Y si hablamos de...

por **Emméline Hawkwood** Sáb Sep 03, 2011 8:21 am

Camino a París, cielo nublado...

Poco queda ya para llegar a París y parece que el corazón se me saldrá del pecho en cualquier instante. No es sólo un nuevo lugar y caras diferentes, que ya de por sí es más de lo que nunca pretendí tener. Detesto y agradezco a la vez la situación actual, aunque no sea permanente.
No dudo, que si bien Padre accedió a este viaje, a la pequeña independencia que me otorgaría, ha de ser tan sólo una tregua temporal. No tardará más de una semana en seguirme a todas partes con su infinita sobreprotección y, cómo no, con la nueva archiduquesa, que el día que comprenda que poseo un cerebro bajo la mata de rizos que se empeña en peinar, apuesto mi cordura a que perderá la suya.
No puedo más que ingeniármelas para aprovechar el tiempo de paz, que no lo es tanto contando con la curiosidad casi obsesiva de su dama de compañía. Me está poniendo frenética. Juro que lleva más de diez minutos intentado leer por encima de mi hombro, ¿acaso no es consciente de que estoy escribiendo en francés y ella no entiende nada? Es lo único agradable, puedo hablar con quién desee sin que entienda ni la mitad de lo que digo, sólo hay que cuidar el tono.
Volviendo a temas actuales, de mayor envergadura, no se puede ignorar la razón de peso que ha permitido todo esto, o que ha empujado a ello, matrimonio. Suena mal hasta por escrito. No fingiré que no comprendo los motivos, pero apenas puedo compartirlos. Sino me caso, es cierto, perderé prácticamente todo en favor de cualquier primo a la zaga de fortuna, aún incluso peor sería si al archiduquesa decidiese tener un heredero. Ojalá una mujer pudiera guardar lo que es suyo como un varón puede hacerlo. ¿Qué opción queda para alguien como yo? Un matrimonio de conveniencia, con un duque o similar, puede que diez, quince, veinte años mayor que yo.

¿Es acaso amor aquello que no fluye? No, no lo es, y una vida sin amor, sin derecho a ello, no sé si es vida. Si bien jamás reconoceré dichos pensamientos en voz alta, sería demasiado estúpido e irreverente tratar de mentirme a mí misma...No es eso lo que quiero, ni lo que busco, y, desde luego, haré todo lo que esté en mi mano para evitarlo.

Tal vez no debería escribir lo que viene a continuación, pues si este cuaderno cayera en manos desafortunadas, quién sabe en qué hoguera ardería. Pero, es imposible no compartirlo ni por escrito. ¡~~Una bruja!~~ Dios mío, pensar que jamás creí esas habladurías, que jamás busqué una explicación a los hechos...No es posible huir eternamente del pasado, ni de uno mismo, ni tan siquiera del ajeno, como aquella noche...

Me despido, estamos llegando, y empiezo a desvariar en mis escrituras. La bohemia de París es alucinante.

Emméline