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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Danna Dianceht Mar Nov 12, 2013 4:26 pm


Cada mujer contiene un secreto: un acento, un gesto, un silencio.

Antoine De Saint Exupery

Era un día como otro más. Los sirvientes de un lado para otro terminando las tareas, en las cocinas debían de andar limpiando tras servir la comida, si no andaban ya limpias y relucientes con la eficacia de las cocineras del castillo, pensó Danna en una dulce sonrisa pensando en ellas y en lo poco que habían cambiado. Las cocineras pese a decirles que comía sola, ellas aún seguían haciendo comida para tres personas, como si aún estuviera su familia con ella, como si su fallecida madre siguiera a su lado cuidándola. A veces juraba poder sentirla con ella, apoyándola, guiándola por cada paso que daba hacia el camino correcto. La extrañaba tanto… Volvió a suspirar y negó con la cabeza, deshaciéndose de aquellos tristes pensamientos, volviendo a fijar la mirada al exterior por la ventana, donde permanecía recostada. Ya como un gesto automático, sin darse cuenta, sin pensar, llevó su mano hacia su vientre, el cual acarició sonriendo feliz, sintiendo bajo ella aquel ligero abultamiento, aún apenas perceptible a otros ojos, pero no para ella, quien podía jurar sentir ya el lazo que los unía. Sí, estaba esperando un hijo, y aquello la llenaba de júbilo y de felicidad, más aún por el hecho de que Adrik siguiera con ella y quisiera compartir cada segundo de su vida junto a ella. ¿Podía pedir algo más? Ahora tenía una familia, su verdadera familia… lo que tanto había deseado, y se sentía amada y amaba aún más. ¿Seria aquello que sentía, la verdadera dicha de la vida?

Solo hacia un mes atrás de la noticia de su embarazo y desde entonces tantas cosas habían cambiado en su vida. Ahora todo estaba en su lugar, todo y que últimamente desde la llegada de una misteriosa carta, Adrik parecía estar tenso, por más que lo negara y le hiciera olvidar con sus besos y aquella hechizante voz que tenia, cada preocupación de su mente.

Aún así, ella algo se olía, y aquella mirada de “no te oculto nada” no llegaba a convencerla. Sus presentimientos no herraban nunca, por más que luego ella no hiciera caso alguno de ellos, aún así, allí seguían escondidos esperando que Adrik bajara la guardia y encontrar así la maldita carta que lo había trastocado un poco aquellas noches. Alguna noche lo había escuchado mormurando por lo bajo en ruso, mientras ella dormía placidamente recostada en su pecho, lo que la hacia sospechar que algo malo sucedía. Todo y así los días se hacían eternos esperando verle, y las noches eran demasiado efímeras para sobreponer la angustia a la dicha que le proporcionaba verle. No obstante aunque ella no dijera nada y no lo mostrara, estaba preocupada. Si algo lograba rasgar la felicidad de su esposo, bien merecía preocupación. No cualquier situación dejaba a Adrik inquieto, no a menos que fuera ella y su innato don de meterse en problemas.

Aún con una dulce sonrisa en su rostro, siguió mirando por la ventana, cayendo en el detalle que en el jardín aún lucían aquellas rosas blancas y rojas, que había decidido plantar en recordatorio de la bonita boda que se había celebrado hacia no mas de unas semanas en aquellos inmensos jardines, en una noche de luna nueva. Su boda, la inolvidable boda que Adrik le otorgó juntando así sus vidas, para lo que durase la eternidad, convirtiéndose así él en su amado esposo y por consiguiente en el duque de escocia junto a ella. Mordiéndose el labio, acalló su sonrisa de enamorada, recordando cada momento de aquella noche. La profunda y dulce mirada de Adrik, aquellas palabras que le fueron susurradas al oído exclusivamente solo para ella. La sonrisa que lució toda la noche en la que duró el festejo y los bailes de su mano. Aquel guiño cargado de picardía y seducción con la que se disculpó con los invitados y se la llevó de la fiesta hacia la alcoba que a partir de ahora compartirían. Sus tiernas manos quitándole la ropa con suma lentitud, sin prisas, mientras se susurraban dulces promesas, cada caricia, cada beso, el roce de las sabanas contra su cuerpo, Adrik y aquel dulce cuidado con la que la hacia suya... Cada noche era inolvidable en sus brazos, pero aquella noche simplemente había sido perfecta.

Sonrojada de solo recordar cuanto se amaban, se quedó allí recostada observando como el sol lentamente desaparecía del firmamento. Sonriendo feliz al pensar en lo poco que faltaría para el despertar de su amado esposo, esperando que fuera hacia ella como cada despertar y le diera sus dulces buenos días, aunque para ella ya fuera de noche.

Sinceramente no importaba, fuera como fuera, él siempre seria su sol, su calido y ardiente sol, que llenaba sus días de amor y dicha, siendo correspondida y amada como nunca en su soñadora mente podía siquiera haber imaginado serlo, ofreciéndole la felicidad eterna, que solo él podía otorgarle. Él era la luz en sus noches y nunca se arrepentiría de amarle como lo hacia.


Última edición por Danna Dianceht el Sáb Mar 29, 2014 5:20 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Adrik Ivanović Dom Nov 17, 2013 12:01 am

Las palabras no sólo sirven para expresar las emociones, también ayudan a distanciarnos de éstas. Pueden ser una valiosa red de seguridad, que protege los verdaderos sentimientos en sílabas forjadas concienzudamente y no en efusiva sinceridad. A veces, hay cosas que es mejor callarse.


Como cada noche al despertar, su primer pensamiento fue hacia la mujer que lo había capturado completamente. Todo su cuerpo se movía al son de sus latidos femeninos y humanos. Pero desde que habían descubierto su embarazo, una sombra de miedo cubría el corazón de Adrik. Había demasiadas cosas que acechaban cerca del Castillo de Escocia. Seres desalmados que ya habían capturado a su mujer una vez. ¿Quién le decía que no podrían volverlo a hacer?. Por eso se había asegurado de formar una vigilancia constante sobre Danna. Había pagado a varios hombres del castillo para que la siguieran durante el día sin hacerse notar. No quería que fuera algo evidente, así que se había asegurado de que fueran discretos con su cometido. Y como sabía que ellos tenían sus limitaciones frente seres sobrenaturales, había cobrado algunos favores a cambio de protección extra. Dicha protección no era más que algún que otro licántropo o cambiaformas en las sombras. Sólo tenían la orden de actuar frente a Danna si en algún momento se veía amenazada o necesitaba ayuda.

Su cuerpo se levantó de la cama y comenzó a vestirse. Miró su reflejo en el espejo, intentando peinarse su siempre desordenado cabello. Sólo había conseguido tenerlo ordenado una vez en toda su vida; su propia boda. Así era. Hacían unos meses que Danna y él se habían casado bajo la mirada de todos aquellos que desearon compartir su felicidad y dicha. Y aunque horas atrás, su pelo sólo terminó siendo desordenado de nuevo entre las manos de Danna, no conocía una forma más perfecta de perder su peinado. Su gran nerviosismo horas antes a su casamiento, era casi similar al que le afectaba ahora. Esperaba una visita que confirmaría o desmentiría el contenido de una carta. Si resultaba ser mentira, podría respirar tranquilo de nuevo. Tomaría a su mujer en brazos y le recompensaría todas esas miradas preocupadas que le lanzaba últimamente. Pero si era cierto… Esta sería la última noche que pasaría junto a ella antes de partir.

Suspiró y dejó que su pelo continuase desordenado, no tenía tiempo que malgastar cuando sólo le quedaba unas horas junto a Danna. Él había sabido siempre que su felicidad no sería eterna, tanto el mundo de la duquesa, como el suyo propio, eran demasiado complicados como para tener una luna de miel eterna. Pero por aquel Dios bajo el que ambos se habían casado, que él jamás pensó que terminaría todo tan rápido.

Sus piernas se movieron con la velocidad vampírica, bajando de la torre hasta una salida externa oculta en uno de los pasillos del Castillo. Se movió por un jardín que Danna y él habían diseñado bajo la torre y llegó a la entrada del Castillo. Fingió sacudirse el polvo inexistente de su ropa, encaminándose hacia los escalones en los que algunos sirvientes hablaban sobre las nuevas noticias de la capital. Sus ojos capturaron la imagen de su señor, vestido con elegancia en aquel traje de montar, llegando de un supuesto trabajo que en realidad no tenía. – Buenas noches caballeros.- Inclinó su cabeza hacia los hombres, mientras tomaba la mano de una de las doncellas y se la besaba con suavidad.- Madame, si pudiera avisar a mi amada esposa, se lo agradecería.- Su mirada capturó la de la sonrojada sirvienta, pudo ver cómo sus mejillas se sonrojaban aún más y algunas risillas disimuladas se escuchaban a su alrededor. ¿Por qué siempre ocurría lo mismo?.

Se apartó de ella con una sonrisa y caminó hacia la puerta que era abierta para él. El gemido agudo de la mujer que había dejado atrás, se escuchó antes de que comenzara a correr junto a su lado para avisar a su mujer. Meneó la cabeza con irritación, mientras seguía el camino que aquellos apresurados pies habían trazado antes. – La próxima vez tendré que enviar a un hombre.- Se recordó mientras se quitaba los guantes de cuero y frotaba sus manos libres de nuevo. Nunca le había gustado la opresión que causaba la tela en su piel.

Cuando llegó a la habitación en la que la sirvienta había desaparecido, tocó con educación antes de entrar. – Querida, ¿estás ocupada?.- Se adentró en la habitación, registrando todo con sus ojos antes de depositarlos en la mujer con la que había soñado. No le pasó desapercibido la forma en la que su mano acunaba su vientre con amor. Aunque lo que le hizo ampliar su sonrisa, fue el suave puchero que sus labios estaban haciendo al mirarlo. Sabía lo que iba a decir, antes de que su boca lo dijera. Había tardado demasiado para su exigente mujer.


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Mensaje por Danna Dianceht Dom Nov 17, 2013 7:34 pm


Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
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Faltaba poco para verle, se apremió mirando a través la ventana, en dirección a la torre en la que dormitaba su sueño diurno, que tanto se moría por ver terminar. Aún así quedaba tiempo y tras que escapara de sus labios un suspiro, se encontró irguiéndose de donde se encontraba sentada. Tras una última mirada al sol que lentamente empezaba a esconderse por las montañas, empezó a rebuscar en su escritorio de madera los documentos que urgían, que lentamente iba arreglando, tras volver de su luna de miel nocturna. Tres semanas pasaron muy rápidos, ya fueran viajando a velocidad sobrenatural y no al lento paso de los carruajes, el tiempo juntos nunca parecía suficiente. Las noches no eran eternas y en las mañanas tanto él como ella quedaban dormidos el uno contra el otro, bajo las mantas, entrelazados. Ella acostumbrada ya a la piel fría de él y él plácidamente acostado contra aquella calidez de la piel ajena, que lentamente templaba su piel.

Mientras Danna revisaba los papeles de encima de su escritorio, le vino aquella imagen, de los dos despertando el uno en brazos del otro y sonrío con dulzura. No había nada más bonito para ella que ver aquel rostro que la miraba feliz, sin ocultar lo que le agradaba que su primera imagen de la noche fuera la de ella, junto a él. Imagen que era consciente que ahora que algunas noches dormían separados, extrañaba como ella anhelaba contemplar sus oscuros ojos y la tierna sonrisa que curvaban sus labios al decirle los buenos días y cuanto la amaba.

- No podrías haber tenido un padre mejor, pequeña – Susurró hablándole a su vientre, acariciándolo de nuevo, recordando los bellos momentos junto a él, como también aquellos en los que él alguna que otra vez había acariciado su plano vientre, imaginándose ya a una pequeña niña o niño creciendo en él y como le había hablado cariñosamente prometiendo cuidar de ambas. Aunque hasta el nacimiento no podían saber si era niño o niña, ella ya tenía en la mente que era una pequeña niña – En verdad tendrás dos padres...sabes? En las navidades creo te lo pasarás muy bien y tendrás muchos regalos. Y oh, serás una pequeña sobreprotegida. - Añadió sonriendo, imaginándose a Adrik y  Astor juntos en navidades. Por lo menos la situación no sería tan tensa como cuando Astor apareció seguido de Adrik, tras su descubrimiento de encontrarse encinta del inquisidor. Aquel día temió por ella y la pequeña, que aún que todo había sucedido inesperadamente desde un primer momento supo que la quería con ella, que la tendría, porque no había nada más que ella ansiara que una familia, crear la familia que había perdido.  

Dejó los papeles guardados en el cajón. Con la mente en otras cosas, le era imposible concentrarse con las demandas de sus gentes y responderlas adecuadamente.  Dejando que su mente volara de nuevo donde Adrik seguiría dormitando a punto de despertarse, abandonó sus antiguos pensamientos para centrarse en él. De nuevo sus pasos la llevaron a la ventana desde donde contempló la caída del último rayo de sol en el horizonte. Su corazón se estremeció, como si hubiera presentido el mismo instante en que su amado, tomaba el primer aliento de la noche. A veces sentía que un vínculo muy fuerte los unía, ya que algunas noches podía jurar sentirle en ella, como si siempre fuera una sombra en su mente. Al principio de conocerle, había tenido miedo de que su mente pudiera y fuera sometida a él, pero ahora que confiaba plenamente en él, no le importaba sentirlo en su mente.

-Te retrasas mi amor – Susurró mirando por la ventana. ¿Por qué le resultaba tan difícil entender que por ella podía entrar por la ventana e ir directamente a ella? No hacía falta todo aquel papel que se montaba, en el que disimulaba tener un trabajo que no tenia. Si, es parte de su papel, asintió sonriendo en su mente, pero a ella le urgía verle, tras pasar toda la mañana sin él, su presencia se le hacía muy necesaria. Se había acostumbrado demasiado rápido a su presencia.

Sentada en la repisa de la ventana, esperó unos minutos más, cuando al fin aquel aroma que tanto la llamaba, fue presente por el jardín y pronto en el castillo, anunciando la entrada de su esposo y amado. Sonriendo miró al reloj, y frunció el ceño. Había tardado diez minutos, desde que el sol se había puesto y él había llegado. ¿Que había andado haciendo? Me va a escuchar, pensó al oír los pasos de una doncella que se dirigía hacia donde se encontraba, llevando tras de ella a su amado tardón.

- Mi señora – Tras unos golpes en la puerta, entró Marianne – Su esposo ha llegado. – Anunció con una sonrisa. Ella asintió, y tras una sonrisa, escuchó la voz de Adrik tras la puerta. Con un ademan de mano hizo que la doncella se retirara, dejándola sola para poder brindarle sus buenos días correspondientes. – Nunca estoy ocupada para mi esposo. – Contestó ella acariciando con la mano su vientre, mientras le miraba con un suave puchero en su rostro. – Diez minutos es una eternidad. Son diez minutos más sin verte – Susurró ella levantándose de donde se encontraba, caminando hacia él, incapaz de no sonreírle. La conocía demasiado bien, y aquella mirada solo podía significar que había intuido sus propias palabras antes de que ella dijera nada. Ya podía estar realmente molesta con él, que con solo una sonrisa de aquellos labios y una profunda mirada, lograba disipar cualquier enfado que tuviera.

-Sabes que no me gusta que te retrases. – Al mirarle sonrío quedándose a medio camino, esperando que él se acercara hacia ella y la estrechara entre sus brazos – Y que también te anhelé como cada mañana y estoy desesperada para esconderme en tu abrazo, quedándome en él para siempre. - Añadió con una pícara sonrisa observándolo acercarse  a ella, abrazándose a él en cuanto sus brazos la rodearon. Sonriente en sus brazos, escuchó sus palabras, hasta alzarse sobre sus puntillas y besarle a los labios, acallándolo por un instante.

Ojala todo nuestro tiempo fuera así, siempre felices y que nadie pudiera arruinar esta calma. Pensó besándole de nuevo, con cierto desazón en su corazón, presintiendo que algo ocurría en cuando unos pasos los alertaron de que tenían visita.


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Mensaje por Adrik Ivanović Jue Nov 21, 2013 11:18 pm


"Porque nunca sabes si esa fotografía puede ser la última."



La fragancia de su mujer lo envolvió. Había aprendido en cada instante que había pasado junto a ella, pero sobretodo sin ella, que aquel aroma siempre le recordaría el hogar. Era una mezcla salvaje y encantadora, dulce y desinhibida. Cuando conoció a Astor, el pánico se adueñó de él al saber que también su fragancia lo había cautivado. Pues al parecer, Danna sólo olía de aquella forma con aquellos que tocaban su corazón. Había preguntado mucho al respecto, pero sólo había conseguido divagaciones sobre la probabilidad de que la fragancia de las personas cambiase dependiendo del estado de ánimo que el otro le proporcionase. Así, si ella sintiese cariño por alguien, se reflejaría en su aroma como algo ligero y suave. Pero si era pasión…. Bien, él no quería plantearse cómo olía para Astor cuando ella estuvo entre sus brazos. Ya era suficiente con saber que él le había dejado algo que jamás podría otorgarle a Danna. Su abultado vientre era la única cosa que él no podría dar por mucho que lo intentase. ¿Cuán cruel era el amor?.

- Pero que exigente eres, querida. ¿Sabes cuántos kilómetros he de recorrer, antes de llegar a ti?. – Sonrió con diversión, siguiendo aquel juego que él mismo se había construido de cara a los sirvientes. Su pequeña esposa los atendía como si fueran miembros de su propia familia, lo que le había causado bastante impresión. Siendo una mujer de la realeza, lo normal es que les diera un trato cordial pero distante. Nadie le reprocharía nada. Una cosa era tenerle afecto a una persona y otra dejar que pensasen que estaban en tu misma posición. Él aún se intentaba acostumbrar a ése estúpido sentimiento modernista de tratar a la servidumbre como familia. Eso no quería decir que él los tratase mal o le gustase la esclavitud. Defendía que cobrasen por su trabajo, pero no que olvidasen que su tarea era trabajar para su señor, no vivir a expensas de un sentimiento.

- ¿Qué tal está nuestro pequeño? – Le preguntó con una brillante sonrisa, mientras se inclinaba para apoyar su cabeza sobre el estómago de Danna. Desde que el corazón de aquella diminuta cosa se había comenzado a escuchar, él había adquirido la manía de escuchar si su latido seguía igual. Había escuchado casos de bebés que morían dentro del vientre de la madre, lo cual lo llenó de pánico. Sentía que desde que se enteró de su embarazo, se había convertido en un viejo supersticioso y preocupado por todo lo que rodeaba a sus preciadas existencias. Le preocupaba que algo pudiera salir mal y Danna perdiera la criatura, pero lo que realmente le quitaba el sueño, era la posibilidad de que la duquesa muriera en el parto. Aquello lo llevaría de cabeza a la locura, pues aquella astuta mujer le había hecho jurar el no matarse si su hijo seguía vivo. Viviría sólo para ansiar la muerte de aquella persona, rezando porque pudiera terminar lo que lo ataba a un mundo en el que no deseaba vivir.

El ruido de unos pasos apresurados hizo que se levantara y abrazara a Danna contra él. Sabía lo que aquello significaba. – Espero que los antojos no sigan exigiéndote productos inaccesibles.- Le dijo con rapidez, intentando no pensar en todo lo que podría conllevar aquella visita. Pero sabía que era imposible, sólo tenía que ocultarle a su mujer durante unas horas más lo que pasaba en realidad.

Varios toques sonaron en la puerta, tensándolo junto a la mujer que abrazaba. – Adelante- Gruñó molesto de que ni siquiera tuviera el tiempo necesario para saludar a Danna sin que fuera interrumpido por los malos presagios. ¿Siempre tendría que vivir con la soga acariciándole el cuello?.

- Señor, ha llegado una visita para usted. Dice que ya sabía que iba a venir.- Los ojos de su mayordomo lo miraron con preocupación. Él no solía recibir visitas, pero cuando sucedía, siempre solía avisar al servicio de que vendrían para que les preparasen algo de comer. Al fin y al cabo, él siempre tenía un control riguroso de a quién dejaba entrar en su casa. Sólo sus aliados tenían permiso para ello. El resto debía acudir al método de cartas para solicitar sus peticiones de contratos.

- Entiendo….- Murmuró antes de despedir al criado. Sus ojos miraron a Danna en silencio, mientras la abrazaba con fuerza entre sus brazos. Rezó para que las noticias fueran favorables y no tuviera que despedirse de ella. Pero algo dentro de él, le había dicho que era verdad. La Iglesia había estado lanzando ataques desesperados últimamente, pero jamás sospechó que aquellos ataques fueran sólo el producto de un maléfico plan. Tan astuto que podría ser producto de una mente a la par de Maquiavelo. Ojalá la estupidez humana por una vez los ayudase a quebrar una organización desde su interior, antes de que aquella plaga se extendiera por la sociedad, destruyendo a numerosos inocentes de por medio. Hallándose sus pequeñas en medio de ella, él sólo podía actuar como mejor podía, defendiendo su hogar desde el exterior.

- Te he extrañado mucho, pero será mejor que atienda a mi cliente. Cuanto antes lo haga, antes podré venir de nuevo a ti.- Suspiro y se separó de ella con una sonrisa digna de cualquier artista. Sus ojos incluso brillaban con alegría, pues sólo pensaba en el momento en que regresase de nuevo. – Pero antes…..- Palpó su chaqueta en busca de algo que le había conseguido la semana pasada. Había sido un capricho de Danna que no había podido conseguirle porque no había los ingredientes necesarios para ello. – Aquí está.- Sonrió y sacó del bolsillo interior de su abrigo un pequeño paquete con galletas de jengibre y canela. No había pensado que ella pudiera pedir algo así, pues las pastelerías francesas eran mucho más originales a la hora de cocinar, pero al parecer, los gustos de su hijo eran similares a los que Adrik había tenido en su niñez. – Todo lo que mi dama pida, lo tendrá.- Rio y le dejó la caja de galletas entre sus manos. Sus ojos se separaron de ella y en cuanto se dio la vuelta, su expresión se volvió fría y calculadora. Pronto sabría si la carta que había recibido era verdad. Y si lo era, la inquisición no sólo estaba aumentando su ejército, sino que había decidido organizarse para destruir a los seres sobrenaturales de la alta sociedad, empezando por la realeza. Pero algo le decía que aquellos no habían descubierto cuántos eran en realidad. Si lo supieran, se lo pensarían antes de cometer tal locura.


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Mensaje por Danna Dianceht Sáb Nov 23, 2013 3:16 pm


No existe otro mundo para mí que no seas tú.
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Sonriéndole mirando a su amado, esperó por refugiarse en sus brazos con una dulce sonrisa, delatando en esta el intenso amor que le profesaba. Terminando sin respiración por unos segundos, tras ver la brillante y dulce sonrisa que él le devolvía, logrando que por unos instantes se olvidara del mundo que los rodeaba. Definitivamente todo su mundo se resumia en las mañanas esperando por el crepúsculo y las felices y bonitas noches que pasaba en brazos de su amado, amándolo cada día más y no quería cambiar nada de aquello.

Esperando ser la primera en caer contra sus brazos, dejó que el protagonismo se lo llevará el pequeño que crecía en la calidez de su vientre, ya que tras aquel momento en que no pudo pensar más que en aquella sonrisa, él aprovechó para inclinarse y apoyar la cabeza sobre su estomago oyendo los latidos del pequeño. Sonrió completamente enamorada de él y de aquellos gestos que hacía, donde dejaba ver el amor a aquel pequeño que crecía en su interior. Al principio pensó que Adrik la abandonaría de nuevo, tras una noticia así y su confesión de que estuvo con otro hombre, antes de su reencuentro en el baile de los hielos Nacientes, en Rusia. Pero ahora no podía contemplarle y no recordar a cada instante, aquel dulce rostro y preocupado que tenia por ella y el pequeño. Si tenía miedo de que no amara a su hija, ahora viéndole se le iban las dudas, él las amaría a ambas.

Incapaz de contener su sonrisa, jugó con una de sus manos a despeinarle un poco más, adorando la suavidad de su cabello y como preocupado escuchaba el latido de su hijo, asegurándose que todo fuera bien. —Nuestro pequeño esta fuerte y su latido es constante, no hay de que temer. Y seguro que también te ha extrañado. — dijo feliz de tenerlo ya a su lado, encontrándose en su abrazo tras que se incorporara finalmente y la tomará contra sus brazos.

Nunca serán suficientes los kilómetros que debes recorrer para privarme de esos minutos de ti. — contestó divertida entre sus brazos, antes de que irrumpiera Víctor, el sirviente más fiel de todo palacio, casi un padre como ella, avisando de la llegada de una visita inesperada que buscaba a Adrik. El tono y la confusión en la voz de su sirviente no pasaron desapercibido para Danna, quien frunció el ceño ligeramente mirando a su amado. ¿Qué sucedía? Pareció querer preguntarle con una fija mirada en sus oscuros orbes que tras la retirada de Víctor, volvieron a ella, brillantes y alegres, como si nada pasara en realidad.

No me gustan tus visitas… —Se quejó sonriente tomando en sus manos la bolsa de galletas de jengibre y canela, que hacía unos días había pedido y de las que nadie de palacio había podido encontrar, excepto Adrik. — ¿Cómo las conseguiste? Tendrás que contarme tu secreto o ir a las cocinas y decir donde fuiste a buscarlas. Creo que bien podrían encerrarme unos días para no oírme de nuevo preguntando por mis galletas…—Murmuró divertida antes de volver su mirada al paquete y sonreír pensando en el delicioso desayuno que probaría al día siguiente. —Vete antes de que te pida de antojo y debas ausentarte toda una noche.—Dijo sonriendo picara despidiéndose de Adrik, viendo como se alejaba de ella,  mientras se contenía a no ir tras él y pedirle de acompañarle a su reunión o al menos aquel beso que se moría por repetir. Pero bien sabía que había cosas en donde no podía meterse ella, por más secretos que se hubieran jurado no tener entre ellos. —No tardes amor. —Llegó a susurrar antes de que dejara de verlo.

Cada minuto es una eternidad sin ti. Agregó en sus pensamientos, volviéndose a uno de los sillones de la sala, en los que se acomodó y paciente, luchando contra sus impulsos de ir y escuchar a través la puerta, le esperó, deseando que terminaran pronto y no fueran malas noticias. Aún así, contenida y paciente, le era imposible no pensar en la conversación y en el misterio de aquella visita, dejando que su mente ideara algún plan.

Si iba ella a escuchar, sería muy evidente si se la encontrase… pero siempre había alternativas, y se le acababa de venir una a la mente. A la que no oyó ni sintió cerca la presencia de su esposo, llamó a Víctor de nuevo, quien apareció tras unos pocos segundos en la sala. Victor que conocía demasiado bien a Danna, intuyendo que tramaba se presentó ante ella con una sonrisa a la que ella correspondió tras una suave risa.

Bien, creo que sabes lo que te voy a pedir. Averigua todo lo que puedas de esa reunión, del emisario… y sobretodo sé precavido, que mi esposo no se dé cuenta. No quiero buscarme problemas, y si llega a su conocimiento lo que estoy haciendo, ni quiero ni puedo imaginarme sus réplicas. — Añadió terminando de hablar con una suave sonrisa, buscando la aprobación en la mirada de su más fiel sirviente, encontrándola, ya que él también se encontraba angustiado y tenía un extraño presentimiento con aquella visita no concertada.

Cuente con ello y conmigo. Mañana le informaré de lo que pueda extraer del visitante. — Le confirmó antes de desaparecer, dejándola de nuevo sola en aquel cálido y cómodo sillón en el que planeaba esperar a su amado, despierta si podía ser.

¿Qué estarás tramando? ¿Qué contrato y que conllevara esta reunión para nosotros? En silencio sus pensamientos solo podían darle vueltas y más vueltas a los contratos de Adrik y lo que llevaban ese mes de felicidad olvidando. Sus mundos eran completamente diferentes, ella debía quedarse en Escocia y él en algún momento u otro debía de trabajar en sus contratos, viajar quizás lejos de ella y del hogar que ahora era suyo, para volver en cuanto pudiera. Pero aquel efímero tiempo que habían disfrutado con la sola presencia del otro, tarde o temprano terminaría y le horrorizaba pensar en que cualquier día podría partir, sin saber cuando volvería a ella.


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Mensaje por Adrik Ivanović Sáb Feb 08, 2014 9:05 pm

El aroma de Katia comenzaba a adueñarse de su despacho, como si su perfume pudiera contrastar aquella personalidad sumisa que tenía. Sabía que era una mujer quebrada emocionalmente igual que lo estuvo él hacía muchos años atrás. Cuando la vio desnuda, manchada de sangre y llorando por haber matado a su amo, supo que debía ayudarla de alguna forma. La acogió en su casa, la limpió, teniendo cuidado con sus heridas y después la metió en un sarcófago donde pasar el día sin interrupciones. En aquel entonces, los ojos azules de la mujer estaban completamente apagados. Pero ahora, aquellos brillaban con diversión. Ella sabía que él había cambiado, es más era una de las que le había advertido que él sólo necesitaba alguien que se adueñase de su corazón. Katia había dejado atrás su existencia de esclava sexual con el apoyo de Adrik. Ahora era una mujer llena de energía, gobernaba en su casa y en el corazón de su esposo. Aquella pareja era un misterio para el mundo vampírico. Dos vampiros que parecían lo contrario de lo que eran; el amo tenía esa cara aniñada y una actitud tranquila y sumisa, y ella parecía la ama y señora de su esposo. Pero la realidad era otra. Él había sufrido toda aquella transformación antes de que ambos decidieran marcharse a Noruega.

- Esa esencia no agradará a mi esposa, Katia.- Le dio una mirada amonestadora, mientras se inclinaba ante ella con cortesía. Después se encaminó a su escritorio para tomar los papeles que ella había dejado allí.

- Así que ella es la dominante…- Susurró con ciertas dudas observándolo. Su voluminoso cuerpo se sentó en una silla, mientras sus manos intentaban subirse un escote que no se movería de su sitio ni un milímetro. Al parecer los gustos de su esposo no habían cambiado, siempre le confeccionaba la ropa a Katia. Se aseguraba con ello que su mujer exhibiera sus voluminosos pechos como ofrenda femenina a los demás. Chasqueó la lengua con disgusto y se centró en los papeles que tenía entre sus manos. – Pero me habían dicho que tú eras el que la obligabas a quedarse siempre en casa. Al parecer eres un hombre querido en la región por la forma en la que sólo miras a la muchacha….¿Danna?.- Como única respuesta, se limitó a gruñir mientras pasaba las páginas con rapidez, adoptando una expresión cada vez más oscura. Lo que ella le había traído no tenía nada que lo hiciera feliz. Maldita sea….

- ¿Entonces la carta es cierta?- Preguntó al levantar la mirada y sorprendiéndose de ver como Katia lo miraba con una sonrisa coqueta y una buena porción de sus pechos derramándose sobre la tela que ella parecía haberse bajado un poco.- ¿La Iglesia a enloquecido?- Sus ceño se frunció y sus labios se apretaron, dejando que formaran una estrecha línea blanquecina. –Katia… ¿Cómo demonios voy a decirle a mi mujer que una guerra se avecina? ¡¡Está embarazada!!.- Murmuró con disgusto. Dejó los papeles sobre la mesa y se encaminó hacia el amplio ventanal, apoyando una de sus manos contra el cristal. La palidez de su piel hacía juego con la blanca nieve que adornaba el paisaje. Las tierras de su mujer se extendían con aquella masa verdosa oculta bajo los copos del frío hielo. Había pensado que tendría tiempo de disfrutar de sus navidades juntos. Incluso se había imaginado las discusiones que tendrían cuando él quitase el muérdago de todas las puertas del castillo y se los llevara a su habitación. Pero no tendría oportunidad de ello. No cuando una amenaza como aquella se acercaba a su pequeño retoño no nacido aún.

- El mismo misógino de siempre….- Murmuró Katia antes de carraspear y levantarse con un susurro de telas. Escuchó cada paso que dio hasta que se acercó a él, su cabeza se apoyó en su hombro, aunque la apartó con rapidez cuando él movió su hombro y se alejó dos pasos de ella. Un coro de carcajadas hizo que él sólo le diera una fría mirada. Ella siempre jugaba a molestarlo. Quería comprobar si él seguía evitando a todas las mujeres, Katia disfrutaba de ver cómo él siempre daba gruñidos y miradas frías a toda mujer que se atreviera a entrar en su espacio vital. – Sí. La carta que recibiste es cierta. Cuando me pediste que investigase esto, no llegué a pensar que todo fuera verdad.- Su expresión cambió y le mostró pánico. Toda actitud juguetona había desaparecido, allí estaba la verdadera Katia. La débil florecilla asustadiza. – La Iglesia ha dado caza a nuestra especie durante mucho tiempo. ¿Pero la realeza?. – Suspiró y miró por la ventana en silencio. Ella también debía estar preocupada por su esposo, al fin y al cabo ellos estaban emparentados con la realeza rusa. – Será una masacre, Adrik. Debes actuar antes de que sea tarde. Te conozco. Eres una hábil serpiente, debes tener contactos.-

Un ruido fuerte hizo que ambos mirasen hacia la puerta de su despacho, sobresaltados por aquel golpeteo infernal que se repetía una y otra vez. Varias voces cantaban y gritaban alrededor de su pasillo, mientras ruidos de pasos correteaban por el castillo. Miró a Katia asombrado y le entregó los papeles. Sólo apartó la carta que había recibido y la guardó en el cajón de sus contratos.– No le desveles nada a nadie. Ve a casa y toma las medidas adecuadas. – Tomó su mano, asombrando a Katia por mantener contacto con ella, por primera vez en mucho tiempo. – En cuanto sepa quiénes son sospechosos, os avisaré para que podáis escapar. Pero mientras tanto….- La miró en silencio y le soltó la mano. Se quedaron mirándose como dos desconocidos que lo saben todo el uno del otro. O al menos, en el caso de Adrik y Katia; él todo de ella, y ella sólo una milésima parte de él.

- Me alegra ver que has cambiado, Adrik. Pero no puedes ablandarte ahora. Debes seguir siendo el oscuro.- Sus ojos brillaron con tristeza y sin más, pasó a su lado y abrió la puerta de su despacho saliendo de él para marcharse para siempre de su hogar. Era extraño, pero por primera vez, sintió lástima de Katia. Ella pensaba que él debía sacar su lado monstruoso y que eso le haría daño. Pero lo cierto era que lo estaba deseando. No iba a dejar que nadie amenazase a su familia. ¿Qué clase de hombre sería de lo contrario?.

Los gritos de sus sirvientes seguían escuchándose en el pasillo, así que, con un suspiro, se encaminó a solucionar el asunto. - ¿Qué está pasando aquí?- Preguntó mientras abría la puerta, encontrándose con un espectáculo insólito. Varias sirvientas se congelaron ante él, en medio de lo que parecía una disputa de limpieza. Una mujer de cabellos oscuros tiraba del palo de la escoba, mientras que otra con mejillas sonrojadas del esfuerzo, agarraba el cepillo con evidente furia. Un muchacho estaba tirado en el suelo con la camisa rota y mojada, mientras una jovencísima sirvienta seguía golpeándolo con la fregona. Y una viejísima cocinera, había golpeado a su marido, cocinero también, con lo que parecía un saco de harina. – Y bien, ¿alguien va a explicarme qué es esto?.- Alzó una ceja incrédulo. Esto tenía que tener alguna explicación. El personal de su mujer jamás había enloquecido de aquella forma, así que debía ser algo grave. El mayordomo del lugar, se apresuró a murmurarle en el oído que iba a buscar en su despacho un libro que su mujer había olvidado allí, mientras él se ocupaba de este asunto. Suspiró y asintió al viejo anciano, ignorando que él iría a su despacho para robarle la carta que él mismo quería evitar que Danna viese jamás.

***** ********** ******************

Tras varias horas de gritos entre hombres y mujeres, pudo encontrar sentido a la pelea. Al parecer, la cocinera había dicho a su esposo que el pan necesitaba más harina, pero el hombre le había dicho que era una mujer y no entendía de si faltaba o no más cantidad de aquel ingrediente. Por eso habían comenzado a discutir, hasta el punto de que la cocinera quería quejarse ante Adrik del mal trato que le daba el marido. El muchacho de la camiseta rota, tuvo la mala suerte de reírse del insulto que el cocinero le dio a su mujer, recibiendo a cambio, varios golpes de fregona de la hija de ambos cocineros. Por si fuera poco, la novia del muchacho quiso ayudarlo, pero al parecer la encargada de barrer el pasillo, no quería que usase la escoba para golpear a la niña. Lo que no entendió, es porqué habían llegado hasta su despacho todos gritando y montando un escándalo. Pero con suerte, pudo arreglarlo.

- Querida, tus sirvientes están completamente enajenados.- LE dijo mientras entraba al gran comedor. La pilló en medio de su cena, con la boca abierta, pendiente de un bocado suspendido por su presencia.- Han hecho huir a mi cliente.- Murmuró con una sonrisa, mientras se acercaba a ella y se sentaba a su lado.



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Mensaje por Danna Dianceht Sáb Feb 08, 2014 9:50 pm


“No hay nada mejor que estar en los brazos de la persona que amas”
John Lennon

Los minutos fueron pasando y por más que su mente se encontraba en plena maquinación, intentando averiguar qué era lo que su esposo le escondía y aquella visita, se encontró cediendo a pequeños lapsos de tiempo al sueño. Desde ese tercer mes su estado había empezado a hacer estragos en ella. Las nauseas, los mareos y el cansancio la embargaban cuando menos se lo esperaba. Y aquella noche tras toda una mañana llena de papeleo y en la tarde dos audiencias privadas con unos comerciantes que les proporcionaría todo lo necesario para su hijo no nacido todavía, en la espera de que Adrik terminara no podía resistirse a cerrar los ojos y descansar.

Tras desvelarse dos veces y volverse a dormir, sus instintos de lycantropa le avisaron de unos pasos que se acercaban hacia el salón. Con la inquietud en su cuerpo, abrió lentamente los ojos, encontrándose recostada en aquel cómodo sillón. Bostezando se acomodó en el lugar, quedando sentada, antes de que el visitante que esperaba que fuera su amado llegase, descubriendo lo soñolienta y cansada que se encontraba. En cual caso, de seguro que Adrik la llevaría personalmente a dormir en su recamara, sin contarle que sucedía. Y se negaba a ello. Necesitaba saber que le escondía y que ocurría. No muchas situaciones ponían de aquel modo a su oscuro. Los pasos se acercaron finalmente, llegando a ella el dulce aroma de una de sus sirvientas, y no el picante y seductor perfume de él. Se colocó bien el vestido y esperó a que la joven asomara su cabeza por la puerta, tras pedir permiso para entrar.

Mi señora, tenéis la cena servida en el comedor. —Le sonrío la sirvienta más reciente en entrar a trabajar para ella. Apenas era una jovencita, pero el dulzor de su rostro y la inocencia de esta la habían cautivado, hasta el punto de aceptarla bajo su hogar, ofreciéndole un techo y la seguridad de que nunca se encontraría más sola en el mundo. Por que como la duquesa, la jovencita era huérfana de padres. Solo que en el caso de esta última, lo había sido de nacimiento, creciendo en un ambiente hostil como era la calle y los orfanatos. — Vuestro esposo mandó a preparar sus platos favoritos. Quiere que vuestro hijo nazca sano y fuerte, y que vos os encontréis saludable.—Agregó en una leve reverencia ante ella.

Parecía que todas sus gentes, y las de Escocia, amaran a Adrik por como él la cuidaba y la miraba en público. Siempre atento a ella, yendo siempre un paso delante de sus deseos. Abrazándole siempre que ella lo necesitara y con aquella mirada posesiva, tierna y dulce, que le decía que era suya y que siempre lo seria.

Gracias Christine. Ya os dije que mi esposo es muy atento a mis cuidados. —Susurró sonriendo levantándose del sillón lentamente, con cuidado de no marearse. La joven al verla se apresuró a ir hacia ella y ofrecerle el brazo. Danna negó con la cabeza agradeciéndole aquel gesto hacia ella. — Me encuentro bien, solo necesito ser cuidadosa con mis movimientos, pero aún no estoy avanzada para requerir cuidados a todas horas, como seguro él piensa… y muchos de vosotros también. —Dijo mirando a la joven que asintió con una ligera sonrisa descubriendo parte de razón en las palabras de Danna, ya que todo el servicio se encontraba preocupado por ella. — Y decidme, habéis visto a Víctor? —Preguntó encaminándose hacia el comedor, oyendo de fondo unos gritos que parecían provenir de alguna disputa.

No mi señora. La última vez que le vi se encontraba buscándole un libro que mandó a encontrar, por lo que debe de andar en la biblioteca. Quiere que lo mande a llamar? — Christine le abrió la puerta y entró al comedor. Observando la comida que tenía ya servida en la mesa sonrío al ver la cantidad que le habían hecho y negó con la cabeza. “Que quieren… convertirme en un buey?” Pensó alzando los labios en una pequeña sonrisa. La cocinera disfrutaba haciéndole comidas generosas, ahora que necesitaba comer por ella y el pequeño que esperaba.

No hace falta. Ya vendrá cuando haya encontrado el libro que le mandé. Era el libro predilecto de mi madre y ansío volver a tenerlo entre mis manos, por lo que déjelo. Y puede retirarse, esperaré que mi esposo llegue a tiempo de acompañarme en la cena. —Agregó con una sonrisa tomando asiento ante la mesa, viendo como la joven tras una nueva reverencia se alejaba de allí, cerrando la puerta tras ella, dejándola sola en el comedor con aquellos suculentos platos.

Con un suspiro se sirvió un poco de pollo de la exagerada cantidad que le habían preparado y unas verduras para acompañarlo, junto con un pequeño racimo de uvas. Pensativa empezó a comer con calma. Tenía miedo, mucho miedo de que se fuera de su lado. No quería volver a sentirse tan desamparada como cuando la abandonó dos meses, y menos ahora que era una devota esposa completamente enamorada de él. Tras unos minutos, en que empezaba a impacientarse  con la ausencia de su esposo, recordando el abrazo que le había dado antes de marcharse a la inesperada reunión de aquella noche, tomó un bocado de pollo al tiempo que las puertas del comedor se abrían y en él entraba aquel que robaba cada pensamiento y suspiro de sus labios. Al oír sus palabras le sonrío, dejando el pollo para más adelante. Ahora únicamente y exclusivamente sus ojos estaban en él, quien se sentó a su lado.

Entonces querido, tu cliente debía de ser una cobarde, para temer a nuestros pobres sirvientes. — Murmuró con una ligera risa, levantándose y sin pedir permiso sentándose encima de él, quedando recostada en su pecho. Encontrándose rodeada por sus fuertes brazos. tomó el bocado y se lo llevó a la boca, disfrutando de la cercanía y sintiéndose tras un ajetreado día segura y tranquila junto a él. — Antes oí los gritos. ¿Qué hicieron esta vez? —Preguntó alzando la mirada hacia él.

Tras explicarle lo que aconteció justo delante de donde se encontraba reunido, entre risas y abrazos, terminó él dándole de comer, a lo que la duquesa no se opuso en ningún momento, adorando cada instante que pasaba con su amado. Mirándole, no pudo no comparar aquel momento con el que en el pasado tuvieron justo en sus inicios, cuando aquel tierno y dulce vampiro que ahora era, se había presentado ante ella como el oscuro, adueñándose de su mente, intentando quebrarla sometiéndola a su dominio. “Han pasado tantas cosas desde ese día…” Pensó con una suave sonrisa aceptando otro bocado que él le daba. Aún así sigues siendo aquel joven que conocí. Cuando piensas que no te miro, veo en ti aquella oscuridad, aquel fruncimiento de labios y la mirada oscura, mortalmente decidida llena de poder. ¿Dónde está ahora tu mente? ¿Estas aquí conmigo…? o ¿a leguas de tu hogar, perdido en tus pesadillas?” Sin poder expresar en voz alta sus pensamientos, besó la mejilla de su esposo terminando por besar sus labios con amor y dulzura, en un intento de desviar la atención de él hacia ella, y de acallar sus propios temores, diciéndose que veía fantasmas donde no los había.

No obstante algo sucedía, y en cuanto olió aquel perfume de mujer en él, frunció el ceño extrañada. ¿Cómo no se habia dado cuenta antes de la esencia femenina en la ropa de él? El amor por él la cegaba, hasta puntos insospechados. Todo y así, aquello era realmente extraño. Adrik por su pasado no llevaba bien el dejarse tocar o el acercamiento con otras mujeres, ni con sus clientas se acercaba. Solo parecía que en todo aquello, la excepción desde un buen principio había sido ella y únicamente ella. Así que aquella esencia seductora a vampira nada le gustó y tras aceptar un poco de uva de sus manos, le miró fijamente.

¿Quién era ella? ¿Qué quería de ti? — “Y porque te acercaste tanto a ella?” Pensó dejando que el tono confundido de su voz hablara por sí misma. Le tomó una de sus manos entre las suyas, impidiendo que siguiera alimentándole. Ya había cenado lo suficiente para ella y el pequeño, ahora para su bienestar necesitaba respuestas y que le contara que sucedía. Cuando sus miradas se cruzaron nuevamente, apartó los ojos abnegados de repente de tristeza. — Siento que te vas a ir. Que nuestra paz terminó con esta visita… — Susurró con dolor. — Cuéntame que sucede por favor mi amor. En que líos te vas a meter esta vez, para salvaguardar tus contratos? No me gusta que me ocultes las cosas y lo sabes. Ya me has ocultado esta visita para empezar… — Le regañó con la mirada, terminando por suavizar su rostro y sin contención besar de nuevo aquellos labios que la enloquecían. — Han sido tan perfectos estos días a tu lado, que pensé erróneamente que siempre seria así.


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Mensaje por Adrik Ivanović Vie Mar 28, 2014 8:58 pm

Mi amor se había convertido en toda mi vida, constituía el mundo para mí, y aún más que la vida, constituía la esperanza toda de mi paraíso"



Dejó que ella se sentase sobre sus piernas, abrazándola con cuidado de no apretarle la barriga. Vivía en constante preocupación desde que supo que ella se quedaría a su lado  a pesar de que el hijo pertenecía a otro. Una hilera de pensamientos hostiles sobre el perro sucio y pulgoso de Astor lo acosó, pero hizo todo lo posible para que su boca no le diera a Danna la sonrisa peligrosa que le salía cada vez que pensaba en el padre biológico de su hija. A veces, para relajarse de todos sus problemas y combatir el estrés como su lado oscuro, pasaba varios minutos imaginando la forma de capar a ése hombre. Una y otra vez.


- Mi cliente es una mujer muy valiente. Pero cuando tus criados  sacan el carácter y la fogosidad que les has enseñado tú, no hay quien les pueda hacer frente.- Se rió y miró el plato de comida con el ceño fruncido. El plato estaba prácticamente sin tocar, si seguía así no tendrían un hijo sano. Saldría llorando por comida y quizás se comiera el pecho de la madre a mordiscos. Al fin y al cabo, su padre era un perro. - Deberías comer más. Así que come y yo hablo. ¿De acuerdo?.- Le dio una mirada severa de “ no me hagas usar mi poder, Danna”. A veces le daba ganas de hacerlo. Ella era una mujer increíblemente cabezona. Cada vez que le decía que hiciera algo, le daba una mirada de rebeldía. El sabía que normalmente no le gustaba quedarse sola, pasar tiempo sin él, que tuviera muchas visitas de clientes porque eso significaba que probablemente estaba metido en líos. Incluso hacía todo lo posible por llevarse bien con Astor, aunque en el fondo ambos sólo querían matarse el uno al otro. Los dos hombres habían hecho un pacto tácito de protección familiar. Pero eso no quería decir que fuesen amigos. Él había tocado a su mujer. Si conservaba la cabeza sobre el cuerpo es porque era culpa suya, sino ya habría muerto alguno de los dos.

El beso de Danna lo tomó por sorpresa. Casi deja caer el tenedor al suelo con la prisa por responder a su beso. La larga melena castaña de ella lo rodeó, dándole por un instante la sensación de estar protegido entre los brazos de aquella mujer. Era esto por lo que él tendría que marcharse. Por la mujer que besaba y por el hijo que aquella cargaba en su interior. No podría vivir en el Castillo sabiendo que su vida estaba en peligro. Que quizás algún día él se despertaría y no la tendría a su lado. Sólo imaginarlo se le secaba la garganta, formándose un nudo que le impedía tragar saliva y un dolor punzante, como si hubiese recibido un golpe, en su marchito corazón. Casi podía escuchar el sonido de su corazón partiéndose en miles de fragmentos que jamás volverían a unirse.


- ¿Quién es quién?- Le preguntó confundido mientras ella lo extraía de sus pensamientos lúgubres, salvándolo de él mismo y de su propia negatividad. A veces su mujer lo salvaba constantemente sin saberlo, todo gracias a sus pequeños gestos y poder de intuición. - Es cierto que debo irme. Tengo un trabajo muy importante. Uno que no rechazaré jamás, ni siquiera si tú me lo pides, Danna. - Le tomó el rostro y al ver su expresión de dolor, hizo una mueca. Sin perder un sólo segundo, la abrazó contra su pecho, acunándola como si fuera una niña y meciéndola de delante hacia atrás. Sus manos le acariciaron el rostro y su pelo, susurrándole cuánto la quería, una y otra vez. - No me hagas esto, querida. No me hagas daño con tu tristeza. Sabes que no podré irme en paz si te dejo llorando detrás.- Le besó la cabeza y cerró los ojos. Por un instante rezó. Rezó por ellos, por todos aquellos que también estarían en peligro por culpa de la estupidez de la Iglesia. Necesitaba que todo saliera bien, porque tenía ahora esperanza. Había conseguido una familia, no podía perderla ahora.


- Todo saldrá bien, Danna. - La separó de su pecho y le dio una mirada con amor en sus ojos. Un brillo intenso y que, él sabía, nunca se apagaría por ella. - Me voy precisamente para mantener la paz en nuestro hogar. No pienses en nada malo, pequeña. Porque el mal espera siempre para encontrarnos. - Le besó la frente.- No lo invoques. Quédate conmigo y déjame amarte esta  noche para llevarme tu olor y el calor de tu cuerpo conmigo. Dame tu luz para este viaje. - La abrazó y esta vez le dio el beso hambriento de un hombre que se siente perdido. Necesitaba el hechizo de protección que sólo su amor podría darle. La necesitaba. Tan crudamente, que por una vez, a penas le importó si habían sirvientes espiándolos detrás de las puertas. Sólo se levantó  y la llevó con él en brazos, recorriendo el castillo entre besos, hasta llegar a su habitación.


No me dejes solo ahora, cuando más te necesito.


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Mensaje por Danna Dianceht Sáb Mar 29, 2014 5:16 pm


“Ama sin medida, sin límite, sin complejo, sin permiso, sin coraje, sin duda,
sin precio, sin cura, sin nada.”

Chavela Vargas.

Danna jamás aceptaría ser una mimada de su esposo, por más que la verdad fuera que aquella duquesa fuera la completa debilidad de Adrik y no hubiera nada más que la hiciera feliz, que cuando él se dedicaba a ella. Meciéndola con cariño, susurrándole al oído lo que la amaba, lo que la extrañaba y lo importante que era para él. La sensación, no obstante de esta vez, al ser encarcelada en su abrazo, sentía que no le deparaba felicidad, ni dicha como acostumbraba. Y sintió su corazón romperse de tristeza al pensar en una nueva despedida.

Adrik por favor… quédate con tu familia. A nuestro lado. No nos abandones. No me dejes sola. —Suplicó con una voz rasgada por el dolor, en lo que terminaba contra su pecho y él intentaba calmar sus miedos. Miedos, que era imposible no tener, cuando el responsable de su luz, de la alegría de sus ojos, desaparecía. Cerró los ojos y negó a sus palabras. No deseaba verle triste, sin embargo tampoco quería que se envolviera en uno de sus contratos. No cuando de ellos, algún día podía no volver a aparecer.

Besó sus labios con tristeza y desesperación. Intentó hacerle cambiar de opinión y no hubo forma. Esta vez los ojos abnegados de tristeza de su esposa, parecían no dar sus frutos.

¿Y si no sale bien?

Otra vez volvió a mirarle y rezó ella también por él, y porque si en los cielos habitaba un misericordioso Dios, que le protegiera de todo peligro y le hiciera volver a casa, sano y salvo. A su lado.

Prométeme que volverás…que volverás de nuevo a casa, a tu hogar. —Susurró dando énfasis a que aquel castillo, ahora era parte de ambos. Allí, bajo esos techos, donde antes habían habitado los enemigos del vampiro, vivía su familia. Su feliz y preocupada esposa que le esperaría, sin dejar de pensar en él, consumiéndose por cada noche sin verle otra vez. — Prométemelo. Y solo entonces aceptare tu partida y no lloraré, por más que mi corazón se rompa al verte partir.

Tras esas palabras dejó que la apartara de su pecho y mirándolo fijamente, asintió a su necesidad, sintiendo sus palabras como suyas. Ella también deseaba tener esa noche para ellos, para resguardar un dulce recuerdo que mantener cuando la espera en su ausencia se hiciera insoportable, y anhelará sentir su fría mano acariciando su vientre protegiéndolo. Velando por ambas en la noche. Con los ojos enrojecidos por las lágrimas que amenazaban con salir y que no dejaba que nublaran su mirada, se aferró a él, en aquel abrazo y le correspondió al beso. Con igual o más necesidad de sus labios.

Sintió su cuerpo envuelto por sus brazos y deseó en lo más profundo de su ser, jamás separarse de ellos. Sin importar tampoco lo que los sirvientes pudieran ver en aquella descarnada escena de deseo, en que sus labios no se separaban de los ajenos, pensó en que no habría mejor estampa que proclamar el ardiente y sincero, fuerte amor que ambos duques sentían el uno por el otro. Literalmente se morían por los huesos del otro. Ahora los sirvientes serian testigo de ello, y pronto toda Escocia sabría.

Adrik… — Le llamó contra sus labios, perdiéndose por completo en la húmeda boca de él, en la forma en que la hacía suya, solo con la ferocidad de sus labios. Fue consciente de cómo su cuerpo hasta hacia instantes antes dormido, despertaba al encuentro de enardecer mas la pasión de su amado. Los pechos se endurecieron al contacto de su fría piel. Su cuerpo entero se estremeció al sentir como una mano reseguía la espalda desnuda que dejaba su vestido. Jadeó su nombre, ahogándose en aquella necesidad. Y deseó más, mucho más.

En un movimiento desesperado por extraer más pasión de sus labios, se los mordió con deseo. Marcándolos como suyos, como él la marcaba en cada caricia que le profesaba. No sintió cuando abandonaron el salón, ni cuando Adrik subió las escaleras. Tampoco fue consciente de cuando al pasar por la puerta de su alcoba, alguien detrás de ellos, les cerró la puerta, dejándolos en la intimidad que en aquel momento sus cuerpos exigían.

Sin soltar los labios de los suyos, pasó los brazos por su cuello, agarrándose a él con firmeza. Juntó su cuerpo contra el de él, esperando que él sintiera como el cuerpo de su esposa temblaba de anticipación. Danna jadeó, separándose de aquellos labios que amenazaban con enloquecerla, solo de pensar que pudiera perderlos. Miró fijamente a sus ojos enfebrecidos de la pasión que los arrastraba y en lo que su espalda tardó en acomodarse en la mullida cama que compartían, susurró cuanto le amaba y deseaba, terminando por ahogar un gemido, cuando nuevamente él tomó y bebió de sus labios, acomodándose encima de ella. Un escalofrío la recorrió entera y como respuesta apegó más su cuerpo al suyo, haciéndole sentir la calidez de su piel. Se rozó enardecida contra su virilidad, aún apresada por la tela de sus pantalones y gimió. En un ruego, una silenciosa suplica de sentirse amada, suya. Como solo él, podía hacerla sentir.

Una de sus manos temblorosa, desabotonó los botones de su camisa, como si fuera aquella tímida inexperta de la primera vez. Y sonrío, dejando expuesto finalmente el pecho de su amado a sus ojos y manos, que lo recorrieron, terminando por quitarle la camisa, echándola al suelo sin contemplaciones. Con prisas. — Ámame…deja en mi cuerpo tu olor impreso. — Se alejó de sus labios y recorrió con sus labios su cuello, mordisqueándole, sonsacándole jadeos placenteros. — Márcame, para que te recuerde cada instante. Y como si esta fuera nuestra última vez...hazme tuya. Por favor, Adrik.— Susurró, suplicándole, mirándole con los ojos nublados de deseo y de aquella necesidad, de olvidar que en la mañana, él ya no se encontraría para amarla al día siguiente.


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Mensaje por Adrik Ivanović Mar Abr 15, 2014 6:32 am


Cuando me dices: Soy tuya, tu voz es miel y es aroma, es igual que una paloma torcaz que a su macho arrulla.

Francisco Villaespesa



Danna era indudablemente hermosa. Todo en ella le llenaba el corazón. Su voz, su cuerpo, su olor y su inteligencia. Era la mujer perfecta para complementar todo aquello de lo que él carecía. Pero más que ser la mujer indicada, lo que más le gustaba era que ella sabía todo lo oscuro que él tenía en su interior y aún así, conociendo el demonio que ocultaba bajo aquel cuerpo frío y casi indestructible, lo aceptaba. Por eso la amaba con tanta devoción, no podía imaginarse que alguien tan dulce como ella fuera para él. Habían pasado por tanto en tan poco tiempo, que aunque eran dos desconocidos unidos por la promesa de una venganza, se mantenían juntos ante la adversidad. Por eso sabía que todo saldría bien. Nadie podía morir cuando apenas había saboreado la felicidad.


Sus manos se encargaron de quitarle el vestido sin que sus ojos se separaran de los verdes orbes de su esposa. Dos esmeraldas brillando con pasión sólo por la anticipación de lo que vendría. Pero él no se engañaba. La conocía lo suficiente como para distinguir entre toda aquella caliente oleada de pasión, el sentimiento del pánico. Ese miedo a que esta fuera la última vez para los dos. El último momento que ella tendría para siempre a su lado. - Deja de pensar, Duquesa.- Le dio una sonrisa pícara mientras la tela se deslizaba por los pies de Danna y quedaba olvidada en el suelo. Los dedos rozaron sus tobillos, esparciendo la frialdad del hielo sobre la caliente piel de la licántropa, deshaciéndole el lazo que adornaba los zapatos que llevaba. A veces le sorprendía que ella pudiera caminar con tranquilidad con aquellos pequeños complementos. ¿ Cómo podía una mujer llevar su cuerpo con elegancia, sabiendo que el tacón exigía una prueba de equilibrio preocupante?.


No pudo evitar reírse al escucharla. No se le podía decir a un vampiro “ márcame”. ¿Cuántas veces tendría que repetirle que no lo provocara ?. Había intentado ser dulce, incluso se había ocupado de quitarle la ropa con lentitud para compensar la fogosidad de su anterior beso. Pero su esposa no entendía cuán duro tenía que luchar sólo para no llenar su cuerpo de mordeduras y dejarla con la mitad de su sangre, aunque eso le costase después un buen dolor de estómago. No había querido decirle nada a Danna, pero uno de los motivos por los que siempre iba a cazar humanos que estuvieran al borde de la muerte, era precisamente por su intolerancia a la sangre licántropa. No ocurría nada cuando eran pequeñas dosis, ni siquiera cuando bebía en exceso alguna que otra vez. Era el mantenerla en su interior, mientras la consumía diariamente. Para un vampiro joven, al menos para los estándares vampíricos, como él, era como consumir alimentos a los que eres alérgico, sólo por el hecho de que te gustan como saben. Si ambos fuesen enemigos, ella sería el depredador perfecto para él. Porque todo en ella lo llamaba, su olor, el sabor de su piel bajo la lengua y el rico y espeso néctar de su sangre. Pero si la tomaba toda, terminaría lo suficientemente débil como para que pudieran matarlo. Y él no podría hacer nada. Así de débil era contra su propia mujer.


Todos los pensamientos acerca de su “alergia” a la sangre licántropa, se esfumó cuando con las prisas por quitarle su ropa interior, arañó la piel de Danna, haciéndole un pequeño corte. Sus pupilas se dilataron al percibir el tenue, pero inconfundible olor de la sangre. Y antes de que se diera cuenta, estaba rasgando las pocas prendas que llevaba con sus manos, sólo para ver mejor aquel rasguño. Al encontrarlo encima de su estómago, le dio una sonrisa malvada a Danna, mientras se deslizaba por su cuerpo y lamía la piel expuesta. Todo pensamiento racional se esfumó y sólo pudo centrarse en lamer y besar todas las partes de su cuerpo, memorizándola con sus ojos y manos.

- Ya te advertí sobre no provocar al pecador de tu esposo, querida.- Le dijo con una sonrisa mientras se colocaba entre sus piernas y se deshacía de sus pantalones con la velocidad de su especie. A veces agradecía el poder ser increíblemente veloz. Perder varios minutos en quitarse las prendas de ropa, debería ser considerado descortés e incluso criminal. Por eso él hacía todo lo posible por evitarle ése mal a Danna.- Hablando de marcar..- Susurró antes de morderle uno de los muslos. - Por tentarme reiteradamente, no habrá juegos previos duquesa.- La miró con la astucia del que se guarda un as bajo la manga. Uno perverso, pícaro y pecaminoso.- Sólo tú y yo.- Cubrió su cuerpo, acostándose con suavidad sobre ella y le dio un beso en la frente.- Prometo hacer que te olvides de todo.- Rió y se meció contra ella de forma sugerente. A veces no entendía cómo algunos hombres maldecían su condición de casado. Para él, no había mayor felicidad que gozar de todos los derechos que aquel párroco le había extendido al tomar la mano de Danna. Y para hacer honor a sus votos, pensaba gozar de sus derechos una y otra, y otra vez. ¿Qué podía decir?. Sólo era un mero cumplidor de la ley.



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Mensaje por Danna Dianceht Mar Abr 15, 2014 1:04 pm


“Y en un silencio tu mirada dice mil palabras, la misma noche
en la que te suplico que no salga el sol.”

Enrich M.

Adrik la conocía más de lo que sí misma creía posible, hasta lograr adivinar los pensamientos fúnebres, desesperanzadores de ella mientras sus manos parecían volcados en la lenta ceremonia de desvestirla. De respuesta ella solo sonrío con un velo de tristeza en sus ojos, mientras sus labios llenos se fruncían en una mueca molesta, casi desesperada. Él sabía lo que en momentos como aquel, odiaba el tener que contenerse. Con lo que ella esperaba en los días para verle, para poder amarle. El tiempo que él se dedicaba para quitarle las prendas de vestir, recorriendo con lentitud su cuerpo era más que nunca, una noche como esa, una pérdida de tiempo. Cuando lo único que ella deseaba era sentirle firmemente suyo, llenándola, dándole lo mismo si le rompía las ropas o no para llegar a ese fin.

Solo su toque la hacía estremecerse de mil maneras diferentes.

Agonizando en aquella larga espera, sintió como en un descuido su esposo arañaba la piel de su estomago. Rápidamente subió la mirada a la de él y al entrever la salvaje pasión desatada en el rostro de su amado, gimió de gusto al tiempo que los labios de él, besaban cada parte de su cuerpo y sus frías manos se dedicaban a torturar sus pechos, entre otras partes de su figura. Enseguida cayó rendida ante sus besos y toques, sin embargo no era solo él como la deseara su esposo, o cuanto la amara lo que la hacía perderse por completo en un mar de sensaciones, como era el contraste de su cálida piel y la fría de él. Si no también la dulzura con la que aún perdido en los instintos más indecorosos guardaba, para cuando con sus labios llegaba a su vientre y en silencio se aseguraba que los latidos del pequeño fueran normales. Que él se encontrara a salvo, mientras le prodigaba besos más protectores que apasionados.

Siempre os provocaré esposo. — Le dijo con una sonrisa satisfecha al observar como finalmente se liberaba de sus pantalones, dejando su piel expuesta al recorrido de sus ojos. Suspiró con deseo y dejó que las caricias de su esposo nublaran sus sentidos nuevamente, hasta que sobresaltada jadeó para reír tras ello suavemente al sentir como sus dientes filosos, le mordían un muslo. Dejando una pequeña marca, sin perforarle la piel.

No importa. —Dijo en una picara sonrisa tras hacerle él saber de la inexistencia de juegos previos esta vez. Aún si los hubiera habido, ella no habría podido contenerse ante el deseo que la amenazaba con hacerla arder. — Yo  siempre estoy dispuesta para ti. — Su voz temblorosa fue rota por un suspiro que escapó de sus labios al caer irremediablemente en el embrujo que tenía su esposo por orbes. Él siempre decía de sus intensos y brillante mirada hojiverde que la atraía y seducía sin mesura, sin embargo era ella la que caía irremediablemente ante el embrujo de su esposo. Tampoco se resistía, en aquellos días el ver sus ojos se había convertido en su religión, en su tranquilidad.

Inmersa en aquel instante que sabía que en mucho tiempo lo tendría en la memoria, hasta que su amado volviera para hacer del reencuentro otro dulce recuerdo, no fue consciente de la risa de su amado, solo de como sus dedos trazaban frías caricias sobre su piel, haciendo crecer la expectación que se creaba a medida que el tiempo se sucedía y los dos jugaban a provocar el otro. Por ahora ganaba él, solo por ahora, se dijo Danna al sentir el cuerpo de Adrik sobre el de ella, moviéndose de forma sugerente, logrando que el cuerpo bajo él temblara y de sus labios se escapara un pequeño gruñido.

Solos tú y yo. —Reafirmó mirándole con deseo, rodeándole con las piernas su pelvis, apresándolo contra ella. Esa noche no iba a escapar de ella, ni de sus deseos. Tampoco es que tuviera otra opción. Su esposo se encontraba igual o más cegado que ella, por volver a sentir como su cuerpo se le abría para darle paso y alojarlo en la seguridad de su calidez mientras la pasión los llevaba alto. Mucho más alto que aquellas paredes.

Gimió contra el rostro ajeno, contra sus fríos labios al sentir el roce de su cuerpo sobre el suyo. El cuerpo de Adrik contra el suyo solo la hacía volverse más consciente de su figura femenina, de las curvas que tanto él amaba y por las que enloquecía, hasta hacerla volver un amasijo de temblores y palabras incoherentes, pidiéndole satisfacción, mientras él jugaba con su cuerpo. Le mordió los labios y tomándolo por sorpresa su figura femenina empezó a moverse contra él, rozando ambas intimidades. Jadeó y le besó con pasión. No solo sus labios se besaban, también sus lenguas bailaban, enlazándose la una contra la otra. Sus manos acariciaron su espalda, recorriéndola con posesividad. Aquel vampiro era suyo. Eternamente y para siempre suyo. Su amado esposo.

Haz que olvide todo. Y por favor... !Deja de provocarme¡ —Musito enojada separándose contra sus labios para tomar aire. Sus caderas seguían rozando la ajena, provocativa y exigente. Sin embargo Adrik parecía capaz de provocarla más al no ceder ni un ápice en sus demandas. Le miró intensamente y sin que pudiera esperárselo alzó su cadera, juntándola más a él. Rozó con su intimidad su miembro y sin más preámbulos, sintiendo la humedad de su cuerpo resbalar por su cálida y blanquecina piel, empujó lo suficiente para que sintiera como el glande resbalaba en su interior. Apenas entró solo un poco, ya que lo que quería buscar ella también era provocarle, encenderle hasta que fuera él, quien la poseyera por completo.  

Hazme tuya...  — Insistió de nuevo mirándole fijamente, soplando sus palabras contra sus fríos labios a apenas unos centímetros de acallar todo rastro de pensamiento, a la espera de que él decidiera colmarla con su cuerpo.


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Mensaje por Adrik Ivanović Dom Abr 27, 2014 11:57 am


Seré yo quien te pronuncie a oscuras el sabor del querer, quien tenga una palabra de amor que susurrarte al oído, seré yo quien siempre te ame..


Su risa salió como única respuesta a su provocación, llenando la habitación de su respiración entrecortada al notar cómo su miembro se encontraba a punto de adentrarse en su interior. Si alguien le preguntase años más tardes sobre si él había sentido alguna vez cómo toda la cordura se esfumaba, partiéndose en miles fragmentos, como si de un cristal se tratase, él simplemente sonreiría y le daría una mirada ardiente a Danna. Aquella mujer era tan ardiente como el mismo fuego, quemando su piel con cada caricia de sus dedos. Pero había una parte de ella, capaz de engullirlo con la misma voracidad con la que el mar atrapa a los marineros en las noches de tormenta. Una en la que adoraba hundirse como el hombre deseoso que era.

Todos sus instintos masculinos se activaron, mientras todas las preocupaciones se alejaban al empujar sus caderas con fuerza contra ella. – Te lo advertí.- Le gruñó en el oído antes de tirar de su pelo para obligarla a arquear su espalda y dejar sus pechos ante su rostro. Sonrió mientras volvía a hundirse dentro de ella, besando la piel que había acercado a él, dejando marcas de sus succiones ávidas sobre la piel blanquecina. Adoraba recorrer cada una de ellas cuando sus cuerpos quedaban enredados y exhaustos, pues así podía ver cómo su piel se erizaba ante el contacto de sus dedos.

El excitante recuerdo hizo que sus caderas comenzasen a moverse contra ella con movimientos largos y lentos. Buscaba en su interior el punto que al rozarlo la hiciera gritar de placer. Pensaba dejar que su voz quedase irreconocible por la mañana, para que cuando hablase, su ronquera le recordase este momento. Le gustaba asegurarse de que ella pensase siempre en él. Malgastaba mucho tiempo en conseguirlo, pero su entrega merecía la pena. Todo lo que los uniese más era siempre bienvenido.

- Te quiero.- Le susurró antes de morderla con dureza en una de sus muñecas. Repitió lo mismo, dejando marcas a lo largo de sus brazos y hombros, alimentándose con la visión de su sangre recorriendo el cuerpo de Danna y deslizándose por ella hasta su ombligo. – Pero eso no quiere decir que vaya a perdonar tu provocación.- Sonrió con calidez y picardía, separándose de ella para lamer el recorrido rojizo que había dejado su sangre sobre su cuerpo, recorriendo su cuerpo con sus labios y manos hasta llegar a su ombligo y seguir deslizándose hasta quedar entre sus piernas.

Introdujo dos de sus dedos dentro de ella y besó la piel interna de sus muslos, prodigando una atención especial con su otra mano al nudo sensible que se ocultaba en su sexo. La rapidez de sus dedos se incrementó lentamente, sustituyendo su otra mano por su lengua. Riendo con cada sacudida que daba su cuerpo al responder a cada una de sus caricias. Suspiró encima de su sexo y se lamió el labio inferior, capturando la esencia íntima y le guiñó un ojo.- Esto sólo acaba de empezar.- Le dijo con la sabiduría de un ex esclavo sexual.

Varias horas después de demostrar aquello que había aprendido bajo el yugo de Cora, se acostó a su lado y la abrazó con fuerza, besando su frente con amor. – Te amo, Danna.-


Tócame, hasta hacerme sentir tu ternura infinita, tócame, para que pueda gozar de tu calor y de tus ganas de amarme, tócame eternamente.


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Mensaje por Danna Dianceht Dom Jul 06, 2014 6:48 am


“Sin pasión y sin locura, la vida no valdría la pena, dale alas a tu alma
y saborea cada instante como si fuera el último.”

Mara H.

Jamás se había sentido tan dichosa como en aquellos momentos en que su esposo la amaba con todo su cuerpo y alma. Cada caricia de sus dedos en su cálida piel. Cada beso robado y consentido de sus labios a los propios y hasta los jadeos, los suspiros que nacían y morían en la piel del otro, solo servían para caldear aún más aquella habitación. La duquesa como debía de ser, había sido educada para la paciencia y larga espera. Sin embargo sus enseñanzas parecían fruto perdido cuando se trataba de Adrik. Quizás solo las hubiera olvidado en lo que se refería a su esposo. Ella jamás era paciente con él. No cuando se refería a sentirse unida a él, en probar la magia que pese a sus diferencias existía entre ellos. Danna siempre pediría más y en aquel momento no le eran suficiente sus caricias. No cuando todo su cuerpo se abría al de él, deseoso, tembloroso, humedecido, de aquel amor que en desenfreno los unía hasta solo volverse un mismo ser. Sin distinciones entre ellos, más que la del tacto y temperatura de sus cuerpos enlazados el uno junto al otro.

No pudo reír al oír la risa contagiosa de él, solo permaneció mordiéndose el labio acallando su propia sonrisa, disfrutando en silencio de la entrecortada respiración de ambos. Los cuerpos pegados y el glande acariciando las paredes de su intimidad, era más de lo que podía soportar. Sentía como la sangre acudía a su sexo, logrando que solo un leve roce ya la hiciera arder. Suspiró, rozando con sus labios los masculinos y acomodándose mejor bajo él, el primer gemido surgió de sus labios al entrar por completo su miembro en su interior, sin aviso previo más que la enigmática y caliente mirada de su esposo.

Tras aquella primera embestida, jadeó al sentir su voz. ¿Cómo podía erizarle el cuerpo con solo un gruñido de sus labios? Se preguntó por unos segundos sabiendo del poder que tenía él sobre ella hasta que obligada a echar la cabeza hacia atrás y arquear su cuerpo contra el de él, levantó las caderas y le ofreció sus pechos, los que poco tardaron en ser colmados de las atenciones de los labios ajenos, endureciéndolos. Pasando los brazos alrededor de los hombros masculinos, se sujetó a él mientras un cumulo de sensaciones empezaban a estremecer su cuerpo. No era solo que los pechos fueran uno de sus puntos más sensibles y que fuera precisamente Adrik quien se aprovechara de aquella excitante debilidad, sino también el vaivén de sus caderas contra las suyas lo que la enloquecía. La forma en que él entraba intenso y duro en ella hasta tocar aquel punto que la hacía corcovear y gritar de placer, no tenía definición posible.

Perdida en los movimientos de sus cuerpos, rogando en ocasiones que sus labios fueran acallados por los de él, sintió las mordidas y jadeó en silencio, entreabriendo los labios en muecas de placer que no la dejaban pensar en el ligero dolor que representaban aquellos colmillos trazando un recorrido en su piel, sino en todo lo contrario. En el intenso ardor de sus embestidas y como alzando la cadera, pedía más. — Eres muy susceptible a las provocaciones, esposo. ¿Deberé de provocaros más seguido quizas? —Sus palabras quedaron reducidas a un susurro entrecortado y ronco, tras el cual gruñó al sentir que su cuerpo quedaba vació del de él. Abrió los ojos al no sentir la presión de la mano masculino sobre su cabello, y bajando la mirada se deleitó con fascinación en como recorría su cuerpo lamiendo la sangre que había tintado su cuerpo.

No se hizo de rogar y gimió su nombre al sentir sus dedos jugueteando en su intimidad. Buscando profundizar aquellos toques, se afianzó a él sin saber que aquello solo la haría temblar mucho más, una vez su lengua tomara posesión del nudo sensible que ocultaba entre sus labios. El ritmo de los dedos era implacable, abordando a la duquesa  al olvido completo de cualquier otra cosa que no fuera el deseo de aquella noche, del placer que iban a consumir en esas horas.

A-adr...ik— musitó temblorosa sacudiendo su cuerpo bajo la primera caricia de su lengua. Solo él podía dejarla así, y cuando la pasión atacaba fuertemente el cuerpo de su esposo, era imparable. Podía volverse un saqueador de los gritos y suspiros de su esposa y no detenerse hasta saciarse de su voz.

Negó ante las palabas de él e intentó retorcerse hasta llegar a él, sin éxito alguno siendo saboreada nuevamente por su legua y labios, mientras los dedos empezaban un ritmo continuo y largo hasta su interior. Gimió miles de veces, se removió y miles de veces más intentó separarle. Hasta que él pareció querer acallar los ruegos de sus labios y dejando su intimidad se alzó sobre ella para besarla, momento que aprovechó ella para meter la mano entre ambos cuerpos, tomar su miembro y empezar a acariciárselo, al tiempo que sus labios apresaban los ajenos y le jalaban hacia ella en un beso fiero y desesperado. — ¿Qué haré sin tus labios estas noches...? —Preguntó desesperada contra sus labios antes de volver a besarlos e incrementar el ritmo de su mano sobre su miembro. Lo sentía firme y duro en su mano, tanto que su cuerpo se estremecía con pensar en tenerlo de nuevo en lo más hondo de ella. Aquel pensamiento provocó que le mordiera los labios y que su dedo empezara a acariciar el glande esparciendo en la rosada carne el líquido pre seminal. Jadeando dejó de besarle, para respirar contra su fría piel y calmar su acelerada respiración. Aprovechó para recorrer con sus cálidos labios su cuello de granito y sonrío sintiendo los jadeos de él, moviendo las caderas contra su pelvis, alternando aquellas provocaciones con el movimiento de su mano. — ¿Qué harás sin mi…? ¿Sin nosotras? —Siguió testaruda en su intento de hacerle cambiar de idea y que se quedara con ellas, de que fuera consciente de lo que las necesitaría y ellas a él. Porqué a pesar de que la pasión pudiera hacerle olvidar de pensar, en lo mas hondo de ella tenia aquel miedo. Y la idea de perderle era mas fuerte que la de la pasión que los consumía.  


Última edición por Danna Dianceht el Miér Ene 07, 2015 4:30 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Adrik Ivanović Jue Sep 11, 2014 8:35 pm


“ Pero me quedé pensando que allí donde hay alguien que se quiere muchísimo y donde hay alguien que nos quiere de veras, ése sí que es el lugar más bonito del mundo”.




El apretón tortuoso de su mano sobre su miembro, haciéndole sentir el pulso acelerado de su cuerpo sobre su pálida piel, le obligó a gemir con sorpresa. Su mujer era una mezcla de dulzura y sensualidad, una descarada mujer creada sólo para él. Si supiera cuán profundamente estaba atado a ella, seguramente terminaría siendo controlado por ella y esa cálida mirada de mujer indomable.


Se lamió el labio inferior, mirándola a los ojos con el deseo ardiente que ella estaba provocando al acariciarlo de una forma tan poco sutil. Su dedo estaba esparciendo las perlas del líquido de su deseo, extendiendo así el olor del interior de ella con el suyo propio. Tuvo que cerrar los ojos para no seguir mirando aquello que le estaba haciendo. Siempre había tenido un gran auto control gracias a los años que tuvo que satisfacer los deseos de su creadora. Pero Danna lo llevaba a un punto en el que se quemaba por dentro, quedando sólo la locura de una pasión a la que debía agarrarse con fuerza para no perderse para siempre en ella. Tembló por su pregunta y se rió con nerviosismo, sabiendo que estaba provocándolo sólo para que prometiera quedarse junto a ella.


- Si te preocupa eso, sólo bésame ahora que me tienes entre tus brazos.- La abrazó y le acarició la nariz con la suya, juntando sus frentes para que sus respiraciones quedasen unidas de la misma forma en la que las manos de ella lo tomaban con fuerza. Deseaba poder llevarla siempre bajo su piel, teniéndola así siempre al alcance de sus manos. Si tan sólo pudiera saber cuánto le dolía dejarla atrás, quizás no insistiera tanto en que se quedara con ella. Porque necesitaba irse, sólo por su bien. No podría vivir sabiendo que había personas en las sombras, amenazando con terminar esa felicidad a la que aún trataba de acostumbrarse.


- Bésame hasta que tu piel memorice la forma de mi boca y puedas recordarla por las noches hasta que vuelva a ti.- Suspiró, arqueando su espalda cuando ella juntó sus caderas, aplastando su erección entre sus cuerpos. La tortura a la que lo sometía era tan deliciosa, que suplicaba a todos los dioses de los humanos, para que jamás cesase ese sentimiento que sobrecogía su corazón cada vez que ella lo tocaba.


El cabello de Danna le acarició el estómago, haciéndole cosquillas sobre sus mejillas, un vuelo de mariposa que terminaba con un mordisco sobre sus labios. Los besos que dejaba sobre su piel se esparcían por todo su cuerpo, causando estragos en su garganta al sacarle tantos gemidos.


- Basta. - Le dijo con una sonrisa, abrazándola para rodar sobre ella y quedar sobre su cuerpo. Apartó su mano del miembro que palpitaba por ella, llevándose el dedo travieso directamente a su boca. Separó sus labios, mirándola a los ojos mientras abría sus labios e introducía con lentitud el dedo en su interior. Acarició la punta de aquella frágil extremidad con la punta de su lengua y cerró los ojos, gimiendo al sentir su sabor salado y amargo.


- Ya te lo he dicho muchas veces, cuando me hagas falta, sólo cerraré los ojos y te buscaré.- Le dijo después de sacar su dedo de la boca y pasearlo por su pecho hasta dejarlo sobre la herida que tenía sobre su corazón. - Y créeme que te encontraré, porque estás grabada dentro de mí. Toda mi piel, mi mente y mi corazón llevan la marca de tu presencia.- Abrió los ojos para darle una mirada tímida y apartó su mirada de ella para mirar el vientre en el que crecía una pequeña vida. Saber que ella le había dado la oportunidad de cuidarla, a pesar de que no era el padre de la criatura, le hacía querer ser aún mejor para ambas. Un regalo así, tan importante como lo era una vida en sí misma, sólo podía ser tomada por alguien mucho mejor que él. Así que luchaba internamente, día a día, con su pasado. Dejaba atrás toda su oscuridad sólo para ser un buen hombre. Y sólo él sabía cuán difícil era el dejar de ser el oscuro.


- Ahora será mejor que ambos durmamos. Mañana tendrás una noche difícil, porque pienso venir a buscarte en sueños para que no me extrañes.- Le dio una sonrisa que trataba de borrar su tristeza y pesar. Se agachó y le dio un beso suave y tierno, marcándola con todo su amor. - Ya pienso en nuestro reencuentro, duquesa. ¿Qué me habéis hecho para que no pueda pensar en otra cosa que no seáis vos?.- Rió y le mordió el hombro antes de ir a por las mantas con las que cubrir el cuerpo de su esposa. A pesar de ser un licántropo, él solía desprender mucho más frío cuando ella estaba desnuda y a su lado. Escocia no ayudaba a generar calor cuando llegaba la estación de lluvias, y lo último que deseaba era hacerla enfermar. Tenía que estar sana para él.


- Cierra los ojos y piensa en mí.- Le dijo después de taparla y acostarse junto a las mantas en las que la había envuelto. Sus brazos la abrazaron, dejándola encerrada entre ellos como si fuera una cárcel de huesos y piel. Lo cual, cuando se era un vampiro, era algo similar a hablar de barrotes de mármol y piedra.


Buenas noches, princesa.


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Mensaje por Danna Dianceht Miér Ene 07, 2015 4:28 pm


Guárdame en tu corazón y que no se te olvide
Que mi vida va a la par de ti.

Anónimo.


Con cada gemido de los labios de su esposo en su interior crecía la necesidad de tocar, acariciar su piel. Buscaba que él se quedara con ella, que se rindiera a la llama intensa de su amor y pasión, olvidándose de aquello que le hiciera abandonar la seguridad de su hogar. El roce de sus pieles, las caricias de sus manos y les besos, palabras, silencios entre ambos estaban pensados para encadenarlos en aquella cama. En aquella noche y en un para siempre que la duquesa se negaba a rectificar. Si ya le costaba pasar los días enteros sin la luz oscura de sus ojos, sin su voz y presencia junto a ella… ¿Cómo podría ella soportar el destino de estar separada nuevamente de él?

Gimió su nombre como protesta al rodar por la cama, encontrándose de un instante a otro bajo él. Se relamió el labio y viéndole no pudo negarse a sus palabras, sus labios inmediatamente encontraron sus labios y le besó, bebiendo de su sabor. Como en un último beso que guardaría vivo en su memoria hasta su regreso. Se acurrucó en sus brazos, arqueó su cuerpo hasta rozar su duro y frío pecho. No buscaba separarse ni un centímetro de él y su cobijo. ¿Y cómo negarse a sus palabras? Le besaba con toda su alma, recordando cada roce, cada mordida, cada recoveco de su boca.

Jamás dejes de besarme amor. Jamás. —Ordenó contra sus labios mientras sus manos se paseaban por su oscuro y desordenado cabello atrayéndolo de nuevo contra su boca, enzarzándose en un nuevo beso, aún más apasionante que los anteriores.

Era tan fácil dejarse llevar y seguir exactamente cada instrucción masculina cuando se trataba de ellos, que sus cuerpos amándose se movían en sincronización desde los inicios de aquel baile. Sin pensarlo siquiera, el instinto y el amor ya les guiaban por el camino correcto. Deshaciéndolos lentamente del control. Besándose, la duquesa cerró los ojos y agarrándose a él dejó que su cuerpo hablara por ella, mientras en su mente intentaba deshacer la melancolía y la tristeza que acudía a ella al pensar que aquella noche sería la última de muchas. ¿Por qué? Se preguntó viéndole fijamente, memorizando cada rasgo, cada mirada que pudiera recordar más tarde. Claramente de sus pensamientos la pregunta no salió, ya que conocía lo suficiente a su esposo para saber que si lo había mantenido en secreto hasta el último momento, debía de ser por la gravedad del asunto.

No quiero tener que recordarte, quiero tenerte a mi lado. — Replicó besando la curva de su cuello, suspirando contra la fría piel. A regañadientes subió de nuevo su mirada para verle acariciarse el pecho y en él la herida, a la que sin vacilación depositó un dulce beso tras que enlazara su mano con la ajena. Apretó su mano en la de él y subiendo una última vez a sus labios, le besó esta vez lentamente, dulcemente en un sabor inconfundible de despedida. — Somos tu hogar, que jamás se te olvide. Donde estés tú… nosotras siempre estaremos esperándote. —Prometió dejando que la sonrisa inmaculada de su esposo se llevara parte de su dolor. Sonrío al recibir el beso y acostándose le esperó para acobijarse contra él e irse así, sumiendose al sueño lentamente relajada por sus delicadas y tiernas caricias en su piel.

Mi loba te hechizó. Yo y ella lo hicimos, como tú lo hiciste con nosotras. —Contestó a su pregunta escondiendo un bostezo contra su hombro al tiempo que tapada por mantas, Adrik volvía a ella, extendiendo sus brazos alrededor de su cuerpo, encadenándola a él. Sonrío y por unos breves instantes se encontró resiguiendo con su nariz la curva fría de su cuello, depositando sus labios en su piel para seguidamente morderle lo suficiente para dejar una marca; su marca. Algunas veces su loba lo había intentado con él atraparlo para marcarlo como suyo, sin embargo jamás podría esperar que quien fuera a marcarlo fuera finalmente su parte humana. Su duquesa. — Para que no nos olvides jamás. —Se disculpó con una suave sonrisa borrando con sus labios toda huella de su sangre, sabiendo que aquel mordisco en apenas unos segundos estaría sanado. Pero para Adrik, ella siempre le habría mordido. Con o sin señal. Ella se encontraría allí, marcada en su piel. Tras aquel momento de debilidad, volvió a acostarse tras robarle un lento beso y suspirando con una mano sobre su vientre y la otra en una de las manos masculinas, muy lentamente la noche y la pérdida de sangre actuaron contra ella, adormeciéndola aunque no quisiera, hasta que en un último suspiro con el nombre de su amor en sus labios, el sueño la venció.


Última edición por Danna Dianceht el Sáb Ene 31, 2015 8:37 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Adrik Ivanović Sáb Ene 31, 2015 8:21 pm

"Te dejaré de amar el día que un pintor pinte sobre su tela el sonido de una lágrima"


La suavidad de su cuerpo acunándose contra el suyo era suficiente como para que toda su mente se quedara en un delicioso blanco sin pensamientos, durante muchos siglos había querido encontrar algo que calmara su torturada alma, y ahora, donde menos lo pensó, la encontró. Aunque jamás hubiese creído que viniera de manos de alguien tan hermosamente posesiva.

Su mordedura escocía en la piel, un recuerdo de cuán peligrosa podía ser cada una de las heridas prodigadas por un licántropo. Eran como dos polos opuestos unidos por un lazo infinito y altamente indestructible. Él sabía que aunque alguno de ellos quisiera huir de aquellos sentimientos, éstos los encontrarían allá donde fueran. Él lo sabía perfectamente, ya que una vez intentó alejarse de ella por miedo a lo que sentía. Al terrible presagio de saber que una vez que se uniera a ella, jamás encontraría salida para lo que sentía. Y era tan malditamente posesivo, que nunca la dejaría escapar. Por eso se fue, para que al menos su esposa pudiera elegir a alguien mucho mejor que él.

Sonrió con ternura al ver cómo sus párpados por fin se cerraban bajo el peso innegable del sueño. Si tuviese la certeza de que ella no estuviese en peligro, se aferraría firmemente a su cuerpo, dejándose proteger por aquel dulce amor que compartían. Pero no podía hacerlo, la quería más de lo que podía siquiera llegar a expresar jamás con palabras, por eso se marcharía en silencio, llevándose aún el calor de ella sobre su frío y yermo cuerpo. La llevaría firmemente atada a sus pensamientos, cada vez que tuviera miedo de caer en la batalla, ésta sería su última imagen. La de su eterno y único amor.
En completo silencio se vistió con rapidez, moviéndose con agilidad en la oscuridad de su habitación, asegurándose de dejarle un beso sobre sus largos y oscuros cabellos. Sus dedos la abrigaron con las mantas, impidiendo que el frío pudiera enfermarla. En ningún momento dijo nada, ya que había ciertas circunstancias que no requerían de ellas. Se fue sin mirar atrás, dejando a su espalda el único motivo por el que vivía. Siendo consciente, quizás más que nunca, que hay amores que marcan y dulcemente duelen en el alma.



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Gracias Ionel
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