Victorian Vampires
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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Richard de Limoges

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Mensaje por Vadalar Jue Sep 30, 2010 7:56 pm

Nombre: Richard de Limoges (Vadalar)

Edad: 2,603 años
Edad Aparente: 30 años

Especie: Vampiro
Tipo y Nivel social:
Puesto que los antiguos títulos y cargos que podría haber arrastrado hasta las calles de París perdieron su valor y significado hace ya siglos, Richard Le Havre es un individuo de Clase media, presentándose como un burgués, siguiendo la oleada de los nuevos tiempos y de la modernidad. No obstante, Vadalar conserva el espíritu de la sangre azul que acompaña no tan solo con una pretensiosa y soberbia actuación escénica, sino que también con una enorme fortuna acumulada durante los milenios de su existencia…

Lugar de Origen:Etruria (Actual Toscana)
Nacido en: 803 a.C
Muerto en: 775 a.C

Poderes Vampíricos: Volar, Sanación Acelerada, Agilidad y reflejos Sobrehumanos.


Poder de Antiguo: Ilusión

Descripción Física:

Spoiler:

Descripción Psicológica:
La psique de Vadalar pasó verdaderamente por muchos fases diferentes, como es de esperar de alguien que sigue con vida más de dos milenios y medio. Verdaderamente, antes de que Perbidius, le transformara en aquello que le condenó a seguir con los ojos abiertos hasta la degradación de los días, la mente de Vadalar mantenía en muchos sentidos, una limpieza y dignidad espontánea que guardaba con sumo cariño. Pues a pesar estar dotado de la impulsividad suficiente como para no sentir claro remordimientos al atravesar con una espada a uno de sus enemigos, esta no le arrastraba a una corriente constante de acciones sin sentido. Al contrario, la gran parte del tiempo Vadalar era un joven educado e instruido para con las artes del saber, con la suficiente astucia para poder aplicar el contenido del mismo a sus tantas y distintas situaciones para entonces vividas. Sin llegar al dramatismo continuo, Vadalar era un joven sensible y orgulloso, enamoradizo en su silenciosa sonrisa, tanto de ideas como de musas, pues en ocasiones siquiera existía distinción alguna entre ambas.

El entusiasmo del joven etrusco llegaba a límites desconocidos para él, este hecho hizo que la ascensión hacia la inmortalidad retorciera la mente de un joven a quien se le habían concedido todos sus sueños y fantasías… La efusión se confundía con la avidez, el afecto con el antojo y las ideas con las pretensiones. Como es evidente, su esencia degeneró en un largo proceso de incontables fases melodramáticas, las cuales ayudaron a desarrollar un carácter ecléctico y bipolar. A medida que se esforzaba más por reservar ciertas sensaciones de su periodo de humanidad, más explicito, exagerado y teatral eran sus expresiones; alejándose noche tras noche de los despojos de una vida llena y satisfactoria.

Actualmente es un ser de constante afectación; sus actos así como sus expresiones, son un propios de la evocación de un lejano eco deformado por la misma repetición de los siglos. Sus proyectos no llegan más lejos que su capricho, apela perseverantemente a un carácter volátil y escurridizo, de forma que, a pesar de que jamás lo acepte, llega a ser radicalmente suspicaz ante cualquier elemento que pueda sugerir la posibilidad de poner en duda la fuerza de su ego.

A pesar de que es un gran orador, su retórica es un tanto arcaica, dando un especial énfasis en el movimiento y la sobreactuación, siguiendo el estilo de cualquier buen sainete. Sus años en Francia, no obstante, han conseguido que su acento provincial sea perfecto, y que independientemente de su condición pasada, pueda llegar a concebir el porqué y el como, de una ciudad tan floreciente e ilustrada como París.

Su fascinación por la belleza, por otra parte, es ahora un corto destello de momentáneo y fugaz rendimiento, cada cual más breve y agudo. Su deshumanización se ha desarrollado hasta la relativa absoluta desaparición de verdaderas sensaciones; de estas, el orgullo, la vanidad y un amor único por Perbidius, son las únicas que ha llegado a conservar tras dos milenos y medio de existencia. Se aferrará a ellas con suma dedicación, y arrastrará el mundo con él si esas llegasen a desaparecer.


Historia:

Memorandum – Vida y Muerte de Vadalar

Prefacio

Sin llegar a ocultar aquello que soy, que pretendo ser, o que fui, doy por hecho que a pesar de que los textos subsiguientes sean tan solo un ejercicio de preservación, y que por lo tanto, no estén enfocados al dominio público; hago recordar al propio lector, que no debería ser otro que yo mismo, la función y el objetivo con los que ha sido enfocada esta pequeña obra de sintetitación:

Dada la situación actual, recién llegados entonces a París, concordé que lo más considerado y recto para mi alegría, sería redactar un pequeño decálogo en honor y memoria de mis propios actos, incluyendo entre ellos los de mi amigo y hermano Perbidius. Pues los largos años han llegado a estrechar mi mente de tal modo, que temo la disgregación de todo y cuando ahora puedo recordar… De ser así, no sería más que un ser inverosímil perdido en la inmensidad de una laberíntica rutina; y al fin y al cabo, un lapso así no se distingue del proceder de un cuadrúpedo.

Si en alguno de mis días acabo en los anzuelos de un porvenir tan desdichado, tendré la esperanza de poder recuperar el sentido de mis episodios al releer el contenido de las sucesivas paginas. Llegado el día, poco más podré hacer.



Sobre la Vida, la Muerte y Veyes

Algunas personas concluirían que es dramático el hecho de no poder recordar el rostro o la mera presencia de los actualmente llamados… “Padres Biológicos”. Antaño cambiábamos el término “Biológicos” por el de, “Legítimos”; al menos, dentro del círculo de la aristocracia. Pues si conservo algo de mis antecesores mortales, es la conciencia de que mi sangre ha sido siempre de ilustre raíz. Si es eso aquello que soy capaz de perpetuar, es seguramente porque resultó una fácil vía de acceso al conjunto de jerarcas del consorcio que llevó a cabo la fundación de Veyes; la que acabó siendo el foco central de la futura Guerra contra Roma.

Yo, joven descendiente de una de las altas ramas familiares de la Liga Etrusca, era un docto del arte de la muerte, así como un reconocido guerrero. Quizás no tanto por una incierta noción de la táctica militar (Agregar que, el uso de ese termino en el 780 a.C es un tanto grandilocuente), más bien por la efervescencia en el instante de entrar en combate. Y al darse el caso de hostilidad con Roma, me convertí en un elemento esencial para la supervivencia del proyecto personal de Perbidius, el joven patriarca de Veyes. Tras cinco miserables años de sangre y gloria, conseguí llamar la atención del Señor de Veyes, pues para mi repentina sorpresa, encubría una naturaleza fantasiosa y ininteligible. Decidió pues, que por el bien del Enclave y de su legado, lo más oportuno sería otorgarme la inmortalidad, convirtiéndome en otro Señor de las Tinieblas.

A mí, quien había sido un joven impetuoso y soñador, se me concedían los placeres y poderes para convertir todo aquello y cuando había imaginado, en una sencilla y cuotidiana realidad palpable. Soy consciente de el trance que conllevó para una mente como la mía, y lo más seguro es que fuese el mayor impacto de mi no-vida, y él último...

Independientemente de cómo pudiera sentirme al respecto, el lector podrá recordar sin lugar a dudas, los éxitos que libró frente a los pueblos Romanos del Sur. Resistimos siglos enteros a la avaricia romana con recóndito triunfo. La sangre corría por las fronteras de nuestra próspera ciudad, y mi fascinación por ella era creciente a medida que se proyectaba un futuro más transparente.

Mis enemigos, tras tanto tiempo de combate, llegaron a conocer mi proceder, así como lo que me movía a ello. Pues ingenuo de mí, seguí un instinto cegador, una soberbia que condenó a la Liga Etrusca y dañó a mi amigo y hermano Perbidius. Convencido de que el ejercito romano estaba al sur, me aproximé por la ladera de los Apeninos, esperando, des de luego, para realizar un grotesco y sanguinario ataque nocturno que desmoralizaría a los Latinos durante unas cuantas décadas más. Al caer la noche, recuerdo que alcé mi arma para iniciar una larga y desgastada carga, esta vez… sin enemigo ni ejercito que devastar. Los romanos llegaron a Veyes durante el día, momento en el que jamás podría haber presenciado batalla alguna. Des de una lejana perspectiva, me pregunto porqué no se les ocurrió antes…

Al llegar al emporio, los muros, las casas, sus gentes y todo cuanto Perbidius construyó, había sido destruido. Una hermosa idea hecha cenizas, entre ellas el cuerpo de su creador inconsciente ante el desastre. Corrió por mi cabeza un rápido y sagaz pensamiento: huir en cuanto pudiéramos y reclamar el merecido apoyo de la Liga Etrusca. Entendí entonces el carácter catastrofista de un pensamiento así, y sus nefastas consecuencias: la inconsciencia y placidez de Perbidius degeneraría en una tendencia más bien autodestructiva y temeraria, al ver que su proyecto había sido totalmente aniquilado. Pues conocía bien a mi mentor, y lo último que deseaba era comprobar la decepción de aquél que me había ofrecido la eternidad al despertar de su letargo, y comprobar que ya no había nada por lo que lidiar.

Adoptando entonces un sorprendente espíritu pragmático y nada idealista por mi parte, di la espalda a la Liga Etrusca, y ofrecí mi espada al servicio de los romanos a cambio de conservar el gobierno de Veyes. Más tarde, con los tesoros y riquezas de las tumbas saqueadas de mi propia estirpe etrusca, a quienes traicioné y derroté, pude financiar una digna reconstrucción de la ciudad; nadie dirá que es injusto que la fortuna etrusca, termine en manos de un etrusco, por gracia del derramamiento de sangre etrusca.

Para mi placer y el de mi hermano, conseguí que el despertar de Perbidius fuera un cabal de sorpresas y detalles, con los que hacer olvidar que el nuevo diseño romano estaba encima de las ruinas de una ciudad derrotada. Fue entonces, cuando el enclave se convirtió en el proyecto de ambos, creado, dirigido y gobernado por dos hermanos inmortales cuya mayor fuerza y debilidad, se encontraba en el otro, más allá de uno mismo.

La restauración y gobierno mutuo de la ciudad etrusca fue todo un éxito durante un buen tiempo, y a pesar de que nuestro dinero fluyó por toda clase de disidentes, el poder romano acabó siendo indefinida y contundentemente sólido. Con la coronación de Octavio Augusto, fue preferible viajar a la Capital Imperial, des de donde podríamos ejercer un poder real dentro de esa nueva era de centralización.



Sobre el Dinero, la Decadencia y Roma

La ciudad de Roma brillaba con tanto esplendor, que llegó a repugnarnos la idea de que fueran nuestros vencedores. Pues al fin y al cabo, como seres inmortales, no olvidábamos con facilidad una humillación. No obstante, el Gobierno de Augusto era Férreo y omnipresente en las calles de la Capital Latina, de modo que, ambicionar puestos civiles para dañar su sistema, era una idea que carecía de sentido alguno. Teníamos la eternidad de nuestro lado, y esperar a que el Grandilocuente emperador se pudriera en la vejez era cuestión de minutos.

En un inicio nos dedicamos a los negocios, la herencia de Veyes era suficiente por el momento, pero ambos teníamos un carácter intranquilo, y vivir de renta no entraba dentro de nuestras ambiciones, y más, si no teníamos lugar en la política Imperial. Por mi parte, nunca se me dieron bien los trámites económicos, más que por una dificultad de cálculos, por carencia de olfato en cuanto al flujo de dinero. Aún y así, la mercadería ofrece siempre la oportunidad para que un Caballero como yo tenga una infinidad de oportunidades para escenificarse.

El dinero creció, y con el tiempo, Octavio se convirtió en un símbolo de la prosperidad Imperial. A partir de su muerte, tanto Vadalar como Perbidius intervinieron en diferentes etapas históricas del Todopoderoso Imperio Romano. Personalmente, hago honores al reinado de Calígula, quién supo comprender la esencia de nuestro ideal Romano con increíble detalle. Roma llegó a ser un laberinto de influencias vacías, rumores infundados y falsas amistades… Un caricaturesco lodazal de corrupción que se concebía a si mismo como el más grandioso océano. La Gran Urbe se pudrió y los Monarcas inmortales, una vez satisfecho su rencor, conducieron sus pasos hacia el esplendor de Constantinopla.


Sobre la Corte, la Prosperidad y Constantinopla

Era el año 490 d.C, Constantinopla, la Ciudad de la Ortodoxia, relucía esta vez, como una verdadera luz de Europa y el Oriente… Por vez primera, pudimos gozar del sentido estético de una urbe de origen romano. Constantinopla llegó a ser el nido de un nuevo y grandioso proyecto, que acabaría tomando el nombre de: Esmeralda.

Con el dinero conseguido durante los años de degradación Romana, nos propusimos construir un sótano en una de las estancias de la ciudad, para que ambos, pudiesemos hacer vida sin vernos limitados por la fracción horaria del día, de este modo, y con el oro suficiente, podíamos tener todo y cuanto nos apetecía. La primera época de Esmeltaran fue un período realmente fructuoso para mí, pues al cambiar el ritmo de mi no-vida, tuve el tiempo y el espacio suficiente para regocijarme entre largas hileras de tomos, tanto antiguos, como coetáneos.

Al cabo de los años, conseguimos saber más del Mundo y sus sucesos que los mortales que vivían y morían en la superficie. Por el reconocimiento de Constantinopla y nuestro proyecto Esmeralda, conseguimos cierto renombre dentro de la rumorologia supersticiosa, gran parte de la cual, acababa en los oídos de los inmortales más curiosos. Invierno tras invierno recibíamos visitas de Señores de una gran variedad de Noches. A los cuales, recibí con sumo agrado la gran mayoría de veces, pues el contacto con otros miembros de la misma Estirpe, se me antojaba como una experiencia nueva, agradable y sumamente interesante. Junto con Perbidius, decidimos ampliar las estancias para fundar la Corte de Esmeralda… siendo así, por designio de un capricho, los artífices de uno de los mayores y más arcaicos refugios. Ambos, Reyes de nuevo, nos alzamos como señores de una pequeña metrópolis subterránea, escondida debajo de la bella máscara de Bizancio…

Recuerdo que el número de miembros de la corte se volvió abstracto, tal si variaran cada noche… Constantinopla llegó a ser el sueño de todo ser, mortal e inmortal. Despertaba envidias, y se construían opulentas leyendas alrededor de ella; entre todos, conseguimos que el Hombre fuera tan solo un títere de nuestra voluntad, y que nuestra voluntad, fuera la causa primera y última de todos y cada uno de los corazones palpitantes de los ciudadanos de la Capital del Imperio.

La Fortuna, voluble y hastiada de nuestro éxito, hizo girar su rueda con el pretexto de una invasión… de la Caída de la Gran Ciudad, y de todo lo que habíamos conseguido al largo de mil años. En el año 1453 d.C, nos vimos presionados a elegir entre nuestra Eternidad o nuestra Obra… Apretando los dientes, nos retiramos al norte, sin esperanzas ni sueños futuros.



Sobra la Tragedia, la Sangre y París

Des del momento en que abandonamos Constantinopla, perdí la noción del lugar, del tiempo y de las gentes. La decadencia, o más bien, la amarga derrota, introdujo en mi un agudo aguijón que conseguía que la noches carecieran de significado, entrando así en una nefasta dinámica, en la cual no existían ni el mañana ni el ayer…

Hasta no hace tanto, mi hermano, Perbidius, perecía de un dolor mucho más áspero. Al principio, cuando recorríamos los Principados alemanes, di cuanto pude para alimentar a mi hermano de ambiciones, estratagemas o proyectos que pudieran darnos acceso a una reconquista de Constantinopla o a la fundación de algo más grande y glorioso… Jamás llegué a creerme ninguna de esas sugerencias, pues al igual que él, mis esperanzas y ambiciones habían desaparecido por completo tras la Catástrofe del Imperio Bizantino; aún y así, lo que más me punzaba era el estado de Perbidius…

Una vez establecidos en Vendés a finales del S.XV, llegué a pensar que el sedentarismo llegaría a influir positivamente en mi hermano y monarca… pero no fue así. Perbidius se convirtió en un ser absurdamente irracional, un individuo sádico que era incapaz de sentir nada por nadie, lo que le llevaba a una inercia destructora absoluta y para mi… desoladora. Durante los largos años que pasamos en la región, llegué a odiar, amar, aceptar, rechazar, ignorar, preocuparme, olvidar y recordar… Las matanzas de Perbidius me hastiaban, no por las muertes inocentes, sino por la inercia autodestructiva que era intrínseca en ellas; además, eran un claro anuncio de mi fracaso… Movido por una explosión frágil de las más inconstantes y obsesivas emociones, empecé a acompañar a mi hermano en sus sadismos, perdiendo, noche tras noche, parte de mi mismo…

Al fin, una noche él me despertó, y para mi júbilo (Hasta entonces olvidado), su rostro contenía una sutil sonrisa… Desconozco el motivo de su cambio inesperado, quizás no exista causa alguna y se hartó de hundir todo y cuanto le rodeaba semana tras semana, o simplemente, tan solo fue una forma de desahogarse durante largos siglos; lo cual, admito, que sería excesivo, pero eso no hace que lo descarte.

Independientemente de las causas, su expresión fue insipiente suficiente para que una euforia recibiera mi cuerpo hasta hacerme parpadear nervioso, tal si despertara el día de mi… aniversario. Sin vacilar, decidimos que la mejor opción, era viajar a París, donde nos establecimos en Chartres, con la ambición, que no la esperanza, de reescribir nuestro porvenir, y llegar a ser, los arquitectos de nuestros anhelos…



Datos extra:


- Vestiduras alejadas de sus contemporáneos, su visión estética es confusa, puesto que tras trescientos años de encierro, el mundo es un sinfín de sorpresas, con lo que entremezcla tanto elementos del renacimiento, el barroco o la ilustración, puesto que realmente, no llega a entender la verdadera diferencia unos de los otros.
- Fascinación por la Belleza femenina, tanto mental como física, no deja de tener una concepción material de la misma.
- Lector de diversos autores de la rama de la filosofía.
- De expresiones melodramáticas y teatrales, las ideas de afección y extravagancia definen con bastante precisión su presencia.


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Mensaje por Tarik Pattakie Vie Oct 01, 2010 3:54 pm

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