaron, lentamente me arrebataron la única forma de alimentarme que tengo. Por eso no pude venir al momento que me liberé, estaba hambriento y con huecos en la dentadura, estuve noches y días buscando unos que pudiesen reemplazar los huecos y solo encontré esto… Lo siento, ¿sí? — Me quejé y acurruqué en mí mismo, no quise mostrarle mi rostro pero esas manitos se movían para poder verme y pronto las lágrimas que tenía guardadas en las esquinas de mis ojos se brotaron y salieron, se deslizaron hasta pegarse en mi piel, manchando sus hermosas manos que intentaban decir algo cuerdo. —No llores, déjame llorar por ti. — Pasando la mano por su nuca, lentamente aflojé mi enojo ante su anterior accionar, es que era tan bella, tan explosiva, al igual que yo. Y eso justamente me recordó a la manera en la que traté a Nicolás cuando vi por primera vez ese parche en su rostro, enojado por algo que simplemente no era su culpa. — Soy lo de menos, a él le arrancaron un ojo. No sé cómo hicimos para terminar “vivos”, pero bueno… Acá estoy… Aún estoy existiendo Maia. — Tomé su cintura y la acurruqué contra mí al momento que ella apoyaba sus manos en mis hombros y la giré en la cama como solíamos hacerlo, lo hice con una sonrisa suave, sin mostrar la dentadura, tenía vergüenza porque ella había mostrado su impresión de esa manera, sentí que debía ocultarlo.
Intenté obviar aquellas palabras que ella había vuelto a decir, ya había planeado una terrible venganza ya casi tenía una parte organizada… Tragué saliva y me detuve en uno de los bordes de la cama. — No puedo quedarme así, cuando sepan que escapamos nos buscarán, lo harán hasta hacernos añicos. Tengo que atacar primero, pero será en el futuro, dime ¿Cómo está la boda? ¿Cuándo será? Cuéntame de ti por favor, no quiero hablar de mí, no más. — Fue casi una súplica, la observé a los ojos como un gato medio herido y terminé por acurrucarme en su hombro, olisqueando su sabor, sonriendo a su hermosa presencia que siempre me llenaba de sensaciones tan reconfortantes, no quería que eso cambiase, tenía miedo que de repente ella se sintiera traicionada, pero no era esa mi intención, jamás había querido hacerle eso. Hasta había pensado en dejar para siempre la lucha contra la iglesia en el inicio de aquellas “vacaciones”, pero me habían hecho aquello… ¿Cómo podía quedarme así? Escapando por toda la eternidad de ellos. No quería un futuro así, ni para mí, ni para nadie.
Pero la realidad es que sabía que no podría contra ellos. Que tenía que quedarme escondido y esconderla a ella más que a nadie. No tardé mucho en asimilarlo; sin embargo nada de eso le fue dicho a la gitana. Tan solo dejé que las caricias se trasladaran por su piel. Y sin importar las respuestas que me diese terminé por llevarla a dormir. Así como las anteriores veces que nos habíamos quedado despiertos toda la noche para luego dormir en el día. Pero eso vez era diferente. Yo terminaría por irme luego de verla cerrar los ojos. Aún tenía muchos trámites para hacer y no podía defraudarme a mi mismo otra vez.
Solo por ello la dejé una vez más, pero volvería y ella misma lo sabía. Nuestros destinos estaban unidos después de todo.
“No puedo pensar en vivir enjaulado en mí mismo por siempre”.
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