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Pillos y mendigos nunca morirán (Flashback) - [Kyle Nolan] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Karsh Lyonheart Sáb Jul 28, 2018 9:54 am

El contramaestre del "Queen Anne's Revenge" hace su aparición en la cantina del lugar con su bolsa de nutria bien atada en el cinturón con las monedas suficientes para darse el capricho de beber ron hasta ver quién cae primero: si el tabernero sirviendo o Karsh bebiendo. En compañía de algunos de sus marineros, toma asiento en una mesa amplia para dar la primera orden - ¡Cuatro botellas de ron! ¡Tres para estos peces de agua dulce y una para el contramaestre más afortunado, que soy yo! - grita haciendo que los demás le aplaudan y celebren. ¿Quién va a negarse a beber gratis? Incluso algunos intentan ocupar espacio en esa mesa para ser confundidos con la tripulación del Contramaestre. No son tan ágiles porque apenas uno pone el culo en un banco, alguien por atrás lo patea para quitarle el apoyo y que se vaya de espaldas. Es el maestre del "Queen Anne's Revenge" quien se carcajea con voz alta - ¡No tendrás tanta suerte hoy, palurdo! - da la vuelta para sentarse al lado de "Bones" (Karsh).

Los rumores sobre "Bones" son tan variados como espeso el puchero. Entre más cabezas de pescado tenga y tentáculos de pulpo, más sabroso es. En caso del Contramaestre, se pueden decir tantas cosas una más increíble que la otra. Algunos hombres comentan en las mesas alejadas que él es el hijo de la abuela Anne Bonny, la única pirata que existió en los siete mares. Hijo de uno de los dos mozos que le abrieron las piernas para enterrar los sables en tan arrugada carne. Pensar en tener sexo con una anciana es algo bastante peculiar porque ¿A quién le gustan las arrugas y el aliento a muerte? Seguro que la capitana Bonny tenía cuerda para eso y más. Si no, sólo hay que mirar a Karsh sentado en la mesa bebiendo un largo trago de la cerveza que el maestre invita para darse cuenta que Bonny la tuvo difícil en el parto. Es un grandulón de casi dos metros de altura, fuerte como roble, con brazos anchos como arpones y pies pesados como anclas. Y qué decir de su voz, potente y firme, como debe ser un contramaestre que reparte justicia por el barco.

Muchos temen subir al "Queen Anne's Revenge" porque saben que el robo es imperdonable, que el motín se castiga cortando la lengua de los incitadores y que cualquier problema que haya, el contramaestre gritará esa frase temida por muchos "Lo que es del mar, regresa al mar" y le echarán por la borda. Sí, así es este pirata. Este marinero que desde muy pequeño se ha hecho fama. Que fue médico, enfermero, cañonero y mucho más. Que fue capaz de enfrentarse al Kraken solo y de paso, a las sirenas dejando a algunas embarazadas. ¿Que si se puede eso? ¡Seguro! ¡Si Bones lo hizo, es porque pudo! Y por ello se brinda en las mesas, se incita a los grumetes a que sigan los pasos de tal portento de pirata. ¿Cuándo es que tendrá su propio barco? Es lo que muchos se preguntan. Pocos contestan que a sus veintiséis años, es un mocoso. Otros dicen que ya tiene varios haciendo fila. Muchos coinciden que lo mejor será que no tenga un barco porque se hundirá de tantos que querrán subir. Porque si de algo se puede estar seguro, es que Bones es bastante generoso con los que hicieron bien su labor.

Ajeno a los cuchicheos que sobre su persona siguen haciéndose en mesas vecinas, Karsh se pone en pie con la jarra metalizada de cerveza con la intención de ir a la barra y tomar de la cintura a la primer mujer más guapa que vea. Y después de cinco minutos, sigue buscando porque todas son más feas que cortarse la pija en dos con un hacha por error. Puede ser que la sal le haya disminuido la vista, ¿Debería cortarse más la oreja para agudizar el ojo? Esa superstición pirata él la lleva bien. Para él, todas las tradiciones hay que respetarlas. Así que saca unos pequeños pedazos de dientes de tiburón para masticar -porque eso hará que sus propios dientes no se caigan- recargado en la barra observando a su alrededor buscando si no una sirena, al menos una merluza. Algo con lo que pueda satisfacer sus necesidades físicas. Frustrado, da un largo trago a su cerveza renegando - ¿Y dónde están las mujeres guapas? ¿Se fueron todas a dar ofrendas a la Madre Océano? - reniega mirando a alguien a su lado - me paso cuatro meses en altamar, regreso queriendo jugar con una bella dama y resulta que todas se fueron y dejaron a sus madres. ¿Te parece justo? - se pone hablador. De momento, no hay mucho por hacer. A menos no, hasta que una bella joven aparezca y seduzca al contramaestre.


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Mensaje por Malcolm Buchanan Mackay Lun Ago 06, 2018 12:40 am







"The club isn't the best place to find a lover
So the bar is where I go"

Desde que el día iniciara me había sentido malhumorado, molesto con el mundo y no comprendía la razón. Esa noche no habría luna llena, así que sería solo un día más de mi horrible rutina. En el hospital todo fue tranquilo como siempre, atender un par de partos durante la jornada fue lo más excitante que hice durante el día, al menos hasta recibir el salario. Fue entonces cuando tuve razones para sentirme de mejor ánimo. Aparté el dinero necesario para pagar el alquiler de la habitación en que vivía, así como para las compras del mes, y, del sobrante tomé algunas monedas. El salario me había llegado como caído del cielo. Necesitaba unas cuantas cervezas y, tal vez, dormir en la cama de alguna de las bellas mujeres que atendían su taberna favorita.

Era temprano, por lo que pasé primero por la habitación a dejar el dinero ganado y a darme un baño. Sentía aún el olor de la sangre en las manos por más que las había lavado numerosas veces antes de salir. Para cuando llegué al local ya se encontraba bastante lleno, especialmente con marineros ruidosos y alegres por la bebida, lo que me puso aún de mejor humor. Desde la primera vez que viese un grupo de marineros, siempre me habían gustado, ya que tenían ese ánimo festivo que me recordaba tanto a casa. Al menos en esos momentos cuando no estábamos cazando, claro.

Miré a mi alrededor, buscando a las chicas guapas que siempre me atendían con bastante dedicación, pero fallé en la misión. Ninguna de las 3 estaba a la vista, por lo que supuse que, o ya tenían algún cliente, o no habían llegado aún, pero ambas opciones me parecían bastante extrañas. Usualmente nunca trabajaban antes de medianoche, cuando los clientes estaban lo bastante ebrios como para sacarles más monedas de las que deberían, y nunca llegaban después del atardecer, pues era peligroso en las calles cercanas a los muelles para un grupo de mujeres caminar a solas. Incluso para mujeres como ellas.

El ambiente se pone incluso más animado cuando un grupo de piratas entra al bar, al parecer con más monedas de las usuales, ya que piden mucha bebida que, estaba seguro, podían beber sin siquiera llegar a hipar. No volteo a ver el revuelo que generan, ni a escuchar todos los comentarios y murmullos de la gente alrededor, pero sí que disfruto de la algarabía; aunque claro, podría disfrutar mucho más de todo aquello si tuviera la compañía de Eloise, Leonore o incluso de Christine. Las tres bellezas por las que todos veníamos a esta taberna y con quienes sólo unos pocos habíamos tenido el placer de yacer.

En mi caso particular, conocí a Eloise en el hospital poco más de un año atrás, atendí el difícil parto de su hermana mayor, consiguiendo traer a la criatura al mundo, y mantener viva a la madre. Desde entonces Eloise se pasó al menos una vez al día por casi un mes, invitándome a ésta taberna, prometiendo que no me arrepentiría. Por ese entonces tenía muy poco de haberme reintegrado a la sociedad, después de un solitario año sin tener ningún tipo de contacto con otros “humanos”. Yo no tenía ningún tipo de experiencia con las mujeres, lo que sólo me cohibía aún más de aceptar su propuesta, hasta que un día la bella rubia llegó acompañada por Leonore, una pelirroja descarada y muy bien proporcionada. Bastó con que batiera sus pestañas y contoneara sus caderas para hacerme prometer que iría aquella noche.

Solo puedo decir que, en realidad, nunca me arrepentí. Las tres chicas son encantadoras por separado, pero cuando se juntaban de a dos o incluso las tres para provocarte y darte placer, en verdad eran buenas en lo que hacían. Ellas sabían que mi debilidad era Leonore, pero al parecer Christine, una chica castaña de ascendencia árabe, había generado un enamoramiento por mí, por lo que la que con más frecuencia me invitaba a su alcoba era la rubia. Tenían la política de “no sentimientos” en el trabajo, y eso era todo lo que yo podía ser. Un cliente más.

Ya daba el último trago de mi quinta cerveza cuando uno de los piratas se acercó a la barra, quedándose a mi lado y poniéndose bastante hablador. – Hay chicas muy guapas, si es lo que busca. Y un hombre de mar con monedas de sobra de seguro que tiene suerte esta noche. Solo tenga paciencia y lo verá. – Le respondo con mi marcado acento irlandés. Pido una sexta cerveza a Rob, el cantinero, y para cuando la cerveza llega, puedo escuchar a mis espaldas las risas melodiosas de las 3 chicas, que llegaban, como de costumbre, ligeras de ropa, al menos para la época. Me doy vuelta en el taburete y murmuro al extraño. – Ya le decía yo. – Al mirar en dirección a las féminas, distraídas cerca de la entrada por algún otro cliente frecuente, noto que Leonore mira directo en mi dirección. Al parecer hoy también yo tendré suerte.

Eloise, más animada que todas las demás, corre hacia mí colgándose de mi cuello como si hace años que no me ve. – ¡Feliz cumpleaños, Kyle! – Dice muy feliz mientras me abraza, y sus palabras traen a mi mente recuerdos tristes, así como una explicación a mi mal humor del día. La siguiente en abrazarme es Christine, quien besa mi mejilla por más tiempo del necesario antes de repetir las palabras de la rubia. Y, finalmente, llega hasta mí la pelirroja de incontables pecas, murmurando la felicitación antes de meterse entre mis piernas y besarme en la boca con ese descaro que me encanta de ella. – Esta noche te daré un regalo muy especial, si lo quieres. – Susurró a mi oído luego de dar por terminado el beso. – Si viene de ti, sabes que querré cualquier cosa. – Le respondo de la misma manera, dándole una palmada en el trasero, obteniendo de ella esa sonrisa y mirada que prometían los más deliciosos placeres.

Eloise soltó un chillido emocionado al ver que la taberna estaba llena de marineros ruidosos y con ánimos festivos, que nos sacó a Leonore y a mí de lo que yo estaba considerando como un momento perfecto. La rubia se colgó inmediatamente del brazo de mi vecino de taburetes y, con coquetería, me preguntó mientras lo miraba a él. – Pero nene, ¿quién es tu amigo? – Ya conocía muy bien las manías de las tres chicas, en especial de Eloise, y en ese momento lo que quería era mostrarle el escote al hombre, esperando que le ofreciera, al menos, una cerveza. Ella vería, de acuerdo a como avanzara la noche, si era merecedor de yacer o no con ella. – Eloise, él es… – Al recordar que aún no nos presentábamos, lo dejé presentarse a sí mismo, dándole de antemano el nombre de la chica.

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Pillos y mendigos nunca morirán (Flashback) - [Kyle Nolan] Empty Re: Pillos y mendigos nunca morirán (Flashback) - [Kyle Nolan]

Mensaje por Karsh Lyonheart Vie Ago 24, 2018 7:59 am

Nada mejor que una taberna para beber como pirata y deleitarse dentro de las faldas de cualquier fémina para que la noche sea perfecta después de llegar a puerto sanos y salvos, gracias a Madre Océano. Tras semanas sin vislumbrar los muslos de una mujer, la mayor parte de los marineros están tan ansiosos de comer carne como un tiburón cuando siente el olor a la sangre en el agua salada. La cerveza se termina de un solo y enorme trago golpeando el envase contra la madera de la barra - ¡Otra! Y cambiadme la jarra, parece que ésta tiene un hoyo debajo por cómo se termina tan rápido - se ríe con el barman en tanto recarga la espalda contra el mueble colocando los codos sobre éste en total pose de desenfado. El hombre a su lado responde a sus reproches provocando que alce una ceja divertido - ya, la paciencia no es algo que caracterice a un contramaestre, a menos no a éste - se golpea el pecho con el puño diestro sonriendo.

La siguiente cerveza llega al unísono que tres guapas mujeres que hacen fila para atender al de a lado. ¡La suerte que tienen algunos terrestres! Está por refunfuñas cuando escucha que es su cumpleaños, eso tiene sentido. Si es cliente frecuente y aparte, paga bien, es lógico que le brinden su atención hasta que elija a alguna. Con que no sea la rubia, todo está bien para el contramaestre, que ese culo ya lo quiere bien expuesto en la cama con su ancla perforando las profundidades del mar de la mujer. En cuanto se le acerca, Karsh la atrapa por la cintura sin delicadezas, bruto cual es. La violencia la reserva para momentos menos interesantes que éstos, poco deberían temer las mujeres - El nombre de un marino se le pregunta al marino, no a los terrestres. Soy Karsh, quizá hayas oído de mi apodo "Bones", sirena - los rumores dicen que es un delfín en la cama -por aquéllo de que son muy promiscuos- y que las mujeres se disputan un lugar en ésta. Otros dicen que hacen falta más de una para complacerlo. Algunos, que deberían cerrar las piernas si no quieren que él las fecunde. Pocos, que tiene un mástil en lugar de hombría de lo grande que es. Y dos que tres, dicen que tiene un tatuaje en el pito. ¡A saber!

La cerveza queda sola cuando la sirena está con Bones, bien atrapada por esa manaza que denota lo pequeño de su cintura y altura comparada al cachalote que es el marino. Todo en él, es grande. ¿Quizá sea una forma de mitigar lo pequeña de su anguila entre las piernas? Para eso, habría que asomarse dentro de sus pantalones y la mujer parece dispuesta a ello. - ¡Lo que quiera esta sirena de cabellos de oro corre por mi cuenta! - le grita al cantinero golpeando la barra. Está de fiesta, llegó de su travesía por el océano y quiere celebrar. En cuanto la rubia empieza a pedir, Karsh toma la jarra metálica con la espuma rebosante para dar un largo trago consumiendo una cuarta parte del contenido sin aspavientos. Deja el envase para mirar al hombre que está atendido por la pelirroja - ¿Qué haces para vivir, Kyle? Por tu acento, no eres de por acá si no más del norte - reconoce con rapidez. Lo suyo, es conocer el mundo. Aprender de él y ser feliz en el mar. En tanto el tiempo en tierra transcurra, se divertirá.

Sin soltar a la rubia, repasa el lugar observando al resto de sus marineros para que no se metan en problemas lo que por ahora, es fácil. Cuando el alcohol se meta más en sus venas, más impertinentes se comportarán. Es la tradición pirata, pocos pueden jactarse de ser un aguafiestas cuando los colores se suben al rostro por el ron consumido, porque cuando el nivel alcohólico llegue al alta mar de sus cuerpos, es cuando la fiesta se pone interesante. No faltarán los desacuerdos, las discusiones y que uno que otro, se vaya a los puños. Eso es común y los taberneros saben que al admitir a los piratas, obtienen buenas ganancias y alguno que otro desperfecto en sus muebles por las trifulcas. En cuanto su acompañante tiene su bebida, Karsh brinda con ella - ¡Por una noche interesante en puerto! ¡Y por el cumpleaños del terrestre! - extiende el brindis al médico. - ¡Salud! - empuja el contenido de la jarra hasta dejarla a la mitad antes de reír relamiéndose los labios para quitarse el exceso de la espuma sin soltar a la chica - y tú, preciosa, dime ¿Te gustan los marineros o los terrestres? - le pregunta a la morena puesto que quiere saber. - Pide lo que quieras, que esta vez, Bones invita - la une a la fiesta dejando su jarra en la barra para poner su brazo sobre los hombros y acercarla sin pudores.

Una mujer en la cama, es pura diversión. Dos, en cambio, son la dosis perfecta para este pirata exigente. Sólo así, puede desfogar las ansias que siente por la ausencia en altamar de lo más bello de la tierra: sus mujeres.


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Pillos y mendigos nunca morirán (Flashback) - [Kyle Nolan] Empty Re: Pillos y mendigos nunca morirán (Flashback) - [Kyle Nolan]

Mensaje por Malcolm Buchanan Mackay Miér Oct 10, 2018 6:55 pm







En cuanto el pirata se ofrece a pagar por las bebidas de Eloise, puedo notar la sonrisa satisfecha de la rubia. Lo que el marinero no sabía es que en esa taberna en especial, las bebidas iban por la casa para ellas y, cuando conseguían que alguien hiciera lo que él se había ofrecido a hacer, el dinero de dichas bebidas iba directo a sus bolsillos una vez cerrasen sus servicios. Los taberneros sabían que muchos de nosotros íbamos allí por ellas, por sus favores o incluso solo su compañía, y eso generaba muchísimas ganancias al local, por lo que habían implementado aquel sistema con la finalidad de que no cambiaran su lugar de reuniones. Adicionalmente, habían acomodado algunas habitaciones en el piso superior que eran alquilados a los caballeros que quisieran yacer con ellas si es que eran invitados, y las ganancias también eran compartidas.

– Soy médico. Trabajo en el hospital y, tienes razón. No soy propiamente de Inglaterra, ni siquiera de la isla. Vengo de Irlanda, pero hace ya un año que vivo en la ciudad. – Respondo a su pregunta y comentario, aunque no hacía falta preguntar por su oficio, pues era bastante evidente. Leonore me dio un último beso tras aquella respuesta, como si se sintiera orgullosa de mí por ocupación, antes de darse media vuelta llevándose mi jarra de cerveza en las manos y quedarse apoyada de mi pecho aun en medio de mis piernas para dar un largo trago. Si algo tenían esas tres chicas de apariencia frágil, era la capacidad de beber como los marineros, incluso más que muchos de ellos, cosa que les admiro sinceramente.

El bullicio se intensificó ante las palabras del contramaestre, provocando que todos los brindaran, agotaran el resto de la bebida en sus vasos y comenzaran a golpear la mesa con esos, a la vez que gritaban y celebraban, pidiendo aún más bebida. El malhumor que sintiese desde el momento mismo de despertarme comienza a convertirse, en medio de aquel ambiente festivo, en animosidad compartida, por lo que, a falta de la jarra, golpeo la superficie de la barra con el puño cerrado apoyando a la causa.

Cuando los ánimos se calman un poco y todo vuelve a la normalidad, cada grupo metido en sus propios asuntos, se deja escuchar la pregunta del marinero hacia Christine, quien le mira y luego a mí por un segundo antes de volver la mirada a su interlocutor. – No me quejo. – Se llevó ambas manos a la espalda, sintiéndose fuera de lugar, puedo notarlo. Eloise se ha hecho con un lugar junto al pirata, y Leonore, solo por ser mi cumpleaños, me ha permitido un momento de egoísta placer, pero eso no evitar que me sienta apenado por la castaña. Al parecer, aquello también fue notado por Karsh, pues la atrae hacia sí junto a la rubia. Va por todo, no puedo evitar pensar, y me alegro sinceramente. Especialmente por el marinero que, sin saberlo aún, se está ganando una noche de muerte con ese par juntas. Por esta noche todo lo que quiero es a Leonore, y la quiero solo para mí también. Sonrío, apretándola entre mis brazos.

Rob, atentamente, sirve dos nuevas jarras para mí y Leo, quien entrega la jarra vacía y se apodera de la nueva. Yo la acompaño con un largo trago y dirijo nuevamente mi atención al hombre de Mar. – ¿Tú de dónde eres, Karsh? – Pregunto, prefiriendo su nombre sobre el apodo. – ¿Cuánto tiempo planean permanecer en tierra? Si llevan tantos meses en mar abierto, supongo que necesitarán al menos un par de días para reponer suministros, ¿no? – Debo admitir que soy un completo ignorante en cuanto a cuestiones de mar. Soy un terrestre, como bien me llamó el pirata, y mi vida está en tierra firme. Incluso aunque había visto tantos marineros en aquella taberna, ninguno nunca había iniciado conversación conmigo o algún otro hombre de tierra, al menos no que yo fuese consciente, por lo que todo lo referente a ellos me es desconocido.

Mientras intento mantener la conversación, puedo notar que Leonore intenta distraerme con sus manos. Había comenzado por las rodillas y había ido subiendo lentamente con sus uñas con mis muslos, así mismo Eloise y Christine le dedican sus propias atenciones a mi compañero de charla. Ellas por su parte tienden a dejar la conversación para los hombres, mientras disfrutan de vernos en la dificultad de mantener la mente cuerda, intentado ignorar los efectos de sus caricias en nuestros cuerpos, hasta que ellas deciden que es suficiente tortura y te invitan por cuenta propia a seguirlas. Ningún hombre que haya intentado apresurarlas ha obtenido nunca los resultados deseados, por lo que lo más inteligente a hacer con cualquiera de ese trío, era ser fuerte y paciente.

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Mensaje por Karsh Lyonheart Dom Oct 14, 2018 9:12 am

En medio de la algarabía que los marineros han organizado ya, puesto que unas cuantas cervezas y el paseo del ron son sólo el pretexto para continuar con una vida bastante alegre, Karsh ríe divertido con las palabras de su compañero de taberna, en tanto alarga la mano para dejarla bien puesta en la cintura de la rubia que está tan guapa que quiere comerla con un poco de sal y ya. Ni siquiera necesita cocinarla, así cruda como si fuera el pescado más suculento de todos. Las palabras del terrestre le hacen reír de nuevo, con grandes carcajadas antes de dar unos golpecitos en la espalda del otro - ¡Yo también soy de por allá! Aunque un poco más pegado al puerto. ¿Quién diría que somos compatriotas? - un sonido le llega desde el otro extremo de la habitación, los muchachos están formando un grupito para jugar a los dados, a ver qué suerte le toca a cada uno porque ahí se llevarán el sueldo.

Cuando toma de la cintura a la otra que se deja querer, se sonríe divertido sintiendo que está completo. Es como el barco, si no tiene suficiente aire, se hunde y para que este marinero flote, necesita dos buenos pares de boyas como las que tienen las mujeres en su pecho para que se sienta perfecto. Incluso, ya está pegando a la morena contra él para apreciar mejor sus encantos sin tocarlos con las manos, tiene tiempo para eso y más. Ya verá de tenerla en una cama, en el suelo o incluso en la arena. Si se va a la playa, deberá tener cuidado que la última vez la Madre Océano renegó con él porque les bañó en pleno mete y saca con una gran ola. Es celosa y al marinero le disgusta la idea de contrariar a la que le da trabajo y dinero para conseguir incluso a tan bellas hembras. Pasea su nariz por el cuello de una, tomando bien de la cintura a la otra y repetir el proceso, pero a la inversa. Sus cuerpos despiertan el suyo.

Las palabras del médico le hacen sonreír - primero desembarcamos todo lo que traemos del mar, eso nos lleva entre dos y tres días. Luego, como el capitán vaya a tierra adentro para ver qué más se necesita o bien, nos contraten para otra cosa, cargamos el barco con las provisiones según los días que estemos en alta mar. Podríamos quedarnos de una semana a dos, dependiendo de ello - un grito le distrae, voltea a ver de inmediato cómo uno de sus hombres está mareado gritando y por agarrar la cerveza, se va de bruces contra la mesa y de ahí, al piso. Los demás celebran alzando sus jarras divertidos dejando que se levante solo y cuando lo hace, estira de nuevo la mano para tomar su envase y darle un largo trago en medio de los aplausos del resto. Ésta, es la vida de un pirata y no puede haber otra mejor. - Por cierto, ya que eres médico, me gustaría que revisaras la herida de uno de mis marineros al que se le ocurrió jugar con un pulpo y trae sus recuerdos en la piel. Dicen que se le infectó, más tú podrías saberlo mejor porque yo la vi y no creo que sea así - busca con la mirada con rapidez.

En tanto sigue buscando, las mujeres en sus brazos le susurran, primero una y luego la otra, que si pueden irse a otro lugar. Karsh las observa riendo antes de bajar las manos, tomarlas del culo y alzarlas unos cuantos centímetros demostrando que su metro ochenta y cinco de estatura, es más que suficiente para eso y más - no se impacienten, mis sirenas, este cachalote tiene para ambas - ubica al susodicho antes de darle un grito - Llito, ¡Acá! - el hombre da un respingo y le mira con reservas. Al final, la mirada retadora de Karsh es suficiente para que se acerque a regañadientes, temiendo otra reprimenda - ¿Sí, jefe? - baja la cabeza poniendo contento al maestre porque le gusta que el respeto sea fuera y dentro del barco. - Muéstrale los recuerdos que octopus te hizo - señala con la cabeza al médico, besa la mejilla de la morena en tanto el marinero lo hace, las heridas son de consideración, abrasivas en cierta forma, pero no pareciera que fueran a infectarse.

Mientras, Karsh toma bien a la rubia para darle un beso tal, que entre apasionado, lujurioso y exigente, hace que la chica le mire sorprendida y la morena, pida su parte tomando la cabeza del marinero para que repita el proceso. Y lo hace, sólo que esta vez, pasea la mano por la cadera femenina - si terminamos con ésto, ¿Podemos irnos a hacer algo divertido? - les propone con los ojos fijos en la castaña que todavía se pregunta cómo es que sigue con aliento tras el beso que le quitó a ella el suyo. No piensan que para estar en el agua hay que contener la respiración demasiado tiempo y para Karsh, eso es pan comido en tierra. Va a levantarse cuando un ruido del cristal al impactar le obliga a poner a las dos mujeres tras sus espaldas. Lo dicho, con vino, mujeres y piratas, lo único seguro es la trifulca y tal cual, los golpes empiezan de un lado y del otro, haciendo que el maestre se ría a carcajadas. Claro, en tanto a él no le toque un osado porque entonces, repartirá caricias con esos puños como balas de cañón.


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