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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Stella Milani Lun Jul 02, 2018 4:00 pm

Recuerdo del primer mensaje :




Runaway Bride





"En un día de estos en que suelo pensar:
"Hoy va a ser el día menos pensado".
Nos hemos cruzado, has decidido mirar,
a los ojitos azules que ahora van a tu lado"

La historia de la Milani es tan complicada como ordinaria. ¿Es el término "ordinario" correcto? Sí, es una mujer criada en las costumbres italianas que exigen de ella que se comporte como una dama, donde la voz es corta y poca. Se baja el tono, se habla cuando se le pide su opinión y sólo en esos momentos. La exigencia se basa en que tenga las aptitudes y habilidades que toda mujer de su alcurnia cultiva: canto, algún instrumento musical, costura, etiqueta, costumbres propias de una mujer con perfil bajo para dejar que sea el protagonista el hombre que se encuentra a su lado como esposo, prometido, hermano o padre. La cultura debe estar orientada a simples libros de contenido novelesco o bien, recetarios de cocina o de índoles propias del hogar. Nada de revoluciones, de pensamientos anárquicos o rebeldes.

Es la propia Stella Milani la mujer perfecta para quien busca todos estos elementos en su conducta. Su mente es un requisito prescindible, sólo necesaria para asuntos de casa, de su marido y para obedecer las órdenes de su familia. ¿Qué hace entonces en París? La versión oficial es que llegó para buscar el ajuar perfecto para su próximo enlace matrimonial. La verdad depende de Francesca, su amiga y cómplice quien le acompañó en esta aventura pretextando que una dama no puede estar sola. Les acompañan las nanas de ambas, quienes se harán cargo de que las dos mujeres estén cuidadas, que ningún hombre las ronde y por supuesto, se comporten como su estatus lo exige.

Este día se cumple la semana de su estancia en la ciudad. Con desánimo, bebe un poco de té en compañía de su mejor amiga a quien observa en silencio tras contestar a la nota que le llegó. Es de su prometido. El que cree que va a ser su prometido indicando que va a visitarla en este día, por respuesta, se le cita a las diecisiete horas del día, para la hora del té inglés. Por Dios, está tan nerviosa de su próximo encuentro que le tiemblan las manos. Otro Russo. El primero tuvo el impacto de mil terremotos en su vida, provocando taquicardias con su sola presencia. ¿El por qué? Su presencia arrolladora, dominante, exigente e intransigente. Deja la taza sobre el plato con dificultad, escuchando el tintinear de la porcelana contra la otra producto de su descontrol físico. Su mano diestra acaricia su frente con el pañuelo que absorbe las microscópicas gotas de sudor que perlan su frente. - Si no te tranquilizas, Prosperpina, te voy a dar un remedio para que duermas - Francesca es categórica. Stella quisiera parecerse a su amiga, sus cabellos negros, su tez quemada por el sol, es entre todas sus amistades, su figura a seguir.

Su vista se pierde en el horizonte, ahí donde los ventanales abiertos dejan apreciar el panorama de la ciudad - despreocúpate, en el peor de los casos, si no cede con mis desplantes, cederá con la cicuta - su sonrisa sórdida provoca que los ojos de la Milani se abran - ¡No! Por Dios, Neria. Cada vez que te escucho decir eso, me aterra la perspectiva de que te encuentres con Baco - su pañuelo pasa de nuevo por su frente, recorriendo ahora la diestra sien en tanto su amiga sonríe. Para ellas, esta es una oportunidad de oro, deberán hacer que el Duque de Florencia (hoy Baco), se desdiga de su compromiso para que la Milani quede en libertad de contraer matrimonio con otra persona haciendo que su familia salga a flote.

¿Por qué usan nombres tan raros si se llaman Francesca y Stella? Sencillo, para evitar que los sirvientes se equivoquen en esta jugarreta que la primera inventó. Así, ambas se llaman por los apodos que desde que se conocen, se asignaron en un juego que ahora les da la oportunidad de salir adelante. Las nanas están conscientes de ello, por lo que obedecen las instrucciones de Francesca (hoy Neria). Tan astuta es la romana que hará hasta lo imposible porque este Duque de cuarta salga del escenario corriendo ante su presencia. Cuando se dé cuenta de su error, será demasiado tarde porque el compromiso estará disuelto. Si bien la carta que llegó en la mañana informando de su presencia es para Stella (hoy Proserpina) angustiante como mínimo, para la romana es una declaración de guerra. Y como tal, va a librarla con todas las armas de las que dispone. Su carácter fuerte e indómito le ayudará en su empresa.

En tanto el pañuelo se mancha con líquido y algo de maquillaje, la diosa de la guerra romana susurra bajo - vete a las caballerizas, disfruta de tu nueva adquisición, Proserpina. Ya no tarda en llegar - mira el reloj cucú a mitad de la habitación. La rubia asiente poniéndose en pie para dirigirse a su recámara en tanto la romana agita la campanilla solicitando que cambien el servicio de té. Citado a las cinco de la tarde, el Duque llegará en menos de veinte minutos. Lo suficiente para que todo quede en orden. En las habitaciones superiores, Proserpina cambia sus ropas por las de montar con el fin de bajar a donde una hermosa yegua le espera. Este plan está concebido desde que les llegase el telegrama a dos días de su llegada a París, donde los Milani informaban que el Duque había decidido ir a París para conocer a su futura consorte. Ante la perspectiva de verle, Stella colapsó. Así que Francesca tomó cartas en el asunto. Cambiaron de casa para que los sirvientes no fallaran en su forma de dirigirse a cada una de las damas. Del hogar de Stella, cambiaron al de Francesca. Las nanas fueron informadas de lo que harían y si bien no están de acuerdo, saben que son adultas y deberán tomar responsabilidad si algo se sale de control.

Las cinco son anunciadas con campanadas del reloj, Neria se prepara para recibir a su "prometido". Neria, la diosa de la guerra romana si alguien entendiera de mitología, está dispuesta a confrontar al hombre con tal de que su amiga deje de martirizar su mente. Vio cómo Donato la hizo papilla, cómo el carácter dulce y bondadoso de la Milani decreció y no está dispuesta a permitir que el tiempo que trabajó en levantar su autoestima, este nuevo Russo lo lance por un acantilado. De ascendencia romana, su carácter es bastante fuerte a diferencia de la Milani. En cuanto le anuncian la llegada de Baco, espera paciente. Se pone en pie cuando entra a la habitación haciendo una firme y elegante reverencia - Su Celsissimo, bienvenido. Es un placer conocerle por fin, Stella Milani - alarga la mano para recibir el beso que conforme la etiqueta corresponde. Si bien el protocolo indica que sea ella la que le bese el dorso, le obliga a primero inclinarse él. Pone por encima la etiqueta al protocolo, debiendo ser lo contrario, con tal de que él se humille y tenga en claro que ella no agachará la cabeza.

Para denotar su carácter, el rojo predomina en su vestimenta siendo otra declaración de guerra. Su conducta altiva y arrogante es parte de su personalidad, algo que por supuesto va a explotar con creces. Mientras más discordante sea de Stella, él se sentirá más amedrentado. Y como no quiere darle oportunidad de respirar, enuncia con voz categórica y firme - le pido atentamente a Su Celsissimo que la próxima vez que quiera tener una entrevista, avise con más de dos días de anticipación. Tenía ocupaciones y debí posponerlas, lo que significa que estaré en París otra semana más o puede que dos - la primer estocada es enviada directo al hígado. Como el hombre se enoje, Francesca está lista para ponerlo en su lugar. No será la primera vez ni la última que lo haga. No por nada es hija del General Grimaldi.

Lucciano Russo for Stella Milani
(Futura señora Russo, dice él).


Última edición por Stella Milani el Miér Jul 04, 2018 10:10 am, editado 4 veces
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Mensaje por Thomas Cameron Randolph Miér Sep 12, 2018 5:19 pm







"Yo no sabía que con un beso
Se podría parar el tiempo y lo aprendí de ti...
Luego tantas mentiras que ya ni tú te las creías"

Tras aquella promesa de un encuentro al que aún no sabía si podría asistir, ella partió al galope. Él la imitó, permaneciendo unos metros detrás, simplemente para asegurarse que llegara con bien al mismo punto en donde, la ocasión anterior, ella se encontrara con el capataz de la casa donde era invitada. En el camino, los cabellos dorados, sueltos gracias a su atrevimiento, ondeaban en el viento, con el reflejo de los últimos rayos del sol sobre ellos. No sabía a ciencia cierta si sería la última vez que la veía, pero estaba seguro que siempre recordaría todos y cada uno de los instantes compartidos con ella.

Al llegar a la mansión De Louise, a diferencia de la vez anterior, había subido directamente a su habitación, cambiándose de ropas para ponerse solo el pantalón del pijama que usara cuando no se encontraba en su propia casa, antes de echarse boca arriba sobre el colchón de la cama, no queriendo pensar en absoluto, pero rememorando cada rasgo del perfecto rostro de su hermosa Venus. No supo realmente cuánto tiempo pasó, se había enfrascado tanto en su miseria, que no notó que la noche había terminado de caer y que la habitación había quedado en completa penumbra hasta que escuchó la voz de Annie asomarse por la puerta. Aun así, no se había movido de su lugar.

La había cuestionado sobre cómo se sentía el estar enamorado, y comprendió con dolor que quería estar con aquella mujer, la hermosa desconocida a la que no se atrevía a ponerle algún apodo por el simple hecho que ninguno le parecía adecuado para ella. Como si de un nuevo rayo de esperanza se tratara, Annabeth le había dado una salida a su dilema que se sentía terriblemente tentado a tomar. Las entrañas se le revolvían al solo pensar que Giovanni Conrad y su ambiciosa sobrina se saldrían con la suya, pero al menos todos estarían ganando.

Con esa nueva perspectiva, el siguiente par de días los pasó mucho más relajado de lo que había pensado. Podría, tal como su amiga lo dijera, mandar a Stella Milani al diablo, y luego encontrarse con su hermosa Venus, tal como lo había ella propuesto. Sería libre de sentir y decir lo que quisiera nuevamente.

Cuando el día del encuentro finalmente llegó, marchó a la casa Milani sobre el lomo de Star en esta ocasión. En medio de su euforia, ni siquiera se dio cuenta de lo temprano que iba, quería hablar con la morocha y decirle que daba por terminado el compromiso, y que haría llegar la enorme fortuna que había pedido su tío a su mansión en Milán. Sin embargo, toda su felicidad se evaporó al momento en que se acercase a las caballerizas del lugar con las riendas de la yegua en la mano.

Quien él creía era Stella Milani, había llamado con ese nombre a una rubia a su lado, una rubia que no era más que su Venus, su sirena, su ninfa. La morocha se burló abiertamente de su apariencia, haciéndolo apretar la mandíbula para contenerse. Quiso interrumpir la conversación, pero entonces las palabras de la otra fueron como una daga directo a su corazón, quien se burlaba de su afán por ser como su hermano, de sus muchas inseguridades. Sintiendo un pitido en los oídos, solo fue capaz de captar ciertas frases a partir de entonces. “Deshazte de él.” “Debería comprender que una Milani como yo, no se rebajará a contraer nupcias con alguien como él.” Y entonces lo comprendió todo.

Mientras la falsa Stella se encargaba de humillarlo al hacerle saber que nunca sería igual a su hermano, dejándole en claro que Donato había tenido mucho más que su corazón; la verdadera había estado con él, engatusándolo, enamorándolo, con el mero objetivo de hacerlo flaquear en su determinación por cumplir con sus obligaciones, hacerlo renunciar para quedarse con una vasta fortuna que le permitiría vivir el resto de su vida nadando en oro.

¿Cómo pudo ser tan tonto? ¿Cómo pudo creer que una belleza como ella se fijaría realmente en él? ¿Cómo pudo equivocarse tanto con ella? Pero ahora lo veía claramente. Era una mentirosa, ambiciosa y manipuladora mujer, a la que no le importada nada más que su propia vanidad. Se irguió y no dejó ver en su expresión el dolor punzante que sentía en el pecho, mostrando aquella expresión fría que, cualquiera que lo conociera, sabría identificar como el orgullo Russo haciendo su aparición. Había estado a punto de entregar su alma al diablo por ella, y no se dio cuenta de que era ella misma el diablo a quien se la vendía.

Podía imaginarla riéndose de él con su amiga al llegar dos noches atrás tras su encuentro, por lo que apartó el rostro cuando ella intentó tocarlo. Si creía que volvería a caer ante sus preciosos ojos y su dulce voz, estaba equivocada. – ¿Se ha divertido usted, signorina Milani? – Cuestionó. Su orgullo había sido pisoteado por dos jovencitas sin oficio, pero aún le quedaba algo de dignidad. – Lamento haber arruinado su juego al llegar temprano a una reunión en la que usted no tenía intención alguna de participar. – Demasiado tarde para su corazón que sangraba ante la traición.

Quería preguntarle por qué lo había hecho, por qué jugar con los sentimientos de una persona solo por dinero, pero esa respuesta ya la sabía. A ella no le importaban él o sus sentimientos, mucho menos las personas que sufrirían si él renunciaba y no tuviese a Annabeth para cubrirle las espaldas. Teniéndola en frente, se moría por tocarla, por volver a besarla. Fue entonces él quien acercase una mano al rostro femenino, posándola sobre la pálida mejilla, mientras se deleitaba acariciando el labio inferior con su pulgar. Un gesto que sin duda les recordaría a ambos lo ocurrido apenas dos tardes atrás.

Una sonrisa arrogante, poco propia de él, se mostró entonces en sus labios, a la vez que dejaba caer su mano y daba un paso atrás, queriendo poner un poco más de distancia entre ambos. – Espero que no se haya hecho demasiadas ilusiones con que rompiera el compromiso, porque eso no sucederá. Apresúrese en preparar su ajuar. Partiremos la próxima semana. No tengo más tiempo que perder por culpa de una chiquilla mentirosa, ambiciosa y manipuladora, que no tiene otra cosa que hacer más que mal gastar el tiempo de quienes sí tenemos deberes que cumplir. – Se dio media vuelta con intención de marcharse, pero antes de hacerlo el dolor que sentía fue tan fuerte que superó incluso a su orgullo.

Se giró entonces de nuevo, encarándola. – Será mejor que se busque algún otro pasatiempo. En cuanto sea mi esposa ya no podrá ir por la calle engatusando hombres con su aparente inocencia. – Hizo una pausa intentando ver en la mujer que tenía en frente algún rastro que le dejara saber que era la misma de quien se había enamorado. Pero todo había sido una mentira. La mujer que él había conocido no existía. – Es usted el peor tipo de harpía, otras al menos muestran directamente su aversión. Debo admitir que hizo bien su trabajo, Stella. Hizo un tonto de mí al hacerme creer que era sincera. – Hizo énfasis en el "otras", dedicando la mirada por un segundo a su falsa prometida, sin poder creer aun que la mujer que tenía en frente era la misma con la que había compartido momentos tan íntimos y dulces.

Lucciano Russo






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Mensaje por Stella Milani Vie Sep 14, 2018 10:40 am




Say something





Say something, I'm giving up on you
I'll be the one, if you want me to
Anywhere, I would've followed you
Say something, I'm giving up on you

And I am feeling so small
It was over my head
I know nothing at all

*Say Something - A great big world

Teseo es Lucciano Russo. Lucciano Russo es Teseo. ¿Acaso ésto es la realidad? Si es un sueño, ¡Despiértenme por favor!

Como si fuera una pesadilla, la presencia de Lucciano Russo en la casa de Francesca le provoca un bajón de presión, siente cómo la cabeza le da vueltas porque es como si estuviera frente a un completo desconocido y no a aquél que hace dos días solamente (¡Dos días!) mantuviera entre sus brazos, probara sus labios y se sumiera en el más delicioso de los idilios. Su corazón late a marchas forzadas como si no hubiera un mañana, como si deseara en este mismo momento agotar sus martilleos hasta dejar el cuerpo inerte de la joven en el piso. ¿Acaso ésto es un nuevo bofetón de la vida para hacerla entender que el amor no se hizo para ella? Se queda aturdida cuando a diferencia de lo que esperaba, él ni siquiera niega su nombre. Desvía el rostro dejando a la Milani con la mano extendida, para apretarla en un puño queriendo morir en ese mismo momento. ¿Que si se ha divertido? ¿De qué está hablando? Siente una picazón en el tabique nasal, un anuncio de que está por ponerse a llorar. La presión de su estómago es mayor, como si la hubieran golpeado con violencia inusitada.

Teseo es Lucciano Russo. Lucciano Russo es Teseo. ¿Puedes ver el mar salir de mis ojos? No juegues conmigo, ¡Por favor!

¡No, no puede ser cierto! ¡Por Dios, qué broma tan cruel! Hubiera preferido un bofetón físico a este golpe que le rompe todos los huesos. La frialdad con la que la observa dista de ser ese calor en los ojos con que le sonriera días atrás. ¿Acaso está desvariando? ¿Es que sigue metida en un sueño? Lleva la mano a su sien intentando paliar así el fuerte dolor de cabeza que parece atravesar sus lóbulos cerebrales. - ¿Juego? - repite como estúpida -así se siente-, no puede articular una sola frase coherente tras el rechazo del hombre del que se enamoró. ¿Juego? ¿De qué habla? Si es respecto a que Francesca se hacía pasar por ella, debería entender que la situación es diferente respecto de Teseo y Ariadna. Ahí no hubo más que sinceridad pura, se entregó sin reservas ni tapujos, sin ulteriores intenciones. Ella lo ama. ¡Lo ama! Jamás se sintió así en el pasado, ni por Donato, ni por Farlan. Sus ojos se enrojecen al ver su actitud distante, arrogante. Como su hermano fuera en el pasado, puede apreciar ese parecido no físico, sí en su mohín y ademán.

Teseo es Lucciano Russo. Lucciano Russo es Teseo. ¡Qué broma tan cruel! ¿Por qué me castigas así?

Como si el tiempo se desdibujara ante los ojos de Stella, él pasa su mano por su mejilla, acaricia su labio inferior. En sus ojos, no está Lucciano (por Dios, su nombre es Lucciano), si no Donato. Aquél tenía por costumbre tocarla así antes de soltar alguna frase hiriente. Boquea al mirar esa sonrisa tan parecida, tan idéntica en otros labios, los de su hermano ahora muerto. Se fragmenta en mil pedazos, será imposible volverla a reparar. Da un paso atrás sintiendo la monstruosidad de lo que está sucediendo. Donato tenía por costumbre ir detrás de otras mujeres a pesar de tener en casa a la Milani. ¿Sería acaso este hombre capaz de las mismas atrocidades que el fallecido Duque? ¿Sería que las descubrió desde antes y su plan fue siempre enamorarla para después impedir que pudiera marcharse? Es una idea demasiado vil. Esa arrogancia en el rostro, la petulancia inclusive que ella misma le agrega al compararlo con su hermano, la rompe por fin y esquirlas se atraviesan en su corazón haciéndolo sangrar, como siga así, se quedará seca. Su rostro antes lleno de vigor y color, ahora está más pálido que una hoja de papel.

Teseo es Lucciano Russo. Lucciano Russo es Teseo. ¿Por qué me hiciste creer que el amor existía para después arrebatármelo?

Cada frase que sale de la boca del hombre, acusándola, señalándola, persiguiéndola, hace que su cabeza dé vueltas, está sumida en el ojo de un huracán sin que nadie atine a reaccionar. Ni siquiera la chispeante Francesca mueve un músculo para evitar que él se ensañe con ella, con las ilusiones que plantó en este varón, en su Teseo. Le devuelve sus palabras, sus frases que le confesó con tanta efusividad en el café. Sí, era ambiciosa, sólo que confundía las razones de su defecto. Quería decirle algo, una sola mirada fue suficiente para acallar su voz sin que un solo sonido pudiera emanar de su boca. La nariz le pica cada vez más. Cierra los ojos con fuerza cuando él le da la espalda cerrando así el mejor capítulo de su vida, donde había depositado todas sus esperanzas en un hombre que sólo la traicionó. Todas sus ilusiones las rompía a golpes como hacía Donato. Sin sutilezas, sin segundas oportunidades ¿Acaso todo fue una ilusión? ¿Es tan vil que es capaz de fingir toda esa calidez? Se niega a pensarlo, quizá todo haya sido un malentendido.

Teseo es Lucciano Russo. Lucciano Russo es Teseo. No me dejes así. Tienes que entender que todo fue un malentendido, ¡Que yo te amo!

Abre la boca para aclarar de una vez por todas la situación, para explicarle que sí, que ellas estaban jugando a desairar a Lucciano, sólo que el encuentro fortuito fue diferente, alza una mano para intentar alcanzarlo cuando él voltea asestando la última puñalada. ¿Pasatiempo? ¿Engatusar hombres? Las mejillas le arden ahora, el que fuera un cutis sin color, se torna rojo como la grana avergonzada porque sus procederes fueran malinterpretados. Traga saliva buscando una salida a todo ésto. Pugnando por rescatar la poca cordura que le queda. ¡Él quiere continuar con el compromiso! Tener que verlo sería imposible para su machacado corazón y un alma que quiere estar tranquila el resto de sus días. Ya sufrió demasiado con Donato, no quiere sufrir más con Lucciano. Lucciano, por Dios, ¡Se llama Lucciano! Es su prometido, es avicultor. Claro, en la Toscana. Algo así le dijeron sus padres en el telegrama que apenas leyó por el terror de volver a ser comprometida con un Russo.

Se lleva las manos a la boca azorada por su descubrimiento, por ver cómo todas las piezas van encajando en su lugar como si se tratase de un puzzle. Aprieta los ojos con fuerza con el siguiente insulto, ¿Que hizo bien su trabajo? ¿Trabajo? ¿Acaso cree que lo sucedido entre ellos fue planeado? No sería capaz de algo así con premeditación, alevosía y ventaja. La última frase la llena de esperanza. Alza la mirada de inmediato queriendo detenerle, alargando la mano para tocarlo - no entiende, no comprende, yo fui sincera. No lo engatusé como dijo, yo no sabía quién era usted, de haberlo sabido... - ¿Qué? En su subidón de adrenalina se da cuenta de lo que iba a decir. Baja la cabeza soltando su mano, apretando las suyas en puños, encajándose las uñas en las palmas - ni siquiera me hubiera acercado a una milla de su presencia - confiesa con dolor, con la cabeza hinchada de la migraña que planeaba estar de visita y al final, hizo de su cerebro su hogar. Es brutalmente sincera, se cubre el rostro con desesperación, deseando que él entienda lo que quiere decirle, que jamás sería capaz de algo así - ni siquiera habría sido capaz de lo que pasó en el laberinto, por favor Teseo, Lucciano - se corrige de inmediato recordando su verdadera identidad.

Se mece los cabellos con la mano sin saber qué hacer, cómo acomodarlo, desesperada porque el amor que siente por él exige recuperar sus expresiones dulces y cariñosas. - Y a finales de cuentas, si nos equivocamos, lo acepto. Le dije que me hacía cargo de las consecuencias de mis actos. ¿Y usted qué? Estaba enamorando a una chica en plena calle, haciéndola ilusionarse. ¿Dónde está su honor? Si dice que yo jugué con usted ¿Qué hizo al respecto, Duque? Porque su promesa estaba en este hogar, con el apellido Milani, no enamorando a otra mujer fuera. ¿O será acaso que usted sabía quién era en realidad? ¿Por eso llegó antes? ¿Para atraparnos en la jugarreta y usted salir como el airado hombre al que se le tomó el pelo? Si hizo el tonto fue porque quiso, no porque yo lo obligara - es el carácter Milani el que aparece haciendo que despotrique con la boca todo lo que siente, toda la irritación por saber que él es el hermano de Donato, que la persona que más evitó fue justo de la que se enamoró.

Es una estúpida, una ilusa e inocente. Se coloca una mano en la mejilla diestra haciendo notar su desesperación y frustración, su desilusión. - ¿Qué hacías, Lucciano Russo? ¿Qué hacías tras otra si sabías que tenías un compromiso? ¿Por eso decidiste citarme una y otra vez? ¿Por eso querías cenar conmigo? ¿Para hacerme una encerrona y que no pudiera escapar de tu compromiso? - está atando los cabos sintiendo el cuerpo temblar, casi le escupe las palabras con todas las fuerzas de su alma resquebrajada, impotente por todos los sentimientos que le atraviesan de par en par partiendo su frágil cuerpo en dos, provocando que tiemble con violencia, dejando que sus ojos por fin se permitan el consuelo de las lágrimas - No oses siquiera a hacerte el agraviado porque fuiste tú, ¡FUISTE TÚ QUIEN ME BESÓ, FUISTE TÚ EL QUE ME ENGATUSÓ! ¿Y TE CREES MEJOR QUE DONATO? ¿CREES QUE ERES MEJOR QUE ÉL? ¡SÓLO ERES UN CERDO! - golpea el aire a los lados de su cuerpo echando todo lo que tiene dentro a borbotones, como una herida de gravedad, que la lleva con rapidez a la muerte.

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(La enamorada de Teseo).
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Mensaje por Thomas Cameron Randolph Vie Sep 14, 2018 2:02 pm







"Perdóname por ver colores en un cielo gris
Por convencerme que a tu lado iba a ser feliz
Perdóname por entregarme a ti"

Las primeras palabras coherentes de la joven, en lugar de tranquilizarlo, le hacen sentir si hubiera sacado la daga de su pecho solo para volverla a clavar, con más fuerza e ímpetu, más hundo en su ya herido corazón. ¿Cómo creerle? ¿Cómo creer que no había sido todo un juego cuando no había negado la mentira? Había estado tan ciego que había visto un arcoíris en su camino cuando lo que se avecinaba era una terrible tormenta. Le entregó su corazón y su amor en bandeja de plata, después de que había jurado no volver a enamorarse. ¡Vaya mujer había escogido!

Incluso, aunque hubiera sido sincera con su Teseo, ahora que descubría quién era en realidad, lo miraba sobre el hombro como si fuera poca cosa para ella. El desprecio era notorio en sus palabras. Nunca se habría acercado a una milla de distancia de él, de Lucciano Russo, nunca se habría mostrado dulce y amable con él, nunca habría respondido de aquella manera a sus besos.
"Te imaginé sincera cuando no era así
Y si tenías ojos eran para mí
Discúlpame pero que tonto fui"

La expresión afligida de su rostro, junto al dolor palpable en sus ojos, por poco lo hacen ceder ante ella, para atraerla contra su pecho, rodearla con sus brazos y decirle que todo saldría bien. Que la amaba y que el compromiso podría jugar a favor de ambos. Que no quería nada sino estar con ella. Pero ella despreciaba abiertamente todo de él, incluso su nombre. Lo mostró claramente al pronunciarlo, el verdadero, Lucciano, cosa que no pasó desapercibida. Se llevó entonces una mano al pecho, como si con ello pudiera menguar el dolor. – ¿Y ahora espera que le crea? ¿De dónde saco la confianza, si la ha pisoteado? – Le restriega en la cara la falsedad con que lo ha tratado.

Son sus siguientes palabras las que comienzan a darle una nueva perspectiva de la mujer que es, fuera de sus insulsas ilusiones. – ¡Oh, por supuesto! Porque a los hombres nos encanta quedar como idiotas ante las jugarretas infantiles de un par de niñas, ¿no? Eso de seguro que pondría mi nombre en alto. “El tonto Duque, taimado por su joven prometida”. ¡Claro que me encantaría que esos comentarios llegaran a oídos de mi gente! ¡Estoy ansioso porque la alta sociedad haga de mí una burla nuevamente! Y todo gracias a usted. – Le responde con todo el sarcasmo del que es capaz. Al momento puede expresarse aun con cierta calma, pero la furia ya comenzaba a bullir en su interior, reemplazando temporalmente al dolor y la humillación.
"Te idealicé a mi lado en mis noches y días
Y me aferré a la idea que tú eras el amor de mi vida"

En cierta medida, no podía culparla. No del todo. Ella le había dejado saber de su ambición desde antes, le había dado señales. Pero él la había puesto sobre un pedestal, tal como hicieran sus padres con Donato toda la vida, incapaces de ver cómo era su mimado hijo realmente.

– ¿Para que no pudiera usted escapar del compromiso? – Cuestionó de pronto, incrédulo, ante las preguntas de Stella. Porque sí, ella era Stella Milani. Tenía que meterse aquella información a como diera lugar en la cabeza. Estaba a nada de ponerse histérico cuando continuó. – Por favor, termine con esta farsa y déjenos libres a ambos de seguir con nuestras vidas. Pero usted no lo hará, y ¿Sabe por qué? Porque como bien ha dicho, es ambiciosa, y todo lo que le interesa de este compromiso es la fortuna Russo. – Mientras hablaba, sus ojos se entrecerraban de manera acusatoria hacia la joven Milani. Y, tan pronto pronunció aquellas palabras, fue consciente del resto del plan, lo que lo hizo ponerse rojo de furia.
"Hoy te pido perdón, perdón, perdón
Por haberte confiando sin dudar mi corazón
Entregar mi alma a tus brazos
Por confiar mi cuerpo en tus manos"

Caminó en círculos frente a ellas, intentando en vano tranquilizarse, pero cuanto más vueltas le daba al asunto, más imbécil se sentía. – Pero claro. Por eso fue todo el juego, ¿no es así? Ya perdió a mi hermano, a quien, su amiga ha dejado claro, usted amaba. Pero eso no significa que fuese a salir con las manos vacías. Quería que fuese yo quien diera por terminado el compromiso para poder quedarse con todo lo que pertenece no solo a los Russo, sino al pueblo de Florencia. ¿Tan lejos llega su ansia de dinero? – La imagen de su preciosa Venus va borrándose poco a poco. Por lo que prefiere alejarse de ella.

Tenía plena intención de montar sobre Star, cuyo nombre irónicamente también significaba estrella, cuando ella comenzó a gritar, despotricando en su contra, dejando en claro que piensa que no es nada en comparación con Donato, y llamándolo, por si fuera poco, ¡Cerdo!
"Perdón, perdón, perdón
Por crearme esta falsa historia de amor"


Dio unos pasos más en dirección opuesta a ella, no queriendo responderle de la misma manera. Pero la impotencia lo hizo darse vuelta y plantar cara a la que, ahora sabía, nunca había sido más que una farsante. – Al menos hay cierto honor en ser un cerdo. ¡Usted no es más que una sanguijuela, buscando desangrar a todo un pueblo que viene luchando hace años contra la hambruna en la que Donato los hundió! He tenido que ser yo quien reparase sus errores, quien trabajase la tierra con sus propias manos, hombro a hombro con los campesinos hasta hacer los viñedos volver a la vida. – En medio de su discurso, le mostraba las manos, callosas por el trabajo en el campo. – Si cree que junto a mi hermano iba a ser rica, déjeme decirle que no es así. Mi hermano empeñó en su dichoso compromiso con usted dinero que no tenía, viñedos que no le pertenecían solo a él y que son sustento de cientos de familias. ¡Ese es el hombre que amó y con quien iba a casarse! – Estaba hablando de más, y lo sabía, pero no había podido evitarlo. – Y pensar que… – Estuvo a punto de dejarle saber que había pensado en renunciar a todo por ella, de endeudarse hasta el cuello, de dar incluso parte de su patrimonio personal. Todo por ella. Pero no le daría el gusto de saberlo.
"Me dabas las señales, pero no las veía
Creía que un día de pronto tu cambiarías
No puede ser que estúpido me vi"

Sintiéndose derrotado, le dedicó una última mirada, la única en todo el rato en el que dejaba entrever todo el dolor que sentía. Tragó con fuerza y le dio la espalda definitivamente, hablando con una calma que no sentía. – Si, como sospecho que hará, decide no renunciar al compromiso, las veré a ambas al amanecer del próximo miércoles. Y prepárese para entregarse a mí en el lecho nupcial, pues deberá cumplir con todas y cada una de sus obligaciones. – Dejando claro que, si bien tendría acceso al título de Duquesa, debería ganárselo dándole al menos un heredero. – En caso contrario, tiene la dirección en donde me hospedo, aunque dudo que haga uso alguno de la misma. Así que, preparen su carruaje, yo las escoltaré en el mío propio hasta Milán. Que tenga buen día, signorina Milani. – Concluyó antes de finalmente montar sobre el lomo de su yegua de pelaje dorado y partir al galope tan lejos de ella como pudiese.

~ Finalizado ~

Lucciano Russo






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