AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
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Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
Caminó unas cuantas cuadras hasta entrar a aquella zona residencial del centro donde sabía que encontraría al hombre que le había quitado el sueño durante tantas noches, no era un asunto de índole sentimental, se sentía comprometida con su protector y ella haría todo lo posible por ayudarle. Dubhé sabía que Indro Galeotti estaba fuera de sí, con el asunto de la pintura rodaba y el perpetrador de tal acción, no sólo porque lo había hecho en sus narices también por el valor sentimental que le tenía al cuadro robado. Nunca había lo había visto como en aquella noche y ahora con la inminente llegada del vampiro a París creía prudente un encuentro con Týr Sèitheach, el ladrón y posterior vendedor de la pintura, no lo confrontaría por el robo ahora sólo le interesaba recuperarla, todo con el fin de evitar una desgracia. No podía encontrar ningún dato útil sobre aquella transacción, ni una sola pista que le ayudase a encontrar al nuevo dueño.
Localizó con la vista el número de la casa que buscaba, era grande y parecía bien cuidada, tocó cuatro veces y luego espero hasta que uno de las personas de servicio le abrió y condujo hasta la estancia. Aquel buen trato no era ninguna casualidad, no es que se presentara en la casa sin ningún aviso a consideración de sus fuentes no se podía hacer una cita formal con aquel excéntrico personaje. “Excéntrico” pensó y súbitamente la invadió la incertidumbre, comenzó a ir y venir rápidamente dentro de aquellas cuatro paredes trazando óvalos, Indro jamás le había hablado de su apariencia, iba en blanco. Frunció el ceño y torció un poco el gesto, en ese momento estaba aún más pérdida que en su anterior encuentro con Daniil Stravinsky. Aminoró su obsesiva marcha hasta detenerse, no quería que le encontrasen en aquel estado de nervios.
Localizó con la vista el número de la casa que buscaba, era grande y parecía bien cuidada, tocó cuatro veces y luego espero hasta que uno de las personas de servicio le abrió y condujo hasta la estancia. Aquel buen trato no era ninguna casualidad, no es que se presentara en la casa sin ningún aviso a consideración de sus fuentes no se podía hacer una cita formal con aquel excéntrico personaje. “Excéntrico” pensó y súbitamente la invadió la incertidumbre, comenzó a ir y venir rápidamente dentro de aquellas cuatro paredes trazando óvalos, Indro jamás le había hablado de su apariencia, iba en blanco. Frunció el ceño y torció un poco el gesto, en ese momento estaba aún más pérdida que en su anterior encuentro con Daniil Stravinsky. Aminoró su obsesiva marcha hasta detenerse, no quería que le encontrasen en aquel estado de nervios.
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Re: Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
Estaba recluido en una pequeña oficina en la segunda planta de aquella casa que por ahora lo acogía en la ciudad francesa, era tan raro verlo así, calmado y concentrado en algo que por un momento no parecía él, sólo hasta que se detenía la mirada y se comprobaba su identidad podía confirmarse que no era otro más que Týr, heredero de los Sèitheach. Estaba de aquel modo tan ajeno a él porque su madre le había enviado una misiva desde Gales pidiéndole (más como ordenándole) que hiciera un inventario de las ventas y compras de obras de arte que ese año habían concretado, así como un informe sobre su estadía en París. Desde luego, aquella petición no le sentó bien a joven y trató de prolongar el momento de sentarse al escritorio lo más que pudo, sin embargo, sabía que era inminente que lo hiciera y esa mañana se levantó temprano para comenzar.
-Como si no tuviera cosas que hacer –refunfuñaba mientras copiaba nombres y cifras, a pesar de su personalidad volátil, era bastante hábil con los números, como si la destreza para los negocios fuera heredada al igual que su magia-, bueno, en realidad no tengo muchas cosas que hacer, pero… -se contestaba a sí mismo como era su costumbre cuando unos golpes llamaron su atención, llamaban a la puerta de la pequeña oficina, sin alzar la mirada dio su venia para que el sirviente que se atrevía a interrumpirlo pasara.
-Señor –dijo el hombre, Týr levantó la mirada a penas con una ceja arqueada, odiaba que se refirieran a él como “señor” y se los había repetido hasta el cansancio a su séquito de sirvientes, a veces creía que no lo tomaban en serio, que si no era una orden directa de su madre lo ignoraban, el mayordomo carraspeó –joven Sèitheach –eso estaba mejor, pensó Týr y alzó el rostro completamente para verlo de frente, atento a lo que tenía que decirle –lo esperan en la estancia.
-¿Quién? –su pregunta fue sincera, no mucha gente lo buscaba en París.
-Dice ser la señorita Noiret –habló el maestresala. Týr se encogió de hombros tratando de recordar a alguien con ese nombre pero ningún rostro hizo clic con aquel nombre, definitivamente no la conocía, se puso de pie en un salto, la curiosidad lo atacó, además este encuentro lo distraería de su frustrante tarea de la mañana. Suspiró, lo que él quería era salir a correr con Tân por París, no estar escribiendo minuciosamente con una pluma fuente.
Bajó las escaleras tan rápido que parecía niño pequeño en vísperas de Navidad, ansioso por desenvolver los regalos, los últimos dos escalones los brincó y cayó al suelo con ambos pies y equilibrándose con manos y brazos. Entró a la estancia donde ya lo estaban esperando.
-Dígame señorita, ¿para qué soy bueno? -¿ofrecer la mano?, ¿presentarse?, esas eran formalidades que a Týr ni siquiera se le cruzaban por la cabeza.
-Como si no tuviera cosas que hacer –refunfuñaba mientras copiaba nombres y cifras, a pesar de su personalidad volátil, era bastante hábil con los números, como si la destreza para los negocios fuera heredada al igual que su magia-, bueno, en realidad no tengo muchas cosas que hacer, pero… -se contestaba a sí mismo como era su costumbre cuando unos golpes llamaron su atención, llamaban a la puerta de la pequeña oficina, sin alzar la mirada dio su venia para que el sirviente que se atrevía a interrumpirlo pasara.
-Señor –dijo el hombre, Týr levantó la mirada a penas con una ceja arqueada, odiaba que se refirieran a él como “señor” y se los había repetido hasta el cansancio a su séquito de sirvientes, a veces creía que no lo tomaban en serio, que si no era una orden directa de su madre lo ignoraban, el mayordomo carraspeó –joven Sèitheach –eso estaba mejor, pensó Týr y alzó el rostro completamente para verlo de frente, atento a lo que tenía que decirle –lo esperan en la estancia.
-¿Quién? –su pregunta fue sincera, no mucha gente lo buscaba en París.
-Dice ser la señorita Noiret –habló el maestresala. Týr se encogió de hombros tratando de recordar a alguien con ese nombre pero ningún rostro hizo clic con aquel nombre, definitivamente no la conocía, se puso de pie en un salto, la curiosidad lo atacó, además este encuentro lo distraería de su frustrante tarea de la mañana. Suspiró, lo que él quería era salir a correr con Tân por París, no estar escribiendo minuciosamente con una pluma fuente.
Bajó las escaleras tan rápido que parecía niño pequeño en vísperas de Navidad, ansioso por desenvolver los regalos, los últimos dos escalones los brincó y cayó al suelo con ambos pies y equilibrándose con manos y brazos. Entró a la estancia donde ya lo estaban esperando.
-Dígame señorita, ¿para qué soy bueno? -¿ofrecer la mano?, ¿presentarse?, esas eran formalidades que a Týr ni siquiera se le cruzaban por la cabeza.
Invitado- Invitado
Re: Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
Veía la estancia donde se encontraba con sumo detenimiento como si aquel lugar le hubiera de dar una pista sobre el paradero de la pintura pero no era así. La sorpresiva y nada pasiva llegada del dueño de la casa la sobresaltó, estuvo a punto de llevarse la mano al pecho pero no lo hizo, estaba tan acostumbrada a actuar así, como una dama de sociedad, pequeña y un tanto vulnerable pero algo dentro de sí, tal vez su instinto, le decía que no debía proceder de aquella forma ante el hombre que tenía de frente sin extenderle la mano, sin un saludo, sin nada, directamente al grano.
-Señor Sèitheach– al igual que él, no hizo ningún gesto por ofrecer su mano, ni volcarse en un reverencia, tan sólo le sonrió y pestañó una sola vez -Siento venir a importunarlo hasta su casa pero era imperativa mi visita.- Se veía como alguien que conserva la calma pero que está a punto de perderla pero sólo era una fachada, era su intención dar esa impresión, en el fondo ella estaba sumamente calmada, porque así debería de estar aunque su farsa estuviera a punto de comenzar -Sé que hace algunos meses vendió una pintura, mi padre estaba interesado en comprarla- Y ahí daba inicio, su pequeña telaraña inofensiva -Sabe es un viejo comerciante de un pequeño puerto, Toulon, es bastante testarudo y está encaprichado con ella- sabía que para darle veracidad a su relato algunas veces cometía el grave error de involucrar a sus palabras verdades a medias, trozos de su pasado que a media noche pesaban como puñales clavados ahí donde se guardan los recuerdos en un licántropo y en cualquier ser humano -Pensó que nunca podría tener la oportunidad debido a que su anterior dueño era un italiano intransigente, bastante estrecho de mente- sonrió con cierto aire travieso al decir esto, hablando en serio jamás diría aquello de Indro pero era divertido exagerarlo y ¿por qué no? Hablar un poco mal de él –Tan sólo quiere saber, antes de fallecer… - hizo un pequeña pausa que ella misma no calculo que estuviera ahí pero tuvo que pasar saliva para disolver esa sensación tosca que de pronto se instaló en su garganta -sólo quiere saber quien la compró y llegar a una negociación con el nuevo dueño-
En ella no había ni un solo rasgo de mentira, ni en su voz, tampoco en su expresión corporal, nada que la delatara, como si fuera una experta en esos menesteres, en realidad era así, no con todos, ni todo el tiempo pero ella, Dubhé Noiret nacida en Italia, sobrina de Indro Galeotti, ella misma era una mentira.
-Señor Sèitheach– al igual que él, no hizo ningún gesto por ofrecer su mano, ni volcarse en un reverencia, tan sólo le sonrió y pestañó una sola vez -Siento venir a importunarlo hasta su casa pero era imperativa mi visita.- Se veía como alguien que conserva la calma pero que está a punto de perderla pero sólo era una fachada, era su intención dar esa impresión, en el fondo ella estaba sumamente calmada, porque así debería de estar aunque su farsa estuviera a punto de comenzar -Sé que hace algunos meses vendió una pintura, mi padre estaba interesado en comprarla- Y ahí daba inicio, su pequeña telaraña inofensiva -Sabe es un viejo comerciante de un pequeño puerto, Toulon, es bastante testarudo y está encaprichado con ella- sabía que para darle veracidad a su relato algunas veces cometía el grave error de involucrar a sus palabras verdades a medias, trozos de su pasado que a media noche pesaban como puñales clavados ahí donde se guardan los recuerdos en un licántropo y en cualquier ser humano -Pensó que nunca podría tener la oportunidad debido a que su anterior dueño era un italiano intransigente, bastante estrecho de mente- sonrió con cierto aire travieso al decir esto, hablando en serio jamás diría aquello de Indro pero era divertido exagerarlo y ¿por qué no? Hablar un poco mal de él –Tan sólo quiere saber, antes de fallecer… - hizo un pequeña pausa que ella misma no calculo que estuviera ahí pero tuvo que pasar saliva para disolver esa sensación tosca que de pronto se instaló en su garganta -sólo quiere saber quien la compró y llegar a una negociación con el nuevo dueño-
En ella no había ni un solo rasgo de mentira, ni en su voz, tampoco en su expresión corporal, nada que la delatara, como si fuera una experta en esos menesteres, en realidad era así, no con todos, ni todo el tiempo pero ella, Dubhé Noiret nacida en Italia, sobrina de Indro Galeotti, ella misma era una mentira.
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Re: Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
Entornó los ojos mientras ella hablaba, tratando de descifrar qué trataba de decirle, una mano aún sobre el barandal de madera de las escaleras y la otra suelta y lánguida a su lado. Una vez que ella hubo terminado se acercó con paso resuelto y la rodeó un poco.
-No es inoportuna –fue lo primero que dijo llevando ambas manos a sus bolsillos –la verdad me alegra que haya venido –no aclaró por qué, pero se refería a que agradecía el respiro que aquella extraña visita le brindaba de la tediosa tarea que estaba llevando a cabo; sin duda las explicaciones sobre sus palabras no eran su fuerte y no encontraba motivos para comenzar esa misma mañana a cambiar ese hábito.
Detuvo su caminata frente a ella, con esa sonrisa maniaca que rara vez lo abandonaba, sin embargo, su comportamiento y sus ademanes eran más contenidos, por decirlo de algún modo, más estudiados que de costumbre. Týr no dejaba de ser Týr aunque en ello le fuera la vida, pero cuando se trataba de negocios y de arte (muchas veces combinados) sabía comportarse a la altura, era un don más que una habilidad.
-Bueno señorita Noiret –se encogió de hombros –necesito que sea más específica –sacó una de las manos de su escondite en el bolsillo y se la llevó al pecho-, compro y vendo muchísimas obras al año y es complicado poder ubicarla si no me da más datos, como el autor, o el nombre del anterior dueño –fue bastante claro, directo, elementos raros en su conversación, pero así se comportaba cuando estaba en su papel de comerciante. Sospechaba de qué obra podía tratarse por aquello del “italiano intransigente”, recordó al vampiro y su expresión cuando lo vio saltando por su ventana con la pintura bajo el brazo, se cruzó de brazos y soltó una risita ante la memoria de aquel encuentro, aunque desde luego, no fue para dar explicaciones sobre su repentino estado de hilaridad.
-Si me ayuda con esos datos, podríamos localizarla más fácil –dijo con tono amable-, ahora mismo estoy haciendo un inventario –señaló con el pulgar por encima del hombro –ahí podríamos ver el paradero de la obra –alzó ambas cejas, esperando por una respuesta de su acompañante.
Sí, estaba invitando a una completa desconocida a que viera los inventarios del negocio familiar sin medir consecuencia alguna, porque aunque se estuviera comportando relativamente normal, no dejaba de ser él. Týr no dejaba de ser Týr aunque en ello le fuera la vida.
-No es inoportuna –fue lo primero que dijo llevando ambas manos a sus bolsillos –la verdad me alegra que haya venido –no aclaró por qué, pero se refería a que agradecía el respiro que aquella extraña visita le brindaba de la tediosa tarea que estaba llevando a cabo; sin duda las explicaciones sobre sus palabras no eran su fuerte y no encontraba motivos para comenzar esa misma mañana a cambiar ese hábito.
Detuvo su caminata frente a ella, con esa sonrisa maniaca que rara vez lo abandonaba, sin embargo, su comportamiento y sus ademanes eran más contenidos, por decirlo de algún modo, más estudiados que de costumbre. Týr no dejaba de ser Týr aunque en ello le fuera la vida, pero cuando se trataba de negocios y de arte (muchas veces combinados) sabía comportarse a la altura, era un don más que una habilidad.
-Bueno señorita Noiret –se encogió de hombros –necesito que sea más específica –sacó una de las manos de su escondite en el bolsillo y se la llevó al pecho-, compro y vendo muchísimas obras al año y es complicado poder ubicarla si no me da más datos, como el autor, o el nombre del anterior dueño –fue bastante claro, directo, elementos raros en su conversación, pero así se comportaba cuando estaba en su papel de comerciante. Sospechaba de qué obra podía tratarse por aquello del “italiano intransigente”, recordó al vampiro y su expresión cuando lo vio saltando por su ventana con la pintura bajo el brazo, se cruzó de brazos y soltó una risita ante la memoria de aquel encuentro, aunque desde luego, no fue para dar explicaciones sobre su repentino estado de hilaridad.
-Si me ayuda con esos datos, podríamos localizarla más fácil –dijo con tono amable-, ahora mismo estoy haciendo un inventario –señaló con el pulgar por encima del hombro –ahí podríamos ver el paradero de la obra –alzó ambas cejas, esperando por una respuesta de su acompañante.
Sí, estaba invitando a una completa desconocida a que viera los inventarios del negocio familiar sin medir consecuencia alguna, porque aunque se estuviera comportando relativamente normal, no dejaba de ser él. Týr no dejaba de ser Týr aunque en ello le fuera la vida.
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Re: Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
Sin ninguna duda aquel hombre era un personaje sui generis, desde que se había enterado del robo había tratado de imaginar cómo sería el hombre que se había atrevido a robarle a Indro Galeotti y ahora que lo tenía frente a ella no podía evitar pensar que él era… era… no lograba tenerlas palabras correctas para describírselo asi misma, la había tratado, sin contar unos cuantos saltos a la etiqueta de todo caballero, como lo haría una persona de negocios seria y respetable pero algo en sus ojos no cuadraba, tenían cierta chispa que parecía capaz de empezar un incendio en cualquier momento y su voz poseía un alegre y vivaz tintineo, aquella mezcla la desconcertaban y ponían a todos sus sentidos en alerta como si en cualquier momento fuera capaz de explotar…
-Le entiendo totalmente.- asintió ante sus explicaciones. –por mi parte jamás hubiera venido ante usted si no tuviera la menor idea de lo que estoy hablando.- sonrió y posteriormente se aclaró la garganta. -Le puedo decir que la pintura que estoy buscando es un paisaje- dijo luego de meditarlo unos cuantos segundos, haciendo el teatro de que trataba de recordar cuando en realidad no era así, sabía cada detalle de la pintura a pesar de que jamás la había visto y realmente no sabía por qué era tan importante para Indro. -el muelle de alguna ciudad Italiana, creo recordar- y en ese punto no mentía, Indro no quiso revelarselo, “un muelle era un muelle en cualquier parte del mundo y casi todos son iguales” le había dicho. - El autor realmente no tiene ninguna importancia ya que fue un pequeño artista que nunca logró consolidarse y su nombre se ha borrado del lienzo.- Al principio había pensado que el enojo del vampiro se debía a que aquella era una pintura extraña de un artista famoso pero sorprendida había descubierto que no era así. -¿La fecha?- continuando con la actuación, murmuró más para sí que para su anfitrión -No podría ubicarla en un año exacto pero es renacentista.
El ambiente se detuvo por un par de minutos en los que ninguno de los dos hablo. Ella comenzó a preocuparse y sin poder evitarlo suspiró aunque por su impaciencia más bien sonó como un suave bufido.
-Lamento no poder ser más especifica.- comentó para romper el silencio.
Por partes su información era escueta, pequeñas piezas faltantes y borrosas de un rompecabezas pero una vez en conjunto uno podía darse cuenta que contaban una tragedia que no podía pasar desapercibida.
-Le entiendo totalmente.- asintió ante sus explicaciones. –por mi parte jamás hubiera venido ante usted si no tuviera la menor idea de lo que estoy hablando.- sonrió y posteriormente se aclaró la garganta. -Le puedo decir que la pintura que estoy buscando es un paisaje- dijo luego de meditarlo unos cuantos segundos, haciendo el teatro de que trataba de recordar cuando en realidad no era así, sabía cada detalle de la pintura a pesar de que jamás la había visto y realmente no sabía por qué era tan importante para Indro. -el muelle de alguna ciudad Italiana, creo recordar- y en ese punto no mentía, Indro no quiso revelarselo, “un muelle era un muelle en cualquier parte del mundo y casi todos son iguales” le había dicho. - El autor realmente no tiene ninguna importancia ya que fue un pequeño artista que nunca logró consolidarse y su nombre se ha borrado del lienzo.- Al principio había pensado que el enojo del vampiro se debía a que aquella era una pintura extraña de un artista famoso pero sorprendida había descubierto que no era así. -¿La fecha?- continuando con la actuación, murmuró más para sí que para su anfitrión -No podría ubicarla en un año exacto pero es renacentista.
El ambiente se detuvo por un par de minutos en los que ninguno de los dos hablo. Ella comenzó a preocuparse y sin poder evitarlo suspiró aunque por su impaciencia más bien sonó como un suave bufido.
-Lamento no poder ser más especifica.- comentó para romper el silencio.
Por partes su información era escueta, pequeñas piezas faltantes y borrosas de un rompecabezas pero una vez en conjunto uno podía darse cuenta que contaban una tragedia que no podía pasar desapercibida.
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Re: Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
Escuchó con atención la descripción, mirándola fijamente, normalmente eso ponía nerviosas a las personas y era gran parte de la razón por la cuál hacía ese tipo de cosas. Le gustaba experimentar con la sociedad, esa era la verdad, sin embargo, esta ocasión, simplemente era por el desmedido interés que la chica y la pintura en cuestión despertaban en él.
Al principio le pareció que todo era muy vago, y estuvo a punto de decirlo hasta que el dato del autor terminó por completar el rompecabezas. Sus ojos se abrieron más, si es que eso era posible, y su sonrisa se acentuó tanto hasta que estalló en una carcajada. No podía creerlo, quizá, el hombre del que la señorita Noiret hablaba era el dueño original, y el vampiro había sido tan ladino como él como para hurtarla.
-Bueno –comenzó tratando de tranquilizarse tras aquel desmesurado ataque de risa que había nacido sin razón aparente –recuerdo una pintura con esas características, pero… bueno, es una historia curiosa como la obtuve –estuvo a punto de decir tajantemente “se la robé a un vampiro”, pero aunque la chica frente a él parecía inofensiva, no sabía qué tanta información podía darle-. La vendí –finalmente dijo sin más, mirando al frente como abstraído de la realidad-, y la recuperé de nuevo no hace mucho –la miró de soslayo y le sonrió-. Por cómo la conseguí, tiene especial significado para mí, no volvería a deshacerme de ella –se encogió de hombros.
-¡Ven! –dio un saltito y la tomó de la mano y comenzó a caminar con paso apresurado, luego se dirigió a la planta alta de su casa en París-, una pintura tan especial sólo puede estar en un sitio especial –abrió una puerta, era una habitación, su habitación-, hela ahí –señaló, y justo arriba de la cabecera estaba el cuadro descrito-, no vale gran cosa en realidad, no sé por qué la quieres recuperar, pero no está a la venta –dijo esperando que ese punto quedara claro.
Cerró la puerta y miró a la joven mientras ponía los brazos en jarra y sacaba el pecho.
-Siento no poder ser de mayor ayuda –dijo con cierto tono amable, sin perder la candidez de su voz. No todos los días se podía entrar a la casa de un vampiro y robarle algo, eso lo sabía muy bien, y aquel cuadro representaba una de sus más grandes proezas. Era un trofeo, una medalla, un diploma a su atrevimiento y su osadía. Una vez ya se había equivocado en venderla, y la extrañó durante un par de años, en cuanto se la volvió a topar en un mercado de arte, no dudó un segundo en volverse hacer con ella.
Al principio le pareció que todo era muy vago, y estuvo a punto de decirlo hasta que el dato del autor terminó por completar el rompecabezas. Sus ojos se abrieron más, si es que eso era posible, y su sonrisa se acentuó tanto hasta que estalló en una carcajada. No podía creerlo, quizá, el hombre del que la señorita Noiret hablaba era el dueño original, y el vampiro había sido tan ladino como él como para hurtarla.
-Bueno –comenzó tratando de tranquilizarse tras aquel desmesurado ataque de risa que había nacido sin razón aparente –recuerdo una pintura con esas características, pero… bueno, es una historia curiosa como la obtuve –estuvo a punto de decir tajantemente “se la robé a un vampiro”, pero aunque la chica frente a él parecía inofensiva, no sabía qué tanta información podía darle-. La vendí –finalmente dijo sin más, mirando al frente como abstraído de la realidad-, y la recuperé de nuevo no hace mucho –la miró de soslayo y le sonrió-. Por cómo la conseguí, tiene especial significado para mí, no volvería a deshacerme de ella –se encogió de hombros.
-¡Ven! –dio un saltito y la tomó de la mano y comenzó a caminar con paso apresurado, luego se dirigió a la planta alta de su casa en París-, una pintura tan especial sólo puede estar en un sitio especial –abrió una puerta, era una habitación, su habitación-, hela ahí –señaló, y justo arriba de la cabecera estaba el cuadro descrito-, no vale gran cosa en realidad, no sé por qué la quieres recuperar, pero no está a la venta –dijo esperando que ese punto quedara claro.
Cerró la puerta y miró a la joven mientras ponía los brazos en jarra y sacaba el pecho.
-Siento no poder ser de mayor ayuda –dijo con cierto tono amable, sin perder la candidez de su voz. No todos los días se podía entrar a la casa de un vampiro y robarle algo, eso lo sabía muy bien, y aquel cuadro representaba una de sus más grandes proezas. Era un trofeo, una medalla, un diploma a su atrevimiento y su osadía. Una vez ya se había equivocado en venderla, y la extrañó durante un par de años, en cuanto se la volvió a topar en un mercado de arte, no dudó un segundo en volverse hacer con ella.
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Re: Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
En los minutos que tardo en darle una respuesta, ella trató de no mirarlo a la cara y se concentró en los detalles del salón, estaba en eso cuando escuchó aquella atronadora risa que le hizo voltear al instante con los ojos bien abiertos y una mueca de sorpresa. Aquella risa para sus oídos había sido como un disparo. Lo observó si perder aquel gesto, aunque la impresión ya había pasado. Sabía, a grandes rasgos, como la había conseguido, debía de ser para él como un extraño trofeo. La primera vez que había escuchado la historia de la boca de un vampiro rabioso, había tenido que reprimir la risa, en el momento esta ya era mermada por el miedo que le causaba ver a Indro enfadado a tal grado, pero la imagen de un hombre llevando una pintura en las manos, saltando por una ventana… aún en ese momento no podía dejar de pensar que el ladrón se trataba de un duende. Tendría que robarle la pintura a su duende de carne y hueso.
Lo siguió, y al momento de subir las escaleras y acercarse a las habitaciones no pudo evitar apretar un poco el agarre que su mano ejercía sobre la de él. Al entrar a lo que supuso era la habitación principal el alma se le fue al suelo, si tenía alguna esperanza de que aquello fuera a ser fácil en ese momento todo aquello había sido destruido.
Quedó hipnotizada por la pintura y aunque la voz del actual dueño se escuchaba lejana, sabía que aquella era una sentencia definitiva. Camino hacia la cama con paso lento y se detuvo en la orilla de esta. Ya no tenía mayores cartas, no le quedaba nada más que marcharse o crearse ases nuevos los cuales ocultar bajo la manga.
-¿Puedo?- dijo comenzando a deshacerse de los zapatos y sin esperar una respuesta, se subió a la cama y aunque estuvo tentada a subirse de un salto no lo hizo. –La quiero ver de frente.-
Sólo había visto aquella pintura un par de veces pero siempre ocurría lo mismo, simplemente capturaba su atención y no podía quitarle los ojos de encima. Tenía una especie de juego que Indro fomentó desde la primera vez que se la enseñó. Aquel era un puerto en ebullición, al menos medio centenar de personas estaban plasmadas en aquel lienzo. ¿Estáticas? Sí, con una buena memoria.
-Caótica ¿no es así?- preguntó viéndola de cerca. - Son tantas personas que casi podrías creer que cuando la observas por segunda vez podrías decir que es una pintura distinta.- Tomó el vestido para acomodarlo de tal manera que no estorbara y luego se sentó sobre el colchón, sin quitarle la vista al cuadro.
-¿Sabe? Desde pequeña he tenido la impresión de que puedo encontrar a gente conocida dentro de la pintura, mi padre entre ellos.- Sonrió con añoranza, no le era difícil la actuación ya que en realidad buscaba a alguien en la pintura, buscaba su cabellera negra y sus ojos verdes. El mismo Indro se lo había dado a entender la primera vez y cuando se le observaba mientras la miraba podría verse en sus ojos que él podía encontrarse así mismo en esa pintura. – Tal vez esté ligeramente hechizada y se puedan observar dentro de ella al autor y a todos sus dueños.
Le invitó a sentarse en su propia cama ¡Qué ironía! ¡Qué atrevimiento! No le importaba. Y también de la misma forma en la que él lo había hecho, rió.
-Como ejemplo, podríamos buscarlo a usted.-
Lo siguió, y al momento de subir las escaleras y acercarse a las habitaciones no pudo evitar apretar un poco el agarre que su mano ejercía sobre la de él. Al entrar a lo que supuso era la habitación principal el alma se le fue al suelo, si tenía alguna esperanza de que aquello fuera a ser fácil en ese momento todo aquello había sido destruido.
Quedó hipnotizada por la pintura y aunque la voz del actual dueño se escuchaba lejana, sabía que aquella era una sentencia definitiva. Camino hacia la cama con paso lento y se detuvo en la orilla de esta. Ya no tenía mayores cartas, no le quedaba nada más que marcharse o crearse ases nuevos los cuales ocultar bajo la manga.
-¿Puedo?- dijo comenzando a deshacerse de los zapatos y sin esperar una respuesta, se subió a la cama y aunque estuvo tentada a subirse de un salto no lo hizo. –La quiero ver de frente.-
Sólo había visto aquella pintura un par de veces pero siempre ocurría lo mismo, simplemente capturaba su atención y no podía quitarle los ojos de encima. Tenía una especie de juego que Indro fomentó desde la primera vez que se la enseñó. Aquel era un puerto en ebullición, al menos medio centenar de personas estaban plasmadas en aquel lienzo. ¿Estáticas? Sí, con una buena memoria.
-Caótica ¿no es así?- preguntó viéndola de cerca. - Son tantas personas que casi podrías creer que cuando la observas por segunda vez podrías decir que es una pintura distinta.- Tomó el vestido para acomodarlo de tal manera que no estorbara y luego se sentó sobre el colchón, sin quitarle la vista al cuadro.
-¿Sabe? Desde pequeña he tenido la impresión de que puedo encontrar a gente conocida dentro de la pintura, mi padre entre ellos.- Sonrió con añoranza, no le era difícil la actuación ya que en realidad buscaba a alguien en la pintura, buscaba su cabellera negra y sus ojos verdes. El mismo Indro se lo había dado a entender la primera vez y cuando se le observaba mientras la miraba podría verse en sus ojos que él podía encontrarse así mismo en esa pintura. – Tal vez esté ligeramente hechizada y se puedan observar dentro de ella al autor y a todos sus dueños.
Le invitó a sentarse en su propia cama ¡Qué ironía! ¡Qué atrevimiento! No le importaba. Y también de la misma forma en la que él lo había hecho, rió.
-Como ejemplo, podríamos buscarlo a usted.-
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Re: Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
Observó a la chica, no quería ser descortés, pero esperaba que se encaminara ya hacia la puerta, aunque por otro lado, mientras estuviera ahí prologaba más y más el momento de regresar al tedioso papeleo asignado por su madre. Mentiría si dijera que la actitud que siguió no lo sorprendió, por su extrañeza más que por tratarse de una ofensa, él no podía ofenderse con lo que hacía siempre: violar las reglas y convenciones sociales.
La siguió con la mirada, sólo asintió cuando ella pidió permiso pero estuvo seguro que aunque no se lo hubiese dado ella lo hubiera hecho. Esta joven, la señorita Noiret, Dubhé le agradaba más de lo que imaginaba y sonrió mientras dirigía los ojos a ese objeto que parecía, de pronto, ser codiciado por todo mundo y se acercó al borde de la cama, ahí se quedó de pie.
- Sin duda es una pintura muy bien lograda –dijo y su voz sonó extraña por la propia naturaleza de lo que estaba diciendo, pero aunque Týr era disparatado, se tomaba muy en serio el negocio familiar y no sólo eso, sabía de qué rayos hablaba-, una pena en realidad que el autor no trascendiera como otros contemporáneos, de ser así, esta obra valdría millones, aunque tengo fe que con el tiempo su valor se incrementará, mientras la tengo bien resguardada aquí –había hablado mucho como era su costumbre, pero contrario a lo usual, había dicho todo aquello con completa serenidad.
-Sería un logro encontrar a su padre ahí, considerando la antigüedad de la obra –rio y suspiró relajando la postura, sus manos seguían posadas en sus caderas en forma de jarra-, aunque supongo que es un entretenimiento divertido, jugar a encontrar a alguien conocido ahí –miró a la multitud dibujada en pinceladas hábiles y pulcras, era una pieza sin duda bien lograda. Pero entonces cuando ella mencionó que podría estar hechizada soltó una carcajada sin poder evitarlo –le aseguro que no lo está –no fue más específico, pero si lo estuviera, él lo sabría.
-Suena divertido –dijo cuando ella ofreció buscarlo a él y se subió a la cama quitándose los zapatos, hincado junto a ella-, veamos a cuánta gente que conocemos podemos reconocer ahí –comenzó a mover los ojos a lo largo y ancho del lienzo, a pesar de lo minúscula que era la gente ahí, era increíble el grado de detalle que tenía. Una pena, sin duda, que no valiera más.
Estuvo así un rato, fijándose en cada rostro, en cada expresión, incluso creyó que podía ver el brillo en los ojos de cada individuo, Quizá si estaba hechizada, pero con una magia diferente a la suya, una magia que no era precisamente sobrenatural. De la nada dio un bote sobre la cama ante un hallazgo repentino.
-¡Mira! –señaló una de las figuras-, yo lo conozco –era el vampiro a quien le había robado la obra, no le sorprendía que estuviera ahí, pues después de todo, era un vampiro y tal vez por eso le tenía tanto aprecio a esa obra que de otro modo, no valía ni el marco en el que estaba montada.
La siguió con la mirada, sólo asintió cuando ella pidió permiso pero estuvo seguro que aunque no se lo hubiese dado ella lo hubiera hecho. Esta joven, la señorita Noiret, Dubhé le agradaba más de lo que imaginaba y sonrió mientras dirigía los ojos a ese objeto que parecía, de pronto, ser codiciado por todo mundo y se acercó al borde de la cama, ahí se quedó de pie.
- Sin duda es una pintura muy bien lograda –dijo y su voz sonó extraña por la propia naturaleza de lo que estaba diciendo, pero aunque Týr era disparatado, se tomaba muy en serio el negocio familiar y no sólo eso, sabía de qué rayos hablaba-, una pena en realidad que el autor no trascendiera como otros contemporáneos, de ser así, esta obra valdría millones, aunque tengo fe que con el tiempo su valor se incrementará, mientras la tengo bien resguardada aquí –había hablado mucho como era su costumbre, pero contrario a lo usual, había dicho todo aquello con completa serenidad.
-Sería un logro encontrar a su padre ahí, considerando la antigüedad de la obra –rio y suspiró relajando la postura, sus manos seguían posadas en sus caderas en forma de jarra-, aunque supongo que es un entretenimiento divertido, jugar a encontrar a alguien conocido ahí –miró a la multitud dibujada en pinceladas hábiles y pulcras, era una pieza sin duda bien lograda. Pero entonces cuando ella mencionó que podría estar hechizada soltó una carcajada sin poder evitarlo –le aseguro que no lo está –no fue más específico, pero si lo estuviera, él lo sabría.
-Suena divertido –dijo cuando ella ofreció buscarlo a él y se subió a la cama quitándose los zapatos, hincado junto a ella-, veamos a cuánta gente que conocemos podemos reconocer ahí –comenzó a mover los ojos a lo largo y ancho del lienzo, a pesar de lo minúscula que era la gente ahí, era increíble el grado de detalle que tenía. Una pena, sin duda, que no valiera más.
Estuvo así un rato, fijándose en cada rostro, en cada expresión, incluso creyó que podía ver el brillo en los ojos de cada individuo, Quizá si estaba hechizada, pero con una magia diferente a la suya, una magia que no era precisamente sobrenatural. De la nada dio un bote sobre la cama ante un hallazgo repentino.
-¡Mira! –señaló una de las figuras-, yo lo conozco –era el vampiro a quien le había robado la obra, no le sorprendía que estuviera ahí, pues después de todo, era un vampiro y tal vez por eso le tenía tanto aprecio a esa obra que de otro modo, no valía ni el marco en el que estaba montada.
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Re: Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
De antemano sabía que su modo de actuar no había sido el correcto para una señorita de sociedad pero realmente lo estaba disfrutando, moverse en aquel ambiente y negociar con ciertas personas le resultaba asfixiante, de una forma irónica aquellos minutos resultaban un respiro.
Desde su posición ladeo ligeramente la cabeza para verlo al pie de la cama, la situación se tornaba aun más inapropiada por que ella resultaba una extraña en aquella casa, de no estar en aquella habitación y al mirar el semblante sereno de ese hombre, ella podría decir que realmente estaban en una seria conversación sobre la compra y venta de la pintura.
Lo escuchó hablar y volvió su vista a la pintura. Sin que él pudiera verla a sus ojos los cubrió un velo de desosiego. Al estar el cuadro colgado en aquel lugar, su misión parecía no tener una solución satisfactoria en ese momento. La forma más fácil, más correcta, más segura de recuperar la pintura había salido de los labios del Señor Sèitheach, lo mejor sería esperar, aquel hombre, en estos momentos joven y saludable, no viviría por siempre, ella tampoco pero Indro, sí. Le dolía pensar en aquello pero era una realidad, lastima que a Indro no le gustara lo fácil, ni lo seguro, ni lo correcto, ni mucho menos esperar. Además su “tío” jamás aceptaría que alguien más cuidara de esa pintura, aunque ese alguien fuera un experto en arte, el vampiro tenía un pasatiempo singular, este consistía en curar el mismo los lienzos y tratar de conservarlos en las mejores condiciones posibles; Si Indro tuviera la capacidad de ver donde estaba aquella pintura, su preciada pintura en ese momento, volvería a morir de la impresión.
Un suave suspiro se le escapó sin poder evitarlo pero en seguida se recompuso.
-Es un juego que tengo desde que tengo memoria– sonrió un tanto nostálgica. No es que se considerara una buena actriz, más bien sabía aprovechar sus sentimientos del momento y “maquillarlos”, disfrazarlos por así decirlo. -¿En serio puedes asegurarme que no está hechizada?- preguntó divertida. Luego rio y con un ademán de la mano le restó interés. -No es que yo crea en la magia, ni en los seres sobrenaturales, que dicen caminan entre nosotros.- no pudo evitar que ese comentario vibrara en sus cuerdas vocales y su entonación fuera un tanto picara y divertida. Ella misma se estaba mordiendo la lengua.
Por una milésima de segundo sus ojos se abrieron de par en par, al ver como él seguía sus pasos y se colocaba a su lado. La cama cedió al peso de su propietario y sin que ella pudiera hacer más para evitarlo su cuerpo cayó ligeramente sobre él. Un rubor no actuado ni planeado cubrió sus mejillas y en cuanto pudo se enderezó y regresó a su lugar. Sonrió, no iba a perder la calma.
-Es divertido– repitió, animándolo a que lo hiciera. De alguna extraña manera le divertía que aquel hombre le siguiera el juego -De pequeña creí encontrar a un pequeño perro de caza que tuvimos mi hermano y yo.-
Ella misma se sobresaltó al escuchar la sorpresa de aquel hallazgo. Una parte de ella no quería ver el lienzo en el lugar señalado, ¿realmente lo había encontrado? Porque ¿a quien más podía conocer a ese hombre? Era una total mentira que por arte de magia los dueños estuvieran retratados en aquel lugar, sólo existía un dueño que podía…
-¿Quien?- preguntó con gran exaltación, tratando de contener su emoción. ¡Ahí estaba! ¡Ahí estaba! Semi hincado ayudando a una persona a levantar una cesta de… ¿manzanas? De su rostro sólo podía observarse el perfil pero sin lugar a dudas se trataba de la misma persona.
Desde su posición ladeo ligeramente la cabeza para verlo al pie de la cama, la situación se tornaba aun más inapropiada por que ella resultaba una extraña en aquella casa, de no estar en aquella habitación y al mirar el semblante sereno de ese hombre, ella podría decir que realmente estaban en una seria conversación sobre la compra y venta de la pintura.
Lo escuchó hablar y volvió su vista a la pintura. Sin que él pudiera verla a sus ojos los cubrió un velo de desosiego. Al estar el cuadro colgado en aquel lugar, su misión parecía no tener una solución satisfactoria en ese momento. La forma más fácil, más correcta, más segura de recuperar la pintura había salido de los labios del Señor Sèitheach, lo mejor sería esperar, aquel hombre, en estos momentos joven y saludable, no viviría por siempre, ella tampoco pero Indro, sí. Le dolía pensar en aquello pero era una realidad, lastima que a Indro no le gustara lo fácil, ni lo seguro, ni lo correcto, ni mucho menos esperar. Además su “tío” jamás aceptaría que alguien más cuidara de esa pintura, aunque ese alguien fuera un experto en arte, el vampiro tenía un pasatiempo singular, este consistía en curar el mismo los lienzos y tratar de conservarlos en las mejores condiciones posibles; Si Indro tuviera la capacidad de ver donde estaba aquella pintura, su preciada pintura en ese momento, volvería a morir de la impresión.
Un suave suspiro se le escapó sin poder evitarlo pero en seguida se recompuso.
-Es un juego que tengo desde que tengo memoria– sonrió un tanto nostálgica. No es que se considerara una buena actriz, más bien sabía aprovechar sus sentimientos del momento y “maquillarlos”, disfrazarlos por así decirlo. -¿En serio puedes asegurarme que no está hechizada?- preguntó divertida. Luego rio y con un ademán de la mano le restó interés. -No es que yo crea en la magia, ni en los seres sobrenaturales, que dicen caminan entre nosotros.- no pudo evitar que ese comentario vibrara en sus cuerdas vocales y su entonación fuera un tanto picara y divertida. Ella misma se estaba mordiendo la lengua.
Por una milésima de segundo sus ojos se abrieron de par en par, al ver como él seguía sus pasos y se colocaba a su lado. La cama cedió al peso de su propietario y sin que ella pudiera hacer más para evitarlo su cuerpo cayó ligeramente sobre él. Un rubor no actuado ni planeado cubrió sus mejillas y en cuanto pudo se enderezó y regresó a su lugar. Sonrió, no iba a perder la calma.
-Es divertido– repitió, animándolo a que lo hiciera. De alguna extraña manera le divertía que aquel hombre le siguiera el juego -De pequeña creí encontrar a un pequeño perro de caza que tuvimos mi hermano y yo.-
Ella misma se sobresaltó al escuchar la sorpresa de aquel hallazgo. Una parte de ella no quería ver el lienzo en el lugar señalado, ¿realmente lo había encontrado? Porque ¿a quien más podía conocer a ese hombre? Era una total mentira que por arte de magia los dueños estuvieran retratados en aquel lugar, sólo existía un dueño que podía…
-¿Quien?- preguntó con gran exaltación, tratando de contener su emoción. ¡Ahí estaba! ¡Ahí estaba! Semi hincado ayudando a una persona a levantar una cesta de… ¿manzanas? De su rostro sólo podía observarse el perfil pero sin lugar a dudas se trataba de la misma persona.
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Re: Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
Se quedó un momento ahí, embebido como chiquillo que es atrapado por la más mundana de las cosas, que no sabe nada de nada y por ello absolutamente todo le parecía tan fascinante. No era algo raro en él, una descripción común que la gente solía otorgarle, y que era de las más acertadas era aquella que versaba sobre la teoría de que se trataba de un niño (de unos 8 a 10 años, tal vez) atrapado en el cuerpo de aquel joven, bastaba con verlo a los ojos para dilucidar esa misma inocencia y malicia infantil, La cosa era que Týr en realidad era más astuto que lo que su apariencia daba a entender, un arma valiosa para los negocios y él lo sabía, nadie nunca esperaba gran cosa de él al verlo comportarse como un imberbe chaval.
Así como era, pronto perdió de vista lo que había visto, o había creído ver, para él las cosas cobraban una importancia pasmosa tan rápido como la perdían, alternadamente y sin final, un momento algo podía ser motivo de toda su concentración y esfuerzo y al segundo carecía de cualquier tipo de relevancia.
Escuchó las palabras de Dubhé y sonrió, pensando cómo habría sido si él hubiese tenido un hermano o hermana, quizá así, inventando juegos tontos para pasar el rato. Antes de poder seguir pensando y divagando más, fue como si algo se acomodara en su sitio, giró el rostro en dirección a su acompañante que se encontraba hombro con hombro junto a él sobre la cama y luego, de un salto, se puso de pie.
-No, no, no, ¿de qué hablas? –dijo con cierto frenesí-, ¡la magia existe! –era casi como si lo hubiese ofendido –y otras criaturas de la noche también pero ahora eso no importa –ese tema lo mantendría distraído lo suficiente como para no pensar más en el original dueño de aquella obra y si lo había visto o no en el lienzo, plasmado entre la multitud. Suspiró, puso las manos sobre su cintura y miró a un lado pensando, luego volteó de nuevo en dirección a su invitada.
-Te puedo decir, con la razón de mi lado, que esa pintura no está hechizada –comenzó a caminar sobre la larga alfombra que estaba al costado de su cama con semblante meditabundo, como si estuviese dando un discurso crucial para la paz universal. Se detuvo y giró sobre sus talones para verla de nuevo, un brazo cruzado en su pecho y la otra mano sobre su barbilla-, ¿me crees?, sino, puedo mostrarte.
La miró con algo de ansiedad, sus orbes verdes abiertas de par en par como si de un psicópata se tratara, aunque algo en él parecía siempre tranquilizador, por más loco que actuara y se percibiera, se tenía la sensación de que se trataba de un loco inofensivo. Por alguna razón confiaba en ella, como si pudiera entenderlo, como si ella misma guardara un secreto como él escondía el de la magia; además, no iba a permitir que dudara de la existencia de algo que era fundamental para su vida, aunque claro, no se dedicaba a andarle aclarando a todo el mundo que la magia era tan real como el suelo que pisaban.
Así de fácil, Týr olvidaba cuestiones trascendentales (como la pintura sobre su cama) para prestar a atención a otras que también lo eran. Para él y su retorcida realidad, al menos.
Así como era, pronto perdió de vista lo que había visto, o había creído ver, para él las cosas cobraban una importancia pasmosa tan rápido como la perdían, alternadamente y sin final, un momento algo podía ser motivo de toda su concentración y esfuerzo y al segundo carecía de cualquier tipo de relevancia.
Escuchó las palabras de Dubhé y sonrió, pensando cómo habría sido si él hubiese tenido un hermano o hermana, quizá así, inventando juegos tontos para pasar el rato. Antes de poder seguir pensando y divagando más, fue como si algo se acomodara en su sitio, giró el rostro en dirección a su acompañante que se encontraba hombro con hombro junto a él sobre la cama y luego, de un salto, se puso de pie.
-No, no, no, ¿de qué hablas? –dijo con cierto frenesí-, ¡la magia existe! –era casi como si lo hubiese ofendido –y otras criaturas de la noche también pero ahora eso no importa –ese tema lo mantendría distraído lo suficiente como para no pensar más en el original dueño de aquella obra y si lo había visto o no en el lienzo, plasmado entre la multitud. Suspiró, puso las manos sobre su cintura y miró a un lado pensando, luego volteó de nuevo en dirección a su invitada.
-Te puedo decir, con la razón de mi lado, que esa pintura no está hechizada –comenzó a caminar sobre la larga alfombra que estaba al costado de su cama con semblante meditabundo, como si estuviese dando un discurso crucial para la paz universal. Se detuvo y giró sobre sus talones para verla de nuevo, un brazo cruzado en su pecho y la otra mano sobre su barbilla-, ¿me crees?, sino, puedo mostrarte.
La miró con algo de ansiedad, sus orbes verdes abiertas de par en par como si de un psicópata se tratara, aunque algo en él parecía siempre tranquilizador, por más loco que actuara y se percibiera, se tenía la sensación de que se trataba de un loco inofensivo. Por alguna razón confiaba en ella, como si pudiera entenderlo, como si ella misma guardara un secreto como él escondía el de la magia; además, no iba a permitir que dudara de la existencia de algo que era fundamental para su vida, aunque claro, no se dedicaba a andarle aclarando a todo el mundo que la magia era tan real como el suelo que pisaban.
Así de fácil, Týr olvidaba cuestiones trascendentales (como la pintura sobre su cama) para prestar a atención a otras que también lo eran. Para él y su retorcida realidad, al menos.
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Re: Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
Ella no recordaba otra vida que la que ella vivía y se refería a su condición. Las noches de luna llena irónicamente estaban vedadas para ellas, no las recordaba desde que tenía memoria, estaba acostumbrada y aceptaba como un hecho vital, amanecer el día después de estas con el cuerpo magullado y adolorido, lo aceptaba, era un hecho inamovible, tal cómo lo era la hora del almuerzo, la comida, la cena, asearse; para ella la transformación era un hecho mundano e inherente a ella, al cual debía de acostumbrarse, al cual se acostumbró desde pequeña y tal fuera debido a eso que ella no creía en aquellas leyendas mágicas que rodeaban a los hombres lobos, no las creía porque se trataba de algo que para ella no era un mito, era su vida.
Creía en la magia, a lo largo de los años había tenido uno que otro roce con brujos pero en ese momento para ella era necesario fingir demencia y para su sorpresa aquello no estaba resultando ser un suplico, aquel hombre, al que sabía un ladrón, parecía distar de serlo, era amable y divertido, un poco presuntuoso pero era agradable estar sentada a su lado y a ratos obsérvalo a los ojos porque sin duda algo tenía de especial su mirada , en ella Dubhé parecía estar observando a un niño.
De pronto no importó si ella hubiera visto algo en aquella pintura o no, sólo quería seguir jugando, que él le demostrara que existía la magia que si hubiera una oportunidad él le contara sobre seres sobrenaturales porque en un instante Dubhé se había convertido al escepticismo y no creía en nada, ni en nadie, ni en los de su clase, quería descubrir de su boca, historias sobre los suyos y sobre la magia, quería sentirse una niña pequeña sentada en el regazo de su padre.
Sonrió divertida cuando el pareció ofendido, sin duda sería fácil ganarse la confianza de alguien tan abierto y tan desenvuelto.
-¿Por qué dices que esa pintura no está hechizada? – Preguntó con el ceño ligeramente fruncido. - Claro, quiero que me lo demuestres. Anda, destruye mis creencias infantiles.- comentó ligeramente dramática. - pero más te vale que no sea en vano.
Se acercó a él y le siguió el paso, confiando que a él no le molestara por ello. Si él se lo permitía (e inclusive sin su permiso) Dubhé se convertiría en su sombra, en ese momento en aquella habitación, más tarde por toda París porque ese era su trabajo. Aquel hombre parecía tener algo suelto en el cerebro, tal vez en el alma, tal vez en un lugar que ella desconocía, pero era por ello y no a pesar que él le inspiraba tanta confianza.
Suspiró pesadamente
-Si ese cuadro no está hechizado pero me estás afirmando que realmente existe la magia ¿Dónde es que puedo observarla? ¿Me enseñarás?- preguntó inocentemente, pero realmente estaba ansiosa por conocer la respuesta de él, ansiosa por la expectativa de que era lo que podría enseñarle, si es que el aceptaba.
Creía en la magia, a lo largo de los años había tenido uno que otro roce con brujos pero en ese momento para ella era necesario fingir demencia y para su sorpresa aquello no estaba resultando ser un suplico, aquel hombre, al que sabía un ladrón, parecía distar de serlo, era amable y divertido, un poco presuntuoso pero era agradable estar sentada a su lado y a ratos obsérvalo a los ojos porque sin duda algo tenía de especial su mirada , en ella Dubhé parecía estar observando a un niño.
De pronto no importó si ella hubiera visto algo en aquella pintura o no, sólo quería seguir jugando, que él le demostrara que existía la magia que si hubiera una oportunidad él le contara sobre seres sobrenaturales porque en un instante Dubhé se había convertido al escepticismo y no creía en nada, ni en nadie, ni en los de su clase, quería descubrir de su boca, historias sobre los suyos y sobre la magia, quería sentirse una niña pequeña sentada en el regazo de su padre.
Sonrió divertida cuando el pareció ofendido, sin duda sería fácil ganarse la confianza de alguien tan abierto y tan desenvuelto.
-¿Por qué dices que esa pintura no está hechizada? – Preguntó con el ceño ligeramente fruncido. - Claro, quiero que me lo demuestres. Anda, destruye mis creencias infantiles.- comentó ligeramente dramática. - pero más te vale que no sea en vano.
Se acercó a él y le siguió el paso, confiando que a él no le molestara por ello. Si él se lo permitía (e inclusive sin su permiso) Dubhé se convertiría en su sombra, en ese momento en aquella habitación, más tarde por toda París porque ese era su trabajo. Aquel hombre parecía tener algo suelto en el cerebro, tal vez en el alma, tal vez en un lugar que ella desconocía, pero era por ello y no a pesar que él le inspiraba tanta confianza.
Suspiró pesadamente
-Si ese cuadro no está hechizado pero me estás afirmando que realmente existe la magia ¿Dónde es que puedo observarla? ¿Me enseñarás?- preguntó inocentemente, pero realmente estaba ansiosa por conocer la respuesta de él, ansiosa por la expectativa de que era lo que podría enseñarle, si es que el aceptaba.
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Re: Qui vole un oeuf, vole un boeuf (?)
La realidad era nítida ante los ojos de Týr, ahí en compañía de esa chica que lo había visitado porque… ¿por qué lo había visitado? Había perdido la dimensión de las cosas, nada raro en él, ni siquiera era capaz de recordar bajo qué pretexto la señorita Noiret había tocado a su puerta. Si hacía un esfuerzo probablemente lo recordaría, pero en ese preciso momento lo único que le interesaba era demostrarle que la magia existía, así como una rabieta de un niño consentido (eso era, al fin y al cabo). Siguió su andar por el poco espacio que la habitación de brindaba y cuando se giró la vio ahí, junto a él y dio un respingo espantado, parecía que iba a decir algo pero en cambio, cerró la boca y continuó caminando.
-Simplemente lo sé –se encogió de hombros y se giró de nuevo hacia su acompañante, adoptó una posición peculiar, ligeramente encorvado, con las rodillas flexionadas y estiró brazos y manos hacia el rostro de Dubhé, movió los dedos –tengo poderes –habló con un tono histriónico que indicaba cosas sobrenaturales, como su hablara de un fantasma y de una evidente broma (aunque era verdad). Luego rio y siguió en esa breve caminata que iba y venía, iba y venía. Finalmente, se detuvo, alzó un dedo y otra vez pareció que iba a decir algo, en cambio, tomó por los hombros a la joven y la hizo sentarse en la cama, sin decir más, empezó a moverse con velocidad y frenesí por el cuarto. Fue por una silla que estaba dispuesta ahí, la colocó frente a ella, luego salió de la habitación y regresó con otra silla –de diseño distinto- y una escoba, colocó la segunda silla paralela a la primera y la escoba sobre los dos respaldos, luego fue a un cajón y sacó una manta blanca, la dobló y la colgó del palo de escoba.
-Te voy a explicar –dijo y tomó una vela, apagó el resto y se iluminó el rostro, luego se fue detrás de su improvisado escenario y gracias a la luz única que él poseía y que el resto de la habitación estaba a obscuras, su sombra se proyectaba. Se escuchó como carraspeaba-, ¿lista? –preguntó pero no aguardó por una respuesta, hizo una figura con las manos, un perro, muy sencillo, luego un ave, para entonces ya había afianzado la vela más atrás con un poco de cera y sobre el suelo, así siguió haciendo figuras, pero después éstas se hicieron más complejas paulatinamente, hasta el puto que pareció imposible que él las estuviera haciendo sólo con las manos.
-Este mundo –comenzó el relato, su voz seguía en aquel tenor escénico, como si contara un cuento a un montón de niños –está plagado de criaturas –en la sombra se proyectó primero un ser humano y luego este se transformó en una bestia parecida a un animal –los hombres prefieren ignorarlas por temor, pero existen, y también hay mortales que poseen poderes –se tomó una licencia literaria e imitó con las sombras un mago con varita y sombrero incluidos, cuando él sabía que no eran así las cosas –alimentan su poder de la tierra, del movimiento de las estrellas, de toda fuerza natural –entonces se asomó por encima de la manta colgada en el palo de escoba, sólo los ojos verdes que eran opacados por la umbría del lugar-, ¿me sigues? –preguntó, esperaba no ir demasiado rápido, aunque en realidad no estaba diciendo gran cosa y sólo era el pretexto para esa mini puesta en escena.
-Por siglos algunas de estas criaturas han peleado las unas con las otras, pero eso no importa, lo que importa es que así como hay muertos vivos que se alimentan de sangre, seres que cambian con la luna… o a voluntad, espíritus que deambulan porque no han saldado cuentas en e plano terrenal, existen aquellos que poseen lo que algunos llaman magia, hechicería, brujería… este mundo tiene más… -pero se detuvo y se escuchó un quejido de dolor, asomó la cabeza de nuevo y humo comenzó a salir desde atrás –creo que no hay tiempo para esto –empujó las sillas, la escoba y las mantas y dejó ver cómo la alfombra comenzaba a prenderse en llamas, dijo algo en idioma incomprensible y logró controlar el insipiente incendio, miró por sobre su hombro el baño de su habitación e hizo que el agua viajara desde aquel sitio hasta las llamas y las sofocó. Se llevó una mano a la nuca y le sonrió a Dubhé, aunque ahora estaban en completa penumbra.
-Bueno, eso, ya viste que sí existe –rio, así, una risita traviesa e inocua.
-Simplemente lo sé –se encogió de hombros y se giró de nuevo hacia su acompañante, adoptó una posición peculiar, ligeramente encorvado, con las rodillas flexionadas y estiró brazos y manos hacia el rostro de Dubhé, movió los dedos –tengo poderes –habló con un tono histriónico que indicaba cosas sobrenaturales, como su hablara de un fantasma y de una evidente broma (aunque era verdad). Luego rio y siguió en esa breve caminata que iba y venía, iba y venía. Finalmente, se detuvo, alzó un dedo y otra vez pareció que iba a decir algo, en cambio, tomó por los hombros a la joven y la hizo sentarse en la cama, sin decir más, empezó a moverse con velocidad y frenesí por el cuarto. Fue por una silla que estaba dispuesta ahí, la colocó frente a ella, luego salió de la habitación y regresó con otra silla –de diseño distinto- y una escoba, colocó la segunda silla paralela a la primera y la escoba sobre los dos respaldos, luego fue a un cajón y sacó una manta blanca, la dobló y la colgó del palo de escoba.
-Te voy a explicar –dijo y tomó una vela, apagó el resto y se iluminó el rostro, luego se fue detrás de su improvisado escenario y gracias a la luz única que él poseía y que el resto de la habitación estaba a obscuras, su sombra se proyectaba. Se escuchó como carraspeaba-, ¿lista? –preguntó pero no aguardó por una respuesta, hizo una figura con las manos, un perro, muy sencillo, luego un ave, para entonces ya había afianzado la vela más atrás con un poco de cera y sobre el suelo, así siguió haciendo figuras, pero después éstas se hicieron más complejas paulatinamente, hasta el puto que pareció imposible que él las estuviera haciendo sólo con las manos.
-Este mundo –comenzó el relato, su voz seguía en aquel tenor escénico, como si contara un cuento a un montón de niños –está plagado de criaturas –en la sombra se proyectó primero un ser humano y luego este se transformó en una bestia parecida a un animal –los hombres prefieren ignorarlas por temor, pero existen, y también hay mortales que poseen poderes –se tomó una licencia literaria e imitó con las sombras un mago con varita y sombrero incluidos, cuando él sabía que no eran así las cosas –alimentan su poder de la tierra, del movimiento de las estrellas, de toda fuerza natural –entonces se asomó por encima de la manta colgada en el palo de escoba, sólo los ojos verdes que eran opacados por la umbría del lugar-, ¿me sigues? –preguntó, esperaba no ir demasiado rápido, aunque en realidad no estaba diciendo gran cosa y sólo era el pretexto para esa mini puesta en escena.
-Por siglos algunas de estas criaturas han peleado las unas con las otras, pero eso no importa, lo que importa es que así como hay muertos vivos que se alimentan de sangre, seres que cambian con la luna… o a voluntad, espíritus que deambulan porque no han saldado cuentas en e plano terrenal, existen aquellos que poseen lo que algunos llaman magia, hechicería, brujería… este mundo tiene más… -pero se detuvo y se escuchó un quejido de dolor, asomó la cabeza de nuevo y humo comenzó a salir desde atrás –creo que no hay tiempo para esto –empujó las sillas, la escoba y las mantas y dejó ver cómo la alfombra comenzaba a prenderse en llamas, dijo algo en idioma incomprensible y logró controlar el insipiente incendio, miró por sobre su hombro el baño de su habitación e hizo que el agua viajara desde aquel sitio hasta las llamas y las sofocó. Se llevó una mano a la nuca y le sonrió a Dubhé, aunque ahora estaban en completa penumbra.
-Bueno, eso, ya viste que sí existe –rio, así, una risita traviesa e inocua.
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