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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Invitado Lun Jul 25, 2011 9:24 am


"Mi madre... como le odiaba con todo mi corazón o tal ves como le envidiaba secretamente por su condición."
Dorothée se encontraba en cama, esa mañana cuando de repente quedo perdida entre sus pensamientos, producto de la alta fiebre que padecia por esos días, su rostro se encontraba inexpresivo y apenas volteaba a mirar a las mucamas que ingresaron a su habitación en total silencio, para dejar su desayuno junto a la mesilla de noche, más cuando estas se dispusieron a abrir el inmenso ventanal junto a su cama, les hizo retirarse, pués la luz le era aún más molesta que la propia oscuridad.

Junto a ella, habia una pequeña caja de musica, que sonaba constantemente, pués el silencio aunque solia disfrutarlo, en estos casos le ponian aún más euforica y paso así toda la mañana y gran parte de la tarde, acostada como una moribunda, más no paso mucho tiempo para que se pusiera de pie y se desprendiera de las pocas ropas que tenia, sudadas y calientes, que le afixiaban; junto con esa cama gigantesca en la que podrian dormir 4 personas y solo se encontraba ella.

Sin hacer mucho ruido para que nadie la escuchase, tomo un vestido sin demasiado vuelo, y unos zapatos sin tacon, tomo una bolsa donde tenia algunos bebedisos y salio mientras las muchachas de servicio se disponian a llevar su almuerzo, entonces al fin salio de ese encierro, sabiendo que cuando la descubrieran, la castigarian sin derecho a resistirse, más ovbiamente ella lo haria, más no era momento para pensar en consecuencias.

Después de aquella huida repentina, camino largamente por los pastisales, dirigiendose hacia el bosque, donde haria algunos bebedisos, tratando de experimentar y obtener el preciso, para una nueva posima que llevase a una locura inmediata, más nunca se sabe que se puede esperar y el experimentar era algo que ella disfrutaba con total plenitud, más la enfermedad parecia tumbarla al piso, con las mejillas totalmente ruborizadas y la cabeza a punto de estallar, entonces recordo algo que habia hecho en otra ocasión para curar un conocido suyo de la afección, pero todavia no encontraba el lugar adecuado y sus piernas comenzaban a temblar, hasta que logro llegar cerca al rio, donde una pequeña cascada chocaba contra las rocas y las gotas de rocio volaban por el aire golpeando contra lo que se mantenia cerca.

Alli dejo aún lado las cosas y espero a que cayera la noche, mientras miraba hacia el cielo, contando las estrellas, aún cuando nunca terminaria de hacerlo.
Una ves llego el momento, se deciso de las ropas que llevaba y puso un vestido y un velo negro, tomo una daga, una vela blanca y tres cintas de color blanco, azul y rojo, al igual que aceite de oliva, que llevaba en un frasco literalmente sucio, aunque en realidad contenia tierra que ella misma habia introducido.
Luego tomo un mechon de su cabello y lo corto con la daga y con el hizo una especie de trenza junto con las tres cintas que llevaba consigo. Se sento en una parte seca donde hubiese tierra, ya que era importante tener uno de los elementos esenciales dentro de el hechizo. Y con total concentración, paso a contemplar el frasco y una ves sintio que los elementos eran uno dijo el conjuro
:

"Invoco los poderes de la tierra, para que en mi nombre sanen todo dolor fisico
De Dorothée Eloïse Mourchois, hoy clamo a tí, para que sanen su espiritu
"

Luego saco todo aquello y lo amarro a uno de su mechones de cabello y lo ato con una cinta, esperando el efecto.

La hora y media paso y mientras biscaba algun animal para tomar y llevar a casa, noto como el efecto del hechizo hacia, pero en realidad eso ahora no era lo importante, lo que le preocupaba era no encontrar nada, más la esperanza nunca muere y menos en ella, más las horas pasaban y solo encontraba sapos y gusanos
.
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Mensaje por Invitado Mar Jul 26, 2011 9:19 pm

Odio…Furia… Guerra… Traición…

Su vida consistía en un simple tratado de sangre que los Dioses definieron desde su nacimiento, un hombre de ciencia, de ritos paganos contra la humanidad a la que tanto despreciaba, un guerrero silencioso al que solo le importaba matar... Cazar… Giàccomo aun vestía el ropaje de la guardia real de Roma; Una túnica blanca con tallados carmín, con el escudo del antiguo imperio sobre su pecho, cubriendo su cabeza con una capucha del mismo matiz y con su armamento bélico enfundado en su espalda, piernas y tórax. -Sangre, Alquimista… Queremos sangre…- Las voces demandaron desde su cabeza, haciendo que la bestia emergiera de entre la maleza, con pasos cortos y suaves, ajeno a la realidad mientras mantenía su guardia alta, agudizando sus sentidos en un punto en especial al que había volcado su atención en medio de la gélida noche. Alzó su cabeza, tratando de enfocar con sus ojos oscuros aquel distintivo aroma de su fiel amigo que se acercaba. –Ahora no molestes, demonio… Tengo cosas que hacer…- Le respondió con un tono grave a su propio subconsciente, alzando su brazo al aire para recibir a un águila blanca que prontamente aterrizó en un aleteo furioso. Era un mensajero de los Dioses… Su único amigo fiel… El puente entre la fría oscuridad y la dulce gloria…

Retiró un pedazo de papiro atado de la pata del animal, reconociendo la ejemplar insignia de su maestro que, tras varios años de desaparición, se comunicaba con el Alquimista a través de Zafiro. -¡El Verdugo está vivo!- Giàccomo sonrió de forma socarrona ante la exclamación eufórica de sus voces, rememorando el hecho de cómo Kaín -conocido como el Verdugo por sus grandes hazañas sangrientas- había sido capturado por los traidores y condenado a la horca en el primer amanecer del solsticio de invierno; Las leyendas acerca de su magistral escape, solo representaba uno más de tantos enigmas que se conglomeraban alrededor de la guardia. De lo único que Giàccomo si estaba seguro, era que aquel misterioso día, las mazmorras que lo mantuvieron en cautiverio, ardieron como las llamas del infierno a causa de un “misterioso” incendio. Luego, parecía haber sido engullido por las fauces de la tierra, como el resto de su hermandad.

En el mismo papiro, el Alquimista escribió un mensaje en la antigua lengua que el Verdugo comprendería de inmediato al leerlo, atando el papel nuevamente en la pata de Zafiro e impulsando su vuelo al alzar el brazo con fuerza y escuchar su fiero grito animal al azotar sus imponentes alas contra el viento. –Ahora es cuestión de tiempo…- Murmuró el inanimado vampiro, siguiendo con la mirada el curso del vuelo de su amigo, hasta que su concentración se vio quebrantada ante un minúsculo ruido. -¡Alguien intentará interceptar a Zafiro! ¡El mensaje peligra! Haz algo, Asesino…- Sus voces rabiosas demandaron con ansiedad, apresurando al Alquimista que se ponía en marcha y desenfundaba sus dagas dispuesto a cazar.

Recorrió casi todo el bosque en menos de lo que dura un simple parpadear, dando con el foco de su angustia interna al ver a una dama con su mirada puesta en la lejana ave que comenzaba a desaparecer hacia su punto cardinal. Sus ropajes fueron azotados por el viento, arrastrando su delicada fragancia hacia las fosas del vampiro que con cautela se acercaba hacia la fémina por la espalda. –No te muevas.- Le susurró al pie del oído a la mujer, resguardando sus dagas en las fundas sobre su pecho, para desplegar una pequeña ballesta que cargaba tras su espalda, apuntando por encima del hombro de la fémina a un punto sombrío sobre la maleza. –Mátalos a todos, asesino…- Las voces insistieron en su cabeza, arrebatando la poca paciencia del vampiro quien tiró del gatillo, derribando certeramente a otro ser que apuntaba su arco y flecha al mensajero que ya desaparecía en las alturas para ser recibido por el Verdugo.

Giàccomo se movió como una sombra halada por la cólera, desapareciendo detrás de la mujer para manifestarse frente al agonizante mortal que, aun consciente, intentaba escapar de las garras del guardián. Aquel hombre imploro por algún vestigio de piedad en su ejecutor, causando que el Alquimista se inclinara hacia él, cargando nuevamente la ballesta para posicionarla en el centro de su cabeza, enfocándose en la agitada respiración de la mujer, en el rápido tamborilear de su corazón que desbocado luchaba por salir de su pecho. –Descuida mujer, ésta bestia no sufrirá bajo mi mano…- Un ruido seco salió de su arma, disparando la flecha que atravesó el ojo del hombre y le arrebató la vida en un instante, aunque aun su apetito por sangre no le había prodigado lo suficiente.
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Mensaje por Invitado Jue Jul 28, 2011 12:40 am

Ese instante, fue tal vez uno de los más expuestos de su vida. Apenas podía reconocer aquellos rostros foráneos, mientras su corazón latía con tal salvajismo, que parecía hacer un hoyo en el medio de su pecho, su alma podría jurar que salió a correr ante tal escena y aunque parecía ser ajena al problema, mil miedos afloraron por su cabeza; apenas podía pensar por sí sola, sintiendo de esta manera que sus reflexiones eran dominadas por una fuerza mayor a la cual ella no podía poner resistencia.

Luego escucho al asesino pronunciar algunas palabras, más fueron rápidamente llevadas aún lado ante sus actos, que dejaban a la Bruja perpleja Y no es una exageración ajena, porque Matar era su trabajo, más nunca había contemplado un asesinato más salvaje y descomunal.
No quiso ver más y en un instante se lleno de rabia hacia el hombre, más era consciente de que este no había ido para matarle, Más no confiaba en nadie y seguiría así, hasta estar en su hogar, aún cuando sus planes fueran desechados por aquel incidente del cual solo veía perdidas para ella, porque de no haber pasado, podría seguir con sus experimentos y no tendría que pensar en donde iban a tirar al muerto o aún peor, no tendría que pensar que aquel hombre, al cual había conocido tan bruscamente le iba a dañar.

Le observo otro par de segundos y se dio media vuelta, apretando con fuerza la calzoneta que apenas llevaba puesta, chocando los dientes fuertemente para evitar gritar de pavor o quizás de ira. Sus cabellos cayeron por sus pechos, mientras tomaba la suficiente respiración, para caminar al lado contrario de aquel hombre, del cuál era mejor no conocer siquiera su nombre, sus pasos no eran largos siquiera dio uno o dos, con duda, si, en seguir o quedarse allí, donde solo encontraba dificultades para sí misma.

¿Pero cómo decir que aquel acto dramático no le dejo desconcertada?
Digamos Que estamos exagerando en las emociones o quizás, es mejor aceptar que como pocas veces en su vida se sintió aterrada y que como pocas veces en su vida, quiso correr sin pedir o dar explicaciones de nada.
Luego de calmarse, que realmente fue en un tiempo límite, pues no podía pensar demasiado antes de hacer algo, se giro de nuevo, sabiendo que si corría solo pondría las cosas peores y sabiendo que tal ves ese hombre, no era de la clase de ser, que aguantara tanta suplica junta.
Lo miro fijamente a los ojos, notando una mirada que jamás olvidaría… Aquellos ojos iracundos que con el solo gesto destruirían naciones y pilares, le llenaron de una gran ira, como si las emociones fuesen objeto de frenesí y contagio. Luego se acerco lentamente con las manos sujetas a sus ropas, pero con la gran diferencia de que esta vez, aunque su alma le había dejado, su mente prefería ser más cautelosa antes de correr.

-Porque le ha matado- Miro el cuerpo sin vida inexpresiva y luego se acerco aún más, tocándole con la punta del pie -Usted; ¡Va a matarme?- Luego noto de nuevo su mirada y le agacho la vista -No tendría motivos, Además si en eso está pensando, debería hacerlo de inmediato, porque.– Apretó los puños- ¡Usted es un maldito, como hace eso aquí! ¡maldita sea la hora que se apareció, maldito y mil veces maldito y más maldito al hombre a quién mato… ojala se pudra en los fuegos del infierno y Belcebú, coma de su carne putrefacta!– No se pudo contener, le había maldecido tanto que no tenía razón para disculparse, sabía que de nada serviría, ya había sido testigo de la poca paciencia del hombre.

Luego sonrió con ironía -Es un Vampiro, sin alma, como todos, Sin moral, que sirve a otros de seguro… y ahora me mira como si quisiera degollarme – En realidad si pensaba en aquello, más callo y espero.
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Mensaje por Invitado Mar Ago 02, 2011 10:48 pm

Los ojos del vampiro estaban fijos en el rostro del cadáver, admirando su grotesca obra de arte, deleitándose con el efecto colateral que dejaba una muerte más en la larga lista de sus crímenes incontables. Ajeno a la realidad, Giàccomo se inclinó sobre una de sus rodillas hacia el cuerpo, ladeando su rostro encapuchado y palpando con sus dedos el emblema de oro que retozaba sobre su pecho. –Un cazador romano. ¿Qué hace tan lejos de casa? ¿Qué recompensa le habran ofrecido por mi cabeza?- Musitó en un vago instante de cavilación, comprobando el latido extinto del humano en medio de su concentración. El Alquimista había terminado su trabajo: Había acabado con la vida de un oponente oculto y barrido con toda posibilidad de que su mensaje no llegase al momento acordado. ¡Un momento! Una pieza del rompecabezas faltaba… -Buen trabajo, asesino… Pero… ¿Qué harás con la humana?- Preguntó la inquisidora voz que turbaba la mente del homicida. –Mátala… Mátala… Mátala… Mátala… ¡No, no, no! ¡Espera! ¡¡¡Tengo una idea mejor!!! Comida… Comida… Comida… - El vampiro enarco una ceja, enervándose con la algarabía en su cabeza, orientando su rostro ante la temerosa mortal que preguntaba si él sería capaz de matarla. –Silencio… Hablas demasiado, y eso me molesta.- Manifestó como una gélida orden, no dirigida hacia la mujer que parecía consternada, sino con las voces que empezaban a aturdirlo al taladrar insistentemente su retorcida mente.

¿Ahora qué demonios haría con la humana? Se preguntó, ignorando olímpicamente el parloteo de la dama mientras llevaba una mano a los bolsillos de su traje y sacaba una esfera de color esmeralda que contenía un acido potente. –Madame, con todo respeto, pero… ¿Qué le hace pensar que gastare mi valioso tiempo en matarla?- Las voces en su cabeza comenzaron a reír, entre tanto el vampiro se colocaba en pie y escuchaba el repertorio de maldiciones de la mujer. ¿Qué más podía hacer? Estaba realmente harto de la persecución que rondaba su entorno, ahogado con las verdades que llenaban su espacio, y en su subconsciente solo podía creer, que con cada asesinato restaba de su universo un obstáculo.

Él sonrió ampliamente a cada una de sus aseveraciones: Asesino, maldito, inmoral, inconsciente y letal eran los términos más certeros que se le podían dar. Sin embargo, evitó contestar a alguna de sus afirmaciones, arrojando la esfera hacia el cadáver que lentamente se redujo a un cumulo de cenizas sobre el oscuro suelo. –Shhhhhh…- Hizo un gesto con su mano a la mortal, alzando su rostro hacia la copa de los arboles donde un espectral sonido activó su arraigado sentido de alerta. –No voy a degollarte a menos de que prosigas con tu histeria…- Cargó su ballesta con una nueva flecha y tomó con fuerza a la dama del brazo mientras la arrojaba hacia la maleza. –Quédate allí. Hazte un favor y no te muevas…- Bajo su capucha, asentía de algún modo reconfortante, le aseveraba a la mujer que no iba a dañarle a menos de que lo provocase, entonces el Alquimista dio un paso hacia la oscuridad, donde varios gruñidos auguraron la presencia de otro inmortal tanto o más peligroso que el vampiro.

Eterna rivalidad entre razas, batalla inmortal entre clanes… Un licántropo había seguido el rastro del Alquimista, seguramente enviado por alguno de sus perseguidores; Había perdido la cuenta de cuántos había asesinado en el trayecto, cuantos habían aparecido en su camino para capturarlo, cuantos deseaban llevar su cabeza ante la impostora de Roma que ofrecía una generosa recompensa por volver a verlo vivo o muerto. Sin embargo, seguían multiplicándose como las ratas del alcantarillado parisino. Ni en los confines del mundo, estaría a salvo, y si contaba con la idea de tomar a algún aliado, de seguro le condenaría a su mismo destino. Giàccomo se posicionó entre las ramas de un imponente olmo, observando como la bestia olfateaba muy cerca de la ubicación de la humana. –Déjala a su suerte y vete, asesino… Sera la distracción perfecta: Mientras el apestoso lobo la devora, nos dará el tiempo suficiente para desaparecer… Huye asesino, detrás de esa bestia aparecerán más…- El vampiro atendió al llamado de las voces, permaneciendo inmutable ante el hecho de que el lobo se adentraba en la maleza con sus fauces orientadas al objetivo… Finalmente un ruido… Un mínimo sonido, y el animal avistaría a su objetivo.

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