Perdóneme padre, porque he pecado [Steef]

por **Tayend de Grey** Miér Nov 23, 2011 12:13 pm

El bullicio de gente impresionaba. El dos de Diciembre la catedral destacaba por su espectación y esplendor. En negro predominaba entre el gentío, pero ni los trajes impecables de la nobleza parisina podía apagar la luz de diversión malsana de los ojos de Tayend. Aquel día le gustaba, inexplicablemente se sentía bien vislumbrando el dolor ajeno. ¿Día para honrar sus muertos?, no, él no haría tal cosa. Sus muertos se pudrían en la tierra que más tarde darían los frutos que ese rebaño elitista comería. Aquel no era un día para él, pero la mirada inquisidora de su padre aún le raspaba la nuca. Las apariencias debían ser siempre perfectas, el honor lo es todo y el joven francés estaba cansado de discutir, quizás si se comportaba en la iglesia le perdonara tener que ir al cementerio a honrar a los muertos.

La catedral imponía ese día mas aún. Cada silla estaba colocada en su sitio, y el gran rosetón que la coronaba iluminaba el altar, donde todo estaba preparado para comenzar. El gran órgano tocaba graves notas, apenas audible entre los murmullos de asombro de algunos despistados. Por suerte de Tayend, y desgracia de su padre, no habían podido asistir a la misa anterior, donde se juntaba parte de la nobleza mas destacada de Francia. Se colocaron en unas filas intermedias cuando casi todo el mundo estuvo colocado. El órgano dejo de sonar y se hizo el silencio.

–Queridos hermanos, hoy es un buen día para recordar lo que dijo Lucas, capítulo 6, versículo 27 – 29 ; Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan. Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra.

Tayend resopló y miró alrededor. Todos observan atentos al frente. A su derecha sus padres, con expresión seria, firme y sombría. Al otro... al otro una muchacha de cabello largo castaño, de cara fina y mirada serena. Llegaría con suerte a la veintena y sus ropajes eran cuidados pero no derrochaban el lujo de los de su familia. – Que día tan precioso – susurró, acercándose ligeramente para que pudiera escucharle por encima de las palabras del cura. – El Sol está en todo su apogeo, ¿no cree madame?– añadió señalando al cielo, donde la fría piedra se elevaba hasta una altura de vértigo, y se perdía en la oscuridad de la bóveda.

por **Stefany Ane Richards** Mar Nov 29, 2011 1:54 pm

Soledad, no había ni un alma por la iglesia, los curas salían a regar las plantas del jardín antes de preparar la misa, algunas monjas asomadas a las ventanas limpiando los trapos observaban el alrededor siempre con aquellas miradas inquisitivas buscando alguna noticia para poder luego hacer mala lengua de ellos.

El largo vestido rozaba el suelo, los colores eran vivos, destacando un poco con lo que la gente solía llevar a la misa, una mantilla negra posaba sobre sus hombros a modo de abrigo cubriendo parte de su pecho y finalmente cayendo por su espalda, su larga cabellera estaba recogida a un lado mostrando las pequeñas joyas en sus orejas, pedrería de valor de su abuela heredado a ella, sabía que gente de clase alta solía venir para que sus pecados fuesen perdonados.

Pasó frente los curas y les saludó con una cordial sonrisa acompañada de un leve movimiento de cabeza, miró la hora, faltaban quince minutos y empezaría la misa, tomó asiento, por el centro como de costumbre y esperó, la gente empezaba a ocupar sus asientos y el cura se colocaba la sotana, tomaba la Biblia entre sus manos y cuando todo estaba a punto de iniciar llegó como no una familia de la nobleza, despreocupada no se giró como hicieron todos, murmurando, sus rostros mostraban envidia y desprecio.

Todo el ruido cesó y solo se le escuchaba hablar al monje, se sentaron al lado de la muchacha, les miró de reojo intentando no parecer descarada. Un joven alto y ojos claros se colocó a su lado y escuchaba la misa, aunque parecía algo desinteresado.
Notaba como se acercaba a ella -Caballero no le veo muy interesado por la misa -comentó en voz baja sonriendo amablemente- Si... hace un hermoso día -siguió con la mirada la dirección de su dedo, notando el agradable cosquilleo que le producía el suave calor de los rayos de sol- Sabe, no atender es de mala educación, como el cura nos mire nos echará a ambos de la misa por comportamiento inadecuado y nuestros pecados aumentarán -dijo bromeando- Y por lo que creo... usted viene para que sean perdonados -las malas miradas los seguían y suspiró cansada de los chismosos- Y dígame... si no esta interesado en el sermón ¿Por que acude a la iglesia?

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