La voix de trahison | Flashback

por **Christopher Marlowe** Sáb Jul 02, 2016 6:21 pm

La voix de trahison

“Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella”.
Salmos 37:29

Christopher Marlowe se burlaba de las Sagradas Escrituras más de lo que nunca lo hubo llegado a hacer. Con un compañero de fatigas perteneciente al redil, al vampiro no le quedaba otra que atusarse a diario las palabras de los beodos con la intención de no dejar nunca de aprender y afianzar conocimientos que se iban perdiendo con el paso de los años. ¿Cuántas veces habría leído los mismos libros, gozado con los mismos cuadros y llevado a escenario las mismas obras? Terrible. Su vida era un bucle donde, para aprender algo nuevo, debía refrescar cada determinado tiempo lo antiguo. ¿Así quién podía seguir adelante? Cada vez dejaba a sus espaldas más trabajo. El tedio de la existencia eterna.

¿Qué llevó a Christopher Marlowe a una cafetería del centro, ya entrada la noche y le obligaba a rememorar estas palabras con chanza? Ni más ni menos que una mujer.
Los justos no heredarían la tierra. Lo harían las descendientes de Eva. Curadas de los males que atacaban a sus compañeros dados los años de opresión de que han sido y siguen siendo víctimas. Con un punto de vista fresco y distinto al de sus esposos, padres o hermanos. Y aunque generalizar caiga en uno de los mayores errores que suelen cometerse, el vampiro no por ello erraba con aquel pensamiento.

Asiduo a la escritura como era –casi parece una broma el tener que especificar tal cosa-, el vampiro dedicaba su tiempo y pensamientos a algunas revistas locales. ¿Cómo pensar que acabaría escribiendo para La voix des femmes y cómo pensar que acabaría convirtiéndose en Christine Mathews –sus distintivas C y M-? Lo que no sorprende a nadie, ni siquiera al propio inglés, era acabar viéndoselas con algún que otro problema dada la ingente cantidad de mentiras que escupía su pluma con cada carta. Sin comprender cómo, La voix des femmes terminó siendo poco más que el medio por el que contactar con otra de sus asiduas, de sobrenombre Justice. Nadie le dijo a Justice que C. M. eran las siglas del nombre de ninguna mujer, sino que ella misma debió suponerlo al leer a Marlowe y su pulcra y femenina caligrafía. Culpable.

¿Qué tocaba ahora? Seguir con las mentiras. Incapaz de negar nada a ninguna mujer, Christopher Marlowe tendría que conseguir que Justice conociera a Christine. Difícil, ¿eh? Mas no imposible.

por **Julianne MacFarlane** Lun Oct 10, 2016 12:03 pm

"I am half agony, half hope."
Jane Austen

Forjada en las luchas sociales y en ideales utópicos, Julianne se había embebido, desde el mismísimo vientre materno, de pensamientos poco acordes para su época y su situación social. Sus padres eran activistas de luchas justas, defensores de pobres y ausentes, y gastaban su aburguesada fortuna en sostener periódicos clandestinos que batallaban por una sociedad mejor y en refugios para necesitados. La fortuna MacFarlane era interminable, y así como ellos consideraban una inversión los gastos que significaban sus sueños de un mundo equitativo, reproducían un sistema económico que los mantenía en la cúpula de los negocios. Thomas, el líder de la familia, juraba que llegaría el día en el que su dinero sería repartido a los carenciados, y que no habría necesidad de seguir viviendo en el lujo y la ostentación.

Pero ellos habían muerto, los habían asesinado como a bestias y los habían dejado tirados al costado de un camino, hasta que un lugareño descubrió el escenario del horror. Julianne se sumió en la profundidad de la tristeza, pero juró que haría justicia. De allí el seudónimo que le daba entidad en el periódico de corte feminista que se esmeraba en mantener. Justice era todo lo que ella anhelaba para sí, era libre y no tenía miedos. Y había encontrado apoyo en sus otras colegas, con las que intercambiaba correspondencia, pero no fluidamente para evitar levantar sospechas. Había una que llamaba especialmente su atención, y con ella había logrado entablar una relación de confianza, tanta que hasta se había animado a develarle uno de los motivos que la orillaban a la escritura fogosa y punzante: el asesinato de los MacFarlane. No había develado que eran sus padres, pero C. M. se había comprometido con ella, y habían pactado un encuentro.

Envuelta en ropas oscuras, se había acercado a un café de luces tenues y de dudosa moral. Julianne vivía su propio infierno como para entrar en pánico por el mundo exterior. Se había sentado en una mesa alejada, había ordenado un té –no era inglesa si no lo hacía- y con dedos impacientes sobre la taza, se dispuso a esperar. Había otras mujeres a su alrededor, pero ninguna parecía interesarse en ella, demasiado atentas a los caballeros que las asediaban.

— ¿Vendrá? —susurró, con un rictus de preocupación. No era muy adepta a ese tipo de reuniones, especialmente si eran en lugares donde podían ser escuchadas fácilmente. Respetaba la puntualidad, y ya habían pasado diez minutos del horario acordado. ¿Y si era una trampa? ¿Y si su esposo llegaba a casa y no la encontraba? ¿Qué le haría a Mihai?

por **Christopher Marlowe** Sáb Jun 17, 2017 7:12 am

Como si de cualquier persona se tratara, la puerta de la cafetería anunció su llegada. Mujer joven, pero de dulce rostro y con un aura que era capaz de abrazar a cualquiera con su calidez. Así es como Marlowe hubiera deseado a la mujer que por aquella puerta estaba accediendo al café y que en verdad en nada se parecía a lo descrito. Barata había sido y vulgar era la firma de su mirada. Tal vez el vampiro no fuera tan cuidado con sus engaños como él esperaba...

- ¿Tú eres Justine?-interrogó de mesa en mesa ignorante del físico de la mujer y al parecer también de su apodo-.

Finalmente fue a la inglesa a quien preguntó. Sin cuidado alguno se sentó en la silla enfrentada a ésta. Con euforia declaró cuan alegre se encontraba por conocerla por fin. Sus modales de burdel eran innegables. Parecía imposible que semejantes palabras, aquellas que hubieron salido de la pluma de C.M. se asemejaran algo a la retahíla de simpleces que parecían seguir a la conversación de aquella falsa Christine.

- ¿Y bien? cuéntame algo, ¿qué tal tu familia? - preguntó la meretriz demasiado preocupada por beber su primera bebida caliente en meses e ignorando los datos con que el dramaturgo hubo intentado instruirla durante un par de días-.

Aquello parecía una broma. Julianne demostraba tener un núcleo familiar de todo menos normal con cada una de sus cartas, con el peligro a cuestas y el miedo sujeto a ella de pies y manos.

Marlowe se las ingeniaba para escuchar toda la conversación gracias a sus habilidades como ser de la noche. Sin embargo, ser un vampiro no le otorgaba la gran capacidad de ser paciente que tanto parecía necesitar en aquel momento para no explotar con cada una de las meteduras de pata que su falsa Christine parecía cometer.
El cariño y la simpatía que procesaba hacia aquella mujer que comenzara a cartearse con él tiempo atrás conseguía que se sintiera miserable en exceso, pero ¿cómo arreglar situación similar? Ya era demasiado tarde y las decisiones no parecían haber sido las correctas en ningún momento.

NOTA:

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